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Los Métodos Actuales Del Pensamiento

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Los Métodos actuales del pensamiento:

Fenomenológico y Semiótico.

David Jiménez Martínez.

Introducción

En este texto pretendo hacer una reflexión sobre los métodos actuales que son empleados
en la filosofía y la ciencia para llegar al conocimiento. Suscribiéndonos exclusivamente en
la reflexión sobre el método fenomenológico y los métodos semióticos. El estudio se hará
siguiendo el texto de Bochenski “Los métodos actuales del pensamiento” el cual hace un
recorrido por dichos métodos, exponiendo sus principales características, exponentes y
reglas a seguir según cada metodología.

Es necesaria la comprensión de estos métodos pues constituyen la base para el


entendimiento de las filosofías contemporáneas, así como para tener un acercamiento más
profundo sobre la naturaleza de la práctica filosófica y su metodología.

Método Fenomenológico.

Uno de los más importantes métodos actuales de investigación filosófica es el método


fenomenológico. Ha repercutido en muchas de las corrientes filosóficas del siglo anterior y
aún perdura como un medio para investigar muchas de las problemáticas filosóficas. La
palabra “fenomenología”, se puede rastrear hasta 1764 con J. H. Lambert, y después en
1786 con Kant, Hegel posteriormente escribe su fenomenología del espíritu en 1807 y en
muchos otros autores posteriores sigue apareciendo este concepto todos con significados
diversos. El primero en introducir el concepto de fenomenología como un método definido
y determinado como tal es Edmund Husserl, de quién derivan en buena medida la escuela
existencialista, principalmente con Heidegger, Sartre y otros. Los métodos que se aparecen
en Husserl son básicamente dos los cuales son: la reducción eidética y la reducción
fenomenológica. Sin embargo aquí se desglosa más sobre la primera, que parece ser la más
cercana a ser considerada como un método filosófico como tal, mientras que la segunda
tiene que ver más con el contenido mismo de las investigaciones de Husserl que con el
método en sí.
El autor presenta en resumidas cuentas cuáles son los caracteres principales de la
mencionada metodología. Básicamente se trata de un acercamiento del sujeto cognoscente
al objeto de conocimiento de manera en la que se elimine cualquier influencia exterior,
cualquier elemento que no sea propiamente el objeto en su ser “en sí”. La regla general reza
simplemente, “hacia las cosas mismas” (Bochenski., 1979.). Esencialmente son tres las
reducciones que se tienen que hacer en dicho método, lo que se le denomina “epoché”.
Dichas reducciones son: “primeramente de todo lo subjetivo: la postura ante el objeto debe
ser puramente objetiva; en segundo término, exclusión de todo lo teórico… de manera que
tan sólo entre en cuestión lo dado (la cosa en sí); y en tercer lugar, exclusión de toda
tradición, es decir, todo aquelloque se havenido enseñando hasta el presente del objeto”
(Bochenski., 1979.).

De este modo, pareciera que el ideal de la fenomenología es lograr una ciencia filosófica
que se aísle de la relación con influencias de la existencia exterior, cosificada y oscura que
prevalece sobre la comprensión absoluta de los objetos desde el ser en sí. Es decir, la
fenomenología busca comprender a los objetos no según sus características secundarias,
sino que va hacia la quididad de la cosa, al “qué es” de la cosa.

Para lo anterior se necesita tener presenta el concepto de la intuición como regla


fundamental del método fenomenológico, que refiere a la persecución del objeto de manera
intelectual, dice Bochenski: “El método fenomenológico es un método de intuición, de
visión intelectual. Según los fenomenólogos, en el fondo de todo verdadero conocimiento
yace una intuición de esa especie” (Bochenski., 1979.). Y luego agrega: “Solo cabe intuir lo
dado, y lo dado, la cosa, se llama en Husserl fenómeno… lo que aparece, lo que está claro a
nuestra vista” (Bochenski., 1979.). Así pues el objeto se descubre como un fenómeno que
se aprehende por medio de la intuición intelectual de aquello que aparece. La
fenomenología es el tratar de poner en logos o palabras aquello que es aparecido y dado en
una realidad y que es comprendido a manera de una intuición.

Esto que hemos estado enunciando hasta aquí, es considerado como la parte de la reducción
o intuición eidética que forma parte de las reglas fundamentales en el método
fenomenológico total.
Otra regla fundamental ya esbozada anteriormente es la del objetivismo, dice nuestro autor:
“En la investigación debe orientarse el pensamiento exclusivamente hacia el objeto con
exclusión total de lo subjetivo” (Bochenski., 1979.). Ya lo decíamos arriba, el
fenomenólogo, tiene que aislar por completo el objeto en cuestión de todo aquello que
pudiera influir en la definición final de la cosa, puesto que no se va en busca del ser de un
objeto en tal o cual circunstancia o bajo tal o cual punto de vista, sino que se busca al ser en
tanto que ser. El ser entero del investigador debe ser olvidado y entregado por completo al
objeto, ser un mero instrumento por el cual fluya la naturaleza propia del objeto a ser
revelada a manera de enunciados.

Algo implícito en la consideración objetiva absoluta de este método, es que propone una
investigación enteramente separada de un sentido práctico o utilitario. Al investigador no le
interesa lo útil de la cosa, sino su naturaleza propia, ni se pregunta “para qué” sirve un
objeto sino que lo más que podría preguntarse es un “cómo es” dicho objeto. Personalmente
creo que una actitud investigadora como la expresada, pareciera no ser posible, puesto que
el hombre es un sujeto en el que yacen de fondo pensamientos e ideas subjetivas de las que
no se puede desprender, así como un anhelo por el conocimiento que trasciende la mera
idealidad intelectual y abstracta y que intenta llegar a un sentido práctico. Sin embargo es
importante destacar su aspecto no utilitario, en el sentido de que no busca una conveniencia
a través del conocimiento, sino que va tras el ser en sí, por el simple deseo de descubrirlo.

Precisamente, siguiendo la línea de mi comentario anterior, el autor presenta también las


posturas subjetivistas que se postulan como una contraparte del método fenomenológico.
Principalmente refiere a los filósofos existencialistas como Soren Kierkegaard, quien
admite que para entender la realidad el sujeto debe deshacerse de todo lo objetivo y entrar
en la condición de la angustia. Incluso algunos llegando a decir que no existe objeto en sí,
sino que todo se reduce a la existencia que parte de la subjetividad del hombre. “Los
filósofos de la existencia consideran a la existencia como algo no acabado, en continuo
hacerse, sin unos contornos fijos; el objeto en cambio, dicen ellos, es algo formado y
aprehensible. Por eso para ellos la existencia no es objeto” (Bochenski., 1979.). La base
fundamental de este tipo de pensamiento subjetivo está no bajo un sistema de pensamiento
definido, sino que para ellos, en la verdadera filosofía, yace necesariamente no una idea,
sino un sentimiento, que evidentemente no se puede suponer como algo objetivo, sino que
está absolutamente puesta en el plano más profundo e individual del hombre. Para ellos es
necesario no solo conocer la filosofía sino sentirla.

Siguiendo con las reglas del método, el autor nos dice que es necesario no solo eliminar la
parte subjetiva del investigador al carearse con el objeto, sino que debe así mismo eliminar
todo lo objetivo que entra en relación con el objeto pero que no son en sí el objeto como tal.
Es decir, la reducción de la teoría y de la tradición.

Sobre la primera, nuestro autor refiere “Esta regla exige primeramente que sean excluidas
todas las teorías, hipótesis, etc.” (Bochenski., 1979.). Lo que se busca con esto es no tener
de antemano una idea sobre el objeto que permee la visión del investigador y nuble la
posibilidad de encontrar una nueva idea o definición de aquello que es dado. No hay que
pensar que se hable aquí de prejuicios en contra de ciertas teorías dadas históricamente
acerca de aquello que se investiga, sino que estas deben ser temporalmente desechadas para
llegar con una “mente en blanco” y posarse sobre el objeto no deseando el hacer funcionar
un cierto sistema o filosofía, sino ver al ser en sí puro.

La segunda reducción está en estrecha relación con la anterior, se refiere, pues al principio
formulado por Tomás de Aquino el cual dice que “la apelación a la autoridad humana es el
argumento más débil” (Bochenski., 1979.). Esto quiere decir que debemos desechar
cualquier argumento que surja de la mera opinión de la gente, puesto que no ejerce ningún
tipo de autoridad o influencia sobre el ser en sí del objeto. Lo que “se dice” de un objeto no
tiene porqué ser cierto más allá de que sea aceptado por todos. Pareciera que dicha
tradición, recuerda igualmente al concepto de “das man” en Heidegger, como esa multitud
en la que el individuo se diluye en una existencia inauténtica.

Finalmente se pasa a hablar acerca del objeto que investiga la fenomenología como tal, es
decir el fenómeno. La definición que le otorga Husserl a este concepto va más allá de las
definiciones clásicas que de hecho contraponen en sentido de contradicción al fenómeno y
a la realidad, presentando a este como una mera ficción o apariencia que no presenta a la
realidad en sí. O bien, como es en el caso de las ciencias naturales, se restringe el concepto
a un evento que es posible percibir por los sentidos, siendo que Husserl concibe al
fenómeno como aprehensible también a través del intelecto sin necesidad de una mediación
sensible. El fenómeno para Husserl, Bochenski lo define así: “lo que se muestra a sí, en sí
mismo, lo que se muestra tal como es, lo que está claramente ante nosotros” (Bochenski.,
1979.). Así pues, el fenómeno es eso que alumbra, eso que se muestra no como una
apariencia engañosa sino con carácter de verdad y autenticidad, por lo que no se queda en
el plano sensible sino que tiene relación con algo más allá de lo que se puede ver.

Hasta este punto hemos realizado tres reducciones que son necesarias en el método
fenomenológico, de lo subjetivo, de lo teórico y de la tradición, sin embargo el autor nos
señala que no son suficientes, sino que la propia existencia de aquello dado debe ser
también reducida. Quiere decir, entonces, que la propia existencia de un objeto no debe de
influir en la investigación, esto puede incluso significar que la existencia de un objeto ni
siquiera es necesaria para que forme parte de lo investigado, “Si se lleva a cabo, por
ejemplo, un investigación fenomenológica sobre una mancha roja, es completamente
indiferente que haya o no, tal mancha en el mundo” (Bochenski., 1979.). Así pues, lo dado,
que forma parte de la investigación no encuentra su fundamento dentro de su existencia,
sino que, al contrario, se debe prescindir de ella para lograr llevar a cabo el método. Se
justifica, pues, al pensar que el existir, es necesariamente salir de la esencia propia y
ponerse en relación con lo externo que de una manera u otra influye en la propia naturaleza
de lo dado, por lo que, para hallar el en sí, puro y absoluto de alguna cosa, la existencia
queda desechada.

Queda en claro, pues que el objeto primordial del método analítico es la esencia del objeto.
Definida esta como “la estructura fundamental del objeto” (Bochenski., 1979.). O sea, lo
que hace ser al objeto. La cual excluye todo aquello accidental que se presenta en la
existencia, la esencia se ve reducida a un concepto abstracto que fundamenta todo lo que es
y tiene una naturaleza determinada y definida.

Método semiótico.

El origen como de las reflexiones sobre las cuestiones semióticas es posible rastrearlo hasta
la lógica aristotélica, e incluso más atrás con Platón y los propios sofistas. Los estoicos y
posteriormente los escolásticos, hicieron avances significativos en el campo de la semiótica
y el lenguaje pero hasta hoy han sido poco estudiados y algunas obras se han perdido con el
paso del tiempo. La época moderna hizo pocos avances sobre el tema y fue hasta la época
contemporánea que se reavivó el interés por el análisis del lenguaje y se convirtió en uno de
los métodos y doctrinas más importantes en la actualidad. El uso como tal del vocablo
“semiótica” se originó con Charles Morris en 1938.

La semiótica básicamente trata del estudio del lenguaje, similar a la lógica, pero tratando a
éste más como signos y símbolos multidimensionales, no solo formales. La necesidad del
estudio acerca del lenguaje se encuentra en que siendo la ciencia una obra social, el
lenguaje tiene la intención de transmitir los contenidos de ésta, se necesitan encontrar y
definir las reglas generales que faciliten la comprensión de dichos contenidos.

La idea base de la semiótica es que la palabra como un signo, al ser dicha o escrita posee
tres dimensiones, es decir un triple orden de objetos. Estos son: a) dimensión sintáctica la
cual refiere a la relación de una palabra con otras dentro de un enunciado, b) dimensión de
significación que trata del significado que tienen las palabras, es decir, su contenido
referente a una realidad concreta, y c) dimensión pragmática que es la mediación entre los
hombres y las palabras que se emplean.

El estudio semiótico se diferencia del formalismo precisamente en lo mencionado arriba,


puesto que mientras que el formalismo apuesta por desechar del lenguaje todo aquel
contenido de significado, la semiótica persigue un lenguaje íntegro y multidimensional. Si
bien ambos no se contradicen y hasta pueden llegar a ser análogos en ciertas cosas, si son
claramente diferenciables. Básicamente la doctrina formalista que empieza desde
Aristóteles en el organón y llego a un punto importante con el cálculo moderno y se
mantiene hasta nuestros días, trata de buscar un lenguaje solamente gráfico carente de
dignificación real, por lo que solo interesaría un término en cuanto a su valor operacional
dentro de un sistema de signos.

Ahora bien, trataremos de entender las dimensiones del lenguaje desde el punto de vista de
la semiótica acorde al texto de Bochenski, principalmente las dos primeras dimensiones que
son las más pertinentes para entender como tal el método semiótico en esencia.
Al tratar sobre la dimensión sintáctica del lenguaje, tenemos que ir a la cuestión por el
sentido de éste. Es decir, la sintaxis en la semiótica es aquella que le concede sentido y
direccionalidad a lo que se dice. Dice Bochenski: “Sintácticamente considerado, un
lenguaje consta de una multitud de expresiones para los que tienen validez unas
determinadas reglas…Las reglas de un lenguaje pongamos S determinan qué expresiones
pertenecen a S, es decir, tienen sentido en S; todas las demás expresiones no están dotatas
sintácticamente de sentido en tal lenguaje” (Bochenski., 1979.).

Así pues, en un lenguaje existen dos clases de expresiones con sentido, que son las
atómicas y las moleculares. Las primeras refieren a expresiones simples que no tienen
sentido por si solas y las segundas tratan de enunciados compuestos llenos de sentido en
cada una de sus partes. Sobre las expresiones moleculares existen dos reglas fundamentales,
en primer lugar “deben componerse exclusivamente de expresiones dotadas de sentido en el
correspondiente lenguaje” (Bochenski., 1979.). O sea, de expresiones atómicas que tengan
sentido real dentro de un lenguaje determinado. En segundo lugar la propia estructuración
de dichas expresiones tiene que estar hecha bajo determinadas reglas de formación del
lenguaje. Dichas reglas se puede decir que son sintetizadas en las llamadas categorías
sintácticas. Éstas pueden ser definidas como “una serie de expresiones que pueden ser
cambiadas por cualquiera de su clase, dentro de una proposición dotada de sentido, es decir,
sin que la proposición pierda su sentido por ello” (Bochenski., 1979.). Pareciera recordar,
pues, a las estructuras gramaticales del lenguaje conocidas como las “partes de la oración,
sin embargo no son precisamente eso, puesto que mientras que en una gramática el lenguaje
es cambiante y no absolutamente preciso, aquí se busca la pureza de la construcción del
lenguaje como tal, no solo de la formación de una oración en particular.

Pasando a la dimensión semántica de la semiótica encontramos dos funciones principales


en cómo se expresa el signo semántico, en primer lugar al significar algo y en segundo
lugar, al expresar algo subjetivo, como un estado de ánimo, un sentimiento etc. Al
significar algo, lo que se hace es indicar contenidos de información que un sujeto transmite
sin que estos entren en relación esencial con el sujeto, es decir, que son puramente
objetivos. Esta diferencia sin embargo aparece solo al analizar el lenguaje, porque en el uso
común del mismo, usualmente se encuentran unidas.
Una cuestión por demás interesante es la cuestión de lo llamado “inefable”. Nuestro autor
nos dice: “¿Qué ocurre si se trata de algo que (en principio o para nuestro entendimiento de
hombres) es incognoscible y por lo tanto también inefable?” (Bochenski., 1979.). Lo
inefable se define como aquello a donde no pueden acceder las palabras que intenten
explicar algo, es decir, es un momento, lugar, o estado en el que se elimina todo lenguaje y
es imposible ponerlo en palabras. Los pensadores sin embargo han reflexionado sobre esto
y sus proposiciones se pueden dividir en tres grupos principales: 1) “H. Bergson y K.
Jaspers… opinan que lo inefable no se puede decir, no se puede representar y comunicar
mediante signos objetivos, pero puede sernos asequible con ayuda de un lenguaje sin
contenido objetivo” (Bochenski., 1979.). En este sentido no se puede transmitir aquello que
incluso, para estos pensadores, representa lo más importante de la vida, sin embargo,
nuestra intuición subjetiva nos puede asegurar de que todos de cierto modo lo vivimos, es
decir, solo puede existir una especie de experiencia intuitiva sobre esas cosas. 2)
Opuestamente a lo que acabamos de decir, aparece el principio de Ludwig Wittgenstein que
reza: “De lo que no se puede hablar, se debe guardar silencio”. Es decir, que no hay
lenguaje que puede describir, ni siquiera subjetivamente, algo que pertenezca a lo inefable.
3) Finalmente el autor nos presenta los principios de Hartman y los tomistas. Del primero
dice “Hartman cree que existe algo irracional incognoscible para nosotros, y por lo tanto
inefable, pero que lo irracional siempre tiene un lado cognoscible; desde él, es posible no
sólo confinar lo irracional sino también formular las antinomias que siempre se presentan
en ello” (Bochenski., 1979.). Sobre los tomistas refiere a la doctrina en la que se intenta
conocer a Dios de manera analógica, pues si bien no se puede conocer como tal, se le
pueden conceder ciertos predicados.

En conclusión, se puede decir que el método semiótico no pretende quedarse en el lenguaje


como algo abstracto y aislado de la realidad, sino que pareciera utilizar al lenguaje para
entender y manipular la realidad. El lenguaje no solo es nuestra lengua, sino todo lo que nos
rodea como seres humanos y nos da sentido.
Trabajos citados
Bochenski., I. M. (1979.) Los métodos actuales del conocimiento . Madrid: Ediciones Rialp S.A .

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