Anónimo - El Origen Del Mundo V
Anónimo - El Origen Del Mundo V
Anónimo - El Origen Del Mundo V
El mar que muchas veces ha servido y sirve de frontera para los pueblos, sin
embargo en el caso del Mediterráneo, mar cálido y cerrado, se convirtió ya en la
Antigüedad en medio para el intercambio de ideas y de bienes materiales entre los
pueblos que se asentaron en sus orillas: fenicios, persas, griegos... En este marco del
Mediterráneo surgió una de las primeras grandes culturas en suelo europeo: la cultura
cretense (2000 a. C. al 1425 a. C.). La civilización griega clásica hunde sus raíces en
esta civilización cretense, si bien es cierto que se nutre de muchos otros influjos
procedentes de diversos pueblos (Micenas o Cícladas). La huella de estas influencias
puede seguirse a través de un largo proceso de formación, que duró aproximadamente
unos dos mil años, y que culminó con la aparición, hacia el 800 a. C., de la primera
etapa histórica de la antigua Grecia: la Grecia Arcaica. Tras esa primera etapa, que
llegó hasta el siglo VI a. C., se inició la etapa más floreciente de la cultura griega
conocida como Periodo Clásico (del siglo V al IV a. C.). El último periodo fue el
Helenismo que comenzó en el siglo IV a. C. y finalizó en el siglo I a. C. con la conquista
de Grecia por parte de los romanos.
Grecia mantuvo a lo largo de toda su historia una fuerte unidad cultural, a pesar de
su diversidad geográfica y su marcada fragmentación política, ya que el poder estaba
dividido entre las múltiples «polis» o ciudades-estado independientes. Estas polis eran
el núcleo de la vida política y social en Grecia y entre ellas destacaron ciudades como
Atenas, Olimpia, Éfeso o Pérgamo. La evolución de la estructura social griega desde
una sociedad sencilla, hasta una sociedad compleja y abierta, se desarrolló
paralelamente a la evolución operada en la economía, desde una estructura basada en
la tierra hasta una economía monetaria y comercial. Esa evolución está también ligada
al desarrollo en el campo político, donde el desarrollo de la polis supuso la desaparición
de los reyes y la consolidación de la figura del ciudadano libre, al tiempo que se
establecía el modelo democrático.
La mitología griega también recoge en sus relatos el origen del Mundo. Pero
debemos tener presente que para el pensamiento religioso griego una cosmogonía
suponía no solamente el origen de nuestro mundo físico, sino también el origen de los
dioses, el origen del hombre y la organización social.
La teogonía de Hesíodo
Las Musas han iniciado a Hesíodo en su labor y lo han provisto para ello y, a
continuación, el autor explica su misión: elaborar la «sagrada estirpe» de los dioses:
En el verso 105 Hesíodo nos indica de qué trata su poema, lo que podríamos llamar
el programa de los mitos del poema, para acto seguido iniciar su genealogía divina:
Como vemos en el texto anterior, lo «primerísimo que nació fue Caos». Pero este
término es bastante confuso y además Hesíodo dice que «nació», por lo tanto debió
existir algo antes, que el autor no nombra. En cuanto al término «Caos», los propios
autores clásicos dieron sus particulares interpretaciones del mismo, con lo cual
podemos pensar que ellos tampoco tenían una definición clara. Para el filósofo
Aristóteles, el «Caos» era un sitio, un lugar, cuya existencia era necesaria, como nos
indica en su obra Physica 208b 30:
(Hesíodo) dice: «De todas las cosas lo primerísimo que nació fue Caos», porque es
necesario que exista primero un lugar para las cosas que existen.
Zenón, por el contario, piensa que ese «Caos» del que habla Hesíodo debe ser
agua. Otra interpretación diferente encontramos en Pseudo Platón en su obra Axioco,
371E, que lo situó en el infierno:
En cuanto a aquellos que han orientado su vida por el camino de los crímenes, son
llevados por las Erinias al Érebo y al Caos, a través del Tártaro.
Para Apolonio de Rodas IV, (1696-98) aparece como una «sima negra»:
Esta horrible noche no la traspasaban las estrellas ni los rayos de la luna, sino que era
una sima negra que se abría desde el cielo o alguna otra tiniebla que emergía
levantándose desde los más hondos abismos.
Pues tú (Eros) diste forma al universo a partir de una invisible y confusa carencia de
forma.
Para Ovidio el «Caos» era una forma desordenada, como reflejó en su obra
Metamorfosis I, 5-7:
Incluso hay algunos autores, como Aristófanes en, o Eurípides, que ven al «Caos»
como un espacio, un hueco entre el Cielo y la Tierra. Así, Aristófanes señaló en Aves
(190-193):
De este modo, cuando los hombres hagan sacrificio a los dioses, como éstos no os
paguen tributo, no dejaréis pasar el olor a muslos asados a través del espacio y de una
ciudad que no es suya.
Después de «Caos», apareció la Tierra. Estos dos elementos darán origen a otros:
Caos engendró a Erebo (espacio situado debajo de la Tierra) y la Noche, mientras que
la Tierra engendró a «Ouranos», el «Cielo». Después apareció Eros, que ya no es un
elemento, ni una materia, sino que es un dios, cuya aparición es precisa para que esos
divinidades anteriores puedan practicar el sexo para engendrara al resto de las
divinidades, como vemos en verso 125:
De la unión de la Noche con Érebo, unión sexual, surgieron Éter y el Día. El Día y la
Noche compartirían el espacio ubicado encima de la Tierra, mientras que el Éter se
situó por encima de ellos en la parte más luminosa y elevada.
La Tierra engendró los montes y el mar, ahora sin unión sexual, pero además fue
fecundada por el Cielo; de la unión con el Cielo surgió la segunda generación de
dioses: los seis Titanes (Océano, el mayor de todos, Ceo, Críos, Hiperión, Japeto y, por
último, Cronos, el tiempo) y sus seis hermanas (Tea, Rea, Temis, Mnemosine, Febe y
Tetis). Esos titanes representan las fuerzas de la naturaleza y el último fue Cronos.
Vemos aquí cómo se distinguen dos tipos de nacimientos en las divinidades: por
generación «espontánea», sin relación sexual, y por fecundación, es decir: con práctica
sexual. Urano no dejaba nacer a su prole, ya que mantenía esas relaciones sexuales de
forma incesante y los retenía en el vientre de Gea, provocando malestar de la diosa. La
Tierra también dio vida a los Cíclopes (Brontes, Estérope y Arges) y finalmente, de las
relaciones entre el Urano y la Tierra, aparecieron Cotto, Briareo y Gíes, de aspecto
monstruoso. En el poema de Hesíodo esos hijos son calificados como «terribles», como
vemos en el verso 155:
Gea, con sus hijos en el vientre, se sentía angustiada y elaboró un plan. Produjo un
arma nueva y se la ofreció a sus hijos, indicándoles que su venganza era la respuesta
lógica a las maldades de su padre (verso 166):
Pero solamente Cronos, «de mente retorcida», se atrevió a seguir los consejos de su
madre y con la hoz, castró a Urano. De la sangre caída sobre la tierra, nacieron las
Erinias, los Gigantes y las ninfas de los bosques. De sus partes caídas arrojadas al mar
por Crono, nació Afrodita.
Crono se unió entonces a Rea y tuvo con ella cinco hijos: Hestia, Deméter, Hera,
Hades y Poseidón, la siguiente generación de dioses. Hesíodo nos cuenta cómo Crono,
para no ser derrotado y desposeído por ninguno de sus hijos, los iba devorando a
medida que nacían (verso 459 y siguientes):
Pero las precauciones tomadas por Crono fueron inútiles, porque Rea le engañó. Así,
tras parir a Zeus, Rea lo escondió en una gruta y, en vez de entregar a Crono el bebé,
le entregó una roca envuelta en pañales, que éste devoró sin darse cuenta del engaño.
Cuando Zeus creció obligo a Crono a vomitar a sus hermanos que estaban en el
vientre de su padre. Zeus rescató de esta manera a sus hermanos, que en
agradecimiento le ofrecieron el trueno y el rayo, símbolos de poder. Pero, el conflicto
no había terminado, porque Crono lanzó contra Zeus a los Titanes. Se inició una larga
guerra entre estas dos generaciones de dioses, hasta que finalmente los dioses más
jóvenes, encabezados por Zeus, arrojaron a los Titanes al Tártaro. La victoria de Zeus
y los dioses olímpicos sobre los Titanes, que representaban la fuerza bruta y la
violencia, es el triunfo del espíritu y de la justicia y marca el inicio de un nuevo
ordenamiento del Universo. Hesíodo relató que después del triunfo, Zeus es nombrado
soberano por consenso de todos los dioses, insistiendo en la imagen de Zeus como
dios justo y legítimo (versos del 883 al 885):
Pero Zeus tuvo que afrontar una batalla más para conservar este nuevo orden: el
enfrentamiento con Tifón, el hijo de Gea y Tártaro.
El montador de las nubes, Zeus, le dijo en réplica: «Hera, no temas que no vea
ningún dios ni hombre en medio de la nube con que voy a envolverte. Ni siquiera el Sol
la podrá atravesar con sus rayos, los más penetrantes de todos». Así dijo, y el hijo de
Crono estrechó en sus brazos a la esposa. Y, bajo ellos, la tierra divina produjo verde
hierba, loto fresco, azafrán y jacinto espeso y tierno para levantarlos del suelo.
Acostáronse allí y cubriéronse con una hermosa nube dorada, de la cual caían lucientes
gotas de rocío.
Hesíodo pudo conocer esos poemas orales y también pudo conocer la obra de
Homero (Ilíada), lo cierto es que la Teogonía de Hesíodo es la base de la mitología
griega y sirve de enlace entre los mitos próximo-orientales y los griegos.
Las teogonías órficas
Eudemo fue alumno de Aristóteles y vivió en el siglo IV a. C. Este autor puede ser
ubicado dentro de la corriente del orfismo y, como tal, transmitió el relato teogónico
atribuyendo la obra a Orfeo. En esta obra nos señaló que lo primero fue la Noche, de la
cual surgieron el Cielo y la Tierra Del Cielo y la Tierra aparecieron la pareja Océano-
Tetis, así hasta que se llegó a la sexta generación de dioses. La teogonía órfica se
detiene en la sexta generación, dato que sabemos también por Platón, que en su obra
Philebus, (66 c) nos indicó:
«A la sexta generación», dice Orfeo, «cesad el orden del canto», pero corremos el
riesgo de que nuestro discurso quede detenido en el sexto juicio.
Eudemo, también nos relató cómo Cronos castró al Cielo, haciéndose con el poder, del
mismo modo que, posteriormente, Zeus destronaría a Cronos y dominaría el Cosmos.
Todos estos datos los conocemos gracias a las alusiones que hace Damascio en su
obra De princ. 124 (III 162, 19 Westerink):
...El relato sagrado transmitido por el peripatético Eudemo como obra de Orfeo guarda
silencio sobre todo lo que es objeto de intuición, como totalmente inefable e
incognoscible para el procedimiento discursivo y narrativo. Configura el principio a
partir de la Noche,...
La teogonía que conoció Eudemo, parece ser la misma que conoció Aristóteles,
quien afirma sobre los poetas más antiguos poetas, que consideraron como padres de
los dioses a Océano y Tetis. También Platón nos señaló, en Timaeus (40 d), que la
primera pareja fue Océano y Tetis, padres de la Tierra y el Cielo:
Hablar de las demás divinidades (i.e. a excepción de los astros y la tierra) y conocer
su linaje es más de lo que podemos, así que hay que dar crédito a los que han hablado
antes de ello, que eran descendientes de dioses, según afirmaban, y que de algún
modo conocían con claridad a sus antepasados. Así pues, es imposible no creer en los
hijos de los dioses, aun cuando hablan sin demostraciones verosímiles y necesarias,
pero, dado que afirman que nos relatan asuntos de su familia, hay que creerlos,
siguiendo la costumbre. Tengamos, pues, por buena, y digámosla así, la generación
acerca de estos dioses. De la Tierra y del Cielo nacieron como hijos Océano y Tetis. Y
de ellos Forcis, Crono y Rea y los que se llaman sus hermanos. Y además, los
descendientes de éstos.
Además, Platón en su obra Cratylus (402 b), hizo referencia a la consideración por
parte de los «más antiguos» de que el Océano es origen de los dioses y aludió a
Homero, a Hesíodo y a Orfeo:
Como también dice Homero: « Océano, generación de los dioses y la madre Tetis».
Creo que también Hesíodo. Y dice en alguna parte Orfeo...
El autor del comentario considera que él sí estaba preparado para entender el mensaje
que transmitía Orfeo y comienza su crítica, citando versos del poema teogónico. Con la
reconstrucción realizada a partir de esas citas se puede llegar a la conclusión de que
esa teogonía no era muy larga, como mucho cien versos; presentamos varios
fragmentos del poema, los más relevantes para nuestro tema:
Urano hijo de la Noche, que fue el primer rey
Así que dice (Orfeo) que este Crono nace del Sol y de la Tierra, porque
tuvieron su origen (los seres) por el chocarse de unos contra otros por causa
del sol.
La Teogonía órfica transmitida por Jerónimo y Helanico dice así: Desde el principio
hubo agua y la materia de la que se cuajó la tierra... siendo éstos los principios que
supone los primeros... el principio único anterior a los dos lo pasa en silencio, pues el
hecho mismo de no decir nada de él muestra su carácter inefable... El tercer principio
después de estos dos se originó de ellos, digo, del agua y de la tierra, y fue un dragón
dotado por naturaleza de cabezas añadidas, una de toro y otra de león, y en medio de
ellas el rostro de un dios. Sobre sus hombros tenía alas y se llamaba Tiempo
desconocedor de la vejez y Heracles... Se unió a él Necesidad, que es a la vez
Naturaleza y Adrastea, incorpórea y con los brazos extendidos por todo el mundo,
tocando sus confines.
También podemos leerlo en la obra de Atenágoras Legatio pro Christianis 18, 3-4 (128
Pouderon) y 20, 1 (134 Pouderon):
Orfeo también afirma un origen primero a partir del agua. Fue en efecto el agua el
principio de todas las cosas y del agua se formó fango... Y de ambos se originó un
animal: un dragón que tenía una cabeza de león <y otra de toro> añadida y en medio
de ambas, el rostro de un dios. Su nombre era Heracles y Tiempo. Si el absurdo de
esta teología se hubiera limitado a decir que los dioses nacieron y que tienen su
substancia del agua, yo me habría limitado a mostrar que nada hay creado que no esté
sujeto a la disolución y podría haber pasado a los otros alegatos. Pero es que además
de eso, describieron sus cuerpos, diciendo que Heracles, el dios, era un dragón
retorcido y que otros tenían cien manos.
Damascio en De princ. 123 bis (III 161, 19 Westerink) también nos indicó:
...Éste era pues el Tiempo desconocedor de la vejez, muy honrado en aquella (las
Rapsodias), padre de Éter y de Caos. Sin duda también según esta (la de Jerónimo y
Helanico) este Tiempo, el dragón, genera una triple descendencia: Éter húmedo -dice-,
Caos sin límites y el tercero, después de ellos, Érebo nebuloso...
Pero entretanto, según dice, Tiempo engendró un huevo; también esta tradición lo
hace criatura de Tiempo.
También Atenágoras en su Legatio pro Christianis 18, 5 (130 Pouderon), nos indicó:
Este Heracles engendró un huevo descomunal que, lleno de la fuerza de quien lo había
engendrado, se partió en dos por causa de la fricción. Su parte superior acabó por ser
el Cielo, y la que se fue para abajo, la Tierra. Y también apareció un tercer dios
bicórpore.
Damascio menciona este «dios bicórpore» en De princ. 123 bis (III 162, 5 Westerink):
Cielo, unido a Tierra, engendra como hembras a Cloto, Láquesis y Atropo, y como
varones a los Centímanos, Coto, Giges y Briareo, así como a los Cíclopes Brontes,
Estéropes y Arges. Tras haberlos aherrojado, los arrojó al Tártaro, al haberse enterado
de que sería desposeído del poder por sus hijos... Además de eso, describieron
también sus cuerpos, diciendo de Heracles, que era un dragón retorcido, y que otros
tenían cien manos.
Y asimismo las «hazañas» realizadas por ellos nos las contaron cuidadosamente, según
creen ellos: que Crono le cortó los genitales a su padre y que los arrojó de su carro y
que mató a sus hijos devorando a los varones, pero que Zeus, tras haber atado a su
padre, lo arrojó al Tártaro (igual que Urano había hecho con sus hijos) y que combatió
contra los Titanes por el reinado...
Zeus, tras destronar a su padre, obtuvo el poder, como bien nos transmitió
Damascio en De princ. 123 bis (III 162, 15 Westerink):
Y llama a Zeus el que ordena todas las cosas y el universo entero, por lo que también
se le denomina Pan...
Zeus se unió a su madre, Rea, también conocida como Deméter, con la cual tuvo una
hija: Core, descrita como una especie de ser «monstruoso». Core, llamada Perséfona,
fue violada por su padre, y fruto de esa violación tuvieron un hijo: Dionisos. De toda la
descendencia de Zeus, descrita en la teogonía de Jerónimo y Helanico, nos dejó buena
constancia Atenágoras en Legatio pro Christianis, 20, 3 (136 Pouderon) y 32, 1 (192
Pouderon):
... y que persiguió a su madre, Rea, cuando se resistía a unirse sexualmente con él y,
cuando ésta se tornó en una sierpe, también él se tomó en una serpiente, y tras
haberla atado con el llamado «nudo de Heracles» -la varita de Hermes es símbolo de
este tipo de unión- se apareó con ella... E incluso que se apareó con Perséfona, su hija,
tras haberla violado también a ella bajo la forma de una serpiente, y que tuvo de ella
un hijo, Dioniso... No es extraño, pues, que inventen historias sobre nosotros como las
que cuentan acerca de sus propios dioses. Pues presentan los sufrimientos de sus
dioses como misterios. Sería preciso que ellos, si estaban dispuestos a considerar
terribles las uniones promiscuas y licenciosas, odiaran a Zeus (que tuvo hijos de su
madre, Rea, y de su hija, Core, teniendo así como esposa a su propia hermana) o a su
poeta Orfeo el creador de estas historias, porque hizo a Zeus más impío y abominable
que Tiestes.
En otro fragmento de esta misma obra, 20, 1 (134 Pouderon), Atenágoras señaló:
...Dicen que la hija de Zeus, a la que había engendrado de su madre Rea o también
Deméter tenía dos ojos en su sitio natural y dos más en la frente, y la cara de un
animal por la parte de atrás de su cuello, y que tenía cuernos, razón por la cual Rea,
asustada del monstruoso aspecto de su hija, huyó y no le ofreció el pecho, por lo que
es llamada en el lenguaje místico Atela, pero comúnmente Perséfona y Core (la
muchacha), aunque no es la misma que Atenea, a la que se le llama así porque es una
doncella.
Por último, nos encontramos con la teogonía de las «Rapsodias» ubicada en torno al
siglo I a. C. y que se nutre de todas las cosmogonías anteriores. Esta teogonía es la
única que aún se conservaba en época de Damascio; según sabemos, este autor en el
siglo V d. C. pudo leer una obra titulada Rapsodias de Orfeo. En esta teogonía
podemos apreciar elementos bastante comunes y antiguos que recuerdan a la teogonía
de Hesíodo, al lado de otros elementos más innovadores. En este relato del origen del
mundo, la Noche no nació, sino que era la condición inicial del mundo primitivo. Dentro
de esa Noche primigenia, se formaron el tiempo (Crono) y después aparecieron Caos y
Éter, de los que posteriormente surgieron el Cielo y la Tierra. El Tiempo creó en este
medio un huevo cósmico. De ese huevo original surgió el primero de todos los dioses:
Eros, conocido también como «Phanes». Este dios primigenio fue el creador del resto
de las divinidades y del mundo. Crono tuvo un hijo, Zeus quien derrotó a su padre,
emborrachándolo con hidromiel. Después, Zeus, devoró a «Phanes» y a toda la
creación, tras lo cual creó un nuevo mundo, que fue producido de forma ordenada. A
continuación, esta teogonía nos relata el nacimiento y la historia de Dioniso. Zeus
cedió el poder a Dioniso, cuando todavía era un niño, pero murió a manos de los
Titanes. Sin embargo, su corazón todavía palpitante, fue recogido por Atenea y
ofrecido a Semele para que lo comiese. Así es cómo Semele quedó embarazada de
Dioniso, pero ésta murió quemada por su condición de mortal al unirse a Zeus. Zeus
pudo recuperar el feto, que después nació de su muslo. Dioniso fue entregado a una
divinidad del campo para que lo protegiese. Finalmente, los Titanes fueron destruidos
por Zeus con su rayo y de sus pedazos aparecieron los primeros seres humaos.
La teogonía de las Rapsodias, como hemos apuntado anteriormente, adopta
elementos de las teogonías anteriores, tanto de las denominadas de la «Noche», como
de las conocidas como «teogonías del huevo». Por tanto, en ella encontramos detalles
que resultan bastante antiguos, y que recuerdan en ocasiones a la teogonía de
Hesíodo, junto con otros elementos novedosos. Una idea que recuerda a otras
teogonías, es la de la dualidad en el origen de los dioses: por un lado, la generación
espontánea, y, por otro, la relación sexual. Otro detalle que resulta arcaico, es la
derrota de Crono por su hijo, Zeus. También resulta recurrente el tema de la lucha
entre dioses, por ejemplo: Zeus contra los Titanes. Sin embargo, hay algunos
elementos innovadores, como la historia de Dioniso. Su nacimiento a partir del muslo
de Zeus es sorprendente, si bien es cierto que ya antes Atenea había nacido a partir de
la cabeza del rey de los dioses olímpicos. También es novedoso el hecho de que Zeus
no sólo devore a Phanes, sino también a la creación. Si lo examinamos atentamente,
ya en la teogonía de Hesíodo, Zeus había devorado a su esposa Metis para poner fin a
cualquier posible intención sucesoria de su prole, con lo cual no es extraño que pueda
devorar a Eros. Sin embargo, en esta ocasión hay un simbolismo y una intención que
va más allá de la cuestión sucesoria. En la teogonía de las Rapsodias, se quiere
convertir al dios que gobierna el mundo en su dios creador, por lo cual Zeus
devora la creación y produce un mundo nuevo ordenado.
Por otro lado, tenemos la escasa información que nos ofrece Eurípides (480-406 a.
C.) en su obra Hipsípila.