GELLI - Control de Constitucionalidad de Oficio
GELLI - Control de Constitucionalidad de Oficio
GELLI - Control de Constitucionalidad de Oficio
SUMARIO
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1
puede generar relaciones tensas entre los poderes constituidos, en especial cuando las
disposiciones jurídicas acerca de las cuales se solicita o ejerce el control surgen de las
autoridades en ejercicio y éstas tienen –por motivos que pueden ser de diversa índole-
fuerte interés en que se apliquen en todos sus términos y sin excepciones.
La paradoja del control de constitucionalidad finca en que fue reconocido al más débil de
los poderes del Estado y, a lo menos en teoría y en potencia, resulta muy poderoso
empleando esa atribución. Sin embargo, el Poder Judicial puede lucir vigoroso si está
sostenido por la opinión social, es respetado por ésta y el sistema político global ha rodado
lo suficiente, sin quiebres o ruptura constitucionales que hayan desbaratado con mayor o
menor intensidad la estabilidad de la magistratura. Estabilidad que no implica sólo
permanencia en los cargos por parte de los magistrados. Requiere, de la misma manera, que
los jueces de la Corte Suprema –cabeza del Poder Judicial- hayan elaborado principios de
largo alcance y perdurabilidad a fin de que las decisiones del Tribunal no sean percibidas
como de coyuntura o consecuencia de presiones circunstanciales, cruzadas por intereses en
pugna.
Si se admite tal control sin petición de parte, en las relaciones intrapoderes que vinculan a
la organización judicial, dado el sistema de control de constitucionalidad difuso que es el
establecido en la República Argentina, puede favorecerse una mayor dispersión
interpretativa y, sobre todo, mayor discrecionalidad judicial porque ese control extiende los
lindes de la interpretación.
Además, un control de oficio poco prudencial puede llevar a imponer la propia agenda del
Poder Judicial o reforzar la legitimidad de la norma que se examina sin petición de parte, al
declararla constitucional. Es lo que sucedió, según lo interpreto, en el caso “Mill de
Pereyra”. 3
2
Ni que decir tiene, en contextos en los que se cuestiona el que se denomina, con cierta sorna,
«republicanismo» y se postulan liderazgos cesaristas en bien del pueblo.
3
En la instancia local se había declarado la inconstitucionalidad de la ley de convertibilidad 23.928
(B.0. 28/3/1991) en tanto prohibía la actualización monetaria, la indexación de precios, la variación
2
La jurisprudencia de la Corte Suprema –o algunos votos de sus ministros- desde 1984 hasta
“Rodríguez Pereyra” (2012) se movió en la dirección de la procedencia de ese control,
aunque estableciendo algunos límites al preservar, por ejemplo, el principio de congruencia,
tal como lo hizo en el caso “Gómez c/Argercard” (2006). 4 A más, algunas dudas acerca de
la pertinencia de este tipo de control persistieron en virtud del alcance de los requisitos de
habilitación del recurso extraordinario federal y el recurso de queja, dispuestos en la
Acordada C.S. 4/2007.
3
Un caso que debe considerarse en la saga del control de constitucionalidad sin petición
de parte es el del“Banco Comercial de Finanzas”. La Suprema Corte de la Provincia de
Buenos Aires había dejado sin efecto una declaración de inconstitucionalidad dispuesta
de oficio por la Cámara de Apelaciones de Bahía Blanca. Llegada la controversia ante la
Corte Suprema de Justicia de la Nación ésta revocó la sentencia del superior tribunal
local, argumentando que las disposiciones declaradas inconstitucionales de oficio por el
tribunal de grado, también habían sufrido la misma tacha por parte de la Corte Suprema.
7
Como se advierte, en el fallo de la Corte emerge un fundamento adicional para
sostener la procedencia del control de constitucionalidad de parte: el del valor
vinculante que para el propio Tribunal tienen sus precedentes.
Como surge de lo expresado, el caso “Aquino” se refería al modo en que debía resultar
indemne un trabajador accidentado en una relación de derecho privado. En cambio, la
controversia en “Rodríguez Pereyra” trataba acerca de la reparación que correspondía a un
soldado por los daños sufridos en la prestación de actos propios del servicio militar
obligatorio, es decir, de la responsabilidad del Estado por daño causado. La Corte Suprema
ya había emitido un precedente en un caso similar a este último en “Bertinotti” (1992),
antes de sentenciar “Aquino”. En “Bertinotti” el Tribunal interpretó los términos de la ley
19.010 en el sentido de que no correspondía otorgar a un conscripto por lesiones en actos
del servicio militar, la indemnización de derecho común. Es decir, en “Bertinotti” la Corte
7
Cfr. consid. 5º de la mayoría de fundamentos integrada por los jueces BELLUSCIO, FAYT,
BOGGIANO, VÁZQUEZ, ZAFFAEONI y HIGHTON de NOLASCO en “Banco Comercial de
Finanzas (en liquidación Banco Central de la República Argentina) s/quiebra” C.S. B. 1160
XXXVI (19-8-2004).
8
Cfr. “Aquino, Isacio c/Cargo Servicios Industriales”. Fallos 327: 3753 (2004). Examiné la
sentencia en –Los casos “Vizzotti” y “Aquino” y el examen de los efectos de las sentencias- La Ley.
Buenos Aires, 23 de noviembre de 2004.
4
Suprema había interpretado el alcance de la ley 19.101 y la había considerado aplicable al
caso y, en consecuencia, había denegando la indemnización común.
Pero, dado que después de “Bertinotti” la Corte Suprema había emitido “Aquino” y -según
la Cámara- elaborado doctrina acerca del impacto de la jerarquía constitucional de los
Tratados de Derechos Humanos en el orden interno y en especial, en la reparación integral
debida por daños a las personas, en segunda instancia se consideró aplicable a “Rodríguez
Pereyra” el criterio de “Aquino”.
En consecuencia de esa operación lógica efectuada por la Cámara cabe interrogarse si, para
llegar al mismo resultado y reconocer la indemnización común y más favorable por los
daños sufridos por el soldado conscripto, la Corte Suprema debía declarar –como lo hizo-
insoslayablemente la inconstitucionalidad de oficio en el caso “Rodríguez Pereyra”. Si
acaso y manteniendo la decisión de fondo, no correspondía emplear una vez más la
reiterada regla en virtud de la cual el control de constitucionalidad –sea a petición de parte
o de oficio- es la última ratio del ordenamiento jurídico sostenido en la división de poderes.
La Corte Suprema, por mayoría de entre los seis ministros que firmaron la decisión,
consideró imprescindible la declaración de inconstitucionalidad de oficio en “Rodríguez
5
Pereyra”. 10 Y para ello justificó con argumentos históricos y de congruencia jurídica la
procedencia del control de constitucionalidad sin petición de parte.
Sin embargo, en la primera sentencia citada por la Corte Suprema en “Rodríguez Pereyra”,
-el caso de Fallos 23:37 en la que se señala que el “deber de los jueces de efectuar el
examen comparativo de las leyes con la Constitución Nacional fue aplicado por [la] Corte
desde sus primeros pronunciamientos…”- la cuestión de la inconstitucionalidad fue
planteada oportunamente -y debatida- y la norma –en el caso un tributo establecido por la
Municipalidad de Rosario que se parecía, en mucho, a un impuesto a las exportaciones- fue
examinada y declarada constitucional por la mayoría del Tribunal. 12 Es más, en esta
sentencia la Corte también señaló que no correspondía al Tribunal examinar la
conveniencia de las normas por lo que sus facultades estaban limitadas a “aplicar las leyes
10
Cfr. “Rodríguez Pereyra, Jorge Luis y otra c/ Ejército Argentino s/daños y perjuicios”. C.S. R.
401. XLIII (2012). Votaron por la mayoría, los jueces LORENZETTI; HIGHTON de NOLASCO,
MAQUEDA Y ZAFFARONI. Concurrió según su voto el juez FAYT, haciendo mérito del voto
conjunto que emitió con el entonces juez Belluscio, en el consid. 4º de “Juzgado de Instrucción
Militar Nº 50 de Rosario”, Fallos 306: 303 (1984). En disidencia se pronunció el juez
PETRACCHI. No votó la jueza ARGIBAY.
11
Cfr. consid. 6º y 7º del voto de la mayoría de fundamentos en “Rodríguez Pereyra”.
12
Cfr. consid. segundo de “Don Carlos Casado c/ la Municipalidad del Rosario de Santa Fe s/
devolución de dinero por pago indebido de un impuesto”, Fallos 23: 37 (1881).
6
y reglamentos tales como son, con tal de que emanen de autoridad competente y no sean
repugnantes a la Constitución”. 13.
Los dos fallos siguientes que citó la Corte en Rodríguez Pereyra” constituyen sendos
clásicos del derecho constitucional. En primer lugar, la Corte Suprema se refirió a
“Municipalidad c/Elortondo” (1888), transcribiendo el célebre párrafo de esta sentencia a
propósito de que “es elemental en nuestra organización constitucional la atribución que
tienen y el deber en que se hallan los tribunales de justicia, de examinar la leyes en los
casos concretos que se traen a su decisión, comparándolas con el texto de la Constitución
para averiguar si guardan o no conformidad con ésta y abstenerse de aplicarlas, si las
encuentran en oposición con ella, constituyendo esta atribución moderadora uno de los
fines supremos y fundamentales del Poder Judicial y una de las mayores garantías con que
se ha entendido asegurar los derechos consignados en la Constitución, contra los abusos
posibles e involuntarios de los poderes públicos”. 14 En el caso, la Corte efectuó control de
constitucionalidad sobre el alcance de una ley de expropiación –en realidad, sobre los
bienes que no eran imprescindibles para efectuar la obra de ensanchamiento de la avenida
proyectada- pese a que la actora no había pedido de modo expreso la inconstitucionalidad,
aunque sí había objetado la interpretación de la ley en torno a una parte de los bienes
comprendidos en la declaración de utilidad pública. 15
El otro precedente clásico traído por la Corte Suprema en “Rodríguez Pereyra” es “Sojo” y
la cita que en esta sentencia se hace de “Marbury vs. Madison” a propósito de que “una ley
del Congreso repugnante a la Constitución no es ley”. No obstante enfatizar el valor de la
Constitución como “palladium” de la libertad, en “Sojo” la Corte interpretó la ley
conforme a los preceptos constitucionales establecidos acerca de su propia competencia, sin
declararla inconstitucional.16
13
Cfr. consid. octavo de “Don Carlos Casado…”. En esta sentencia se vislumbra la atribución de la
Corte Suprema de examinar el debido proceso adjetivo, si las leyes no emanan de “autoridad
competente” y uno de los límites más antiguos del control, el que encuentra su borde en razones de
“conveniencia”.
14
Cfr. consid. vigésimo quinto de “Municipalidad de la Capital c/Elortondo”, Fallos 33: 162 (1888).
Citado por la mayoría de fundamentos en el consid. 9º de “Rodríguez Pereyra”. (Las bastardillas
me pertenecen).
15
Según lo sostiene Bianchi, en el caso de ejerció control de constitucionalidad sin que se lo hubiera
solicitado “formalmente”. Cfr. BIANCHI, Alberto B. –Control de Constitucionalidad- Tomo 1. 2ª
edición actualizada, reestructurada y aumentada. Ábaco de Rodolfo Depalma. Ciudad de Buenos
Aires, 202. Pág. 323.
Puede verse el análisis crítico efectuado por Miller del dictamen del Procurador General y del fallo
en “Municipalidad c/Elortondo” en MILLER, Jonathan - GELLI, María Angélica - CAYUSO,
Susana -Constitución y Poder Político-. Astrea. Buenos Aires, 1987. T 1. Pág. 44.
16
Cfr. “Sojo”, Fallos 32: 120 (1887), Citado por la mayoría de fundamentos en el consid. 9º de
“Rodríguez Pereyra”. En el caso “Sojo”, de todos modos, se rechazó un hábeas corpus interpuesto
directamente ante la Corte Suprema por falta de de competencia originaria para resolver. En el
obiter del caso la Corte sostuvo que no corresponde a ningún poder ampliar o restringir la
jurisdicción originaria y directa –en realidad, la competencia- de la Corte Suprema. Pero, el
7
Por fin, las palabras de Sánchez Viamonte a propósito de que “no existe argumento válido
para que un juez deje de aplicar en primer término la Constitución Nacional” lucen, según
recuerda la Corte 2n “Rodríguez Pereyra”, en Fallos 321: 3620. Aunque la cita no puede
menos que compartirse, en este precedente, en rigor, la cuestión constitucional había sido
planteada oportunamente y la omisión de su tratamiento por la Cámara –ésta había
considerado que el especial procedimiento fijado para resolver la controversia no
contemplaba la amplitud de debate que requería el control de constitucionalidad- violaba el
derecho de defensa. 17
Como se advierte, de los precedentes judiciales citados por la Corte Suprema y emitidos en
diferentes etapas históricas emerge la insoslayable necesidad de que prevalezca la
Constitución por sobre cualquier otra norma del ordenamiento jurídico. Es decir, surge una
contundente defensa del principio de supremacía y del deber de mantenerlo por parte del
Poder Judicial. Sin embargo, no resulta tan claro que en todos ellos se haya aplicado el
control de constitucionalidad de oficio de manera expresa. Excepto, por supuesto, en el
voto en minoría en “Juzgado de Instrucción Militar Nº 50 de Rosario”, en “Mill de
Pereyra” y en “Banco Comercial de Finanzas” (2004), citados más arriba.
A partir del caso “Mazzeo” (2007) 18 en el que replicó la doctrina de la Corte Interamericana
de Derechos Humanos en el caso “Almonacid Arellano” (2006), 19 la Corte Suprema
argentina se consideró obligada a efectuar una especie de control de convencionalidad entre
las disposiciones de la Convención Americana y las normas de derecho interno de la
República Argentina, y ello más allá del alcance de ese control, de la controversia acerca de
qué se entiende por jurisprudencia internacional y la extensión de su valor vinculante. 20
Tribunal también consideró que la ley que reglamentaba la interposición del hábeas corpus no debía
establecer –y no estableció- para el caso, la competencia originaria y directa de la Corte Suprema.
Puede verse el examen crítico de “Sojo” efectuado por MILLER, Jonathan. Ob. citada en nota 15, T.
1. Pág. 27/28.
17
Cfr. consid. 13 de “Ministerio de Cultura y Educación. Estado Nacional s/Art. 24 ley 24.521”,
Fallos 321: 3420 (1998). Citado por la mayoría de fundamentos en el consid. 9º de “Rodríguez
Pereyra”.
18
Cfr. consid. 21 del voto de la mayoría en “Mazzeo, Julio Lilo s/recurso de casación e
inconstitucionalidad” CSJN M. 2333. XLII (2007).
19
Cfr. “Caso Almonacid Arellano vs. Chile”, CIDH. (26 de septiembre de 2006). Serie C Nº 154 Pár.
124.
20
Para el debate acerca del valor de la jurisprudencia internacional en el orden interno, cfr. SAGÜES,
Néstor P. –Dificultades operativas del “control de convencionalidad” en el sistema
interamericano- La Ley. Buenos Aires, 11 de agosto de 2010; BIANCHI, Alberto B. –Una
reflexión sobre el «control de convencionalidad»- Suplemento La Ley Constitucional. Buenos
8
Sentado el principio del control de convencionalidad como deber del Poder Judicial de los
Estados parte, la Corte Interamericana de Derechos Humanos lo extendió a la obligación de
ejercerlo de oficio. La Corte argentina registró los fallos regionales que así lo establecieron
en “Rodríguez Pereyra”, desde “Trabajadores Cesados del Congreso” 21 a “Fontevecchia y
D´Amico”, 22 en sostén del deber judicial de aplicar el control de constitucionalidad ex
officio. 23
De esos fallos emitidos por el tribunal regional, la Corte argentina derivó el deber judicial
de respetar el principio de congruencia porque, si el Tribunal está vinculado por el control
de convencionalidad de oficio ¿cómo no estarlo por el de constitucionalidad sin petición de
parte? En palabras de la Corte Suprema: “resultaría, pues, un contrasentido aceptar que la
Constitución Nacional que, por un lado, confiere rango constitucional a la mencionada
Convención [Americana de Derechos Humanos] (Art. 75, inc. 22) incorpora sus
disposiciones al derecho interno y, por consiguiente, habilita la aplicación de la regla
interpretativa –formulada por su intérprete auténtico, es decir, la Corte Interamericana de
Derechos Humanos- que obliga a los tribunales nacionales a ejercer de oficio el control de
convencionalidad, impida, por otro lado, que esos mismos tribunales ejerzan similar
examen con el fin de salvaguardar su supremacía frente a normas locales de menor
rango”.24
9
En primer lugar, ese control debe de ejercerse en el marco de las “respectivas competencias
y de las regulaciones procesales correspondientes”, tal como lo señaló la Corte
Interamericana en los precedentes que cita la Corte argentina. 25 Precisamente, esta
referencia le da pie al Tribunal argentino para sostener que el control ex officio debe darse –
en el caso que proceda- en el marco de un proceso judicial, respetando las reglas adjetivas
que fijan los “requisitos de admisibilidad y fundamentación de las presentaciones y
alegaciones de las partes”. 26 El párrafo induce a recordar, inmediatamente, los recaudos de
habilitación del recurso extraordinarios federal y del recurso de queja, establecidos por la
Corte Suprema en la Acordada 4/2007, aunque la Corte no la menciona de manera expresa.
27
A más de la defensa encendida del principio de no dañar a otro, derivado del Art. 19 de la
Constitución Nacional, en “Rodríguez Pereyra”, la Corte Suprema envía sendos mensajes.
En primer término a los actores sociales y políticos quienes –traspasando la academia y en
la especial circunstancia en la que se dicta la sentencia, hacia finales de 2012- discuten
acerca de la pertinencia democrática del control de constitucionalidad aplicado por los
jueces, sobre todo cuando la legitimidad electoral emerge de porcentajes de votos muy
amplios. En esta circunstancia aunque, desde luego, sin hacer referencia a ella, la Corte
25
Cfr. consid. 13 del voto de la mayoría de fundamentos en “Rodríguez Pereyra”. También en
“Caso Fontevecchia y A´Damico vs. Argentina”. Fondo, Reparaciones y Costas. CIDH. (29 de
noviembre de 2011). Serie C Nº 238. Párr. 93.
26
Cfr. consid. 13 del voto de la mayoría de fundamentos en “Rodríguez Pereyra”.
27
Cfr. art. 3º, inc.b de la Acordada 4/2007. Suplemento Especial. Técnica jurídica de los recursos
Extraordinario y de queja. Acordada 4/2007. La Ley. Abril de 2007. En este Suplemento pueden
leerse comentarios de diferentes autores sobre las disposiciones de la Acordada 4/2007.
28
Cfr. consid. 14 del voto de la mayoría de fundamentos en “Rodríguez Pereyra”.
10
recuerda con contundencia que el control de constitucionalidad está consagrado desde los
orígenes de nuestra historia institucional y que fue sostenido y aplicado por el Tribunal en
sus distintas integraciones.
En segundo lugar, el Tribunal señala que “se impone subrayar que cuanto mayor sea la
claridad y el sustento fáctico y jurídico que exhiban las argumentaciones de las partes,
mayores serán las posibilidades de que los jueces puedan decidir si el gravamen puede
remediarse únicamente mediante la declaración de inconstitucionalidad de oficio de la
norma que lo genera”. 29 Un mensaje contundente que interpela la profesionalidad de los
abogados.
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29
Cfr. consid. 13 del voto de la mayoría de fundamentos en “Rodríguez Pereyra”.
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