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Pabón-SAN JOSE de CUCUTA, Génesis y Poblamiento

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1 SAN JOSE DE CUCUTA: Génesis y Poblamiento

1. INTRODUCCIÓN Por: Silvano Pabón Villamizar Maestría Internacional en Historia UIS

La moderna ciudad de San José de Cúcuta, como ciudad capital constituye una historicidad de patrimonial importancia
para el actual Norte de Santander y la Nación. Es necesario por lo tanto enfatizar especialmente sobre procesos
poblacionales y de institucionalidad parroquial, en la medida en que se entiende la importancia que la parroquia y
administración religiosa han tenido en la organización y consolidación de las comunidades urbanas. Sin embargo, se
asumen aspectos económicos y sociales, así como el papel de la política y administración pública por parte del Estado,
tanto a nivel regional como local. Por lo tanto, las tareas investigativas han de ser fundamentalmente sobre fuente de
primer orden, es decir, un examen documental importante, tendiente a establecer a través de la crítica y aporte de
evidencias documentales un estado del conocimiento propio para la reflexión teórica emanada de la revisión bibliográfica
y examen del estado de la cuestión es esta materia. Se asumen, en términos de historia urbana cucuteña, y en especial
lo pertinente al problema afrontado, la institucionalidad poblacional, autores como el doctor Rafael Eduardo Ángel
Mogollón, con su Historia de Cúcuta: La Casa del Duende, los historiadores de la Escuela de Historia de la Universidad
Industrial de Santander (UIS) cono el doctor Armando Martínez Garnica, con obras como Las Categorías Jurídicas del
Poblamiento publicada en el Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, el historiador Silvano Pabón Villamizar, con
diferentes escritos y obras como Historia del Poblamiento y Construcción del Espacio Hispánico en Pamplona; así
mismo, se revisaron autores de la Academia de Historia de Norte de Santander como don Fernando Vega Pérez con su
trabajo Conozcamos a Cúcuta. El uso de fuentes primarias se suscribió al examen minucioso de los archivos
parroquiales de los distintos feligresados objeto de estudio, especialmente lo pertinente a los libros sacramentales y
administrativos de cada curato. Se contó igualmente con una importante gama de información oral, archivística variada,
de periódicos e informantes particulares. La crítica documental o lectura hermenéutica, base del método histórico, ha
definido el quehacer investigativo, y ha sido el camino empleado en la obtención de las imágenes y reconstrucciones acá
presentadas, siguiendo de paso los preceptos metodológicos propios de la microhistoria y la historia local, sin perder sí la
perspectiva de lo regional y nacional, en un ejercicio que demanda la adquisición de conocimientos sobre la erección de
las parroquias primigenias de esta ciudad. El haber asumido la creación de los espacios jurídicos políticos en las colonias
neogranadinas permitió ver como se ha dado a partir y alrededor del párroco, mucho más que la administración del pasto
espiritual como se decía en aquellas épocas, sino la 2 misma conformación y asentamiento de las comunidades,
dándose en todo caso una organización eclesiástica y civil de la sociedad

LOS VALLES DE CÚCUTA Y SU INGRESO A LA VIDA HISPÁNICA

Una primera aproximación a la historia de la ocupación hispánica sistemática de los valles de Cúcuta hay que plantearla
desde el estudio de los espacios jurisdiccionales trazados por la ciudad de Pamplona y su cabildo, para así encontrar los
procesos de paulatina apropiación de las tierras, el establecimiento de asentamientos agroganaderos por parte de los
vecinos de esa ciudad, hasta el estudio del establecimiento de unidades político administrativas como el pueblo de indios
de Cúcuta, la erección de la parroquia de San José y su elevación al estatus de villa, ya en las postrimerías de la
Colonia. Así pues, partiendo de como el territorio cucuteño quedó incluido en el espacio jurisdiccional que señalara Don
Pedro Ursúa, fundador de la ciudad de Pamplona, según se definía en ese amplio trasegar desde los vados y los pasos
de Chicamocha, corriendo el río Sogamoso abajo, hasta la ciénaga que llaman del bachiller, atravesando a las tierras
que llaman del Nacuniste a los brazos del orma, hasta la laguna de Maracaibo y hasta dar con el nacimiento del apure" 1
; se encuentra que las primeras estancias tituladas por el Cabildo pamplonés fueron una estancia de ganado mayor a
Juan Lorena en diciembre de 1552, una estancia de ganado mayor a Juan de Torres y otra a Don Luis Jurado en febrero
de 1559, junto a una merced de tierras concedida a Don Juan Ramírez de Andrada. Las tierras planas y ribereñas
ofrecían un importante potencial para el establecimiento crías de ganado mayor, especialmente de yeguas y mulas,
indispensables para el transporte en todo sentido. De hecho los llanos de Cúcuta, como solía llamárseles en aquella
época, fueron dispuestos en parte como tierras de ejidos para el ganado de los vecinos de Pamplona y de la villa de San
Cristóbal. Y, luego al proyectar las sucesivas titulaciones, se encuentra como ya para 1590 no menos de 15 vecinos han
montado sendos criaderos de ganado cabalgar, vacuno, ovino, caprino y porcino. Ahora, con respecto a la agricultura, es
de resaltar cómo la ocupación del valle de Cúcuta por parte de vecinos de la ciudad de Pamplona y villa de San Cristóbal
simultáneamente trajo consigo que dejara de ser un simple paso obligado en la ruta o Camino Real que llevaba de la
plaza de Pamplona a las de Mérida y de la Gobernación de Venezuela, sino que pasara a ser un importante enclave
productivo, pues a la altura del año de 1574 personajes como Sebastián Lorenzo, Alonso Carrillo y Pedro de Arévalo
producían y vendían azúcar y mieles de sus cañaduzales, muy prósperos por cierto 2. 1 Simón, Fray Pedro. Noticias
Historiales de las Conquistas de Tierra firme en las Indias Occidentales. Bogotá: Biblioteca Banco Popular, Tomo II. Pág
PABÓN VILLAMIZAR. Historia del Poblamiento y Construcción del Espacio Hispánico en Pamplona. San José de
Cúcuta: Cámara de Comercio, Págs 56-80

3 3 Siguiendo este mismo autor e idea, se observa como la evolución de la espacialidad económica y poblacional del
valle de Cúcuta a lo largo del Siglo XVI, muestra una imagen de crecimiento vertiginoso; tal como lo demuestra el remate
de diezmos del Valle, a saber: En 1574 el valor del diezmo de toda la jurisdicción de la ciudad de Pamplona fue de $500
pesos, en 1590 el sólo valle de Cúcuta se remató en $385 pesos y dos tomines, en 1596 el diezmo de Cúcuta se remató
en Alonso de Montalvo por $728 pesos; lo cual indica que la tasación que se hacía para este tributo (un décimo de lo
producido), preveía una expansión real de los asentamientos agroganaderos y productivos del territorio.

PRODUCCIÓN DE GANADOS EN EL VALLE DE CÚCUTA, SIGLO XVI

Criadores o Estancieros Mulas vacas Ovejas Puercos Dionisio Velasco y herederos, vecino de San Cristóbal X X X X
Alonso Rangel y herederos X X X X Miguel de los Hoyos y Alarcón X X X El Padre Juan Burgueño del Castillo X X Juan
de Tolosa y hermanos X X X El Padre Pedro Esteban Rangel, vicario de Pamplona X X Alonso Carrillo y herederos X X X
Hernán Pérez de Pineda X X X Juan de Figueroa X X Juan Ramírez de Andrada X X X X Nicolás de Palencia y
herederos X X X X Sebastián Lorenzo y herederos X X X X Francisco de Anguieta X X El Capitán Alonso de Montalvo,
vecino de Salazar X X X X El Padre Alonso Quintero Principe, junto al río Tàchira X X X El Capitán Pedro Quintero
Principe, junto al Táchira X X X X FUENTE: PABÓN VILLAMIZAR, Silvano. Historia del Poblamiento... Op. Cit. Pág. 71

El valle de Cúcuta fue en un principio territorio de contrastes entre lo conquistado y lo rebelde, entre lo hispánico y lo
amerindio no sometido, pero determinante en su importancia por ser zona de frontera con lo inculto, con lo salvaje, con
los indios de guerra; aunque lo más sobresaliente quizá haya sido el hecho que desde aquellos primeros tiempos fue un
cruce de caminos de suma importancia, tanto para las ciudades de Pamplona y Ocaña, como para las plazas extremas
del Nuevo Reino (Mérida y La Grita) y los pueblos y ciudades de la Gobernación de Venezuela. Así, si se toma como
punto de partida a la ciudad de Pamplona, se encuentra como por la ruta de la villa de San Cristóbal, Mérida y las
ciudades venezolanas entraban a esta ciudad grandes cantidades de lienzo, algodón y géneros de la tierra provenientes
de El Tocuyo, Trujillo, Barquisimeto y Mérida. Este camino se caracterizó por ser la ruta del ganado vacuno, las mulas y
semovientes de todo género que cruzaban los valles de Cúcuta hasta el interior del Nuevo Reino y los mercados de
Ocaña y el río Magdalena 3. El territorio de Cúcuta estuvo en diferentes épocas sometido a las jurisdicciones de las
ciudades de Pamplona, villa de San Cristóbal y gobernación de San Faustino de los Ríos, fundada esta última ya en el
Siglo XVII, Sin embargo, hasta esta época las haciendas, posadas y estancias de la margen izquierda del río Pamplona,
así como el pueblo de indios de Cúcuta, asentado como doctrina formal en la margen derecha (hoy barrio San Luis),
servían de aposento, albergue y avituallamiento de viajeros, comerciantes y oficiales del Rey que circulaban a lo largo de
esta gran ruta imperial. Entrado el Siglo XVII, pueden destacarse las haciendas del Capitán Alonso Rangel de Cuellar,
heredero de su homónimo fundador de Salazar de las Palmas, especialmente las tierras y aposentos de Tonchalá (hoy
corregimi ento de El Carmen de Tonchalá). De similar importancia eran las tierras del Colegio de la Compañía de Jesús,
que sostenían el Colegio de los Jesuitas de Pamplona, lo mismo que las tierras de Los Palencia, las del Padre Pedro
Esteban Rangel, vicario de la ciudad de Pamplona y las estancias de Francisco de Anguieta, escribano de la villa de San
Cristóbal, y las tierras de Don Cristóbal de Araque y Ponce de León, entre otras. La fundación de la ciudad y gobernación
de San Faustino de los Ríos en 1662, establecida como fuerte militar tendiente a estabilizar la irregular navegación que
hasta la fecha se había podido realizar por el río Zulia, influyó notablemente en la vida económica y socio política del
valle de Cúcuta, ya entrando la recta final del Siglo XVII, en la medida en que se presenta mayor movilidad poblacional,
tráfico de soldados, comerciantes, captura y sujeción de más y más indios traídos del Norte y Catatumbo abajo, indios
que entre otras cosas fueron poblados gota a gota en la ya establecido pueblo y doctrina de Cúcuta, lo cual dio a la
postre la hoy reconocida etiqueta de motilones a los naturales de este pueblo, al primar lo motilón transterrado sobre la
comunidad tradicional y natural chitarera del valle de Cúcuta. En el plano económico es de destacar, en la segunda mitad
del Siglo XVII y primer tercio del XVIII, el establecimiento de numerosas y grandes plantaciones de cacao en todo el
valle, lo cual atrajo importante masa poblacional, especialmente de campesinado mestizo, indios e inversión de un
considerable número de esclavos. Se instalaron grandes plantaciones de cacao que superaban las matas frutales, se
dinamiza el mercado de las tierras, así como la llegada nuevos inmigrantes europeos, hasta poblar las riberas de los ríos
Zulia, Táchira y Pamplona, formando un gran enclave cacaotero desde San Faustino hasta el alto Cúcuta. El auge
cacaotero trajo el poblamiento nutrido de importantes sectores ribereños en los valles fértiles de los tres ríos de la
confluencia (Táchira, Pamplon a y Zulia), de donde la centuria de los años 700s vería nacer, no sólo la parroquia de San
Joseph de Guasimal en 1734, sino las parroquias de Nuestra Señora del Rosario, San Cayetano y Santiago en 3 Ibídem,
pág. 88

5 1774. Estas cuatro parroquias, erigidas merced al desarrollo económico y demográfico de los referidos valles, donde se
observa como en las escrituras de garantía de congrua y sustentación de cura descansaban sobre plantaciones y
conucos de cacao. Una constante en la institucionalidad de los cuatro feligresados acá enunciados

EL PUEBLO DE INDIOS DE CUCUTA: RESGUARDO Y DOCTRINA

Los llanos de Cúcuta fueron el escenario privilegiado, como ya se dijera, de los hatos y estancias de ganado mayor
(vacuno, mular y cabalgar) del vecindario de la ciudad de Pamplona y la villa de San Cristóbal tal como tempranamente
lo registró fray Pedro de Aguado 4. Luego, al margen del establecimiento de estancias y criaderos de ganado, así como
el entable de cañaduzales y maizales en las estancias y aposentos hispánicos, especialmente a la margen izquierda del
río Pamplona, se asentó y toleró el asentamiento de un pueblo de reducción bajo el dominio de los doctrineros agustinos
del convento de San Cristóbal 5. Sin embargo, con respecto a la población indígena natural del valle de Cúcuta ha de
advertirse que los primeros repartimientos fueron adjudicados por el propio Capitán General, Don Pedro de Ursúa,
fundador de la ciudad de Pamplona, quien encomendó el un pueblo y cacique llamado Cúcuta al soldado Sebastián
Lorenzo, por dejación que de ellos hiciera Miguel de Tiebal 6. La visita que a ellos practicara el Escribano Cristóbal
Bueno en 1559 encontró que había en este pueblo de Cúcuta dos caciques, Lavama y Cocherema, noventa y ocho
hombres casados, 75 indias, 85 muchachos varones y 74 niñas, para un total de 332 almas en todo el pueblo 7. Otro
pueblo o parcialidad de Cúcuta aparece en la misma visita encomendado al Capitán Juan del Rincón, vecino de la ciudad
de Pamplona, y en cuyo título se puede leer que...es nuestra merçed y boluntad de bos encomendar como por la
presentevos encomendamos en los termynos y jurisdiçión de la dicha çiudad [de Pamplona] quinientas casas de yndios
pobladas de visitaçión en la provincia de Cúcuta con todos sus caciques e yndios dellas Igual aparecen como indios
primigeniamente asignados en encomienda por el Capitán Ursúa un repartimiento a nombre de Andrés de Rodas y otro
encomendado en Alonso Durán, el viejo. 4 AGUADO, Fray Pedro. Recopilación Historial. Citado MARTÍNEZ GARNICA,
Armando. El Régimen del Resguardo en Santander. Gobernación de Santander, Imprenta Departamental, MARTÍNEZ
GARNICA, Armando. El Régimen del Resguardo en Santander. Gobernación de Santander, Imprenta Departamental,
Págs ÁNGEL MOGOLLÓN. Historia de Cúcuta. Op. Cit. Pág AGN, Colonia: Visitas de Santander. Tomo 3. Ff 815r-v. 8
Ibídem, f 754r

Ahora, en cuanto al establecimiento de la doctrina y evangelización de los naturales del Valle, recordaban los indios
viejos de Cúcuta en Junio de 1644 al ser examinados por el Bachiller Bartolomé del Río, que desde que se fundó la
ciudad de Pamplona, años después se había asignado un frayle del Convento de San Agustín para el cuidado y atención
de las doctrinas de los indios de Cúcuta y de Capacho, de tal manera que permanecía medio año en cada una de dichas
doctrinas 9. De donde hemos de entender que tanto Capacho como Cúcuta, eran comunidades chitareras aún no
contaminadas por el repoblamiento motilón provocado por la fundación de San Faustino de los Ríos en Sin embargo, la
intervención y disposición oficial de mayor envergadura verificada para hacer posible el establecimiento de la doctrina
cristiana en los Llanos de Cúcuta, estuvo a cargo de Don Antonio Beltrán de Guevara, corregidos de la ciudad de Tunja y
visitador general de la provincia de Pamplona en 1602, quien ordenó que debido al extenso territorio del Valle, el cual
cubría por occidente -más allá del río Táchira- la jurisdicción eclesiástica de la villa de San Cristóbal, las vegas del río
Pamplona (entonces conocido en su parte alta con el nombre de río Sure, y en la baja de los Llanos de Cúcuta, con el de
Cazadores) 10, las encomiendas de Don Pedro Dionisio Velasco (tierras de Palo Gordo) y Don Cristóbal de Araque y
Ponce de León (hato de Cazadores) debían cumplir con los requerimientos eclesiásticos cristianos en dos capillas que
para tal efecto se habrían de construir, la cual tendría asistencia permanente de clérigo y con ornamentos decentes. Por
consiguiente, se establecieron dos doctrinas de las encomiendas de Pedro Dionisio Velasco, de Cúcuta, y el pueblo de
Capacho [de Cristóbal de Araque y Ponce de León] con la disposición de tener doctrina entera seis meses cada una, a
donde igualmente asistirían los pobladores no indígenas residentes en los distintos hatos que estaban repartidos a lo
largo del Valle 11. Cada una de las doctrinas sería atendida por un sacerdote seis meses al año, tiempo que se
consideraba adecuado para el cumplimiento de la instrucción y administración del pasto espiritual e instruirles en las
cosas de la Santa Fe Católica según los preceptos reales. Cabe señalar que el cura doctrinero era pagado por los
encomenderos. Se tiene noticia que el primer cura doctrinero formal y permanente en Cúcuta fue en padre Pedro
Rodríguez Gordillo, instituido como tal para Capacho y Cúcuta y sus anejos. El instructivo que la visita de Beltrán de
Guevara dejó sobre la construcción y establecimiento de las capillas doctrineras fue muy explícito. Así, para la capilla de
los indios de Pedro Dionisio Velasco, asentados en el sitio de Palogordo, se dispuso que la construcción de la misma se
verificara 9 AGN, Colonia: Miscelánea Histórica. Tomo 185. Ff Citado MARTÍNEZ GARNICA. El Régimen del
Resguardo... Op. Cit. Pág RICO VILLAMIZAR, José de Jesús. América: Dolor Inédito. Bogotá: Antares, Pg Ibídem, pág
Los hatos que serían asistidos en la doctrina de Cúcuta eran el de Ana Rangel, el de Alonso Rangel, el de Cristóbal de
Araque y el de Juan Ramírez de Andrada; y en la doctrina de Capacho asistirían los del hato de Francisco de Anguieta.

7 7...por la traza que le está dada en el llano de Palogordo, algo desviada de la que se mandó quemar, y en el mismo
sitio y llano, y alrededor de la dicho iglesia se ha de poblar el dicho pueblo por la traza que está dada. Tiene noventa y
cuatro indios. La cual dicha orden quedará como en ella se contiene, porque ansí conviene al servicio de Dios y de Su
Majestad 12. La doctrina quedaba así constituida con 210 almas con que contaba el pueblo de Cúcuta del referido Pedro
Dionisio Velasco. Sin embargo, nótese que en este pueblo ya había existido una capilla doctrinera, tal vez sin la debida
atención y rigurosidad, pero bajo las disposiciones de la política congregadora del Padre Las Casas, pues las iglesias
que en esta ocasión se indica fueron quemadas habían sido instituidas por los visitadores Juan Prieto de Orellana y
Francisco de Berrío, enviados especialmente a las ciudades de Mérida y La Grita y a la villa de San Cristóbal,
contemporáneos a los poblamientos y congregaciones practicadas en la provincia de Pamplona por Juan Vázquez
Campuzano y el Capitán Alonso de Montalvo entre 1583 y Para la doctrina de Capacho se dispuso que se hiciera una
capilla en el asiento donde está la iglesia vieja y en el mismo sitio se ha de poner el dicho pueblo, por la traza que está
dada, a donde habrían de acudir los naturales de Francisco de Anguieta, escribano de la villa de San Cristóbal y vecino
de Pamplona. El pueblo lo componían 116 indios, quienes debidamente congregados y repoblados como los anteriores
de Velasco, formaban lo que a la postre sería el pueblo y doctrina de Cúcuta, tan inestable por cierto en la primera mitad
del Siglo XVII. En la práctica, para 1602, las doctrinas de Cúcuta y Capacho eran una sola, aunque distantes, asistidas
por el mismo religioso, el presbítero Pedro Rodríguez Gordillo, quien no dejó de tener dificultades para el recaudo de sus
estipendios, por tratarse de varios encomenderos los responsables de dicha obligación. Luego, al margen de estas
particularidades, fue de singular importancia para los naturales de Cúcuta y Capacho, que en aquella misma época
(1621) fueran visitados por el mismísimo Señor Arzobispo de Santafé, Monseñor Don Fernando Arias de Ugarte, quien
se aseguraba que las comunidades indígenas fueran debidamente doctrinadas 13. Ahora, otro elemento digno de
resaltar e incluso reiterar, fue el hecho de que se tratara de indios de frontera étnica los que se pretendían congregar y
doctrinar en una sola capilla. En el pueblo de Capacho no hubo mayores dificultades al asentar los naturales a la usanza
hispánica en pueblos con plaza y retícula ortogonal, pues sus parcialidades eran todas de la etnia chitarera; mientras que
en el pueblo de Cúcuta, el proceso presentó ciertas dificultades, pues parte de los indios de Pedro Dionisio Velasco,
traídos de la margen 12 AGN, Colonia: Visitas de Santander. Tomo 5. F 102r. Autos de la Visita del Capitán Don Antonio
Beltrán de Guevara, corregidor de Tunja, año de MARTÍNEZ GARNICA. El Régimen del Resguardo... Op. Cit. Pág. 71

8 izquierda del río Zulia (antes río Batatas), pertenecían a los grupos del norte del valle de Cúcuta, tradicionalmente
reconocidos como motilones. Situación ésta que sirvió en ocasiones como pretexto para no poblar ni doctrinar parte de
los indios de Cúcuta. Finalmente, es sabido que las parcialidades chitareras de Cúcuta, pronto se vieron invadidas y
repobladas por grupos traídos del río Zulia abajo, motilones. Luego, siguiendo el curso del Siglo XVII, en visita practicada
por el licenciado Fernando de Saavedra a la villa de San Cristóbal y su jurisdicción, en 1627, se ordenó que los indios de
Cúcuta, Cumaracos, Abricaes y Casaderos, encomendados al capitán Cristóbal de Araque y Ponce de León, se
redujeran al pueblo de Capacho, con el fin de proveerles doctrina completa en una sola capilla. Sin embargo, poco
tiempo después estos indios se desagregaron y regresaron de nuevo a su natural, el valle de Cúcuta, sin que formasen
poblado alguno, pese a que siguió existiendo la vieja capilla de doctrina y una nueva 14. Lo anterior indica él porque los
naturales del pueblo de indios de Cúcuta no conservaron unidad poblacional urbanística en mucho tiempo, como
tampoco mantuvieron dominio cierto sobre las tierras de comunidad o resguardo que se les asignaron desde la visita de
Beltrán de Guevara en Acompañado por los mismos indios, el Licenciado Saavedra, visitador, recorrió la zona buscando
el sitio más adecuado para establecer el pueblo de congregación: vieron los sitios de los ranchos de los indios, de la
capilla antigua y de la nueva, del Palmar y del Camaraco. Luego, con el consentimiento de los frailes Luis de Olmos y
Juan de Amaya, propuso a los indios Cúcutas, Tamacos, Abricaes, Casaderos y Camaracos que se asentaran en el sitio
de los Camaracos, donde existía una capilla nueva. Y, para verificar en forma cierta el repoblamiento y asentamiento
definitivo del pueblo y doctrina de Cúcuta, les señaló como resguardos "...desde las juntas de los ríos de Cúcuta y
Pamplona corriendo el río que baja de Pamplona arriba por la madre vieja de dicho río que es la más arrimada al
Casadero, hasta llegar al puesto del Pescadero, y de allí a la iglesia vieja, cortando derecho hasta dar a las tapias y
corral de Cúcuta, hasta el río de Cúcuta, por el río abajo hasta llegar a las juntas del primer lindero" 15. A Don Diego, el
gobernador de los indios de Cúcuta, le asignó un pedazo de tierra privada para el y sus hijos y al indio Baltazar Cordero
un pedazo entre el Palmar y Guasimal de Cúcuta para la cría de sus ovejas. A los indios Camaracos, Abricaes y
casaderos les dio las tierras de "La capilla para arriba" y a los de Cúcuta y Tamaca "de la capilla para abajo" en el sitio
del antiguo corral del encomendero Cristóbal de Araque. Quedó así establecido en firme el pueblo de reducción y sus
resguardos Idem 15 AGN, Colonia: resguardos de Santander. Rollo 14. Item 21. Autos de Visita de Carrasquilla
Maldonado, Citado MARTÍNEZ GARNICA. El Régimen del Resguardo... Pág MARTÍNEZ GARNICA, Armando. El
Régimen del Resguardo... Op. Cit. Págs 71-72

9 Luego, el dos de Diciembre de 1641 visitó el pueblo de Cúcuta el Doctor Don Diego Carrasquilla Maldonado, visitador
general de las provincias de Pamplona, San Cristóbal y La Grita, quien encontró que no tenían población ni resguardos
aunque sí estaban siendo doctrinados por fray Juan de Amaya 17. Una vez establecida en firme la doctrina formal en el
valle de Cúcuta, no dejaron de suscitarse algunas controversias entre clérigos regulares y diocesanos por la
administración y beneficio de la misma. Así, en 1644, durante la visita del bachiller Bartolomé del Río puede detectarse
un conflicto entre los agustinos y un cura secular, el Presbítero Pedro Rodríguez Gordillo, por el control de la doctrina de
Cúcuta. Este último intentó desagregar la doctrina de Cúcuta respecto de la de Capacho, uniéndola a la de Las Batatas
para que quedase netamente en jurisdicción del cabildo de Pamplona, en vez de la jurisdicción de San Cristóbal. Al
parecer movió al asiento de Cúcuta "al otro lado del río", para que les fuese más difícil a los indios la comunicación con
Capacho. Es probable que este visitador corrigió la innovación introducida por el cura secular y devolvió el pueblo a su
puesto y la doctrina a fray Lucas de Valencia, agustino del convento de San Cristóbal. En 1665 el cura Alonso Orozco
Carrillo, hacendado de los valles de Cúcuta, comisionó al padre Constantino Carrasco, clérigo de la Compañía de Jesús
(S.J)., para que obtuviese en el arzobispado una licencia para los negros de su trapiche y de sus cuatro estancias de
Jascarena pudiesen agregarse como feligreses a la doctrina de Cúcuta, distantes tres leguas para que allí recibiesen la
misa y catecismo, en vez de tener que ir hasta la doctrina de Chinácota, distante una legua más. Su petición prosperó, y
así estos negros se convirtieron, como otros más, en feligreses agregados a Cúcuta 18. En 1688 se contaron 21 indios
de Cúcuta siguieron un pleito en la Audiencia para que les fuesen reintegradas tierras de sus resguardos que estaban
invadidas. Los acusados eran el Colegio de la Compañía de Jesús de Pamplona y Jacinto de Colmenares. Durante la
información, el procurador de los jesuitas confirmó que el resguardo había sido señalado en 1641 por el visitador
Carrasquilla, pero no era el colegio el invasor de dichas tierras sino un gran número de Españoles, negros y mestizos
que eran a quienes correspondía desalojar 19. Las invasiones seguramente fueron estimuladas por el auge económico
producido por la siembra y comercio de cacao, un fenómeno que atrajo buena parte de la mano de obra indígenas de los
pueblos de tierra caliente de la provincia de Pamplona y el asentamiento de negros esclavos. La utilidad del pueblo de
Cúcuta para la economía cacaotera fue reconocida por el fiscal protector Francisco Antonio Moreno y Escandón quien
desde 17 AGN, Colonia: Resguardos de Santander. Rollo 14. Item 21. Autos de la Visita de Don Diego de Carrasquilla
Maldonado en los aposentos del Capitán Don Cristóbal de Araque y Ponce de León, diciembre dos de En aquella
ocasión, juntados y examinados los naturales de las parcialidades de Cúcuta, Tamoco, Camaracos, Abricaes y
Caçaderos del referido capitán Araque reportaron la existencia de 54 indios útiles o tributarios completos. 18 Idem 19
Idem 9

10 1778 actuaba como apoderado de los indios en la Real Audiencia tratando de defender los derechos a la posesión de
las tierras del resguardo. En 1778, cuando efectuó su visita general de la visita de Pamplona, procedió a reorganizar el
pueblo, agregándole los indios del extinguido pueblo de Arboledas. Ordenó que las tierras fuesen cercadas y que se
establecieran pastores para conjurar que los ganados de los vecinos les hicieran daños en los cultivos. Estableció como
bienes comunes un conuco de cacao 20 y una caja de comunidad para el resguardo de los dineros producidos por la
venta de dicho cacao. Mantuvo dos tenientes indígenas del corregidor (una por la parcialidad de Cúcuta y el otro por la
de Arboledas) y asignó las tierras recuperadas a los indios que llegaron a Arboledas. El proyecto de Moreno y Escandón
partió de la idea de que, pese a estar tan cerca a las dos parroquias de San José y del Rosario de Cúcuta, valía la pena
dejar existiendo independiente al pueblo de los indios, por la riqueza de sus cacaos y de sus cofradías, si bien debían
reducirse a él los pueblos extinguidos de Arboledas, Chopo y Chinácota, pensando que así se incrementaría la fuerza
laboral dedicada a la producción de cacaos para la exportación. Durante su visita se supo que existían en tierras del
resguardo árboles de cacao, lo cual los hacía indios ricos con capacidad de pagar buenos diezmos y primicias. Las tres
cofradías que mantenían disponían de 224 cabezas de ganado vacuno, y con lo producido por un conuco comunitario de
cacao pagaban la congrua del cura. Relataron que toleraban dentro del resguardo la presencia de 9 vecinos blancos, con
sus familias, huertas y sembrados, pues no les causaban perjuicio alguno. En cambio, los ganados de los estancieros
vecinos sí les hacían daños en los cultivos. Los indios eran 260 en total, de los cuales 70 de ellos eran tributarios y 11
empleados de república. La suerte del pueblo de Cúcuta durante la campaña reduccionista de Moreno y Escandón en
ejemplifica el contenido de su proyecto, cual era el de aumentar la rentabilidad de la tierra para incrementar,
indirectamente, los ingresos de la Real Hacienda. La coexistencia de este pueblo con dos parroquias vecinas lo separa
del modelo general de extinción de los pueblos indígenas santandereanos durante la segunda mitad del Siglo XVIII

SAN JOSEPH DE GUASIMAL: LA PARROQUIA

Desarrollando una perspectiva teórica contemporánea sobre el desarrollo poblacional del territorio nortesantandereano
existente, emanada de las investigaciones históricas de la Escuela de historia de la Universidad Industrial de Santander,
consignada sucintamente en el 20 Pequeña plantación de cacao frutal, al margen o anexo a una hacienda y plantación
mayor. Propia de campesinos libres sin tierra, quienes las establecían con autorización del terrateniente, para luego
vendarla como mejora agrícola.

11 Anuario de Historia Regional y de las Fronteras 21, la cual precisa substancialmente las formas de nombrar y definir
cada uno de los procesos llevados en la institucionalidad de los asentamientos urbanos y jurisdicciones político
administrativas a través de la historia temprana de la ciudad de Cúcuta. En este sentido, se encuentra como el concepto
de ciudad se suscribe, más que a un casco urbano, a la definición de un territorio bajo la soberanía de un cuerpo
capitular o cabildo. Ahora, con respecto a los territorios ocupados por la actual zona metropolitana de Cúcuta, éstos
pertenecieron jurisdiccionalmente al cabildo de la ciudad de Pamplona, compartida en la práctica con las justicias de la
villa de San Cristóbal (fundada por vecinos de la ciudad de Pamplona en 1561 como una villeta sufragánea a ésta). Para
los asentamientos de menor jerarquía, suscritos a la jurisdicción de las ciudades se usaron los verbos poblar, congregar
y reducir para designar el origen e institucionalización de los pueblos de indios, como Arboledas, Silos, Labateca, Cácota,
Chopo, Chinácota y de hecho, el pueblo de indios de Cúcuta, entre otros; instituidos como entidad de reconocimiento
jurídico en la legislación hispánica colonial como integración y construcción efectiva de la república de los Indios
férreamente defendida por el padre Fray Bartolomé de las Casas 22. Así las cosas, se entendió entonces, tanto en el
argot jurídico como administrativo de aquellos tiempos, finales del Siglo XVI y principios del XVII, y a lo largo de todo el
período colonial, que las doctrinas o curatos de naturales, resultado de la congregación o reducción de comunidades
indígenas en asentamientos nucleados alrededor de una capilla de doctrina. Ahora, es este proceso poblacional el que
ha de entenderse como un verdadero movimiento. Las congregaciones de indios en pueblos de doctrina, realizadas entre
, dotados de resguardos, como estrategia proteccionista de los indios de encomienda que habían sido dispersados por
las obligaciones tributarias, y como medio para integrarlos a la sociedad colonial en un ambiente de mayor libertad
personal. Los agentes fueron los indios y sus jefaturas étnicas, aliados con los frailes de la Ordenes Regulares 23. Estos
curatos y asentamientos urbanísticos novohispanos, exclusivos para indios, provistos de suficientes fueron institucionales
y jurídicos para administrar la población indígena colonial, dispuestos bajo el rótulo y dinámica de la tradicional traza
ortogonal española, encarnaba un tipo de municipalidad bien diferenciada de los asentamientos de blancos, para
quienes, como ya se anotara, se fundaban las ciudades y villas. Pero el desarrollo poblacional no para ahí, ciudades por
un lado y pueblos de indios por otro. El crecimiento demográfico de blancos y mestizos a medida que avanza el Siglo
XVII y transcurre buena parte del XVIII, exige nuevas definiciones, tanto conceptuales como jurídicas. Viene entonces la
reforma y modernización del Estado imperial español, 21 MARTÍNEZ GARNICA, Armando. Categorías Jurídicas de los
Procesos de Poblamiento en la Región Santandereana. En: Anuario de Historia Regional y de las Fronteras.
Bucaramanga: UIS. 22 Ibídem Las primeras instrucciones que se dieron disponían que se ha de guardar en el juntar y
poblar los indios naturales de los términos de la ciudad de Pamplona, como S.M. lo manda para su mejor policía y
conversión. Pregonada en la ciudad de Pamplona el 27 de diciembre de Cfr. Primer libro capitular de Pamplona, 1950,
Págs Ibídem 11

12 especialmente en lo tocante a la administración de la sociedad civil, la modernización de la Hacienda Real, etc. Es el


advenimiento de otro gran movimiento poblacional. El movimiento de las erecciones de parroquias a cargo de presbíteros
seculares o diocesanos, como medio de dar estatus político al pueblo del Común en crecimiento, que habiéndose
agregado originalmente a las doctrinas de los pueblos requerían una entidad político-administrativa mínima para
expresarse en "civilidad" 24. Los agentes de este proceso fueron los presbíteros seculares y las élites de comerciantes y
terratenientes interesados en construir un escenario o espacio político local propio, separándose de los indios y
reivindicando su condición de simples agregados a una doctrina. Querían éstos un cura propio y con ello la
institucionalización de un nuevo género de municipalidad, siguiendo desde luego como vecinos de la ciudad matriz (para
el caso Pamplona) y gobernados por su cabildo. Redefiniendo un poco lo anterior, para designar la institucionalización de
estos nuevos curatos de blancos y mestizos, como entes que materializaron la urbanización y civilidad de los
asentamientos rurales del campesinado no indígena, se usó el verbo erigir; entendiendo de paso que el origen de las
entidades parroquiales secularizadas tuvieron una doble motivación: de una parte, responder por las necesidades del
"pasto espiritual" que requerían las agregaciones campesinas de los distantes curatos de indios, proveyéndose de un
clérigo o cura párroco; y de otra parte, la creación de espacios públicos y políticos en su comunidad. Este verbo también
fue usado en ocasiones, al lado del verbo fundar, especialmente cuando ciertas parroquias, las más solventes como El
Rosario y San Joseph de Guasimal quisieron adquirir o ascender al estatus de villa, como de hecho lo lograron para
finales del Siglo XVIII. Así las cosas, mientras que las ciudades tuvieron como agentes las huestes conquistadoras, y se
les aplicaba genéricamente el verbo fundar, a los pueblos de indios o doctrinas de naturales, cuyos agentes eran las
comunidades prehispánicas sometidas y encomendadas por los vecinos de las ciudades, se les asignaba el verbo poblar.
Al movimiento poblacional parroquial, que tuvo como artífices a los conglomerados blancos y mestizos desarrollados en
los valles fértiles de la jurisdicción de la ciudad, bien avanzado el Siglo XVIII, se les definió como proceso de erecciones
parroquiales, empleando de hecho el verbo erigir. Sin embargo, no se puede dar por descontado el importante hecho de
que algunas parroquias, la más solventes en lo económico y poblacional, se les llegó a reconocer o privilegiar con el
estatus o título de villa ; y algunas de éstas, después de sendas leguleyadas políticas interpuestas por ciertos
parroquianos ante el Rey, hasta de muy noble y leal.... Para el caso, la parroquia de San Joseph de Guasimal que obtuvo
el título de villa en 1792, habiendo interpuesto una nutrida relación de méritos y servicios a Su Majestad, quien le
concedió dicho privilegio. Ahora bien, uno de los eventos más notorios de la historiografía tradicional cucuteña es, sin
duda, la marcada ausencia de conocimiento histórico juicioso y analítico de los Siglos XVI y XVII. Se han dado hasta el
presente respectivas imágenes de la conquista en el Siglo XVI 24 Ibídem 12

13 para luego irrumpir intempestivamente en el Siglo XVIII, superlativizando la connotada figura de Doña Juana Rangel
de Cuéllar, dejando así un amplio vació cognoscitivo, como si nada hubiera existido hasta la aparición de la
póstumamente ennoblecida matrona. La erección de la parroquia de San Joseph de Guasimal en 1734 significó la
creación de un nuevo ente territorial y jurídico, en la medida en que se reconoce históricamente que la primera entidad
político administrativa de todo el Valle de Cúcuta, fue reducción y poblamiento de las comunidades indígenas
encomendadas (Cúcutas, Tamacos, Cumaracos, Abriacas y Casaderos) pobladas en un pueblo de doctrina. El pueblo de
Cúcuta, de ascendencia chitarera más que motilona, como hasta el presente se ha creído, fue asistido por los doctrineros
del convento de San Agustín de la Villa de San Cristóbal, y subsistió como tal hasta bien avanzada la vida republicana.
La erección del curato de blancos significaba entonces, la redefinición y creación de nuevos espacios en la juridicidad y
territorialidad de la provincia. Debe recordarse como frente al proyecto parroquial, y muy a pesar de los vientos
modernizadores del gobierno borbónico, se tenían que respetar los fueron y preeminencias de la antigua doctrina. El
pueblo de indios de Cúcuta como las demás doctrinas establecidas en el territorio de la Antigua Provincia de Pamplona,
no sólo encarnaba una juridicidad y entidad territorial, sino que como conglomerado social representaba y manejaba un
espacio muy definido, con personalidad e identidad propia. La base del sustento comunitario lo constituían las tierras de
comunidad o resguardo, espacio donde se asentaba urbanisticamente la comunidad. A su vez, la doctrina como tal
materializaba un tipo de curato muy especial, pues se trataba de la materialización de una alianza también especial entre
las autoridades étnicas y el cura doctrinero, en pos de mantener la autonomía y subsistencia de la municipalidad indiana
como expresión de la existencia real de la llamada República de los Indios. Sin embargo, este espacio poblacional, social
y jurisdiccional, apoyado desde la perspectiva religiosa a nivel del curato de doctrina y sus cofradías, permitió el
asentamiento y desarrollo poblacional de un campesinado blanco y mestizo alrededor de la comunidad indígena
resguardada, campesinos que asistían a los oficios religiosos a la capilla doctrinera en condición de agregados,
conservando sí el estatus de vecino de la ciudad de Pamplona. De hecho, el Siglo XVII representa históricamente la
ruralización de las ciudades y el inicio y fundamentación de las comunidades campesinas no indígenas. Luego para el
Siglo XVIII se ve venir entonces la reivindicación institucional y jurídica de esas nuevas comunidades rurales, para ello
aparece el movimiento de erecciones parroquiales, como ya lo hemos anotado. Ahora, en el ámbito historiográfico, ha de
reconocerse que la problemática del conocimiento pertinente y tocante con el movimiento de erecciones parroquiales, tal
como lo enuncian los historiadores de la Escuela de la UIS, como el Doctor Martínez Garnica y Silvano Pabón Villamizar,
ampliamente citados acá, es hoy por hoy una reflexión digna para la filosofía de la historia. Así pues, a manera de
introducción al problema, se observan observaciones 13

14 14 como esta: El crecido vecindario de blancos y mestizos, encabezados por los grandes terratenientes, hacendados,
estancieros y ganaderos, requirieron de su propio beneficiado parroquial, fue para mediados del Siglo XVIII, cansados de
su estatus de agregados al pueblo de indios, deseaban erigirse como un feligresado independiente y tener su cura
propio. Así, en 1734 cristalizaron su proyecto de erección parroquial, que les separaba definitivamente del curato de
indios. Esta figura, la parroquia, como curato secular, y en este caso San Joseph de Guasimal, se constituía como una
reivindicación política de los antiguos agregados al pueblo de indios de Cúcuta. Por otro lado, es de advertir que al erigir
la parroquia, con los debidos requisitos, se instituye una municipalidad ciertamente diferente en su racionalidad y sentido
con respecto al pueblo de Cúcuta; pues se trataba de hacer con la agregación de dicho pueblo un nuevo ente territorial,
la feligresía parroquial de San Joseph, misma que definía de hecho una territorialidad y jurisdicción 25. Sin embargo, la
parroquia no se autodeterminaba, seguía dependiendo de las autoridades del Cabildo de la ciudad de Pamplona. Todas
las parroquias, a las que conceptualmente se le asignaba el verbo erigir para definir su origen, seguían bajo la
jurisdicción del cabildo de la ciudad matriz, para el caso la ciudad de Pamplona, aunque la mayoría de ellas lograron
hacer instituir a uno de sus vecinos y parroquianos como alcalde partidario o pedáneo, quien administraría justicia a
nombre del Rey del Cabildo de su ciudad El Proyecto Parroquial de San Joseph: El crecimiento demográfico de blancos y
mestizos a finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII y las nuevas condiciones jurídicas generadas por las reformas
borbónicas en la modernización del Estado imperial español sobre todo en lo relacionado con la administración de la
sociedad civil, la modernización del Real erario colonial, entre otras. Conllevo al surgimiento de un gran movimiento
poblacional en torno a la figura jurídica de la ERECCION PARROQUIAL. Estos movimientos estaban encabezados por
los presbíteros seculares o diocesanas y los descendientes de los encomenderos que de este modo veían vislumbrar la
forma de ganar status político en las poblaciones fundadas. Librándose con ello de la entidad intermedia de la doctrina
por medio de una entidad más representativa con autonomía política y administrativa logrando satisfacer sus intereses
particulares con mayor libertad. Los agentes más dinámicos que proporcionaron la posibilidad de la erección parroquial
fueron los presbíteros seculares y las élites de comerciantes y terratenientes interesados en construir un escenario
político local propio, independizándose así de la jurisdicción de Pamplona. 25 PABÓN VILLAMIZAR, Silvano. En sus
Orígenes, Cúcuta ni es Ciudad ni fue Fundada. En Revista de la Cámara de Comercio.

15 15 La erección parroquial tuvo una doble finalidad: de una parte por la necesidad del pasto espiritual o asistencia de
los oficios religiosos que carecían las agregaciones campesinas, las cuales requerían de un cura párroco que solucionara
dicha necesidad. La otra era la creación de espacios públicos y políticos que requería la comunidad en crecimiento. Hoy,
al margen de la rigurosidad y alcance del presente trabajo, compilador y descriptivo ante todo, resulta pertinente observar
las distintas posturas que se esgrimen en la intelectualidad cucuteña frente al problema de la fundación de Cúcuta, de
donde se desprenden reflexiones de variado orden. Así, la historia de la fundación de Cúcuta es muy particular, pues
ésta no fue el producto de una iniciativa oficial o de orden gubernamental ni eclesiástica, sino por el contrario surgió
como producto de una necesidad social muy sentida de los habitantes de la región. Y, si se atiende a la perspectiva
historiográfica tradicional y mayormente difundida entre los cucuteños, se encuentra como académicos como Don
Fernando Vega Pérez señala que: "San José de Cúcuta fue fundada por un grupo de 28 habitantes... fue una fundación
premeditada; fue una fundación concertada" 26. Además reitera el espíritu social que movió al conglomerado de la
época, "fue fundada con un espíritu comunal, de asociación, ya que previa a la solicitud de donación de las tierras para
su fundación, habían concertado numerosas reuniones en las que se trataron sus problemas comunes y más urgentes".
Ahora, si bien es cierto del origen criollo de la creación y construcción de la ciudad de Cúcuta no obedeciendo a la
jurisdicción monárquica española y que además no corresponde su fundación a los conceptos clásicos de: fundar, poblar,
congregar, reducir y ciudad. También, es claro y lógico que "Lo único cierto es que Cúcuta no fue fundada con los ritos y
los blasones que si tuvieron las ciudades de Tunja, Pamplona, Salazar, Ocaña, etc. y también que el Cacique Cúcuta no
fue de origen Motilón si no Chitarero" 27. Por consiguiente, es claro que la ciudad de Cúcuta surgió como producto de
elementos sociales (blancos, indígenas y negros), como la gran mayoría de las ciudades colombianas. Todo
asentamiento poblacional de una comunidad genera un proceso de urbanización de dos tipos: Rural y urbano. Sobre
estas dos características surgieron procesos culturales determinantes de vida cotidiana en la que se manifiestan
diferentes rituales del contenido cultural alcanzando. 26 VEGA PEREZ, Fernando. Cúcuta si fue fundada y si es ciudad.
EN: Revista Cámara de Comercio. Cúcuta: Núm 22. p BUSTOS RODRIGUEZ, Alfredo. Cúcuta si fue fundada y si es
ciudad. EN: Revista Cámara de Comercio. Cúcuta: Núm. 22. p. 39.

16 En este desarrollo comunitario prima en forma determinante las construcciones arquitectónicas de tipo religioso: La
Parroquia. Como un ente aglutinador cohesionador de la vida cotidiana de los individuos que la conforman en un acto
subliminal, sobre todo de los pueblos católicos, en el cual dicho credo interviene predominantemente en el ciclo vital de
sus pobladores desde el nacimiento hasta la muerte (bautismo, confirmación, comunión, matrimonio y Santos Óleos),
basados en la liturgia sacramental. Por consiguiente, "La parroquia siempre ha sido la expresión de la comunidad
religiosa [católica] y durante la colonia fue el punto de partida para la organización de la comunidad civil pues primero se
construía la iglesia y a su alrededor la población" 28. Por esto se argumentaba toda una serie de motivos y valores: "la
falta de pasto espiritual", "fragosidad de los caminos", entre muchos otros. Pero sobre todos ellos primaba el ámbito
geográfico y el crecimiento demográfico que presionaba el surgimiento de los elementos conductales aglutinadores que
generaban el proceso urbanizador. Ahora bien, en el caso que aqui ocupa del asentamiento urbanístico cucuteño, este
transcurrió en un largo periodo de tiempo, en el que se desarrollaron procesos culturales, primeramente rurales y
posteriormente manifestaciones culturales netamente urbanísticos El Expediente y Sustentación del Proyecto de
Erección Parroquial: En lo pertinente al proyecto de erección parroquial propuesto por los agregados no indígenas del
valle de Cúcuta a la doctrina de su mismo nombre, se podría dejar, si metodológicamente aguanta censura, que sean los
mismos vecinos aquellos, quienes cuentan a través de sus más preciadas actuaciones al respecto, esto es, siguiendo la
transcripción sus piezas documentales más relevantes del expediente que les llevó a la materialización de su parroquia
en Podría empezarse por la escritura de donación de tierras, media estancia de ganado mayor, que hiciera Doña Juana
Rangel de Cuellar, vecina de la ciudad de Pamplona residente en el valle Cúcuta, llamando la atención sí, aunque
reiterativamente, que este documento no es el exclusivo título o certificación histórica del origen fundacional de Cúcuta,
como lo indica el historiador Pabón Villamizar, uno de los requisitos constitutivos del expediente formado por el
vecindario proponente como sustentación de su proyecto parroquial. Léase a continuación la referida pieza documental:
ESCALANTE SUAREZ, José Rafael. Ciudades, Villas y Parroquias de la Provincia de Pamplona en los Siglos XVI-XVII-
XVIII. Bucaramanga: U.I.S., Pág. 76.

17 17 [Escritura de Donación de Tierras Hecha por Doña Juana Rangel de Cuellar para Asentar la Parroquia de San
Joseph de Guasimal en el Valle de Cúcuta, 1733] 29 En el sitio de Tonchalá 30, términos y jurisdicción de la ciudad de
Pamplona, en diez y siete días del mes de Junio de mil setecientos y treinta y tres años: ante mí, Don Juan Antonio
Villamizar y Pinedo, alcalde ordinario más antiguo de Su Majestad de dicha ciudad 31, y su jurisdicción, y testigos por
defecto de escribano público ni real, pareció presente Doña Juana Rangel de Cuéllar, vecina de dicha ciudad y residente
en este sitio, a quien certifico que conozco, y dixo, y otorgó que por cuanto los vecinos blancos de la agregación del
Pueblo de Cúcuta 32 por causas que tienen e 29 Transcripción rigurosa del documento original que posee la Academia
de Historia de Norte de Santander, originario del Protocolo Notarial de la ciudad de Pamplona. Este documento,
reconocido tradicionalmente como acta o carta de fundación de Cúcuta, es en realidad sólo uno de los documentos
exigidos por la Ley Municipal Hispánica de aquella época para erigir nuevas entidades administrativas y territoriales. Para
el caso, es esta la protocolización de la donación de las tierras comunitarias de que debían disponer los miembros de
una agregación o campesinado de blancos y mestizos para que se les erigiese en parroquia formal. Junto a esta
escritura, debían componer el expediente de solicitud de parroquia las cartas hipotecarias que garantizaran la congrua y
sustentación del cura, las certificaciones de construcción de un templo decente, cárcel y casa cural, mediando los
respectivos poderes para la actuación de los abogados que litigaban por los vecinos proponentes del proyecto parroquial
ante la Audiencia Real y el Arzobispado de Santafé. Nótese además que el verdadero acto ejecutivo que erigía una
parroquia era el Auto de erección parroquial que emitía el Virrey como Vicepatrono Real, previo decreto del Arzobispo y
vista del Provisor General del Tribunal Eclesiástico. 30 Tonchalá: toponímico traído por los naturales del pueblo de indios
de su mismo nombre, localizado en el antiguo Chopo, actual Pamplonita, dichos indios pertenecían a la encomienda del
Capitán Alonso Rangel, progenitor del clan de los Rangel de Cuellar y fueron traídos al valle de Cúcuta a prestar su
tributo de servicio a sus encomenderos. Tonchalá era la hacienda y asentamiento agrícola más importante de Doña
Juana Rangel de Cuellar; hoy día, se conoce como el caserío y corregimiento de El Carmen de Tonchalá. 31 El Cabildo
de la ciudad de Pamplona tenía jurisdicción político administrativa y judicial sobre los territorios y asentamientos
poblacionales, tanto en las agregaciones de blancos a los pueblos de indios como sobre las parroquias ya erigidas. Para
el caso, Don Juan Antonio Villamizar y Pinedo, alcalde más antiguo de dicho Cabildo, representaba la Autoridad
Soberana y daba Fe Pública en la protocolización de los documentos que se requerían para sustentar el proyecto de
erección parroquial de los vecinos blancos del valle de Cúcuta. 32 El pueblo de indios de Cúcuta se instituyo como
doctrina formal con la visita de Don Juan de Villabona y Zubiaurre en 1623, asignándole tierras del resguardo. En 1641 el
Doctor Diego de Carrasquilla Maldonado, visitador, les reasignó tierras usurpadas por los blancos y redefinió la doctrina
que para aquella época estaba a cargo del padre Fray Juan de Amaya, y los hizo poblar en el sitio de Camacaros, donde
existía una capilla nueva, donde residirían en un mismo resguardo los indios Cúcutas, Abriacas, Tamacos, Abuicaes,
Casaderos y Camaracos. Los términos del resguardo eran los siguientes: desde las juntas de los ríos de Cúcuta y el
Pamplona, corriendo el río que baja de Pamplona por la madre vieja de dicho río, que es la más arrimada al casadero
hasta llegar al puesto del Pescadero, y de allí a la Iglesia Vieja, cortando derecho hasta dar a las tapias y corral de
Cúcuta, hasta el río de Cúcuta, por el río abajo hasta llegar a las juntas del primer lindero.

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