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Casaldáliga Artículos

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Pedro Casaldáliga

Artículos
Se impone un nuevo modo de ser
LA VERDAD, PILATO, ES…
SANTIDAD POLÍTICA

Se impone un nuevo modo de ser

Hermanas, hermanos, compañeros de camino: otra vez nos encontramos en la palabra, hecha carta circular y en
la Palabra, hecha carne, historia, vida.
A medida que el círculo de las amistades solidarias se ensancha, la circular ha de hacerse, necesariamente, menos
casera; pero todos podemos irnos haciendo más generosamente universales.
A todas y todos un abrazo con mucha amistad, en medio de los comunes desafíos y bajo la común Esperanza.

Este año ha crecido la marea amarga de las protestas y reivindicaciones contra la exclusión, la corrupción y la
violencia y simultáneamente la otra marea clara de la ética, la participación y la solidaridad.

«Clamor, clamor, clamor por la vida» había sido la consigna de la III Asamblea General de la Asociación de
Teólogos del Tercer Mundo. «Ética: persona y sociedad" fue el documento central de nuestra CNBB. El papa nos
proponía, como referencia incuestionable, «El esplendor de la Verdad».

Cuando se habla tanto de ética es porque la ética nos está haciendo mucha falta, comentaba el cardenal Martini,
de Milán. La ética, efectivamente, pasó a ser para nuestra sociedad una «dimensión perdida»; y sin ella no hay
Sociedad Humana posible.

Estoy leyendo y meditando el libro de José Ignacio González Faus «Proyecto de Hermano». González Faus tiene
la ventaja de ser a un tiempo filósofo, teólogo y periodista, y su grueso volumen se hace leer con gusto. Pensaba
yo: Un proyecto universal de Fraternidad ¿no sería el único proyecto válido de Humanidad?

Utopía ¿cómo no? Sin utopía /la vida no vale la pena/ ni la alegría. Oscar Wilde afirmaba, con más razón que un
santo padre, que «un mapamundi donde no constase el lugar (sin lugar) de la Utopía, no merecía ser mirado una
segunda vez».

Acontecimientos, estadísticos y propuestas han subrayado -en positivo y en negativo- la actualidad de esos
sueños.

Del 14 al 25 de junio se celebró, en Viena, la CONFERENCIA MUNDIAL DE LOS DERECHOS HUMANOS,


con la representación de 171 países. «Fue la cumbre de las ocasiones perdidas», según Pierre Sané, secretario
general de Amnistía Internacional; tuvo algo de «Babel», como se ha escrito; pero fue un espacio, y las ONGs
pudieron, encontrarse y hacerse oir con la denuncia concreta frente «al lenguaje diplomático y aséptico de
representantes oficiales de la Conferencia».

En Brasil se ha lanzado -bajo el patrocinio de diferentes entidades- la «cartilla» que recoge las propuestas de la
Conferencia Internacional: Tierra, Ecología y Derechos Humanos, celebrada en Vitoria, Espírito Santo, en mayo
de 1992, con la participación de 150 delegados de todo el mundo.
Las Naciones Unidas han convocado, para mayo de 1995, en Copenaghe, a la Conferencia Mundial en la
Cumbre para el Desarrollo Social. Y, en este contexto, un conjunto de ONGs crearon, en abril de 1993, la
«Alianza de la gente», con el fin de potenciar mejor la participación de la sociedad civil en esta iniciativa de la
ONU.

En todo caso, los Derechos Humanos se han puesto de actualidad en la conciencia y en el programa de muchas
personas y entidades. Y ya no se trata sólo de aquellos derechos de los casos excepcionales (presos políticos,
torturas, desaparecidos...) sino de los comunes, diarios, vitales Derechos Humanos de todos los hombres y
mujeres de la Tierra.

Las mismas Iglesias están asumiendo los Derechos Humanos, en principio, como piedra de toque de su pastoral.
Se habla incluso, en ellas, de «el Evangelio de los Derechos Humanos». Para la Iglesia Católica en América
Latina, Santo Domingo se poseciono abiertamente en la proclamación y en la defensa de los Derechos Humanos.

A fines de setiembre, expertos de 18 naciones latinoamericanos se reunieron, en Quito, Ecuador, en un simposio


bajo el lema «Democracia versus corrupción». Las caídas de Collor, de Andrés Pérez y la mala facha de otros
varios estadistas, la CPI de la corrupción a que estamos asistiendo, indignados, en Brasil, y en todo ese
maremoto continental y mundial de saqueo del erario público y de tráfico de influencias y drogas y armas o de
manipulación de las informaciones y de la ciencia y de la técnica... es más que suficiente para que el simposio no
se quede en Quito. Brasil, nuestra América, el Mundo están llamados a realizar un simposio no de palabras sino
de hechos contundentes contra la corrupción.

La entrada en la Democracia -con mayúscula, la pobre, para ver si crece- no ha significado para nuestra América
vapuleada un ingreso en la vida y en la verdad. Hemos pasado del autoritarismo militar al autoritarismo civil, de
la dictadura militar a la dictadura económica. Y estamos de elecciones, con muchos interrogantes: 15 países del
Continente van a realizar elecciones mayores, en estos 14 meses -final del 93 y todo el 94-, cuando la política y
los políticos gozan de tan mala fama. La Democracia nos ha nacido agusanada. «El principal problema que
afronta América Latina -sostenía Clovis Rossi- es que sus poblaciones identifiquen la democracia política con la
miseria y la corrupción».

Amnistía Internacional definía la situación de Venezuela como «eclipse de los Derechos Humanos». Podría
decirlo desgraciadamente de otras muchas naciones de la tierra. Porque en más de 60 países millares de civiles
han sido asesinados o «desaparecidos», desde enero de 1992. Esos asesinatos o desaparecimientos, según
Amnistía, han aumentado durante la última década «en proporciones alarmantes». Y las investigaciones de
Amnistía demuestran que la aplicación del terror «está sumamente organizada, extremamente centralizada».
Como «terrorismo de Estado,170> se ha calificado esa situación.

Pero hay otro modo, más moderno, plenamente neoliberal, de asesinar o hacer desaparecer. Por exclusión
programada, por hambre mortal.

De 30 a 40 millones de seres humanos mueren anualmente por desnutrición. El 60% de la población mundial
pasa hambre. 200 millones de latinoamericanos han caído en el empobrecimiento total. Nuestra Deuda Externa
latinoamericana es de 430 «billones» de dólares. El mundo está viviendo el mayor desplazamiento humano
masivo de toda su historia. 35 millones de personas están refugiadas o son clandestinas en sus propios países.
Desde abril de 1992 el genocidio del pueblo Bosnio sobrepasa los 140.000 muertos. Haití, Somalia, Angola,
Liberia, Sudán, Nicaragua, Guatemala, Timor... han dejado incluso de ser noticia de interés. Hay países
excluidos del mapa neoliberal.
«Europa, como realidad y como idea, está muriendo todos los días en Sarajevo. Habrá muerto completamente
cuando toda la población de la ciudad haya sido exterminada», escribía Susan Sontag. ¿Habremos de decir de la
Humanidad entera eso que se dice de Europa?

Conocemos las causas y los mecanismos. Hoy, sin contrincantes, el capitalismo neoliberal: «una economía sin
sociedad», según Don Vital Wilderink; el folleto del Sector de Pastoral Social de la CNBB. La exclusión de la
inmensa mayoría y el privilegio de una minoría insensible. Bajo la férula deshumana de esas instituciones que
rigen omnipotentemente los procesos económicos mundiales: el Banco Mundial, el FMI y el GATT (Acuerdo
General sobre Comercio y Aranceles). «Los Estados han de prestar cuentas a estas entidades -escribe Julio de
Santa Ana, nuestro entrañable asesor-; pero ¿a quién prestan cuentas el FMI, el Banco Mundial y el GATT?»

Al sistema y a esas entidades maléficas no les falta la colaboración, sumisa e interesada, de muchos de nuestros
políticos, militares, industriales y banqueros, diariamente; ni la impunidad, la violencia, el individualismo, el
consumismo o la ley de la ventaja, generalizados, como una epidemia social.

SE IMPONE UN NUEVO MODO DE SER, personal, familiar, social, político, económico, espiritual. «Un
nuevo modo de ser Iglesia» quieren ser las CEBs. Un nuevo modo de ser Humanidad deberíamos querer ser
todos y todas.
Reaccionando, juntándonos, haciendo. «La sociedad civil debe dejar de ser un mito y convertirse en realidad»,
ha escrito alguien oportunamente.

«Cristianisme i Justícia», de Barcelona, editó dos opúsculos, casi consecutivos, que podrían ser un programa
saludablemente provocador: de «El abismo de la desigualdad» pasar para la «Democracia económica -Propuesta
de un socialismo eficaz».

Betinho (Herbert de Souza), esa especie de ángel escuálido de una cotidiana Navidad que nos ha enviado el
Señor, proponía, en una entrevista, estos cinco principios de acción:

«Todos somos responsables de todo


Es necesario pensar mundialmente, pero actuar localmente
Sólo se puede propagar una idea (ético-política) viviendo de acuerdoconlamisma
El proceso es también el objetivo
Los medios deben ser tan dignos como los fines
Lo que no se haga aquí y ahora no crea otro estado de mundo»

La Acción de la Ciudadanía contra el Hambre y la Miseria y por la Vida, ideada por Betinho precisamente, es
mucho más que una colecta de cestas básicas y es una lucha mayor que la lucha puntual contra el hambre.
Desenmascara, cuestiona, compromete. Resitúa problemas y valores preteridos. «El sentimiento de solidaridad
-explícita el Informe INESC- se está contraponiendo al de la violencia; la correcta y transparente utilización de
los recursos públicos a la corrupción; la descentralización y la libre utilización de la creatividad a la
centralización y a la burocracia». Sin que por eso se dispensen ni la Justicia pública ni el Estado como un todo de
representación y gerencia ni un verdaderamente «Nuevo» Orden Mundial...

La Segunda Semana Social, organizada por la CNBB, y que se viene realizando por regionales de la misma, para
confluir en una gran Semana Nacional, asume como tema y objetivo «Brasil: alternativas y protagonistas». Lo
alternativo popular creativo frente a lo oficialmente impuesto y aniquilador de vidas y oportunidades, apelando
para el emergente protagonismo de los excluidos y para un nuevo tipo de servicio, efectivado por los
aliados/aliadas de esa excluida mayoría.

El Comunicado de la 2ª Semana Social Cearense expresaba así la propuesta: «Las relaciones de trabajo serán
orientadas por la justicia. Los planos económicos estarán orientados hacia el pequeño productor, el consumidor y
los pequeños negocios. Las empresas y los servicios públicos serán controlados por la comunidad. Los servicios
de educación y de salud serán accesibles a todos y juntarán el saber popular con el científico. Serán respetadas
las diferencias étnicas, culturales, raciales, religiosas, sexuales y políticas. Tierra y agua serán bienes comunes,
espacio y fuente de vida para todos». (A propósito de esa última aspiración es bueno recordar la afirmación
«comunista» de San Ambrosio, en su «De Officiis Ministrorum»: «La naturaleza generó un derecho común y la
usurpación creó el derecho privado»). Por lo demás, Isaías y el Apocalipsis firmarían, complacidos, esa
propuesta cearense...

En agosto de 1993 Rigoberta Menchú, nuestra Premio Nobel, embajadora de Amerindia, formulaba «los
principios generales» de su actuación como «compromiso de lucha por la Paz» y «compromiso por una Nueva
Etica». Esta Nueva Etica, subraya el manifiesto, «hace prevalecer el respeto a los valores colectivos sobre el
individualismo, la solidaridad frente a la indiferencia, el respeto de la naturaleza ante su gran depredación».
Yo he tenido la oportunidad, en varias ocasiones, de presentar la AGENDA LATINOAMERICANA '94 -editada
en 22 países y en cuatro idiomas-, cuyo tema es precisamente «En el Espíritu de la Patria Grande». Y he venido
insistiendo en estas ideas matrices:

- La crisis de la Etica se traduce en una crisis de identidad/fidelidad; de utopía/esperanza; de


verdad/transparencia/coherencia; de compromiso/militancia; de sobriedad/reparto/mutualidad; de
convivencia/pluralismo/complementaridad. - No habrá ética pública si no hay ética personal. - No hay ética sin
espiritualidad. - «En última primera instancia todos los vuelos -todos los impulsos espirituales- son el vuelo del
Espíritu», escribimos en la Agenda.

- Los Derechos Humanos son Derechos Divinos -intereses de Dios que se juegan en nosotros-. Hasta los más
elementales y materiales de esos derechos: «Para el hambriento Dios tiene figura de pan» proclamaba el profeta
Gandhi. El Hijo de Dios, según el Evangelio de San Mateo en su capítulo 25, está hoy sintiendo hambre en el
estómago de 32 millones de hambrientos y hambrientas de Brasil, por citar un caso bien próximo.

En medio de tanta crisis y sufrimiento, conmueve leer esta «buena noticia»: Con ocasión del Día Mundial de los
Derechos Humanos -10 de diciembre-, «Climat Alliance» promovió manifestaciones de solidaridad, vinculado
muy lúcidamente la preservación de las florestas con el respeto a los Derechos Humanos y la realización de la
Reforma Agraria en los países del Tercer Mundo. Y en, la lejana Kenia de la Africa tan olvidada por el gran
Mundo, el día 10 de diciembre, el «Green Belt Movement» plantaba 1800 árboles, en memoria del mismo
número de muertos en la lucha por la tierra durante los 10 últimos años de Brasil.

LA IGLESIA CATOLICA SE HA HECHO NOTICIA -más o menos polémica-con la edición en diferentes


idiomas del nuevo Catecismo; con la encíclica «El Esplendor de la Verdad»; con el Sínodo Africano; y con la
entrevista del papa, concedida a Jas Gawronski, para el libro «La Europa de Juan Pablo II». En Brasil, la CNBB
-como la ONU- hace de 1994 el Año de la Familia.

Novedad, sí y no. Tanto el Catecismo como la Encíclica reproducen la doctrina tradicional. Lo cual es totalmente
justo, si el tono, el alcance y los interlocutores son siempre suficientemente actuales y universales.

Un CATECISMO «universal» ha de ser muy universal para ser universal... El Tercer Mundo, nuestra América
concretamente, no se han sentido muy atendidos, en ese Catecismo, en lo que se refiere a los desafíos de la
inculturación, nuestras teologías, los nuevos ministerios, el empobrecimiento creciente y la opción estructural
por los pobres.

El cardenal arzobispo de Milán, Carlos María Martini, trazaba esta sabia confrontación entre el Evangelio y el
Catecismo: «El Catecismo no se propone ser una actualización del Evangelio, porque el Evangelio, en sí mismo,
es siempre actual; el Catecismo tampoco puede substituirlo. Pero el Evangelio y el Catecismo están unidos. El
Evangelio, en su actualidad permanente, es insuperable. Y el Catecismo, en su función humilde y necesaria,
adhiriendo a la contingencia histórica que, por ser irremediablemente efímera y por consiguiente fatalmente
destinada a pasar, renace continuamente y exige su actualización, ante los cambios históricos».

Con respecto a la ENCICLICA, quiero reproducir aquí la nota que me publicó el «Boletín Noticias» de la CNBB
y que yo había redactado para el «Jornal do Comércio», de Recife, que tergiversó significativamente unas
declaraciones mías.
«1. Subrayé la oportunidad de una palabra de alerta, por parte del papa, delante de la inmoralidad individual,
familiar y pública.
2. Nunca dije que no cumpliría la Encíclica.
3. Habría preferido, en la misma, un tono más dialogante y estimulador y que se destacase, en ella, -de acuerdo
con las encíclicas sociales del mismo Juan Pablo II- cómo las diferentes situaciones socio-económicas posibilitan
o condicionan la vida moral.
4. Condené explícitamente el aborto como crimen, pero pedí comprensión hacia las personas que abortan en
situaciones de extrema pobreza o violencia.
5. Recordé que no se pueden equipar la práctica del aborto con el uso de la píldora y que muchos pastores y
moralistas no condenan el uso de la píldora».
El SINODO AFRICANO todavía dará mucho que hablar. Y ya ha causado mucha tensión. Desde luego, no
parece un gesto feliz de inculturación el hecho de que se realice en Roma y no en Africa. Hay demasiado miedo
a la corresponsabilidad y a la colegialidad o a las conferencias episcopales y a las teologías nativas. Lo cual es un
modo de tenerle miedo a la verdadera catolicidad.

Personalmente, pienso en este Sínodo, tan debatido, será -o debería ser- simultáneamente, mudadas las
circunstancias y sin mimetismos de ninguna especie, un Medellín/Santo Domingo para Africa; quiero decir, una
opción real, crítica y autocrítica, de la Iglesia por el Continente más empobrecido y más excluido del orbe y una
decidida inculturación negra.

Para el SINODO SOBRE LA VIDA RELIGIOSA son muchas y buenas las contribuciones que se vienen dando
por parte de las Conferencias de Religiosos/Religiosas del mundo. Los teólogos de la CLAR reflexionaban, en
diciembre de 1992, en Bogotá, acerca de las conclusiones de Santo Domingo sobre la Vida Religiosa en el
Continente, y sus reflexiones me par- La Vida Religiosa, como carisma profético, suscitado por el Espíritu en la
Iglesia a servicio del Reino en el Mundo.

- Frente a una sociedad cada vez más empobrecida, por el sistema neoliberal que excluye a las mayorías.

- De ahí surgen los seis grandes desafíos que la Vida Religiosa ha de asumir: 1) El mundo de los empobrecidos
(países, masas desechable); 2) Inculturación; 3) El Evangelio de los Derechos Humanos; 4) Loa laicos /laicas y
su protagonismo en la Sociedad y en la Iglesia; 5) La mujer, sin discriminaciones; 6) Participación y comunión
socio-eclesial.

- «Todo eso iluminado y sostenido por una Espiritualidad del Seguimiento de Jesús encarnada-profética-pascual,
que inspire un servicio misericordioso en gratuidad y estimule nuestro ser misionero en disponibilidad».

En agosto pasado se celebró, en Manila, un foro internacional sobre la Vida Religiosa, con representaciones de
28 países de todos los Continentes. Yo me solidarizaba con esos hermanos y hermanas de utopía evangélica y les
escribía:

«Hoy, más que nunca, si la vida Religiosa ha de tener algún sentido aún, debe ser «vida radical»: en la gratuidad
de la pobreza, contra el neoliberalismo y el mercado total; en la donación de sí, despojada, contra el hedonismo,
la xenofobia y el privilegio egoísta; en la docilidad a los signos del Tiempo y del lugar.

Siendo testigos, asumiendo con entrañas de misericordia el sufrimiento del mundo, proclamando proféticamente
la esperanza del Reino contra todos los poderes de la muerte.

Caídas las «utopías» menores y la Iglesia replegada sobre sí, nosotros/nosotras debemos, humildemente, abrir
veredas en la noche, hacer la guardia en la frontera, dialogar libremente con todos los gritos y todos los silencios
de los hermanos y hermanas de Humanidad.

Ayudarle a Dios a ser Dios, siempre Otro, siempre Mayor, siempre Mejor. Amarlo y anunciarlo y testicarlo
macroecuménicamente. Y ayudar a los varios mundos humanos a ser un solo Mundo, humano de verdad: casa y
familia del Dios Vivo (y de sus hijas e hijos); en la esperanza del Encuentro total».

Según Comblin -siempre acertado en sus diagnósticos- la mayor parte de los religiosos/as, demasiado vinculados
a las clases medias, todavía no han hecho opción por los pobres, en la práctica de su vida.

De la ENTREVISTA DEL PAPA ya se ha destacado, con sorpresa para muchos aquella saludable advertencia
que él dirige a los vencedores de hoy: «Los protagonistas del capitalismo a ultranza tienden a desconocer las
cosas buenas del comunismo: la lucha contra el paro, la preocupación por los pobres y la cosa social... «Yo
quiero destacar su hermosa confesión de pontífice evangelizador: «He comprendido lo que es la explotación y
me he puesto del lado de los pobres, oprimidos e indefensos».

La ONU ha declarado 1994 AÑO INTERNACIONAL DE LA FAMILIA, con el tema: «Familia: recursos y
responsabilidades en un mundo en transformación». «De la familia nace la paz de Familia Humana» es el título
del mensaje papal para el Día de la Paz de este año. La Conferencia de los Obispos Católicos de Brasil ha
escogido también la Familia como tema de la CAMPAÑA DE LA FRATERNIDAD / 94, con el estimulante
slogan: «¿Cómo va la familia?»

La causa de la familia, en Brasil y en todo el mundo, es de una complejidad y de unas consecuencias


abrumadoras. Según el estudio de la CNBB, en su texto-base para la Campaña, la familia brasileña (la familia
mundial!) vive la mayor crisis de su historia. «Cuando la Iglesia -afirma ese texto-base- resuelve hacer una
Campaña de la Fraternidad en torno a la familia, ella tiene conciencia de estar delante de una realidad
fundamental para el mañana del Mundo y de la Iglesia. Tiene también conciencia de estar delante de uno de los
tomos más desafiadores de este final de siglo».

Hablando de Iglesia, ese «nuevo modo de ser» que se impone, necesariamente habrá de ser alternativo también.
Intentará contestar, pero sin orgullo, y habrá de responder con coherencia. No puede quedar en un modo de decir
apenas, ni puede negar con la vida lo que proclama con la palabra.

La ECLESIALIDAD ALTERNATIVA no es una Iglesia alternativa. Como política o economía alternativas no


significan necesariamente una Sociedad alternativa, fuera de la Sociedad. El fermento es útil sólo dentro de la
masa. Pedirnos a nosotros mismos -primero, a nosotros mismos- «un nuevo modo de ser Iglesia» es expresar,
con términos nuevos, la vieja conciencia de la Iglesia de tener que ser «semper renovada».

Más o menos todos intuimos, en la sinceridad del corazón, por donde irían las veredas de ese «nuevo modo de
ser Iglesia». Y el teólogo Demetrio Velasco ha conseguido definirlo, para Europa, en la «XIX Semana de
Pensamiento Cristiano y Diálogo», de Bilbao, con unos rasgos que yo alargo para América Latina: Ser una
Iglesia que apuesta por una cultura de la solidaridad y que opta incontestablemente por los empobrecidos y sus
causas.

Construir la unidad de las Iglesias del Continente, contribuir al intercambio con otros Continentes y potenciar
decididamente el Ecumenismo.

Renunciar a las viejas fronteras (estructuras, intereses, desconfianzas) y apostar por una inculturación que
afirme la identidad desde la diferencia.

Asumir el reto de la modernidad y aportar las virtualidades que la especificidad del cristianismo tiene para
criticarla, profundizarla y humanizarla.

Apostar abiertamente por la democratización de la vida y también por la democratización de la Iglesia.

Ofrecer una visión de la vida no colonizada por la peor tradición de la racionalidad occidental.

Responder a las exigencias de la hora y del lugar, para ayudar en la construcción de una «casa común»
latinoamericana y mundial.

Seis noticias importantes quiero compartir con vosotros, porque son causas nuestras y se que os interesan en esta
común tarea de la solidaridad.

El pasado mes de octubre tuvimos, una vez más, el ENCUENTRO DE OBISPOS LATINOAMERICANOS, con
la participación de hermanos evangélicos también, y que es encuentro, curso, convivencia, oración. Este año
François Houtart, de Lóvaina, nos ayudó a analizar la actual dinámica del campo religioso en América Latina y
Caribe. Y Philip Potter, ex-secretario del Consejo Mundial de Iglesias, nos presentó la situación actual del
cristianismo en la «oikoumene», frente a la mundialización de la economía y la vida amenazada de los pobres.
Julio de Santa Ana nos deseñó la coyuntura latinoamericana, en general. Con Don Demetrio Valentini, José
Oscar Beozzo, Carlos Palacio y Pablo Süess, estudiamos en Santo Domingo, en su contextualización, con sus
ejes fundamentales y los desafíos de la inculturación. Y Marcio Fabri dos Anjos nos ayudó a analizar la encíclica
«Veritatis Splendor».
El 23 y el 24 del mismo mes de octubre participé de las conmemoraciones del CENTENARIO DE CANUDOS.
Con otros 7.000 romeros aproximadamente, en un clima de mucha fe y compromiso. Se estaba recuperando la
memoria y la verdad de Canudos, constantemente tergiversadas por la historia oficial y por la literatura, miope o
tendenciosa-, junto al estanque Corobobó, fluctuante sepulcro azul de resucitados, o recorriendo caminos y
lomas, datos y nombres, sentimos la actualidad de Antônio Conselheiro y sus seguidores, la validez de su
aventura.

Canudos no fue una tragedia de fanatismos. No quiso ser «la guerra del fin del mundo»; quería ser «la guerra del
fin del hambre»... Fue una gran comunidad social y cristiana, de más de 25 mil personas (cuando Salvador, la
capital de Bahia, no sobrepasaba los 50 mil habitantes). Fue Canudos el primer gran campamento de los sin-
tierra, después del Quilombo de Palmares. Una experiencia alternativa de convivencia igualitaria, de trabajo
compartido y de producción. Fue una constatación, heroica frente a todos los poderes de los grandes, de la
viabilidad del Nordeste de los pequeños.

Provocándola, preguntaba yo a Dona Zefinha, descendiente de una familia de legítimos canudenses:

-¿En Canudos había «coronel» (cacique, mandón, terrateniente)?

Y ella, peinando los largos cabellos y la larga memoria, me respondía, dignísima:

- «Em Canudos, meu filho, coronel só Deus, o Conselheiro e todos!»

Y Canudos sigue... ¡Hay muchos Canudos construyéndose! Quiero recomendar a los interesados en un libro, que
considero fundamental, para conocer el alma de Canudos: «Só Deus é grande», del P. Alexandre Otten, en
Edições Loyola, São Paulo.

Terminado el año 1993, Año Internacional de los Pueblos Indígenas y plazo límite para la DEMARCACION DE
LAS TIERRAS INDIGENAS EN BRASIL, más de 200 áreas están aún por demarcar y la mayor parte de la
áreas demarcadas continúan invadidas o agredidas.

En nuestra región los indios Tapirapé urgen la devolución de sus tierras de Urubú Branco, ahora en manos de una
hacienda. Y los indios Xavante postulan el regreso a la Suiá-Missú, de donde fueron deportados en la década de
los 60. De esa reivindicación de los Xavante ha surgido el conflicto que todos vosotros conocéis. La «portaria»
del Ministro de Justicia, Maurício Corrêa, firmada el día 30 de setiembre último, está ahí, esperando su
cumplimiento. Entretanto, políticos, «fasendeiros» y otros interesados de la región y del Estado de Mato Grosso
han incentivado la invasión de esa área Xavante y vienen soliviantando los ánimos contra la Prelatura y su
obispo.

Donde ha abundado la calumnia y la intriga, ha sobreabundado la fraternidad. Quiero aprovechar esta circular
para agradecer las muchas manifestaciones de solidaridad que estamos recibiendo, del país y del exterior. Y
comunicados que seguiremos defendiendo el derecho primero de los indios Xavante a sus tierras; así como
defenderemos también, porque siempre lo hemos hecho, el derecho de los legítimos labradores a una tierra, en la
mucha tierra que Mato Grosso y todo Brasil tienen esperando ser compartida y trabajada.

En B'okob', Chimaltenango, de Guatemala, se celebró, en mayo pasado, la PRIMERA CUMBRE DE LOS


PUEBLOS INDIGENAS. Ese encuentro forma parte de las conferencias satélites de la Conferencia Mundial de
Derechos Humanos, de Viena. Un segundo encuentro tuvo lugar en octubre, en Oaxtepec, México.

Cuatro resoluciones importantes se tomaron, en la reunión de B'okob': Establecer la Década de los Pueblos
Indígenas, de 1994 a 2003.

Reafirmar el derecho de los Pueblos Indígenas a su desarrollo político, económico, social y cultural, con base a
su plena participación en la toma de decisiones y en su autodeterminación.

Integrar el Alto Comisionado de los Pueblos Indígenas, para vigilar el respeto a los derechos de estos mismos
pueblos.
Declarar el 10 de diciembre de cada año «Día Internacional de los Pueblos Indígenas del Mundo».

«¿Se estará gestando un nuevo sujeto histórico?», se preguntaba Giulio Girardi, en un estudio sobre «El
Movimiento Continental Indígena, Negro y Popular de Abia Yala». Me atrevo a responder que sí y más. Por lo
que hace a los Pueblos Indígenas no se trata sólo de «un nuevo sujeto histórico», sino de un sujeto «nuevo»,
combativo, acumuladamente consciente de su historia y de sus derechos y celoso de su alteridad. Lo cual puede
decirse también, con otras modalidades, del Pueblo Negro del Continente Americano.

DON SAMUEL RUIZ, obispo de San Cristóbal de las Casas y presidente del SICSAL -«Secretariado
Internacional de Solidaridad con América Latina, Oscar A. Romero»-, con su equipo pastoral y toda su Iglesia,
tantas veces perseguidos, están pasando por una prueba más. Oro bueno, mucho crisol. Una prueba absurda, por
otra parte. Después de una incansable lucha en la pastoral indígena de Chiapas, de México y del Continente y
con una trayectoria episcopal, mundialmente reconocida, Don Samuel fue «invitado», por el nuncio del papa en
México, a renunciar a su diócesis. El propio episcopado mexicano ha demostrado su extrañeza y su solidaridad,
y de todo el mundo les están llegando a Don Samuel y a su Iglesia las más inequívocas expresiones de amistad y
de aplauso.

Uno espera que todo eso termine en un simple incidente, diplomáticamente lamentable(!).

Por mi parte, me sentí en el deber colegial y en la necesidad fraterna de escribir al cardenal Bernardino Gantin,
prefecto de la Congregación para los obispos. En esa carta le decía:

«... A muchos nos ha sorprendido profundamente el procedimiento injustificable con que se le ha querido (a Don
Samuel) retirar de su diócesis. Un nuevo sufrimiento para nuestra Iglesia de América Latina, un nuevo escándalo
para la opinión pública y una nueva sospecha acerca de la autenticidad de los procedimientos vaticanos.

Hemos acompañado muy de cerca la vida de Don Samuel, su trabajo apostólico, las persecuciones que él y sus
agentes de pastoral han sufrido y las intrigas políticas que de mucho tiempo vienen intentando manchar el
nombre de ese pastor, tan benemérito para la Iglesia, en México y en toda nuestra América.

Don Samuel Ruíz es hoy en día la personalidad eclesiástica de mayor credibilidad entre los pueblos y
organizaciones indígenas y dentro de la pastoral indígena e indigenista de todo el Continente.

Los pobres, y particularmente los indígenas de Chiapas y los refugiados indígenas de Guatemala, son sus
mejores testigos.

Su última carta pastoral, «En esta hora de Gracia», con motivo del saludo del papa Juan Pablo II a los indígenas
del Continente, refleja muy justamente el espíritu y la práctica de la Iglesia de San Cristóbal de las Casas y de su
buen pastor, Samuel Ruíz...»

Dos notas editoriales.

La Colección «Teología y Liberación», tan contestada y tan benéfica, ha retomado nuevo impulso, por parte de
la Editorial Vozes y del CESEP y va a completar indefectiblemente todos sus compromisos. Alguien, no ha
mucho, con mitra y con frivolidad, afirmaba que la Teología de la Liberación ya se había acabado. Otros muchos
pensamos que mientras haya Evangelio y Pobres y Fe cristiana, en nuestra América -por lo menos- la Teología
de la Liberación seguirá vigente y desafiadora.

Quiero recordar -publicitariamente- que a esa Colección pertenece el volumen «Espiritualidad de la Liberación»
que escribimos José María Vigil y yo. En mi Cataluña -que no sólo comerciante- 50 especialistas acaban de
levantar un verdadero monumento bíblico y ecuménico: La «Biblia Catalana Interconfessional» (BCI), iniciativa
de la «Asociación Bíblica de Catalunya», de las «Societats Bíbliques Unides» y de la Editorial «Claret».

Aquí, en casa, en la Prelatura quiero decir, seguimos, con las monotonías y las novedades diarias. La Hermana
Irene Franceschini - la «tía» Irene de todos- celebró, en agosto, cercada de cariño, de gratitud y de música, sus 50
años de Vida Religiosa. De entre los veteranos, nos van a dejar -para seguir siempre muy unidos a nosotros- el P.
Clelio Boccato, generoso y batallador, tan dedicado a los marginados de la tierra y el P. Manuel Luzón, operario
de primera hora, fidelísimo o compañero, bueno como la «rapadura» de Canabrava. Nuestro pintor Cerezo
Barredo ha creado, en Luciara, otra gran muestra de su arte con un mural espléndido dedicado al Magnificat de
María. En al comunidad de Macuco, Antonio Adelino Porto fue consagrado al Ministerio de la Comunidad, y él
va a ser el primero de una larga serie de ministros y ministras de ese Ministerio, laical, comunitario, popular, que
esperamos incentivar cada día más entre nosotros, porque creemos que es la versión más actual y menos
«clerical» del diaconato. Entre febrero y marzo, con la ayuda de Dios, estaré otra vez en México, para la
Asamblea de nuestro SICSAL y visitaré la Centroamérica querida. Y vamos a empezar ya los preparativos para
la celebración de los 25 años de nuestra Iglesia -entre 1995, bodas de plata de la Prelatura, y 1996, vigésimo
aniversario del martirio del P. Joao Bosco-. Queremos que este jubileo sea de espiritualidad, de misión y de
organización, renovadas.

Termino. «Guiados por el Evangelio, caminemos juntos por el camino de la nueva vida hacia la fiesta de la
nueva tierra de Dios», reza el mensaje navideño que me envían los monjes benedictinos del Priorato de Weston,
USA.

«Canta y camina», exhortaba San Agustín, mientras se venía abajo el Imperio Romano.
Cantemos y caminemos, que otros imperios se vendrán abajo también. Mientras el Reino prosigue.
Pedro Casaldáliga, obispo de São Félix do Araguaia, Mato Grosso, Brasil. En el año nuevo de 1994.

LA VERDAD, PILATO, ES…

24 de marzo 2007, Pascua de San Romero

En fraterna comunión total con Jon Sobrino, teólogo del Dios de los pobres, compañero fiel de
Jesús de Nazaret, testigo de nuestros mártires.

¿Qué es la verdad? ¿Quién tiene la verdad? ¿Cuál es la política verdadera? ¿Cuál es la


verdadera religión? Esas preguntas, con diverso tono y a veces provocando desconcierto e
indignación, son preguntas universales y de cada día y no las podemos rehuir, ni en la política, ni
en la religión. La globalización, si por un lado nos amarra al lucro desalmado, por otro lado nos
proporciona espacios nuevos de diálogo y de convivencia, en la verdad compartida.
Nuestra Agenda Latinoamericana Mundial, en estos años de 2007 y 2008, pregunta por la
verdadera democracia y denuncia la falsa política. En 2007, “Exigimos y hacemos otra
democracia”; y en 2008, “La política ha muerto, viva la política”.
Aquí, en América, en medio de ambigüedades, crispaciones y desencantos, se está dando
un viraje hacia la izquierda. Pero, en congresos y en publicaciones, se hacen las preguntas
inevitables: ¿qué es la izquierda, qué es la democracia, cuál es la verdadera política, cuál es la
verdadera religión, cuál es la verdadera iglesia?
No hay duda que caminamos, a pesar de las dramáticas estadísticas que el PNUD y otras
instituciones de opinión nos dan. Son 834 millones de personas las que pasan hambre en el
mundo y cada año son 4 millones más. Un 40% de la población mundial vive en la pobreza
extrema. En América Latina son unos 205 millones de personas en la pobreza. En África
Subsahariana son 47 millones. El economista Luís de Sebastián recuerda que “África es un pecado
de Europa”, la mayor deuda actual de la Humanidad. El mundo emplea anualmente un billón de
dólares en armas, cantidad 15 veces superior a la cantidad destinada a la ayuda internacional… La
desigualdad en nuestra aldea global es una verdadera blasfemia contra la fraternidad universal.
Un ejemplo: la media de la renta anual de las personas más ricas de EE UU es de 118.000
dólares; y la media de la renta anual de las personas más pobres de Sierra Leona es de 28
dólares.
Camina el diálogo ecuménico e interreligioso, todavía en las márgenes, y minoritario aún.
El fenómeno grave y mundial de la migración está exigiendo respuestas y decisiones que afectan
ya a los diferentes pueblos y culturas y religiones. ¿De quién es la verdad?, ¿de quién no es?
La Iglesia, la Iglesia católica, celebra, en Aparecida (Brasil), en este mes de mayo, la V
Conferencia del Episcopado Latinoamericano y Caribeño. Y ya se han levantado voces, sinceras y
dignas de toda participación, reclamando “lo que no puede faltar en Aparecida”: la opción por lo
pobres, el ecumenismo y el macroecumenismo, la vinculación de fe y política, el cuidado de la
naturaleza, la contestación profética al capitalismo neoliberal, el derecho de los pueblos indígenas
y afroamericanos, el protagonismo del laicado, el reconocimiento efectivo de la participación de la
mujer en todas las instancias eclesiales, la corresponsabilidad y la subsidiaridad de toda la Iglesia,
el estímulo a las CEBs, la memoria comprometedora de nuestros mártires, la inculturación sincera
del Evangelio en la teología, en la liturgia, en la pastoral, en el derecho canónico. En fin, la
continuidad, actualizada, de nuestra “irrenunciable tradición latinoamericana” que arranca, sobre
todo, de Medellín.
El tema del V CELAM es: “Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que en Él nuestros
pueblos tengan vida. Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Las discípulas y misioneras, ya que
no entran en el enunciado, esperamos que entren en las decisiones de la Conferencia…). El
discipulado y la misión son la vivencia concreta y apasionada del seguimiento de Jesús, “al acecho
del Reino”. El teólogo A. Brighenti señala que el déficit eclesiológico del Documento de
Participación se expresa, sobre todo, en el eclipse del Reino de Dios, citado sólo dos veces en todo
el documento. ¿Por qué se le tiene tanto miedo al Reino de Dios, que fue la obsesión, la vida, la
muerte y la resurrección de Jesús?
No está todo tranquilo en esa Conferencia del CELAM. Con muy mala sombra, como dirían
los castizos, ahora, en vísperas de la Conferencia, ha estallado el proceso de nuestro querido Jon
Sobrino. Muy sintomático, porque un cardenal de la Curia romana ya ha declarado que antes de
Aparecida estará liquidada la Teología de la Liberación. Ese ilustre purpurado habrá de aceptar,
supongo, que después de Aparecida continuará vivo y activo el Dios de los pobres, y continuará
subversivo el Evangelio de la liberación; y que desgraciadamente el hambre, la guerra, la
injusticia, la marginación, la corrupción, la codicia, continuarán exigiendo de nuestra Iglesia el
compromiso real al servicio de los pobres de Dios.
Yo le he escrito a Jon Sobrino, recordándole que somos millones los que lo acompañamos y
es, sobre todo, Jesús de Nazaret quien lo acompaña. Le recordaba a Jon aquella décima que
escribí a raíz del martirio de sus compañeros de la UCA: “Ya sois la verdad en cruz / y la ciencia
en profecía, / y es total la compañía, / compañeros de Jesús”. Por tu santa culpa, le decía a Jon,
muchos estamos oyendo, traspasada de actualidad, la pregunta decisiva de Jesús: “Y vosotros
¿quién decís que soy?” Porque es al verdadero Jesús a quien queremos seguir.
Despectivamente Pilato le pregunta a Jesús qué es la verdad y no se para a oír la
respuesta y además lo entrega a la muerte y se lava las manos. Maxence van der Meersch le
responde a Pilato y nos responde a todos: “La verdad, Pilato, es estar del lado de los pobres”. La
religión y la política han de acoger esa respuesta hasta las últimas consecuencias. Toda la vida de
Jesús, además, es esa misma respuesta. La opción por los pobres define toda política y toda
religión. Antes era “fuera de la Iglesia no hay salvación”; después, “fuera del Mundo no hay
salvación”. Jon Sobrino nos recuerda, una vez más, que “fuera de los pobres no hay salvación”.
Juan XXIII abogaba por “una Iglesia de los pobres, para que fuese la Iglesia de todos”. Lo cierto
es que los pobres definen, con su vida prohibida y con su muerte “antes de tiempo”, la verdad o la
mentira de una Sociedad, de una Iglesia. Dice nuestro Jon Sobrino: “Quien no sepa explícitamente
de Dios, lo ha encontrado si ha amado al pobre”; y el Evangelio lo dice repetidamente en la
palabra y en la vida de Jesús, en su pesebre y en su calvario, en las bienaventuranzas, en las
parábolas, en el juicio final…
Hermanos, hermanas, gente querida y tan próxima en el mismo desvelo y en la misma
esperanza, sigamos. Intentando “hacer la verdad en el amor”, como dice el Nuevo Testamento, en
comunión fraterna y en la praxis liberadora. “Con los Pobres de la Tierra”. Siendo “vidas por el
Reino de la Vida”, como pregonábamos en la Romería de los Mártires de la Caminada”.
Sea esta pequeña circular un grande abrazo de compromiso, de gratitud, de esperanza
invencible, Reino adentro.

El pensamiento:
“El santo encuentra mil formas, aún revolucionarias,
para llegar a tiempo allá donde la necesidad es urgente”
(Pedro Arrupe)

El texto:
SANTIDAD POLÍTICA

«Santidad política» es una expresión que ha hecho fortuna en los últimos años entre
nosotros. Sin duda expresa certeramente una intuición muy viva en la espiritualidad
latinoamericana. «La tradición cristiana nos dice Leonardo Boff conoce al santo asceta,
dueño de sus pasiones y fiel observante de las leyes de Dios y de la Iglesia. Pero apenas
conoce santos políticos y santos militantes». Se trata pues, en primer lugar, ciertamente,
de una verdadera novedad, que responde a una necesidad sentida, pero se trata a la vez,
por otra parte, de una realidad ya madura, que ha sido consagrada en la vida de muchos
testigos y ha sido sellada con la sangre de muchos mártires.

La santidad política latinoamericana es la santidad de siempre, la santidad tradicional del


bautismo y de la gracia, de la oración y de la penitencia, del amor y de la ascesis, de la
eucaristía y del examen de conciencia… pero una santidad que expresa y da cauce a las
«virtudes» ético políticas que el Espíritu suscita en nuestro Continente, dentro y fuera de
las Iglesias, y asume y se deja transformar por la acción del Espíritu que se agita detrás
de todas las transformaciones y replanteamientos teológico bíblicos que se han
registrado en nuestras Iglesias latinoamericanas.

Es en primer lugar una santidad extravertida. Es una santidad que sale de sí misma y
busca a los hermanos. No pone su objetivo en alcanzar la perfección propia, la perfección
de sí mismo, sino en conseguir la «Vida en abundancia» (Jn 10, 10) para los hermanos.
Es una santidad volcada toda ella fuera de sí hacia el Proyecto de Dios para nuestra
historia… Una santidad que no huye de la lucha, ni de la modernidad, ni de la urbe… sólo
que las afronta desde el Espíritu. Si éste pudo en Egipto, o en Nínive o en Babilonia… ha
de poder en São Paulo, en Bogotá, en Lima o en Los Ángeles. Y en la siderurgia. Y en la
revolución. Si Dios anda entre los pucheros, al decir de Santa Teresa, también anda
entre los sindicatos, entre los partidos, en las reivindicaciones de los pobres.

Es una santidad extramuros, en el mundo: en medio del mundo que Dios tanto amó (Jn
3, 16), el mundo al que Dios envió a su Hijo para salvarlo (Jn 3, 17), el mundo al que
Dios nos envía (Mt 28, 19). Es una santidad del «estar en el mundo», siendo mundo, no
siendo del mundo malo (que es lo que quería decir Jesús). Estando en el mundo con los
pies bien puestos en la tierra, anhelando que el mundo sea otro, que el mundo se haga
Reino… No es una santidad que trata de «salvarse del mundo», ni siquiera de «salvarse
en el mundo», sino que trata de «salvar el mundo» y de salvarlo contando incluso con el
mundo, en el sentido de que esta santidad no piensa que sean sólo los cristianos quienes
salvan el mundo…

Es una santidad de las grandes virtudes: hace de la veracidad, de la lucha por la justicia
y por la paz, por los derechos humanos , por el derecho internacional, por la
transformación de la convivencia de los hijos de Dios, por la creación de estructuras
nuevas de fraternidad (un mundo socializado, el NOEI, un NOII, una nueva ONU, un
mundo sin primer ni tercer mundo)… virtudes mayores, que corrijan o completen
aquellas virtudes clásicas más domésticas, individualistas, conventuales o espiritualistas
… y que traduzcan más evangélicamente ciertas virtudes canonizadas de la formación
burguesa … La santidad política de la espiritualidad de la liberación es espiritualidad
también de las virtudes «estructurales» o «sociales», de las virtudes mayores .

No es una santidad que encierra a la persona en pequeñeces o en perspectivas alicortas.


Es la santidad de las Grandes Causas: la Justicia , la Paz , la Igualdad , la Fraternidad , el
Amor plenamente realizado y socialmente estructurado, la Liberación , el Hombre Nuevo
y la Mujer Nueva , el Mundo Nuevo… Es decir, es la santidad de aquel que trata de «vivir
y luchar por la Causa de Jesús».

Es una santidad contemplativa. La fe le da una visión contemplativa de la realidad. Le


hace descubrir en ésta la presencia de Dios. En la oscura urdimbre del entramado
histórico concreto del mundo sabe contemplar la presencia de Aquél que es y que viene,
de Aquél que dirige la historia como su Señor. Sabe contemplar en la historia diaria la
historia de la Salvación.

En definitiva, se trata de una santidad-por-el-Reino, que se gesta en su esperanza activa,


en la lucha por su llegada, en su construcción, en su espera escatológica «credibilizada»
por realizaciones históricas; en la búsqueda de las mediaciones que lo puedan acercar…
Si hasta tiempos muy recientes la espiritualidad hablaba de «vida de la Gracia », «vida
sobrenatural», «búsqueda de la perfección», «cultivo de las virtudes (íntimas y
privadas)»… la espiritualidad de la liberación latinoamericana habla de «Reino» como el
punto de referencia absoluto, de «historia» como el marco en el que construir su utopía,
de «realidad» como de su punto de partida y de destino, de «praxis de transformación
histórica» como el compromiso que reclama, de «oración contemplativa encarnada»
como la forma de percibir y captar el Reino en la oscuridad histórica, de «Liberación»
como un sinónimo de Redención, de «los pobres» como sus principales destinatarios … Es
una santidad «al acecho del Reino».

Es una santidad que afronta el pecado del mundo: lo mira de frente, lo denuncia
proféticamente, y se compromete a enmendarlo. No huye del mundo. Tampoco lo mira
con los ojos optimistas del primer mundo, como si lo que hubiera en él de malo sólo
fueran pequeños desarreglos accidentales… Entra en él, se mancha las manos, se salpica
de barro (y de llanto y de sangre)… Con esta santidad, el creyente «carga con el pecado
del mundo» como el Siervo de Yavé (Is 52, 13 - 53, 12). Trata de «quitar el pecado del
mundo», como el Cordero de Dios (Jn 1, 29).

Es una santidad que no huye de la ambigüedad. Es decir, no excusa comprometerse


pretextando que las causas en juego no son absolutamente limpias. No exige para
comprometerse una pureza angélica en las opciones concretas reales entre las que ha de
moverse. Porque en política no hay nada perfecto, ni nada definitivo. Ni la política es de
ángeles. Ni hay en lo político ninguna opción aséptica. No rehuye optar por las causas
que de por sí no son perfectas ni enteramente santas. No pone la limpieza de su propia
imagen por encima de todo lo demás. «Sólo tiene las “manos limpias” aquel que no mete
las manos en la masa».

Es una santidad que no huye del conflicto. Entra en el mundo, y como este mundo está
marcado por el pecado, dividido y enfrentado, el creyente se ve desafiado por el
conflicto, salpicado por una parte y por otra. Y en el conflicto se define siempre,
inequívocamente, del lado de los pobres.
Es una santidad desde un nuevo lugar social: desde el lugar social de los pobres. Durante
siglos la santidad ha sido pensada (en la teología, en las Iglesias, en los monasterios, en
los tratados ascéticos) como una realidad que hacía abstracción de toda ubicación social
o política. El modelo de santidad cultivado era el modelo monástico, un modelo
pretendidamente apolítico y ahistórico, aunque muchos de aquellos monjes haciendo
una u otra política dirigieran cruzadas, reformas agrarias y transformaciones económicas
y educacionales. Y de hecho, los cristianos a quienes se les ha reconocido pública y
eclesiásticamente santos han formado parte mayoritariamente de una determinada clase
social. La santidad política se ubica, consciente y críticamente, en el lugar social de los
pobres.

Es una santidad marcada por una sensibilidad hacia las mayorías, que piensa según la
«lógica de las mayorías», y que sabe mirarlas en toda su dimensión, sin que el árbol del
individuo le impida ver el bosque de las masas; sin que impida, con el asistencialismo de
la beneficencia, ni la justicia ni la caridad eficaz. Una sensibilidad crítica que sabe ver al
pobre colectivo, no como una mera suma de individuos, sino como conjunto orgánico,
como clase, como pueblo, como raza marginada, como cultura oprimida, como sexo
sometido…

Es una santidad inteligente, que quiere practicar un amor inteligente, eficaz, que analiza
las situaciones, valiéndose de herramientas analíticas y de mediaciones ideológicas,
utilizadas siempre con el necesario sentido crítico. Es una santidad inteligente que trata
de ir a las causas y a las estructuras, no sólo a los síntomas o a las coyunturas, que no
quiere dar como caridad lo que es de justicia. Es una santidad inteligentemente
«interdisciplinar», no estrechamente clerical, o pacatamente eclesiástica, o
pusilánimemente piadosa.

Es una santidad ascética, disciplinada, que se somete a las exigencias de la política, al


sentido de organización, a la austeridad, a la práctica de las virtudes políticas, a la
práctica del discernimiento constante, al análisis, al trabajo en equipo…

La santidad política es también explícitamente política. No se pretende apolítica. No cae


en el engaño del absentismo o de la neutralidad imposibles. Ha vencido el tabú que sobre
la política había sido vertido en los últimos siglos por los que estaban interesados en que
las Iglesias hicieran una política inconsciente o inconfesa. Ha redescubierto el nexo entre
fe y política. Ha entendido de nuevo la política como «una de las formas más altas de la
caridad» (Pío XI), como un «amor de relaciones largas» (P. Ricoeur), o la
«macrocaridad» (J. Comblin).

Recordemos la palabra célebre de tres grandes testigos; la de Enmanuel Mounier, que


afirmó: «Todo es político, pero lo político no lo es todo»; la de Mahatma Gandhi, que
testimoniaba: «Los que dicen que la religión no tiene que ver con la política no saben lo
que es la religión»; y la de Desmond Tutú, que concluye: «No hay nada más político que
decir que la religión no tiene que ver con lo político».

La santidad política es también fermento para una política santa. No son pocos los
políticos que se han hecho tales en el caminar de las Iglesias con los pobres y que se han
educado en profundo contacto con las comunidades de base o con los diversos servicios
eclesiales de defensa de los derechos humanos, de los trabajadores, los campesinos y los
indígenas. Esta pastoral social de las Iglesias ha propiciado la creación de una pedagogía
popular de transformación típicamente latinoamericana, y ha hecho más evidente y
sentida la necesidad de un nuevo tipo de político (frente al político más común en el
continente: carrerista, corrupto, aprovechado, sin honor, sin verdadero interés de
servicio al pueblo…). En algunos lugares del Continente, esta santidad política de la
espiritualidad de la liberación es la que ha hecho que la Iglesia sea la institución que, sin
duda alguna, ha acumulado más experiencia de trabajo junto al pueblo y con el pueblo,
en la santidad política, la diakonía política de los cristianos.

Es una santidad que toma muy en serio el sacerdocio de todos los cristianos y lo lleva
hasta sus últimas consecuencias, porque tradicionalmente había sido entendido en un
sentido muy eclesiástico, espiritualista, espiritualizado («consecratio mundi»: por la recta
intención, por la elevación del corazón, por la presencia cuasisacramental de los
cristianos en el mundo…). Pero no hay consagración verdadera si no hay transformación
real. Una consagración que dejara el mundo como está, legitimándolo religiosamente,
sería una blasfemia. La verdadera consagración del mundo implica su transformación real
y concreta en dirección al Reino de Dios…

La santidad política es una santidad de esperanza activa, que sabe superar el derrotismo
de los pobres ante el status quo, ante el poder constituido, ante el capitalismo y el
imperialismo que se recomponen, ante la ola de neoliberalismo, ante la avalancha del
capital contra el trabajo, del Norte contra el Sur… Es una santidad que sabe soportar las
horas oscuras para los pobres, que sobrelleva la ascética de la esperanza contra toda
esperanza. Es una santidad que sabe que nunca llegaremos en esta tierra a la realización
total de la utopía que soñamos (el Reino), y que ninguna realización concreta, ninguna
mediación ha de ser confundida con la meta. El Reino es siempre más, y mayor, y
siempre está más allá.

Es una santidad ecuménica, que sabe sumar fuerzas con todos los que luchan por esas
Causas mayores, creyentes y no creyentes, cristianos y no cristianos, cristianos de una
confesión y de otra… Porque no pierde de vista su objetivo y su Causa central mayor: ¡el
Reino!, ¡que tengan Vida y la tengan en abundancia! (Jn 10, 10).

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