Aaaimagenes
Aaaimagenes
Aaaimagenes
Las campanas
El muro
La ciudad
Viernes
¡Risas bajo el sol, marfil! Tímidas zalemas, las manos en las cosas de la
tierra. . .
¡Viernes!, ¡qué verde era la hoja, qué nueva tu sombra, qué largas tus manos
hacia la tierra, cuando cerca del hombre taciturno, bajo la luz, agitabas la azul
corriente de tus brazos y tus piernas!
Ahora te han regalado un rojo andrajo, una librea donde te reflejas. Bebes el
aceite de las lámparas y robas en la despensa; deseas las faldas de la cocinera
gorda y olorosa a pescado; tus ojos se han vuelto embusteros y tu risa viciosa.
El loro
Éste es otro.
Un marino tartamudo se lo había entregado a la vieja que te lo vendió. Está
sobre el rellano, cerca de la claraboya, donde se mezcla a la penumbra la niebla
sucia del día color de callejón.
Con un doble grito, por la noche, Crusoe, te saluda, cuando subiendo desde
las letrinas del patio, abres la puerta, alzas el astro efímero de tu lámpara.
Voltea su cabeza para mirarte. Hombre de la lámpara, ¿qué quieres de él? ...
Miras el ojo redondo bajo el dañado polen del párpado; miras el segundo círculo,
un anillo de savia fenecida. Y la pluma enferma se baña en mierda aguachenta.
¡Oh miseria! Apaga tu lámpara. El pájaro lanza su grito.
Está entre el olor agrio del polvo, bajo el tejado del granero. Está bajo una
mesa de tres patas; está entre la caja de arena para la gata y el tonel
descabalado en donde la pluma se hacina.
El arco
Ante los silbidos del hogar, tiritando bajo tu abrigo floreado, miras ondular
las dulces alas de la llama. Pero un chasquido agrieta el canto de la sombra: es
tu arco, suspendido, al quebrarse. Tu arco abierto a lo largo de su fibra secreta
como la vaina muerta del árbol guerrero.
La semilla
La enterraste en una maceta: púrpura aferrada a tu traje de piel de cabra.
Y no ha germinado.
El libro