Historia de Literatura
Historia de Literatura
Historia de Literatura
Bachiller:
La literatura destinada para niños y niñas a principio pasó hacer desconocida para el
mundo editorial pero luego acaparo la atención del mundo del libro, donde actualmente es
enorme su producción.
Esto se debía a gran parte a la idea de que se tenía sobre la infancia. La veían como
una etapa del desarrollo humano propia y específica, pero consideraban a los niños como
adultos pequeños.
A lo largo de los años esta concepción cambio, donde se comprendió que los niños y
niñas tenían necesidades e interés diferentes a los adultos. Y por ello hubo la necesidad de
desarrollar literaturas dirigidas y legibles exclusivamente para ellos.
A continuación se desarrollara la evolución histórica que tuvo la literatura infantil en
varios contextos: universal, latinoamericano y venezolano.
LITERATURA INFANTIL
Con la llegada de los españoles a América Latina traen sus propios relatos y desde
luego, sus libros. Aunque ya circulaban cuentos por tradición oral o bien estaban escritos
en lengua nahuatl o azteca en papel de higuera silvestre. Se produce entonces un
sincretismo cultural, ya que a los mitos y relatos americanos se superponen los cuentos de
tradición europea relatados además en lengua española o portuguesa. La superposición de
ambos mundos y de ambas razas da por resultado un rico entramado de relatos que se
mezclan y se superponen.
Durante toda la época de la colonización se trajeron de España unas tablas pintadas
para enseñar a leer el alfabeto. Los profesores españoles sentaban a los indígenas en
círculo y de esta manera les enseñaban a leer, tanto a adultos como a niños. Las primeras
frases para ejercitar por lo general estaban relacionadas con las oraciones piadosas, ya que
la enseñanza estaba consagrada principalmente a las órdenes religiosas de sacerdotes
dominicos, jesuitas y mercedarios.
Luego vienen los abecedarios con ilustraciones de niños europeos muy distintos a los
niños mestizos que leían esos mismos libros. Eran libros bellos impresos en España que
tuvieron enorme difusión en Latinoamérica, especialmente durante el siglo XIX. Durante
esta época, los libros infantiles son didácticos y educativos. Presentan a niños modelos y
tienen casi siempre un ideal moralista, religioso y patriótico. La editorial española
Calleja, de don Saturnino Calleja, difunde los cuentos clásicos en versiones adaptadas
para los niños de habla hispana, tanto en España como en Latinoamérica.
A través de los años los libros infantiles latinoamericanos empiezan a figurar
graciosas anécdotas populares que divierten a los niños conectándolos a la vez con
nuestro rico acervo cultural.
Durante las últimas décadas del siglo XIX y comienzos del siglo XX surgen en toda
América Latina los grandes pioneros de la literatura infantil que van a cambiar la
sensibilidad y el modo de escribir. Los más sobresalientes son:
Rubén Darío, 1867-1916, autor nicaragüense que viajó a Chile siendo muy joven. Se
impregna de una atmósfera sensual, sofisticada y afrancesada para crear su libro Azul,
publicado en Valparaíso en 1888. Este libro refinado va a marcar un nuevo estilo en
idioma castellano.
José Martí, (1853-1895) el escritor cubano que creó una literatura infantil
latinoamericana con rostro propio. Fue suya la expresión “Nuestra América” para
expresar la idea de que debíamos inspirarnos en nuestras propias raíces antes que
importar todas las ideas de Europa. Debíamos escribir libros para niños “como si los
colibríes supiesen leer”, con amenidad, soltura y poesía. Escribió un famoso libro de
poemas titulado “Ismaelillo” inspirado en su propio hijo. Su gran aporte a la literatura
infantil fue la revista La Edad de Oro que marcó la pauta para una literatura infantil
latinoamericana, la cual se publicaba mensualmente para la infancia y la juventud
“dedicada a los niños de toda América para que sepan cómo se vivía antes y se vive hoy
en América y en las demás tierras”. Lo mejor de la revista son los poemas escritos por
Martí como “Los zapaticos de rosa” que es un clásico de la poesía infantil
latinoamericana. Rafael Pombo (1833-1912) en Colombia, creador de una literatura
infantil muy rica que introduce el humor en la literatura infantil latinoamericana. Se
inspira en las nursery rhimes o canciones de cuna inglesas para extraer de ellas el humor y
la fantasía lúdica. Sus poemas resultan divertidos, exquisitos, lleno de música,
extravagantes y absurdos, por eso mismo, gustan a los niños, pese a estar escritos a fines
del siglo XIX.
Horacio Quiroga, (1878 – 1937), uruguayo creador de Sus Cuentos de la
Selva (1918), lo escribió después vivir mucho tiempo en la selva del territorio de
Misiones, en la Argentina, donde aprendió a conocer la indómita naturaleza, sus animales
y plantas. Estos relatos amenos y bien escritos contienen sentimientos de profunda
humanidad, ternura, amor al prójimo y también sentido social.
En Brasil, José Benito Monteiro Lobato (Toubaté, 1882 – Sao Paulo 1948) sobresale
como el escritor que marca el inicio de una literatura infantil verdaderamente
revolucionaria en su contenido y estilo. Pues crea personajes inolvidables y dice que “dar
a los niños buenos libros adecuados a las edades, es el mejor medio de formar hombres”.
Gabriela Mistral, chilena (1889-1957) con sus poemas infantiles inspirados en el
folklore y especialmente en la infancia desvalida de nuestro continente. Admiró la obra de
José Martí y siguió sus postulados. Comprendió la importancia de educar desde la misma
infancia, especialmente al niño que está desvalido. Escribió rondas, canciones de cuna,
cuentos infantiles. Sus poemas musicalizados han sido cantados en todo el continente,
principalmente en Cuba y Chile.
Pascuala Corona de México (1917), pseudónimo de Teresa Castelló Iturbide, quien se
destaca como autora de unos cuentos orales recreados por la imaginación y pasados al
papel con poesía y verdad
Oscar Alfaro en Bolivia (1923–1963) Por su percepción del mundo de la infancia ha
sido llamado “maestro elemental de la ternura”. Su solo nombre hace esbozar una tierna
sonrisa a los que conocen el cuento del hilo de agua o del traje encantado o del poema de
la “dulce chapaquita de mi tierra verde / con una pollera de rosas silvestres”. Sus obras
más importantes son: Canciones de lluvia y tierra (1948), Bajo el sol de
Tanja (1949), Cajita de música (1949), Alfabeto de estrellas (1950), Cien poemas para
niños (1955) y Colección de cuentos infantiles (1962).
Su cuento “El pájaro de fuego” muestra la belleza de un pájaro multicolor que, gracias
a una piadosa mentira, logra hacer florecer a un ceibo viejo. Aquí, todo es un crisol de
elementos poéticos: las mariposas, las libélulas, las avispas, el pájaro de plumas
bellísimas que se hace pasar por flor…En “El sapo que quería ser estrella” muestra la
vanidad castigada. Por querer parecerse a una estrella, un sapo se ha tragado todas las
luciérnagas del huerto y con ellas, revoloteando en su interior, vuela hasta el firmamento.
María Elena Walsh autora destacada en Argentina (1930) quien supo llevar la poesía
infantil a la música, consiguiendo que los niños cantaran y actuaran sus versos llenos de
musicalidad y humor absurdo. Sus Canciones para mirar (1962) fue adaptada al teatro,
es una poesía ilógica e irreverente que decía verdades profundas, con ternura e ironía.
Esta autora sabía penetrar en el corazón humano con unos poemas absurdos que se
burlaban de nuestros arraigados prejuicios y convenciones sociales.
En Venezuela, como en todos los pueblos y culturas, la literatura infantil nace de los
libros didácticos y la tradición oral. Con la llegada de la imprenta a nuestro país, en 1808,
se dio inicio a la publicación de una literatura política y popular, y fue sólo a partir de
1829 cuando comenzaron a producirse libros dirigidos a los niños, los cuales, como
sucedió en la mayor parte de nuestros países, fueron libros didácticos: silabarios,
abecedarios, libros de lectura, urbanidad, catones y catecismos, entre los que destaca El
libro de la infancia por un amigo de los niños (1856), de Amenodoro Urdaneta, quien
creó un conjunto de fábulas que seguían el modelo europeo y las formas clásicas, pero
cuya escritura retórica, salpicada de palabras criollas, hablaba de cocoteros, monos
filósofos y chivos enamorados, prefigurando el nacimiento de la literatura infantil propia.
Por otra parte, con la llegada de los conquistadores y colonizadores españoles a
nuestras tierras, heredamos el rico acervo de la tradición oral española, que a su vez se
alimentó del sustrato cultural propio y de otras culturas, como la africana, para dar lugar a
nuevas creaciones. Pero aun cuando es de suponer que, desde la época de la Colonia,
composiciones tradicionales como las nanas, canciones, rondas y cuentos formaron parte
de la vida de nuestros niños, o eran disfrutadas por ellos, es a finales del siglo pasado y
principios de éste, con figuras como Tulio Febres Cordero o José Eustaquio Machado, y
sobre todo a partir de 1940, con la creación del Instituto de Investigaciones Folklóricas,
que la tradición oral comienza a valorarse entre nosotros y a considerarse una rica fuente
y un punto de partida para la literatura infantil.
Cuando el país había transitado años de independencia y era necesario trazar los
límites de la identidad nacional, los libros para niños volvieron la mirada hacia los héroes
y la tradición oral, poblada de personajes como Tío Tigre y Tío. El nombre de Rafael
Rivero Oramas se hace presente como pionero y gran divulgador de la tradición oral.
Antonio Arráiz publica en esa misma línea, Cuentos de Tío Tigre y Tío Conejo en la
década de los cuarenta, Pilar Almoina saca a la luz Carrera Y El camino de Tío Conejo en
1970 y Luis Eduardo Egui Cuentos para niños, en 1971.
El modernismo se hizo presente con El diente roto de Pedro Emilio Coll, mientras la
modernidad irrumpe con Manzanita (1951) de Julio Garmendia, un clásico de la
Literatura infantil venezolana. Miguel Vicente Pata Caliente (1971) de Orlando Araujo
sigue esta senda. En poesía, Fernando Paz Castillo con La huerta de Doñana (1920) y
Manuel Felipe Rugeles con su libro Canta Pirulero (1954) inician, con propiedad, el
cultivo del género poético para niños. Rafael Olivares Figueroa y Efraín Subero publican
antologías fundamentales. Y con ellos Elizabeth Schön, Beatriz Mendoza Sagarzazu, Ana
Teresa Hernández, Velia Bosch, Aquiles Nazoa y Jesús Rosas Marcano, este último gran
promotor desde distintas aristas de la literatura infantil.
A partir de los años setenta se siente un impulso en el libro para niños, surgen varias
editoriales y se crea bajo la batuta de Monika Doppert desde ediciones Ekar una escuela
en el campo de la ilustración del que dan muestra los trabajos de Morella Fuenmayor,
Rosana Farías, Irene Savino, María Fernanda Oliver y Cristina Keller.
La contemporaneidad, ya con otra visión del libro para niños, presenta un conjunto
de autores que siguen líneas diferentes. Salvador Garmendia, con una obra consolidada,
incursiona revitalizando la narrativa. María del Pilar Quintero y Aminta Díaz recuperan el
ámbito de lo tradicional, mientras Armando José Sequera ejerce con conciencia y
disciplina el oficio de escritor; el primero dentro del campo de la narrativa.
CONCLUSIÓN
La literatura infantil nace por parte de autores de literatura adulta que mostraron una
sensibilidad especial para acercarse al espíritu infantil. Predominaban los temas sociales
que reflejaban las agudas diferencias sociales que eran comunes en esa época.
En América latina gracias a la llegada de los españoles se produce entonces un
sincretismo cultural, ya que a los mitos y relatos americanos se superponen los cuentos de
tradición europea relatados además en lengua española o portuguesa.
La incorporación de ambos mundos y de ambas razas da por resultado un rico
entramado de relatos que se mezclan y se superponen. Generando unas maravillosas
literaturas, compuesta de romances, consejos, rimas y adivinanzas, pero cuya escritura
retórica, salpicada la característica Latinoamérica, todos ellos géneros de riquísima y
enorme importancia.
En Venezuela Rafael Rivero Dramas, a quien podemos considerar como pionero y
padre de nuestra literatura infantil. Pues se propuso hacer llegar a los niños un tipo de
literatura opuesta a las "lecturas escolares" imperantes en la época, y desde sus revistas
dio un gran impulso a este género.
Es por ello que la literatura infantil engloba mucho más que la lectura de libros, su
objetivo primordial es poder desarrollar la imaginación y las emociones del niño y la
niña. Como futuras docentes tenemos la responsabilidad de inculcarles el hábito de la
lectura. Ya que contribuye al desarrollo social, emocional y cognitivo del niño. Y además
permitirá familiarizarse con la escritura, mejora la pronunciación de las palabras, y su
comunicación y expresividad será más fluida.
BIBLIOGRAFÍA