El Hombre Del Bar
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VI
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veinte.
—Sí, tienes razón, Ana, «XX y dos...».
—Veinte o veintidós... quizá en uno de estos edificios...
—Seguro que dentro hay trozos de la muralla de Barcelona. Pero
¿en qué número? ¿En el veinte o en el veintidós?
—O en el cuarenta y cuatro —dice Ana.
—No, en el cuarenta y cuatro no puede ser. La calle no tiene ese
número. Acaba aquí.
—Tengo una idea —dice Ana—. Vamos a probar las llaves de la
cartera. Si alguna de ellas abre la puerta del veinte, podemos subir
al segundo piso —número dos— y llamar.
—¿Y si hay alguien? —pregunta Laura.
—Salimos rápido. Tenemos que dejar la puerta de la calle abierta,
claro.
—¿Sabes? Tengo miedo.
—Yo también.
Las chicas se han quedado paradas, sin hablar por un momento.
—¿Qué hacemos entonces? —pregunta por fin Laura.
—Dame las llaves —dice Ana—. Si encontramos al hombre que
habló contigo en el bar, le damos la cartera y ya está. Te ha
parecido simpático, ¿verdad?
—Sí. Pero era un poco raro...
Laura se queda pensando pero por fin se decide.
—Bueno, vamos. Tengo que saber por qué me siguen. Ana coge
una llave grande y con ella intenta abrir la puerta del número 20.
¡La puerta se abre! Laura tiene miedo pero sigue a Ana que sube la
escalera. Cuando llegan al segundo piso se paran delante de una
puerta. Laura mira a Ana. ¿Qué hacer ahora?
—Voy a llamar —dice Ana.
Llamar. Esperan un momento pero nadie abre.
—Eh, Laura. ¡La puerta está abierta!
—¿Abierta?
Las dos chicas están nerviosas.
—Bueno, vamos a ver... —dice Laura.
Abren la puerta y entran despacio en la casa.
—¿Hay alguien? —pregunta Laura.
Nadie contesta. Hay poca luz. A la izquierda hay una puerta. Es el
baño. Hay un pasillo corto a la derecha y al final una puerta
abierta. Por aquella puerta entra luz.
—Vamos —dice Laura.
De repente oyen un ruido suave por el pasillo. Laura casi grita.
Algo pasa delante de ellas. Es un pajarito que está libre. Laura
coge la mano de Ana.
—Esto no me gusta...
—Vamos a ver un poco más —dice Ana en voz baja.
La luz entra por una
ventana que da a la calle.
Por un momento la luz
no las deja ver. Parece un
cuarto de estar pero allí
no hay muebles, sólo una
silla y al lado de la silla...
hay algo... un hombre en
el suelo.
—¡Oh! ¡Dios mío! —
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grita Ana.
—¡Es el hombre del bar...! Está muerto —dice Laura—, al lado de
la cabeza hay sangre.
—Vámonos de aquí. Corre.
Todavía no han terminado de hablar cuando oyen un ruido detrás
de ellas. Miran hacia el pasillo. Una mujer muy vieja entra en la
habitación.
—Perdonen... la puerta estaba abierta.
La viejecita se para en medio de la habitación. Laura y Ana se
miran con sorpresa.
—Pasan cosas muy extrañas en esta casa. Esta mañana... —
continúa la vieja— aquel hombre... cosas muy raras... ¿Quién es
ése? —dice cuando, de repente, ve al hombre en el suelo.
—Está muerto —contesta Laura.
—Ya lo decía yo... ya lo decía yo... Aquí pasa algo malo. Ya lo
decía yo.
—Tenemos que llamar a la policía —dice Laura, que se siente un
poco más segura con la vieja allí—. Me pregunto si hay un
teléfono aquí.
—Voy a mirar —dice Ana.
Hay una habitación a la derecha y otra a la izquierda. Ana entra en
la habitación de la derecha. Ve una cama y en el suelo un teléfono.
Laura va a la habitación de la izquierda. Allí no hay nada. Sólo un
armario y una jaula con la puerta abierta.
Cuando Laura entra en la habitación del teléfono, Ana está
mirando debajo de la cama.
—Laura, mira... Aquí he encontrado unas cosas: dos paquetes de
cigarrillos y fotos. Ven, vamos a mirarlas. ¡Huy! ¡Qué oscuras! En
ésa hay varios hombres y parece que una chica rubia...
Laura no escucha. Sólo piensa en llamar a la policía. Con el
teléfono en la mano se vuelve hacia Ana.
—Pasan cosas extrañas en esta casa. Esta mañana... aquel
hombre... cosas muy raras... ¿Quién es ése?
—Gracias por estar aquí conmigo —le dice.
Ana le sonríe.
—Comisaría de policía. ¿Diga? —contesta alguien al otro lado del
teléfono.
—¿Puedo hablar con el inspector Ibáñez, por favor?
—¿De parte de quién?
—De Laura.
—Un momento, por favor.
Poco después Laura oye la voz del inspector Ibáñez.
—¿Laura?
—Hola, inspector. Soy yo.
—¿Qué tal, Laura? ¿Cómo estás?
Laura y el inspector Ibáñez se conocen desde hace algún tiempo.
Él ayudó a Laura en una ocasión. La chica sabe que la va a
escuchar como a una amiga.
—No muy bien. Estoy en un piso de la calle Banys Nous. En la
habitación de al lado hay un hombre muerto.
—¿Qué ha pasado? —pregunta Ibáñez preocupado.
Laura se lo explica todo.
—Laura, escúchame bien —le dice Ibáñez—. Tenéis que salir del
piso. Dejadlo todo como está y salid deprisa. Puede ser muy
peligroso. Esperadme en «El Portalón». ¿Sabes dónde está?
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