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TOPOGRAFÍA

HISTORIA GENERAL DE ARGEL


POR E L M A E S T R O

F R A Y DIEGO D E HAEDÜ

LA P U B L I C A

LA SOCIEDAD D E BIBLIÓFILOS ESPAÑOLES

MADRID

M C M X X V I I
TOPOGRAFÍA
E

HISTORIA GENERAL DE ARGEL

I
SOCIEDAD DE BIBLIÓFILOS ESPAÑOLES
SEGUNDA ÉPOCA

III

ESTE VOLUMEN HA SIDO COSTEADO POR NUESTRO s o c i a

PROTECTOR Y TESORERO EL E l C M O , SR. D . IGNACIO BAUER

Y LANDAUER. LA JUNTA DE GOBIERNO DE LA SOCIEDAD SE

COMPLACE EN EXPRESARLE PÚBLICAMENTE SU GRATITUD.


TOPOGRAFÍA
E

HISTORIA GENERAL DE ARGEL


POR E L M A E S T R O

F R A Y DIEGO D E HAEDO

LA P U B L I C A

LA SOCIEDAD D E BIBLIÓFILOS ESPAÑOLES

MADK1D

M C M X X V I I
Núm. 141.

Sr. D. Germán de la Mora.

Imp. de Ramona Velasco, Vda. de Prudencio Pérez.—Libertad, 31, Madrid.


Papel de la fábrica de los señores L l . Guarro Casas, de Barcelona,
expresamente fabricado para nuestra Sociedad.
PRÓLOGO

«En el valle de Carranza, en las Encartaciones de Viz-


caya, hay un lugar llamado Haedo, de donde procede
este noble linaje, cuyo primitivo tronco fué García de
Haedo, uno de los nobles guerreros que a principios del
siglo VIH se agruparon alrededor de Pelayo para resis-
tir a los sarracenos» (•). Tal dice Piferrer en su Nobi-
liario, añadiendo que a esta esclarecida familia perte-
neció, entre otros memorables sujetos que la ilustraron,
D. Diego de Haedo, arzobispo que fué de Palermo y
elevado por Felipe II, en el último tercio de su reinado,
a los cargos de presidente y capitán general del reino
de Sicilia. Varón de gran entendimiento y prudencia,
gobernante íntegro y recto, era además prelado virtuo-
so y caritativo por extremo, que mostraba principal-
mente su piedad con los infelices cristianos que pade-
cían cautiverio en las mazmorras de Argel, Tánger y
otras ciudades de la costa berberisca, ora ayudando a
su rescate «con gruesa cantidad de dineros», ora reci-
biendo amorosamente a aquellos que, una vez redimi-

(') Piferrer, NobÜiano de los Reinos y Señoríos de Espa-


ña.,, Madrid, 1857 (ndtn. 183, artículo Haedo),
— VI

dos por las Ordenes religiosas de la Santísima Trini-


dad y de la Merced, se desembarcaban famélicos, rotos
y lacerados en los puertos de Sicilia y principalmente
en Palermo, como tan próximos a las costas argelinas,
donde muchos de ellos volvían a pisar de nuevo, no sin
besarla primero, tierra cristiana.
Era a la cuenta el santo prelado hombre de seso y
de gobierno, y como tal deseoso de conocer a fondo
las cosas y sucesos que ocurrían en el vecino reino de
Argel, para asegurar mejor y de este modo la defensa
y resguardo del de Sicilia, que le estaba encomendado
por el Rey Prudente; tanto más que su proximidad y
cercanía a los enemigos berberiscos daba frecuentes
y propicias ocasiones de asonadas, incursiones y sor-
presas por parte de los piratas y corsarios que, bien
por su cuenta, bien por la de los Reyes de Argel, pulu-
laban por aquellos mares. Semejante previsión, junto a
la natural y humana curiosidad de conocer más por me-
nudo los trabajos y tribulaciones de los cristianos redi-
midos, llevábale a reunirlos en su palacio y a escuchar
de sus labios el conmovedor y verídico relato del cauti-
verio de cada uno.
De estas relaciones orales tomaba sus apuntes, día
por día, el virtuoso arzobispo, ayudándole en ello un
sobrino suyo, que conocido por sus mismos nombre y
apellido, fray Diego de Haedo, y monje como él tam-
bién de la Orden de San Benito, le había acompañado
desde España cuando fué promovido a la prelacia de
Palermo. Regresó el sobrino años después a España,
acaso a raíz de la muerte de Felipe II, llevándose con-
— Vil

sigo, tanto aquellos apuntes y borradores del arzobis-


po, como otras relaciones manuscritas compuestas por
antiguos cautivos, y con ellas seguramente, además,
gran copia de recuerdos, impresiones personales y hasta
el mismo ambiente, recogidos en su trato de varios años
con aquéllos en el palacio arzobispal siciliano. Elevado,
por su parte, a la dignidad de abad del monasterio de
San Benito en Frómesta o Frómista, distante cinco le-
guas de Falencia, en la soledad y reposo de la vida
conventual, libre de preocupaciones cortesanas y eno-
josos cuidados, pudo dedicarse holgadamente durante
varios años a la composición de tan extenso libro; y
cogiendo por su cuenta los borradores y papeles del tío,
enmendando aquí y añadiendo allá, llegó a ponerlos en
sazón de pasar a los brazos de la imprenta. Así lo de-
clara él mismo en su Carta dedicatoria al arzobispo, a
quien hace coautor de la obra, y singularmente de su
Parte III, o sea de los D i á l o g o s de la cautividad; por
más que, satisfecho a la cuenta de su propia labor, no
quiso callarla, diciendo, con ciertos asomos de candoro-
sa vanidad, que «sin el trabajo y diligencia que en ellos
había puesto, dándoles la última forma y esencia, no
hubieran podido imprimirse ni sacar a la luz>.
Ambos Diego de Haedo, tío y sobrino, arzobispo y
abad, deben considerarse, pues, como padres de esta
interesantísima obra, que abarca y desarrolla asunto tan
trabado con nuestra historia patria como la descripción
de las costumbres, reino y dinastías de Argel. Materia
copiosísima en verdad, y tratada aquí con un pormenor
y espacio que no encontraremos en ninguna otra simi-
— viii —

lar de aquellos tiempos. Extraordinaria es la luz que


proyecta sobre ella. Nuestras crónicas generales y lo-
cales de entonces y l^s mismas obras de pasatiempo y
novelas de la época, nos dejaron numerosos testimo-
nios de la frecuencia con que las flotas argelinas, ca-
yendo de improviso sobre las desguarnecidas costas
españolas, sorprendían a sus desapercibidos poblado-
res, de tal manera que, como escribe un eruditísimo
historiador moderno, <nada más común que acostarse
tranquilo y amanecer bogando hacia los puertos berbe-
riscos» (')•
Otras veces, los cautivos procedían de las presas
que, tras desgraciados combates, hacían las galeras ar-
gelinas de las nuestras, como ocurrió en 1575 con la
galera E l 5o/, en que regresaba Cervantes a España
desde Italia. Por unas y otras causas, el número de cau-
tivos cristianos que de todas nacionalidades lloraban su
perdida libertad en los B a ñ o s de Argel era considerable
en todo tiempo, llegando a alcanzar a mediados del si-
glo XVII, según atestigua un autor contemporáneo, la
cifra considerable de 20.000 (').

(') Serrano y Sanz, en su Introducción preliminar a la Cauti-


verio y trabajos de Diego Galán. Madrid, 1913, pág. 7, publi-
cada por nuestra Sociedad en su primera época. E l estudio de
Serrano y Sanz, original y de primera mano como todos los su-
yos, contiene datos muy curiosos e interesantes sobre este tema
de la piratería, cautividad y acción bienhechora de las Ordenes
de redención de cautivos en aquellos siglos.
(2) Serrano y Sanz, op. cit., pág. 15.
— IX

Tal muchedumbre de cautivos de todas lenguas y ra-


zas, aunque en su mayoría españoles; sus costumbres
curiosas, hazañas heroicas, evasiones y fugas, logradas
unas veces y fracasadas las más, con otras particulari-
dades y sucesos, daban sobrados materiales para com-
poner un libro; y si a esto se junta el sentido y tempe-
ramento que podríamos llamar histórico del buen arzo-
bispo Haedo, quien, como avisado cronista, tuvo el
acierto de acudir a las fuentes más auténticas y autori-
zadas, como eran los relatos de los mismos cautivos,
tendremos explicación satisfactoria y completa de cómo
nació esta obra, asentada toda sobre datos de primera
mano y sillares firmes y macizos.
Con todo eso, el Epítome de los Reyes de Argel, se-
gunda parte de ella, créolo de la cosecha propia del abad
de Frómesta, quien pudo servirse para el caso de algunas
obras impresas, bien italianas, bien españolas, como la
Descripción de Africa de Mármol Carvajal, o acaso de
algún manuscrito coetáneo que no ha llegado a nos-
otros o yace arrumbado en cualquiera de nuestras biblio-
tecas. En cambio, la Topografía del Reino de Argel,
los Diálogos de ta cautividad y de los mártires están
notoriamente sacados de testimonios verbales de los
mismos cautivos, siendo su autenticidad indiscutible y
extraordinario su interés y valor histórico. Los capítu-
los de la Topografía, donde Haedo describe las cos-
tumbres extrañas y genuinas de los turcos, no pueden
ser más curiosos: léense con el encanto y deleite de
una novela, y píntase en ellos, con sobriedad y senci-
llez, como correspondía a la pluma de ambos Haedos,
— X

ninguno de los cuales era literato de profesión, el cua-


dro general de aquel reino y sus habitadores, con colo-
res muy animados y vivos, con una profusión de por-
menores peregrinos y detalles únicos que parecen de
bulto, viéndose rebullir las calles y plazas de Argel con
la muchedumbre bizarra de turcos, argelinos, berberis-
cos, cristianos, genízaros y renegados que vivían aco-
gidos al recinto de sus murallas.
Huelga, pues, hacer más comentarios sobre tan rica
materia, ya que el curioso sabrá sacarlos por sí mismo
a medida que vaya penetrando en su sabrosa lectura.
Muchas veces también apartará la vista con horror ante
la enumeración de las crueldades inauditas y martirios
espantosos que los infelices cautivos o los mismos reli-
giosos redentores padecían, hasta entregar la vida en
manos de sus bárbaros patrones, pues, como Haedo de-
cía, «todo Argel todas sus plazas, las casas, las calles,
los campos, la marina y sus bajeles no son menos que
unas herrerías propias y naturales del demonio, a do
perpetua y continuamente no se oye sino golpes, tor-
mentos y dolores, tan abundantes y copiosos de todas
las invenciones de inhumanos y crueles instrumentos
para matar cristianos» ('). Pero ello prueba a la vez la
resistencia física y la fortaleza de ánimo que aceraba
los pechos de los españoles de antaño, aherrojados por
su desdicha e infortunio en las míseras mazmorras ar-

(') Haedo: Topographia y descripción de Argel, folio 97 de


la edición príncipe.
gelinas, temple de alma y de cuerpo que explica lógica-
mente también las hazañas maravillosas e increíbles que
acometieron y coronaron por todas las regiones del
mundo y singularmente en América.
Otra particularidad notable avalora sobremanera este
libro y le ha hecho famoso y codiciado, contribuyendo
a su rareza. Refiérome a las noticias que trae sobre el
cautiverio en Argel de Miguel de Cervantes. Fray Die-
go de Haedo puede vanagloriarse a justo título de haber
sido el biógrafo primero del inmortal escritor; y biógrafo
exacto, informado y verídico. Mientras que Nicolás An-
tonio hacía a Cervantes natural de Sevilla; Claramonte
y Corroy, toledano; hijo de Esquivias, Tamayo de Var-
gas; y hasta Mayáns y Sisear, en la primera Vida que
apareció, debida a su celo, recogía la conjetura de que
pudo haber nacido en Lucena, es Haedo quien, más
enterado que todos sus biógrafos posteriores, en vida
misma de Cervantes, señalaba su verdadera patria, al
nombrarle como «un hidalgo principal de Alcalá de He-
nares». L a extraordinaria y segura erudición del ínclito
Mayáns, tantas veces probada, falló en aquella ocasión,
no llegando a su conocimiento la existencia del pasaje
de Haedo, lo cual prueba lo poco común o leída que era
ya entonces esta obra. Fué menester que otro benemé-
rito erudito, el P. Sarmiento, a cuya incesante lectura
no se había escapado, comunicase esta noticia a varios
amigos, entre ellos a D. Agustín Montiano y Luyando,
quien, como es harto sabido, siguiendo el rastro de
Haedo, buscó y halló en el Archivo parroquial de Alcalá
de Henares la partida de bautismo de Cervantes, por él
XII —

primeramente transcrita en 1753 O- Pero la gloria del


hallazgo a quien en realidad corresponde es a Haedo,
cuyos son también los datos interesantísimos que sobre
el intento de evasión de Cervantes y otros cautivos, a
primeros días del mes de septiembre de 1577, relata por
extenso, trazando la primera semblanza moral, admira-
ble en carácter, energía y patriotismo, que en el mundo
se haya escrito sobre el inmortal alcalaíno. Leyendo a
Haedo, y singularmente aquel párrafo suyo, en donde
dice «que si al ánimo, industrias y trazas de Miguel de
Cervantes correspondiera la ventura, hoy fuera el día
que Argel fuera de cristianos, porque no aspiraban a
menos sus intentos», se confirma la verdad y justeza de
la semblanza, porque no menor hazaña que la conquista
del reino de Argel tocaba y era presumible en quien,
con la composición de E l ingenioso hidalgo, había con-
quistado el título de principe de los ingenios españoles.
Hermosímo y conmovedor por demás es este pasaje, y
merece que en el volumen II de esta obra hayamos de
darlo en facsímil, reproduciendo fotográficamente el fo-
lio 185 de la misma donde consta.
No creo, como han dicho algunos biógrafos de Cer-
vantes, que éste comunicara personalmente al fraile be-
nedictino los hechos de su cautiverio que integran esta
relación. Tengo para mí que ni uno ni otro se trataron
nunca. Hay un impersonalismo en el estilo de Haedo
que aleja la idea de toda comunicación o contacto ante-

0) Vid. Ríus: Bibliografía crítica de tas obras de Miguel de


Cetoantes. Madrid, 1899, tomo I, páginas 3 a 8.
rior entre ambos escritores. Y hasta estimo por cierto
que Cervantes no llegó a tener conocimiento de la alu-
sión, honrosa por demás, que de sus pasadas hazañas
escribía el abad de Frómista en vida suya. Si tal hubie-
ra ocurrido, paréceme que no hubiera dejado de ufa-
narse con ella en el prólogo de la H Parte del Quijo-
te, devolviendo a Avellaneda sus epítetos groseros
y despectivos. El mismo Haedo dice, por boca de uno
de los interlocutores del Diálogo de los mártires, don-
de se narran las noticias cervantinas que venimos co-
mentando, que todo él procedía de «unos papeles que
aquí tengo, en los cuales escribí, con todas las diligen-
cias del mundo que hice dende estas prisiones y cade-
nas, informándome de toda suerte de gente, cristianos,
renegados, turcos y moros». E l doctor Sosa, cautivo
también en Argel al mismo tiempo que lo estaba Cer-
vantes, «con quien comunicaba y trataba muy a menudo
y familiarmente», según declaró de modo expresivo y
ante notario en la información hecha por el glorioso es-
critor al solicitar, en 1590, uno de los cuatro oficios a
ta sazón vacantes en Indias (*), tomaría—digo—estas
noticias de Cervantes, las cuales, por su conducto, pa-
saron luego al libro de Haedo, sin necesidad de que

(!) Publicada en la Revista de Archivos, III época, tomo XII,


páginas 345 a 397. E l pasaje citado en el texto consta en la de-
claración del doctor Sosa, páginas 393-395. Toda ella coincide
puntualmente con las noticias que Haedo transcribió en su libro,
confirmando, como digo arriba, que fué una fuente común, el
propio testimonio de Cervantes, la que sirvió para escribir am-
bos lugares.
— XIV —

ambos escritores se tratasen. Sea lo que fuere, lo prin-


cipal es el carácter de absoluta autenticidad que ofrecen
y la luz vivísima y gloriosa que arrojan sobre la figura
moral del manco sano, famoso todo y regocijo de las
musas.
No es tampoco la única que aparece retratada aquí
con rasgos valientes y vivos; otras muchas más discu-
rren, pictóricas de energía y vigor, por las páginas de
este libro, comunicando al lector los más movidos y en-
contrados afectos: cuándo de admiración, cuándo de
risa; ora de dolor, ora de espanto. Tan aventurera y
novelesca era la vida de los míseros cautivos en aquel
infierno de Argel, donde su paciencia y sufrimientos,
con tanta entereza sobrellevados, rara vez lograban
aplacar la bárbara crueldad e inhumana fiereza de sus
amos y señores.
Por las aprobaciones y carta-dedicatoria de esta obra,
despréndese que estaba escrita ya en 1605, aun cuando
hasta 1612 no lograra ver la luz en Valladolid, en la ofi-
cina tipográfica de Diego Fernández de Córdova, repu-
tado impresor de la ciudad (').
Salvá, en su C a t á l o g o (núm. 3.339), la califica de
rara y curiosa. Con efecto, sus ejemplares escasean
sobremanera, y los que de tarde en tarde se anuncian

(') Véase el facsímil de la portada que sigue a esta adverten-


cia. La edición de 1612 apareció en un volumen en folio menor,
de V folios de preliminares -|- 210 folios de texto «f 8 de tabla.
Reproducimos en la nuestra toda ella, sin la más mínima quita,
incluso la hoja de Tassa, que falta en la mayoría de los ejemplares
que he consultado, además del particular de mi librería.
en los catálogos de los libreros, alcanzan elevados pre-
cios.
Ante la dificultad, pues, de procurársela en su origi-
nal ('), los historiadores franceses modernos de Argelia,
y reconociendo su importancia y valía, decidiéronse no
ha muchos años a traducirla parcialmente, haciéndose
dos versiones francesas: una de la Topografía e histo-
ria general de Argel^ a cargo de MM. Berbrugger y
Monnereau, que apareció en la Revue Africaine (to-
mos XIV y XV), y otra del Epitome de los Reyes de
Argel, debida a M. de Grammont. En cambio, el origi-
nal castellano no ha tenido la fortuna de reimprimirse
desde 1612. Nuestra Sociedad, que ya en su época
primera había dado acertada acogida a otras obras de
la especialidad africana, como las Memorias del cau-
tivo en la goleta de Túnez, la Historia del Maestre úl-
timo que fué de Montesa y el Cautiverio y trabajos de
Diego Galán, cumple, una vez más, con sus fines be-
neméritos de cultura e ilustración histórica sacándola
de nuevo a la luz, en la certidumbre de que con ello ha-
brá de prestar un señalado servicio a los investigadores
musulmanes y a los literatos y cervantistas. En ninguna

(!) M. Paul Ruff, en su interesante estudio sobre La domina-


tion espagnole á Oran sous le gouoernement du Comte dAlcau-
dete, 1534-1558 (París, Leroux, 1900, pág. III), confiesa que no ha
podido consultar el libro de Haedo en su original. Tampoco lo
conoció, o al menos no lo cita, Playfair en su A Bibliography of
Morocco, from the eadiest times to the end of 1891 (London, Mu-
rray, 1892). Yo lo incluí en mis Apuntes para una bibliografía de
Marruecos. Madrid, 1922, pág. 502.
— XVI —

de las publicadas antes y después de ella, dentro de la


copiosa bibliografía referente a turcos y berberiscos (*),
ni en los numerosos manuscritos e impresos que tengo
reproducidos en mis Relaciones de Africa y Papeles de
m i archivo C), se hallará la abundancia, novedad e in-
terés que encierra este libro valiosísimo. Así lo han re-
conocido modernos historiadores franceses, como M. de
Grammont (s). Con su reproducción espero, por tanto,
y para mí sería la mejor recompensa, haber contribuido,
una vez más, al mejor y más cabal conocimiento de la
historia del Africa norteña, tema, por desdicha, desde-
ñado hoy por nuestros eruditos, cuando tanta influencia
tuvo siempre en la general de España, y de un modo
singular en la política nacional del Mediterráneo, del
verdadero mare.nostrum.

Ignacio Bauer y Landauer.

(') Pueden citarse entre otras, por referirse especialmente a


Argel y ser muy poco conocidas y curiosas, las dos siguientes:
Gabriel Gómez de Losada: Escuela de trabajos en cuatro l i -
bros dividida: el primero, Del cautiverio más cruel y tirano; se-
gundo. Noticias y gobierno de Argel; tercero, Necesidad y con-
veniencia de la redempción de cautivos christianos; cuarto, E l me-
j o r cautivo rescatado. Madrid, Paredes, 1670,4.°
Fray Francisco Antonio Silvestre: Fundación histórica de los
hospitales que la Religión de la Santissitna Trinidad... tiene... en
Argel. Madrid, 1690.
(2) Biblioteca hispano-marroqui. Relaciones de Africa. Ma-
drid, 1922-1923 (tomos I a VI).
(3) H.-D. de Grammont: Histoire cTAlger sous la domina-
tion turque (1515-1830), París, Leroux, 1887, diciendo: «A la vé-
— XVII —
rité, Haedo, dans son Epítome de los Reyes de Argel, c'est le plus
complet et le plus exact des docutnents qui nous soient parvenus
sur Ies soixante dix premieres annés de l'Odjeac» (pág. 3). Nume-
rosos fueron los préstamos que hizo de la obra de Haedo para
la composición de la suya. No menor importancia la conceden
De Cat, Berbrugger, Faure-Biguet, Primaudaie y otros autores
de la antigua y moderna Argelia.
Las descripciones bibliográficas en las dos traducciones fran-
cesas de esta obra, antes mencionadas, son las siguientes:
Topographie et Histoire générale d'Alger..., par le bénédictin
fray Diego de Haedo, abbé de Fromesta. Traduit de Tes-
pagnol par MM. le Dr. Monnereau et A. Berbrugger. Alger,
Imprimerie Bastide, 1870. (fíeme Afrícaine, tomo XIV, pági-
nas 364-375, 414-433, 490-519; y tomo XV, páginas 41-69,
90-111, 202-237, 307-319, 375-395 y 458-473.)
Histoire des rois d'Alger, par fray Diego de Haedo..., traduite
et annotée par H. D. de Grammont, Alger, A. Jourdau, 1881;
8.°, 222 páginas.
TOPOGRAPHIA.

E HI ST O
R I A G E N E R A L D E AR^
G E L , REPARTIDA E N CINCO TRA-
TADOS, D O S E V E R A N C A S O S E S T R A -
ñ o s , mueiccs efpantofas, y cormencos cxquifitos,
^oe conuienc fe enciendan en la ChrUiiaa*
dadxon muchadodrinele-
ganda curiofa.
D I R I G I D A <AL I t r S T I S S I MO S E N O t t DONBXBGO
de tÍAtAo vdrfobifjm ¿e Palermo, PrefUentty Ctyi&nGtnad
dtHUyaadeSkdi*

Por d Macfiro fray Diego de Haedo Abad de Ffome^dela Orden del Pacriar
caíanBcnsto^naturakiel Valle de Carranca.

CON PRIVILEGIO.

fio V alladolid, por Z^'cgo Fertundeiie Cordcuay OHUAO» ImprcíToi


deübros. Aúode M . D C . X I L
TASA

Yo Miguel de Ondarza Zavala, Escribano de Cámara


de su Magestad, de los que en su Consejo residen, doy
fe que, habiéndose visto por los señores del dicho Con-
sejo un libro intitulado Topographia, o descripción de
Argel, y sus habitadores, y costumbres, compuesto
por el Maestro Fray Diego de Haedo, que con licencia
de los dichos señores fué impreso, tasaron cada pliego
del dicho libro a cuatro maravedís en papel, y a este
precio y no más mandaron que se vendiese el dicho
libro, y que esta tasa se ponga al principio de cada
cuerpo del dicho libro. Y para que dello conste, de pe-
dimiento de la parte del dicho Maestro Diego de Haedo,
y mandado de los dichos señores, di esta fe. En la Villa
de Madrid, a diez y nueve días del mes de Octubre, de
mil y seiscientos y doce años, y en fe dello lo firmé.

Miguel Ondarza Zavala.


ERRATAS

Folio 24 , col. 2 . lin. t, cosa, lee causa; 3 .1 .44, contramina-


das, contaminadas; 3 .3 .26, sobre, sob; 3 . 3 . 49, guerras, ribe-
ras; 4.2.30, cuenda, cuerda; 4.2.51, de fuera, fuera; 4.1.40,
herbaria, barbaria; 4.3.29, donde, dende; 5 ,4. 26, otros, otras;
5.4.49, Babacera, Babacira; 6.4.32, galeota, golera; 7.1.17,
de rededor, al rededor; 7.2 .12, hiciero, hicieron; 7.2.51, este,
esta; 7. 4 .24, parta, parte; 7. 4. 34, en entrando, entrando;
8 . 3 . 6 , tran, traen; 8.3.13, antigües, antiguos; 9 .1 . 40, sirva,
sirve; 9. 2.45. viven, vienen; 9.3.4, vicio, vicios; 9 . 3 . 20, cali-
dad, cualidad; 9.4.1, Amantes, Arnautas; 10.3.18, o Col,
Coló; 12 . 1 .50, y a vez, y a otra vez; 21.3.53, lectiones, sec-
tiones; 22.1 .35, no sólo tienen, no sólo no tienen; 22 . 2 . 14,
continua, contenencia; 24.4.6, saben, saber; 2 4 . 2 . 1 , cosa,
casa; 25.2.44, llevan, llevando; 25.3.13, quedan, que van;
30 . 3.42, ayuntan, ayunan; 33 . 3 . 34, dodonaos, Dodonaeos;
33. 4.8, Ala, acá; 33 . 4 . 33, necesario rogar, necesario para
rogar; 34 . 1 . 4, muchos, nuestros; 39 . 2 . 39, tierra, triaca;
40. 2. 8, scs, es; 48.3 .15, de su sangre, de sangre; 49.1 .18,
barco, brazo; 50 . 3 . 36, sojuzgados, sobyugados; 55 . 3 . 1, so-
bre, sob; 56.2.13, partiendo, portando; 64 . 3.50, ques, que;
65 . 3 .48, todo, tomado; 68 . 3 . 4, tres mil, trescientos mil;
73 • 2.22, tuvo, hubo; 76.3.53, sesenta, setenta; 99.3 . 2, llama
jumanentes eliatos, llaman inmanentes ¡llicitos; 99 . 4. 3, medrio,
- 3 -

médico; 144 . 4 . 18, peor, peor temerosos; 145 .1 . 24, hablando,


no hablando.
Con estas erratas concuerda con el original. En Valladolid a
3 de Junio de 1612 años.

El Doctor Agustín de Vergara.


EL R E Y

Por cuanto por parte de vos fray Francisco de Valdi-


via, Procurador General de la Orden de san Benito, nos
ha sido fecha relación que el Padre Maestro fray Diego
de Haedo, Abad de San Benito de Fromesta, monge de
la dicha Religión, había compuesto un libro intitulado
Thopographia, y descripción de las cosas de Argel, y
sus sucesos, y sucesión de sus Reyes, el cual era muy
útil y provechoso, y no contenía cosas contrarias a las
buenas costumbres; y nos suplicastes le mandásemos
dar licencia y facultad para le poder imprimir y vender
por tiempo de veinte años, o como la nuestra merced
fuese; lo cual, visto por los del nuestro Consejo, por
cuanto en el dicho libro se hicieron las diligencias que
la premática por nós últimamente fecha sobre la impre-
sión de los libros dispone, fué acordado que debíamos
mandar dar esta nuestra cédula, para vos en la dicha
razón, y nos tuvímoslo por bien. Por la cual, por hacer
bien y merced al dicho padre Maestro fray Diego de
Haedo, le damos licencia y facultad para que por tiem-
po de diez años primeros siguientes, que corran y se
cuenten desde el día de la data desta nuestra cédula en
- 5 -

adelante, él o la persona que su poder hubiere, y no


otra alguna, pueda imprimir y vender el dicho libro, que
de suso se hace mención, en todos estos nuestros Reinos
de Castilla, por el original que en el nuestro Consejo se
vio, que va rubricado y firmado al fin del de Miguel de
Ondarza Zavalla, nuestro escribano de Cámara de los
que en el nuestro Consejo residen, con que antes que
se venda, le traiga ante ellos juntamente con el dicho
original, para que se vea si la dicha impresión está con-
forme a él, o traiga fee en pública forma en como por
corrector por nós nombrado se vió y corregió la dicha
impresión por el original, y mandamos al impresor que
ansí imprimiere el dicho libro, no imprima el principio,
y primero pliego, ni entregue más de un solo libro con
el original al autor, o persona a cuya costa le imprimiere,
y no otro alguno, para efeto de la dicha corrección y
tasa, hasta que primero el dicho libro esté corregido y
tasado por los del nuestro Consejo, y estando así, y no
de otra manera, pueda imprimir el dicho principio y pri-
mer pliego, y en él seguidamente ponga esta nuestra
licencia, y la aprobación tasa, y erratas, sopeña de caer,
e incurrir en las penas contenidas en la pragmática, y
leyes de nuestros Reinos que cerca dello disponen. Y
mandamos que durante el dicho tiempo persona alguna,
sin su licencia, no pueda imprimir, ni vender el dicho
libro, sopeña que el que lo imprimiere o vendiere haya
perdido y pierda todos y cualesquier libros, moldes y
aparejos que del dicho libro tuviere, y más incurra en
pena de cincuenta mil maravedís por cada vez que lo
contrario hiciere, la cual dicha pena sea la tercia parte
para nuestra Cámara, y la otra tercia parte para la per-
sona que lo denunciare, y la otra tercia parte para el
juez que lo sentenciare. Y mandamos a los del nuestro
Consejo, Presidente, y Oidores de las nuestras Audien-
cias, Alcaldes, Alguaciles de la nuestra Casa, Corte, y
Chancillería, y a todos los Corregidores, Asistente, Go-
bernadores, Alcaldes mayores, y ordinarios, y otros
jueces y justicias cualesquier de todas las ciudades, v i -
llas y lugares de los nuestros Reinos, y señoríos, así a
los que ahora son, como a los que serán de aquí ade-
lante, que vos guarden, y cumplan esta nuestra licencia
y merced que ansí le hacemos; y contra el tenor y forma
de lo en ella contenido, no vayan ni pasen, ni consien-
tan ir, ni pasar en manera alguna, sopeña de la nuestra
merced, y de diez mil maravedís para la nuestra Cáma-
ra. Fecha en el Pardo a diez y ocho de Febrero de mil
y seis cientos y diez años.

YO EL REY
Por mandado del Rey nuestro señor,
Jorge de Tovar.
APROBACIÓN

Por mandado de los señores del Consejo Real he


visto esta historia, intitulada Thopographia, y descrip-
ción de Argel, y sucesos, y sucesión de sus Reyes;
compuesta por el padre Maestro fray Diego de Haedo,
de la Orden de San Benito, y no he hallado en ella cosa
que sea contra nuestra santa Fé Católica, ni contra las
buenas costumbres, antes está llena de mucha doctrina,
y elegancia curiosa, en lo cual el Autor ha puesto mu-
cho trabajo, y me parece se le debe dar licencia para
imprimirla, por el mucho fruto que a la Cristiandad se
le ha de seguir. En Madrid a diez y ocho de Otubre
de 1608 años.

Antonio de Herrera,
APRO B A C I Ó N

Por comisión de nuestro Reverendísimo Padre nues-


tro fray Antonio Cornejo, Abad de S. Benito el Real de
Valladolid, y Genera! de su Congregación he visto este
libro, y Historia de las cosas de Argel; no hallo en ella
cosa contra nuestra santa Fé Católica, o buenas cos-
tumbres. Y así me parece que se puede dar licencia para
imprimirle, por ser materia de mucha suavidad y gusto;
y esto junto con mucho fruto hallarán en ella los que
le leyeren. Y este es mi parecer. En San Benito el Real.

Fray Juan de Valle.


LICENCIA
DEL GENERAL DE S. BENITO

Nos el Maestro fray Antonio Cornejo, Abad de San


Benito el Real de Valladolid, y General de su Congre-
gación, etc. Por la presente damos licencia al Padre
Maestro fray Diego de Haedo, Abad de Nuestra Seño-
ra de la Misericordia de Fromesta, para que habida fa-
cultad del Consejo Supremo pueda imprimir la Historia
de las cosas de Argel, en virtud de la aprobación que
dél tiene. Y de lo que de su mucha inteligencia espera-
mos, y para que más merezca, se lo mandamos por
santa obediencia. Dada en San Benito el Real de Valla-
dolid a seis de Otubre de 1604.

EL GENERAL DE SAN BENITO.


Por mandado de su Paternidad Reverendísima,
Fr. Gregorio de Lazcano,
CARTA DEDICATORIA
A L ILUSTRfSIMO Y REVERENDÍSIMO SEÑOR

DON DIEGO DE HAEDO, ARZOBISPO DE PALERMO


PRESIDENTE, Y CAPITÁN GENERAL DEL REINO DE SICILIA

POR EL REY FELIPE II, NUESTRO SEÑOR

EL MAESTRO FRAY DIEGO DE HAEDO, ABAD DE FROMESTA,


DE LA ORDEN DE SAN BENITO, SALUD Y PERPETUA FELICIDAD
DESEA.

Entre otras muchas razones que me mueven (Ilustrí-


simo señor) para didicar a V. S. I . estos escritos,
dos tengo por m á s principales. La primera es que en
su persona (sin lisonja alguna) caben muchas alaban-
zas y excelencias; pero es tan modesto y humilde V. S.
que las aborrece, y huye dellas, como de ofensas. Y
a s í suplico a V. S. me d é licencia para decir algo,
y a que no sea todo. La segunda es haberlos compues-
to V. S. siendo informado de Christianos cautivos, es-
pecialmente de los que se contienen en los Diálogos,
que estuvieron muchos a ñ o s en Argel, y habérnoslos
entregado, estando y o en Palermo en su servicio,
aunque en borrón: de manera que sin el trabajo y d i -
- 11 -

ligencia que en ellos he puesto, dándoles la última


forma y esencia, no se p o d í a n imprimir, n i sacar a luz,
y pues son de V. S. I . se los vuelvo y ofrezco para que
sean recibidos y estimados como el mucho valor del
autor merece, en los cuales se conocerá el celo santo
que en V. S. I . mora, compadeciéndose de los inmen-
sos trabajos que los Christianos cautivos padecen en
Argel, y de los grandísimos d a ñ o s que a la Christian-
dad de a q u í se le siguen, manifestándolos a l mundo
en esta historia, para que todos los que fueren piado-
sos se muevan a buscar su remedio, en lo cual mues-
tra bien V. S. I . su pío, y generoso ánimo, y la noble
sangre de su nacimiento derivada de aquel ilustrísimo
Duque de Cantabria, señor de Vizcaya, llamado D o n
Heduo, y de su antiquísima casa solariega de Haedo,
sita en el Valle de Carranza, que por su honor la lla-
maban Palacio Heduo, de la cual Alonso Tegui, histo-
riador verídico de los linajes nobles de las M o n t a ñ a s ,
y Vizcaya, en sus versos heroicos dice:

También los de Haedo linaje afamado


Diré como vienen de Duques potentes:
De aquel que don Heduo fuera llamado,
Amado y querido de todas las gentes.
Tomara de la casa el suelo apellido,
Y corrompióle el tiempo cansado;
Porque de Heduo a Haedo ha venido,
Quedando entre todos muy estimado, etc.

V aunque la nobleza de la sangre de V. S. L es mu-


cha (sin mentira, n i lisonja) muy mayor es la de sus
~- 12 —

virtudes, que son el verdadero ornamento del hombre,


en cuya persona resplandecen con grande eminencia,
especialmente la de la caridad, que se vee en V. S.
tan ferviente, como en otro S, Martín, que para poder
mejor socorrer pobres, y acudir a l rescate de los
Christianos cautivos de Argel, con muy gruesa canti-
d a d de dineros, y a l a hospitalidad de los pasajeros,
que a ese Reino acuden de otros muchos, se desen-
t r a ñ a , y lo quita V. S. /. del regalo de su persona, y
ornato de su palacio Arzobispal, como varón de mise-
ricordia, lo cual hace a V. S. un muy calificado y gran
Príncipe eclesiástico, cual Dios tenía guardado para
el bien de esa su Iglesia, donde es tan amado que pa-
rece exceso, porque estando yo presente, o í decir mu-
chas veces y a voz en grito, a muchas personas que
hablaban a V. S., estas palabras: < Monseñor ilustrísi-
mo. Dios quite de mis años, y los ponga en V. S. I .
como puede. ^ Y es tan estimado, que en este Reino y
en otros le apellidan y llaman el santo, y es de ma-
nera, que entre muchos, cuando alguna letra de
V. S. I . les venía a las manos, la besaban y estima-
ban, como reliquia de santo, y decían: *Ésta es de
aquel santo Arzobispo de Palermo.» Y es V. S. I . tan
favorecido de Dios, como vió Palermo en un fracaso
que sucedió por los a ñ o s de 1591, que p a s ó así. Era
Virrey del Reino de Sicilia el señor don Diego Enríquez
de Guzmán, Conde de Alba de Listes, el cual, habien-
do salido de Palermo a visitar aquel Reino, a la vuel-
ta, como venía en galeras, hizo la ciudad un puente
desde tierra que se alargaba a la mar m á s de cien
- 13-

ptes, para que allí abordase la popa de la galera,


donde venía el dicho señor Virrey y desembarcase; y
como Palermo es la Corte del Reino, acudió lo m á s
granado a este recibimiento; y V . S . , aunque lo pudie-
ra escusar, y con la mucha gente que cargó, antes que
abordase la galera, dió el puente a la banda de ma-
nera que cayeron en el mar m á s de quinientas perso-
nas, y entre ellas fué la de V. S., que, teniendo m á s de
sesenta y cinco a ñ o s de edad, le libró Dios de aquel
peligro, donde se anegaron m á s de treinta hombres,
quedando V. S. ilustrísima sobre las aguas, sin hun-
dirse, bendiciéndolas y signándolas hasta que llegó un
barco a sacar a V, S. I . , dejando en el mar tres cria-
dos ahogados. Y finalmente el gran valor de entendi-
miento y prudencia, la rectitud, integridad y fortaleza
en administrar justicia, con las muchas letras divinas
y humanas de V. S. L , merecieron que su Magestad
pusiese los ojos en V. S. I . nombrándole meretísima-
mente para Arzobispo de esa Iglesia primaria, y por
Presidente y capitán General de ese Reino. Y después
destos y otros muchos acrecentamientos a c á en la
tierra, se puede esperar, d a r á Dios a V. S. I . en el
cielo otros muy mayores de gloria, como este su hu-
milde Capellán suplica, etc. De Fromesta 25 de De-
ciembre, 1605.

EL MAESTRO FRAY DIEGO DE HAEDO.


TOPOGRAPHIA O DESCRIPCIÓN
DE ARGEL
Y SUS

HABITADORES Y COSTUMBRES

C A P Í T U L O PRIMERO

De la fundación y antigua nobleza de la ciudad de Argel,

La ciudad que comúnmente llamamos Argel, y que hoy día


es tan afamada por los daños tan grandes y tan continuos que
de sus habitadores reciben todas las riberas y provincias de
la Christiandad, está puesta en la provincia de Africa que
antiguamente se decía Mauritania Cesariense, a la orilla del
mar Mediterráneo, en elevación de Polo 37 grados poco más.
Quién haya sido el que primero fundó esta ciudad, y en qué
tiempos, no se sabe tan puntualmente, ni muy de cierto; bien
es verdad que Juan León, docto y curioso autor, de nación J o a- León,
d e s c r i . Afr,,
moro, en su Descripción de África dice que fué antiguamente part. 4.
edificada de un pueblo africano que se decía Mesgrana, y
que, por tanto, también la mesma ciudad fuera llamada Mes-
grana. Pero no dice en qué tiempos esto fué: ni para confir-
mación de lo que afirma alega algún otro autor que tal diga.
- ié -

Como fuera necesario. Porque ni en Estrabón, ni en Plinio, ni


en Polibio, ni en las Tablas de Ptolomeo, ni en el Itinerario del
Emperador Antonino (los cuales todos tan menudamente y
con tanta diligencia describieron todas las provincias de Áfri-
ca, y aun de la mayor parte del mundo, con todas sus ciuda-
des y pueblos) se halla nación alguna, o pueblo, o ciudad que
strab., li- así se llame Mesgrana. Lo que más de cierto y de más anti-
bro 17
guos tiempos se sabe, es lo que Estrabón, auctor de grandísi-
ma autoridad, tratando de los pueblos y ciudades de Mauri-
tania Cesariense, escribe desta ciudad (aunque la llame por
otro nombre) cuando dice desta manera: «En esta marina ha-
bía una ciudad que se decía lol, la cual, habiendo reedificado
luba, padre de Ptolomeo, le mudó el nombre en Cesárea: que
tiene un puerto, y una isleta delante el puerto.» Y que Estra-
bón hable en este lugar de la ciudad que hoy día llamamos A r -
gel, y que ésta sea la misma que la que en aquellos tiempos
se llamaba lol Cesárea, de más de que generalmente autores
infinitos lo afirman, se colige de la graduación en la cual está
Annot.inta- Argel, que son, como dijimos, 37 grados y tres cuartas, en la
bulasPtoiom. c u a ^ ^ menos, pone también Ptolomeo a lol Cesá-
rea, Colígese también lo mismo del lugar, orden, distancia y
Pauius j o - correspondencia a otros pueblos que hoy día tiene Argel, y en
bt & clue Pt0íonieo en sus Tablas, y Estrabón en su Geografía, y el
Emperador Antonio en su Itinerario ponen y asientan a lol Ce-
sárea. Y cuando todo esto no bastase, evidentísima prueba son
Sebastia- las sobredichas palabras de Estrabón cuando dice que lol Ce-
ñus Must, li sárea era una ciudad marítima en la Mauritania Cesariense, y
bro 6.
que tenía un puerto y una isleta delante del puerto. Porque
todo esto puntualmente vemos que tiene hoy día Argel, y que
en ninguna otra ciudad en toda la marina de la Mauritania
Cesariense concurren todas estas particularidades. Y de aquí
se colige también la antigüedad muy grande desta ciudad,
- i -

pues ya antes del tiempo de Augusto César había sido edifi-


cada, y quizá por su muy grande antigüedad en aquellos tiem-
pos estaba, como muy vieja, echado todo por tierra, pues dice vide Mus-
Estrabón que el Rey luba de nuevo la volvió a reedificar. Lo J^SjaS^
cual para que mejor se entienda y por qué razón este Rey le p h r i u m Pan

puso el nombre de Cesárea es de saber que no habla aquí ra't. Roma.

Estrabón del Rey Juba, el primero deste nombre, que fué hijo
del gran Boccho, Rey de Mauritania, que entregó en manos de saiust., i¡b.
Lucio Silla, Legado ¡de Mario, a lugurta, Rey de Numedia; y 1^5*^^*
después habiendo seguido las partes de Pompeo, viéndose Mario &
vencido de César, con todas las reliquias de los pompeyanos
que se habían recogido en África, él mismo se mató con sus
propias manos; mas entiende de luba el segundo, hijo de aquel
primero, al cual, muerto el padre, y quedando muy mozo, hubo
a sus manos Julio César, y en la pompa de su triunfo africano Cíesarinco-

le llevó con los demás cautivos, como era costumbre, delante ^f-. de bel-
' Africa.

el carro atado. Este mozo, pues, y segundo Juba, vino des-


pués en Roma, do fué criado, a ser de tan raro ingenio, y de
doctrina y erudición tan excelente, que escribió una muy docta
y muy diligente historia, la cual Plinio y otros suelen alegar
no pocas veces: y como algunos dicen de bárbaro Numiaa,
vino a ser nombrado entre los doctísimos escriptores, y por la piinio.Ub.s,
excelencia de sus estudios más memorable que por sus reinos. cap"1 & ahbl'
Por lo cual, y por otras muchas y buenas partes y méritos de
su persona, fue de Augusto (que sucedió a Julio César) tan Mus te rus,
querido y amado, que no solamente le puso en libertad, pero le ph^PH^iiT^
casó con una hija de Marco Antonio y de Cleopatra, Reina caP-1«
de Egipto, que se llamaba Silene, la cual, con oíros hijos del
mismo Antonio y Cleopatra (como dice Suetonio), Augusto suetonius,
trujo de Egipto y en su casa crió como si fueran sus propios nb- 2•
hijos, y en dote le restituyó todo el reino de su padre muer-
to, que era toda la Mauritania; en que según la división des-
2
^ l a -
tos tiempos se comprehenden los reinos de Suz, Marruecos,
Tirudante, Fez, Tremecén, Orán, Tenez, Argel, Bugía, has-
ta Bona. Que es todo un muy grande, muy largo y anchísimo
espacio, de muy ricas tierras y muy excelentes provincias. De
Plutarchus. donde dijo Plutarco (y con mucha razón), que tuvo Juba un
dichosísimo cautiverio. Restituido, pues, desta manera, y con
tanta honra Juba en el reino de sus padres, como en aquel
tiempo la mayor parte de los Reyes y Príncipes y otros ami-
Suetonius, gos de los romanos usasen (como escribe Suetonio, libro se-
llb"2' gundo, o por lisonjear a César Augusto^ o por mostrarse gra-
tos a los muchos beneficios que realmente hizo a muchos) edi-
ficar en sus Reinos y Estados algunas ciudades y pueblos de
nuevo, en honra, y con el mesmo nombre de César Augusto,
como hizo Archaleo en Capadocia y también los soldados ro-
manos veteranos en España, y otros en otros muchos lugares,
o a lo menos reedificarlos y restaurarlos de nuevo amplián-
dolos y ilustrándolos con magnificentísimas obras de muros,
torres, teatros, acueduchos y templos, poniéndoles nuevos
losephusde nombres de Julias, Augustas o Cesáreas, como hizo Heredes
bel luda. D. j a ^orre ^ £;s¿raton magnificándola con superbísimos y ex-
Hieronymus ' o r j
in c a p . 16. celentísimos edificios admirables, y llamándola, por honra de
Augusto César, Cesárea: así también el Rey Juba, para con
formarse con los demás y mostrar la gratitud que no menos
que los otros debía a quien tantos bienes y mercedes le hicie-
ra, reedificó, como dice Estrabón, la ciudad de lol, y le puso
nombre Cesárea. De donde se sigue que, demás de que se
debe presumir que esta ciudad debía de ser ya antes pueblo
notable pues el Rey Juba, entre otros tantos tan insignes y no-
tables de sus reinos, la escogía para particularmente con ella
ilustrar el nombre de un tan valeroso y poderosísimo Empera-
dor, y a quien él tanto debía, sin duda mucho más lo sería ne-
cesariamente después que un Rey tan rico y tan poderoso y
- Í9 -

con tanta gana la reedificase de nuevo, para un fin tan impof-


tante y tan principal, como era ilustrar con ella el nombre y
fama de un tan grande Emperador como Augusto. Y tanto más
debía de ser esto así, pues juntamente con esto el mismo Rey
Juba escogía desde entonces, como escogió, y señaló entre
cuantas ciudades poseía en sus reinos tan poderosos a sola
esta ciudad de lol Cesárea, para su habitación, casa y corte
real, como Plinio en su historia escribe. Muerto después el piiniojib.s.
Rey Juba, y habiendo Calígula, Emperador, muerto malamen- cap 2•
te a un hijo que dél y de Silene quedó, que se decía Ptolo- suetonius,
meo, el cual, por parte de la madre Silene, hija, como diji- ]}b- * Pli•• f
mos, de Marco Antonio, le era muy allegado pariente (porque Mustems, «-
Calígula era bisnieto de Marco Antonio, y nieto de su hija g¡-a0ph6" 60
Antonia la menor que parió de Druso Alnaldo de Augusto a
Germánico, padre del mismo Calígula), el dicho Emperador
Calígula aplicó tomando para sí todo el reino de Mauritania, suetonius,
y le dividió en dos muy grandes provincias, como escribe llb•4•
Suetonio. La una de las cuales llamó Mauritania Tingitense,
del nombre de la ciudad de Tingis, que hoy día llamamos Tán-
ger, ciudad principalísima, y antiquísimamente edificada por
Antheo, que por ser tal la señaló el Emperador por cabeza de
toda aquella provincia; y a la otra puso nombre Mauritania
Cesariense del nombre de lol Cesárea (de que hablamos),
porque quedaba esta ciudad por cabeza y Metrópoli de toda
esta grande pjovincia. De todo lo cual, en conclusión, se co-
lige lo que antes dijimos de la nobleza grande y excelencia
desta ciudad en aquellos tiempos antiguos, porque, a no ser
ella entonces tal, nunca el Emperador Romano la señalara en
aquella división por metrópoli y cabeza de una tan grande y
tan noble provincia, y, por consiguiente, para asiento y resi-
dencia del magistrado y Proconsulo romano, y, finalmente,
para Chancillería romana, conio lo eran todas las ciudades
— 20 —

metrópolis, a do los gobernadores romanos residían. A las


cuales Chanciílerías llamaban los romanos, en su lengua,
Con ventas provintiarum^ porque a ellas recurrían y en
ellas convenían todos los pueblos y ciudades de las provincias
para les ser administrada justicia y deshecho todo agravio.
Después Claudio, Emperador que sucedió a Calígula0 enno-
bleció mucho más a esta ciudad, porque, según Plinio, la hizo
Colonia romana, esto es, que envió a vivir en ella muchos
de los romanos soldados, ya veteranos. Y no es de creer en
ninguna manera que ellos dejasen la nobleza tan grande, las
delicias y regalos tan notables de Italia, y de una Roma (y
más siendo su casa y patria donde nacieran y se criaran), para
ir a vivir y habitar en África, en un pueblo tan lejos, si él no
fuera tan principal y de tanta calidad, bondad, nobleza,
abundancia y riqueza: que todo esto, con razón, bastase a re-
compensar lo mucho que dejaban y hacerles olvidar la ausen-
cia y destierro perpetuo de su dulce patria, y tal patria: y así
P H . , lib. 5, Plinio dice que en su tiempo, que fué después de Claudio
c:,p'2' (porque floreció en tiempo de Nerón y de Vespasiano, a cuyo
T u n i o r a hijo Tito dedicó los libros de su historia), lol Cesárea era una
pro Aces'inif c'1^3^ celebérrima; a lo menos en aquellos tiempos otra gran-
deza, nobleza o preheminencia de ciudad, no podía ser mayor
Pestus.Sex. que ser Colonia romana. Porque, según los autores escriben,
P o m . Asco- j a s orracias previlegios,
libertades y exenciones de las Colo-
nius ín Vern- fe ' r tr. i J
ñas. Onophri. nias romanas eran tan grandes, y los habitadores dellas eran
Roninperat0r tenidos por de tanta calidad, ser y reputación cuanta los
mesmos ciudadanos de Roma. Porque ultra que en las demás
calidades eran iguales, tenían también, como ellos, sufragio,
podiendo (en cuanto no se quitó esta costumbre) votar en to-
dos los negocios y causas tocantes a la república romana; y
concurrían con ellos en todo tiempo y lugar para todos los
cargos y oficios, así del gobierno de la misma ciudad de Roma
- 21 —

y de toda Italia, como de todas las provincias y señoríos de


los romanos; y, finalmente, eran los vecinos de las Colonias
romanas tan romanos en las leyes, estatutos, usos, costum- G e i i u s , li-

bres, ceremonias, lengua, trato, edificios, juegos, y aun hasta brolfc'•caí,•13'

las ropas, vestidos y talle dellos, que, como dice Aulo Gelio,
en todo las Colonias Romanas eran una propagación y parte de
la misma ciudad de Roma; o, como dicen otros, unas peque- Onophrius
vbi supra.
ñas imágenes y retratos vivos del mismo pueblo romano. Des-
ta misma suerte, y en esta misma reputación y valor vivían
los ciudadanos de Argel en tiempo de Adriano, Emperador,
que fué el décimo quinto Emperador romano, Y en los años
del Señor de 135, poco más o menos, Ptolomeo, que vivió
en tiempos del mismo Emperador, entre los demás pueblos
y ciudades de Mauritania Cesariense, que en sus Tablas
comprehende haciendo memoria de Argel, o lol Cesárea, la
nombra Colonia romana; y de la misma manera también ha-
bía,de ser en tiempo del Emperador Antonio Pío, que vivió
en los años del Señor 160 poco más o menos. Porque en el
Itinerario que hizo de todas las ciudades y pueblos del Impe-
rio Romano, de la misma manera la nombra Colonia romana.
Después, en la declinación del Imperio romano, y al tiempo
que los Vandolos y Alanos, llamados del Conde Bonifacio
que gobernaba por el Emperador Valentiniano el tercero
toda Africa, pasaron de España, y a fuego y sangre destru-
yeron y asolaron todos los pueblos y ciudades de las dos Mau-
ritanias y de toda África (que fué el año del Señor de 427,
siendo Reyes destos bárbaros Gunthario y Genserico), es de
creer que a esta ciudad acaecería lo mismo que sabemos acae-
ció a otras muchas muy principales, que fueron saqueadas,
destruidas y asoladas de aquella fiera y bárbara gente. Lo
mismo sería sin duda después cuando en tiempo del Empera-
dor Leoncio, que fué en el año del Señor de 697, poco más o
-- 22 —

menos, los alarbes conquistaron y arruinaron toda África; y


Vide Bion- esto parece significar Juan León en su Descripción de África,
dumOrosium.
ion. carrion. cuando hablando del cabo de Matafuz, que de Argel para Le-
vante está distante doce millas, dice que en aquel cabo o pun-
ta de tierra hubo una ciudad principal edificada de los roma-
loan, León. noS) y que^ siendo destruida de los godos, de sus piedras fue-
Description.
Africa,p.4. ron después reedificados los muros casi todos de Argel, por-
que, según esto, debían de estar por tierra y la ciudad aso-
lada, aunque tampoco declara Juan León cuando y cómo fué
desta manera destruida y de nuevo otra vez reedificada. Pero
como quier que fuese esto, se ha de tener por muy cierto que
aunque entonces y por aquellas dos veces fuese esta ciudad
tan mal tratada de aquellas dos tan bárbaras naciones, no por
eso dejó de ser siempre habitada y frecuentada de gente. Y
cuando otro argumento y razón no hubiera para esto, bien lo
muestran las antiguas mezquitas, las torres tan viejas que se
conservaron y otros edificios públicos que hoy día en esta ciu-
dad permanecen, todos del modo y architectura antigua que
se halla en otras partes y ciudades antiguas de aquellos tiem-
pos pasados. Y aun bastaba para en todos tiempos convidar a
las gentes que la habitasen de buena gana y no desampara-
sen esta ciudad, la comodidad tan grande de su mar, que la
bate en los muros, y del puerto que siempre ha tenido con la
isleta que la naturaleza tan cerca della crió, y no más distan-
te que un tiro de ballesta, en el cual espacio o distancia, aun-
que los navios no estaban tan acomodados entonces como
agora (después que Cheredín Barbarroja allí hizo el puerto
que hoy día vemos), todavía los navios estaban razonable-
mente seguros. Lo mismo es del asiento de la ciudad y del
lugar a do está puesta, porque siendo para aquel tiempo, en
que se peleaba con la lanza solamente y espada, de sitio muy
fuerte, ¿en qué parte podían los hombres estar más seguros y
23

sin temor?; pero sobre todo, y principalmente siendo la fertili-


dad de sus campos tan grande y las llanuras que tiene vecinas
tan largas, tan anchas y tan excelentes, y los -collados que la
rodean de toda parte tan lindos, tan fructíferos, tan graciosos
y tan abundantes de tan gran número de frescas y claras
aguas que manan de infinitas fuentes y que riegan infinito
número de jardines muy apacibles, no es de creer que no fal-
tando cosa para que esta tierra fuese tan deleitosa, cuanto
para la vida y contento humano se podía desear, faltasen gen-
tes que en todo tiempo quisiesen gozar de tanta liberalidad y
bienes tan ricos de la propia naturaleza.

C A P Í T U L O II

Por qué esta ciudad se llama Argel.

La venida de los Alarbes causó tan grandes y tan estranas


mudanzas en África, España y en sus islas, y aun en otras
muchas provincias y tierras, no sólo en las cosas de la religión
y costumbres, pero aun en las demás, que ni hubo reino o pro-
vincia (a lo menos de África y España, en las cuales echaron
los Alarbes más raíces), no ciudad, no pueblo, no monte, no río,
no fuente, no árbol, no hierba, que no perdiese su acostum-
brado nombre, y fuese de nuevo por otro o a lo menos en algo
diferente llamada; y aun esta peste dañó tanto a las mesmas vide Su¡-
artes liberales y principalmente a la Filosofía, Astrología y ^"^3^^
Medicina, las cuales, más que otras, profesaron algunos Alar- domante,
bes, que con cuanto hasta ahora han trabajado y trabajan de
continuo los hombres doctos por limpiar ese establo de angeos,
no se han podido desterrar infinitos vocablos y nombres ará-
— 24 -

bigos con que estas ciencias y profesiones están muy conta-


minadas. Digo esto, porque de la misma manera con esta ve-
nida de los Alarbes, dejando esta ciudad su antiguo nombre
de lol Cesárea, la llamaron siempre y llaman hoy día los Alar-
bes Algezeir, que suena y quiere tanto decir como la Isla. Y
no tanto, porque está esta ciudad frontera a las islas de Ma-
llorca y Menorca, y en derecho dellas por Tramantana, como
jo Leo.p.4. quiere sentir Juan León, cuanto porque de su primer principio
y fundación está edificada, y puesta enfrente y muy cerca de
aquella isla pequeña que dijimos que sólo un tiro de ballesta
dista della. De manera que tanto quieren los Alarbes con este
nombre significar, como si dijesen «la ciudad de la isla». Y
como es cosa ordinaria que los de una nación no pueden pro-
nunciar bien sin corromper las palabras y acentos de otra
lengua y estraña nación, de aquí es que nosotros, los cris-
tianos, corrompimos la pronunciación arábiga desta palabra
Algezeir, porque en su lugar decimos los españoles Argel, y
los italianos y franceses Algieri.

C A P Í T U L O III

A cuál reino de los moros cupo y fué sujeta Argel.

De la misma manera, cuando después por tiempo dividieron


los Alarbes África y España en diversos reinos y señoríos,
y dejando Argel de ser cabeza (como fuera tantos tiempos
antes) de la Mauritania Cesariense, cupo en parte del reino
y señorío de Tremecén, a cuyos Reyes reconoció y dió mucho
tiempo obediencia, hasta que después Abuferiz, Rey muy po-
deroso de Túnez, se hizo señor de la ciudad de Bugía; forzó
— 25 —

a ser su tributario al Rey de Tremecén a la hora de su muerte,


dividiendo en tres hijos que tenía todos sus estados y reinos:
al menor, que se decía Habdulhaziz, dio la ciudad de Bugía,
haciéndola cabeza de nuevo reino, sin otras muchas tierras y
pueblos que le asignó, y mandó le obedeciesen; el cual hijo
Habdulhaziz, después de muerto su padre, haciendo guerra al
dicho Rey de Tremecén, y molestado de contino algunas tie- vide Joan

rras de su reino, entre las cuales era entonces Argel, que de ^"HP^AÍC
Bugía no dista más de ciento y veinte millas italianas, que son p»rt. 4.

treinta leguas; los vecinos del mismo Argel, viendo cuán mal
los defendía el Rey de Tremecén contra el dicho Rey de Bugía,
fueron forzados darle obediencia y sujeción, negándola al de
Tremecén; pero fué esto de manera, y con tal condición, que
quedaron y vivieron siempre los vecinos de Argel como libres,
y casi a manera de república, pagando solamente al Rey de
Bugía cierto tributo por manera de reconocimiento y sujeción.
Esta obediencia duró también tanto cuanto aquel reino de Bu-
gía duró, porque tomando el Conde Pedro Navarro en el año
del Señor 1509 a los moros la ciudad de Orán, y aquella de
Bugía, ganándolas para el Rey de España, como los vecinos de
Argel temiesen no les acaeciese lo mismo, especialmente
viendo que el mismo Conde Navarro con el curso de Vitoria
tomó y destruyó otros muchos lugares y pueblos de la costa
de Berbería, acordaron de darse a un poderoso Moro Xeque,
y Príncipe de los Alarbes que vivían en Mutijar, que son los
campos y llanuras grandes vecinas de Argel, el cual se decía
Selim Eunttemi, para que los defendiese y tuviese sobre su
amparo, como hizo algunos años, hasta que los turcos tiránica-
mente se apoderaron desta ciudad, alzándose con ella de la
manera que se sigue.
26 -

CAPÍTULO IV

C ó m o A r g e l vino en poder de los turcos.

Como los moradores de Argel de muchos años antes se ocu-


pasen en el corso de la mar, robando con algunos navios de remo
que hacían, y particularmente mucho más hiciesen esto, y con
mayor daño de christianos, después que ganado el reino de
Granada por el Rey Católico, en el mes de Enero del año del
Señor 1492. Muchos de los moros de aquel reino, y otros de
Valencia y Aragón se pasaron a Berbería, porque siendo todos
pláticos en las guerras de toda España, do nacieran y se
criaran, y teniendo mucha noticia de todas las islas cercanas,
como Mayorca, Menorca, Ibiza y otras, tenían más ocasión y
aparejo para robar y hacer grandísimos daños en todas aque-
llas partes y lugares, como de hecho hacían. El Rey Cató-
lico, luego que por medio del Conde Pedro Navarro tomó a
Orán a los moros, año 1509. Como dijimos, envió una pode-
rosa armada sobre Argel y Bugía, con intención de destruirla
y quitar della todos los corsarios y ladrones de la mar. Visto
esto por los moradores de Argel, de temor se rindieron y so-
metieron a la obediencia del Rey Católico, haciendo con él
tregua por diez años, y obligándose a pagar cada año su tri-
buto, pero como la principal intención del Rey Católico era
que no hubiese cosarios en Argel que tanto daño hacían, o de
grado o por fuerza, hizo hacer en la isla (que como dijimos
está tan junta con la ciudad de Argel) un fuerte, en el cual
tenía de ordinario doscientos soldados de guarnición con su
capitán, muy bien proveídos de municiones y bastimentos y
— 27 —

artillería. Con este fuerte quedaron los de Argel muy enfre-


nados, sin osar andar en corso, ni menos rebelarse al Rey Ca-
tólico, hasta que muriendo el dicho Rey en el mes de Enero,
en el año 1516, determinaron con esta ocasión de quitarse deste
yugo y sujeción que a los christianos tenían, y por tanto envia-
ron luego a llamar a Aruch Barbarroja, el cual a este tiempo se
hallaba en Qiger un lugar de la marina, distante de Argel para
Levante ciento y ochenta millas, suplicándole que como hom-
bre tan valeroso y entendido en la guerra (de lo cual había
dado grandes muestras y esperiencia), quisiese venir luego
con sus galeotas y turcos, a librarlos de poder de christianos
y de la vejación continua que de aquel fuerte cada día reci-
bían, prometiéndole y obligándose a satisfacer a él y sus sol-
dados esta buena obra y trabajo. Barbarroja, en oyendo esta
embajada, holgóse en estremo que se le ofreciese una tan
grande ocasión para lo que luego pensó y tenía antes deseado,
de hacerse señor de Argel y de un muy gran estado en Ber-
bería. Y por tanto, mostrando a los embajadores que tenía
grande pesar de que fuesen tan mal tratados de christianos,
y ninguna cosa más desealle que librarlos de los de su poder,
y muy presto los despidió muy alegres y contentos; ponién-
dose luego en orden, a pocos días envió por mar en ocho ga-
leotas mucha parte de sus turcos con artillería y municiones,
y él con los demás tomó el camino por tierra para Argel, do
llegado que fué comenzó luego a batir la fuerza de la isla,
mostrando con aquello desear mucho contentar a los de Argel,
pero no le sucediendo esto, porque la artillería con que tiraba
por ser flaca, hacía poco efeto. Y siendo su principal intento
alzarse con la ciudad, a pocos días él mismo con sus manos
mató en un baño al dicho Selim Eutemi, Príncipe y Xeque de
los Alarbes de Motija, que dijimos ser entonces señor de A r -
gel, el cual, en su casa, le había con mucha honra y cortesía
— 28 —

recibido y alojado. Hecho esto, y publicándole luego los tur-


cos por la ciudad a grandes voces por señor de Argel; que-
daron los moros muy cortados de temor, y no osando resistir
a los turcos fueron forzados consentir en lo mismo, y sujetarse
al yugo y señorío de Barbarroja, como más largo escribimos
en las vidas de los Reyes y Gobernadores de Argel. Acaeció
esto en el mes de Agosto, de aquel año 1516, y de aquel
tiempo hasta agora han los turcos no solamente conservado el
dominio desta ciudad, pero ampliado de tal suerte su Imperio
por toda la Barbaría, y juntamente acomulado en ella y adque-
rido tantas riquezas por mar y por tierra, que si antes Argel
en algún tiempo fué rica y principal ciudad, agora con mucha
más razón se puede decir que lo es, y la más célebre y afa-
mada, no sólo de Berbería, pero de cuantas obedecen a los
turcos en todo Levante y Poniente.

CAPÍTULO V

De la forma, figura y muralla que hoy día tiene Argel.

La forma de todo el cuerpo, y la figura de todo el circuito


y muralla que hoy día tiene esta ciudad, es del modo y ma-
nera de un arco de ballesta con su cuerda; la frente della res-
ponde para entre Levante y Tramontana, para donde responde
el puerto, y todas las fronteras, corredores y terrados de las
casas, porque ventanas no las tiene como diremos abajo, y por
tanto, la travesía de su puerto es con el viento Gregal o con
Griego Tramontana. Las espaldas, que son el arco de la ba-
llesta, están arrimadas y asentadas en una cuesta agria que
— 29 —

poco a poco va subiendo hacia arriba y a lo alto; de manera


que como las casas van subiendo por aquella cuesta y ladera
hacia arriba, así se van alzando unas sobre otras, de tal suerte,
que las delanteras, aunque grandes y altas, no impiden la vista
de las traseras. La punta deste arco de la mano derecha, a
respeto de quien de la mar y por frente mira la ciudad, res-
ponde entre Tramontana y Poniente. El medio deste arco, que
es lo más alto de la ciudad, mira casi a Mediodía, inclinando
un poco para Poniente; y la punta de la mano izquierda co-
rresponde para entre Mediodía y Levante o nacimiento del
Sol, y desta punta así de la mano izquierda, tirando a la otra
punta de la mano derecha del arco de la muralla, se va esten-
diendo como la cuerda del arco de la ballesta, una muralla
continua que viene a figurar todo el circuito de la ciudad, a la
manera que dijimos de un arco y su cuerda, la cual cuerda de
muralla es lo más bajo de la ciudad, y está tan cerca de las
aguas de la mar, que de continuo sus olas tocan a ella. Bien
es verdad que tiene un defecto esta cuerda o muralla de la
mar, que no va continuando toda igualmente ni siempre por
línea derecha de una punta hasta la otra, como hace la cuerda
artificial del arco de la ballesta; porque antes que llegue a la
punta de la mano derecha, por un buen espacio se va saliendo
a fuera sobre una punta de tierra que la naturaleza allí crió,
que a manera de espolón sale a fuera y se va meter en la mar.
La misma cuerda también de la muralla va siguiendo y en-
trando en la mar, haciendo una punta como un ángulo y espo-
lón; y con esta punta, por de fuera de una puerta de la muralla
que allí está, comienza el muelle que Cheredin Barbarroja hizo
para formar el puerto, juntando con un terrapleno la isleta
frontera con la ciudad y después quedando así hecha aquí"
esta punta, la tierra y la muralla vuelven a recogerse adentro
y continuando adelante se van a juntar con el arco de la mano
- 30 -

derecha. Toda esta muralla en torno, así el arco como la


cuerda, es hecha de cal y canto, y toda ella de almenas a la
antigua; la vuelta del arco que rodea la ciudad en torno, tiene
1.800 pasos, y la de la cuerda que se estiende por la marina
es de 1.600 pasos, de manera que hace todo el circuito 3.400
pasos. La altura de esta muralla antigua, comúnmente la del
arco que sube y va cuesta arriba, será de 30 palmos, pero por
la parte de la mar, como está fundada sobre peñas junto a la
mar, será la altura de 40 palmos poco más o menos; la anchura
o grosura de la muralla toda es de once o doce palmos. Ultra
esta muralla que rodea por todas partes la ciudad, hizo Barba-
rroja en el año de 1532 un lienzo de otra muralla, el cual so-
bre el terrapleno con que cegó la distancia de mar que había
entre la ciudad y la isla, para hacer el puerto, va por línea
derecha^ donde la punta de la tierra y muralla que se entra en
la mar, continuando a mano izquierda hacia la isla que le está
frontera, que tendrá de longitud como 300 pasos y de grosura
como diez palmos, y de altura como quince, porque es más
bajo que el otro muro de la ciudad. El fin para que esta mu-
ralla se hizo, fué para impedir el ímpetu grande de las olas de
la mar, que suelen por aquella parte furiosísimamente batir
cuando ventan ponientes o maestrales, y que no estorvasen el
continuo paso de la gente de la mar que camina sobre el
muelle y que no pasasen adelante a hacer mal a los navios de
remo y galeotas que allí siempre están amarradas. Después
Arabamat, siendo Rey de Argel en el año 1573, continuó más
adelante este muro, rodeando con él toda la isla, si no es de
la parte que responde a Mediodía, porque por aquella parte
responde el puerto de la ciudad a la isla; y también este muro
de la isla es más bajo que no aquel que de la ciudad va a la
isla sobre el muelle, y en esto tiene más forma de parapecto
que muralla; la cual muralla o parapecto hizo el Arabamat,
31

porque en tiempo de guerra no pudiesen los enemigos desem-


barcar sobre la isla y de allí hacerse señores del puerto y ba-
tir con artillería la tierra, como se podría hacer.

CAPÍTULO V I

De las puertas de Argel.

Tiene toda esta muralla nueve puertas, por do sale y entra


y se sirve toda la gente desta manera. Cerca de la punta del
arco de la mano derecha que dijimos, responde a Tramontana,
está una puerta que se dice de Babaluete, la cual responde
entre Tramontana y Poniente; y de aquí, siguiendo siempre
la muralla y caminando sobre la mano izquierda hacia arriba la
montaña, a 800 pasos, y en lo mas alto de la ciudad y su mu-
ralla y en el medio del arco está la Alcazaba o fortaleza an-
tigua de la ciudad, en la cual está una pequeña puerta que se
dice de la Alcazaba, que mira casi para entre Poniente y Me-
diodía; y luego, más adelante, como veinte pasos, caminando
siempre, sobre la mano izquierda, está otra puerta también pe-
queña, la cual de la misma manera está en la Alcazaba y mira
también para entre Poniente y Mediodía, y destas dos puertas
si no son los goníceros y soldados de la Alcazaba que la guar-
dan y habitan en ella, no se sirve otra gente. Desta segunda
puerta de la Alcazaba a 400 pasos bajando cuesta abajo sobre
la mano izquierda, está otra puerta principal de la ciudad muy
frecuentada, que se dice la puerta Nueva, la cual responde a
Mediodía derecho; y bajando más abajo como otros cuatro-
cientos pasos, está otra puerta principal que se dice de Ba-
bazón, la cual mira para entre Mediodía y Levante; esta
- 32 ~

puerta, con una calle derecha que tiene 1.260 pasos poco más
o menos, corresponde por diámetro a la otra primera puerta
de Babaluete do comenzamos. Y porque por esta puerta sale
toda la gente que va a los campos y a los aduares de moros,
y para todos los pueblos y lugares del reino y de toda Bar-
baría, y por ella entran todos los bastimentos, mercaderías,
moros y alarbes que vienen a la ciudad de todas partes, por
tanto es a todo tiempo y hora del día muy frecuentada de
gente. Abajo desta puerta hacia la mar, como cincuenta pasos,
fenece y acaba la punta del arco o muralla de la ciudad de
mano izquierda, como dijimos, juntándose allí con la mar, y
continuando desta punta o caminando adelante para Tramon-
tana por la cuerda o muralla que por allí junto a la mar va de-
recha hasta el muelle a 800 pasos, y 300 antes de llegar al
muelle está un pedazo de muralla que en su manera muestra
no ser tan antigua como toda la otra de la ciudad, la cual, ha-
ciendo allí forma y figura de un arco y más que de media luna,
se acuesta mucho a las aguas de la mar, dejando en un espacio
redondo una plaza rodeada por todas partes de muro. Esta
plaza, o espacio redondo, tiene de diámetro a una parte y otra
como 80 pasos, la cual plaza o cercado es el Tarazanal de la
ciudad, do se hace alguna parte de las galeotas y bajeles, por-
que otras también se hacen en la isla do está el muelle y el
puerto. Este Tarazanal para dentro de la ciudad no tiene
puerta alguna, mas para la mar tiene dos hechas, ambas en dos
arcos altos de piedra, y de anchura cada una cuanto puede
entrar y salir una galera desarmada. La distancia de una des-
tas puertas a la otra es muy poca, y no más sino cuanto una
casa que sirve para los maestros de los bajeles, se mete en me-
dio dellas. La primera puerta está de continuo cerrada con una
pared de dos tapias en alto, la cual, cuando por ella se ha de
varar algún navio, se deshace; y la segunda tiene una puerta
-~ 33 -

de madera que tampoco llega a lo alto, con su cerrojo y canda-


dos, y por ésta entran y salen todos los oficiales que hacen las
galeotas y navios. Más adelante, cuarenta pasos, está otra
puerta pequeña hecha en una muralla que no parece ser muy
antigua, mas hecha después por tiempo para que por allí se
acercase bien la ciudad y su muralla a la mar; y así a esta
puerta pequeña responde más adentro en la ciudad y en dis-
tancia de cincuenta pasos, otra puerta no muy grande, hecha
y abierta en otro muro antiguo y primero de la ciudad, la cual
segunda puerta se cierra de noche con su candado, y de día
tiene su guarda continuamente. La otra primera que está más
adelante, cabe el agua de la mar, se llama la puerta de la
Aduana porque junto a ella descargan y por ella entran a la
ciudad todas las mercaderías que los mercaderes cristianos
traen en sus manos; porque las que traen los turcos y moros
por la mar, se descargan allí en el muelle; y para estas mer-
cadurías de cristianos está de fuera desta puerta y muy junto
a la mar, una casilla pequeña, la cual propiamente es la Aduana
do cada cosa se mete y se registra. También por esta puerta
y la que está más adentro la ciudad, entran todos los pesca-
dores con su pescado que pescan, y traen a vender a la ciu-
dad, y ordinariamente sale por aquí mucha gente a la mañana.
Más adelante desta puerta de la Aduana, como a 200 pasos,
está otra puerta muy principal en aquel ángulo o punta que
dijimos hacer la tierra y muralla de la ciudad, entrando algún
tanto más en la mar, y donde comienza el muelle que va aca-
bar en la isla que está frontera; esta puerta se llama Babazira,
y por estar allí el puerto de la ciudad, y ser por allí el paso,
entrada y salida de toda la gente de la mar, cristianos, mo-
ros, turcos, galeotes, bogadores, oficiales, cosarios, merca-
deres y otra infinita gente, es esta puerta muy frecuentada
de continuo, y de gran tráfago y concurso todo el día.

3
- 34 -

CAPÍTULO v n

De los caballeros y bestiones que tiene la muralla


de Argel.

Aunque en toda la muralla cuanta es en torno hay muchas


torres y torreones o caballeros, pero como todos sean a la
antigua, y muy flacos, solamente de siete se puede hacer
caso, en los cuales está toda la fuerza de la muralla. Y co-
menzando, como en lo demás hemos hecho, tomando principio
de la punta del arco de la muralla de la mano derecha, que
dijimos responder a Tramontana; en esta punta, que está muy
allegada a la mar, está un bestión terraplenado que tiene de
plaza en cuadro veinte pasos, con nueve troneras, tres que
responden a Tramontana y tres a Poniente, y otras tres en-
tre Levante y Mediodía, en las cuales no hay, hasta agora,
más de cinco piezas de artillería menuda, dos que miran a la
mar y tres a la tierra. Tiene de altura este bestión veinte y
seis palmos, hízolo Rabadán Baxa, renegado Sardo, siendo en
el año del Señor 1576 Rey de Argel. Caminando más ade-
lante por la muralla, sobre la mano izquierda a cincuenta pa-
sos, está la puerta de Babaluete, como dijimos, y sobre ella
un pequeño torreón o bestión flaco, sin terrapleno ni algún
modo de artillería, sólo tiene seis troneras, dos en la delante-
ra, y en cada través otras dos; este torreón responde como la
misma puerta de Babaluete, entre Tramontana y Poniente.
Más adelante, siguiendo la muralla para Mediodía y cuesta
arriba, siempre sobre la mano izquierda, a 400 pasos, está
otro que tal torreón pequeño, pero terraplenado, tiene de alto
— 35 —

veinte y un palmos, de plaza quince con seis troneras y sin


artillería. Más adelante, cuesta arriba, como 400 pasos, está
la Alcazaba, que así se llama la fortaleza antigua de la ciu-
dad, la cual no es más que un pedazo de muralla, alta veinti-
cinco palmos, la cual saliendo del cuerpo de la ciudad como
hasta tres o cuatro pasos, y no más; y continuando de Tra-
montana a Mediodía por espacio de 100 pasos, vuelve hacien-
do canto, a juntarse otra vez con la ciudad; y de la misma ma-
nera por dentro de la ciudad hay otro muro distante del pri-
mero como sesenta pasos, y muy flaco, que va continuando
también por el mesmo espacio de 100 pasos, de Tramontana a
Mediodía. Viene a formar una plaza cerrada por todas partes
de muro, larga 100 pasos y ancha sesenta, la cual quedando
como un cuerpo apartado de la restante de la ciudad y su mu-
ralla, respresenta una cita de la malgabarda y formada. Sólo
el muro de fuera está terraplenado en grosura de veinte pal-
mos, y salen dél un poco más de para afuera dos torreones
pequeños, también terraplenados y de muy poca plaza, en los
cuales tienen como ocho piezas de artillería menuda. Dentro
desta Alcazaba, o espacio cerrado entre los dos muros, ha-
bitan en ciertas casas hasta sesenta genízaros soldados viejos,
y casi todos casados, que de día y noche guardan esta fuerza,
o plaza, con mucho cuidado. Bajando de aquí por la muralla
y siempre sobre la mano izquierda, a 400 pasos, donde está
la puerta nueva que antes dijimos, está también a su lado iz-
quierdo otro bestión, o torreón pequeño sin terrapleno, alto
veintitrés palmos, y con sus seis troneras, dos en la delantera
que mira a Mediodía y en cada lado otros dos, mas no tienen
artillería alguna. Mueve más abajo como 450 pasos; después
de pasada la puerta de Babazón se acaba, como dijimos, el
arco de la muralla, feneciendo en la mar; y en esta punta está
otro bestión cuadrado, alto veinticinco palmos, todo terraple-
- b i -
nado, tiene de plaza veinte pasos en diámetro, tiene nueve
troneras, tres que responden para entre Poniente y Mediodía,
y tres para entre Mediodía y Levante, y tres para entre Le-
vante y Tramontana; de artillería solamente tiene tres piezas
pequeñas y mal aliñadas y no más. Este bestión hizo de fun-
damento Arabamat, cuando en el año del Señor 1573 fué Rey
y Gobernador de Argel. De aquí continuando como antes la
muralla en que bate la mar (que comparamos a la cuerda del
arco de la ballesta), hasta que se llegue al muelle y puerto de
la ciudad, no hay fortificación alguna de caballero, torreón o
bestión; mas sobre la puerta Babazera, por do se sale al mué*
lie, está un hermoso bestión, el mejor y más grande de cuan-
tos hay en Argel; tiene de plaza en largo treinta pasos, y de
ancho cuarenta, porque no es de todo cuadrado, sino más an-
cho que largo; en lo principal está terraplenado y tiene su ca-
samata, no tiene alguna tronera, más un parapeto para Medio-
día, y para Levante, y Griego Levante, por do corresponde
por frente al puerto; y por la parte de Tramontana, y en todas
estas partes están veintitrés piezas de artillería de bronce de
toda ley y la mejor de Argel, de las cuales solamente siete o
ocho están en cabalgadas, entre las cuales está una que tie-
ne siete bocas, que Rabadán Bajá truxo de Fez cuando el
año 1576 metió en posesión de aquel reino, a Muley Maluch.
Este bestión tiene también su guardia ordinaria de artilleros
y otros que le asisten y le guardan de continuo. Hizo este
bestión el Cayde Saffa, de nación Turco, cuando en el año del
Señor 1551 y parte del de 1552 gobernó con título de Galiffa,
o teniente del Rey, en ausencia de Asan Bajá, hijo de Bar-
barroja, a Argel y a su reino, como en otra parte más larga-
mente escribimos. También en la isla que está junta con el
puerto hay dos torres pequeñas, una que fué hecha para lin-
terna o faro que de noche ardiese y mostrase a los navegan-
— ar-
tes el puerto, aunque nunca está alumbrada, y otra para ha-
cer en ella la vela y guardia al puerto y bajeles que en él
están, porque no vengan de noche los enemigos a quemarlos,
como acaeció algunas veces, pero son ambas estas dos torres
de poca importancia, ni tienen fuerte alguno de artillería;
hízolas Arabamat, año 1573, cuando fortificó aquella isla con
el muro, o parapeto, como antes hemos dicho.

C A P Í T U L O VIH

Del foso de la ciudad de Argel.

Demás destos torreones y bestiones tiene la ciudad en tor-


no, toda cuanto es el arco de su muralla, un foso antiguo, el
cual es de hasta diez y seis pasos en ancho, y por la mayor
parte está bajo, y muy cegado con mucha tierra, basura y in-
finita inmundicia; en todo aquel espacio de 100 pasos que ocu-
pa la muralla de la Alcazaba, está todo muy limpio, hondo
cuanto una pica, y ancho como veinte pasos, y de la misma
manera, también en toda aquella distancia que hay dende la
puerta nueva que responde a Mediodía, hasta el bestión que
Arabamat hizo en la punta del arco o muralla que por esta
parte baja hasta la mar. Está todo el foso abierto y bien lim-
pio, y de la misma anchura y profundidad que tien junto a
la Alcazaba. Este espacio o distancia será, como dijimos, de
450 pasos, y en ambas estas dos partes se limpió el foso por
mandamiento de Arabamat, Rey de Argel, en el año del Se-
ñor 1573, y si el gobierno le durara más, intención tenía de
hacer lo mismo en todas las demás partes de la muralla y foso.
Por dentro de la ciudad no hay contrafoso alguno ni lugar
— as-
para hacerle, porque están las casas de la ciudad tan pegadas
con la muralla, que en caso que en tiempo de guerra quisiesen
los turcos hacer por dentro de la ciudad algún contrafoso, se-
ría necesario derribar primero todas las casas que están junto
a la muralla, y derribadas hacer plaza.

CAPÍTULO IX

De los castillos y fuerzas que están de fuera los maros.

La fortificación y principal defensa desta ciudad está en


tres castillos o fuerzas a que los moros llaman Burgios, que
los turcos de pocos años acá han hecho no muy lejos de sus
muros. El primero de los cuales, comenzando otra vez como
primero, de la puerta de Babaluete y a mano derecha de la
ciudad, es el que comúnmente llaman todos el Burgio o casti-
llo del Ochali. Está éste saliendo fuera de la puerta de Baba-
luete para Poniente, a 370 pasos, fundado sobre una pequeña
peña que la naturaleza allí crió; es de forma cuadrangular, y
con cuatro puntas, la que responde a la ciudad (que le queda a
las espaldas) no tiene casamata ni tronera, sino sólo el parape-
to. En cada una de las otras tres puntas o esquinas hay su ca-
samata, y todas tienen troneras. La esquina que responde a
Tramontana no tiene abajo más de una tronera, mas en las
otras dos, así en la que mira para Poniente, como la que co-
rresponde a Mediodía, hay dos troneras abajo por cada una. y
arriba, en los parapetos, hay en cada punta o esquina tres
troneras. Tiene el patio o plaza deste castillo hasta treinta
pasos de través o diámetro; es todo terraplenado, y con su
cisterna en medio bien hecha. Tiene este castillo hasta ocho
- 39 -

piezas de artillería mediana y no tiene foso alguno por algu-


na parte de fuera ni de dentro. Hizo Ochali este castillo en el
año del Señor 1569, siendo Rey de Argel, para efeto de de-
fender una pequeña playa, que más adelante para entre Tra-
montana y Poniente, a 360 pasos deste castillo está descu-
bierta, en la cual se pueden acostar a tierra navios de remo y
desembarcar gente de guerra. Tiene este castillo un gran de-
feto, como todos los demás de Argel, que tiene muchos pa-
drastros a mano izquierda para Mediodía; y de dos montañue-
las que están a 100 y a 150 pasos puede, con mucha facilidad,
ser batido, y sin recibir daño alguno, los enemigos. Y aun
destos mismos padrastros se descubre todo el camino que de
la ciudad va al castillo, y por tanto de la misma batería con
que de allí batiesen al castillo, se puede también cortar y es-
torvar todo el socorro de gente que de la ciudad fuese a este
castillo. El segundo castillo está caminando deste del Ochali,
1.000 pasos hacia el Mediodía, arriba en la montaña, y dis-
tante de la Alcazaba como 600 pasos, a la cual responde por
entre Poniente y Mediodía; es de figura quinqué angular, tie-
ne por de dentro de travesía cincuenta pasos, los veinticinco
deja de patio o plaza, es terraplenado de bajo arriba como
treinta palmos, que es toda su altura. Los parapetos son de
grosura de veinte palmos; en cada una de las cinco puntas o
esquinas hay cuatro troneras, dos de cada banda; tiene en
medio una cisterna redonda que ocupa los veinticinco pasos de
patio, y tiene también ocho estancias de casillas para aposen-
tos de soldados. Este castillo ni por de fuera ni de dentro
tiene algún foso, mas está todo en torno contraminado con
una mina tan alta y ancha que puede un hombre en pie dere-
cho andar a placer por ella; la cual comienza dende los funda-
mentos, y va en torno respondiendo a las casas matas. Están
en este castillo ocho piezas de artillería menuda, y todas des-
— 40 —

encabalgadas. Está también muy sujeto a unas montañas que


tiene para Poniente y Mediodía, a 100 y a 120 pasos de donde
puede fácilmente ser batido, y aun estorbar y cortar todo
socorro que de la ciudad y Alcazaba fuese al castillo. Entre
el castillo y montañas y otras partes hay muchas quebradas y
profundidades de tierra que con el tiempo han causado las
grandes corrientes de aguas que bajan de las montañas que
están allí vecinas cuando llueve, a do se puede mucha gente
de enemigos asconder, y aun por allí llegarse a picar el pie del
mismo castillo, sin ser ofendida o descubierta. Hizo este cas-
tillo Mahamet Bajá, en el año del Señor 1568, siendo Rey de
Argel, y, por tanto, se llama el Burgio o castillo de Mahamet
Bajá. El ingeniero dél fué Mostafá Siciliano, el cual, siendo
ingeniero de la Galeota, llevándole a Sicilia en una fragata
preso por el Santo Oficio, y captivado con todos los que iban
con él de los turcos, a pocos días que le truxeron a Argel re-
negó. El tercer castillo está delante deste de Mahamet Bajá,
caminando para Mediodía, y distante como otros 1.100 pasos,
y de la Alcazaba y ciudad como 1.700. El primero que le co-
menzó fue Asan Bajá, hijo de Barbarroja, siendo la primera
vez Rey de Argel, en el año del Señor 1545, en una monta-
EI Empera- ñuela, y en el propio lugar do el Emperador don Carlos quin-
dor Carlos v ^0 ^ gior¡osa memoria, plantó su pabellón cuando en el año
v i e n e sobre ' " r r
Argel. del Señor 1541, a veintisiete de Otubre, víspera de San Si-
món y San Judas, puso cerco sobre Argel; pero no hizo en-
tonces Asan Bajá más que un castillo, o torre redonda, y hue-
ca, sin terrapleno, que de través tiene veinticinco pies, do
sobre una bóveda puso tres piezas menudas de artillería. Des-
pués, en el año del Señor 1579 y en el de 1580, siendo Rey de
Argel Asan Bajá Veneciano, renegado del Ochali, con el te-
mor muy grande que se tenía entonces de la armada muy po-
derosa, que de la Magestad de don Felipe de España juntaba
— 41 —

con mucha gente y municiones en la Baya de Cádiz, y otras


partes del Estrecho para Portugal. Y persuadiéndose los tur- Hácese ar-

cos de Argel que sin falta la armada se hacía contra ellos, el Portuga1!.*1™

dicho Rey Asan hizo con mucha priesa fortificar este castillo,
o, para mejor decir, la montañuela y lugar donde estaba, por
ser muy importante, con hacer derredor de aquella torre o
castillo viejo, cuatro caballeros o bestiones, los cuales que-
dan en figura cuadrada en un espacio de largura de noventa
pasos y otros tantos de ancho y el castillo viejo en medio;
uno destos caballeros responde a Poniente, otro a Mediodía,
otro a Levante y otro a Tramontana; son todos cuatro y sus
lienzos altos como veintiocho palmos, y todos terraplenados
con sus troneras abajo y arriba; en cada punta hay tres trone-
ras por banda, el cuerpo o través de cada uno destos cuatro
torreones es de veinte pasos, y los parapetos de anchura de
diez palmos, la plaza de armas que queda en medio de todos
cuatro torreones o caballeros terna de través cuarenta y cua-
tro pasos; en medio de la cual plaza, como dijimos, está el
castillejo viejo que hizo antes el hijo de Barbarroja, pero de
nuevo lo han terraplenado, y por ser más alto doce palmos
que los cuatro bestiones, queda como caballeros dellos. Es
también de saber que casi por medio de toda esta plaza de
armas que está en medio de los cuatro caballeros, hizo el Rey
un foso que atraviesa de Poniente para Levante, y parte
toda la plaza en dos partes, aunque no iguales, de manera que
con este foso quedan los dos bestiones delanteros, el de Me-
diodía y el de Levante, apartados como en un cuerpo por sí
de los otros dos traseros, el de Poniente y el de Tramontana,
y como si fuesen dos fuerzas por sí distintas y una de la otra
apartada y dividida, con aquel foso en medio en tanta distan-
cia cuanta es la anchura solamente del mismo foso. Hízose
este repartimiento condisinio que si los enemigos ganasen
— 42 —

primero los dos bestiones delanteros, en tal caso se pudiesen


recoger y retraer los turcos a la otra segunda parte de los bes-
tiones traseros y aquel foso retardase y detuviese el ímpetu
de los enemigos para no poder pasar adelante; y para esta su
retirada hicieron una puerta falsa con un camino por debajo la
tierra, a manera de una mina, que desde la plaza de los dos
caballeros traseros va a dar allá abajo en el foso, y para más
defensión hicieron también desta misma parte de los dos
caballeros traseros, sobre el foso, un parapeto que, a ma-
nera de un lienzo, atraviesa de un caballero al otro, con
algunas troneras en medio, de do puedan ofender los enemi-
gos ya entrados y señores de los dos caballeros primeros, y
también defender y estorvar que no salten en el foso ni
suban a los bestiones o caballeros postreros. Este foso no
es más profundo que doce palmos y ancho como veinte, y no
hay otro ninguno ni en torno ni en ninguna otra parte de la
fuerza; en todos los cuatro bestiones o caballeros no hay más
de doce piezas de artillería mediana y pequeña y otras tres
más en el castillejo antiguo. Está toda esta fuerza muy sujeta
y dominada de una montaña que le responde a mano derecha,
en derecho de Poniente, y vecina de a 150 pasos poco más o
menos, de donde también pueden con la artillería estorvar
todo socorro que venga de la ciudad, y a otras tres monta-
fluelas que por Mediodía y Levante le responden a 150, y 200
y 250 pasos de las cuales partes todas es la batería muy f á -
cil, demás de que por todas partes entre el fuerte y las mon-
tañas hay grandes quebradas que la fuerza del agua de la
montaña ha hecho cuando llueve, en las cuales, por ser pro-
fundas, se pueden estar a placer y encubierta cuanta gente y
soldados quisieren en gran número, y ofender de allí a los
turcos del castillo. Y porque en este propio lugar do está
puesta esta fuerza, Carlos V , Emperador (como dijimos), puso
— 43 -

y plantó su pabellón, por tanto, comúnmente se llama el Bur-


gio del Emperador, y otros por respeto de los dos Reyes de
Argel, así como el que la principió como el que la acabó, los
cuales tenían ambos el mismo nombre de Asan, la llaman el
Burgio de Asan Bajá. El principal ingeniero desta fuerza
fué un renegado de nación griega que se decía el Alcayde
Asan, Y es de notar que demás de que todos estos tres casti-
llos pueden con mucha facilidad ser batidos y cortado todo
socorro que de la ciudad les puede ir, la tierra también toda
en los llanos y montañas y en toda parte es tan húmida, pero
sin agua ni humor demasiado, y las piedras todas son tan tier-
nas, blandas y fáciles de romper y cabar, que no se ha visto
tierra más linda y aparejada para hacer minas más seguras ni
más buenas, y esto con toda facilidad, con muy poco trabajo,
como se puede ver en las muchas y grandes cuevas que hay
en algunos de los muchos jardines que están en aquellos co-
llados rededor de Argel.

CAPÍTULO X

De las casas y calles de Argel.

Volviendo a la ciudad, toda la habitación que se incluye


dentro de toda su muralla y circuito será de 12.200 casas
grandes y pequeñas; porque aunque el circuito no es muy
grande, demás de que en toda la ciudad no se halla una casa
que tenga un pedazo (aun muy pequeño) de corral. Son las
calles todas della tan angostas, que no lo son tanto las muy
angostas de Granada, Toledo o Lisboa, y por tanto, apenas
puede pasar un hombre a caballó por ellas, y a pie no es po-
- 44 -

sible que pasen dos juntos apar, sino es en la calle grande del
Socco, que dijimos atravesar por línea recta desde la puente
de Babuzón, hasta la que dicen de Babaluete, porque por ser
aquélla el mercado, y la plaza do están infinitas boticas de
cada parte, de toda suerte de mercaderes, aunque no es an-
cha más de 40 palmos cuando mucho, y en muchas partes
muy menos, es la más ancha y principal de Argel. En conclu-
sión, toda la ciudad es tan espesa, y las casas della están tan
juntas unas con otras, que parece toda una piña muy unida; y
de aquí resulta también ser todas las calles muy sucias en llo-
viendo algún agua, principalmente que hay una gran falta, que
todas ellas son malísimamente empedradas. Tienen más otro
defeto, que si no es la calle grande d^l Socco o mercado
(como dijimos), ninguna otra se hallará que sea derecha y bien
ordenada, y aun ésta no se puede bien llamar derecha y or-
denada; antes como es de costumbre y general uso en todos
los pueblos de moros, todas son sin orden y sin concierto o
compostura; pero no es lo mismo en las casas cuanto a su ma-
nera y architectura, porque muchas dellas, y aun la mayor
parte, son muy lindas y polidas. Son todas generalmente de
cal y canto labradas, y todas con sus terrados en que tienden
al sol a enjugar su ropa. Y como las casas están tan juntas, y
las calles son todas tan angostas, casi que se puede caminar y
andar toda la ciudad por encima de los terrados; y así muchas
vecinas se visitan y pasan unas a las casas de las otras por los
terrados; y por esta misma razón son todas muy sujetas a ser
robadas, como acaece muchas veces en entrando y pasando
los ladrones por los terrados si no tienen vigilancia. Pocas son
las que no tengan patios y zaguanes y muy espaciosos en me-
dio, y, finalmente, ninguna que no tenga dentro mucha luz y
claridad, porque como no quieren que sus mujeres o hijas miren
o sean miradas de otros, no usan ventanas a las calles como en
- 45 -

tierra de christianos. Tienen también muchas destas casas los


patios y zaguanes labrados muy lindamente de ladrillos y azu-
lejos de colores, y de la misma manera los corredores y ba-
randas que de ordinario todas tienen allá dentro sobre los pa-
tios a manera de los claustros de monasterios, que procuran
tener siempre muy limpios, lavándolos y fregándolo casi
todas las semanas; y para la mucha agua que en esto y otras
cosas gastan muy de continuo, usan mucho en cada casa tener
su pozo, y aun muchas tienen pozo y cisterna, pero los po-
zos son de agua gruesa y salada y no buena de beber, mas
esta falta suplen muchas fuentes que hay muy lindas dentro y
fuera de la ciudad, como adelante diremos. Fuera de la mu-
ralla y circuito de la ciudad que figuramos, no hay agora arra-
bal alguno como tienen otros pueblos, sino son hasta veinti-
cinco casas en una calle frontero de la puerta de Babazón,que
va para Mediodía, las cuales son parte mesones pobrísimos
con sus corrales para algunos pobres y alarbes y sus bestias
cuando vienen a la ciudad, y parte habitación de algunos mo-
ros que hacen cal en unos hornos que allí están; y estas pocas
casas quedaron de un muy hermoso arrabal que esta ciudad
tenía pocos años antes de muchas casas y muy buenas que
pasaban de 1.500, las cuales todas, Arabamat siendo Rey de
Argel en el año de 1573 deshizo y echó por tierra, cuando
comenzó a fortificar por aquella parte la ciudad de foso y
murallas, por el temor grande que entonces se tuvo que el
Señor d o n j u á n de Austria iba sobre Argel, como fué sobre Va el señor
la ciudad de Túnez, que tomó en el verano de aquel año. ?on ^"f" ^
/ n A u s t r i a so-
bre Túnez.
— 46

CAPÍTULO X I

De los habitadores y vecinos de Argel.

Las gentes habitadores desta ciudad se dividen, general-


mente, en tres géneros o maneras de personas, es, a saber: mo-
ros, turcos y judíos; no hablamos de cristianos, aunque hay
una infinidad dellos de toda suerte y nación, porque los cap-
Veinticinco tivos que llegaran de ordinario, contando los que bogan en
dirtetlaaoc 'as Saíeras y los que quedan en tierra, a más de 25.000, son
en Argel. esclavos y no pobladores o vecinos en Argel, y los que son
mercaderes, muy pocos están de asiento, mas despachados sus
negocios y vendidas sus mercaderías, se vuelve cada uno a su
tierra. Los moros son también de cuatro maneras: unos nativos
y naturales de la misma ciudad, a los cuales comúnmente lla-
man en su lengua Baldís, que quiere tanto decir como ciuda-
dano, y destos habrá como 2.500 casas; son éstos parte blan-
cos y parte trigueños que diclinan un poco a lo pardo, y todos
no mal proporcionados; mas las mujeres destos, en común, son
todas blancas y muchas dellas de muy gentil talle y hermo-
sura. Los más destos son mercaderes de toda suerte, y mu
chos que tienen boticas en que venden diversas cosas, y prin-
cipalmente toda suerte de bastimentos, otros son oficiales
mecánicos, y otros muchos (como son los más principales y de
más ser) que viven de sus tierras y labranzas o quintarías do
coxen mucho pan, cebada, legumbres y seda, y crían muchas
vacas y ganado. Todos estos Baldís son libres de pagar t r i -
buto, el cual privilegio Aruch Barbarroja (cuando engañosa-
mente se apoderó de aquella ciudad) les concedió por quie-
- 47 —

tarlos y alagarlos, para que de mejor ánimo y voluntad le


aceptasen por señor y obedeciesen, como suelen hacer todos
los tiranos en principios de sus tiranías y señoríos ocupados;
el cual privilegio les confirmó después el Turco, y hasta ago-
ra se les ha guardado. El vestir de todos estos es primera-
mente una camisa y zaragüelles de lienzo, y cuando hace frío,
un sayo de paño de color que les da por abajo de la rodilla,
como sotana pequeña, que llaman Gonela o Goleila, mas en ve-
rano no la traen, y en su lugar ponen muchos otra camisa de
lienzo delgada, larga y muy ancha y muy blanca, a que ellos
llaman Adorra, y sobre todo, por capa, un albornoz blanco,
pero los más graves lo traen de color negro o azul, y en
tiempos de frío, de paño de los mismos colores. En la cabeza
suelen traer una toca muy blanca de lienzo sobre un bonete
de grana o de algún paño o estofado la cual toca, cubriendo
la cabeza, les cubre también el cuello, y revolviendo por de-
bajo de la barba, viene a caer sobre los pechos. Si hace frío
traen borceguíes de color, porque negros pocos los traen; si
es verano andan en piernas, y siempre con sus zapatos a la
turquesca, y algunos con unas chinelas muy polidas de colores,
abiertas por delante y altas un poco como chinelas de mujeres,
en las cuales traen unos flecos o borlas de seda blanca y azul,
a quien ellos llaman Mendexa.
El segundo género de moros se llama Cabayles, los cuales
vienen de fuera de las montañas a vivir dentro de Argel. Es-
tos son propiamente los antiguos y naturales africanos, naci-
dos y criados dende principio en estas partes de Africa. To-
dos son de color pardo, pero unos más que otros, y algunos,
que son nacidos en las montañas más altas del Cuco o del La-
bes (do todo el año está la nieve), son casi del todo blancos y
no mal proporcionados: son todos gente muy pobre y que la
necesidad los trae a vivir en Argel, en casillas y aposentos
— 48 —

alquilados. Ganan sus vidas, unos en servir a turcos y a mo-


ros ricos, otros en cabar los jardines y viñas, y algunos bo-
gando en galeotas y bergantines, alquilados por su salario que
les dan, y los llaman baguarines; otros venden yerbas, fruta,
carbón, aceite, manteca y huevos y otras cosas semejantes.
Entre estos Cabayles se cuentan también unos moros que se
llaman, por otro nombre, Azuagos, naturales del reino del
Cuco, distante de Argel sesenta millas, entre Mediodía y Le-
vante, y del reino de Labes, distante de Argel 130 millas
v. jo. Leo., para Levante y pegado con Bugía: los cuales Azuagos y sus
par'4' mujeres y hijos suelen traer una Cruz hecha y tallada en la
carne, en el carrillo del rostro de la mano derecha, en la cual
se besan los parientes y amigos cuando se encuentran; y que-
dóles esta costumbre dende el tiempo de los Vuandolos y
godos; los cuales siendo señores destas provincias de Africa,
para conocer los Africanos que eran christianos, de los Idóla-
tras, mandaron que todos los tales andasen señalados en el
carrillo con una Cruz, dándoles juntamente con esto privile-
gio de que no pagasen tributo, como los que no lo traían, que
luego eran conocidos por Gentiles Idólatras; y esta costum-
bre, que entonces era como señal de hidalguía y nobleza, has-
ta hoy día permanece en estos Azuagos, aunque ellos no sa-
ben totalmente la causa desto, pero précianse mucho de que
traen esta Cruz, y dicen que la traen porque son hijos y de-
cendientes de cristianos antiguos. Destos tales Azuagos se
sirven mucho los turcos en la guerra, porque no son malos sol-
dados, y así en todas las guarniciones que tienen por todo el
reino, como Tremecén, Mostagán, Biscari, Constantina, Bona
y otras partes, y aun en el mismo Argel, la tercia parte de los
soldados, y a las veces más, son Azuagos; y de la misma ma-
nera llevan dellos en las mahalas y campos, o cuadrillas,
cuando con mano armada, como es uso, salen muchas veces en
— # —

el año a garramar, esto es, coger los tributos de los Alarbes


y moros; y aun tienen también estos Azuagos sus oficiales y
Cabos de escuadra, y un Aga o Coronel, que es cabeza de
todos, como lo tienen los turcos, mas está sujeto al Aga
de los genízaros. Las mujeres destos Cabayles y Azuagos
son más blancas muchas dellas que no ellos; las que son casa-
das con soldados viven con sus maridos en sus aposentos al-
quilados y se sustentan de la paga de los maridos, pero las
más viven del trabajo de sus manos, hilando, tejiendo, y sir-
viendo todo servicio en casas de moras y renegadas más r i -
cas. Usan mucho estas tales pintarse los pechos, cuello, bra-
zos y piernas, haciendo diversas labores con puntas de agujas
o cuchillos con que punzan la carne, echando sobre la herida
cierto material, vienen después a quedar pintadas como unas
culebras, sin poderse jamás quitar aquellas señales o labores.
Estos Azuagos, los que son soldados, andan vestidos de la
misma manera que los turcos, como en su lugar se dirá. Los
demás, juntamente con los Cabayles, no traen más, ordinaria-
mente, que una camisa y zaragüelles, y muchos no traen uno
ni otro, pero todos un alquicer, con que se cubren, o un barra-
gán de lana baja grosero, en que se envuelven, y en la cabe-
za traen muchos un pedazo de toquilla envuelto sobre alguna
barreta como pueden, y muchos sin ellas, y sin otra cosa en
cabello. Algunos, pocos, traen zapatos como los hallan, tur-
quescos o cristiáneseos, y viejos, pero los más dellos andan
descalzos. De los Azuagos habrá como cien casas de casados
en Argel, porque los demás, que son solteros, tienen, como
los genízaros, sus estancias y alojamientos públicos deputados
para ellos do en camaradas, y repartidos viven juntos 200
y 300 y más; de los otros Cabayles, poco más o menos habrá
como 600 casas.
La tercera manera de moros son alarbes, los cuales vienen
4
^ 50 -

de continuo de sus aduares, en que viven en el campo y en


tiendas, a la ciudad de Argel, y ordinariamente no vienen por
otro respeto sino por mendicar y pedir limosna, porque son
tan v i l canalla todos ellos que antes se morirán de hambre
que ganar el pan trabajando o sirviendo algún amo, y así an-
dan infinitos hombres, mujeres y niños por las calles todo el
año demandando, y sus casas son los portales de las casas, o
donde hallan algún poco de abrigo; algunos se recogen fuera
de la ciudad y de la puerta de Babazón, en ciertas cabañas de
paja que han hecho en algunas paredes y murallas de las ca-
sas de aquel arrabal que dijimos echó por tierra Arab Amat,
Rey de Argel, en el año 1573. Son todos estos alarbes y sus
mujeres feísimos, mal agestados y de pocas carnes, muy par
dos o morenos, y, sobre todo, en estremo puercos y muy su-
cios. Su vestido es un pedazo de barragán viejo y roto, sin
más camisa ni zaragüelles ni otra cosa con que envuelven el
cuerpo, y que les sirva de noche de frazada y colchón en que
duermen, y lo mismo es de las mujeres, sino que ellos de ma-
ravilla traen algo en la cabeza, y ellas traen un trapillo de
lienzo cualquiera del muladar; y estos tan lindos galanes y
polidos son los que conquistaron a Africa y aun casi toda Es-
paña, y de cristianos por permisión de Dios alcanzaron tan-
tas victorias.
La cuarta manera de moros son los que de los reinos de
Granada, Aragón, Valencia y Cataluña se pasaron a aquellas
partes y de continuo se pasan con sus hijos y mujeres por la
vía de Marsella y de otros lugares de Francia, do se embar-
can a placer, a los cuales llevan los franceses de muy buena
gana en sus bajeles. Todos estos se dividen, pues, entre sí
en dos castas o maneras, en diferentes partes, porque unos se
llaman Modéjares, y éstos sen solamente los de Granada y
Andalucía: otros Tagarinos, en los cuales se comprehenden
- t i -
los de Aragón, Valencia y Cataluña. Son todos estos blancos
y bien proporcionados, como aquellos que nacieron en España
o proceden de allá. Ejercitan éstos muchos y diversos oficios,
porque todos saben alguna arte. Unos hacen arcabuces, otros
pólvora, otros salitre, otros son herreros, otros carpinteros,
otros albañiíes, otros sastres y otros zapateros, otros olleros,
y de otros semejantes oficios y artes; y muchos crían seda, y
otros tienen boticas en que venden toda suerte de mercería;
y todos en general son los mayores y más crueles enemigos
que los cristianos en Berbería tenemos, porque nunca jamás
se hartan o se les quita la hambre grande y sed que tienen
entrañable de la sangre cristiana. Visten todos estos al modo
y manera que comúnmente visten los turcos, de que adelante
hablaremos; habrá de todos estos en Argel hasta 1.000 casas.

CAPÍTULO XII

De los turcos.

Los Turcos también son de dos maneras: unos que lo son de


naturaleza y otros de profesión; llamánse turcos de naturaleza
los que han venido o sus padres de Turquía, como cada día
vienen muchos en galeras y otros navios, a la fama de las r i -
quezas de Argel y a los robos tan grandes y tan continuos que
hacen en los navios y tierras de cristianos. Son todos estos
turcos gente vellísima, torpes y villanos, a que ellos llaman
Chacales; pero algunos han salido y salen hombres de hecho
y valerosos; son todos de cuerpo robustos, porque desde niños
se crían sin ninguna crianza o temor y a rienda suelta como
brutos animales en todo género de vicio que les representa o
- 52 -

apetece la carne. Y siendo Turquía dividida en dos parteá,


una Anatolia que comprehende los reinos de Asiat y otra Ro-
manía, en que caen los estados que el Turco tiene en Europa.
Viene de aquí, que son los turcos diferentes entre sí en con-
dición y color, porque los de Romanía son más vivos y exper-
tos y más blancos y bien proporcionados, aunque sean Cha-
cales y villanos; y al contrario los de Anatolia, son más
groseros y morenos algún tanto, y en las condiciones, más
simples y no de tan buen talle y proporción; destos tales de
toda suerte y calidad que viven por sí, como no sean gení-
zaros solteros, habrá como 1.600 casas.

C A P I T U L O XIII

De los renegados.

Los turcos de profesión son todos los renegados que siendo


de sangre y de padres cristianos, de su libre voluntad se hicie-
ron turcos, renegando impíamente y despreciando a su Dios y
Criador. Estos y sus hijos por sí solos, son más que todos los
otros vecinos moros y turcos y judíos de Argel, porque no hay
nación de cristianos en el mundo de la cual no haya renegado
y renegados en Argel. Y comenzando de las remotas provin-
cias de Europa, hallan en Argel renegados Moscovitas, Roxos,
Rojalanos, Valacos, Búlgaros, Polacos, Úngaros, Bohemios,
Alemanes, de Dinamarca y Noruega, Escoceses, Ingleses,
Irlardeses, Flamencos, Borgoñones, Franceses, Navarros,
Vizcaínos, Castellanos, Gallegos, Portugueses, Andaluces,
Valencianos, Aragoneses, Catalanes, Mallorquines, Sardos,
Corzos, Sicilianos, Calabreses, Napolitanos, Romanos, Tos-
— 53 -

canos, Qinoveses, Savoyanos, Piamonteses, Lombardos, Ve-


necianos, Esclavones, Albaneses, Boznos, Arnautes, Griegos,
Candiotas, Cipriotas, Surianos y de Egypto, y aun Abexinos
del Prestejuán y Indios de las Indias de Portugal, del Brasil y
de Nueva España. La ocasión que a estos tales mueve para con
tan grande perdición de sus almas dejar el verdadero camino
de Dios, no es otro sino que unos de pusilánimes rehusan el
trabajo de la esclavitud, a otros aplace la vida libre y de todo
vicio de carne en que viven los turcos, y a otros dende mu-
chachos los imponen sus amos en la vellaquería de la sodomía
a que se aficionan luego, y juntamente el regalo que los tur-
cos les hacen más que a las hembras sus mujeres, y desta ma-
nera, sin saber, ni hacer cuenta de lo que dejan ni de lo que
toman, se hacen turcos, y los turcos también de buena gana
los hacen renegados, lo uno porque se persuaden los que pre-
sumen de finos turcos que en esto hacen servicio a Dios y a
su Mahoma. Y lo otro, porque ya que ellos tomaron aquella
manera de vida o profesión, huelgan de que haya otros que
sigan y aprueben su engaño, y en general a todos ellos resulta
desto provecho. Porque es uso y costumbre entre los turcos
que muriendo algún renegado sin hijos, sus herederos, sus
bienes vienen a su amo de quien fué antes esclavo, aunque le
diese libertad. Y si el amo es muerto, de la misma manera
sucede el hijo o el nieto en los bienes del renegado de su pa-
dre o agüelo, como y ni más ni menos entre cristianos el De-
recho común ordena, que el señor o sus hijos hereden al l i -
berto intestato. Y hay turcos y renegados que destos tales ff. de iure
tienen diez, doce, quince y veinte y más renegados, a los p.atro- f*8ive
cuales muchos llaman y tienen por hijos. Y ultra que por la
mayor parte luego que los hacen turcos, les hacen también
carta de francos, y les dan esclavos y dineros, después tam-
bién los sustentan si es necesario, y muriendo sin herederos
- 54 -

reparten con ellos sus bienes y hacienda como con los hijos,
y generalmente a todos los que aún no eran libres los dejan
libres antes que mueran. La ceremonia y manera que usan
cuando los hacen Turcos o renegados es esta: En un día cual
les parece, aparejan un lecho muy adornado en una cámara,
y siendo noche (porque nunca fiesta destas hacen de día), dan
una comida a que llaman sosfía, a los parientes y amigos y
convidados para la fiesta, y éstos son cuantos les parece a
ellos; acabada la comida, en la cual el que se hace renegado
también se halla, le ponen en un asiento o está en pies y dos
hombres le tienen de los brazos, y si es muchacho o niño,
puesto un hombre en algún asiento le asientan sobre las rodi-
llas del hombre, el cual le tiene asidos los brazos por detrás y
por debajo la horquilla, y poniéndole a los pies o un pelejo o
un vaso lleno de tierra en que caya la sangre, llega a él el
maestro, el cual ordinariamente es algún Judío maestre deste
oficio, y con unos hierros a manera de mordaza, hechos aposta
para este efecto, le retaja y cincuncida cortándole en redondo
toda la capilla del miembro sin quedar nada, y porque no se
puede hacer esto sin sentir muy gran dolor, los circunstantes,
que son todos los convidados, al tiempo que el maestro va a
cortar la carne, dan voces muy grandes llamando por Mahoma
y diciéndole: lia, lia Ala Mahamet hera curra Ala, etc.,
que quiere decir: Dios es, y Dios será, y Mahamet es su men-
sagero; y juntamente con esto, otros echando de los corredo-
res y barandas abajo muchas ollas y vasos de agua puestos allí
antes aposta para este efecto, porque con tantas voces y ruido
divierta el pensamiento el retajado, y no sienta tanto el dolor
de la circuncisión. Hecho esto, y entrapado el Turco o moro
nuevo, le echan en su cama preparada allí o le llevan a su
aposento, como hacen a los que no son tan favorecidos, y sus
circuncisiones no tan solemnizadas, y luego, los que allí se ha-
— 55 -

lian a la fiesta, le presentan cada uno alguna cosa, como ba-


rretas, borceguines, zapatos, cuchillos, tocas, cintas a que
llaman cuzacas, camisas, pañizuelos o como más quieren, y
algunos candelas verdes, y muchos no dan nada, y después
cada uno se va a su casa. Y cuando algún cristiano, huyendo
de España, Francia o Italia o otra parte, de su voluntad se va
a hacer moro o turco, o es persona algo señalada, como algún
soldado de Orán, o Maestro, y oficial de algún navio, a estos
tales, puestos a caballo y vestidos en el hábito de Turco y con
una flecha en la mano, los pasean los genízaros públicamente
por la ciudad la mañana antes de la noche que se han de cir-
cuncidar, y van hasta cincuenta o sesenta o más genízaros a
pie con sus alfanjes desnudos en las manos y con la bandera
de la cola de caballo delante, sonando unas gaitas que usan y
dando a ratos alaridos y voces por fiesta y placer, y a estos
tales el Rey los viste y les hace la costa de la comida, y luego
los genízaros, si él quiere, lo reciben por genízaro y dan su
paga de soldado, que son cuatro doblas cada mes. La manera o
cerimonia con que hacen a las mujeres cristianas, renegadas,
es diferente, porque no consiste en más que hacerlas labar y
después hacer el Sala en una cámara o aposento y cortarle un
poco de los cabellos de la cabeza de delante, y raparle todo el
colodrillo, que no queda por aquella parte cabello, y luego le
ponen su nombre morisco o turquesco y no más; estos tales
renegados son después todos los principales enemigos que el
nombre cristiano tiene, y en los cuales está casi todo el
poder, dominio, gobierno y riqueza de Argel y de todo su
Reino; habrá destos y de sus hijos en Argel como seis mil
casas y más.
- 56 —

CAPÍTULO XIV

De l o s A l c a i d e s .

Estas dos maneras de turcos de natura y profesión y sus


hijos, viven ordinariamente de una de seis suertes o maneras,
porque o son alcaides y hombres de cargos y gobiernos, o son
Espays, y, como soldados de paga muerta, o son genízaros y
soldados ordinarios, o son cosarios, o mercaderes, o maestros
y oficiales mecánicos de toda arte. Los Alcaides son aquellos
que gobiernan las tierras y pueblos sujetos al dominio de A r -
gel con sus distritos, como son Tremecén, Mostagán, Tenez,
Sargel, Meliana, Biscari, Bugía, Giger o Col Bona, Constan-
tina y otros, o las han gobernado en algún tiempo y, por tan-
to, les queda el nombre de Alcaide de toda su vida. Bien es
verdad que también la costumbre ha introducido que todo
aquel que tiene algún modo de jurisdicción o cargo público, o
en casa de los Reyes, con que manda y gobierna a otros, se
dice y se llama también Alcaide; y, por tanto, llaman alcaide
hasta al que tiene cargo de coger a las puertas de la ciudad
la alcavala y tributo de lo que traen a la ciudad a vender, y
al que tiene arrendada toda la cera o todos los cueros, para
ningún otro los poder comprar a los moros ni vender a los
mercaderes cristianos sino él; y aun al que tiene cargo de
todo el trigo del Rey, y al que tiene a su cargo las vacas y
carneros y a otros desta manera. Estos alcaides, que así han
tenido o tienen gobiernos de tierras todos ordinariamente son
muy ricos, y no se les dan estos cargos por méritos y servi-
cios de sus personas, si no es a las veces a alguno a quien el
57

gran Turco, por favor que tiene, concede que por su vida o
tantos años tenga el gobierno de alguna tierra. Más ordinaria-
mente compran todos estos gobiernos, como en almoneda, a
quien más da, conforme al provecho que de la tierra se suele
sacar, el cual es del tributo que los moros y alarbes sujetos a
sus alcaiderías suelen pagar, y principalmente de las extor-
siones y vejaciones, premias, violencias y tiranías grandes
que hacen a los pobres moros y subditos, porque con causa, y
sin causa, a tuerto y a derecho, los roban y despojan de
cuanto tienen, y esto es tan general y tan ordinario, que no
sólo no es esto castigado, pero se tiene entre los turcos de
Argel, y de todas partes, por valor y valentía. Y demás desto
suelen los dichos alcaides y gobernadores muy de ordinario
concertarse con los Reyes de Argel en que les den una cua-
drilla de genízaros y soldados (a que llaman ellos mahala), de
400, 500 ó 600 y más soldados, como hacen el concierto, y
conforme al dinero que al Rey dan, para que con estos tales
soldados hagan saltos, entradas y cabalgadas por las tierras
de otros moros y alarbes que no pagan tributo al Turco, como
son los de la Zahara y tierras que confinan con los negros y
otros alarbes que de partes remotas suelen venir con todos
los ganados y bestias (que tienen en gran copia) a pastar y
gostar las tierras de otros moros y vasallos de los turcos. De
las cuales cabalgadas o entradas, y de la multitud de Came-
llos y ganados que suelen tomar a los tales moros y alarbes;
y de algunas composiciones que con ellos hacen y con otros,
sacan los alcaides gran cantidad de dineros, de los cuales pa-
gan primeramente lo que con el Rey acordaron, y después
contentan a los Balucos Baxis y oficiales de los soldados, y
a los genízaros también dan algo, aunque poco, y lo demás
se envolsan, haciéndose en pocos años, y en muy breve espa-
cio, muy ricos. Destos tales alcaides, y que entre todos son
58

más ricos, vivían los siguientes en Argel. El año 1581: pri-


mero, A g i Morato, renegado Esclouon, suegro de Muley Ma-
luch, Rey de Fez, el que murió en la batalla que dió a D . Se-
bastián, Rey de Portugal, que también murió en ella; se-
gundo, el Cayde Daut, de nación turco; tercero, el Cayde
Mahamed Chelibi, renegado Calabrés; cuarto, el Cayde Mo-
tafer. Turco; quinto, el Cayde Bendeli Alí, hijo de turco y
mora; sexto, el Cayde Xafer Aga, renegado Corzo; sétimo,
el Cayde Xafer, renegado Inglés; octavo, el Cayde Resuan,
turco; noveno, el Cayde Hader, hijo de turco y renegado; dé-
cimo, el Cayde Xafer, renegado Ungaro; onceno, el Cayde
Alipichinino, renegado Corzo; doce, el Cayde Manes, rene-
gado Español; trece, el Cayde de Xafer, renegado Napolita-
no; catorce, el Cayde Merabuto Sain, Turco; quince, el Cay-
de Asan, renegado Griego; diez y seis, el Cayde Cid Hamida
Cajes, Moro de Argel; diez y siete, el Cayde Mahamed de Bis-
cari, Moro de Tremecén; diez y ocho, el Cayde de Liali, Tur-
co; diez y nueve, el Cayde Morat Chelibi, hijo de renegado
Sardo; veinte, el Cayde Morato, renegado, de Ibiza; veinte
y uno, el Cayde Xafer, renegado Mallorquín; veinte y dos, el
Cayde Mahamed, de nación Judío; veinte y tres, el Cayde
Mahamutbey, Turco; otros Alcaides hay de menos ser y sus-
tancia, y de todos habrá cien casas.

CAPÍTULO X V

De l o s E s p a y s .

Los Espays son los que, como dijimos, estando en sus ca-
sas tienen su paga muerta; éstos son obligados ir a la guerra
a caballo, así cuando el Rey va en persona como en jornadas
— 59 —

importantes, y propiamente son deputados para la defensa de


!a ciudad de Argel. Los más destos son obligados a tener
siempre caballo, y habrá dellos en Argel hasta 500. Los más
dellos son hombres viejos, y casi todos son renegados que
fueron garzones o criados de los Reyes pasados. Algunos hay
entre ellos que son turcos de nación, y otros que acabando de
ser Aga de los genízaros, se quedan con esta paga muerta
toda su vida, como adelante diremos hablando de los geníza-
ros. Unos tienen veinticinco doblas al mes de paga, que son
diez escudos de oro, y esta es la ordinaria; mas otros confor-
me al favor, y como quisieron los Reyes pasados o quieren los
presentes, tiran paga de treinta, cuarenta y más doblas al
mes. Muchos destos Espays, ultra esta paga que tiran, tienen
ciertas rentas cada un año, a que ellos llaman Pares, que son
pensiones constituidas sobre algunas tierras, aldeas de moros,
aduares de alarbes, que les pagan cada un año en trigo, ceba-
da, carneros, vacas, manteca y dineros; y hay pensión destas
que vale dos mil y tres mil ducados al año y más, las cuales
las dieron por su vida los Reyes pasados con quien tuvieron
favor. Otros tienen tierras que labran, y a do tienen sus here-
dades o quintarías y jardines donde crían muchas vacas y obe-
jas y cogen muchos bastimentos, mucha pasa, higos, mante-
ca y seda, sirviéndose en todo esto de sus cristianos cautivos
que tienen. Las cuales tierras unas veces las dan los Reyes,
otras el Turco por su carta particular y otras las compran, en
vacando, por muerte de otros, dando tanto dinero al Rey, y
ninguno las posee más que en cuanto le dura la vida, si no son
las tierras que con sus dineros compró, porque las puede de-
jar a sus hijos y herederos. Todos estos Espays son libres y
esentos de pagar algún tributo de sus bienes y posesiones;
habrá destos, como dijimos, hasta quinientas casas.
60

CAPÍTULO X V I

De los gentBaros de A r g e l .

Los genfzaros son el cuerpo de la gente de guerra allá en


Turquía, conforme a la Institución de Sultán Morato, séptimo
agüelo deste gran Turco Mahomet que hoy reina, que fué
el primero que instituyó y inventó la manera de genízaros, y
no lo pueden ser sino aquellos hijos de cristianos que el Tur-
co cada tres años manda coger de tributo por las provincias
de Europa, a que los turcos llaman Romanía; y quien quisiere
saber cuándo y cómo tuvo principio esta usanza y la manera
como los cogen por las provincias, y cómo después el Turco
los va repartiendo por los más principales turcos y se los
manda criar, y de qué modo los hacen genízaros y suben a
otros cargos, lean a Gesnerio de rebus Turcicis y Amustero
en su geographía, y a otros de Origine Turcarun. Mas Che-
ridin Barbarroja, muerto que fué su hermano Aruch Barbarro-
ja el mayor, queriendo conservar el estado y dominio de A r -
gel, que el dicho hermano había ganado, y para esto escri-
biendo, y avisando al Turco cuán abierta tenía la puerta para
sujetar toda la Africa y destruir las provincias de la cristian-
dad conservándose Argel en poder de los turcos, sus vasa-
llos, fácilmente alcanzó del que no solamente todo turco que
quisiese pasase libremente de Turquía a Barbaria y Argel;
pero que todos los tales, aunque no fuesen genízaros hijos de
cristianos, como es uso de Turquía, pudiesen, no obstante
eso, estando en Argel y en sus tierras, ser y llamarse geníza-
ros y gozar de todas las franquezas y libertades que gozan en
-61 -

Turquía los genízaros, las cuales son grandes y muchas eri


demasía. Pero también se observó muchos años en Argel, que
ninguno que fuese cosario o renegado y que no fuese de na-
ción Turco, podía ser genízaro. Por lo cual también los cosa-
rios no querían consentir que alguno de los genízaros fuese
con ellos en corso a robar por la mar, cosa que ellos mucho
deseaban, por la gran ganancia del robar; hasta que el año
del Señor 1568 Mahamet Baxa, hijo de Sala Raez, Rey de
Argel, reconciliando a los genízaros con los cosarios, porque
sobre esto había entre ellos muy grande enemistad, se ordenó
que los genízaros pudiesen ir en los navios de corso por sol-
dados, y que todo cosario o renegado cuando quisiese pudie-
se entrar en el número y paga de los genízaros; y esta gracia
se concedió entonces a los judíos que se hiciesen turcos, aun-
que en el mes de Diciembre de mil y quinientos y ochenta,
siendo recién venido Jafer Baxa, Rey de Argel, de Constan-
tinopla, se reformó esto de los judíos, porque a petición de
los propios genízaros se ordenó que ningún judío hecho turco
pudiese ser del número de los genízaros, por lo cual quitaron
entonces la paga a más de cien dellos. Y fué la causa desta
mudanza que se halló ser cierto que los tales no se hacían tur-
cos por otro respeto sino para con el nombre de genízaros fa-
vorecer y amparar a sus hermanos y parientes judíos, que de
todos son muy avejados. Es también uso y costumbre que
todos los hijos de genízaros y renegados y sus nietos puedan,
si quieren, ser genízaros, como son muchos.
62 —

CAPÍTULO XVII

De los grados y cargos que tienen entre s í los genizaros


de Argel y primeramente del Aga,

Tienen también los genizaros de Argel, a la manera de los


de Turquía, su Aga, que es como Coronel del los, cabeza y
maestro de Campo, y es admirable la obediencia y respeto
que le tienen, harto bien diferente de lo que en la soldadesca
christiana se usa; y sólo este Aga, y ninguno otro, aunque
sea el mismo Rey, puede prender ni castigar, quitar de la
paga o hacer algún modo de justicia de aquel que es geníza-
ro. Y aun lo que es más: al que fuere al Rey a quejarse de
genizaros, el Aga le castigará. Y el Rey mismo cuando se
queja o algo quiere de un genízaro, es menester que ocurra
al propio Aga y se lo haga saber, para que haga justicia o lo
que el Rey pide si le parece; y al contrario, si alguno agra-
viado del Rey pide al Aga le desagravie de lo que el Rey le
hizo, el Aga lo puede, y lo suele hacer cada día, a pesar del
mismo Rey y sin más réplica ni apelación; y lo mismo es de
los que se sienten agraviados de los Cadís, que son dos jue-
ces o justicias de las tierras, uno que es Cadí de los Turcos
y otro de los Moros, porque apelando este tal para el Aga, él
hace y deshace, manda y ordena lo que le parece sin otra
apelación de agravio. Este cargo o preheminencia de Aga vie-
ne al que le tiene por orden y subcesión de ancianidad, por-
que el genízaro que vive, al cabo y a la postre llega a este
grado de Aga, aunque usan los genizaros por causas poco im-
portantes mudar muchas veces y a menudo el Aga, poniendo
al que primero está a caber en su lugar; y con tanta facilidad
~ 63 -

hacen esto, que basta antojárseles así. En tal caso, el que


deja de ser Aga deja también de ser genízaro y con ellos no
se mezcla más ni se empacha en sus consultas o negocios, mas
queda de todo separado del cuerpo dellos, y queda del núme-
ro de los Espays, con veinticinco doblas de paga al mes, que
son diez escudos de oro, y acaece en un año hacer tres y cua-
tro Agas; y en subiendo el que de nuevo es Aga, los demás
todos suben también un grado más adelante. Bien es verdad
que algunas veces si el genízaro que está primero a ser Aga
no agrada mucho a los otros o no es idóneo para el cargo, en
tal caso le asignan las veinticinco doblas, y renunciando su
pretensión o desistiendo (por mejor decir) della, es forzado
contentarse y no hablar, y queda, como si hubiera sido Aga,
en el número de los Espays, como dijimos. Y porque se en-
tienda cuán pequeña causa para hacer esto les basta. En el
mes de Agosto 1579, mudando los genízaros Aga, no quisie-
ron que lo fuesen cuatro, los más ancianos, que estaban a ca-
ber, porque decían que sus mujeres antes de ser con ellos ca-
sadas no tenían muy buena fama. De la misma manera, el
año antes de 1578 no dejaron ser a uno Aga porque era tra-
bado de lengua un poco y tartamudo, aunque muy buen solda-
do, y a vez porque les pareció que no sabía bien saludar.

C A P Í T U L O XVIII

De los g r a d o s de l o s soldados g e n í z a r o s de A r g e l ,

El primer grado de genízaro soldado, comenzando del más


bajo, se dice Oldaxi, que es tanto como soldado simple. Este
comienza con tres hasta cuatro doblas de paga, que es poco
- 64 -

ftiás que escudo y medio, hasta que en alguna jornada o salida


por el reino hace algún hecho notable, como matando algún
christiano o moro en guerra, porque por cada cabeza destos
que presenta al Capitán, le crecen más media dobla de paga
al mes; lo cual cuanto al crecer la paga es por hacer algún
hecho notable, y desta manera que digo se entiende también
con todos los demás genízaros y soldados, porque les crecen
luego más media dobla de paga al mes. Suelen también los
Reyes recién venidos, por uso y costumbre ya muy usada, y
por ganar la voluntad a los genízaros, acrecentar a cada uno
una o media dobla de paga al mes, y debajo deste nombre
Oldaxi, se comprehende y se entiende todo el genízaro que
no tiene aún cargo y oficio de guerra por muy anciano que
sea. Destos Oldaxis son elegidos cuatro, cuales el Aga quie-
re, y éstos acompañan al Rey cuando sale de casa o a la Mez-
quita o a pasear, y llevan sus arcabuces, y en las cabezas
llevan unas escofias de fieltro blanco aforradas de paño ver-
de, y encima un cuerno de palo aforrado de paño verde, y en
este cuerno llevan unas plumas tan largas que decienden por
las espaldas y les llegan casi a los calcañares de los pies, y
éstos cada día comen a la tabla del Rey.
Segundo grado es Udebaxi, y el primero de cargo, honra y
oficio entre genízaros, y es tanto como Cabo de escuadra; pero
la escuadra, entre ellos, no tiene número cierto y determina-
do, porque a las veces una escuadra es de seis soldados y
otras de diez, quince y veinte, y más, según al Aga le pare-
ce. Estos tienen de su paga ordinaria seis doblas, que no lle-
gan a dos escudos y medio, hasta que se la crecen, como a
todos los demás, del modo que antes dijimos.
El tercero grado es Otraque; tienen este grado solamente
dieciséis Udebaxis o cabos de escuadras, los cuales se eligen
por votos de los genízaros y consejeros del Aga, y sin el pa-
- « —

recer destos no puede el Aga ordenar ni mandar alguna cosa,


ni castigar genízaro, moro, judío o cristiano alguno; éstos
tienen la misma paga ordinaria que los Udebaxis: seis doblas
al mes.
El cuarto grado es Baduxa; este grado tienen cuatro gení-
zaros, y no más, que son los más ancianos, cuatro Utraques
del Consejo del Aga; dos destos de continuo asisten con el
Aga, y los otros dos con el Rey, juntamente con los solachos
de que abajo luego hablaremos, Y cuando el Aga, en el Ayun-
tamiento de los genízaros o consejo que hacen, a que llaman
Duana, quiere proponer alguna cosa que se trate y ordene o
determine por votos de todos, estos dos Baduxas que con él
asisten de continuo la proponen a los dieciséis Utraques y a
todos los Udebaxis que allí se hallan, y éstos la proponen a
todos los demás genízaros, y todos ellos, a voz alta, resuel-
ven a pocas palabras y lo determinan allí, y determinado por
la mayor parte de los votos, luego se ejecuta. Estos Baduxas
tienen la misma paga ordinaria que los Udebaxis, que son
seis doblas por mes.
El quinto grado es Solachi, y son cuatro, los cuales tienen
por oficio y obligación acompañar de continuo al Rey, así
dentro, en su casa y palacio Real, como fuera dél. y con él
comen siempre a la mesa. Son conocidos y distintos de los de-
más, en que traen en la cabeza un cuerno dorado, y en la cin-
tura una espadi plateada, y cuando el Rey va fuera a pie o a
caballo, estos cuatro Solachos, con los dos Baduxas, llevan
sus arcabudes y en las cabezas ciertos penachos blancos he-
chos de garcetas, que viene a ser como unas escobillas, y
así parecen a quien los mira. Tienen la misma paga ordinaria
de las seis doblas y se la crecen como a los otros, pero de
casa del Rey tienen cada día su ración para su mujer y hijos,
si los tiene, y si no para sus criados, y la ración es un cuarto
3
— 66 -

de carnero cada uno, cuatro panes, dos de los blancos, de la


mesa del Rey, y otros dos de pan más basto.
El sexto grado es Baluco Baxi, el cual es como Capitán,
porque tienen en la guerra a su cargo algunas escuadras de
soldados que le obedecen. El número destos no es cierto y
determinado, porque algunas veces son más de 400; tampoco
el número de las escuadras que gobiernan en la guerra y lle-
van a su cargo no es cierto ni determinado, porque entre 300
genízaros soldados que saldrán en cuadrillas, o, como ellos
dicen, en mahala, irán veinte, veinticinco y treinta Baluco
Baxis, y aún más algunas veces, según manda y ordena el
Aga que los reparte; su paga ordinaria cada mes son diez
doblas.
El séptimo grado es Murbaluco Baxi, y éste es un solo y no
más; el cargo y oficio deste tal es asistir siempre con los So-
lachos con el Rey, y come también con él a la mesa, y demás
tiene también para su mujer, hijos y casa la ración que tienen
los Solachos, como dijimos, y si el Rey no deja llegar así las
partes que con él vienen a negociar, este Marbaluco Baxi le
refiere lo que ellos piden o quieren, y de la misma manera él
vuelve la respuesta del Rey a las partes, diciéndoles y refi-
riendo lo que el Rey dice y responde. Es también obligado
éste a referir después al Aga de los genízaros todo cuanto
delante el Rey pasó, o se trató, o habló en aquel día, para
que él lo sepa menudamente, y la paga deste ordinaria son
diez doblas al mes.
El octavo grado es Yabaxi, y son hasta veinte Yabaxis que
tienen cargo de acompañar al Rey el Xuma; esto es el vier-
nes cuando va a la Mezquita hacer el Sala, y llevan en las
cabezas unos penachos blancos altos. El que destos es más
anciano tiene también otro cargo de ser como procurador de
los genízaros, para hablar al Rey por ellos y hacer que les
- 67 -

pague, y si no tiene, no halla'n pan, carne y otros bastimen-


tos necesarios para la vida, procurar como el Rey lo provea,
porque no tengan falta, aunque todos los demás de la ciudad
la tengan. Y de la misma manera cuando alguna Mahala o
cuadrilla sale a garra mar y coger los tributos o hacer alguna
guerra, éste tiene cuidado de hacer como el Rey provea a los
genízaros y soldados (como es usanza y costumbre) de bes-
tias, da carruaje, de pabellones de campo y de bastimentos,
por los días que el Rey es obligado a darlos, como diremos;
tiene la misma paga de diez doblas.
El nono grado es Baxi Balucobaxi, el cual tiene un solo ge-
nízaro, que es más anciano de todos los Balucos Baxis, y es
como cabeza dellos, y por tanto es el más respetado y tiene
el más principal lugar y la voz y voto primero entre ellos; y
la causa es porque éste está más llegado al Teniente de Aga,
y el segundo a lo ser; la paga deste es quince doblas cada
mes sin lo que se le crece.
El décimo grado es Chaya del Aga o su lugar teniente,
porque si el Aga está enfermo, o suspenso algunos días del
oficio, como lo suelen los genízaros suspender muchas veces
cuando hace alguna cosa que no les agrada, o pareció mal, o
ausente éste hace el oficio de Aga, y lo mismo si el Aga
muere, hasta que otro sea electo por Aga; tiene éste mucha
autoridad entre todos y es en gran manera respetado; su paga
ordinaria es quince doblas cada mes, además lo que se le re-
creció de la manera que diximos que se crece y aumenta a
cualquier otro genízaro o soldado.
68

CAPITULO X I X

De las costumbres de los gentzaros de Argel


en la guerra.

Todos estos genízaros, de que habrá en Argel y todo su


reino hasta 6.000, están repartidos una parte en Argel y otra
por las fronteras del reino de que arriba hicimos mención tra-
tando de los Azuagos, según la necesidad de la tierra, porque
algunas, como Tremecén y Mostagán, que son fronteras de
Fez y de Oran y Biscari, que confinan con ios Alarbes de la
Zahara (que son los antiguos Númidas y Nómadas) y en Cons-
tantina, que también es frontera de ciertos Alarbes que de
continuo tienen guerra con los Turcos, o a lo menos no les
obedecen, tienen necesidad de más soldados, pero en todas
ellas hay bien pocos para como fuera menester, y con todo,
así pocos tienen a freno casi toda la Barbaria. En Argel ha-
brá de ordinario 3.500 hasta 4.000, los cuales tampoco'están
de continuo en Argel, mas todo el año, invierno y verano,
salen della por el reino a todas partes en cuadrillas de 400,
500, 600 y más, como es necesario y parece al Rey y ordena
el Aga, a coger los tributos de los moros y alarbes mano
armada, porque de otra manera y a no ser forzados no paga-
rían, como dijimos. Andan en estas garramas de ordinario
cuatro hasta cinco meses, y venidos unos van otros, que des-
cansan. Algunos pechando al Aga con darle dos, tres o cuatro
escudos, han licencia para no salir de Argel y estarse con sus
hijos y mujeres, o por alguna necesidad que les sucede urgen-
te. También otros huelgan más de ir en corso en los bajeles y
galeotas, como van de ordinario; en tal caso, si va copia de
genízaros en algún bajel o bajeles, el Aga les señala por ca-
beza a quién han de obedecer, que es el más antiguo anciano
genízaro que entre ellos va, y le llaman su Aga; pero muchos,
y los más, huelgan de ir en las Mahales a garramar, que es,
sin duda, para ellos una manera de rico corso y de robar por
la tierra, porque demás de que comen siempre por do van de
lo que toman y roban a los moros y alarbes, los desuellan,
por fuerza les toman hasta las mujeres, hijas y hijos, y con
éstos les dan infinitos palos y coces, y así al cabo de la jorna-
da, cuando vuelven, los más dellos traen camellos y bestias
cargadas de mucho trigo, miel, manteca, higos, dátiles y pasa,
con que hacen nos dineros, sin los que traen en las bolsas, con
que sustentan a sus amigos, mujeres y hijos; y cuando desta
manera los envían a garramar o salen en sus cuadrillas para
alguna guerra o cabalgada, conforme al número de las escua-
dras o como al Aga le parece, envía también el número de los
Baluco Baxis, que son como Capitanes, a que obedecen, y és-
tos todos obedecen al que es Baluco Baxi más anciano si no
va en aquella jornada el Belerbey, que es como el General en
la guerra, del cual cargo hablaremos adelante. Y antes que de
Argel partan diez o doce días, tiene cuidado un turco, a quien
los Reyes dan este cargo, conforme a la mahala y cantidad de
los genízaros, plantar y aparejar fuera de la ciudad, como
dos millas hacia el Mediodía, cierto número de pabellones, do
poco a poco se van recogiendo todos hasta el día que el Aga
les señala en que acaban de salir y desempacharse de todo, y
de allí toman su camino. Va todo el cuerpo dellos repartido en
escuadras de ocho, diez, doce y más, y toda la escuadra tiene
un Udebaxi que es cabeza delia y Caporal; y para cada una
escuadra da el Rey un pabellón en que alojan, de lienzo grue-
so, y caballos o muías en que lleven el pabellón y la ropa y
algunas cosas de comer para su regalo; y veinticinco días des-
70 -

pués de partidos de Argel, es el mismo Rey obligado a darles


bizcocho para comer, manteca y burgu, que es trigo cocido,
y mal molido, que cuecen como arroz; y también cada semana
les han de dar carne, conforme a la cantidad y abundancia que
hay en el campo; y el cargo de les dar y proveer desto tiene
el Alcayde que compró al Rey la mahala, dándole tantos d i -
neros o prometiéndolos, para que con ella, como dijimos, le
deje hacer alguna cabalgada. Y si van a garramar y coger los
tributos, el Turco que el Rey envía por su tesorero tiene el
cargo de toda esta provisión; pero como habemos dicho, roban
y desuellan de tal suerte estos soldados a los moros y alarbes,
que les sobran los carneros, las gallinas, la manteca, los hue-
vos, la pasa, los dátiles y el cuzcusu que se hacen dar, que to-
man, comen y desbaratan. Y para aparejar su comida elige
entre sí la camarada o escuadra antes que de Argel partan, un
despensero a que llaman Viquelargi, el cual tiene cargo de
todo el bastimento que el Rey les da o compran o roban, y de
repartirlo al cocinero, poner la tabla, comprar lo que se les
antoja o fuere necesario, de plantar el pabellón, cogerlo y car-
garlo con toda la ropa de la camarada y llevarlo todo a su cargo
con las bestias del carruaje. Y tras éste eligen uno de la cama-
rada para cocinero, a que llaman Archi, que guisa toda la comi-
da para toda la camarada y lleva a su cargo la cocina, y ayuda
al despensero a cargar la ropa y descargarla; y este es uso y
costumbre ordinario, ser el más moderno genízaro de toda la
camarada. Y cuando no les contenta eligen, como dije, a otro
entre sí. A los Balucos Baxis, que son, como dijimos, los Ca-
pitanes que gobiernan las escuadras, dales el Rey a cada uno
cuando así van alguna jornada, dos caballos, uno para su per-
sona, en que camina y pelea si es necesario, y otro para lle-
var su ropa y bastimento, y medio carnero cada semana, y
provisión de bizcocho, manteca y burgu, como da a los geni-
- 71

zaros. Ningún soldado, o sea Oldaxi, esto es, simple geni'za-


ro oUdebaxi, esto es, Caporal o Balucobaxi, esto es, Capi-
tán, lleva en la guerra, sea cualquiera jornada, cuanto a su
ropa, más de dos o tres camisas, un par de zaragüelles y el
vestido que lleva acuestas, y para dormir una estera pequeña
y una frazada y un capote o albornoz para el agua, si es in-
vierno, y sus armas; todos son arcabuceros, no usan flechas
sino en la mar, ni algún modo de picas o alabardas, y todos
pelean a pie, si no son los Balucobaxis, que pelean a caballo,
con el arcabuz cuando así les parece; no se entiende esto sino
en las mahalas ordinarias, porque cuando algún caso lo re-
quiere llevan caballos en que pelean algunos, y particular-
mente cuando el Rey sale en persona y va alguna jornada,
porque todos los Espays de Argel, de que antes hablamos,
salen con él, y casi todos son obligados a tener caballo y
pelear con él. Aprovéchanse también de caballería de moros
súbditos o confederados y amigos, de los cuales los Reyes de
Argel llevan a las jornadas el número que les parece. No pe-
lean en la ordenanza que se usa entre christianos ni forman
escuadrón o sacan mangas a fuera de arcabuceros; y cuando
más orden tienen pelean todos en dos o tres hileras, y desta
manera marchan cuando van a punto de guerra y en ordenan-
za. Las banderas son cuadradas y mucho más pequeñas que
las nuestras, sin alguna divisa o empresa o figura en ellas;
cuando mucho son hechas de dos o tres colores, y por grande
que sea la cuadrilla o mahala de mil genízaros, no llevan más
de tres banderas, una que va delante, en la Vanguardia, otra
en medio, que es del Capitán, y otra en Retaguardia, y la
postrera, que es del Alcayde, que lleva y compró la maha-
la; y en todas las jornadas y guerras, por muchos que sean
los soldados de un campo, llevan mucho menos banderas sin
comparación, que usan los cristianos. Solamente cuando el
- 72 - -

Rey va en persona a la jornada, o cuando sale o entra en la


ciudad algún campo o mahala con fiesta o alegría, como es
uso, llevan una bandera de una cola de un caballo en una asta;
y la causa desta usanza de tener los turcos por tan principal
y honrosa bandera esta cola de caballo, dicen ellos que ha
procedido que siendo una vez desbaratado el gran Turco y
tomadas todas sus banderas, un escuadrón que se salvó des-
pués de se juntar y recoger en uno, se puso en ordenanza a
su uso, y no teniendo bandera cortaron a un caballo la cola y
Bandera de Ia pusieron por bandera en un asta, y combatiendo desta ma-
cóla de caba- nera a]canzaron la vitoria que ya tenían perdida. Y por tanto,
en memoria deste hecho usa el Turco y su gente de guerra
traer por principal insignia y bandera en las más importantes
jornadas una cola de caballo. El cargo de Alférez (que en
turquesco se llama Sanjatar) también se tiene entre ellos por
honra y particular preheminencia como entre cristianos,
como en efeto lo es y debe ser, aunque se encarga la bande-
ra a cualquier soldado y genízaro como al Aga le parece. El
despojo que se toma, como joyas, oro, plata, captivos, trigo,
aceite, manteca, bestias, ganado, todo es del Rey o de quien
compró la cabalgada, como dijimos, excepto el dinero y toda
suerte de ropa, lo cual es de los genízaros y de quien primero
lo toma, aunque de lo demás también toman cuanto pueden,
y no es muy castigado ni se hace tanta pesquisa. Venidos de
garramar o de alguna jornada, antes de entrar en la ciudad,
dos o tres días paran en el mismo lugar en el campo de donde
partieron, do se están alojados en sus pabellones, y después
que son llegados todos los que atrás se quedaron, hacen su
entrada en dos hileras, con la bandera del caballo delante,
disparando toda la escopetería; y para más solemnidad salen
los más de los otros genízaros que se hallan en la ciudad a
recebirlos con sus escopetas, y para abultar más la gente
— 73 —

se mezclan en las hileras, y así van, como en procesión, hasta


la casa del Rey, caminando siempre por una calle derecha,
que es la que llaman el Socco, en la cual está la casa y pa-
lacio Real.. Llegados a casa del Rey, en una plaza pequeña
que delante della está, se juntan todos como en escuadrón
y disparan sus arcabuces, y los Balucobaxis entran a hacer
reverencia al Rey, el cual los recibe con alegría, y así van a
reposar a sus casas o alojamientos.

CAPITULO X X

De las costumbres de los gentzaros de Argel en la paz.

Acabada la jornada y vacando de la guerra y milicia, los


que son casados viven en sus casas hasta que salen fuera otra
vez, y los que son del consejo electos por votos, como diji-
mos, son obligados a hallarse en la aduana, o consejo, o con-
gregación que suelen hacer cada dos o tres días, do se trata
lo que conviene a la guerra y a la paz, como adelante dire-
mos. Los demás, aunque de costumbre se hallan casi todos en
duana, pero no lo tienen de obligación si no quieren; y destos
genízaros de toda suerte casados, habrá en Argel como 800
casas. Otros como son los renegados, se van a la casa de sus
amos, a quien sirven y acompañan, y de quien casi son bien
recebidos, tratados y sustentados. Otros, porque así se les
antoja y por vivir más a su contento, alquilan de camarada
tres, cuatro, cinco y seis y más algún aposento do se dan a la
buena vida, pero los demás (y son la mayor parte), alojan en
cinco casas grandes o alojamientos que los Reyes pasados hi-
cieron para esto, a do viven en camaradas a ocho, diez, doce
— 74 -

y más en algunos aposentos altos y bajos, casi a manera de


celdas de religiosos, en los cuales están repartidas todas aque-
llas cinco casas y alojamientos, y hay casa destas (a lo menos
las tres), que por ser grandes recoge dentro en sí 400, 500
y 600 genízaros y más, porque como cada uno no tiene más
ropa y hacienda que lo que trae acuestas y dos o tres cami-
sas, otros tantos zaragüelles que guardan en unas arquillas
pequeñas, cuanto tres o cuatro palmos, y sus armas, que son
un arcabuz, los frascos y alfange, y para dormir y cubrirse lo
que antes dijimos, una pequeña estera y una frazada, con un
capote; fácilmente, y en pequeño espacio, caben doce y quin-
ce, y más principalmente que comen, beben y duermen todos
juntos y mezclados y tendidos por el suelo. De manera que
estos tales alojamientos representan el que Tiverio César,
Vide Suet. Emperador, hizo en Roma fuera a la puerta Vimiali, junto al
cnitumri(iiT4. muro' Para las cohortes o compañías de los soldados que Au-
Pii., li. 3., ca- gusto César inventó para su guardia, y de los otros sussuce-
pitulo 5. Her., .
Hb.T.Onophr.. sores, a que llaman Milites Pretorii, y al alojamiento Castra
mee Zoshiíuní Pretor'a' q116 duró hasta los tiempos de Constantino Magno,
Ub. 2. Emperador, porque de enojo que tenía contra los soldados
Preteríanos, por haberse alzado y favorecido al tirano Maxen-
cio contra él, deshizo las dichas cohortes o compañías y echó
por tierra el dicho alojamiento, que era una obra muy exce-
lente. Mas volviendo a los genízaros, el modo suyo de vivir
es desta suerte y manera. Eligen, como dijimos, cuando van
en las mahalas, un despensero entre sí, a que llaman, como
habernos dicho, Viquelargi, el cual tiene cargo de comprar la
comida para todos, y ordinariamente no es otra que arroz con
manteca cocida, a que llaman Pilao, o trigo cocido, y después
secado al sol y medio molido, o, para mejor decir, cortado con
la muela del molino, que cuecen con manteca, como el arroz,
a que llaman gurgu, y su pan no mucho, y fruta si es tiempo
— 75 —

della, y agua; pocas veces comen carne, cuando mucho la co-


men la noche antes del Xuma, que así llaman a su Viernes,
que para ellos es lo mesmo que para nosotros el Domingo, y
con esta persimonia viven sanos, hartos, gordos y contentos;
y para el gasto desta comida, leña, carbón y lo demás nece-
sario para la cocina, contribuye cada uno igualmente al prin-
cipio del mes, o, como ellos cuentan, al principio de cada
Luna. Demás deste despensero eligen entre sí, de la misma
camarada, otro para ser cocinero, a que ellos llaman Archi,
aunque, como dijimos, el más moderno de toda la camarada
suele tener este cargo hasta que viene otro nuevo, y este tal
cocinero no es obligado a contribuir para el gasto como los
otros, mas por su trabajo come de balde, y por esta causa y
por ahorrar este gasto suelen algunos, aunque sean ya ancia-
nos, tomar de buena gana ese trabajo y cargo de cocinar para
todos. Esta ordinaria comida nunca les falta por dos causas y
razones. La una, porque aunque se hundiese el mundo, ellos
han de ser pagados muy bien cada dos Lunas, y de la misma
manera que falte a toda la tierra y se mueran todos de ham-
bre, aunque sea el mismo Rey, a ellos no les ha de faltar el
trigo y bastimentos, so pena que no sólo saquearan todo el
trigo y bastimentos que habrá en cualquiera casa (como hicie-
ron el invierno del año 1579, en que hubo hambre grande en
Argel), en las casas de los alcaydes más ricos, pero en casa
del Rey entraran y le romperán los magacenes y tomaran
cuantos bastimentos hallaren, aunque sean para su persona, y
le saquearan toda la casa, y después desto aún le maniataran
si se les antoja y en hierros le enviaran al gran Turco, como
han hecho a algunos y quisieron hacer a Asan Veneciano, re-
negado del Ochali, que entonces era Rey. N i ellos ni los mo-
ros tienen algún ejercicio militar, porque ni justan, ni tor-
nean, ni tiran barra, ni esgrimen, ni saltan, ni corren, ni jue-
76

gan pelota, ni cazan, habiendo en los montes y campañas infi


nídad de perdices, palomas, tórtolas, liebres y otras cazas;
solamente usan luchar algunos en sus dos pascuas del año en
el campo do se juntan los viernes, y esto sin arte o maña al-
guna, porque todo es usar fuerza, y solas estas dos fiestas de
Pascua corren caballos dos a dos y juegan cañas, pero también
sin arte, aire o gracia alguna, mas cuanto solamente tiran unos
a otros con las cañas. Lo que usan más ordinario es desafiarse
uno con otro quién con más fuerza, más lejos y más cierto
tira una flecha con el arco, para lo cual hay deputados dos
arenales, uno fuera de la puerta de Babazón y otro fuera de
la de Babaluete. Otros, aunque pocos, salen a la campaña a
matar algún pájaro para comer, con su arcabuz, y otros pasan
más adelante, en las montañas que están a tres o cuatro le-
guas de Argel, matan algún puerco, que venden a los cris-
tianos sin tocarle. Otros, aunque pocos, hacen botones y pa-
samanos, y son sastres, barberos, zapateros y de otros seme-
jantes oficios; los demás todos viven una vida bestial, de
puercos animales, dándose continuamente a la crápula y luju-
ria, y particularmente a la hedionda y nefanda sodomía, sir-
viéndose de mozos cristianos cautivos que compran para ese
vicio, que luego visten a la turquesca, o de hijos de judíos y
de moros de la tierra y de fuera de ella, tomándolos y tenién-
dolos a pesar de sus padres, con los cuales están días y noches
emborrachándose con aguardiente y vino. Algunos, mas muy
raros, tañen vihuelas a su uso, que son como media calabaza
de o í d l o largo, partida toda por el medio, de manera que el
hueco do retumba y se causa el son es redondo, y tan hondo
como la mitad de la cabeza de la calabaza partida. En este
tal instrumento atan hasta tres cuerdas, que tocan muy des-
acordadamente, sin artificio o gracia alguna, y lo mismo es
del canto, que parece más aullido de lobos que voz humana de
77 -

hombres, y las canciones son compuestas en rima, mas gene-


ralmente todas muy sucias y torpes, en alabanza de mucha-
chos y garzones, a los cuales festejan y dan música pública-
mente como a las más requebradas damas del mundo. Con
esto tienen tres cosas buenas: la una, que no reniegan o blas-
feman, y cierto que es muy de notar, que ni tampoco en la
lengua turquesca o morisca hay palabras o vocablos con que se
pueda exprimir y significar algún modo de blasfemia o renie-
go. La segunda, que no juegan naipes o dados, porque dicen
que estos juegos son para vellacos y velitres, aunque muchos
de los renegados hacen poco caso deso. El jedres y tablas
usan mucho, de la manera que usan los cristianos. La terce-
ra, que raras veces reñirán uno con otro, y si esto acaece,
todo es darse de puñadas; no echan mano a las espadas, por-
que no las traen sino en la guerra, ni tampoco a los cuchillos,
aunque todos los traen, porque si alguno tal hiciese, al mo-
mento todos los que se hallan presentes son obligados ser
contra aquel que tal cosa intentase, y por más injurias que se
digan o por más que se rasguñen y ensangrienten con puñadas
la cara, luego al momento se apaciguan, y se abrazan y se
besan a la francesa. Y si alguno que no sea genízaro diere
a un genízaro una puñada, o solamente un rempujón, y aun-
que no sea más que apartarlo de sí, con ponerle la mano en el
pecho o en un brazo, la pena es cortarle la mano, y EÍ le mata
quemarle vivo, o empalarle, o engancharle, o romperle los
huesos con una maza, como habernos visto hacer a muchos,
salvo si el delincuente, siendo cristiano, se vuelve moro o tur-
co, porque en tal caso es perdonado. En el mes de Otubre
de 1579, entrando un genízaro borracho en una nave de Ve-
necia que estaba en el puerto, y queriendo por fuerza tomar
algunos vidrios que el patrón del navio tenía en su arca, y
aun poniendo las manos en él, .porque el pobre patrón iomó
- 78 -

un palo, y, defendiéndose, le dió al genízaro un golpe, fué


condenado a quemar vivo. El desventurado, aunque viejo y
de casi sesenta años, eligió antes ser turco, perdiendo a Dios
por no perder tan miserable vida; y de aquí viene ser los ge-
nízaros de todos muy temidos y respetados, y ellos tanto más
soberbios, arrogantes y atrevidos, y sobre todos lo son los
cocineros de las camaradas, a los cuales no hay estorvarles
que no tomen y roben de las boticas y tiendas el pan, carne,
huevos, gallinas, manteca, miel, fruta, berzas y todo en ge-
neral cuanto ellos quieren, sin que les fuercen a pagarlo o
dejarlo de las manos, ni tampoco alguno se les ha de poner
delante en las calles y campos por do pasen, o delante de las
boticas do alguna cosa se vende, o a donde ellos se acuestan,
porque luego echan mano a unas achuelas que traen siempre
fuera de casa en las manos, largas como dos palmos o poco
más, por donde son conocidos, y rompen con ellas la cabeza o
los dientes o algún brazo a quien les enoja o descontenta.
De las costumbres de su ley que con los moros tienen comu-
nes, no es nuestra intención tratar aquí, porque lo haremos en
otra parte por sí. Tienen también esta costumbre: que todo
hijo de genízaro, sea turco o renegado, dende niño tiene su
paga, dos o tres dineros al día (el cual dinero se dice áspero,
y vale cada uno menos de un cuarto), y más si el Rey así quie-
re y sus padres tienen favor.
79

CAPÍTULO X X I

De los cosarios de galeotas de Argel y sus costumbres


y usos.

Los cosarios son aquellos que viven de robar de continuo


por la mar, y dado caso que dellos hay algunos que son turcos
de nación y algunos moros, pero casi todos son renegados de
todas las naciones, y todos muy pláticos en las riberas mari-
nas y costas de toda la cristiandad. Los bajeles de que usan
para andar en corso, son galeotas ligeras o bergantines, a
que llaman ellos fragatas; el bergantín es de ocho basta trece
bancos o remos por banda, y la galeota de catorce hasta vein-
ticuatro. Estos bajeles se hacen continuamente en Argel, par-
te en el tarazanal deputado para esto (de que antes hablamos),
y parte en la isla que está en el puerto y conjunta con la ciu-
dad mediante el terrapleno del muelle. Y para hacerlos y la-
brarlos hay ciertos oficiales cristianos que son del común, o,
como los turcos dicen, del magacén, porque sus patrones no
son otros que los propios genízaros, a quien obedecen en
todo, y de su consentimiento sirven a todos sin salario ni pre-
mio alguno, porque los que son cabo maestros tienen del Rey
o del común 6, 8 y 10 doblas de paga al mes cada uno, y los
otros oficiales de los carpinteros, como calafates y otros,
porque de toda maestranza hay en el almagacén y común,
tiene su ración de tres panes cada día que el Aga y genízaros
les mandan dar y el Rey los a de proveer a estos tales maes-
tros. Suelen algunos Reyes cuando acaban su gobierno dejar
al magacén los cautivos que tienen para el servicio y bien co-
mún. Bien es verdad que algunos cosarios tienen algunas ve-
80

ees particulares cautivos suyos, maestros de hacer bajeles, y


se sirven dellos en la mar para concertar alguna cosa; pero
estando en Argel no sirven demás que ayudar a los cabo-
maestros ordinarios del común, que tienen a su cargo hacer
todos los bajeles y llevar los provechos dello, porque suelen
los cosarios el día que arbolan los maestros algún bajel en el
arsenal o en la isla, por fiesta y regocijo y animarlos al tra-
bajo, así el que es patrón del bajel como los demás cosarios
que entonces se hallan en Argel, presentarles algunos dones
y dádivas, unos les dan dinero, otros alguna pieza, otros al-
gún vestido turquesco que vendan, otros algunas varas de
grana, otros de damasco y otros de raso o terciopelo y otras
cosas semejantes que cuelga públicamente sobre las sogas
con que el bajel está arbolado; y suelen estos presentes, a
veces, llegar 200 y 300 escudos, de los cuales los cabos
maestres toman la mayor parte para sí y de los demás conten-
tan a todos los otros oficiales y maestranza, y hasta que echan
el navio a la mar no les dan los cosarios, ni presentan más
si no es alguna comida que suelen enviar para la maestranza
del común y para los esclavos de otros Arráeces, que se los
prestan y envían a trabajar allí. La madera de que hacen es-
tos bajeles, mucha y muy buena, así de encina como de pino
y roble, manda (el que quiere hacer bajel) cortar por sus
cristianos o otros en las montañas de Sargel, un lugar dis-
tante de Argel para Poniente veinte leguas, donde hay gran-
de copia de madera, y cortada, los mismos cristianos, parte
en bestias y camellos y parte al hombro, la embarcan toda en
el puerto de aquel lugar, haciendo un camino que será de seis
leguas, y de la misma manera ellos son los que en Argel la
descargan, ponen en tierra, sierran, cortan, desbastan, labran
y ponen en perfección; finalmente, acaban todo el navio sin en
él poner la mano turco ni moro, si no es algún calafate, o re-
- 81 -

molar de los moriscos de España, porque de todos estos ofi-


cios y de los demás necesarios para poner en orden un navio
de cosario, como carpinteros, calafates, herreros, barrileros,
remolares y otros pocos son los cosarios que no los tengan en
casa, porque éstos son los que ellos, tomando algún navio
cristiano, procuran haber para sí y comprar con mucho dine-
ro. De manera que a faltar a los turcos cristianos oficiales,
no habría entre ellos quizá un solo navio. El día que se vara
y echa a la mar algún bajel, vuelve su dueño presentar algo
a los cabomaestros, y da una comida a toda la maestranza y
a muchos cristianos que sus patrones envían allí para fuerza
de brazo echar el navio a la mar, y cuando ya el espolón del
navio toca en el agua, usan todos esta cerimonia. Que entra
dentro del bajel un turco o renegado, y degollando sobre el
espolón del bajel uno, o dos, o tres carneros (los que quieren),
y corriendo aquella sangre así fresca y caliente, arrojan en-
tonces, con gran fuerza, de la tierra el navio a la mar, y el
turco o renegado que degolló los carneros, al mismo punto
arroja los carneros en la mar, ensangrientando el agua, y con
esto juntamente tiran del bestión de la ciudad algunos tiros
de artillería y hacen todos grande fiesta y alegría. Este sa-
crificio de los carneros dentro el navio y la sangre que derra-
man, dicen ellos que lo hacen porque así como matan aquellos
animales y ensangrientan sus galeotas y la mar con su sangre,
maten también ellos por la mar los cristianos, y con sangre
dellos tiñan sus aguas, y los navios tienen también por buen
agüero de que les sucederá el corso muy bien y prósperamen-
te si entonces, cuando echan los bajeles a la mar, entra algún
morabato (que son aquellos que tienen por hombres santos)
dentro dellos. Y dado caso que el Alcorán deMahoma les de-
fienda, que ninguno ande en corso si no es para efeto de de-
fender o aumentar su seta, no se tiene desto escrúpulo, por-

6
— 82

que dicen ellos que el hacer mal y daño a cristianos robándo-


los y disminuyendo sus bienes y riquezas, es aumento de su
ley. El Arráez, que no tiene tanta copia de cristianos que con
ellos baste armar el bajel, porque casi todos llevan a tres por
cada remo y muchos a cuatro (a lo menos en el cuartel de
Popa), en tal caso alquila los cristianos a mercaderes que los
suelen tener para esto, y de uno toma dos, cuatro, seis y ocho,
y de otro diez, doce, veinte, treinta y cuantos quiere él esco-
ger, de los que más le agradan y parecen ser más recios, y
por cada uno paga doce escudos de oro por cada viaje. De la
misma manera dan aquel mismo salario a moros de la tierra
naturales que ganan su vida a bogar de buenas boyas, a que
llaman Bagarines, como antes avemos dicho. Usan también
los que no tienen posibilidad para armar todo el navio, hacer
compañía con algunos otros turcos cosarios o mercaderes, y
quién a su costa arma un cuarto, quién un tercio, quién la mi-
tad, o como se acuerdan, contribuyendo pro rata para todo el
gasto y bastimento del viaje, a que ellos llaman compaña, y
después, de la misma manera, se parte entre ellos por rata la
ganancia y presa que hacen. Y para que haya cuenta en todo
esto, tanto del gasto como de la ganancia, eligen un escriba-
no, a que llaman Hoja, que va en el navio para escribir todo
esto. El número de los soldados y gente de armas que llevan
es conforme al navio, y esta es la regla, que junto a cada ban-
co sobre las ballesteras va una bancada o asiento hecho de
madera, sobre el cual van asentados dos soldados en cada uno;
de manera que llevando una galeota veinte remos o bancos
por banda, lleva otras tantas bancadas, y en ellas cuarenta
soldados, dos, como dijimos, por bancada, y multiplicando los
bancos y bancadas, multiplican también y crece el número do-
ble de los soldados. Estos soldados o son genízaros que van
en corso con licencia de su Aga, como dijimos, o son renega-
- 83 -

dos, y algunos turcos, que viven solamente deste oficio, y a


todos estos soldados de la mar llaman comúnmente Levantes.
Todos éstos no tienen salario ni más ganancia que aquello
solo que pueden robar. Ellos se hacen la costa, y para eso se
juntan en camarada diez, doce y más; todavía el Arráez y ar-
madores son obligados a darles bizcocho, aceite y vinagre,
tanto cuanto dan a cada un cristiano que boga, de ración or-
dinaria. La provisión que lleva cada bajel es bizcocho, arroz,
burgu, aceite, vinagre, queso, manteca, olivas y algunas pa-
sas, sin otra cosa; pero la ración que cada día se da a los que
bogan y a todos los levantes y oficiales de bajel, no es más
que bizcocho, y poco, y algún poco de vinagre aguado y unos
ojos de-aceite, y aun a los cristianos no se da de ordinario más
de bizcocho solamente. El día que del puerto de Argel parten
ha de ser uno de dos: o Viernes, que es su fiesta, o el Do-
mingo de cristianos, y no parten sino siendo noche ya cerra-
da. Todo navio, sea de corso o de mercancía, antes que parta
y desaferré del puerto, saluda el sepulcro de un Morabuto di-
funto, tenido entre ellos por santo, que está fuera la puerta
de Babazón, en una cuba como capilla enterrado que se dice
Cit Butico, y vueltos todos a ella dicen en voz alta y mandan
también a los cristianos que digan, a la hora, a la hora, que
quiere decir en nombre de Dios, en nombre de Dios. Y dado
caso que a todos estos navios antes que parten los espalman
y enseban con muy grande diligencia y curiosidad, antes que
de Herbaria atraviesan a tierra de cristianos y a sus islas,
los vuelven otra vez a espalmar. Los que van en corso a Ma-
llorca, Menorca, España y todo Poniente, van espalmar a Sar-
gel, veinte leguas de Argel para Poniente; y los que van a
Levante, como Córcega, Cerdeña, Sicilia, Calabria, Nápo-
les, Playa Romana, Toscana, Ginovesado, espalman en algu-
no destos lugares y sus puertos, Bugía, Bona, Viserta, Puer-
84

tofarín, Calibia y Susa, o a los Gelves. Y de do quieran que


partan y atraviesen para tierra de cristianos, antes de se
hacer a la mar o moverse, hacen primero el libro, esto es,
que sobre un libro que para esto tienen echan suerte para
dónde o para qué parte partirán, y por ningún caso harán otra
cosa de aquello que el libro y la suerte les dice; y tanto cré-
dito tiene en estas suertes y tan persuadidos están del demo-
nio, que no sólo al partir, pero para hacer escala desembarcar,
combatir algún navio cristiano o saquear algún lugar, y final-
mente, para hacer alguna cosa en todo el tiempo del corso,
han de echar primero las suertes y consultar con aquel libro;
y si delante los ojos tiene una clara y manifiesta ocasión de
gran ganancia o presa, y cosa en que evidentemente se ve que
no pueden perder, más ganar, si el libro y las suertes no les
dicen y señalan lo mismo, por ningún caso lo acometerán o se
moverán un paso; y , por el contrario, no hay cosa tan ardua
y dificultosa ni peligro tan manifiesto al cual no se arrojen
muy confiados si el libro y sus suertes les dicen que acome-
tan, pero infinitas veces se hallan muy bien burlados, y con
todo creen en aquel libro como y no menos que en su Alco-
rán. Navegan todo el verano y invierno, y tan sin temor se
pasan por todos los mares de Poniente y Levante burlándose
de las galeras cristianas, en cuanto ellas están banqueteando,
jugando y trombetando en los puertos de cristiandad, como
y ni más ni menos si anduviesen a caza de muchas liebres y
conejos, matando aquí uno y allí otro. Antes tienen por muy
cierto que según traen sus galeotas tan listas, tan en orden y
tan ligeras; y al contrario las galeras cristianas, tan pesadas,
con tan grande confusión y embarazo, que es por demás dar-
les caza o pensar que los pueden estorvar el camino por do
quieren y robar a su placer. Y de aquí viene que cuando las
galeras cristianas les dan caza, usan ellas por burlarse y mo-
- 85 —

far dellas, mostrarles el sebo caminando y huyendo, como que


les muestran el trasero; y como en la arte de cosarios son tan
pláticos y tan ejercitados, y aun por nuestros pecados tan
venturosos y afortunados, a pocos días que de Argel salen
vuelven cargados de infinitas riquezas y cautivos, y pueden
en el año hacer tres y cuatro viajes, y aun más si más veces
y más presto quieren salir. Los que van en corso para Po-
niente, hecha la presa van a vender a Tetuán o Alarache, en
el reino de Fez; y los que van para Levante van con la presa
a Túnez, o a Viserta, o a los Qelves, o a Tripol, y proveyén-
dose luego allá de bastimentos vuelven al momento a su cor-
so y a cargar de cristianos y sus bienes. Y si por caso al-
guna vez, principalmente en el invierno, no topan tan presto
algún navio que roben o les sucede algún mal tiempo o tem-
pestad, acógense a una de siete partes. Los que van a Po-
niente, Alarache, Yusale o Tetuán; los que a España, a la
isla Fromentera; los que a Levante o a la isla de San Pedro,
junto a Cerdefta, o a las bocas de Bonifacio en Córcega, o a
las islas de Lipar y de Estrongolo, junto a Sicilia y Calabria;
y allí, con la comodidad de los puertos y abrigos y con la
abundancia de fuentes de agua, y con la copia de leña que
allí hallan, y con la gran negligencia y descuido de las gale-
ras cristianas, que se les da poco por ello, ni por buscarlos,
se están pierna tendida y a placer, aguardando al paso los
navios cristianos que vienen a meterse en sus manos. Tienen
cuenta, como los cristianos, con ciertas estrellas y tiempos
del año, mas en particular hacen gran caso de una a que llaman
la Asom, la cual reina, según dicen, el día del Apóstol san
Matías, a veinticinco de Hebrero, y que dura siete días, y
afirman por muy cierto que antes o después habrá fortuna y
tempestad. Y dicen más: que una nave de bronce (cosa mucho
para reír) camina estos siete días toda la mar debajo el a^ua,
- 36

y que si esta nave encuentra bajeles y los ve ella primero,


que se pierden y toda la gente dellos muere, pero si los baje-
les ven primero a la nave, se salvan y toda su gente, y la
gente de la nave la ason muere, y por tanto ninguno dellos na-
vega todos estos quince días. Son tan curiosos en la limpieza,
orden y concierto, de sus bajeles, que no se remiran ni pien-
san en otra cosa, y particularmente en que vayan bien estiva-
dos para poder bien correr y prohejar, que por eso no llevan
en ellos arrumbadas, ni permiten que una espada ni arcabuz
vaya colgada, ni arriba sobre cubierta, más abajo en la esti-
ba, y de la misma manera los barriles y vasos de aceite, vina-
gre y manteca, con toda la demás provisión y compaña, va a
nivel y a plomo, sin arredrar una uña cada cosa de su lugar.
Que más puede ser, sino que hasta el hierro del bajel hacen
algunos meter abajo en su estiba, porque estando arriba no
haga pesar el bajel más a una parte que a otra; y, finalmente,
por esta misma razón, con cuanta mar y fortuna deshecha
haga, no se permite que un genízaro levente turco o cristia-
no se mude o mueva del lugar adonde está, aunque sea el hijo
del mismo Rey. El tratamiento de palos, puños, coces, azotes,
hambre, sed, con una infinidad de crueldades inhumanas y
continuas de que usan con los pobres cristianos que bogan,
y como sin los dejar reposar media hora, les abren cruelmente
las espaldas, sacan la sangre, arrancan los ojos, rompen los
brazos, muelen los huesos, tajan las orejas, cortan las narices
y aun los degüellan fieramente, y les cortan las cabezas, y
los echan a la mar, porque arranquen la boga y caminen más
que volando. No basta lengua humana para decirlo, ni pluma
para declararlo, de lo cual largamente trataremos en lugar
particular. De la presa que hacen, a que ellos llaman galima,
los cautivos y mercaderías todas son del propio arráez, señor
del bajel, y juntamente de los que le ayudan a armarlo, y lo
— 87 -

mismo es del dinero, joyas que se toman y saquean; pero en


estas cosas no se procede con tanto rigor si no es en alguna
grande galima de mucha fama de dineros; y fuera desto los
leventes se quedan con todo el dinero que topan, y asconden
de ordinario. Toda la ropa y vestidos que se toman son de los
leventes y soldados, los cuales tienen un buen uso, que todos
los de una camarada reparten igualmente entre sí lo que todos
hicieron de galima y robaron. Si combaten algún navio que no
se quiso rendir, el turco que primero le entra y hace rendir
puede escoger de todos los cristianos del navio el que más le
agrade, como no sea de gran calidad y rescate. Si saquean
algún pueblo o lugar, de cada cristiano que los leventes em-
barquen les dan el arráez y armadores diez escudos, mas
si el navio se rinde sin pelear, no nada tienen de los cautivos,
y la ropa sola es suya y lo más que pueden asir; los cascos y
bucos de los navios de toda suerte que se toman, son del Rey.
La sétima parte de todos los cautivos, cuales escogiere, y aun
de toda la ropa que toman y dineros que roban, o de cual-
quier mercadería que sea, y esto todo se entiende ser del Rey
en cuyo puerto hicieron la panática y armaron para aquel via
je, porque si al segundo viaje o salida en corso arman en otra
parte, será este tributo del que es Rey de aquella parte o lu-
gar, y así se usa entre los Reyes de Argel, de Túnez y de
Tripol. Tienen también los cosarios un Capitán, el cual es
como cabeza de todos y a quien obedecen en cualquiera par-
te que le topan; este cargo sólo el gran Turco lo provee; y
como en Argel hay uno, en Tripol otro y en Túnez otro, y
cuando este Capitán sale en corso son obligados acompañarle
todos los cosarios que él quisiere o mandare que le acompa-
ñen y sigan, y sin licencia suya no se puede apartar dél; y a
este Capitán toca de quince uno, de cuanto los cosarios roban
y toman, o sean cristianos, p ropa, dineros o mercaderías.
pero de ordinario se contenta él con lo que los cosarios le
quieren dar y le presentan sin forzarlos a más ni usar de al-
gún rigor. Venidos los cosarios de su viaje y corso, en el pun-
to que se da fondo y echan ferro en el puerto, cesando de bo-
gar, luego todos los cristianos que bogan echan a la mar los
remos, quedando asidos solamente de un cordel o cuerda del-
gada, y deserrados que son, o todos o parte, lo primero es
Hevar todos los remos a un magacén del común que está muy
junto al puerto, a do son muy guardados con gran cuidado; y
esto hacen porque mientras desembarcan los turcos y van en
tierra con su ropa, no se alcen los cristianos con el bajel y se
huyan. Y luego aquel día cada uno recoge para su casa sus
cristianos, y comienzan luego los arráeces y leventes todos
a gastar muy largamente y hacer grandes convites, a que lla-
man sosfias, y en vino y arrequín, que es aguardiente, y en
toda suerte de lujuria y de gula gastan cuanto han robado en
el viaje. Entonces todo Argel está contento, porque los mer-
caderes compran muchos esclavos y mercaderías que los cosa-
rios traen consigo, y los oficiales de la ciudad venden lo que
tienen en sus boticas, de ropa y bastimentos, a los que vienen
de la mar, porque se visten muchos de nuevo, y todo es comer
y beber y triunfar. Suelen los arráeces recoger en sus casas
algunos de los leventes y soldados que quieren, y para los te-
ner contentos y a punto para volver con ellos otra vez en
corso, les dan cada día de comer y hacen mucho regalo a su
mesa. Acostumbran entonces los arráeces y leventes vestir
muy ricamente a sus garzones (que son sus mujeres barbadas)
de vestidos de damasco, raso y terciopelo, y de cuchillos
muy lindos Damasquinos muy ricamente guarnecidos de cade-
nas de oro y plata, y de muy pulidos borceguíes, zapatos y
tocas muy finas, y arrearlos más que a las damas muy pulidas
y hermosas. Y tiene por punto de honra y contiene entre sí
89

de quien más número tiene de garzones, más hermosos y más


bien vestidos, y para esto los envían a manadas y en compa-
ñía a pasear el Xuma, y otros días por la ciudad y a la marina
y compaña; reputando esto a una gran pavonada y gloria muy
particular, que es la cosa más notable y más digna de llorar
(que tal cosa se use entre los hombres y con tanta desver-
güenza y tan publica) de cuantas en el mundo pueden ser ni
imaginarse.

CAPÍTULO XXII

Del número de los cosarios de galeotas y de sus bajeles


que había en Argel el año 1581.

Destos tales cosarios de galeotas había en Argel los si-


guientes, de los cuales, cuando algunos no navegan, envían
otros en su lugar en sus navios.
1. El Rey Jafer, renegado Ungaro, una de veinticuatro
bancos.
2. Mami Arnaut, Capitán de la mar, renegado Arnaut,
una de veintidós bancos.
3. Morat Francés, renegado del mismo Capitán, una de
vemtidós bancos.
4. Dali Mami, renegado Griego, una de veintidós bancos,
5. Morato Raez el grande, renegado Albanés, dos de
veinticuatro bancos.
6. Feru Raez, renegado Ginovés, una de dieciocho
bancos.
7. Morato Raez, Maltrapillo, renegado Español, una de
veintidós bancos, •
— 90 —

8. Iza Raez, turco de nación, una de dieciocho bancos.


9. Arapca Raez, turco de nación, una de dieciocho
bancos.
10. Amiza Raez, turco, una de veinte bancos.
11. Moratto Raez el pequeño, renegado Griego, una de
dieciocho bancos.
12. Sinan Raez, turco, una de veintidós bancos.
13. Isuf Raez, r e n e g a d o E s p a ñ o l , una de veintidós
bancos.
14. Agibali, turco, una de dieciocho bancos.
15. Asán, Qinovés, renegado del Morabuto, una de die-
ciocho bancos.
16. El Cayde Daut, turco, una de veinte bancos.
17. El Cayde Chader, hijo de renegado, una de veintitrés
bancos.
18. El Cayde Qiger, turco, una de veintidós bancos.
19. Marjamami, renegado Ginovés, una de dieciocho
bancos.
20. Mamixa, turco, una de dieciocho bancos.
21. El Cayde Mahamed, judío de nación, una de quince
bancos.
22. Mamixa, renegado Ginovés, una de dieciocho bancos.
23. Mami Raez, renegado Veneciano, una de veintidós
bancos.
24. Mami Gancho, renegado Veneciano, una de veinte
bancos.
25. Mami Corso, renegado Corso, una de veinte bancos.
26. Mami, Calabrés renegado, una de veinte bancos.
27. Paduan Raez, hijo de renegado, una de veintidós
bancos.
28. Cadí Raez, turco, una de veintidós bancos.
29. Donardi, renegado Griego, una de diecinueve bancos.
— 91 —

30. Jafer Montez, renegado Siciliano del monte de Trápa-


na, una de veintidós bancos.
31. Asan Ginoes, fornaro, renegado Ginovés, una de quin-
ce bancos.
32. Cari Raez, turco, una de dieciocho bancos.
33. Caur Alí, hijo de renegado, una de veinte bancos.
34. Isuf Remolar, renegado Napolitano, una de veinte
bancos.
35. Jafer, Ginovés, renegado, una de veinte bancos.

C A P Í T U L O XXIII

De los cosarios de bergantines de Argel, a que llaman


fragatas.

Otros cosarios hay de fragatas, que son bergantines, de


ocho hasta trece bancos, y ordinariamente se hacen estos ba-
jeles en Sargel, que está, como dijimos, veinte leguas, que
son sesenta millas de Argel para Poniente, adonde hay muy
gran copia de madera para hacerlos. Los maestros dellos son
todos moriscos de Granada, Valencia y Aragón, de los cuales
está todo aquel lugar lleno y poblado. Estos son (por la ma-
yor parte) los arráeces dellos, porque como son todos nacidos
en España, son muy pláticos en sus puertos, marinas y costas.
También hay muchos turcos y renegados que son arráeces
destas fragatas, porque tanto que un levente y hombre de
mar se halla con 150 y con 200 escudos, a la hora se juntan
con otros, y todos a común espensa hacen un bergantín y le
arman de todo lo necesario, y con él van por todas las partes
haciendo grandísimos daños,-y particularmente los moriscos
— 92 —

de Sargel, como sin tan pláticos en la costa de España, y en


ella tienen todos parientes, hermanos y amigos. Llegados que
son en alguna parte, entierran el bergantín con todo el para-
rejo debajo la arena, en una fosa y hoyo grande; y entrando
en la tierra en hábito cristianesco, y hablando muy bien es-
pañol, y siendo muy bien recogidos en lugares de otros moris-
cos, atajan fácilmente los caminos, principalmente de noche,
y maniatando todos los cristianos que topan los traen a la
marina y desenterrando el bergantín, se vuelven con ellos,
muy a placer, a sus casas. Tienen también otra cosa: que
como estos bajeles son pequeños, fácilmente se asconden
en alguna cala o punta do no son vistos, y engañando desta
manera las guardias que están en las torres de las marinas,
salen en mitad del día a los caminos en hábito de cristia-
nos, y roban, y toman de continuo mucha gente, y por
esta causa estos bajeles sin duda son los que más daño
hacen en la cristiandad, porque navegan de continuo todo el
verano y invierno sin cesar ni reposar. Y como los robos
que con ellos hacen son tan grandes, fácilmente suben los
arráeces dellos a ser en poco tiempo arráeces de galeotas,
y así, ordinariamente, de aquí comienzan y tienen todos
su principio. Los que bogan en estos bajeles son, ordinaria-
mente, renegados, o turcos, o moros, los cuales todos van a
la part:; así en el gasto como en la ganancia que se hace, y
todos llevan sus armas, arcabuces o buenos arcos o flechas
con que pelean, tanto que dejan de las manos los remos. Tam-
bién suelen alquilar algunos bagarinos, que son los moros que
dijimos que vivían de bogar en los bajeles de buenas boyas.
El número destos bergantines o fragatas no es cierto, ordina-
riamente, entre los que se hacen en Argel, y en Sargel habrá
como veinte o veinticinco. Los usos y costumbres destos co-
sarios son los mismos que de los otros de las galeotas.
- 63 -

CAPÍTULO XXIV

De los mercaderes de Argel.

Los mercaderes, que son, como dijimos, el quinto modo y


manera de turcos, son también muchos, así turcos de nación
como de profesión, o renegados y sus hijos, entre los cuales
se pueden contar algunos que siendo judíos de nación de su
voluntad se hicieron moros o turcos, como acaece cada día.
Muchos destos mercaderes fueron primero genízaros y leven-
tes, y por hallar la vida de mercaderes más quieta, sin peli-
gro y segura, se dieron a ella. Otros desde mozos son pues-
tos de sus amos o patrones a este ejercicio y arte. Las mer-
caderías en que tratan son las que hay en Berbería, que cae
a la parte de Argel, como trigo, cebada, arroz, vacas, bue
yes, camellos, carneros, lanas, aceite, manteca, miel, pasa,
higos, dátiles, seda; en cueros y cera no pueden tratar sino
los que arriendan este trato al Rey para poder comprar estas
dos cosas a los moros y venderlas a los cristianos. Tratan
también muchos en comprar todo género de mercadería que
roban los cosarios y traen a vender a Argel, y particularmen-
te en comprar y vender cristianos de toda suerte y edad, en
que hacen gran provecho y ganancia. Véndense los cristia-
nos en pregón y almoneda en el Soco, que es una calle do es-
tán las más principales boticas de mercaderías, y no se rema-
ta la venía hasta que el cristiano anda en el Soco al pregón
tres días, al cabo de los cuales se lleva al Rey para que si le
contenta dando lo mismo que por el cristiano se da en la al-
moneda, lo pueda tomar para sí. Suelen también todos tratar
en las mercaderías que los bajeles cristianos con salvo con-
94 -

duto llevan a Argel, las cuales compran por junto, y después


de puestas en sus boticas y magacenes las venden por menu-
do a los vecinos de Argel, a los moros y alarbes de todas las
tierras del reino y fuera del y de toda Barbaria, porque a nin-
guna parte de Barbaria acuden tantos bajeles cristianos de
mercaderes como a la ciudad de Argel. Los bajeles que vie-
nen de Inglaterra traen mucho hierro, plomo, estaño, cobre,
peltre, pólvora y paños de toda suerte. Los de España, espe-
cialmente de Valencia o Cataluña, aljófar o perlas, olores,
aguas destiladas, aceites adobados, olorosos, granas, barre-
tes colorados, frazadas teñidas de grana, sal, vino y mucho
escudo de oro y reales de a cuatro y a ocho, que es la más
principal mercadería y de más ganancia. De Marsella y otros
lugares de Francia, toda suerte de mercería, como cotonías
para velas, hierro, acero, clavazón, salitre, pólvora, alumbre,
azufre, pez, aceite si en Barbaria falta, navajas, cuchillos, pa-
pel agallas, caparrosa, goma, buenas agujas, alfileres y aun
mucha avellana y castaña, sal, vino y muchas destas y otras
mercaderías, contrabando y vedadas, suelen los franceses
muy ordinariamente llevar, las cuales cargan en España, con
decir que las llevan a Francia; y como son en alta mar, toman
la derrota para Argel. De Génova y Nápoles y Sicilia llevan
mucha seda suelta de todo color, muchos terciopelos, damas-
cos, rasos y tafetanes de toda suerte. De Venecia, calderas,
calderones, paños, damascos, cajas, arcas, vidrios, panes de
jabón blanco y otras cosas. También contratan con otros mer-
caderes turcos y moros que van a Argel con sus mercaderías;
y de Constantinopla suelen llevar muchos remos desbastados,
telas engomadas para camisas y telas de India para turbantes,
que traen en las cabezas cuzadas de seda de todas colores, que
son las cintas con que ciñen, cuchillos damasquinos, alfom -
bras, tafetanes y ferjas, que son sus sayos, y capas hechas de
— 95 —

diversas sedas y colores, y muchos dellos aforrados de pieles


y de martas y de colcha; y también cucharas muy labradas y
muy pintadas de todo color, y mucha porcelana, y maluga de
platos y escudillas y otros vasos muy pulidos y bien labrados
de Alejandría y de Trípoli. De Barbaria algunas drogas, es-
pecería de clavo, pimienta, canela, jengibre, paños de India
para camisas y turbantes de los Gelves, muy finos barraga-
nes, que son los mantos de las mujeres, aceite, dátiles. De
Túnez mucho y muy lindo aceite y jabón blanco. De Tabarca
y del T.estión de Francia, mucho coral, que después de labrado
en cuentas de toda suerte se vende muy bien por toda la Bar-
baria. De Bona, mucha manteca y carne adobada, a que lla-
man chalea de carnero y vaca. De Constantinopla y Coló,
muchos cordovanes adobados de toda color y muchos barra-
ganes groseros con que se cubran o vistan los alarbes y gente
pobre. De Sargel, miel, pasa, higo. De Orán, paños de Espa-
ña y barretes colorados. De Tremecén, muchos albornoces
muy bien tejidos, blancos, negros y azules. Y de Fez mucha
moneda de oro, y reales de España, y miel, y azúcar. De Fuz,
cierta manera de tierra de lavar, tan buena como el jabón, de
que usan en los baños, y en cambio desto dan a los cris-
tianos mercaderes, los que pueden vender, cera y cueros,
porque los tiene arrendados, eso mismo, y otros lana, dátiles
barreganes y alguna grana que en las montañas de Argel se
coge, que si no es tan fina como la de España no deja de ser
muy buena, y también dan algunas mercaderías que compran
a los cosarios y las vuelven a revender a los cristianos, como
ropas, calzas, jubones, sayos, zapatos, gorras, guarniciones,
espadas y dagas, jabón en panes, toñina, o les pagan en mo-
neda de la tierra, con que compran todo esto a otros, y prin-
cipalmente rescatan muchos esclavos. Para Fez envían paños
de España, muchos alfanges, cuchillos, telas de India y de
-m -
Constantinopla en bajeles de remo que muy ordinario nave-
gan a Tetuán todo el tiempo; para todos los lugares de Ber-
bería envían paños y granas de España, bonetes colorados y
aljófar; para Constantinopla envían perlas, algunas piedras
finas, coral, conservas de Valencia, y principalmente reales
de España, en que hacen muy gran ganancia, y también mucha
cantidad de mochachos cristianos que envían presentados. Y
con estas mercaderías envían hijos o parientes o sus renega-
dos o personas fiadas que las vendan, y cobren el precio y lo
vuelvan a emplear o traer, porque no usan, como entre cris-
tianos, tener compañía con otros mercaderes de otras partes,
porque no se fían de sus propios hijos carnales. Tampoco usan
tener libros ni cuadernos do escriban todos sus tratos y ne-
gocios, si no es alguna cosa, y en un pedazo de papel. Tam-
poco usan cambios, ni dar pólizas, libranzas para otros mer
caderes de otras partes, por la misma razón de no fiarse unos
de otros, aunque su ley les prohibe la usura. Son muy gran-
des usureros, porque si emprestan un escudo antes de res-
ponder con uno o dos dineros de ganancia cada día, y pocos
son los que no hacen esto. Y de la misma manera, aunque hay
algunos, principalmente de los turcos de nación, que hablan
mucha verdad y la tratan, pero son tan raros como entre los
cuervos el que es blanco, porque generalmente son muy gran-
des mentirosos, trapaceros, inconstantes. En este punto acor-
daréis con ellos alguna cosa, y aunque sea con testigos pre-
sentes, al mismo momento lo niegan o dicen que no es su vo-
luntad pasar por el!o, y luego dan por respuesta que si ellos
tratasen verdad y mantuviesen palabra, qué les faltaría para
ser cristianos, y, por tanto, es menester acordar, y tratar, y
pagar luego al momento con la moneda delante. Lo mismo es
también en el pesar; no tomarán alguna moneda que no la pe-
sen primero, y muy bien pesjida, y con engaño, ni pagarán
— í>t —

que no sea con moneda falta, menoscabada, y si pueden falsa,


y en todo os trabajan engañar. Las boticas que éstos tienen
son muy muchas, y en públicos lugares y calles do siempre
tienen algún hijo, o a lo menos renegado, de que se fían, y
ellos también se están de continuo en ellas asentados en cu-
clillas como mujeres; y en los dos socos, nuevo y viejo (do la
mayor parte dellos tienen botica), habrá como 2.000 boticas.
Habrá también de casas dellos en que viven por la ciudad
(porque no usan vivir en las boticas), como 3.000.

CAPÍTULO X X V

De los oficiales mecánicos de Argel.

El sesto modo de turcos, o, para mejor decir, de la vida que


ellos viven, es de oficiales mecánicos, porque hay un gran
número dellos, que son coraleros, sastres, plateros, zapate-
ros, zurradores, cordoneros, esparteros, barberos, silleros,
albarderos, canteros, albañiles, que hacen escopetas, arcos,
flechas, alfanges, pólvora y funden artillería, con todos los
demás oficios necesarios a una ciudad; pero la mayor parte
son renegados, y ultra de todos estos oficios, y otros mecáni-
cos, hay también una infinidad de cristianos, los cuales son
o de los mesmos turcos que ejercitan estos oficios y artes, y
con ellos trabajan juntamente en las boticas y tiendas en que
siempre están, o de otros patrones que les dan licencia para
que trabajen y ejerciten sus oficios, pagando cada día su jor-
nada, como entre sí se acuerdan, unos menos, otros más, y
muchos destos turcos oficiales son también genízaros o solda-
dos, como dijimos, los cuales sirven en la guerra cuando los
7
Üüinan o cuando les cabe, y también otros son leventes y co-
sarios, navegando en los navios de corso, como y cuando les
place; de manera que como entre ellos no hay alguna manera
de honra, tampoco hay puntos, y aquellos tan grandes bríos
que suelen con razón tener los soldados cristianos, reputando
la milicia por nobleza, como en efeto lo es, y afrentándose de
ser oficial mecánico y soldado juntamente.

CAPÍTULO XXVI

Del vestido de todo's los turcos de Argel en general


y en especial.

El vestido general de todos es a la larga. Primeramente


visten una camisa larga y ancha de mangas y cuerpo, de lien-
zo, y unos zaragüelles que traen por debajo la camisa, de
manera que de la cintura abajo no toca la camisa en la carne,
mas cubre los zaragüelles y andan por de fuera dellos sobre
la camisa. Si hace frío visten un jubón de paño de algún co-
lor, cuyas mangas no llegan más que a los codos, a que lla-
man jalaco, porque como acostumbran los turcos, conforme
al mandamiento de su Mahoma, lavarse tan a menudo, hacen
las mangas de todo vestido, de manera que sin desnudarse
puedan lavar los brazos hasta los codos. Y encima deste jala-
co traen de ordinario una ropa que se llama tafetán, que es a
manera de sotana de clérigo, abierta por delante y con boto-
nes en el pecho, la cual de la misma manera tiene las mangas
cortas hasta los codos y es larga hasta media pierna y a ve-
ces más, o a lo menos pasa siempre de la rodilla; es también
de algún color; los ricos las traen de raso, damasco, terciope-
- -&)

lo y de otras sedas, y ella y el jalaco son tan degollados y tan


sin alguna manera de collar, que el turco de continuo anda
con el cuello todo afuera y descubierto. Y porque tanto el
jalaco como este tafetán no llega más que hasta los codos con
las mangas, usan traer unos manguitos tan largos como toda
una manga, con que cubren el brazo desde el codo hasta la
mano, y como se la visten quedan todas arrugas casi encima
de las muñecas; son estos manguitos de raso, damasco o ter-
ciopelo, y sobre el tafetán ciñen unas cintas de seda, que son
a manera de tejidos, o de unos cendales muy finos y de toda
coló, a que ellos llaman cuzacas, y cuelgan dellas casi todos
muy lindos cuchillos Damasquinos, o como pueden, puestos a
mano izquierda a manera que traen los gallegos la espada en
la cinta. Siendo invierno traen algunos zaragüelles de paño,
y sus borceguíes, a que llaman tumaques, y todos son ama-
rillos, o naranjados, o colorados; raros son los que los traen
negros o blancos, y si es de verano bástanles los zaragüelles
de lienzo hasta media pierna, excepto los hombres de grave-
dad, como alcaydes y mercaderes y algunos principales arráe-
ces, y otros también ancianos, que en todo tiempo usan traer
tumaques, y con ellos y sin ellos todos traen zapatos de cue-
ro colorado o amarillo puntiagudos, y porque no les se nece-
sario abajarse a calzarlos con la mano o calzador (cosa tan
fastidiosa), y más porque todas las veces que en casa entran
los descalzan por no la ensuciar con el lodo y los vuelven a
calzar para salir; usan hacerlos muy tiesos y duros del calca-
ñar, do entre el aforro meten unas tablillas hechas aposta, y
arquedas como el calcaño, y del pecho, con unos aforros muy
gruesos y de suelas muy duras; y porque les duren mucho
estos zapatos, que valen caros, suelen todos los turcos, gran-
des y pequeños, nobles y no nobles, hasta el mismo Rey, he-
rrarlos en el calcañar, echándoles sobre la suela una media
- 100 —

luna de hierro de la forma y manera de una herradura de bes-


tia muy bien clavada, y en el medio de la suela del zapato, y
en la punta, y a los dos lados, enclavan unos hierros a mane-
ra de unos clavos que quedan en la suela, bien metidos y in-
corporados, sobre los cuales el pie asienta, y el zapato con
ellos toca al suelo cuando caminan; de manera que no usan en
Argel los turcos herrar los caballos, como tampoco usan los
moros, se precian ellos de traer los pies herrados, y por tanto
por las calles, en los lugares do hay piedras, hacen cuando
caminan gran ruido con los zapatos. En lugar de capa usan
todos en general traer otra ropa de paño de color, y más co-
múnmente de grana, o de fino contray, o de londres, hecha a
la Veneciana, larga hasta abaxo, ancha y abierta por delante y
sin cuello, a que llaman serja, pero las mangas desta suelen
ser anchas y más largas que no las del jalaco y tafetán, por-
que cubren todo el brazo, y en todo tiempo los hombres gra-
ves y de reputación la visten sobre el tafetán, y todo los
otros cuando hace algún frío, porque en tiempo de calor o
templado la traen comúnmente doblada en cuatro pliegues y
echada sobre el hombro izquierdo, como hace el caminante a
su capa, y así van por la ciudad. Todos traen muy rapadas las
cabezas y se afeitan cada ocho días; los hombres graves crían
barba, o a lo menos no la traen rapada, y con sólo los mosta-
chos, como hacen muchos otros, especialmente los genízaros
y leventes y los que presumen de bizarros. Acostumbran to-
dos traer turbantes, de finas y muy blancas telas, en las ca-
bezas, sean turcos de nación, o renegados, o cosarios, merca-
deres y oficiales, y aun todos los genízaros, de los Bálticos
Baxis para arriba, porque los que son Oldaxis, Udebaxis,
Otraques, Vadaxis o Solachos, todos, para ser conocidos, no
taren turbantes en las cabezas, mas sobre una barretilla o es-
cofia de tela colchada (que comúnmente todos usan), traen
— 101 —

una como bolsa o como una media calza o manga de paño de


grana colorada o de algún otro paño fino, tan ancha por una
parte cuanto entra en la cabeza y tan larga como dos palmos
o poco menos, de manera que son mucho mayores que las ba-
rretas teñidas de grana de polvo que en Génova se hacen para
la mar o para dormir, a que los turcos llaman tortoras, y do-
blándose esta tortora para atrás y colgando sobre el cogote
todo lo que desta no entró en la cabeza, usan los genízaros
sobre esto ceñir una toca blanca, la cual, con tres o cuatro
vueltas, rodea toda la cabeza por encima de la frente, y el que
así trae la tortora con la toquilla, se conoce ser genízaro sol-
dado. Suelen algunos (de aquellos ganízaros del primer grado
que dijimos) ser Oldaxis, y que son de menos tono y grave-
dad, andar siempre en cuerpo con sólo el tafetán y sin ferja
ni vestida, ni al hombro, como suelen traer los otros. Suelen
los genízaros cocineros, de que antes habemos hablado, traer
los cuerpos y cabezas muy diferentemente compuestas, por-
que ultra que todos andan en cuerpo de ordinario, y no muy
limpios, y los tafetanes muy cortos; en la cabeza no traen más
que unas barretillas de grana o de algún paño de color, y al-
gunas son de muchos retajos y pedazos, y tan pequeñas que
apenas les cubren media cabeza; y en estas barretillas ponen
una larga pluma de pavo, o de gallo, o de otra ave, y siempre
la barreta anta de punta y fantasía; y juntamente traen en las
manos una achuela con su cabo (que muchos guarnecen de pla-
ta), larga como dos palmos, por lo cual todos son divisados y
conocidos de todos, genízaros y no genízaros; pero es común
a todos los que son genízaros de cualquiera grado que sea,
desde el cocinero hasta el Aga, que todos, sin diferencia, han
de traelos collares de los jalacos y tafetanes y ferjas guarne-
cidos con un ribete de alguna color como quieren, el cual ribete
ningún otro moro, ni turco, ni renegado (que no es genízaro)
- 102 —

puede traer en su ropa, so pena de la vida sin remisión, por-


que ésta es propiamente la divisa por do los genízaros son
conocidos de los otros que no lo son. Hay también algunos
turcos y renegados e hijos de los tales que, por no ser tan
ricos ni de tanta gravedad, no traen turbante en la cabeza;
mas conténtanse con traer la tortora o barreta larga (que di-
jimos traer los genízaros) que no llegan a Baliteo Baxis, pero
sin toca alguna que ciña la cabeza por encima della, porque
ésa es propia de aquellos genízaros, y ningún otro sino ellos
puede traer la tortora de aquella suerte con toquilla, como
dijimos. Los niños y mochachos hijos de turcos renegados y
genízaros usan sus jalacos y tafetanes y ferjas como los pa-
dres, y traen también sus zapatos herrados y tumaques, o
borceguíes de color, y en cuanto chiquitos traen en la cabeza
barretillos colorados, o hechos de alguna grana, damasco,
raso o terciopelo y brocado, como los padres tienen y pueden,
porque los suelen vestir muy galanes. Algunos turcos y ge-
nízaros nuevos, luego que vienen de Constantinopla, en cuan-
to no tienen dineros para vestirse a la usanza de Argel, an-
dan en el hábito de Turquía, que es muy diferente del de acá,
especialmente el de Romanía y Constantinopla, porque traen
calzas enteras, blancas, negras o coloradas, más todas sin
bragueta; traen también sayos cortos y ropas largas a la hún-
gara, con sus mangas muy largas hasta el suelo y angostas
como ropas de bachilleres; traen también cierta manera de
barretas de paño de colores con grandes cuernos, y tan an-
chas como la de los tudescos; traen también los zapatos he-
rrados con cuatro puntas de hierro, tan largas y altas que no
los dejan llegar al suelo, como usan en las tierras y regiones
de mucha nieve para poder caminar firme por los hielos y no
resbalar. Y los que presumen de valientes y bizarros traen
en las barretas plumas blancas de garcetas y de airones, o
103 -

grúas u otras aves, y muchos las traen hincadas en unos agu-


jeros que se hacen en la frente, y en la misma carne sobre
las sienes y pulsos, y si han muerto algunos cristianos, tan-
tas son las plumas que traen cuantos los que han degollado,
y destos se ven en Argel algunos que caminan muy entona-
dos, y se llaman delys, que quiere decir valientes.

CAPITULO XXVII

De los morabutos de Argel,

Ultra de todas estas suertes y maneras de gentes habita-


dores y vecinos de Argel (de que hasta ahora habemos ha-
blado), hay otra que llaman morabutos, que son como gente
eclesiástica, porque tanto quiere decir morabuto en arábigo
como santo, y ansí todos son tenidos en muy gran venera-
ción; por tanto, nos pareció separarlos de los otros como de
seglares, haciendo dellos particular mención. Estos, general-
mente, o son moros o turcos de nación, y algunos renegados,
los cuales viven de una de cinco maneras algunos, los cuales,
por otro nombre, se llaman Cacizes; tienen a su cargo las
mezquitas para tres cosas: la primera, para tenerlas limpias y
acender a su3 tiempos de la oración las lámparas que allí sue-
len tener; la segunda, para llamar el pueblo que venga hacer
el sala, aunque los que son de más autoridad tienen otro
moro, como criado o como sacristán, que tiene este cargo y
oficio, y es desta manera: que se sube en una torre que co-
múnmente las mezquitas tienen, y si no la tienen, de la puerta
de la mezquita, y de allí da voces, las más recias que puede,
diciendo *Le yla, Alá Mahamet era car Alá*, que quiere
- 104 -

decir «Dios y Dios será y Mahamet es su mensajero»; y dice


esto tres veces, repitiendo las mismas palabras, y entre día y
noche llaman el pueblo cinco veces; es de saber: una hora
antes del amanecer, a que llaman caba, y a medio día, a que
llaman dohor, y a completas, a que llaman ¡azahar, y anoche-
ciendo, a que dicen magarepe, y como dos horas de noche
(cuando acostumbramos nosotros encomendar las ánimas), a
que llaman latumat; y en todas estas horas va siempre algu-
na gente a la mezquita a orar; y la tercera, es para, después
de allegada la gente, mostrarles cómo han de orar, porque se
pone el morabuto dentro la mezquita delante de todos y
quedando el pueblo detrás, todo puesto en hileras, él comien-
za y todos siguen tras él, diciendo las mismas palabras y ha-
ciendo los mismos gestos, movimientos e inclinaciones que él,
de manera que es como quien gobierna toda la danza. El que
es morabuto de la mezquita mayor da primero voces en la
torre de su mezquita, y hasta que él comience ningún otro
morabuto dará voces, y si es a medio día, también alza él pri-
mero una bandera, que todos suelen poner, cada uno en su
torre, en cuanto llaman el pueblo, para que los que no oyeren
las voces vean, a lo menos, de lejos la bandera y entiendan
que llaman a la oración, y luego siguen los demás tras él y
hacen todos un vocear peor que de aullidos de lobos y perros.
Suelen también algunos destos morabutos predicar en su cua-
resma, leyendo algún capítulo del Alcorán, haciendo algún
discurso sobre él, exhortándolos al bien vivir, y muchos de
ordinario tienen por uso de estar sentados en las mezquitas
con el Alcorán en la mano, y quien quiere oír algún capítulo
se llega a ellos, y acabado de leerle da alguna limosna por el
trabajo de la lición; todos éstos tienen renta mucha o poca de
las mezquitas, de que comen, y hasta siete u ocho que tienen
cargo de otras tantas mezquitas, mayores y más principales
— 105 —

de todos, tienen paga del Rey a 10, 12, 15, 20 y más doblas
cada mes. Suelen también ganar la vida con acompañar a los
muertos como se dirá adelante Otros morabutos hay que son
maestros de escuelas, do ensenan los mochadlos a leer y es-
cribir morisco o turquesco, porque hay escuelas de uno y de
otro separadas, y enseñan también a contar su abaco, y la
figura de los números son los mesmos que se usan en la Cris-
tiandad Algunos enseñan también los meses del año, que
cuentan por lunas; el modo de hallar sus pascuas y fiestas;
pero todo muy groseramente y todo es cosa de poco momen-
to. El libro por do muestran a los mochachos, después de co-
nocer las letras y saber juntar unas con otras, es el mismo
Alcorán; no suelen los tales maestros acordarse por meses o
años, mas en llegando un mochacho a ciertas partes o leccio-
nes en que el Alcorán está repartido, se paga al maestro 2 6 3
doblas, como quiere cada uno, y acabado el Alcorán de pasar
(que hace, cuando mucho, en tres años), suelen los que estu-
dian turquesco dar un buen convite al maestro y a todos los
condiscípulos de la escuela; y para vestirse el maestro le dan
tantos picos (que es medida de 3 palmos) de grana o de algún
paño o seda, de que se viste, o 15 ó 20 doblas o más, como
puede cada uno para comprarlo; otros le dan el vestido he-
cho, que es una ferja, y los que estudian arábigo (ultra des-
to) acompañan todos aquel día a caballo al estudiante que
acabó el Alcorán (de la manera que entre nos el día de San
Nicolás los mochachos acompañan al obispillo) y llevan todos
delante algunas gaitas, que van sonando, y dada la vuelta por
la ciudad, le acompañan hasta su casa, y hecho esto queda
graduado de maestro o doctor. Pocos hay destos maestros y
morabutos que entiendan el Alcorán, aunque le leen de con-
tinuo y estudian siempre por él, porque está escrito en lengua
arábiga antigua, aunque las letras sean turquescas o de otra
- 1(X3 -

suerte; y es tanto y más oscura para ellos que para nosotros


la lengua latina, y si algunos lo entienden son tenidos por
muy chapados letrados, y aquéllos son raros, excelentes y
clarísimos doctores, que pueden interpretar y dar sentido al
texto y declarar los sueños dél, porque todo él consta de in-
finitas patrañas que el Mahoma soñaba, contrarias todas a la
buena doctrina y repugnantes a la razón y a toda filosofía y
ciencia. Uno había en Argel que presumía de muy entendido
en la lengua arábiga antigua y en todo el Alcorán, siendo,
como es, muy grande ignorante y sin conocimiento de alguna
disciplina o arte liberal, que se llamaba Citbuytaybo, al cual
tenían todos en extrema veneración y era el chaciz o mora-
buto de la mezquita mayor, y con éste se ajuntaban algunos
de los más morabutos y otros, o en su casa o en la mezquita
mayor, a donde algunas veces les leía el Alcorán; estas dos
maneras de morabutos no son diferentes en el vestido de los
otros, que son seglares, porque los que son turcos visten
como los demás Júreos y los que son moros como los otros mo-
ros; sólo en esto hay algo de diferencia, que algunos de los
que son moros visten de color blanco, ansí el albornoz como el
sayo, y de ordinario traen unas camisas muy anchas de cuer-
po y de mangas, y largas casi hasta los pies El modo de cas-
tigar a los mochachos en la escuela es atarles, ambos los pies
juntos, con una soga o cordel que está en un palo, y alzados
para arriba las plantas para el cielo, y cuerpo y cabeza en el
suelo; sobre las plantas le dan con un corbacho de buey, los
que quiere el maes ro, porque azotar en el trasero dicen que
es muy grande pecado.
Otros morabutos hay que hacen profesión de heremitas,
viviendo vida solitaria en algunas mezquitas pequeñas, como
hermitas u oratorios, de los cuales habrá como 200 alrededor
de Argel, en las montañas que están a media legua, o poco
— 107 —

más o menos distantes. Estos, comúnmente, son todos moros, y


también ha habido renegados, pero pocos. Suelen todos estos
ermitaños ser muy visitados de los moros y turcos de la ciu-
dad, y particularmente de las mujeres, que siempre suelen
ser más devotas, encomendándose a ellos, y en sus oraciones
para tener hijos, casar hijas, ser amadas de los mandos y
otros deseos semejantes, y aun también algunas veces sirven
algunos de garañones para ellas, y los mandos, no sólo tienen
por mal, pero a gran dicha y buenaventura que se empreñen
sus mujeres destos tales. F u é un renegado cordobés que no
ha mucho que murió, el cual vivió algunos años en la monta-
ña más alta para Poniente, distante de Argel media tegua,
que tenía para esto (según es cosa muy notoria), grande mano,
y llamábase ese Cidbornoz; hoy día es visitado su sepulcro
(que está en la hermita do vivía), como de un grande y exce-
lente varón. Usan mucho estos morabutos rezar por cuentas
de agallas, y de otras cosas de que las hacen, y las oraciones
son algunos nombres de Dios, que repiten tantas veces como
corriendo con la mano las agallas, y otros no dicen más que
Alá, Alá, Alá, que quiere decir Dios, o estafarla, estafarla,
que significa ayúdame Dios, y repiten esto tantas veces y
con tanta priesa, que les cae la baba por los pechos, y al
cabo se les desvanece el seso y se caen como muertos sin
acuerdo, y estos tales son tenidos por unos grandísimos san-
tos: todos éstos son ignorantísimos y sin saber leer ni escri-
bir, viven de limosnas, que vienen a pedir a la ciudad, y mu-
chos se las envían y llevan las mujeres devotas a sus hermitas:
en conclusión, son de todos muy venerados, hasta besarles la
ropa y aun los pies, y ellos en todo suelen mostrar una con-
tinua y gravedad admirable, andan ordinariamente todos des-
calzos, desnudos, cubiertos con un barregán viejo y roto, y
sin alguna cosa en la cabeza y un bordón en las manos, por-
108

que no les falte todo lo que se requiere para buen exterior y


muestras de santidad.
Otros morabutos hay que andan por la ciudad y fuera della
como pobres, rotos, sucios, descal/.os, y sin bonete o toca, y
suelen traer unas largas cuentas de agallas al cuello, o atra-
vesadas como banda por el hombro y pecho, y otros que tie-
nen por devoción traer agua en verano por la ciudad, y darla
por amor de Dios a todos sin diferencia, moros, turcos y
cristianos, y particularmente tienen por devoción el Xuma
(que es el viernes, en que concurre más gente a las mezquitas
a la oración), y aun todos tos días a las horas que las hacen
de medio día y completas, entrarse en las mezquitas con va-
sos de agua, y por entre las hileras en que están repartidos
los que hacen el sala, van dando agua a todos los que la quie-
ren, porque rueguen a Dios por ellos; y otros acarrean esta
agua de las fuentes y la meten en ciertas tinajas que suele
haber en algunas calles de la ciudad puestas aposta en las
paredes de algunas casas, cuyos dueños por devoción las sue-
len poner allí para esto, do están fijas, y sin moverlas todo el
año, y muy tapadas, junto a las cuales tinajas se asientan en
verano estos tales morabutos y con vasos pequeños (a que
llaman bardacas), que son como jarros, dan agua a los que
pasan, de gracia y por amor de Dios, sean moros o turcos, o
cristianos, como dijimos, y si algún dinero les dan no lo
desechan. Otros hay destos que por devoción (según ellos
dicen) se queman las cabezas con hierros calientes y botones
de fuego, y otros que con navajas se cortan los pechos y bra-
zos, dándose grandes heridas, o poniendo algodones embebi-
dos y empapados en aceite sobre los brazos, a que ponen
fuego, y se dejan ansí quemar las carnes hasta que el aceite
y algodón se consumen; pero la verdad es que lo hacen ellos
por amor de los mozos y garzones (a que son muy aficiona-
~ lOf) —

dos) cuando el demonio los enciende, y más inflama en aqué-


lla sucia y nefanda concupiscencia, y con todo beato el que
besa la cabeza y las heridas a estos tales bellacos tan sucios.
Otros morabutos hay que son locos sin juicio, que así na-
cieron del vientre de sus madres, o les acaeció esto por en-
fermedad o algún otro accidente, y éstos sobre todos son te-
nidos por más santos, y tanto que es gravísimo pecado ne-
garles alguna cosa que piden, o estorbar que no la tomen de
cualquier botica o lugar a do se vende y ellos hallan; y no
son algunos destos tan locos que no sean grandísimos bella-
cos, como muchas veces se ve, porque acaece no pocas veces
que algunos destos en encontrando en la calle una mujer moza,
linda, hermosa, arrojarse a ella como caballo, y allí en públi-
co conocerla; y es la locura tan grande de los moros y turcos,
que no sólo no les perece mal, pero a un tal bellaco y tan
desvergonzado besan al momento la mano, la cabeza y el ves-
tido, como si hubiese hecho una grande y santa obra o algún
notable hecho de virtud, y aún mucho más hacen después de
muertos éstos: les hacen sus mezquitas como grandes capi-
llas y labran muy lindos sepulcros, y ponen delante sus
cuerpos lámparas encendidas, y visitan sus huesos y los hon-
ran como los de los más señalados santos del cielo, y ansí,
fuera de la puerta de Babazón hay tres sepulcros destos tales
locos: el uno, a mano derecha en saliendo por la puerta, es
de uno que se llamaba Cedalizuago, que murió el año 1576,
y otro está en una capilla a mano izquierda, donde está una
paloma, que se decía Cid Abdalazís, que murió en el 1577, y
con éste, y en la misma capilla, está otro que se decía Cid-
nuva, también moro y loco, y más adelante hay otra capilla
con otro cuerpo de otro que dicen haber sido morabuto que
se llamaba Cidbutica, que murió el año 1540, y fuera de la
puerta de Babaluete, antes de llegar al burgo de Ochali, está
¡10

hecha otra capilla y sepulcro a otro que tienen en gran reve-


rencia, al que llaman Cid Abdarrhame, que murió en el año
1530; y más arriba, a mano izquierda, en otra capilla, está
otro que se llama Cidjuma, que murió en el año 1556; y ca-
minando más adelante, llegando a la playa, en una peña está
hecha otra capilla do está enterrado otro, que algunos dicen
que fué también loco, que se llamaba Cidjacobelhel Desi, al
cual las mujeres visitan todos los miércoles con gran devo-
ción, encomendándose a él, de manera que la mayorganancia y
supremo grado de bienaventuranza es, entre los turcos y
moros, ser loco y no tener seso ni juicio, y desto se puede
también entender cuán poco ellos tengan para conocer y en-
tender las cosas de Dios y bondad.
Generalmente, todos los que hacen profesión de morabutos
la hacen también de hechiceros, y en esto consiste, principal-
mente, su saber y reputación, porque a ninguno pediréis re-
medio para alguna cosa que luego no eche suertes, o no haga
conjuros o no use de nigromancia o hidromancia, con todas
las demás especies de la magia y , finalmente, que no haga
profesión de adivinar y decir la buena dicha, y aun bendecir
con palabras, con nóminas, dixes y juguetes, de papeletes que
escriben o hacen escribir, con caracteres y palabras incógni-
tas, y con nombres de Satanás y demonios que echan al cue-
llo de los mochachos enfermos, paridas, malcasadas o des-
echadas, con una infinidad de sahumes que enseñan a hacer
de ranas, dientes de perros, ojos de gatos, uñas de lobos, es-
tiércol de monas, dientes de puercos y otras suciedades que,
por cosas divinas, persuaden en gran manera a todos los mo-
ros y turcos, y particularmente a las mujeres, que los adoran;
y también los más dellos hacen profesión de espiritados, afir-
mando que tienen espíritus familiares que los entran en las
cabezas, a que llaman ginón, los cuales dicen que les r e v é -
- 111 -

lan todas las cosas, como en otra parte trataremos más larga-
mente, y , finalmente, por más santos que se fingen, son de
ordinario grandísimos sodomitas, y se precian dello, y el pe-
cado bestial públicamente le cometen en mitad del zoco y
calle principal, a los ojos de toda la ciudad, y es tan grande
la ceguera de moros y turcos, que esto alaban y tienen por
bueno, de lo cual se pudieran poner algunos casos, que por
ser tan brutos, sucios y asquerosos, los dejo. Y como éstos
profesan una vida tan bestial, ansí son estupendas las patra-
ñas, sueños, ficciones, errores y ceguedades que enseñan y
predican a las gentes, y les tienen persuadidos ultra las que
Mahoma dejó escritas en el Alcorán, de que trataremos en su
propio lugar.

CAPÍTULO XXVIII

De los Judíos que viven en Argel.

El tercero género y manera de vecinos o habitadores de A r -


gel son judíos, de los cuales hay tres castas: unos, que pro-
ceden de los judíos de España; otros de las islas de Mallorca,
Francia y de Italia, y otros que son naturales de la tierra de
Africa; viven todos (como es su uso en toda parte) de algún
modo de mercancía, porque muchos tienen botica de mercería
en que venden toda suerte de menudencias, y otros son boho-
neros, vendiendo por las calles lo mesmo en cestas y cajas que
traen colgando del brazo, y dando voces quién quiere mercar.
Otros hay que son sastres, otros que labran coral, otros venden
aceite y jabón por menudo, y muchos que compran las ropas
y otras cosas que los corsarios traen robadas y las vuelven a
- 112 -

vender a mercaderes cristianos, en que hacen buena ganan-


cia; y otros que van y vienen con mercaderías de Trípoli,
Gelves, Túnez, Bona, Constantina, Orán, Tremecén, T e t u á n ,
Fez, Marruecos y también de Constantinopla, y, particular-
mente, los más de los plateros de Argel son judíos, porque
muy pocos son renegados y ninguno moro; y de la misma ma-
nera ellos solos los que baten la moneda de oro, plata y bron-
ce, teniendo a su cargo toda la casa de la moneda, en la cual
hacen engaños y falsedades muy grandes de moneda falsa, y
de mezclar mucha liga en cuanto hacen, y porque desto n i n -
guna pesquisa se hace, corre por Argel y todo su reino y
provincias y de otros sus vecinos, infinita moneda falsa de
toda suerte y ley. Algunos hay que enseñan los mochachos a
leer hebraico y escriben en morisco, y ninguno hay que sea
letrado entendido y usado en la escritura, mas todos muy i g -
norantes y grandemente pertinaces en sus ceremonias y sue-
ños judaicos, porque lo he experimentado y disputado con
algunos no pocas veces. Están repartidos en dos barrios, en
los cuales habrá de todos 150 casas, y en ambos los barrios
tienen su sinagoga a do se juntan los sábados y celebran sus
fiestas y pascuas con gran observancia, y todos los días van
muchos a hacer su oración y cantan muchos salmos en he-
braico, a voz alta entonada. Pagan todos de tributo cada año
1.500 doblas al Rey, que son 600 escudos de oro, pero sin
comparación es más lo que cada día sacan dellos, porque por
una mínima queja y bien flaca ocasión, los desuellan y tras-
quilan de cuanto tienen, haciéndoles pagar dineros. Y para
coger el tributo que pagan cada año al Rey, el cual entre to-
dos se comparte, según la facultad de cada uno, y para ha-
blar por toda la nación y hacer las composiciones, suelen los
judíos todos elegir ciertos judíos más principales, que son
como consejeros, y otro que es como cabeza y mayor de to-
- 113-

dos ellos, a quien el Rey confirma y le llaman ellos Caciz;


son tan avejados de todos los turcos, moros y cristianos, que
es cosa increíble, porque un muchacho morillo encontrando
un judío, por muy principal que sea, le hará quitar la barreta
o toca de la cabeza y descalzar las chinelas, y con ellas le
dará en la cara mil bofetones, y no osará el judío moverse ni
defenderse; no tiene otro remedio que huir; y de la misma
manera, si acaso un cristiano encuentra a un judío en una calle
le dará mil pescozones, y si el judío va a dar al cristiano y lo
ve algún moro o turco luego favorece al cristiano, aunque sea
un vil esclavo, y le dan voces que mate al perro judío, justo
pago y penitencia sin provecho de su gran pecado y obstina-
ción, y por esta causa muchos dellos se hacen turcos y moros
cada día, de los cuales hay algunos ricos y de mucho dinero,
pero ninguno hay, por muchos años que sea moro o turco, a
que entre en la cabeza ser buen moro ni creer en la ley de
Mahoma; tan judíos son de una manera que de otra. El vestí •
do de todos los judíos es de una misma manera, porque todos
traen sus zaragüelles de lienzo y su camisa, y un sayo largo
como sotana que baja de la rodilla y de color negro, y un al-
bornoz negro encima, y algunos lo traen blanco. Los que vie-
nen de casta de Españoles les traen barretas redondas de aguja
de Toledo, y los de casta de mallorquines, franceses e italia-
nos, unas como media calza o media manga de paño negro,
que por una parte entra en la cabeza y la otra cuelga atrás
hasta abajo el colodrillo; y los que son de Africa y Soria,
traen en la cabeza, sobre un bonete colorado o de colcha en-
vuelta, una toca blanca de lienzo que les cubre todo el cue-
llo, y casi a manera de los moros, sino que ha de traer des-
cubierto el copete y delantera de la cabeza de la cual parte
les cuelgan los cabellos hasta casi media frente, por donde
son conocidos. Los que vienen de Constantinopla y Tur-
8
- 114 -

quía traen en la cabeza turbantes, como allá se acostumbra,


de unas telas muy finas y señaladas, de color amarilla; algu-
nos traen tumaques, o borceguíes o botas, pero han de ser
negras, y ninguno que sea judío puede traer zapatos de nin-
guna manera ni color, mas todos traen chinelas; viven todos
en gran miseria, aunque son algunos ricos, y por más que se
laven siempre huelen al cabrún, y sus casas ni más ni menos;
tienen su carnicería apartada, porque, conforme a sus su-
persticiones y ceremonias judaicas, ni comen carne de ani-
mal que mate moro o cristiano, ni de la suerte y manera
que otros la comen. Sírvense muchos de cristianos cautivos
que compran; generalmente, los judíos tratan bien los cristia-
nos sus esclavos, mas no los que de judíos se hacen moros,
porque éstos son peores que los mesmos moros y turcos, y la
causa es porque el judío, siendo judío, teme que el cristiano
su cautivo se queje dél, siendo maltratado, al Rey, y, por
tanto, se lo tome; pero el que es ya hecho moro no teme ésto,
porque el Rey no se lo tomará, y porque el odio que tiene al
cristiano es doblado, porque le aborrece como moro y como
judío, o, por mejor decir, el odio que le tiene siendo judío le
puede ejecutar más libremente siendo moro, tanto más lo
muestra y lo ejecuta con el mal tratamiento que le hace.

CAPITULO XXIX

De las lenguas que se hablan en Argel y de las suertes


de monedas que allí corren.

Tres son las lenguas que ordinariamente se hablan en A r -


gel. La primera turquesca, que los turcos entre sí hablan, y
lo mesmo los renegados que están en sus casas o tratan con
- 116 -

ellos, y también hay moros y muchos cristianos cautivos que


saben muy bien hablar turquesco, que deprenden con la con-
versación de los turcos. La segunda es morisca, y ésta es
general entre todos, porque no sólo los moros, pero los turcos
como están Argel algún tiempo y los cristianos que de nece-
sidad tratan con ellos, poco o mucho hablan morisco. Y dado
caso que a todos los de Barbaría naturales llamamos general-
mente moros, no es, pero una misma la lengua de todos, ni el
modo de hablar de una manera; bien es verdad que desde
Suz, que es la última parte de Barbaría para Poniente, hasta
dentro de Arabia, conforman todas las generaciones y pue-
blos de moros en muchos vocablos y manera de hablar; pero
como los alarbes de Arabia (que conquistaron todas estas
tan grandes provincias), con la comunicación y mezcla de tan-
tas naciones conquistadas, corrompieron su propia lengua, en
tanto que la lengua de los alarbes, de que hoy día se usa en
Barbaría, no es arábiga propiamente; ansí también los natu-
rales africanos, habitadores de aquellas tierras, como anti-
guamente, según la costumbre y uso general de todo el mun-
do. Cada provincia tenía su particular idioma y distinta pro-
nunciación; después de corrompidas sus lenguas, con la len-
gua de los alarbes, no les quedó a todos una, mas muy dife-
rente en idioma y pronunciación, y tanto que muchos no se
entienden unos a otros, como de la mesma manera que un
puro español no entiende a un puro italiano y a un franceses, y
tanto que, a 4 leguas de Argel, los que son cabayles hablan
muy diferente de los alarbes y baldis y los alarbes de los bal-
dis y cabayles, y lo mismo los baldis de los demás. La tercera
lengua que en Argel se usa es la que los moros y turcos lla-
man franca o hablar franco, llamando ansí a la lengua y modo
de hablar cristiano, no porque ellos hablen toda la lengua y
manera de hablar de cristiano "o porque este hablar (aquéllos
- 116 -

ílaman franco) sea de alguna particular nación cristiana que


lo use, mas porque mediante este modo de hablar, que está
entre ellos en uso, se entienden con los cristianos, siendo
todo él una mezcla de varias lenguas cristianas y de vocablos,
que por la mayor parte son Italianos y Españoles y algunos Por-
tugueses de poco acá, después que de Tetuán y Fez truxeron
a Argel grandísimo número de portugueses, que se perdieron
en la batalla del Rey de Portugal, Don Sebastián. Y juntando
a esta confusión y mezcla de tan diversos vocablos y maneras
de hablar, de diversos reinos, provincias y naciones cristia-
nas, la mala pronunciación de los moros y turcos, y no saben
ellos variar los modos, tiempos y casos, como los cristianos
(cuyos son propios), aquellos vocablos y modos de hablar vie-
ne a ser el hablar franco de Argel, casi una jerigonza o, a lo
menos, un hablar de negro bo^al traído a España de nuevo.
Este hablar franco es tan general, que no hay cosa do no se
use, y porque tampoco no hay ninguna do no tengan cristiano
y cristianos, muchas que no hay turco ni moro grande ni pe-
queño, hombre o mujer, hasta los niños, que poco o mucho y
los más dellos muy bien no le hablan, y por él no entiendan
los cristianos los cuales se acomodan al momento a aquel ha-
blar; dejemos aparte que hay muy muchos turcos y moros que
han estado captivos en España, Italia y Francia, y, por otra
parte, una multitud infinita de renegados de aquellas y otras
provincias y otra gran copia de judíos que han estado acá, que
hablan español, italiano y francés muy lindamente, y aun to-
dos los hijos de renegados y renegadas, que en la teta de-
prendieron el hablar natural cristianesco de sus padres y ma-
dres, le hablan tan bien como si en España o Italia fueran na-
cidos. Y lo que es de las lenguas cristianescas, es también de
las monedas de la cristiandad, porque los escudos de Italia,
Francia y particularmente de España corren todos, y lo mes-
mo es de los moticales de Fez y de los zequines de Turquía;
pero la moneda forastera que más precian y con que más
huelgan y de que sacan más provecho son reales de España
de a cuatro y de a ocho, porque los envían y llevan hasta
Turquía y al gran Cairo, y de allí pasan adelante, a la gran
India Oriental, y aun hasta el Catayo, China y Tartaria,
siempre ganando en ellos el que los lleva, y ansí ninguna
mercadería, ni cosa más preciosa, ni de más valor se puede
llevar a Argel, Barbaría o Turquía que los reales de España.
Cuanto a la moneda particular de Argel, es de tres materia-
les: de bronce, plata y oro; de bronce hacen la moneda más
baja y más menuda, a que llaman burba, la cual es redonda
y del tamaño de una blanca o centil de Portugal, al doble más
gruesa y más pesada; 6 burbas hacen un áspero. Esta moneda
se labra solamente en Argel, después de la burba es luego el
áspero; este es de plata, tamaño como la cuarta parte de una
blanca o poco más y de figura cuadrada, y 10 hacen un real
de España, aunque otras veces, según falta la moneda de los
reales, que son tan preciados y tan buscados de todos, 11 y 12
hacen un real. Estos ásperos se labran en Argel y no en otra
parte alguna; después del áspero, hay rubias, que es una
moneda de oro con mucha liga de cobre, que le hace ser muy
bajo, y vale 25 ásperos; es de figura redonda y de la grande-
za de un bien pequeño real sencillo de España; después de la
rubia, hay media diana, que es también de oro y de la misma
liga que la rubia, la cual vale y pesa dos rubias y vale 50 as-
peros, que es una dobla; es redonda y como un real español
en grandeza, pero no tan gruesa; hay también ziana, de la
misma liga y compostura que media ziana, mas mucho mayor
en peso, anchura, largura y grosura, y vale 100 ásperos, que
son dos doblas. Estas suertes de monedas, rubia, media diana
y ziana, se labran solamente fen Tremecén y se acuñan con
118

ciertas letras moriscas, que dicen el nombre del Rey que man-
dó batir aquella moneda, y de allí se reparten y corren por
todas sus provincias, hasta Biscari y Lazahara, tierra cerca
de los negros, y para Levante hasta Túnez, y también corren
en los reinos del Cuco y del Labes, do vale toda esta mone-
da. Hay también soltanías de oro fino, que valen cada una
140 ásperos, y éstas se labran en Argel solamente; el escudo
de España ordinariamente valía 125 ásperos, y Jafer Bajá, Rey
de Argel, año 1580, los subió a 130 ásperos, y cuando alguno
los compra a mercaderes y otros, valen más, según la cares-
tía y la cantidad de la moneda; lo mismo valen los escudos de
Francia del sol y los de Italia, aunque más se huelgan con los
de España y corren mejor. El zequín o saltanía de Constanti-
nopla vale 150 ásperos y el motical de Fez 175; mas Jafer
Bajá, año 1580, subió el zequín o saltanía a 175 ásperos y el
moti-al a 225, y la causa desto fué haber poca desta moneda;
en conclusión: toda la moneda de reales, escudos, soltanías y
moticales tienen su precio incierto, porque ordinariamente se
baja y se acrecienta, como los reyes de Argel quieren, o la
necesidad, falta o abundancia de dinero lo pide y requiere.

CAPÍTULO X X X

De la usanza que tienen y ceremonias que usan en el


casar.

Dado el caso que muchos, ansí turcos como renegados y


moros, se contentan con una mujer, otros muchos, y los más
(a la usanza general y conforme a la libertad de la carne que
Mahoma les concede), tienen 2, 3, 4 y más mujeres: bien es
— 119 ~

verdad que algunos morabutos son de opinión que no ha de


pasar el número de 4, y otros dicen que de 7, y que esta
multitud de mujeres son como muros a do se encierran todos
los deseos carnales para no pasar adelante a pecar con otras
mujeres. Cásanse indiferentemente todos los turcos, renega-
dos y moros, o con algunas turcas venidas de Constantinopla
(mas son muy pocas y raras) o con moras de la tierra, natu-
rales, o con renegadas, o con hijas de judíos como se vuel-
van moras, de manera (como sea a su gusto o provecho)
ningún caso hace cada uno (por muy principal que sea) de
linaje de la mujer, o de alguna nobleza que tenga: tampoco se
tiene respeto a parentesco como no sea hermana. Han per-
suadido sus letrados y morabutos que en la mesma cuenta y
grado de la hermana se ha de tener aquella con quien uno
mamó una leche; pero dicen que si uno dellos cuando mamaba
comía pan o alguno otro mantenimiento, que en tal caso no son
hermanos, ni es pecado casarse porque no son la mesma san-
gre, pues no criaron de un mesmo mantenimiento. Ordinaria
mente huelgan más de casarse con renegadas: y la causa es
porque éstas son todas más perfectas y diligentes en el ser-
vicio de los maridos y gobierno de sus casas, y de más curio-
sidad que las moras y turcas; y si él la compra cristiana y la
hace volver mora y renegar, es siempre esclava suya, si no la
hace carta de franqueza, y ella, por tanto, le es más obedien-
te, y se hace más a su modo, porque no la venda, como pue-
de hacer, salvo si ha habido hijos en ella algunos. También se
aprovechan de sus esclavas cristianas, lo cual no les es pro-
hibido, y si acaso en ellas tienen hijos, tampoco las pueden ven-
der. Tienen dos cosas en el modo de casarse, muy al contrario
de lo que se usa en la cristiandad. La una, que ninguno casa con
mora o renegada, o su hija, sino a contento de otro y sin ver-
la, porque todos sus casamientos tratan por medio de otros, y
12Ú

particularmente de alcahuetes que andan de casa en casa a


mirar las hijas del uno y del otro, y conforme a la relación
que uno destos tales da se resuelven en tomarla. Lo segundo^
que como las mujeres cristianas y de otras muchas naciones
del mundo traen la dote al marido cuando casan, para ayuda
de llevar la carga y pesadumbre del matrimonio, ellos, al con-
trario, son los que dotan las mujeres antes que casen, y, en
efecto, las compran; bien es verdad que si el padre o madre
de la novia son muertos, o mueren después de casada, ella
trae para casa la hacienda que le cabe, y viven ambos en
común della, pero no puede el marido venderla o alienarla,
mas es obligado a conservarla siempre en el mismo ser y
cantidad. La dote que prometen a las mujeres, acuerda el no-
vio con el padre de la novia, si le tiene, y si no con los pa-
rientes della más cercanos, y de todo se hace acto de justi-
cia, delante el cadí, juez de ¡a ciudad. Hecho esto y acordado,
luego el novio envía a la novia un presente de cosas de co-
mer, como buñuelos, a que llaman asfinges, y otras cosas de
miel, y los más ricos envían una cesta o dos llenas de aceites,
como blanquete, colorado, alheña y otras confecciones y com-
posturas que usan, en señal de que la tiene escogida y acep-
tada por suya. Y antes, cuatro, o cinco, o seis días o más,
(como quieren) que entreguen la novia al marido, y hagan las
bodas, suelen las parientas y amigas de la novia hacer en
casa della grandes bailes y fiestas, convidando todas las pa-
rientas y amigas, conocidas y vecinas, y las que son muy
principales en la ciudad; y hacen los bailes al son de sonajas y
panderos que tocan moras, que no viven de otra cosa, las
cuales son pagadas de lo que ofrecen todas las que allí se jun-
tan, porque es costumbre que la que sale a danzar, en acaban-
do su baile, va por todas demandando con la mano dineros, y
lo que le dan, luego ella lo da a las moras que están tañendo,
- 121 -

y desta suerte se junta buena cantidad de moneda, porque se


llegan en estas fiestas muchas, y bailan la mayor parte del
día y de la noche, y todas ofrecen, no una vez, mas muchas.
Y de la misma manera, todos estos días y otros muchos más
de antes gastan en lavar, fregar, llevar al baño, jabonar,
afeitar, pintar la novia, de modo que por fea que ella sea la
hacen parecer algo. Lo cual todo hacen ciertas moras, que no
viven de otra cosa sino desto. Llegado el día que la han de
entregar al marido, hacen a la noche muy grande comida, el
novio en su casa a los parientes y amigos, y los padres o pa-
rientes de la novia en la suya a los suyos, apartando los hom-
bres de las mujeres, en diversas partes y aposentos de la
casa, de manera que no se puedan ver ni mirar unos a otros.
Acabado esto y que de nuevo han otra vez compuesto la no-
via con muchas joyas, aljófar, y pintada toda de blanco y rojo
la cara, los brazos, hasta los codos, de negro, que no parece
menos que una máscara, luego los hombres salen a la calle
primero que las mujeres, a do otros están aguardando, y se
ponen en ordenanza como procesión de dos hileras. Los hom-
bres todos van delante y llevan en medio dos o tres moros
que van tocando un atabal o tamboril, y sus gaitas, y en la
retaguardia se ponen todas las mujeres, con sus mantos tapa-
das todas las caras, y en lo último llevan a la novia muy cu-
bierta y tapada, con esta orden (llevan todos, hombres y mu-
jeres velas blancas encendidas en las manos); pasean a la no-
via por las calles de la ciudad, y mientras que con la novia
dan esta vuelta, el novio queda en casa con la demás gente;
y antes que la procesión y la novia vuelvan, él se encierra en
el aposento que está aparejado (lo mejor que pueden) para
ambos, y se sienta sobre las almohadas que allí están, porque
no usan otras sillas. Venida la novia y licenciada la gente
que la acompaña, las mujeres parientas y más amigas se que-
— m -
dan y la llevan a un aposento, y quitándole el manto le rega-
zan los brazos hasta los codos, que están como dijimos, todos
pintados y teñidos de negro, y haciéndole poner las manos,
ambas, en las dos ijadas o costados (como decimos en alas)
la echan sobre la cara un velo blanco muy delgado y sutil, y
con los panderos y sonajas delante (quedan tañendo las moras),
llegando con ella a la puerta del aposento, donde el novio
está, el cual luego la viene a recibir ala puerta, y tomándola
por las manos y cerrando la puerta, la lleva a sentar en las
almohadas do el primero estaba. En esta entrada o entrega
de la novia a su esposo, tienen por usanza que cada uno de
los dos procura, cual primero, poner su pie sobre el pie del
otro, porque dicen que el que esto hiciere será el gallo de
casa, dominará y mandará siempre al otro. Sentada la novia,
le quita el marido el velo que lleva sobre la cara, y entonces
se ven los dos, que nunca antes en toda su vida se habían
visto, y por más que el esposo le hable no le responde la no-
via palabra si primero no le da algún don, como algún anillo
o cercillos, o manillas, o monedas de oro. Consumado el ma-
trimonio, luego allí es costumbre que el novio toma los cal-
zones de la esposa (porque todas los traen de lienzo) y
abriendo la puerta de la cámara en que le encerraron con ella,
los arroja a las mujeres que están de fuera del aposento
aguardando para esto, o los entrega en las manos de su sue-
gra, o de otra parienta más cercana de su mujer, que suele
siempre allí estar, y de todas son recibidos con grande fiesta,
voces y aullidos, y con sonar de los panderos y sonajas; y la
madre o parienta de la novia, por testimonio de la bondad y
honestidad con que hasta allí viviera la novia, los va mos-
trando a todas. Otro día de mañana hacen en casa muy gran
suma de buñuelos, y dellos envían presentes por todas las
casas de los parientes y amigos. El novio, luego de mañana
— 123 —

va al baño, do se lava todo el cuerpo, como suelen hacer to-


dos los que conocen mujer cuantas veces lo hicieren, pero la
novia todos aquellos siete días continuos no se va a lavar al
baño, porque dicen sus letrados que en todos ellos está en
paraíso y sin pecado, mas que pasados aquellos días queda
obligada al lavatorio; y no dan razón por qué lo uno es más
pecado que lo otro, o menos lícito. Todas estas cerimonias
de hacer bailes, convites y pasear a la novia, excusan
ellos cuando se casan con alguna cristiana que compran y se
hace renegada, y tampoco la dotan, si no es que la hagan fran-
ca, porque en tal caso es obligado hacer delante el cadí o
justicia de la tierra carta o escritura dello, y declarar en ella
la cantidad de la dote que promete y se obliga a le dar; por-
que después, dejándola, obligado es darle y pagarle primero
la dote, como cuando deja otras mujeres moras de que ade-
lante diremos. Los que son casados con muchas mujeres, sue-
len algunos tenerlas en diversos pueblos, como una en Ma-
drid, otra en Toledo, otra en Alcalá, otra en Salamanca, otra
en Lisboa; pero son obligados proveer a todas, y por eso
dicen los morabutos que es gran pecado casar uno con más
de cuantas puede sustentar; pero otros infinitos las tienen
todas en una casa, aunque en diferentes aposentos, y tienen
obligación de dormir con todas, repartiéndose por días o se-
manas, o meses, y so pena de gravísimo pecado, son obliga-
dos todos (si no están enfermos o tiene alguna legítima excu-
sa) dormir con alguna dellas la noche del jueves, a que lla-
man chamis, que quiere tanto decir como vigilia del chuma,
o viernes que es su fiesta. Y los que en tal noche son engen-
drados son Xarifes y como consagrados o parientes de Maho-
ma. De manera que ansí como ninguno, so pena de ser que-
mado vivo, puede hacer una mínima descortesía a los que
descienden de la sangre de Mahonia y son sus naturales pa-
— 124 —

rientes (a que propiamente llaman Xarifes), ansí a estos tales


engendrados en vigilia del viernes, si alguno los maltratase,
incurriría en la misma pena, porque, como dije, son reputados
por parientes de Mahoma, y por Xarifes; y como este uso
de tener tautas mujeres está tan introducido, compórtanse
unas a otras como pueden en una casa porque los maridos no
las dejen; pero, con todo, no se quieren comúnmente bien, ni
se aman, ni comen juntas, antes se guardan unas de otras,
temiendo no se den tósigo; y siempre entre ellas hay odios,
envidias y celos, y lo mismo en los hijos dellas, que nunca de
veras se aman. Evidentísimo argumento de que la multitud
de las mujeres es contra razón natural, y muy contraria al
intento del matrimonio y a uno de los fines para que Dios le
ordenó, que es el amor, paz y concordia entre los casados y
los hijos. Los maridos también son en extremo dellas celosos,
y no consienten sean vistas aun de los hermanos propios su-
yos carnales, y por eso no usan ventanas para la calle: ni
entrará un moro o turco o renegado en una casa, que primero
no den los de casa voces diciendo, guarda, guarda, hacer ca-
mino, hacer camino, y ellas al momento corren a esconderse
en sus aposentos, como los conejos a sus madrigueras cuando
sienten el azor. Y aun demás desto, usan los turcos y demás
autoridad, guardarlas continuamente con negros capados, a
que llaman agas, y éstós solos entran a donde ellas están, y
les dan los recados y repuestas; pero de los cristianos escla-
vos o no esclavos no se guardan que no sean vistas, sino las
que son muy principales y mujeres de grandes hombres y al-
caydes, las cuales hacen esto por gravedad y reputación de
estado.
i2á

CAPÍTULO X X X I

De las cerimonias que usan en el parto y en la crianza


de sus hijos.

A l tiempo que alguna está de parto es muy visitada de las


parientas y amigas, que la animan, esfuerzan y sirven con no-
table diligencia; invocan en tal tiempo y trabajo a muchos de
sus morabutos, que tienen por santos, y les hacen votos, y
son infinitos los sahumerios de que usan en tal tiempo, que no
sé adonde hallan tantas invenciones, y si todo esto no basta
para parir, toman una sábana y llaman a los mochachos de la
escuela, los cuales toman cada uno la sábana por su cabo y la
llevan bien tendida, y poniendo en medio della un huevo de
gallina, van por todas las calles, cantando ciertas oraciones,
respondiendo unos a otros, como a coros, lo cual como oyen
las turcas y moras, al momento, movidas de piedad, corren a
las puertas con jarros de agua, que echan sobre el huevo de
golpe, creyendo que en rompiendo el huevo con esta agua
luego parirá la mujer. Parido que ha, si es varón aullan a
grandes voces todas las mujeres, y cuantos con ellas se ha-
llan, dos o tres veces, y si es hembra solamente una vez. En
los partos de las primerizas, luego el otro día del parto, a la
noche hacen grandes bailes con sus panderos y sonajas y con-
vidan a los parientes y amigos; la comida es de buñuelos,
carne, arroz, cuzcuzus y de otros manjares que usan, y los
parientes que son ricos envían a la parida carneros y asfin-
ges y algunas melcochas, dándole el parabién de su parto, y
no son visitadas sino solamente de mujeres, sus parientas y
amigas. Cumplidos los siete días del parto, convidan a una
comida las parientas y amigas, y acabada, llevan todas la pa-
- 126 -

rida al baño y con ella la criatura (si es hembra), con gran


fiesta de sonajas y panderos, que van tañendo delante, y la
criatura va, muy ricamente vestida, en brazos de alguna es-
clava negra o cristiana, o de algún cristiano, que va en medio
de la procesión; y acabado de lavarse ella y la criatura, vuel-
ven a casa, do hacen otra fiesta de comida, panderos, sona-
jas y bailes, y si en la misma casa hubiere otra parida, no se
han de ver la una a la otra por espacio de cuarenta días. El
criar de sus hijos es con mucho regalo, no usan en todo el pri-
mer año, y aún más, darle a comer otra cosa más que la leche
de la teta; ofrécenlos muy a menudo a algunos morabutos,
tanto de los muertos (llevándolos a sus sepulturas) cuanto de
los vivos, a cuyas ermitas y casas los. llevan, y por devoción,
suelen enterrar algunas a los hijos en la arena, junto a la mar,
hasta el cuello, y dejánlos ansí estar una hora y más, per-
suadiéndose que el que escapa y vive será de larga vida y
sano, y que todo le sucederá prósperamente. Echanles al cue-
llo muchos escritos o nóminas, que los mesmos morabutos les
dan, en que están figurados muchos caracteres y letras ará-
bigas o turquescas, y de otras maneras, y nombres incógnitos
de demonios, y algunos con algunas palabras del Alcorán.
Pénenles también y cue gan infinitas bujerías, y dijes o ju-
guetes, como una espalda de erizo, una cabeza de camaleón,
unos huesos de tortuga, uñas de león, un poco del cuero de
la frente del mesmo león, algún colmillo de puerco, que tie-
nen por reliquia más principal para los niños, y por eso co-
múnmente le engastan en oro o en plata, picos de águila,
unos pocos de eslabones de cota o sayo de malla, bucios pe-
queñitos de la mar, una tableta o plancha de plata o de hierro,
y en ella escritas algunas palabras del Alcorán, una mano he-
cha con cinco dedos de plata o de otro metal, y otras muchas
cosas sin número en que tienen devoción y agüero, y a las
— 127 —

veces, un solo niño anda cargado de todo cuanto dijimos; y


más huelgan de dar los hijos a criar a algunas esclavas suyas
cristianas que tengan leche, y con todo hacen a tales amas
poco regalo. Bien es verdad que algunos, aunque pocos, sue-
len a las tales cristianas prometer al principio que darán, al
cabo de algunos años que han criado el mochacho o mocha-
cha, libertad. Siendo la criatura ya criada, ningún cuidado
tienen de mostrarle buenas costumbres y crianza, ni irle a la
mano, castigar o reprender; como si no fuesen más que pa-
dres de un animal, le dejan seguir sus malas o buenas incli-
naciones, y siendo de edad de nueve o diez años, algunos po-
nen los hijos a la escuela, a aprender a leer y escribir mo-
risco o turquesco, y algunos (mas son pocos) a uno y a otro.
Y de la mesma manera muestran las madres a las hijas a coser
y labrar, si lo saben hacer (que son pocas), o las envían a
casa de maestras costureras de mochachas, mas esto hacen las
que son pobres. El tiempo para circuncidar los hijos no es
cierto y determinado, porque unos lo hacen siendo chiquitos
y otros a los doce y catorce años, y la manera de circunci-
darlos es como dijimos hablando de los renegados cuando los
circuncidan; a esta ceremonia sólo los varones están obliga-
dos, aunque en el gran Cairo y otras partes suelen también Leó'tf^part s!
circuncidar a las hembras, cortándoles de sus miembros cier- discriPt-Afri*
ese,

ta carne superfina, y para esto hay mujeres que ganan la vida


con este arte; pero en Argel (de cuyas costumbres solamente
hablamos y de lo que usan sus moradores) no se hace; mas
cuando la hija es ya grande y para casar, la lavan muy bien,
y rapados los cabellos del cogote y cercenados un poco los de
delante del copete, le hacen hacer el sala (como de las rene-
gadas dijimos) en un aposento, aunque tampoco no van las
mujeres a las mezquitas a orar, porque dicen sus morabutos
que es hareme, esto es, intredichb o excomunión hacerlo, por
128

cuanto por su vista hacer las mujeres pecar a los hombres, y


lo mismo harían si en las mezquitas fuesen vistas. Siendo los
hijos ya grandes, sigue cada uno la vida que más le agrada,
aunque ordinariamente el hijo de cosario, es cosario; el de
mercader, mercader; el de genízaro, genízaro; y soldado, y
el de mecánico, mecánico; y todos en general, como son de
catorce años, y aun antes son contaminados de todo género
de vicios, especialmente de la crápula, continuo comer y be-
ber vino y aguardiente, y de toda suerte de lujuria y sodo-
mía. Y porque de todos hablamos. Los judíos no se casan sino
con judías, y algunos hay que tienen dos mujeres y tres; no
dan los maridos dote a las mujeres, o las compran como los
moros y turcos, mas cada una va a casa del marido dotada de
sus padres o parientes. También se usa afeitar y componer
grandemente las novias judías, aunque no se pintan de negro
los brazos, como las moras y renegadas, mas con mucho co-
lor y blanquete, y con mucho aljófar, anillos, cercillos y mani-
llas de oro. Hacen también el día de la boda su fiesta pública,
sentándose en un patio, que aderezan muy bien de paños de
seda (o como pueden), la novia, ricamente aderezada, sobre
un cadalso con mallas, y júntanse todas las judías a bailar,
cantar y tañer, y pueden entrar todos los que quisieren, mo-
ros, turcos y cristianos, a mirar la fiesta, lo que no permiten
las moras, turcas o renegadas en tales fiestas y otras, sino
solamente a los cristianos, de los cuales no se guardan ni cu-
bren, como dijimos antes; pero en estos ayuntamientos y bai-
les, estando la novia y judías tan ricamente vestidas y ador-
nadas con oro, joyas y perlas, suelen los judíos (porque no
entren a robarlas algunos turcos o moros, y principalmente
genízaros) alquilar dos o tres genízaros que el aga les seña-
la, los cuales guardan la entrada de la puerta, pagándoles
muy bien su trabajo. Y como esta nación fué siempre, y es hoy
- 129 -

día, la más aficionada a sus hijos de cuantas hay ni hubo en


el mundo, es también increíble el regalo y cuidado con que
los crían, y como pueden caminar luego; el padre lleva (el
sábado y fiestas) al hijuelo por la mano a la sinagoga, y luego
le hace deprender a leer y escribir en hebraico, y algunos
también morisco, y como ellos son criados, ningún padre los
osa castigar o henojar, porque al momento muchos dellos, por
esta causa se hacen moros, a pesar de sus padres, que no se lo
pueden estorbar; y de la misma manera muchos dellos sien-
do mozos son muy viciosos, dándose al juego y a la borrache-
ría, y particularmente toman algunos amistad con algunos
turcos o renegados, a que sirven de garzones, y se aficionan
luego a los vicios de los tales.

CAPITULO XXXII

Del hábito y modo de vestir y galas de las moras, turcas


y renegadas de Argel.

El hábito de las mujeres de Argel no es todo de una mane-


ra, porque las moras (no hablando de las cabailes y alarbes,
de que ya antes dijimos cuando de ios maridos tratamos) sue-
len primeramente vestir camisas muy blancas, muy delgadas,
de lienzo, sin manera alguna de collar, como usan en toda
suerte de vestido, que todo es muy degollado, y tan largas
que les llegan a los pies, y tan anchas como dos camisas de
hombre, y sobre estas camisas traen una de tres cosas: o una
camisa muy grande, ancha, fina y muy blanca, como dijimos
antes que traían sus maridos los baldis o ciudadanos a que
llaman dorat, o adorat, o una malaxa, que es a manera de una
9
- Í30 -

sábana, salvo que la sábana es cuadrada y la malaxa es de


tres codos o de tres y medio en ancho, y de largo ocho o nueve,
la cual revuelven sobre el cuerpo encima de la camisa; o (lo
que muchas usan) traen sobre la camisa de tela otra de seda, de
cendal o tafetán muy delgado, de algún color, que les llega
hasta los pies, y si hace gran frío traen debajo un sayo de paño
o de colchas, como traen los maridos, a que llaman gonila y
otros goleyla, y las que son turcas y renegadas, sobre las ca-
misas (las cuales son largas hasta los pies y muy anchas y la-
bradas por el degolladero y bocamangas y abertura de pecho
de alguna seda de color) suelen vestir un sayo, largo hasta me-
dia pierna, el cual o es de algún paño fino de color, o de gra
na de Valencia, o de raso, terciopelo o damasco de colores; en
el cuello es muy degollado, de manera que queda muy abierto
hasta las tetas; en el pecho tiene este sayo algunos botones
de oro o de plata, grandes y bien labrados; llámanle, como las
moras, gonila. No suelen traer jubones de seda, holanda, lien-
zo o telillas; mas este sayo o gonila les sirve de uno y otro,
y también de saya y haldilla, y si sienten mucho frío (lo que
raro acaece, por ser Argel tierra templada), o se visten dos
destos sayos, o debajo del uno visten algún jaleco de paño,
que es casi como jubón; cíñense sobre este sayo de la manera
que los hombres, con cuzacas de velos o cendales de alguna
seda delgada y de colores. Y porque el dicho sayo o gonila
no llega con las mangas más que hasta los codos (como ya di-
jimos de los tafetanes y ropas de los turcos y moros), para
que también ellas se puedan lavar hasta los codos cuando lo
quiere la necesidad o las ceremonias o lavatorios de su Alco-
rán, como cuando hacen el sala. Suelen también, así como los
maridos, traer algunos manguitos de alguna seda, terciopelo
o raso, que les cubre desde el codo a la muñeca, y porque
estos manguitos son muy largos, cuanto todo el brazo, los
- 131 -

arrugan de manera que todos se recogen en aquel espado del


codo a la muñeca, y quedan con muchos pliegues y arrugados.
Algunas suelen por gala traer sobre esta gonila o sobre la
camisa sola, cuando verano (por no vestir de paño o ropa de
seda pesada), otra camisa, muy grande y ancha y muy blan-
ca, de tela o seda de algún color, como dijimos que usan las que
no son moras, como tomando placer de vestirse algunas veces
a la morisca. Suelen todas (ansí moras, como turcas y renega-
das) traer sobre la cabeza: primeramente, una como escofia
en que cogen los cabellos, a que llaman en morisco lartia o el
beniga, la cual, o es de tela y labrada en la delantera de seda
de algún color, o de seda delgada verde, o amarilla o colorada,
sobre la cual, y en torno a la cabeza, traen una de tres cosas:
o un trenzado turquesco de fina tela, muy delgada (como to-
quilla, ancho como cuatro dedos y más y largo como ocho o
diez palmos), en cuyos cabos o puntas tienen unos rapacejos
o franjas de oro, a que llaman saba o luycfali; y atando este
trenzado sobre y rededor de la cabeza, con un ñudo en el co-
gote, cuelgan estas puntas hasta abajo la cintura; o traen
otro trenzado morisco, de una tela de seda delgada y muy su-
t i l , como un cendal de colores, el cual ligan (como el trenza-
do) en torno a la cabeza y las puntas dél les cuelgan por las
espaldas hasta la cintura, y llaman a este tocado chimbel.
También usan (principalmente las más ricas) en las fiestas y
bodas poner soure la cabeza una barreta redonda de brocado
o labrada muy ricamente de oro sobre raso o damasco, y muy
tiesa conaforros que le ponen porde dentro,aque llamanxixia,
la cual muchas componen, con mucho aljófar y pedrería, lo
mejor que ellas pueden. Suelen todas, sean moras, turcas o
renegadas, andar de ordinario por sus casas descalzas, bien
que algunas veces ponen en los pies unas chinelas de cuero
doradas, abiertas por delante y con algunos flecos o borlas de
- 132 ^

Seda, y no muy altas, y en todo muy galanas y bien labradas.


Otras, que son más pobres, calzan algunos zapatos turques-
cos, muy bien hechos, de colores, y algunas (las moras prin-
cipalmente) traen unas servillas a la morisca, de cuero de al-
gún color, muy pulidas, a que llaman xerecuilla. Usan todas,
en general, rapar a navaja todo cuanto hay por derredor del
cuello y del cogote, a donde la albanega no puede llegar, y
cercenar alguna parte de los cabellos de la frente, de manera
que a un lado y a otro les cuelgan unos copeticos cercenados
y muy bien peinados, que vienen a caer sobre las sienes, y
llaman estos copetes sualfes. Y como en tierra de cristianos
se precian tanto las mujeres de curar los cabellos y hacerlos
rubios y dorados, usan todas ellas, al contrario, moras, tur-
cas y renegadas, hacerlos negros cuanto pueden, para lo cual
usan ciertas conficiones y principalmente ciertos aceites, que
los mercaderes de Valencia suelen llevar, de buen olor. El
modo de sus afeites es diferente del que usan las cristianas,
porque se ponen infinito blanquete y de rojete mucho más,
y con cierta confección que hacen de materiales muy negra,
suelen pintar en los carrillos, barba y frente algunas señales,
como herretes, clavos, rosetas, y las cejas las hacen muy en-
arcadas, de manera que toman hasta los copetes que cuelgan
sobre las sienes, y ultra desto se precian mucho de traer las
palmas de las manos y uñas negras, y los pies hasta el pecho
dellos, que quien de lejos las mira parece que llevan chinelas
negras calzadas, y aun hasta los codos suelen hacer negro el
brazo, como dijimos que suelen hacer a las novias, y reputan
todas esto a gran gala y gentileza, y, realmente, con esto las
que son hermosas se vuelven harto feas y las feas, en grande
manera, feísimas. Su principal gala y ornamento es traer mu-
cha cantidad de perlas y de aljófar en collares de la garganta
y en pendientes o en zarcillos de orejas, los cuales traen mu-
— 133 -

chas tan grandes que casi les llegan a los hombros, y tan pe-
sados que estiran las orejas abajo, porque pesan como una
libra y más; usan también arracadas, zarcillos de oro (al modo
de las cristianas, como no sean de figuras) y muchos anillos
en los dedos, y en los brazos manillas de plata y de fino oro;
pero comúnmente son las manillas de oro bajo con liga, que
es aquel de que labran las zianas, moneda de la tierra de que
ya antes hablamos. Muchas traen cadenas de oro y en ellas
peras de ámbar, que les cuelgan a los pechos, y generalmen-
te todas son muy amigas de olores y de aguas estiladas de
azahar, de rosas y de otras cosas, que los mercaderes de Va-
lencia suelen llevar y muy bien vender. Muchas (principal-
mente las moras y turcas o hijas de renegadas) suelen traer
en las piernas, junto a los tobillos, unas como manillas de oro
o de plata bien labradas, sino que no son del todo redondas,
más la mitad solamente y la otra mitad cuadrada, altas y an-
chas como cuatro o cinco dedos, lo cual también usan mucho
las judías más hermosas y ricas, y cuando van fuera de casa
todas llevan zaragüelles de lienzo muy blancos y muy jabo-
nados, que les llegan a los tobillos, y sus zapatos de cuero
negro, de una suela, sin pantuflos o chinelas; y porque no
sean vistas cuando van fuera de casa, usan cubrir la cara con
un velo blanco delgado, que atan con un nudo en el cogote,
quedando los ojos y frente de fuera, y después se ponen unos
mantos blancos de lana fina, muy delgados, o de lana y seda
tejidos, los cuales procuran, con mucho jabón, sahumes de
azufre y otras cosas, hacer muy blancos, a que llaman alhuy-
que. Son estos mantos como los malaxas que antes dijimos o
como una pieza de paño, larga como treinta palmos y ancha
catorce y quince, y cuadrada, la cual de tal manera revuel-
ven sobre el cuerpo, que atando una punta en el pecho con
ciertas hebillas o alfileres grandes de plata dorada, vienen a
— 134 -

echar el cuerpo del manto sobre las espaldas y cabeza y a


coger el otro cabo o punta del debajo el brazo derecho, y que-
dan desta manera tan tapadas, que no les queda más que,
cuanto pueden un poco, mirar a manera de celada borgonona
de hombre armado; y desta manera van por las calles tan cu-
biertas, que aun los propios maridos no las pueden conocer,
si no fuere por el aire con que caminan o por la compañía que
llevan. Suelen las principales, cuando ansí salen, llevar con-
sigo esclavas, tanto negras (de que suelen tener muchas y se
venden a veinte, o a veinticinco o a treinta escudos cada una)
como blancas cristianas, de que también suele haber muchas;
el número de las que llevan no es cierto, porque cada una,
conforme a su calidad y riqueza, va acompañada. Algunas hay
que llevan ocho, diez, y otras seis, cuatro, dos; mas ordinaria-
mente no llevan más de una sola, hasta dos, las cuales o llevan
los mismos mantos (aunque no tan lindos como sus amas), o
un pedazo de sábana o de tela, con listas azules, en la cabeza,
que las cubre hasta la cintura. Van todas las esclavas descu-
biertas, si no es alguna que presume algo; las demás que no
tienen esclavas y muchas de las que las tienen, cuando les pa-
rece se van solas por la ciudad y abel placer. Las judías de la
misma manera visten, excepto que no traen zaragüelles ni
zapatos, mas solamente chinelas de cuero negro, ni van cu-
biertas con los mantos, ni tampoco llevan esclava alguna
cristiana consigo; las negras que son moras no pueden ser
esclavas de judías.
— 135 —

CAPÍTULO XXXIII

De los exercicios de las mujeres de Argel y sus alhajas


de casa.

Los exercicios en que se ocupan en sus casas son muy po-


cos, porque quitado el criar de sus hijos y de jabonar sus
camisas y alguna ropa una vez en la semana y hacer de co-
mer, amasar algún pan (si acaso no tienen esclava que esto
haga, que son muy pocas), todo su negocio es estar sentadas
o tendidas en sus esteras, o alombras, todo el día ociosas, sin
hacer algo, si no es comer y mascar de continuo; algunas hay
que hilan a ratos, mas luego se cansan; otras (cuando la nece-
sidad les fuerza y no tienen esclava que lo pueda o sepa ha-
cer) cosen alguna camisa o remiendan. Pocas son las que sa-
ben labrar de seda, si no es alguna renegada o morisca de Es-
paña, que en su tierra lo deprendió, y las hijas que de éstas
nacen, a quien sus madres se lo han enseñado; con todo, no
dexa de haber algunas públicas maestras de moras; pero es
muy poco y grosero lo que les enseñan, y ellas tienen menos
voluntad de deprenderlo, y menos las madres de apremiarlas
a ello, y por esta causa son tan preciadas las cristianas capti-
vas, especialmente las que labran de sus manos, y por esta
causa son muy pocas las alhajas que ellas tienen en sus casas,
como adelante diremos; y ordinariamente se les va el tiempo
en siete cosas: primeramente, en afeitarse y lavarse, y dado
caso que muchas tienen sus baños en casa, rarísimas son aqué-
llas (aunque sean muy principales) que no vayan dos o tres
días en la semana al baño público. Suelen ir después de me-
diodía, porque hasta allí van los hombres, y llevan todas, alo-
menos, una esclava con cesta o envoltorio de lienzo o seda,
en que llevan su camisa lavada y zaregueles para mudar su
- 136 -

tocado y algún jabón con que se frieguen, y de ordinario, una


poca de tierra de Fez (que es como un barro pardo casi negro,
y el más negro es mejor) muy untuosa, que casi parece jabón,
y es maravilloso para emblanquecer y ablandar las carnes; y
también llevan muchas alguna agua olorosa con que rucian la
cara y pechos, y tobajas para enjugarse; y cuando en casa se
lavan, usan agua caliente cocida con rosas, salvia, romero,
hojas de naranjo y otras semejantes cosas olorosas. Lo se-
gundo, ocúpanse en ir a casa de las amigas, y visítanse unas
a otras muy de continuo, y todo el día andarse por casas aje-
nas, porque nunca Ies faltan comadres y amigas a quien con-
vidan y de quien son convidadas, y en esto no hay poder los
maridos estorbarlo, como muchos querrían, por las grandes
maldades que con estas visitas suelen casi todas hacer, yen-
do y entrando do quieren; porque si se lo quitasen por el tal
caso, desharían luego el casamiento. Lo tercero, gastan no
pocos días en ir a los jardines a holgarse, en todo tiempo del
año, como no llueva, y particularmente en verano, cuando es
tiempo de fruta, y para esto suelen convidarse unas a otras
a sus días, y como son muy pocos los casados (que algo ten-
gan, aunque no sea mucho) que no tengan sus jardines, sue-
len ser estas salidas de sus mujeres a los jardines suyos, y
de otros que las convidan muy ordinarias, y después que
allá se juntan, todo es tañer, y bailar en corrillos, y comer
mucho cuzcuzu con manteca, asar y cocer mucha carne, y
sobre todo comer buñuelos o asfinges; pero procuran mucho
no sean allí vistas de los hombres, y ellos tampoco no se lle-
gan a verlas, y gastado todo el día desta manera, desde el
apuntar del sol, vuélvense a casa a la noche. Lo cuarto, en
visitar las hermitas y los sepulcros de los morabutos, a los cua-
les ofrecen y llevan sus hijos, como en romería, porque los
lunes visitan el sepulcro del morabuto Cid Jacob, que está en
— 137 —

una peña junto a la mar, fuera de la puerta de Babaluete, a la


fiumara. El de Cid Bornoz, renegado cordobés, que está en
lo alto de la montaña, que allí luego está en una hermita en
que vivió; y los jueves, los de Cid Butica, y Cid Abdalazis,
y Cid Alizuago, y Cid Abdilabes, que están fuera de la puer-
ta de Babazón. Y los viernes, los de Cid Abdarehaman y Cid
Juma, que están fuera de la puerta de Babaluete, ofreciendo
sobre sus sepulcros una de tres cosas: o candelas, o aceite
para las lámparas que allí arden, o dineros, lo cual todo es
para los ermitaños que guardan estos sepulcros. Usan tam-
bién poner sobre estas sepulturas algún pan, pasas y fruta, y
hecha su oración, dan parte de aquella comida a pobres que
suelen acudir allí en estos días, y lo demás se comen las ami-
gas y compañía allí, y después, allá afuera, en la campaña, se
sientan en conversación. El quinto, son muy devotas y conti-
nuas en visitar los sepulcros de sus difuntos, especialmente
todos los lunes de mañana y jueves a la tarde, y los viernes
de mañana, como adelante se dirá; y la que esto no hace, no
se tiene por buena mora. El sexto, ocúpanse mucho en hacer
hechicerías, de que son grandes maestras, y para esto llaman
otras a sus casas que lo saben hacer o van a consultar con
ellas y con los morabutos, que de ordinario no profesan otra
cosa; y ansí nunca cesan de echar suertes y hacer conjuros,
quitar dientes, moler huesos, desollar sabandijas, enylar ra-
nas, hacer fahumes, queman papeles, enclavar clavos, hacer
mixturas, llamar diablos, y esto, o para ser amadas, o para
tener alguna ventura, o para casar las hijas, o para saber lo
ausente, o devinar lo futuro, o curar llagas, o sanar enfer-
medades y otras cosas semejantes, y muchas dellas se pre-
cian, y hacen profesión de tener espíritu familiar, el cual
dicen que les entra en la cabeza, y revela lo que desean y lo
que otros les preguntan para saber; son tantas las que esta
- 138 -

profesión hacen, que es un número infinito, las cuales todas


hacen como un collegio o compañía y cofradía, en la cual
entran muchas de las más principales, y tienen esta costum-
bre: que primeramente se juntan unas en casas de otras o en
casa de alguna enferma, o de alguna otra que las hace lla-
mar con grande instancia y ruegos, para lo cual, dejados los
vestidos ordinarios, se visten otros que tienen para esto sólo
reservados, de seda o de paño, como cada una puede, muy
limpios, muy fahumados y olorosos, y juntas las que son con-
vidadas, les dan un sofía o comida, la cual acabada, echan
fuera del aposento a toda suerte de cristianos, porque afirman
que el Qinon no responde en alguna manera ni les entra en
la cabeza si alguna mujer o hombre cristiano las ve. Hecho
esto, hacen todas un corrillo, y elegida una entre todas, sale
aquélla a bailar al son de panderos y sonajas que tocan, y ha
de bailar corcovada, y rostituerta, mirando un poco hacia
arriba y con la mano izquierda a t r á s sobre la espalda, y des-
pués que desta manera baila un poco, cae en el suelo sin sen-
tido, espumando por la boca, revolviendo los ojos, torciendo
la cabeza y haciendo todos los ademanes y bascas que un en-
domoniado suele hacer, y entonces le preguntan lo que desean
saber. Responde la endomoniada con la habla contrahecha y
muy diferente de la propia, y después de algún espacio vueve
otra vez sobre sí y no sabe decir ni se acuerda de cómo cayó
amortecida en tierra, o lo que por la boca ha dicho y respon-
dido; cosa, sin duda, del demonio. Y si no basta esto, o no se
contentan con la respuesta de una sola, hacen salir al baile
otra, y dos y tres, como quieren, las cuales, bailando de la
misma manera, del mismo modo, entra en ellas el diablo, y
dan las mismas respuestas de lo que les piden o demandan,
y particularmente hay entre ellas algunas negras, ya viejas,
que (según me certificaron otras que se han hallado presentes)
— 139 —

dicen cosas admirables, y son en extremo grado entre todas


reverenciadas. Y no es esto sólo en las mujeres, pero también
hay su collegio de hombres, que tienen Qinon (aunque no se
juntan en bailes), principalmente morabutos, como en otra
parte más largamente diremos. Lo séptimo, ocúpanse en ir
muy de continuo a las bodas y fiestas que otras hacen, las
cuales son muchas y muy continuas todo el año. Y por esto
es usanza que, queriendo casar alguna y habiendo de hacer,
como es uso, ocho días antes continuos bailes y ayuntamientos
en sus casas de mujeres (como antes habernos dicho), van algu-
nos días antes la madre, hermanas y parientas de la novia, con
una gran caterva de mujeres, que pasan a veces de cincuenta
y sesenta, y entrando por las casas de la ciudad, convidan a
cuantas conocen y no conocen, para que las fiestas y bailes
sean de mayor concurso, porque tanto son más solenes y de
más honra, cuanto a sus casas y fiestas va más gente; y no se
contentan de estar todo el día ocupadas en estos bailes, mas
aún toda la noche, y el marido ha de estar toda ella aguardan-
do a la mujer que se vuelva para casa, Y ansí es, que suceden
cada día y cada hora cosas harto vergonzosas; por todo pasan
los maridos, y todo se calla y se disimula, y no hay que tra-
tar de mudar costumbre, porque es imposible. Las judías son
más cuidadosas y más endustriosas en las cosas de sus casas,
en saber coser, labrar, hilar, tejer, hacer hilo de toda suerte,
y de esto viven y se sustentan, no usan ir a los baños públi-
cos, ni las admitirán por ningún caso, y ansí, aunque en sus
casas se lavan ordinariamente, son sucísimas y hediondas, y
nunca pierden el cabrun. Desta general y tan gran pereza y
ociosidad de las moras y turcas de Argel, nace que las alhajas
de sus casas son pocas, porque no procuran con su trabajo y
diligencia aumentar la ropa y lo necesario de casa, como ha-
cen las cristianas, y ansí se ve que con tener casas muy gran-
— 140 —

des y muchos aposentos bien labrados, apenas tienen uno bien


compuesto y adornado; verdad es que es mucha parte para
esto ser los maridos mezquinos, apocados y en todo misera-
bles, que no gastan un real para ornamento de sus casas ni
para el tratamiento de sus personas, por mucho dinero que
tengan. Ordinariamentej en las casas más principales y de r i -
cos, todas sus alhajas y aderezos de casa son: un lecho, y no
de muchos colchones, porque, cuando mucho, tienen hasta dos,
y los más solamente uno, dos pares de sábanas, una o dos
frazadas, un par de cojines o cabezales, dos o tres camisas
por persona y otros tantos 9aragüelles, un par de tobajas para
limpiarse las manos, tres o cuatro pañizuelos, una alombra o
dos y otras tantas esteras, en las cuales se asientan, comen y
duermen; un par de turbantes para el marido y otro par de
tocados para la mujer, algún par de cortinas (cuando son per-
sonas muy ricas), hechas de piezas de tafetán de colores, con
que cubren las paredes del aposento en que viven y están
todo el tiempo; un par de cojines de alguna seda baxa para
asentarse los que presumen de ricos y principales, porque los
demás se asientan en la estera o alombra, y no suelen tener
en los lechos cortinas, y cuando mucho, al cabo del aposento,
atraviesan de una pared a la otra un par de palos alzados del
suelo como cinco o seis palmos, y sobre ellos ponen algunas
tablas y encima el colchón en que duermen, porque de or-
dinario suelen todos dormir en el suelo sobre las esteras o
alombras, y de la mesma manera, los más graves atraviesan
por delante la cama una sábana, que cuelga de unos corde-
les, para que no puedan de la familia ser vistos. Tampoco tie-
nen cajas, caxones, arcas y escritorios; una cajeta o arquilla
de cuatro o cinco palmos les basta para meter algún tocado la
mujer, y otra, poco mayor, para meter alguna ropa, a las cua-
les arquillas llaman sanduchas, y muchas, la ropa toda y ves-
— 141 —

tidos suelen colgar de una soga. Tampoco tienen bufetes o


mesas para comer, porque los más ricos comen en tierra, so-
bre un cuero de buey, que adoban o compran de los que traen
de Turquía, algunos de los cuales cueros son muy pintados
de labores y colores; otros comen sobre una tableta que del
suelo se al^a como un palmo, y los más, en las esteras y en el
suelo. De la misma manera, no usan manteles ni servilletas a
la tabla. Sobre el cuero, o tabla, o estera, en tierra, ponen su
comida, y rodean por delante de todos los que comen una o
dos toajas angostas, en que se limpian. Ningún modo de tapi-
cería, de paños o de guadamaciles usan, y si los roban en la
mar a los cristianos, al momento los venden a mercaderes
cristianos; tampoco usan vasos de plata ni de oro, porque,
demás de que lo tienen por pecado y su Alcorán lo prohibe,
no saben tener tanto primor; ni tampoco usan peltre ni esta-
ño en el servicio, mas todo es de vasos de barro, y los ricos
usan unos que de Turquía traen muy bien labrados, con varias
colores, muy galanos. Usan también vasos de cobre estaña-
dos, porque no se rompen y duren mucho, y desta misma
miseria usan en la comida (para que hasta en esto tengan sus
mujeres poco que hacer), que dado caso que saben hacer
muchas y diversas maneras de comidas y guisados a su modo
y sabor, raros son los que comen ave. La comida general y
ordinario de todos, grandes, ricos y pobres, es cuscuci, con
alguna fruta o alguna carne en adobo medio cocida, que con-
servan en tinajas entre el sebo y aceite, o una poca de carne
cocida con garbanzos y calabaza, o un poco de arroz o trigo
medio molido, con manteca, al que suelen llamar gorgu. De-
manera que por la mayor parte, el más triste zapatero o sas-
tre en la cristiandad se trata mejor que el moro y turco más
rico de Argel, y aún tiene su casa con más ropa, ornato y r i -
queza que ellos, si no son (como diximos) muy pocos.
- 142 -

CAPITULO XXXIV

Del año, meses, cuaresma, fiestas y pascuas que tos


turcos de Argel tienen y celebran.

Suelen comenzar su año del nacimiento de su Mahoma y


en el año del nacimiento de nuestro Señor Jesu-Christo, 1580.
Contaban ellos 988 años; de manera que contamos más que
ellos 592, y como repartimos el año por meses, ellos le repar-
ten por lunas, y de doce lunas hacen un año y , por tanto, su
año es de 355 días, siendo el nuestro de 366, y como por
esta cuenta viene su año a ser de once días menos que el
nuestro, viene este año presente suyo a acabar once días an-
tes de lo que acabó el pasado, y por la misma razón sus fies-
tas y días solemnes que corresponden a las lunas se anticipan
también once días cada un año; y, por consiguiente, por dis-
curso de tiempo vienen todos a caer y celebrarse en todos
los tiempos y meses del año; y desto dan sus morabutos una
graciosa razón, diciendo que quiso y ordenó esto el Alá para
que no se quejasen los meses y tiempos, celebrándose en
unos más que en otros estas fiestas, y que, por tanto, fuesen
más honrados unos que otros. Los meses se cuentan por esta
orden y con estos nombres en morisco: el primero Maharrán,
el segundo Safer, el tercero Arabealuel, cuarto Arabealaher,
quinto Jumel Luel, sexto Jumel Laher, séptimo Rejeppe, oc-
tavo Jabán, nono Ramadán, décimo Xahuel, onceno Delcada,
duodécimo Delacha.
Los días solemnes son: primeramente, su cuaresma, que es
de treinta días, a que llaman el Ramadán, los cuales ayunan
todos arreo y continuo: el año 1580 de nuestro Señor Jesu-
cristo comenzó a 11 del mes de octubre y acabó a los 9 de
- 143 -

noviembre. La causa por que hacen este ayuno es porque di-


cen que Mahoma ayunó otros tantos para hacer la ley. El
modo de ayunarla es éste: Por ningún caso comen ni beben
todo el día, so pena de ser quemados vivos si se hubiese de
executar con rigor; y en apareciendo la primera estrella se
ponen a comer, y pueden comer de todo manjar, carne o pes-
cado, como más quieren, y toda la noche, hasta que son dos
horas antes del día, que tocan unos atabales, y porque repar-
tan (si quieren) la noche en dos comidas, aunque algunos la
gastan a las veces toda en una. Suelen algunos moros por
devoción, siendo casi media noche, andar por la ciudad so-
nando ciertos atabales, con el son de los cuales son desperta-
dos y vuelven a su comida; y como son dos horas antes del día,
porque no pasen adelante con la comida vuelven otra vez a
tocarlos, con que son todos avisados y no come más ningu-
no; y entonces los que son más devotos, se lavan muy bien y
van a las mezquitas a hacer el sala y oír la prédica y sermón
que los morabutos a las veces suelen hacer, como antes ya di-
ximos. Yesta superstición de observar esta cuaresma tan gran-
de entre ellos, que ni las mujeres preñadas ni los enfermos son
libres desta obligación; pero los renegados y renegadas,
como de ordinario no son tan legítimos moros, por la mayor
parte dispensan consigo, y comen a placer y como y cuando
se les antoja; pero retirados, que no los vean. Algunos de los
moros, y principalmente los morabutos, son tan devotos que
aunque vayan camino o naveguen por la mar por ningún caso
quebrantan el ayuno; mas lo ordinario es no ser a él obligados
los que caminan o navegan por la mar. De la mesma manera
los que presumen de devotos ayuntan tres meses del año; es
a saber: el mes de Rejeppe, Jabam y Ramadán, y muy en su
seso dicen sus morabutos, y les persuaden, que el tal que es-
tos tres meses ai reo ayuna es cierto de ir al Paraíso y que
- 144 -

no se puede perder ni condenar, y que de más desto todas las


cosas le sucederán prósperamente, y quedan muchos burlados
desta manera y se quejan amargamente. Usan en esta cuares-
ma una cosa, que, siendo ya mediada, se juntan una noche
como treinta o cuarenta y más hombres, y son todos turccs o
renegados, y hacen con ciertos palos, que arman y atan, un
cuerpo como de camello, con su corcova, y puesta una cabeza
(que para esto tienen hecha) y una cubierta encima, que cu-
bre todo el madero y cuerpo, queda pareciendo un camello
natural, y llevando delante una gaita tañendo, van todos bai-
lando con sus máscaras, y llegando a las puertas de los más
ricos y principales, tanto tocan que los abren y les dan estre-
mas de dineros, como quiere cada uno: una dobla, dos o tres
y más, lo cual todo reparten después entre sí igualmente. Y
a los veintiséis días de la cuaresma, en la noche, hacen gran
fiesta de comidas y limosnas, que dan a pobres, y algunos
echan comida por todas las partes y rincones de la casa para
que vengan a comer los espíritus malos, diciendo que con
esto los aplacan; y a esta noche llaman laytecaba o axerim.
Esto es la noche del 27. A l último día desta cuaresma sucede
la pascua, a que llaman pascua pequeña, y en morisco la de
seguer. Suelen este día, por la mañana, salir todos fuera de
la puerta de Babaluete, y en un campo cerrado que allí está
se juntan, y puesto el chaciz o morabuto mayor delante y el
Rey a una parte, todos hacen el sala juntamente; el cual acá-
bado, suele el morabuto exhortarlos con alguna plática, así a
dar gracias a Dios como a la observancia de su ley, prome-
tiéndoles grandes bienes en este mundo y en el otro, y así se
vuelven todos a su casa. Después de comer, por todos los
ocho días o, alómenos, los tres siguientes, los mancebos y
otros cabalgan en caballos y se visten lo mejor que pueden, y
salen fuera de la puerta de Babaluete, y en la playa escara-
— i4á ~

mu^an con cañas y después corren sus carreras de dos etl


dos. La gente menuda júntase en corrillos ^ bailar y a danzar,
apartada una nación de la otra, como en Sevilla y Lisboa usan
los negros de Guinea, porque los cavayles están a una parte,
y los moros de la Zahara a otra, y los negros a la otra; y
también se juntan las negras y cada nación baila y toca sus
tabales o gaitas a la usanza de su tierra. Los alarbes no sue-
len hallarse en estos bailes, porque son en todo billísima gen-
te y para poco, ni tampoco los turcos o renegados hacen estos
bailes en público, porque presumen de tener más gravedad.
Luchan algunos turcos, unos con otros, pero sin maña ni arte
alguna; mas todo es fuerza, y no se tiene por derribado y
vencido alguno hasta que le revuelvan en el suelo con la cara
para arriba, que las espaldas estén en tierra y se asienten
encima dél. Otros turcos usan columpearse o mecer en cier-
tas horcas de tres palos muy altos y muy fixos y en unas so-
gas que cuelgan dellos muy largas, en las puntas de las cua-
les atan unas tablas, sobre las cuales se asienta el que se
quiere columpear o mecer. Otros hacen unos instrumentos re-
dondos de palo, como los tornos con que en cristiandad al^an
y dan cal y ladrillo y otras cosas necesarias a los que traba-
jan en alguna torre o pared alta, a que en español llaman po-
lea, o cabrilla, o árgana; y cabalgando uno en cada punta
de los palos que atraviesan aquel instrumento, ios hacen vol-
tear alrededor y de arriba abaxo, y acabado paga cada uno
un áspero para el que plantó estos palos y hizo este juego, y
con esto, sin más juegos ni fiestas, celebran su pascua. Fes-
tejan y regocijan algunos cristianos; por ganar algunas blan-
cas estos días (olvidándose de que no los lleva Dios a Argel
para fiestas y bailes, mas para lloros y lágrimas con que apla-
quen la ira de Dios) se visten con máscaras de diversos per-
sonajes, y hacen danpas a la usanza cristianesca, y hacen el

10
146

juego de tirar a la manzana o naranja con flechas, y el pri-


mero es a una paloma y el que pierde paga un áspero, y otros
juegan de los títeres y el juego de pasa pasa, con algunas
destrezas de manos, de lo que los moros y turcos huelgan
mucho y lo miran como abobados. Usan también antes del día
de pascua cuatro días, en la noche que diximos caba o axerín,
acender moros y turcos muchas lámparas en las mezquitas, y
van muchos a pie toda la noche visitando todas las mezquitas
por la ciudad, do entran y hacen su oración, como nos en el
Jueves Santo; pero las mujeres no hacen esto porque no pueden
entrar en la mezquitas. Y de la misma manera en todos los
baxeles que tienen en el puerto, sean de corsarios o de otros,
encienden muchas luminarias de candelas, y tienen todos para
sí que esta noche todas las aguas no corren, más que duer-
men y están quietas por espacio de media hora, y que aquel
que es también aventurado, que halla el agua dormiendo y
quieta sin correr, que alcanza de Dios todo lo que quiere. Y
tienen por cierto que por cuanto el Ochali, renegado cala-
brés, general de la mar del turco, halló la mar tercera vez
desta manera, que, por tanto, subió a la grandeza que tenía.
A dos lunas y diez días después desta pascua celebran otra, a
que llaman pascua grande, y en morisco laydequebir, la cual
solamente dura tres días, y de la misma manera y con los
mismos juegos la regocijan, lo cual dicen que hacen en me-
moria del sacrificio que hizo el patriarca Abraham; y cada ca-
beza de casa es obligada (pudiendo) matar aquel día un car-
nero, y otros que son ricos matan algunas veces tantos cuan-
tas personas hay en la familia. La manera con que matan o,
como ellos dicen, sacrifican estos carneros es ésta: que cuan-
do dos horas de sol, o poco más, vienen de hacer el sala en el
campo, fuera de la ciudad (do se juntan todos con el Rey,
como diximos que hacen en la otra pascua pequeña), y estando
— 147 -

ya aparejados los carneros en casa, cada cual toma el suyo, y


vuelto al Mediodía, primeramente lavan la cara y hocico del
carnero con agua y le sahuman con incienso o algún buen
olor, y luego le degüella él mismo con su mano, aunque sea el
mismo Rey, porque en esto ponen todo el mérito; y aquella
sangre las mujeres la coxen y guardan (alómenos, alguna della
y de la que sale primero), diciendo que es santa y bendita de
Dios y buena para mal de ojos, y algunos tienen por devoción
teñir la frente con esta misma sangre recién salida, y si les
preguntan cuándo bendecía Dios aquel carnero o cómo, res-
ponden muy en su seso que para cada carnero envía Dios un
ángel invisible que le bendiga cuando así le degüellan, y
también tienen que es necesario que el carnero tenga la oreja
tan grande que con ella pueda cubrir el ojo; de otra manera,
que no es para sacrificio, y por la misma razón que ha de ser
de más de un año y no menos. Hecha esta ceremonia y deso-
llado el carnero, luego le pintan así entero con azafrán y le
dexan estar colgado hasta el día tercero, y después, dando a
los pobres una parte no grande, se come en casa lo demás o
lo guardan salado y curado al sol, como una cosa bendita y
santa. Tres lunas y trece días después desta pascua celebran
otra tercera, que es en memoria del nacimiento de su Maho-
ma, y la llaman meulutu. No salen en esta pascua al campo a
hacer el sala en público, como en las otras; más encienden
aquella noche y las otras tres siguientes noches lámparas en
las mezquitas do van a hacer el sala, y visitando todas las que
hay en la ciudad. Este día lavan todas, en general, las nece-
sarias de casa, y en ellas ponen muchas lumbres, diciendo
que lo hacen por memoria de que Mahoma por humildad nació
en una privada, pudiendo nacer en ricos palacios, y junta-
mente con esto hacen gran cantidad de cuzcuzu, que cuecen
con garbangos y carne, y ponen desto algunos platos o va-
- 148 —

sos llenos en la privada de casa, y por los corredores, rinco-


nes, patios, y aun por los aposentos, echan también algo de
cuzcuzu y hebras de carne y pedamos de pan, creyendo que
viene Mahoma aquella noche a la casa de los que más le agra-
dan y a quien él quiere hacer favor y merced, y que come lo
que ponen por su honra en las privadas o necesarias y lo que
siembran de comida por la casa. Y muchos de los moros acos-
tumbran, más que otros, por alcanzar esta gracia de Mahoma,
que venga a comer a sus casas, juntarse con otros aquella
noche en corrillo en medio de los patios de sus casas, y ro-
deando algún vaso grande de cuzcuzu y de carne, que ponen
en medio del patio, con grandes aullidos y voces llaman por
Mahoma (como los profetas de Baal por su dios) y le impor-
tunan a que venga, y que por ser pobres no les desprecie
yéndose a comer aquella noche a las casas y necesarias de los
ricos. Cosa graciosa de ver y mucho para hartarse de risa,
aunque, por otra parte, digna de grandísima compasión, pues
tan groseramente basta el demonio engañar a hombres que
tienen alma racional y juicio. Suelen particularmente los mo-
chachos de las escuelas juntarse la víspera a la noche y
todo este día de pascua en sus escuelas (las cuales procuran
los maestros tener muy adornadas con ramos, y con paños de
seda y muchas alombras, y con lámparas encendidas), y cada
mochacho es uso llevar al maestro y presentarle este día una
vela de cera muy linda, porque para esto suelen, en tal día,
los cereros hacerlas muy polidas y con muchas flores y ra-
mos con muchos colores, como en tierra de cristianos se suele
hacer en la Candelaria. Y porque cada uno procura llevarla
mayor y más polida, la ganancia deste día para los maestros
es la mayor de todo el año. Ocúpanse los mochachos, estando
en la escuela todo este día, en cantar canciones, que los
maestros les muestran por el año, en alabanza de Mahoma, y
— 149 —

suele uno comenzar y los otros le responden como a coros.


Ordinaria fiesta suya es el viernes de cada semana (a que
llaman xuma), como a nosotros el domingo y los sábados a
judíos; pero no le guardan como nosotros el domingo, porque
jamás dexan de trabajar en todo el día, y aun lo mismo hacen
en todas sus pascuas y fiestas, excepto los tres días de las
dos pascuas primeras, y muchos no observan sino un día por
pascua. En estos días solenes suelen poner guardias de ge
nízaros, en todos los castillos y baluartes, en cuanto van al
sala, porque como la van a hacer fuera al campo, temen que
los cristianos no se al^en con la tierra; y el Rey da estos días
de pascuas de comer generalmente a todos los genízaros en
los patios de su casa, y comen a las veces más de cuatro mil
hombres, levantándose unos y sentándose otros. El día del
juma o viernes, a mediodía, ajando bandera en las mezqui-
tas y siendo llamados del morabuto, son obligados, más que
en ningún otro día de la semana, ir a hacer el sala en la mez-
quita, y, por tanto, ese día y aquélla hora el mesmo Rey va en
persona a la mezquita, acompañado de la guardia de geníza-
ros y de todos los turcos y renegados de su casa, aunque
también ellos en esto son más escrupulosos o menos, como
quieren. Fuera destos viernes y sus pascuas, otras fiestas no
tienen, ni guardan por fiestas los días de sus morabutos que
tienen por santos, como usamos los cristianos.
150

CAPITULO X X X V

Miscelánea de algunas opiniones, costumbres, usos y


observancias que tienen los turcos, moros y renegados
de Argel,

Sería cosa muy larga querer tratar de todas las opiniones y


cerimonias de su ley, que son muy muchas; y también no es ne-
cesaria, pues son tan públicas al mundo, y habiendo tantos l i -
bros que delios muy largamente tratan; solamente apuntaré
aquí parte de muchas opiniones, costumbres y usanzas que,
generalmente, los más dellos usan, creen y observan, ultra de
lo que Mahoma les manda. Primeramente, en sus mezquitas
no tienen otra cosa más que esteras en el suelo y por rededor
de las paredes, y lámparas que encienden a las horas del sala.
Si el cristiano entrare dentro, o se ha de volver turco, o le
queman, o enganchan vivo. La causa por que no se permite
que entren las mujeres en ellas (aunque sea para hacer el
sala), dicen sus morabutos que por dos: La una, porque no
inciten a pecar a los hombres, y la segunda, porque con el
menstivo no ensucien la mezquita, que sería, a su parecer, un
gravísimo pecado. Y por esta mesma causa, ni han de entrar
con zapatos (aunque los meten dentro y ponen cabesi), ni
tampoco escupir allí, si no fuere en el pañizuelo. Tienen para
sí que es de grande merecimiento hacer el sala cuando les
toca el corazón y convida a hacerlo, y muy mayor que no a
las horas acostumbradas y de obligación. Y si alguno viniese
para matar a otro que está ocupado en el sala, en cualquier
lugar que sea, por ningún caso se ha de mover ni defender,
so pena de gravísimo pecado, y ansí el año 1577, estando Mu-
ley Abdelmuni, hermano de Muley Maluch, Rey de Fez,
- 151 —

huido y desterrado en Tremecén, porque Muley Abdala, Rey


de Fez, su medio hermano de parte de padre, le quiso matar;
y dentro la mezquita grande, haciendo el sala, a la ceba, que
es dos horas antes del día, como un moro le tirase con una
ballesta y le hiriese de muert^ no se movió, ni quiso hablar,
hasta que acabado el sala, y se mu*ió lítelo, y entre tanto el
moro se escapó, y no lo hiciera si hablara. De la misma ma-
nera dicen que el sala no aprovecha si el que hace por de-
saire deja ir el viento por la parte no limpia. No se hable de
la orina, porque dicen que no hay pecado igual como tocar-
les una gota della en los calzones, y por eso suelen mear siem-
pre en cunclillas como mujeres; sería gran pecado mear en
pies como cristianos, y por el mesmo respeto luego que han
orinado, friegan y refriegan muy bien el miembro, y límpian-
le, o con agua, o con tierra, o con alguna piedra, o en la pa-
red. Tampoco le vale el sala si el que le hace le sale sangre
de las nances o de alguna llaga que tenga, aunque oculta.
Siendo obligados a lavarse antes del sala y después que tie-
nen acceso a sus mujeres; dicen que lavarse con agua fría es
de muy mayor merecimiento, que no con agua caliente y, por
tanto, los morabutos, cuando pecan en el pecado de sodomía,
por gran penitencia se van a lavar a la mar y no al baño.
Tienen increíble respeto y grandísima reverencia a sus mora-
butos, de cualquier suerte que sean, y tanto que por toda
Barbaría, quien quiere caminar seguro y sin temor de ladro-
nes o enemigos, lleve consigo un morabuto, que no llegarán
a él a cien pasos. Y ansí, los que han de pasar por las monta-
ñas de Gigel (que están de Argel distantes, para levante, 180
millas, do hay copia grande de ladrones y muy crueles, que
se llaman alabesí), proveyéndose de la compañía de un mo-
rabuto, va a placer y sin recelo. Tienen por grave pecado
que alguno coma animal o ave que primero no sea degollada
- 152 —

por el gaznate, y no ha de ser por mano de algún cristiano o


judío, sino de moro, turco o renegado, y lo mesmo es de co-
mer sangre o animal que no rumie a la judaica. Tienen por
santos algunos de los que nosotros cristianos tenemos y hon-
ramos por santos, y particularmente los apóstoles, y los llaman
morabutos, y porfían que fueron moros, y dicen que el após-
tol Santiago se llamó Alí; nunca pude acabar de darles a en-
tender (aunque disputé con muchos sobre esto) que fué 621
años antes Cristo Nuestro Señor que Mahoma; y que sus
santos discípulos vivieron muy al contrario de los moros.
Andaba un nano por Argel, que por ser nano le tenían por
morabuto y santo, y creían que si él echare maldición a algu-
no, le vendrá como él dixere; y si rogare bien, que ansí será.
Lo que afirman también de todos los demás morabutos, y , por
tanto, los tienen en muy grande veneración. Tienen también
por morabutos a las cigüeñas y caracoles, y sería grave pe-
cado tocarles o hacerles mal, cuanto más si los matasen. Pre-
guntándoles yo la razón, dixeron que no porque la cigüeña
mata las sabandijas y alimpia la tierra dellas, mas porque
cuando de mañana despierta, y otras veces por el día, alaba a
Dios, alzando el cuello y baxándole, y dando las voces que da.
Y el caracol dicen ser también morabuto porque no hace mal,
y, por tanto, los escrupulosos tienen por pecado comerlos.
Tienen también por morabutos y santos a los que van a la
Meca, do está enterrado su Mahoma, y no en arca de acero
como algunos cristianos vulgarmente afirman y platican más
en tierra y en el suelo, como los mismos turcos y moros
afirman; después que de allá vuelven, son todos llamados agi,
que quiere decir peregrino, y ansí se nombran (por grandes
y principales que sean), como A g i Morato, A g i Mostafá, A g i
Balí, y lo tienen por grande honra. Y tratando de un agi, es
como tratar de un santo, y corre toda gente a besarle la
— 153 —

mano y ropa. Suelen muchos destos agis, después que han


visto el sepulcro de Mahoma, quitarse un ojo de su propia vo-
luntad, y aun algunos ambos los ojos, diciendo que quien
tal ha visto no cumple que mire más otra cosa, y que ojos tan
dichosos y que tal miraron no conviene que sirvan para mi-
rar otras cosas. Suelen muchos moros, turcos y renegados,
en cuanto no son casados, y aun algunos después, traer en
mitad de la cabeza un trenca o cerda de cabellos que nunca
rapan, mas dexan crecer muy largos, y preguntados por
qué causa esto hacen, reponden que por aquellos cabellos,
cuando muertos, los ángeles los llevan al cielo. Preguntados
por qué visten todos ropas largas, responden para que cuan-
do entraren en el Paraíso, los que no fueren dignos y de me-
recimientos para entrar allá (como los cristianos y otros),
asiéndose a sus faldas pueden entrar con ellos sin repugnan-
cia. Convencidos de que no es pecado comer puerco, pues es
criatura de Dios, criada para el hombre, y es tan excelente y
tan medicinal carne, comida en su cantidad y a sus tiempos y
lugares, responden que no le dexan de comer porque sea todo
el puerco malo, mas porque no saben cuál de los cuatro
cuartos dél tocó a su Mahoma, pasando por él, y le ensució
un vestido que traía nuevo, por donde él le maldijo, que, a sa-
ber, se dexarían aquel cuarto y comerían los tres. De la misma
manera dicen del vino, que es bueno y que Mahoma lo permi-
tió y alabó al principio, mas que después un día, pasando y
viendo a unos mancebos que bebían, que estaban rojos y
alegres en compañía, los bendixo y les dixo que bebiesen muy
en buen hora y con la bendición de Dios; mas que después
al cabo de un rato, volviendo, halló que habían vomitado, y
por causa del vino que habían reñido unos con otros, y
muertos algunos, y que, por tanto, entonces maldixo el vino
y a quien más le bebiese, so pena que no entrara en el cielo.
— 154 -

Pero yo no he visto mayores borrachos, ni aun tudescos,


como lo son todos casi los turcos y renegados y muchos
de los moros de Argel. Muchos dellos no rapan las barbas,
mas las dexan bien crecer, y dan por razón que rapar la bar-
ba es de ganapanes y bellacos, y lo mismo dicen del que no
trae turbante. Creen en gran manera en sueños, y ninguna
cosa sueñan de que no hagan mucho caso; persuadiéndose
que ni más ni menos acaescerá, y muchas veces ha sucedido
que soñaron que los mataba su captivo, y al punto le sacaron
de su casa, vendiéndole, no a turcos ni a moros, mas para
que fuese en libertad, y a alguno que no tenía ningún modo
de poderse rescatar, le hicieron franco y lo enviaron de su
casa, no osando tenerle más en compañía. Bueno para los cap-
tivos si muchas noches soñasen esto muchos dellos y todos
lo observasen, como algunos lo han hecho. Hay algunos que
presumen de valientes, a los cuales llaman deli, que quiere
decir locos valientes; los cuales van siempre desnudos, sin más
que un par de callones y con una piel de bestia a las espaldas,
diversamente, como a ellos mejor les parece, y alábanse de
haber matado con sus manos aquella bestia, y para mostrar su
grande ánimo, suelen muchas veces con una navaja darse he-
ridas por los pechos y brazos, muy grandes, y algunos se que-
man con algodones embebidos en aceite, como de los geníza-
Vide Joan, ros diximos, que ponen sobre los brazos, y no los quitan hasta
discríp^Afd- (lue se consume el algodón y aceite, o se meta entre la san-
C8B- gre de la carne quemada; y dicen que quien se quema desta
manera en este mundo, no arderá en el otro. Suelen mucho
los turcos, cuando algún miembro les duele, quemarle luego
con algún hierro encendido. Ningún negocio importante co-
mienzan, ni van algún camino que sea largo, ni arbolan un
navio nuevo, ni edifican alguna casa, ni renovarán una viexa,
aunque no sea más de hacer un asiento o un portal nuevo,
— 155 -

que muchos no sacrifiquen primero un carnero de la manera


que antes diximos. Suelen en cosas de mucha importancia,
cuando no se fían del juramento de alguno, hacerle que jure
en una mezquita particular que hay en Argel, que se dice la
Rábita, porque tienen comúnmente para sí, que todos los que
en ella juran falso, a poco tiempo empobrecen y pierden toda
su hacienda. Ninguno es tan osado que a los parientes de
Mahoma haga enojo, los cuales son conocidos por una toca
verde que traen en la cabeza, y son de todos llamados Xari-
fes; ese mismo tocado verde suelen también traer las mugeres
Zarifas que son de aquella casta. Son obligados todos a dar
cada uno a los pobres el asor, esto es, dos y medio por ciento
de todo lo que poseen, por recompensa de todo lo que han
mal llevado aquel año; pero hase reducido ésta a que se en-
tienda de aquella suma de dineros con que tratan y negocian,
y hay algunos morabutos que presumen de tan santos, que
tienen por pecado aceptar limosna deste dinero. De la misma
manera porque Mahoma mandó que la renta de los Reyes
fuese la décima de cuanto la tierra produce, y cogen los hom-
bres, y los Reyes moros y turcos han añadido otros tributos
y más gravezas; muchos morabutos y letrados hay que hacen
gran conciencia, no sólo aceptar dellos pagas o presentes,
pero aun hablar con ellos o tratar reputándolos por pecado-
res y excomulgados. Son muchos destos morabutos que sien-
ten y dicen que no es necesaria la ley de Mahoma, ni ninguna
otra del mundo, ni otra cosa que solamente no hacer mal a
ninguno y a todos el bien que pudieren en la vida, y cuando
enfermos para morir acordarse entonces de Dios y llamar
fuertemente por Mahoma, y que con esto se van al cielo.
También tienen algunos por cosa cierta que las mujeres no
van al paraíso ni al infierno, mas a un lugar do no padecen
mal ni gozan de bien alguno.
156

Dicen que los morabutos muertos, que son sus sanctos, vie-
nen de noche a comer lo que los devotos ofrecen sobre sus
sepulturas, como Mahoma en el día de su nacimiento, como
diximos. Replicándoles que no es posible ésto, porque ni sus
cuerpos pueden comer, estando allí en los sepulcros hechos
ceniza y polvo, ni las ánimas tampoco, pues los espíritus no
se sustentan del pan, ni de la fruta ni de otras viandas, res-
ponden que Dios lo sabía, y que en tales cosas no demandá-
semos razón ni como respuesta de gente bestial sin juicio.
El año de nuestro Señor Jesucristo 1579, aquel verano vino
a Argel un morabuto de Fez, el cual afirmaba que con cier-
tas palabras hacía venir un ángel del cielo a hablarle a la ore-
ja, y algunas veces, en presencia de muchos, fingía que el
ángel no venía ansí tan presto, y mostraba por esto grande
cólera y enojo, y pasando algún espacio, daba a entender que
ya el ángel era venido, pero él se mostraba indignado y mal
contento, y hacía como que no le quería oír ni escuchar; mas
después, mostrando aplauso, por ruegos del mismo ángel se
retiraba en una mezquita, siguiéndole mucha gente, y en-
trando cada uno que quería, le demandaba de aquello que de-
seaba saber, y él, mostrando que lo consultaba con el ángel,
daba a cada uno respuesta, enviando a unos contentos y a
a otros mal satisfechos. Vino el negocio en pocos días a tan-
to, que no sólo se tenían por beatos todos aquellos que le po-
dían hablar y aun besar la mano, pero las mujeres (que no
parecen delante los hombres ni osan en ningún caso hablar
con ellos) forzaban a los maridos que las dexasen ir a su casa
a verle, hablar, tratar y consultar, y era el concurso dellas, y
de las más principales y más señoras, tan grande y tan con-
tinuo todo el día, que nunca el templo de Apolo en Delphos,
ni los árboles y lebetes de Donaos, ni el monte Parnaso, ni
cuantos oráculos los antiguos veneraron y consultaron, fueron
— 157 —

tan frecuentados como era la casa deste buen hombre; pero


no pudo estar muchos días encubierto, porque se bailó que,
so color de dar respuesta a algunas, las bacía descubrir, y aun
se holgaba a ratos con ellas; y venidos algunos moros de Fez,
avisaron cómo lo mismo hiciera antes allí a muchas principa-
les mujeres, por donde el Rey que entonces era de Argel,
Asán, renegado veneciano, le mandó que, so pena de le em-
palar vivo, en tres días se saliese de Argel y de todo su rei-
no, y ansí se embarcó en una galera que partía para Túnez,
y se fué en ella. Usan algunos, que vienen de tierra de cris-
tianos do fueron captivos, ponerse manillas en los brazos, y
pues dando a enteder cómo estuvieron en cadenas, y no en-
tran en casa de sus padres, parientes o amigos, la primera
vez, por la puerta de la calle, mas por encima los terra-
dos, queriendo con esto significar que del cielo les vino la
libertad. La causa porque en tan grande veneración tienen,
dende el año 1541 Alá, a un morabuto, que está enterrado
fuera de la puerta de Babazón, que se llama Cid Butica (al
cual todos los cosarios y navegantes, partiendo del puerto,
saludan y se encomiendan a él, como diximos), es porque di-
cen que él hizo perder la armada del Emperador Carlos V , de
gloriosa memoria, aquel año 1541, día de San Simón y Judas,
a 28 de octubre, estando con su campo sobre Argel, y afir-
man que el dicho Cid Butica (habiendo algunos años antes
que era muer+o), aquella noche precediente se levantó del
sepulcro, y que se puso en oración de rodillas, pidiendo a Dios
aquella merced, y coligen esto, porque como la lámpara de
su sepulcro estuviese todo el día y noche antes muerta, que
aquella noche fué hallada encendida y alumbrada. Respondí
yo a uno (que ésto me decía y que presumía de gran morabu-
to) que si el Cid Butica estaba, como decían, en el cielo con
Dios, que para qué era necesario rogar a Dios por los hom-
- 158 -

bres, que el cuerpo resucitase para encender la lámpara y


para con él hacer aquella oración, pues bastaba que la alma
intercediese con Dios en el cielo, cuanto más que si la alma
volvió luego a dexar el cuerpo y a morir Cid Butica otra vez,
que era poca la amistad que Dios le hiciera haciéndole pasar
otra vez por los dolores de la muerte, tan crueles y terribles.
Respondióme a lo primero y a lo segundo de una misma mane-
ra: que bastaba poder Dios hacerlo todo, y ansí generalmen-
te son todos sus letrados y morabutos, grandemente ignoran-
tes, y ni de lo que dicen, ni de lo que creen, ni de lo que
profesan o enseñan a los turcos, renegados y moros (que, en
efecto, son todos sueños fantásticos y imaginaciones sin pro-
pósito) sufren que Ies pidan razón de cómo y de qué manera
es aquélla, sino que a ojos cerrados, y a pesar de todos, han
de ser creídos. Ni sus discípulos saben dar alguna otra res-
puesta, ni decir más que lo que los discípulos de Pitágoras
decían y respondían: ipse dixit; ansí dicen muchos maestros
y morabutos. Ninguno dellos hay que sepa lógica, ni philoso-
fía, metaphísica, geometría, astrología o alguna arte literal, ni
en Barbaría toda, ni en toda Turquía, Asia, Arabia y Persia
(do florece su dominio y se observa la ley de Mahoma) se
halla al presente escuela en que alguna de tantas sciencias se
profese y enseñe. Y para curar una llaga y hacer una sangría
no hallaran en todo Argel un turco o moro que lo sepa hacer;
todos los cirujanos son cristianos; uno solo hay, renegado gi-
novés, que le llaman Xaban, y un morisco de Valencia, igno-
rantísimos. No sólo tienen por grandísimo pecado adorar y
venerar las imágenes, pero ni verlas ni mirarlas o consentir
que se tengan, y, por tanto, en el año 1579, siendo la hambre
muy grande y haciendo todos los turcos y moros sus proce-
siones a los sepulcros de sus morabutos en el mes de mayo
para que lloviese, los morabutos aconsejaron al Rey que ni
- m -
dexase decir misa a los cristianos ni permitiese que estuvie-
sen a la puerta de la Marina tres imágenes cristianas que
fueron tomadas en ciertas galeras, las cuales los turcos allí
tenían colgadas por los pies, con algunos escudos y rodelas
cristianas, siendo aquel lugar y paso tan público y frecuenta-
do de toda la gente, diciendo que estas dos cosas de cristia-
nos causaban entonces tan gran falta de agua del cielo y te-
nían a Dios indignado, por lo cual Asan, veneciano renegado
del Ochali, que entonces era Rey de Argel, mandó a los vein-
te de aquel mes que no se dixese misa en Argel, que duró al-
gunos días, y también que llevasen a la puerta de su casa las
tres imágenes que diximos, y en una plapuela que allí delante
está, por orden de los morabutos, las hicieron pedazos y que-
maron en un gran fuego; una dellas era la imagen de San Juan
Baptista, que el Ochali tomó en una de las galeras de Malta
el año 1570, junto a la Licata, ciudad de Sicilia, y que se lla-
maba del nombre del mismo santo San Juan, y otra era del
apóstol San Pablo, que tomaron en la galera San Pobló, de
Malta, el año 1577, el primer día de abril, junto a Cerdeña, y la
tercera era del Angel santo, que tomaron en la galera San-
tángel, a los veintisiete de abril 1578, junto a la isla de Ca-
pri, pasando el duque de Terranova de Sicilia para Nápoles
y España, y no advirtieron, siendo como son tan bárbaros, lo
que perdían ellos, y el bien y favor que a los cristianos ha-
cían en quitar de delante y deshacer aquellos trofeos que te-
nían de nuestros daños y que para nosotros era como una higa
en el ojo, y para ellos no pequeña honra y gloria conservar-
los para muy largas memorias de sus hechos y hazañas. Y
preguntados si es pecado hacer con tinta o carbón o otra cosa
una figura, de la misma manera responden, que es muy gran-
de, y, demandando la causa, responden donosamente diciendo
que en el día del juicio será obligado y constreñido de Dios,
— 160 -

el que hizo alguna imagen o figura, a darle alma para que re-
sucite y esté a su juicio, como todos ios demás hombres, y no
pudiendo ninguno darles alma. Dios se indignará y condenará
al que la hizo a perder la suya. Usan mucho presentar algo
de quien piensan sacar el doble, y, como solemos decir, dar
aguja por sacar reja, y si por el presente que hacen no les
dan otra cosa en cambio y remuneración, o no se la pagan,
quéjanse a la justicia, y es uso y costumbre mandar la justi-
cia que se lo pague, y esto acaeció a Luis Brevez Fresco,
mercader ginovés, en el año 1579: habiéndole presentado un
moro un leoncillo y no queriendo dar al que se lo presentó
cuatro picos de grana, que valían más sin comparación, fué de
la justicia condenado a pagar quince doblas, que son seis es
cudos, por el león. Y si algo les da o presenta un cristiano
dicen que no son obligados a remunerarlo, pagarlo, ni tam-
poco agradecerlo, mas que les es debido, y que Dios mandó
y puso en el corazón de aquel cristiano que le presentase
aquel don y, por tanto, que sólo a Dios lo deben agradecer.
Y conforme a eso acaecieron dos casos muy donosos, los cua-
les, aunque pasasen fuera de Argel, porque'sucedieron en
Barbaría (do esta opinión generalmente se tiene entre los mo-
ros) y las he sabido de personas dignas de crédito, no dejaré
de ponerlos aquí. A l tiempo que el señor maestre de Montesa
C a s o que era general de Orán, vino aquella ciudad un moro de Treme-
s u c e d i ó en c¿n Conio suelen cada día venir en casilas y con mercaderías.
Oran entre el
m a e s t r e de el cual presentó al dicho señor unos estribos razonables, que
moro.6337"11 'os hacen en Tremecén muy buenos; el maestre, recibiéndolos
benigna y humanamente y agradeciéndole su presente y vo-
luntad, le mandó dar cincuenta escudos de oro y grana fina
para hacer un vestido, que valía otros veinte. Estando el
moro muy contento cuando vido la liberalidad del señor maes-
tre, avisóle el que se lo dió, por mandado del dicho señor, y
— 161 —

otro cristiano su amigo, que se hallaba presente, que debía


de dar gracias al señor maestre y ir a palacio a besarle las
manos por la merced; a esto respondió el moro, muy entona-
do, que el maestre antes era obligado, no sólo a darle aquello,
pero aun agradecerle, y no poco, que él lo aceptase, porque ni
él se lo daba ni enviaba, sino Dios que lo mandara; sabido por
el señor maestre, le volvió sus estribos y mandó, muy justa-
mente, que le tomasen la grana y el dinero y le dixesen que
también ahora le inspiraba y mandaba Dios se lo quitase, pues
era tan ingrato que no conocía el bien que le hacían. De la otro caso

misma manera, los años pasados hubo en Tánger un ciudada- ^ T á n g e ^ 0

no, portugués de nación, el cual tenía por amigo a un moro,


vecino de un lugar cerca de Tánger seis millas, do dicen al
Ferrobo, y cuando este moro venía con las casilas a Tánger a
vender vituallas, el hombre honrado portugués le alojaba y
acogía en su casa y le hacía mil cortesías, porque suelen ser
en este caso los portugueses muy humanos. Acaeció, pues,
que en tiempo que había paces y treguas, el portugués, con
otros amigos, fué al Ferrobo, y muy confiado en la vieja
amistad se fué derecho a la casa del mismo moro amigo, que
se llamaba Mahamet; el Mahamet como le vido, hizo como
que no le conocía, y ni aun le dixo que entrase en su casa y
se sentase; visto esto, el portugués le dixo desta manera:
¿Cómo, Mahamet, estás con las cortesías que tantas veces
recebiste de .ní y en mi casa? Respondióle a esto el moro:
Mira, amigo cristiano, Alá (que significa Dios) manda al cris-
tiano que al moro haga caricias y bien, pero no el moro que
las haga al cristiano. Entendido esto, el portugués se partió
no muy contento. Y no pasaron muchos días que el mismo
moro Mahamet volvió a Tánger como solía, y como si fuese a
su propia casa van apearse a la puerta del mesmo portugués,
como era acostumbrado; el portugués, que esto vido, hízole

n
entrar en su casa, mostrándole muy buen rostro y serm
blante, y al punto cierra la puerta y, asiendo de un palo, le
meneó el hatillo un buen rato, diciendo que ahora le mandaba
Dios le tratase de aquel modo. Túvose el moro por afrentado
de que el portugués le tratase de aquella manera, y al punto
que llegó a su lugar, vuelto de Tánger, se quejó al alcayde
diciendo que, no obstante las paces y treguas, fuera en Tán-
ger apaleado y maltratado de un cristiano, no diciéndole la
causa y ocasión. El alcayde, pareciéndole desto mal, avisó
luego dello al capitán general de Tánger, quexándose en gran
manera que tal cosa se hiciese estando de paces, y más a un
moro que iba con vituallas a tratar con cristianos. E l general
que esto supo, al momento hizo traer al portugués a su
presencia y queriéndole mandar ahorcar por violador de las
paces y seguro; él le contó el caso todo como pasaba, y la
causa y razón que le moviera para hacerlo. No se contentó
con esto el general, mas al momento le envió al alcayde moro
y que allá le diese satisfacción. El alcayde, viendo al cristia-
tiano, quiso saber todo el caso como pasaba, y después que
oyó lo que el moro hiciera con el portugués y la ingratitud
tan grande y respuesta que usara con quien tantas obras
buenas le hiciera (como era hombre cuerdo y prudente), hizo
luego allí dar otra buena carga de palos al moro, y al cris-
tiano, por ser hombre de bien y por haber hecho lo que hizo,
madó dar un caballo y dineros y volver a Tánger, muy con-
tento; y esto que el cristiano ha de hacer bien al moro, y no
el moro al cristiano, llaman ellos gotomía. Peor hizo un pa-
riente de Mahoma, según ellos dicen, que habiéndole dado
uno un jarro de agua fría, estando con gran sed, y recibiendo
con aquella agua extremado refrigerio, le cortó al momento la
cabeza, diciendo que no podía pagarle tan buena obra como
aquélla mejor que con enviarle luego al paraíso. El repudio es
— 163 —

entre ellos muy usado, porque lo permite su ley, y las causas,


de ordinario, son, de parte de la mujer, ser deshonestas; de par-
te del marido, tratar mal a su mujer, ser impotente, no hacer
el sala, ser borracho y basta beber vino, no sustentar la mu-
jer y otras causas semejantes. En Argel, el año 1578, se des-
casaron, día del bienaventurado S. Juan Baptista, sesenta
entre moros y turcos de sus mujeres, y los más dellos porque
valía entonces el trigo caro. También es causa deshacer el
matrimonio ser el marido con la mujer sodomita, como de or-
dinario lo son muchos, y en tal caso, cuando la mujer deman-
da justicia al cadí (que es el juez), sin hablar ni decir palabra,
llegando delante el cadí toma su zapato y le pone delante
dél con la suela para arriba, significando que el marido la co-
noce al revés, y es admitida a probanza. Cuando mueren
heredan los hijos, si los tiene, desta manera: Si tiene hijas o
hijo varón, y es turco o renegado, repártese todo el patrimo-
nio igualmente entre ellos; mas si es moro, entra el Turco o
Rey de Argel en su nombre a la parte, en lugar de un hijo. Si
tiene hija o hijas solamente y es moro, toda la hacienda es del
Turco y las hijas quedan desheredadas; y si es turco o rene-
gado, parten por medio, porque el Turco o Rey de Argel en
su nombre lleva la mitad, y la otra mitad las hijas o hija, sal-
vo si en vida procura del Turco la gracia y licencia para que
todos sus bienes sean para sus hijas, como lo suelen hacer no
pocos y costarles también no poco. Si no tiene algún hijo ni
hija, todo es para el gran Turco; pero si por su alma, como
ellos dicen, prohija el que muere algún mo^o renegado, en
tal caso le puede dexar la tercia parte de sus bienes. No usan
hacer testamento, ni legados al tiempo que quieren morir, y
si algo quieren donar o legar, ha de ser desapropiándose cua-
renta dían antes que mueran, y aun antes de enfermar, y de-
lante el Cadí o justicia de la tierra, y por acto público de es-
— 164 —

cribano; de otra manera, no vale ni tiene subsistencia alguna


la donación. Si el que muere es renegado y no tiene hijos ni
hijas, toda su hacienda solía quedar a sus patrones, cuyo fué
renegado, o a los hijos dellos, si ya los patrones fuesen muer-
tos. Pero (como ya antes dijimos) Jafer Bajá, Rey de Argel
(cuando de Constantinopla vino a ser Rey en septiembre del
año 1580), truxo nueva orden del turco para esto, y fué: Que
esto se entendiese cuando el renegado antes de enfermar hu-
biese hecho donación, que ellos dicen carta, al patrón o a sus
hijos, y de la.misma manera que hereda el Turco a los moros,
hereda a los judíos, de lo cual todo consta una buena parte
de la renta que el Rey de Argel tiene cada un año, porque no
se observa esto solamente en Argel, mas en todo su Reino y
provincias a él sujetas, de las cuales saca de esta manera
grande provecho cada un año. Es opinión de algunos mora-
butos que no aprovecha a un renegado hacerse moro cuando
grande, sino a los que siendo niños se hacen, porque éstos por
ignorancia dexaban de ser moros y los otros por malicia. Y en
la verdad (de más que ni a unos ni a otros aprovecha) pocos
son los renegados que de veras sean moros o turcos, porque
no se hacen tales sino por pura bellaquería y por vivir a su
placer y encenagados en todo género de lujuria, sodomía y
gula, y , en efecto, no son moros ni cristianos. Muchos destos
renegados hay, y aun la mayor parte, que suspiran entraña-
blemente por volverse a sus tierras y ser cristianos, mas a
unos detiene la libertad de los vicios, y a otros la dulzura de
robar cada hora y el dinero que algunos tienen, y a otros
porque no merecen ser favorecidos de aquel señor, que tan
Eficaces, indignamente renegaron y despreciaron. Y con estos buenos
deseos, aunque poco eficaces, se entretienen hasta que mue-
ren y se van derechos al infierno. Y suelen casi todos enga-
ñarse con una falsa opinión muy común entre ellos y muy per-
— 165 —

suadida, de que les basta el buen corazón y en el interior ser


cristianos, y para eso traen mucho en la boca aquel dicho: El
hábito y la capilla no hacen fraile. No entendiendo lo que es
tan manifiesto y claro en toda razón, que el hombre es obli-
gado a servir a su Dios y Criador con todo lo que dél ha reci-
bido, alma y cuerpo, y hacer desto profesión pública delante
todos, que lo vean y lo sepan, y que dixo muy llanamente
Nuestro Señor Jesu-Christo, que al que tuviere vergüenza de Matth., c. 10.

confesarse delante los hombres, él también se afrentará reco-


nocerle y confesarle delante su Eterno Padre. Pero estos
deseos y propósitos no les dura más que en cuanto no llegan a
ser ricos, y a tener cargos y mandos, y principalmente a ca-
sarse, porque tanto que a esto vienen, luego se resuelven y
escogen antes lo presente que poseen, y el gusto y contento
de la vida larga que viven y el estarse a placer con sus mu -
jeres y hijos (que son las más amadas y dulces prendas del
mundo), que no acordarse de sus patrias y del nombre cris-
tiano; antes se vuelven entonces muy más fieros y más crue-
les enemigos de la Fe de Jesu-Christo que los propios moros y
turcos. Y lo mismo es también de las más de las renegadas,
aunque hay algunas que (por ricas y casadas que sean y con
hijos y mucho regalo) muy de veras y de continuo se enco-
miendan a Nuestro Señor Jesu-Christo y a su bendita madre,
y dan por su nombre muchas limosnas, y hacen decir muchas
misas, y a los oratorios cristianos envían aceite para las lám-
paras, y candelas para los altares, y hacen algunas obras
buenas de cristianas; y, finalmente, con unos ojos muy largos,
esperan con gran deseo por aquel día en que la armada cris-
tiana aparecerá sobre Argel. Algunos morabutos hay que
tienen por escrúpulo tener un esclavo cristiano por más tiempo
que por siete años, y dicen que conforme a su ley, son obliga-
dos al cabo destos años, darle luego libertad graciosamente, y
— 166 ~

aun darle también de comer siempre de lo mismo que él co-


miere; pero esto dicen aquellos que no tienen esclavos, por-
que los otros todos, aunque morabutos, y que también presu-
men de santos, tienen y hacen lo contrario. Y como el odio
del nombre cristiano, que beben en la leche y crece con ellos,
como van creciendo, es tan grande y tan vivo, hacen muchos
dellos grande escrúpulo de hacer bien a cristianos. Y si ha-
blamos generalmente de todos los vecinos de Argel, no hay
miseria en el mundo, no hambre, no sed, no nudez, no palos,
no azotes, no cadenas, no cárceles, no afrentas, no injurias,
no pesares ni trabajos y graves tormentos que no hagan pa-
decer a los pobres cristianos, y que en verlos padecer esto
y en hacérselo padecer no tengan el mayor gusto y contento
del mundo, y aun piensan que con esto salvan sus ánimas, y
hacen el más agradable sacrificio y el más notable servicio a
Dios que puede ser, como en el diálogo de la esclavitud lar-
gamente mostraremos. El modo de castigar los adulterios es
éste: que hallado el hombre (si es moro o turco, o renegado,
aunque sea en esto muchas veces tomado), no tiene más cas-
tigo que pagar algún dinero, en que el cadí le condena si pri-
mero y en el aquel fragante no contenta luego al messuar, que
es como alguacil, y a sus esbirros que se hallan presentes al
prenderle, como ordinariamente hacen sin ir delante del cadí.
Pero si es cristiano, o le han de quemar vivo o se ha de vol-
ver moro sin remisión. Y la mujer, sea mora, turca o renega-
da, por la primera y segunda vez que con moro, turco o rene-
gado es hallada, paga dinero, mas hallada muchas veces y
que lo tiene por uso, la echan a la mar con una piedra al cue-
llo, y si con cristiano la hallan, por la primera vez la azotan
públicamente y llevan a la vergüenza por la tierra, y a la se-
gunda vez la echan también a la mar con una piedra al cuello.
Es también uso entre ellos que los testigos en toda causa crimi-
— 167 —

nal y civil, si no van de su propia voluntad y sin ser rogados


a deponer, no son admitidos, mas reprobados; mas el Cadí y
justicia ha de enviar por ellos, y las excepciones que les opo-
nen para ser tachados y reprobados son principalmente que
beben vino o no hacen el sala. Son también reprobados los
que son corredores y pregoneros de ropas y otras cosas que
venden en almoneda y pregón público, y los que ganan la v i -
da en'los bafíos públicos lavando y fregando la gente que a
ellos va a lavarse; porque dicen que estas dos suertes de
gente, por cualquier ganancia y dinero que les den, dirán fal-
so testimonio. El año de 1580 fué reprobado uno (aunque mo-
rabuto), porque pasaba sobre las sepulturas de los muertos
sin zaragüelles, diciendo que, pues él mostraba sus vergüen-
zas a los muertos, que no debía de ser hombre de bien ni
creído. Entre ellos no hay preeminencia de honra ni preciarse
uno más que otro de ser hijo de turco, o de renegado, o de
moro, o de judío, o de cristiano; ni de que sus padres fuesen
alcaydes, galifas o reyes; tan bueno es Pedro como su amo,
y no vale ninguno más de lo que tiene, porque si un judío
hecho moro es más rico, éste es más honrado, y el Rey le
dará su hija. Sólo el ser genízaro tiene alguna manera de
honra, porque no osa ninguno tocarle, y él a todos dará de
palos, aunque sea el más principal y más rico. De aquí coüja
cada uno, que, no habiendo entre ellos honra, ¿qué virtud
puede haber?; de aquí nace, que muy fácilmente comportan
cualquier afrenta que se digan, aunque sea tirar de la barba
y dar un par de bofetones en público al más rico y poderoso
alcayde, como ha acaecido muchas veces. Si el Rey o el aga
se enojan con alguno tal, le hacen dar en su presencia (muy
bien tendido en el suelo como si fuera un negro) dos mil palos
y aun rapar la barba y meter en la cadena de una galera,
como a muchos se ha visto hacer, y particularmente al alcay-
— 168 —

de Isuf Napolitano. Es también uso, y muy general entre to-


dos, que por muy ricos que sean, andan por la tierra solos y
sin compañía alguna de criados. Y cuando mucho, alguno
lleva uno o dos sus renegados, y algún muy principal arráez,
lleva uno o dos de sus leventes que van al lado con él, y ni
esto todas veces. A caballo por la ciudad ninguno va, aunque
algunos le tengan, si no es el mismo Rey, o que antes lo haya
sido, como Rauadán Bajá, que tenía su casa, mujer y hijos en
Argel, o un grande alcayde, y entonces los renegados que
tienen, aunque fuesen antes grandes hombres y principales
soldados en cristiandad (como suele haber algunos alféreces y
sargentos), van a pie y rededor dellos, acompañándolos de
lacayos.

CAPÍTULO X X X V I

De los vicios generales que tienen los vecinos de Argel.

Ya que comenzamos a escribir las costumbres de todos los


vecinos y habitadores de Argel, oblíganos, no sólo la impresa
que tomamos, pero también la multitud y grandeza de sus v i -
cios, a no dexarde escribir dellos alguna cosa, y más (por mi
fe) por esta causa que no porque deseemos decir mal de nin-
guno. Y realmente que cuando considero aquello que el após-
Apocai., cap. tol San Juan escribió en sus revelaciones, que vió una bestia
con siete cabezas y con diez cuernos y todos ellos coronados
con unas coronas, se me representa Mahoma y su ley, y que
veo a esta bestia en Argel, adorada públicamente, con los
siete vicios mortales o capitales, los cuales no bastan a los
turcos, moros y renegados de aquella ciudad, y aun de todas
partes, cometer y obrar, como otros hombres flacos y de car-
— 169 —

ne que, si pecan, tienen al vicio por vicio y al pecado por pe-


cado, y se afrentan y avergüenzan deüos. Mas han llegado
a tanto mal y ceguedad, que adoran a los vicios y les han
puesto coronas, reputándolos por honra, grandeza, bondad y
sumo bien. Y comentando de la soberbia, madre de todo pe- Soberbia,

cado, es increíble la soberbia y presunción que todos los tur-


cos de Argel tienen, y una hinchazón más que bárbara contra
cristianos, porque no los oirán sino reír, burlar y mofar de
toda nación cristiana, y porque por nuestros pecados han ha-
bido muchas victorias y cada día les suceden tan próspera-
mente las cosas contra los reinos de cristiandad, robando,
captivando, destruyendo tantos baxeles y pueblos della, tra-
tando entre sí de un cristiano es hablar de un cobarde, galli-
na, uno que no es hombre, y ansí nos llaman. No trato de la
manera con que tratan a los moros sus vasallos porque ya an-
tes lo apuntamos, ni de la soberbia extraña y incomparable
con que los desuellan y destruyen, y tanto que, con ssr mo-
ros, suspiran continuamente por la armada cristiana que los
libre de tan mala y perversa gente, porque todo el mundo lo
sabe. Y con esto tienen los turcos una cosa: que sucediéndo-
les algún trabajo, pérdida o desastre, o si saben que en tierra
de cristianos se hace o se junta alguna armada, luego todo
Argel anda revuelto, y tiemblan de temor todos que no va-
yan cristianos sobre ellos, como acaeció el año 1571, después
que el señor Don Juan de Austria, a los cinco de octubre,
venció la armada del turco en Lepanto, y después el de 1573,
cuando fué sobre Túnez y le tomó; y en el año 1579 y 1580,
sabiendo que la majestad del Rey de España, Don Phelippe
nuestro señor, hacía grande armada en Poniente, porque v i -
mos con nuestros ojos que se huían a las montañas y no había
hombre dellos que mirase en la cara a un cristiano ni le dijese
una mala palabra en todo Argel, y de la misma manera, cuan-
170

do acaece que alguna galera cristiana da a un su baxel o ga-


leota caza, no hay más viles conejos que ellos; es para reír ver
los regalos que hacen entonces a los cristianos que bogan, y
cómo con sus tocas y turbantes le xugan el sudor para que
boguen, las promesas que les hacen y como se encomiendan a
ellos, y aun cómo sacan las bolsas del dinero y se las ponen
delante, haciendo las más apocadas y viles cosas que vil hom-
bre, cobarde y perdido de ánimo puede hacer ni decir, Y tras
esto, si escapan, vuelven como unos leones, y no hay afrenta
no injuria que no digan a los que antes llamaban señores, ni
mal tratamiento que no les hagan, dándoles infinitas coces,
puños y aun abriéndolos las espaldas con palos y escorriban-
das crueles, con que les pagan el bogar que hicieron, con que
les dieron la libertad y la vida. También unos con otros son
muy soberbios y presunciosos siendo ricos, porque en esto
sólo está su grandeza, tener dinero, y el que le tiene quiere
(aunque sea un judío de nación) ser de todos venerado. Sue-
jatanda. len jatarse en extremo de cualquier cosa que hagan y les su-
ceda bien, en especial en la guerra o corso, y más siendo con-
tra los cristianos, porque de una hormiga hacen un elefante,
y jamás contarán la verdad de lo que pasa sin añadir dos y
tres tanto. Y si algo contra ellos hicieron los cristianos o han
sabido alguna nueva y próspero suceso de cristiandad, no lo
dirán por cuanto hay, y si algo dicen ha de ser diminuyén-
dolo y apocándolo. Contenderán sobre nonada en medio de la
calle dos moros, turcos o renegados, y a grandes voces, y no
habrá remedio para acordarlos o que quieran escuchar razón,
sino que a porfía y a voces ha de ser lo que a cada uno se le
antoja, y es cosa donosa verlos u oírlos cómo debaten, y los
meneos que hacen y con más cólera que regatones y vende-
i'ertinecia. doras de plaza pública. Y lo mismo es en la pertinacia con que
se obstinan en sus opiniones de la ley y de otras cosas (que'
- 171 -

como hartas veces se ha probado), apenas hallarán uno que


quiera, no digo obedecer, pero escuchar la razón. A la sober-
bia se ha de juntar, como hija suya propia, la hipocresía de
sus morabutos, que cierto exceden grandemente otras nacio-
nes, ansí en el apetito de que los tengan por santos, como en B. G r e g . 11.
la gravedad, continencia y postura con que caminan, os ha- e¿¿¿r' '
blan y os miran, y más si sois cristiano, porque ha acaecido a
algunos ni aun querer mirarlos y volver la cara a otra parte.
Aman mucho que por las calles y plazas por do van la gente
corra a besarles las manos y la ropa. Y algunas pascuas sue-
len algunos morabutos, que están por las montañas en hermi-
tas, haciendo vida solitaria por gozar deste aplauso, honra y Hipocresía,

veneración, venir a Argel, unos a pie y otros en borricos, y


andar sobre ellos por todo Argel, muy rotos, sucios, flacos
y disfigurados, dando la mano a besar como el obispo en su
diócesis, y van continuamente diciendo: Alá, Alá, Alá, que
quiere decir Dios, Dios, Dios; y después que go9an desta
vanidad un par de días y cogen algunas limosnas, se vuelven
a sus ermitas. Otros que suelen volver de la Meca, do fue-
ron en peregrinación, por ser vistos, hacen su entrada sole-
ne en Argel y en otras ciudades principales de Berbería ha-
ciendo primero saber su llegada, y luego otros morabutos se
juntan y , con mucha gente de la tierra, salen a recebir al agi
y santo peregrino, y él hace una entrada como obispo en su
iglesia cuando la primera vez es recebido, llevando una ban-
dera delante a su usanza, y todos concurren a los perdones y
a besarle las manos y las ropas, y aun el bordón que trae, y
ansí va con esta pompa hasta la mezquita mayor. A la misma
soberbia se ha también de juntar, como hija a la madre, la in- inobediencia,

obediencia que ordinariamente tienen los hijos a los padres, y


cierto que es cosa harto notable, porque tanto que un hijo es
grande, no hace más caso de su padre que de un mármol, y si
172 —

es renegado, o la madre renegada, y le dice algo que no le


agrada, a voces le llamará de cristiano y otras injurias indig-
nas de que se digan, pero dignos ellos que las oían, porque,
como antes diximos, ningún modo de crianza o buenas cos-
tumbres muestran a sus hijos cuando niños.
Avaricia. El segundo vicio es avaricia, y cuando todos los otros pe-
cados les sean comunes con otras gentes, éste parece que es
propio y particular de todos los moros y turcos, porque no hay
hombre entre ellos tan poderoso, rico y grande, que por dine-
ro no haga toda maldad y cometa la más baxa vileza que en el
mundo puede haber. No es amigo el que no les presenta al-
go, y tanto dura la amistad cuanto de vos esperan provecho.
Tampoco dará uno un paso por otro que no le dé primero algo
o alómenos se lo prometa, y que sepa que lo tiene muy segu-
ro. El dinero no le fían ni de sus mujeres ni de sí mismos; más
peores y más avaros que las hormigas de la India (de que es-
cribe Plinio), que asconden debaxo de tierra los granos de oro.
Entrando un real en sus manos, al momento le asconden y
entierran, sin que viva alma lo sepa, ni cuando mueren lo
quieren decir o revelar. Y es costumbre general que lo que
una vez se entierra por ningún caso se ha de tocar, aunque
se muera de hambre y perezcan de miseria, y así las muje-
res, por muy principales que sean, no son más que unas es-
clavas; una blanca no menean, y si algo de la plaza o alguna
hierba es necesaria, han de ir a buscar el marido a do se halla
y pedirlo. Y como del avaro es ser perjuro y engañador, po-
Perjuros. eos hallarán que no juren y perjuren y digan mil mentiras o
inventen mil engaños, así en tratar, vender y comprar, como
en el hablar y común conversación, y todo a fin de engañar
unos a otros y hacer cada uno su provecho. Y es tanto esto,
que ni los padres de los hijos ni los hijos de los padres se fían
para que traten o negocien por ellos o vayan a alguna parte
- 173 -

(como entre cristianos se usa) los hijos con la hacienda de los


padres a contratar. Es propio también del avaro ser inquieto, inquietos, D.
y ellos si han de comprar, vender o hacer algo de provecho, MS, ca3p.
no comen, ni beben, ni reposan día y noche que primero no 3L
lo acaben. Es también propio del avaro no usar misericordia,
ser inhumano y duro de corazón, y esto se ve muy bien en
los moros y renegados, porque no darán una blanca de l i -
mosna a sus hermanos. Las mujeres, como más tiernas, natu-
ralmente, dan algunos pedaxos de pan a los pobres y mezqui-
nos que demandan por las calles; pero ellos a coces y a bofe- inhumanos,
tones los echan y apartan de sí. En el invierno del año 1579
estaban las calles de Argel llenas de pobres moros con sus
hijuelos y hijas (porque había una gran hambre y moría della
infinita gente qué acudía de todas los partes y de las monta-
ñas de Argel), y viendo estar tantas madres y padres, tantos
niños y niñas pereciendo y exhalando las ánimas con la ham-
bre, y que llovía algunas veces infinita agua del cielo y esta-
ban todos sin abrigo y muchos metidos en el lodo, no hubo
hombre que recogiese uno para su casa. Un turco harto rico,
por mostrarse más piadoso, viendo entonces a un pobre que
ya estaba boqueando junto a la casa de un vecino de Argel, y
demandando pan con la alma a la garganta y lloviendo muy
grande agua, paró la mano a un caño de agua que de arriba
del terrado corría y, llena, échala en la boca del pobre que
se moría, diciendo: «Sea esto por mi alma; ya que no comes
pan, bebe del agua», y con esto le acabó de matar, ahogán-
dole. Entre ellos no se usa casar huérfanas, ni redimir capti-
vos, ni visitar enfermos, ni dar de comer a los carcelados, ni
favorecer las viudas, ni criar a los niños huérfanos, obras to-
das de piedad y que tanto usan los cristianos, y cáusalo todo
su inmensa avaricia. Y con cuanto, como diximos, su ley les
manda dar cada un año a los pobres dos y medio por ciento de
_ 174 -

cuanto poseen, y ellos lo han limitado que solamente se en-


tienda del dinero con que tratan; con todo esto, raros son
los que dan a esa cuenta alguna poca limosna, ni lo sufre su
codicia. Hospitales tampoco los tienen, y ni aun de aquellos
que en Turquía y en el Cairo suele haber para los viandan-
tes, que les dan dos o tres días alojamiento y de comer. Una
sola casa hay en Argel que tiene nombre de Hospital, la cual
hizo Asambajá, hijo de Barbarroja, en el año de 1549, siendo
Rey de Argel, la cual tiene tres aposentos arriba y dos abaxo,
pero ni tiene camas ni aparejo alguno para curar a los enfer-
mos; mas al turco que quiere (porque para ellos sólo se hizo)
curarse en aquella casa, danle aposento y un cristiano, que
todo el año guarda la casa, que le sirva, y agua de un pozo
que allí está, y él se busque médico, medicinas, lecho, comi-
da, carbón para calentarse y la sal que ha de comer. Esta mis-
ma avaricia hace que todos, generalmente, grandes y peque-
ños, tratan por sí o en compañía de otros, en algún modo de
mercancía de cristianos o de moros, y hasta el mismo Rey
(cualquiera que sea) suele siempre tratar en cueros, cera, la-
nas, trigo, manteca, miel y aceite, que hacen comprar con su
dinero por junto y vender después en las boticas de la ciudad
por menudo. Esta misma avaricia hace que los cosarios nun-
ca paran, todo el verano y invierno, de su oficio de robar, y
apenas son venidos, cuando luego vuelven a espalmar y a
partir, y en cuanto en Argel se detienen, otra plática ni con-
versación tienen, ni otra cosa les oirán en sus casas y por
todas las calles y marina, sino tratar de cristianos, cómo sa-
quearán algún lugar, cómo harán algún salto en tierra, a dón-
de los hallarán más descuidados, por qué partes navegan más
sus navios, dó están trombeteando y baqueteando las galeras
cristianas y otras cosas semejantes al propósito de su robar.
Y salidos una vez, si no hallan navios cristianos que robar,
por no se volver vacíos, roban a los navios franceses, con
quien tienen paz y alianza, y no contentos de robarlos, por-
que no se sepa el mal que les hacen, los ahogan en la mar y
les echan los navios al fondo, y cuando mucho, los acarician,
tomándoles todo el bizcocho, vino, aceite, vinagre que quie-
ren y aun de las mercaderías que llevan, y si algún árbol o
vela o gumera del navio les agrada para reparar y proveer
sus galeotas, es usanza ordinaria tomarlo todo y pasarlo a
sus bajeles, y en conclusión, no toparán navio francés que no
le fuercen a pagar al momento y ofrecer algo de bueno, no
perdonando enemigo ni amigo; pero todo y mucho más sin
comparación merecen esos franceses, los cuales, sin ningún
temor de Dios, y con tanto daño de la cristiandad, los pro-
veen de continuo de toda suerte de municiones y vituallas que
llevan a Argel en sus navios, y los avisan de cuanto pasa en
la cristiandad, y en la mar les dan noticias do están algunos
navios cristianos que roben y las galeras cristianas para que
se guarden dellas, por lo cual los llaman los turcos cardaxi,
que quiere decir hermanos. Sólo en un caso son todos muy l i -
berales: que si se les antoja quemarvivo un cristiano por ven-
gar alguna muerte de algún renegado o morisco que en Es-
paña fué por justicia o por el Santo Oficio condenado, como
han hecho y quemado a muchos por esta causa (cuyas muer-
tes de algunos escribimos en otra parte), y es necesario com-
prar el cristiano a su patrón y pagarlo, suelen ellos luego an-
dar demandando limosna por las calles y boticas para pagar-
le,ytodos, poco o mucho, contribuyen, pareciéndoles hacer en
esto gran servicio y sacrificio a Dios, especialmente si el cris-
tiano es sacerdote, a que llaman Papaz, a los cuales infinita-
mente aborrecen y quieren mal.
El tercero vicio y pecado es la luxuria, de la cual hacen tan Luxuria.
general profesión que no hay especie ninguna deste pecado
— 176 —

que no usen y pongan en él su bienaventuranza deste mundo


y del otro. Conforme a la doctrina de su Mahoma, la fornica-
ción simple no la tienen por pecado, y son tantas las rameras
(con no haber entre ellos ni ser lícito burdel alguno), que ellos
mismos dicen que no hay mujer en Argel que no lo sea, y no
sólo con los turcos y moros, pero con los mismos cristianos,
a los cuales importunan y van a buscar a sus casas, sin temer
de la muerte y que las echen a la mar, como es uso. De la
misma manera, con la ocasión (como diximos) de que todas las
mujeres van tapadas y caminan tan libres por la ciudad, y los
maridos tan poco caso hacen dellas y aman tanto a los gar-
itones, rara es la que es casta, especialmente que hay infini-
tas alcahuetas celestinas que no viven de otro oficio y ningu-
na es castigada. La sodomía se tiene, como diximos, por hon-
ra, porque aquel es más honrado que sustenta más garpones
y los celan más que las propias mujeres y hijas, si no es a los
viernes y pascuas, que los sacan a pasear muy ricamente ves-
tidos, y entonces concurren todos los galanes de la ciudad y
muchos que presumen de graves, a requebrarse con ellos
ofreciéndoles ramilletes de flores y diciéndoles sus pasiones y
tormentos. Un hombre que tiene un hijo halo de guardar si lo
quiere sin este vicio (y pocos son los que luego no le depren-
dan) con no menos ojos que Argos, porque luego tiene namo-
rados que les festean, que les envían presentes y les pasean
la calle. Ningún alcayde va fuera, ningún turco a la mahala o
a la guerra, ningún corsario a su corso, que no lleve su gar-
l ó n que le sirva de cocinar y de acompañar en la cama. El
pecar con ellos en mitad del día y a los ojos de todo el mundo
no se extrañan. A muchos de los turcos y renegados, que con
ser ya hombres grandes y viejos, no sólo no se quieren casar
con otras mujeres que estos garlones, pero se alaban no ha-
ber jamás en toda su vida conocido alguna hembra, antes las
- 177 —

aborrecen y no quieren ver de los ojos. Uno destos y de los


más principales alcaydes y más ricos renegados, de nación
griego, jura a Dios se tiene por tan afrentado de haber naci-
do de mujer (tanto le aborrecían ellas), a que si le mostrasen
su madre la mataría con sus manos. De aquí nace que, siendo
la sodomía tan estimada en Argel y tan públicamente, acos-
tumbran los barberos, por tener mayor ganancia y más con-
curso de gente en sus boticas que rapen y afeiten, tener en
ellas mochachos, los cuales son los que rapan y trasquilan y
lavan a los turcos, renegados y moros, y son dellos tan conti-
nuamente festejados como si fuesen las más principales y
hermosas damas del mundo; y, en efecto, las boticas de bar-
beros son unos públicos burdeles. L a bestialidad es muy usa-
da entre ellos, imitando en esto a los alarbes, que son muy
infames en este vicio, y lo mismo usan mucho los morabutos,
como ya diximos hablando dellos.
E l cuarto vicio es la gula, la cual, aunque no tiene tanto Qu>a-
lugar en los moros, que por la mayor parte son más sobrios;
pero cuanto al beber vino, es cosa muy ordinaria en todos,
si no son los morabutos o que se dan de propósito a la obser-
vancia de su ley. Pero cuanto a los turcos y renegados, ge-
neralmente todos son muy dados a la gula y a la borrachez,
porque de ordinario todos beben vino y aguardiente, a que
llaman arreqnín, y suelen convidarse unos a otros y hacer
grandes banquetes, no de muchos regalos y manjares, pero de
mucho vino y arrequín, y se están en estos banquetes dos y
tres días con sus noches. Y dado caso que los tudescos tengan
mucha infamia en este vicio, los turcos y renegados de Argel
les exceden, ansí en el tiempo que duran en beber y brindarse
unos a otros como en la suciedad y grandísima deshonestidad
de que usan, porque no se hace convite (a que llaman sofia)
que no tengan allí un vaso, do, como sienten el estómago car-
ia
gado y no poder beber más, vomitan todos (por grandes y
muy honrados que sean), sobre la tabla y en las barbas de to-
dos, dentro de aquel vaso, que es el mayor asco y horror que
puede ser; y de más desto, al brindar se dan las manos dere-
chas con risas, palmadas uno al otro, y luego se besan des-
honestísimámente, con otras ceremonias muy vergonzosas, y
sobre todos son más infames los cosarios y leventes en este
vicio, en el cual, principalmente, cuando en Argel están gas-
tan cuanto roban y aún más. Y no irá ninguno en cualquier
tiempo por una calle que no tope destos borrachos, y muchos
dellos alcaydes muy principales, Arraezes y hombres ricos; y
más a menudo que en Sevilla, Lisboa, Setubary Cádiz topan
de noche con Tudescos y Flamencos borrachos, tanto que es
menester llevarlos del braipo y guiarlos por el camino, y ansí
por la mayor parte ninguno va a comer con otro que no lleve
un cristiano que le vuelva a su casa,
ira. El quinto vicio es la ira, en la cual son prontísimos, muy
súbitos y arrebatados, que rompen fácilmente, y con muy pe-
queña ocasión, en decirse mil afrentas, injurias, en mitad de
una calle unos a otros, aunque sean alcaydes principales,
como diximos; pero más particularmente con los pobres cris-
tianos son unas fieras, y de las crueldades inhumanas y mo-
dos de tormentos, el desformar de los miembros, cortar de
orejas, cercenar de narices, muertes horrendas y espantosas
con que executan en ellos su rabiosa ira, en otra parte y pro-
pio lugar trataremos largamente, porque es infinito lo que en
ello hay que decir. No perdonan tampoco (por pequeña oca-
sión que sea) a los propios hijos, garlones y renegados, que
mucho aman, mas tendiéndolos en el suelo les dan tanto de
palo, que les muelen huesos y entrañas. De manera que nin-
guno se puede asegurar dellos ni fiar de su amor, buena cara
y halagos, y lo mismo es con sus propias mujeres, que por
— 179 —

principales que sean enojándose con ellas, les dan mil bofeto-
nes y co^es. Generalmente, en todo castigo no saben tener
modo ni medida, mas ciéganse como unas bestias entrados una
vez en cólera, y hasta dexar a un hombre por muerto no cesan
de darle palos y azotes. Son en extremo amigos de ver hacer
mal, ahorcar, quemar vivos, enganchar y empalar vivos los
hombres, y no habrá uno (si no es de maravilla) que en tal
caso interceda por otro, o que, viéndole en el tormento,mues-
tre que le pesa y le duela; mas (como si los que ansí pade-
cen no fuesen de carne y sangre como ellos) los están miran-
do riyéndose, aunque sean moros como ellos, y burlando unos
con otros y mucho más los renegados, los cuales parece que,
dexando la fe y nombre de cristiano, dexan al momento de ser
hombres y se visten de entrañas de tigres y bestias fieras, y es
esto de manera que aquél se tiene por más hombre y más prin-
cipal de los renegados que más fiero es, más inhumano y cruel
para con todos,moros o cristianos. Y porquesevea cuántocaso
se hace en Argel de la ira y crueldad, esto baste, que como
en tierra de cristianos se tiene por honra traer los esclavos y
captivos bien tratados, en Argel se tiene por honra que an-
den estropeados, cortadas las orejas y narices y señalados de
la rabia de sus amos. Y preguntados por qué, responden:
«Cómo y los cristianos no son perros y canes». Finalmente,
porque un turco, moro o renegado mate a palos cien cristia-
nos que sean suyos, como muchos cada día hacen, no sólo no
le castigan, pero ni es prohibido; mas se reputa a virtud y
valentía; mas desto en otra parte trataremos.
El sexto vicio es la envidia, la cual en todos es muy general Envidia.
y muy notable para todo, pero especialmente en caso de ser
ricos, porque sólo esto tienen (como diximos) por felicidad y
grandeza suprema. Y es tan grande entre ellos, que ni el pa-
dre para con el hijo, ni el hijo para con el padre, puede disi-
— 180 —

ítiular la envidia si ve que gana más o se aprovechó de algu-


na cosa más que no él. Y por muy grandes amigos y parien-
tes que sean, si va con una alcaydería o cargo o oficio y se
compra o arrienda (como es uso), pujarle han de pura envidia
Murmura- entre sí, de manera que se arruinan unos a otros. De la mis-
ma manera son grandes murmuradores, el cual vicio nace de
la envidia, y jamás hallaréis que digan unos bien de los otros
si no les dan o les hacen algún bien y sacan de sus casas al-
gún provecho, que en tal caso no hay hombre más honrado,
y particularmente entre los Arraezes reina la envidia, de ma-
nera que no hay mayor tormento que ver venir a otro con más
ganancia y presa; aquéllos llaman galima. Y lo mesmo es en-
tre los renegados y garlones sobre quién vale más con el pa-
trón y es de él más querido, y suelen ser estos celos a las ve-
ces tan de veras, que se matan unos a otros con ponzoña, y
cuando no pueden matarse, acaece no pocas veces dar tosigo
al mismo patrón y quitarse con su muerte de contiendas. Y
por la misma razón alégranse extrañamente cuando un al-
cayde ve a otro alcayde y un Arráez a otro Arráez y un
mercader a otro mercader caído o menguado y con algún de-
sastre de fortuna, pobre y abatido, y engáñanse los que di-
cen que luego se favorecen, ayudan y dan la mano unos a
otros, porque es todo muy al revés, que ni aun hay quien los
consuele y anime viéndolos abatidos o maltratados de la for-
tuna, y ni aun quien los visite o muestre pesar de su mal; tan
inhumanos son todos.
Pereda. El séptimo vicio y pecado es la accidia o pereda, que es
muy ordinario en todos, porque quitados de la guerra los sol-
dados y alcaydes, y los cosarios del corso, y los mercaderes
de su mercadería, ninguna ocupación virtuosa, honesta, hu-
mana (como tienen otras gentes) tienen ni usan los turcos, re-
negados y moros de la ciudad de Argel. No corren caballos, ni
— 181 -

juegan cañas, sino en las tres pascuas del año, como diximos;
no hay exercicio ninguno militar, no de esgrima, no de pelota,
no de danzar ni bailar, si no son las mujeres, y muy desgra-
ciadamente, no van a pescar, ni cazar; toda la ocupación de
los que no tienen oficios mecánicos es sentarse a las puertas
de los barberos a requebrarse y hablar con los g a l o n e s que
allí están asentados, y los mercaderes en sus boticas, contar
unos a otros mentiras y nuevas, y los cosarios irse hasta la
marina y puerta a mirar sus bajeles. Y los otros, do quie-
ra que se junten, son todos, en general, los mayores no-
veleros y fingidores de mentiras que jamás hubo en las gra-
das de Sevilla, ni en los hornos de Málaga; allí fingen nuevas
venidas de Turquía, desastres de la cristiandad, tomadas de
galeras y naves, sacos de casales y de tierras, aparejos de
guerra del gran Turco y otras cosas semejantes con que lue-
go alborotan la tierra y la meten en confusión. Y no falta
jamás qué hablar y en qué entender y discurrir, hasta que al
cabo de algunos días se sabe ser todo mentira, y dicen que
les deben mucho los captivos, porque con esto les alivian el
trabajo del captiverio, haciendo que con las nuevas diviertan
el pensamiento e imaginación continua de las cadenas.

CAPÍTULO XXXVII

De algunas bondades que en los turcos y moros de Argel


se hallan.

Ninguna cosa crió Dios a la cual (juntamente con el ser na-


tural) no dotase de alguna propiedad y virtud buena, aunque
a los hombres sea oculta, porque vemos que hasta la víbora,
siendo de tanta ponzoña, aprovecha en la tierra, y que de ve-
182

nenos se hacen excelentísimos remedios. Digo esto porque no


dexan de tener los moros y turcos de Argel algo de bueno y
virtudes, algunas humanas y naturales, las cuales, aunque no
sean tantas que puedan excusar ni encubrir sus grandes v i -
cios, no por eso dexaremos de apuntarlas y escribirlas. Y ,
primeramente, es bondad muy notable y costumbre digna que
los cristianos imiten, que ni por enojo que tomen, ni por al-
gún desastre que les suceda, dirán un pesar, ni un reniego de
Dios, ni algún modo de blasfemia; mas (como diximos) hablan-
do de los genfzaros, ni aun vocablos tienen en su lengua mo-
risca o turquesca con que puedan decir mal de Dios; antes,
cuando muy enojados están, suelen decir: «Z^raé/», que signi-
fica bendito Dios, o «Bismala», que quiere decir Dios me val-
ga. Todos sus juramentos no exceden más que alegar a Dios,
diciendo: oh Alá, que quiere decir por Dios, y los renegados,
especialmente italianos y españoles, aun reprimen su mal uso,
que deprendieron en sus tierras, de jurar muy a menudo,
blasfemar y renegar en lengua cristianesca, lo cual, si otros
turcos entienden, los reprehenden ásperamente. Lo segundo,
de ninguna manera juegan cartas, naipes o dados, mas dicen
que es pecado muy grande y costumbre de bellacos; sola-
mente juegan tablas y xedrez, por pasar tiempo, y no dineros;
pero los renegados son tahúres en Argel como cuando cristia-
nos en sus tierras. Lo tercero, no se hieren, ni acuchillan, ni
desafían, ni matan unos a otros sino por un muy grande de-
sastre, aunque a esto se puede decir que la causa es no tener
ellos algún modo de honra y, por tanto, no haber entre ellos
puntos ni honra que poder perder ni cobrar, y de la misma
manera, esta facilidad grande con que luego se reconcilian
aunque ahora se quisiesen matar y se diesen mucho puño,
porque luego se hacen amigos y se abrazan y se besan tier-
namente. Lo cuarto, que son en extremo obedientes a los
- 183 -

Reyes, gobernadores y justicias, porque mandando el Rey


una cosa todos tiemblan y baxan las caberas, y ha entroduci-
do esta grande obediencia el rigor y castigo que suelen los
Reyes usar contra los que no le obedecen, lo cual por la mesma
manera observan todos, genízaros y no genízaros, con los ofi-
ciales de guerra, porque tan obediente es un alcayde y un
muy viejo espays a un oficial, o baluco baxi o capitán, como
el más pobre aldaxi y v i l soldado. Lo quinto, que en la gue-
rra sufren extrañamente la hambre, y acaece muchas veces
y muchos días andar garramando con agua y raíces de hier-
bas. Lo sexto, que se tratan hermanadamente las camaradas,
y aun los que no lo son, en un campo y en una guerra, favo-
reciéndose y ayudándose con gran cuidado, y sobre partir lo
que roban, jamás riñen ni se engañan unos a otros. Lo sépti-
mo, que se precian casi todos los turcos, aunque pobres, an-
dar limpios y bien vestidos, reputando por gran vicio (como
lo es) andar sucio y mal en orden, pudiendo andar de otra ma-
nera, y ansí ver un escuadrón dellos, o una pequeña mahala
de quinientos o seiscientos y no más, es cosa muy para holgar,
porque lustran muy grandemente, y no verán a uno con sus
armas sucias o con su arcabuz herrugiento, mas muy limpio
y reluciente. Lo octavo, que no permiten, por ningún caso,
que alguno se atreva en su presencia (aunque sea muy prin-
cipal turco y alcayde) decir mal del gran Turco y gran señor,
o quiera reprehender o tachar lo que él mandó, ordenó o lo
que hace, porque al momento le romperán todos los dientes y
le molerán los huesos a palos. Lo nono, que de la mesma ma-
nera no comportan que se diga mal de sus morabutos, que son
como sus eclesiásticos, ni que alguno juzque lo que dicen, o
lo que hacen o si viven mal, y dan por razón que, siendo mi-
nistros de Dios, no deben los hombres entremeterse con ellos.
Lo décimo, que cuanto son negligentes en la crianza de sus
184

hijos, tanto son diligentes, después que las hijas ya son cria-
das, en casarlas y acomodarlas con maridos, y como y de la
mejor manera que pueden, y en extremo suelen ser en esto
cuidadosos y solícitos, y tanto, que dende muy niñas las sue-
len luego prometer y desposar a otros mochachos hijos de sus
amigos iguales. Lo onceno, que el que al último se determi-
na vivir como buen moro, lo es muy de veras, y los viejos
son tan observantes de su ley y tan devotos en hacer a sus
horas el sala, y acudir a sus tiempos a las mezquitas, y ayu-
nar sus ayunos, y en abstenerse del vino y aguardiente, que
pluguiese al Señor lo fuesen tanto los cristianos en la obser-
vancia santa y preceptos de Dios.

CAPITULO XXXVIII

De las cerimonías que usan a l tiempo de la muerte


y enterramiento.

A l tiempo que uno está en cama para morir, s¡ es hombre


acompáñanle hombres solamente, y si mujer, las mujeres y no
hombres, y hacen grande instancia a todos que llamen siem-
pre por Mahoma, hasta que pierde la habla y sentido, y sue-
len ponerles para esto la cabera para Levante, ansí como
cuando hacen el sala. Acabado de expirar, le tienden luego en
tierra, y desnudado el cuerpo, le lavan sobre unas tablas con
agua caliente y jabón o tierra blanca todo el cuerpo, sin que
quede parte alguna secreta que no sea muy bien lavada y
fregada, y particularmente les rapan con un cuchillo o navaja
las plantas de los pies, de manera que apenas queda allí cue-
ro, y después desto visten, tanto al hombre como a la mujer,
una camisa lavada y zaragüelles muy blancos, y le envuelven
— 185 -

en una sábana que te cubre todo, pies, manos y cabeza, y le


ponen otra vez en tierra. Este oficio suelen hacer moros para
ios hombres y moras para las hembras, que no viven de otra
cosa. Acabado esto, vienen los parientes y amigos y le meten
en unas andas baxas, que tienen ya para esto los morabutos
que alquilan, y le cubren con un paño de seda muy ancho y
largo y de alguna color, y si es hombre le ponen encima de
aquel paño su turbante, si cuando vivo le solía traer, y habi-
da licencia del alcayde de los muertos para le poder enterrar
(porque sin su licencia no puede ser), la causa es que éste tie-
ne cargo de parte del Rey de saber los que mueren para co-
ger la hacienda de la manera que diximos, que es uso heredar
a los difuntos el gran Turco, y en su nombre los reyes de
Argel. Sacan fuera a la calle al difunto, do le están aguar-
dando los convidados para las honras, con todos los amigos y
parientes, excepto las mujeres, las cuales a ningún difunto
ni difunta acompañan, por madre, hija o pariente muy estre-
cho que sea. Convidan ta mbién (los más ricos y principales)
algunos dos, o tres o cuatro morabutos, los cuales vayan
acompañando el difunto y rezando por él a voz alta, como
cantando, y su cantar no es más que repetir muy a menudo
«Alá, Alá», que quiere decir: «Dios es y Dios será». No sue-
le llevar candelas ni hachas encendidas, como los cristianos
usamos; mas acompañando el difunto, como diximos, con la
gente y morabutos, lo llevan caminando a paso largo y cuanto
pueden, y va siempre el difunto con la cabera para delante y
con los pies para tras, al revés de lo que usan todas las otras
naciones del mundo, cristianos, judíos y gentiles. El lugar do
los entierran es siempre fuera de la ciudad, y particularmente
en Argel se entierran todos, en general, en dos partes o cam-
pos, uno que está fuera de la puerta de Babazón y otro fuera
de la de Babaluete. Algunos, aunque pocos, se entierran en
186

sus jardines, los cuales, después que sirven para sepulturas,


son libres y comunes y puede cada uno coger la fruta que los
árboles dellos producen, y los genízaros también tienen un
gran cercado, como un corral muy largo y ancho, do se se-
pultan, y no otro alguno, el cual está fuera de la puerta de
Babazón, para Levante. Si alguno muere en el juma (esto es,
viernes, que es su fiesta) no le sacan a enterrar sino al me-
diodía, que es tiempo del sala, y entonces pasan por alguna
mezquita y le meten dentro della, y está allí en cuanto dura
el sala, y todos oran por él. Salidos fuera de la puerta de la
ciudad, suelen poner al difunto sobre alguna sepultura de sus
morabutos y santos que allí están en capillas enterrados, como
diximos, y preguntando yo a uno por qué lo hacen, respon-
dióme graciosamente que porque recibía el difunto de aquel
morabuto virtud para poder ir al cielo, y debe ser más presto
para que camine más recio para el infierno. Llegados al lugar
de la sepultura, la primera cosa que hacen es que toman el
turbante del difunto, que llevan (como diximos) sobre las an-
das, y le arrojan tres veces por tierra, y llamando a su Maho-
ma muchas veces, ponen en el cuerpo muy quedito y con gran
tiento en la sepultura que está hecha, de manera que no cai-
ga o dé algún golpe en tierra, porque dicen ellos que es gra-
vísimo pecado maltratar a un difunto, y luego los parientes
dan a los pobres (que suelen en tales tiempos acudir allí) pe-
dazos de pan por limosna y algunos higos pasados, y no usan
dar ningún otro companage, sino solamente de higos, porque
dicen que ganan tantos perdones cuantos son los granecillos
del higo. A los muy pobres y miserables cubren con la tierra,
mas a los demás métenlos en un hueco hecho en la tierra, el
cual cubren con alguna o algunas piedras, y con cal y yeso le
tapan muy bien las junturas; pero muchas veces acaece a éstos
que, por ser las piedras pequeñas y ligeras, los adives y pe-
— 187 -

rros y otros animales que están ya avezados, vienen de noche


y los mueven y comen todos los cuerpos, de manera que a la
mañana no hallan más que los huesos. Lo ordinario es que po-
nen sobre estos huecos algunas piedras enteras o grandes,
aunque no mucho, y bien labradas, con otras dos más peque-
ñas y redondas, una de las cuales ponen a la cabeza y otra a
los pies, y casi todos éstos tienen estas sepulturas aleadas un
poco de tierra, con dos, o tres, o cuatro palmos en alto y con
unos escalones hechos de ladrillos, azulejos o de piedras blan-
cas, como cada uno más quiere y puede. Los grandes alcay-
des y reyes se entierran en unas cubas grandes, como capi-
llas redondas y hechas de bóveda y muy lindamente labradas,
a las cuales se entra por una angosta puerta, que está siem-
pre cerrada con su candado y llave, y tienen por rededor es-
tas capillas unas ventanas por do les entra alguna luz, aun-
que algunas no tienen más de la que entra por la puerta, y en
medio desta capilla está hecha la sepultura, al9ada del suelo y
con unos escalones de piedra, azulejos o ladrillos, como antes
dixe, muy bien labrados, y de la misma manera, con dos pie-
dras redondas, una a los pies y otra a la cabecera, do suelen
entallar o escribir algunas letras con epitafios o palabras del
Alcorán y con el nombre del difunto y calidad de su persona.
Acostumbran también los ricos alquilar uno o dos morabutos,
a los cuales ponen y arman una tienda de campo sobre la se-
pultura del difunto, si no está enterrado en capilla, los cuales
están en ella cuatro, cinco, seis y ocho días o cuantos quie-
ren, todos continuos, con sus noches, encerrados rezando por
el difunto, y todas las tardes, siendo noche, les envían los
parientes del difunto allí de comer; y acabado el tiempo, son
muy bien pagados con dineros. A l otro día del enterramiento
suelen luego de mañana los parientes y amigos ir a visitar el
sepulcro, llorando sobre él y haciendo el sala y oración por
188

algún espacio; y acabando los hombres, suelen venir las mu-


jeres, con las parientas y amigas, y hacen lo mismo. Y des-
pués se sientan allí todas en conversación y hacen traer de la
marina, que allí está cerca, muchas piedras blanquillas y me-
nudas como habas; y tomándolas en la mano derecha, las pasan
a la izquierda (como quien cuenta uno, dos, tres y cuatro), y
contando van diciendo «Cebam Alá», que quiere decir maña-
na de Dios, como si dixesen que Dios les dé claridad en el
otro mundo, y a la hora que se parten de allí, todas aquellas
piedras dexan sobre las sepulturas, y las que no toman estas
piedras o no las pasan por las manos rezan, como nosotros,
por cuentas, repitiendo a cada cuenta las mismas palabras de
«Cebam Alá». Pasados que son los tres días, suelen volver a
hacer lo mismo; a visitar el sepulcro y a rezar sobre el difun-
to; y después, por todo el año, es costumbre que las mujeres
los lunes, de mañana, y jueves, a la tarde, y el viernes de
mañana van a visitar los sepulcros, lo cual también suelen
algunos hombres hacer en los mismos días, mas ha de ser de
mañana; y todos, tanto hombres como mujeres, pasando, en
cualquier día que sea, por los sepulcros y sepulturas, se paran
luego a rezar y a rogar por los difuntos, y para esto dexan
allí las piedrecillas, y allí se están de continuo. Y hanles per-
suadido sus morabutos y letrados, que cuando ansí visitan los
sepulcros que las ánimas de los difuntos salen fuera a estar
con ellos; y que las ánimas de los hombres o mujeres se asien-
tan sobre aquellas piedras, que diximos ponen en los sepul-
cros a la cabecera, pero las ánimas de los niños y niñas que
se sientan sobre el manto de sus madres, o abuelas o herma-
nas, y ansí ellas usan sentarse o sobre los sepulcros o acos-
tadas a ellos, y cuando se levantan para volver a sus casas
no se al^an sino muy queditas y despacio. Y luego sacuden
los mantos muy pasito y con gran tiento, porque si de otra
- 189 -

manera lo hiciesen, o se levantasen recio, o sacudiesen los


mantos de golpe, que harían mal a las ánimas inocentes y pe-
queñita de los mochachos. Tales son las doctrinas o persua-
siones de sus morabutos. Es también general uso que en la
casa del difunto los primeros tres días no se enciende fuego;
mas si algo han de comer los de casa, o no ha de ser cosa
asada ni cocida, o se lo han de enviar de fuera los parientes y
amigos. Y de la misma manera acostumbran estos tres días
dar por amor de Dios y por la alma del difunto pan y higos a
los pobres, tanto cuanto el difunto solía o podía comer en una
comida. Ninguna manera de lutos se usa entre ellos; sólo las
mujeres suelen por casa, en la muerte de los maridos, hijos y
padres, ponerse algún velo azafranado o negro, pero esto
por pocos días. La mayor señal de tristeza y sentimiento en
los hombres es no se rapar ni hacer la barba por un mes, mas
muy pocos hacen esto y por pocos días. Los judíos, como en
lo demás, son muy supersticiosos en sus enterramientos; tam-
bién lavan y friegan con jabón y agua caliente al difunto, y
le visten en su camisa y calzones lavados, y le amortajan en
una sábana que sea nueva, y le llevan más acompañado; pero
hasta que salgan fuera de la ciudad no osan decir Psalmos ni
oraciones, porque los muchachos turcos y moros les tiran in-
finitas pedradas; mas salidos al campo, comienzan luego a
decir algunos Psalmos en hebraico, hasta que llegan con el
cuerpo al enten-amiento, el cual tienen fuera de la puerta de
Babaluete, a mano izquierda, todo rodeado de un muro bajo
porque no entren en él las bestias; y costóles esto no poco
dinero; allí entierran sus difuntos con grandes llantos y guays,
y no tendidos en el suelo, mas en cuclillas. Y suelen también
ponerles piedras grandes encima de la sepultura y a la cabe-
ra y pies otras piedras, como usan los turcos y moros, y al-
gunas con epitafios y nombres de los que allí están enterra-
- 190 —

dos. Y suelen también, no ellos, mas las mujeres, ir a llorar


sobre el sepulcro todos los jueves a la tarde, y entonces ve-
rán aquel su enterramiento cubierto todo de judías descabe-
lladas sobre los muertos, y dando voces y lloros muy altos.
Ultra desto, suelen por todo un año después que murió el di-
funto, un día o dos y más, si más pueden de la semana, jun-
tarse muchas en la casa del difunto, y al son de ciertas tabli-
llas, que tocan acordadas unas con otras, y el que hacen con
las palmas de las manos, cantan y dicen a voz alta muchas
alabanzas del muerto y muchos duelos, y otras palabras, com-
puestas todas para hacer y provocar a llorar; y descabéllanse
todas en rueda y mésanse los cabellos, danse bofetones, ras-
gúñanse y hiérense la cara, de manera que, a lo menos, la
señora de casa y a quien toca el llanto se ensangrienta todo
el rostro, y sus hijas y hermanas, si las tiene, aunque las otras
a quien esto no toca tanto, se mesan solamente y dan bofeto-
nes, mas no se hieren la cara. Y si ella no puede juntar tanta
caterva de judías, que basten para hacer este llanto en co-
mún, pónese a un rincón de su casa y se rasguña toda, dando
tales ¡ays! y voces tan dolorosas que no las sufren oír las
orejas. Tampoco usan ponerse luto los hombres judíos, pero
las mujeres se ponen tocas y vestidos negros por muchos
días. Y esto que diximos de las judías, que hacen en común y
juntas grandes llantos en su casa por el difunto, hacen tam-
bién las turcas, moras y renegadas, porque también se mesan
las mujeres y hijas y se rasguñan, hasta sacarse mucha san-
gre; pero no lo hacen sino el día que el difunto murió, y
cuando mucho, por otros dos o tres días arreo, y no más.
19Í

CAPITULO XXXIX

De algunos públicos edificios y fuentes de Argel.

Demás de los bestiones y fuerpas de Argel, que están tanto


dentro la ciudad como fuera y en torno della, de que ya ha-
bernos hablado, hay algunos edificios que son dignos de notar.
Y primeramente las mezquitas, de las cuales (entre grandes y
pequeñas) habrá en todo Argel hasta 100, y todas tienen mo-
rabutos que las gobiernan y a donde ellos y otros hacen a sus
horas el sala. Las cuales han edificado moros, turcos y rene-
gados, y dotado poco o mucho de rentas, así para sustenta-
ción de los morabutos que las tienen a su cargo, como para
la provisión de las esteras que en ellas de continuo tienen, y
para el gasto del aceite de las lámparas que todas tienen, po-
cas o muchas, y se encienden cuando hacen el sala. Y muchas
destas mezquitas son muy bien labradas de sus bóvedas, ar-
cos y columnas, que si no son de mármol porque hay poco en
la tierra que sea bueno, las hacen de ladrillo y de yeso,
muy galanas; pero siete son las principales mezquitas. Una,
que es la mayor de todas, muy grande, y muy espaciosa, que
está junto al puerto, en medio de la distancia que cae entre
el tarcenal y el puerto. La segunda, que está cabe ésta, para
poniente, que se acabó el año 1579, que un moro muy rico,
dicho el Caxes, mandó por su muerte hacer, que es muy lin-
da y bien labrada y de razonable grandeza. La tercera está
cerca la casa del Rey, y en el Soco de la hortaliza, adonde
los reyes suelen hacer el viernes su sala. La cuarta, en la ca-
lle del Soco grande, más allende de la casa del Rey y antes
que se llegue a la puerta de Babaluete. La quinta, en el Soco
de los Herbajeros cristianos, y que hacen capotes detrás del
— 192 —

baño del Rey. La sexta, en la calle de la caballeriza del Rey,


un poco más adelante. La séptima, a la arriba y cerca de la
Alca9aba. Las cuales tienen sus torres (especialmente las dos
primeras) muy grandes, muy altas y muy antiguas, y que
parecen ser de tiempos de romanos, por el talle que tienen y
architetura delías. Son también notables edificios los baños
en que suelen bañarse cada día los hombres y las mujeres,
que edificaron algunos reyes. Y dexando más de 50 ó 60 ba-
ños particulares y que no son de tanto caudal, hay dos muy
principales y muy grandes, y excelentemente labrados. Uno,
que se dice de Asan Bajá porque le hizo el hijo de Barbarro-
ja, que ansí se llamaba, el cual es de bóveda todo, muy recia
y muy linda, y lastrado todo de mármol muy polido; está éste
dividido primeramente en dos como salas o aposentos cua-
drados, largos y anchos y espaciosos. En el primero se des-
nuda la gente, y allí les guardan la ropa muy fielmente. En el
segundo entran desnudos, y allí, por todo el rededor, hay
muchas camarillas y aposentillos, en cada uno de los cuales
pueden estar diez y doce personas, y en cada una hay una
fuente que sale del mismo muro y pared del baño, a la cual,
por caños hechos de bronce que pasan por todas las paredes
de aquella segunda sala, viene mucha agua caliente, que se
echa de otra sala que está a las espaldas, do se calienta de
continuo, porque no son estos baños de agua caliente natural,
mas artificial, y por industria hecha, y cae esta agua en una
pila de mármol que dentro, en cada una de las camarillas, está
puesta al pie del caño por do corre y mana la agua, y della
toma cada uno la que quiere con unos jarros de cobre que
allí tienen, y la echa sobre sí y hace echar, como y cuanta
quiere. Y junto a esta pila y fuentes de agua caliente está
luego otra de agua tibia y no tan caliente, que también viene
allí por otros caños de bronce que rodean por todos los huecos
- 193 -

de las paredes y cae en su pila apartada. Y suelen todos estos


aposentos estar de continuo tan calientes, que hacen a una
persona sudar grandísimamente. Y para lavar la gente y fre-
garle los cuerpos y enjugar, están allí de continuo hombres
que viven deste oficio y sirven hasta que es el mediodía.
Suceden muchas negras en aquel oficio, porque dende aque-
lla hora hasta la noche vienen las mujeres a lavarse, y cada
uno que se lava paga dos ásperos, para el que tiene el baño
arrendado al Rey cuyo es, y al moro o mora que le lava da
un otro áspero, o como quieren. Ordinariamente todos los
que van al baño llevan paños y toajas limpias, con que se
limpian, y si no las llevan, son los del baño obligados a se los
dar. Y no sólo son admitidos a lavarse los moros y turcos,
mas también los cristianos como paguen; lo que a los judíos
no se permite, ni tampoco ellos querrían (según son supersti-
ciosos) que ninguno los toque. Este primer baño está casi en
medio de la ciudad, y es muy frecuentado día y noche. Otro
segundo hay que se dice de Mahamet Bajá, porque le hizo él
y está más para levante, apartado del primero y hecho tam-
bién de la misma forma y manera, mas es más pequeño y me-
nos de la gente frecuentado, y estos dos son los principales y
más de notar. Hay también algunas casas muy notables, como
la Casa Real y aposento do viven todos los reyes, el cual, si
no es tan suntuoso y rico como son los palacios de algunos
príncipes y reyes cristianos, ni con tantas columnas de már-
mol, por haber en la tierra poco, a lo menos es muy espacioso,
con dos patios muy grandes que, en diámetro, tiene cada uno
36 pies, lastrados de ladrillo, y con sus corredores sobre
columnas de ladrillo muy bien labradas y muy blancas- con
cal y yeso, y con muchos aposentos a que llaman golfas,
grandes y pequeñas, altos y bajos, y soterráneos, y todos
muy bien hechos, y muchos labrados, y aforrados de manera

13
— 194 -

inuy buena, de pino y roble, y pintados con pinturas a la mo-


risca y turquesca. Esto es, sin ninguna figura de hombre, mas
con muchas flores, hierbas y hojas muy graciosas y muy al
vivo, obra toda hecha por cristianos, porque no he visto ni
sabido que en Argel fuese algún moro o turco pintor. Y des-
pués desto, ella sola, y no otra casa alguna en toda la ciudad,
tiene un muy bonito jardín, aunque pequeño. Otras casas hay
por la ciudad de particulares, y cierto que nada deben a mu-
chas muy lindas de cristianos, y son de la figura que antes
diximos, y todas con sus patios muy galanes y muy claros,
como es la casa de Rabadán Bajá, renegado sardo; de A g i
Morato, renegado esclavón; del alcayde de Daut, de nación
turco, del cayde Mami, español renegado; del cayde Hamida
Caxes, moro; del cayde Motafer, turco; del cayde Asan, re-
negado griego, y de otros, con la de el cayde Mahamet, el
judío. Ya diximos cómo no tienen hospitales, ni tampoco usan
mesones públicos como en otras partes, aun de Barbaría y
Turquía. Solamente fuera de los muros y de la puerta de Ba-
bazón, hay algunos pobrísimos y muy miserables, do no se da
cama ni comida, ni más que la tierra para dormir, y lugar
para una bestia, y esto les basta a ellos, según son todos los
moros miserables; mas aloja cada uno, en casa de sus cono-
cidos y amigos, si los tiene. Son también de notar los pú-
blicos alojamientos, deputados para los genízaros, que son
cinco: tres grandes y dos más pequeños, repartidos todos
en cámaras, altas y bajas, y con sus corredores y patios,
muy capaces; en medio de los cuales, todos tienen su fuente
de agua, y (como dixe) en los mayores caben en cada uno
400, 500 y 600 hombres alojados por camaradas, y en los
menores dos, a 200 y 300; son también de notar los que lla-
man baños del Rey, que son las casas o corrales, para mejor
decir, do tiene sus esclavos y captivos cristianos encerrados;
- 195 -

uno se dice el baño grande, que es hecho como en cuadro,


aunque no perfectamente, porque es más largo que ancho; de
largo tiene 70 pies y de ancho 40, está repartido en altos y
bajos y con muchas camarillas y en medio una cisterna de
linda agua, y a un lado, debajo, está la iglesia o oratorio de
los cristianos, do (sea el Señor bendito) todo el año se dice
misas, y muchas veces en fiestas solenes cantadas y sole-
nizadas con sus vísperas y muy bien acordadas, porque nun-
ca faltan sacerdotes captivos, y suelen pasar el número
de 40, de toda nación y calidad, y aun muchos muy buenos
letrados, doctores y maestros, religiosos y clérigos, segla-
res, y adonde también se administran algunos sacramentos
y se predica a veces la palabra del Señor, y como nunca
por la gracia suya faltan cristianos devotos, hay gran con-
curso dellos que los domingos y fiestas suelen, los que pue-
den, oír allí misa, y en las Pascuas suelen ser tantos que
no caben, y es necesario algunas veces decir misa en el pa-
tio, fuera, y en tales días suelen los guardianes del baño,
turcos y moros, no dexar entrar alguno que no pague primero
un áspero, de que sacan gran ganancia. Está este baño gran-
de en la calle del Soco grande o calle derecha que atraviesa
de la puerta de Babazón a la de Babaluete, y como a 400 pa-
sos comentando de la puerta de Babazón para poniente. El
otro baño se dice el Baño de la Bastarda, el cual no es tan
grande, pero también está en muchos aposentos repartido, y
particularmente sirve éste para estar en él los cristianos del
común, a que llaman del Magazén, porque el común y la ciu-
dad es patrón y señor dellos, y el aga y los genízaros los
mandan y ocupan en el servicio común y en cosas para el bien
público necesarias. El Rey es obligado a darles lo necesario
cada día. Tiene este baño su oratorio, do se dice misa los do-
mingos y fiestas, habiendo copia de sacerdotes, y con tanto
196

que en el baño grande no falte quien diga misa, porque éste


es el más principal y preferido por haber en él mucha más co-
pia de captivos cristianos, porque habrá Rey (como Asan Ve-
neciano, renegado del Ochali), que tendrá en aquel baño a
veces 2.000 cristianos o 1.500, y los del baño de la bastarda
y del común serán de ordinario hasta 400 ó 500 no más. Tie-
nen éstos del baño de la Bastarda más libertad porque pueden
ir y caminar por do les place, como el aga y genízaros no los
ocupen, y los del baño grande están todos encerrados siempre
y a buen recaudo, con sus porteros continuos a las puertas y
guardas que día y noche a cuartos los velan y guardan. Llá-
mase este segundo baño de la Bastarda, porque habiendo Asán
Bajá, hijo de Barbarroja, desbaratado al Conde de Alcaudete,
general de Orán, en el año del Señor 1558, en el mes de agos-
to, en la jornada de Mostagán, de los 11.000 españoles y más
que allí captivaron los turcos, y particularmente de los que
cupieron a su parte del Rey (que fueron muchos), armó luego
una galera bastarda, y escogiendo para bogar a los que eran
más recios, más dispuestos y valientes, y para que no se mez-
clasen con los demás que tenía en su baño grande, los mandó
meter en este baño, y como ellos eran toda la chusma de la
galera bastarda, por esta razón dende entonces nombraron
aquel baño el baño de la Bastarda. Y porque hablamos de los
oratorios cristianos, otro hay de ordinario y muy frecuentado
todos los días, domingos y fiestas del año (porque de conti-
nuo se dice allí la misa y aun misas, habiendo copia de sacer-
dotes), el cual está en casa de un cristiano de muchos años
captivo y maestro de las galeras de Argel, que se dice maes-
tro Pedro, de nación catalán, hombre que hace y ha hecho
infinito bien a captivos, y que tiene mucho cuidado de que
allí en su casa, como es uso de muchos años, se digan de con-
tinuo muchas misas para consolación de los pobres y mezqui-
— 197 —

nos cristianos, y principalmente de las cristianas, porque a


este oratorio sólo de ordinario van a oír misa, y raras veces
a los otros por no encontrar con los moros y turcos, que de
ordinario allí están por guardias o por porteros. Este maestro
Pedro se huyó de Argel con otros maestros de galeras hasta
el número de siete en una barca que se envió a esto de Va-
lencia en el mes de agosto de 1582. También se han de notar
las lindas fuentes de agua que hay dentro de Argel o muy
cerca de sus muros, que no le dan poco lustre y ornato. Y
primeramente en casa del Rey hay una cuya agua cae en una
pila de mármol, de la cual se sirve toda su casa y mucha gen-
te de la vecindad. Otra está en la plazuela delantera del mis-
mo palacio del Rey, que Xafer Bajá labró el año 1580 y se
acabó a 20 de abril de aquel año; tiene una muy linda caxa de
agua, la cual cae en una pila de mármol bien labrada. Otra
mana a la puerta de la marina, de la parte de fuera, junto a
la mar, que sirve para provisión de todas las galeras, galeo-
tas y navios de la mar. La cuarta está dentro de la casa de
Rabadán Bajá, que fué Rey de Argel y de Túnez. Y en las
tres casas grandes de los genízaros también hay otras tres
fuentes, cada una en su patio, de que se sirven los genízaros
y otras gentes. Y es tanta la copia de agua destas siete fuen-
tes, que basta a dar de beber a un número infinito; procede
esta agua toda de una fuente grandísima, cuyo nacimiento
está media legua de Argel para el Mediodía (entre ciertas
montañas que allí hay, y por caños a trechos y en otras par-
tes por descubierto, pasa por el pie de la montañuela do
está el Burgio del Emperador, o de Asán Bajá edificado, y
viene a entrar en la ciudad por debajo la puerta nueva, que
mira para el Mediodía derecho. Y de allí se reparte por las
siete partes o fuentes que habernos dicho. Y aun della tam-
bién se hinche la gran cisterna.que está en el baño grande
— 198 —

del Rey. De manera que habiendo alguna guerra, fácilmente


se puede tomar y tallar toda esta agua de Argel, y en tal
caso moriría de sed toda la ciudad, porque no basta la agua
a la tercia parte de su gente, que las cisternas de la ciudad
no son tantas y todas pequeñas, y los pozos todos de aguas
saladas, como diximos. Y para remedio desto, Arab Amat,
que fué Rey de Argel el año 1573, hizo otras dos fuentes,
una muy linda y copiosa a 100 pasos de la puerta de Babalue-
te (cuya agua corre por cuatro caños, y es muy delicada,
clara y fresca), y tiene su principio de algunas fuentes pe-
queñas que nacen a una milla y media o poco menos de la
ciudad, hacia Poniente, en aquellas montañuelas y colinas
graciosas, do están muchos jardines, y particularmente muy
cerca del lugar do está el jardín del Rey de Fez. Las cuales
fuentes, recogidas todas en una, hacen una gran copia de
agua; la otra fuente está a otros 100 pasos, fuera de la puer-
ta de Babazón, para Mediodía; luego en saliendo, a mano de-
recha, es buena copiá de agua, pero es muy gruesa y salada, y
poca gente se sirve della, y tiene asimismo allí su nacimiento y
principio. Otras muchas fuentes y pozos de águas muy claras
y frescas hay a una milla y a dos y tres de Argel, y tal es que
no hay más que desear, y tantas, que casi no hay jardín
(siendo tantos y en tan gran número) que no tenga su fuente
o pozo de mucha agua y buena. Entre los edificios públicos y
notables se han de contar las cubas o sepulcros de los Reyes
y de algunos alcaydes y morabutos que están fuera de la ciu-
dad, a pocos pasos. Y son de la forma que diximos, de capillas
muy lindamente labradas. Fuera de la puerta de Babaluete
hay seis destas cubas o sepulcros; la primera que luego en-
contramos hizo Asán Bajá, renegado veneciano, el año 1579,
do están enterrados un su hijo de poco más de un año y un so-
brino, hijo de una su hermana, al cual de Venecia, llegádo a
— 199 -

Argel a verle, le hizo volver moro o renegado, y dentro de


un año se murió y se fué al infierno. La segunda es de Salla
Bajá. La tercera más adelante es de Asán Bajá, el cual suce-
dió al Sallá Raez, y de Isuf, su renegado, el que mató a Thech- Thehcoli.
coli y vengó su muerte, como escribimos en el Epítome de
los Reyes de Argel. La cuarta es del cayde Safá, que fué Ga-
lifa o teniente de Rey y Gobernador de Argel. De las otras
dos que están más abajo a la marina, la primera y mayor es
de Asán Aga renegado Sardo el Capón, que era Rey al tiem-
po que el Emperador Carlos V se perdió sobre Argel. La
segunda y más pequeña es de Theceoly, Rey que fué de Ar-
gel. Fuera de la puerta de Babazón hay tres. La primera es m
del morabuto Cid Butica y la segunda de Cid Alí Azuago,
también morabuto y loco, y la tercera, que está mucho más
adelante, pasada la puente, es de un hermano del Rey de La-
bes, el cual, trayendo al hijo de Barbarroja Asán Bajá un
gran presente, murió de calenturas en Argel. Y el Rey Asán,
por honrarle, le mandó hacer aquella tan honrada sepultura, y
en la verdad, en architectura ésta es la más linda y galana de
todas, y la hizo un cristiano captivo, de nación italiano, gen-
til maestro de su arte.

CAPÍTULO XL

De l a bondad del aire, copia y m u l t i t u d de j a r d i n e s


y f e r t i l i d a d de l a t i e r r a de A r g e l .

Estando la ciudad de Argel en altura, como diximos, de 37


grados y 3 cuartas, y, por tanto, siendo el clima della tan
templado, es necesario que sea también la tierra muy templa-
da y muy acomodada para la vida humana, y, por tanto, por
200

gran calor que en verano haga, muy bien se pasa, y particu-


larmente en la ciudad, la cual, estando tan cercana a la mar
que sus muros tocan en él, en verano (particularmente a las
tardes) gozan todos de muy sanos y muy suaves embates de
vientos frescos, que vienen de hacia la mar. Y en invierno
nunca el frío es tan grande que sea necesario llegarse al fue-
go, sino el que mucho se regala; de maravilla nieva; grani-
zo suele haber algunas veces, mas muy pocas. Es también la
tierra muy sana, si no es de mal de ojos, que suele algunas
veces, en principio de verano y del otoño, molestar, princi-
palmente a los niños. Peste también suele haber cada diez,
doce o 15 años, mas ordinariamente viene de fuera, porque
como los moros y turcos no se guardan (diciendo que es por
demás huir a lo que de Dios es ordenado) y tan de continuo
vienen al puerto de Argel de todas partes navios con merca-
derías y ropas, no es mucho quede en ella la peste Y, a no
ser así, no se do podría caber tanta gente como cada día se
multiplica en Argel. Es también algún tanto causa desto que
todas las casas tienen muchas necesarias, y no tiene caños
públicos la ciudad por do pasen y descarguen, o en la mar o
en otra parte, la inmundicia. Saliendo fuera a la campaña, es
cosa linda y hermosísima de ver cómo está rodeada la ciudad
de infinitos jardines, huertas, viñas, y llenas todas de muchos
naranjos, limones, limas, cidras, muchas flores, muchas rosas
y muchos árboles de toda suerte y con todo género de hier-
bas y hortaliza, y todo el año, y todo regado con infinitas
fuentes de aguas claras y resplandecientes como un cristal,
que corren por todas partes en abundancia, que realmente no
se pueden imaginar más temperos de Tesalia ni huertos al-
cinocos que los jardines de Argel. Y, lo que es de notar más,
que casi los más dellos están hechos sobre montañas, de las
cuales, en saliendo por las puertas, está todo Argel rodeado;
201

y es la bondad y fertileza de la tierra tal, y la naturaleza fué tan


liberal en repartir con ella sus gracias y dones, que en mitad
del verano y en tiempo de grandes calores no pierden jamás
su verdura, mas se sustentan las hierbas y los árboles sin se-
carse, muy hermosos y muy lindos. Y como sean las fuentes
de agua tantas y tan a menudo, por toda parte están los va-
lles destas montañuelas y colinas muy ocupadas de arroyos
que corren para muchas partes, y vienen después a hacer un
riachuelo a que llaman la fiumara, que está para Poniente, a
mil pasos de la ciudad. Y por la misma razón y causa de ser
tanta la copia de agua por aquellos valles, están todos llenos
de mil árboles, cuyas sombras, juntándose con la gran fres-
cura de aguas y cantos de paxariltos, hacen en verano y en
tiempo de calor una excelente frescura y una recreación tal,
que no se puede decir ni desear más, la cual (a las tardes
principalmente) salen muchos hombres y mujeres a gozar muy
de ordinario. Añade aún mucha más gracia a todos estos jar-
dines y montañuelas sobre que están hechos y plantados y en
sus valles, que ninguno hay, por muy pequeño que sea; que
no tenga su casa muy blanca, que aparece de lejos y, por tan-
to, representando todos una ribera de Génova. Tienen más
estos jardines (para que puedan ser bien gobernados) que,
con pasar el número de diez mil, no hay ninguno que no ten
ga, por lo menos, uno o dos cristianos, y muchos 4, 5 y 6 y
más, los cuales, día y noche, no hacen ni se ocupan en otra
cosa todo el año que en cavar, rozar, cortar, plantar, regar,
limpiar, escardar y beneficiar todo lo posible estos jardines,
porque se precian mucho dellos los moros y turcos, así para
recreación suya y de sus mujeres y hijos, como para sacar el
provecho grande que sacan de todo el fruto que dellos cogen.
Pasadas estas montañas, se descubren luego las grandes y
muy hermosas y fértilísimas campañas de Motija, que así se
— 202 —

llaman, las cuales parte casi por medio un hermoso y grande


río que nace en otras montañas, más adelante para mediodía,
en que hay una gran copia de molinos de que se sirve todo
Argel todo el año. En estas grandes llanuras tienen infini-
tos turcos y renegados y algunos moros ciudadanos lindas
labranzas de tierras en que siembran mucho trigo, cebada,
habas, garbanzos, lentejas, melones, pepinos y toda suerte
de hortaliza; y crían muchas gallinas y palomas; traen mu-
chas vacas, bueyes, camellos, carneros y ovejas; cogen mu-
cha miel y hacen mucha manteca, y crían muy mucha seda
cada un año, y aun matan rnucha caza de perdices, tórtolas,
palomas y liebres en muy grande abundancia, y otras muchas,
ecepto conejos y ciervos, que no los hay. Y pasadas estas
llanuras, que de largo tienen como 30 leguas y de ancho
como 3, suceden otras montañas no muy altas, pero en extre-
mo graciosas, frutíferas y abundantes de toda suerte de ár-
boles y de frutas, especialmente de mucha almendra, higo y
otras, y de caga infinita, y regados todos de infinitas fuen-
tes, de lindas y frígidísimas aguas que en ellas nacen y co-
rren todo el año, y que riegan infinitas arboledas muy gra-
ciosas, en que se crían infinitos puercos monteses. Y a media
legua adelante (porque no es más ancho el altura de las mon-
tañas) suceden luego otras llanuras y campos muy mayores
y más largos, y muy más anchos, al doble que los que dixi-
mos primero de Motija, y de la misma manera ocupadas todas
de muchas granjas y quintarlas de turcos, renegados y mo-
ros, y también de muchos aduares de Alarbes, que viven en
ellos en sus tiendas, en los cuales de la misma manera se
coge todo lo que humanamente es necesario y aun de regalo
para la vida humana, con una increíble infinidad de toda
capa, que los moros y turcos, por floxedad, no quieren ni
saben matar. Y es cosa muy notoria (y que los mismos mo-
— 203 —

ros y turcos lo dicen) que si tal tierra fuera de cristianos,


labrada y cultivada de sus manos, en el mundo todo no se
hallara cosa igual en abudancia y riqueza; pero como son
todos los moros y turcos muy enemigos del trabajo y nada
en sus cosas curiosos, hacen que la tierra no sea para con ellos
tan liberal como fuera si quisieran. Y lo que decimos de estas
tierras circunvecinas, que están por rededor de Argel, se ha
también de entender de la mayor parte de todo su reino, aun
de casi toda la Barbaría, cuanto es de los montes Atlantes
para la mar, porque es en extremo abundante, graciosa y muy Piin., líb. 5,
rica, como los muy antiguos autores escriben y dan dello
abundante testimonio, a los cuales (acerca de muchas cosas
que podía aquí decir de la bondad fertilidad desta tierra y
todo lo que produce para la vida humana) me remito por aho-
ra. Y no es esta bondad solamente en la tierra, pero también
en la mar, porque si los moros y turcos supiesen como los
cristianos pescar, o a lo menos dexasen hacer este oficio a
cristianos, no cabría en la tierra el pescado que tomasen,
porque con no pescar de continuo más de 8 o 10 barcas de
pobres pescadores, y con no osar alargarse a la mar media
legua por temor de fragatas cristianas (que algunas veces
vienen de Mallorca y pescan estas barcas y sus moros) con
todo, se toma tanto pescado y de tantas suertes, y todo muy
bueno, que no es muy mal proveída Argel de pescado. Tóma-
se mucha sardina, lazca, pachón, lixa, pargo, doradas, salmo-
netes, otrillas, cazón, raya y otras muchas suertes de peces
que hay en España y en Italia. Hay también por la marina
muchas páselas o lapas, amoxa, rizos y caracoles de la mar,
muy grandes y muy gustosos, y mucho hinojo marino, que co-
gen y venden y de que se sustentan muchos pobres cristianos
captivos.
204

CAPITULO X L I

Del gobierno de la ciudad de Argel y de las rentas y


tributos que recoge el Rey della.

El gobierno desta ciudad y de todo su Reino depende prin-


cipalmente de un gobernador, que el turco ordinariamente
provee cada tres años, y algunas veces por menos, y por más,
como le parece; el cual no siempre es turco, mas también re-
negado o moro criado entre los turcos a su usanza y costum-
bres, como se podrá ver en el Tratado que escribimos de las
vidas de todos los reyes y gobernadores de Argel. A este
gobernador en lengua turquesca llaman Baxá, que es título
que entre los turcos tienen los gobernadores de grandes Rei-
nos, porque los que gobiernan otros Estados y provincias
pequeñas se dicen Sanjachaboy, y como entre turcos no hay
más otro Rey que el mismo turco, si habíamos de hablar pro-
piamente, Bajá no quiere decir Rey, mas gobernador, y de la
misma manera se había de llamar el que gobierna Argel y
todas las tierras a él sujetas. Pero entre cristianos está ya en
uso llamarse Rey el gobernador de Argel, y el de Túnez, y
de Frypol y otros. Los moros los llaman Sultán, que en su
lengua significaba Rey y supremo señor; tampoco este car-
go no lo da el turco comúnmente por merecimientos o servi-
cios que uno haga, mas por favor de sus Bajás o consejeros
supremos, y por otros intercesores, los cuales son por ello
muy interesados y bien pagados, y ansí comúnmente quien
más da y presenta, ése alcanza este cargo y otros mayores.
Este Rey, pues (que ansí le llamaremos), cuanto a las cosas
de la guerra todo lo ha de comunicar con los Qenízaros y su
— £oá —

Aga, y sin parecer suyo no puede emprender alguna guerra.


Y si él no va en persona y la impresa no es de importancia,
sírvese de un Capitán General a que llaman Belerbey, el cual
en ausencia del Rey, representa en la guerra a do va su per-
sona, y es como su lugarteniente y general de toda la caballe-
ría e infantería, sean moros o turcos, y después dél los Ba-
lucobaxis, como diximos, son los capitanes y los que tienen
cargo de los (jenízaros, porque el Aga dellos, si la persona
del Rey no va, no sale de Argel jamás. Este cargo de Beler-
bey, ordinariamente lo provee el turco, juntamente con el
cargo de Rey, y vienen ambos juntamente de Constantino-
pla, y se da a persona experta y entendida en la guerra, y es
cargo de mucha honra y respeto. En las cosas de la paz tiene
el Rey muchos que le ayudan a gobernar, y primeramente un
turco o renegado que se llama el Galifa; éste es teniente del
Rey, porque yendo el Rey fuera de Argel, sea por mar o por
tierra, queda este tal en su lugar, y ordinariamente sirve tam-
bién al Rey de consejero y consultor en todas las causas y
negocios, los cuales, siendo criminales, el Rey por sí solo los
determina y concluye, aunque, como diximos, pueden apelar
para el Aga de los Genízaros, el cual muchas veces revoca o
modera la sentencia del Rey, como se le antoja o parece. Y
cuanto a las causas civiles, para éstas tiene dos jueces, a que
llaman Cadís: uno, de nación turco, y otro, moro, para los mo-
ros; suelen ser estos hombres entendidos a su modo, en su
ley y Alcorán; pero por muy grandes letrados que sean, son
todos muy ignorantes y sentencian los pleitos sólo por lo que
les parece, porque no tienen leyes escritas, ni ordenanzas,
ni estatutos, ni decisiones de doctores por do se gobiernen;
mas los más entendidos, de la doctrina del Alcorán sacan y
coligen la determinación (como mejor pueden) de los casos
particulares, y los que no saben tanto (que son casi todos),
206

siguen lo que su juicio más alcanza y les dice ser más justo.
Y algunas veces dan sentencias graciosas y admirables para
reír, como fué en los años pasados, que habiendo en el Burgo
de Asan Bajá o del Emperador un molino, acaso se descon-
certó y mató la muía que en él servía, y fué por el Cadí sen-
tenciado a que fuese deshecho y echado por tierra, pues ma-
tara ansí la muía. Y hay entre estos dos Cadís esta orden o
preeminencia: que del Cadí de los moros se apela para el de
los turcos, y no al contrario; pero para el Aga puede de am-
bos a dos apelar el que quisiere. De modo que en cierta ma-
nera el Aga es supremo a todos, así a los jueces y goberna-
dores de justicia como al mismo Rey de Argel. Estos Cadís
tienen para la buena administración de sus oficios algunos
notarios escribanos, cuantos quieren, que escriben los con-
tratos, determinaciones y sentencias que delante de ambos pa-
san, cuando las partes las quieren en escripto, y los del Cadí
de los turcos escriben en lengua turquesca, y los de los mo-
ros, en lengua de moros y arabesca. Tienen también algunos
porteros a que llaman Chauzes, que sirven de executores de
las sentencias y mandatos, y de porteros para llamar a juicio
y citar a las partes, y aun de verdugos. El castigo de justi-
cia, ordinariamente es de palos y más palos que dan al con-
denado, estando tendido en tierra y boca abaxo, y después
de bien molido desta parte le revuelven de la otra, y le dan
otros tantos en la barriga y en los pechos, y aun en las plan-
tas de los pies, tanto tiempo cuanto el juez les manda, o el
Rey, o el Aga y para esto tienen siempre los Chauzes del Rey
y del Aga, y de los Cadís unos gruesos palos o bastones en las
manos, con los cuales hacen el oficio de verdugos. Pocas ve-
ces ahorcan alguno, si no es algún público ladrón y malhe-
chor o que mató a otro; pero si es turco, todo se disimula y
va a la buena, y aun quien diere dineros al juez o al Aga o
— 207 —

al Rey, puede hacer todos los maleficios del mundo, sin pena
alguna ni castigo. Todos los procesos, ansí de causas crimina-
les como civiles, se hacen solamente verbalmente, y sin es-
critura alguna, ni más que con presentar los testigos, y luego
sumariamente y de plano se procede a sentencia. Las escri-
turas y contratos se firman de la mano del Cadí, no que él
escriba su nombre, como usamos los cristianos, más imprime
en el papel su tapa, que es un sello hecho de oro, o de plata,
al modo de un anillo (porque no lo traen como anillo en el
dedo) y con ciertas labores, los cuales (mojando el entalle en
la tinta) quedan en el papel figurados. Y desta misma manera
firma el Rey todas las escripturas y cartas y, generalmente,
todos los turcos las cartas y escripturas que hacen. Para el
bien público de la ciudad no hay Regidores, ni Jurados, ni
Síndicos, ni Procuradores del pueblo, ni otra alguna manera
de civílico gobierno y policía. Solamente hay dos oficiales:
uno, que se dice el mesuar, y el otro almotaser; el mesuar es
como alguacil, y tiene cargo de prender los malhechores, la-
drones y adúlteros y de llevarlos a la cárcel, y ronda de no-
che la ciudad, con algunos chauzes o porquerones que tiene,
dende que tocan (comúnmente a las dos o tres horas de noche)
unas gaitas y atambor en casa del Rey, que es, ni más ni me-
nos, como la queda en España, y señal de recoger, hasta que
otra vez (dos horas y media hasta tres, antes que sea día)
vuelven estas gaitas y atambor a tocar la segunda vez. Y en
este medio tiempo de un tocar a otro ningún cristiano puede
andar por la ciudad, so pena de que le llevan a la cárcel y su
patrón paga diez doblas, que son cuatro escudos de oro, y al
cristiano le dan algunos palos, según el mesuar y sus chauzes
informan dél y le acusan. Este cargo de mesuar se suele ven-
der en almoneda a quien más da por él, porque estas penas y
otras son aplicadas para él, y saca dellas, y de infinitas com-
- 208 -

posiciones y cohechos que hace de continuo, muy gran canti-


dad de dineros. El segundo oficio de almotacén sirve de fiel
y como veedor de los pesos y medidas públicas con que se
venden las cosas en las boticas públicas, y éste es subjeto al
mesuar, y ambos a dos parten lo que el almotacén pela a los
pobretes. Hay en la ciudad tres cárceles para todos los delin-
cuentes: una que el Rey tiene en su palacio, y adonde mete los
que llevan delante dél; otra tiene el Aga, en una de las casas
de los (jenízaros, y otra se dice del mesuar, a do caréela los
que halla haciendo mal y los que los Cadís condenan a la cár-
cel, y en todas estas cárceles están todos los presos juntos,
mezclados y revueltos, turcos, moros, judíos y cristianos, sin
diferencia, y tendidos todos en el suelo, y casi todos, o con
os pies en algunos cepos metidos, o con grillos y cadenas a
buen recaudo, como al Mesuar le parece. Suelen también el
Rey y el Aga enviar con alguaciles al baño grande presos al-
gunos genízaros y turcos, do estén más acomodados y a buen
recaudo. A los alcaydes danles comúnmente sus casas por
cárcel, dando ellos primero buenas fianzas, con tanto que no
sean causas y negocios muy graves, porque en tal caso a las
cárceles públicas los envían, como a todos los demás y sin
más respeto. Y cuanto a los negocios de hacienda y rentas
sírvese el Rey de diversos ministros, conforme a como y de
donde él saca a los tributos, rentas y ganancias. Y , primera-
mente, los tributos, por la mayor parte, saca el Rey de los
aduares de Alarbes, que viven en los campos, en sus tiendas
a 100, 200, 300 y 600 y más tiendas, por aduar y cada aduar,
y a las veces muchos aduares juntos obedecen a uno, entre
ellos más principal, a que llaman Jeque, y cada Jeque paga un
tanto al Rey de Argel cada un año, todo en dinero o parte, y
parte en trigo, carneros, vacas, camellos, manteca y miel, y
a las veces, todo en estas cosas y otras de bastimentos. Lo
— 209 -

cual el Jeque tiene cargo de coger de los alarbes de su aduar


o aduares, conforme a la repartición que entre ellos hace, se-
gún la riqueza y facultad de cada uno. Y como todos los alar-
bes son indomables, sin fe o verdad alguna de hombres, es
menester que el Rey envíe de ordinario y todo el año cuadri-
llas de turcos, genízaros y soldados a coger estos tributos
con mano armada, y con los soldados envía también a un tur-
co o renegado de su casa de que más se fía, el cual lleva un
rol o memorial de todos estos aduares y de cuanto cada uno
dellos paga, y éste recibe el tributo como tesorero del Rey.
Coge también el Rey de Argel estos tributos de las pensiones
que son obligados todos los Alcaydes y gobernadores de tie-
rras darle cada un año, porque (como antes diximos) las A l -
caydías y gobiernos de tierras se venden a quien más da, y
estos dineros son los Alcaydes obligados a dar y entregar al
Rey en Argel. La tercera parte de su renta es de lo que los
mismos Alcaydes ofrecen al Rey y prometen cuando les da
alguna Mahala o cuadrilla de genízaros, para con ellos hacer
entradas y cabalgadas contra algunos Alarbes, que no obede-
cen a loí"turcos y que vienen muchas veces, con todas sus
tiendas y ganados, a las sierras cercanas del Reino de Argel
y de su distrito, así a pastar sus ganados, como a robar a los
otros moros y alarbes, vasallos del Rey de Argel; y muchas
veces los Alcaydes, con estos genízaros, dan sobre ellos y les
toman infinidad de camellos, caballos, vacas y otros ganados
y mucha otra riqueza, y de todo dan al Rey un tanto en di-
nero, y otras veces las dos partes o las tres, y de la misma
manera se entrega todo dentro de Argel al Rey o a quien
él manda y ordena. La cuarta parte de la renta consiste en lo
que le cabe de todo cuanto los cosarios roban, porque es uso
que de siete partes tiene la una, así de los cristianos cauti-
vos, como del dinero, ropa y mercadería que se toma, aunque

14
— 210 —

algunos toman el quinto, y no se contentan con menos. Y,


particularmente, todos los bucos de navios cristianos, que los
cosarios toman son para el Rey, y esto tiene cargo de co-
brar su elami, que es como tesorero mayor. Lo quinto, consis-
te su renta en lo que le cabe de los muertos, ansí turcos como
morosy renegados, a los cuales él, en nombre del turco, hereda
y sucede en la hacienda, como anteshabemosdicho y declarado,
y es ésta una muy grande ganancia. El cargo de cobrar esto to-
ca a un oficial que el Rey hace, que se dice el Alcayde de los
muertos, y por su trabajo le toca uno de diez, ó 10 por 100. La
sexta parte de su renta es del tributo de la Aduana, esto es,
de las mercaderías que moros y cristianos o turcos traen de
fuera a la ciudad de Argel por mar, y suelen pagar todos a 11
por 100, ansí de la moneda como de toda otra suerte de mer-
cadería. Y esto recoge su Elami o tesorero. La séptima parte
de su renta es de la ganancia que saca armando juntamente
con los cosarios, porque tienen casi todos los Reyes de Argel
por costumbre entrar con todos los cosarios a la parte de la
espesa y de la ganancia, y para esto les dan panática de biz-
cocho, aceite, miel, manteca, olivas y arroz, con que proveen
sus galeotas y navios. Y también les dan toda o parte de la
chusma que es necesaria de los cristianos sus captivos, y que
tienen en su baño, y esto se entrega al elami. Lo octavo tam-
bién consiste en parte su renta, de lo que le dan aquellos a
quien él arrienda todos los cueros, cera y sebo, de manera
que estos solos y no otros pueden comprar a los moros todos
los cueros de vacas, bueyes, cordobanes y toda la cera y sebo
en Argel y en su distrito: o en Bona, en el Coló, en Bugia y
sus distritos y venderlo todo (excepto el sebo) a cristianos,
de que se saca gran ganancia, y esto se paga a su tesorero o
elami. Lo nono, parte de sus renías es el tributo que se paga
a las puertas de Argel, como alcabala de todo cuanto los mo-
— 211 -

ros y turcos (como no sean (jenízaros o Espays y Alcaydes)


meten dentro de Argel para vender, lo cual también suele el
Rey arrendar a quien más por esto le da. Y del mismo modo
el elami o tesorero real es el que recoge todo esto. Lo décimo
es parte de su renta lo que le pagan genoveses porque les
deje pescar el coral en Tabarca y mercaderes franceses de
Marsella porque puedan también pescar el coral más allen-
de de Bona para Levante, donde llaman el Bestión de Fran-
cia, por uno que allí estos franceses tienen hecho, do se re-
cogen con sus barcas. Lo undécimo, también parte es de su
renta lo que los Reyes de la Bes y del Cuco suelen enviarle,
a lo menos cada dos años, los cuales, estando en paz con los
turcos, por modo de amistad, envían buenos presentes a los
Reyes de Argel, y en su modo son tributos, porque si no los
enviasen los forjarían a hacerlo, y en esto no hay cosa cierta,
ni cantidad determinada, pero siempre vale cada presente
más de 4 y 5 mil ducados, parte en moneda y parte en came-
llos, vacas y carneros. Y el Rey, en cambio, les suele enviar
algún vestido turquesco y una espada ricamente aderezada
y guarnecida. Y echando bien la cuenta a toda esta renta
que tiene y saca el Rey de Argel de tantas cosas como yo lo
he sabido de quien particularmente lo sabía y le pasaba por
sus manos, aunque no es posible saberse cuánta sea cada
ano, porque es incierta casi toda, y unas veces más que
otras, todavía de ordinario no pasa de 400U. hasta 450U.
ducados, y desto es obligada a pagar los Genízaros y Es-
pays y toda la gente de guerra y otros oficiales y ministros.
Y gasta con ellos todos los años y en sus pagas hasta 200 U ,
ducados o poco más. Porque las pagas dellos no son grandes,
y entre Azuagos y Genízaros la mitad casi está repartida por
los lugares del Reino, a los cuales el Rey no paga, mas los
Alcaydes de aquellas tierras, porque con esa condición las
- 212 -

arrienda. También destas rentas son obligados los Reyes en-


viar al Gran Turco, a lo menos una vez cada 3 años, un pre-
sente, y ni más ni menos otro a los Bajas del Supremo Con-
sejo del turco, y quien quiere y pretende (como hacen todos)
tener siempre cargos y oficios, es menester que no solamente
contente al Turco, pero también, y aún más, a los que son de
su Consejo, porque todo pasa por sus manos, y es menester
que el Rey de Argel y los otros de otras partes, para tener-
los contentos y conservarse en su gracia, roben los reinos y
provincias que gobiernan para que les envíen a ellos grandes
presentes de esclavos cristianos y de mucha cantidad de mo-
neda. Y suelen algunos Reyes enviar al turco aún no tanto
como a estos Bajás; pero la cantidad de unos y otros no es
cierta ni determinada, mas cada uno envía como y cuanto
quiere, y cuanto más, más alabado y más bien recebido y esti-
mado, y por tanto, estos Reyes o gobernadores no atienden a
otra cosa sino a robar y desollar todas las gentes y súbditos
de cualquier manera que pueden, con que acomulen mucha
riqueza, que envíen y lleven (cuando acaben su gobierno) a
Constantinopla.

F I N D E L A TOPOGRAFÍA
EPÍTOME DE LOS REYES DE ARGEL

C A P I T U L O PRIMERO

Aruch Barbarro/a, primero Rey de Argel.

Barbarroja, el primero deste nombre, y que también fué el


primero de los turcos que los años atrás, con engaño y vio-
lencia, usurpó el reino y ciudad de Argel, con otros reinos y
señoríos en Barbaría, se llamaba de propio nombre Fre Arüch
y no Arox ni Omicho, como algunos le llaman. Este fué de
nación griego y de la isla de Metelín, que antiguamente se
decía Lesbos, de un lugar situado en una punta de aquella
isla para Tramontana, que se llama hoy día Mola. Su padre
(que era cristiano) se decía Jacob (nombre muy usado aún hoy
día entre los griegos). De arte y oficio era ollero. Cómo se
llamase Aruch, siendo cristiano, hasta ahora no lo he podido
saber; pero de turcos y renegados muy viejos, que se criaron
en casa de su hermano Barbarroja el segundo, supe muy par-
ticularmente que su vida fué desta suerte y manera. Ayuda-
ba el nio^o a su padre en su arte y oficio de ollero; pero como
el padre fuese pobre y tuviese muchos hijos, y el tributo que
214

pagaba al turco, con otros griegos, fuese grande, y, final-


mente, fuese, con los demás cristianos de aquella isla, muy
mal tratado de los turcos y molestado de continuo, quexábase
el pobre hombre viéndose con tantos trabajos, pero sufría
todo esto como y del modo que mejor podía. El mo^o, viendo
a su padre tan aflixido y pobre y la casa llena de tantos her-
manos (porque eran tres varones y cuatro hembras, de los
cuales todos él era el mayor), y que su ausencia de la casa del
padre no causaría alguna mengua, siendo ya los otros herma-
nos crecidos, antes pareciéndole que sería alivio de la pobre-
9a del padre, determinó con la primera ocasión tentar la for-
tuna y buscar algún modo de ventura; estando, pues, con es-
tos pensamientos aportó una galeota de cosarios turcos a un
puerto pequeño de aquella isla, que está distante de Mola
como una legua, lo cual sabido por el mopo, al momento y sin
decir cosa a sus padres, se fué a ella y rogó con mucha ins-
tancia al A n á e z le recibiese en su compañía, diciendo que de
buena voluntad se quería hacer turco. El Arráez, que esto
vido y consideró al mo90 ser de buen talle, disposición y es-
píritu, de muy buena voluntad le aceptó y recogió en su
galeota; y a pocos días, retrasándole, púsole por nombre
Aruch, el cual sería entonces de edad de veinte años. Desta
manera, y en compañía deste cosario y de otros, anduvo al-
gunos años el Aruch por todos los mares robando. Y como de
su natural era orgulloso, osado, valiente y atrevido (y, por
tanto, se había muchas veces señalado en las ocasiones de
guerra), vino a tener nombre y particular reputación entre
todos los cosarios, por lo cual ciertos mercaderes turcos, ar-
mando de común espesa una galeota, para enviarla en corso
(como solían entonces y suelen hoy día hacer muchos en todas
partes), rogaron al Aruch quisiese tomar el cargo deste na-
vio, prometiéndole su parte de las presas y ganancias que hicie-
219

se; holgó el Aruch de aceptar este partido, pero con diferente


propósito y intención de la que los armadores tenían, como des-
pués lo mostró. Porque salido de Constantinopla con la galeo-
ta muy bien en orden, luego, a pocas jornadas, comunicó con
algunos de los leventes o soldados de que la galeota iba ar-
mada (los cuales é! conocía y tenía por amigos de largo tiem-
po de el Corso, y aun había buscado y convidado a que fuesen
con él aquel viaje) y les persuadió que párannos y otros sería
de grande provecho si con aquella galeota se pasasen en Bar-
baría, porque de allí podrían hacer mayores robos en las tie-
rras de cristianos, sus vecinos; y ansí, todos movidos de la
esperanza de tan grande provecho, sin ninguna contradición,
tomaron su viaje para Túnez de Barbaría. Y pasando Aruch
por Metelín, su tierra, hallando que su padre ya era muerto,
recogió así otros dos sus hermanos menores, los cuales holga-
ron en extremo, siendo pobres, de seguir la ventura del her-
mano mayor, y renegando ambos luego a pocos días, al uno
puso nombre Cheredín (que fué después el Barbarroja muy
nombrado) y al otro llamó Isaac Beni Jacob, esto es Isaac,
hijo de Jacob, porque, como diximos, ansí se llamaba el padre
de todos.

Partido, pues, Aruch de Metelín y de su tierra, acompaña-


do de sus hermanos, encontró a pocas jornadas otra galeota
de cosarios, sus conocidos y amigos, y dándoles parte de su
propósito y intención de pasar en Barbaría y de las riquezas
que esperaba en breve tiempo adquerir, pudo tanto, que tam-
bién les persuadió a que fuesen en su compañía y aun a que le
recibiesen por capitán y siguiesen su bandera. Desta ma-
nera, llevando dos galeotas, llegó Aruch n Túnez, tomando
- 216 -

tierra en la Goleta, que entonces no era más que una torre


pequeña que servía de Aduana, en que los navios de merca-
deres que por mar contrataban en Túnez descargaban todas
sus mercadurías, y fué esto en el verano del año de Nuestro
Señor Jesu Christo 1504; de allí fué luego el Aruch a verse con
el Rey de Túnez, y acordándose con él para que le diese aco-
gimiento en los puertos de su reino y la provisión que le fue-
se menester para el Corso por su dinero, con tanto que de
todo diese la décima al dicho Rey, púsose luego en orden, y a
pocos días salió con uno solo de los dos navios, que traía muy
reforjado de chusma y de soldados, porque el otro estaba un
poco mal en orden, y entretanto quedaban algunos de los com-
pañeros allí en la Goleta concertándole y adobándole. Y fué
tan venturoso el Aruch, que luego en esta primera salida tomó
dos galeras del Papa Julio II desta manera: Venían ellas de
Qénova muy descuidadas y mal en orden (como suelen) y car-
gadas de mercancía para Civita Vieja, y como el Aruch se
hallase muy cerca de la isla del Elva (que está frontera de
Pionvino, lugar de Toscana), en descubriendo la una, que
venía más de 30 millas de la otra apartada y sola, mandó lue-
go que todas se pusiesen en orden para acometerla. Los tur-
cos, que vieron ser la galera grande y su galeota pequeña
(porque no era más que de diez y ocho bancos) y que la otra
compañera que quedaba atrás podía llegar a tiempo que favo-
reciese su conserva, fueron de contrario parecer, y decían
que no sólo no acometiese la galera, pero que se pusiesen en
huida. El Aruch, que esto vido, díxoles muy determinadamen-
te que nunca Dios quisiera que él cometiese una tan grande
vergüenza, y ardiendo todo en cólera mandó a toda la chus-
ma que al momento echasen a la mar todos los remos porque
no pudiesen huir y fuesen forjados a pelear en todo caso; lu-
ciéronlo ansí los bogadores, la mayor parte de los cuales eran
— 217 —

turcos y buenos boyas. En esto la galera del Papa se venía


allegando, no pensando que los turcos la aguardaban, porque
aún aquellas marinas no estaban en aquel tiempo escandaliza- Hechos vaie-
das de cosarios, como después y ahora de continuo lo están, ni Barbarrote
los que en aquella galera venían podían imaginar que aquel
baxel fuese de enemigos que los quisiese acometer. Pero tanto
que llegaron a la galeota, y del talle del navio y hábito turques-
co de los que en él venían reconocieron ser cosarios; comenza-
ron a ponerse en orden con muy grande confusión, lo cual vien-
do los turcos, cobraron muy gran ánimo, y, acostándose bien
a la galera, descargaron mucho numero de arcabuza^s y fle-
chas, con que mataron algunos cristianos y espantaron a otros,
saltaron dentro en la galera, y con alguna resistencia, pero de
poco momento y daño, la rindieron. Hecho esto y puestos los
cristianos a recaudo debaxo cubierta, determinó el Aruch aco-
meter también la otra galera que quedaba atrás^ y para esto
hizo una breve exhortación a sus soldados, diciendo que mi-
rasen con cuánta facilidad los hombres animosos y arriscados
acaban todas las cosas, y que pues aquella otra galera venía
también muy descuidada, no tenían que hacer ni pelear si so-
lamente mostraban osadía y esfuerzo. No faltaron algunos de
los turcos a que esto pareció temeridad; pero los más le dixe-
ron que hiciese como quisiese, por lo cual mandó el Aruch
luego a todos 'os turcos que, desnudando a todos los cristia-
nos cautivos, se vistiesen sus vestidos, y para más engañar a
los que venían en la segunda galera, pasó todos los turcos a
la que tenía ganada y dió un cabo por popa a su galeota para
que, llegados los cristianos, pensasen que la galera no era
vencida, mas que venciera y rindiera la galeota turquesca, y
ansí fué, porque de la misma manera lo pensaron los cristia-
nos. Pero el Aruch, al punto que vido la galera muy cerca,
revuelve la proa a ella, y invistiéndola con gran ímpetu y ma-
- 218 —

tando algunos con la arcabucería y flechas, la entró y a poco


espacio la rindió, y sin más entretenerse un momento, como
tuvo a todos los cristianos captivos a recaudo, poniendo los
más de ellos a la cadena, y desherrando muchos moros y algu-
nos pocos de turcos que en las dos galeras andaban al remo,
se puso en camino para Túnez, do llegó en pocos días. No se
puede decir la maravilla grande que causó este hecho en Tú-
nez y aun en la cristiandad y cuán celebrado dende aquella
hora comenzó a ser el nombre de Aruch, teniéndole y publi-
cándole todos por un valentísimo y venturosísimo hombre. Y
como él tenía toda la barba muy roja, desde entonces le co-
mentaron a llamar Babarroja, el cual nombre quedó después
al otro hermano, que fué el segundo Barbarroja. Con la r i -
queza que Barbarroja (que así le llamaremos de aquí adelan-
te) adquirió en esta presa de dos galeras y con el favor y ayu-
da que el Rey de Túnez y otros también golosos de la ganan-
cia le dieron, armó el otoño siguiente las dos galeotas y una
de las dos galeras, Y discurriendo por las riberas de Sicilia y
Calabria, tomó muchos navios y barcas y captivó mucha gen-
te, con que luego se volvió a la goleta cargado de captivos y
riquezas.

III

El año siguiente de 1505, en principio del verano, salió


otra vez Barbarroja de la Goleta con su galera y dos galeo-
tas, y encontrando junto Alipa (una isla que está cerca de Si-
cilia y de Calabria) con una nave grande cargada de infante-
ría española que el Rey católico enviaba de España al gran
capitán Gonzalo Fernández, que estaba entonces en Nápoles,
fué tan venturoso, que sin echar mano a la espada ni derra-
mar una gota de sangre, la tomó a mansalva, y dentro della
— 219 -

quinientos españoles soldados, entre los cuales había muchas


personas de su sangre y nobleza, de que sacó después muy
buen rescate. Unos dicen que el patrón de la nave, de nación
esclavón, abarrenó la nave y la hizo hacer mucha agua, y que
llamó a los turcos dende su nave, y con esta traición les en-
tregó toda la gente; pero de otra manera lo contaban algunos
turcos y renegados viejos, y afirmaban que la nave había an-
tes corrido grande fortuna y que venía muy quebrantada y
abierta por muchas partes y que toda la gente y soldados ve-
nían muy mareados y muy ocupados en dar a la bomba y va-
ciar la mucha agua que hacía y, por tanto, que viendo esto
los soldados y que si peleaban y desamparaban la bomba la
nave se anegaba con ellos, y que tampoco no hacía viento al-
guno para poder dar a las velas y, a lo menos escaramuzan-
do, acogerse, fueron forjados de la necesidad y tan inicua
fortuna a rendirse antes que perecer en la mar y irse al fon-
do. En esta nave halló Barbarroja mucha riqueza, así de mer-
caderías como de ropas y dineros(que el Rey Católico enviaba
para las guerras que hacía el Gran Capitán y gastos de aquel
reino de Nápoles), como de pasajeros y soldados que iban en
aquella nave. Con el cual dinero, vuelto a Túnez, hizo dos
galeotas sotiles de la madera de las dos galeras del Papa y
de otros navios que había tomado, pareciéndole que más a su
propósito y oficio eran las galeotas y navios sotiles que no
galeras pesadas, y con los españoles que en la nave tomó y
con otros cristianos, las arm6 ambas juntamente con las otras
dos galeotas que antes tenía, y con estos cuatro baxeles, sa-
liendo de continuo por todas partes y marinas de Italia princi-
palmente, hizo en cinco años grandísimos robos y daños y vino
a tener ocho galeotas armadas todas y suyas propias, en las dos
de las cuales traía sus dos hermanos menores, Cheredin y Isaac
por Arráezes y capitanes. En el año del Señor de 1510, ha-
_ 220 ~

biendo sucedido aquella notable desgracia en que fué desba-


ratado, vencido y muerto don García de Toledo, hijo del duque
de Alba, con mucha otra nobleza y gente española en los Qel-
ves, temiendo el Rey de Túnez (a quien entonces aquella isla
y sus tierras obedecían) que los cristianos no volviesen a ven-
gar aquella pérdida y daño tan grande que recibieron, ofreció
a Barbarroja el gobierno de aquella isla, pareciéndole que
estando ya tan adelante y tan crecido en baxeles, gente,
esclavos y riqueza, podría muy fácilmente defenderla de
cualquier armada y fuerza de cristianos. Aceptó Barbarroja
de buena voluntad este cargo, y tanto más que ya él, con
tanta gente como tenía y con tantas galeotas, no estaba bien
aloxado en la Goleta, y, por tanto, luego se puso en camino y
se pasó con todo a los Gelves. Hecho desta manera Alcayde
o gobernador de los Gelves, continuó siempre el corso, ro-
bando por muchas partes y destruyendo todas las marinas de
Italia, tanto que no osaba un navio caminar por la mar sin
grandísimo temor, Y siendo el año del Señor de 1512, se ha-
lló con doce galeotas, las ocho suyas y las cuatro de otros
cosarios sus amigos y compañeros, las cuales hacían de la ta-
blazón y madera de muchos navios que cada día tomaban y
deshacían, porque los Gelves no producen árboles de que se
puedan hacer navios, sino son palmas y olivos. El año antes
del Señor 1510 había el Conde Pedro Navarro ganado la ciu-
dad de Buxia a los moros y hecho huir al Rey della para las
montañas vecinas de aquella ciudad, y como este Rey se viese
desta manera desterrado de su casa y privado de su reino,
oyendo la gran fama de Aruch, Barbarroja, le envió sus Em-
bajadores este mismo año 1512, pidiéndole con toda instancia
le quisiese ayudar a ganar la ciudad de Buxia, cabepa de su
reino, prometiéndole no sólo pagarle y satisfacerle su trabajo,
pero que él mismo sería el señor de Buxia, en cuyo puerto
— 221 - -

(que es muy grande y muy capaz) podía estar muy seguro todo
el año y invernar con sus navios, y con la vecindad de España
y de sus islas, podía, saliendo de Buxia, robar infinitos navios
y adquirir grandes riquezas.

IV

El Barbarroja, que esto oyó, determinó de hacer lo que el


Rey le pedía, y como ya a este tiempo él se hallaba con más
de 1.000 turcos (los cuales a la fama de la gran riqueza y re-
putación que Barbarroja había ganado en Barbaría y Ponien-
te, se habían pasado a él desde Turquía, con tan gran codicia
como los españoles pasamos a las minas de las Indias), y es-
peraba que una vez engolosinados de los robos de Poniente,
cada día más se pasarían, como, en efecto, por el tiempo
acaeció, parecióle que no solamente él saldría con la impresa
y tomada de Buxia, pero que sería esto principio para ganar
para sí un principal Estado y señorío en Barbaría, aleando ya
los pensamientos a cosas muy mayores que de cosario, y con
esta determinación respondió al Rey de Buxia que al momen-
to se partía, y ansí fué. Llegado que fué a Buxia con doce
galeotas cargadas de artillería y municiones y de 1.000 tur-
cos y algunos pocos de moros. siendo mediado el mes de
agosto comentó a batir una torre grande o fuerte que el Con-
de Pedro Navarro había renovado y casi todo hecho de nuevo
junto a la mar y cab el arsenal, en que estaba la principal de-
fensión de la tierra. A este mismo tiempo también baxó de las
montañas el Rey de Buxia con más de 3.000 moros en su fa-
vor, y habiendo más de ocho días que el Barbarroja batía
aquella torre o bestión, ya que le tenía casi deshecho y para
le dar el asalto, acaeció que una bala que de la torre tiraron
los cristianos dió en el brazo izquierdo al Barbarroja y se lo
— 222 —

ílevó casi todo..Recibida tan grande herida, y visto por todos


tan gran desgracia que a su capitán acaeciera, perdieron
todos el ánimo, y el mismo Barbarroja, deseoso también de
curarse, fué forjado que todo el campo se alpase y se dexase
aquella impresa por entonces. Y ansí el Rey de Buxia se vol-
vió a las montañas de do viniera y el Barbarroja tomó su ca-
mino para Túnez con todas sus doce galeotas, yendo de el
barco muy trabajado. Y habiendo llegado muy cerca de Ta-
barca (a do los ginoveses en aquel tiempo y de antes solían
hacer asiento pescando el coral por aquella costa, como hacen
hoy día), encontró acaso con una galeota d e Q é n o v a , la cual fá-
cilmente rindió sin pelea ni resistencia alguna. Y prosiguiendo
adelante, desembarcó en la Goleta y se fué a Túnez a curar de
la herida del braceo. Y porque él no quería alexarse mucho de
sus baxeles, hermanos y turcos, dió orden a Cheredin, el se-
gundo hermano (que quedaba en su lugar), que metiese los
navios todos dentro de el canal de la Goleta, desarmados, y
con sola la chusma a la cadena, y con parte de los turcos se alo-
jase (de consentimiento del Rey de Túnez) en la misma torre
de la Goleta, y él con los demás se fué (como dixe) a Túnez
para curarse. Estando las cosas en este estado, y sabido a po-
cos días en Génova cómo Barbarroja había tomado aquella ga-
lera, se partió de allí en su busca Andreadoria con doce ga-
leras muy en orden. El cual, habiendo lengua en la Tabarca
cómo y de qué manera estaba Barbarroja en Túnez curán-
dose y el hermano aloxado en la Goleta en guardia de los ba-
xeles, fuése luego para allá, y desembarcando su gente a tiro
de cañón de la Goleta, marchó con ella a la vuelta de los ba-
xeles de Barbarroja, siguiéndole sus galeras por la orilla de
la mar. Cheredin, hermano de Barbarroja, que vido esto, que
tan determinado venía Andreadoria, al momento mandó ba-
rrenar las galeotas y que las hundiesen debajo del agua, por •
— 223 —

que no se las quemasen los cristianos o las llevasen, y con esto


juntamente salió con hasta cuatrocientos turcos a escaramuzar
y a detener Andreadoria; pero no pudiendo los turcos sufrir el
ímpetu de los cristianos y la mucha artillería que de las gale-
ras tiraban, se desbarataron de manera que no tuvieron lugar
para retirarse a la Goleta, mas todos se pusieron en huida, ca-
minando hacia Túnez, por lo cual Andreadoria con su gente
entró dentro de la Goleta y la saqueó de cuanto tenía, y al úl-
timo la quemó toda, y recogiendo la galera de su patria per-
dida y otros seis baxeles o galeotas de Barbarroja (que los
turcos no tuvieron espacio o no osaron hundir debaxo del
agua), se recogió a sus galeras victorioso, y muy contento se
volvió a Qénova.

El Cheredin, hermano de Barbarroja, con cuanto no per-


diera más que los bucos y cuerpos de los navios (porque toda
la chusma salvaron los turcos) y alguna poca de ropa, no osó
ir a Túnez, ni parecer delante el hermano, y mucho mds
después que le avisaron cómo el hermano estaba en extremo
indignado contra él por este caso, atribuyendo el mal suceso
a su cobardía y poco ánimo, no teniendo él realmente culpa
alguna, antes habiendo hecho todo lo que humanamente había
podido, por lo cual muy disgustosoycon temor del hermano se
fué luego a los Gelves en la galeota de que era Arráez, y para
contentar y aplacar al hermano, se puso con muy grande dili-
gencia al momento a hacer tres galeotas de mucha madera
que el hermano había dexado antes allí, con mucha clavazón y
todo el aparejo necesario, con lo cual el Barbarroja se aplacó
y le envió a decir que ya no tenía con él algún enojo. Entre-
- 224 -

tanto, licenció Barbarroja (que todavía aún estaba en Túnez


enfermo de su brapo) algunos de sus cosarios y amigos, los
cuales se fueron a juntar con Cheredin en los Qelves, y se
dieron grande priesa en acabar los tres baxeles comentados,
con los cuales y con los otros seis (que escaparon de la furia
de Andreadoria) salieron el año de 1513 en corso, llevando
por capitán y cabera al Cheredin. Y porque la tierra no que-
dase sin gobierno y cabera, quedó en los Gelves el tercero
hermano, Isaac Beni Jacob, por gobernador y Alcayde, con
orden que hiciese acabar otros navios quede nuevo se ha-
cían a gran priesa, porque les había significado el Aruch
Barbarroja dende Túnez (donde estaba aún todavía enfermo,
y no del todo sano) que en hallándose bueno determinaba,
así como estaba estropeado, hacer una importante jornada.
No reposando su espíritu jamás, ni sufriendo su condición es-
tar así ocioso (aunque enfermo) y sin hacer alguna cosa nota-
ble. Sano que fué, se partió de Túnez, por tierra, para los
Qelves, do llegó en el mes de mayo de 1513, y gastando todo
el restante de aquel año y parte de el siguiente en acabar los
navios y hacer pólvora y municiones. Tanto, que fué el mes de
agosto del año 1514 se embarcó en sus 12 galeotas, con más
de mil y cien turcos; volvió otra vez a poner cerco a Buxia,
no aguardando que el Rey della, que estaba (como diximos)
huido en las montañas, le llamase; mas luego que supo Barba-
rroja ser llegado otra vez a Buxia, baxó con muchos moros
principales que se ofrecieron ayudarle, y traxo a los turcos
gran cantidad de vacas, carneros, pan, higo y pasa y mante-
ca y otros muchos bastimentos. Con esta gente y socorro vol-
vió otra vez Barbarroja a batir el Bestión o torre do le fuera
llevado el brago, y habiéndole echado casi todo por tierra,
los cristianos fueron forpados a recogerse a la ciudad, desam-
parándole del todo. Ganado por Barbarroja este fuerte, plan-
— 225 —

tó la artillería contra otro torreón que también el Conde Pe-


dro Navarro había hecho todo de nuevo y muy junto a la mar,
donde se hace una muy linda playa, el cual, después de bati-
do, dándole algunos asaltos los turcos, hallaron en los cris-
tianos más resistencia de lo que ellos habían pensado, porque
sólo en el primer asalto perdieron 100turcos y 100 moros, los
más valientes y principales. Y por tanto, procediendo la cosa
despacio, pasóse más de medio septiembre , y comentaron
luego a llover muchas aguas del cielo, y juntamente con esto,
hallándose Martín de Rentería (un esfortado y valeroso capi-
tán español) con cinco naves en el Peñón de Vélez, le fué
dado orden de parte del Rey católico que luego se partiese
con ellas al socorro de Buxia, lo cual hizo al momento. Y en-
trado en el puerto de Buxia con buen viento, y sin alguna
resistencia, for^ó a Barbarroja a retirarse y levantar el cer-
co. Aunque me dixeron algunos turcos viejos que la causa prin-
cipal por que Barbarroja levantó el cerco fué porque tratando
con el Rey de Buxia y sus moros si todavía le querían ayudar,
que él llevaría adelante la impresa, los moros, deseosos de
sembrar sus campos y labranzas (porque había muy bien llo-
vido aquellos días y las buenas sementeras de Barbaría son
las que se hacen con las primeras aguas), le respondieron que
no podían estar más en aquella guerra, y comentaron luego
pocos a pocos a partirse para sus casas. Desta manera, muy
descontento Barbarroja por haberle sucedido este cerco tan
mal ya dos veces, se embarcó en sus galeotas con sus turcos
muy de mala gana, y tan corrido, que determinó de no volver
más a Túnez ni a los Gelves, y, por tanto, se fué con sus na-
vios y turcos a un lugar que está a la marina de Buxia, hacia
Levante, setenta millas, que se llama Gigel, en el cual (por ser
lugar fuerte y tener un puerto, aunque pequeño, razonable)
le pareció que podía estar algún tiempo acomodado, y los ve-
is
- 226 —

cinos del, que serían hasta mil, movidos de la fama de su va-


lor, le recibieron de muy buena voluntad.

VI

En este lugar estuvo Barbarroja todo aquel otoño y invier-


no. En el cual tiempo, padeciendo los vecinos dél mucha ham-
bre, por causa que aquel año habían cogido poquísimo pan y
cebada, y no estando los turcos tampoco muy proveídos, en
el veranico de San Martín, a los primeros de noviembre, ha-
ciendo muy grandes bonan9as, salió el Barbarroja con sus
doce galeotas en corso hacia Cerdeña y Sicilia para ver si
encontraba algunos navios cargados de trigo y bastimentos,
y sucedióle como deseaba, porque a pocos días tomó tres
naves que venían de Sicilia para España, todas cargadas de
trigo, y con ellas dio luego la vuelta para Gigel, do repar-
tiendo liberalmente todo el trigo con los moradores y con
otros vecinos de aquellas montañas (que también padecieron
muy gran hambre), fué increíble la afición que todos gene-
ralmente le tomaron, y la reputación y autoridad que entre
todos ellos luego tuvo. Lo cual entendiendo el Barbarroja
(que siempre aspiraba a grandes cosas), como sagaz, quiso
sin más esperar aprovecharse desta buena ocasión, y de tal
manera supo hacer, que viviendo aquellos moros hasta en-
tonces libres y sin alguna sujeción de Rey, y habiéndose de-
fendido siempre y conservado su libertad, a pesar de los Re-
yes de Túnez, en su gran prosperidad, y de otros Reyes ve-
jean. Leo. cinos muy poderosos, como escribe Juan León (porque tanto
part.4. " Q'^el, como todas aquellas montañas, son lugares fortísimos
y muy ásperos), se sujetaron a Barbarroja, y de su propia
voluntad le alearon y obedecieron por Rey y señor. Hecho
— 227 —

desta manera Rey de Gigel y sus montanas, luego en princi-


pio de el año siguiente 1515, con voluntad de los mismos mo-
ros (que tenían enemistad antigua con el Rey del Cuco, su
vecino), le hizo cruel guerra, codiciando crecer y ensanchar
más aquel dominio que para su ánimo y brío era muy poco.
Y como saliéndole al encuentro el dicho Rey del Cuco con
alguna gente de su reino a pie y a caballo, y entre ellos algu-
nos arcabuzeros, se toparon los dos en una grande montaña,
doce leguas de Gigel, que se dice la montaña de Benichiar,
que quiere decir la montaña del Pepino, do peleando todos
con mucho ánimo, quedó el Rey del Cuco vencido y muerto
de un arcabucazo por los pechos, y como cayó, todos los su-
yos se pusieron en huida, de que los turcos y moros de Gigel
mataron un buen número, siguiéndolos algunas leguas. Y
Barbarroja, cortándola cabera del Rey, la mandó poner en el
hierro de una lanza. Y caminando desta manera y siguiendo
siempre la victoria, en pocos días traxo a su obediencia los
más de los moros de aquel reino del Cuco.

VII

Luego el año siguiente, que fué el de 1516, murió el Rey


católico, Don Hernando, a 22 del mes de enero, siendo de
edad de sesenta y dos años, por lo cual los vecinos de Argel,
que se sentían muy sojuzgados y oprimidos de una fuerpa que
el dicho Rey los años antes había mandado hacer en la isla
que está frontera de la ciudad, a pocos pasos, para que estu-
viesen a su obediencia y no anduviesen en corso, como antes
tenían por uso (como en otra parte diximos), tanto que supie-
ron nueva cierta de su muerte cobraron ánimo, y de voluntad
de un Xeque y Príncipe de los alarbes (a quien poco antes se
— 228 —

habían sujetado y entregado para que los defendiese, que se


decía Selim Eütemi), enviaron a suplicar a Barbarroja (de
cuyo valor tantas cosas se decían) los quisiese librar desta
sujeción y opresión de cristianos, destruyendo y quitando de
delante de sus ojos aquella fuerza que tenían en la isla. O y ó
el Barbarroja esta embaxada con mucho contento, y no tanto
por los ofrecimientos y pagas que la ciudad de Argel y su
Príncipe le prometían por su trabajo (aunque eran grandes),
cuanto porque le pareció que ninguna cosa le venía más a
propósito para hacerse gran señor de Barbaría (que es lo que
él andaba tramando y procurando con tanta ansia) como era
apoderarse de Argel, una ciudad tan principal, tan rica y
abundante, y tan cómoda para su oficio de cosario; y por
tanto, encubriendo su intención, despidió los embaxadores con
muy largos ofrecimientos y prometiendo que luego (sin espe-
rar más) él iría con sus turcos y con la más gente que pudiese
a servir aquella ciudad y a su Xeque. Y como lo dixo, ansí al
punto lo hizo, porque tuvo esta particular virtud este hom-
bre, entre otras que nacían de su gran ánimo, ser prontísimo
y deligentísimo en executar todas las cosas. Y primeramente
envió delante por mar hasta diez y seis galeotas suyas y de
otros cosarios sus amigos, que de otras partes cada día más
le venían a buscar a Gigel y hallaban en él acogimiento, ayu-
da, favor y dineros, siendo para con todos muy largo. En es-
tas galeotas fueron quinientos turcos, con alguna artillería,
pólvora y municiones y aparexos de guerra; tras esto, forman-
do un campo de ochocientos turcos que con él quedaron,
todos escopeteros y de tres mil moros de las montañas de
Gigel, sus vasallos, y más de otros dos mil, que a la fama
de la jornada y con esperan9a de ganancia cierta se le
habían allegado, marchó la vuelta de Argel, cuyo Prínci-
pe y vecinos, los más principales y ricos, avisados de su
- 229 -

ida le salieron a recibir una buena jornada antes que llega-


se a Argel, agradeciéndole en extremo la voluntad con que
venía a ayudarlos, favorecerlos y librarlos de cristianos. Y
pensando ellos que Barbarroja se fuera, ansí como venía lue-
go para Argel les dixo que le convenía en todo caso ir prime-
ro a Sargel, un lugar (entonces de hasta quinientos vecinos)
puesto a la ribera de la mar, más adelante de Argel, para Po-
niente veinte leguas; prometiendo volver muy en breve y
hacer lo que tanto deseaba él y mucho más que no ellos. Y la
causa desta su ida era que al tiempo que Barbarroja se hizo
con tanta facilidad señor de Qigel y sus montañas, un cosario
de nación turco, que se decía Car Asán (y que muchos años
había andado con Barbarroja robando con una galeota suya
que tenía muy bien armada), envidioso dé los buenos y prós-
peros sucesos de Barbarroja, y quizá reputándose por tan
digno como él, de otra que tal fortuna y ventura, se fuera de
su compañía, y con su galeota y muchos turcos amigos que
tenía, se había pasado a este lugar de Sargel. Do como fuese
bien recibido de los vecinos y habitadores dél (los cuales eran
todos, como son hoy día, moriscos huidos de Granada, Va-
lencia y Aragón, y que también se daban mucho al corso con
fragatas y bergantines, como ahora también hacen; y siendo
pláticos y nacidos en España, hacían grandísimos robos y da-
ños en toda su costa y marina), luego de común voluntad fué
el Car Asán aceptado por capitán de todos los que eran co-
sarios en aquel pueblo, y hecho también gobernador y señor
de aquella tierra. Con lo cual estaba el Car Asán muy con-
fiado de adquirirse un buen estado, no habiendo entonces Rey
alguno moro o Xeque que le fuese a la mano. Y como también
el lugar tuviese un puerto, que con poca industria y trabajo
se podía hacer capaz y muy seguro, y.la tierra fuese de todo
bastimento muy abundante y en sus montañas hubiese (como
— 230 —

hoy día hay) gran abundancia de árboles para poder hacer


baxeles, y, finalmente, de allí a Mallorca, Menorca e Ibiza y
toda España la travesía sea muy breve y poco más de veinte
horas, esperaba que sus sucesos no serían menos dichosos,
tanto en la tierra como en la mar, que los de Barbarroja ha-
bían sido. Por otra parte, al Barbarroja, que todo esto sabía,
descontentaba en extremo que otro se le quisiese igualar
(condición de los ambiciosos tiranos), y pensaba que, ocupan-
do alguno cualquier tierra o dominio por aquellas partes, no
era menos que robárselo a él y tomárselo del suyo propio; tan
ambiciosamente abracaba él con su codicia todo el dominiode
aquellas tierras y provincias. Y como le pareció que lo de
Argel ahí se estaba para todo tiempo que quisiese, resolvióse
en que convenía tomar de súpito al Car Asán y echarle de allí
antes que echase más raíces. Y con esta intención caminó
luego para Sargel a gran priesa y sin reposar una hora, y de
la misma manera mandó a sus galeotas (que ya estaban en
Argel) que le siguiesen por la mar. Llegado que fué a Sargel,
dado caso que bien pudiera entrar luego en la tierra sin resis-
tencia, porque ni ella tenía murallas (como tampoco hoy día las
tiene), ni había persona que se le pusiese delante, todavía mos-
tró que no venía para hacer mal, mas para solamente concluir
a las buenas este negocio como suelen los amigos. Y confor-
me a esto, haciendo saber al Car Asán (el cual estaba mara-
villado de su venida) como no era contento de que él se apo-
derase de aquel lugar, porque él quería hacer en él residencia
con todos sus baxeles y cosarios, púsole en tanto temor, que
el Car Asán tomó por partido hacer todo lo que Barbarroja
quería. Y confiado en la antigua amistad que ambos tenían de
tantos años, fuese luego a ver con él, y dándole el parabién
de su venida y excusándose lo mejor que supo, le entregó a
sí mismo y a sus turcos y galeotas y a todo aquel lugar en las
— 231 —

manos. Pero el Barbarroja usó una bárbara crueldad, y fué


que, sin más dilación, mandó luego allí, en su presencia, cor-
tar la cabeza al Car Asán, y le tomó la galeota y esclavos
que tenía y todo cuanto se halló en su posada. Y recogiendo
a su bandera los turcos que allí halló, hízose jurar por Rey y
señor de todos los vecinos de aquel pueblo.

VIII

Hecho esto, y dexando Barbarroja allí hasta cien turcos,


como en guarnición, dió sin más detenerse la vuelta para A r -
gel. Do siendo llegado fué de todos recibido con gran contento,
no sabiendo qué fuego metían todos en su casa, y particular-
mente el Xeque o Príncipe Selim Eutemi, que tenía el dominio
de la ciudad, recogió y alojó al Barbarroja en su casa, no sa-
biendo qué regalos le hacer; y de la misma manera hicieron
otros moros, ciudadanos principales, a otros turcos, y en ge-
neral fueron todos, tanto turcos como moros, con muy gran
placer, bien recibidos y alojados. Y queriendo mostrar el Bar-
barroja que no venía a otra cosa que a servirlos y librarlos de
cristianos, luego, al día siguiente, con grandes voces y
alaridos, comentó a labrar una trinchera y plantar la bate-
ría a la fuerza de la Isla do estaban los cristianos, amenazán-
dolos que los hf^bía de degollar todos, con aquellas bravatas
y soberbias que los turcos mucho usan. Y con todo, antes que
empezase la batería, por no dexar de usar los términos ordi-
narios y de razón que se usan, hizo por un turco entender al
capitán de la fuerza, que si la quería entregar en paz y em-
barcarse para España, él le daba su palabra de dexarle ir con
toda la ropa que él quisiese y los soldados, y aun de darles
navios en que pasasen muy a placer. A esto le respondió el
- 232 -

capitán que era excusado para con él usar de fieros ni de


ofrecimientos, los cuales solamente valen algo con los cobar-
des, y que mirase que quizá peor saldría desta de lo que sa-
liera antes de la de Buxia. Con esto, y sin esperar más otras
réplicas, comentó el Barbarroja luego a batir la fuerza, y con
no estar más distante de la ciudad que trescientos pasos (como
hoy día se ve del lugar do la Isla en que estuvo), nunca le
hizo daño notable, a causa que toda la artillería que tenía
Barbarroja era poco reforjada. Lo cual viendo los vecinos de
Argel, y que al cabo de veinte días el Barbarroja no hacía
efecto alguno, y que parecía su venida haber sido por demás,
y que, juntamente con ésto, tanto él como sus turcos se mos-
traban incomportables, haciendo mil violencias y fuerzas en
la ciudad (con gran soberbia, como suelen en toda parte do
los recogen y admiten), y temiendo no sucediesen adelante
otras mayores, estaban ya muy mal contentos y mostrábanse
arrepentidos de le haber llamado y traído a Argel, y particu-
larmente el Xeque Selim Euremi, señor de Argel, ya no podía
sufrir el poco caso y arrogancia con que Barbarroja le trataba
en su misma casa y fuera della, en público, y andaba ya re-
celoso de que no le acaeciese lo que a pocos días acaeció.
Porque como el Barbarroja, de noche ni de día otra cosa ima-
ginase que cómo y de qué manera y con qué ocasión se alza-
se con la tierra, al último se resolvió de (no obstante la natu-
ral obligación para los huéspedes) matar alevosamente con sus
propias manos al mismo Xeque su huésped, y tras esto, a fuer-
9a y con mano aunada, hacerse luego jurar y publicar por Rey
y señor. Y para hacer esto más sin tumulto y sin ser sentido,
un día, a mediodía, que el Xeque Selim Eutemi entró en un
baño de su casa a lavarse para hacer el sala o oración de
aquella hora (como es uso y costumbre de los moros y precep-
to de su Alcorán), el Barbarroja, que alojaba en la misma casa
— 233 ~

(como diximos), entró disimuladamente dentro del baño y, ha-


llando al príncipe solo y desnudo, con ayuda de otro turco
que llevó consigo le ahogó y dexó tendido en tierra. Y disi-
mulando por algún espacio cuanto un cuarto de hora, y vol-
viendo otra vez a entrar dentro del baño, comenzó a llamar
a los moros de casa a grandes voces y a decir que el Xeque
estaba muerto y que con el calor de aquel baño se ahogara. Y
publicándose esto luego por la tierra (y no sin sospecha muy
grande de que el Barbarroja hiciera una tan gran maldad y
traición), cada uno se recogía a su casa de temor. Y los tur-
cos, por orden de Barbarroja, que los tenía avisados, ponién-
dose luego todos en armas y juntándose con los moros de las
montañas de Gigel, hicieron cabalgar al Barbarroja en su ca-
ballo y, llevándolo por la ciudad, con grandes voces, algaza-
ra y alaridos, le pregonaron y publicaron por Rey, no osando
moro alguno o vecino de Argel abrir la boca ni hablar una
palabra. Había quedado del Xeque un hijo pequeño, el cual
viendo que su padre era muerto y temiendo que Barbarroja
no le matase, con favor de algunos moros de su casa y cria-
dos de su padre huyó hasta llegar a la ciudad de Orán, do el
marqués de Gomares (que entonces era general de aquella
tierra y sus fueras) le recogió muy benignamente, y después
le envió a España al cardenal y arzobispo de Toledo don Fray
Francisco Ximénez, que por muerte del Rey Católico, y en
ausencia de Carlos V , su nieto, aún mozo (que se halllaba en-
tonces en Flandes) gobernaba a España en aquel tiempo. He-
cho Barbarroja desta manera Rey y señor de Argel, hizo lla-
mar los más principales moros ciudadanos y, ofreciéndoles
grandes partidos y gracias y prometiéndoles adelante muchas
mercedes, fácilmente acabó (lo que era tan forjado) de que
todos le aceptasen por su Rey y absoluto señor, y tras esto
comen9Ó luego a batir moneda y a fortificar la Alcazaba de
— 234 —

la ciudad (porque aún entonces no había en toda ella otra


fuerza), y poniendo allí algunas pocas piezas de artillería, le
puso también guarnición de turcos. Pero como los turcos,
viéndose ya señores absolutos de Argel, a pocos días trata-
sen a los moros y vecinos dél como si fuesen sus esclavos,
robándolos y afrentándolos con malas palabras y peores obras,
como es de costumbre propia y natural soberbia suya, no sa-
bían qué se hiciesen, mas ya tomaran por partido ser antes
vasallos de los mismos cristianos que de turcos. Juntábase
también a esto que sabiéndose cómo el hijo del Xeque Selim
Eutemi muerto pasara de Orán a España, estaban todos te-
merosos no viniese con alguna armada y gente a cobrar el
Estado de su padre, y pensando que ellos fueran quizá con-
sentidores en su muerte, hiciese no solamente guerra a los
turcos, pero también a ellos, y, por tanto, los destruyese del
todo y asolase, como los soldados españoles (que estaban en
la fuerza de la Isla) se lo decían y les amenazaban cada día,
por lo cual todos los baldis (esto es, los ciudadanos) y moros
más principales de el pueblo, consultando entre sí, comentaron
a tener sus tratos con el capitán de la fuerza, rogándole que,
siendo tiempo, él y sus soldados los ayudasen a echar los tur-
cos de la tierra, porque habiéndose ya vuelto los moros de
Gigel a sus casas, con solos los turcos se hallaba Barbarroja,
y decían que de mejor gana servirían a cristianos, que eran
hombres de justicia y razón, que no a una gente tan soberbia
y enemiga de bondad como los turcos. Con esto también co-
mentaron a entenderse muy en secreto con los alarbes de
Mutija (que son los llanos muy grandes de Argel), los cuales
sentían en extremo la muerte de Selim Eutemi, que era su
señor natural y de su sangre y progenie, y deseaban en gran
manera vengar su muerte, siendo posible, y tanto más que
luego que Barbarroja se levantó con Argel y quietó los ciu-
— 235 -

dadanos como pudo, se volvió a los alarbes del campo, y les


hacía grande instancia y amenazaba en gran manera, para
que también le aceptasen por señor, como era antes Selím Eu-
temi, y que le pagasen el tributo que a él solían pagar, y mu-
chas veces salían los turcos en cuadrilla por los campos, a
trescientos y cuatrocientos, todos con sus escopetas, y los
forjaban a pagar este tributo, y aun les tomaban las vacas,
carneros y cuanto tenían, hasta las propias hijas y hijos.

IX

Por lo cual acordaron todos, en común, los baldis de la ciu-


dad y los alarbes, y con ellos los cristianos de la fuerza de la
Isla, que para un día entrase en la ciudad un buen número
de alarbes, secretamente armados, so color de comprar y ven-
der cosas como solían, y que pusiesen fuego a veintidós ga-
leotas (porque tantas tenía ya Barbarroja, parte de las cuales
eran suyas y parte de otros cosarios que cada día más se
recogían a él), las cuales estaban en tierra en dos partes re-
partidas: unas, dentro del foso de la ciudad, en aquella puer-
ta de muralla que junto a la puerta de Babaluete se mete en la
mar, do ahora está el bestión de Rabadán Bajá, y otros, más
adelante, en la playa de la fiumara o arroyo que baja de las
montañas; y que romo Barbarroja y sus turcos saliesen a ma-
tar el fuego por la puerta de Babaluete, los baldis o ciuda-
danos corriesen luego a cerrar aquella puerta y no los dexa-
sen volver a entrar, y juntamente con esto acordaron también
que el capitán de la fuerza y soldados cristianos pasasen en
ciertas barcas a la ciudad, y juntos con los moros, todos de
común consentimiento y ánimo, por una parte, matasen todos
los turcos que quedasen en la tierra, y por otra, acometiesen
— 236 -

a Barbarroja y a todos los que hubiesen salido fuera a matar


el fuego de los baxales. Lo cual todo estaba tan bien ordena-
do, que no podía ser ni imaginarse mejor; pero, cómo fuese no
se sabe, no faltó quien de todo avisó a Barbarroja en secreto,
el cual, disimulándolo y poniendo gran guardia cuidado y
vigilancia en sus baxeles (de manera que los alarbes nunca
osaron acometerlos), un día de su juma (esto es el viernes,
que es su fiesta, como es el domingo entre nosotros), yendo
él a la mezquita mayor a mediodía para hacer el Sala, y en
su compañía algunos turcos que ya estaban con todos los de-
más avisados, y casi todos los baldis y principales ciudadanos
que también en aquel día solían ir a aquella mezquita a hacer
el Sala con el Rey, se hallaron presentes (los cuales ni sabían
ni podían creer que el Barbarroja supiese algo de sus tratos).
Después que todos fueron entrados en la mezquita, corrieron
luego los turcos a cerrar las puertas della, y se hicieron de
dentro y de fuera fuertes con sus armas a punto, y desta ma-
nera, maniatando a todos los principales baldis o ciudadanos
moros de la ciudad, sin más esperar, mandó Barbarroja de-
gollar, allí a la puerta de la mezquita, veinte de los más cul-
pados, y echar los cuerpos y cabezas en la calle, y después,
por más afrenta, los hizo enterraren unos grandes muladares,
que entonces estaban dentro de la Ciudad, en el propio lugar
do hoy día está la caballeriza de los Reyes. Con tan súbito y
riguroso hecho, quedaron los de Argel muy espantados, y de
allí adelante, por mal tratados que fuesen de turcos, no osa-
ban hablar ni salirse de la tierra, porque ni esto quiso con-
sentir Barbarroja, y han vivido hasta ahora de grado o por
fuer9a quietos, muy sujetos y obedientes a los turcos. En
este mismo tiempo, que fué el año del Señor de 1517, en el
verano, el hijo de Selim Eutemi, señor de Argel (que diximos
se huyó, muerto el padre por Barbarroja, a Orán, y de allí
— 237 —

pasara a España), supo allá, y pudo hacer tanto el favor e in-


tercesión del dicho marqués de Gomares, general de Orán,
que el cardenal Fray Francisco Ximénez y todo el Consejo
de España le concedieron el socorro y favor que pedía para
cobrar el estado del padre y echar a Barbarroja y sus turcos
de Argel; porque les pareció que convenía no permitir que
Barbarroja (tan gran cosario y señor de tantos navios) echa-
se raíces y creciese tanto, y tan vecino de España, lo que
pluguera al Señor entonces se remediara. Mas fué el caso
que partiendo de España para este efecto un poderoso caba-
llero, que se decía Francisco de Vera, con una armada en
que llevó más de diez mil hombres, y en su compañía al dicho
hijo del señor de Argel muerto, que había de restituir en su
Estado. Llegado que fué a la playa de Argel, le acaeció lo
mismo que después acaeció a Carlos V , Emperador de glo-
riosa memoria; porque levantándose una gran fortuna, dió
casi toda la armada al trevés, y mucha parte de los navios y
gente se anegaron, y parte que escapó a nado. Barbarroja y
sus turcos, saliendo de la ciudad, los mataron o captivaron;
con lo cual no sólo el Barbarroja se aseguró en el Estado,
pero acrecentó mucha más reputación a la que de antes tenía,
y de todos fué tenido por más que dichoso y venturoso en
sus cosas. Con todo esto los alarbes de la campaña y rededor
de Argel, viéndose cada día más mal tratados de los turcos
de Barbarroja (que contra ellos estaba en extremo indignado,
porque le quisieron quemar los baxeles y echar de la ciudad
de Argel, y aun matar como diximos), y no pudiendo sopor-
tar lo que nunca habían gustado, porque siempre habían v i v i -
do libremente y a placer, en la obediencia de sus Xeques, re-
currieron al Rey de Tenez (una tierra que está de Argel
para poniente 30 leguas, y antes de llegar a Monstagán 15,
y 30 de Orán, y de Tremecén 52), El cual Rey era mediana-
- 238 -

mente poderoso en aquel tiempo, y tenía gran crédito entre


todos los otros alarbes, rogándole y importunándole mucho,
que los quisiese ayudar y favorecer para librarse de turcos y
de las vexaciones y males incomportables que de continuo pa-
decían. Llamábase este Rey Hamidalabde, esto es, Hamida
el negro, porque era muy moreno y hijo de blanco y negra,
el cual condoliéndose de los alarbes, que con tanta instancia
le pedían este favor, y que eran de su sangre y parentela
(porque también él era alarbe), y también receloso de sí mis-
mo y de su reino, con la mala vecindad de Barbarroja, deter-
minó de moverle la guerra y echarle si pudiese de Argel, y
para esto juntó 10.000 hombres moros, sus vasallos y de
otros amigos, y todos a caballo, y salió con ellos de Tenez a
la vuelta de Argel en el mes de junio del mismo año 1517,
poco después que la armada cristiana se perdiera. Y como ya
todos los alarbes por aquellas partes aborrecían y temían
grandemente a los turcos, marchando el Rey de Tenez con
su campo, cada día se reforjaba más de caballería y de gen-
te de a pie de los alarbes, que se iban a juntar con él como a
guerra común de todos. Desto fué luego avisado el Barbarro-
ja, y, por tanto, se comentó a apercibir, y no sólo para de-
fenderse, pero también para ofender y en persona ir a buscar
al enemigo, confiando en la valentía de sus turcos, los cuales
eran todos arcabuceros, lo que no había entre los moros.
Y, por tanto, dexando a su hermano segundo Cheredin con
muy poca gente en Argel por guardia, y llevando consigo
hasta veinte de los más principales ciudadanos y baldísde A r -
gel, por mayor seguridad, se puso en camino con no más que
hasta mil turcos escopeteros y quinientos moriscos andaluces
de Granada, Aragón, Valencia, que de toda Barbaría se iban
cada día recogiendo a vivir en la ciudad de Argel, por ha-
llarse bien con los turcos, de los cuales recibían paga de sol-
— 239 —

dados para la guerra, los cuales moriscos están también todos


arcabuceros. Con esta gente caminó Barbarroja dos días, y a
doce leguas de Argel para poniente, junto a un río que por allí
pasa, que se dice Xelef, encontró con el Rey de Tenez. Y
dándose ambos la batalla, mataron los turcos y moriscos tanta
gente de los moros con sus arcabuces, que fué forjado el
Rey de Tenez volver las espaldas y huir cuanto podía, y
Barbarroja siguiendo siempre la victoria, caminó tanto tras
él, que llegó a Tenez, do no osando su Rey esperarle o
dexarse allí cercar, huyó a las montañas del monte Atlante, y
no se teniendo allí por seguro, pasó a la otra parte, a los llanos
de la Zahara, que es la antigua Numidia, tierra muy cerca de
los negros, por lo cual entró Barbarroja libre y fácilmente den-
tro en Tenez. Y saqueando la casa del Rey de lo que en ella
había dexado, y que no pudiera llevar cuando huyó, y hacien-
do lo mismo él y los turcos en todas las demás de otros mo-
ros de aquella tierra vecinos, forjólos a todos a que le acep-
tasen y jurasen luego por Rey y señor. Aquí se estuvo Bar-
barroja algunos días reposando con su gente del trabajo que
habían pasado y de los calores que hacían, y suelen por aquel
tiempo hacer en aquella tierra en gran extremo terribles.
Cuando algunos moros de los más principales de Tremecén
(que de aquel lugar de Tenez está para poniente cincuenta
leguas) le hicieron saber que si él iba allá con sus turcos te
prometían entregarle la ciudad, y aun todo el reino. Y la Vide Joan,
causa desto era que estaban muy disgustados con su Rey por- paT""
que pocos años antes se había aleado (con el favor de algu-
nos) contra un sobrino suyo, que era el ligítimo Rey, hacién-
dolo huir a Orán, usurpándole para sí el Reino. Llamábase
este Rey Abuzeyyen, y el sobrino Abuchem Men.
- 240

Oyendo esto Barbarroja, no le pareció despreciar ocasión tan


grande para ser lo que tanto deseaba, esto es, ser gran señor
y muy poderoso, y, por tanto, despachó luego cartas para su
hermano Cheredin, que dexara en Argel, ordenándole que lue-
go al momento le enviase por mar a la playa de la ciudad de
Tenez (porque no está más lejos de la mar que una legua pe-
queña) diez piezas de artillería pequeñas con sus carretas que
pudiesen llevar por tierra, así para seguridad suya (porque
había de pasar frontero de Orán y temía que el marqués de
Gomares no le atajase el paso), como también para aprove-
charse dellas en Tremecén, si fuese necesario. Lo que el her-
mano cumplió luego, enviando la artillería y mucha pólvora,
balas y municiones, con cinco galeotas, que consignaron todo
a Barbarroja, descargando cabe Tenez. Habida esta artillería
y municiones, y hecho provisión de mucho bizcocho, trigo,
aceite, manteca, dátiles, higos y otras buenas vituallas, que
mandó cargar en caballos (de que hay muchos por aquella tie-
rra), marchó luego Barbarroja a grandes jornadas para Tre-
mecén, y llegado que fué a Alcalá de Baniaraxe, un lu-
gar que está diez leguas de Orán y cuatro de Mostagán,
fué de todo el pueblo recebido y obedecido pacíficamente. Y
como la fama de todos sus hechos era ya tan grande y tan
célebre entre los moros, muchos dellos amigos de novedades
y de robar, de su misma voluntad se vinieron allí a ofrecer a
servirle y acompañarle en aquella jornada que hacía. A los
cuales, haciendo muy humano acogimiento, se halló con más de
mil y quinientos moros a caballo, sin los turcos y moriscos que
de Argel antes sacara, de los cuales ni aun sesenta había per-
dido. Y porque todavía recelaba que el Rey de Tenez no vol-
- 241 -

viese a los moros con el favor del marqués y general de


Orán (que estaba allí tan cerca) no le tomasen las espaldas
si caminaba más adelante o a la vuelta no le dexasen pasar
(lo cual había de ser de fuerza por aquella misma tierra y lu-
gar de Alcalá de Beniaraxe), ordenó a su tercer hermano,
Isaac Benij Jacob que quedase allí con hasta ducientos turcos
tiradores y con algunos pocos d e moros en que más algún
tanto confiaba, entre los cuales eran los que de Argel lleva-
ra consigo. Y caminando con la demás gente a grande priesa
más adelante de Orán cuatro leguas, y diez y ocho antes de lle-
gar a Tremecén encontró con el dicho Abuzeiyen, Rey que era
de Tremecén, que venía también a buscarle, porque aunque no
sabía de la traición de sus vasallos y moros de Tremecén, que
habían escrito y llamado contra él a Barbarroja, todavía fué
avisado de la intención que llevaba y cómo le quería echar de
Tremecén. Y juzgando que le era más seguro aguardarle en
campaña y aun salir al encuentro a recebirle que no encerrar-
se en Tremecén, do no se fiaba de los moros sus vasallos
(que bien entendía no estar todos igualmente bien con él), ni
tampoco pelear con Barbarroja casi dentro de su casa; por esa
misma razón salió de Tremecén con hasta seis mil moros a
caballo y tres mil de a pie que había juntado, y llevando en
su compañía al Rey de Tenez, Hamidalabdi, que fuera antes
de Barbarroja vencido y desbaratado, el cual, caminando otra
vez pasado el monte Atlante, se había venido de la Zahara a
acogeré a Tremecén. Después que los dos enemigos se vieron,
no tardaron mucho en comentar la batalla en un muy grande y
espacioso llano que allí está, que se dice Aguavel, y peleando
un buen rato todos con gran ánimo, a la postre, haciendo los
turcos y moriscos de España gran estrago de hombres y de caba-
llos con la mucha escopetería que tenían y con las pietas de ar-
tillería que Barbarroja hiciera llevar de Argel, fué el Rey de

16
— 242 —

Tremecén del todo desbaratado y forjado con la gente que le


quedaba, huir la vuelta de Tremecén; do al momento que lle-
gó, los mismos moros sus vasallos le prendieron, y antes que
Barbarroja llegase le cortaron lacabepa. El Hamidalabdi, Rey
de Tenez, escapó por otro camino que tomó, volviendo otra
vez a las montañas y de allí a la Zahara, do se salvó. Acaeció
todo esto al principio de septiembre de aquel año, como dixi-
mos, 1517. Hallándose, pues, Barbarroja, desta suerte victo-
rioso y con una tan grande mortandad de enemigos, ya le
parecía que ninguna cosa podía impedir la execución de sus
deseos. Y , por tanto, caminando más adelante la vía de Tre-
mecén, a medio camino le avisaron los que de Tremecén le
habían antes escripto y llamado, que no se detuviese más,
porque ellos mismos le estaban aguardando, como lo podía
ver de aquella cabera del Rey Abuzeijen que le enviaban.
Quedó en sumo grado contento y alegre Barbarroja con esta
nueva, y tanto que no lo pudo disimular; mas mandó a todo el
campo que disparase mucha escopetería y artillería porfiesta,
y si antes en cosa ninguna había sido perezoso, menos lo fué
entonces con esta nueva, porque a dos días llegó a la vista de
Tremecén. Do los ciudadanos principales, y casi la ciudad,
deseosa de ver a los turcos (que jamás habían visto), y prin -
cipalmente al Barbarroja, capitán tan afamado y tan dichoso,
salieron con gran fiesta a recebirle. Entrando Barbarroja en
Tremecén, lo primero que hizo fué hacer largos ofreci-
mientos a los vecinos, y juntamente apoderarse de cuanto el
Rey Abuzeijen antes tenía, así de joyas como dineros y
ropa, que era mucha, haciendo por fuerza que todo cuanto
algunos en la muerte del Rey habían robado lo traxesen allí
delante. Y también con el mejor modo que supo sacó el más
dinero que pudo de los moros de Tremecén y su comarca,
con parte de lo cual pagó a los turcos y andaluces y contentó
- 243 -

a los moros que le servían y parte gastó en fortificar ia ciu-


dad y, principalmente, la alcazaba o castillo, porque muy bien
entendía el que los cristianos de mala gana compartirían tener-
le tan vecino de Orán, y, por tanto, que el marqués no dexa-
ría de favorecer al Buchen Men, que estaba huido en Orán,
para que otra vez cobrase el reino, por lo cual, y para mejor
asegurar su partido, hizo luego amistad con Muley Hamet el
Meredin, Rey de Fez, por medio d e s ú s embaxadores que le
envió, prometiéndole todo favor y ayuda contra el Rey de
Marruecos y otros moros, con los cuales de continuo tenía
guerra, con tanto que también él ayudase a defender aquel
reino del poder de cristianos, comunes enemigos de todos,
porque de moros no temía él ni hacía caso, de lo cual todo
fué el Rey de Fez muy contento. Desta manera, y gozando
de sus victorias, se estuvo Barbarroja en Tremecén todo el
año de 1517, gobernando en Argel en su lugar el segundo
hermano, Cheredin, y en Alcalá de Beniaraxe y en todo el
reino de Tenez el tercero y menor de ellos, Isaac Benijacob.
Aunque a éste a pocos meses que Barbarroja fué señor de
Tremecén le sucedió una desgracia con que templó el dema-
siado contento y sobrada alegría del hermano. Porque dán-
dose él y los turcos que con él habían quedado en Alcalá a
toda manera de fuerza y violencia con que oprimían y roba-
ban a todos los moros de Alcalá y sus vecinos, viéndose ellos
tan mal tratados, un día entraron muchos dellos en el castillo,
estando el Isaac muy descuidado, y a cuchilladas y lanzadas
le mataron y a cuantos turcos hallaron, si no fueron hasta cua-
renta que, haciendo cuerpo, se salieron de Alcalá y tomaron
su camino para Tremecén, y aun estos cuarenta, siguiendo
los moros tras ellos, a poco espacio los alcanzaron y mataron
todos, sin que uno solo quedase. Lo cual tanto que el Barba-
rroja supo en Tremecén, recibió extraña pena y dolor, porque
- 244 -

amaba sumamente los hermanos, y a éste particularmente, y


como por entonces no pudiese vengar su muerte y de los tur-
cos sus amigos, disimuló, difiriendo el castigo para otro tiem-
po. Hoy día se lee el sepulcro deste Isaac, hermano de Barba-
rroja, en la misma ciudad de Alcalá de Beniaraxe, que los mo-
ros vecinos della muestran.

XI

Este mismo año, y en el mismo mes de septiembre en que


Barbarroja venció al Rey de Tremecén y se apoderó de aque-
lla ciudad y su reino, llegó de Flandes a España Carlos V ,
que venía a tomar la posesión de los reinos de España, por
muerte de su abuelo el Rey católico Don Hernando, que mu-
rió el año pasado; y había desembarcado en Vizcaya, a do
tomó puerto con una muy grande y poderosa armada que
traía. De lo cual tanto que fué avisado el marqués de Coma-
res, general de Orán, luego pasó en persona a España por
dos causas: la una, por besar las manos al nuevo Rey, y la
otra, y no menos principal, para le informar de las cosas y
sucesos de Barbarroja y cuán importante era no dexar crecer
más este tirano. Juzgando sabiamente, y como persona pru-
dentísima, que si este fuego no se mataba luego abrasaría
con el tiempo mucha parte de la Cristiandad, como por expe-
riencia vemos ahora. Y para mejor negociar llevó consigo al
dicho Rey de Tremecén, Ahuchen Men, que estaba en Orán
huido, para que también él por su parte, y echándose a los
pies del Rey Carlos, le moviese a compasión y de Su Majes-
tad alcanzase cómo fuese restituido en su reino. Finalmente,
pudo tanto el Marqués, que acabó con Su Majestad como le
diese diez mil soldados, con los cuales restituyese aquel Rey
— 245 —

en Tremecén y hiciese toda la guerra posible a Barbarroja y


a sus turcos. Volvió el Marqués con esta gente y orden a
Orán, en principio del año 1518 siguiente, y siendo por el mes
de mayo, en tiempo de las cerezas (según decía un renegado
español cordobés muy viejo que se halló presente), salió con
su gente la vuelta de Tremecén a buscar a Barbarroja y a
sus turcos, llevando en su compañía al dicho Rey moro Ahu-
chen Men; Barbarroja (que no dormía), luego que el Marqués
pasó a España y supo que llevaba al Rey moro consigo, sos-
pechó lo que sería, y, por tanto, desde entonces comenzó a
apercebirse y avisó al Rey de Fez. Mucho más hizo esto des-
pués que supo de cierto ser vuelto ya el Marqués a Orán y
que traía tanta y tan lucida gente, dando muy grande priesa
al Rey de Fez que no tardase a venir a socorrerle. Mas como
viese que tardaba y que ya el Marqués era partido de Orán a
buscarle, quisiera salir también él de Tremecén a recebirle
con los mil y quinientos turcos y andaluces escopeteros y con
más de cinco mil moros a caballo, parte de los que antes con
él habían ido y parte de los mismos de Tremecén, que todavía
se ofrecían y prometían muy lealmente servirle. Pero él,
como cuerdo y avisado, no fiando nada dellos y viendo que
sus turcos y andaluces eran pocos para la gente que traía el
Marqués, a lo ultimo se resolvió en no salir de Tremecén,
pensando que de allí podría entretener al Marqués hasta que
llegase el Rey de Fez, el cual prometía que vendría muy
presto. Pero mudó deste propósito después que vido al Mar-
qués casi a las puertas de Tremecén, no osando confiar de
los moros de la ciudad, porque ya entendía cuán poco los con-
tentaba esta guerra y contienda sobre el reino. Y , por tanto,
en una noche oscura, sin dar parte a los moros, se salió de
Tremecén, llevando todos sus turcos y andaluces a caballo y
con la más riqueza y dineros que pudo, con intención de des-
— 246 —

viarse del Marqués y a la mayor priesa que pudiese caminar


para Argel huyendo. No hubo el Barbarroja salido, cuando
luego avisaron al Marqués, en el alojamiento en que estaba
en el campo (no muy lexos de la ciudad), como Barbarroja
huía. Por lo cual, cabalgando el Marqués con grande tiento y
buena guardia (por ser de noche) y llevando alguna gente y
escopeteros a caballo, tiró por el camino que le dixeron que
llevaba el Barbarroja; y como su diligencia y priesa fuese
grande, por más que e) Barbarroja huía con su gente, el Mar-
qués le alcanzó a ocho leguas de Tremecén, antes de pasar
un grande río que se dice Huexda, Barbarroja que vido al
Marqués a sus espaldas, y tan cerca que ya venían los cristia-
nos revueltos con sus turcos, matando y degollando, dábase
priesa por pasar en todo caso el río y salvarse. Y para mejor
lo poder hacer y entretener al enemigo usó de un lindo estra-
tagema de guerra (si lo hubiera con otra gente), porque man-
dó sembrar muchos vasos de oro y de plata, muchas joyas y
mucha modeda, de que iban todos cargados, con muchas otras
cosas y ropas muy preciosas, pareciéndole que topando los
cristianos con esto la codicia los haría entretener para coger-
lo, y ansí tendría tiempo para él y sus turcos poder huir y
pasar aquel río a su salvo. Pero como el valeroso marqués
animase a su gente y exhortase que, despreciando todo teso-
Vaior gran- ro, no quisiese otro mayor ni más rico que tomar vivo al Bar-
¡jués ^ " c o - barroja antes que pasase el río, pisando y calcando todas las
mares. joyas, cerraron con gran ánimo con Barbarroja y sus turcos,
los cuales, viéndose apretados, volvieron (como hombres de-
terminados a morir) las caras y los pechos, y entre ellos Bar-
barroja, el cual, con sólo un brazo, peleaba como un león.
Pero al último y a poco espacio, tanto él como los más de los
Barbarroja11* turcos íueron muertos y degollados y muy pocos los que pu-
sus turcos, dieron salvarse ni pasar de la otra parte del río. Desta mane-
— 247 —

ra, en este lugar y con tal muerte acabó la vida el primer


Barbarroja y sus grandes pensamientos, que fué el primero
que trajo los turcos a Barbaría y les enseñó a gustar y a co-
diciar las riquezas de Poniente, y que con increíble astucia y
ánimo, sin duda muy valeroso, dió principio al gran poder que
hoy día ellos tienen en Argel y Barbaría. El Marqués, con tal
victoria, en extremo muy contento (como era razón que lo
fuese), habiendo cogido los despojos de aquella batalla, que
fueron muchos y de gran valor, que repartió entre sus solda-
dos sin reservar nada para sí, se volvió a Tremecén llevando
la cabeza de Barbarroja en una asta de lanza, do sin ninguna
contradición metió al Rey Abuchen Men en posesión de aquel
Reino. Y no pasaron quince días que el Rey de Fez llegó
cuatro leguas de Melilla, a un lugar que se dice Abdedu, con
veinte mil moros a caballo y a pie en favor de Barbarroja.
Mas sabiendo como el Marqués le matara y cortara la cabera,
volvióse luego por el mismo camino por do viniera, y el Mar-
qués, dexando al Rey de Tremecén en mucha paz con sus va-
sallos, se fué con su gente para Orán. Sería Aruch Barbarro-
ja (según dicen los que aún se acuerdan conocerlo) al tiempo
que le mataron de edad de cuarenta y cuatro años. No era
muy grande de cuerpo, pero muy robusto y membrudo y su
barba roja; los ojos tenía muy vivos y encendidos; la nariz
roma y de color entre moreno y blanco; era hombre animosí-
simo, muy osado y atrevido, magnánimo, muy liberal y nin-
guna cosa cruel, si no era en la guerra y siendo desobedecido;
fué muy amado, temido y obedecido de sus soldados, y de
ellos, siendo muerto, muy amargamente llorado. N o d e x ó h i j o
ni hija; vivió en Barbaría catorce años, en los cuales hizo
grandísimos daños a cristianos, y destos fué cuatro Rey de
Gigel y sus montañas y dos de Argel, y uno de Tremecén
no cabal.
248

C A P Í T U L O II

De Cheridin Barbarroja, segundo Rey.

Muerto Aruch Barbarroja, de la manera que diximos, a po-


cos días llegó la nueva a la ciudad de Argel, do entonces se
hallaba Cheridin, su hermano segundo, gobernando aquel es-
tado, el cual, sintiendo este caso, como el ámor de tal herma-
no requería, y por otra parte muy temeroso de que el Mar-
qués no le fuese también a buscar y echase de Argel, estuvo
a punto de embarcarse con los turcos, en veinte y dos galeo-
tas que se hallaban en Argel, si no fuera que algunos de los
cosarios que presentes se hallaban, le animaron a que alome-
nos esperase hasta ver qué movimiento hacían los cristianos.
Pero sabiendo luego cómo el M a r q u é s ya estaba recogido
con su gente en Orán, y que la mandaba embarcar para Es-
paña, se quietó. Y de todos los soldados y cosarios, que lue-
go de todas las partes se recogieron a él, con los que habían
-escapado de la rota de su hermano, fué de voluntad y consen-
timiento común hecho Rey, y su capitán general, Y en la ver-
dad, era de tal espíritu en todas las cosas de la guerra y de
la paz, que no desmerecía ser en todo sucesor a su hermano,
como después lo mostró bien con las obras. Y luego la pri-
mera cosa que hizo, fué despachar una galeota bien en orden,
con la cual escribió al Turco la muerte de su hermano, y el
estado en que estaba muy temeroso de que los cristianos le
echasen de Argel y de toda Barbaría: y que, por tanto, le su-
plicaba le recibiese sobre su amparo y favoreciese con gente;
- 249 -

porque él se ofrecía a pagarla y aun de aumentar tanto el do-


minio de los turcos por Berbería, que quedase toda ella en
pocos días subjeta a la casa Othomana. Y con esto, y para
más obligarle, envió un muy grande y rico presente, con un
renegado su Cay a o mayordomo. A estas cartas respondió
luego el Turco con efecto, no solamente recibiéndolo debaxo
su protección, pero enviándole dos mil turcos, y dando licen-
cia a todos los que de Turquía quisiesen pasar a Berbería,
que libremente lo pudiesen hacer, y que si sirviesen en la
guerra a Barbarroja pudiesen gozar de todos y cualesquier
privilegios y libertades, que los Genízaros gozaban en toda
Turquía. Con tan buen despacho como éste se volvió el Caya
de Barbarroja, en principio de! año siguiente, muy contento
y satisfecho. Y causó en su amo y en todos los demás turcos
que estaban en Argel admirable alegría. Y luego repartió el
Barbarroja esta gente por todas las tierras fronteras a la
ciudad de Orán, como Mostagán, Tenez, Meliana, y otros l u -
gares, que (si esto no fuera) estaban muy a punto de alearse
y de negarle la obediencia que al hermano habían dado. Y
por quitarse de molestias, y tener a los Alarbes más conten-
tos, se acordó a pocos días con el Hamidalabde, que el her-
mano había privado del Reino y señorío de Tenez, que vol-
viese a su Reino, con tanto que cada año le diesen cierto t r i -
buto. Y pareciéndole que desta manera ya no tenía que te-
mer los cristianos, dió licencia a los cosarios que, como antes
solían, saliesen a robar por esos mares, quedando él en Argel
con muy buena gente de guerra, y en orden por más de un
año entero. En el cual tiempo y siendo la primavera de aquel
año, acaeció una cosa notable, con que más Barbarroja con-
firmó y aseguró su estado. Porque habiendo partido de Nápo- Jomada de
les y Sicilia D . Hugo de Moneada (caballero de San Juan, y ¡¡£"32.*°"
hombre que en las guerras de Italia, en tiempo del Gran Ca-
250

pitán y después, se había habido valerosamente), con una ar-


mada de más de treinta naves, ocho galeras y algunos ber-
gantines, en que llevaba más de cinco mil hombres y muchos
soldados viejos españoles, especialmente aquellas compañías,
de los que mucho tiempo habían defendido el estado de Fran-
cisco María de Monte Pheltrio, Duque de Vibino, que eran
muy valerosos, y esto por mandado de Carlos V , nuevo Rey
de España y de Ñapóles: para echar a Barbarroja de Argel,
que se pensaba con la muerte de Aruch su hermano estaría
mal prevenido. Llegados a la playa de Argel, con un tempo-
ral que se levantó de súbito, dieron las más de las naves y
navios al través; y corriendo allí muchos Alarbes y moros de
la campaña, y Barbarroja con sus turcos de Argel, hicieron
una muy grande matan9a de cristianos, y captivarón mucha
gente, y ganaron muy rico despojo, y apenas D . Hugo con
alguna gente y navios se salvó. Aunque dice Paulo Jovio
que D . Hugo desembarcó y puso en ordenarla su gente, y
que Barbarroja salió a pelear con él y le desbarató y hizo por
fuerpa embarcar habiéndole muerto mucha gente; y que es-
tando ya embarcado sobrevino una gran borrasca que le hizo
dar al través, por lo cual así los turcos de Argel como los
alarbes del campo mataron y captivaron mucha gente. El
año de 1520, con grandes amenazas y temores que puso a los
moros del Coló (lugar en la marina y escala de la ciudad de
Constantina, distante de Argel, para levante, casi treinta
millas) truxo a su obediencia aquel lugar. Y luego el año si-
guiente a la misma ciudad de Constantina (que había por
muchos años defendido su libertad contra el poder del Rey
de Tenez, a quien antiguamente fuera subjeta) fonpó tam-
bién le recibiese por señor; porque no pudiendo esta ciudad
sustentarse bien sin el puerto del lugar de Coló, do hacían
escala todos los mercaderes cristianos, que contrataban en
- 251 -

Constantina y por do también los vecinos della despachaban


todas sus mercadurías, de lanas, barreganes, cera y cueros,
que vendían cada año, de lo cual sacaban grandísima ganan-
cia y provecho, fué forjado, que siendo Barbarroja señor del
Coló y de su puerto, lo fuese también de Constantina. Esto
mismo acaeció también el año siguiente 1522 a la antigua y
fortísima ciudad de Bona; la cual, viviendo de muchos años
hasta entonces, libre y sin subjeción alguna (como escribe
Juan León), temiendo el poder de Barbarroja, que entró un
día en su puerto y dentro el río de aquella ciudad, con sus Discrept.
veinte y dos galeotas, en son de guerra; fueron los morado- Afri- pa'4"
res della forjados (porque Barbarroja no los destruyese del
todo) a darle también obediencia. En todos estos años, aun-
que Barbarroja adquiriese estas tierras, no dexó jamás el
Corso, saliendo cada año, una y dos veces en persona a ro-
bar. Demanera, que ya no era menos nombrado por sus he-
chos y grandes daños que hacía a cristianos, de lo que su
hermano Aruch había sido, y desta misma manera continuó
siempre, hasta el año de 1529, creciendo cada día más en r i -
queza, y en número de captivos y baxeles, y tanto que él
solo sin los cosarios sus compañeros tenía diez y ocho baxe-
les, todos muy artillados y puestos en orden y a punto. En
el dicho año 1529, en el mes de septiembre, quedándose Bar-
barroja en Argel, para concluir las paces y conciertos que
había años trataba con el del Cuco, y el del Laves, cercanos
de Argel, ambos Reyes poderosos, y que por instigación y
ruegos del Rey de España (que lo trataba por medio del ge-
neral de Bugia, que era entonces de cristianos, y de la coro-
na de Castilla) no habían hasta entonces querido tener amis-
tad con turcos, antes les hacían todo cuanto daño podían: en-
vió catorce de sus galeotas en Corso, hacia las Islas de Ma-
llorca y Menorca, Ibiza y costa-de España; y llevaba el cargo
— 252 —

destos baxeles, como general de todos ellos, Cachadiablo, un


muy valiente y arriscado cosario, de nación turco, y los prin-
cipales Arraezes que iban con él, eran Sala Raez (que des-
pués fué Rey de Argel) y Xaban Raez, Tabaca Raez, Hará
din Raez, Isuf Raez; los cuales, después de haber tomado al-
guna gente y navios por aquellas Islas y por la costa de Es-
paña, siendo avisados de ciertos moriscos del Reino de Va-
lencia, y del estado del Conde de Oliva, que se querían pa-
sar en Barbaría a vivir en la ley de moros, con sus hijos y
mujeres, y que si los querían pasar, que pagarían una suma
grande de dineros, fueron los dichos cosarios dello contentos.
Y una noche embarcaron junto a Oliva, más de doscientos
destos moriscos, y luego se hicieron a la mar con ellos y a la
vuelta de la Isla de Tormentera.

A este mismo tiempo, partiendo un caballero Vizcaíno, ge-


neral de las galeras de España, que acompañara aquel verano
a Carlos V , Emperador y Rey de España, con ocho galeras
hasta Génova, porque iba a coronarse del Papa Clemente V I I ,
en la ciudad de Bolonia, era vuelto de Italia y se hallaba más
adelante de Barcelona para Valencia, con sus galeras de Es-
paña. Lo cual, sabiendo el Conde de Oliva, y cómo los moris-
cos, sus vasallos, se habían embarcado en las galeotas de
Argel, y que llevaban consigo muy gran copia de dineros,
muchas joyas y riqueza, hizo luego un correo al general Por-
tundo, suplicándole encarecidamente quisiese luego venir con
sus galeras y seguir a los cosarios, prometiéndole que si le
restituía los moriscos le daría diez mil escudos. El Portundo,
que esto oyó, parte por los dineros y parte por ganar alguna
- 253 —

honra, zarpó luego y caminó hacia Valencia; y porque le pa-


reció que los cosarios, a buena manera de navegar, debían de
ir meterse entre las islas de Mallorca, Ibiza, Tormentera,
tanto que llegó a Tortosa, tomó aquel mismo camino. Y no
era aún llegado a la isla de la Tormentera, cuando los cosa-
rios le descubrieron de lexos. Y viendo tantas galeras cristia-
nas y que qui^á les sería forjado, o combatir con ellos o alo-
menos huir: para estar para lo uno y para lo otro más des-
embarazados, desembarcaron luego todos los moriscos que
llevaban, en la misma Tormentera. Por otra parte, el Portun-
do, o que no supiese cuántos eran los baxeles de los turcos,
como algunos afirman, o que pensase (como también dicen
otros) que la victoria le sería fácil, había dado orden a sus
galeras, que encontrando con ellos, no les tirasen de lexos
con los cañones ni los echasen por ningún caso al fondo, pen-
sando desta manera cobrar los moriscos todos sanos y salvos,
y restituirlos a su señor el Conde de Oliva, para ganar los
diez mil escudos que le había ofrecido. Por esta causa, Juan
Portundo, hijo del mismo general Portundo, que iba más ade-
lante de su padre con cuatro galeras, aunque vido primero los
turcos, los cuales se iban saliendo de la Formentera, y hacien-
do a la mar, no osó cañonearlos, pudiendo hacer muy grande
y notable daño en ellos: mas levando remo, mandó que espe-
rasen a su padre, que aún no era llegado. De la otra parte
los turcos que esto vieron, atribuyéronlo todo a cobardía y
temor, y resolviéndose en no huir, mas de embestir a los cris-
tianos, pues sus baxeles eran catorce, y los otros eran ocho,
pararon un poco, aguardando lo que los cristianos harían, des-
pués que todas las ocho galeras fuesen juntas. Mas después
que vieron que ni Portundo, estando junto con su hijo los iba
acometer, ni les tiraba con la artillería, tanto más ánimo co-
braron, y determinaron ser ellos los que fuesen acometer. Y
- 254 -

por tanto, poniendo las proas en las galeras y bogando a gran-


de furia y con boga arrancada, embistieron a los cristianos,
disparando mucha escopetería y tirando un grandísimo nú-
mero de flechas. A los cuales los cristianos, aunque no eran
tantos, como en un caso como aquél era necesario que fuesen,
porque hasta de los soldados ordinarios de las galeras habían
quedado más de la mitad en Italia para ver las fiestas grandes
de la coronación del Emperador, todavía recibieron a los tur-
cos con muy gentil ánimo y esfuerzo, y peleando un buen
rato, y matándose y hiriéndose unos a otros, fué la desgracia
que el general Portundo, cuya galera estaba rodeada de dos
galeotas, cayó muerto de un arcabuza^o que le dió por mitad
de los pechos, con cuya muerte afloxando los de su galera,
los turcos de las dos galeotas apretaron más con ellos, y al
último los entraron y rindieron. Rendida esta galera, que era
la mayor y más principal, y Capitana de todas, y cobrando
por tanto los turcos más ánimo, y siendo de las dos galeotas
favorecidos, tuvieron poco que hacer en rendir también las
otras, si no fué una que desembarazándose de los turcos se
puso en huida, y por gran milagro escapó, no parando hasta
que embistió en la isla de Ibiza, en la parte do están las sa-
linas. Habida la victoria y volviendo los turcos a embarcar a
los moriscos que habían dexado en la Formentera, con ellos y
con las siete galeras, y muchos cristianos captivos, se volvie-
ron para Argel, do fueron recebidos con grandísimo contento
y alegría de Cheridin Barbarroja. El cual de todos los capti-
vos tomó para sí los más principales, y particularmente al
hijo del general Portundo, con todos los capitanes de las ga-
leras, metiéndolos en su baño. Después, el año siguiente 1530,
porque entendió que ellos tramaban cómo alzarse con la ciu-
dad de Argel, teniendo ya para esto avisados a todos los de-
más captivos que había, ios mandó muy cruelmente matar a
— 255 -

todos y hacer pedamos a cuchilladas, como en otra parte es-


cribimos largamente.

111

El año 1530, deseando Barbarroja quitarse de delante una


higa tan grande como era aquella fuerza que todavía tenían
los cristianos en la Isla que diximos que su hermano Aruch
pretendiera tomar el año 1516, resolvióse de destruirla y aso-
larla, designando juntamente con esto, de hacer un muelle
como después hizo, juntando la Isla con la ciudad, en que pu-
diesen estar todos sus navios seguros y a recaudo; porque
hasta entonces, él y los demás cosarios los tenían allá a la
Fiumara, poco menos de una milla de la ciudad para poniente,
en una playa abierta. Y cuando allí los varaban, era con in-
menso trabajo de los pobres cristianos, que a pura fuerpa de
bracos lo habían de hacer siempre. Y de la misma manera
también los navios de mercaderes cristianos, de cuyas merca-
durías y derechos recibía muy gran provecho, estaban todos
allá en la refaga que la mar hace fuera de la puerta de Baba-
zón, a do se dice hoy día la Palma, y siempre en grande pe-
ligro, por ser el lugar desabrigado, y sujeto a todo viento.
Con esta pretensión, pues, y por estas causas, determinó el
Barbarroja de batir aquella fuerza; y para que lo hiciese de
mejor gana, se le ofreció luego otra ocasión como diré. Po-
cos días antes dos mo^os moros se habían ido a la fuerza de
la Isla, y dixeron al capitán della que se querían hacer cris-
tianos. El capitán, que se llamaba Martín de Vargas, un muy
honrado y valiente caballero español, los recogió muy huma-
namente, y en cuanto los doctrinaban y cathecizaban, para
poder ser baptizados, los tenía en su casa. A pocos días, y
siendo el día propio de la Resurrección de nuestro redemptor
- 256 -

Jesu-Christo, a la hora que el capitán y soldados estaban en


la Iglesia oyendo Misa, los morillos se subieron a la muralla,
que estaba sin alguna guardia: o que fuese por liviandad, o
por malicia, y trato que tenían acordado, alparon una bande-
ra, y con ella hacían señas a la ciudad dende encima de un
torreón. Vió esto acaso una mujer que servía al capitán, que
se quedara en casa, y dando luego grandes voces, que acu-
diesen, que los moros hacían señas a los turcos y los llama-
ban. Corrió presto el capitán con los soldados, desamparando
la Misa; y hallando lo que los morillos hacían, sin más aguar-
dar, los mandó ahorcar de una almena a la vista de la ciudad.
Los moros della que esto vieron, y reconocieron los mo^os, lo
dixeron luego a Barbarroja, sin entender por qué causa los
ahorcaran, y pensando solamente que los cristianos hacían
esto por despecto de los moros. Barbarroja que esto vido dió
entonces más priesa en lo que ya tenía ordenado, y determi-
nado consigo; pero quiso tentar primero si podría acabarlo a
las buenas, y por tanto envió a la fuer9a un renegado suyo, que
se decía el Alcalde Huali, que dixese al capitán della que si
le daba la fuerza en paz y sin alguna guerra, que él le haría
todo partido honesto, con que él y los soldados todos queda-
sen muy contentos y satisfechos, y cuando no, que les pro-
metía y juraba de pasarlos todos a cuchillo. Rióse mucho
desto el capitán, y envió por respuesta a Barbarroja que se
maravillaba de un hombre como él, y más soldado, que acon-
sejase a otro que tal que estimase tampoco la honra; y que
se acordase que lo había con españoles, a los cuales ningún
temor podían poner sus amenazas tan vanas. Bien sabía Bar-
barroja que con aquel mensajero no acabaría su pretensión,
y por tanto, ya tenía dada orden cómo con brevedad planta-
sen la artillería en un terrapleno que mandó hacer frontero de
la isleta y fuerza. A
~- 257 -

Y como volvió el renegado con la respuesta, encendido


muy más en cólera, mandó tomar de un galeón de Francia,
que entonces se hallaba en Argel, y se decía la nave de fra-
juanas (un caballero francés, del hábito de San Juan de Mal-
ta) un muy grande y muy reforjado cañón de bronce, con el
cual y con otras pie9as grandes que él de muchos días tenía
hecho para este y otros efectos, comentó a pocos días a batir
con grande furia la fuerza, no cesando día y noche. Comen-
t ó s e la batería a los seis del mes de mayo de aquel año 1530,
y en quince días que duró, siempre continua, echaron los tur-
cos por tierra dos torreones con su liento, que respondían a
la ciudad, y juntamente con esto y con la mucha escopetería,
siendo la distancia no más que trescientos pasos, mataron
mucha parte de doscientos soldados que defendían la fuerza,
por lo cual a los veinte y uno del mismo mes, y a los diez y
seis de la batería, una mañana de un viernes antes que salie-
se el sol, dió Barbarroja el asalto a la fuerza con catorce ga-
leotas, llenas de gente muy escogida, en que había como mil y
doscientos turcos arcabuceros, y otros muchos con sus flechas,
y como los cristianos eran muy pocos, y todos muy heridos, y
cansados, no fueron parte pára poder estorbar que los turcos
desembarcasen al pie de la muralla caída. Halláronse vivos
solamente el capitán Martín de Vargas, muy mal herido, y
otros 53 soldados, muy mal tratados, y poco menos que inúti-
les, y tres mujeres, dos españolas, una de las cuales, hoy día
cuando esto se escribe, aún es viva, que es suegra del Alcayde
Rabadán, y otra tercera, mallorquína de nación, también viva,
que es suegra de Agimorato, y agüela de la mujer de Muley
Maluc, Rey que fué de Fez y Marruecos. Lo que después
Barbarroja hizo del capitán Martín de Vargas (y cuán bárbara
y cruelmente le mató en su presencia a palos, sin causa algu-
na o razón, al cabo de tres meses que era captivo) en otra

17
- 258 -

parte lo escribimos difusamente. Ganada desta manera la


fuer9a, y quedando Barbarroja señor de la Isla, mandó des-
hacer hasta los fundamentos de aquella pla^a, y comentó lue-
go a hacer el puerto, como ya tenía ordenado; y para esto
con inmenso trabajo de muchos millares de cristianos capti-
vos, cegó con un terrapleno muy fuerte toda la distancia de
mar que había entre la Isla y la ciudad, que es, comodiximos,
de trescientos pasos de largo, y al cabo de dos años, hacien-
do y labrando un lindo muelle, acabó y puso en perfección el
puerto que hoy día tiene Argel.

IV

El año 1531 sucedió, que como Cheredin Barbarroja, jun-


tamente con el muelle que hacía en Argel, hiciese otro en
Sargel (lugar, como diximos, que está más adelante para po-
niente veinte leguas), porque habiendo allí un puerto natural,
con esto quedaba en gran manera seguro, y muy más ancho y
capaz. El Príncipe Andreadoria, conociendo que estando tan
cerca aquel lugar y más que ninguno otro de Barbaría a las
Islas de Mallorca y Menorca, Ibiza y Tormentera, y la trave-
sía para España de allí muy pequeña y breve, que por tanto
convenía impedir esta obra de Barbarroja, se movió a ir con
sus galeras sobre aquel lugar; porque, cuando menos, espera-
ba que desta manera daría libertad a más de setecientos
cristianos que allí de continuo trabajaban en la obra. Algu-
nos quieren decir, y lo afirman cristianos de aquel tiempo,
captivos, con los cuales yo hablé, que los mismos captivos
que entonces se hallaban en Sargel lo habían escrito al mismo
Príncipe, signicándole con cuanta facilidad podía acabar tan-
to uno como lo otro. Esto es, darles a ellos libertad, y tomar
— 259 -

la tierra, y deshacer toda la obra que se hacía. Como quiera


que fuese, en el mes de julio de aquel año 1531, se partió el
Príncipe de Génova, con sus veinte galeras bien armadas, y
llegado a Sargel en pocos días, una madrugada antes del día,
echó muy cerca de Sargel, en tierra, hasta mil y quinientos
soldados con esta orden: que entrados en la tierra que estaba
toda abierta procurasen ante todo recoger todos los cristianos
captivos, y que no se derramasen por ningún caso por la tie-
rra y sus casas a robar, y finalmente, que sintiendo disparar
un cañón, todos luego se embarcasen. Con esta orden llega-
ron los soldados sin ser sentidos a la tierra, y aun hasta el
castillo della, do para librar a los cristianos captivos, que es-
taban dentro encerrados, entraron por fuer9a rompiendo las
puertas, y dando voces libertad, libertad libraron todos los
cristianos. Los cuales, como vieron la merced grande que el
Señor les hacía, sin esperar más todos se fueron luego a la ma-
rina a embarcar; los soldados no quisieron hacer lo mismo, más
codiciosos de robar y saquear el lugar, y no curando de lo que
el Príncipe les mandara, derramáronse por las calles y casas,
y andaban tan embebidos en el robo, que con cuanto el Prín-
cipe tiró el cañón y hizo señal de recoger, o no lo sintieron, o
no lo quisieron hacer. Entretanto comenzó a esclarecer el día,
y los turcos, que al primer tumulto o ruido habían huido por
una parte y otra, juntándose con los moradores del lugar, mo-
riscos todos de España, y no mala gente de guerra, revolvie-
ron sobre los soldados cristianos, que andaban esparcidos
y todos cargados de ropa; y hiriendo y matando a muchos
dellos, finalmente los pusieron todos en muy gran aprieto y
confusión. Demás desto otros turcos, y que tuvieron buen
acuerdo, entraron de nuevo en el castillo y comenzaron a t i -
rar a las galeras con algunas piezas que allí tenían, por lo
cual el Príncipe, temeroso no le echasen al fondo sus baxeles,
- 260 —

y viendo que no había remedio para los soldados se recoger,


se alargó a la mar, quedando aún en tierra más de seiscientos
soldados vivos, los cuales los turcos y moriscos captivarón,
en recompensa de los otros cristianos que perdieron. Y ha-
ciéndose luego el Príncipe a la vela, se fué derecho a Mallor-
ca. Sabido esto por Barbarroja, si le fué gran pesar haber
perdido buena parte de su chusma vieja con que armaba sus
galeotas, fuéle por otra parte de sumo contento la recompen-
sa y daño que el Príncipe recibiera.

En el año 1532, los moros todos del Reino, y principalmen-


te los vecinos de la ciudad de Túnez, estaban en grandísima
discordia con Muley Asán, su Rey, a causa que era hombre
muy cruel y había muerto malamente a muchos de sus her-
manos y de los más principales moros. Por lo cual, y por
quererse vengar del Rey, escribieron muy en secreto a Bar-
barroja, que estaba en Argel, rogándole mucho, que con las
más gente que pudiese se fuese a Túnez, prometiéndole darle
la ciudad y todo el Reino. Tenía Barbarroja dende el tiempo
de su juventud (en que estuviera tantos años en Túnez y su
Reino, en compañía de Aruch Barbarroja, su hermano) muy
estrecha amistad con los más de estos moros que agora le lla-
maban. Y por tanto, y porque con este ofrecimiento de una
ciudad y Reino tan rico como aquél, venía a hacerse un po-
derosísimo señor, y de la mayor parte de toda la Barbaría, no
se detuvo en aceptar tan buen partido, aunque en su ida puso
alguna dilación por entonces, y escribió a los moros de Túnez
que él se quedaba aparejando para ir (como era menester)
poderoso, a hacer lo que querían. Con esto han dicho algunos
— 261 —

(como el Jovio) que él se fué a Constantinopla a pedir al Tur-


co ayuda; pero Turcos y renegados de aquel tiempo afirman
que no fué más que escribió luego a! Turco lo que pasaba, pi-
diéndole que en todo caso le quisiese enviar gente para que
dexase Argel y sus tierras bien proveídas, y juntamente fuese
a Túnez con las fuerzas necesarias, porque con muy poca costa
y guerra, él esperaba hacerse a pocos días señor de toda la
Barbaría, lo cual él no procuraba ni adquería para sí, mas todo
para la casa Otomana. Y para mejor acabar esto, envió a un
renegado su mayordomo, con dos galeotas cargadas todas de
riqueza, así para el Turco, como para los Baxás de su consejo.
El Turco, Sultán Solimán, que entonces reinaba, siendo como
era magnánimo y ambiciosísimo Príncipe, holgóse en extremo
con el aviso y ruegos de Barbarroja; y por tanto, mandó luego
poner en orden cuarenta galeras. Y como fué el verano del año
siguiente, 1533, las envió a Barbarroja con hasta ocho mil tur-
cos, y con mucha artillería y municiones de guerra, con esta
orden: que no fuesen a Túnez, ni a otra parte de Barbaría, has-
ta que Barbarroja los avisase a dónde habían de ir. Y así esta
armada que guiaba el mayordomo de Barbarroja, para cumplir
con esta orden que le habían dado, llegada al cabo de las Colo-
nas, tierra de Calabria, pasó el Pharo de Mecina, y saqueó mu-
chos lugares de toda aquella costa de Calabria, hasta llegar a
la isla de Ponce; lo cual fué causa que Muley Asán, Rey de
Túnez, se descuidase, más no pensando que Barbarroja ni aque-
lla armada pudiesen venir sobre él. Desta armada fué mucho
antes avisado Barbarroja, y por tanto, saliendo de Argel con
mucha disimulación, y como que iba en corso con hasta tres
mil turcos en ocho galeras y diez galeotas grandes (que se
podían decir también galeras, aunque sutiles) y con otras cua-
tro galeotas más pequeñas y catorce bergantines, porque ya
sus baxeles eran muchos en numero. Y en principio del mes
-~ 2Í.2 —

de mayo de aquel año, dexando primero bien proveído Argel


y todas sus tierras, y por su lugarteniente a un muy gran
privado suyo renegado, de nación Sardo y capón, que se de-
cía Asán Aga, fué a aguardar la armada del Turco. La cual
sabiendo cómo andaba robando y saqueando por la costa de
Calabria, luego le envió aviso con una galeota que viniese a
juntarse con él en Barbaría. Halló esta galeota la armada en
la isla de Ponce, la cual, recibido el aviso, hizo vela y se fué
a juntar con Barbarroja y sus baxeles, a cabo Bono, muy cer-
ca de Túnez. En el mes siguiente de junio, recogida esta
armada, al momento y sin más dilación se fué Barbarroja
con ella a la Goleta, y desembarcando con gran presteza,
toda la gente, artillería y municiones, y dexando allí por
guarda de sus baxeles y galeras de Constantinopla alguna
gente, se partió para Túnez a mucha priesa, llevando hasta
diez mil hombres, arcabuceros todos, y algunas piezas en
carretas, con intención de no dar algún tiempo o espacio
a Muley Asán, Rey de Túnez, para poderse poner en de-
fensa. Luego que Barbarroja desembarcó en la Goleta tanta
gente y municiones, fué dello avisado al Rey de Túnez, y como
estaba tan en odio de sus vasallos, bien entendió que todo
esto era cosa acordada entre ellos y Barbarroja; y por tanto,
no se teniendo por seguro si se detenía más en Túnez, con la
más riqueza que pudo, y con sus mujeres y hijos, acompa-
ñado de algunos pocos amigos y criados, se pasó a los Alar-
bes, sus parientes y amigos, y de allí al Carruán. Por lo cual
entró luego Barbarroja en Túnez sin haber resistencia algu-
na. Y siendo recebido de todos con muy grandes alegrías,
fué también luego aceptado y jurado por Rey. De la misma
manera luego también los vecinos de la ciudad de Buxia, que
está quince millas de Túnez, dentro por tierra, y los de Biser-
ta, que está treinta y cinco a la marina para poniente, y los de
— 263 —

Mahometa, que está cincuenta para levante, y los de Susa, que


está ciento, y de Monasterio, que está ciento y doce, y los de
Caliba, que está ciento, y los de Africa, a cuatro, y los de los
Alfaques, y finalmente de los Gelves, que está quinientas, y
todo el restante del Reino de Túnez (si no fué el Carruán)
dieron la obediencia a Barbarroja. Y aun muchos de los Alar-
bes de la campaña más vecinos, de temor de Barbarroja, se
sujetaron también a él, trayéndole todos y ofreciéndole muy
ricos presentes. Barbarroja, que en tan poco tiempo, y sin
echar mano a la espada, se vido Rey de un Reino tan grande,
y que generalmente todos mostraban mucho contento de que
fuese su Rey y señor, por el odio entrañable que tenían a
Muley Asán, que en sus cosas era tan en extremo cruel, juzgó
que no tenía que temer; por lo cual licenció luego las galeras
todas del Turco y alguna parte de los turcos que con ellas
habían venido, todos muy contentos y satisfechos. Y entre
todos los que con él quedaron y los que de Argel había lleva-
do, se halló con ocho mil turcos. Tras esto, la primera cosa
que hizo fué fortificar luego la Goleta, con bestiones y terra-
plenos muy fuertes, con que de una torre muy pequeña y fla-
ca la hizo una fuerza muy grande, muy principal y fuerte, en
la cual puso muy gran número de artillería y municiones, y
hasta mil y quinientos turcos de guarnición. La cual obra él
acabó aquel invierno siguiente, trayendo muchos moros alar-
bes gastadores de fuera, que nunca cesaban de trabajar. Y
juntamente con esto, metió todas sus galeotas desarboladas
dentro del Canal y Estaño de la Goleta, do estaban muy se-
guras. La intención que Barbarroja tenía en fortificar desta
suerte la Goleta fué para que si algún poder de cristianos
viniese para echarle de aquel Reino (como ya tenía aviso que
el Muley Asán andaba tratando y negociando con el Empera-
dor Carlos Quinto, ofreciéndose por su vasallo, y represen-
— 264 — .

tándole los grandes daños que sus Reinos y estados de Italia,


como Cerdeña, Sicilia, Calabria y Nápoles recibirían de fuer-
9a, con tan mal vecino como era Barbarroja), no sólo ellos tu-
viesen el desembarcar menos seguro, pero se pudiese defen-
der mucho mejor y hacerles grande daño de la Goleta. Y
porque el nervio de la guerra es el dinero, y le era necesario
pagar tan gran número de turcos, y proveer de muchas cosas
para defensión suya y conservación de aquel Reino, dióse lue-
go a coger todo el dinero posible de todas partes; unas veces
rogando, y otras con las artes ordinarias de tiranos, y par-
ticularmente de turcos, con violencia y robos. Y no contento
con esto, hacía que sus galeotas y las de los otros cosarios,
sus amigos y antiguos compañeros, saliesen a robar por todas
las costas y marinas de Italia, en las cuales todo aquel invier-
no de 1533 y todo el año de 1534 y parte del de 1535, hicie-
ron grandísimos estragos y daños, sin hallar quien les hiciese
resistencia o mostrase (siquiera) la cara.

VI

A l tiempo que Barbarroja se hizo desta manera Rey y se-


ñor de Túnez, estaba el Emperador Carlos Quinto, de glorio-
sa memoria, en la ciudad de Barcelona, cabe9a del Principa-
do de Cataluña, do fué de todo lo que pasaba avisado; y como
vió claramente el gran riesgo en que sus estados estaban,
con tener a los turcos tan vecinos, luego propuso y determinó
de echar a Barbarroja de aquel Reino. Y creció más este de-
seo cuando vido que el dicho Muley Asán recurría por sus
Embaxadores a su clemencia Real, y con tanta instancia pe-
día le favoreciese a ganar lo que perdiera, y se ofrecía a ser-
le vasallo leal y a pagar el tributo que quisiere. Pero cuando
265

tras esto entendió los grandes daños y robos que dende allí
comentaba Barbarroja y sus cosarios a hacer en todos sus
Reinos y estados de Italia, determinó no poner más dilación en
negocio que tanto la quería. Y así, juntando una muy pode-
rosa armada de todas partes de España y de Italia, embarcóse
con alguna parte della en Barcelona, año de 1535, y siendo
los veinte de julio, echó a Barbarroja de todo el Reino de Tú-
nez, y le hipo salir huyendo para Bona. Y finalmente resti-
tuyó aquel Reino al dicho Muley Asán, como es a todos tan
notorio, y lo escriben tantos autores muy larga y difusamente;
por tanto no es necesario que gastemos aquí el tiempo en
contarlo y escribirlo. Solamente diremos que como Barbarroja
tuvo aviso que el Emperador venía contra él tan poderoso,
envió luego catorce de sus baxeles, los mayores y más prin-
cipales, a la ciudad de Bona, que de Túnez para poniente está
trescientas millas y otras tantas de la ciudad de Argel, por-
que estando aquel lugar remoto, y por tanto más fuera del
peligro de la arma da cristiana, allí le parecía los tendría más
seguros; y si el Emperador le echase de aquel Reino (lo que él
luego tuvo por cierto), hacía cuenta acogerse a aquella tie-
rra. Y ansí fué, porque tanto que salió de Túnez, se fué por
tierra a la vuelta de Bona, llevando consigo una buena parte
de sus cosarios y amigos y muchos turcos; porque fueron po-
cos los que murieron en aquella jornada. Llegado Barbarroja
a la ciudad de Bona, a la hora empalmó sus galeotas, y dando
él mismo en persona grande priesa a esto, le dixeron algunos
de los cosarios (que aún no sabían su intención) que les parecía
bien que por esta vez se fuesen a Constantinopla a pedir gente
y armada al Turco con que volviesen a cobrar lo que perdie-
ran, y que en efecto no les parecía bueno ni seguro que nave-
gasen por entonces por los mares de poniente, porque el Em-
perador no cesaría hasta que los cogiese a todos. Con estas
— 265 —

palabras se enojó grandemente el Barbarroja, y vuelto a los


cosarios con gran cólera les respondió de esta manera: ¿Cómo
a Constantinopla? ¿Qué habernos de huir? ¿Qué flaqueza es
esa? A Flandes, pese a tal; a Flandes, y no huir a Constanti-
nopla. En tres días espalmó Barbarroja sus navios, y al cuarto
los alistó de todo, y al quinto salió con todos catorce sin decir
a dónde iba, mas solamente que todos tirasen tras él. Desta
manera, en tres días llegó a la isla de Menorca, la cual, y
toda su gente sabiendo cómo el Emperador hacía guerra a
Barbarroja en Túnez, y que él se hallaba allá en persona con
todos sus cosarios y navios, bien mal podía pensar que el mismo
Barbarroja los fuese entonces a buscar. Añadióse más a esto:
que el Barbarroja hizo vestir a todos los turcos la cristia-
nesca y poner en las galeras algunas banderas con las armas
del Emperador, y entrando desta manera en el puerto de
Mahón, engañó a una nave portuguesa que allí estaba, la cual
también pensó que eran las galeras cristianas, y las saludó
como amigas.
Lo cual viendo Barbarroja, primeramente acometió esta
nave, y después de una sangrienta batalla, en la cual los por-
tugueses se defendieron con grande ánimo, aunque acometi-
dos de improviso, fué tomada, y los portugueses todos muer-
tos. Luego desembarcando Barbarroja toda la artillería y
gente, acometió a los menorquines, que estaban muy descui-
dados. Y batida la ciudad la entró muy fácilmente y saqueó,
robó, quemó y destruyó, captivando más de seis mil personas
que embarcó en sus baxeles, con que se volvió al momento
para Argel, vengado, como él decía, en parte de lo que an-
tes perdiera. Su llegada a la ciudad de Argel fué entonces de
grandísimo contento, porque ya se sabía cómo fuera echado
de Túnez. Y dado caso que el Asán Aga, que dexara por su
teniente como hombre animoso, y más que Capón, luego ha-
— 267 —

bía metido buena guarnición de turcos en la ciudad, receloso


de que la armada cristiana, siguiendo la victoria, viniese tam-
bién sobre él a tomar la ciudad de Argel; pero sabiendo que
Barbarroja, habiendo llegado a Bona y embarcando en los ca-
torce baxeles, se había ido sin saber para dónde. Estaba toda
Argel con mucho mayor temor y desconfianza, pensando to-
dos que aun el mismo Barbarroja no Tse teniendo por seguro si
venía a Argel o paraba en alguna parte, se había huido como
hombre desesperado. Llegado Barbarroja en Argel, a pocos
días supo de cierto cómo el Emperador, dexando a Muley
Asán por Rey de Túnez, se embarcara para Sicilia y licencia-
ra toda su armada para volverse cada uno a su casa. Por lo
cual, dexando en su lugar al mismo Asán Aga, Capón rene-
gado Sardo, por gobernador de Argel y de su Reino, se par-
tió, mediado octubre, para Constantinopla, llevando consigo
doce galeotas gruesas cargadas de muchos cristianos para dar
y de mucha riqueza y dinero que presentar al Turco y sus
Baxás, con intención de negociar como el Turco le diese gen-
te y armada para volver otra vez a ganar a Túnez, doliéndose
extrañamente de haber perdido un tal Reino y tan rico. Hol-
góse en extremo el Turco, Sultán Solimán, de ver a Barba-
rroja, hombre tan afamado y dichoso, y que nunca había visto
ni él tampoco dende el año 1504, que con su hermano Aruch
había pasado a Barbaría, volviera a Turquía. Y como estaba
mal contenió de Zaybe, a quien otros llaman Himeral, un
Turco general de su armada, porque el año antes, 1532, se
había habido cobardemente con el Príncipe Andreadoria,
cuando el Emperador Carlos Quinto, por divertir al mismo
Turco, Sultán Solimán, de la guerra contra Austria, empresa
de Viena, le envió con una armada de cien galeras a las ribe-
ras de Grecia; mas huyendo con temor del dicho Príncipe, le
había dado lugar que tomase en la Morea las dos ciudades de
••2G8

Corón y Patías; luego que vió a Barbarroja, que sabía ser


hombre de hecho valentísimo y muy plático en la mar, deter-
minó darle el generalado de toda su armada y quitarlo al d i -
cho Zeybe. Juntóse también más a esta necesidad que el Turco
tenía de un tal hombre tan entendido en la mar (porque se vea
cómo la fortuna le favorecía), que pasando Barbarroja con
sus navios por junto a la Morea, yendo de camino para Cons-
tantinopla, encontró con un navio cristiano de Venecia, al
cual, desvalixando y robando, diciendo que los cosarios de
Argel no entraban en el acuerdo y concierto que entre el
Turco y venecianos había, acaso topó con unas cartas, las
cuales Habrahin Baxá, el mayor privado y supremo Baxá que
el Turco tenía, escribía al Duque de Venecia en gran secreto,
y como el Barbarroja las abriese, deseando de curioso enten-
der lo que escribía, y no pensando que ellas eran del Abrahin,
hombre de todos tan temido y respectado, como hallase que
contenían algunos avisos en perjuicio de el Turco y en gran
bien de la cristiandad (como es cierto que el dicho Abrahin
los solía enviar, en cuanto vivió, particularmente al Empera-
dor Carlos Quinto, por la vía de Venecia), recogió el Barba-
rroja las cartas, y llegado a Constantinopla las entregó al
mismo Turco, de lo cual, maravillado grandemente, mandó
matar al Abrahin y echar secretamente a la mar; y en pago
deste servicio, luego a pocos días, hizo al Barbarroja su gene-
ral de la mar.

VII

Subido Barbarroja de hijo de un pobre ollero a tanta honra


como ésta, por más aprobar el valor de su persona, su indus-
tria, diligencia y cuidado en el servicio del Turco, todo el año
siguiente 1536 se ocupó muy de propósito, sin reposar una
- 26^ -

hora, en meter en orden toda la armada turquesca, concertan-


do, adobando, reparando y rehaciendo todos los baxeles vie-
jos, y mandando traer mucho leñame del Mar Negro, y hacien-
do muchas galeras de nuevo, muchos árboles, muchos remos,
velas y xarcias para todos; andando en todo esto ocupado con
muy grande cuidado y diligencia, y juntamente con él todos
los cosarios que llevara de Argel. Demanera que quien los
veía, y el modo y industria que en todo mostraban, conocían
muy claramente cuánta diferencia iba de ellos a los otros ca-
pitanes de las galeras que antes habían sido.
La primera vez que Cheredin Barbarroja salió a la mar,
como general de la armada turquesca, fué el año siguiente
de 1537, porque, de una parte, tenía el Turco voluntad de rom-
per con Venecianos, quebrantando las paces y acuerdo que
con ellos tenía, y por otra, muy gran codicia de conquistar el
Reino de Nápoles, no le faltando Napolitanos desterrados que
le inflamaban a esto; principalmente que un mal hombre A l -
cayde y castellano de la ciudad antigua de Brindiz (que está
frontero a Belona y Durazo en Dalmacia, tierras del Turco) ha-
bía prometido al Turco que si enviaba su armada, le daría aque-
lla tierra. La cual siendo tan importante, con haberla el Turco,
se abría camino para después poder conquistar toda la Pulla y
Reino de Nápoles; cosa que su bisagüelo Mahamet, el que
tomó a Constantinopla, tanto codició en su tiempo, cuando
de la misma manera, haciéndose señor de la ciudad de Otran-
to, en el mismo Reino, y sustentándola hasta que murió, de-
terminaba y de veras amenazaba destruir toda Italia y ha-
cerse señor de Roma. Por estas causas aquel año salió el Tur-
co en persona de Constantinopla, con docientos mil hombres,
y se fué derecho a Velona, tierra concercana de Italia, y jun-
tamente mandó a Barbarroja que saliese con la armada y que
fuese principalmente a esta impresa de Brindiz. Llegado que
— 270 —

fué Barbarroja a la Belona, esperando el segundo aviso del


castellano de Brindiz, y como tardase, por no perder el tiem-
po, púsose, entre tanto, con la armada, sobre Castia, un lugar
de tierra de Otranto; en la cual deseaba hacer daño por po-
ner espanto en las otras tierras de aquel Reino; ya pocos días,
habiéndola batido con mucha artillería, la tomó apacto. A este
tiempo el Príncipe Andreadoria, con la nueva de la armada
turquesca, había salido de Génova y de Mecina, con treinta
y una galeras; no habiendo tiempo para poder armar otras, y
entrando en el golfo de Venecia, tomó junto a Corfú una
galeota turquesca de la armada de Barbarroja; y queriendo
saber cuáles eran sus designios, sacó del Arráez de la galeo-
ta, con tormentos que le dió, cómo una de las principales cau-
sas, de la salida de Barbarroja fuera la traición que el caste-
llano de Brindiz tenía ordenada para darle aquella ciudad; de
lo cual, avisando luego a don Pedro de Toledo, Marqués de
Villafranca, que entonces gobernaba aquel Reino de Nápoles,
antes que el negocio hubiese efecto, fué preso, y ahorcado
por justicia, el dicho castellano de Brindiz, y puesto buen
recaudo y guardias en la ciudad, metiéndose dentro de ella el
señor Alar^ón con mucha infantería española. Lo cual, como
Barbarroja supiese, desesperado de haber a Brindiz, se vol-
vió a la Belona, do el turco estaba. El cual, descubriendo
entonces su mal ánimo contra los Venecianos, le mandó que
fuese por todos los lugares de aquella señoría, y principal-
mente a la Isla de Corphú, y les hiciese todo el daño que
pudiese. Lo cual hecho, volvióse a Constantinopla el Turco
por tierra y Barbarroja por mar.
— 271 -

VIII

El año adelante de 1538, durando todavía la guerra del


Turco con Venecianos, salió la segunda vez el Barbarroja con
la armada turquesca, muy mayor, y en número de gente y
baxeles muy más crecida, contra las tierras de Venecianos. Y
como ellos no podían solos resistir a un poder tan grande como
el del Turco, habíanse coligado con el Papa Paulo III y con
Carlos Quinto, Emperador; y a común espesa de todos tres,
se hizo una poderosa armada, con la cual el Príncipe Do-
ria, siendo della general, salió a buscar a Barbarroja. Encon-
tráronse ambos los dos generales, el Príncipe y el Barbarro-
ja con sus armadas a la Previca; y estando a punto de dar la
batalla el Príncipe Doria, por ciertos respectos, la rehusó re-
tirándose, de lo cual quedó el Barbarroja muy ufano, y ganó
no poco crédito con los turcos; tanto gana quien a un valien-
te luchar desafía.

IX

El año de 1539 salió Barbarroja la tercera vez de Cons- Vide Paii*


tantinopla con la armada, y tomó a Castilnovo, en Dalmacia, lumJoniu-
después de lo haber batido muchos días con terrible batería,
y deshecho y arruinado, toda cuanta defensión tenía, y dego-
llado a cuatro mil españoles, todos soldados viejos y muy
valientes, que el Emperador había allí puesto en guarnición,
debaxo el gobierno de Francisco Sarmiento, maestre de cam-
po muy valeroso, el cual también murió con ellos, combatien-
do muy valerosamente. Tras esto tomó a pocos días a Cata-
ro, y a Malvasia, tierras de Venecianos, y for^ó que a partí-
- 272 ~

do le diesen a Nápoles de Romanía, tierras todas importan-


tes. Y entre otros discípulos, que entonces Barbarroja criaba
con su disciplina, eran dos: el Corseto y el Dargut, que fué
después un tan famoso y venturoso cosario. Con esto hicie-
ron luego los Venecianos paz con el Turco. Y , por tanto, no
siendo necesario que su armada saliese más, reposó el Bar-
barroja, estando de continuo en Constantinopla, Hasta que en
el año del Señor 1543, habiendo Francisco, Rey de Francia,
hecho grande instancia al Turco que le enviase su armada
contra Carlos Quinto, Emperador, con quien tenía rompido,
con achaque de la muerte de Fragoso y Rincón, que enviara
antes al Turco, los cuales fueron muertos en Lombardía, pa-
sando por el río para Venecia, do se iban a embarcar; salió
Barbarroja la cuarta vez con la armada turquesca de cien ga-
leras, y caminando para Francia, saqueó, quemó y destruyó
muchos lugares de Calabria. Y llegado enfrente de la ciudad
de Qaeta, del Reino de Nápoíes (aunque otros sin causa dicen
que acaeció esto en Rixoles, ciudad de Calabria, frontera a
Mecina), don Diego Gaitán, castellano y capitán de la tierra,
le mandó tirar con un cañón, de lo cual desdeñado y muy en
cólera el Barbarroja, hizo al punto escala, y desembarcando
en tierra como doce mil turcos batió fieramente la ciudad, y a
la postre la tomó. Entre otros captivos que se tomaron fué
una hija del dicho don Diego Gaitán, doncella de dieciocho
años, y de extremada hermosura, la cual, presentada a Barba-
rroja y quedando él muy aficionado a la mo9a, la tomó por su
muxer. Y por su respecto dió luego libertad al padre y a la
madre, y sin detenerse más se partió con la novia para Fran-
cia. Llegado a Marsella, fué a pocos meses por orden del Rey
de Francia, a poner cerco sobre Ni(?a, tierra del Duque de Sa-
boya y Príncipe de Piemonte, que seguía la parte del Empa-
rador, su cuñado, y entrado con su armada en el puerto de V i -
— 273 -

Uafranca, que está más adelante de N¡9a, para Levante, por


mar menos que dos tiros de arcabuz, y por tierra como dos
millas, como aquel puerto tan grande, tan capaz y tan bueno
no estuviese fortificado, y la tierra de Villafranca fuese cosa
tan poca y tan flaca, entró Barbarroja sin ninguna resistencia
en él, y quemó y destruyó todo aquel lugar, aunque la gente
toda se salvó llevando casi toda la ropa que tenían. De allí,
subiendo los turcos por unas agrias y ásperas montañas, que
duran más de dos millas, baxaron al llano y cercaron la ciu-
dad de Hica, batiéndola con muchísima furia y con muy grue-
sa artillería, la cual toda, por mandado de Barbarroja, había
subido a las montañas y baxado sobre los hombros sus turcos,
porque la aspereza del camino no consiente otra cosa. Yaque
Barbarroja había destruido todo el contorno, lindo, hermoso
y muy gracioso, de Ni^a, y que a fuerza de artillería había
echado por tierra mucha parte de la ciudad y muerto mucha
gente della, los vecinos, por medio de los Franceses, que tam-
bién allí se hallaban, se rindieron. Hecho esto y no quedando
por tomar más que el castillo, comentó también a batirlo,
aunque sin provecho, por estar en lugar alto y fortísimo; y
estando en esto muy ocupado, vínole nueva cómo el Marqués
del Gasto, que entonces gobernaba el Estado de Milán por el
Emperador Carlos Quinto, baxaba a grandes jornadas con
mucha infantería española en socorro, por lo cual, y porque
veía que era imposible poder tomar ni batir el fortísimo y al-
tísimo castillo de Ni^a, a gran priesa se retiró, mandando a
los turcos que otra vez llevasen a cuestas toda la artillería,
subiendo aquella fragosa montaña, y baxando a Villafranca.
De allí, haciendo vela, se fué con la armada a Tolón, puerto
muy principal de Francia, en el cual se estuvo muchos días
muy contra su voluntad, y bramando siempre que perdía el
tiempo sin hacer nada. Y al fin del estío de aquel año, de-
is
- 274 -

seando Barbarroja hacer algún mal en las tierras y estados


del Emperador Carlos Quinto, envió de allí a un valiente co-
sario, que se decía Salaraez, su antiguo compañero, con vein-
te y dos galeras muy bien armadas a hacer daño en la costa
de España, el cual llegado a Cataluña, saqueó y destruyó la
villa de Palamós, puerto principal de aquella tierra, y de la
misma manera hizo también mucho daño en la villa de Rosas,
otro puerto muy grande y muy principal, en el mismo princi-
pado de Cataluña; el cual aún entonces no estaba fortificado
como y de la manera que después, con esta ocasión, fué man-
dado fortificar. Hecho esto, el Salaraez, conforme a la ins-
trucción que llevaba de Barbarroja, pasó a Barbaría y fué a
invernar a la ciudad de Argel.

El año siguiente, 1544, tratándose paz entre el Emperador


y Francisco, Rey de Francia, fué licenciado Barbarroja para
que se volviese a Turquía con su armada. Partióse de Tolón
en principio del verano, siendo ya vuelto de Argel el Salaraez,
con las veinte y dos galeras que llevaba, y siendo en la Isla
de la El va, frontera del lugar de Piombino, en Toscana, en-
vió con una fragata a decir al señor Apiano, señor de aquel
lugar, que le diese un mo^o hijo de un gran amigo suyo co-
sario, que se decía Sinanraez el judío. El cual, entonces, por
mandado del Turco estaba en Suez, puerto del Mar Roxo,
poniendo en orden una gran armada contra los portugueses,
que el Turco quería echar de la India. El señor de Piombino
excusábase con decir que el mo90 era hecho cristiano; pero
como todavía el Barbarroja hiciese instancia que se lo diese,
y si no que metería a hierro y a fuego toda la tierra, y co-
- 275 -

meneando ya a hacerlo en la misma isla de la Elva, do captivo


mucha gente derramada por aquella isla, fué focado deste
temor a restituirle el mo^o. A l cual a pocos días que llegó a
Constantinopla envió al padre Sinanraez allá al Mar Roxo
donde estaba, del cual dicen que de placer, en viendo el hijo,
se murió de súbito. De la misma manera, estando también
entonces captivo Dargut Raez, su discípulo en Génova, por-
que en el año atrás de 1540 Juanetindoria le había tomado
en Córcega con dos galeras y siete galeotas, descuidado, y
espalmando, procuró de allí el Barbarroja como fuese resca-
tado, pagando al Juanetindoria cierta talla de dineros, los
cuales costaron después harto caro a la christiandad, según
los grandes daños que el dicho Dargut en ella hizo por mu-
chos años. Y luego, acometiendo a la villa de Talamón y a la
de Puerto Hércules, que están en tierra firme, en el estado
de la señoría de Sena, las tomó, saqueó y quemó con otros
lugares vecinos dentro de tierra, en los cuales captivo un
gran número de ánimas, de toda suerte y edad. Hecho esto,
pasó Barbarroja adelante, y llegó al Reino de Ñápeles,
destruyó y asoló a las islas de Iscla y Prochita de aquel reino,
y juntamente también la de Lipari, que está más adelante,
junto a Calabria y a Sicilia, de las cuales tres islas llevó
captivos muchos millares de ánimas de toda suerte y edad.

XI

El año 1546, 1547 y parte del de 1548 se estuvo quieto Bar-


barroja en Constantinopla, y en este tiempo hizo de funda
mentes una muy grande y muy soberbia mezquita que dotó
de mucha renta, y junto a ella labró una cuba, que es como
una capilla de iglesia, en forma redonda, muy alta, muy
— 276 —

ancha y ricamente labrada, dentro de la cual hizo un sepulcro


en que fuese enterrado siendo muerto. Están estas sepulturas
y mezquitas fuera de Constantinopla, cinco millas más allende
de Galata, junto a la ribera del Canal por do pasa el mar Ne-
gro, adonde también hay otros muchos edificios de casas, mez-
quitas y jardines excelentes, por muchas millas, a la manera
de la ribera grande y hermosísima de Qénova. Hizo también
en este tiempo Barbarroja unos baños muy ricos y muy exce-
lentes dentro en la ciudad de Constantinopla, que rendían mu-
cho dinero, y que fueron después de muchos baxas muy cob-
diciados, como adelante diremos. Finalmente, siendo el mes
de mayo del año 1548, diéronle unas muy recias calenturas,
de las cuales en catorce días murió, con gran sentimiento y
muy general de todos los turcos, los cuales tenían a este hom-
bre, por sus hechos, en gran veneración y estima. Cuentan
los turcos por cosa cierta que, después de enterrado en aquel
sepulcro y cuba que diximos, le hallaron cuatro o cinco veces
fuera, tendido en tierra; de lo cual, maravillados todos y no
hallando manera cómo aquel cuerpo quietase en la sepultura,
al último, un hechicero, de nación griego, dio por remedio
que juntamente con el cuerpo enterrasen un perro negro, lo
cual hecho, nunca más el cuerpo salió de la sepultura; y es
hoy día tan grande la veneración que todos los turcos tienen
al cuerpo y sepulcro de Cheredin Barbarroja, y principal-
mente los cosarios y toda otra gente de la mar, que habiendo
de partir de Constantinopla una armada, por grande que sea
o pequeña, y aun cualquier baxel de remo, van primero todos
a visitar este sepulcro, encomendándose a tan buen santo, y
disparando mucha artillería y arcabucería por fiesta y gran
solemnidad. Murió Barbarroja siendo en edad de sesenta y
tres años, comúnmente de gran peligro. Era en proporción
alto de cuerpo, robusto, muy barbudo, y aunque el pelo no
— 277 —

era rojo como el de su primer hermano, Aruch, que dió oca-


sión para que le llamasen Barbarroja, todavía en su tiempo la
tenía de color de castaña, era muy cejudo y con unas pesta-
ñas muy grandes; fué para los cristianos cruelísimo y para los
turcos muy humano; pero era también dellos muy temido,
porque una vez airado no había aplacarse; no dexó más de un
hijo, que hubo en una mora de Argel, el cual fué su heredero
en todos los bienes, y después fué por tres veces Rey de A r -
gel, como adelante diremos.

C A P Í T U L O III

De Asan Aga, tercero Rey.

El tercero Rey o gobernador de Argel fué Asán Aga, del


cual ya antes diximos que era capón y renegado, de nación
Sardo. Este había el Cheredin o segundo Barbarroja tomado
siendo mogo en la isla de Cerdeña, saqueando un casal; y
como era de muy buen talle y hermoso, le hizo luego capón,
que en turquesco se llama Aga, y le crió siempre en su casa
como si fuera un propio hijo. El Asán, como era de gentil es-
píritu, probó tan bien en todas las cosas que su amo le enco-
mendaba, que, a la postre, estando Cheredin Barbarroja en
Argel en su mayor prosperidad, le hizo su Chaya, esto es,
mayordomo de su casa; y él era el señor de cuanto el Bar-
barroja tenía. Después le hizo Bilerbey, esto es, capitán ge-
neral de la guerra. En algunas salidas que hizo con las maha-
las por el Reino, a coger con mano armada, como es de cos-
tumbre de los Alarbes, los tributos, se mostró hombre de
— 278 —

hecho y animoso, y de muy gentil juicio y gobierno; por lo


cual, cuando Barbarroja en el año 1533, se partió para Túnez,
siendo llamado de los moros de aquel Reino, como diximos,
escogió entre todos al Asán Aga, para que quedase en su
nombre gobernando a Argel y su Reino. Lo cual él hizo con
mucha cordura, y quietó la ciudad (cuando sabida la nueva de
la rota de Barbarroja en Túnez, y su huida, y cómo se embar-
cara en Bona, en los catorce baxeles, y se fuera por esos ma-
res, como hombre desesperado) que estaba toda alterada y la
gente para dexarla, con temor que el Emperador, acabado lo
de Túnez, no viniese sobre Argel. Cuando últimamente, año
de 1535, Barbarroja se fué para Turquía, le dexó de la mis-
ma manera en su lugar y que gobernase todo el Reino. Suce-
dieron entonces las cosas de tal manera, que en seis anos
continuos no tuvo el Asán Aga que hacer más que gobernar
a Argel y sus tierras y vasallos, en toda paz y justicia; y hoy
día, dan testimonio muchos que le conocieron, que ningún Rey
de Argel hasta hoy fué más recto ni justo.

II

En el año 1541 sucedió la mal fortunada jornada del Em-


perador Carlos Quinto, de gloriosa memoria, cuando con una
terrible y jamás vista tempestad se perdió su armada de qui-
nientas velas en la playa de Argel, a 28 días del mes de oc-
tubre del dicho año 1541, y porque es cosa tan sabida y la
escribieron mil autores, trataremos solamente lo que toca al
Asán Aga. Y si en algún caso, algún Rey o gobernador se
mostró animoso, sabio y prudende, él lo fué en esta guerra;
viéndose cercado de un Príncipe tan poderoso como el Em-
perador Carlos Quinto, y tan afortunado en sus cosas, y con

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