Diversidad Sexual y DDHH - Cuadernillo INADI 2016
Diversidad Sexual y DDHH - Cuadernillo INADI 2016
Diversidad Sexual y DDHH - Cuadernillo INADI 2016
y derechos humanos
Sexualidades libres de
violencia y discriminación
Diversidad sexual
y derechos humanos
Sexualidades libres de
violencia y discriminación
Primera edición
500 ejemplares
ISBN 978-987-1629-88-6
Presidente de la Nación
Ingeniero Mauricio Macri
Vicepresidente de la Nación
Licenciada Gabriela Michetti
Interventor
Doctor Javier Alejandro Bujan
Jefe de Gabinete
Doctor Jorge Aquiles Sereni
Dirección de Administración
Licenciado Ricardo Ordóñez
ÍNDICE ÍNDICE
Prólogo 11
Introducción 13
I. El respeto de la diversidad afectiva, sexual y de género 17
en la vida social
II. Discriminación por orientación sexual e identidad de 27
género
III. Despatologización de las identidades trans 41
IV. Intersexualidad 51
V. Diversidad familiar 59
VI. Breve historia del movimiento LGTBI en Argentina 67
VII. El lenguaje como motor de cambio 77
VIII. Marco normativo 87
Recursos y datos útiles 95
Referencias 99
9
PRÓLOGO
16
I. El respeto de la
diversidad afectiva, sexual
y de género en la vida social
En .. contexto en el que la Argentina se instituye como un
país de avanzada en el reconocimiento de los derechos de la pobla-
ción LGTBI (lesbianas, gays, trans, bisexuales e intersex), el desafío
es transformar la igualdad jurídica en igualdad real, lo cual implica
garantizar cotidianamente ámbitos laborales, sanitarios, educativos,
recreativos, entre otros, respetuosos de la diversidad sexual y de
género. Si bien los cambios legislativos significan un gran avance,
en las prácticas sociales continúan arraigados prejuicios y estereo-
tipos que sustentan la discriminación y que deben ser erradicados.
En este sentido, nos proponemos revisar y problematizar conceptos
y representaciones en los que hemos sido socializados, que se en-
cuentran arraigados en nuestra cultura, y que muchas veces repro-
ducimos sin indagar en sus implicancias.
21
Esta clasificación está signada por escalas de valor de cada
sociedad; así, el género no es una adscripción estática, sino un sis-
tema de relaciones sociales y simbólicas desiguales en el que lo
femenino y lo masculino, al estar atravesados por relaciones asimé-
tricas de poder, son situados de manera diferente. Es por ello que
Wittig (2006) señala que
¿Y la heteronormatividad?
22
persecución de todas las manifestaciones que no se adecuen a él.
La filósofa Judith Butler (2008) afirma que los ideales de
masculinidad y feminidad han sido configurados como presunta-
mente heterosexuales, como si la heterosexualidad fuera un a priori,
esto es, una estructura independiente de la experiencia. Este para-
digma a su vez presupone la estabilidad del binarismo de género y
depende de la alineación entre sexo, género, deseo y práctica se-
xual (Butler, 2008), sin dar a lugar a la ambigüedad, la contradicción
o el movimiento. Además, es importante tener en cuenta que
23
les”. Sin embargo, la noción de homosexualidad como categoría
de identificación social es absolutamente moderna y no es extra-
polable por fuera de su contexto sociohistórico. El concepto de
ho-mosexualidad emerge en medio de un proceso de
reconfiguración política, social y cultural en el que se transforman
y se profundizan las regulaciones políticas de la sexualidad al
identificar en lo sexual una fuente de control y clasificación (INADI,
2016). Los principales discursos que, en distintos momentos histó-
ricos y mediante estrategias diversas, sedimentaron esta jerarquiza-
ción son el religioso y el científico –específicamente, el biomédico–,
detentores de los saberes considerados legítimos o de los “discur-
sos verdaderos” sobre las prácticas sexuales y reproductivas.
A partir de fines del siglo XIX y principios del XX, fue princi-
palmente el pensamiento científico positivista el que se ocupó de
definir la normalidad de lo sexual y establecer márgenes precisos
que separaran lo saludable de lo patológico (Canguilhem, 1971;
Foucault, 2000; Salessi, 1995) a partir de inscribir a la sexualidad
en el campo de lo natural, entendido como lo dado. Se trata de un
proceso histórico de medicalización que terminó por instituir a la
psiquiatría como encargada de vigilar y controlar los límites de la
sexualidad considerada normal y facultada para catalogar las “des-
viaciones”.
En esta lógica se estableció la pretendida concordancia en-
tre sexo biológico, género, deseo y prácticas eróticas. A partir de
un proceso de naturalización de identidades y prácticas sexuales,
las relaciones heterosexuales en el marco de uniones conyugales
se establecieron como norma general, lo que dio lugar a la clasifi-
cación de prácticas y relaciones no conyugales y no heterosexuales
como desviaciones, manifestaciones marginales, perversas o pato-
lógicas.
Sobre estas bases se erige el modelo jerárquico de las se-
xualidades, que es sexista, en tanto que legitima y reproduce la
subordinación de las mujeres –y toda expresión e identidad asocia-
da a lo femenino–, y heteronormativo, puesto que presenta la hete-
rosexualidad como un hecho natural a la vez que la institucionaliza
como norma social, política, económica y jurídica:
24
Cualquier expresión sexual y/o de género que escape de esas de-
terminaciones no será reconocida por ese sistema o, en caso de
que la reconozca, lo hará a través de la clasificación, del diagnós-
tico, de la patologización, del crimen, del estigma, de la exclusión
y hasta de la muerte. (Siqueira Peres, 2013, p. 36)
25
II. Discriminación por
orientación sexual e
identidad de género
¿Qué es el Día Internacional contra la Homofobia, la Transfo-
bia y la Bifobia (IDAHOT, por su sigla en inglés)? Es una acción pro-
movida por organizaciones LGTBI internacionales que se propuso
instituir el 17 de mayo como un día de lucha en contra de la discri-
minación por orientación sexual e identidad de género en todos los
países del mundo.
Las organizaciones de lesbianas, gays, bisexuales, trans e
intersex promueven la conmemoración del 17 de mayo a fin de sen-
sibilizar a la sociedad sobre la existencia y la gravedad de la dis-
criminación hacia la población LGTBI, a través del establecimiento
institucional en los calendarios estatales e internacionales del 17 de
mayo como jornada de denuncia, reflexión y acción.
La campaña fue lanzada con la idea de crear una comuni-
dad mundial de activistas, personas e instituciones comprometidas,
que tengan como punto de encuentro el ideal de sociedades sin
homofobia ni transfobia en las que todas las personas puedan vivir y
expresar libremente su orientación sexual e identidad de género. La
conmemoración del 17 de mayo supone realizar acciones por la no
discriminación de la población LGBTI en el mundo entero y en cada
país en particular, haciendo un llamamiento a todas las instancias
nacionales e internacionales para que lo inscriban en su calendario
oficial, de modo que se trabaje sobre el tema en las escuelas.
El objetivo de todas estas acciones de sensibilización, de-
nuncia y reivindicación de la lucha contra la discriminación por
orientación sexual e identidad de género es promover que ese día
sea declarado Día Internacional por parte de la Organización de las
Naciones Unidas (ONU).
Antecedentes
32
asesinatos contra personas lesbianas, gays, bisexuales o transe-
xuales, o que eran percibidas como tales en América, entre el 1 de
enero de 2013 y el 31 de marzo de 2014.
Según el Informe de la Oficina del Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Derechos Humanos sobre Discriminación
y Violencia contra las personas por motivos de orientación sexual e
identidad de género (ONU, 2015):
39
III. Despatologización de
las identidades trans
En el año 2012 la Argentina sancionó la Ley N° 26.743 de
Identidad de Género en el marco de un proceso en el que catego-
rías, nociones y grupos que habían permanecido excluidos comen-
zaron a ser centrales en políticas públicas de modos que implican
una legitimación social y política creciente. La Ley de Identidad de
Género argentina es la primera en el mundo que no exige diagnósti-
co médico ni orden judicial para el deber del pleno respeto al dere-
cho humano a la identidad de género, aun cuando esta no coincida
con el sexo asignado al nacer, y en particular, a ser identificada tal
como es autopercibida en los instrumentos que acreditan la identi-
dad. Dicha ley se enmarca en una serie de conquistas legales y sim-
bólicas en la lucha contra la discriminación por orientación sexual e
identidad de género. A partir de la articulación entre organismos del
Estado y organizaciones sociales, se introdujeron nuevas nociones
de ciudadanía al politizar aspectos tradicionalmente considerados
de la vida privada, y se inició un trabajo que aún continúa para
contrarrestar las profundas desigualdades que generan la hetero-
normatividad y el binarismo de género a nivel político y social. En
este sentido, entendemos que la Ley de Identidad de Género es una
conquista en el reconocimiento de la diversidad sexual y de género,
como también una forma de problematizar los modelos únicos y
coercitivos, de desmarcar al género y la sexualidad del terreno de
la biología, para pensarla social y variable. Resulta, asimismo, una
conquista frente al discurso biomédico que se ocupó de definir la
normalidad de lo sexual y de establecer los márgenes que separa-
ban lo saludable de lo patológico.
Como antecedentes, hay que mencionar la importancia en
el plano internacional de los Principios de Yogyakarta sobre la Apli-
cación de la Legislación Internacional de Derechos Humanos en
relación con la Orientación Sexual e Identidad de Género (2014),
redactados en el año 2007. En el plano local, un año antes (no-
viembre de 2006) tuvo lugar el fallo de la Corte Suprema de Justicia
que reconoció la personería jurídica de la Asociación de Lucha por
la Identidad Travesti y Transexual (ALITT), sentando un precedente
muy importante por reconocer que los fallos desfavorables previos
se fundaban en prejuicios relacionados con la identidad de género,
por lo que eran discriminatorios. Esta conquista histórica para el co-
lectivo trans solo se explica a partir de una historia de organización
43
y movimiento. En los años 90 surgen las primeras organizaciones de
trans y travestis en torno a la lucha por la derogación de los edictos
policiales y la visibilización de sus condiciones de vida. A partir de
deconstruir los discursos hegemónicos que las excluían de las no-
ciones de ciudadanía, comenzaron a visibilizarse como sujetos de
derecho y a organizar y canalizar sus demandas frente a un Estado
que se había mantenido indiferente o represor, y una sociedad que
las discriminaba. Así, las estrategias implementadas por las organi-
zaciones políticas del colectivo trans incorporaron sus demandas y
problemáticas a la esfera de lo público e interpelaron las nociones y
contenidos referidos a los derechos sexuales, sociales y de ciuda-
danía.
Fue finalmente en el 2010, con la sanción de la Ley 26.618
de matrimonio igualitario, cuando se consagró la incorporación de
la diversidad sexual en la agenda del Estado y se constituyó el ante-
cedente ineludible para la Ley de Identidad de Género, lo que impli-
có el desplazamiento de las cuestiones vinculadas al género y a la
sexualidad del orden de la moral al de los derechos y la ciudadanía.
La politización pasa por mostrar que relaciones consideradas priva-
das están en realidad atravesadas por una dimensión política, que
relaciones percibidas como naturales son en realidad construidas
social e históricamente.
A partir de la Ley de Identidad de Género, el Estado reco-
noció la entidad y existencia de las personas trans, históricamente
oprimidas, violentadas e invisibilizadas. En este sentido, la ley se
ha constituido en una referencia jurídica internacional por estar a
la vanguardia en el reconocimiento de la identidad de género au-
topercibida, sin ningún tipo de patologización o judicialización. A
su vez, sobre la base del consentimiento informado de la persona
interesada, contempla el derecho de todas las personas trans a soli-
citar el acceso a intervenciones quirúrgicas totales o parciales y tra-
tamientos integrales hormonales para adecuar su cuerpo, incluida
su genitalidad, a su identidad de género. Estas prestaciones –que
quedaron incluidas en el Plan Médico Obligatorio– se enmarcan en
una concepción de acceso integral a la salud. Esta normativa se ha
convertido en referente, en tanto demuestra que es posible alcanzar
una perspectiva despatologizante tanto en el plano jurídico, como
en el acceso a la atención sanitaria específica para la población trans.
44
Se trata de un ejemplo paradigmático del viraje en la con-
ceptualización de la sexualidad y los derechos sexuales, tradicio-
nalmente elaborados en el orden de lo moral. Por el contrario, en la
actualidad prima una visión que incluye la diversidad sexual como
parte de los derechos humanos, al tiempo que se llevó el debate
al ámbito del derecho y del ejercicio de ciudadanía. La aprobación
de esta ley representa el pasaje del modelo hegemónico a nivel
mundial basado en la patologización a un modelo basado en la au-
todeterminación y en el respeto de los derechos humanos. En este
marco, la libre expresión de género de las personas emerge como
un derecho humano fundamental.
En particular, en lo que se refiere al acceso integral a la sa-
lud, es pertinente recuperar algunas cifras de la encuesta sobre po-
blación trans que realizó el INADI junto con el INDEC (2012), citada
anteriormente. El 55 % de las personas encuestadas afirmó haber-
se realizado algún tratamiento de hormonización (trans femeninas
61,6 %; trans masculinos 18,8 %), el 86 % de quienes estuvieron
bajo este tratamiento no realizaron ningún control médico posterior,
casi el 50 % dejó de asistir a un ámbito de salud por la discrimina-
ción sufrida por su identidad de género y siete de cada diez mani-
festaron que por motivos económicos no pudieron acceder a ningu-
na modificación corporal. Estos números expresan el modo en que
las prácticas discriminatorias, lejos de ser meramente simbólicas,
tienen efectos materiales y cotidianos en la vida de las personas.
A pesar de la promulgación y reglamentación de la Ley de
Identidad de Género, se observa que la despatologización de las
identidades trans todavía no se ha traducido en una realidad en los
sistemas de salud públicos y privados y prevalece, en muchos ca-
sos, la medicalización de la identidad de género, la discriminación,
los malos tratos, la negación de la atención, el no reconocimiento
de la identidad de género autopercibida y otras formas de violencia
como la solicitud de psicodiagnósticos como requerimiento indis-
pensable para la hormonización y las intervenciones quirúrgicas,
violando lo dispuesto por la ley. Cuando se promueve la despatolo-
gización, se trata sobre todo de reivindicar que la identidad de gé-
nero autopercibida es un derecho humano, y nunca un padecimien-
to o condición mental. Lo central es reivindicar la autonomía y la
responsabilidad de las personas trans sobre sus propios cuerpos,
45
de recuperar el lugar de enunciación para hablar de sus propias
vidas, algo que hasta ahora se habían arrogado los efectores de
salud. En este sentido, es relevante el enfoque de la doctora Silvia
di Segni (2013):
46
de Salud), cuya aprobación en la Asamblea Mundial de la Salud está
prevista para el 2017. En el borrador beta que circula se han retirado
las categorías referentes a identidades trans del capítulo “Trastornos
mentales y del comportamiento”. Se reconoce la volun-tad del grupo
de trabajo de abandonar el modelo psicopatológico y de incluir una
categoría no patologizante de atención sanitaria para personas trans
con el objetivo de favorecer su cobertura pública. Sin embargo, se
proponen los conceptos de “incongruencia de género” e “incongruencia
de género en la infancia” que continúan concep-tualizando los
tránsitos en el género como un problema psicológico-psiquiátrico. En
el marco de estas discusiones, la campaña internacional Stop Trans
Pathologization propone una categoría descriptiva de los procesos
sanitarios relacionados con los procesos de transición en el género
bajo el título “Atención sanitaria trans” o “Atención sanitaria
relacionada con el proceso de transición en el género”. La principal
preocupación es respecto de la categoría “incongruencia de género
en la infancia”, sobre la que expresan que “carece de uti-lidad
clínica, además de aumentar el riesgo de una patologización y
medicalización de la exploración libre de expresiones, trayectorias e
identidades de género en niñ*s” (STP, 2013: pp. 3-4). Esta y otras
organizaciones e investigadores alertan que la mencionada cate-
goría puede resultar contradictoria con el interés superior del niño
dispuesto por la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) y
respaldado por el Comité sobre Derechos Económicos, Sociales y
Culturales.
En este contexto, Argentina se encuentra en un momento
paradójico en el que convive el espíritu despatologizante de la san-
cionada Ley de Identidad de Género con profesionales de la salud
que se forman con el DSM y otros textos que sostienen una pers-
pectiva patologizante de las identidades trans. En este sentido, se
vuelve fundamental e impostergable revisar y modificar los proce-
sos de educación y formación.
El Principio 18 de los Principios de Yogyakarta (2014), “Pro-
tección contra abusos médicos”, expresa que
47
por motivo de su orientación sexual o su identidad de género. Con
independencia de cualquier clasificación que afirme lo contrario,
la orientación sexual y la identidad de género de una persona no
constituyen, en sí mismas, trastornos de la salud y no deben ser
sometidas a tratamiento o atención médicas, ni suprimidas.
Los Estados adoptarán todas las medidas legislativas, adminis-
trativas y de otra índole que sean necesarias a fin de asegurar la
plena protección contra prácticas médicas dañinas basadas en la
orientación sexual o la identidad de género, incluso en estereoti-
pos, ya sea derivados de la cultura o de otra fuente, en cuanto a la
conducta, la apariencia física o las que se perciben como normas
en cuanto al género [… con el objeto de garantizar] que ningún
tratamiento o consejería de índole médica o psicológica conside-
re, explícita o implícitamente, la orientación sexual y la identidad
de género como trastornos de la salud que han de ser tratados,
curados o suprimidos. (pp. 115-116)
50
IV. Intersexualidad
La intersexualidad como marca identificatoria plantea, en el discur-
so y la práctica del protocolo habitual de atención, la ilegibilidad
social de nuestros cuerpos, y la necesidad imperativa de volverlos
genéricamente legibles, en la conjugación de una corresponden-
cia ineludible entre géneros establecidos y cuerpos transparentes.
Mauro Cabral
55
tidad social subordinada. Por tanto, el estigma no es sólo un rasgo
corporal o el generador de un rol social, sino que constituye un mar-
cador identitario, un atributo dominante al que se someten todos los
demás roles sociales (Murphy, 1987). Con el espíritu de cuestionar
e historizar estos modelos hegemónicos que regulan el género, la
sexualidad y la corporalidad, es fructífero pensar al cuerpo como
una construcción social en la medida en que está atravesado por
relaciones de dominación, categorías de percepción y sistemas so-
ciales de clasificación (Bourdieu, 1986).
En el informe de la Oficina del Alto Comisionado de las Na-
ciones Unidas para los Derechos Humanos sobre Discriminación y
Violencia contra las Personas por Motivos de Orientación Sexual e
Identidad de Género, con fecha del 4 de mayo de 2015, se expresa
que
56
personas, respeto por su autonomía y autodeterminación, derecho
sobre sus cuerpos y sus vidas, y no discriminación.
Desde el INADI, se entiende que se debe asegurar la inte-
gridad corporal, la autonomía decisional y la salud de las personas
intersex, para lo cual es necesario proporcionar apoyo psicosocial y
no patologizante a la familia inmediata; las cirugías u otros tratamien-
tos médicos deben ser evitados a menos que se trate de interven-
ciones necesarias para salvar la vida. Lo fundamental es asegurar
el derecho a la integridad y la autodeterminación del propio cuerpo.
Sin embargo, no está de más enfatizar que para muchas personas
intersex esto ya no es posible, porque han sido sometidas a inter-
venciones antes de poder decidirlas. Al momento del nacimiento
de un bebé intersex, no se debe precipitar ninguna decisión cuyas
consecuencias sean irreversibles; es decir, se debe evitar toda in-
tervención que no sea médicamente necesaria y esperar a que la
persona intersex alcance una maduración que le permita expresar
libremente su identidad de género autopercibida. Las decisiones
actuales deben permitir que el desarrollo de la persona determine
su voluntad, evitando que la determinación médica se anteponga al
reconocimiento de la persona intersex como sujeto de derecho. El
principio de autodeterminación de las personas es central.
El paradigma de atención de la salud vigente contribuye
a una visión patologizante de la intersexualidad y a la categoriza-
ción de las variaciones corporales como enfermedad. Se propone
un modelo de atención alternativo, basado en el acceso pleno a la
información y en la distinción entre la necesidad médica y los impe-
rativos socioculturales. Para avanzar en este sentido, se requiere la
visibilización de las personas intersex y sus experiencias, así como
un relevamiento de las guías de atención y tratamiento implementa-
das en los sistemas público y privado de salud, para luego diseñar
un protocolo nacional. Se trata de una demanda universal por el
respeto a la autonomía corporal y de la decisión, por el derecho a la
identidad y a la memoria. Fundamentalmente, se trata del reconoci-
miento de la libertad inalienable de las personas para decidir sobre
sus cuerpos.
57
V. Diversidad familiar
La familia no es más que un producto de la actividad social y, en
tanto creación humana, no es inmutable. Es una institución resul-
tado de la práctica social y también de las ideas dominantes que,
respecto de ella, reinan en cada período histórico.
Deborah Daich
De natural, nada
61
tales, la familia nuclear heterosexual se ha naturalizado como la mo-
dalidad hegemónica.4
La H no se pronuncia
63
La voluntad de maternar y paternar
65
VI. Breve historia del
movimiento LGTBI
en Argentina
El 1° de noviembre de 1968, durante la dictadura militar de
1966-1973 –en la que se sucedieron en el gobierno de facto Juan
Carlos Onganía, Marcelo Levingston y Alejandro Agustín Lanusse–,
en una casa de inmigrantes de un suburbio de Buenos Aires un gru-
po de personas, trabajadores de clase media baja y en su mayoría
de extracción gremial –liderados por Héctor Anabitarte, militante del
Partido Comunista–, formaron Nuestro Mundo, el primer grupo de
militancia homosexual de América Latina. El contexto represivo de
carácter conservador y moralizante impuesto por la dictadura ge-
neró un clima social, político y cultural que condujo a la politización
social de diversos sectores sociales y a su integración en organi-
zaciones políticas, sociales, sindicales o armadas. Si bien desde el
INADI no utilizamos la categoría de homosexualidad, de acuerdo
con lo explicitado en apartados previos, respetamos la categoría
que se utilizaba en la época a la que nos referimos:
69
her, 2008, p.78) en el contexto más amplio de opresión social, cultu-
ral, política y económica.
En 1973 cesó el período dictatorial; fue el momento de apo-
geo y esplendor del FLH. En ese momento, elaboraron el primer
boletín, que a modo de manifiesto se llamó Somos. Participaban en
el FLH diez grupos autónomos, incluyendo varios de otras ciudades
de las provincias de Argentina. Dichos grupos fueron Nuestro Mun-
do (sindicalistas), Safo (lesbianas), Eros (universitarios), Bandera
Negra (anarquistas) y Emanuelle (profesionales católicos).
El 25 de mayo de 1973, el FLH llevó a cabo la primera mani-
festación pública homosexual de Argentina en el marco de la asun-
ción presidencial de Héctor José Cámpora Las reivindicaciones
principales giraban en aquel momento alrededor de la derogación
de los edictos policiales y la liberación de los homosexuales deteni-
dos en la cárcel de Devoto a causa de la legislación que criminaliza-
ba la homosexualidad y penalizaba determinadas prácticas como
el contacto social en la calle y vestir ropa “perteneciente al sexo
contrario”.5
Durante tres años de democracia, entre 1973 y 1976, el FLH
buscó acercarse a otros espacios de militancia y partidos políticos
para incluir las demandas propias en reivindicaciones políticas y
sociales más amplias, en consonancia con el espíritu de Néstor Per-
longher –uno de sus principales referentes– de construir una “liga-
zón entre la liberación nacional y la liberación sexual” (Perlongher,
2008, p. 80). En sintonía con el contexto de movilización de la época
y a partir de la iniciativa de Perlongher, el FLH se acercó a los espa-
cios de la izquierda peronista. Sin embargo, esta alianza fue breve
porque reveló que la mayoría de las agrupaciones y partidos políti-
cos no estaban dispuestos a incluir las luchas de los homosexuales
en sus banderas. La aparición pública y visibilización del FLH tras
las banderas de la Juventud Peronista (JP) y Montoneros en el mar-
co de dos hechos históricos como fueron la asunción de Cámpora
5 Dentro del edicto “Escándalo”, el inciso F facultaba a la policía a detener a
todos aquellos que “se exhibieren en la vía pública vestidos o disfrazados con
ropas del sexo contrario”; el inciso H criminalizaba el contacto social urbano,
ya que habilitaba a la policía a detener aquellas personas que “públicamente
incitaren o se ofrecieren al acto carnal”. Otro edicto, “Bailes públicos” (artículo
3, inciso A), penalizaba al “dueño o encargado del local que permitiera el baile
en pareja del sexo masculino”.
70
y la Masacre de Ezeiza puso en evidencia estas contradicciones.
Según los testimonios de los protagonistas de la época, entre los mi-
litantes de dichas agrupaciones se hizo popular un cántico diferen-
ciador descalificatorio: “No somos putos, no somos faloperos somos
soldados de FAR y Montoneros” (Jáuregui, 1986). Esto, sumado a la
negativa pública de la JP a la participación de homosexuales en sus
líneas, condujo a la ruptura de la corta relación entre estos espacios
(Perlongher, 2008, p. 80). Este distanciamiento implicó, a su vez,
que el FLH reemplazara algunas de sus banderas, como “los putos
con Perón”, por otras de tinte marxista condensadas en la tríada an-
ticapitalismo, antiimperialismo y antiautoritarismo (Perlongher, 2008,
p. 82).
Por otra parte, en 1973, con el retorno de la democracia en
Argentina se publicó y difundió el escrito Sexo y revolución, gene-
rando un gran debate en los grupos militantes y en la izquierda. Asi-
mismo, se publicó la revista Somos, órgano oficial del FLH y primera
revista homosexual de América Latina, de la cual se lograron editar
ocho ejemplares; el último de ellos se publicó en enero de 1976,
dos meses antes del golpe de Estado y del comienzo de la última
dictadura cívico-militar (1976-1983).
El golpe de Estado y la detención y enjuiciamiento de Néstor
Perlongher marcaron el fin de las actividades de la organización. A
partir de entonces, la dictadura secuestró, desapareció y asesinó a
miles de argentinos, entre ellos a militantes homosexuales, aniqui-
lando de esta forma toda posibilidad de continuidad del movimien-
to. El FLH decidió su autodisolución y muchos de sus miembros
se exiliaron, interrumpiéndose de esta manera las actividades de la
que sería la primera experiencia organizativa del colectivo lésbico-
gay sudamericano. Entretanto, la división Moralidad de la Policía Fe-
deral emprendía una “campaña de limpieza” para purgar las calles
de homosexuales, que alcanzó su apogeo durante los preparativos
para el Mundial de Fútbol de 1978. Según uno de los testimonios
recogidos por Alejandro Modarelli y Flavio Rapisardi en Fiestas,
baños y exilios (2001):
71
Una noche hubo una razzia monumental en un boliche de la Plaza
Dorrego, en San Telmo, donde se hacía un show musical, y nos de-
tuvieron a un montón de locas, incluso al cantante. Querían sacar-
nos de la calle, de la Feria, de San Telmo, del planeta, para que se
viese que el país había sido purificado. Porque los homosexuales
y los marxistas no eran argentinos, para ellos. (pp. 73-74)
72
pedido de registración con el argumento de que su objetivo social
era “contrario al bien común” (CSJN, 1991). También corresponde
a esta época un antecedente fundamental: en 1996 la Constitución
de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires incorporó garantías para
el “derecho a ser diferente” y especificó la orientación sexual entre
los motivos de discriminación reconocidos.
La década del noventa se caracterizó por la proliferación de
agrupaciones, tanto en Argentina como en el resto del continente,
especialmente en las principales ciudades. A nivel global, se impu-
sieron las categorías de lesbiana y gay, y se dejó de lado la catego-
ría de homosexual. Comenzaron a adquirir protagonismo político las
organizaciones de travestis, transexuales y transgéneros (Seidman,
1996). En estos años, a las luchas encarnadas en las consignas
de las décadas anteriores –la libre expresión de la sexualidad, la
despatologización de conductas e identidades homosexuales y tra-
vestis y la movilización contra la violencia y el abuso policial– se les
sumó la lucha contra el VIH-sida, cuyas demandas fueron configu-
radas en términos del derecho a la salud, y contra la discriminación,
pasando a encabezar la lista de reivindicaciones. En este marco,
73
2 del Código Civil de la República Argentina–. Con esta finalidad
redactaron un estatuto en cuyo artículo 2º establecieron sus pro-
pósitos como asociación, a saber: a) luchar para que el Estado y
la sociedad acepten el travestismo como una identidad propia; b)
lograr que las personas travestis y transexuales se conviertan en
sujetas/os de derecho; c) lograr una mejor calidad de vida para las
personas travestis y transexuales; d) implementación de la campa-
ña Construyendo la Ciudadanía Travesti-Transexual, exigiendo el
derecho a la salud, educación, trabajo, vivienda y demás beneficios
sociales; por medio de campañas de educación, sensibilización,
talleres participativos, programas de formación y conferencias diri-
gidas a organismos del Estado y organizaciones de la sociedad civil
para lograr la reflexión y la no discriminación del travestismo como
una identidad propia (CSJN, 2006). Luego de haber presentado el
pedido de personería jurídica en la Inspección General de Justicia
se obtuvo una resolución de rechazo de la inscripción. Hizo falta ju-
dicializar ese pedido y hacer un largo recorrido por la justicia hasta
llegar a la Corte Suprema de Justicia, quien hizo lugar a los planteos
de la entidad, considerando que los fundamentos de la resolución
de rechazo fueron arbitrarios y discriminatorios.
Desde ese año hasta la actualidad, el movimiento de la di-
versidad sexual ha cobrado mayor visibilidad y reconocimiento por
parte de la sociedad y, principalmente, por parte del Estado, que
dio lugar a diálogos, encuentros y alianzas para garantizar el res-
peto y ejercicio real de los derechos humanos en igualdad de con-
diciones y oportunidades. Existe un cierto consenso en considerar
a la sanción de la ley conocida como “matrimonio igualitario” como
el punto de inflexión en este proceso de demanda por parte de las
organizaciones LGTBI frente al Estado. Su aprobación fue posible
75
VII. El lenguaje como
motor de cambio
El uso que la persona hablante hace del lenguaje articula
significados en relación con determinados contextos enunciativos;
para decirlo más directo: el uso del lenguaje crea sentido sobre el
mundo. A través del habla expresamos lo que se piensa, se siente y
se percibe. El lenguaje nombra, da existencia y visibiliza lo nombra-
do. El lenguaje, como sistema de signos que utilizan las personas
para comunicarse y relacionarse, crea sentido y genera percepcio-
nes, y con ello valoraciones positivas o negativas sobre lo que se
está nombrando.
Es necesario tomar conciencia sobre el uso del lenguaje. En
la medida en que el lenguaje representa y construye el mundo en el
que vivimos, puede ser tanto reproductor de estereotipos como una
herramienta de cambio, un instrumento fundamental para la cons-
trucción de una sociedad igualitaria. El lenguaje puede ser utilizado
para herir u ofender a otras personas a través de términos descali-
ficadores; como todos sabemos, las palabras también discriminan.
Por eso es tan importante no reproducir desde el lenguaje discursos
discriminatorios fundados en la orientación sexual o la identidad de
género, ni utilizar términos sexistas, machistas, xenofóbicos o racis-
tas.
80
Naturalización: proceso por el cual se instalan como natu-
rales pautas, construcciones e instituciones socioculturales. De esta
manera, algo que pertenece al ámbito de lo cultural, una costumbre
o una creencia, se universaliza y se legitima como único e invaria-
ble, velando su carácter histórico, social y procesual.
81
Sexo: son las características biológicas que, en cada cultu-
ra, se seleccionan para distinguir varones de mujeres. En nuestra
sociedad, al nacer se nos asigna un sexo teniendo en cuenta, prin-
cipalmente, la apariencia de los genitales.
85
VIII. Marco normativo
Ley de Matrimonio Igualitario (N° 26.618)
90
Ley de Identidad de Género (Nº 26.743)
91
Ley de Reproducción Asistida (N° 26.862)
93
Recursos y datos útiles
Organismos del Estado
97
• Bachillerato Popular Trans “Mocha Celis”
Sitio web: https://www.facebook.com/mochacelis/
98
Referencias
APA. (2014). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos
mentales (DSM-V). Barcelona: Elsevier-Masson.
INDEC & INADI. (2012). Encuesta sobre Población Trans 2012. Re-
cuperado el 15 de junio de 2016 de http://www.indec.gov.ar/
desaweb/micro_sitios/WebEncuestaTrans/encuesta.html
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Jáuregui, C. (1987). La homosexualidad en la Argentina. Buenos
Aires: Ediciones Tarso.
OMS. (2015). Sexual health, human rights and the law. Génova: Au-
tor.
103
Pichardo Galán, J. I. (Ed.). (2007). Actitudes ante la diversidad se-
xual de la población adolescente de Coslada (Madrid) y San
Bartolomé de Tirajana (Gran Canaria). Recuperado de
http://www.felgtb.org/rs/467/d112d6ad-54ec-438b-9358-
4483f9e98868/c11/filename/adolescentes-ante-la-diversi-
dad-sexual2.pdf
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Tin, L.-G. (Ed.). (2012). Diccionario de la homofobia. Madrid: Akal.
105
Diversidad sexual I 2