09 Tudela PDF
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En acción
Nitzia Tudela Capdevila
Instituto Cervantes de Orán
Cuéntame y me olvidaré.
Enséñame y me acordaré.
Involúcrame y aprenderé.
(Benjamin Franklin)
En esta comunicación, por tanto, nos proponemos reflexionar sobre los objeti-
vos que los profesores nos planteamos al planificar una clase de ELE y los medios
didácticos que tenemos a nuestra disposición; para ello, tenemos que observar
cómo ha cambiado el papel del profesor y del alumno en clase, y por tanto vamos
a tener en cuenta qué se hace durante la clase, cómo se empieza y se termina así
como cuáles son las diferentes fases de la misma a partir del uso concreto de la
guía de explotación didáctica del manual En Acción desde una perspectiva crítica
y dinámica.
Hasta hace muy poco (y todavía muchos profesores lo hacen) algunos docentes
se planteaban como objetivo fundamental en sus clases que el estudiante desarro-
llara unas competencias lingüísticas comunicativas para que a partir de ellas pu-
diera manejarse en diferentes contextos; sin embargo, en la historia de la enseñan-
za de segundas lenguas (pueden consultarse, a este respecto, las obras de Aquilino
Sánchez, 1992; 1997, y de Puren, 1988) hemos pasado por varios enfoques: desde
las visiones estructuralistas donde la meta es el dominio de los elementos de ese
sistema, hasta las visiones funcionalistas en las que el lenguaje se considera el ve-
hículo para la expresión de funciones comunicativas, pasando por la visión que se
basa en la interacción y que considera la lengua como un vehículo para establecer
y mantener relaciones sociales (Palacios Martínez, 2007: 124).
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Ha habido y hay un cambio de paradigma a la hora de plantearse los objetivos
en un curso de segundas lenguas a partir de la aparición de documentos como el
Nivel Umbral y el Marco común europeo de referencia para las lenguas: enseñan-
za, aprendizaje y evaluación (en adelante MCER) que surge precisamente como
documento de reflexión y comunicación y que no es un documento prescriptivo
ni normativo acerca de lo que el usuario debe o puede hacer; pero sí trata de uni-
ficar (como indica su nombre) que tanto enseñanza, aprendizaje como evaluación
vayan en la misma dirección.
Es evidente que cada vez más se necesita contar con un profesorado formado y
con una visión crítica para poder llevar al aula nuevas propuestas; muchas veces
nos confiamos y tendemos a creer que con los años de experiencia no necesitamos
nada más, pero esa falsa creencia no debe hacernos caer en la rutina, en los trucos
y en las salidas en falso que podemos realizar gracias a las tablas que se adquieren
con los años. Ya sabemos que es una creencia extendida que de la experiencia se
aprende, como ha señalado muy acertadamente Clara Alarcón (2005).
Desde la visión de este enfoque orientado a la acción, al que nos hemos referi-
do en un artículo anterior (Puertas, Tudela, 2006).
[...] en los últimos años ha aparecido una corriente, el enfoque por com-
petencias orientado a la acción, cuya finalidad es formar individuos com-
petentes en diversas lenguas y en sus respectivas culturas (competencias
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plurilingüe y pluricultural) que pasan así de ser aprendientes a actuar como
agentes sociales, capaces de integrar y actualizar sus conocimientos en una
segunda lengua, atendiendo no solo sus saberes o competencias lingüísticas
y comunicativas, sino el resto de conocimientos y aptitudes que debe poner
en práctica para desarrollar en diversas situaciones y contextos sus competen-
cias como hablante que transita de una cultura a otra, creando de este modo
espacios de diálogo intercultural tan precisos en una sociedad globalizada o
mundializada como la actual, superando para ello concepciones caducas y
obsoletas de la didáctica de lenguas basadas en una aplicación errónea del
principio comunicativo que consideraban como único elemento importante
en la enseñanza-aprendizaje de lenguas extranjeras el componente lingüísti-
co, en detrimento de aspectos esenciales como la cultura meta a la que se ac-
cede a través de elementos paralingüísticos y socio-culturales que no pueden
obviarse en una planificación del proceso educativo en segundas lenguas.
Veamos también lo que dice Palacio Martínez (2007: 128) sobre el enfoque
orientado a la acción a la hora de definirlo:
Tipo de enfoque que considera que los hablantes y aprendices de una lengua
son «agentes sociales», es decir, pertenecen a una sociedad y en ella desarro-
llan tareas en una circunstancias, contextos y campos de acción determinados;
de esta manera las actividades lingüísticas se enmarcan dentro de un contexto
social más amplio. Del mismo modo, las tareas se definen como acciones que
se desarrollan utilizando competencias específicas para obtener un resultado
determinado. Las personas, como individuos y agentes sociales, adquieren una
serie de competencias entre ellas las comunicativas... los hablantes activan las
estrategias necesarias para llevar a cabo las tareas que persiguen.
La situación ideal además es que esta información sea fiable porque entende-
mos que nuestro alumno es autónomo y que sus anteriores profesores, así como
sus compañeros dominan este «metalenguaje», saber que este usuario de la lengua
ha sido instruido para que sea capaz de reflexionar sobre su propio proceso de
aprendizaje y para evaluar sus competencias y formular sus metas.
Y este es precisamente uno de los objetivos finales que persigue el MCER y que
se refleja también en otro documento no menos importante en el ELE, los niveles
de referencia para el español, más popularmente conocidos como El plan curri-
cular del Instituto Cervantes (en adelante PCIC), donde se establece un sistema
de organización académica que permite armonizar la enseñanza no solo en la
red de centros del Instituto Cervantes sino también en otras instituciones por ser
además un documento público y abierto que fomenta la toma de decisiones por
parte de los usuarios en los distintos momentos del proceso de planificación, de-
sarrollo y evaluación curricular.
Y es aquí donde cabe hablar del Manual En acción que sigue las orientaciones del
Marco y que considera al alumno como miembro de una sociedad en la que, movi-
lizando sus competencias, lleva a cabo tareas tanto lingüísticas como no lingüísticas
mediante tareas comunicativas activando sus competencias lingüísticas y generales.
Por este motivo parece más que justificada y justificable nuestra empatía con
un manual que recoge de manera bastante ambiciosa e innovadora mucho de
lo que se ha investigado hasta el momento en el campo de las segundas lenguas
y que en su metodología refleja precisamente lo que se ha definido como enfoque
orientado a la acción.
Un aspecto importante que tiene en cuenta el manual y como bien planteara María
José Alarcón (2005) al reseñarlo poco después de su aparición pública en el mercado,
es la atención que se presta a la dinámica y cohesión de grupo, el libro del alumno
es un material para utilizar en el aula y el estudiante es un miembro más del gru-
po, por tanto, las actividades están diseñadas de tal manera que el funcionamiento
del grupo sea el adecuado para el mayor aprovechamiento de la experiencia de
enseñanza-aprendizaje por ser el aprendizaje cooperativo el más idóneo y porque
además de facilitar la motivación y los sentimientos de autoestima, contribuye a la
cohesión de grupo, factores fundamentales para conseguir el éxito en el aprendizaje.
Por todo esto no debemos subestimar este aspecto, Crandall (2000) asegura que
«a través de este proceso, los alumnos adquieren o depuran las estrategias meta-
cognitivas y socio-afectivas de observar, aprender de los demás, compartir ideas y
turnos», y, además, pueden llegar a utilizar un lenguaje que generalmente no se
fomenta en las actividades tradicionales de idiomas.
Landone, E. (2004) plantea que «un buen grupo puede proporcionar un con-
texto favorable a la comunicación: la interacción interpersonal puede facilitar el
aprendizaje de la lengua extranjera fomentando la recepción y las necesidades de
comprensión, por un lado, y, por otro, estimulando a los estudiantes a acceder a su
interlengua para producir emisiones comprensibles». En este mismo sentido inciden
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quienes, como Casal Madinabeitia (2007), indican que «el aprendizaje cooperativo,
estrategia de enseñanza-aprendizaje en la que los alumnos trabajan en pequeños
grupos estructurados, potencia la inteligencia interpersonal a través de la interacción
social mediante la cooperación (concebida como intercambio de ideas, aclaracio-
nes y ayuda relacionada con la tarea), del intercambio de información, material, lo
que implica feedback constructivo. Los miembros del grupo comparten habilidades
para la comunicación y estrategias, conocimientos y estilos de aprendizaje, lo que
contribuye al enriquecimiento del saber individual. Mediante la socialización, los
alumnos aprenden a negociar, a tener en cuenta el punto de vista de los demás o
incluso a renunciar a sus intereses personales en favor de un objetivo colectivo».
Otro de los aspectos importantes que presenta el manual En acción y algo bastan-
te novedoso y bien tratado es la autoevaluación y la óptima utilización del Portfolio
europeo de las lenguas, mediante el cual el alumno reflexiona sobre su proceso de
aprendizaje y se autoevalúa reflejando todo ello en su portfolio personal (Cassany,
2006). Esto permite al alumno ser consciente de su propio proceso de aprendizaje
al mismo tiempo que aumenta su autoestima, y le anima, por tanto, a continuar
con ese proceso. Sin contar que está en perfecta consonancia con el objetivo final
que queremos alcanzar en los usuarios de la lengua a partir de la interpretación del
MCER y de los niveles de referencia como ya hablábamos más arriba.
Por último, y de una manera bastante esquemática, pero esperemos que clari-
ficadora, queremos mencionar algunas de las estrategias de inicio y cierre de una
sesión así como seleccionar y comentar algunas de las dinámicas recogidas en la
guía de explotación didáctica de En acción.
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• En la actividad de calentamiento anterior sin embargo se combina lo
lúdico, sobre todo la parte de la dramatización, con conocimientos lin-
güísticos estudiados en una sesión anterior; aquí, por ejemplo, damos
por hecho que el estudiante ya ha aprendido a describir físicamente a
su compañero y una buena forma de prepararlo para la sesión siguiente
podría ser utilizando e incorporando en las clases la enseñanza lingüísti-
ca a la parte no lingüística —como, por ejemplo, el lenguaje corporal—
tan decisiva en la comunicación interpersonal. Esta es una técnica muy
dúctil que permite modelar un programa donde lo que se busca es la
formación integral del alumno.
De todo esto nos interesa resaltar lo que dice Palacios Martínez (2007: 26) al
respecto de las actividades introductorias o de calentamiento:
Son actividades que se llevan a cabo preferentemente al comienzo de una
clase o de una nueva fase de aprendizaje y cuya finalidad es la de motivar
a los alumnos y proporcionarles un primer contacto con el tema que se va a
desarrollar a lo largo de dicha sesión. Estas actividades implican la partici-
pación activa de los discentes; por esta razón su grado de dificultad no suele
ser muy elevado, situándose siempre al nivel adecuado a los conocimientos
(e incluso preferencias) de los mismos. Una de sus características principales
es que casi conllevan un componente lúdico o de diversión con el objetivo
de incrementar la motivación del alumno, relajar el ambiente en el aula y
presentar los elementos nuevos de manera atractiva y asequible.
Las estrategias que se recomiendan para lograr un ritmo apropiado en las clases
incluyen:
E vitar explicaciones o instrucciones innecesarias o excesivamente largas,
y permitir a los alumnos continuar la tarea de aprender.
Utilizar varias actividades en la clase, mejor que pasar toda la clase en
una sola. Evitar actividades predecibles o repetitivas.
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Seleccionar actividades con un nivel adecuado de dificultad.
Establecer un objetivo y un límite temporal.
Supervisar el rendimiento de los alumnos en las actividades para asegu-
rarse de que tengan tiempo suficiente.
Finalmente, creo que si tenemos en cuenta cada uno de los puntos de esta
comunicación y si reflexionamos sobre ellos seremos capaces desde un enfoque
reflexivo de responder nosotros mismos ciertas cuestiones:
¿Tengo en cuenta estrategias de inicio o cierre cuando planifico mis
clases?
¿Están nuestras clases en consonancia con las recomendaciones del
MCER y PCIC?
¿Considero a mis alumnos agentes sociales?
¿Hago algo para fomentar la autonomía de mis alumnos?
Y en la medida que nuestras respuestas sean afirmativas o no, podremos
hablar o no de la triple dimensión del aprendiz de lenguas.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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