Para Padres
Para Padres
Para Padres
LIBRO 3
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amor implícito en este sacramento.
Hoy estamos frente a una crisis moral. Hay corrupción en las costumbres y una gran confusión entre
lo que está bien y lo que está mal. Al parecer, lo que rige a muchas personas no es una moral objetiva
basada en valores trascendentes e inmutables como el amor, la verdad y la justicia, sino una moral
relativa, variable de acuerdo con las personas y situaciones. Allí lo que cuenta es solamente el
«sentir» de una persona o cierta voluntad ―a veces muy irracional―; acaso un «si lo quiero», «si
tengo ganas», «si lo siento», «si me parece». No hay un real empeño por conocer y por ajustarse a las
normas del bien común y para nosotros, los cristianos, a la revelación hecha por Jesucristo.
La formación de la conciencia moral es un proceso que lleva toda la vida, en él vamos creciendo en
madurez y en santidad. Al seguir este rumbo, vamos unificando la dimensión humana y espiritual,
integrando y encarnando en la vida cotidiana los valores trascendentales del corazón humano. La
dimensión social e histórica se aúna con la dimensión espiritual, trascendente y eterna, dentro de un
proceso que involucra al cuerpo, a nuestra psique, la inteligencia, la voluntad y los afectos.
Es muy sencillo: Dios, nuestro Padre, nos creó para que viviéramos como hijos en unión con él. Al
vivir esta alianza, encontramos nuestra verdadera felicidad. El pecado es una realidad que manifiesta
nuestro andar hacia la plenitud, este camino ha sido asumido por el mismo Dios, que se hace uno de
nosotros para perdonar y transformar todo aquello que nos separa del bien que anhelamos.
Esta es la verdad de fe que sus hijos aprenderán este año: Jesús, el Hijo de Dios, se hizo hombre para
llevarnos a la plenitud de nuestra unión con Dios. Vino para enseñarnos a vivir y para regalarnos vida
en abundancia. Él mismo se hizo camino para llevarnos hacia la plenitud que anhelamos. Nos revela
el sentido de nuestra vida y la manera de encontrar la verdadera felicidad. Nos enseña a amar y nos
perdona siempre. Junto al Padre, nos envía al Espíritu Santo que nos ayuda a conocerlo y a vivir lo
que nos enseña.
Si de verdad creemos en Jesús, lo haremos también en la Iglesia, que formamos todos y que nos hace
ser su presencia viva y resucitada. Los que creemos en Jesús somos miembros vivos de su Cuerpo
resucitado. Es una verdad muy grande que se hace visible en el sacramento de la eucaristía.
Este proceso de maduración en la fe puede convivir con sentimientos mezclados de resistencia y
enojo, porque nos cuesta aceptar lo que no entendemos o porque nos negamos a vivir aquello que
nos parece difícil.
Pero si lo hacemos desde la fe porque le creemos a Jesús; si lo hacemos desde la esperanza porque
confiamos en su Palabra, entonces lo podremos hacer desde la verdad del amor. Esto se manifiesta, al
comienzo, como una decisión de la voluntad que «elige» amar aunque no «siente». Progresivamente,
cuando esta decisión es llevada a la vida cotidiana nos va dando una fuerza nueva que nos descubre
una manera novedosa de vivir la vida, con mucha paz y alegría.
Los alentamos a comenzar ustedes mismos este proceso de fe junto a sus hijos. Que se animen a
preguntarse: ¿Creo en Dios? ¿Qué lugar ocupa en mi vida? ¿Quién rige mi conciencia y, por lo tanto, mis
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actos? Dios nos abre a lo eterno, despliega todas nuestras potencialidades y da un nuevo sabor y vigor
a nuestra vida. Vivir sin Dios nos endurece y nos deshumaniza y es la causa de muchos sufrimientos.
En el bautismo renunciamos al mal en todas sus formas y nos comprometemos a vivir como hijos de
Dios siguiendo el camino que nos dejó Jesús. El sacramento de la reconciliación nos da la posibilidad
de recibir el perdón que tanto necesitamos, ya que nos da fuerzas para vivir el amor que construye
nuestra felicidad.
Somos humanos, aun queriendo el bien, hacemos el mal que no queremos. Esta contradicción la
resuelve el mismo Dios a través de la muerte y resurrección de su Hijo, que vence el mal por la fuerza
de su amor. El sacramento de la reconciliación transforma nuestro pecado, nos invita a arrepentirnos,
a reparar nuestras faltas y a volver a renovar nuestra decisión de amar.
Para dejarnos reconciliar por Dios, hace falta que nos reconozcamos necesitados de su amor y de
su perdón porque «somos» pecadores, lo cual significa que nos «falta Dios», a quien anhelamos por
haber sido creados para él.
Es importante que no nos cansemos de nosotros mismos. Muchas veces, al constatar que siempre
cometemos las mismas faltas, nos sentimos falsos e hipócritas. ¿Cómo vamos a pedir perdón si
sabemos que vamos a cometer esas faltas de nuevo? Y, sin embargo, así es nuestro caminar hacia la
plenitud del amor. Lo importante es volver a elegir una y otra vez nuestro deseo de permanecer en
el amor, para así arrepentirnos cada vez y volver a intentarlo.
El amor de Dios es más fuerte que nuestro pecado. Dios en su infinita misericordia transforma todo,
hasta el mismo pecado, en un bien para nosotros. De esta manera, nada ni nadie podrá separarnos
de su amor, ni siquiera el mismo pecado, ya que el sacramento de la reconciliación, gracias al perdón
recibido, nos permite no solo permanecer en Él, sino en el amor.
Ojalá que estas reflexiones les sirvan para unirse más a Dios en su Iglesia. Aprovechen el acontecimiento
de este sacramento que recibirán sus hijos para conversar todos en familia. Puede ser también la
oportunidad para confesarse o para dialogar un largo rato con un sacerdote o con un acompañante
espiritual a quien le puedan contar lo que les está pasando.
Aquellos padres que estén impedidos de recibir este sacramento por estar viviendo alguna situación
irregular pueden pedirle a Jesús el perdón de sus pecados por medio del acto de contrición y unirse
a Él espiritualmente. Igualmente pueden acercarse a un sacerdote y pedirle conversar en busca de
luz y consejo espiritual.
Clarificar nuestras opciones nos ayuda a ser más coherentes con lo que queremos transmitir a nuestros
hijos.
Les deseo que encuentren en María, nuestra madre, la mejor ayuda para acompañar a sus hijos en
este momento tan importante de su vida.
Inés Ordoñez de Lanús
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Encuentro n.º 1
Notas pedagógicas para los padres sobre el pecado y el sacramento de la reconciliación
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normas impuestas desde afuera.
· Si presentamos el pecado como una realidad difusa y poco real, estamos favoreciendo la formación
de una conciencia laxa. En la formación de su conciencia moral, el niño necesita tener muy claro lo
que está bien y lo que está mal; los límites y las prohibiciones, los premios y los castigos.
· El pecado debe ser presentado de forma muy clara y con ejemplos muy concretos de la vida
cotidiana del niño. El pecado es una falta voluntaria contra lo que Dios nos manda en su Palabra y
que está inscripta en nuestros corazones.
Destacaremos que pecamos cuando elegimos libremente hacerlo —no son pecados los errores ni los
actos malos sin intención—.
· Presentaremos la voluntad de Dios —lo que Él nos manda— como una ayuda para aprender a amar y
a vivir felices.
· Ayudaremos a comprender los mandamientos de Dios como palabras inscriptas en lo más profundo
de nuestros corazones que nos orientan a hacer el bien.
· Ayudaremos a comprender el pecado y la diferencia de su gravedad por medio de ejemplos.
4. ¿Existe el diablo?
El diablo existe. ¿Cómo se lo presentamos a los niños? La catequesis que prepara a los niños para el
sacramento de la reconciliación tiene como objetivo que los niños experimenten el inmenso amor
de Dios, revelado en Jesús que transforma todo para nuestro bien y que vence al mal en todas sus
formas. Presentamos también al Espíritu Santo que es quien nos ayuda a ser buenos y a vivir como
nos profesa Jesús. La enseñanza acerca del demonio y cómo actúa en el corazón de los hombres y en
el mundo tiene lugar cuando los niños son más grandes. Estas líneas están dedicadas a ustedes, sus
padres.
La existencia del demonio es una verdad de fe para la Iglesia Católica. En toda la Biblia, desde el
primero hasta el último libro, encontramos referencias acerca de su naturaleza y su función en la
historia de los hombres.
Son creaturas espirituales creadas por Dios que, habiendo sido ángeles, se opusieron a su voluntad,
por eso no gozan de su gloria e instigan a los hombres a oponerse a Dios.
Por ser de naturaleza puramente espiritual, el pecado de los ángeles es todavía más grave; la Biblia
nos dice que fue un pecado de envidia y de soberbia porque pretendieron ser iguales a Dios; no se
conformaron con lo que Dios había pensado para ellos, se opusieron y desde entonces se oponen
radicalmente al plan de Dios sobre todas las creaturas, instigando al mal en el corazón de los hombres
y confundiéndolos acerca de lo que está bien o está mal.
¿Quién es Satanás? Satanás es el espíritu del mal. En la Biblia es nombrado también como el acusador,
el maligno, el demonio, Belcebú, el Príncipe de este mundo o Príncipe de las tinieblas; también
diablo o bestia. No es un personaje mítico, no es la figura representativa del mal o su reencarnación;
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es el odio y la rebeldía hacia Dios. Actúa tentando al hombre y confundiéndolo; lo seduce, lo aturde,
lo distrae, lo acusa, lo debilita en la práctica del bien y lo desanima en la constancia para permanecer
amando.
También puede entrar poseyendo a la persona y quitándole la libertad. Es una forma poco habitual,
pero muy conocida en la tradición de la Iglesia, que tiene su propio rito para exorcizar esta presencia
diabólica. Para que este fenómeno se dé, se necesita el consentimiento del sujeto o una psicología
muy debilitada.
El principal logro del diablo en esta época es ocultarse detrás de una cultura que da muerte a Dios
y deshumaniza a las personas. Y aunque decimos que ciertas situaciones o actuaciones de algunas
personas —o grupos— son diabólicas y claramente se oponen a Dios, al mismo tiempo negamos su
existencia o nos resistimos a mencionarlo. Confundidos acerca de lo que está bien y de lo que está
mal vamos, paulatinamente, perdiendo la capacidad de reacción ante las situaciones de injusticia e
indiferencia; nos volvemos insensibles ante el dolor del prójimo, ciegos ante las injusticias, sordos
ante el clamor de quienes nos necesitan y cada vez más egoístas y solitarios.
El diablo existe; sin embargo, Dios en su inmenso amor no nos dejó sujetos a su poder; desde el
principio nos prometió un salvador. Es así como comienza la historia de la salvación en la que Dios va
preparando la concreción de su promesa a través de la Alianza con su pueblo. Así, llegada la plenitud
de los tiempos, nos envió a su propio Hijo para salvarnos y para liberarnos del poder del demonio y
de la muerte.
Con su muerte y resurrección, Cristo se constituye en el Señor de la historia y, si bien el demonio
sigue actuando a través de múltiples formas para tentar a los hombres y desviarlos del camino de
Cristo, su poder es controlado.
Solo Dios tiene acceso a las profundidades del hombre. A no ser que el hombre libremente lo consienta,
el demonio no puede acceder a las entrañas de su corazón que están reservadas para ser morada de
Dios.
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Dios no permite que nadie sea tentado más allá de sus propias fuerzas. Las personas reconocemos
cuándo somos tentadas a realizar algo que se opone al bien que elegimos. Jesús mismo fue tentado y
por ello nos enseña en el padrenuestro a decirle al Padre: «No nos dejes caer en tentación y líbranos
de todo mal», manifestando así la necesidad que todos tenemos de Dios.
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Jesús es el Hijo de Dios
En este encuentro
El objetivo de este primer encuentro es la presentación de los niños entre sí —en caso de que aún no
se conozcan—. El catequista les expondrá lo más importante que pasará este año: recibirán el Libro
de la palabra de Dios y el sacramento de la reconciliación.
Después de las presentaciones, el catequista pondrá a los niños frente a Jesús, que está presente
siempre en medio de nosotros cuando nos reunimos en su nombre. Jesús nos mira con amor, nos llama
a ser sus amigos y nos pregunta: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy?».
Sus hijos ya conocen a Jesús; queremos suscitar sus propias respuestas a partir de su experiencia y de
los contenidos que recuerdan de catequesis anteriores.
Celebraremos juntos el comienzo de la catequesis y la alegría de estar reunidos en el Nombre de
Jesús.
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todos decimos: «Te lo pedimos, Jesús».
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Encuentro n.º 2
Jesús nos enseña a vivir como hijos de Dios
En este encuentro
Haremos una síntesis de los contenidos presentados el año anterior y recordaremos juntos todo lo que
Jesús nos enseñó para vivir como hijos de Dios. El bautismo nos hace renacer a la vida nueva de hijos
de Dios: nos borra el pecado original, nos reúne en la Iglesia, nos marca con el sello de cristianos y
nos da al Espíritu Santo, que nos llena de fuerza para amar a Dios sobre todas las cosas y para amarnos
entre nosotros como nos lo enseña Jesús.
Hablaremos con mucha alegría del bautismo dejando hablar a los niños para que narren cómo vivieron
la fiesta de la renovación de sus promesas.
Resaltaremos cómo han crecido y cómo ellos ahora son capaces de proponerse juntos la manera de
«ser Iglesia» en el grupo y qué hacer para que se «note» en nuestro grupo que somos bautizados, hijos
de Dios y marcados con el sello del Espíritu Santo.
En el encuentro harán, junto a sus compañeros, un reglamento del grupo con normas de convivencia
y vida comunitaria, que los ayudará a construir la comunidad durante todo el año y a crecer en el
amor como nos enseña Jesús. Este reglamento de la página 11 del libro será de gran ayuda para la
formación de la conciencia moral.
Podrán darse cuenta cuándo son capaces de cumplir lo que se proponen y cuándo no; qué pasa cuando
no lo hacen y cómo se afecta el grupo. Será un tema constante de conversación, de referencia y de
evaluación. Los ayudaremos a descubrir que son libres para elegir cómo desean que sea su grupo y
qué cualidades les gustaría que tenga.
Presentaremos la virtud de la fortaleza y la valentía, como propuesta por encarnar a lo largo del año.
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· ¿En qué nos parece que podríamos crecer o mejorar para amarnos mejor entre nosotros? Señalamos
tres aspectos.
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Encuentro n.º 3
Semana Santa: Jesús entrega su vida por amor
En estos encuentros
Presentaremos la catequesis sobre la Pascua de Jesús. La reflexión y meditación sobre cada uno de
los días de la Semana Santa es un objetivo importante para este año en que los niños recibirán el
sacramento del perdón.
Los ayudaremos para que descubran cuánto amor nos entrega el Padre al darnos a su Hijo, cuánto
amor nos ofrece Jesús al morir por nosotros para regalarnos su amor y para estar siempre unidos. ¡Es
tanto amor de parte de Dios y tan grande nuestro deseo como catequistas de poder comunicárselo a
sus hijos! Les pedimos que nos ayuden.
Será una catequesis eminentemente litúrgica, en la que pondremos a sus hijos en contacto con los
signos salvadores de la Pascua. Partiremos de ejemplos muy concretos para que ellos descubran cómo
la Pascua de Jesús transforma nuestra vida cotidiana.
Celebraremos con ellos el gran acontecimiento de la Pascua: ¡¡Dios Padre misericordioso y su Hijo
Jesús siguen actuando hoy entre nosotros liberándonos de lo que nos aflige, salvándonos del pecado
e invitándonos a vivir como hijos de Dios!! ¡Bendito sea el Señor!
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Encuentro n.º 4
Jesús resucitado es nuestra alegría
En este encuentro
Seguimos celebrando junto a toda la Iglesia la alegría de la Pascua, el júbilo de la resurrección de
Jesús. Hemos elegido el relato de la aparición del Señor a los discípulos de Emaús para presentar a sus
hijos a Jesús vivo, presente, caminando junto a ellos en su vida cotidiana, explicándoles la Palabra e
invitándolos a compartir el pan en la celebración de la misa.
Cada domingo los cristianos nos reunimos para celebrar la resurrección de Jesús. Cada domingo
celebramos su Pascua salvadora. La misa es una fiesta a Jesús resucitado, vivo y presente entre
nosotros dándonos su Palabra (liturgia de la Palabra) y partiendo para nosotros el pan (liturgia de la
eucaristía).
¡Abramos los ojos! Hoy alguien está pasando también a nuestro lado preguntándonos qué nos pasa.
Alguien está pasando y quiere que lo invitemos a entrar para que este «paso» sea una verdadera
«pascua» en nuestras vidas.
¡Hoy es Pascua en nuestra familia! ¡Hoy el Señor está con nosotros y, en cada misa, nos explica la
Palabra y parte para nosotros el pan!
Jesús está y camina a nuestro lado… Jesús nos pregunta… Jesús nos explica… Jesús espera que lo
invitemos a entrar… Jesús se deja reconocer en la Palabra y el Pan.
¡Abramos los ojos a la presencia del Señor y animémonos a contarle qué nos pasa! Vayamos a misa a
encontrarlo en su Palabra proclamada cada domingo y en la hostia entregada en la comunión.
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Sugerencias para hacer en familia
Contestamos en familia las preguntas de la página 18:
Miro mi corazón:
· ¿Qué es lo que me da más alegría? ¿Por qué?
· ¿Qué cosas me preocupan? ¿Por qué?
Las escribimos como si estuviéramos contándoselas a Jesús, que camina a nuestro lado. Compartimos
entre todos las respuestas y leemos el relato de Emaús en la página 19 del libro.
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Encuentro n.º 5
Los domingos celebramos la alegría de Jesús resucitado
En este encuentro
En el mismo clima pascual, y a partir del relato de los discípulos de Emaús, presentaremos una
catequesis sobre la celebración de la misa. Mostraremos a los niños todo lo que se necesita para
celebrar una misa, les explicaremos el sentido de cada objeto, de cada signo y su significado. También
les enseñaremos las diferentes partes o momentos de la misa. Lo haremos haciendo una analogía con
una cena preparada en el hogar para celebrar una fiesta familiar.
Muchos adultos cristianos han dejado de ir a misa sencillamente por un tema de complicación familiar,
por comodidad o porque no le encuentran sentido; por inercia o por aburrimiento; otros porque están
enojados con la Iglesia o con algún cura en particular, otros porque no pueden comulgar y otros… no
se sabe por qué. Tantos y tantos motivos. Los invitamos a que se pregunten —si acaso han dejado de
ir a misa— por qué y cuándo dejaron de pronto de ir a misa.
Para otras personas, la misa tiene un profundo sentido, representa un momento fundamental en
su vida y responde a sus necesidades más profundas. Y este sentido tan hondo puede convivir con
objeciones o preguntas acerca de si el rito actual es el más adecuado para esta época.
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espectador, invitado, desde afuera, protagonista…).
Sugerencias para hacer en familia
Seguimos intentando encontrarnos todas las noches en nuestros espacios nocturnos para conversar y
orar juntos.
Miramos el libro y conversamos con nuestro hijo sobre las diferentes partes de la misa siguiendo
el esquema propuesto en las páginas 20 y 21. Los invitamos a que nos cuenten qué les explicó la
catequista.
Si vamos a misa, podemos estar atentos para distinguir las diferentes partes de la misa; tildamos
cada una en los dibujos del libro distinguiendo cuándo comienza la liturgia de la Palabra y cuándo la
liturgia de la Eucaristía. Al salir, podemos seguir conversando acerca de lo que más nos gustó y por
qué.
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Encuentro n.º 6
Jesús resucitado nos da su paz y su perdón
En este encuentro
Centraremos nuestra catequesis en la aparición de Jesús resucitado dando a sus apóstoles la paz y
enviándolos a perdonar los pecados. Conversaremos acerca de lo que significa la paz y vivir en paz.
Dejaremos que los niños hablen de sus experiencias, de lo que los ayuda a estar y vivir en paz, y lo que
no los ayuda. Los ayudaremos a comprender qué significa la paz que nos trae Jesús y cómo construirla
entre nosotros. En ese contexto, presentaremos el sacramento de la reconciliación, instituido por
Jesús resucitado al enviar a sus discípulos a perdonar los pecados para que los hombres pudiéramos
vivir y construir la paz.
¿Cómo se vive en paz? Los cristianos creemos en la paz aunque, de verdad, debamos reconocer con
dolor que no somos buenos testigos o instrumentos de la paz que nos trajo Jesús como su gran regalo
pascual.
Jesús murió y resucitó y, a partir de su Pascua, nada ni nadie nos puede quitar la paz, ni siquiera el
peor de los sufrimientos o la muerte. Jesús está con nosotros y nos regala su paz.
Pero nosotros no siempre vivimos en la paz que él nos regaló y muchas veces nos peleamos, nos
herimos, nos tratamos mal... Jesús conoce nuestros corazones y sabe lo que nos cuesta ser felices,
por eso instituyó el sacramento de la reconciliación, que nos perdona nuestros pecados y nos devuelve
su paz.
Para vivir y experimentar la paz de Jesús, es necesario que nos tomemos en serio lo que él nos dice.
Jesús vino a enseñarnos un camino para vivir en paz. De verdad es una vida diferente de la que
propone la cultura actual. Muy diferente. Es necesario que nos preguntemos si creemos y si queremos
ser uno de aquellos que entrega su vida para demostrar que la paz es posible. Los animo a hacerlo.
¿Se imaginan si todas las personas tomáramos la misma decisión? Sería de verdad un mundo de paz.
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¡Empecemos por casa!
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Encuentro n.º 7
Jesús resucitado subió al cielo y está siempre con nosotros
En este encuentro
Jesús será presentado en ocasión de la fiesta de la Ascensión. Queremos que los niños descubran la
importancia de esta fiesta: Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, entra en la gloria del reino de
su Padre: sube al cielo. Y el Padre lo exalta y lo hace sentarse a su derecha. Son modos de expresar
la nueva manera de estar de Jesús, en la tierra y en el cielo. Jesús resucitado y glorificado por el
Padre sostiene toda la creación, su cielo está en todas partes; también en nuestros corazones. Jesús
resucitado habita en nosotros. Para el niño de esta edad, es muy importante descubrir esta presencia
y es lo que les presentaremos de modo muy especial para que comiencen a vivirla y a gozarla.
Destacaremos también la misión que Jesús encomienda a sus amigos antes de la Ascensión: «Vayan
por todo el mundo anunciando a todos la Buena Noticia y yo estaré con ustedes hasta el fin de los
tiempos». Es una misión y una promesa donde nos muestra el modo de su nueva presencia: estar
siempre con nosotros.
La fiesta de la Ascensión está muy ligada a los acontecimientos pascuales. Con su muerte, resurrección
y ascensión, Jesús abre para toda la humanidad las puertas del cielo y rompe el velo que separaba
cielo y tierra, mortalidad y eternidad, recuperando para nosotros y para siempre la vida eterna
uniéndonos a su Cuerpo resucitado. Él es la Cabeza que ya penetró en los cielos y nosotros, sus
miembros, que estamos penetrando en sucesivos partos, cada vez que morimos a lo que nos separa
del amor, para nacer y renacer a esta nueva vida. Por eso en el padrenuestro Jesús nos dice que
si cumplimos su voluntad de amar, viviremos en «la tierra como en cielo». Con su muerte venció
todos los obstáculos; nos perdona los pecados, nos promete estar siempre con nosotros y nos envía
su Espíritu para que nos dé todo lo que necesitamos para amar como nos pide. El cielo está entre
nosotros y se hace presente por medio del amor; como nos dice san Pablo: «Ya somos ciudadanos del
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cielo». Las personas podemos irradiar el cielo, reflejarlo, contagiarlo. Hay modos de ser y de estar
en las realidades temporales —ya sean lugares o relaciones— que nos hacen «sentir» o vislumbrar el
cielo: el útero materno, un abrazo, una mirada, un hogar… otras que son un verdadero infierno, y
otras que son un purgatorio y nos invitan a crecer y purificarnos para experimentar cada vez más el
cielo.
Jesús nos envía a anunciar a todos y por todas partes su Palabra para que también otros crean.
Entonces su Reino se hará cada vez más presente y Él podrá conducir la historia hacia su plenitud y
un día presentar al Padre la creación consumada.
¿Qué más? Como dice san Pablo: «¡Si Dios está con nosotros, nada ni nadie nos puede separar de su
amor! ¡Es nuestro aliado, solo es necesario que le creamos y que nosotros también hagamos alianza
con él!».
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Encuentro n.º 8
El Padre y el Hijo nos envían al Espíritu Santo
Este encuentro
Se desarrollará en la semana de la fiesta de Pentecostés. Presentaremos esta fiesta como el nacimiento
de la Iglesia; les enseñaremos su importancia y la celebraremos juntos. Pentecostés es una excelente
ocasión para volver a presentar la catequesis del Espíritu Santo. Los niños ya lo conocen y seguiremos
presentándolo para que lo descubran cercano y para que experimenten sus frutos en su vida cotidiana.
Jesús resucitado junto a su Padre del cielo nos envía al Espíritu Santo prometido. Él viene para
continuar y hacer posible en nosotros todo lo que nos prometió y enseñó. Viene para quedarse en
nuestros corazones como un maestro interior. Nos recuerda todo lo que Jesús nos dijo y nos sigue
diciendo, nos une a él y nos une entre nosotros con el vínculo del amor; nos ayuda a conocerlo y a
reconocerlo, nos alienta, nos anima, nos defiende, nos consuela, nos cura, nos enseña a orar y ora por
nosotros… En fin, hace y nos da todo lo que necesitamos para vivir como verdaderos hijos del Padre.
El domingo de Pentecostés, Dios vuelve a entregarse derramando su amor que se manifiesta como
lenguas de fuego. Desciende sobre nuestra inteligencia y sobre nuestro corazón para hacernos capaces
de vivir y experimentar la nueva vida que nos trajo Jesús. El fuego del Espíritu Santo nos transforma,
nos llena de ardor, y nos hace fuertes y valientes para anunciar el Evangelio a todos los hombres.
¿Cómo reconocer al Espíritu Santo presente en nuestra vida? El Espíritu Santo es el amor de Dios
derramado entre nosotros, Él está siempre de nuestro lado. Es nuestro mejor aliado, nos defiende
siempre, por eso también se lo llama el defensor o el paráclito; nos consuela cuando estamos tristes,
por eso se lo llama el consolador. Nos enseña a amar y a vivir en la verdad. Jesús nos dice que es él
quien nos va a llevar a la plenitud de la verdad y que tenemos que dejarnos conducir con docilidad.
La mejor manera de reconocerlo es también entre nosotros, sobre todo en las personas que nos
han hecho experimentar la ternura, el amor, el cuidado. También en las situaciones donde nos
sentimos animados para seguir, alentados, con fuerza para volver a intentar lo que queremos y
muy especialmente en aquellas situaciones donde experimentamos el límite, la impotencia; donde
parece que la vida pierde su sentido y casi no queremos vivir más… sencillamente sentimos que ya no
podemos más porque nos hemos quedado sin fuerzas. En esas situaciones, de manera imperceptible
para nosotros, pero muy real, el Espíritu de Dios nos está sosteniendo con mucho amor para que
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podamos atravesar esas situaciones. Entonces experimentaremos que aquello imposible para nosotros
es posible para Dios. Ojalá lo reconozcamos y podamos expresarle nuestra gratitud.
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Después de rezarla, podemos decir en voz alta la frase que quedó resonando en nuestro corazón y
todos respondemos: «Ven, Espíritu Santo».
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Encuentro n.º 9
El Espíritu Santo nos hace familia de Dios
En este encuentro
Presentaremos la Iglesia como la gran familia de los hijos de Dios. Lo haremos a partir de las
experiencias que los propios niños tengan sobre sus familias. En las escrituras, hay muchas maneras
de nombrar a la Iglesia y según lo que se quiera resaltar se la llama de una determinada manera:
cuerpo, pueblo, redil, construcción, vid, casa, etc. En esta edad los niños pueden «comprender» bien
que formamos parte de su Cuerpo resucitado; somos miembros como lo es nuestro brazo o nuestra
pierna. Jesús es la cabeza; y nosotros, diferentes miembros. Un único Cuerpo, una única Cabeza, un
único Corazón, un único Padre.
Seguiremos presentando al Espíritu Santo como el fuego de amor que Dios nos envía para que arda
y encienda el corazón de nuestras familias. Por eso los invitamos a contestar juntos la pregunta que
está en la página 28 del libro.
Muchos adultos saben poco acerca del misterio de la Iglesia, lo que saben es a partir de sus propias
experiencias y a partir de lo que se «ve» de la Iglesia que, muchas veces, lejos de manifestarla,
oculta su belleza. Entonces identifican a la Iglesia con el templo, con la jerarquía o con El Vaticano
y condicionan su fe a las experiencias que han tenido y por las cuales se sienten —o se han sentido—
incomprendidos o excluidos. Otros sinceramente piensan que es una institución pasada de moda y
que está muy lejos de la vida cotidiana de la gente, y al preguntarles qué sienten, algunos dicen:
indiferencia, bronca o resentimiento; mientras que otros, sencillamente nunca se lo han preguntado.
Para quienes conocemos la verdad revelada y podemos compartir sus luces, aun sabiendo de sus
sombras, vamos experimentando y maravillándonos por su potencia y por la belleza que irradia.
La Iglesia somos todos los que creemos en Cristo y hemos sido bautizados en el Espíritu Santo. Decimos
que la Iglesia es un misterio, ya que tiene una dimensión visible y otra invisible; es a la vez divina y
humana. En la tierra es el signo donde se hace presente Cristo y donde debiera hacerse presente el
deseo de unión que expresó Jesús al Padre en la última cena: «Padre, que todos sean Uno, como tú y
yo somos uno». Tenemos una vocación común que es el amor, que también es una misión en la vida, el
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medio que nos hace felices y el fin al que estamos invitados a gozar eternamente. Toda la humanidad
está llamada a ser una sola familia unida por vínculos de amor. Mientras tanto, la Iglesia, formada
por quienes conocemos la revelación de Jesús y la celebramos, debería mostrar al mundo que este
deseo de Jesús es posible y se realiza en nosotros. No siempre lo reflejamos con claridad, muchas
veces somos un antisigno del amor con que Dios nos ama. En Pentecostés celebramos este fuego
que Jesús nos envía y que enciende nuestros corazones para darnos un nuevo vigor y así iluminar
nuestras oscuridades y las de la humanidad entera. Es la fiesta de la esperanza. Para vivir, irradiar y
anunciar el amor, el Espíritu Santo reparte sus dones que son nuestros talentos, habilidades, gustos
y preferencias por las cuales podemos elegir libremente donde, cómo, de qué manera y con quiénes
nos sentimos llamados a hacer presente el amor. Es el envío que nos hace Jesús, con su mandato de
amar y de anunciar esta buena noticia hasta los confines de la tierra.
El fuego del amor del Espíritu Santo nos vuelve a llamar y a reunir; un fuego enciende otro fuego, y
una luz se suma a la otra para que juntos veamos más y encendamos a toda la humanidad.
Los invitamos a que reflexionen y descubran esta bella realidad. Nadie está excluido de la Iglesia;
podemos «sentirnos» así, pero la verdadera realidad es que no lo estamos.
Ojalá que esta verdad de fe celebrada en la fiesta de Pentecostés purifique toda mala experiencia
pasada y volvamos a sentirnos miembros vivos del Cuerpo resucitado de Jesús. En él encontramos
también a nuestros seres queridos que ya murieron y son la parte del Cuerpo que está definitivamente
en el cielo mientras que nosotros estamos caminando.
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Encuentro n.º 10
La Biblia es el libro de la Palabra de Dios
En este encuentro
Comenzamos una nueva unidad que culminará con la celebración de la entrega de la Palabra a sus
hijos. Presentaremos el libro de la Palabra de Dios de una forma solemne. Los niños se acercarán, se
inclinarán ante él y lo besarán a fin de que se den cuenta de su importancia y de la forma en que la
Iglesia venera y respeta el libro de la Palabra: la Biblia. No es un libro cualquiera, sino que allí está
contenida toda la revelación que Dios ha hecho sobre sí mismo y sobre nosotros. Es luz para nuestra
vida; por eso, también tendremos un cirio encendido. Les enseñaremos cómo ha sido escrita y sus
dos grandes secciones: el Antiguo y el Nuevo Testamento separados por el nacimiento de Jesús. Jesús
es el Verbo del Padre que vino para revelarnos todo acerca del Padre, «es la Palabra que se hizo
carne y habitó entre nosotros». Y todo lo que Jesús hizo y dijo está escrito por autores inspirados
por el Espíritu Santo. Ayudaremos a que los niños descubran el significado de esta Palabra viva y
la manera como ilumina nuestra vida. En todos los encuentros, y en los de esta unidad de manera
especial, la Palabra ocupa un lugar de privilegio. Es la fuente de lo que enseñamos; anhelamos vivirla
y anunciarla, y estos encuentros nos enseñan a encarnarla en nosotros mismos y en nuestras familias.
Pero llegada la plenitud de los tiempos, Dios nos habló de una manera contundente por medio de
su propio Hijo. Jesús, palabra del Padre, vino para revelarnos todo lo que sabe, escuchó y vio de su
Padre. Al subir al cielo, se quedó de una manera especial dentro de nuestro corazón, creado para ser
capaz de escuchar y para entrar en diálogo con Dios. El sagrario de la conciencia es un «lugar» muy
íntimo en el interior de cada hombre, donde Dios se sigue revelando y llamando a cada persona en
particular para que conozca, ame y viva el fin para el que ha sido creado. Sin embargo, a las personas
no nos resulta fácil este medio, ya que para eso debemos atrevernos a «entrar» dentro de nosotros,
ir a nuestro corazón y allí aprender a escuchar y reconocer la voz de Dios. Es un camino que comienza
con el reconocimiento de su voz y de su presencia en la naturaleza que nos rodea, en las personas
que están cerca de nosotros, y de manera especialísima en el libro de la Palabra que contiene toda
la revelación y cuya esencia está grabada a fuego en el corazón de cada persona creada por Dios.
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podemos darnos un tiempo para escuchar la música que más nos gusta o compartir juntos el medio a
través del cual «percibimos» la belleza como manifestación de algo que nos trasciende.
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Encuentro n.º 11
Dios nos ama desde siempre y para siempre
En este encuentro
Nos centraremos en la catequesis sobre la creación. El primer libro de la Biblia, el Génesis, nos
cuenta, con un lenguaje poético y simbólico cómo Dios hizo todas las cosas por amor a nosotros.
Leeremos el relato con los niños, explicándoles que no se trata de verdades científicas, sino de un
poema simbólico que nos narra con belleza el gran amor de Dios que crea un mundo tan lindo para
nosotros.
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Encuentro n.º 12
Los amigos de Dios en el Antiguo Testamento
En estos encuentros
Presentaremos por primera vez la historia de la salvación como nos la cuenta la Biblia. Lo
desarrollaremos en varios encuentros presentando a los niños diversos personajes del Antiguo
Testamento como amigos de Dios.
Es un tema muy apropiado para despertar en los niños actitudes de respeto y valoración por todas
las religiones presentando a Abraham como el padre en la fe de los judíos, cristianos y musulmanes.
Para reflexionar juntos
Dios Padre misericordioso nos creó por amor para invitarnos a vivir unidos a él y compartir con
nosotros su amor. La Biblia nos narra, con su lenguaje mítico, cómo el hombre y la mujer, seducidos
por el demonio y usando la libertad que Dios les había regalado, eligen desobedecer a Dios quebrando
así la comunicación y el diálogo de amistad con Dios.
Pero Dios se mantiene fiel a su voluntad de amor y de unión, y no nos abandona en nuestra negación
sino que nos promete un Salvador que nos liberaría del pecado y nos devolvería la amistad con él.
El mismo Dios prepara a los hombres para recibir al Salvador prometido a lo largo de una gran historia
de salvación, en la que él se manifiesta a los hombres, dándoles numerosas pruebas de su amor, de
su presencia paternal/maternal, de su cuidado y cariño.
Y en la plenitud de los tiempos, Dios nos envía a su Hijo Jesucristo para salvarnos. Jesús es el Salvador
prometido por Dios Padre y esperado a lo largo de toda la historia de salvación.
En nuestras vidas personales, en nuestras propias historias, también se hace presente el pecado y el
amor misericordioso del Padre. Nuestras vidas son también «historias de amor y de salvación» en las
que Dios actúa para salvarnos, llamándonos constantemente a vivir en su amistad.
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Encuentro n.º 13
Los amigos de Dios en el Nuevo Testamento
En este encuentro
Presentaremos a los amigos de Dios del Nuevo Testamento, comenzando por María y por José.
Con mucha alegría presentaremos a la Virgen María en íntima relación con la escucha de la Palabra.
Ella es la «tierra fértil» en donde «la Palabra se hizo carne».
Presentaremos a María como modelo de fidelidad a la Alianza que Dios hizo con su pueblo. Como
Abraham, ella también creyó y, gracias a su sea al anuncio de la voluntad del Padre, se inaugura la
plenitud de los tiempos y se cumple la promesa de la salvación.
Queremos ayudar a sus hijos a poner la mirada en ella y a imitarla en la escucha y obediencia a la
Palabra. Gracias a ella y a José, en el hogar de Nazaret, Jesús creció y nos manifestó la grandeza de
la vida cotidiana.
Le pediremos que sea ella quien nos enseñe a escuchar siempre la Palabra, en la catequesis, en la
misa y en nuestra familia. Le entregaremos nuestros corazones para que los prepare para recibir la
Palabra de Dios como ella la recibió.
También presentaremos a otros amigos de Jesús, trabajando la página 46 del libro; a los apóstoles,
en la página 47.
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una palabra viva en nuestro hogar.
Todas las mañanas al levantarnos nos acordaremos de decirle a María que nos ayude a ser valientes y a
no tener miedo de decirle a Dios: «Que sea en mí tu Voluntad». Enseñamos a nuestros hijos la oración
del Angelus que el Papa reza todos los mediodías en el balcón de su cuarto, que da a la plaza de San
Pedro. Podemos buscar en internet algo más sobre esta oración que celebra la encarnación del Hijo
de Dios, gracias al SÍ de la Virgen María.
También podemos entrar en la página web para mirar el álbum de fotos de la infancia de Jesús en
www.paulinas.org.ar (LA ESCUELA DE CATEQUESIS / Libro 3 / Jesús).
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Encuentro n.º 14
Jesús es la buena noticia: los Evangelios
En este encuentro
Seguiremos presentando el Nuevo Testamento, sus libros y, de modo especial, los Evangelios. Quiénes
y por qué los escribieron. Profundizaremos en el significado de la palabra Evangelio que quiere decir
‘buena noticia’.
Partiremos de las vivencias de los chicos acerca de las buenas noticias. Que puedan contar cuáles han
sido en su vida las mejores noticias que han recibido y cuándo una noticia es buena y por qué.
Les hablaremos de las dos grandes noticias que nos revela Jesús:
· ¡Dios Padre los ama!
· El Reino ya está entre ustedes.
Nos preguntamos: El mensaje de Jesús ¿es una buena noticia para nosotros? ¿Cómo lo vivimos? ¿En
qué cambia nuestra vida?
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«Yo soy el pan de vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed»
(Jn 6, 35).
«Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida»
(Jn 8, 12).
«Si ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos: conocerán la
verdad y la verdad los hará libres» (Jn 8, 31b-32).
«Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá» (Jn 11, 25).
«Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto» (Jn 15, 11).
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Encuentro n.º 15
La palabra de Dios es semilla que crece en mi corazón
En este encuentro
Centraremos nuestra catequesis en enseñar a los niños cómo escuchar la palabra de Jesús.
Profundizaremos con ellos en la parábola del sembrador; la misma que Jesús utilizó para revelarnos
las distintas formas que las personas tenemos para recibir la palabra en nuestro corazón.
Queremos ayudarlos a distinguirlas en sí mismos para que descubran y experimenten cuándo son tierra
fértil. Queremos suscitar en ellos el deseo de recibir la Palabra de esa manera a fin de escucharla con
amor y fructificarla en su vida.
Nos valdremos de diferentes semillas y lo que ellas necesitan para crecer y dar fruto. Por medio del
signo del agua que recibimos en el bautismo, daremos gracias a Dios por la fe recibida y pediremos al
Espíritu Santo que nos ayude a escuchar la palabra de Jesús y nos dé fortaleza para cumplirla.
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Encuentro n.º 16
La palabra de Dios es poderosa
En este encuentro
Enseñaremos a sus hijos a usar el Libro de la Palabra, reconociendo los diferentes libros y la forma de
encontrar los textos por medio de los capítulos y versículos. A través de diferentes citas, destacaremos
el poder de la palabra de Jesús, que hace milagros y cura a los enfermos, centraremos la mirada en
los gestos que realiza, en las palabras que dice.
Les enseñaremos que la Palabra, poderosa en tiempos de Jesús sigue manifestando su poder siempre.
Les ayudaremos a descubrir de qué manera es poderosa en la historia de los hombres y en sus propias
vidas.
Nos preguntamos:
· ¿Qué queremos que la palabra de Dios haga en nuestra vida?
· ¿Creemos que verdaderamente la palabra de Jesús tiene el poder de curarnos, aliviarnos,
alimentarnos?
· ¿Qué palabras quisiéramos que Jesús dijera hoy a nuestra familia?
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Encuentro n.º 17
Somos misioneros de la palabra de Dios
En este encuentro
Conversaremos con los niños sobre el profundo significado que tiene la celebración de la entrega de
la Palabra. Ellos ya son grandes, pueden leerla por sí solos, la irán conociendo de a poco, y el Señor
se les irá revelando por medio de su lectura meditada y por los frutos que irá dando en sus vidas.
Les explicaremos los signos que utilizaremos y cuál será su participación y la de sus padres. Hablaremos
también del sentido que tiene el que sean sus padres quienes se la entreguen en nombre de Jesús y
de su Iglesia.
Esta celebración de entrega de la Palabra es un signo de que deseamos para ellos algo muy valioso:
que la palabra de Dios sea luz y verdad en su vida y que se dejen nutrir, guiar e iluminar por ella. Con
esta entrega manifestamos a nuestros hijos que deseamos que crezcan confrontando su vida con la
palabra de Jesús y encarnen los valores que nos propone el Evangelio.
En la celebración, el sacerdote les entregará a ustedes el Libro, para que sean ustedes quienes lo
pongan en manos de sus hijos. ¡Todo un signo que habla de manera elocuente! Nosotros, los padres,
somos los primeros misioneros de la palabra de Dios, que tenemos que vivirla e irradiarla a nuestros
hijos, ponerla en sus manos, como el tesoro más preciado que les podemos legar. Sabemos que la
palabra de Jesús los hará verdaderamente felices. Y esto es, sobre todo, lo que queremos para ellos.
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Podemos aprender a cantar una canción que nos habla de la palabra de Dios que «hace eco» en
nuestros corazones y se va transmitiendo de padres a hijos. Entramos en www.paulinas.org.ar (LA
ESCUELA DE CATEQUESIS / Libro 3 / Cataeko).
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Encuentro n.º 18
Celebración misionera: entrega del libro de la Palabra de Dios
En esta celebración
Esta celebración está enmarcada en el proceso de iniciación misionera que sus hijos vienen realizando
conjuntamente con su iniciación en la fe. A medida que crecen, van conociendo la misión de la Iglesia
y se van comprometiendo como verdaderos niños misioneros.
La celebración recogerá todos los contenidos, signos, gestos y actitudes presentados en la catequesis
de esta unidad. Esta celebración tiene un signo muy especial y es el lugar que tienen los padres
cristianos en la iniciación de la fe de sus hijos. La Iglesia entrega la Palabra respetando un orden:
primero a los padres y estos a sus hijos. Si bien los niños ya pueden recibirla, es un signo muy fuerte
que sea a través de sus padres, pues todavía los necesitan para que la Palabra fructifique en sus
corazones como la semilla en tierra fértil.
Reflexionamos juntos
Es necesario que así como los niños la quieren y la desean, también sus padres se comprometan a
darle un lugar muy especial en su hogar. La persona que presida la celebración, sacerdote, diácono
o catequista, pondrá muy de manifiesto que realiza esta entrega en nombre de Jesús. Es Jesús quien
está entregando su Palabra. Los hijos la reciben de sus padres, así como han recibido el don de la fe
y se comprometen a escucharla, guardarla en su corazón, amarla, encarnarla y anunciarla. Se cumple
en ellos el deseo que Jesús hace a su Iglesia: «Vayan por todas partes anunciando a todos mi Palabra,
y yo estaré con ustedes hasta el fin de los tiempos».
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Encuentro n.º 19
Jesús nos enseña un mandamiento nuevo
En este encuentro
Queremos ayudar a sus hijos a descubrir en el libro de la Palabra, las enseñanzas de Jesús sobre el
cumplimiento de la ley de Dios.
Presentaremos en Jesús el cumplimiento definitivo del decálogo que, a partir de él, ya no estará
más escrito sobre tablas de piedra, sino en el corazón de cada hombre: en lo más profundo de su
conciencia el hombre descubre una ley que él no se da sí mismo, sino una ley a la que debe obedecer
y cuya voz resuena, llamándolo siempre a amar, a hacer el bien y a evitar el mal. El hombre tiene una
ley inscripta por Dios en su corazón...
Queremos ayudar a vivir como Jesús, cumpliendo los mandamientos, resumidos en su gran
mandamiento: «Ámense unos a otros como yo los amo». A partir de la historia con la que empieza el
encuentro en la página 64, trabajaremos sobre lo que significa la voz de la conciencia, que nos dice
en el corazón lo que está mal y nos invita a hacer el bien.
Nosotros, como padres, tenemos el deber de formar con rectitud la conciencia de nuestros hijos,
ayudándolos a crecer en sus juicios, a discernir lo que es bueno de lo que es malo. Por eso es
importante que reciban de nosotros, con toda claridad, unas normas precisas, unas leyes concretas
a las que sujetar su comportamiento. A partir de estas, ellos comenzarán a forjar sus propios juicios,
internalizando cada vez más estas normas como propias y creciendo en una moral autónoma.
Dios está presente en este paso tan importante de la formación moral de nuestros hijos y, como un padre
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bueno, quiere ayudarlos a crecer dándoles pautas muy claras y concretas en los 10 mandamientos,
que se cumplen y se resumen maravillosamente en el mandamiento de Jesús: «Ámense unos a otros
como yo los amo».
Es importante ayudar a nuestros hijos a descubrir en los mandamientos un camino para crecer en el
amor y no solo una lista de cosas con las que hay que cumplir.
1. Amar a Dios sobre todas las cosas. En el primer mandamiento, Jesús nos ha enseñado que Dios es
nuestro Padre y que nos ama como nadie nos puede amar. Jesús nos enseña a amar a Dios sobre todas
las cosas y a preferirlo a Él antes que a nada.
2. No tomar su santo nombre en vano. Nosotros amamos a Dios de todo corazón, pronunciamos su
nombre con amor y respeto. Lo alabamos, lo adoramos, lo bendecimos. Por todo esto, no usamos el
nombre de Dios para dañar ni para jurar en falso.
3. Santificar las fiestas. Necesitamos un tiempo para dedicarle a Dios, de la misma manera que
necesitamos un tiempo para la familia, para los amigos, para descansar del colegio o del trabajo.
Los amigos de Jesús, nos reunimos en la misa todos los domingos y participamos de la eucaristía, en
recuerdo o en conmemoración de su muerte y resurrección.
4. Honrar al padre y a la madre. En el cuarto mandamiento, Jesús nos dice que amemos y respetemos
a nuestros papás, que tengamos confianza en ellos, que los ayudemos, que les obedezcamos con
amor. También los papás deben amar y cuidar a sus hijos. San Pablo escribió en una carta a los Efesios:
«Hijos, obedezcan a sus padres. Pues eso agrada a Dios. Padres, no irriten a sus hijos».
5. No matar. En el quinto mandamiento nos habla de respetar nuestra vida y la de los demás. No
atentar contra nuestra vida ni contra la de los demás. Además, nos obliga a cuidar nuestra salud y a
preocuparnos por la salud de los enfermos.
6. No cometer actos impuros.
7. No robar.
8. No mentir. El octavo mandamiento nos dice que seamos sinceros, que digamos siempre la verdad y
que respetemos a los demás. La mentira es engañar al otro; el falso testimonio es declarar algo falso
con respecto a alguien; la calumnia es decir con mala intención algo falso sobre alguna persona para
hacerle daño.
9. No consentir pensamientos ni deseos impuros. (No desear la mujer de tu prójimo).
Estos mandamientos nos dicen que seamos puros en obras, palabras, pensamientos y deseos. Que no
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realicemos acciones impuras —como leer una revista prohibida o ver en la tele películas de mayores—.
San Pablo escribió a los habitantes de la ciudad de Corinto: «Ustedes saben que sus cuerpos son
templo del Espíritu Santo [...]. Por lo tanto, [...] glorifiquen a Dios con su cuerpo».
10. No codiciar los bienes ajenos.
Los bienes de la tierra sirven para que todos tengamos lo necesario para vivir. Por eso tenemos que
respetar los bienes del prójimo, compartir con el que no tiene, prestar al que necesita. No saquemos
lo que no es nuestro ni acumulemos riquezas olvidándonos del prójimo, tampoco debemos desear lo
que pertenece a otro.
Todas las noches ayudamos a nuestro hijo a hacer su examen de conciencia, así como está sugerido
en la página 67 del libro.
Podemos invitar a nuestro hijo a memorizar los mandamientos jugando en la página web
www.paulinas.org.ar (LA ESCUELA DE CATEQUESIS / Libro 3 / Mandamientos).
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Encuentro n.º 20
Jesús nos enseña a decir la verdad
En este encuentro
Seguiremos descubriendo a través del libro de la Palabra todas las cosas que Jesús nos enseña para
que nosotros sigamos su ejemplo y seamos sus amigos. Presentaremos las enseñanzas de Jesús sobre
la verdad y sobre cómo vivir en la verdad.
Conocer la verdad y decir la verdad son dos pasos necesarios en la formación de los juicios morales
y en la formación de la recta conciencia; aunque sea difícil, Jesús nos invita a vivir en la verdad, a
elegir siempre la verdad.
Haremos una catequesis sobre el pecado de mentir y sobre sus consecuencias, ayudaremos a los niños
a discernir a conciencia, a hacer juicios morales y a crecer en la virtud de la sinceridad.
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oportunidades para esto.
Mi hermanito me rompió mis figuritas... ¡yo puedo romperle todas las de su álbum!
Fulanito me pegó en el recreo... ¿qué tengo que hacer?
Encontré dos pesos tirados en el aula... ¿me los puedo guardar?
Es muy importante que ayudemos a nuestros hijos a hacer todas las noches la higiene del corazón, el
examen de conciencia. ¿Cómo lo hacemos?
· Miramos el día que pasó desde que nos levantamos hasta que nos acostamos.
· Vamos recorriendo todo lo que hicimos y las personas con quienes estuvimos.
· Así nos vamos dando cuenta de todas las cosas lindas que vivimos y también de lo que hicimos mal;
de lo que olvidamos hacer o de lo que podríamos haber hecho mejor y no hicimos.
· Nos acostamos dando muchas gracias a Dios por todo lo que nos salió bien, y diciendo perdón por
todo lo que no nos salió bien. También le decimos que nos dé fuerzas para tratar de que en nuestro
corazón no queden rabias ni enojos, tampoco mentiras, sino solo deseos de vivir siempre en la
verdad. Si tenemos que pedir perdón a mamá, a papá o a nuestros hermanos, ¡lo hacemos antes de
acostarnos! ¡Entonces sí podemos dormirnos en paz!
También es muy lindo que nuestro primer pensamiento al levantarnos sea para Jesús. Le ofrecemos el
día que comienza y le pedimos que nos ayude, a lo largo de todo el día, a ser buenos.
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Encuentro n.º 21
Jesús nos enseña a ser solidarios
En este encuentro
Seguiremos trabajando en la formación de la conciencia moral de sus hijos, ayudándolos a descubrir
qué significa «estar atentos» frente a la necesidades de los otros. Por medio del relato de la curación
del paralítico, que fue llevado en la camilla por cuatro amigos solidarios, los ayudaremos a comprender
lo que significa la solidaridad y a descubrir que la falla moral no consiste únicamente en «hacer el
mal», sino también en «dejar de hacer el bien».
Los invitamos a reunirse en familia y a organizar una «asamblea familiar» en la cual dediquen un
tiempo para hablar entre todos acerca de cómo están viviendo la ayuda mutua entre ustedes; cada
uno contestará por escrito en un papel estas preguntas y luego se reunirán para compartirlo.
· ¿En qué necesito que me ayuden especialmente?, ¿por qué?, ¿cómo creés que podemos ayudarte?
· ¿Tengo una actitud servicial? ¿Me ofrezco a ayudar o espero que me lo pidan?
Mamá está trabajando y necesita ayuda. Mi hermana está haciendo los deberes y necesita ayuda:
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· No me ofrezco porque no tengo ganas.
· Prefiero seguir viendo la tele.
· Espero a que me llamen y me lo pidan.
· Voy y le pregunto en qué puedo ayudar.
· ¿A qué persona de mi familia estoy ayudando más?, ¿cómo me siento al respecto?
· ¿A qué persona de mi familia estoy ayudando menos?, ¿por qué?
· ¿Quién necesita que yo lo ayude más o mejor?
Podemos terminar nuestro encuentro mirando y leyendo la parábola del buen samaritano, en donde
Jesús nos deja una gran enseñanza sobre la solidaridad. Para encontrarla, ingresamos en
www.paulinas.org.ar (LA ESCUELA DE CATEQUESIS / Libro 3 / El buen samaritano).
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Encuentro n.º 22
Jesús nos enseña a dar con generosidad
En este encuentro
Centraremos la catequesis en lo que Jesús nos enseña acerca de la entrega. Comenzaremos trabajando
sobre experiencias muy concretas que sus hijos hacen a diario, sobre lo difícil que es compartir, dar
a los otros lo que somos y tenemos.
Por medio del relato de la viuda que deja su ofrenda en la alcancía en el Templo, enseñaremos a los
niños el valor de dar con generosidad, aunque solo sea con lo poco que poseemos.
Al concluir este encuentro, organizaremos entre todos la «Campaña de alcancías misioneras», para
entregar nuestros ahorros a quienes más lo necesiten en tierras de misión.
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Encuentro n.º 23
Jesús nos enseña a aceptar a todos
En este encuentro
Presentaremos una catequesis muy importante para la edad de los niños y para el desarrollo de su
conciencia moral. La invitación que Jesús nos hace a aceptar a todas las personas sin discriminar a
nadie. El Evangelio nos cuenta infinidad de situaciones en las que Jesús se acerca a los marginados y
apartados de la vida social de su tiempo, marcando una diferencia significativa y una gran novedad
en la ley del amor.
El encuentro de Jesús con Zaqueo ayudará a nuestros hijos a comprender la importancia de ser
amigos de todos sin dejar a nadie afuera por ningún motivo.
En este encuentro
Presentaremos la catequesis sobre el pecado y ayudaremos a sus hijos a reconocerlo como una
realidad presente en la vida de todos.
Hablaremos del pecado de una forma sencilla y concreta, presentándolo como una falta voluntaria
contra lo que Dios nos manda en su Palabra. Insistiremos en presentar el pecado en relación con el
amor de Dios, que es más grande y poderoso que cualquier falla que podamos cometer.
Los niños a esta edad ya pueden comprender, por medio de ejemplos concretos, la distinción entre
pecado venial y mortal. El pecado mortal es una falta grave a la ley de Dios que aparta al hombre de
Dios, que es su fin último y su felicidad. El pecado venial es una falta leve. Para que un pecado sea
mortal, se requieren tres condiciones: tiene como objeto una materia grave, es cometido con pleno
conocimiento y, además, con deliberado consentimiento.
Pedro nos ayudará a presentar este tema tan importante. Él, que era el gran amigo de Jesús, le falló
varias veces y lo negó en el momento más difícil de su vida cuando era apresado para ser condenado a
muerte. Esta falta tan grave, no es tenida en cuenta por Jesús, que no mira el pecado, sino el corazón
arrepentido de Pedro y lo perdona.
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Sugerencias para hacer en familia
· Leemos y comentamos juntos lo que le pasó a Pedro en las páginas 78 y 79 del libro.
· Ayudamos a nuestros hijos a comprender qué es el pecado leyendo las páginas 80 y 81 del libro.
· Tratamos de distinguir situaciones concretas de nuestra vida en familia donde se hace presente el
pecado. En nuestros encuentros de cada noche nos pedimos mutuamente perdón como hizo Pedro
con Jesús, y antes irnos a dormir, nos damos un beso y un abrazo de paz. Es muy importante que les
enseñemos a nuestros hijos a no irse a dormir con el corazón enojado o rencoroso, sino reconciliado
y en paz con todos.
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Encuentro n.º 25
Jesús nos pide que perdonemos a los demás
En este encuentro
Seguiremos avanzando en la catequesis sobre la reconciliación, centrando nuestra reflexión en la
enseñanza de Jesús sobre el perdón de las ofensas. Después de haber presentado la actitud de Jesús
con los pecadores arrepentidos, queremos ayudarlos a comprender las exigencias del perdón: si
queremos ser perdonados, tenemos que aprender a perdonar a los que nos ofenden.
Los ayudaremos a comprender, recordar y encarnar la expresión que rezamos en el padrenuestro:
«perdona nuestras ofensas como nosotros también perdonamos a los que nos ofenden». Además, les
propondremos para su vida la enseñanza de Jesús en las bienaventuranzas sobre la misericordia.
Ofendernos es algo inevitable cuando compartimos la vida en comunidad. Por eso se hace necesario
pedirnos perdón y perdonarnos. Todas las veces que haga falta. Igual que el Señor que, con enorme
amor, nos perdona una y otra vez. Ofendemos a nuestros hermanos de muchas maneras, a veces sin
darnos cuenta. Es importante la determinación de no querer permanecer enojados, con odio o rencor
dentro del corazón. Si bien no podemos evitar ofendernos, porque somos pecadores, sí podemos
decidir no permanecer ofendidos y reconciliarnos.
Es necesario aprender a debatir y a pelearnos sin faltarnos el respeto. Puedo discutir con mi hermano
sin insultarlo y sin pegarle porque él no esté de acuerdo conmigo.
Hay personas que evitan los conflictos o los desacuerdos y que, por no discutir o pelear, se «guardan»,
se «tragan» lo que, entonces, queda dentro de su corazón.
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Eso no es bueno porque no los ayuda a crecer en el amor y en la aceptación del otro. Las relaciones
se vuelven superficiales porque no sabemos conversar o tratar los temas en los cuales pensamos o
sentimos diferente.
Tenemos que animarnos a aprender a ser diferentes y a dejar que el otro sea distinto, aunque eso nos
traiga desacuerdos. Los conflictos existen y podemos aprender a superarlos si sabemos reconciliarnos.
Cada vez que nos negamos a perdonar a los demás y no queremos reconciliarnos, estamos resistiéndonos
al perdón de Dios. Por eso en la oración que Jesús mismo nos enseñó, decimos: «perdona nuestras
ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden». Dios nos perdona siempre, pero
nos pide que nosotros también perdonemos a los demás.
Podemos empezar leyendo el Evangelio de san Mateo 18, 21-22 y después cada uno contesta por
escrito las preguntas. Compartimos entre todos, aquello que cada uno quiera decir y terminamos
rezando el padrenuestro.
· Miro mi corazón: ¿guardo algún rencor hacia alguien o hacia algo?, ¿por qué?
· ¿Hay alguien a quien debo perdonar o pedirle perdón?, ¿por qué?
· ¿Trato de pensar cuándo ofendo, lastimo o hago enojar a algún miembro de mi familia?, ¿por qué?
· ¿En qué me siento herido o no respetado por algún miembro de mi familia?, ¿cuándo y cómo sucedió?,
¿pude perdonarlo?, ¿por qué?
· ¿Cómo creo que podemos ayudarnos para así reconciliarnos?
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Encuentro n.º 26
¡El perdón es una fiesta!
En este encuentro
Queremos seguir profundizando sobre el tema del perdón, ayudando a nuestros hijos a descubrir su
dimensión festiva y celebrativa. Trabajaremos a partir de las parábolas de la misericordia de Dios,
que están en el capítulo 15 del Evangelio de Lucas, centrándonos especialmente en la del padre
misericordioso que hace una fiesta para recibir en su casa al hijo arrepentido que se había marchado.
Puede ser que este encuentro se realice a lo largo de dos o más semanas, ya que queremos detenernos
en la actitud de Jesús hacia los pecadores, para que los niños comprendan y hagan la verdadera
experiencia del perdón como fiesta. Jesús nos perdona SIEMPRE, nos abraza y hace fiesta cuando nos
perdona.
El capítulo 15 de Lucas recoge tres parábolas con las que Jesús nos explica el perdón: la de la oveja
perdida y encontrada, la de la moneda perdida y encontrada y la del hijo que se fue y volvió. Las
tres parábolas son de una belleza extraordinaria y nos presentan al pecado como «pérdida» o como
«alejamiento». Algo que teníamos se nos perdió o se fue. Las tres terminan de la misma manera: el
perdón nos hace recuperar lo que perdimos, volver a tener con nosotros lo que se nos fue. ¡Y eso es
motivo de celebración y fiesta! Pensemos juntos:
· ¿En qué momentos de nuestra vida se hacen presentes estos sentimientos de «pérdida» o de
«alejamiento»?
· ¿Qué nos hace vivir perdidos o alejados de nosotros mismos y de los demás?
· ¿Cómo vivimos el perdón en nuestra vida familiar? ¿Estamos acostumbrados a pedirnos perdón y a
perdonarnos?
· ¿Hacemos del perdón un motivo de fiesta? ¿Con qué gestos lo celebramos? Pensemos en alguna
ocasión en que nos hayamos perdonado y en la cual hayamos hecho fiesta del perdón.
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Sugerencias para hacer en familia
Leemos en familia las parábolas de la misericordia siguiendo los pasos que aprendimos en el encuentro
15 acerca de la manera de leer la Palabra (consultamos la página 54 del libro):
· La oveja perdida y encontrada (Lc 15, 1-7).
· La moneda perdida y encontrada (Lc 15, 8-10).
· El padre misericordioso (Lc 15, 11-24).
Jugamos en familia al juego de tarjetitas y un dado «La fiesta de la reconciliación», en las páginas
86 y 87 del libro.
En los encuentros de cada noche, ayudamos a nuestros hijos a hacer el examen de conciencia y la
higiene de su corazón, mirando todas las cosas que vivió en el día.
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Encuentro n.º 27
Celebramos el perdón de Dios en el sacramento de la reconciliación
En este encuentro
Cristo sale al encuentro de nuestra realidad de pecadores, y con su muerte y resurrección vence al
pecado. Esta es la Buena Noticia de la revelación: todos los hombres podemos vivir una vida nueva,
revestidos de la fuerza de Cristo Jesús que nos acompaña y nos ayuda a vivir lo cotidiano con una
nueva esperanza: ¡la vida tiene sentido!
Por más que somos y seguiremos siendo pecadores, el pecado, unidos a Cristo, ya no tiene más
poder sobre nosotros, porque él, de una vez y para siempre, venció el pecado y a la muerte. Cada
vez que caemos, cada vez que pecamos, Cristo está saliendo a nuestro encuentro en el sacramento
de la reconciliación, dándonos su perdón y la fuerza que necesitamos para levantarnos y para seguir
adelante.
En este encuentro les presentamos la catequesis específica del sacramento de la reconciliación,
ayudando a sus hijos a descubrir que solo Dios perdona nuestros pecados y que hoy quiere hacerlo por
medio del ministerio de la Iglesia en el sacramento de la reconciliación.
Jesucristo resucitado confió a sus apóstoles el poder para perdonar los pecados y hoy los sacerdotes
siguen ejerciendo este ministerio. Los sacerdotes tienen el poder de perdonar nuestros pecados en el
nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
En este encuentro también vamos a realizar juntos, a manera de oración, un examen de conciencia
que recoge y celebra todos los contenidos vistos a lo largo del año sobre el perdón de Dios. Lo
haremos invocando al Espíritu Santo, que es el amor de Dios en nuestros corazones, que nos ayuda a
mirar nuestros corazones, a conocer nuestros pecados, a pedir perdón y a perdonar.
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· ¿Cuáles son las cosas que nos cuesta comprender o aceptar con respecto al sacramento?
· ¿Podemos descubrir en la reconciliación el abrazo de Dios Padre que nos perdona? Sí – No. ¿Por qué?
· Miro a los distintos sacerdotes con los que me he confesado: ¿puedo descubrir en ellos la presencia
de Jesús? Sí – No. ¿Por qué?
El sacramento de la reconciliación nos re-concilia. Nos perdona todas las faltas contra la unidad, la
justicia, la verdad, el amor. Pero no solo nos perdona, sino que nos da nuevas fuerzas para vivir estos
valores en plenitud. La gracia que recibimos en el sacramento de la reconciliación la vivimos en lo
cotidiano, la actualizamos en nuestra vida de todos los días.
Vivir reconciliados no es solamente estar en paz y sin conflictos con nuestro marido o mujer, con
nuestros hijos y amigos; se trata de una actitud interior del corazón que no consiste solamente en
cumplir con una serie de normas y preceptos, debe ser vivida en una triple relación:
a. Vivir reconciliados con nosotros mismos. Esta reconciliación supone el conocimiento y la aceptación
de nuestra realidad: nuestros deseos y aspiraciones, nuestras limitaciones y necesidades, nuestros
ideales y los pasos que podemos dar para alcanzarlos.
b. Vivir reconciliados con nosotros es crecer en la capacidad de vivir nuestra realidad como es, sin
pelearnos ni ofrecer resistencias, en paz con lo que somos. Puede parecernos una tarea trabajosa y
difícil, pero es posible, ya que contamos con la gracia recibida en el sacramento de la reconciliación
para poder vivir plenamente nuestro presente, abiertos a la vida que va surgiendo, logrando vivir en
constante crecimiento del conocimiento, aceptando lo que somos y construyendo nuestra historia
con alegría.
c. Vivir reconciliados con los otros. La invitación a vivir como hermanos de todos los hombres nos
compromete en actitudes generosas de servicio, entrega y amor.
¿Vivimos reconciliados con todas las personas con las que nos relacionamos? Ante esta pregunta
surgen respuestas distintas, según en quiénes pensamos. ¿Podríamos decir que nuestro verdadero
deseo es vivir reconciliados con todos los que nos rodean? Muchas veces nuestros deseos chocan con
nuestras limitaciones; queremos vivir reconciliados con todos, pero constatamos que no lo logramos
plenamente con algunos. Ante nuestra limitación concreta, se hace presente la gracia del sacramento
que nos ayuda a vivir reconciliados con los otros, aunque nos cueste.
Vivir reconciliados con Dios. Es estar en paz con quien nos pensó desde siempre y nos llamó a la
vida, es vivir como hijo de un padre infinitamente misericordioso, que no se cansa de perdonarnos e
invitarnos a la reconciliación y a la paz.
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Si vivimos reconciliados con nosotros mismos y con las demás personas, también vivimos reconciliados
con Dios. No podemos decir que estamos reconciliados con Dios si no nos esforzamos por vivir
reconciliados entre nosotros. El que dice: «Amo a Dios» y no ama a sus hermanos es un mentiroso.
¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve?
El sacramento de la reconciliación nos da la gracia que necesitamos para ser fieles al deseo de Dios:
que vivamos como hijos suyos, hermanos de todos los hombres y señores de toda la creación.
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Encuentro n.º 28
Adviento: nos preparamos para la Navidad
En este encuentro
Nos preparamos para vivir el tiempo de Adviento. Son cuatro semanas que nos preparan para la
Navidad, para celebrar con alegría el nacimiento de Jesús entre nosotros.
Centraremos nuestra reflexión en el signo del árbol de Navidad, invitando a sus hijos a descubrir su
significado festivo y profundo.
Algunos pueblos de la Antigüedad solían decorar los árboles con frutos cuando celebraban sus fiestas.
Esta costumbre pagana se prolongó en el tiempo, y el cristianismo la adoptó dándole un sentido nuevo
y distinto. El árbol de Navidad, adornado con luces, nos recuerda que Cristo, nacido por nosotros en
Belén, es el verdadero árbol de la vida y la verdadera luz del mundo.
Vamos entonces a llenar de alegría nuestra casa. ¡Alegrémonos todos armando el arbolito que nos
anuncia una gran fiesta! ¡Manos a la obra!
Sugerencias
Los invitamos a armar en familia el árbol de Navidad y a hacer juntos los adornos para decorarlo,
siguiendo las instrucciones de la página 95 y utilizando los moldes que pueden imprimir de la página
web www.paulinas.org.ar (LA ESCUELA DE CATEQUESIS / Libro 3 / Navidad). Cuando tengan todos los
adornos terminados, se pueden reunir para hacer una celebración familiar, siguiendo las sugerencias
de la página 96 del libro.
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