Praesentia 18. La Caída de Veyos y Las Particularidades Veyentes Dentro Del Estereotipo Etrusco en Historia de Roma de Tito Livio
Praesentia 18. La Caída de Veyos y Las Particularidades Veyentes Dentro Del Estereotipo Etrusco en Historia de Roma de Tito Livio
Praesentia 18. La Caída de Veyos y Las Particularidades Veyentes Dentro Del Estereotipo Etrusco en Historia de Roma de Tito Livio
Moreno
“La
caida
de
Veyos…”
Praesentia
18
(2017),
p. 1
Agustín Moreno
Universidad Nacional de Córdoba
CONICET
agustinmoreno2003@yahoo.com
Recibido: 13/11/20027
Evaluado: 20/11/2017
Aceptado: 24/11/2017
Resumen:
El presente artículo se propone estudiar el episodio de la caída de Veyos de la primera
mitad del libro V de la Historia de Roma de Tito Livio, prestando especial atención a la
representación de los veyentes. De este modo, pretendemos, por un lado, complementar
la lectura que se ha hecho hasta hoy del episodio, que se ha centrado en los romanos, y,
por otro lado, discutir la idea actual de que el estereotipo etrusco que identificamos en la
obra es monolítico y, por tanto, sin variantes.
Palabras clave: Tito Livio – Etruscos – Veyentes – Estereotipos Étnicos - Religión
Abstrac:
In the present paper, we propose to study the episode of the fall of Veii inserted by Livy
at the first half of the fifth book of his History of Rome, focusing on the representation
of the Veientes. Thus, we pretend, on the one hand, to complement the reading of the
episode that has been made until today; on the other hand, to discuss the current idea
that the Etruscan stereotype that we identify in Livy’s work is monolithic and, therefore,
without variations.
Keywords: Livy – Etruscans – Veientes – Ethnic Stereotypes - Religion
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Introducción
La primera mitad del libro V de Historia de Roma, donde Tito Livio narra la fase final
del enfrentamiento de Roma y Veyos, fue objeto de interesantes análisis por parte de G.
Miles, D. S. Levene, C. S. Kraus y B. Mineo.1 Los dos primeros autores llevaron
adelante una lectura de dicho libro tomando como base el famoso discurso de Camilo
con que se cierra el mismo. Miles lo estudió a fin de identificar ciertos vicios que
marcarían la fase final de lo que identificó como el primer ciclo de la historia romana en
la obra y Levene examinó la decadencia romana focalizándose en la cuestión religiosa,
uno de los temas centrales del libro. Por su parte, Mineo retomó la idea del primer ciclo
que abarcaría la primera pentada, pero complejizó su interpretación del declive romano
en el libro V considerando los dos discursos importantes que lo enmarcan. Esto es, tanto
el de Camilo con el que concluye, como el de Apio Claudio del comienzo del mismo.
Sin embargo, más allá de la riqueza de los análisis citados, ninguno consideró a los
etruscos, sino que el foco de los análisis se centró en los acontecimientos que afectan a
los romanos. El caso del artículo de Kraus es una excepción al respecto, no obstante la
autora no estudió a los etruscos en sí, sino que se interesó por la asociación que traza
Tito Livio entre estos y los troyanos en el marco del paralelo que presenta entre el sitio
de Veyos y el de Troya.
1
G. Miles, “The Cycle of Roman History in Livy’s First Pentad”, en G. Miles, Livy.
Reconstructing Early Rome, Ithaca-London, Cornell University Press, 1997, pp. 75-109; D. S.
Levene, Religion in Livy, Leiden-New York- Köln, E. J. Brill, 1993, pp. 175 y ss.; B. Mineo,
Tite-Live et l’histoire de Rome, Klincksieck, Sofia, 2006, pp. 209-241; C. S. Kraus, “‘No second
Troy’: Topoi and refoundation in Livy, Book V”, Transactions of the American Philological
Association Proceedings 124 (1994), 271-273.
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presentan una imagen monolítica de los etruscos en Historia de Roma,2 nos interesa
preguntarnos: ¿todos los etruscos son iguales en la representación o podemos identificar
en la narración aspectos que resulten particulares de un grupo concreto dentro de
aquélla?
El capítulo con que comienza el libro V es muy interesante. Allí, Tito Livio no sólo
remarca la importancia de la guerra entre la potencia etrusca y los romanos y contrasta
ciertos aspectos de la cultura etrusca que difieren de la romana, sino que incluso marca,
aunque sucintamente, la situación que se vive en Veyos y que el lector podrá ir
contrastando con lo que sucede en Roma a medida que avanza la narración.
Los comicios del año 403 a. C., enfatiza el historiador paduano, se produjeron en ambos
pueblos en diferentes contextos sociopolíticos. Los romanos eligieron ocho tribunos
militares, es decir optaron por un número mayor que antes,3 mientras que los veyentes,
para evitar las discordias que surgían en ocasiones por motivo de las campañas
electorales, tomaron la decisión de elegir un rey. “Esta circunstancia -señala Tito Livio-
desagradó a los pueblos de Etruria, menos por hostilidad hacia la monarquía que hacia
la persona del rey.”4 En esta frase el autor pone mucho énfasis en quien ejercerá de
lucumón, pero también pareciera señalar que la elección de un rey es un aspecto mal
visto por el resto de los etruscos.5 Sin embargo, este último punto no es retomado por el
2
Cfr. Y.-A. Dauge, Le Barbare. Recherches sur la conception romaine de la barbarie et de la
civilisation, Bruxelles, Latomus, 1981, pp. 172-173 y M. B. Bittarello, “The construction of
Etruscan ‘otherness’ in Latin literature”, Greece and Rome 56.2 (2009), 216-218.
3
Aunque luego no mantuvieron tal cantidad. Cfr. R. M. Ogilvie, A Commentary on Livy. Books
1-5, Oxford, Clarendon Press, 1970, pp. 630 y 631.
4
“Offendit ea res populorum Etruriae animos, non maiore odio regni quam ipsius regis.” (Liv.,
V 1.3). Las traducciones citadas en el texto son las de Villar Vidal para la edición de Gredos y
las ediciones latinas son las de Les Belles Lettres.
5
Así parecen haberlo tomado algunos investigadores que reconocen en ello una razón por la que
los demás etruscos no apoyan a Veyos; por ejemplo R. M. Ogilvie, quien afirma: “…the two
reasons given for the neutrality of the rest of Etruria –monarchy and impiety- are too schematic
and too Roman.” (Op. cit., p. 632) A partir de allí, Ogilvie llega a una conclusión, a nuestro
juicio, acertada de que de ese modo Tito Livio pone de manifiesto que los enemigos de Roma
carecen de pietas y libertas, dos características de ésta última. De todos modos, lo que parece no
tener en cuenta allí Ogilvie es que la idea, aunque es demasiado romana, es atribuida a los
etruscos, quienes si bien pueden haber dejado atrás la monarquía como forma de gobierno, no la
ven en términos tan peyorativos como los romanos. Obviamente, pensándolo desde la posición
que atribuye la tradición romana al estereotipo etrusco, pues la voz de los etruscos no la
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autor en ningún momento más adelante. En ese sentido, si bien el texto nos hace
suponer que los etruscos en sus diferentes ciudades han abandonado la monarquía como
forma de gobierno,6 no parece que alteren su opinión con respecto a esta forma de
gobierno con la que generalmente se los vincula en el estereotipo.7
Otra cualidad de los etruscos que resalta el historiador en ese primer capítulo es su
sentimiento religioso e, inextricablemente unido a ello, su pericia en la realización de
los ritos, lo que incluso en el texto parece posicionarlos un escalón por arriba de los
romanos.8 No obstante, si bien allí los romanos reconocen esa superioridad en materia
tenemos aquí. En síntesis, el problema no es la monarquía en sí, sino quien la encarna. Algo
similar a lo afirmado por Ogilvie señala J. Bayet: “…parce qu’ils s’étaient donné un roi (et un
roi orgueilleux) alors que le régime monarchique était désavoué ailleurs en Étrurie (V, 1, 3).”
(Tite-Live, Histoire Romaine, Tome V, Livre V, Paris, Les Belles Lettres, 1964, p. 111). Aquí
vemos que Bayet remarca el tema de la superbia de la persona electa, pero pone mayor énfasis
en la condena etrusca por la monarquía. Retoma allí Bayet la diferencia que señalara E. Pais
entre la Etruria tiberina y el resto de los etruscos, los primeros coqueteando aún con la
monarquía mientras los segundos avanzan hacia democracias exageradas. Aunque, Bayet señala
que también se puede pensar que en Veyos el exceso de demagogia haya llevado a una tiranía,
siguiendo los cambios políticos descriptos por Aristóteles y Cicerón (Op. cit., p. 111 n. 2). E.
Rawson, “Caesar, Etruria and the Disciplina Etrusca”, The Journal of Roman Studies 68 (1978),
134 y n. 26 cita con disenso a M. Pallotino, quien asevera que los etruscos odiaban la
monarquía, para lo cual aduce sólo el pasaje de Tito Livio V 1.3, y a M. Torelli y M. Sordi que
toman esa idea de Tito Livio aseverando que es de origen etrusco. En este último punto
acordamos con Ogilvie en su lectura de que la información refleja una mirada romana. Sobre el
posible uso de fuentes etruscas por Tito Livio: J. Bayet, Op. cit., p. 128-133, D. Musti,
“Tendenze nella storiografia romana e greca su Roma arcaica: studi su Livio e Dionigi
d’Alicarnasso”, Quaderni Urbinati di Cultura Classica 10 (1970), 22-23; J. E. Phillips, “Current
Research in Livy’s First Decade: 1959-1979”, Aufstieg und Niedergang der römischen Welt
II.30.2 (1982), 1021 y G. Ferri, Tutela Urbis. Il significato e la concezione della divinità
tutelare cittadina nella religiones romana, Stuttgart, Franz Steiner Verlag, 2010, p. 61.
6
R. M. Ogilvie (Op. cit., p. 632) hace notar que Tito Livio nunca ha mencionado un cambio de
régimen político en Veyos desde que nombró a Larte Tolumnio, 35 años antes. Un mero
descuido a su juicio. Sin embargo, si bien no lo dice explícitamente, Tito Livio nos informa en
IV 58.2 que existen disensiones internas en Veyos, como en el comienzo del libro V antes de la
elección del rey, y unos reglones más adelante, en IV 58.6, cuenta que legados romanos fueron
recibidos por el senado veyente y no por un rey, como vemos en IV 17.4, donde Tolumnio
recibe a los delegados fidenates.
7
Cuando Tito Livio retoma la cuestión en V 1.6 señala que las demás ciudades de Etruria
negarían apoyo a Veyos mientras ésta siguiera sometida a ese rey, que había cometido impiedad
en los juegos en los que participaban toda la nación etrusca al retirar a los artistas que eran
esclavos suyos (V 1.4-5). Esta misma idea, cabe pensar, estaría implícita en V 17.7. Incluso, en
el discurso de Ap. Claudio, en su interpretación de la situación de Veyos en su relación con los
demás etruscos, aquél acentúa que es la persona que encarna la realeza el problema y no el
régimen de gobierno (V 5.9-10).
8
“Gens itaque, ante omnes alias eo magis dedita religionibus quod excelleret arte colendi
eas…” (V 1.6).
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También en aquel pasaje final del sitio, catalogado por Tito Livio como teatral, en que
soldados romanos salen de un túnel y arrebatan las entrañas a los etruscos para llevarlas
9
Fuera de la obra de Tito Livio, existen citas en otras fuentes que hablan de episodios en que
arúspices etruscos quisieron engañar a los romanos, cfr. R. Bloch, La adivinación en la
antigüedad, México, Fondo de Cultura Económica, 2002, p. 56-57; D. Briquel, “Il ruolo della
componente etrusca nella difesa della religione nazionale dei Romani contro le externae
superstitiones”, en G. Urso (Ed.), Patria diversis gentibus una? Unità politicia e identità
etniche nell’Italia antica, Pisa, Edizioni ETS, 2008, pp. 121-122. E. Rawson (Op. cit., p. 145)
menciona que en un período anterior al siglo I a. C. los arúspices etruscos pudieron ser vistos
como antirromanos.
10
La desconfianza del senado hacia el arúspice llama la atención. Si bien Tito Livio no dice en
V 15.12 que la razón sea que los veyentes son enemigos, ese parece ser el motivo si
consideramos que en V 15.1 había afirmado que una de las causas por las que los prodigios
anunciados no podían ser conjurados era que no se disponía de arúspices etruscos por ser éstos
enemigos en ese momento. Asimismo, llama la atención la decisión del senado si reparamos en
que el soldado romano que captura al viejo etrusco es descripto como respetuoso de la religión
(V 15.6) y el general autoriza la conducción del arúspice al senado (V 15.8).
11
No sólo se cuestionaba la fiabilidad de lo que decía el arúspice, sino también su autoridad en
un asunto de tanta importancia (V 15.12). Sobre la coincidencia de interpretación, ver: V 16.8.
Para todo lo dicho en el párrafo, cfr. V 15.1-12, 16.8-11.
12
Cfr. V 17.1.
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a Camilo para que las sacrifique, muestran el reconocimiento de éstos hacia un arúspice
etrusco que vaticinaba a su rey que quien cortase dichas entrañas obtendría la victoria.13
No sólo en el campo de la aruspicina vemos que los etruscos son presentados en buenos
términos, también, cuando se narra la incorporación de Juno Reina a Roma, Tito Livio
nos muestra que su culto no era distinto al que los romanos practicaban en algunos
casos. No estamos aquí pensando en el objetivo de la evocatio claro está, puesto que
esto es una práctica común tanto para socavar en términos religiosos el poder del
enemigo como para atraer dicho apoyo divino para el bando propio,14 ni en la
asimilación en sí de la diosa por los romanos.15 Aquí, lo que hace ver al lector una
práctica aceptada por la cultura romana es la aclaración que hace Tito Livio antes de
contar cómo se realizó el traslado a Roma de la diosa: “…de acuerdo con el uso etrusco,
no era costumbre que la tocase nadie más que el sacerdote de una determinada
familia.”16 Un aspecto que, como nos recuerda R. M. Ogilvie, tiene su paralelo en el
culto a Hércules en el Ara Máxima que debían llevar a cabo Pinarios y Poticios.17
A partir de lo anterior, podemos sugerir que a diferencia de otros pueblos, como los
samnitas o los galos que incurren en superstitio, los etruscos no son, como sostiene M.
Bittarello,18 un pueblo que sea descripto en malos términos en lo que respecta a lo
religioso. El caso particular de los veyentes, por el cual son aislados por las demás
ciudades etruscas importantes en este episodio, es la persona electa como rey. Es él
quien realiza el acto impío.19 Conviene citar in extenso el pasaje:
13
Cfr. V 21.8-9. Aquí, lo teatral es el modo en que se suceden los hechos, no lo que atañe al
arúspice. Cfr. J. Bayet, Op. cit., pp. 132-133 y R. M. Ogilvie Op. cit., pp. 675-676.
14
Cfr. V 21.3. Sobre la práctica de la evocatio deorum en general, ver: M. Beard, J. North, S.
Price, Religions of Rome.Volume I: A History, Cambridge, Cambridge University Press, 1998,
pp. 132-134; G. Ferri, Op. cit., pp. 33-49, con más bibliografía.
15
Cfr. tb. M. Beard, J. North, S. Price, Op. cit., pp. 79-84; G. Ferri, Op. cit., pp. 27-29, 37-41,
86.
16
Cfr. V 22.5. Sobre la sustitución de la gens etrusca por iuvenis, cfr. G. Ferri, Op. cit., p. 86.
17
Cfr. R. M. Ogilvie, Op. cit., pp. 678 y 60-61. Más adelante, en el mismo libro V, Tito Livio
cita otro ejemplo, el de los Fabios en el Quirinal (V 46.2-3, con R. M. Ogilvie, Op. cit., pp. 730-
731.
18
Cfr. M. Bittarello, Op. cit., pp. 218.
19
Una situación similar a la que ocurrió en los juegos de los pueblos etruscos, probablemente en
el santuario de Voltumna, también sucedió en Roma (II 36.1-2). Allí, Tito Livio nos dice que el
problema se debió a que un amo llevó a un esclavo, mientras lo azotaba, por la zona donde se
celebrarían los juegos ese mismo día. En dicha ocasión, Júpiter, en cuyo honor se realizaban los
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“éste –el rey- ya anteriormente había hecho sentir a la nación el peso de sus
riquezas y su orgullo, porque de manera brusca había interrumpido, lo cual
constituye una impiedad, la solemnidad de los juegos, cuando, irritado por el
rechazo que suponía el que otro hubiese sido preferido para sacerdote en una
votación de los doce pueblos, retiró súbitamente en pleno espectáculo a los artistas,
esclavos suyos en gran parte. Por ello, la nación dada como ninguna otra a la
observancia de los ritos religiosos tanto más cuanto que se distinguía en el dominio
de su puesta en práctica, decidió que le debía negar ayuda a Veyos mientras
prestase sumisión al rey. En Veyos se reprimió la difusión de la noticia de este
decreto por miedo al rey, el cual, a quien propagase un rumor por el estilo, lo tenía
por promotor de una sedición y no por difusor de habladurías sin fundamento.”20
Si bien lo que se ha tendido a resaltar en la lectura de este capítulo de Tito Livio por
investigadores anteriores es la impiedad del rey, podemos observar que ésta aunque tal
vez sea el aspecto más relevante, es uno entre varios otros que definen al tirano que
gobierna Veyos. Así, en esta misma cita, observamos que se resalta su superbia, el uso
indebido de sus riquezas y el exceso de sus pasiones.21
juegos, se presentó a un plebeyo y le dijo: “…que si aquellos juegos no se recomenzaban con
toda magnificencia, iban a representar un peligro para la ciudad…”, “…nisi magnifice
instaurarentur ii ludi, periculum urbi fore…” (II 36.2). En este caso, en Roma, los juegos fueron
recomenzados y la amenaza que se cernía sobre la ciudad por la impiedad de un particular fue
conjurada (II 37.1).
20
“gravis iam is antea genti fuerat opibus superbiaque, quia sollemnia ludorum quos intermitti
nefas est violenter diremisset, cum ob iram repulsae, quod suffragio duodecim populorum alius
sacerdos ei praelatus esset, artifices, quorum magna pars ipsius servi erant, ex medio ludicro
repente abduxit. Gens itaque, ante omnes eo magis dedita religionibus quod excelleret arte
colendi eas, auxilium Veientibus negandum donec sub rege essent decrevit; cuius decreti
suppressa fama est Veiis propter metum regis, qui a quo tale quid dictum referretur, pro
seditionis eum principe, non vani sermonis auctorem habebat.” (V 1.4-7).
21
Sobre las características con que ser representa al tirano en la retórica grecorromana, ver: J. R.
Dunkle, “The Greek Tyrant and Roman Political Invective of the Late Republic”, Transactions
and Proceedings of the American Philological Association 98 (1967), 151-171 y “The
Rhetorical Tyrant in Roman Historiography: Sallust, Livy and Tacitus, Classical World 65.1
(1971), 12-20.
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episodio a través del uso del verbo intermitto. Mientras el futuro rey de Veyos
interrumpe los juegos y luego no rectifica su accionar, en Roma, más adelante, se
detecta que se interrumpió la tradición, pero a diferencia de lo que hacen los veyentes,
aquí se expía el error: dimiten los tribunos militares, se toman nuevamente los auspicios
y se abre un interregno.25
que la estatua de la diosa era tan ligera que parecía estar yendo a Roma por sí misma (V 22.6-7).
Sobre la evocatio, el sacrificio de los exta y la intervención de los iuvenes, ver: G. Ferri, Op.
cit., pp. 72-78.
25
La relación entre los dos usos de intermitto es señalada por R. M. Ogilvie, Op. cit., pp. 665.
26
Cfr. V 17.6-9.
27
La virtus con connotación militar tampoco florece en época de tiranía en Roma. En el libro I
de la Ab urbe condita esta virtus aparece referida tanto a Horacios como Curiacios (I.25.2,
26.12) y en un informe de Tulo Hostilio posterior a la batalla contra veyentes y fidenates, en las
que el rey quiere hacer hincapié en que los romanos se han salido victoriosos a pesar de la
traición de Mecio Fufecio (I.28.4). La última referencia es al rey Servio Tulio (I.42.3). El resto
de las apariciones del término virtus tienen un significados diferente (I.7.15, 9.3-4, 18.4, 34.6).
Como se puede apreciar, sólo en el período de Tulo Hostilio, el rey más belicoso, encontramos
referencias a la virtus militar y no hay menciones al vocablo durante el período del tirano
Tarquinio Prisco. Tampoco durante el decenvirato (III.33-54), que devino en una suerte de
tiranía, leemos que la virtus marcial haya florecido. Sobre las diferentes significaciones del
término virtus en Tito Livio, cfr. T. J. Moore, Artristry and ideology: Livy’s vocabulary of
virtue, Frankfurt am Main, Athenäum, 1989, pp. 5-13.
28
Cfr. V 22.8; II 49.1-2 y IV 2.13.
29
El incendio de los manteletes (V 7.1-3) parece estar relacionado con el momento de
desavenencias internas en Roma. El otro enfrentamiento que culmina con el rechazo de los
veyentes al interior de la ciudad (V 13.9-13), es apenas posterior a que los romanos cumplan
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Situación en Roma
La situación en Roma es desarrollada con más detalle. También allí observamos que se
viven momentos de tensión y hay discordia entre patricios y plebeyos que, como
remarca Mineo, pusieron en jaque el desempeño político y militar de los romanos. Sin
embargo, a diferencia de los veyentes que optan por un rey y, de ese modo, pierden su
libertas, en Roma se eligen ocho tribunos militares y luego seis o cinco.30 Es decir, se
mantiene una forma de gobierno que asegura la libertas. Más aún, el debate en torno a
la libertas entre las posturas patricia y plebeya está muy vivo, como lo vemos en la
posición de los tribunos de la plebe y el discurso de Ap. Claudio al comienzo del libro.31
Los primeros acusando de tiranos a los segundos y Apio remarcando que las palabras de
aquéllos son una muestra de la licentia a la que se ha llegado en Roma.32 Inclusive, el
propio Apio compara la diferencia de situaciones de Roma y Veyos.33
Consecuentemente con estos problemas internos, observamos cómo la disciplina se
reblandece en los frentes militares y se produce una alternancia de derrotas y victorias,
estas últimas fruto de momentos de concordia y piedad hacia los dioses.34
con los dioses realizando un lectisternio y al comienzo de la batalla se subraya el recuerdo de
los errores cometidos por los generales romanos que precedieron en el cargo.
30
Cfr. V 1.2, 8.1, 10.1, 12.9-10, 13.3, 14.5, 16.1, 18.1-6. Cfr. R. M. Ogilvie, Op. cit., pp. 667-
668.
31
Cfr. V 2-6.
32
Para lo primero, cfr. V 2.8. Para lo segundo, ver: V 6.17. Aquí, si bien Ap. Claudio emplea el
término libertas, en el contexto remarca el abuso al que llegan los tribunos de la plebe en la
reivindicación de esa idea.
33
Por supuesto, lo hace enfatizando las circunstancias que ocurren en Veyos con fines retóricos:
“¿Es que puede ocurrirles a los veyentes algo tan deseado como que la sedición inunde,
primero, la ciudad de Roma y, luego, como por contagio, los cuarteles? En cambio, ¡por
Hércules!, entre los enemigos es tan grande la disciplina, que ni el cansancio del asedio ni,
últimamente, el de la monarquía los ha llevado a ninguna revolución, ni el negarles ayuda los
etruscos ha soliviantado sus ánimos, pues morirá de inmediato quien quiera que promueva una
revuelta, y a nadie le está permitido decir las cosas que entre vosotros se dicen impunemente.”,
“An est quicquam quod Veientibus optatum aeque contingere possit quam ut seditionibus
primum urbs Romana, deinde velut ex contagione castra impleantur? At hercule apud hostis
tanta modestia est ut non obsidionis taedio, non denique regni, quicquam apud eos novatum sit,
non negata auxilia ab Etruscis inritaverint animos; morietur enim extemplo quicumque erit
seditionis auctor, nec cuiquam dicere ea licebit quae apud vos impune dicuntur.” (V 6.11-13).
34
Los veyentes queman manteletes romanos (V 7.1-3), este revés produce concordia entre
patricios y plebeyos y las fortificaciones se reconstruyen rápido (V 7.4-13), cae la guarnición
romana de Anxur (V 8.2), capenates y faliscos derrotan a uno de los generales romanos (V 8.4-
13), los tribunos de la plebe se oponen al llamamiento a filas y a la recaudación del impuesto (V
10.3 y ss.), problemas en la elección de los tribunos de la plebe, los patricios hacen cooptación
sin respetar la ley Trebonia (V 10.11-11.3), llenos de ira por lo anterior, los tribunos de la plebe
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De todas formas, no es con esos gobiernos colegiados que Roma obtiene la victoria
final, sino con un gobierno unipersonal, la dictadura, que a diferencia de la realeza en
Veyos, es un cargo limitado en el tiempo y desempeñado por un hombre que sobresale
en lo militar y en su piedad hacia los dioses, Camilo. Aunque, la buena relación con los
dioses entre los romanos no es sólo obra suya y leemos referencias sobre el tema con
anterioridad a su elección como dictador. Asimismo, vale aclararlo, en la victoria final
también tuvo incidencia la política encabezada anteriormente por Ap. Claudio, quien
abogó por mantener el sitio cuando los tribunos de la plebe presionaban para que se
permitiera a los soldados volver a casa,35 y la repentina aparición de los galos en escena.
De este modo, si bien Camilo tiene una trascendencia decisiva en los hechos por
concentrar los recursos divinos y militares de Roma en contra de Veyos y al convencer
a la diosa protectora de esta última de que abandone su protección de los muros
enemigos, vemos que en la narración hay otros elementos que nos muestran la
complejidad de los sucesos.
Unas palabras merece también la opulencia que se asocia a Veyos, por las posibles
implicancias que tiene el locus en el ethos o la influencia corruptora de la riqueza en los
pueblos, lo que nos puede hacer recordar las acusaciones de molicie y voluptuosidad
que se hacía contra los etruscos generalmente. No obstante, aquí no vemos que Tito
Livio ponga énfasis en este punto para enfatizar la debilidad de los defensores. De
demandan a los tribunos militares derrotados del año anterior (V 11.4-12.2), problema con
cobro de impuesto para pagar soldada (V 12.3-8), los tribunos de la plebe ceden, porque se
nombra a un plebeyo entre los seis tribunos militares del año (V 12.9-13), se recupera Anxur (V
13.1), luego de concordia temporal entre patricios y plebeyos, quienes obtuvieron cinco de las
seis plazas de tribunos militares del año (V 13.3) y post lectisternium (V 13.5-8) se derrota a
capenates, faliscos y veyentes (V 13.9-13), victoria sobre los tarquinienses (V 16.3-7), pero las
demás guerras, en especial la de Veyos se mantiene con resultado incierto (V 16.8), se expían
faltas religiosas (V 17.2-4), discordias entre patricios y plebeyos, los tribunos de la plebe se
oponen a los comicios (V 17.5), pequeña derrota contra capenates y faliscos por temeridad de
los generales (V 18.7-9), se apacigua la discordia interna por la amenaza externa que se rumorea
(V 18.10), se reinician juegos y fiestas latinas y se hace correr por los campos el agua del lago
Albano (V 19.1), nombramiento de Camilo como dictador, quien reimpone disciplina en el
ejército (V 19.2 y ss.), Camilo hace un voto de hacer grandes juegos si toma Veyos y dedicar el
templo de Mater Matuta que reconstruirá (V 19.6), Camilo con prudencia derrota a faliscos y
capenates (V 19.8), Camilo consulta los auspicios, hace voto a Apolo Pítico y evocatio a Juno
Reina (V 21.1-4).
35
Sobre lo sorprendente que resulta este discurso en pos de la concordia en boca de Ap. Claudio
Craso, ver: A.. Vasaly, “Personality and Power: Livy’s Depiction of the Apii Claudii in the First
Pentad”, Transactions of the American Philological Association 117 (1987) 224.
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hecho, esa información nos la proporciona al final del episodio.36 Más bien, parecería
que este dato es empleado por el historiador para poner de manifiesto cuestiones
internas de Roma, como es la mala relación de la plebe con un grupo de patricios, y
especialmente con Camilo. Lo mismo se advierte poco después cuando el historiador
paduano trae a colación la imagen de los feraces campos de Veyos también en un
contexto de enfrentamiento entre la plebe que quiere instalarse allí y los patricios que
quieren mandar una colonia a territorio volsco.37
La situación en Veyos nos trae a la mente un célebre pasaje del libro II de Historia de
Roma, que si bien se refiere a Roma en aquella oportunidad, se puede aplicar aquí como
explicación de lo que pasa en aquélla. En esa ocasión, Tito Livio cuenta que los
principales de las ciudades etruscas se unieron a los veyentes para hacer la guerra a
Roma con la esperanza de que ésta sucumbiera al no poder oponer resistencia por estar
minada por sus sediciones: “…ése era el único veneno, el único elemento destructor de
los Estados opulentos con que se contaba en orden a que los grandes imperios fuesen
caducos.”38 Esto parece ser lo que sucedió efectivamente en Veyos, al menos de un
modo indirecto.
Allí, los etruscos terminan por elegir un rey ante las discordias que surgen
periódicamente por las ambiciones políticas de los candidatos. La solución a los
enfrentamientos internos, como hemos mostrado, dista de ser la correcta para lograr la
supervivencia de la comunidad. En cierta forma, y recontextualizando la respuesta de
los senadores romanos al pedido de Porsena de reponer en el trono a Tarquinio, el fin de
la libertas en Veyos se corresponde con el final de la propia Veyos.39 En Roma las
decisiones son diferentes y si bien los problemas internos conducen a algunos reveses
36
Cfr. V 21.14, 17 y 22.8. Tito Livio ya había resaltado la opulencia de Veyos en II 50.2.
37
Cfr. V 24.4-6.
38
“…id unum venenum, eam labem civitatibus opulentis repertam ut magna imperia mortalia
essent.” (II 44.8).
39
El pasaje del discurso indirecto del senado que presenta Tito Livio dice: “Roma no era una
monarquía, sino un Estado libre; en su ánimo había calado la resolución de abrir antes sus
puertas al enemigo que a los reyes; había un deseo unánime de que el final de la libertad en
Roma fuese también el final de Roma.”, “Non in regno populum Romanum, sed in libertate
esse. Ita induxisse in animum, hostibus potius portas quam regibus patefacere; ea esse vota
omnium ut qui libertati erit in illa urbe finis, idem urbi sit.” (II 15.3).
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Aquel pasaje del libro II en que los principales de Etruria opinaban sobre la situación en
Roma también nos ofrece un dato interesante sobre la relación de Veyos con los demás
etruscos. Tito Livio remarca que las tropas de éstos que se reunieron en esta ciudad no
lo hicieron tanto para apoyar a los veyentes, como porque estaban convencidos de que
Roma sería derrotada dado que se encontraba en un momento de crisis interna.41 Esa
información, que en ese pasaje parece no tener mayor importancia, nos lleva a
considerar ciertas cuestiones que pueden tener incidencia en nuestro análisis: ¿cuál es la
relación de veyentes con el resto de los etruscos que muestra Tito Livio en la primera
pentada? E, inextricablemente vinculado con ello, ¿se percibe alguna particularidad en
la representación de los veyentes con respecto al estereotipo etrusco?
Sabemos que la enemistad entre Roma y Veyos tuvo su causa en el disputado control de
la ruta comercial que unía el norte de la península con el sur de la misma y,
especialmente, de aquella otra que conectaba la costa y el interior de Etruria. Veyos
intentó afirmar el control de la orilla derecha del Tíber a través de Fidenas, que fue
alternativamente dominada por uno y otro rival, y Roma intentó mantener el control de
la orilla izquierda bloqueando el acceso de los veyentes a la costa y a las salinas.42
Esa cuestión si bien dio pie a una disputa que afectó las relaciones entre estos dos
grandes Estados del centro de Italia, no parece haber tenido mayor incidencia en la
40
Aunque pareciera que, una vez derrotado el temido enemigo veyente, la situación sí se ve
trastocada y la libertas es llevada hasta extremos abusivos pervirtiendo las virtudes que habían
permitido mantener la ciudad en pie. Así, vemos que la presión de un sector de la plebe logra
hacer valer su postura y enviar al exilio a Camilo (V 32.8) y, por su parte, los patricios hacen
oídos sordos a la amenaza gala porque quien lo transmite es un plebeyo (V 32.6-7, Mineo, Op.
cit., p. 210, tb. Levene, Op. cit., p. 192).
41
Cfr. II 44.7.
42
Cfr. I 33.9, R. M. Ogilvie, Op. cit., pp. 234, 359, 627; T. J. Cornell, Los orígenes de Roma c.
1000-264 a.C. Italia y Roma de la Edad del bronce a las guerras púnicas, Barcelona, Crítica,
1999, pp. 359-360.
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relación de Roma con las ciudades etruscas del interior.43 Incluso, si consideráramos,
como sostiene Ogilvie,44 que Tito Livio no marca este punto debidamente en la primera
parte del libro V, vemos en la obra que Clusio, cuando pide ayuda para lidiar con los
galos, alega haberse mantenido neutral durante el sitio de Veyos y Cere, si bien Tito
Livio no nos refiere nada explícitamente, da cobijo a los objetos sagrados y sacerdotes
de Roma mientras los galos atacan la ciudad, poco tiempo después de la caída de
Veyos.45
Asimismo, haciendo un repaso de toda la primera pentada de Historia de Roma hay otra
cuestión que nos permite pensar en una relación tensa entre Veyos y sus aliados con las
demás ciudades etruscas en la narración.46 Un aspecto constante que podemos leer es la
respuesta negativa de las ciudades etruscas al pedido de ayuda de Veyos en las
reuniones de la liga en el templo de Voltumna.47
43
Aquí se observa lo que asevera T. J. Cornell: “Las guerras entre Roma y Veyes ilustran un
hecho importante relacionado con la historia política de los etruscos, a saber: el particularismo
de las distintas ciudades.” (1999: 361). Cornell (Op. cit., p. 362) subraya, asimismo, los
enfrentamientos entre las distintas ciudades etruscas. Cfr. tb. R. M. Ogilvie, Op. cit., p. 632.
44
Cfr. R. M. Ogilvie, Op. cit., p. 627.
45
Cfr. V 35.4 sobre Clusio y V 40.10, 50.3 sobre Cere.
46
No nos interesa aquí confirmar si Tito Livio está en lo correcto o no, sino en ver qué imagen
nos da él.
47
Cfr. IV 23.4-24.2, IV 25.7-8, 61.2, V 1.6, 17.6-7. Aquí vale la pena enfatizar que todos los
pedidos de ayuda a la liga que encontramos en la primera pentada son de Veyos, incluso aquel
que hacen sus aliados capenates y faliscos (V 17.6-7), no de distintas ciudades etruscas como
leemos en S. P. Oakley, A Commentary on Livy. Books VI-X. Volume I: Introduction and Book
VI, Oxford, Oxford University Press, 2004, pp. 403-404. En el caso del pasaje IV.31.6 que cita
Oakley (Op. cit., p. 403), allí Tito Livio no dice que se le niegue ayuda a Veyos. Más bien,
señala que los veyentes, luego de haber derrotado a tres generales romanos, enviaron legados a
distintos pueblos para vanagloriarse de su hazaña y que con ello consiguieron voluntarios. Pero
aclara que los veyentes no promocionaron alianzas.
48
Ver n. 28.
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Ahora bien, lo que es interesante notar aquí también es el hecho de que esa
particularidad parece observarse también en la representación de los veyentes y sus
aliados. Ya D. Musti en su análisis de las obras de Tito Livio y de Dionisio de
Halicarnaso subrayó la estampa negativa que tienen especialmente los veyentes entre
los etruscos, tanto en la obra del primero, un pro etrusco, como del segundo, un
antietrusco.49
De este modo, en Historia de Roma observamos que si bien los etruscos en conjunto
son un pueblo muy respetuoso de la religión y de sus prácticas, los veyentes y sus
aliados parecen caer en la impiedad a partir del libro IV. Así tenemos el caso del rey
anónimo que hemos estudiado, pero también el de Larte Tolumnio, artífice de la muerte
de cuatro embajadores romanos en Fidenas, y más adelante el de los fidenates, que en
otra ocasión se unen nuevamente a los veyentes previo asesinato de colonos romanos.
Con posterioridad a la caída de Veyos, otro ex aliado, los tarquinienses, incurrirán
también en impiedad al sacrificar 300 prisioneros romanos.50
Si bien la impiedad parece ser el aspecto más distintivo de los veyentes y sus aliados
con respecto a los otros etruscos, asimismo parece que en ocasiones se los asocia con la
rotura de treguas o tratados de paz pactados con los romanos.51 Y, en otras ocasiones, se
49
Cfr. D. Musti, Op. cit., pp. 124, 140 y 141-142. Cfr. tb. N. Horsfall, “Corythus re-examined”,
en J. N. Bremmer y N. Horsfall (Eds.), Roman Myth and Mythography. London, University of
London Institute of Classical Studies, Bulletin Supplement S. No. 52, 1987, pp. 101-102. J.
Gagé señala que esa enemistad de veyentes y tarquinienses con Roma sería la razón por la que
dichas ciudades no serían mencionadas en el catálogo de las fuerzas etruscas que acompañan a
Eneas, ni tampoco en el resto de la Eneida (“Les Étrusques dans l’Enéide”, Mélanges
d’archéologie et d’histoire 45 (1928), 125 y 129). Ver tb. K. Muse, “Sergestus and Tarchon in
the “Aeneid””, The Classical Quarterly 57.2 (2007), 600 n. 56.
50
Cfr. IV 17.2-5, 31.7, V 1.4-5, VII 15.9-10. De un modo similar es mostrada la actitud del
senado de Veyos, quien ante una embajada de feciales romanos responde con soberbia que si no
se retiran les darán lo que les dio Larte Tolumnio, lo que resulta más grave si consideramos que
poco tiempo antes los romanos habían sido generosos en demorar las negociaciones por
problemas internos que afectaban a Veyos (IV 58.1-2, 6-7). De todos modos, tal como en el
caso de Porsena, la amenaza no se concreta por lo que no podemos tomarlo como un caso de
impiedad, aunque sí de superbia. N. Horsfall (Op. cit., pp. 101-102) hace notar, tomando a Tito
Livio como referencia, que los tarquinienses podrían haber tenido mala estampa entre romanos
por sí mismos: por ser la ciudad natal de los Tarquinios, por aliarse luego con Veyos y, después,
por haber sido un duro oponente.
51
Cfr. II 49.12, IV 30.14. Aunque en la segunda pentada encontramos una violación de tregua
de Perusia (IX 40.18) y otra de los etruscos en general (X 10.6). El pasaje I 27.11, donde Tito
Livio nos cuenta de la victoria sobre los veyentes, quienes habrían hecho la guerra quebrando la
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Estos últimos aspectos que resaltamos resultan sumamente interesantes no sólo para
comprender mejor el episodio que analizamos, sino para precisar cuestiones que hacen
al análisis del estereotipo etrusco. En ese sentido, si bien es una obviedad afirmar que
los veyentes (fidenates y tarquinienses) son etruscos, no deja de ser relevante remarcar
que tienen sus particularidades que los diferencian de los demás. Y, como se deduce de
los puntos que hemos examinado, esas particularidades ocupan un lugar importante en
la explicación de la caída de la ciudad en manos romanas en este episodio de Historia
de Roma.
Conclusión
Nuestro propósito en este trabajo ha sido complementar los análisis precedentes sobre el
episodio del sitio de Veyos, prestando especial atención a las características que Tito
Livio retoma del estereotipo etrusco de la tradición grecorromana. Ello, sin perder de
vista la situación contemporánea que tiene lugar en Roma, nos permitió comprender la
complejidad de la explicación del autor al advertir que no es sólo el comportamiento de
los romanos el que incide en el resultado final de la contienda. En ese contexto,
pudimos observar también las especificidades del caso de los veyentes, quienes, si bien
no dejan de ser representados como etruscos, tienen características particulares, que en
este episodio se potencian, produciendo su caída.
De este modo, pudimos advertir cómo juega Tito Livio con las cualidades asociadas a
un estereotipo en la tradición: retomándolas, como en el caso de la capacidad de los
arúspices para leer los signos divinos; dejándolas de lado, cómo es la caso de la
opulencia de Veyos, que no parece tener peso aquí para la representación de los
tregua firmada con Rómulo (I 15.5), no es señalada explícitamente por el historiador. Cfr. R. M.
Ogilvie, Op. cit., p. 124.
52
El pasaje más claro es II 48.5-7, luego II 51.4. Las otras tres veces en que se nos informa de
pillaje veyente (II 43.1-2, IV 1.4, 30.5), la actividad no parece ser diferente a la que llevan en
ocasiones los romanos en territorio enemigo. Sobre la diferencia entre el bandolerismo y la
guerra regular, cfr. Y. Garlan, La guerre dans l’Antiquité, Paris, Éditions Nathan, 1999, pp. 18-
22; B. D. Shaw, “El bandido”, en A. Giardina (Ed.), El hombre romano, Madrid, Alianza
Editorial, 1991, esp. pp. 357-358 y S. P. Oakley, Op. cit., p. 634.
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En ese sentido, y sin negar la importancia que tienen los trabajos que hacen un
inventario de las características que conforman cada estereotipo étnico, el modelo de
análisis que hemos desarrollado permite enriquecer el estudio de la cuestión. Un aspecto
que se ha puesto de manifiesto a través del mismo es la necesidad de realizar una lectura
más atenta de los contextos de donde se toman dichas características, para evitar incurrir
en errores, como el de dar un valor general entre los etruscos a cualidades que definen a
solo un grupo dentro de estos.
Fuentes citadas
Tite-Live, Histoire Romaine. T. II, Livre II. Texte établi par J. Bayet et traduit par G.
Baillet. Paris, Les belles Lettres, 1954.
Tite-Live, Histoire Romaine. T. V, Livre V. Texte établi par J. Bayet et traduit par G.
Baillet, Paris, Les belles Lettres, 1964.
Tito Livio, Historia de Roma desde su fundación. T. I, libros I-III, introducción general
de Á. Sierra, traducción y notas de J. A. Villar Vidal, Madrid, Gredos, 2006.
Tito Livio, Historia de Roma desde su fundación. T. II, libros IV-VII, traducción y
notas de J. A. Villar Vidal, Madrid, Gredos, 2001.
Bibliografía citada
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Romani contro le externae superstitiones”, en G. Urso (Ed.), Patria diversis
gentibus una? Unità politicia e identità etniche nell’Italia antica, Pisa,
Edizioni ETS, 2008, pp. 115-133.
T. J. Cornell, Los orígenes de Roma c. 1000-264 a.C. Italia y Roma de la Edad del
bronce a las guerras púnicas, Barcelona, Crítica, 1999.
J. R. Dunkle, “The Greek Tyrant and Roman Political Invective of the Late Republic”,
Transactions and Proceedings of the American Philological Association 98
(1967), 151-171.
C. S. Kraus, “‘No second Troy’: Topoi and refoundation in Livy, Book V”,
Transactions of the American Philological Association Proceedings 124
(1994), 267-289.
G. Miles, “The Cycle of Roman History in Livy’s First Pentad”, en G. Miles, Livy.
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Pp. 75-109.
K. Muse, “Sergestus and Tarchon in the “Aeneid””, The Classical Quarterly 57.2
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D. Musti, “Tendenze nella storiografia romana e greca su Roma arcaica: studi su Livio e
Dionigi d’Alicarnasso”, Quaderni Urbinati di Cultura Classica 10 (1970), 3-
159.
S. P. Oakley, A Commentary on Livy. Books VI-X. Volume I: Introduction and Book VI,
Oxford, Oxford University Press, 2004.
E. Rawson, “Caesar, Etruria and the Disciplina Etrusca”, The Journal of Roman Studies
68 (1978), 132-152.
A. Vasaly, “Personality and Power: Livy’s Depiction of the Apii Claudii in the First
Pentad”, Transactions of the American Philological Association 117 (1987),
203-226.