Padres Eficaces de Adolescentes
Padres Eficaces de Adolescentes
Padres Eficaces de Adolescentes
Al entrar en la enseñanza Secundaria hay una cierta relajación en la atención que los padres prestan a sus
adolescentes. Nada más equivocado pues necesitan la misma cantidad de atención y cariño que cuando era más
pequeño, o incluso algo más.
El desarrollo mental y emocional del adolescente puede resultar muy agradable y beneficioso para toda la
familia: Nuevas formas de enfocar problemas, conocer por dónde van los intereses de la juventud, distintas
opiniones sobre temas sociales, etc.
Cada familia tiene sus formas de pensar y sus prioridades, no obstante las investigaciones han demostrado
algunas cualidades comunes en los padres eficaces:
Demuestran amor. Los adolescentes necesitan poder contar con sus padres, que se comuniquen con ellos, que
les dediquen tiempo y que demuestren que se preocupan por su bienestar. Los padres pueden querer a sus hijos
al tiempo que rechazar lo que hacen, y los chicos deben estar seguros de que esto es cierto.
Apoyan. A pesar de considerar poco importantes algunos problemas del adolescente, este necesita el apoyo de
sus padres. Necesitan elogio y reconocimiento cuando se esfuerzan y aliento para desarrollar sus intereses.
Ponen normas. Fijar límites en el comportamiento hace sentirse emocionalmente seguros a niños y
adolescentes. Poner normas y supervisar que se cumplen de forma consistente y adecuada a la edad y la etapa
de desarrollo facilita un desarrollo equilibrado y un mayor ajuste psicológico en la edad adulta. Huir de extremos
autoritarios o indulgentes fijando límites y normas claras, razonables y bien explicadas es la mejor estrategia
posible.
Dan ejemplo. Mientras exploran distintas posibilidades de quien quieren ser los adolescentes buscarán ejemplos
en sus padres, familiares, amigos, personalidades u otras personas, pero sobre todo en sus padres.
Enseñan responsabilidad. El sentido de la responsabilidad se adquiere con el tiempo. Según crecen aprenden
a responsabilizarse de: sus tareas escolares, ordenar su habitación, colaborar en faenas domésticas, participar en
actividades sociales, y aceptar las consecuencias de sus buenas o malas decisiones.
Facilitan experiencias. Según los recursos de cada familia conviene facilitarle que conozca nuevas cosas. La
curiosidad le hará probar nuevos deportes, o nuevos intereses académicos, experimentar expresiones artísticas,
o probar en actividades sociales o religiosas diversas. No le desalienten ni pierdan ustedes la paciencia, la
exploración es parte fundamental de la adolescencia.
Respetan. Es falso que todos los adolescentes sean rebeldes y difíciles, pero es cierto que necesitan ser tratados
con respeto, que se reconozca y aprecien sus diferencias y se les trate como personas.
No existen los padres perfectos. Una mala contestación o decisión dada un “mal día” no tiene por qué afectar a
su hijo de por vida. Lo importante es lo que usted haga de forma habitual, el día a día.
Muchos padres piensan que su adolescente se comunica mejor con cualquiera que con sus propios padres,
aunque sean unos padres maravillosos. La clave parece estar en ser curioso (interesarse por sus cosas) pero sin
interferir demasiado.
Esforzarse por respetar la necesidad de privacidad del adolescente (“son mis cosas”) al tiempo que se establece
confianza y cercanía emocional.
Si se establecieron hábitos de comunicación durante la infancia con el adolescente será más fácil, no obstante
siempre es posible mejorar la comunicación con un hijo o hija adolescente. Aquí le ofrecemos algunas
estrategias.
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Reconozca que no hay receta mágica. Lo que funciona con unos no funciona con otros. Averigüe cuales son
los intereses de su adolescente, infórmese del asunto e intente entrar por ese tema.
Escuche. No hable usted. Limítese a escuchar, no interrumpa y ponga atención a lo que él o ella dice. Elija un
lugar tranquilo y sin interrupciones (apague la televisión). Cuantos menos consejos de, más consejos le pedirá.
No sermonee.
Busque ocasiones. Los adolescentes no cuentan cuando se les ordena, sino cuando ellos quieren. Usted debe
estar disponible, unos prefieren hablar al llegar de clase, otros después de cenar, otros antes de irse a la cama.
En general las mejores conversaciones se dan cuando se hacen cosas compartidas (lavar el coche, cocinar, mover
muebles, pintar una habitación...).
Hable de las diferencias. Si su hijo no tiene claro que se respeta su derecho a opinar diferente será difícil que
se abra con usted. El desacuerdo civilizado y razonado no impide la comunicación. Conocer en qué no están de
acuerdo puede ser muy útil para saber el nivel de madurez de su adolescente y permitirá renegociar normas.
No exagere. Si ante un error o incumplimiento de su hijo usted reacciona desproporcionadamente es muy
posible que acaben en gritos e insultos. Controle su rabia sin dejar de expresar su preocupación. Una buena
forma es preguntar, lo más calmado posible, su opinión al respecto y a partir de ahí hablar de las diferencias. Si
su hijo de 14 años le cuenta que el pasado viernes probó una cerveza y usted pierde los estribos, lo más probable
es que no vuelva a contarle nada en mucho tiempo.
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qué edad puede uno casarse? Estas preguntas merecen su atención y respuesta. Cuando no sepa contestar: un
“no se” honesto es la mejor respuesta y continúe pidiendo sus opiniones, ilusiones, aspiraciones o sentimientos.
- Cultura, acontecimientos.
La saturación de medios de comunicación hace que su hijo tenga un montón de ventanas al mundo. Compartir
opiniones sobre películas o espectáculos es un excelente medio de conocer sus gustos y opiniones.
Comuníquese con respeto. A veces los adolescentes provocan diciendo o haciendo cosas inapropiadas. No
caiga en la provocación. El auto-control que usted demuestre dará fruto en mejores relaciones y conversaciones
en el futuro. A veces dan más importancia a cómo se dicen las cosas que a las cosas que se dicen.
Los adolescentes piden libertad. Sin embargo los padres deben sopesar entre el fomento de la confianza en si
mismos para valerse autónomamente, y el conocimiento de que en el mundo hay peligros y amenazas para la
salud y seguridad de sus hijos. Algunos padres dan demasiada libertad antes de tiempo, mientras que otros
niegan cualquier oportunidad de madurar, aprender a decidir y aceptar las consecuencias.
Las investigaciones indican que los adolescentes se desarrollan mejor cuando mantienen fuertes vínculos
familiares al tiempo que se les permite tener opiniones propias e incluso estar en desacuerdo con sus padres.
Algunos consejos útiles para manejar el asunto de la libertad y la autonomía son los siguientes:
Fije límites.
Los adolescentes se resisten a los límites impuestos, pero los necesitan e incluso los desean. En un mundo cada
vez más complicado los límites dan seguridad y sentimientos de estar atendidos. Es más fácil empezar a poner
límites durante la infancia, pero no es imposible empezar cuando son adolescentes.
- Hable claro. La mayoría de adolescentes responden mejor a instrucciones concretas: “En casa antes de las
9’30h” es mucho más fácil de entender y cumplir que “vuelve temprano”.
- Opciones razonables. Cuando se da más de una opción se facilita que acepten la norma. “Antes de irse a la
cama hay que acabar los deberes, antes o después de cenar, ¿qué prefieres?”
Libertad por etapas.
Según maduran y se hacen más responsables hay que concederles mayores privilegios. Corrigiendo los errores,
aprendiendo de las consecuencias, dándoles un cierto margen a la equivocación, y transmitiéndoles claramente
nuestras opiniones facilitamos el camino hacia la independencia que supone llegar a la edad adulta. Sin prisa
pero sin pausa.
Salud y seguridad primero.
Los adolescentes suelen sentir que son invulnerables, que son especiales y que lo que les ha ocurrido a otros no
puede ocurrirles a ellos. Es necesario transmitirles que el amor que se les tiene exige prohibir ciertas actividades
o comportamientos que ponen en serio peligro su salud, su seguridad o su bienestar futuro. La adolescencia es
un periodo en que las enfermedades graves son poco habituales y las patologías mortales muy raras. A pesar de
su estado de salud la violencia y los accidentes son causa de muerte y lesiones habituales en adolescentes. Otros
comportamientos como el abandono escolar, el consumo de drogas, o las prácticas sexuales de riesgo pueden
comprometer su bienestar futuro.
Rechace limitaciones para el futuro.
Aunque quizás no nos guste su forma de vestir a los catorce años, la moda no suele ser algo que limite su futuro.
Aunque se preocupen por el futuro la falta de experiencia les puede impedir comprender en profundidad que
algunas decisiones de hoy puede afectarles seriamente a medio o largo plazo. Hágale saber que usted es “el
guardián de las opciones” y que decidirá usted hasta que sea suficientemente maduro y responsable sobre
cuestiones de profundidad. Recuerde que no merece la pena luchar por todo y que a los catorce años quiera
teñirse el pelo de un color llamativo no tiene casi ninguna importancia frente a la pretensión de abandonar los
estudios, por poner un ejemplo.
Guiar sin controlar.
Los adolescentes necesitan explorar en su camino hacia la construcción de su identidad, con lo cual cometerán
errores y deberán aprender a aceptar los resultados. Ello no significa que los padres deban renunciar a guiarlos
para evitar que comentan demasiadas equivocaciones o errores irreparables. Una buena forma de guiar consiste
en preguntar sobre posibles consecuencias de sus acciones y escuchar atentamente: “¿Qué podría ocurrir si...?”
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Cada adolescente necesitará ser guiado de forma individual pues incluso entre hermanos adolescentes pueden
entender cosas distintas ante la misma norma: “A las doce en casa” significa para uno que antes de las 12’00h
hay que estar físicamente de la puerta para adentro, mientras que su hermano puede entender que llamando a
las 11’55 para decir que llegará después de comer la pizza que han pedido y tras acompañar a dos amigas a su
casa, habrá cumplido.
Permita ciertos errores.
Para aprender a resolver problemas y tomar decisiones es necesario equivocarse alguna vez. Permita que
cometan algún error siempre y cuando la salud y la seguridad no peligren, pues equivocarse enseña algo tan
importante como es recuperarse tras un mal paso. Es difícil que un chico o chica aprenda a recuperarse y
continuar si sus padres le resuelven todas las dificultades de la vida.
Las acciones tienen consecuencias.
Si la norma es llegar antes de las 10h no debe ignorarse que llegó dos horas tarde. Usted perdería credibilidad
si no le hace afrontar las consecuencias de tal retraso. No olvide que el castigo ha de ser proporcionado a la
ofensa, y que el resto de la familia y usted mismo no tienen por qué sufrir las consecuencias del incumplimiento
de uno de sus hijos.
A pesar de todo lo que se diga, la mayoría de adolescentes confían en sus padres más que en ninguna otra
persona. Como padre o madre busque más allá de lo superficial que los comportamientos puedan sugerir y
descubrir a la persona que su hijo o hija adolescente está a punto de llegar a ser. Es necesario que hable con su
adolescente y le transmita que los riesgos para la salud, la seguridad y el bienestar no ocurren por casualidad
sino porque se ha decidido ir en esa dirección. Las investigaciones revelan que la inmensa mayoría de los que
practican un comportamiento de riesgo practican alguno más. Los padres deber ser directos y claros al hablar a
sus hijos de las graves consecuencias de algunos comportamientos.
Confianza en sí mismo
Los continuos cambios suelen provocar en la mayoría de adolescentes cierta incomodidad. A medida que la
identidad se fortalece la confianza en sí mismos va mejorando. La falta de autoestima provoca que algunos
dejen de participar en actividades del aula, otros actúan escandalosamente para llamar la atención. En el peor
de los casos llegan a comportamientos autodestructivos.
Las chicas suelen dudar más de sí mismas que los chicos (hay excepciones) y por varias razones: presiones
sociales para ser más agradables o hacia la belleza; maduración física anterior a los chicos que puede ponerlas
en situaciones impropias de su edad sin estar preparadas emocionalmente; presiones sobre el rendimiento
escolar contradictorias con las presiones para agradar.
Si su adolescente sufre una crisis de confianza durante mucho tiempo no dude en consultar con un orientador
escolar o un profesional, sobre si esa falta de confianza va unida a indicios de consumos de drogas o alcohol,
problemas de aprendizaje, desórdenes alimenticios, o depresión clínica.
La mayoría de adolescentes superan los periodos de inestabilidad con el tiempo y, sobre todo, con el apoyo de
sus padres. Algunas formas de ayudar a su hijo o hija a desarrollar confianza en sí mismo son las siguientes:
De oportunidades de hacerlo bien. La mejor forma de fomentar la confianza personal es alentarlo a participar
o desarrollar actividades que le gusten o para las que tenga talento y elogiarlo por ello. Si es bueno en cualquier
deporte, o si se esfuerza en aprender un idioma, o cocina bien algún plato, o redacta bonitas historias: dígale lo
orgulloso que se siente de él o ella. No obstante intente equilibrar entre las cosas que hace bien y nuevas
actividades en las que todavía no consigue destacar. Conviene iniciarlos poco a poco en tareas útiles para toda
la familia que pueda realizar eficazmente: ordenar recibos y facturas, calcular precios para la compra, poner la
lavadora, etc.
Ayúdelo a sentirse seguro. Buena parte de la seguridad en sí mismo del adolescente proviene del amor
incondicional de sus padres como respaldo para desarrollar la capacidad de enfrentarse y resolver los problemas.
Es muy distinto enseñarle a resolver problemas que dárselos resueltos.
Hable sobre la violencia o el terrorismo. La exposición a imágenes o noticias violentas es cada vez más
frecuente y provoca ansiedad en muchos adolescentes.
Usted puede reducir esa ansiedad ayudándole a comprender que incluso en situaciones tan terribles las personas
se ayudan unas a otras y consiguen salir adelante; favoreciendo un ambiente calmado en su hogar; ayudándole
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a distinguir entre ficción y realidad hablando sobre hechos reales, evitando exagerar y reaccionar excesivamente.
Supervise el uso de televisión e Internet para evitar que su hijo vea demasiadas imágenes violentas.
Elogios y halagos. El elogio de los seres queridos es uno de los pilares de la confianza en uno mismo, pero no
deje de ser sincero pues se darán cuenta si no lo es.
Paciencia. La mayoría de adultos han conseguido confiar en sí mismos tras años de experiencia en explotar sus
puntos fuertes, y serían muy infelices si solo pudieran hacer las cosas que peor hacen. Para un adolescente es
muy difícil quitar importancia a las cosas en las que no se siente seguro por mucho que sus padres le digan que
no tiene tanta importancia.
Niños, adolescentes y jóvenes necesitan sentir que encajan socialmente. En la adolescencia la necesidad de “ser
parte del grupo” es particularmente importante. Los chicos y chicas con dificultades para formar amistades
suelen tener problemas de autoestima, de rendimiento escolar y corren riesgo de padecer desajustes psicológicos
al llegar a adultos.
A muchos padres les preocupa que los amigos ejerzan demasiada influencia al tiempo que la suya vaya
disminuyendo. Esa preocupación es mayor si los amigos animan a sus hijos a participar en actividades peligrosas
o dañinas.
Es bastante habitual que entre los 10 y los 12 años se cambie con frecuencia de amigos pues necesitan explorar
y encontrar con quién compartir ideas gustos y aficiones. La mayor influencia de los amigos se produce entre
los 12 y los 14 años.
Especialmente en cuestiones de moda (gustos musicales, formas de vestir) y actividades en las que participar.
Sin embargo los amigos no reemplazan a los padres cuando se trate de cuestiones importantes, salvo que los
padres se desinteresen por la vida de sus hijos.
Los padres pueden, y deben, influir en el tipo de amigos que sus hijos eligen. A continuación se le ofrecen
algunas estrategias para hacerlo:
Reconozca que la presión de los amigos puede ser buena o mala. Si su hijo escoge amigos con poco interés
por lo escolar y que sacan malas notas muy probablemente esté menos dispuesto a estudiar y sacar buenas notas.
Este ejemplo es aplicable a casi todas las áreas de la vida: la salud, los hábitos, el comportamiento, etc.
Conozca a los amigos de su hijo. Si usted conoce personalmente a los amigos de su hijo podrá tener una
información muy útil para saber por dónde anda su hijo. Llévelos a fiestas, partidos, conciertos, ofrézcase a
recogerlos si van a volver tarde, invítelos a su casa y aproveche para escuchar. Conociendo a los amigos
conocerá mejor a su propio hijo.
Conozca a los padres de los amigos. Sin necesidad de ser íntimos, conocer a los padres de los amigos le
ayudará a saber si las actitudes y preferencias como padres coinciden o no con las suyas. Conociéndose entre sí
los padres se puede llegar a acuerdos que eviten comparaciones del tipo: “es que a ellos les dejan...”
De tiempo y espacio para los amigos. Si participar en actividades es importante tenga en cuenta que
demasiadas actividades extra pueden provocar agotamiento. Además de satisfacer la necesidad de “ser parte
de”, pasar tiempo con los amigos en sitios seguros y de confianza es una excelente manera de aprender
habilidades de relación social.
Hable con su hijo sobre la amistad. Para los adolescentes es importante lo que otras personas piensan de ellos,
sobre todo los amigos. Pero los padres deben saber que buena parte de los comportamientos de riesgo se deciden
en los grupos de amigos. Por ello es muy importante que hable con su hijo sobre cómo resistir las presiones del
grupo para desobedecer las normas familiares o ir contra los valores que les están inculcando.
Enseñe a evitar situaciones comprometidas. Hablando con su hijo sobre posibles situaciones de riesgo puede
ayudarle a no meterse en líos. Pregunte a su hija adolescente qué haría ella si el sábado por la tarde una de la
pandilla llegase con una botella de licor. Pregunte a su hijo de 13 años cómo reaccionaría si un amigo le
propusiera saltarse una clase para ir a comprar un disco. Idealmente podrán decir “NO”, pero no es tan fácil
para una adolescente resistir la presión de un amigo y menos de un grupo. Hablando con su hijo de posibles
situaciones y alternativas para salir de ellas le ayudará a sentirse más seguro para afrontarlas.
Supervise lo que hace y a dónde va con los amigos. Los adolescentes que saben que sus padres saben dónde
está, con quien, y lo que están haciendo, son menos propensos a dedicarse a actividades de riesgo para su salud
y seguridad. No dude en llamar a otra casa para asegurarse que su hijo está allí, y no tema decir “NO” cuando
considere que ni las personas, ni el lugar, ni la actividad son adecuadas para su hijo o hija.
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Sea usted un buen amigo. Los adolescentes que ven a sus padres tratarse con respeto y amabilidad entre sí y
hacia sus propios amigos tienen gran ventaja. El ejemplo que usted dé a sus hijos tiene mayor impacto que
cualquier charla o sermón que pueda darle.
¿Prohibir ciertos amigos? Algunos adolescentes pueden rebelarse si sus padres les prohiben tajantemente
relacionarse con ciertos amigos, depende de la vinculación y confianza entre padres e hijo. En cualquier caso,
una estrategia útil (a medio plazo) es aclararle que usted no se siente cómodo con ese o esos amigos y explicarle
las razones. Al mismo tiempo conviene, sin negar totalmente la posibilidad de ver a ese amigo, limitar el tiempo
y las actividades que se le permite realizar con ese o esos amigos de los que se desconfía.
Guste o no los medios de comunicación tienen una gran influencia en la vida de los adolescentes pues la inmensa
mayoría ve televisión y películas, utilizan Internet, intercambian correos electrónicos, utilizan video-juegos,
escuchan discos y emisoras de radio, leen cómics y revistas para jóvenes, y entre ellos comentan todo esto.
Toda esta tecnología puede ser divertida, emocionante e incluso educativa, y la sociedad avanza en la dirección
de utilizar cada vez más este tipo de instrumentos.
El problema reside en que muchos adolescentes no tienen a nadie que les oriente sobre cómo utilizar todo este
arsenal informativo pues son muchos los casos de niños y adolescentes enganchados pasivamente al televisor,
los auriculares, la video-consola, el teléfono móvil, o las salas de chat en Internet.
A continuación le ofrecemos algunas sugerencias para que ayude a su hijo a desenvolverse con buen criterio
por esta jungla de medios de comunicación.
Limite el tiempo. No-solo es imposible, sino que quizás fuese perjudicial, intentar aislar a su hijo de los medios
de comunicación. Sin embargo conviene que le aclare que tiene intención de supervisar lo que su hijo ve o
escucha y el tiempo que va a dedicar a ello. Cada vez más padres limitan la televisión y otros medios al fin de
semana y algunas cosas concretas durante la semana.
Supervise lo que ve y escucha. Infórmese sobre los programas de televisión que interesan a su hijo, los video-
juegos que utiliza, las películas que quiere ver y la música que escucha. Cuanta más información tengan los
padres más fácil les será entrar en el mundo de sus hijos y mayor poder de convicción para orientales. Si además
está con su hijo podrá charlar con él o ella sobre lo que están viendo o escuchando.
Sugiérale cosas. Además de lo que a él o ella le interese proponga usted programas de televisión variados
(viajes, historia, naturaleza, ciencias, noticias), con ello puede fomentar conversaciones sobre acontecimientos
mundiales, hechos históricos, problemas sociales, distintas culturas, la salud, etc.
Aclare la diferencia entre hechos y opiniones. Los medios de comunicación son empresas que promueven
ideas o creencias que pueden no coincidir con los valores familiares. Además los adolescentes deben aprender
que no todo lo que aparece en los medios de comunicación es necesariamente cierto. Si su hijo quiere ver, leer
o escuchar algo que usted considera inadecuado dígale claramente las razones de por qué no está de acuerdo.
Aclárele qué es la publicidad. Explíquele con claridad el propósito de los anuncios (vender productos), pues
los adolescentes son muy manipulables en este sentido. Sea crítico y esté atento a la publicidad dirigida a los
jóvenes, pues suele ser engañosa.
Utilice los filtros de los aparatos. Tanto en Internet como en las plataformas de televisión digital o por cable
existen formas de bloquear el acceso a determinados programas y contenidos. Infórmese de estas posibilidades
y utilícelas hasta donde considere conveniente.
En Internet no todo son ventajas. El potencial de la red Internet es grandísimo y en ella hay de todo: desde
información valiosísima para la educación hasta pornografía infantil o instrucciones para fabricar explosivos.
Las salas de conversación (los “chats”) pueden ser muy entretenidos pero también encierran peligros ante los
que hay que estar atentos: No permita que su hijo o hija adolescente de información que pueda comprometer la
seguridad individual, o que se vea con alguien conocido por este medio sin estar usted presente.
Hable con otros padres. Si usted habla con otros padres sobre los programas de televisión, los video-juegos, o
la música que sus hijos consumen, usted tendrá más información y autoridad para negar determinadas cosas.
Además descubrirá que no todos los amigos tienen permiso para determinadas cosas.
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Ofrezca alternativas. Muchos chicos prefieren “hacer”, si se les da la oportunidad, que simplemente “ver”.
Una excursión, una tarde jugando a los bolos, o visitar a un amigo puede resultar más interesante que otra tarde
viendo la televisión.
De ejemplo. Si usted se pasa las tardes frente al televisor o navegando por Internet su hijo recibirá un mensaje
claro. Sin embargo si usted pasea, conversa con otras personas, lee, participa en juegos, asiste a charlas,
cursillos, u otras actividades, está demostrando que hay otras formas de divertirse. No es extraño que muchos
adolescentes actuales se pregunten ¿Qué se hacía antes de que existiese la tele (el ordenador, o las consolas)?
¡Demuéstreselo¡
La enseñanza Secundaria
La mayor parte de padres y madres de adolescentes actuales permanecieron hasta los 14 años en el mismo
Centro de Enseñanza y luego pasaron a otro en el que había alumnos de hasta 18 años (más o menos).
Actualmente en España el paso de primaria a Secundaria se hace entre los 11 y los 12 años, y en los Centros de
Secundaria conviven con alumnos de hasta más de 18 años (módulos formativos).
¿Qué es mejor, lo de ahora o lo de antes? La mayoría de educadores opinan, y las investigaciones lo confirman,
que la forma en que se organicen las edades no es tan importante como lo que sucede dentro del Centro de
Enseñanza, es decir: Qué se enseña y cómo se enseña. Además está demostrado que la implicación de las
familias en la evolución académica de sus hijos es el factor más determinante para el éxito escolar.
. A casi todo el mundo le incomodan los cambios. El paso a Secundaria supone cambios notables para los chicos
(nuevos compañeros, distintos profesores, horarios, y sistemas de trabajo) que ocurren al mismo tiempo que los
cambios que supone la propia adolescencia.
Algunas prácticas y estrategias de los padres pueden facilitar que el cambio se haga de forma más relajada e
incluso con cierta ilusión.
¿Miedo a la Secundaria?
Muchos padres y madres, sin proponérselo, dificultan la entrada de sus hijos en la Secundaria con mensajes
atemorizantes: “cuidado con los mayores en el patio”, “el trabajo es mucho más duro”, “los profesores no se
andan con contemplaciones”, “las asignaturas son mucho más difíciles”, y otros por el estilo. Cambie sus
mensajes negativos por otros que animen a su hijo ante la nueva etapa: “los profesores son especialistas que te
enseñarán con más profundidad”, “tendrás más medios para aprender”, “podrás demostrar que eres más
responsable y maduro que en primaria”, “conocerás compañeros de otras zonas de la ciudad”, “los equipos
deportivos son más potentes”, u otros por el estilo.
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- Proponiendo y supervisando una “Agenda Escolar” en caso de que su hijo sea especialmente despistado o
desorganizado.
Mantenga un ambiente de estudio. Intente eliminar de su hogar cuántas distracciones puedan interferir durante
el horario de estudio de su hijo. Si no es posible quizás sea bueno llevar a su hijo a una biblioteca para que
pueda concentrarse con su tarea.
Valore la educación y los hábitos. Demuestre a su hijo que lo que está aprendiendo hoy será importante para
cuando sea adulto. Verle leer libros o periódicos o calcular gastos domésticos le hará ver la utilidad de conseguir
una buena formación. Si usted tiene lagunas o ha olvidado contenidos escolares pídale a su hijo que le enseñe
o le ayude a recordarlos.
Acuda a los actos del centro. Asistir a reuniones, conferencias, encuentros deportivos o ceremonias escolares,
siempre que pueda, hará que su hijo comprenda que lo que ocurre, todo lo que ocurre, en el Centro es importante
para usted. Pero recuerde que muchos adolescentes se sienten incómodos y prefieren que sus padres estén, pero
un poco alejados.
Conozca a los profesores. No siempre es posible conocer a todos los profesores de su hijo, pero al menos
debería conocer al tutor de su curso y al orientador del Centro. Piense que cuanto más visible sea usted para el
profesorado más fácil será mantenerse informado de la evolución de su hijo. Lea las notas y avisos que lleguen
a casa y transmita a su hijo que lo hace, le importa, y que si alguna no llega se preocupará por ello.
La motivación
Algunos psicólogos definen la motivación como “las ganas de aprender, el gusto por los desafíos”. En muchos
casos una motivación adecuada es más útil que la habilidad inicial para determinar el éxito.
Con la entrada en la adolescencia y el paso a Secundaria la motivación de algunos adolescentes parece esfumarse
como por arte de magia y comienzan a: quejarse por la cantidad de trabajo; Los profesores; los compañeros;
quieren abandonar alguna actividad; decir que se aburren; O mostrarse perdidos en el sistema de enseñanza.
Algunas causas de esta pérdida de motivación pueden encontrarse en: los cambios físicos y las diferencias en el
desarrollo entre compañeros; un ambiente escolar menos controlador; presiones de los amigos, o creencias en
su falta de capacidad por lo que no le merece la pena esforzarse.
Usted como padre o madre puede fomentar la motivación de su adolescente, aquí le ofrecemos algunas
posibilidades.
Valore el esfuerzo. Los adolescentes se motivan viendo que sus padres se esfuerzan cumpliendo en su trabajo
y sus obligaciones. Transmita a su hijo que la clave para conseguir las cosas no radica en la suerte sino en el
esfuerzo continuado a largo plazo. Los grandes científicos se pasan la vida estudiando, los deportistas de elite
entrenan duro cada día, los buenos profesionales se mantienen al día mediante el esfuerzo diario.
Apóyelo. Un elogio honesto y moderado sobre aquellas cosas que mejor hace aumenta la motivación general
de un adolescente. Quizás su adolescente necesita probar nuevas cosas, nuevos aprendizajes, nuevas aficiones.
Ayúdelo a buscar nuevos intereses.
Sea realista. No pida a su hijo cosas imposibles de conseguir, se frustrará y dejará de intentarlo. Si ya le han
dicho que su hijo no tiene aptitudes musicales no se empeñe en que sea un virtuoso del piano, o si su hijo es
más alto de lo normal y disfruta con el tenis de mesa no se esfuerce en que se apunte al equipo de básquet.
Asegúrese que su hijo sabe que usted le quiere por quién es y no por lo que hace.
Paciencia. La mayoría de chicos aumentan su motivación cuando los padres aplican alguna de estas estrategias
y le dan un poco de tiempo para madurar y ubicarse en el mundo. Si usted lo atosiga y no le permite ese tiempo
muy probablemente volverá la apatía y la desgana ante las cosas.
Rodríguez, G. Cómo ayudar a su hijo durante los primeros años de la adolescencia (Folleto)
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