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El Precio Del Am or Lucy Serrano

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EL PRECIO DEL AMOR

¿Es necesario sufrir para amar?


Lucy Serrano

Introducción………………………………………………………………………… 4
I. ¿Qué es una mujer? Programaciones socioculturales………………….…. 7 II.
Diferentes tipos de mujeres y sus maneras de relacionarse en pareja..… 17
• La abnegada.
• La pseudofeminista.
• La salvadora de hombres.
• La princesita soñadora.
• La chica moderna comunicativa.
• La autosuficiente decepcionada.
• La tímida, acomplejada, solterona.
• La vanidosa, caprichosa, manipuladora.
III. El mito de la comunicación….…………………………………………… 48
• Cómo no caer en la trampa.
• Diferencias básicas entre hombres y mujeres que dificultan la comunicación.
• El papel de la autoestima en la comunicación.
• Métodos equivocados de reacción ante comentarios negativos.
• Técnicas para romper con los hábitos de comunicación ineficaces.
IV. Círculo de cambios………………………………………………………… 81
• Equilibrio en las diferentes áreas de vida.
• Descripción de las diferentes áreas de vida.
• ¿Cómo afecta al hombre que la mujer decida cambiar?
• Recuperarse a sí misma antes de intentar recuperar a la pareja.
• Ejercicios de recuperación de sí misma.
• Si me doy cuenta de que la relación no funciona, ¿qué hacer?
• Manejo de la separación o el divorcio. ¿Podré rehacer mi vida?
• Cuestionario sobre la preparación para la separación o el divorcio.
• ¿Cómo afectará a mis hijos esta decisión?
• Matrimonios atorados.
V. Consejos para las solteras o las que van por la segunda vuelta y desean una
buena relación de pareja y consigo mismas……..……………..………………. 108
• Errores que hay que evitar.
• Qué aprendí de mis parejas anteriores y de mi forma de relacionarme.
• Cuestionario para evaluar posibles parejas.
• La mujer madura y equilibrada. ¿Cómo es y cómo se relaciona?
• Cómo crecer interiormente y aprovechar las épocas en que estamos solas.

1
INTRODUCCIÓN

¿Por qué estoy escribiendo este libro? En la actualidad hay libros en los que se habla
mucho de los conflictos de pareja: infidelidad, misoginia, problemas psicológicos
masculinos y femeninos, conflictos con los hijos y tantos otros.

Muchos de estos libros son excelentes y no cabe duda de la gran ayuda y orientación que
han proporcionado al público interesado. Sin embargo, la gran mayoría son traducciones de
autores extranjeros que no están familiarizados con nuestra idiosincrasia. Los seres humanos,
aunque básicamente compartimos muchas características, tenemos nuestras particularidades
culturales y regionales, por lo que consideré interesante y necesario hacer mi aportación,
basada en un análisis y enfoque apropiados a nuestra forma de pensar y de vivir, apegados a
nuestra realidad.

Aunque aquí hablaré principalmente de las diversas maneras en que las mujeres (a quienes
dedico mis palabras con cariño, respeto y admiración) nos relacionamos con nuestra pareja,
invitó también a los caballeros (quienes representan un rol tan importante en nuestras vidas)
a leerlo. Creo sinceramente que los cambios que propongo les serán igualmente beneficiosos,
pues en su mayoría, ellos, como nosotras, desean una relación de pareja que los complemente
y enriquezca; desean compartir su proyecto de vida con alguien a quien amen y con quien se
lleven bien; desean traer al mundo hijos que no necesariamente imiten su conducta negativa
y repitan lo que vieron en sus casas, sino que formen parte de una sociedad de individuos
más sanos, equilibrados y felices.

Piensen, mis queridos lectores varones, en las mujeres de su vida (madre, hermanas, hijas,
amigas, novias, amantes, esposas); intenten comprenderlas mejor y darse cuenta de que
nosotras deseamos lo mismo: comprenderlos a ustedes. Sólo así evitaremos los inmensos
sufrimientos generados cuando una pareja tiene conflictos que repercuten no sólo en ellos,
sino también en sus hijos; sólo así podremos formar una sociedad de individuos más sanos,
equilibrados y felices.

Muchísimas personas, actuando por sí solas o como parte de una agrupación (incluyendo
instituciones religiosas diversas) tienen interés en ayudar a la sociedad a través de la familia
integrada y dirigen sus esfuerzos (sin duda bien intencionados) a resaltar cuán importante es
para el desarrollo de los hijos crecer dentro de una familia sana. Es innegable que lo ideal es
un ambiente de respeto, de comprensión, comunicación, con buenos ejemplos, con madurez,
confianza, amor y que todos salimos perjudicados y sufrimos intensamente cuando hay
conflictos, soledad y desamor. Si utilizamos únicamente técnicas para describir cómo debe
ser una pareja o una familia ideal y, voluntaria o involuntariamente, hacemos sentir culpable
a quien no la tiene, sólo conseguiremos bloquear el camino hacia la solución práctica y
realista de sus problemas.

He escuchado que la base de la sociedad es la familia; mucha gente preparada sostiene


que es la pareja, de la cual se deriva la familia. Yo deseo enriquecer este concepto insistiendo
en que para lograr una pareja bien integrada y una familia estable, la base es el individuo.
Debemos empezar por el principio, por la raíz; es materialmente imposible constituir una
buena pareja y, por ende, una buena familia, si quienes la integran llevan a su unión los

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traumas no resueltos del pasado, sus miedos, angustias, complejos, falsas expectativas y
pocas habilidades para relacionarse con otros seres humanos. Si logramos que los individuos
se superen, se entiendan mejor a sí mismos y hagan un esfuerzo consciente para modificar
conductas y actitudes que les han perjudicado, se alcanzará la meta común de una sociedad
más equilibrada, sin tantos problemas que a todos, de manera directa o indirecta, nos afectan.

No propongo una cura mágica a todos los males de la humanidad; deseo tan sólo hacer
una aportación personal, basada en mi experiencia con la gente que me ha honrado con su
confianza a través de las terapias y los programas de radio o televisión, y que tanto me han
enseñado sobre la conducta y los sentimientos humanos.

Es posible que no todos los lectores estén de acuerdo con mis conceptos (acepto y respeto
la divergencia de opiniones). Sin embargo, yo les pido que traten de interpretar mis ideas
con amplio criterio y mente abierta, sin hacer juicios basados en la intolerancia y sin saltar a
conclusiones prematuras antes de haber terminado el texto. Gracias por su comprensión y
paciencia.

En la primera parte de esta obra consideré necesario hablar de las formas inadecuadas de
relacionarse. En ella analizo conductas inapropiadas masculinas y femeninas, la forma en
que se generan, qué papel jugamos al formar parte de una relación conflictiva, cómo nos
enganchamos, a veces de manera inconsciente e involuntaria, en interacciones destructivas.
Sólo al reconocer en nosotros mismos que no somos víctimas indefensas, sino protagonistas
activos en dichas relaciones, tendremos acceso a las alternativas de mejorarlas, de manejarlas
de otra manera, de salir de ellas antes de que nos hagan más daño, de crecer y aprender de la
experiencia en lugar de amargarnos y deprimirnos, de permitirnos buscar una relación más
positiva y compatible. No se trata de mala suerte, no es que nos toquen personas que no nos
comprenden, no es que los otros sean los “malos” y nosotros los “buenos”. Mediante una
profunda autorreflexión, generalmente dolorosa, podemos dejar el pasado una vez que lo
entendemos y dedicar nuestro esfuerzo y energía a cambiar nuestros propios patrones de
conducta y no los del otro.

Esta obra no logrará su propósito sin la colaboración y participación activa del lector. Es
sumamente importante que lleves a cabo los ejercicios que aquí se sugieren y los
complementes con un autoanálisis realista y tus observaciones de cómo nuestra conducta y
actitudes impactan a los demás.
Con cariño
Lucy Serrano

3
CAPÍTULO 1

Programaciones Socio-culturales
¿Qué mujer no desea ser feliz y sentirse realizada en todos los aspectos de su vida; tener
un trabajo o profesión bien remunerado y con satisfacción laboral; una pareja que la amé,
valore, comprenda y respete; ser madre; estar sana; tener una apariencia física agradable;
una situación económica estable; verse libre de frustraciones, resentimientos, depresiones o
miedos; sentirse útil, apreciada, valiosa y llena de entusiasmo para vivir plenamente?

Parece un sueño imposible, ¿verdad? Aparentemente unas cuantas afortunadas lo tienen


todo. A otras les va bien en sólo un aspecto (el trabajo, por ejemplo), mientras otro (su vida
emotiva) es un desastre; si no tienen pareja, se sienten muy solas; si la tienen, les causa
conflicto o no las satisface plenamente; su salud anda pésima; viven en un estrés continuo o
sufren internamente de frustración por no haber tenido un hijo. A un tercer grupo parece irle
mal en todo y se sumen en un profundo pozo de desesperación, creyendo que su vida no
tiene sentido, que las mujeres nacimos para sufrir, que las circunstancias y las personas son
injustas y que las cosas nunca van a cambiar.

¡Cuántas jovencitas que alguna vez estuvieron llenas de entusiasmo e ilusiones ahora se
encuentran insatisfechas o profundamente amargadas y frustradas! ¿Qué pasó?, ¿acaso se
soportaron mal?, ¿no tuvieron la suficiente inteligencia para manejar las situaciones y los
conflictos?, ¿son ellas las culpables de su desdicha por algún defecto o error?, ¿será cierto
que vivimos en una sociedad donde no se permite a las mujeres superarse, opinar y ser ellas
mismas?

Todos estos cuestionamientos y muchos más han pasado por mi mente desde mi
adolescencia. Crecí en una familia con ideas estrictas y convencionales, con parámetros
religiosos inflexibles y con una poderosa influencia social respecto de cuáles eran los papeles
del hombre y de la mujer, como si cada uno estuviera obligado a interpretar un rol en un
libreto predeterminado de una obra de teatro. Sin embargo, dentro de mí se anidaba una gran
tristeza y un creciente coraje al ver que muchas mujeres (mi propia madre, mi abuela, mis
tías, primas y amigas), pese a seguir las normas de conducta apropiadas, no eran felices ni
realizaron nunca sus aspiraciones. Siempre estaban presionadas por cumplir con lo que se
suponía era su deber. Si se atrevían a protestar, de inmediato se les calificaba de egoístas, se
les hacía sentir culpables y se les obligaba a claudicar y conformarse con lo que la sociedad
esperaba de ellas. Yo me preguntaba: ¿sería esto responsabilidad de los hombres que no las
comprendían o las maltrataban?, ¿o era el origen del problema la sociedad misma que se
negaba a evolucionar? Mis constantes cuestionamientos me llevaron a estudiar cada vez más
a fondo esta problemática.

Enseguida presentó un breve ejemplo de los roles tradicionales que tanto el hombre como
la mujer debía cumplir hasta hace no muchos años atrás:

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La mujer
• Ser virgen
• No trabajar ya casada
• Obedecer y atender al marido
• Dedicarse por completo a los hijos
• Ser dulce y abnegada
• No intentar sobresalir o desarrollarse
• Aguantar porque es “su cruz”

El hombre
• Mandar en el hogar
• Ser fuerte y rudo
• Salir a trabajar
• No encargarse de las tareas domésticas
• Tener libertad sexual

Las únicas opciones de las mujeres eran:


• Casarse. Considerada la mejor y la única forma válida de hacer el amor, de tener
hijos, conseguir quien las mantuviera y convertirse en mujeres respetables. A veces ni
siquiera podían escoger con quién, pues sus padres les imponían al marido.

• Quedar solteronas. Considerado como un verdadero fracaso porque nadie se había


fijado en ellas (generalmente causaban lástima).

• Hacerse monjas. Algunas lo hacían por verdadera vocación religiosa; otras por
esconder un pecado (como un embarazo), una decepción amorosa (el novio se había casado
con otra), o como castigo por desobedecer a sus padres (para alejarlas de un pretendiente que
no les convenía).

• Convertirse en prostitutas o amantes (la casa chica). Algunas lo hacían después de


haber sido violadas o abandonadas por el novio habiéndose entregado a él (pensaban que ya
no valían nada por no ser vírgenes); otras lo hacían por hambre, por ignorancia o por
decepción.

• Vivir en unión libre…


Podríamos pensar: “todo esto es cosa del siglo pasado”, pero sabiendo cómo fueron
educadas nuestras abuelas y bisabuelas, nos será más fácil comprender que quizá nos quede
algo de ello, aunque confuso y mezclado con las ideas modernas sobre cuál es nuestro papel
en la vida. Y esta confusión nos descontrola.

Hemos progresado mucho: ahora hay tantas mujeres que estudian, trabajan, escriben,
actúan, se desarrollan en las artes. Pero en el terreno sentimental, definitivamente nos queda
mucho camino por recorrer. Con frecuencia nos topamos con mujeres valiosas que se sienten
destruidas, solas o incompletas por una decepción amorosa o un fracaso con su pareja. Aún
con los logros profesionales, parece existir un enorme vacío difícil de llenar. Pocas logran
encontrar la pareja adecuada (resulta utópico pensar en la ideal) y combinar su vida de esposa
y madre con la realización de sus metas personales.

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En mi búsqueda por saber quién era yo como mujer individual, me vi en la necesidad de
analizar, en primer lugar, qué es una mujer de manera global. Me percaté entonces de que la
mayoría de los conceptos sobre la mujer y cómo debe comportarse, no son realmente
nuestros, nos fueron impuestos por las ideas de nuestros padres, nuestros abuelos y
transmitidos de generación en generación, así como por las ideas religiosas, sociales y
culturales de nuestro país y nuestra época.

A través del tiempo se ha comprobado que muchos de estos conceptos no funcionan


porque no han logrado los resultados esperados. Mencioné en la introducción que hay muy
pocas mujeres realmente felices y satisfechas con su vida y que una inmensa mayoría se
encuentra en un rango que va desde una ligera insatisfacción hasta el daño psicológico
profundo, que sufren abusos, humillaciones o adoptan conductas destructivas para sí mismas
y para quienes las rodean.

Un ejemplo común, desafortunadamente aún prevaleciente en nuestros países, es el caso


de la abnegación y el machismo, fuente de innumerables hogares disfuncionales: hombres
que representan el papel de villanos; mujercitas sufridas que se sacrificaron por completo
por servir a su familia, por dar gusto y obedecer a su pareja y que lo único que lograron fue
convertir en un verdadero infierno su propia vida y la de sus hijos. Estas mujeres suelen
acabar solas, traicionadas o abandonadas, en una lastimosa situación económica, con la salud
y los nervios destrozados, con la autoestima por los suelos, con los hijos traumados y con
serios problemas escolares y de conducta. Uno se pregunta: ¿cómo pudo pasar esto después
de tanta abnegación y sacrificios?

Estoy convencida de que la razón es la enorme ignorancia con que nos educan respecto a
la realidad de la vida, de nuestro papel como mujeres y de la psicología masculina. Por lo
general, los varones, debido también en gran parte a una educación errónea, piensan, actúan,
reaccionan e interpretan las cosas y las palabras en forma totalmente diferente de las mujeres.

Retomo el argumento de que nuestra manera de pensar está condicionada por el país y
por la época en que nos tocó vivir. Digamos que una chica nace en un país musulmán donde
las costumbres sociales y religiosas le indican que debe usar una vestimenta que la cubra
totalmente; si llegara a mostrar simplemente su cabello, sería considerada una libertina, ya
que está provocando sexualmente a los hombres. Por otra parte, en los países de cultura
diferente, las mujeres muestran su cabello sin la menor insinuación de que estén haciendo
algo incorrecto. Si a una joven le toca nacer en una remota y primitiva tribu africana, donde
se acostumbra llevar sólo un taparrabos y mostrar los senos al aire (como lo han hecho las
de su aldea por generaciones), su conducta obviamente no será motivo de escándalo ni
reprobación por parte de los varones o de sus congéneres. Sin embargo, si en nuestros países
se nos ocurre salir a la calle con el torso desnudo, causaríamos tal alboroto que podríamos
ser arrestadas por faltas a la moral y provocaríamos múltiples críticas a nuestro pudor y a
nuestras facultades mentales.

¿Acaso es más decente la mujer musulmana por estar totalmente cubierta?, ¿es la africana
una promiscua degenerada por deambular semidesnuda? Siendo todo cuestión de
costumbres, es muy difícil asignar de antemano un valor moral a las normas de conducta
generalmente aceptadas y basar en ello nuestra decencia como mujeres.

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Hago estos sencillos comentarios para empezar a cuestionar, con amplio criterio, todas
las ideas que nos metieron en la cabeza y que en este libro llamaré “vocecitas del pasado”.
Así lograremos tener en claro cuáles ideas realmente son nuestras y cuáles nos programaron
como computadoras.

Veamos algunos ejemplos. Sin ir muy lejos, a principios del siglo XX era poco usual que
las mujeres desearan (o más bien, que les permitieran) estudiar una carrera profesional.
Imaginemos a nuestra valiente abuela o bisabuela, en especial en los países latinos, que se
atrevió a ser la primera mujer en pisar una universidad pretendiendo cursar una carrera
considerada apta sólo para hombres; digamos medicina. La chica seguramente provocó un
gran escándalo, fue sometida a enormes presiones; es muy posible que sus profesores hayan
intentado reprobarla o ridiculizarla; que sus compañeros, con sus burlas, la hayan hecho
sentir una intrusa en el grupo; que de sus padres sólo haya recibido incomprensión y falta de
apoyo; quizá el novio la chantajeó con la amenaza de terminar la relación si no dejaba esas
ideas ridículas.

¡Qué diferencia con la época actual en la que lo más natural es que las chicas estudien
una carrera sin que nadie las someta a tantos obstáculos y humillaciones! Pero, claro, ello se
logró gracias a las primeras valientes mujeres que se atrevieron a cuestionar las reglas
establecidas y que se negaron a claudicar ante las presiones y las dificultades, demostrando
que no hay nada malo, anormal, inmoral o inadecuado en que una mujer desee ser una
profesional.

Un tercer ejemplo es la educación sexual, incluyendo el un tan discutido control de la


natalidad. No podemos concluir que la información apropiada y verídica haya provocado la
promiscuidad y la falta de valores. Desde el principio de los tiempos han existido casos de
conductas sexuales muy distintas, desde las orgías romanas hasta el puritanismo victoriano.
El propio Jesucristo defendió a la mujer adúltera a punto de ser apedreada diciendo: “El que
esté libre de pecado, que lance la primera piedra”.

Es sin duda positivo que las ideas estén evolucionando. Era triste ver a niñas
asustadísimas con su primera menstruación porque no sabían nada acerca del
funcionamiento de su cuerpo; a mujeres que, por creer que era mandato divino, tenían diez
o doce hijos, pese a su precaria situación económica que les impedía proporcionarles los
cuidados indispensables; a jóvenes que recurrían a abortos clandestinos y ponían en peligro
su vida para ocultar que ya no eran vírgenes y evitar acarrear la vergüenza de ser madres
solteras. ¡Cuántos prejuicios, cuántas falsedades, cuánta incomprensión!

No propongo (nada más lejos de mi intención) una lucha entre una ideología rígida y
prejuiciada y un liberalismo inmoral y sin valores. Lo importante es reordenar nuestras ideas
para llegar a un justo equilibrio; empezar el lento y a veces doloroso proceso de conocernos
mejor a nosotras mismas; sacudirnos la ignorancia y los prejuicios y, además, entender mejor
a los hombres.

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Ejercicios
1. Haz entrevistas a varias mujeres de tu familia (tu madre, abuela, hermanas, tías) y
también a amigas y conocidas. Pregúntales cuál es su concepto de qué es una mujer y cómo
debería comportarse.

2. También entre tus familiares y amigos, entrevista a varios hombres de diferentes


edades, estado civil y condición sociocultural. Hazles la misma pregunta y verás que no
todos ellos piensan igual.

3. Escribe tus conceptos acerca de qué es una mujer y compáralos con los de otras
personas. Así podrás diferenciar las voces del pasado de tus propias ideas.

4. Reflexiona sobre cómo educar a tus hijas, ¿harías cambios en la forma en que te
educaron a ti?

A manera de ilustración, he querido transcribir aquí algunas de estas descripciones,


hechas por las alumnas de mis cursos de superación en la Ciudad de México.

Mujer, ¿qué es una mujer? Para mí es: un ser humano que merece respeto, con las
mismas necesidades, deseos, gustos, etc., que el hombre, con derechos a iguales
oportunidades y a un lugar muy especial, ya que la mujer es la preservadora de la vida. De
chica, en casa, se me inculcó que la mujer debe ser abnegada, me repetían constantemente
esa palabra, que una nació para servir al hombre, que debe una “comprenderlo”,
“apoyarlo” y aguantarle todo. Una “buena esposa” soporta todo por los hijos, no tiene
opiniones propias y debe pedir autorización a su esposo para todo, aun para algo
relacionado con su propio cuerpo. Sin embargo, con el paso del tiempo, con las experiencias
positivas y negativas que he vivido y los conceptos modernos sobre cómo debe de ser una
mujer, mis ideas y actitudes han cambiado. Ahora lucho por que mi pareja me respete y
podamos llevar una relación sana y satisfactoria para ambos; me sigue costando mucho
trabajo, pero con constancia, determinación, valentía y seguridad en mis convicciones, sé
que voy a salir adelante en mi vida y con mi pareja.
Ana Rosa ortega Montes de Oca

La mujer es el origen. Es el pilar de un hogar. Si ella está mal, todo su hogar lo estará
porque en sus manos está el futuro de sus hijos, la felicidad de ellos.
La mujer debe ser independiente, positiva, fuerte. Ella es capaz de eso y más. Ella da la
vida, da ternura y atención. Ella es sensible y generosa. El dolor de ser madre le ha
enseñado a ser comprensiva y a vencer cualquier obstáculo por el ser que ha engendrado.
Es triste ver que tanta valía y tanto poder se vean pisoteados y humillados. La mujer debe
quererse no más ni menos de lo que quiere a los demás. Debe ser generosa consigo misma
y perdonarse tanto como perdona. Ella merece tanto amor y respeto como da.
Laura Aguilar Fernández

Una mujer es un ser humano a quien se clasifica con el sexo femenino y no tiene el más
mínimo derecho de disfrutar la vida, pasa todas sus etapas reprimida socialmente por el
hombre clasificado con el sexo masculino (o macho). La mujer no tiene derecho a la

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igualdad con el hombre; se le considera incapaz para realizar muchos trabajos, excepto las
labores domésticas y la máxima atención y servicio al hombre. Cuando llega a la
adolescencia se le “prepara” para que piense en unir su vida con el hombre,
inmediatamente haga funcionar sus órganos reproductores, sea madre y se dedique en
cuerpo y alma a los niños, al hombre y, en general, a servir a su nueva familia. A olvidarse
de que su ser existe. A la mujer debería enseñársele sus valores y derechos, la igualdad con
el hombre; enseñarle a disfrutar y saber vivir sus etapas; a vivir a la par con la persona
elegida y formar una familia feliz. Porque la mujer es la base de la familia. En mi vida hice
lo contrario de lo que mi mamá hizo, su sistema no funcionó y yo no quería sufrir como ella,
así es que lo modifiqué y llevé a cabo el mío propio; no sé si es bueno o malo, a veces me
funciona y a veces no, pero hago lo que siento. Mi sistema es la igualdad.
Blanca Meyer Avilez

La mujer es el ser complementario para formar una pareja al lado de un hombre.


Es quien fue elegida para tener el privilegio de ayudar a Dios en el prodigio de llevar
una vida dentro de su cuerpo teniendo en todo momento bajo su cuidado su desarrollo y
feliz término. Por si esto fuera poco, es el eje de su núcleo familiar, guía para sus hijos y
especialmente ejemplo para sus hijas. Por todos estos motivos, ella debe aprender a hacerse
valer así misma y a sus pensamientos. Está dotada con cualidades que ella puede desarrollar
tanto como se lo permitan su deseo y su determinación. Actualmente ya no es válido esperar
pasivamente a que las cosas marchen a su alrededor como sea, ella tiene recursos con los
que antes no se contaba para, si así lo desea, mejorar o cambiar lo que se requiera,
utilizando todo lo que esté a su alcance para su bien y el de sus seres queridos. La mujer
tiene una capacidad inmensa de dar amor y ternura; también desea ser querida y respetada
por todos, pero en mayor medida por la persona que eligió como compañero de su vida,
pues éste a muy corto plazo (en algunas ocasiones) olvida lo que juró ante un altar. Nota:
Admito que para escribir esto me tuve que “exprimir” la cabeza, pues mi idea de lo que era
una mujer era sinónimo de debilidad y con muy poco o casi nada de valor como persona.
Martha I. Villalobos

Las mujeres somos la vida misma, ya que algunas tienen la capacidad de darla y otras el
poder de encaminarla, para poder dar a la sociedad mujeres y hombres útiles a la misma.
Somos seres profundamente sensibles, capaces de estremecernos con un simple roce del ser
querido; pero con el suficiente valor de entregar cuerpo y alma por los hijos y el hombre
que esté a nuestro lado. Con la fuerza de una leona sabemos defender lo nuestro; estamos
acostumbradas a dar tanto a cambio de migajas, pero somos tontas sólo por costumbre, no
por condición. Durante siglos han querido apagar nuestra fuerza y relegarnos como criadas
y objetos sexuales, poniéndonos a la sombra de los hombres, cuando poseemos la suficiente
luz como para alumbrar nuestro mundo, un mundo de creatividad, de trabajo constante por
la superación de nosotras y de nuestros hijos, de sensibilidad, amor y esperanzas. Tenemos
lo suficiente para romper las cadenas que durante siglos hemos cargado, para luchar por
nuestra dignificación y por ser tomadas en cuenta y ser respetadas como mujeres y seres
humanos útiles a este mundo, nuestro mundo, el cual no es exclusivo de los hombres.
Gabriela Jiménez Vera

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La idea que me inculcaron de cómo debería ser la mujer es la siguiente: su meta era
casarse, cuidarse de no perder su virginidad, aprender las labores de su casa, ser abnegada,
fiel, tener los hijos que Dios le diera, cuidarlos, obedecer a su esposo, respetarlo, atenderlo,
ser de su propiedad, ir al matrimonio sin experiencia ni conocimientos sexuales; todo era
prohibido, eso sí, después de firmar el papel todo se valía, se esperaba que, por arte de
magia, fuera experta en el sexo, para halagar a su esposo y retenerlo. Pienso que estas ideas
sólo han provocado infidelidad, frustración y sentimientos de culpa en la mujer, por no
saber cómo manejar la situación y querer seguir ese patrón que la sociedad imponía. Si se
tuvieran conocimientos de los hombres: qué los hace reaccionar, comportarse como lo
hacen, las tradiciones y patrones que también vienen arrastrando, nos evitaríamos muchos
problemas y sabríamos mejor cómo llevar la relación.
María de Lourdes Tamayo

La mujer es el ser en el cual se funda todo lo que es la sociedad, pues es quien se encarga
de dar vida y sustento a la familia; es la fortaleza de sus hijos y su pareja. Es quien
representa y posee las cualidades emocionales y espirituales. Y a la vez necesita ser
inteligente en muchos aspectos. La mujer, para lograr sus objetivos y cumplir con su papel
en la vida, debe ser auténtica, congruente con sus ideas, asertiva. Al ser ella misma no
permitirá que interfieran en sus decisiones. Es muy importante que sepa darse su lugar,
valorarse, quererse. Sé que para muchas mujeres la entrega total es algo que no debe ser
llevado a la práctica, pues se malinterpretan muchas cosas, dejando de lado lo más
importante: una misma. La mujer debe buscar la armonía de su ser, su paz espiritual, su
desarrollo y superación. Ser activa y emprendedora, entusiasta. El cuidado personal en
todos los sentidos traerá frutos positivos a su experiencia diaria; el colocarse en lugar
primordial y saber exigir que su pareja le otorgue este lugar es una tarea hasta cierto punto
difícil, pero que con el tiempo llega a ser tan natural que no necesitará hacer nada especial
para obtenerlo, pues su propia actitud acarrea las respuestas, el respeto que las demás
puedan sentir por ella. Las mujeres llevamos la carga más pesada de la vida y por lo mismo
hay que saber cómo facilitarnos esta área. Las emociones son más intensas en la mujer y
pienso que a ella corresponde saber dominarlas, encauzarlas constructivamente. No es fácil,
pero cuando empieza a intentarlo ya lleva una gran ganancia. También debe saber cómo
sienten los demás y comprender, sin sentir lástima, sino ayudando a que las personas que
la rodean puedan ser conscientes de lo que las atormenta y permitiéndose sentir,
responsabilizarse de sus propias acciones.
María Esther González Bárcenas

Una mujer es un ser humano al que el hombre maneja a su antojo. De una manera o de
otra, las mujeres siempre tienen más responsabilidades que los hombres, aunque éstos las
llamen el sexo débil. Tiene responsabilidades en el hogar, con los hijos, en el trabajo.
Siempre la están limitando en los logros que desea tener; en realidad todo le resulta más
difícil que al hombre: si quiere trabajar tiene que resolver primero qué va a hacer con sus
hijos y con su casa, si quiere estudiar peor aún pues no tendría algo de dinero. Desde niña
se le limita para muchas cosas: para ir a un simple paseo, para seguir estudiando. Es como
si nos marcaran lo que podemos y no podemos hacer, cuándo podemos hablar y cuándo no.
Nos dicen cómo debemos comportarnos aunque nuestros padres hagan lo contrario,
creándonos confusión, inseguridad y miedo. En la adolescencia, el novio también nos
controla de una manera o de otra aunque aquí todo es disfrazado pues no se portan como

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en realidad son, son chantajistas y controladores. Ya en el matrimonio también es difícil; el
trabajo y la responsabilidad también aumentan. Yo pienso que a la mujer se le debe dar
respeto e igualdad de condiciones con el hombre; no quiero decir que hagan exactamente
lo mismo pues por algo Dios creó al hombre y a la mujer.
Gabriela Granados de Hinojosa

Desde niña estaba programada para casarme y no estudiar más allá de una carrera
comercial pues no tenía caso; además, no había recursos económicos suficientes, éramos
ocho hijos. Yo empecé a trabajar un año antes de concluir la carrera de contador privado
(a los 14 años y medio); era como si fuese un borrego. Desperdicié mucho de mi tiempo
maravilloso pensando en tonterías como que ya era muy grande para estudiar la secundaria
(a los 18 ó 19 años). A los 23 me casé con un hombre tan inmaduro como yo y empezaron
mis problemas reales y quizás los de él también. Era la típica salvadora de hombres; fue
muy difícil; empecé a buscar en libros de autoestima y psicología ayuda para sacar adelante
mi matrimonio y a mis hijos. Es muy triste esa forma antigua de educar a mujeres y hombres.
Una mujer debe amarse y de ahí todo va a llegar solo; porque una mujer que se ama nunca
va a permitir que abusen de ella o la humillen; una mujer que se ama es inteligente; una
mujer inteligente estudia, se cultiva, piensa por ella misma; en una palabra, una mujer tiene
que ser autosuficiente y equilibrada, sin culpas, miedos ni complejos.
Martha Ramírez Moreno

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Sentirnos atraídas por un varón o resultarle atractiva a uno de ellos es el resultado de una
complejísima serie de factores. No se trata sólo de nuestros gustos o preferencias. Lo más
dramático e incomprensible es por qué nos gustan (o pueden llegar a obsesionarnos) personas
que no nos convienen o que nos tratan mal. Cabe aclarar que la inteligencia o la experiencia
con varias parejas previas no necesariamente nos sirve para evitar cometer los mismos
errores.

Además de las programaciones culturales que mencioné en páginas anteriores, los seres
humanos tenemos una serie de motivaciones inconscientes, en parte debidas a nuestra
formación psicológica y a los mecanismos de adaptación y defensa que tuvimos que crear
para sobrevivir ante las circunstancias adversas de la vida, principalmente de nuestra
infancia. Para entender esta dinámica, no es suficiente, ni adecuado, limitarnos a culpar a
nuestros padres (quienes también podrían culpar a nuestros abuelos y así sucesivamente), a
la mala suerte o a nuestra devaluada autoestima, diciendo que somos poca cosa y no
merecemos algo mejor.

Hacer este análisis es doloroso y suele resultar muy útil la ayuda de un terapeuta
calificado, sensible a nuestras necesidades y a nuestra muy particular forma de ser, con quien
sintamos empatía. Pero no podemos dejarle todo a él; su papel es servirnos de guía y fuente
de apoyo, pero la mayor parte del trabajo nos toca a nosotros. Mucha gente ha decidido que
es preferible hacer el esfuerzo del trabajo interior que continuar con su vida tal como está.
Mi deseo sincero es que este libro ayude a quienes deseen una aportación adicional para
lograr felizmente tal objetivo.

Aunque cada ser humano es único e irrepetible y no hay peor cosa que ponernos etiquetas
para tipificarnos, podemos obtener mucha luz si identificamos en nosotros mismos ciertas
pautas de conducta. A través de mis observaciones he llegado a algunas clasificaciones muy
generales de los distintos tipos de mujeres y cómo se relacionan con su pareja:
• La Abnegada
• La Pseudofeminista
• La Salvadora de Hombres
• La Princesita Soñadora
• La Tímida, Acomplejada, Solterona
• La Vanidosa, Caprichosa, Manipuladora

Desde luego no todas entran en estas categorías; es probable además que al leer sus
descripciones nos identifiquemos en diversos grados con varias de ellas. Lo que analizaré de
cada tipo es:
- Qué buscan

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- Qué papel asumen
- A qué tipo de hombre atraen
- De qué tipo de familia provienen

Al identificarse con las diferentes categorías, las lectoras observarán que es muy probable
que el tipo de hombre que atraigan estará de acuerdo con el tipo de mujer que son. Si nuestras
actitudes y formas de relación son enfermizas, es lógico que (consciente o
inconscientemente) busquemos la contraparte de conducta enfermiza en un hombre. Cuando
logremos manifestar conductas más sanas, podremos atraer y relacionarnos con parejas
igualmente sanas.

Éste es el primero paso y el más difícil para convencernos de que nosotras somos quienes
generamos una relación dañina y formamos parte de ella. También nos servirá para dejar
atrás la idea de que somos víctimas de la maldad y la incomprensión ajena o de que debemos
dirigir nuestros esfuerzos a cambiar o a convencer a la pareja de que modifique su conducta
para que seamos felices. Si no siempre tenemos control sobre nuestros propios pensamientos,
emociones y conducta, mucho menos lo tendremos sobre otras personas. Ahora la energía
debe recanalizarse hacia adentro, hacia los cambios que deseamos efectuar en nosotros. Y
aunque esto se antoje una tarea muy difícil y dolorosa, yo les aseguro que no es imposible y
que al final nos dará grandes satisfacciones.

La Abnegada
Busca:
Un papá, un protector que venga a salvarla, a darle el cariño y apoyo que no recibió de
niña. Está dispuesta a darlo todo, a obedecer, a someterse completamente y a renunciar a sí
misma por lograrlo.

Papel que asume:


El de la hijita buena, complaciente y sacrificada (uno de sus lemas preferidos es: “Por
llevar la fiesta en paz, mejor no hago o digo X” o “Para evitar problemas, mejor no lo
contradigo”). Es muy insegura y le tiene miedo a su pareja, a la vida y, sobre todo, a salir
adelante sin un hombre. Le afectan mucho las opiniones ajenas, no confía en lo que ella cree,
sino en lo que dice él. No piensa en sí misma, siempre está dando o atendiendo a los demás
sin exigir reciprocidad. Pero en el fondo se siente muy resentida porque no la valoran. Está
llena de culpas (que el hombre por supuesto trata de reforzar y aumentar), creyendo que, por
más que se esfuerce, no cumple adecuadamente con su papel de esposa y madre. En algunas,
los prejuicios religiosos son también factor determinante para pensar que el matrimonio es
una cruz que debe aguantarse.

Tipo de hombre que atrae:


El macho, misógino, prepotente, inseguro, acomplejado, grosero, golpeador, alcohólico,
mujeriego, dominante, posesivo, celoso, terco, conflictivo, incapaz de valorar, respetar o
darle su lugar a una mujer.

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Tipo de familia de la que proviene:
Por lo general de hogares similares (padre macho/madre abnegada): papá autoritario;
grandes prejuicios religiosos, poca o nula educación sexual; no la dejaban salir ni tener
contacto con los hombres. Muchas de estas mujeres se casan jóvenes y dejan de trabajar o
estudiar. Crecieron pensando en que el papel de la mujer es aguantar y luchar por su
matrimonio aunque sea un desastre.

Análisis
El resumen anterior nos da una clara idea del significado de la palabra abnegada. Si tú te
das a respetar con tu marido, si tus cualidades son apreciadas, si te valoras a ti misma y te
sientes segura, si no padeces depresiones constantes ni deseos de llorar y te sientes
básicamente satisfecha con tu matrimonio, tu esposo y tus hijos, por supuesto que no entras
en esta categoría. Ahora bien, si tu situación es todo lo contrario, es necesario detectar cómo,
cuándo y por qué te convertiste en abnegada y empezar a limpiar tu mente de algunos de los
conceptos que siempre has manejado como válidos. Recuerda:
“los demás te tratan como tú te tratas a ti misma”.

A una señora de ese tipo le planteé el caso de una mujer abnegada en exceso y le pregunté:
“¿Qué le aconsejarías a esta mujer?, ¿la defenderías?, ¿sientes rabia por su situación?”.
Como según ella hablábamos de otra persona, reaccionó de manera positiva y asertiva. Sin
embargo, cuando le dije: “Si así apoyarías a una extraña, ¿por qué no te das tú el mismo
tipo de apoyo y cariño?”, su reacción fue de sorpresa y de comprensión por algo que hasta
entonces no había percibido.

A las abnegadas las han condicionado a tal grado que creen que no valen nada, que se
mueren sin un hombre, que su pareja es poco menos que un dios omnipotente, que no tienen
derecho a opinar, pensar, tener iniciativa o a rebelarse ante las injusticias porque él es el jefe
supremo de la casa y de él deben soportar toda clase de abusos, humillaciones y
menosprecios. El sentimiento que más frecuentemente se apodera de estas mujeres es la
culpa, aunada a la frustración, la impotencia y la tristeza.

Para verificar lo que he dicho, invito a mis lectoras a observar los lugares donde hay
mujeres abnegadas; verán que en ellos predomina el conflicto y la desdicha, no sólo de ella,
sino de sus hijos y aun del propio marido.

Las mujeres latinas estamos muy familiarizadas con la palabra abnegación (la cual, por
cierto, no tiene traducción exacta a ningún otro idioma que yo sepa). En México, hasta hace
pocos años, al casarse era obligatorio oír al juez leer la Epístola de Melchor Ocampo donde
encontramos frases como ésta: “La mujer, cuyas principales dotes son la abnegación…,
debe dar y dará al marido obediencia…, con la delicadeza de quien no quiere exasperar la
parte brusca, irritable y dura de su propio carácter”. Las novias jóvenes y enamoradas se
apresuraban a firmar dicho contrato sin cuestionar siquiera lo que les estaban diciendo.

Nuestras madres y abuelas se veían bombardeadas por películas donde se ponía como
modelo admirable de mujer a la heroína sufrida, callada y sumisa que todo lo soportaba. No
sólo las esposas tenían que adoptar esta actitud; también se glorificaba el papel de las

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amantes tipo casa chica que vivían incondicionalmente a la sombra, esperando
pacientemente a su hombre sin exigir nada a cambio.

Otra influencia negativa la han ejercido hasta cierto punto algunas telenovelas, pues
precisamente sus temas tan trillados de sufrimiento, amores poco realistas y mal
encaminados hacen que muchas mujeres se vean reflejadas en ellas. A través de la
identificación con la heroína, intentan escapar de la rutina de su vida y evadir los problemas
profundos no resueltos. Asimismo, aunque la mayoría de las revistas femeninas son
excelentes, otras pueden tener un efecto similar al anterior y seguir fomentando las ideas
obsoletas. Hasta en la música vemos el gran éxito de las canciones de amor-sufrimiento,
amor-desprecio, amor-abandono, amor-aguante.

Además de cargar con el lastre de una educación tradicional, los refuerzos han ido
distorsionando gradualmente la imagen de lo que es una mujer y lo que debería hacer para
lograr una vida armoniosa y estable, sustituyéndola con un enfoque melodramático,
inapropiado y falto de realismo.

Resulta patéticamente cómico ver a un grupo de mujeres abnegadas reunidas comparando


notas, comprobando cuál de ellas sufre más en una especie de concurso para ver quién gana
según la cantidad de golpes, injurias, malos tratos, etc., que cada una recibe de su pareja,
sintiéndose dignas de compasión y de admiración por ser víctimas y mártires. Estas mujeres
reflejan un profundo deseo frustrado de ser reconocidas, valoradas, apreciadas, amadas y
lucen su abnegación cual medallas ganadas por un general en batalla. Al no recibir cariño y
valoración de sus maridos y sus hijos, por lo menos aspiran a que la sociedad se compadezca
de ellas.

La Abnegada se queja constantemente con sus familiares o conocidos y su único tema de


conversación parece ser cuánto sufre, cuánto la maltratan, qué difícil está todo, qué duro
papel le tocó en la vida, qué malvado es su marido, cuán enferma se encuentra, qué tanto le
falta el dinero, qué hijos tan groseros y malagradecidos tiene, etc. Si oírlas hablar así resulta
fastidioso para los demás, con mayor razón lo es para su marido. Se vuelve repetitiva y sus
palabras destilan la negatividad y amargura que lleva dentro.

La Abnegada se va enfermando física y emocionalmente; se siente víctima (situación a


la que llegó de manera voluntaria, aunque por lo general inconsciente). Su mayor anhelo es
que su marido cambie creyendo que así serían felices. Cuando las mujeres llegan a consulta
con estos sentimientos les digo: “Yo no cambio maridos, trataré de ayudar a que tú cambies
si realmente lo deseas y cooperas en el proceso, eliminando la ignorancia, dando otro
enfoque a tus creencias, modificando tu actitud y tu conducta”.

Las mujeres en esta situación suelen estar desesperadas; ya se percataron de que quejarse
no les funciona y desean cambiar, aunque el proceso sea lento y doloroso, porque no están
satisfechas con su vida y les preocupa el futuro de sus hijos. Perciben que algo anda mal,
pero no saben cómo se originó ni cómo resolverlo. No es ni apropiado ni conveniente
regañarlas, tacharlas de tontas, dejadas y concluir que están en ese predicamento porque
quieren, pues si las juzgamos de esta manera únicamente contribuiremos a devaluar su ya de

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por sí pobre autoestima. Más adelante veremos los métodos para apoyarlas y hacer que se
vuelvan más fuertes y seguras.

Para que haya un macho, necesariamente tiene que haber una abnegada que lo aguante,
igual que para que haya un verdugo tiene que haber una víctima. Estas mujeres
inconscientemente buscan un hombre que abuse de ellas; desafortunadamente el hogar en el
que crecieron sufría la misma problemática y ellas continúan la cadena. Tuvieron una madre
que sufría, que no defendía sus derechos, que todo lo soportaba, que se sacrificaba. Aunque
parezca absurdo, ellas tienen la tendencia a seguir el patrón que presenciaron en su infancia,
con los mismos y trágicos resultados. No tienen un modelo sano y realista, sólo conocen el
sufrimiento o la fantasía.

Se antoja increíble que en esta época todavía seamos testigos de malos tratos, golpes,
injurias, abusos psicológicos, relaciones sado-masoquistas, de casos de mujeres a las que el
marido corre de su casa a media noche y otras atrocidades. Resulta deprimente hablar con
personas que trabajan en agencias de la procuraduría, hospitales de emergencia o
delegaciones de policía adonde llegan mujeres quejándose de violencia familiar.

La Abnegada generalmente es una mujer sin preparación, alguien que creyó escapar de
un hogar conflictivo y se dejó llevar por la ilusión de una promesa de amor. Es cierto, el
amor es ciego y como de niña no recibió cariño, protección, mimos o halagos, sino insultos,
humillaciones, malos tratos y pobrezas que afectaron su autoestima, en el momento en que
siente que un hombre la trata bien (aunque sea en forma temporal y fingida), le promete
cosas y la hace sentir bonito, está dispuesta a irse con él a donde sea, a entregarse por
completo, tener relaciones sexuales para complacerlo y abandonar su casa. Podríamos decir
que se embriaga, se aturde, se ilusiona, ya no piensa y cree que ese hombre es su salvación
y su felicidad.

Sin embargo, al poco tiempo se da cuenta de que salió de una situación dramática,
disfuncional y deprimente para caer en otra peor y que, en lugar de tener ahora esa vida que
anhelaba, nuevamente se encuentra desdichada junto a un hombre que se siente con el
derecho de mandarla, gritarle, humillarla, engañarla, abandonarla en el momento que él
quiera o arrumbarla e ignorarla porque él desea seguir haciendo su vida como si fuera soltero.
Para una buena proporción de la gente esto es lo que hemos venido heredando de generación
en generación.

Otro problema de la mujer Abnegada es su terrible confusión de ideas. Las amigas, la


mamá, algunos sacerdotes o sus propios familiares las confunden diciéndoles cosas como:
“No, no, no, la culpa de que te maltraten ha de ser tuya”, “Si tú tuvieras más paciencia y lo
trataras con más cariño, el cambiaría”, o “Él es el hombre y tu deber es aguantarlo, hazlo
por tus hijos”. No permiten alternativas, le hacen pensar que si se separa o se divorcia ella
será la única culpable de los resultados, que sus hijos sufrirán los múltiples traumas de la
destrucción del hogar. Yo me pregunto, ¿a eso se le puede llamar un hogar? Además está
plenamente comprobado que los hijos salen más dañados psicológicamente en un hogar en
el que son testigos de continuos pleitos y faltas de respeto que si sus padres viven separados.

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¡Qué injustos son todos estos prejuicios! ¿Acaso Dios hizo Diez Mandamientos para el
hombre y otros diferentes para la mujer?, ¿por qué vemos estas discriminaciones tan a
menudo?, ¿por qué únicamente a la mujer abandonada o engañada se le dice: “Tú no sabes
retener a un hombre, el buscó afuera lo que le faltó en casa, encuéntrale el modo; trata por
todos los medios de que el matrimonio funcione”? Toda la responsabilidad recae sobre los
hombros de ella, al hombre se le hace creer que es obligación de la mujer tenerlo contento y
que es él quien debe establecer las reglas dentro de la relación.

Aun con esta ventaja, aparente superioridad y dominio sobre su pareja, el hombre macho
no es realmente feliz. En el fondo de su alma se siente realmente inseguro e incomprendido;
se queja mucho de su esposa; se disgusta por las continuas fricciones con ella, quien también
encuentra la forma de hacerle miserable aunque sea a través de su agresión pasiva y
encubierta. Algunos de estos hombres acaban aburridos de mujeres con poco carácter y se
buscan como amante a otra que no sea tan sumisa.

La Abnegada se pasa la vida buscando una fórmula mágica de comportamiento para


lograr que su marido se convierta en el ser cariñoso y atento que ella tanto desea. Cuando
finalmente se da cuenta de que no lo va a lograr y la situación se torna insoportable, le da
pánico pensar en dejar al marido.

Desde luego yo no sugiero una separación inmediata sin un análisis de las alternativas y
las consecuencias. Hay que pensar, futurizar, analizar a conciencia, intentar hasta donde sea
razonable que las cosas mejoren. Sin embargo, si la situación está muy deteriorada y no hay
voluntad de uno o de ambos cónyuges, de nada sirve un matrimonio a la fuerza, sostenido
por culpas y por miedos, en el que la mujer permanece por hambre, por inseguridad, por
sentirse indeseada, infeliz. Esto no puede dar como resultado un hogar donde los hijos
encuentren un ambiente sano para su desarrollo emocional y buenos ejemplos para su
conducta futura. Los niños son como esponjas y captan más fácilmente de lo que creemos
los problemas existentes en el hogar. Quedan muy afectados por los gritos, insultos, abusos
y escenas violentas que se ven forzados a presenciar a edad muy temprana. Por lo tanto, el
pretexto: “Me aguanto por mis hijos” no es válido. La realidad es que lo hacen por miedo y
dependencia.

Es extremadamente difícil que una Abnegada salga adelante por sí misma. Generalmente
necesita (una vez que ha tomado conciencia de lo anormal de su situación) ayuda psicológica
para vencer sus miedos y aumentar su seguridad, apoyo legal y el deseo de prepararse y
trabajar para ser autosuficiente económicamente y poder independizarse. Es un camino muy
difícil, pero muchas lo han logrado y sus vidas son definitivamente mejores que antes.

La Pseudofeminista
Busca:
Igualdad con el hombre en todos los aspectos, pero a veces lo hace de manera agresiva e
hiriente. Algunas manejan resentimientos, coraje, frustraciones y miedos ocultos. Las que

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toman actitudes muy radicales parecen querer invertir los papeles para ser ahora las mujeres
quienes maltraten y dominen a los varones.

Papel que asume:


Enemiga de los hombres. Quiere atacar, menospreciar o defenderse de agravios e
injusticias reales o imaginarias; desea el desquite o la venganza.

Tipo de hombre que atrae:


Como novio ninguno, pues generalmente no encuentra pareja o tiene relaciones
intrascendentes o fracasadas y viviendo con soledad y amargura. Puede tener algunos amigos
hombres que no la ven como mujer.

Tipo de familia de la que proviene:


Por lo general, también plagada de conflictos. Algunas acabaron tan hartas y frustradas
al ver a sus madres que todo lo aguantaban y a sus padres comportarse de manera abusiva,
que entonces se van al otro extremo, creyendo erróneamente que así se salvarán de la
abnegación.

Análisis
Al leer el resumen anterior es posible que por ignorancia algunas personas utilicen el
término feminista con un sentido peyorativo. Es conveniente informarse adecuadamente
antes de emitir una opinión.

El lado positivo del feminismo fue la obtención del voto, la mayor apertura para las
mujeres en los estudios, las mejorías en el campo laboral, la protección legal contra las
violaciones y otros crímenes o abusos que se cometen en contra de las mujeres.

Sería injusto no valorar algunos aspectos de la labor de estas valientes idealistas.


Debemos reconocer que ahora las mujeres tienen acceso a casi cualquier profesión, aunque
todavía hay discriminación en los salarios y las jerarquías.

Al tener acceso la mujer al campo laboral se hizo evidente que era un mito sostener que
antes había muchos menos divorcios porque los matrimonios formaban hogares felices y
estables. La realidad es que las mujeres los soportaban por no tener estudios ni preparación
para mantener a sus hijos y si osaban atentar contra las reglas establecidas, la religión y la
sociedad se ponían ferozmente en su contra, sin importar cuánto estuvieran sufriendo.

Nadie discute que una buena familia, con el padre y la madre unidos por el cariño,
proporcionando apoyo, seguridad y afecto a sus hijos es lo mejor. Pero ya en el caso de la
Abnegada vimos que una separación o divorcio inteligente y bien planeado es la única
alternativa viable para situaciones que no tienen remedio.

El problema fundamental con el feminismo es que algunas mujeres con pensamiento


extremista se volvieron enemigas de los hombres. Ello resulta ilógico, pues se trata del otro
cincuenta por ciento de la humanidad y nos unen a ellos muchas ligas de afecto y
convivencia. Tenemos padres, hermanos, primos, novios, maridos, jefes, compañeros de
trabajo, muchos de los cuales son personas valiosas y agradables, lo ideal es tener una buena

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convivencia con ellos. Sería totalmente ilógico y desequilibrado que ahora las mujeres
deseáramos cometer los mismos errores en que incurrieron algunos varones. Qué ridículo y
absurdo sería que ahora fuéramos nosotras las que llegáramos a casa a las tres de la mañana
embriagadas después de ver a nuestro amante, despertando con golpes e insultos a nuestros
abnegados maridos para que nos dieran de cenar. Desde luego esto no es lo que las mujeres
queremos.

Un hombre bien equilibrado desea ver a su mujer como su pareja, como su compañera,
no como su esclava. Sin embargo, muchos machos se opusieron ferozmente a las ideas de
las feministas considerando que atentaban contra sus privilegios como varones y sintiendo
que no les convenía que la mujer despertara de su ignorancia y exigiera ser tratada como una
igual. En la actualidad vemos todavía a algunos hombres que no toleran la crítica, aunque
sea constructiva, y no muestran mayor interés en conocer y respetar lo que las mujeres
sienten, piensan y quieren. En cuanto ellas expresan sus preocupaciones, deseos o
inquietudes de inmediato reaccionan negativamente tachándolas de feministas,
alborotadoras, destructoras de hogares y otras cosas en vez de buscar un acercamiento
amistoso y mutuamente benéfico. Por suerte existen muchos caballeros, sobre todo entre los
muchachos jóvenes, que no piensan así y que están genuinamente interesados en conocer
mejor a las mujeres y llevar una relación armoniosa con ellas.

A las feministas les faltó tratar de entender un poco más la psicología masculina y
adaptarse a ella en lugar de sólo criticarla (aclaro que es muy diferente adaptarse que
someterse).

Otro grupo de mujeres que no son feministas radicales también incurren en posturas de
enemigas de los hombres y nos dañan con sus consejos prejuiciados. Podemos escuchar las
voces del pasado en nuestras madres, tías, amigas, cuando nos dicen: “Todos los hombres
son iguales, no confíes en ninguno porque seguramente te va a traicionar”, “Son unos
desgraciados, mentirosos, mujeriegos”, “Lo único que quieren es llevarte a la cama y
después burlarse de ti”. Así nos predisponen a cuidarnos de ellos como si fueran monstruos.

Es sumamente injusto invertir las cosas y achacarles toda la culpa a los hombres ya que,
aunque existen algunos con características muy negativas, por supuesto que no todos son
iguales. Generalmente somos las mujeres quienes no sabemos seleccionar y detectar si es
adecuado el hombre a quien entregamos el corazón, de ahí las decepciones y los fracasos
sentimentales. Una frase popular dice que las mujeres somos “hijas de la mala vida”.
Podemos tener un pretendiente excelente que nos quiere mucho y nos trata bien, pero lo
encontramos aburrido y poco excitante, volviéndonos locas por el que menos nos conviene
por encontrarlo muy seductor. De tal forma, basta ya de echar la culpa de todo a los hombres,
aceptemos nuestra propia responsabilidad.

La Salvadora de Hombres
Busca:

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Un hijito, lo que no necesariamente implica que el hombre sea menor de edad. Su
motivación principal es ser necesitada y apreciada. Este tipo de mujer puede volverse
extremadamente protectora, tierna y sentimental o alternar al otro extremo y comportarse en
forma autosuficiente, mandona, minimizante, segura de que las sugerencias que hace a su
pareja son por su bien. Trata de solucionarle al hombre todos sus problemas creyendo que le
va a responder y se frustra mucho cuando él no llena las expectativas. Sin embargo, suele
perdonarlo y darle otra oportunidad si se muestra triste y afligido o la enternece con promesas
de que va a cambiar (lo que rara vez sucede).

Papel que asume:


Mamá de hombres que parecen necesitarla y que la manipulan con muestras de cariño o
admiración. Ella maleduca y apoya demasiado a la pareja (mamá buena) o trata de corregirlo
o controlarlo (mamá regañona).

Tipo de hombre que atrae:


El inmaduro, conflictivo, irresponsable, egoísta, gigoló, mantenido, manipulador,
estafador, mentiroso, voluble, abusivo, desagradecido, infantil, inconstante, hijito de mami.
Lo más desconcertante es que los rasgos anteriores se mezclan con aspectos encantadores.

Tipo de familia de la que proviene:


También conflictiva o con padre ausente. En algunos casos se trata de hijas mayores que
cuidaron a sus hermanos menores, que comenzaron a trabajar muy jóvenes, que asumieron
demasiada responsabilidad a temprana edad o que se hacen cargo de la madre prácticamente
asumiendo el papel de papá. Las acostumbraron a salvar gente y a no dar importancia a sus
propias necesidades. Muchas mujeres inteligentes y exitosas en otras áreas de su vida entran
en esta categoría, pues permiten que su pareja y muchas otras personas abusen de ellas y las
manipulen con facilidad.

Análisis
Existen muchas maneras de encauzar el sufrimiento o los traumas no resueltos de la niñez,
especialmente la falta de cariño, de apoyo y validación que afectan significativamente la
manera en que nos relacionamos con nuestras parejas. Algunas chicas, en vez de elegir el
camino de la abnegación o el feminismo, optan por otro igualmente peligroso. Ingenuamente
creen que si ellas proporcionan al hombre suficiente cariño, protección, estímulo, guía,
apoyo desinteresado e incondicional, buenos consejos, que si le hacen muchos favores, tratan
de resolverles la vida, si les prestan dinero, se verán recompensadas con la misma moneda.

Aunque algunas de las carencias son similares a las de la Abnegada (afectada


principalmente por el maltrato), a la Salvadora de Hombres lo que la dañó fue que la
ignoraran, que nadie se ocupara de sus necesidades emocionales y afectivas y que, por el
contrario, le asignaran demasiada responsabilidad a una edad muy temprana.

Suele provenir de un hogar con el padre ausente. Puede ser hija de madre soltera o de un
matrimonio con un padre inconstante, inmaduro e irresponsable respecto del sustento
familiar o que dejó el hogar. Su madre al quedar abandonada por separación, viudez o
divorcio, se ve débil, inútil y necesitada, por lo que delega en la hija (muchas veces la
primogénita) la responsabilidad de los hermanitos y del sustento familiar. De cierta manera,

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la hija se convierte en el padre sustituto; en principio puede sentirse halagada por ser
importante y necesaria, consiguiendo enmascarar su vacío y soledad con el orgullo de ser
cumplida y responsable. Pero con el paso del tiempo la carga se vuelve muy pesada y la
predispone a que los demás la utilicen o exploten. Muchos exigen su tiempo, su dinero, su
atención y sus cuidados. Como la ven aparentemente fuerte y segura, casi nadie le pregunta:
¿tú qué quieres, qué necesitas, cómo te sientes, qué problemas tienes, cómo puedo ayudarte?

Como está tan acostumbrada a cuidar de los demás anteponiendo las necesidades de otros
a las propias, cuando llega a la edad de elegir pareja inconscientemente atrae a hombres que
la ven como una madre que puede rescatarlos y protegerlos. La joven se esfuerza por ayudar
a su compañero a ser responsable, a superarse, mejorar su conducta, vencer sus miedos, pero
fracasa rotundamente al no darse cuenta de que la manipulan con culpas y chantaje
emocional, mezclado con pequeñas dosis de admiración y afecto, a veces fingidos, o con
múltiples promesas de cambio no cumplidas.

Por lo tanto será presa fácil de hombres conflictivos y traumados a quienes intentará
redimir; de irresponsables o explotadores de quienes creerá que lo único que les falta es
quien los apoye, los comprenda y los impulse a conseguir un buen trabajo; de inmaduros con
“mamitis” que no saben tomar decisiones por sí mismos (en estos casos, la suegra siempre
gana); o de chicos con diversas adicciones a quienes poder salvar.

Cuando ella se frustra y se desespera porque, pese a todos sus esfuerzos, él no se corrige,
puede volverla a convencer con frases como ésta: “Mi amor, dame otra oportunidad, te
prometo que esta vez sí voy a cambiar”, “Eres una mujer maravillosa, me hundiría sin tu
apoyo, te necesito tanto, sólo tú me comprendes”, o chantajes para despertar su lástima y
ternura: “Tienes razón en dejarme, soy un fracasado, no te merezco, eres demasiado buena,
mejor me alejo de tu vida para no dañarte”, sabiendo que de inmediato se enganchará a
consolarlo. Al tratar de salvar a su hombre, simplemente no se da cuenta o le cuesta mucho
admitir que ella misma echó a perder a su “bebé”.

Aunque parezca extraño y contradictorio, muchas Salvadoras de Hombres son mujeres


inteligentes, preparadas, con gran éxito a nivel profesional, que en otras áreas de su vida se
manejan con cordura e inteligencia, pero en su yo más profundo llevan oculta a una niñita
solitaria, herida y vulnerable a quien no se le permitió llorar porque tenía que ser fuerte y
responsable. En el fondo ellas también desean ser protegidas, mimadas, cuidadas,
consentidas, apoyadas, pero no encuentran la manera de expresarlo o de obtener reciprocidad
en cuestiones amorosas.

Es muy difícil salir de esta trampa porque las personas que dependen de las Salvadoras
de Hombres se han mal acostumbrado y se enojan e indignan cuando ellas protestan y buscan
obtener un trato más igualitario y recíproco. Los demás las presionan para que todo siga
igual, haciéndolas sentir culpables, malvadas, desconsideradas y egoístas.

Cuando detecto a una mujer con estas características, primero intento hacerla tomar
conciencia de sus pautas de conducta y la refuerzo recordándole: “Tú no eres su mamá, ni
su profesora, ni su enfermera, ni su psicóloga. No tienes el poder ni la capacidad de
reformarlo, ni de salvarlo de sus conflictos y enderezar su vida. Si él tiene problemas puedes

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apoyarlo, pero sólo hasta cierto punto. Si quieres que madure deja que aprenda de sus
errores y que asuma sus propias responsabilidades, no pretendas hacerte cargo de todo
pues acabarías exhausta y frustrada. Él dependerá cada vez más de ti y, en el fondo, en
lugar de agradecértelo, te tendrá un enorme rencor por sentirse minimizado y puede llegar
a considerarte su enemiga, alguien que trata de controlarlo”.

Una señora me relató, quejándose amargamente: “Mi marido hizo cargos a mi tarjeta de
crédito (de la cual ella le consiguió una extensión) por una suma cuantiosa y ahora se rehúsa
a pagarlos, ¿qué debo hacer?”. Antes de contestar exploré los antecedentes de su forma de
relacionarse, encontrando que ella, en varias ocasiones anteriores, le había conseguido
empleos que el marido dejaba porque no se sentía a gusto. Incluso le había comprado un auto
para que pudiera trasladarse más cómodamente al trabajo, el cual él utilizaba para pasear con
su amante. Cuando chocó el vehículo enseñando a la chica a manejar y fue a dar a la
delegación, la esposa (aunque al principio enfurecida) lo perdonó y le dio otra oportunidad.
Aquí vemos cómo también la mujer forma parte del círculo vicioso de la Salvadora de
Hombres.

Cuando una Salvadora acude a mí buscando orientación, le digo que no le ayudo sintiendo
lástima por ella, sino impulsándola a cambiar, a ser más fuerte y segura, a tomar conciencia
de hasta qué punto ella misma provocó la situación de la que ahora se queja, a buscar
alternativas para que pueda salir adelante. Jamás trato de provocarle culpa (ya bastante tiene
con lo que la sociedad le adjudica), sino de hacerle ver que, en un momento dado, tomó
ciertas decisiones basadas en la ignorancia o en conceptos equivocados de lo que es la
relación de pareja. Y que definitivamente es posible cambiar estos patrones de conducta.

La Princesita Soñadora
Busca:
Un hombre ideal, un príncipe azul que venga a darle lo que ella considera su plena
realización como esposa y como madre, con el resultado de una vida muy feliz, como se
muestra en los comerciales de la televisión o los cuentos de hadas.

Papel que asume:


El de la heroína de novela romántica. Es soñadora y sentimental, con deseos de vivir un
idealizado gran amor que vencerá todos los obstáculos, aunque se tenga que sufrir (por
ejemplo, cuando los padres se oponen a la relación, lo que yo llamo el síndrome de Romeo
y Julieta).

Tipo de hombre que atrae:


Por ingenua e idealista puede caer con cualquiera de los mencionados anteriormente. Lo
grave es que no sabe distinguir la diferencia entre un hombre y otro, además de que se
ilusiona con lo que cree es una relación ideal. Tiende a evadirse en fantasías y negarse
rotundamente a ver las cosas tal cual son. Puede ser necia y obstinada cuando alguien intenta
hacerle ver los defectos de su amado, al que ella acostumbra justificar. Si los defectos son

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demasiado evidentes, entonces la justificación se convierte en: “Sí, ya sé que pasan todas
estas cosas, pero no me importa, porque lo amo”.

Tipo de familia de la que proviene:


Puede ser de una familia bien avenida, donde fue muy consentida y protegida. Los padres
erróneamente creyeron que la felicidad de su hijita consistía en no permitirle enfrentar sola
los problemas de la vida y tomar decisiones por sí misma. Es frecuente encontrar a este tipo
de mujer entre chicas educadas en colegios religiosos exclusivamente femeninos donde
tenían poco trato con chicos. También pueden caer en esta categoría las jóvenes provenientes
de una familia conflictiva que se ven precisadas a construir su propio mundo interior,
diferente y feliz, para evadirse de tanto sufrimiento.

Análisis
La Princesita Soñadora cree en el príncipe azul del cuento de Cenicienta; se emociona a
grado extremo con canciones e historias románticas, creyendo firmemente que el amor vence
todos los obstáculos, que puede ser eterno, con su correspondiente estado de éxtasis
provocado por las emociones fuertes; que sólo amando se obtiene la dicha plena; vive por y
para el amor.

Algunas de estas chicas tienden a involucrarse desde temprana edad en amores platónicos
y a fantasear con un profesor, un artista, un hombre maduro (a veces casado) o un compañero
o vecino. Si el caballero las ignora, se desviven por conquistar su amor. Si muestra algo de
interés, aunque sea sólo amistoso, lo interpretan de otra manera o, si ya se relacionan con él,
sus expectativas están totalmente fuera de la realidad. Por ejemplo, la joven que anda con un
casado e ingenuamente cree que el marido va a dejar a la esposa porque es a ella a quien
realmente ama.

A la Princesita le fascina sentirse la heroína, no le importa pagar el precio de sufrir por


amor, pues éste es un sentimiento sublime y glorificado. Puede emocionarse hasta las
lágrimas enternecida por un poema o una canción de amor. No me refiero aquí al
romanticismo en sí mismo (que es una expresión válida de sentimientos muy bellos y
profundos), sino a la manera empalagosa y apartada de la realidad con que algunas personas
se identifican con él.

Por supuesto, es maravilloso amar y ser amada, pero hay que estar segura de que el amor
es verdadero, maduro y recíproco, no simplemente un deseo sexual, un capricho, una
obsesión, una fantasía, una dependencia y tantas otras cosas que erróneamente etiquetamos
como amor. Tenemos corazón pero también tenemos razón, y un equilibrio entre ambos nos
permite escoger adecuadamente a quién entregamos nuestros sentimientos. Si no
discernimos y nos involucramos sentimentalmente con alguien que no nos valora o con quien
tiene un concepto diferente de lo que es el amor y la pareja, o que no ha logrado el equilibrio
interior resolviendo sus propios conflictos, tendremos serios problemas y enormes
sufrimientos.

La Princesita Soñadora se casa muy inmadura (no importa a qué edad) y cree que el amor
es suficiente para ser feliz. Cuando se presentan los problemas de la convivencia diaria, ella
se desmorona, sufre y se deprime porque no sabe cómo manejarlos.

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Si el hombre llega a engañarla con otra o la abandona cae en una crisis profunda, llora,
hace escenas para llamar la atención. Algunas incluso intentan el suicidio porque creen que
su vida ya no tiene sentido y han quedado destrozadas por la ausencia o la traición del ser
amado. Estas mujeres han distorsionado a tal grado el verdadero significado de la palabra
amor que pueden llegar a empalagar o a fastidiar a su pareja.

Muchos hombres son también románticos, tiernos y sensibles, pero los excesos por parte
de las mujeres en la manifestación de estas emociones normalmente los molestan. Frases
como las siguientes, repetidas en forma constante y obsesiva, llegan a desquiciar a un varón:
“¿Por qué no me has llamado?”, “Ya nunca me dices que me quieres”, “Por favor, no te
vayas, quédate conmigo”, “Si me dejas, me mato”.

Esta mujer puede llegar a ser rogona y molesta. En lugar de inspirar amor, causa lástima
y fastidio. Recordemos a la protagonista de la película Atracción Fatal; además de los
rasgos de Princesita Soñadora, manifestaba profundos problemas psicológicos que la
orillaron a dedicarse desesperadamente a perseguir a un hombre casado que no tenía interés
en ella. Lo que para él fue simplemente un encuentro casual, para ella se convirtió en una
obsesión.

La vida familiar de esta chica se encuentra en los dos extremos: o fue profundamente
desdichada en el hogar y por ello se refugia en la fantasía cada vez que ve a un hombre que
le interesa, o fue demasiado cuidada en un hogar que parecía perfecto, con mucha
sobreprotección y un concepto poco realista de lo que es la vida y las relaciones de pareja.
Ella aspira a tener lo mismo y no concibe que puedan existir otros problemas.

Cuando surgen, no tiene ni el entrenamiento, ni los conocimientos ni la experiencia para


saber resolverlos.

Aunque es linda, sensible y soñadora, si no madura puede convertir su vida en un desastre.


Como le aterra vivir sin amor, puede pasar de un novio, marido o amante a otro, sin llegar a
sentirse plenamente satisfecha y correspondida.

Cuando tiene hijos, casi siempre antepone al marido, obsesionándose con él, mientras que
los hijos resultan lastimados y abandonados física o moralmente debido a las fijaciones
amorosas de su madre.

Ejemplos:
Una chica me relataba que su madre siempre estaba triste y llorosa porque el marido la
engañaba con varias amantes y eso le impedía funcionar de manera normal. Por lo tanto, la
señora nunca tenía tiempo ni humor para interesarse por los problemas de la hija.

Otro chico comenta que, después de divorciarse de su padre, su madre tuvo un amante,
que vivía con ellos y a quien ella buscaba complacer en todo, haciendo a un lado los
sentimientos del hijo.

El otro extremo, ser únicamente mamá, también es dañino. Lo adecuado es dedicar tanto
al esposo como a los hijos amor, tiempo y atención de manera equilibrada. Se trata de dos

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aspectos totalmente diferentes de nuestras vidas, pero que pueden ser complementarios y
enriquecedores, en lugar de excluyentes y antagónicos.

La Chica Moderna Comunicativa


Busca:
Todo en un compañero. Básicamente su concepto de lo que la relación debería ser es
correcto, pero los métodos que usa (principalmente la comunicación sin criterio) no lo son,
porque los hombres no entienden las cosas como ella. Acaba muy frustrada porque su pareja
no reacciona como ella esperaba o cambia por completo después del matrimonio, no
cumpliendo con lo que se había acordado de novios.

Papel que asume:


El de novia cariñosa y comprometida con la relación y, a la vez, amiga abierta, justa e
igualitaria, pero en el fondo ingenua por su poco conocimiento de cómo funciona la mente
masculina (aunque haya conocido a muchos hombres).

Tipo de hombre que atrae:


Sumamente variable. Al principio es muy solicitada por su seguridad personal, pero con
el paso del tiempo y ante los problemas que se presentan durante la relación, ella cambia
para adaptarse a lo que cree que el hombre quiere, entonces pierde esa seguridad y acaba
confundida, aislada emocionalmente y con gran frustración porque, en un vano intento de
mejorar la relación, dejó de ser ella misma.

Tipo de familia de la que proviene:


Un tanto más moderna, donde sí se apoya a la mujer para que estudie y se desenvuelva,
pero todavía con mensajes dobles y confusos sobre lo que debe ser un hogar. Llega un
momento en que no sabe si lo correcto es lo que ella pensaba o lo que le dicen los demás y
se deja presionar por las opiniones ajenas, renunciando a sus propios ideales.

Análisis
Existe un grupo de mujeres más jóvenes que no han caído en los errores de las Abnegadas,
Pseudofeministas, Salvadoras de Hombres o Princesitas Soñadoras. Hablamos de las
profesionistas o de aquellas que desempeñan una actividad bien remunerada y con cierto
grado de cultura (por ejemplo, ejecutivas de alto nivel), que son independientes
económicamente, tienen buena autoestima y creen que debe existir igualdad en la pareja.

Entre las metas que quiere realizar este tipo de mujer no sólo está llegar al matrimonio y
tener hijos, sino que también contempla los estudios y el trabajo antes y posiblemente
después de casada. Es más desenvuelta y segura de sí misma, se atreve a expresar sus ideas
con toda claridad. Cuando tiene novio, lo quiere, lo respeta, lo trata como a un igual con la
idea de que el chico está de acuerdo con su manera de pensar respecto de la vida y la tratará
en forma recíproca; suele involucrarse con compañeros de estudio o de trabajo. En su trato
cotidiano tienen mucha comunicación y hacen grandes planes conjuntos para determinar

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cómo va a ser su vida cuando se casen y tengan hijos, cómo van a distribuir el dinero y las
obligaciones, qué espera uno del otro, etc.

Hasta aquí todo parece muy bonito, adecuado y moderno, ¿verdad?, ¿cuál podría ser el
problema con esta pareja de jóvenes que aparentemente tienen todos los elementos para
formar un buen matrimonio?

Veamos lo que podría suceder cuando se casen y, en especial, cómo lo van a manejar.
Digamos que, como habían acordado, ambos trabajan, pero quizá ella progrese más rápido
y llegue a percibir un mejor salario que él o a tener una posición de mayor prestigio. Aquí
comienza la lucha de poder. El esposo, aunque no lo admita por condicionamiento cultural
o por orgullo, puede sentirse un tanto acomplejado, minimizado o resentido ante el éxito de
su esposa. Erróneamente cree que ya no está llevando los pantalones en el hogar, que su
mujer se siente superior; esto provoca que se muestre ofendido sin explicarle a ella la causa
de su malestar, con pocos deseos de platicar y totalmente cambiado.

Lo anterior desconcierta a la esposa que no tiene la más mínima idea de lo que está
pasando. Se inician las agresiones verbales, sutiles o directas por parte de él, que rápidamente
encuentran en ella una reacción similar (más agresión). La esposa se cansa de intentar que
él hable y diga cómo se siente realmente, porque él finge que no pasa nada; los malos
entendidos aumentan y la distancia entre la pareja se hace cada vez mayor.

Tal parece que se hubieran casado sin conocerse y, al ver que sus expectativas no se
cumplen, surge la desilusión, acompañada de la terrible sensación de que quizá cometieron
un error al unirse. Si las agresiones continúan (y aquí puede también presentarse la
infidelidad de una o ambas partes), es posible que se desencadene un divorcio rápido e
inadecuado, con una enorme sensación de fracaso, vacío y soledad.

El otro camino igualmente equivocado es que la mujer, al ver al marido molesto, cambie
de inmediato creyendo que debe adaptarse a su nuevo papel de casada, de acuerdo con lo
que la sociedad dicta o lo que él sutilmente insinúa. Bajo esta creencia, la joven renuncia a
sus inquietudes profesionales o personales y, aparentemente, le asigna prioridad al hogar y
al marido, pensando que ambos roles no son compatibles (aunque cuando estaba soltera
pensara lo contrario).

Si comete este grave error, analicemos los posibles problemas futuros. Cuando el joven
conoció a la chica y quedó impactado por ella, básicamente se sentía atraído por este tipo de
mujer, por su personalidad, su manera de pensar y su seguridad. Sin embargo, pese a que él
parecía un joven moderno y sin prejuicios, tarde o temprano pueden ejercer una enorme
influencia las ideas tradicionales de cómo debe comportarse una mujer casada.

Esto le crea al hombre una gran confusión interna y llega el momento en que se conduce
en forma totalmente diferente de cómo lo hacía en su noviazgo. Empieza a presionar o a
manipular, directa o indirectamente, a su esposa para que cambie, recurriendo algunas veces
a frases como éstas: “Yo quiero llegar a mi hogar y encontrar una mujer que me atienda;
aquí parece que vivimos dos hombres”, “Realmente no tenemos tanta necesidad económica,

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¿por qué no dejas de trabajar y te dedicas a mí?”, “Si tu trabajo te importa más que yo, voy
a buscar a otra que sí me comprenda”, lo cual pone en estado de alarma a la joven esposa.

Si la chica no trabaja y sigue estudiando después del matrimonio, él puede insinuar que
no tiene caso que continúe porque ya es una mujer casada o hacerle escenas de celos por los
amigos y compañeros de escuela.

Cuanto más inseguro sea el marido, más la manipulará con culpa acerca de su manera de
vestir, de maquillarse y peinarse, insistiendo en que lo moderno es provocativo. Asimismo,
criticará su manera abierta y desenvuelta de tratar a la gente argumentando que no es correcto
ni apropiado que una señora casada se comporte así.

Ella, que todavía ama a su marido y desea un hogar feliz, no duda en acceder a sus
peticiones o exigencias creyendo que con esto él quedará satisfecho y se conservará la
armonía familiar. ¿Dónde quedó la chica moderna y segura de la que hablamos al principio?,
¿realmente dejando de ser ella misma va a tener un marido contento y un hogar feliz?

La situación se agrava cuando empiezan a llegar los hijos. La manipulación continúa


generando culpa y más culpa: “¿Cómo vas a dejar al bebé en una guardería o con la
sirvienta?”, “El papel de una ‘buena’ madre está junto a su hijo”, “¿No has pensado que
por estar trabajando vas a desatender las prioridades de tu hogar?”, “Después no te quejes
de las consecuencias”.

Si a una mujer se le presiona para que piense que su única relación legítima es consagrarse
totalmente al hogar, sacrificando sus propias necesidades, nuestro producto terminado será
un ser humano muy resentido, inseguro y dependiente. No dudo que muchas mujeres se
sientan totalmente felices dedicadas al hogar y si tienen buenos maridos que las apoyan y las
valoran, las felicito. Pero lo que es adecuado para algunas, no necesariamente lo es para
todas y debemos respetar nuestra individualidad.

Si la mujer se sostiene firme en sus ideas y continúa trabajando, también se topará con un
cúmulo de dificultades, sobre todo cuando ya es madre. Algunas tratan de ser súper mujeres,
se sobrecargan de estrés corriendo de un lado a otro para cumplir en casa y en el trabajo. La
angustia puede llegar a tal grado que les impide funcionar adecuadamente en la oficina, se
afecta su salud y sus nervios. Al llegar al hogar cansadas y preocupadas, en lugar de
encontrar reposo y tranquilidad, se embarcan en una segunda jornada, a veces sin el apoyo
del marido o de los hijos, cuya falta de cooperación las vuelve irritables.

Digamos que un día el hijo de una madre que trabaja fuera del hogar se enferma
(recordemos que los niños de madres que no trabajan también se enferman). No faltará quien
la haga sentir culpable de que el niño se enfermó porque ella no estaba en casa para atenderlo.
Si el chico tiene problemas en la escuela, automáticamente se insinuará que es culpa de la
madre por no ayudarlo en sus tareas (también hay niños con bajo rendimiento escolar cuyas
madres no trabajan). No es una regla general que los hijos salgan bien porque sus abnegadas
madrecitas se quedaron en casa cuidándolos.

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La mayoría de las mujeres somos muy sensibles en lo que respecta a nuestros hijos y no
dudamos en sacrificarlo todo creyendo que es por su bien. Desafortunadamente, muchas
veces el tiempo demuestra que nuestra decisión no fue la más adecuada. Por supuesto, cada
caso debe evaluarse individualmente. No propongo que todas las madres trabajen o que, si
deciden hacerlo, lo hagan de tiempo completo. Hay infinidad de variantes y opciones según
las circunstancias (dejar de trabajar una temporada mientras los hijos van al jardín de niños,
trabajar medio turno, trabajar en casa, vender diversos artículos con horario flexible, estudiar
unas horas cuando los hijos están pequeños para no volverse obsoleta cuando desee o
necesite regresar a trabajar, etc.).

A continuación presentaré un ejemplo que he visto repetido infinidad de veces de lo que


puede sucederle a una chica moderna que renuncia a todo por el bien del hogar.

Llegó a verme una señora, a quien llamaremos Paty, de 48 años de edad (se veía mayor),
con un enorme sufrimiento reflejado en el rostro, la voz angustiada, figura y aspecto algo
descuidados. Había descubierto la infidelidad del esposo con una mujer más joven. Estaban
a punto de divorciarse y se sentía totalmente destrozada porque no sabía cuál había sido su
error. Veía su matrimonio desmoronarse después de veinticinco años, con cuatro hijos y
todas sus ilusiones hechas añicos.

Al preguntarle su historia personal indicó que se casó a los 23 años. En el momento del
matrimonio tenía un magnífico empleo como contadora pública, vestía bien, iba a fiestas,
viajaba, tenía muchas amistades, estudiaba inglés, practicaba aerobics y se consideraba una
chica segura y desenvuelta.

Sin embargo, cayó en la trampa descrita anteriormente. Cediendo a presiones y culpas


provocadas por el marido (que en su noviazgo parecía aceptarla plenamente), dejó trabajo,
estudios, amistades, modificó su manera de ser y de vestir, todo lo que ella era, y se encerró
en un pequeño círculo dedicándose en cuerpo y alma al hogar y a los hijos. Estaba segura de
que a través de su sacrificio personal lograría un hogar estable, duradero y feliz.

Si se dedicó a complacer al marido en todo, a adaptarse por completo a lo que él indicaba,


¿cómo era posible que ahora la cambiara por otra?

Al hablar con el esposo (el mismo que años antes prácticamente la había obligado a dejar
de trabajar), le dijo: “Oye, yo no pienso darte la pensión alimenticia tan alta que me pides.
Estoy harto de mantenerte tantos años. Ya es tiempo de que tú trabajes. Todo lo que hay en
esta casa es mío porque yo soy el que me he tallado el lomo para comprarlo”. Desde luego
que ahora quería destinar sus ingresos a divertirse con la amante y se mostraba resentido de
tener que seguir manteniendo a su mujer. Con cara perpleja, la esposa le contestó: “Pero, mi
amor, si eras tú el que no quería que yo trabajara, insistías en que me dedicara a ti y a los
niños. ¿Cómo quieres ahora que trabaje? No es lo mismo conseguir empleo a los 23 que a
los 48, ya me consideran vieja. Además no estoy actualizada y me siento insegura y con poca
experiencia”.

Por otro lado, y con la intención de ver si podía aún retenerlo, Paty le preguntó al marido:
“¿Qué tiene esa mujer que no tenga yo?”; él, con toda crueldad, le respondió: “Ella es muy

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culta y desenvuelta, una mujer interesante, tiene muchos temas de conversación, mientras
que tú eres aburrida y quejumbrosa, no te has superado”. Nuevamente Paty replicó: “¿Pero
cómo es posible que me digas eso, si tú me dijiste que no siguiera estudiando porque
desatendía el hogar y a los niños?, ¿y ahora te quejas de que no me he superado?”. El calló
y luego agregó: “Ella es joven y atractiva, tú ya estás acabada, no te arreglas bien, has
subido de peso, ya no te encuentro atractiva”. Con infinita tristeza Paty añadió: “Pero yo
cumplí tus deseos de no arreglarme, me adapté a lo que tú opinabas que debía ser el vestido
y comportamiento de una mujer decente, ¡y ahora me sales con que no te gusta!”. Ya con
desesperación y llanto, le reclamó: “Tú me alejaste de mis amistades, me convertiste en lo
que ahora soy y ve lo que he cosechado”.

Qué irónico es el destino. Él la dejaba por una mujer muy parecida a como era ella antes
de cambiar para darle gusto.

Es obvio que la infidelidad o el divorcio duelen muchísimo a una mujer. En el caso de


Paty, al enfrentarse a estos problemas está partiendo de cero. Depende totalmente del marido
y le va a costar mucho trabajo encontrar empleo por su edad, su falta de experiencia y por
no haber continuado preparándose; se tendrá que enfrentar a graves problemas económicos
porque sus hijos aún viven en el hogar paterno y el marido ya no quiere seguir
manteniéndolos. Como mujer se siente vieja, fea, no deseable porque la cambian por otra
aparentemente mejor. Se queda sin cariño, sin apoyo, sin familia integrada, sin recursos
económicos ni morales para salir adelante. Como una planta a la que no le proporcionan
agua, luz, aire y abono, ella se siente marchita sin estímulos ni satisfacciones.

¿Qué hubiera pasado si antes de tomar la decisión de cambiar su manera de ser y de pensar
creyendo mantener contento al marido, ella hubiera calculado las consecuencias? Digamos
que de todos modos a los 25 años de casados él tiene una amante y le pide el divorcio; no
dudo que le dolería muchísimo, pero no está tan desvalida como en el primer caso. Se sentiría
más segura y con puntos de apoyo porque tiene trabajo, dinero, preparación, está integrada
al mundo con un amplio círculo de amistades, tiene estímulos externos, pasatiempos y
actividades satisfactorias, ha cuidado su figura y su vestuario, sus hijos son más responsables
e independientes y, por lo tanto, tiene muchas más oportunidades de salir adelante y rehacer
su vida.

Valga la comparación. Si nos roban o desmantelan un automóvil, aunque no es algo que


deseemos o provoquemos, definitivamente el asunto no tendrá el mismo impacto y
consecuencias si está asegurado en comparación a si no lo está.

¿La lección? Indiscutiblemente el papel de la mujer en el hogar y como guía de los hijos
es sumamente importante y de ninguna manera sugiero que los abandone o los descuide. Lo
que propongo es que aprenda a equilibrar trabajo y familia, no cayendo en una posición
extrema de dependencia total, pues nada le garantiza que el marido se quedará con ella para
siempre y le responderá en todos los aspectos. Si la mujer es suficientemente inteligente y
se siente segura de sí misma, puede tener un hogar armonioso y algún tipo de actividad
remunerada y satisfactoria, combinándolos para poder sentirse realizada como persona y, en
consecuencia, como esposa y como madre.

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Antes de tomar estas decisiones, la mujer ha de reflexionar profundamente y, sobre todo,
pensar a futuro, pues lo que está en juego es su porvenir. Yo sugiero que la mujer piense por
sí misma antes de decidir, y no sólo haga caso de las opiniones ajenas, como una hoja movida
por el viento.

La Autosuficiente Decepcionada
Busca:
A veces nada; por lo general ya está bastante decepcionada de los hombres. Cree que no
existen los varones que valgan la pena y sale por pasar el rato o por no sentirse sola, pero sin
compromiso alguno. Tiene pánico de volver a entregar sus sentimientos y sufrir nuevamente.

Papel que asume:


Hay dos tipos: la amargada, distante, desconfiada, que prefiere alejarse de los hombres y
dedicarse al trabajo o a los hijos creyendo que todos los hombres son iguales y que está
mejor sola. El segundo tipo es la interesada en tener pareja y que se muestra seductora, pero
a la vez un tanto cínica y burlona, con la idea consciente o inconsciente de herir
emocionalmente o explotar económicamente a los hombres como una especie de venganza
por la manera en que se le lastimó en el pasado.

Tipo de hombre que atrae:


La del primer tipo ahuyenta a los hombres porque se ve demasiado autosuficiente, lejana,
inaccesible y amargada. La del segundo tipo tiene mucho éxito pues llega a volverse experta
en el arte de atraer a un hombre y jugar con él, utilizando la técnica de refuerzo intermitente:
en un momento es verdaderamente encantadora, misteriosa, enigmática pero con una mezcla
de actitudes arrogantes, despóticas, minimizantes y manipuladoras. Esto desconcierta por
completo a los caballeros, quienes se enganchan profundamente, quedando fascinados ante
el reto de poderla conquistar.

Familia de la que proviene:


Varía mucho, pero el síntoma clave es haber tenido una o varias decepciones anteriores,
ya sean familiares o emocionales.

Análisis
En este grupo encontramos a la mujer que ha alcanzado alguna independencia, tanto en
lo económico como en lo social, y ha logrado sobrevivir sin el apoyo y protección de una
pareja en su condición de soltera, separada o divorciada (después de un fracaso y decepción
emocional muy fuertes).

La que tiene hijos trata de valerse por sí misma, haciendo grandes esfuerzos para
desempeñar el papel de padre y madre. Prefiere concentrar sus energías en progresar
económicamente y ser una buena madre para sus hijos.

Aunque parece muy autosuficiente y segura, en el fondo tiene una enorme soledad, vacío
y no se siente plenamente realizada. Está muy dolida por sus experiencias pasadas y tiene la

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necesidad de protegerse para no volver a caer. Ni la que opta por aislarse de los hombres ni
aquella que los conquista desea involucrarse de manera honesta y sincera; más bien, se cuida
siempre de no volverse débil y vulnerable, como cree que pasaría si realmente se enamorara.
Quizá en otra etapa de su vida fue ingenua, idealista y confiada y entregó su amor
incondicionalmente; y como la decepción fue demasiado fuerte, ya no se puede arriesgar a
un nuevo fracaso por temor a quedar destruida.

La del primer grupo da la apariencia de estar perfectamente bien y no se muere sin un


hombre. Sin embargo, no podemos negar que tener una buena pareja con quien compartir la
vida y satisfacer nuestras necesidades afectivas y sexuales es una opción mucho más
agradable.

Esto no quiere decir que porque una mujer se quede sin pareja, se vea forzada a salir a la
calle y acostarse con el primero que se le cruce enfrente. Esta actitud añadiría a todos los
problemas que ya tiene el riesgo de embarazos no deseados, enfermedades de transmisión
sexual y el desagradable vacío de sentirse utilizada por los hombres que sólo desean una
aventura. Para la mayoría de las mujeres, el sexo debería de estar acompañado de amor y
compromiso, pero no podemos negar que somos seres sexuales y nos sentimos afectadas al
pasar períodos prolongados sin cumplir con esta función natural. Se llegan a dar casos de
enfermedades psicosomáticas (migrañas, úlceras, problemas ginecológicos, trastornos
nerviosos, etc.) que pueden tener su origen en la frustración sexual.

Así como la posición extrema de la promiscuidad no resuelve y sí complica la satisfacción


de nuestras necesidades, el otro polo, el rígido, de abstinencia total, me parece inadecuado.
Es injusto que, por prejuicios sociales, una mujer sana y con deseos normales se vea
reprimida de ejercer juiciosa y conscientemente su sexualidad por no estar casada, o se crea
obligada a casarse con alguien que no le conviene para tener una forma legal y moralmente
aceptada de satisfacer esa necesidad básica de los seres humanos.

Aclaro que el estar casada no es garantía de plena satisfacción sexual. Muchas señoras
llegan a consulta quejándose de que el marido es impotente, las ignora, las ofende si ellas
toman la iniciativa, tiene eyaculación precoz, es brusco, grosero o exigente en la intimidad,
no tiene el tacto, la sensibilidad o el interés necesario para satisfacerlas; o que en la vida
cotidiana las trata tan mal que hacer el amor con él es una verdadera tortura.

Evidentemente no responsabilizo a los hombres de todos los problemas sexuales de las


mujeres. Soy la primera en reconocer que muchas de ellas tienen enormes prejuicios y
tabúes, sin la menor idea de cómo complacer a su pareja en la cama. Sé que ellos también
podrían quejarse de insatisfacción o rechazo por parte de sus mujeres. En lugar de culpar,
todos debemos tratar de superar esa ignorancia y esos prejuicios, adquiriendo información
apropiada, teniendo la mente abierta, mucha paciencia y cariño para resolver los problemas
en esta área que puede ser una fuente de enorme satisfacción.

La mujer perteneciente al segundo grupo aparentemente es muy exitosa y, al verla tan


asediada, sus amigas llegan a envidiar su buena suerte. Algunas se ven liberadas y son
verdaderas expertas en el arte de la seducción. Alternan perfectamente entre actitudes
encantadoras con cierta arrogancia y despotismo, una especie de “estire y afloje” que hace

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que los hombres se sientan fascinados porque les cuesta mucho trabajo conquistarlas y es
bien sabido que lo difícil resulta sumamente atractivo. Si un hombre se enamora con
sinceridad de una mujer que está en esta etapa, ella le resultará muy peligrosa y puede
destruirlo sentimentalmente. Por su lado, ella tampoco se sentirá satisfecha porque, aunque
consiga que él se vuelva loco por ella, estas relaciones son muy conflictivas para ambos y
nunca pasan de un nivel superficial.

La Tímida, Acomplejada, Solterona


Busca:
Lo que sea con tal de no quedarse sola. Se siente muy mal al ver que otras chicas sí
consiguen pareja y se cree inferior o inadecuada por no lograr atraer a los hombres.

Papel que asume:


Son dos: el de la súper complaciente, desesperada, urgida, o el de la triste, deprimida y
quejumbrosa de su mala suerte: “No sé por qué ningún hombre se ha fijado en mí”.

Tipo de hombre que atrae:


La del primer grupo los repele por insegura, negativa y acomplejada. La del segundo
grupo intenta tanto, enviando señales de querer atrapar pareja a como dé lugar, que asusta a
los hombres. Si logra finalmente que alguien se fije en ella, no le importa que se trate de un
hombre inadecuado y conflictivo, prefiere tolerarlo a quedarse nuevamente sola.

Tipo de familia de la que proviene:


Aquella que pone énfasis en que el principal valor de la mujer radica en casarse. Puede
tener hermanas o amigas con éxito con los galanes y ella sentirse inferior por no tener un
pretendiente. Es usual que su madre la presione para conseguir novio o marido y que busque
colocarla presentándole chicos o acomplejándola más con frases como: “Ay hijita, ya vas a
cumplir 28 años y todavía no tienes novio formal para casarte…”.

Análisis
En esta época en la que se promueve tanto la superación integral de la mujer, todavía
encontramos chicas que consideran que el casamiento es, prácticamente, su única meta y no
dedican el tiempo y la atención debidos a su desarrollo como ser humano (estudio, trabajo,
amistades, espiritualidad, aficiones personales, etc.).

Para muchas mujeres, casarse fue algo opcional, una decisión basada en buenas o malas
razones y pudieron escoger a un hombre que se interesó en proponerles matrimonio. Otras
parecen tener mala suerte. ¿Por qué? Puede ser porque su físico no es muy atractivo o su
personalidad no es suficientemente impactante como para atraer a un caballero; o porque se
fueron al otro extremo y se dedicaron por completo a otros intereses, excluyendo el aspecto
romántico; o porque exigen demasiada perfección en una pareja y de pronto se dan cuenta
de que los años se les vinieron encima y no hay muchos candidatos disponibles. Además de
la preocupación por encontrar marido, sienten que la edad condiciona su reloj biológico y su
fertilidad, lo cual aumenta su frustración y desesperación.

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Si sus hermanas, primas, amigas y conocidas ya se casaron, se preocupa aún más y surge
en ella un sentimiento de inferioridad. Su mente se atormenta con cuestionamientos como
éstos: “¿Qué tienen ellas que no tenga yo?”, “¿Me quedará para vestir santos?”, “Si no
me caso y quiero tener un hijo, ¿me atreveré a ser madre soltera?”, “Me siento tan sola
¿por qué no puedo encontrar el amor?”, “¿Estaré tan gorda, fea, vieja, poco atractiva, que
no soy deseable para un hombre?”.

El peor insulto que se le puede hacer a una chica en estas condiciones es preguntarle
“¿Por qué no te has casado?” o “¿Cuándo te casas? Aunque la pregunta sea bien
intencionada, es de muy mal gusto y la pone en una situación sumamente incómoda. Se
siente muy lastimada, tanto si no tiene novio como si lo tiene desde hace varios años y él no
ha tomado la relación muy en serio o no quiere comprometerse para la boda. Algunas hasta
intentan el viejo truco de salir embarazadas para ver si el hombre se siente amarrado por la
responsabilidad.

Todas estas presiones disminuyen la autoestima y presionan a la mujer a buscar pareja a


toda costa, sin permitirle ejercer el criterio necesario para estar segura de con quién se
relaciona y qué problemas se pueden enfrentar a futuro. Toda la energía, cargada de angustia,
se concentra en una sola cosa: buscar marido.

Esta actitud es autoderrotista ya que, cuanto más lo intentan, tanto más parecen enviar
señales de desesperación que repelen a los hombres que no desean sentirse cazados. Si la
madre de la chica se une a sus esfuerzos y ambas se desviven porque el hombre se sienta a
gusto saturándolo de atenciones, él huirá despavorido. Lo mismo ocurre si se presiona a uno
que no desea un compromiso formal. A pesar de que sus múltiples esfuerzos le reditúen que
alguien finalmente se case con ella, no tienen garantía de un buen matrimonio, porque no
estará sentado en buenas bases.

Algunos casos llegan a convertirse en amores obsesivos, donde la mujer prácticamente


persigue a su blanco. Se vuelve posesiva, celosa, demandante, asfixiante, insegura.

En esta clasificación encontramos también a la mujer que ya ni siquiera intenta conseguir


pareja. Se retrae en sí misma aparentando que no le importa o quejándose continuamente y
causando lástima. Si otras personas tratan de darle buenos consejos, reacciona con
pesimismo y negatividad. Se cierra por completo y no reconoce que ella está generando su
mala suerte.

La Vanidosa, Caprichosa, Manipuladora


En esta categoría existen dos subtipos muy diferentes que designaremos con las letras “a”
y “b”.

Busca:
a) Tener una corte de admiradores que halaguen su vanidad, a quienes pueda utilizar
y manipular a su antojo.

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b) Conseguir un marido que satisfaga todas sus necesidades, incluso sus caprichos,
creyendo que todo se lo merece por ser una mujer muy apropiada.

Papel que asume:


a) Seductora, interesante, con personalidad irresistible y físico bien cuidado. Estudia
con detalle las debilidades de los varones y sabe sacarles el mejor provecho.
b) La esposa perfecta, bastante tradicional (sin caer en la abnegación), muy preocupada
por las apariencias y queriendo proyectar la imagen de una familia ideal.

Tipo de hombre que atrae:


a) A casi todos, en particular a los abnegados, que se sienten muy impactados por ellas;
también a los conquistadores, que se sienten estimulados ante el reto de conquistar a una
mujer difícil y enigmática.
b) A hombres buenos y convencionales que desean lucir una esposa adecuada, bien
arreglada y educada como complemento de su vida social.

Tipo de familia de la que proviene:


a) Muy variable. Algunas sufrieron mucho cuando niñas, pero pronto aprendieron a usar
su atractivo físico o rasgos de su personalidad para conseguir lo que querían en la vida.
b) De familias tradicionales que guardaban las apariencias; tal vez las educaron con algo
de sobreprotección e inconsciencia de la realidad.

Análisis
a) Su característica principal es resultar atractiva e interesante para los hombres con el
propósito no sólo de ver halagada su vanidad, sino incluso de obtener ciertas ventajas en el
ámbito profesional, social o económico. A algunas les interesa tener admiradores con
quienes salir a cenar, al teatro, a un centro nocturno, etc., y procuran no tener un compromiso
serio y formal. Otras utilizan a los hombres con la finalidad de escalar rápida y fácilmente
los puestos de la empresa en que trabajan, aunque se vean un poco más comprometidas y
obligadas con sus protectores, sobre todo en el aspecto sexual. Otras buscan sólo a alguien
que les proporcione ventajas económicas, que les regale viajes, joyas y otros objetos
valiosos, que las tenga como reinas.

A esta mujer no le interesa mucho el estado civil de los hombres y menos aun las
intenciones o sentimientos que le manifiesten, ya que muy rara vez desea enamorarse de sus
pretendientes. Algunas tampoco se preocupan mucho por el aspecto físico del hombre. No
exigen que sea muy guapo, les basta con que tenga una buena posición económica y
profesional, que sea relativamente culto e inteligente, que les proporcione una agradable
compañía, sea atento y complazca todos sus caprichos.

La gran mayoría de estas mujeres aparentan una actitud más o menos frívola y superficial.
Algunas son muy inteligentes y con grandes capacidades que utilizan para elaborar
complejos y sofisticados métodos de seducción buscando cómo sacar el mejor partido de sus
atributos físicos, vistiéndose bien y llamativamente, empleando el maquillaje y los
accesorios que resalten su belleza y su personalidad, sin caer necesariamente en la
vulgaridad.

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Salvo los muy profundos o algunos que exigen un elevado nivel intelectual en sus parejas,
la mayoría de los hombres encuentran fascinante a este tipo de mujer. La ven femenina,
sensual, magnética, agradable, culta y brillante, con personalidad muy impactante, aunada a
un cierto halo de misterio y sofisticación. Los candidatos más vulnerables son:

1) Los hombres mayores con una vida hecha y una excelente situación económica, la
cual les sirve para atraer y satisfacer a mujeres más jóvenes que ellos y que les brindan la
clase de emociones que no obtuvieron sus esposas.

2) Los hombres jóvenes o de mediana edad que buscan a una mujer bonita que puedan
presumir en su círculo de amistades y así gozar de una imagen de conquistador irresistible
por haber obtenido un premio tan codiciado. Si la mujer se hace un poco la difícil, más
enloquecen por ella porque la consideran un reto a su masculinidad.

3) Por último, los equivalentes a las mujeres abnegadas, o sea los hombres sumisos,
aquellos que sinceramente entregan sus sentimientos, se enamoran y desean una relación
firme. Normalmente caen en el modelo del caballero: atentos, detallistas, corteses, pródigos
en elogios y adulación, pacientes, comprensivos. Ingenuamente creen que con esas
cualidades van a conquistarla, sin darse cuenta de que sólo son utilizados. Se conforman con
las mínimas manifestaciones de aprecio o simpatía y se sienten muy felices con la sola
presencia de la mujer en quien han puesto los ojos, esforzándose con verdadero esmero y
devoción en complacerla y auxiliarla en todo lo que necesita. Se convierten en sus
incondicionales a tal grado que la colocan en un pedestal como si fuera una diosa y se sienten
muy poca cosa para aspirar a su amor. Por lo mismo, toleran los desplantes, rechazos,
desprecios y amenazas de ella que, cansada de tanta entrega y admiración, termina por
fastidiarse, tenerles lástima y no saber cómo deshacerse de ellos.

Aunque parezca que la frivolidad, egolatría y vanidad hacen que este tipo de mujer actúe
así, en algunas ocasiones existen motivaciones internas más profundas que pueden tener su
origen en la infancia. Hay casos en los que la familia está compuesta por una figura materna
dominante y un padre sumiso, la niña repite este patrón considerando que es lo normal en la
relación de pareja. En otros casos actúa así como consecuencia de una fuerte decepción
amorosa que le hace pensar que no vale la pena entregar plenamente los sentimientos porque
puede salir muy lastimada. Considera más conveniente y seguro actuar de manera fría y
calculada para que sean ellos los que se enamoren y ella la que obtenga las mayores ventajas
y beneficios. Finalmente encontramos una tercera motivación sumamente poderosa y, por
desgracia, más común de lo que imaginamos, la cual se presenta en aquellas chicas que en
algún momento de la vida sufrieron un abuso sexual por parte de un familiar o amigo
cercano. Esto generó un profundo rencor y resentimiento hacia los hombres, a quienes ven
como una especie de animales ávidos de sexo.

Cuando no logran superar el trauma psicológico lo pueden canalizar adoptando actitudes


bien sea de feminismo exacerbado, de miedo e inseguridad o de aprovechamiento de sus
atributos para atraer y excitar sexualmente a los hombres. Ya que los ven entusiasmados, los
frenan y los dejan frustrados. Saboreando su venganza por aquello que sufrieron. Esta
motivación combina elementos conscientes e inconscientes y sólo puede ser superada con
ayuda terapéutica.

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La chica Seductora adopta dos técnicas o métodos diferentes. Primero encontramos a
aquella cuyo coqueteo es obvio o vulgar y está basado únicamente en saber lucir el cuerpo
sin importar mayormente la personalidad o la inteligencia. Acostumbra utilizar ropa exótica
y llamativa, con prendas muy ceñidas al cuerpo, escotes o minifaldas; tiene particular
predilección por las medias de color negro y las zapatillas de tacón alto y sabe cómo moverse
para llamar la atención. Su manera de atraer al hombre suele ser muy directa y clara, llegando
incluso a tomar una franca iniciativa.

El segundo enfoque es el más difícil de identificar, ya que el coqueteo es muy sutil, casi
imperceptible, y se planea inteligentemente cómo llevar a cabo la seducción. Esta mujer
también utiliza sus atractivos físicos, pero en forma un poco más discreta y elegante. Seduce
por medio de la mirada, de una sonrisa, utilizando palabras ambiguas que hacen que el
hombre no esté totalmente seguro de si se le está insinuando o si él está malinterpretando las
señales.

Aunque pudiera parecer afortunada por tener tanto éxito con los varones, la mujer que
utiliza la seducción no vive satisfecha. La devoción que inicialmente la halagó llega a no
parecerle suficiente y a hastiarla. Estas actitudes manipuladoras limitan mucho sus
posibilidades de tener una verdadera pareja que comprenda y satisfaga sus necesidades
afectivas y termina con un enorme sentimiento de soledad que puede provocarle crisis
depresivas e incluso tendencias suicidas. Dos ejemplos representativos son los casos de
Marilyn Monroe y Miroslava Stern.

b) Aquí encontramos a la señora a quien sólo le preocupa ser dama de sociedad. Tuvo
suerte o habilidad para encontrar un marido que cumple con los requisitos externos de darle
un cierto estatus (casa propia, viajes, membresías en clubs exclusivos, un círculo social
selecto, etc.). Esta categoría abarca desde la mujer frívola y superficial hasta la señora
sumamente responsable, incluso ingenua, que cumple al pie de la letra los roles de la perfecta
ama de casa: delega las tareas domésticas a la servidumbre bajo su supervisión, pero ella
personalmente lleva a los niños a la natación, al karate, al club deportivo o a la ortodoncia.
Se encarga de que la casa esté impecable, es una excelente anfitriona, hace quedar muy bien
a su marido cuando la presenta en un acontecimiento social, participa en eventos de caridad,
toma café con sus amigas y tiene una vida cómoda o sin mayores sobresaltos.

Si el marido cumple a satisfacción con estos requisitos y le da un buen trato, ella se hace
un poco “de la vista gorda” cuando empiezan las evidencias de un mayor alejamiento de la
pareja (el marido llega tarde pretextando juntas de trabajo, toma mucho, sale frecuentemente
con los amigos, hay poca intimidad o comunicación y su vida sexual se convierte en
mediocre). Por supuesto que también puede sufrir con estos comportamientos y tener
discusiones al respecto con el esposo, pero por ningún motivo está dispuesta a renunciar a
su posición privilegiada, por lo que prefiere vivir una farsa aparentando tener la familia
modelo ante sus parientes y amistades.

Algunos maridos quieren a estas mujeres a su modo, sin tener una relación muy profunda
o intensa con ellas; otros simplemente se prestan al juego de la familia bien establecida por
no lastimar a los hijos, por no dañar su posición de buenos esposos ante la sociedad o por
evitar los problemas económicos que un divorcio les ocasionaría, pero llevan una vida

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paralela enfrascados en su trabajo o tienen una o varias amantes con quienes tratan de
encontrar satisfacción a sus necesidades personales.

Ejercicios
Como mencionamos al principio del capítulo, la mayoría de las mujeres no
correspondemos a una sola categoría. Nuestros patrones de conducta son combinaciones, en
distinta proporción, de varias de las actitudes descritas. También sucede que en una etapa de
nuestra vida estábamos en una categoría y ahora estamos en otra.

Antes de intentar solucionar un problema, necesitamos saber por qué y cómo nos metimos
en él. Para ayudarnos a contestar lo anterior, las invito a hacer las siguientes reflexiones, de
preferencia por escrito:
1) ¿Con cuáles de las conductas descritas te identificas?, ¿en qué proporción? Si ésa ha
sido tu conducta, ¿los hombres que le corresponden a esa categoría se asemejan a tus
parejas?, ¿empiezas a darte cuenta de que tú formas la otra mitad del problema y que no eres
sólo una víctima inocente de las circunstancias?

2) Observa la vida amorosa de las mujeres a tu alrededor y, de ser posible, entrevístalas.


¿En qué coinciden sus actitudes con los diferentes tipos de mujeres que hemos mencionado?,
¿qué resultado les ha dado?, ¿cuán inconscientes las ves respecto de su manera de generar y
participar en sus desdichas?

3) Sin juzgar, buscando sólo obtener información objetiva, averigua: ¿Cómo se dio la
relación entre tus padres cuando se conocieron?, ¿cómo se llevan ahora? Si están separados
o divorciados, ¿por qué sucedió?, ¿qué pautas de conducta de tu madre son similares a las
tuyas?, ¿hasta qué punto los hombres que te atraen o con quienes te relacionas se parecen a
tu padre?

4) Escribe una descripción de tu hombre ideal. Compáralo con el tipo de parejas que
has tenido. ¿Están tus expectativas totalmente alejadas de la realidad?, ¿te sientes
inconscientemente atraída o te involucras con hombres que no te convienen?, ¿crees que
puedes cambiarlos?

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CAPÍTULO 3

¿Cómo no caer en la trampa?


Uno de los temas que más sorprende en los cursos que imparto es mi teoría, muy personal,
sobre la comunicación. En la actualidad se la ha ensalzado como el mejor método para
resolver cualquier conflicto y, en especial, los de pareja. Nos hacen creer que si uno es
franco, abierto y sincero, expresa con claridad y espontaneidad sus necesidades, miedos,
frustraciones, disgustos y desacuerdos respecto de la relación y del trato que se recibe, se
podrá llegar a través de un diálogo inteligente, maduro, amistoso y tranquilo a un acuerdo
que convenga a ambas partes y a la solución casi mágica de las desavenencias. Tales ideas
se antojan un tanto utópicas, ¿no es así?
La realidad es que no es tan fácil. Parece lógico y aun hermoso, propio de los cuentos de
hadas, pensar que dos personas con diferente educación, temperamento, puntos de vista y
actitudes frente a la vida, con diferentes experiencias, influencias familiares y de relaciones
pasadas, con complejos y miedos ocultos o inconscientes, puedan en una situación en la que
se sienten ofendidas, heridas, minimizadas o afectadas en sus intereses, hacer todo a un lado
y sentarse a escuchar tranquila, objetiva y pacientemente a la pareja, procurando entender el
otro punto de vista con actitud flexible y condescendiente. Seamos realistas, esto rara vez se
da en la vida cotidiana.
¿Qué sucede cuando estás muy molesta con tu pareja por agravios recibidos (o
interpretados como tales), diferencias de opiniones sobre puntos delicados para cualquiera
de los dos y deciden charlar al respecto? Veamos algunas de las respuestas de personas con
quienes he trabajado en terapia:
“Mi esposo ni siquiera me escucha, no se interesa por lo que siento, pienso o quiero, es
totalmente indiferente y egoísta, y sólo le importan sus cosas”. “Mi pareja cree que sólo él
tiene razón, que yo estoy loca y que soy la culpable de todo”. “Discutimos por horas, de
manera desgastante, sin llegar a nada, y después pasamos varios días sin hablarnos”. “Él
me convence o me amenaza y yo termino cediendo, sintiéndome manipulada y muy
frustrada”. “Sé que él no tiene la razón y que es injusta la manera en que me trata, pero
estoy tan insegura que tengo miedo de enfrentármele y que me… (castigue, deje, quite a los
niños, no me dé dinero, etc.)”.
Ustedes dirán que el problema es que no saben comunicarse. Por supuesto, y es bastante
difícil que aprendan. Recordemos el ejemplo de un comercial de televisión de hace algún
tiempo donde se mostraba un vaso con agua hasta la mitad. Algunas personas lo veían como
medio lleno y otras como medio vacío. Ambas tenían razón desde su punto de vista, era
cuestión de enfoques.
¿Qué sucede cuando las personas hablan sobre religión, política, economía o futbol? Si
tienen puntos de vista radicalmente opuestos y no saben ser respetuosos, simplemente no
convencerán al otro. Cada quien tiene derecho a sostener su propia opinión y es absurdo
sentir que siempre tenemos la razón o esperar que los demás nos entiendan, vean la vida y
sean como nosotros lo queremos o necesitamos.

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Cuando una mujer me dice: “¿Cómo es posible que él me haga eso?”, yo le respondo sin
justificarlo: “Claro que es posible, él reacciona como hombre y de acuerdo con su propia
historia de vida”. Es curioso que no sólo las mujeres se quejan de no poder entender a los
hombres, también los caballeros insisten en que las mujeres somos raras y complejas, que
no hay forma de darnos gusto, que somos demasiado sentimentales y poco racionales, etc.
Por lo tanto, antes de intentar lo que puede ser una peligrosísima arma de doble filo, la
comunicación, es necesario analizar con mayor profundidad las diferencias básicas entre
hombres y mujeres, no tanto genéticas sino, más bien, de influencia cultural.

Diferencias básicas entre hombres y mujeres que dificultan la


comunicación.
1) Sentido de prioridades
Cuando un varón joven piensa en su futuro normalmente considera como sus prioridades
a su profesión o trabajo, a ser alguien en la vida, a obtener el reconocimiento de los demás.
La familia (esposa e hijos) por lo general se toma como complemento y no se proyecta con
tanto entusiasmo. Preguntemos a un chico estudiante de 14 o 15 años qué quiere ser cuando
sea grande; les aseguro que su primera respuesta se referirá a su profesión. Contestará que
desea ser médico, arquitecto, piloto, futbolista, abogado, nunca nos dirá: “Casarme y tener
hijos”. Sin embargo, si le hacemos esta misma pregunta a una chica quizá también conteste
con alguna profesión, pero es muy posible que, en el fondo, ella no se sienta realizada si no
se casa y tiene hijos y que vea sus estudios y trabajo como algo previo al matrimonio, estando
dispuesta a renunciar a ello si en algún momento interfirieren con su vida de esposa y madre.
Por lo general, para la mujer lo prioritario es el hogar y lo secundario su profesión.
Ni los hombres ni las mujeres se preparan debidamente para las relaciones de pareja y de
matrimonio, con excepción de algunos cursos obligatorios breves antes de casarse. Cada
persona se concentra en los conocimientos necesarios para su especialidad laboral y, salvo
los pocos que se interesan en la psicología y otras disciplinas que estudian la conducta
humana, creen que con el amor y la buena voluntad es suficiente. Al entrevistar a varios
hombres y mujeres sobre por qué se habían casado, encontré respuestas como las siguientes:
“Estaba enamorado”, “Creí que las cosas iban a funcionar, pero no fue así”, “Me sentí
sexualmente atraído por ella”, “Salí embarazada y me tuve que casar”, “Pensé que
escaparía de los problemas en casa de mis padres”, “Ya tenía yo tal edad y creí que era
hora de sentar cabeza”, “Él era muy diferente cuando éramos novios y después cambió”.
Aquí vemos la falta de interés en prepararse de manera adecuada antes de escoger o de
comprometerse con una pareja, y porque es imposible que funcionen uniones que tienen
malas bases, aunque algunos sectores de la sociedad traten de forzarnos a mantenerlas a
través de generar culpa o piensen de manera simplista que la buena voluntad o la
comunicación bastan para resolver problemáticas psicológicas profundas que ambos
miembros de la pareja han arrastrado desde la infancia y que se trasladan a la relación.
2) Educación sexual
A los varones se les da a entender que ellos sí pueden tener mayor libertad sexual desde
pequeños sin ser señalados por la sociedad. Es poco común que alguien espere que un chico
llegue virgen al matrimonio y es frecuente que el propio padre, tío, hermano mayor o amigos
lleven al joven con una prostituta para que se haga “hombre”. La novia no se siente con
derecho a cuestionar su decencia si él se acostó con alguien antes que ella y puede pensar
que es hasta mejor que él ya tenga experiencia en ese campo. Sin embargo, qué diferente es

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la actitud hacia una mujer. Todavía encontramos en los países latinos que a las jovencitas se
les cuida la virginidad, haciéndoles creer que es su único valor como mujer y que su esposo
tendría todo el derecho de reclamarles si ellas no llegan “puras” al matrimonio.
El doble estándar de valores también se maneja respecto de la infidelidad, dando por
sentado que si un hombre engaña a su mujer se trata sólo de una aventura sin importancia,
que probablemente la esposa sea la culpable por haber fallado en algo o no saber retener a
su marido. Si es la mujer la infiel es motivo de escándalo, se condena severamente su calidad
moral, se le juzga de prostituta y hasta le pueden quitar los hijos. Todavía no entiendo en
qué razones válidas se basan los hombres para decir que no es lo mismo la infidelidad de
una mujer.
3) Educación familiar
Por tradición se ha enseñado a la mujer que nació para servir al hombre y es él quien
manda en el hogar, muy rara vez se fomenta lo que verdaderamente es una pareja en la que
ambos tienen los mismos derechos y obligaciones. Los que se rigen por estos conceptos
anticuados e injustos inculcan en las niñas la idea de que deben atender al papá y a los
hermanos y, posteriormente, al marido. Por lo tanto, cuando se casen, si están debidamente
manipuladas por la culpa, no tendrán ningún inconveniente en renunciar a ser ellas mismas
y dejar a un lado todas sus ambiciones personales y deseos de superación con tal de que el
matrimonio funcione. ¿Cuándo se ha visto que a un hombre se le pida que deje trabajo,
estudio, amistades, aficiones personales y forma de vestir porque se va a casar? Salvo traer
dinero a la casa, él sigue siendo el mismo, pero a la mujer se le imponen toda una serie de
nuevas reglas de lo que es y no es propio porque ya está casada. Y el condicionamiento hace
que sea la misma mujer quien propicie y perpetúe esta situación.
Está comprobado que los machos son hijos de mujeres abnegadas. La dinámica es la
siguiente: cuando una madre se siente frustrada como mujer y como pareja porque, según
ella, dio todo y sólo recibió humillaciones, sufrimiento y abusos, tiene la tendencia a enfocar
todo su cariño (a veces enfermizo) en los hijos pero, sobre todo, en los varones. Se esfuerza
por sentirse valiosa y querida a través de ellos, ya que no pudo lograrlo a través del marido,
los consiente y mal acostumbra para lograr su amor. El resultado es que, al crecer, se
convierten en hombres egoístas que difícilmente serán buenos maridos. La cadena se repite
y ellos, a su vez, harán desdichadas a sus esposas.
4) Códigos de expresión de sentimientos
A los hombres se les enseña a ocultar, reprimir o suprimir sus sentimientos desde
temprana edad. “Los hombres no lloran”, “Usted es macho, aguántese” y frases como estas
los van condicionando a que es poco varonil mostrarse débil, tierno, vulnerable o expresar
lo que verdaderamente sienten. Esta programación masculina descontrola a las mujeres que
están acostumbradas a ser más expresivas y comunicativas. Si ellas intentan acercarse y
establecer comunicación con su pareja para indagar qué piensa o siente en una situación de
crisis, es poco probable que él se abra honesta y completamente; lo más factible es que se
presenten los problemas descritos al principio del capítulo.
5) Métodos para resolver problemas
Cuando inician las desavenencias en la pareja, generalmente la primera en buscar ayuda
para mejorar la situación es la mujer. Ella acude al sacerdote, al psicólogo, a los consejos de
su mamá o de sus amigas, lee libros de autoayuda o revistas sobre relaciones humanas, toma
cursos, trata de entablar un diálogo con su pareja para ver qué pasa. Sin embargo, la mayoría
de los hombres cuando enfrentan problemas con su pareja se molestan o simplemente evaden
refugiándose en la indiferencia, el silencio, la agresión física o verbal, el alcohol, alguna

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amante que según ellos sí los comprende, pasan mucho tiempo fuera de casa enfrascados en
el trabajo, en los deportes, etc. Ellos también sufren con las dificultades de pareja, pero
realmente no saben cómo enfrentar la situación y buscar soluciones. No se les permitió
aprender a comunicarse y sería absurdo que nosotras quisiéramos que entendieran las cosas
de la misma manera.
Al tomar conciencia de todas estas diferencias, debemos reaprender la manera de darnos
a entender con los hombres, basada en una formación más realista de nuestras respectivas
naturalezas. Así no acabaremos desmoralizadas ni crearemos mayores malentendidos
recurriendo a una comunicación forzada que no logra objetivos.

El papel de la autoestima en la comunicación


Uno de los elementos clave en este reaprendizaje es fortalecer nuestra autoestima. Si
cuando intentamos comunicarnos nos sentimos inseguras, acomplejadas, temerosas,
demasiado necesitadas de afecto, incapaces de mostrarnos asertivas cuando nos ofenden o
con expectativas fantasiosas, proyectaremos nuestros sentimientos en el trato con nuestras
parejas y, en vez de lograr un mejor entendimiento, acabaremos en pleitos y frustración.
Empecemos por evaluar de manera auténtica nuestra autoimagen que, en la mayoría de
los casos, se desarrolló distorsionada por todo lo que de nosotros mismos se nos inculcó en
la infancia.
Un niño en crecimiento es sumamente sensible, casi como un disco en blanco donde van
quedando grabadas imágenes e impresiones que, de no ser las adecuadas, pueden afectar su
desarrollo personal, emocional y, por ende, su comportamiento futuro. Su verdadero
potencial (lo que piensa que es o lo que puede hacer) puede llegar a verse opacado por las
opiniones negativas, frases hirientes, malos tratos, rechazos, indiferencia, e información
equivocada recibida desde pequeño.
Por ejemplo, al pedir a una de mis alumnas que expresen sus cualidades frente al grupo,
empieza a llorar diciendo que no puede encontrar nada positivo acerca de su persona.
Aunque los demás veamos a una chica bonita y valiosa, ella se percibe fea, tonta, inútil y
muchas cosas más. No ayudará tratar en ese momento de levantarle la moral y decirle halagos
porque no los va a creer y concluirá que lo hacemos por cortesía o por lástima.
Incluso pensará que no la conocemos como realmente es y que, en caso de descubrirlo,
nos sentiríamos decepcionados.
Por supuesto, si ella cree que no tiene cualidades y valores, su comportamiento reflejará
esta carencia, traducida en depresión e inseguridad.
¿Cuál es el origen de tales creencias? Nuestros padres, creyendo corregirnos, nos decían:
“Eres tonta, cochina, gorda, fea, inútil, indecente, no sirves para nada”; sus frases nos
fueron colocando etiquetas y acabamos convencidas de que la apreciación de otros era la
verdad. Si a las palabras ofensivas e hirientes les agregamos malos tratos, actitudes de
rechazo, castigos severos e injustificados, falta de comprensión y amor, o abandono y
negligencia, no es de sorprendernos que, como adultos, tengamos la convicción de que
somos indeseables, horrorosos, llenos de defectos, incapaces de inspirar amor. Creeremos
que todas las personas valen más que nosotros y que estamos obligados a hacer méritos, a
suplicar y complacer para recibir un poco de amor y buen trato. Con esta autoimagen tan
devaluada (aunque no siempre la admitamos o pensemos que no se nota), tenemos grandes
probabilidades de ir de fracaso en fracaso en todos los aspectos de la vida, especialmente en
las relaciones de pareja.

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El siguiente ejercicio es útil para evaluar nuestra autoestima. Al leer la lista de frases
ofensivas que aparece a continuación, traten de recordar quién se las decía o dice en la
actualidad. Observen cómo se sienten y si creen que son verdad. No traten de juzgar cuáles
se aplican a ustedes; únicamente déjense llevar por el recuerdo y el sentimiento.
Lista de frases negativas
- Realmente estás muy fea y qué gorda (o qué flaca) te ves.

- Ese peinado no te queda y además qué mal gusto tienes para vestir.

- Eres una tonta, no te sabes expresar, sólo dices estupideces.

- No tienes fuerza de voluntad, nunca puedes hacer algo por ti misma.

- Oye, ya estás muy vieja, ya no eres tan atractiva como antes.

- Eres una ignorante, no te has preparado, hay muchas mujeres más inteligentes y
capaces que tú.

- Qué feo cuerpo tienes (piernas flacas, poco busto, etc.).

- No sabes caminar, te sientas toda “chueca”, no tienes gracia.

No vales nada porque no estudiaste, nadie te daría trabajo porque seguramente vas a fallar.

- Qué torpe eres, nada te sale bien, todo lo que haces son puras porquerías, siempre te
equivocas.

- Esos colores te hacen ver más morena, tienes un tipo muy corriente.
- Eres una egoísta, sólo piensas en ti (eres mala esposa, mala madre…). Deberías ser
más sacrificada.
- Con esa falda (o pantalón) te ves gordísima, pareces piñata.

- Qué genio, pareces león enjaulado, no hay quien te soporte, tú eres la que siempre
empieza los problemas.

- Eres tan tímida, pareces mosquita muerta, eres una insegura.

- Nunca vas a llegar a hacer nada en la vida, siempre serás despreciada por todos, eres
una fracasada.

- Eres indecisa y débil, todo te afecta demasiado, no seas chillona.

- Eres una burra, todo se te olvida, pareces “tarada”, no sé qué hago con una mujer
como tú.

- No seas infantil, todo lo haces al revés, eres una inmadura.

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- Te ves tan ridícula y vulgar, deberías aprender de fulanita, ella sí hace bien las cosas.

- Eres una vergüenza para la familia, lo mejor sería que no hubieras nacido, nadie te
quiere.

- Eres una hipócrita, si supieran realmente lo que eres se decepcionarían de ti. Me


chocan tus dramas.

- Eres una loca, una cualquiera, ninguna mujer decente no se comporta así.

- Estás histérica, no te sabes comportar, deberías ver a un psiquiatra.

- Sin mí te mueres de hambre, todo lo que hay en esta casa es mío, yo soy el que trabaja.

- Al principio pensé que eras diferente, qué enorme equivocación, tú tienes la culpa de
todos nuestros problemas.

Eres una solterona fracasada, ¿quién se va a fijar en ti?

- Si te divorcias, ningún hombre se te acercaría. Estás acabada y vieja, me das asco


como mujer.

- Estás amargada, qué feo carácter tienes.

- Eres una mal educada, no te sabes comportar ante la gente.

- Qué desagradecida, después de todo lo que he hecho por ti, así me pagas. - Pareces
bruja, eres una malvada, sólo piensas en ti.

- Eres floja y descuidada, siempre estás cansada, todo el día te quejas.

- Estoy harto de tu mal humor, yo trabajo todo el día y tú nunca haces nada, sólo sirves
para causar problemas.

- Es aburridísimo platicar contigo, nunca dices algo interesante.

- Cuando te conocí, ya no valías nada. Eras una basura porque ya no eras virgen.
Agradécele a Dios que me haya fijado en ti.

- ¿Casarme contigo?, ni que estuviera loco.

- Para eso eres mi mujer, para que haga contigo lo que quiera.

- Si no te gusta, ya sabes que me puedo conseguir otra mejor que tú.

- ¿Cómo no le hice caso a mi madre cuando me dijo la clase de “fichita” que eras?

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- Es que tú ni para darme hijos sirves.

- Con esa ropa pareces prostituta.

- Qué horrible te peinas, ni eso sabes hacer.

- Con esos colores que usas pareces payaso o prostituta.

- No sé cómo me pude fijar en ti, eres tan fea, debí haber estado loco.

- Todo lo quieres resolver llorando, me fastidian tus lagrimitas.

- Si te quieres ir, lárgate, no te necesito para nada.

- ¿Te has visto en el espejo?, ¿en qué monstruo te has convertido?


Eres tan poca cosa y aun así tengo que mantenerte.

- Cada día cocinas peor, de haberlo sabido no me caso contigo.

- Eres idéntica a tu madre, con razón tu padre tiene a otra.

- Mira cómo tienes la casa, siempre hecha un asco.

- ¿Qué tanto haces todo el día, qué no haces nada?

- Te la pasas quejándote todo el tiempo, con nada se te da gusto.

- Si nos casamos fue porque tú me forzaste, la verdad yo no quería.

Aunque no nos guste evocar recuerdos dolorosos o nos moleste admitir ciertos
pensamientos, hacerlo es necesario para detectar de dónde provienen y cuánto nos afectaron.
Ya somos adultos y podemos reeducarnos, ya no somos los niños indefensos a quienes los
demás hacían como querían. Si alguien me ofende o desvaloriza, ¿por qué he de dar más
crédito a su opinión que a la mía?
Tengo una teoría, a la cual llamo efecto del espejo deformado que ilustra muy bien este
punto. Una persona no puede saber cómo es su cara a menos que la vea en un espejo o en
una superficie reflejante. Lo que el cerebro interprete ante la imagen dependerá de dos cosas:
de la calidad o nitidez del espejo y del estado de ánimo y convicciones previas sobre su
persona.
Si la superficie del espejo es lisa, pareja y sin defectos, si la persona se encuentra tranquila
y equilibrada, si ya superó los traumas del pasado, lo más probable es que su evaluación de
la realidad sea correcta; pero si se mira en espejos como los de las ferias (intencionalmente
deformados para producir una imagen distorsionada), y cree que lo que ve es correcto, su
autoimagen no será verdadera, sino el producto de dichas deformaciones.
Si además la persona está deprimida o alterada por las dificultades y reveses de su vida
actual, por problemas económicos y morales para los cuales no encuentra solución, y por las

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programaciones pasadas que regresan como fantasmas para atormentarle, no habrá poder
humano que la convenza de que el problema no es ella sino sus ideas equivocadas.
Cuántas veces nos topamos con personas que son espejos deformes, llenas de traumas y
complejos que se hacen manifiestos cuando tratan con nosotros, que nos ofenden, maltratan,
insultan y manipulan no porque nosotros seamos malos e indignos, sino porque quieren
desquitar en alguien sus propias frustraciones o sentir compensada su inseguridad para
controlarnos. Si esto es lo que motiva dichas actitudes negativas, ¿por qué hemos de darles
un valor absoluto o perder nuestro tiempo tratando de hacerles cambiar su conducta? Primero
debemos recuperar nuestra autoimagen real; así será difícil que los comentarios de otros nos
afecten.
Una señora vino a consultarme por un problema y utilizó durante casi una hora este
vocabulario:
“Mi marido dice que…”, “Él se molesta cuando…”, “Mi esposo no está de acuerdo en
que yo…”, “Él opina que no es conveniente que…”.
La pobre mujer no se daba cuenta de que actuaba como marioneta repitiendo las frases de
su marido. Cuando le pregunté: “Bueno, pero tú, ¿qué piensas, qué opinas, qué te gusta, qué
te parece, qué deseas?”, me miró con expresión extraña y muy triste contestó: “Él me dice
que yo no valgo nada y que lo que yo piense o quiera no tiene importancia”. Éste es un buen
ejemplo de los dramáticos resultados de la falta de autoestima en una relación.
Actitudes como la carencia de autoestima afectan no sólo nuestra relación de pareja, sino
también a nuestros hijos. Cuando en una reunión me preguntaron qué quería heredarles a
mis hijos (otras personas habían dicho que buena educación, buenos modales, creencias
religiosas, seguridad económica, etc.), yo contesté con plena convicción: seguridad en sí
mismos.
Si una persona es segura, tendrá éxito en los estudios, en el trabajo, con los amigos y en
el amor. Por el contrario, una persona insegura sufrirá abusos y no encontrará la paz interna.
Pero, ¿cómo heredarles esa seguridad a los hijos si generalmente los propios padres no la
tienen?
Cuando realmente se desea ver un cambio en los hijos, los primeros que debemos cambiar
somos los padres. Cambiar no es fácil, pero sí es posible aunque de manera paulatina. Los
cambios no radican sólo en ya no agredir a los hijos con frases hirientes y abusivas, sino en
transmitirles un buen ejemplo. Si la madre es abnegada, está dando pésimos ejemplos.
Muchas mujeres se asignan el último lugar (o ninguno) en sus pendientes diarios; todas sus
actividades, sus esfuerzos y pensamientos van dirigidos a los demás. ¿Cómo no acabar
rendidas, frustradas y de mal humor, sintiendo que no se les aprecia o valora? ¿Podrán ser
buenas madres? Nadie puede dar lo que no tiene. Si no nos ocupamos primero de nosotras
mismas, no podremos ocuparnos adecuadamente de los demás.
Cuántas mujeres van de actividad en actividad sin detenerse un minuto para entrar en
contacto consigo mismas y ver qué necesitan, cómo se sienten, cómo pueden complacerse,
sin estar siempre condicionadas a que ese cariño y consideración provenga de fuentes
externas.
Una señora aportó una valiosa sugerencia basada en su experiencia. Ella acostumbraba
levantarse apresurada para tener listo el desayuno del marido y los hijos antes de salir al
trabajo y a la escuela. Después se quedaba sola y enfrentada a las labores domésticas que le
resultaban tediosas e interminables. Para elevar su autoestima, decidió hacer este ritual: al
quedar sola en casa, antes de iniciar su rutina de trabajo, se preparaba con calma un delicioso
desayuno: el jugo de naranja servido no en un vaso, sino en una copa de cristal, un rico

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omelette en plato de vajilla fina, una flor en un florero bonito, café y pan, todo dispuesto en
una charola con mantelito bordado (del tipo que usaría para una visita importante). Llevaba
su desayuno a la cama donde comía sin prisas, disfrutando de su música favorita y leyendo
una interesante revista o libro. Posteriormente se daba un largo baño y sólo después de estos
actos de honor y consideración a sí misma, procedía con sus labores.
Una persona que no se quiere a sí misma no logrará que la quieran los demás. Si no te
decides a empezar a valorarte lo más pronto posible, tu vida va a ir de mal en peor. Date
cuenta que tienes una enorme responsabilidad de ser feliz y que ese debería ser tu proyecto
principal. No malgastes tu energía en corajes y discusiones, pues con ello no lograrás
cambiar a las personas; utilízala para que puedas mejorar tu calidad de vida. Esta profunda
frase china es muy ilustrativa:

“No te detengas a apedrear a los perros que te ladran en el camino, ignóralos y


guarda tu energía para seguir adelante y alcanzar tus metas”.

Cada minuto que pasas preocupada, llorando y llena de angustia, te deteriora, te desgasta,
te acaba. No sólo es el paso de la edad lo que te hace vieja, lo que realmente envejece son
las penas.
Además, es imposible darle gusto a todos. Aquí se aplica el dicho mexicano: “No soy
monedita de oro para caerle bien a todos”. Veamos un ejemplo. Imaginemos una reunión
de varios amigos y amigas, en la que dos jóvenes se encuentran sentadas observando a los
demás. De pronto llega una tercera a la casa. La llamaremos Mariana y es una chica joven,
alegre, simpática, amigable y acomedida. De inmediato saluda a todos y se dirige a la señora
de la casa ofreciendo su ayuda para servir las bebidas y los bocadillos. Posteriormente, toma
una guitarra y canta una bella canción; al poco tiempo llega un chico que no conoce a nadie
y ella se acerca para darle la bienvenida, presentándolo con el grupo. Su plática es amena,
interesante y tiene a todos fascinados.
Veamos qué sucede en la mente de las dos primeras observadoras. Una de ellas piensa:
“No soporto a Mariana, es presumida y siempre quiere ser el centro de atención. Es una
lambiscona con la dueña de la casa ofreciéndose a ayudar para hacernos quedar mal a las
otras. Se cree muy superior porque sabe tocar la guitarra, ni que tuviera tan buena voz.
Además qué forma tan descarada de acercarse a ese muchacho y presentarlo, es una rogona
coqueta”.
La otra observadora piensa todo lo contrario: “Que simpática es Mariana, cómo me
gustaría parecerme a ella; qué amable por ayudar a la señora de la casa y qué bonita voz
tiene; voy a tratar de hacerme su amiga y pedirle que me enseñe a tocar la guitarra; qué
desenvuelta es, qué segura de sí misma, y qué considerada presentando a ese chico al grupo
para que no se sintiera solo e incómodo por no conocer a nadie”.
¿Observan la diferencia? El problema no era la conducta de Mariana, que estaba siendo
ella misma, sino la amargura, los celos, la envidia, la inseguridad y el resentimiento en el
corazón de la primera observadora que la juzgó mal. Las mismas acciones fueron
interpretadas de manera diferente por dos personas. ¿Cuál de las dos tenía la razón? ¿Debería
cambiar Mariana para no ser criticada por la primera y no verse afectada por sus comentarios
basados en sus propios complejos y amarguras, o seguir siendo ella misma y actuar como
cree correcto?
Siempre vamos a encontrar gente que nos critique, a la que no le parezca lo que hacemos,
cómo pensamos, cómo vestimos o cómo actuamos. Sería cuento de nunca acabar ir por la

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vida complaciendo a todos, mucho menos modificando nuestra verdadera forma de ser por
tratar de ganarnos el amor o la buena voluntad de personas que no nos quieren.
Ya es hora de crecer y aprender a manejar nuestras vidas como mujeres maduras y seguras
de nosotras mismas. Debemos buscar nuestros propios valores, abrir los ojos y no
permanecer en la ignorancia creyendo que, porque determinadas personas piensan de una
manera, eso es lo correcto o la única forma de vivir.
Sólo quienes han aprendido a tomar las riendas de su propia vida pueden aspirar a ser
felices. No se trata de ir en contra de todo ni de todos, sino de que nos dejen vivir a nuestra
manera, principalmente cuando está comprobado que la forma antigua de educar a los hijos
en la mayoría de los casos no ha dado buenos resultados en cuanto a la relación de pareja.
El consejo básico es: Aléjate o ignora a las personas negativas que te mortifican y que te
hacen la vida pesada, no permitas que te afecte tanto su opinión (el famoso “¿Qué dirán?”);
aprende a ser fuerte, pero no agresiva; segura, pero con la debida información y reflexión;
firme cuando se trata de defender tus derechos o de frenar injusticias, pero flexible y abierta
al cambio”.

Métodos equivocados de reacción ante comentarios negativos


Hemos revisado las diferencias básicas entre hombres y mujeres en su manera de
comunicarse y el papel que desempeña la autoestima en la comunicación. Ahora veamos
cuáles son los cinco métodos típicos de reacción ante los comentarios negativos.

Agresión
Tú me ofendes, yo te ofendo; tú me humillas, yo te humillo (o busco la forma de tomar
venganza más adelante); tú me haces, yo te hago. Se vuelve un círculo vicioso interminable
en el que nadie gana. Se desperdicia una enorme cantidad de energía y no se resuelve el
problema. El que yo aparentemente me esté defendiendo y no me deje, no implica que la
otra persona va a dejar de molestarme. Aunque pudiera parecer que estoy desquitando mi
coraje, por dentro me quedo furiosa y desequilibrada física y emocionalmente. También
corro el riesgo de decir en un momento de ira cosas que realmente no siento y de ofender
gravemente a la otra persona, dificultando la posibilidad de una relación más armoniosa.

Justificación
Ante las acusaciones o comentarios hirientes que me hacen, yo intento explicar y justificar
(con una actitud casi de pedir perdón) mi conducta, ya que me considero muy poca cosa y
creo que los demás deben tener razón en lo que opinan. Por ejemplo, si me dicen gorda con
el afán de herirme o hacerme sentir menos, yo doy varias razones por las cuales no puedo
seguir una dieta, tratando de que la otra persona comprenda y cambie su opinión sobre mí.
Lo que no tomo en cuenta son los motivos que tuvo para ofenderme, su propia inseguridad
o complejos y que ninguna explicación que yo le dé va a cambiar necesariamente su actitud
hacia mí.

Sumisión
Tan acostumbrada estoy al maltrato y a la dominación que siento pánico y ansiedad al
desobedecer o quedar mal. Por ejemplo, si deseo estudiar inglés y la otra persona me hace
sentir culpable o muestra su disgusto conmigo por hacerlo, aunque yo piense que no tiene

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nada de malo, me someto dócilmente y al final desisto de mis deseos. Mi autoestima está tan
baja que cualquier ofensa me desmoraliza y me sume en la depresión.

Comunicación
Me refiero al tipo de comunicación demasiado abierta e irreflexiva que no toma en cuenta
las explicaciones que hemos dado en este capítulo. Ingenuamente empiezo a dialogar
buscando convencer a la otra persona con razonamientos lógicos para mí, pero no
necesariamente para ella, de que quizá su punto de vista esté equivocado y el mío sea el
correcto. Olvido que hay personas necias y aferradas que no están acostumbradas a escuchar,
a ser flexibles y conciliadoras, que no respetan las opiniones ajenas y que, diga yo lo que
diga, nunca las haré cambiar de opinión.

Evasión
Sé de antemano que la otra persona no me va a entender pero, como no pienso someterme
y temo las represalias si expreso o hago lo que realmente quiero, opto por callar, mentir,
disimular, ocultar información, aparentar que no pasa nada o fingir estar de acuerdo. Estas
actitudes erosionan la relación, pues ninguna de las dos partes se siente cómoda, y la
separación se hace cada vez mayor.

Ejercicios
Diferencias entre el hombre y la mujer
1. Elabora una historia de vida de tu pareja. Pregúntale a él directamente y a personas
que lo conozcan cómo fue su infancia, la relación de sus padres, qué ideas le inculcaron, qué
dificultades afectivas y económicas enfrentó, cómo se sintió en las escuela, cómo le fue en
sus relaciones de pareja anteriores, cuán realizado o frustrado se siente en sus metas
profesionales. Observa además qué complejos tiene, qué mecanismos de defensa utiliza, qué
provoca su enojo y cualquier otra información que te sirva para evaluar con qué clase de
persona estás involucrada. Analiza estos datos objetivamente, sin juzgar, culpar ni quejarte.
Compara sus antecedentes de vida con los tuyos y revisa en qué puntos son compatibles y
en cuáles son diferentes.
Autoestima
2. Anota por lo menos quince adjetivos positivos acerca de ti misma en el aspecto
intelectual, espiritual o emocional. Por ejemplo, soy inteligente, honrada, sincera, alegre,
sensible, leal, buena amiga… Después escribe al menos cinco cosas agradables sobre ti
misma en el aspecto físico. Por ejemplo, me gustan mis ojos, mi pelo, mi estatura, tengo
bonitas piernas, etc.”. ¿Estás realmente convencida de que tienes estas cualidades, aunque
los otros no lo aprecien o lo valoren?
Métodos equivocados de reacción
(Agresión, Justificación, Sumisión, Comunicación, Evasión)
3. Analiza en cuántos de estos errores has incurrido en el pasado al tratar de comunicarte
con tu pareja. Durante la próxima semana observa cómo te enganchas casi de manera
automática cuando te dicen o hacen algo que te molesta y recurres a estos métodos. No
intentes cambiarlos aún; simplemente date cuenta de lo que haces.
Después de estas reflexiones podremos estar más conscientes de que no tomábamos en
cuenta muchas cosas y que también nosotros formamos parte del juego. Lo primero es
detener los errores y no funcionar ya bajo premisas falsas; después podremos modificar

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nuestra conducta con patrones más sanos y adecuados. Pero antes de trabajar en mejores
opciones, nos quedan varios temas por tratar.

Técnicas para romper los hábitos de comunicación ineficaces y


perjudiciales
Sólo con algunas personas y en algunas ocasiones se puede dar una comunicación
profunda y totalmente sincera. Cuando estas circunstancias existen, la sensación de plenitud
es maravillosa. Al conversar con alguien inteligente, culto, interesante y agradable, el tiempo
pasa sin sentirlo y quedamos ávidos de continuar platicando porque la persona nos tiene
fascinados y nos nutre interiormente. Si a ello añadimos los sentimientos afectivos que nos
despierta el ser pareja, en convertirnos en alguien especial para el otro, nuestro bienestar
interno se torna indescriptible.
La verdadera intimidad implica poder mostrarnos como somos, con nuestras
vulnerabilidades y defectos, sin temor a ser criticados, juzgados, rechazados y a que nuestras
confidencias sean utilizadas en nuestra contra, para manipularnos o chantajearnos; es la
plena confianza de ser aceptados totalmente.
A los hombres les cuesta mucho intimar emocionalmente porque de niños no se les enseñó
cómo hacerlo. La química, la simpatía o atracción inicial no son suficiente para lograr este
estado, ni la compatibilidad y afinidad de gustos son garantía de esa clase de comunicación,
sobre todo de manera permanente. Quienes anhelan llegar a esos niveles, primero han de
hacer un esfuerzo por conocerse y aceptarse mejor a sí mismos.
La verdadera madurez no significa convertirse en una persona diferente, sino asumir de
forma consciente la responsabilidad por el tipo de persona que elegimos ser. Entonces
nuestras vulnerabilidades se convierten en parte de nuestra fuerza. Ya no necesitamos
desperdiciar la enorme cantidad de energía emocional que solemos ocupar en ocultar,
reprimir o disfrazar lo que no nos gusta que vean los demás, por ejemplo, nuestra inseguridad
(todos somos inseguros en algunos aspectos). Y tampoco tenemos que:
• defendernos de los ataques verbales externos.
• engancharnos a las palabras o actitudes que surgen de las inseguridades de otros.
• insistir con obstinación en que los demás cambien de acuerdo con nuestras
expectativas o necesidades.
• intentar convencerlos de que tenemos la razón.
Por supuesto, lo ideal sería tener buen juicio para detectar de antemano a personas
conflictivas y no involucrarnos demasiado con ellas (en el caso de parejas); o bien, si no
podemos evitarlas (en el caso de familiares o compañeros de trabajo), saber sobrellevarlas
sin permitir que nos dominen o nos hagan sentir mal.
Cuando las personas que se comunican son ambas maduras, centradas, flexibles,
tolerantes, inteligentes, intuitivas, prudentes, respetuosas, interesadas en la opinión ajena,
han superado ya la necesidad de luchas de poder, de dominio y prefieren conciliar en lugar
de imponer sus razones, no es necesario usar técnicas y se puede dar la comunicación fluida
y totalmente abierta.
Desafortunadamente muy pocos desarrollan espontáneamente esas habilidades. La
mayoría cometemos muchos errores a lo largo de la vida, pero no hay que culparnos, siempre
y cuando estemos dispuestos a aprender de dichos errores y a modificar ciertas conductas y
actitudes. No sólo los demás son difíciles; nosotros también lo somos y formamos parte de
un jueguito inconsciente que nos hace sufrir.

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Si mis lectoras han tomado en serio los ejercicios recomendados en los capítulos
anteriores y han hecho sus tareas con sus respectivas introspecciones y reflexiones, estarán
mejor preparadas para empezar a practicar las técnicas que a continuación describiremos.
Todas han sido ampliamente probadas y funcionan, siempre y cuando se lleven a cabo como
se indica:
• Cambio de roles
• Indiferencia amable
• Frases “Para ti, pero para mí…”
• Presuposición
• Comunicación escrita (cartas a la pareja)
Estas técnicas pueden utilizarse individualmente o en combinación. Cabe aclarar que por
técnicas no me refiero a manipulaciones, estrategias alevosas, caretas, falsedad, hipocresía,
etc., sino más bien a herramientas que ayudan a evitar conflictos con personas que tal vez
todavía no han superado sus propios errores en la comunicación.

Cambio de roles
Cuando interactuamos con otra persona, especialmente si estamos involucrados
emocionalmente, muchas veces reaccionamos en forma automática, sin darnos cuenta de
cómo o por qué lo hicimos. Estos impulsos no siempre nos son favorables y, por el contrario,
pueden complicar una situación determinada.
Para podernos dar cuenta de cuáles son esas reacciones precipitadas y erróneas, en terapia
utilizo un ejercicio llamado “cambio de roles” que consiste en lo siguiente:
En una discusión entre Teresa y Raúl, en lugar de que sólo me platique qué sucedió, le
pido que represente su propio papel o el de su pareja y reconstruya lo más cercanamente
posible la escena del conflicto. Representado el otro papel, yo primero contesto de manera
similar y luego diferente de cómo ella lo hace para que tenga un punto de comparación. El
objetivo es mostrarle que si ella cambia de actitud, la reacción de su pareja probablemente
sea diferente.
En ocasiones la persona no recuerda exactamente cómo fue la discusión, ni lo que ella
dijo ni lo que le contestaron. De ser así se le pide que durante la semana trate de escribir los
diálogos lo más fielmente posible para luego analizarlos en consulta.
Este cambio de roles es muy útil, ya que la discusión se reconstruye con la mente más
tranquila y sin la carga emocional del momento. Otra ventaja es que nos ayuda a darnos
cuenta de dónde cometemos los errores y a corregirlos ante la pareja.
Si no te es posible asistir a una terapia, realiza este ejercicio con una persona de tu
confianza que tenga cierto nivel de criterio y preparación.
El siguiente es un ejemplo de un diálogo típico entre una mujer y su esposo; con él
buscaremos descubrir los errores de comunicación y, posteriormente, sustituirlos por medio
del cambio de roles con otras opciones que modificarían la interacción de la pareja.
Raúl, esposo de Teresa, llega a su casa después de trabajar de muy mal humor por las
múltiples presiones a que él también está sujeto. Con tono de voz áspero y agresivo le
reclama el incumplimiento de algunas labores del hogar:
– Ve nada más la hora que es y no tienes lista la comida Yo vengo cansado y lo único
que quiero es estar tranquilo en casa, pero contigo sólo tengo disgustos. No haces nada,
eres una inútil y desconsiderada.
Teresa, nerviosa mientras se apresura a complacer a Raúl, le responde con tono sumiso:

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– No te enojes, mi amor, en un momento tengo todo listo. Mientras te sientas a la mesa
con los niños, yo les voy sirviendo. Verás que no me tardo nada.
– No se trata de que te tardes o no. Cuando llego a la casa quiero que todo esté
preparado, la mesa bien puesta y servida, no que en ese momento lo hagas, haciéndome
esperar quién sabe cuánto.
– Perdóname. Mira, es que en la mañana salí un rato a ver lo de mi curso, tuve que ir
a comprar algo de despensa y recoger a los niños de la escuela y ya sabes todo el tiempo
que se pierde. Pero no te preocupes, ya casi termino. Tenme un poquito de paciencia.
Raúl, más intransigente y enojado, replica:
– Son sólo pretextos para justificar tu flojera. Además, ¿con qué permiso saliste?, ¿a
dónde?, ¿con quién?
Teresa cree que lo mejor es tratar de explicar con calma a su marido lo que hizo para que
la entienda y ya no siga agrediéndola; así que con mucha paciencia dice:
– Acuérdate que te había comentado que hoy iniciaba un curso de desarrollo personal
que me interesaba mucho. Fíjate que la instructora es muy buena y nos está enseñando cosas
sumamente útiles para mejorar como personas. Ojalá un día me puedas acompañar. Verás
que es muy interesante.
– No me vengas con esos cuentos, ya parece que te voy a creer. Tengo la impresión de
que sales con alguien y que me engañas. Eres una mentirosa, hipócrita. Dime a dónde fuiste.
– Es la verdad, mi amor; te estoy diciendo que vayas conmigo al curso y veas que es
cierto. ¿De dónde sacas esas ideas de que te engaño?
– Porque no te portas como una buena esposa. Sales sin permiso, no me atiendes como
se debe, no eres una buena madre, eres una irresponsable. Ah, pero eso sí, bien que sabes
perder el tiempo en payasadas, gastar el dinero que te doy en vez de estar en tu casa como
lo hace una buena esposa. Seguramente al lugar que vas hay otras mujeres descocadas que
sólo te mal aconsejan para irse de locas. ¿Quién me garantiza que no me eres infiel con otro
hombre con el que te ves en esos lugares?
– Tú sabes que yo soy una mujer decente. Esas son ideas tuyas sin ninguna base.
Raúl, que no está convencido, la interrumpe en forma autoritaria y prepotente:
– Cállate y no me mientas. Eres una mujer casada y tienes que atender el hogar,
cumplir con tus obligaciones conmigo y con los niños. Te prohíbo que vuelvas a salir
¿Entendiste?
Cansada y enojada por la actitud intransigente de su marido, Teresa decide enfrentársele:
– Tú no tienes por qué prohibirme nada. Tengo derecho a hacer lo que me gusta; si no
lo entiendes, ése es tu problema. ¿Acaso yo te reclamo porque los fines de semana te vas
con tus amigos y regresas a las 3 o 4 de la mañana?
– Eso es diferente porque yo soy hombre. Yo no dejo de cumplir en mi trabajo y te doy
el dinero para el gasto de la casa, mientras que tú eres una floja, desobligada, te vistes como
una cualquiera, me dices mentiras, no atiendes a tus hijos, despilfarras el dinero que te doy
en puras estupideces. Ya te advertí que no quiero que vuelvas a salir sin mi permiso, no te
mandas sola y tu deber es obedecerme, por las buenas o por las malas.
Frustrada y dándose cuenta de que Raúl no la escucha y menos aún la comprende, Teresa
opta por evadir la discusión y lo deja hablando solo. Decide seguir haciendo lo que quiere,
pero a escondidas para que él no se dé cuenta. Desea rebelarse porque le parece injusta la
manera en que la trata, pero tiene miedo de hacerlo abiertamente para evitar problemas.
Raúl, viendo que Teresa ya no le hace caso, termina diciendo en tono de reproche:

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– Creo que me equivoqué al casarme contigo; tú no eres la mujer que necesito, no me
entiendes. Si no cambias tu actitud, quizá deba buscar a otra que sí me comprenda y
reconozca los esfuerzos y sacrificios que hago, que sepa atenderme y dedicarse a mí y a mis
hijos; una que me haga feliz y que sea decente.
Teresa termina dolida, frustrada, enojada, impotente, sin saber por qué la comunicación
no le funciona. Por su parte, Raúl se siente ofendido e incomprendido y cree que su mujer
no es tan buena persona como hubiera querido.
Si analizamos detenidamente esta escena veremos que en la comunicación con su pareja,
Teresa cae en los cinco errores: sumisión, justificación, comunicación, agresión o
enfrentamiento y evasión, sin que ninguno le sirva para obtener buenos resultados.
Releamos el diálogo, observando lo siguiente:
Primero, cuando ella escucha las protestas y ve la hostilidad de él, se muestra diligente y
bien dispuesta a complacerlo; se disculpa por el retraso en forma sumisa y sólo consigue que
Raúl se muestre intolerante y con mayores derechos a exigir. Después trata de justificarse
mencionando todas las cosas que hizo y cómo se le acabó el tiempo, pero a él sólo le parecen
pretextos y sigue con su actitud intransigente. Luego Teresa intenta comunicarse, dialogar
razonablemente, explicando su gusto e interés por el curso para que él entienda; pero obtiene
dudas y desconfianza, se le acusa de mentirosa e infiel, tratan de llenarla de culpas y nada
de lo que explica sirve para evitarlo. Ya enojada y queriendo hacer valer sus derechos, se
enfrenta a Raúl, señalando que no le puede prohibir nada, porque él también sale cada fin de
semana y ella de todos modos hará lo que quiere. Para Raúl tal actitud es un desafío a su
autoridad y contesta con más reproches y amenazas. Por último, ante lo inútil de sus
esfuerzos y cansada de la discusión, Teresa decide evadir el problema; no contesta y deja
que su esposo siga hablando solo; con esto él se siente ignorado y contraataca recurriendo al
chantaje; le dice que si ella no cambia, él buscará otra mujer.
Como podemos ver, ninguna de las cinco actitudes funciona; de hecho no solucionan
nada, provocan una escalada de agresión, reproches, amenazas y un mayor distanciamiento,
desilusión y rencor entre la pareja. En este ejemplo incluí en una sola escena los cinco
principales errores de relación, pero aunque se utilice sólo uno de ellos o cualquier
combinación, el resultado generalmente es el mismo.
Una vez que en la terapia se concientiza a la paciente de lo que sucede y de cómo ella no
es sólo la víctima de la injusticia o mala voluntad de su pareja, sino también responsable en
parte, se procede a ensayar con ella los cambios de roles.

Indiferencia amable
Esta técnica nos permite responder a los intentos de manipulación, las acusaciones o la
agresión de otra persona sin caer en los errores de justificar nuestros actos, someternos a su
voluntad, evadir o responder con otra agresión.
Para que este método funcione es fundamental conservar la calma, responder con
inteligencia y amabilidad sin engancharse en la discusión y, menos aun, tratar de convencer
a la persona exponiéndole nuestras razones. Al mismo tiempo nos mantendremos firmes en
nuestra posición, pero sin prepotencia, sin adoptar una actitud de reto, irónica, cínica o
francamente rebelde.
Lograrlo no es fácil, pero sí es posible. Requiere mucha práctica, bien sea con un terapeuta
que sepa manejar estas técnicas o con alguna persona de confianza que te ayude a ensayar
las diferentes respuestas para cada situación. Básicamente se trata de aprender a controlar

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las respuestas emocionales automáticas y actuar con inteligencia. Es indispensable que se
conserve la serenidad y no te sientas afectada por lo que la otra persona te diga. Si logras
dominar esta técnica podrás evitar muchos conflictos con otros y adquirir una gran seguridad
en ti misma y sin dejar de ser auténtica, pero evitando que tus emociones te controlen.
La técnica puede sernos de gran utilidad no sólo en una relación de pareja, sino también
en nuestra diaria interacción con gente difícil o agresiva pero que, por razones de trabajo,
familiares o de otro tipo, nos vemos obligados a tratar cotidianamente.
Es importante aclarar que la indiferencia amable sólo funciona cuando estás tratando con
una persona con características pertenecientes al que llamaremos “Tipo A”.

Tipo “A”
Una persona fundamentalmente estable, madura y centrada cuyos momentos de enojo, de
reproche o malos entendidos son originados básicamente por dos motivos:
1) Factores externos: un mal día en la oficina, algo que se le dijo y que interpretó de
otra manera, coraje, tristeza o depresión leve debidos a algún contratiempo, cansancio, celos
normales (no patológicos), etc.
2) Factores internos: las naturales diferencias de carácter entre las personas. No todos
tenemos la misma sensibilidad ni la misma capacidad para comprender acertadamente lo que
se nos dice. El grado se susceptibilidad varía de un individuo a otro, por lo tanto nuestro
modo de reaccionar es distinto.
Nadie es perfecto y en un momento de enojo, imprudencia, falta de sensibilidad y tacto
ante los sentimientos ajenos, todos podemos decir o hacer cosas que después lamentamos.
Aunque eventualmente nuestras actitudes o palabras pueden resultar hirientes, también son
temporales y producto de circunstancias adversas o de nuestro carácter básico.
Sin embargo, una persona equilibrada y razonable puede reconocer su error
posteriormente, está dispuesta a enmendar su conducta negativa y acepta el diálogo y la
negociación. Busca llenar sus necesidades, pero no a costa de aplastar la dignidad o de herir
profunda y constantemente los sentimientos de su pareja. Con alguien así, la indiferencia
amable, aplicada en el momento oportuno, puede sernos muy útil.

Tipo “B”
Por el contrario, si estás tratando con una persona con graves trastornos de conducta, con
traumas no resueltos, complejos e inseguridades, con un carácter esencialmente violento y
agresivo, acostumbrada a controlar y manipular por medio de generar culpas, a minimizar u
ofender verbalmente para ventilar sus frustraciones o conseguir lo que desea, a quien no le
interesa escuchar razones porque cree que sólo lo que dice es correcto, no intentes aplicar
esta técnica (ni ninguna otra) pues no te dará buenos resultados. No se puede hacer nada con
personas tan cerradas y negativas y no debemos prestarnos a ser su basurero emocional.
Para poder determinar con quién es apropiado utilizar esta técnica, es necesario también
tomar en cuenta otras variables, como el factor de la convivencia diaria. Por lo general,
cuando conocemos a una persona que nos interesa mostramos nuestra mejor cara, resaltamos
nuestras virtudes y ocultamos nuestros defectos o lo que no queremos que el otro vea. Con
el paso del tiempo y conforme se estrecha la relación, bajamos la guardia y nos sentimos en
confianza para mostrarnos tal cual somos y sale a flote lo positivo y lo negativo de nuestra
personalidad.
Otra variable serían las diferencias culturales o de educación que nos llevan a pensar y a
conducirnos de manera distinta, la influencia de nuestro país, nuestra religión, familia,

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escuela, nuestros amigos y experiencias del pasado. Todo ellos nos lleva a tener una visión
de vida completamente distinta.
En algunos casos excepcionales, aunque la existencia de las variables descritas y las
diferencias circunstanciales o de carácter nos hagan pensar que somos básicamente
incompatibles con una persona, si ambos tenemos disposición y buena voluntad, podremos
negociar las discrepancias sin necesidad de llegar a una ruptura violenta.
Si ésta es tu situación, intenta por un tiempo razonable aplicar la indiferencia amable. Si
el otro no reacciona de manera positiva, identifícalo dentro del grupo de personas tipo
“B” y no te hagas ilusiones de que en el futuro se comportará en los términos que deseas.
Si eres especialmente susceptible al qué dirán y las opiniones ajenas te afectan demasiado,
imagina la gran fuerza destructiva a la que te sometes al tratar con estas personas, pueden
llegar a enfermarte. Recordemos que la infelicidad emocional no consiste tanto en lo que nos
sucede, sino en lo que nos decimos a nosotros mismos que sucedió, sobre todo si
continuamos soportándolo.
Si después de tomar en cuenta todo lo anterior descubres que tu pareja es una persona
inflexible, negativa y que nada de lo que hagas servirá, te recomiendo que, apoyándote en
las técnicas presentadas en el capítulo 4, evalúes honestamente por qué estás involucrada
con alguien así; entonces podrás tomar la decisión más conveniente.
Recuerda, decir a manera de pretexto que “lo amo”, no es válido. Es más sano alejarte
definitivamente antes de que te acaben la vida y afecten severamente tu autoestima. No tiene
caso perder el tiempo peleando o discutiendo; es mejor invertirlo en resolver tus propios
problemas internos y, posteriormente, relacionarte con alguien que te enriquezca y te valore,
demostrándolo con actitudes totalmente diferentes.
Con esta distinción en mente, veamos algunos ejemplos de respuestas en los cuales
puedes usar la indiferencia amable. En cada caso, el ejemplo va progresando en intensidad
de impacto o daño; también aquí se toma en cuenta el tipo de relación que tenemos con la
persona, pues no es lo mismo que una amiga no muy cercana nos haga un comentario
ofensivo a que esas mismas palabras las diga nuestra pareja.
Ejemplo número 1
Con tono irónico, disfrazado de preocupación, una amiga dice:
– ¿Por qué no te has casado, Juanita?
Esta frase dicha a una mujer soltera ya no tan joven, puede ser muy devaluatoria y lastimar
profundamente, puede inferir que eres fea, vieja, defectuosa, poco deseable, etc., y que por
esa razón no has encontrado pareja.
La respuesta con indiferencia amable sería decir, mostrándote tranquila y sin darte por
ofendida:
– Agradezco mucho tu interés por mi vida, María, pero, ¿no te parece que esa pregunta
es de índole muy personal?
En la primera parte de la frase, “Agradezco mucho tu interés por mi vida”, estás siendo
amable. En la segunda parte, te muestras indiferente al no caer en la trampa de contestar
defendiéndote o justificándote.
Al mismo tiempo, de manera sutil y sin agredir (el tono de voz debe ser cortés), evitas
que la persona continúe haciendo ese tipo de preguntas, te muestras asertiva y das a entender
que no estás dispuesta a permitir interferencias en tu vida personal. Si contestas así, es poco
probable que la persona vuelva a molestarte con ese comentario. Ejemplo número 2
Con tono triste e hiriente a la vez, Julián, novio de Graciela, le dice:

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– Últimamente te he notado muy fría. Ya no quieres nada conmigo, has de tener otro
que te da lo que yo no te doy.
Observemos el chantaje emocional. Él espera que Graciela le conteste asegurándole que
no existe otra persona y le confirme que lo quiere mucho. La estrategia de manipulación que
utiliza es poner palabras en su boca, acusándola y dando por hecho algo que él en el fondo
teme. La hace sentir mal por su supuesta mala conducta y por lastimarlo.
Si estuviera en una situación similar, la contestación con Indiferencia Amable podría ser
(con voz dulce pero muy segura):
– Ay, mi amor, me sorprende que un hombre tan seguro como tú me haga ese tipo de
comentarios. ¿No crees que, en lugar de intentar agredirme con insinuaciones infundadas,
sería mejor que me dijeras directamente lo que necesitas, por ejemplo que te dedique más
tiempo y atención? Te aseguro que mi respuesta sería más positiva.
Obviamente, al cuestionarte así, él está manifestando su inseguridad. Sin embargo, en tu
respuesta no debes darte por enterada de este hecho, sino mostrarte incluso sorprendida y
afirmar lo contrario. Con ello evitas que continúe con la agresión ya que, de hacerlo, pondría
al descubierto dicha inseguridad (aunque él intente aparentar que no la tiene). Se trata de una
especie de psicología inversa.
jemplo número 3
Con tono molesto y acusador, Jesús, esposo de Lorena, le dice:
– Seguramente por eso querías entrar a trabajar a esa empresa, para hacer tu voluntad
como si fueras una mujer sola. No te importa dejar abandonados a tus hijos.
Observemos que él utiliza las acusaciones, la desaprobación, los reproches y manipula a
su esposa con culpas para hacerla sentir mal y que acabe por desistir de sus propósitos.
La respuesta con Indiferencia Amable sería decir, mostrándote tranquila pero firme:
– Cariño, espero te des cuenta del tono tan agresivo en que me estás hablando. Te
quiero mucho y no voy a malinterpretar lo que me acabas de decir porque supongo que estás
pasando por un mal momento. Si me explicas cuál es tu verdadera preocupación o lo que en
el fondo te molesta de una manera más respetuosa y sin tratar de adjudicarme culpas, con
mucho gusto te explico por qué quiero trabajar y cómo pienso organizarme con los niños.
Con esta respuesta intentas hacer consciente a tu pareja de su agresión, indicándole que
no te agrada su conducta y no tolerarás que continúe. Quizá de momento él se disguste
porque lo haces sentir como un tonto (lo cual desafortunadamente es necesario para que
reaccione), pero al utilizar el argumento de que está pasando por un mal momento le ofreces
una salida airosa para que pueda rectificar sin sentirse humillado. Posteriormente ofreces la
opción de que exponga sus inquietudes, le das su lugar y le aseguras que su opinión sí te
importa, pero al mismo tiempo haces valer firmemente tu derecho a tomar tu propia decisión.
Ejemplo número 4
Ernesto, esposo se Julia, utiliza la agresión más directa y ofensiva, incluyendo insultos y
palabras altisonantes (Atención: debe valorarse si entra en la categoría de personas negativas
tipo “B”):
– Eres una estúpida, estás loca, todo lo haces mal.
Tu respuesta con Indiferencia Amable sería decir, mostrándote molesta pero muy dueña
de ti, con voz firme, educada y sin necesidad de bajar a su nivel imitando su tono agresivo:
– No contesto tu agresión con malas palabras porque no es mi estilo. Además me apena
darme cuenta de que no tenemos la misma educación.
Es muy probable que él se sienta agredido (aunque esa no debe ser tu intención),
especialmente si en su infancia fue tratado de manera agresiva y como defensa aprendió a

55
repetir esa pauta de conducta. Posiblemente en lugar de cambiar su actitud, te replique con
tono burlón:
– Ay sí, muy educadita…
Tú responderías aún firme pero tranquila y un tanto conciliadora:
– Tus burlas tampoco me afectan. Sinceramente preferiría que cuando estuvieras más
calmado habláramos de esto tranquilamente, porque tanto tú como la relación me importan
mucho y no creo que valga la pena crear resentimientos con comentarios como los que
acabas de hacer.
De esta forma dejas claro que sus insultos no te afectan y no los seguirás escuchando, al
mismo tiempo le das la oportunidad de que modifique su conducta por el bien de la relación.
Si él no tiene la disposición de hacerlo y continúa con las agresiones, llegando aun a
golpearte, no vale la pena continuar intentándolo y será mejor abrir los ojos sobre la
situación.
Para que la estrategia de Indiferencia Amable sea más eficaz es indispensable no dialogar
en ese momento, más bien habrá que contestar y retirarte, pues si te quedas respondiendo
frase por frase podrías llegar a perder el control.
El objetivo es decir pocas palabras pero muy potentes porque van acompañadas de una
actitud que pone límites; obligar al otro a reflexionar sin que necesariamente se sienta
agredido, evitando las desgastantes discusiones y las luchas de poder. Ello nos deja la enorme
satisfacción, no de haber ganado una pelea, sino de haber conservado intacta nuestra
dignidad y nuestra postura sin recurrir a la prepotencia o a los aires de superioridad. Por el
contrario, habremos manifestado autoestima y asertividad.
No se trata de que el otro automáticamente elimine su forma negativa de ser (lo cual no
depende de ti sino de él). Se trata de frenar la agresión e impedir que nos afecte intensamente.
Por supuesto que esta manera de contestar y de actuar no se aprende de la noche a la
mañana. Requiere una gran dosis de paciencia y de práctica; pero una vez que entiendas el
concepto (la combinación precisa de palabras y actitudes) y que no se trata de ganar una
pelea, verás cómo tus relaciones interpersonales, especialmente con personas difíciles,
mejoran muchísimo. Te sentirás cada vez más segura y difícilmente podrán lastimarte.
Por consiguiente, no intentes aplicar la técnica en tanto no estés bien preparada emocional
y mentalmente, con gran fuerza interior basada en todo lo aprendido de este libro.

Frases “Para ti…, pero para mí…”


La enorme ventaja de esta técnica es que puede detener la agresión sin necesidad de que
la otra persona se sienta ofendida o humillada. Es recomendable en especial cuando tratamos
con alguien necio e inflexible, con quien intentar razonar es totalmente inútil, pues sólo
conseguimos que se esfuerce más en imponer su punto de vista. Una persona como ésta no
soporta la idea de perder; para ella casi todo es una lucha de poder y aceptar otras ideas la
haría sentirse minimizada y derrotada.
Aquí es donde usamos nuestra inteligencia. En lugar de entrar en su juego de
competencia, reorientarás la situación por completo, portándote ecuánime y educada,
respetando su punto de vista (aunque no estés de acuerdo con él), pero siendo muy asertiva
y dando igual validez a tu propia opinión. Aunque la otra persona te replique, si nuevamente
insistes en la frase “Para ti…, pero para mí…” y agregas “Ojalá puedas respetar mi opinión
como yo respeto la tuya”, lograrás poner fin a la discusión de manera airosa, sin salirte de
control, pero sin generar mayor agresión.

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Con ello demostraremos a los demás que podemos tener puntos de vista distintos que no
tienen por qué ser antagónicos; con mucha inteligencia lograremos hacer de nuestras
diferencias una armonía basada obviamente en el respeto. Si crees que mereces que tus ideas
sean respetadas, con esta técnica aprenderás a hacerlas valer.
Ejemplo:
El marido dice:
- No estoy de acuerdo en que estudies inglés. Una mujer decente debe quedarse en la
casa y no andar de vaga descuidando sus obligaciones. Además ya estás muy vieja y eres
bastante tonta, no creo que aprendas nada.
La esposa, en lugar de enojarse por la agresión y salir con una defensa inmediata, puede
decir en tono tranquilo y amable:
- Mi amor, sé que a ti te educaron con esas ideas respecto de la mujer y siento mucho
que no compartas mi punto de vista. Para ti el hecho de que yo quiera estudiar está mal,
pero para mí es una forma de superación. Ya que desafortunadamente no podemos ponernos
de acuerdo, te pido que respetes mi opinión, como yo respeto la tuya.
Él podría replicar:
- Pues si realmente me respetaras, me obedecerías.
A lo cual ella contestaría:
- Cariño, por lo visto tenemos conceptos diferentes de lo que es el respeto y la obediencia.
El día que quieras, si me dices las cosas de buena manera y sin ofensas, escucharé con
atención tus ideas, siempre y cuando tú también prometas escuchar las mías, ¿qué te
parece?
Por supuesto él no va a modificar su conducta de la noche a la mañana con este diálogo.
Hemos insistido en que no se trata de cambiarlo a él, sino de cambiar tu forma de reaccionar.
Si lo intentas y lo practicas muchas veces, te garantizo que cada vez te sentirás más segura
y los pleitos disminuirán considerablemente. Compara esta manera de contestar con tus
patrones habituales y notarás una enorme diferencia.

Presuposición
Si constantemente señalamos los defectos a nuestra pareja, su reacción y actitud hacia
nosotros será negativa y defensiva. En lugar de sentirse motivado a cambiar, quizá continúe,
de manera deliberada, con la conducta que nos molesta. Por otro lado, si únicamente lo
halagamos, exagerando o inventando virtudes que no tiene, percibirá nuestra hipocresía y
sentirá desconfianza pensando que queremos manipularlo. El punto de equilibrio sería la
presuposición, que consiste en reforzar la buena conducta que esperamos de nuestra pareja,
otorgándole un reconocimiento sincero y muestras de aprecio y agradecimiento cada vez que
hace algo positivo.
Ejemplo
Luisa está muy ocupada porque trabaja fuera de casa y tiene que atender a dos niños
pequeños. Su automóvil está fallando y le gustaría que su marido lo lleve a reparar el fin de
semana, pero él suele dedicarlo a descansar viendo la televisión. En vez de esperar a que él
se niegue y empezar la larga lista de reproches (“Eres un vago desconsiderado, yo tanto que
trabajo y tú no me ayudas, ya no te soporto…”), ella puede presuponer, aun sin haberlo
consultado, que su marido la va a ayudar y decirle:

57
- Fernando, mi carro está fallando; ojalá el sábado lo puedas llevar al mecánico. Cuando
me apoyas, me haces sentir protegida. No tienes idea de cuánto agradezco y valoro tu
cooperación.
No insinuamos que ésta sea una frase milagrosa. Tal vez él tenga otra cosa que hacer, no
esté educado para cooperar en la casa o simplemente desee quedarse a descansar, pero si la
mujer insiste con este tipo de frases, tarde o temprano logrará una reacción positiva. Si en el
pasado lo trató de manera negativa, necesitará mucha paciencia para que él se sienta
motivado a cambiar. Un dicho muy sabio indica que: “En la manera de pedir está el dar”.

Comunicación escrita
Ciertamente hay personas con las que es muy difícil, si no imposible, hablar. Algunas de
las mujeres con las que he trabajado se quejan de que sus maridos son herméticos, evasivos
o violentos y que cuando ellas intentan el diálogo, se frenan de inmediato ante respuestas
como: “¡Ay, ya vas a empezar!”, “Estás loca”, “¿No podemos discutirlo en otro
momento?”, “Ya lo hemos hablado y sigues con eso”, o sencillamente el silencio y la
indiferencia.
El miedo a reacciones como las mencionadas, además de ocasionar un enorme malestar
en quien las escucha, corta de inmediato la comunicación e impide pensar con claridad
porque justo en ese momento se olvida lo que se iba a decir o, aunque se recuerde, la persona
se da cuenta de que su pareja simplemente no está dispuesta a escuchar.
En tales casos es mejor echar mano de la comunicación escrita. Nuevamente no prometo
milagros ni garantizo que una persona negativa va a comprender por arte de magia lo que le
digamos en una carta, pero por lo menos tendremos varias ventajas:
• Al recibir nuestra carta, lo más probable es que la lea hasta el final aunque sea por
curiosidad. Hay que procurar no estar presente después de entregársela para que la pueda
leer tranquilo y en el momento que lo desee. Uno de los grandes problemas del diálogo verbal
es que no siempre sabemos si lo practicamos en el momento oportuno.

• Al no sentirse observada, la otra persona no interrumpirá con una defensa inmediata.


• Los ánimos no estarán tan acalorados como cuando se tiene a la persona enfrente, lo
cual evita una confrontación.

• Puedes abordar el asunto que te interesa sin desviaciones, es decir, sin cambiar el
tema y expresando todo lo que necesitas decir.

• No se generan los malos entendidos que a veces se producen con la comunicación


verbal, como: “No, es que en aquella ocasión tú me dijiste…”, a lo cual contestarías: “Pero
eso no fue lo que dije, tú me entendiste mal o lo interpretaste de otra manera”. Con la
comunicación escrita hay pruebas de lo que dijimos. Esto es especialmente útil cuando los
hijos nos llegan a pedir explicaciones de nuestra conducta.

• Si guardamos copia de la carta podemos analizarla en un futuro con un estado de


ánimo más tranquilo, lo cual nos servirá para monitorear nuestro crecimiento personal.
La mayoría de los hombres contestarían la carta, ya sea por escrito o con comentarios
verbales, en especial si todavía existe algo de voluntad para que la relación mejore. No
descartamos que algunas parejas muy difíciles o negativas ignorarán nuestra misiva, pero

58
por lo menos nos habremos cerciorado de que estén enterados de cómo nos sentimos y qué
pensamos hacer. Desahogarnos positivamente es de enorme valor terapéutico.
Por tanto daremos como ejemplo dos tipos de cartas, que pueden servir como base para
que elabores la tuya propia, adaptándola a tus circunstancias.

Carta número 1
(Para situaciones en las que todavía puede haber una reacción favorable; se escribirá
después de haber leído con detenimiento los consejos que se dan en el capítulo 4 sobre el
Análisis de la Relación Total.)

Isidro:
Te escribo esta carta porque considero que es la mejor, si no la única forma de
comunicarnos. Desafortunadamente siempre que lo hacemos en persona acabamos
discutiendo y es muy importante para mí que escuches con detenimiento lo que quiero
decirte.
Partamos de una base: tú y yo somos muy diferentes en muchas cosas. No se trata de
buscar culpables o de determinar si uno es bueno y el otro malo, simplemente tenemos
diferentes puntos de vista sobre la vida, diferentes necesidades. Por tal motivo no hemos
sido compatibles en nuestra vida matrimonial. Los dos hemos cometido errores y sé que,
como están las cosas, ninguno es plenamente feliz en la relación.
Nuestra vida en común no es lo que yo considero un verdadero hogar. Para mí la relación
de pareja debe ser diferente, debe tener respeto, cariño, autonomía e individualidad.
Cuando nos casamos, aunque existía amor, no estábamos plenamente conscientes de cómo
éramos o qué dificultades se nos presentarían.
Ahora el propósito es ver cómo vamos a solucionar nuestro presente y nuestro futuro y
no seguir actuando inmaduramente o acusándonos mutuamente. Desde mi perspectiva,
nuestros principales problemas son los siguientes: (hacer lista)
(Presentación del problema –el cual varía según el caso)
Por supuesto que estoy abierta a escuchar cuál es el enfoque que tú le das y tratar de
llegar a una solución. Si definitivamente no es posible ponernos de acuerdo, podemos acudir
a una tercera persona experta en conflictos de pareja que nos oriente al respecto.
Aún con todos los malos entendidos y resentimientos quiero que sepas que de mi parte
todavía existe amor y buena voluntad para resolver los problemas, pero para que un
matrimonio funcione tiene que haber un esfuerzo conjunto. Espero que leas esta carta con
todo detenimiento y que te des cuenta de que quiero que nos demos una última oportunidad
de ser una pareja bien avenida. Si estás de acuerdo, te aseguro que contarás conmigo para
que ambos cambiemos en lo que sea necesario.
Las promesas y las buenas intenciones no bastan. Las cosas han llegado a un punto
crítico donde es indispensable tomar decisiones para definir cuál va a ser nuestro futuro.
Yo ya no puedo seguir como estoy porque no es sano y me siento muy desdichada. Espero
tu respuesta, de preferencia por escrito, y tomaré muy en cuenta lo que tengas que decirme.

Te ama
Sofía
Carta número 2

59
(Para situaciones en las que, después de hacer una evaluación concienzuda de la relación
total y guiándonos por reacciones anteriores, sentimos haber agotado las posibilidades de
contar con la colaboración de la pareja y, siendo la situación insoportable, urge poner un
alto.)

Javier:

Los pleitos, discusiones y problemas entre nosotros cada día están peor. Vivimos en un
verdadero infierno, nos hacemos mucho daño y estamos perjudicando gravemente a
nuestros hijos. Ninguno de los dos se comporta como el otro esperaba y, pese a que yo he
hecho varios intentos de llegar a un acuerdo, no veo la salida porque tu actitud ha sido
sumamente cerrada e inflexible. Sin embargo, quiero ser honesta y decirte lo que realmente
pienso y lo que planeo hacer.

(Presentación del problema –el cual varía de acuerdo con cada caso)

No te culpo totalmente de tu conducta ya que te inculcaron un concepto erróneo de la


hombría. Sé que en tu infancia sufriste mucho y no recibiste los ejemplos más adecuados de
lo que es una pareja y por eso te comportas así. Comprendo que tú tampoco has sido
plenamente feliz conmigo. Ya ves, lo que querías era tenerme controlada, que te quisiera
mucho y que no te dejara, pero únicamente lograste que yo me llenara primero de miedo y
desilusión, luego de resentimientos y en ocasiones hasta de odio.
Mi vida era tan desdichada que he procurado informarme, leer libros sobre relaciones
de pareja, tomar cursos, escuchar programas de radio sobre mejoramiento personal, buscar
ayuda y superarme, no sólo como mujer sino también por mi gran responsabilidad como
madre; cualquier cosa con tal de evitar tantos problemas. Ya no soy la chica ingenua e
insegura a la que tú puedes manipular a través de agresiones y culpas; ya no estoy dispuesta
a aceptarlas.

Por consiguiente, ha llegado el momento de tomar una decisión entre dos opciones, de
acuerdo con lo que pienses y quieras:

1) Infórmate tú también (yo puedo proporcionarte libros y datos de dónde ir para que
te orienten) y comprender que con tu conducta no sólo me
has lastimado a mí, sino a ti mismo; así veremos si es posible que cambies tu
comportamiento e intentemos vivir en paz, con respeto y armonía como una verdadera
pareja, con plena igualdad de derechos y obligaciones.

2) O seguir como estás: puedes ponerte agresivo, burlarte, invalidar mis opiniones y
deseos con comentarios negativos e hirientes y adoptar las actitudes que normalmente
utilizas. Si ésa es tu reacción, aunque me pesa, te informo que estoy decidida a una
separación temporal o definitiva para que cada quien viva su vida como quiera y no sigamos
perjudicándonos.

Aunque quizá en el pasado me hayas visto débil, insegura y creas que no cumpliré mis
propósitos porque de momento no cuento con trabajo o recursos económicos, no subestimes

60
el valor y capacidad que puede tener una mujer cuando está desesperada y dispuesta a todo
con tal de salir adelante. He abierto los ojos, reconozco muchos de mis errores y estoy
dispuesta a corregirlos, pero también es justo que tú reconozcas los tuyos. Si no es así, no
tiene caso seguir fingiendo que podemos vivir en pareja.

Espero tu respuesta, de preferencia por escrito, para ver cuál de las dos opciones
prefieres. No quiero guerra; si es necesario separarnos, me gustaría que fuera de mutuo
acuerdo y en forma pacífica. Sin embargo, si tú me agredes, ya me siento más fuerte y
preparada para hacerte frente.

Por el contrario, si veo en ti algo de buena voluntad, no como un truco para convencerme,
sino con hechos que demuestren algún cambio, tal vez estaría dispuesta a considerar mi
decisión.
Isabel

En el caso de esta segunda carta, es indispensable que estés totalmente convencida y


dispuesta a cumplir lo que dices, basándote en el análisis de dependencias del capítulo 4. No
es fácil, es natural que sientas temor y confusión, pero muchas mujeres han cambiado por
completo su vida cuando toman esta nueva actitud más digna y asertiva. Si tu pareja te ve
débil e insegura respecto de lo que mencionas en la carta, los abusos y agresiones se
incrementarán. Si te muestras firme y decidida, las cosas forzosamente mejorarán para ti,
con o sin él.

61
CAPÍTULO 4

Equilibrio en las diferentes áreas de la vida


Existen muchos aspectos de nuestra vida que nos pueden causar gran satisfacción o
terribles problemas. La armonía y la paz interior dependen de que procuremos mantener un
sano equilibrio en estas diferentes áreas. No es posible tener una vida balanceada y estable
si nos dedicamos con exceso a una sola área y descuidamos las otras.

Por ejemplo, si un hombre dedica casi todo su tiempo, interés, esfuerzo y energía
exclusivamente a su trabajo, los aspectos de su vida que pueden verse afectados
negativamente serán su salud física y espiritual, sus relaciones afectiva, familiar y sexual,
sus amistades, diversiones y mucho más.

Si una mujer pone la misma dedicación exagerada sólo a su belleza, quizá se convierta en
una persona inculta e ignorante, espiritualmente hueca, emocionalmente frívola y
familiarmente negligente e irresponsable.

Si una persona vive sólo para amar, convirtiendo a otro ser humano en el centro de su
existencia, dejando todo a un lado para obtener o retener el amor de la pareja, se hará
obsesiva y dependiente, descuidando otras áreas muy importantes de la vida.

Cuántas mujeres por dedicarse sólo a su familia, se han olvidado de estudiar, trabajar,
atender su salud, desarrollar sus intereses y aficiones, no se diga sus necesidades afectivas.

Podríamos comparar su caso con un cuerpo humano al que sólo se le ejercita una parte,
un brazo por ejemplo, el cual se vuelve musculoso y fuerte por hacer mucho ejercicio con
él. Pero cuán ridículo y desequilibrado se vería dicho cuerpo con todas sus demás partes
débiles y subdesarrolladas. No tendría balance ni armonía.

A continuación presento una gráfica de las áreas más importantes de la vida de un ser
humano que se deben atender para lograr este equilibrio. Como dijera Jesucristo: “Al
César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Para cambiar lo que está
desequilibrado en nuestras vidas, antes de proceder a actuar debemos detectar y evaluar
cómo estamos.

Ejercicio
Marca con un punto en la gráfica, en una escala del 0 al 100, tu grado de satisfacción en
las diferentes áreas de tu vida. Une los puntos con rayas para ver cómo está tu vida en la
actualidad.

62
Gráfica de Equilibrio
Nombre: ______________________________ Fecha: __________________
(Repetir a los tres meses con otro color de tinta para comprobar progresos)

Puntuac Áreas de tu vida


ión
100
90
80
70
60
50
40
30
20
10
0

Intelect Fami Física Sentime


ual y liar (salud ntal y sexual
Soc Econó Labo Espirit
cultural excluyen y
ial mica ral ual
do a la presentaci
pareja) ón)

Descripción de las diferentes áreas de la vida


Social

Somos seres gregarios y, salvo los muy introvertidos y solitarios, la mayoría se siente
bien conviviendo en grupos. Pertenecemos a un país, estamos unidos de forma patriótica por
diferentes cosas, desde un sencillo partido de fútbol hasta la defensa acalorada de nuestra
nacionalidad ante extranjeros. Nos sentimos orgullosos y somos leales a la escuela en la que
estudiamos o a la ciudad en que vivimos.

Tener un grupo de amigos es algo importante y nutriente, tanto para divertirnos juntos
como para poder hablar de algún problema íntimo. Lo importante no es cuántos amigos
tenemos, sino la calidad y profundidad de la amistad. Algunas personas son muy
comunicativas y populares por su simpatía y su don de gentes, otras son calladas y selectivas
respecto de a quiénes otorgan su amistad.

63
Podemos tener algunos conocidos, o aun algunos llamados “amigos” con quienes no
desarrollamos una relación profunda por falta de tiempo o de intereses compartidos. Sin
embargo, ser buen amigo es tan importante como tener buenos amigos. Requiere dedicación,
paciencia, lealtad, ayuda, solidaridad, interés en la otra persona y sinceridad.

La amistad implica compartir con otro lo que somos, lo que sentimos, nuestras
aspiraciones, gustos e intereses, pero también nuestras penas, decepciones y angustias. Un
verdadero amigo es alguien en quien se puede confiar plenamente sin temor a que nos
rechace por nuestros defectos o se aproveche de nuestras virtudes. Es aquel que está con
nosotros en las buenas, pero también, y principalmente, en las malas. Es amigo quien nos
ayuda a conocer y corregir nuestras debilidades o conductas negativas, no quien las solapa,
encubre o nos critica de manera destructiva y minimizante.

Por consiguiente, un amigo no es necesariamente quien más se parece o identifica con


nosotros, sino aquel que, conociendo las diferencias que nos separan, las acepta y decide
convivir con ellas, es quien nos respeta y ve en esas incompatibilidades no un obstáculo,
sino una forma de enriquecimiento a través de lo nuevo o diferente, una forma de aprender
el uno del otro y ayudarse en su mutuo crecimiento como seres humanos.

No seamos ingenuos creyendo que vamos a encontrar un amigo así a la vuelta de la


esquina; eso toma tiempo y, más que nada, aprender a conocer a la gente que nos rodea. Sin
embargo, si estamos dispuestos a sentir la entrega y lealtad que una verdadera amistad
requiere, usando nuestro criterio y experiencia, a lo largo de la vida encontraremos personas
con la disposición y capacidad para involucrarse en una relación tan bella y profunda como
una amistad.

Quizá mis lectoras se lleven algunas dolorosas decepciones, pero aunque sólo encuentren
a un amigo, les aseguro que la recompensa será inmensamente satisfactoria. El verdadero
amor, auténtico, sólido y permanente se fundamenta primero en ese tipo de amistad, que
posteriormente se complementa con la atracción sexual y la decisión mutua de compartir un
proyecto de vida.

Economía (independencia)

Cuando somos jóvenes y nuestros padres nos mantienen, la única esperanza que tenemos
para obtener independencia económica es prepararnos para trabajar y tener nuestros propios
ingresos. Al casarse muchas mujeres pasan a depender totalmente del marido. Si él es
cumplido, generoso y responsable, la esposa se puede dedicar tranquilamente a las labores
del hogar, las cuales son sin duda muy valiosas y necesarias. Desafortunadamente, nadie
puede garantizar que nunca quedará viuda, se tendrá que separar o divorciar, el marido
enfermará, perderá el empleo o se presentará una crisis económica tan fuerte que haga
necesario que ella colabore con los ingresos de la casa.

Si descuidó por completo el área económica independiente, no sabrá cómo hacer frente a
esas situaciones inesperadas. Incluso si se encuentra atrapada en un matrimonio conflictivo
o totalmente insatisfactorio, no podrá tener voz y voto en la toma de decisiones y habrá de

64
aguantarse por sentirse incapaz de mantenerse a sí misma y a sus hijos. Por consiguiente, es
recomendable que la mujer no dependa totalmente de su esposo, que no abandone sus
estudios y preparación, pues ello le impediría, si las circunstancias la obligaran, reingresar
fácilmente al trabajo.

Laboral (capacidades)

Este aspecto está totalmente ligado a lo económico porque, a menos que cuentes con un
sustancioso patrimonio de la familia de origen o hayas sido afortunada en la lotería,
obtendrás tus ingresos de tu trabajo o profesión, como a la mayoría de la gente le sucede.
Si eres joven y soltera, prepárate y trabaja. La satisfacción laboral y económica no lo es
todo en la vida, pero no cabe duda de que “las penas con pan son menos” y el sentirnos
capaces y productivas da una gran satisfacción que promueve la autoestima.

Si estás casada, haz a un lado las presiones de los demás y busca la manera de obtener
ingresos extra sin descuidar tu hogar. Puedes hacer un trabajo de medio tiempo o algún tipo
de labor dentro de la casa (ventas, costura, pastelería, elaboración de objetos decorativos,
dar masajes, etc.). Organiza tu tiempo y, sobre todo, ten confianza en ti misma. No te
desanimes pensando que ya estás grande o no tienes preparación. Nunca es demasiado tarde.
He visto a muchas mujeres que se sentían desesperadas y deprimidas en el aspecto
económico/laboral y sacaron fuerzas interiores para cambiar su vida.

Si estás separada, viuda o divorciada, con mayor razón se aplican los consejos anteriores.
Si te sientes insegura en esta área, repasa tus habilidades básicas y busca asesoría; existen
muchos centros de capacitación gratuitos o de muy bajo costo.

Intelectual y cultural

Estamos de acuerdo en que no todos tenemos la misma inteligencia o afición por lo


intelectual y lo cultural. Sin embargo, vivimos en un mundo cambiante que exige mucho de
nosotros.

Cuando ayudamos a nuestros hijos a hacer las tareas, nos damos cuenta de que ellos están
recibiendo una formación académica muy diferente a la que nosotros tuvimos. Muchos
esposos están interesados en política, avances tecnológicos, en asuntos relacionados con su
actividad laboral o espectáculos de índole cultural. En el trabajo o con las amistades se
comentan diferentes tópicos que nos obligan a mantenernos actualizadas.

No importa tanto tu nivel socioeconómico o tu grado de estudios; si deseas mantenerte al


día, puedes hacerlo. Escucha las noticias por radio o televisión, lee algún periódico o revista
seria, haz preguntas a quienes saben más que tú. Toma cursos de superación personal, lee
buenos libros, asiste de vez en cuando a un concierto o espectáculo cultural. No pongas como
pretexto que no tienes tiempo o dinero, lo que realmente no tienes es interés. Cambiar nuestra
vida requiere esfuerzo, pero los resultados son muy gratificantes.

65
Familiar (excluyendo a la pareja)

Revisa cómo están tus relaciones con tu familia en general: madre, padre, hermanos, hijos.
Aprende más sobre relaciones humanas a través de libros, cursos, conferencias, programas
de radio, terapias individuales o familiares. Comprende, escucha, haz valer tus derechos de
manera inteligente y conciliatoria.

En lugar de dedicarte abnegadamente a complacer a los demás olvidándote de ti misma,


supérate tú. Detecta, admite y cambia lo que no te guste de ti misma (tu aspecto controlador,
celoso, agresivo, dominante, quejumbroso). Reconoce que con la familia hay una interacción
de la cual todos somos parte responsable.

Física (salud y presentación)

Generalmente ésta es un área muy descuidada, sobre todo cuando damos prioridad al
trabajo o a los problemas sentimentales. No se trata de seguir los parámetros a veces
imposibles de las revistas de belleza, sino de cuidarnos a nosotras mismas como una muestra
de amor y autoestima.

Vigila tu alimentación, tus malos hábitos (cigarro, alcohol, café, pastillas para los nervios,
etc.), haz ejercicio, asiste al ginecólogo o al dentista, duerme tus horas, medita para aliviar
el estrés, oye música agradable. En cuanto a tu presentación, acepta tu edad y tu tipo físico
(rubia, morena, bajita, alta, delgada, robusta). Mejora lo que puedas, sin volverte obsesiva o
perfeccionista. Arréglate de acuerdo con tu estilo personal (tampoco para este aspecto
pongas como pretexto el tiempo o el dinero; muchas veces son la actitud y el estado de ánimo
los que determinan nuestro arreglo). Aun la mujer más pobre, si desea verse agradable, lo
logra. Si está limpia, bien peinada, con maquillaje sin exagerar, con algún adorno sencillo
como unos aretes o una pañoleta de buen gusto, se verá bonita.

Sentimental y sexual

Para la gran mayoría de las mujeres éste es el punto que les genera más sufrimiento y
donde se sienten más impotentes para hacer cambios. Algunas erróneamente lo atribuyen a
la mala suerte o a que las personas que tienen (escogen) como parejas no las comprenden,
no las quieren o las tratan mal.

En este libro encontrarás consejos para mejorar tu vida sentimental; también pueden
ayudarte muchos libros escritos por autores expertos en estos temas, así como las terapias.
En el terreno sexual hemos avanzado mucho y puedes conseguir información y orientación
adecuadas para lograr tu satisfacción.

Espiritual

Algunas personas encuentran a Dios a través de las diversas religiones institucionales,


otras prefieren las filosofías orientales que enseñan los gurús o los maestros iluminados,

66
mientras que unas más se basan en determinadas ideas de los grandes filósofos. Hay personas
que son librepensadoras y con su propio código de ética o de moral.

No importa en qué grupo te encuentres, lo fundamental es entender que la vida es más


que materia. Si no nutrimos el espíritu, siempre nos sentiremos vacías. Si tienes alguna
religión o filosofía, practícala con dedicación y procura informarte cada vez más sobre ella
(grupos de oración, clases de biblia o meditación).

Únicamente una advertencia: ten el suficiente criterio para no unirte a grupos fanáticos o
manipuladores que te confundan o te exploten, especialmente si estás pasando por un
momento vulnerable de tu vida. No te dejes llevar por el espejismo de ser aceptada por un
grupo que te promete ser dueño de la “verdad absoluta” o que te provoque culpas. Sé sincera
en tus creencias y en la búsqueda del camino espiritual, pero conserva tu autonomía y tu
libre albedrío.

En resumen, basta de quejarse. Hay que poner manos a la obra porque los cambios no se
darán solos. Dios dijo: “Ayúdate, que yo te ayudaré”. En cuanto a tu pareja, no empieces
tratando de que cambie ÉL, primero cambia TÚ y verás cómo la relación se modifica.

Cómo afecta al hombre el que la mujer decida cambiar


Aunque tu relación actual no sea muy armoniosa, por lo menos es familiar para tu pareja.
Aunque se quejen el uno del otro y tengan conflictos y diferencias, más o menos saben ya
cómo van a reaccionar. Cuando tú empiezas a cambiar, aunque sea para bien, lo más probable
es que, de momento, causes un enorme descontrol, desconfianza y hasta enojo en tu pareja.
He visto cumplirse este ciclo en varias de las mujeres que acuden a terapia. Lo explicaré
con detenimiento para que aprendas a manejarlo sin que te cause angustia y te veas tentada
a retroceder.

La siguiente comparación nos ayudará a entender mejor el proceso. Si una madre que
lleva a un niño pequeño a vacunar está informada de antemano que la vacuna es benéfica y
el médico le advierte que es de esperarse una reacción con ciertas molestias como fiebre,
inapetencia, llanto y molestias para el bebé, ella tomará de manera tranquila estos
inconvenientes pasajeros, porque está consciente que a la larga son para el bien de su hijo.
Sin embargo, si una mujer totalmente aislada de la civilización de pronto se enfrenta con un
señor en bata blanca que saca un instrumento puntiagudo con el que inyecta a su niño, el
cual llora por el dolor, el susto y luego se lo entrega sin advertirle los efectos, cuando la
vacuna haga reacción, la madre va a pensar que su hijo enfermó gravemente por el daño que
le causaron el médico y la medicina.

Muchas veces nuestros cambios sirven como una especia de vacuna ante la conducta de
nuestra pareja y tienen efectos negativos temporales. Los siguientes son los pasos usuales en
el proceso de cambio:

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1. Problemas conyugales. La mujer se encuentra desesperada y trata de buscar ayuda.
Ya intentó por la buena, por la mala, aguantando, discutiendo, enojándose y parece que nada
funciona.

2. Cambio de la mujer. Ella se harta de sufrir y decide cambiar, sacudirse el miedo y la


ignorancia. Lee libros, toma cursos, mejora su autoestima, elimina dependencias nocivas, se
siente más confiada y ya no se deja manipular con culpas y presiones. Se percata de que la
educaron de manera equivocada y paulatinamente cambia su manera de pensar y de actuar.
Todavía se siente un poco insegura, pero con gran motivación para romper con las pautas de
conducta del pasado.

3. Descontrol en el hombre. El novio o marido nota rara a su mujer porque ve en ella


actitudes y conductas diferentes. Quizá piense que alguien la está aconsejando y se sienta
molesto, confuso, inseguro y fuera de control ante lo que ya no le es familiar.

4. Enojo del hombre. Algunos varones, sobre todo aquellos que adoptan actitudes
machistas y controladoras, reaccionan como niños consentidos a los que de pronto se busca
disciplinar. No les parece la nueva conducta de su pareja porque están acostumbrados a
salirse con la suya y desean seguir imponiendo su voluntad. No los culpemos por esa
reacción, la cual es lógica pues a ellos también los educaron así.

5. Castigos e intentos de manipulación del hombre a la mujer. Cuando él erróneamente


interpreta tus cambios como una lucha de poder, empieza una campaña de castigos, culpas
y manipulaciones: se pone grosero y agresivo; te ignora con el silencio, hay falta de afecto
o sexo; no te toma en cuenta para las decisiones del hogar; te amenaza con ya no darte el
gasto; llega cada vez más tarde o dice que quizá se busque otra que sí lo comprenda; insinúa
que tú estás desequilibrada y eres la culpable de todos los conflictos; te acusa de ser mala
madre, mala esposa y te pone mal con tus hijos, familiares y amistades; te humilla y minimiza
tus esfuerzos por superarte; se pone en plan de víctima e incomprendido argumentando que
ya no lo quieres y que le gusta más como eras antes; insinúa que quizá ya tienes otro y por
eso te portas así; promete que va a cambiar y a portarse bien (por ejemplo, dejar de tomar o
conseguir trabajo) si tú vuelves a ser la misma.

6. Descontrol de la mujer. Ante todas las agresiones anteriores, te parecerá que tu nueva
actitud hizo que las cosas empeoraran. De momento olvidas que, antes de que empezaran los
cambios, tu vida tampoco andaba bien. Llegas a dudar si estás haciendo lo correcto al
modificar lo que te dijeron que era tu papel en la vida.

7. Momento de decisión para la mujer (dos opciones):

a. Ir hacia atrás y volver a lo mismo, lo cual tarde o temprano causaría problemas


mayores, aunados a la enorme frustración de haber retrocedido en sus decisiones o la
desilusión de ver que él no cambió pese a sus promesas.

b. Mantenerse firme en el cambio, no acusar recibo de los castigos y presiones; no


permitir que otros la manipulen o la hagan sentir culpable; usar la Indiferencia Amable;
continuar superándose y eliminando dependencias nocivas; educar a los hijos de otra manera.

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Por supuesto que no somos robots y nos afectan los malos tratos pero, sabiendo de antemano
que se avecina una crisis temporal, buscaremos fuentes de apoyo y satisfacción,
dedicándonos a mejorar las áreas de equilibrio que describíamos anteriormente.
Al hacer esto, la energía cambia; en lugar de dirigirla a tratar de componerlo a él, se dirige
a satisfacer tus propias necesidades. Cierto, debes tenerte mucha paciencia. Es imposible
cambiar de inmediato y es lógico y normal caer en pequeños retrocesos. Aunque des tres
pasos hacia adelante, seguidos de dos hacia atrás, ya llevas uno de ganancia.

8. Nuevo descontrol en el hombre. Pese a sus intentos de castigo y manipulación, él se


da cuenta de que sus antiguas tácticas ya no le funcionan porque tú ya no te enganchas y
reaccionas ante ellas de manera diferente. Se siente confundido y desesperado, no sabe qué
hacer.

9. Momento de decisión para él (resultado final)

a. Ante la firmeza de su mujer, el hombre cambia para bien. Paulatinamente asimila


que el cambio es benéfico para ambos y, aunque le cuesta trabajo adaptarse, a la larga se
siente más a gusto, ella está más contenta, la vida en familia mejora y se convierten en una
verdadera pareja más integrada.

b. El hombre decide no cambiar, pero a la mujer ya no le afecta. Ella ha abierto los


ojos y encuentra una mejor forma de vida, con o sin él. Ya no se siente una víctima del
destino o de circunstancias fuera de su control. Aunque la pareja tenga que separarse, ella
vive en paz sola, con sus hijos o a futuro encuentra otra pareja que sí sea compatible, que la
comprenda y la valore. Ahora bien, la búsqueda de una nueva pareja no debe ser inmediata.
Es importantísimo pasar un buen tiempo sin un hombre al lado para recuperarnos
emocionalmente, hacernos menos dependientes, crecer, superarnos y estar preparadas para
una relación sana. No estoy de acuerdo en que “un clavo saca a otro clavo” porque
volveríamos a caer en los mismos errores.

Conviene revisar con detenimiento el ejercicio del capítulo 5 respecto del tipo de pareja
que atraemos, para hacer profundas modificaciones en nuestras actitudes, conductas y darnos
cuenta de que no siempre quienes más nos gustan o nos atraen, son quienes más nos
convienen.

Recuperarse a sí misma antes de intentar recuperar a la pareja


Una de las cosas más satisfactorias que me dijo una paciente en terapia fue: “Lucy, acudí
a ti con el afán de recuperar a mi pareja, pero a quien realmente recuperé fue a mí misma.
Fue casi como revivir a una muerta, porque así me sentía después de una relación tan
conflictiva y devaluatoria”.

He comentado reiteradamente a lo largo del libro que es imposible tener una buena
relación de pareja si no tenemos una buena relación con nosotras mismas. Si se tratara de
ayudar o salvar a otra persona, estaríamos prestas para defenderla y apoyarla, más aun si la

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queremos o nos interesa. Sin embargo, qué difícil es querernos, cuidarnos, protegernos y
luchar por nuestra propia satisfacción. Debemos eliminar esas vocecitas del pasado que nos
gritan: “Egoísta, primero están los otros, tú no vales, no puedes…”.

Desde luego que tus necesidades físicas, emocionales e intelectuales son válidas. ¿Quién
no desea obtener compañía, afecto, lealtad, interés, apoyo o sexo de su pareja? Los que a
veces son inadecuados, incluso enfermizos, son los métodos que utilizamos para tratar de
llenar esas necesidades. Si estamos solos, tristes, desesperados, devaluados, emocionalmente
hambrientos y sexualmente insatisfechos vamos a proyectar actitudes que evidenciarán
nuestra profunda vida carencial y con ello generaremos resultados tales como el continuo
rechazo hacia nuestra devaluada persona o bien algo aún peor, vernos involucradas con
personas igual o más enfermas que nosotros.

Si estoy demasiado hambrienta de cariño, aceptación o reconocimiento no sabré distinguir


entre un buen caviar y un plato de frijoles rancios, o entre una pareja adecuada y una
disfuncional.

Yo comento en tono de broma a mis alumnas: “Cuando peor se sientan emocionalmente,


pónganse a dieta de hombre, no a dieta de hambre”.

Si honestamente deseamos un cambio radical en nuestras vidas y estamos dispuestas a


dedicarle la energía y el esfuerzo, pese al dolor tan grande que implica una crisis de
transformación, la recompensa futura valdrá la pena.

Ejercicios de recuperación de ti misma


“La niña abandonada”

Cuando estés sola y dispongas de un poco de tiempo, segura de no tener ninguna


distracción, cierra los ojos y visualiza con todo detalle lo siguiente:
Vives sola en un bello y confortable departamento de tu propiedad. Te sientes segura,
tranquila y armoniosa; los muebles y objetos están limpios y ordenados; tienes todo lo que
necesitas, buena comida, música agradable. Disfrutas enormemente de esa paz interior. En
este momento te sientes plenamente contenta y satisfecha, aun sin la compañía y aprobación
de otras personas.
De pronto, tocan la puerta. Abres y ves a una niña pequeña (en quien reconoces tu propia
imagen cuando tenías esa edad) que te pide entrar. Ves su carita triste, su aspecto descuidado,
su profundo dolor interior, su soledad y confusión. Te invade una gran ternura y deseos de
protegerla, de cuidarla, de mimarla, de recompensarla por todo lo que le ha pasado.

La invitas a entrar. Ella tiene miedo, no confía en ti, no confía en nadie. Está demasiado
acostumbrada al dolor, tiene el aspecto de un animalito herido replegada en un rincón.
Afuera, la noche es oscura, fría y lluviosa; sin embargo, tu departamento es cálido y
acogedor.

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Percibes que la niña tiene hambre, frío, pena. Te apresuras a prepararle algo de comer, un
baño reconfortante, ropa limpia y seca. Guardan silencio y ella, un tanto recelosa, acepta tus
atenciones. La acuestas en tu cama, la arropas y ves su carita dulce y agradecida. No está
acostumbrada a que la traten de manera cariñosa y protectora. Siempre recibió regaños,
reproches, críticas, quizá hasta maltratos y abusos.

Sin pensarlo, la abrazas con instinto maternal, le acaricias el cabello y empiezan a platicar.
Tu cariño por ella es enorme. No se trata de lástima, sino de un afecto profundo. Sin
necesidad de palabras, como si pudieras leer su mente, te percatas de todo lo que esta niñita
ha sufrido, de todo lo que le ha faltado, de todo lo que necesita. Te mira con cierto reproche,
ella es parte de ti misma y con asombro te das cuenta de que, pese a todos los sufrimientos
externos recibidos, quien más la ha abandonado eres tú.

Siempre dedicaste tu energía a complacer a los demás, a cumplir con lo que se esperaba
de ti, a buscar desesperadamente conseguir afecto de fuentes externas. Durante todo ese
tiempo ella ha estado sola y abandonada, no tiene quien la cuide, la defienda, la proteja, la
estimule, la llene de afecto.
Es una niña muy valiosa, aunque sus facciones quizá no sean muy convencionales; tú
observas sus bellos ojos, su gran calidad interna, sus enormes potenciales no desarrollados,
todas las maravillas que contiene ese pequeño ser. Comprendes que, como adulta, tú puedes
ayudarla; tienes experiencia, tienes recursos internos, estás motivada y llena de entusiasmo.
Le pides perdón por tu inconsciencia, te arrepientes de haberla relegado, de no escucharla
cuando te necesitaba. Le aseguras que la vida va a cambiar para ustedes, que ya no está sola,
te tiene a ti. Ya no la defraudarás.

La dejas hablar, decirte lo que realmente necesita, lo que espera de ti. Te nota sincera, te
va tomando confianza, corresponde a tu cariño y juntas hacen planes para el futuro. Los
problemas siguen allá afuera, pero unidas podrán vencerlos. Deciden no quedarse atoradas
recordando los malos tiempos; dejan de hacer reproches a todos y se responsabilizan de sus
decisiones futuras. Saben que les espera un largo camino, pero que van a salir adelante.

Con esa agradable sensación, la nenita se quedará dormida en tus brazos, con plena
confianza en que tú estarás siempre a su lado y que ya no volverás a fallar.

Con este ejercicio aprenderás a detectar la enorme oportunidad que tienes ante ti. De niña
no pudiste hacer nada frente a los seres que te lastimaron y te hicieron sufrir, pero hoy eres
adulta, cuentas contigo y sabes que nadie te hará nada más que lo que tú permitas.

Aunque este ejercicio es muy doloroso y generalmente provoca llanto, las lágrimas son
de recuperación. Puedes llevarlo a cabo sola o guiada por un terapeuta y resulta de gran
ayuda emocional. Por mucho que tratemos de llegar a conclusiones intelectuales dentro de
nuestro proceso de transformación, si no van acompañadas por el contacto de las emociones,
no es completo.

“La compañera de viaje”

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Este ejercicio es muy útil para conocerte mejor. Imagina que estás harta de todo, que has
llegado a tu punto límite, ya no sabes realmente quién eres, qué tienes, qué vas a hacer a
futuro. Los problemas y las presiones te agobian, parece que nadie te comprende y no cuentas
con apoyo externo verdadero y confiable.

De pronto te encuentras en el aeropuerto con dinero suficiente para irte de viaje tú sola
durante una semana. Escoges tu destino, compras el boleto y te subes al avión. No tienes
deseos de hablar, la gente no te agrada, tu estado de ánimo es de fastidio y descontrol. Te
sientes desubicada y con enormes deseos de alejarte de todo y de todos.

El avión despega y cuando la aeromoza pasa con las bebidas, te vuelves a ver quién es tu
compañera de viaje. Se trata de una mujer de edad indefinida, con rostro sereno y agradable,
te sonríe desinteresadamente. Su presencia te inspira confianza y en su mirada detectas una
total aceptación.

Continúas en silencio, dudando si quieres iniciar una conversación con ella. Finalmente
te decides, te asaltan unos enormes deseos de hablar de ti, pero no para impresionarla con la
actitud que generalmente adoptas para quedar bien con otros o para ser aceptada. De nada te
serviría, ya que esta persona, aunque habla bien español, no conoce nada de tu mundo.
Tampoco deseas solamente quejarte o aburrirla con tus problemas. No estás de humor para
plática frívola y sin trascendencia.

Te parece increíble, pero súbitamente te ves charlando con esta persona como si la
conocieras desde hace años, con una enorme confianza y sinceridad. Le cuentas tus sueños,
tus anhelos, tus logros, tus miedos. Te muestras tal cual eres, sin miedo a ser juzgada,
criticada o rechazada. Al ver que ella te escucha con gran comprensión, te invade la
agradable sensación de no tener que fingir, esforzarte, complacer para recibir afecto y
atención.

Conforme hablas, te das cuenta de que eres una persona valiosa, con virtudes y defectos
como todos, pero con derecho a ser tú, a manifestarte, a aceptarte; te das cuenta de que todo
está bien. Te llenas de paz interior y decides que, de ahora en adelante, no tendrás miedo de
pensar y actuar de acuerdo con tu verdadera esencia.

Anota por escrito lo que le dirás a esta persona acerca de ti. Si tienes un buen terapeuta o
alguien de toda tu confianza, practica el ejercicio de manera verbal.

“Fotos del pasado”


Busca en tus viejos álbumes fotos tuyas en diferentes etapas de tu vida: una de niña, una
de adolescente, una de joven, alguna donde te veas con cara triste, otra con cara feliz, etc.).
Toma un cuaderno y pega cada foto, dejando espacio suficiente para que después describas,
como si fueras una tercera persona, lo que hace, piensa y siente la persona de la foto.

Ejemplo

FOTO ESCOLAR DE MARÍA A LOS 12 AÑOS

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Descripción: maría es una niña muy triste, se siente mal porque sus compañeritas se
burlan de ella. No tiene dinero para comprar sus libros, ni dulces, ni ropa bonita. Está muy
sola y siente que nadie la comprende. En su casa hay problemas, sus papás se están
divorciando…

FOTO DE MARÍA A LOS 21 AÑOS


María está muy contenta porque acaba de conseguir empleo en un banco. Tiene un poco
de miedo, pero se siente optimista y segura de que va a salir adelante. Es muy responsable,
eficiente y su jefe la felicita por su trabajo. Le encanta lo que hace. Toma clases de danza
regional y tiene un novio que la quiere mucho. Es una chica con grandes aspiraciones en la
vida…

FOTO DE MARÍA A LOS 35 AÑOS (CON SU ESPOSO EN UNA BODA)


María está muy triste. Su sonrisa es forzada, pero por dentro siente que se está muriendo.
Acaba de descubrir que su marido la engaña y está desesperada, no sabe qué hacer. Tiene
dos hijos pequeños, la situación económica es precaria. Se siente frustrada e impotente…

Continúa los relatos con un total de cuatro o cinco fotos hasta llegar a una fotografía
actual. Observa la diferencia de estados de ánimo y actitudes en cada una. “Habla” con las
personas de las fotos, tanto para ver qué te dicen como para interactuar con ellas, contactando
los sentimientos más profundos, brindándoles apoyo y tratando de llegar a acuerdos sobre
cómo será su vida futura.

Este ejercicio, aunque se puede hacer sola, es de mucho más provecho si se cuenta con la
ayuda de un terapeuta competente.

Si me doy cuenta de que la relación, por más que se intente, no


funciona, ¿qué hago?
Si terminar con un novio nos hace sentir mal, separarse o divorciarse del esposo es
infinitamente más complicado y doloroso. Hay hijos de por medio, varios años invertidos,
mucha energía emocional desgastada, complicaciones económicas, miedo al futuro, miedo
a la soledad, sentimientos en frustración y de culpa…
El matrimonio es cosa seria y tomar una decisión al respecto no debe hacerse a la ligera.
Nadie duda de que lo mejor es la familia, siempre y cuando esté bien integrada. Si te sientes
confundida respecto de si te conviene o no seguir adelante, el siguiente ejercicio pondrá
muchas cosas en claro, evitará que sigas atorada en las quejas y te alentará a tomar acción.

Ejercicio
Evaluación de la relación total
Contesta, por escrito, los siguientes puntos.
1. Haz una evaluación sincera y justa de la relación total, no sólo en el nivel de reproches,
sino con realismo. En una hoja de papel, traza una línea para formar dos columnas y anota
lo que corresponda sobre la conducta y actitud de tu marido. El siguiente ejemplo te dará
una mejor idea:
APORTACIONES ELEMENTOS DESTRUCTIVOS O

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CARENCIAS
Buen proveedor
Buen padre Misógino, Controlador
Me saca de paseo Egoísta, grosero
Buen sexo Alcohólico, agresivo
No me deja ser yo misma
Me siento sola
No me da afecto
Una vez terminada, analiza tu lista para que te des cuenta de cómo está la situación. Nadie
es perfecto y en la convivencia con otra persona debemos adaptarnos a algunas cosas que no
coinciden con nosotros, pero no estoy hablando de aceptar diferencias graves.
Si la lista de elementos destructivos o carencias es mucho mayor que la de aportaciones,
debes hacerte el siguiente cuestionamiento: con tantos defectos que veo en mi pareja y mi
relación me hace tan infeliz, ¿por qué la soporto? Esta pregunta no es fácil de contestar,
pero hacerlo nos ayuda a continuar nuestra tarea y anotar en otra hoja:
2. ¿Cuáles son mis miedos y dependencias?
Ejemplo:
Tengo miedo a la soledad.
¿Cómo me voy a mantener?
¿Cómo reaccionarán mis hijos?
¿Volveré a encontrar quien me quiera? Me siento insegura, vieja, fea, tonta ¿Seré la
culpable de mi matrimonio?

3. Con la información anterior ¿puedo enfrentarme a mi realidad?, ¿puedo perdonarme


y perdonar a los demás, entendiendo el perdón como dejar ir y no aferrarme al rencor ni a la
amargura para quedar liberada y empezar una nueva vida? El perdón no se debe interpretar
como permitir que me sigan lastimando.

4. Visualízate a un año, a cinco, a diez. Toma un espejo, contempla unos momentos tu


rostro con todas las emociones que sientes en este momento. Intenta imaginar el futuro y
anota: ¿Cómo estaré yo física y moralmente en cada lapso?

Ejemplo:
CON ÉL SIN ÉL
A un año: A un año:
A dos años: A dos años:
A diez años: A diez años:

El panorama puede parecer aterrador. Algunas mujeres en situación grave se ven a sí


mismas muertas o enfermas mentales a diez años si permanecen con él. Otras hacen
predicciones bastante ajustadas a la realidad y cobran conciencia de que, aunque el primer
año sería muy difícil, existe la posibilidad de rehacer su vida en muchos aspectos.

Manejo de la separación o el divorcio. ¿Podré rehacer mi vida?


Si la evaluación de la relación total es básicamente buena, con más información y unas
pequeñas modificaciones se puede resolver el problema. Si no hay más remedio que la

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separación, aunque hayamos tomado la decisión en un nivel mental, debemos prepararnos
en los niveles emocional y práctico antes de empezar a actuar.
En mis clases yo comparo esta decisión con la de someterse a una operación quirúrgica.
Imaginemos que llevamos varios años con un dolor intenso. Ya probamos diversas
medicinas y tratamientos y no vemos resultados positivos. Finalmente llegamos con un
médico de confianza que, después de exhaustivos análisis y considerando todas las opciones,
nos recomienda una intervención.
Obviamente sentiremos miedo, inseguridad, desagrado, pero si nuestra salud integral y
hasta nuestra vida están en juego, habremos de aceptar. Podemos optar por permitir que
nuestras dudas y objeciones nos dominen y decirle al médico: “Doctor, no tengo dinero para
operarme”, “No tengo tiempo”, “No tengo con quien dejar a mis hijos”, “¿Qué tal si me
muero en la plancha?”, “Tengo miedo al dolor”, etc. Nuestros razonamientos pueden ser
válidos, pero eso no implica que cancelando o posponiendo la operación nos aliviaremos de
manera automática. Lo más probable es que la enfermedad empeore, desgaste nuestro
organismo y que, tarde o temprano, de todos modos nos operen de emergencia ya estando
tan débiles y con las defensas tan bajas que el pronóstico no sea favorable.
Una persona sensata, aunque le desagrade la idea de operarse, está consciente de que a la
larga es por su bien y hace los arreglos necesarios. Tal vez pida prestado para sufragar los
gastos, encargue a los niños con su mamá o algún familiar y trate de tranquilizarse con una
actitud más positiva. Al despertar de la anestesia se va a sentir muy mal, pero sabe que sólo
pasará unas horas en la sala de recuperación. En cuanto reaccione favorablemente, la
trasladarán a un cuarto de hospital, donde continuarán las molestias, mitigadas por
medicamentos. Pero se trata sólo de unos días.
Posteriormente llegará a su casa, todavía incapacitada para hacer una vida normal y tendrá
que aguardar con paciencia el tiempo razonable de la convalecencia. Superado todo esto, se
sentirá totalmente restablecida y tranquila. Aunque la cicatriz quedó ahí, los dolores y los
riesgos para su vida desaparecieron.
El separarte o divorciarte es algo muy similar a la operación, los primeros días pueden
ser terribles y la recuperación posterior muy lenta pero, tarde o temprano, tu vida será mejor.
Para analizar cuán preparada estás para la separación o el divorcio, antes de informarle a
tu marido o de acudir al abogado, contesta el siguiente cuestionario que te permitirá
identificar los tipos de dependencia que gravitan en tu vida.

Cuestionario sobre la preparación para la separación o el divorcio


¿Cuáles son tus dependencias?
Dependencia económica
— ¿Dependes totalmente de los ingresos de tu marido sin contar con entradas propias? Si
te quedaras sola, ¿tendrías con qué mantenerte?

— ¿Tienes alguna profesión, oficio o alguna habilidad? ¿Estarías dispuesta a volver a


estudiar?

— Si trabajaste antes de casarte, ¿sigues siendo competente en tu profesión? ¿Tienes al


corriente tu currículum y tus documentos?

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— ¿Puedes conseguir cartas de recomendación? ¿Sabes qué salarios se están pagando en
la actualidad?

— ¿Tienes confianza en ti misma en el aspecto laboral? ¿Has descuidado tu presentación?


¿Tienes ropa apropiada para presentarte a trabajar?
Recomendaciones: Si tu dependencia es total, no esperes a que te suceda una emergencia
que te tome por sorpresa. Empieza poco a poco a prepararte para cualquier eventualidad.
Estudia algo, consigue un trabajo de medio tiempo. Si tienes una profesión, practícala de
alguna forma y contacta a tus compañeros de carrera. Olvídate del miedo, de si él se va a
enojar o no te da permiso.
Aunque actualmente no estés contemplando el divorcio, calcula los riesgos futuros de no
estar preparada.

Dependencia social
— ¿Tus únicas amistades son las de tu esposo o las vecinas que están igual o peor que
tú? ¿Te has olvidado de tus amigos y amigas de soltera?

— ¿Te has aislado del mundo para dedicarte por completo a tu marido y a tus hijos?
— ¿Tus salidas de fin de semana han sido casi siempre a casa de tus padres o los de él?

— ¿Tienes temas de conversación interesantes? ¿Te sientes segura al desenvolverte ante


extraños? ¿Te da miedo ir sola a algún lado?

— ¿Piensas que una mujer no vale a menos que vaya acompañada por un hombre? ¿Irías
sola a una boda, a una cena o a otro compromiso al que usualmente se lleva pareja?
Recomendaciones: Si estás en cualquiera de los casos anteriores, es urgente que organices
tu tiempo para fomentar nuevas o revivir viejas amistades. Olvídate de culpas o del exceso
de responsabilidad. Busca gente productiva, interesante, positiva, que te aporte algo y que te
haga crecer como ser humano, que te valore por ti misma y que no te vea únicamente como
la esposa de fulano de tal o la mamá de zutanito. ¿Quién eres tú como persona? ¿Cómo te
ven los demás? ¿Te has convertido en la sombra de tu familia?

¿Puedes valerte por ti misma?


— ¿Te has vuelto una inútil fuera de las labores exclusivamente domésticas?

— ¿Puedes ir sola al banco, hacer trámites en algunas oficinas, cambiar un foco, una
llanta de coche?

— ¿Serías capaz de salir de viaje sola o con tus hijos?

— ¿Sientes que se te viene el mundo encima sin la presencia de un hombre?

— ¿Te crees capaz de educar a tus hijos sin la ayuda de tu marido?

— ¿Eres una mujer valiente ante la adversidad?

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Recomendaciones: Empieza lo más pronto posible a tratar de hacer algunas cosas por ti
misma. Cuando se trata de corregir algo de golpe nos sentimos abrumadas. De vez en cuando
resuelve algunos problemas sin pedir ayuda o consejo a tu marido para ir fortaleciendo tu
carácter. Te sentirás cada día mejor y más orgullosa de ti misma. Los hombres son muy
importantes, pero no indispensables.

Dependencia afectiva
— ¿Piensas que tu marido es el único hombre en el mundo? ¿Piensas que te hace un favor
al quererte? ¿Ni siquiera te importa que no te quiera con tal de que no te deje?

— ¿Crees que todavía eres una mujer atractiva, sexy, interesante? ¿Te miran los hombres
cuando vas por la calle?

— ¿Te sientes vieja, fea, gorda (o cualquier cosa negativa) e incapaz de atraer a un
caballero?

— ¿Eres extremadamente celosa e insegura? ¿Piensas que el mundo exterior está lleno
de mujeres atractivas e inteligentes que te pueden quitar al marido?

— ¿Le suplicas o le exiges a tu pareja que te quiera porque sientes que es su obligación?
— ¿Son satisfactorias tus relaciones sexuales? Si te divorciaras o quedaras viuda, ¿sientes
que tendrías derecho a tener relaciones sexuales nuevamente o te reprimirías por el resto de
tu vida debido a tus prejuicios?
Recomendaciones: Es importantísimo que eleves tu autoestima, que sientas que vales
como mujer, tanto en lo físico como en lo moral e intelectual. Tienes que aprender a quererte
para que te quieran los demás. No puedes depender únicamente del afecto de tu pareja para
sentirte valiosa como persona.
Recuerda que antes de conocerlo te sentías bien y que existen otros hombres que valen la
pena. ¿Realmente es tu pareja tan guapo, maravilloso y lleno de cualidades como para que
sufras por él o estás aferrada por miedo y dependencia?

Temor al “qué dirán”


— ¿Siempre tratas de darle gusto a la gente con tal de que te quieran o de que piensen
que eres una buena persona?

— ¿Te afecta mucho que alguien te critique? ¿Llegas a dudar si los demás están bien y tú
estás mal?

— ¿Te invaden sentimientos de culpa por las opiniones ajenas, aunque tú opines lo
contrario?
— ¿Serías capaz de hacer algo que tú realmente quieres sin importarte si lo aprueban o
no?

— ¿Te manipulan con facilidad haciéndote sentir que no estás cumpliendo con tu deber?

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— ¿Sabes realmente cuál es el papel de una buena esposa y madre sin dejarte llevar por
prejuicios convencionales?

— ¿Estás viviendo tu vida como tú quieres o como quieren los demás?


Recomendaciones: Si ése es tu caso, tu situación es todavía más grave. Recuerda que sólo
se vive una vez. No vayas a arrepentirte al final de tu vida de no haber tenido el valor
suficiente para ser feliz a tu manera. La gente siempre está lista para criticar, pero pocas
veces para comprender y ayudar. Eres humana y tienes defectos, pero tienes el derecho de
vivir tus propias experiencias.
Recuerda utilizar las frases “Para ti…, pero para mí…” que aprendiste en el capítulo 3
sobre la comunicación. No intentes convencer a gente que no entiende tus ideas o tu
conducta. No dudes, mantente firme.

La búsqueda de un buen abogado


— ¿Conoces las leyes con respecto al divorcio, la pensión alimenticia, separación de
bienes, patria potestad, daños físicos, abandono de hogar, etc.?

— ¿Tienes todos tus documentos en orden (acta de matrimonio, acta de nacimiento tuya
y de tus hijos?
— ¿Conoces a alguien de mucha confianza que pueda recomendarte a un buen abogado
cuyos honorarios estén dentro de tus posibilidades? (Evita a toda costa contar tus problemas
a toda la gente porque únicamente te confundirán y te harán sentir peor.)
No dependas sólo de la pensión que tu marido quiera darte, busca tener tus propios
ingresos para que tu nivel de vida no baje repentinamente ni tengas que andar pidiéndole
limosna porque no te alcanza.

Prepárate para los primeros días (posteriores al divorcio)


Es lógico que atravieses por una etapa de recuperación en la que te sentirás muy mal,
pero al menos, si has seguido los consejos anteriores, estarás un poco más protegida. Ahora
lo importante es no dejar que tu estado de ánimo se caiga. Haz una lista de todo lo que te has
quedado con ganas de hacer debido a tu matrimonio, y empieza a hacerlo. Quiérete,
consiéntete, busca personas que te hagan sentir mejor y evita a los preguntones morbosos.
En esta etapa quizá te convenga estar sola mientras logras poner en orden tu vida, tus
pensamientos y sentimientos. Desarrolla tu autoestima y verás cómo te volverás selectiva,
ya no te conformarás con lo que sea con tal de no estar sola. Sé paciente, trabaja mucho en
ti y lo lograrás. Te aseguro que, aunque primero tengas que atravesar un periodo difícil,
estarás mucho mejor que antes de tu transformación.

¿Cómo afectará a mis hijos esta decisión?


Hemos hablado mucho de nosotras mismas y de la relación de pareja, pero es
indispensable pensar en los hijos, pues son parte esencial de nuestras vidas y lo que hacemos
les afecta directa o indirectamente.
El comentario anterior debe interpretarse con mucho cuidado, ya que las vocecitas del
pasado brincarían automáticamente para hacernos sentir culpables con frases como: “No
importa lo que tú sufras, aguántate por tus hijos”, “Si te equivocaste al escoger pareja, tus
hijos no tienen por qué sufrir por ello”, “No tienes el derecho de quitarles el padre a tus

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hijos (las comodidades económicas, la compañía y el supuesto apoyo que tu marido les da)”,
“Si te separas o te divorcias, tus hijos se van a ir por el mal camino; se van a volver
drogadictos, vagos, traumados; van a bajar sus calificaciones; se pondrán muy tristes”,
“Tus hijos van a convertirse en unos rebeldes, tú no puedes con ellos sola”; “Los niños te
culparán de haber destruido el matrimonio”.
Insisto en que cuando no está en nuestras manos proporcionar a los hijos el hogar modelo,
porque no depende sólo de nosotras, y tenemos tranquila la conciencia por haber hecho todo
lo que está a nuestro alcance para que la situación mejore, es mejor enfrentarlos a la realidad
que continuar en un ambiente de conflictos, agresión e indiferencia que a la larga los daña
más.
Si has tratado de educarlos con reglas morales y de conducta como no ser irresponsables,
groseros ni agresivos y los reprendes cuando presentan estas actitudes negativas, imagina su
confusión al ver que su papá sí lo hace y tú, aunque te molestes, lo soportas. En caso de que
tuvieran amigos de conducta nociva, ¿verdad que intentarías alejarlos de esas malas
amistades?
Recuerda el dicho que dice: “Quien con lobos anda, a aullar se enseña”. ¿No te parece
totalmente contradictorio transmitirles valores morales si al mismo tiempo continúan al lado
de su padre cuya influencia puede ser tan fuerte que posteriormente presenten rasgos de
conducta similares a los de él? Una señora comentaba en terapia: “Mi hijo mayor es un
machito igualito a su papá”. Otra me comentó que su hijo de ocho años, enfurecido porque
ella lo reprendió, se le fue encima a golpes; cuando ella lo tomó de los brazos para frenarlo,
el chico le dijo: “Cuando llegue mi papá te vamos a pegar entre los dos”. Esto demuestra
que el pequeño consideraba muy natural que los hombres maltraten a las mujeres. En un
hogar mal avenido los niños se convierten en huérfanos emocionales; ni el padre ni la madre,
aunque vivan juntos, les pueden dar buenos ejemplos y sustento emocional.
El divorcio es difícil y desagradable para los niños, pero pueden sobrevivirlo si se enfoca
de manera sana e inteligente. No hay que hacer el papel de víctimas y obligar a nuestros hijos
a tomar partido. Debemos evitar los dramas que tal vez empeoren lo que realmente está
pasando. Es mejor decirles que sus papás se han dado cuenta de que la relación no funciona,
que ya pusieron todo de su parte, pero que continuar así les hace daño a los dos, que tanto
papá como mamá van a seguirlos queriendo y apoyando, cada uno por su lado. Aunque de
momento los chicos se vean tristes o renuentes a aceptar esa decisión, tarde o temprano la
asimilan.
Una paciente mía tomó medidas muy adecuadas el día que su esposo se fue de la casa.
Por supuesto le dolía ver terminado su matrimonio, pero sacó el valor interno para salir
adelante empezando con lo siguiente: En vez de ponerse a llorar, actuar en forma deprimida
y desesperada, le dijo a sus hijos: “Sé que éste es un momento difícil para todos, pero vamos
a verle el lado bueno y a unirnos más. Ya no van a presenciar gritos ni discusiones, la casa
va a estar en paz. Hoy es el inicio de una nueva vida, les pido que me ayuden a ser valiente”.
Salió al mercado, compró flores, hizo una rica comida, puso música alegre, después de comer
organizó juegos de mesa con sus hijos, en la noche los acompañó a la cama y les contó un
cuento, arropándolos para que se sintieran bien. Posteriormente se retiró a su recámara.
Aunque tenía ganas de llorar, pensó que finalmente podría dormir tranquila sin preocuparse
por la hora en que llegaría el marido o si estaba o no con la otra. La mañana siguiente pidió
a sus hijos su cooperación en las labores del hogar y su reacción fue positiva. Con algo de
miedo, pero con mucha fe en Dios y en sí misma, salió a la calle a buscar trabajo, viendo el
futuro con optimismo.

79
Si afortunadamente tu esposo es una persona madura, centrada y accesible, aunque
ustedes como pareja ya no funcionen y decidan separarse, pueden ponerse de acuerdo en las
visitas y el trato a los hijos después del divorcio. No necesitan convertirse en enemigos ni
crear los serios conflictos emocionales que para los niños significa tomar partido. Pueden
definir entre ambos las estrategias acerca de las reglas de conducta aceptables (permisos de
salida, no comer alimentos chatarra, calificaciones, etc.) para que los chicos no se
descontrolen viendo actitudes diferentes cuando conviven con su mamá y con papá.
Es de esperarse una crisis temporal de adaptación y debemos tener paciencia hasta que
pase. Sin embargo, si los hijos reaccionan de manera inadecuada, es preferible buscar ayuda
profesional que llenarse de culpas o agravar más los problemas por no saber cómo actuar.
Por otro lado, hay muy buenos libros de autoayuda dedicados específicamente a estos temas
y que contienen las investigaciones de profesionales serios.
Muchos estudiosos sobre problemas de pareja coinciden en que lo dañino para los hijos
no es el divorcio en sí, sino el camino tortuoso que toda la familia ha tenido que recorrer
para llegar a ese momento.

Matrimonios atorados
Con el paso de los años, al ver que nuestras expectativas no se cumplieron, llegamos a la
conclusión de que no nos casamos con la persona apropiada ni por los motivos apropiados.
Quizá ninguno de los miembros de la pareja era lo suficientemente maduro o consciente de
lo que implicaba una relación de pareja y caímos en varios de los errores descritos en este
libro.
Sin embargo, nos vemos atoradas en una situación que ni es lo suficientemente mala para
pedir el divorcio, ni lo suficientemente buena para sentirnos plenas y realizadas. Es posible
que ya tengamos hijos e intereses económicos en común (una casa, por ejemplo) y que el
esposo tenga varias cualidades que vale la pena tomar en cuenta, como ser buen padre, buen
proveedor, de carácter tranquilo y no causar problemas mayores como alcoholismo, golpes,
mujeriego, etc. No hay suficientes motivos para pedir el divorcio; además, los hijos están
muy a gusto con su padre y no entenderían por qué la madre quiere destrozar el hogar.
Sin embargo, la esposa se siente sola y vacía, incompleta e incomprendida en varias áreas:
diferencias intelectuales, de gustos y pasatiempos, en el terreno sexual, proyectos de vida
incompatibles, se acabó el amor o ya no existe la química y el entusiasmo que debe tener
una relación. No justifico que por motivos frívolos y superficiales como decir: “Ya me aburrí
con éste, mejor me busco otro” o por pleitos pasajeros o malos entendidos se destruya la
pareja. Por supuesto que primero debemos hacer una valoración muy completa de qué pasó
en el matrimonio, qué errores cometió cada uno e incluso buscar ayuda profesional.
Muchas parejas han pasado ya por este proceso y algunas mejoran su relación, aunque
hay otras que tienen que admitir que son incompatibles en aspectos muy importantes.
Las voces del pasado entrarían en acción para decirnos: “Aguántate y dale gracias a Dios
de que no te tocó un hombre tan malo. Si buscas otro, tal vez te salga peor que el que tienes
y luego te vas a arrepentir”. La mujer se conforta por un tiempo y generalmente se mantiene
muy ocupada con sus deberes en la casa, en el trabajo o con los hijos adormeciendo el clamor
de sus necesidades interiores. Puede tratar de convencerse, poner énfasis en el lado bueno
de su marido y casi forzarse a creer que todo está bien, que no debe de ser egoísta e incluso
que es afortunada.
Daremos algunos ejemplos de estas incompatibilidades:

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1. Susana se casa virgen con un hombre muy bueno. El marido es trabajador, atento,
cumplido, responsable y se llevan bien en casi todo. El problema está en el área sexual. Ella
es muy apasionada y sensual, mientras que para él el sexo no tiene la mayor importancia, es
un acto rápido, rutinario y queda satisfecho con un encuentro cada dos o tres semanas.
Susana trata de averiguar si lo que les sucede es normal o común en las demás parejas y
busca ayuda, primero con libros y cursos informativos sobre la sexualidad, luego con su
ginecólogo, finalmente con un terapeuta que le indica una serie de ejercicios para mejorar su
vida sexual. Ella le presenta los libros al esposo, insiste en que vean videos juntos, se pone
ropa sexy, le da masajes, se porta cariñosa y seductora, le insiste en que vayan a la terapia y
se esfuerza por comunicarse con él de manera directa pero amable respecto de sus
necesidades.

Las reacciones del marido varían desde sentirse francamente molesto por las demandas
de su mujer, porque lo hacen sentirse inadecuado (él interpreta los esfuerzos de su esposa
como una ofensa a su capacidad amatoria y la hace sentirse promiscua o ninfomaníaca),
hasta mostrarse francamente aburrido o desinteresado en los libros y los ejercicios del
terapeuta.

La esposa se sigue esforzando, le tiene paciencia o se desespera creyendo que ha dejado


de amarla. Llega a sentir que ya no es lo suficientemente atractiva y que por eso la rechaza.
Ya no encuentra la forma de hacerlo reaccionar.

Susana relata que en una ocasión se bañó, se perfumó, se vistió con un negligé negro,
puso velas, sábanas de seda y esperó al marido con una bella música y su bebida favorita.
Él, con su carácter frío y retraído, obsesionado con su trabajo y con la televisión, al llegar a
casa, le dijo con aire distraído: “Oye Susana, hace mucho frío, ¿no crees que te puede dar
gripe con ese camisón tan destapado?”, y se puso a ver su programa favorito. Es de imaginar
la frustración de esta señora al admitir definitivamente que su temperamento y el de su
marido eran totalmente incompatibles y que no había nada más que pudiera hacer para
cambiar la situación.

Sin embargo, le pesaba mucho el hecho de que él era un padre excelente y que en todo lo
demás se llevaban bien, tenían una bella casa y actividades sociales muy satisfactorias.
Realmente no quería divorciarse y perder todo eso. Entonces, ¿qué hacer con sus necesidades
sexuales?

2. Lorena se casó muy joven con un compañero de la preparatoria porque estaba


embarazada. Los primeros años del matrimonio los problemas eran de índole económica, en
tanto él lograba estabilizarse y encontrar un buen empleo. Aunque todavía se quieren y se
llevan bien después de 15 años de matrimonio y tres hijos adolescentes, se han ido alejando
cada vez más como pareja. Él estuvo demasiado ocupado tratando de poner un negocio y
ella criando a hijos pequeños.

Recientemente en Lorena ha surgido la inquietud de volver a estudiar una carrera y


posteriormente trabajar, a lo que su marido se opone. A pesar de haber hablado con él, no ha
podido convencerlo. El señor es un buen hombre en otros aspectos, incluyendo su vida sexual
que es muy satisfactoria, pero en este punto es inflexible.

81
Ella no tiene una causa real para divorciarse, pero con tristeza siente que le hubiera
gustado elegir un marido que apoyara sus proyectos. Ama a su esposo y a sus hijos, pero se
siente muy triste al tener que renunciar a sus aspiraciones para evitar problemas.

3. Elsa es una chica fina y culta. Le agrada la música clásica, el ballet, asistir a
conferencias, leer buenos libros y la comida gourmet. Cuando se casó con Pedro, no tomó
en cuenta las enormes diferencias culturales entre ambos porque estaba muy enamorada.
Pensó que era absurda la oposición de sus padres a la boda y sentía injusto que hicieran
menos a su novio por su condición social.
Finalmente se casó y aunque había amor y convivencia pacífica con su marido, ella se
sentía vacía al ver que él prefería ver el fútbol, le desagradaba leer y asistir a presentaciones
de tipo cultural. Su idea de una buena comida eran carnitas u una cerveza. Intentó “refinarlo”,
pero él le dijo que así era y que no iba a cambiar. Para Elsa es frustrante no poder compartir
sus gustos y actividades con su pareja.
Éstos son casos de matrimonios atorados que deben evaluarse con cuidado. Comentar los
problemas con familiares o amigas no resuelve nada porque, aunque nos aconsejen de buena
fe, no siempre tienen los conocimientos o el criterio necesario para aclarar nuestras dudas y
ayudarnos a tomar una decisión apropiada.
Aunque aparentemente los problemas no son graves, sí pueden provocar mucha tristeza
y frustración. Definitivamente no se resuelven solos, por lo que es mejor buscar ayuda para
poder tomar una determinación.

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CAPÍTULO 5

Errores que hay que evitar


Es muy posible que conforme avanzabas en la lectura de este libro, parte de la ira que
sentías contra tu pareja se haya volcado contra ti misma y pienses: “¿Cómo pude ser tan
tonta?” “¿Por qué no me fijé con quién me estaba relacionando?” “¿Cuántos errores
cometí?” “¿Por qué no me dijeron todo esto antes?” “¿No será demasiado tarde para hacer
cambios en mi vida?”.

Ya lo pasado, pasado, no lo puedes remediar, pero sí puedes aprender de tus


equivocaciones, no repetirlas y, más que nada, no transmitirlas a tus hijos. A continuación
mencionaré en términos generales las recomendaciones a seguir para evitar los errores más
frecuentes que las mujeres cometen en su relación de pareja. Si eres soltera, viuda, divorciada
o estás separada, revísalas con cuidado; la vida siempre brinda otra oportunidad a quien sabe
buscarla y debes estar preparada para ella.

Ahora bien, si estás casada y después de analizar detenidamente los capítulos “Círculo de
cambios” y “Evaluación de la relación total”, crees que todavía es posible hacer
modificaciones en tu matrimonio, adelante. Espero que tu pareja coopere contigo y logren
una vida más armoniosa.

Si estás en un matrimonio atorado, aquí he intentado proporcionarte los consejos más


sensatos ante una situación tan compleja; la decisión final es tuya. Si tu relación es
insoportable y, pese a tus esfuerzos, te das cuenta de que no tiene remedio, ten valor y fuerza
para salir de ella a tiempo y rehacer tu vida. Es mejor sufrir un poco ahora y no mucho
después.

Las recomendaciones en esta lista con como el seguro de un automóvil. Si compraras uno
nuevo, seguramente lo cuidarás con el mayor esmero y no desearías que te lo dañen o roben,
pero nunca está demás tenerlo asegurado por cualquier eventualidad.

Lo mismo sucede con el matrimonio. Cuando damos ese paso lo hacemos con el deseo
de poner lo mejor de nuestra parte para ser felices y hacer feliz a nuestra pareja, pero nadie
nos garantiza que todo va a ser como lo soñamos. Hay que actuar de buena fe, pero también
es importante estar prevenida.

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Recomendaciones generales
1. La mujer debe tener suficiente experiencia previa (no necesariamente sexual) para
saber escoger a su pareja, detectar a los diferentes tipos de hombre y tomar nota de los
fracasos de las parejas a su alrededor para no caer en ellos.
En este punto se plantea una enorme diferencia con la educación tradicional, en la que se
exigía no sólo la virginidad, sino que la mujer cuidara su buena reputación sin poder tener
novios ni salir libremente con muchachos. Las chicas iban al matrimonio con los ojos
cerrados, inmaduras e ingenuas, con un gran idealismo, pero sin conocimiento alguno de
cómo son realmente los hombres.
Éste es el principal motivo por el que muchas mujeres totalmente sorprendidas, dicen:
“Es que él era tan diferente cuando éramos novios, pero después cambió”.
Indudablemente, durante el noviazgo ponemos nuestra mejor cara para impresionar a la
pareja, pero también es muy cierto que una muchacha inexperta fácilmente puede ser
impresionada por un hombre que no le conviene; ahí radica la importancia de tener
experiencia.
La joven que se casó con el primero que se le puso enfrente por salir de su casa o por estar
profundamente “enamorada”, no tiene los elementos necesarios para escoger adecuadamente
al que va a ser su compañero de vida y padre de sus hijos. No tiene idea de cómo piensan,
sienten y reaccionan los hombres. No hay príncipes azules, pero tampoco debemos
conformarnos con lo que sea con tal de no estar solas.
Querida lectora, no prohíbas a tu hija tener novio pensando que así la cuidas de muchos
peligros. Te aseguro que si la chica se empeña, no habrá prohibición alguna que le impida
ver al novio. Más bien hazte su amiga, háblale claro de la vida, sin evasiones y sin
transmitirle tus propias amarguras y frustraciones. Si tenemos a nuestras hijas pegadas a
nuestras faldas, no desarrollarán su criterio y buen juicio a la hora de seleccionar pareja.
Obviamente no estoy hablando de un libertinaje sin límites, sino de una actitud equilibrada,
con cierta libertad supervisada, incluso permitiendo algunas equivocaciones para que puedan
aprender de sus propias experiencias.
También es cierto que el que una joven haya tenido muchos novios no es garantía de que
hará una buena elección, pero si estará mejor preparada para enfrentarse a los posibles
conflictos que se desarrollen dentro de la relación de pareja.
Muchas señoras casadas me han dicho: “Si yo hubiera sabido antes lo que ahora sé…”,
“Si me hubieran educado de otra manera, no tendría actualmente tantos problemas”. Las
lectoras casadas con hijas, ¿realmente quieren que sus chicas tengan una vida igual a la de
ustedes?
2. Aunque el amor es muy importante, no es suficiente. Para esposo debemos buscar un
hombre que no cause mayores problemas, mismos que muchas veces pueden detectarse
desde el noviazgo (alcohólicos, mujeriegos, mentirosos, neuróticos, misóginos, agresivos,
hijos de mami). Si presentan estas conductas antes de casarse, lo más probable es que con el
matrimonio empeoren. Olvídate del viejo mito: “Con mi cariño y comprensión él va a
cambiar”, te estás engañando.
Es utópico pensar que encontraremos a un hombre perfecto. Todos (también nosotras)
tenemos virtudes, defectos y se requiere una gran dosis de paciencia, tolerancia y adaptación
para la convivencia con otra persona. Pero eso no significa pasarnos de buenas o, mejor
dicho, de tontas y permitir abusos o situaciones que atentan contra nuestra dignidad.

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Lo que pudiera parecer curioso o absurdo es por qué chicas buenas e inteligentes llegan
a enredarse con individuos nefastos. Es muy sencillo, porque no tienen experiencia previa
para poder diferenciar, se ciegan por lo que creen que es el amor o por sus propias
necesidades no satisfechas (en ocasiones originadas en la infancia) y le ven cara de príncipe
a un hombre que no vale la pena.
Para los que vemos la relación desde afuera hay cosas que resultan obvias, pero la chica
sin experiencia no las puede detectar. Una cantidad impresionante de jovencitas me llaman
a los programas de radio o me escriben correos haciéndome preguntas como ésta: “Mi novio
toma, es muy agresivo y desatento, me ha engañado con otras varias veces, pero yo le quiero
mucho y él promete que va a cambiar, ¿qué debo hacer?”. Los demás vemos el problema
más claro que el agua, pero ella no lo percibe así por las razones ya expuestas.
3. No confundas el amor con el enamoramiento. Puede ser muy excitante e intenso
sentir emociones fuertes con alguien que nos tiene totalmente cautivadas y nos hace latir el
corazón, es por eso que le damos el nombre de amor a sentimientos muy diferentes que
incluyen la fascinación, el capricho, la obsesión, la dependencia emocional, etc.
En innumerables ocasiones la mujer tiene oportunidad de escoger entre dos pretendientes.
Uno es bueno, estable, sincero, cumplido, responsable y tiene un sinfín de cualidades, pero
no la convence porque no la hace sentir emociones fuertes, lo considera aburrido y concluye
que no lo ama. El otro está lleno de defectos e inconvenientes, la trata mal y puede ser un
verdadero malvado, pero la tiene embobada, no deja de pensar en él y siente que a su lado
se derrite. Llegamos a convertirnos en hijas de la mala vida; sufrimos pero no nos podemos
zafar.
Muchas lectoras se sentirán identificadas con lo que acabo de decir y se estarán
cuestionando: “Lucy, tienes razón pero, ¿cómo le hago?”. Es necesario que estudien
cuidadosamente la descripción de la mujer madura y equilibrada presentada en este capítulo;
así tendrán claro cómo debemos transformar nuestra manera de amar.
4. Asegúrate de obtener una adecuada educación sexual y una actitud positiva en este
aspecto. Muchos problemas matrimoniales se originan o magnifican si esta área no está
satisfecha. Hay muchos buenos libros, conferencias y terapias relacionadas con una
sexualidad sana. Infórmate.

5. Aunque estés casada, conserva tu independencia y tu individualidad. No cambies por


completo tu vida, sigue estudiando, trabajando, preparándote, conserva tus amistades. No
creas que al casarte vas a resolver todos tus problemas. No anules tu personalidad para
convertirte en la sombra de tu marido y de tus hijos. Revisa cuidadosamente los peligros del
capítulo donde describí a la Chica Moderna Comunicativa y el cuestionario de Dependencias
para no verte en tales aprietos.
Desde luego que cuando te casas tu meta es tener un buen matrimonio, una pareja que te
ame, que se preocupe por ti, que te trate con cariño y con respeto, que sea digno de confianza,
que te valore, con quien tengas una buena comunicación. La realidad es que muy pocas
personas logran este ideal. Se casan muy ilusionadas y con buenas intenciones, pero poco
después el mismo hombre que nos juró amor eterno puede estarnos agrediendo y
haciéndonos sufrir. O simplemente se acaban el amor, el entusiasmo y la voluntad de hacer
vida en común.
Al observar a muchas personas esforzarse por sacar adelante un matrimonio sin
conseguirlo, me preguntaba: ¿De quién es la culpa? ¿Realmente es la mujer la única
responsable de retener al marido y mostrar la prudencia o espíritu de sacrificio necesario

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para que la relación funcione? ¿Por qué al hombre no se le pide lo mismo? ¿Por qué el estar
casada a veces es sinónimo de sufrir, aguantar y luchar en lugar de ser feliz y encontrar
cariño y apoyo en la pareja? Muchas de estas preguntas las contesté con la siguiente
conclusión:
6. No esperes que un hombre pueda o quiera satisfacer todo lo que requieres para ser
feliz (apoyo económico, buen sexo, fidelidad, comprensión, ternura, etc.). Qué bueno que
nuestra pareja sea capaz de satisfacernos en algunos de estos aspectos, pero es nuestra
responsabilidad buscar la forma de hacernos felices a nosotras mismas. Debemos
reeducarnos y cambiar actitudes y conductas.

¿Qué aprendí de mis parejas anteriores y de mi forma de escogerlas y


de relacionarme?
Todos cometemos errores, no nacemos sabiendo, menos aún en lo que se refiere a la
relación de pareja. No basta con ser buenas, fieles, cariñosas y honestas para esperar un trato
recíproco. Es inmaduro culpar a la mala suerte por el hecho de no tener pareja o de estar en
una relación conflictiva. De una significativa manera (aunque a veces inconsciente)
participamos en todo lo que nos acontece.
Con el ejercicio siguiente y con los antecedentes generales que di en los puntos anteriores,
podrás detectar qué pasa contigo a nivel individual. Llena el cuestionario con cuidado y
honestidad, sin justificaciones ni actitudes de víctima; después analízalo. El primer paso para
cambiar nuestras pautas de conducta es ver cómo y por qué se originan (no sólo saber que
existen) y, posteriormente, poner todo lo que está a nuestro alcance para cambiarlas.

“Evaluación de mis relaciones pasadas”


Escribe en las hojas de respuestas el nombre de los cuatro últimos (o los cuatro más
importantes) hombres en quienes hayas estado interesada o enamorada, aunque no te hayan
correspondido.
Por cada nombre listado escoge la respuesta que más aplique y anótala en la casilla
correspondiente.
1) ¿Cuál era tu estado de ánimo cuando se conocieron?
— Ya no soportaba la situación en mi casa y quería huir a como diera lugar.
Estaba deprimida por algún problema, me sentía sola y necesitaba afecto.
— Acababa de terminar con una relación de la cual salí muy lastimada.
— Tenía poca suerte con los muchachos y él me prestó mucha atención, haciéndome
sentir querida y especial.
— En el momento de conocerlo yo estaba feliz y realizada en la mayoría de los aspectos
de mi vida.

2) ¿Qué problemas familiares tenía él?


— Papás divorciados o separados.
— Padres viviendo juntos, pero papá macho/madre abnegada.
— Mamá dominante o de mala reputación.
— Padre sumiso.
— Padre ausente o indiferente (abandono, separación, muerte, actitud).
— Madre ausente o indiferente (abandono, separación, muerte, actitud).
— Familia unida y bien integrada.

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3) Nivel socioeconómico — Superior al tuyo.
— Igual al tuyo.
— Inferior al tuyo.

4) Actitud
— Labioso, seductor, mentiroso.
— Inconstante, indeciso, voluble.
— Muy macho, castigador, mandón, celoso o posesivo.
— Con problemas personales o vicios (él me necesita).
— Un hombre cabal y centrado.

5) Apariencia
— Guapo.
— Más bien feo.
— No muy bien parecido, pero con mucha personalidad.
— Normal (del montón).

6) Estudios
— Primaria.
— Secundaria.
— Preparatoria.
— Oficio o preparación técnica (especifícalo).
Título o grado profesional (ingeniero, contador, médico, etc. Especifícalo.

7) Empleo
— Trabajo mediocre, no tiene estudios o ambición por superarse.
— Profesional exitoso.
— Negocio propio.
— Inconstante; a veces no trabaja.
— Tiene empleo, pero es muy conflictivo (problemas con jefes, compañeros o
subordinados).

8) Ingresos
— Esporádicos.
— Bajos.
— Medios.
— Altos.
— Tacaño y controlador del dinero.
— Generoso y responsable de los gastos.

9) Atenciones
— Ambos teníamos atenciones, pero sin descuidar otras áreas de nuestra vida.
— Él tenía más atenciones para mí.
— Yo tenía más atenciones con él.
— Los dos nos preocupábamos uno por el otro, con la misma intensidad.

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10) Comportamiento
— Con frecuencia me trataba mal, pero yo creí que iba a cambiar (llegué a pensar que era
mi culpa por no entenderlo y provocarlo).
— A veces era encantador y otras grosero, distante o indiferente (estos cambios me
descontrolaban).
— Generalmente era atento, cariñoso, considerado y estable en sus estados de ánimo y
conducta.

11) Afinidades
— Muy similares en gustos y aficiones.
— Radicalmente diferentes.
— Algunas cosas en común.

12) Ideales
— Modos de ver la vida totalmente diferentes. Más o menos coincidíamos.
La mayoría de nuestros valores eran los mismos.

13) Necesidad del otro


— Aunque nos amábamos y teníamos interés, no era muy intensa nuestra necesidad de
estar juntos.
— Yo necesitaba mucho su cariño y atención.
— Él se mostraba desesperado sin mí.
— Los dos estábamos mutuamente obsesionados.
14) Intensidad del amor
— Me obsesioné con su amor y me volví dependiente sentimentalmente.
— Él estaba más enamorado que yo.
— Aunque al principio él me amó más, luego se invirtieron las cosas.
— Llegamos a un punto de equilibrio, amándonos y respetándonos profundamente, pero
sin caer en dependencias.

15) Aceptación
— No nos aceptábamos tal cual éramos.
— Yo deseaba que él modificara varios aspectos.
— Él no estaba de acuerdo con muchas cosas de mi modo de ser.
— Los dos nos quejábamos y presionábamos para que el otro cambiara.

16) Seriedad del compromiso


— Él insistía en formalizar.
— Yo presionaba para que él se comprometiera.
— Con el paso del tiempo se invirtieron los papeles.
— Los dos teníamos planes futuros muy similares.
— Nuestros enfoques y proyecto de vida eran bastante distintos.

17) ¿Cómo me siento cuando estoy con él?


— Ansiosa, angustiada, frustrada, infeliz, minimizada.
— Sola, vacía, sin apoyo ni comprensión, desilusionada.

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— Tranquila, amada, respetada, comprendida, apoyada y valorada (lo admiro por sus
cualidades y su trato).

18) ¿Cuándo se detectaron los conflictos?


— Me di cuenta desde el principio que nuestra relación no iba a funcionar, pero preferí
ignorar los avisos.
— Durante algún tiempo las cosas iban bien, pero yo tenía que poner demasiado de mi
parte.
No tenía la menor conciencia de que esto era algo equivocado (estaba cegada por el amor).

19) ¿Cuánto tiempo soportaste la relación, aun presintiendo que no iba a funcionar?
— Me alejé en cuanto me percaté de los problemas.
— Finalmente terminamos, pero después de un periodo largo y desgastante.
— Sigo con él (sé que no me conviene, pero no puedo dejarlo).
— Luché hasta el final, pero él me dejó a mí).
— Lo dejé, pero sólo hasta que apareció otro hombre en mi vida.

20) Fin de la relación


— Yo tomé la decisión de dejarlo, aunque me doliera.
— Él terminó conmigo y nunca supe realmente por qué.
— Nos separamos de mutuo acuerdo (la relación se fue diluyendo).
— Tengo pánico de terminar con él.
— Quiero terminar, pero él no quiere.

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Evaluación de relaciones pasadas Hoja de
respuestas
Nombre: ________________________________ Fecha: _______________

1 Estado de ánimo

2 Problemas familiares

3 Nivel socioeconómico

4 Actitud

5 Apariencia

6 Estudios

7 Empleo

8 Ingresos

9 Atenciones

10 Comportamiento

11 Afinidades

12 Ideales

13 Necesidad del otro

14 Profundidad del amor

15 Aceptación

16 Seriedad del compromiso

17 Cómo me siento a su lado

18 Los conflictos empezaron

19 Cuánto soportaste la
relación

20 Fin de la relación
¿Una nueva pareja?
Si deseas una nueva pareja, teniendo en cuenta la experiencia pasada, puedes utilizar el
siguiente cuestionario como ayuda para evaluar previamente las posibilidades de que la
relación funcione. No se trata de un cálculo matemático exacto, pero te ayudará a tener una
visión más clara de lo que vas a hacer. Desde luego es completamente inútil escoger con
lupa a nuestra pareja si nosotras no estamos preparadas para ser una buena pareja. Esto lo
veremos más adelante en la descripción de la mujer madura y equilibrada.
Procura ser muy oportuna y delicada en la aplicación del cuestionario; elige bien el
momento y la manera de hacer las preguntas para que el involucrado no se sienta interrogado
o bajo juicio, algo desagradable para cualquiera. No te molestes en aplicarlo a quienes de
antemano percibas que no tienen posibilidades de ser compatibles contigo. Tampoco esperes
que alguien salga aprobado en un cien por ciento; no lo hay.

Cuestionario para evaluar posibles parejas


1. ¿Qué deseas o ambicionas en la vida?
2. ¿Cuáles consideras que son tus cualidades?
3. ¿Cuáles consideras que son tus defectos?
4. ¿Qué admiras en la gente? 5. ¿Qué detestas en la gente?
6. ¿Qué te hace feliz?
7. ¿Qué te hace desdichado?
8. ¿Cuáles son tus peores equivocaciones?
9. ¿Qué crees que opinan los demás de ti? (cualidades positivas y negativas) 10. ¿Qué
desearías corregir en ti mismo?
11. ¿Qué metas u objetivos tienes para el futuro?
12. Define realistamente cómo concibes una relación de pareja.
13. ¿Qué necesidades esperas que tu pareja satisfaga?
14. ¿Cómo deseas que sea la convivencia con tu pareja?
15. ¿Qué cualidades te gustaría que tuviera tu pareja?
16. ¿Qué rasgos de carácter o conducta no tolerarías en tu pareja?
17. ¿Qué derechos y obligaciones equitativas establecerías para tu relación de pareja?
Toma en cuenta que al contestar el cuestionario él, para causar una buena impresión,
posiblemente te mienta o te diga las cosas que deseas escuchar. Sin embargo sus respuestas
te darán una muy buena idea de cuál es su forma de pensar. Mantente muy atenta para ver si
sus palabras y actitudes concuerdan con lo que dice.
Algunas mujeres se desesperan porque sienten que, aunque ellas se esfuercen por crecer
emocionalmente, no es nada fácil encontrar a un hombre del mismo nivel. Un buen número
de mujeres exitosas y superadas están sin pareja.
No dejemos que lo anterior nos deprima; recordemos que toda la sociedad está pasando
por una paulatina y difícil transformación y que quizá sean pocas las personas que logren
una armoniosa relación de pareja. Tengamos en mente que las mujeres somos quienes
educamos y condicionamos a los hombres desde la cuna y que, conforme vayamos
cambiando nosotras, las generaciones futuras serán más sanas.
La mujer madura y equilibrada: cómo es, cómo se relaciona y
comunica, cómo concibe el amor
Siguiendo el formato que utilizamos para las descripciones de los diferentes tipos de
mujeres en el capítulo 2, ahora daremos una descripción de cómo ama una mujer equilibrada
y madura (sin importar su edad).
No es mi intención dar una receta específica o un rígido modelo a seguir. Estoy penamente
consciente de que cada persona es diferente, ha pasado por experiencias distintas y sus
necesidades o gustos varían.
Sin embargo, estos lineamientos generales nos pueden ser de gran utilidad para comparar
nuestros comportamientos previos, aprender de nuestros errores y empezar el difícil,
doloroso, pero muy gratificante camino de la superación personal y el crecimiento interno
para tratar de alcanzar, hasta donde sea humanamente posible, una relación armoniosa y
satisfactoria.

La mujer madura y equilibrada


Busca:
Antes que nada, una buena relación consigo misma y, posteriormente, una buena relación
con los demás. Su autoestima es muy sólida, tiene criterio para detectar y no involucrarse
emocionalmente con personas conflictivas. No se impresiona fácilmente por lo que la cultura
dicta como ideal (gran belleza física, personalidad fascinante, excelente posición
económica). Sabe reconocer y apreciar los verdaderos valores en los seres humanos. No
idealiza con expectativas irreales, no está amargada creyendo que nadie vale la pena o que
tiene mala suerte.
Papel que asume:
Es sencilla, pero con conceptos sólidos, es íntegra, congruente en su forma de ser y de
pensar. Muestra una gran seguridad sin caer en la presunción o la prepotencia. Jamás juega
o abusa de los sentimientos ajenos. Se entrega plenamente a una relación dando lo mejor de
sí misma y está dispuesta a adaptarse de manera recíproca a otra persona, pero sólo después
de una cuidadosa y realista evaluación respecto de la compatibilidad con su pareja y la
disposición que él también tiene para que la relación funcione. Aprende de los errores
cometidos en las relaciones pasadas y trata de superarlos.
Tipo de hombre que atrae:
Sin ser tan relevante la edad o el físico de esta mujer, puede atraer a casi cualquier hombre.
Si su pareja no se encuentra en el mismo nivel de evolución o se da cuenta de que no son
compatibles en lo esencial, ella no propicia que la relación continúe, la termina de manera
discreta pero firme, sin dañar al otro ni dañarse a sí misma.
Si la vida la coloca en el camino de un hombre afín y además se produce esa química
mágica que atrae a las personas, pone todo lo que está de su parte para compartir con su
pareja lo mejor de sí misma, sin poses ni hipocresía.
Tipo de familia de la que proviene:
De cualquier tipo de familia, pero ha trabajado psicológicamente para entender cuáles
fueron sus raíces y los traumas de su infancia. No se dedica a guardar errores o a culpar a
sus padres de todas sus desgracias. Comprende el efecto en ella de las influencias culturales
y familiares pero, al mismo tiempo, toma conciencia de que ya es una persona adulta con la
capacidad de dejar a un lado el pasado y se responsabiliza de su futuro.
Tiene la capacidad de perdonar a otros y de perdonarse a sí misma. Aunque haya sufrido
mucho, es una persona con una gran riqueza interior, sin reproches ni amarguras y conserva
su capacidad de amar y de creer en las cosas buenas de la naturaleza humana. Por lo general,
tiene un excelente sentido del humor, acepta con gusto y alegría las cosas agradables que la
vida le proporciona y toma con filosofía los contratiempos inevitables.
Análisis
La descripción anterior pudiera parecer un tanto utópica e inalcanzable; no obstante,
lograrla es posible si se trabaja con el empeño suficiente a través de la reflexión, la terapia,
los libros y los cursos de superación, así como el cambio consciente de actitudes y conductas.
No se trata de cambiar nuestra naturaleza básica, más bien de transformar (entendida esta
palabra como ampliar, enriquecer, mejorar, eliminar lo que no nos ha funcionado) nuestra
manera de amar.
Los errores del pasado no son producto de alguna falla innata o de tener mala suerte al
caer en manos de personas destructivas que disfrutan haciéndonos sufrir, sino de un
condicionamiento cultural frecuentemente equivocado, aunado a cierta inconsciencia
provocada por la ignorancia y la inmadurez, así como a mecanismos de defensa automáticos
que en su momento utilizamos creyendo erróneamente que así conseguiríamos llenar
nuestras necesidades afectivas y evitaríamos salir lastimadas.
Estoy segura de que cualquier mujer, si trabaja en sí misma a conciencia, con humildad,
pero con la creencia básica de que no es mala, ni defectuosa, ni indeseable, puede llegar a
ser una persona maravillosa, auténtica, con una enorme capacidad de dar sin sobreproteger
o volver a los demás dependientes, y con todo el derecho de recibir sin recurrir a trucos,
jueguitos, a la excesiva complacencia y sumisión para ser aceptada o a la manipulación de
otros para sacar ventajas.
La mujer completa no es perfecta. Tiene defectos y vulnerabilidades, pero está consciente
de ellos y sabe cómo manejarlos sin necesidad de reprimirlos o disfrazarlos para conservar
su imagen ante los demás. Atraviesa por momentos de depresión y de tristeza, pero no le
abruman de manera permanente; los acepta, los procesa, se tiene paciencia y sale adelante.
Puede enojarse o accidentalmente salirse de control, pero rápidamente reflexiona, se
arrepiente, reconoce sus errores y escoge entre sus alternativas.
No idealiza demasiado a su pareja con falsas expectativas de cómo necesita que sea ni
trata en vano de cambiarla o controlarla, frustrándose porque no responde a lo que espera.
Tampoco se amarga quejándose de su mala suerte al no encontrar a alguien que valga la
pena, que la comprenda y la valore, sino que se responsabiliza de su propia participación.
Está consciente de sus cualidades y virtudes sin envanecerse en ellas. Continuamente
trabaja en sus defectos sin permitir que aniquilen su autoestima, etiquetándose de manera
negativa y derrotista. Es sencilla y amable, sin esforzarse por impresionar con atributos
externos; más bien impacta por su sinceridad, transparencia y paz interior. Las personas a su
alrededor se sienten bien no por una apantallante fascinación, sino por la convivencia con
una persona cálida, centrada, honesta, que se acepta a sí misma y sabe aceptar a los demás.
Suele ser independiente y segura de sí misma, valiente ante las circunstancias adversas,
pero no se muestra autosuficiente y prepotente. Si tiene necesidades, las expresa y solicita
su satisfacción de manera honesta, aun ante lo desagradable de un posible rechazo, toma
riesgos razonables para lograr sus metas, sin sentirse frustrada si las cosas no salen como
esperaba.
Sabe tener paciencia y darle tiempo al tiempo, sin caer en la indolencia y la mediocridad.
Lucha por conseguir sus metas, dando lo mejor de sí misma, pero siendo flexible y
plenamente consciente de las circunstancias exteriores.
Puede ser exquisitamente femenina, dulce y apasionada, puede llegar a entregarse a una
relación sin por ello convertirse en un ser ingenuo, débil e indefenso a expensas de los abusos
de los demás. También sabe ser firme y decidida ante una situación inconveniente que afecte
su autoestima y dignidad, sin caer en pleitos y discusiones interminables; simplemente no se
presta a participar en conductas desgastantes y dañinas.
Puedes ser romántica, tierna y sensible, aunque combina de manera adecuada los
impulsos del corazón con los dictados de la razón; esto le permite detectar si vale la pena la
persona a quien van dirigidas sus emociones más preciadas.
En sus relaciones sexuales es intensa y apasionada, sin prejuicios ni inhibiciones, sin
incurrir tampoco en la frivolidad o promiscuidad vacía. Si fue favorecida por la naturaleza
con atributos de belleza, personalidad o inteligencia, no se jacta de ellos ni los utiliza para
jugar con los sentimientos ajenos.
En el nivel intelectual y espiritual es profunda y trata de aprender cada día más sin llegar
al fanatismo, el dogma o los sentimientos de superioridad. Tiene una gran tolerancia para las
diferencias de opiniones; está abierta pero no es fácilmente influenciable; utiliza su criterio
para tomar lo mejor que le ofrecen los distintos conceptos que existen en áreas de política,
religión o filosofías de la vida, pero conservando su independencia ideológica.
Es una persona digna de confianza, que está dispuesta a dar lo mejor de sí misma y a
compartir desde una bella amistad, hasta un proyecto de vida con quien haya despertado en
ella sentimientos afines.
No busca dominar ni ser dominada, salvar ni ser salvada, convertirse egoístamente en el
centro del universo de su pareja o dejar de ser ella misma para ser aceptada. No provoca
inseguridad en el otro como método para llamar la atención o conseguir más afecto, ni
permite que la hagan sentir insegura minimizándola o provocándola con celos y
comparaciones. Conserva su individualidad, pero se integra plenamente a su pareja.
Mantiene un sano equilibrio entre todas las áreas de su vida.
No califica como amor ni es adicta a las relaciones cuya engañosa intensidad está basada
en dramas provenientes de constantes pleitos acalorados seguidos de apasionadas
reconciliaciones. Sabe que el verdadero amor es estable y nutriente, que proporciona
seguridad sin necesidad de luchas de poder, que puede tocar las fibras interiores más
profundas con un tipo de intensidad diferente, más sublime, que trae a la superficie lo mejor
de nosotros mismos.
No confunde con amor el estado de éxtasis provocado por las primeras etapas del
enamoramiento, el cual se desploma en cuanto nos percatamos de los defectos de nuestra
pareja, sino que busca la verdadera intimidad, el gozo infinito de asomarse al alma del otro,
de amar y ser amada a plenitud.
La intimidad significa compartir nuestra verdadera esencia con la pareja, en plena
confianza y total apertura, libres de complejos, inhibiciones o suspicacias. Implica
mostrarnos tal cual somos, desnudar nuestra naturaleza, sin temor a sentirnos criticados o
rechazados, sabiendo que nuestra pareja nos conoce y acepta, con virtudes y defectos.
Aunque se acepten y se quieran, ambos miembros de la pareja tienen la confianza para
hacerse una crítica constructiva, con mucho tacto y respeto, señalando lo que les molesta del
otro, dejándolo en libertad de elegir modificar las conductas negativas, pero sólo si se desea,
sin agredir, forzar o chantajear.
Si la pareja es centrada, aceptará con madurez el comentario, poniendo lo que está de su
parte sin sentirse minimizada. Éste es un camino de dos vías, ya que ambos deben tener la
misma actitud en caso de que la situación sea a la inversa.
La intimidad es compartir con la pareja nuestra vida, no sólo las actividades placenteras;
es confiarle nuestras inquietudes, problemas, dudas, temores, alegrías, sufrimientos y
angustias, a sabiendas de que seremos escuchados con atención, interés y paciencia.
No necesitamos mostrarnos siempre fuertes, autosuficientes, capaces o poderosos; al
contrario, algunas veces, podemos ser débiles, inseguros, temerosos (si es que así nos
sentimos), confiando en que recibiremos de nuestra pareja todo el cariño y apoyo que
necesitemos.
Durante la intimidad sexual manifestamos plenamente todas nuestras más intensas
emociones y sentimientos: amor, ternura, deseo, pasión, ansia por fusionarnos con el otro,
por entregarnos ambos a disfrutar del enorme placer que nos produce la compañía mutua.
Sin embargo, la intimidad no necesariamente significa estar con la pareja todo el tiempo,
pegados el uno al otro, ni implica realizar las mismas actividades o pensar de la misma forma
para todo. La verdadera intimidad permite que cada uno conserve su individualidad, su
independencia, libertad de acción y pensamiento. Yo puedo estar sentada en un sillón
leyendo un libro y mi pareja puede estar viendo la televisión, escuchando música, trabajando,
etc.; podemos estar los dos en silencio, sin cruzar palabra y, pese a este aparente
distanciamiento, en realidad sentimos nuestra presencia, nuestra compañía y una especie de
simpatía o apoyo interno para lo que cada uno hace, de respeto hacia nuestra libertad sin
interpretarlo como indiferencia, desinterés o alejamiento.
Por supuesto, no es fácil llegar a este nivel de entendimiento; se requiere mucho esfuerzo,
paciencia, tolerancia y respeto de parte de los dos; pero cuando se logra, no hay mayor placer
en la relación de pareja que la verdadera intimidad.
Recuerda que, por desgracia, no basta que un miembro de la pareja sea sano
emocionalmente, el otro debe al menos desear trabajar sobre sí mismo.
Es obvio que la mujer equilibrada desea una relación sólida y permanente, a la cual se
compromete de manera honesta y entusiasta; sin embargo, si por algún motivo las cosas no
funcionan, si dejan de quererla o prefieren a otra, aunque le duela, no se desmorona ni se
aferra de manera obsesiva perdiendo su dignidad. Encara la situación con honestidad y le
pone remedio.

Cómo crecer interiormente y aprovechar las épocas en que estamos


solas
Soledad es una palabra que asusta y deprime a muchas personas. Le tememos tanto que
llegamos a convencernos plenamente de que sólo en los momentos que tenemos a nuestro
lado a la familia, a los amigos, pero sobre todo a la pareja, podemos ser plenamente felices.
Sin embargo, es un hecho innegable que determinados periodos de la vida los pasaremos
a solas, bien sea de manera voluntaria o involuntaria. Por ejemplo:
1. La chica universitaria que tiene gran entusiasmo y dedicación por la carrera que
estudia, quizá tenga novio; pero si momentáneamente no hay un hombre en su vida, no se
desespera ni se angustia creyendo que la falta de un compañero la condena a la desdicha
permanente.

2. La señora joven, recién divorciada, con hijos pequeños que se ve forzada a conseguir
un trabajo con urgencia porque el divorcio afectó seriamente su economía, dará prioridad a
salir delante de este predicamento y no a la posibilidad de involucrarse con otro hombre que,
según percibe en ese momento, la puede hacer sufrir.

3. La mujer viuda, haya o no haya sido feliz en su matrimonio, al ver que el destino le
arrebata a su pareja, se ve obligada a readaptar su estilo de vida sin un hombre a su lado.
Nadie niega que puede ser mucho más placentero tener a alguien con quien compartir las
cosas de la vida; las actividades, diversiones, buenos ratos y principalmente las dificultades
y las penas. Por muy fuertes que seamos, el contar con la comprensión, el apoyo y el cariño
de los demás nos da un mayor sentido de realización. Pero es absurdo, y aun peligroso,
fundamentar toda nuestra existencia y bienestar interior en los demás. Cada uno de nosotros
carga sus propios problemas, los cuales debe resolver primero individualmente, para no
llevarlos a la relación de pareja.
Quizá la persona en quien hemos puesto los ojos no quiere o no puede darnos lo que tanto
ansiamos; tal vez su mente y su espíritu estén también llenos de torbellinos, dudas e
inseguridades que le atormentan, por lo que es injusto demandarle que nos dé a manos llenas
todo lo que necesitamos para poder ser felices. ¿Quién nos asegura que cubrimos las
expectativas que él tiene de nosotras?
Es por eso menciono al principio del libro que la base de la sociedad debe ser primero un
individuo sano; posteriormente una pareja sana y, finalmente, una familia sana. Si
argumentamos que un individuo que proviene de una familia enferma no puede estar sano e
iniciamos la interminable discusión de quién fue primero, si el huevo o la gallina, no nos
percataremos del enorme valor del trabajo personal. Aunque provengamos de la peor de las
familias, si llega el momento en que deseamos crecer como adultos, hacer cambios, desechar
rencores y luchar por tener algo mejor de lo que vivimos cuando niñas, estoy segura de que
lo lograremos.
Es totalmente improductivo buscar a quién echarle la culpa de nuestras desgracias.
Recordemos que no podemos cambiar a los demás. Apenas y con mucha dificultad podremos
cambiarnos a nosotras mismas.
Por tanto no le tengamos miedo a esas etapas de soledad. A veces son indispensables y
pueden ser muy enriquecedoras para nuestra transformación. Por soledad no quiero decir
exclusivamente el vivir sola o el no tener pareja. Podemos vivir con la familia y sentirnos
solas, podemos tener a un marido en casa y sufrir la peor de las soledades, especialmente
cuando nos maltratan, ignoran o no nos comprenden.
Las etapas de soledad sirven para hacernos amigas de nosotras mismas, para conocernos
mejor, reflexionar sobre nuestros errores, hacer proyectos para el futuro, descubrir nuevas
potencialidades y aprovechar todo esto para obtener la paz interior.
En lugar de quejarnos, deprimirnos, desesperarnos, malgastar nuestra energía con llanto,
entregarnos a sentimientos y pensamientos negativos, deteriorarnos con penas, corajes y
estrés, vamos a hacernos el firme propósito de dedicarnos más a nosotras mismas.
A continuación daremos algunos consejos prácticos para sacar el mayor provecho posible
a las etapas en que estamos solas, aunque también pueden servirnos para cuando estemos
acompañadas.

Tu cuerpo
Haz algún tipo de ejercicio, no sólo con el objeto de conservar la figura, sino para
mantener tu cuerpo en las mejores condiciones de salud, vitalidad y armonía. Hay muchas
opciones, desde simplemente caminar, hasta practicar el yoga, el ballet, los deportes, los
ejercicios aeróbicos, las artes marciales, tomar cursos de expresión corporal, etc. Aquí
también incluyo los masajes relajantes que son una verdadera delicia. Te aseguro que tu
cuerpo estará muy agradecido por los cuidados que le brindes.
De esta actitud de amor y agradecimiento a nuestro cuerpo quedan totalmente excluidas
las dietas radicales no supervisadas por un médico o el sentimiento de odio y de desprecio
que algunas mujeres desarrollan por su figura porque no les da las medidas ideales que la
sociedad o la moda les impone y que toman el ejercicio como un castigo, no como un placer.
Si tienes este tipo de problemas, hay excelentes cursos de salud, nutrición y grupos de
autoayuda (como Comedores Compulsivos) y la terapia para superarlos.
Además de una buena alimentación y ejercicio, debemos revisar nuestros hábitos de vida
en general. Está científicamente documentado que el alcohol, cigarros, café, medicamentos,
la falta de sueño y el manejo inadecuado del estrés, causan estragos en nuestra salud y
apariencia.
Por favor no aduzcas como pretexto que no tienes tiempo o dinero, lo que no tienes es un
verdadero interés en ti misma. Desperdicias toda tu energía en buscar inútilmente obtener un
poco de afecto o aceptación de los demás.
Tu mente
• Lee libros de autoayuda. Aclaro que no basta con leerlos, hay que seguir los consejos
que nos proporcionan.

• Toma cursos de autoestima, pensamiento positivo, superación personal, meditación.


Usa técnicas de autohipnosis o cualquier cosa que te ayude a tener una mayor introspección
y amplíe tus conceptos de vida.

• El orgullo profesional y la estabilidad económica son también de gran ayuda para


nuestra autoestima. Estudia, capacítate, aprende algo nuevo cada día, trabaja en algo que te
guste. No asumas actitudes derrotistas como “No tengo los conocimientos suficientes o la
habilidad”, o “Ya estoy muy vieja para conseguir empleo”. Prepárate, ten paciencia,
entusiasmo y una actitud optimista y podrás lograr tus metas. Ten fe en ti misma.

• Hasta donde sea posible, aléjate, ignora o aprende a manejar con Indiferencia Amable
a las personas negativas que te ofenden, deprimen o confunden. Recuerda que no puedes
controlar lo que otros te hacen o te dicen, pero sí puedes controlar cómo reaccionas a ello y
qué tanto te afecta. Trata de hacer nuevas amistades que tengan tus mismos ideales o de
quienes puedas aprender algo positivo.
Tu espíritu
• Alimenta tu espíritu. Ten fe en un Ser Supremo dentro de la religión o filosofía con
la que te sientas más identificada. Ahora bien, la fe en dios es muy importante, pero tú
también has de poner todo lo que esté de tu parte. No te dejes vencer por la depresión o la
apatía.

• Alimenta el espíritu a través del arte. Escucha bella música, disfruta de la danza,
aprecia la pintura y la poesía. Si tienes inclinación hacia alguno de estos campos, no te
conformes con ser espectadora, explora tus posibilidades de desarrollo en éstas áreas.

Para eliminar malos hábitos y sustituirlos por otros más positivos, debes tenerte una
enorme paciencia. No es fácil cambiar conductas de muchos años. Aunque tengas pequeñas
recaídas, sigue adelante y lograrás transformaciones maravillosas que no sólo te beneficiarán
a ti sino a futuras generaciones, porque ya no estarás pasando tus posibles traumas a tus
hijos.
Espero que reflexiones en los consejos y ejercicios contenidos en este libro; espero que
ellos te ayuden a comprender cuál es tu manera de amar, qué satisfacciones y qué problemas
te ha causado, qué está en tus manos cambiar y qué no.
Las ideas que expuse están basadas en el cúmulo de experiencias de muchas mujeres que
me honraron con su confianza al abrirme sus corazones y contarme sus penas. A todas ellas,
mi agradecimiento por lo que me enseñaron y mis felicitaciones por sus enormes esfuerzos
de superación.
A las lectoras que tuvieron la decisión de recurrir a este libro para transformar su manera
de amar, les doy mi voto de confianza y aceptación; estoy convencida de que pueden salir
adelante y llevar vidas mucho más felices y productivas, convirtiéndose en mujeres seguras
de sí, con una enorme capacidad de amar, dignas de recibir amor y atenciones de la pareja
que elijan.
El amor es maravilloso y la vida estaría muy vacía sin esa fuerza creadora, pero sólo
cuando el amor se manifiesta en una relación sana, armónica y mutuamente gratificante es
cuando podemos estar seguras de que llegaremos a construir una familia y una sociedad en
la que nuestros hijos crezcan libres de angustias, complejos y falsas expectativas.
Confío en que este libro en algo contribuirá a alcanzar tal propósito.

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