Cartas Críticas Tomo I
Cartas Críticas Tomo I
Cartas Críticas Tomo I
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CARTAS CRÍTICAS
QUE ESCRIBIÓ
EL FILÓSOFO RANCIO,
en las qae con la mayor solidez , erudición j gracia se impngnan Ia.<
OBRA ÚTILÍSIMA
para desengañar á los incautamente seducidos y proporcionar /ws-
trucciones á los amantes del urden y descanecer iodos los íofismus
,
TOMO I.
CON LICENCIA.
MADRID: Imprenta de E. yiguado. La jada de Santa Cruz
1824
l.Aii i
Ili-f/'a/if i/i/ Itiño T'\Miv FnFiumjscoyliAjaLwa. lü
Ái cnít'/i lie , '^tc Jk'viimfo, íV/uyíí/í' jwr/ FilosofoTlaiino.y^y///,// -
mi carrera.
Con efecto, desde aquel punto redobló su vigi-
lancia y cuidado en disponerse para la eternidad; y si
hasta alli habia mostrado una conformidad en los su-
frimientos que entcrnecia y edificaba, en adelante se
le vio postrado en el lecho como un cordero , esperan-
do la llora del sacrificio , y como á un hombre, que
muerto al mundo completamente, no pensaba mas que
en la salvación de su alma. Asi continuó por algunos
dias , sufriendo con una paciencia inalterable el rigor
de las curaciones y de la enfermedad, no causando la
incomodidad mas leve á ninguno de los que le asis-
tían 5 tornando un Dios te lo pague por cualquier
buen servicio que se le prestaba , y animándose y ex-
hortándose con su Compañero y Confesor á presen-
tarse delante de Dios con tranquilidad y alegría. Lle-
gó pues este momento , después de cuatro meses y
medio de la prueba mas rigorosa , y sería de desear
que todos los hombres hubiesen presenciado su se-
renidad en este trance, y oido sus últimos coloquios
con el Dios de la caridad y las misericordias.
Asi terminó su carrera religiosa y literaria en el
(m)
Real Convento tic san Pablo de Sevilla csle gran sa-
bio español ornamento de su patria, txanuiiador j
(
(•) De este sabio del primer orden puede bien decirse lo que
dijo Se'neca de los filósofos Oleantes^ Crisippo y Cenon ^
que vivie-
ron como habían ensenado deberían vivir todos los hombres. Y asi
., Najyoleon,
et inanem fallaciam. .
CxVRTA PRIMERA.
Impugnación á la española antima^ y no ala fran-
cesa , del discurso del diputado Arguelles sobre
contribución de diezmos , ¿>c.
iG de mayo de i8i i.
1
' '
n.lo voy d hablar en materia de unas rentas, ett'
o y ni p'iedo, ni quiero tenor parte. Entrenios
pues con voto del señor Arguelles piig. 5'2).,
el
V '
nación es n-i o^J rar la
to doctrina.
Concluida la protesta del señor Arguelles , y entrando en
la discusión como Católico^ Apostólico, Romano sienta por prin-
.,
cipio , que las Cortes puedan gravar los diezmos. Buen Ca- \
TOM. I. 2
^0
soy me arda, cuando por su imprudencia expone á las Cor-
tes á dar pasos no muy católicos.
Lo peor es que algún otro eclesiástico á quien por su
oficio correspondía evitar este paso , é instruir á los legos
bien intencionados, en que no era conforme con laverdad
del Evangelio, no solo calló , debiendo impedirlo , mas ha-
bló apoyándolo. He visto con indignación citado ei hecho de
san Agustín. Pudieran haber citado á san Paulino y á infi-
nitos otros. Pero pregunto , cuando estos Santos vendieron
hasta los cálices de sus iglesias ¿cómo lo hicieron? ¿Por su
propia autoridad como pontífices que eran de su pueblos ó
por la de algún emperador que se lo mandase? Y si lo hi-
cieron por sí mismos , y como administradores de sus Igle-
sias , ¿ cómo unos hombres que deben saber su obligación
confunden una cosa con otra, y traen para autorizar una ini-
quidad y un sacrilegio los heroicos egemplos del celo y cari-
dad pastoral mas acendrados?
Yo me estremezco cuando veo las fatales consecuencias
que esto puede traer á la causa pública. Cuantas veces en
nuestra España se ha puesto mano violenta en el patrimo-
nio de la Iglesia, otras tantas la plata arrancada del santua-
rio ha sido un fuego que ha devorado nuestros ejércitos , ha
desolado nuestras provincias, y ha denegrido, cuando menos,
la opinión de los profanadores. Otro tanto nos enseíian las
historias en losdemás países católicos: otro tanto y mucho
mas estamos viendo en ia Francia, á quien Dios castiga por
este y sus demás pecados con unas victorias que son peores
que todas las derrotas.
no es lo mismo, i
Quién hay que pueda tachar la conducta
ii
de nuestros Obispos en tas actuales circunstancias? | Quién
puede decir á ninguno de ellos: mas patriota soy que tul ¿ Quién
de los que componen Us Cortes igualársele , sea en dig-
nidad , sea en celo , sea en sabiduría , sea en interés por
nuiátra religión, por nuestro Rey, por nuestra iibertud?
i
Cual de los vocales puede olvidar que él está en la cla-
se de oveja y su Obispo en la de pastor? No repitamos en
gan como deben de sus bienes , para que nadie los perturbe
cu esta posesión Por el contrario no se han creido duefios
de disponer de la Iglesia, sino los que por el unánime con-
sentimiento de los hombres no han uacido para mas que pa-
ra azotes de sus reinos. Un Federico de Sajonia , prorector
de Lutero ; un Enriq-jc Vííl de Inglaterra, monstruo de lu-
juria; un Carlos Xíl de Sueeia , el mas loco de cuantos han
reinado; un Federico II de Prusia , ladrón por esencia, pre-
sencia, potencia; un José II de Austria, sacado por el molde
de Juliano, un no nos cansemos; tunantes, ladrones, prín-
cipes perdidos, y nacidos para mal de sus estados.
Últimamente el pueblo católico esparcido por todo el mun-
do tiene fíjos sus ojos en la España , que en el dia es el uni*
co atrincheramiento , para explicarme asi , que ha quedada
al catolicismo. Vea pues el pueblo católico que no se ha enga-
ñado en pensar asi , como no se engaña cuando nos tiene por
los defensores de la ÜDcrtadde la Europa. No vean los añigi-
dos que gimen bajo el yugo del ateo , que entre nosotros se
adoptan los mismos sentimientos que en sus paises abrieron
la puerta al ateismo. No
olvidemos que nuestros generosos
aliados los observan, y (}ue no pueden aprobar
ingleses nos
en nosotros las medidas que á ellos los indugeron al funesto
cisma, de que tan aprisa se van apartando cuantos entre
ellos juzgan de las cosas con justicia : ni suceda que la Es-
paña empiece á ser cismática , cuando la Inglaterra se es-
i2
fuerza ya á no serlo. Mas cortemos estas reflexiones, y vol-
vamos á las del señor Arguelles.
Después de sentar el principio que acabo de impugnar,
se propone sostener la memoria del ministro de hacienda,
que la comisión de Cortes habia tan justamente reprobado
en la parte que gravaba á los partícipes de diezmos, y pa-
ra ello recurre á que la doctrina económica está perfecta-
mente entendida en la memoria del ministro.
En ella se dice entre otras cosas, "que los desembolsos
jjsigan la razón directa de lo que cada uno se expone á per-
jjdcr en esta guerra, y del riesgo mayor ó menor que se
«corra. Entre nosotros ^quién corre mas peligro, quién pue—
«de ser mas perjudicado, si somos vencidos, que la clase
«eclesiástica ? Dígalo el enemigo por mí. Luego no puede ha-
«ber exceso en el sacrificio, cuando de reusarle se aventu-
«ra todo,"
¿Qué tal? Cuando al señor Arguelles le faltasen otros
méritos , no
¿este solo silogismillo es mas que sobrado para
que lo declaremos regenerador de la Espafía ? Vamos cali-
íicándolo.
£1 ministro de hacienda habia establecido por principio
para el repartimiento de las contribuciones el mismo que
cita el señor Arguelles. El ministro de hacienda llamó á este
su principio un principio de eterna verdad. La comisión de
hacienda echó de ver sin mucho trabajo que cste principio lo
era de eterna iniquidad, y por eso lo abandonó. Correspon-
día pues al señor Arguelles sostener la eterna verdad de este
principio. Debió haber recurrido á su pacto social , y decir
que cuando los hombres nos juntamos a hacerlo, yo que era
v. gr. un pobre eclesiástico dige: en suposición de que todos
somos un solo cuerpo, y debemos prestarnos mutuo auxilio,
cuando cualquiera de nosotros peligre, me convengo en que
si un picaro de afuera viene á robarme, rae roben VV. pri-
ro les dice es que están exentos del trabajo en muy lindos tér-
:
conforme con su espíritu , mucho mas bien que todos sus pas-
tores y doctores. Tenemos en fin un plan de reducir los po-
bres. Si el señor Arguelles en vez de los libros que la santa
Iglesia le tenia prohibidos por pestilentes
, hubiese leído los
que debe leer un católico , ¿ hubiera, propuesto sin entenderlo
la doctrina de Lutero y Calvino ?
Mas vengamos á la economía del proyecto. Esta dice
que consiste en repartir aquel sobrante , de manera que el que
fuere pobre , deje de serlo. Grandemente , señor económico
;
re pobre deje de ser: esto es, que carguemos con él, y lo eche-
mos al rio con una piedra al cuello. Todo lo demás es ton-
tería. Y ii es tontería que tantos miles basten á que dismi-
nuya el número de pobres , 2 no lo será y mayor que los
muchos menos miles que V. da al señor Arzobispo , basten
para su plan , y mas cuando crece diariamente este número?
También está V. peregrino en la explicación que da á
su renta , cuando ánade: esto es , no promover de algún mo-
do su necesidad de pedir. ¿Qué quiere decir esto? porque yo
no lo entiendo. Ya sé que en dándole mucho, se le acabará
esta necesidad -á aquel á quien se le dé , aunque tengamo»
que echar al rio á los otros pero que dando á cada uno lo
;
24
lies sobre la contribución de los diezmos , en que me he di-
latado como está V. viendo ; no con, el designio de rejnediar
el daño que remedió la piedad y justicia del Congreso sino
con el de convencer que en las Cortes se combare por al-
gunos el edificio de la religión, y el peligro en que están
de decretar y resolver lo que no quieren , ú se fian de los
sofismas de este supuesto sabio, á quien veo que no le fal-
tan compaiieros. Los malos libros de donde sacan su doctri-
na, son en la España por fortuna nuestra comunmente des-
conocidos 5 pero debemos temer que el sumo artificio que en
aquellos libros se emplea, y la poca experiencia que tene-
mos de sus malignas miras , nos hagan tragar gato por lie-
bre ; y en vez de máximas dignas de la religión y sabidu-
ría española ,
principios pestilentes envueltos entre los re-
lumbrones de la charlatanería francesa. Dios nos libre de que
nos acechen. La buena fé en se^nejante caso ,es nuestro:' mas
temible enemigo. La buena fé , por no decir otra cosa , ha
hecho que nuestros anteriores gobiernos pensando ilustrar á
la nación, diesen boga á las infinitas novedades que en materia
de filosofía, de derecho, de disciplina eclesiástica, &c. nos
han traído los franceses. La buena fé, que comenzásemos á
admirar á los que promovían estas novedades , y creyésemos
que en ellas se encerraba algún bien. La buena íé , ó por
mejor decir, la poca gana de reflexionar , que no nos toma--
semos el trabajo de examinar las cosas á fondo para descu-
brir, como debíamos, que no era otra cosa que veneno lo que
se nos daba á beber en vasos de oro. Cese pues ya. esta bue-
na fé, que insensiblemente nos ha conducido casi á no ser
cristianos , y á no conservar de honor, de probidad y de sa-
biduría mas que los vanos nombres que importunamente re-
petimos, y que por lo común aplicamos á todo lo contrario
de lo que ellos deben significar. Séanos abominable todo lo
que huela á francés, aunque á primera, vista parezca lo mejor
del mundo. Miremos como enemigos decididos de Dios y de los
hombres á todos los que veamos filosofar á la francesa; y
tanto mas desconfiemos de ellos, cuanto mas talento les. des-
cubramos, y con mas brillantez se nos^ expliquen. Ambas
cosas parece tener el señor Arguelles : digo .parece , por-
que yo no hallo mas que perspectivas en sus discursos,.
:
y ^
de él lo que el general Doumorier diecj
^ ;,e
en sus memorias, á saber; que nadie hizo tanto daiio á la
Ft a su primer congreso, como los grandes talentos
d. )jau, Pethion, Condorcet y demás metarisicos. Lo
mismo es capaz de. hacer entre nosotros el señor. ¡Arguelles:
lo están haciendo el y sus semejantes. Establecen por
pi lo que les acomoda:
^ , desdichados de nosotros si no
;
2^
En efecto, ¿qué ha querido y qué ha ínrentado la na-
ción cuando á su nombre se han congregado las Cortes? Con-
servar su religión , vencer á sus enemigos, redimir á su Rey;
en una palabra, recobrar su libertad é independencia. Este
pues era , y este en todo sentido debia ser el primero , el
principal y el único cuidado de sus representantes. Logra-
dos estos objetos , está bien que se dedicasen á otros ; pero
ínterin no se logran, son responsables los representantes á
Dios, y á los hombres del tiempo que roban á las Cortes dis—
trayendo su atención á otros asuntos. Es una traición con-J
tra la patria, es un robo sacrilego, es hacer la causa del ti-
rano indirectamente. Y bien: ¿están ya logrados los grandes
objetos que ha hecho necesaria la convocación de las Cortes?
2 Hay esperanzas próximas de lograrlos? ¿Están ya tomadas
todas las medidas? Si ni se han logrado, ni las esperanzas
son mas que vagas, ni las medidas suficientes, es una trai-
ción contra la patria la de los que dejando expuesta su sa-
lud, no tratan únicamente de ella. Ve V. aqui el univer-
sal sentimiento de cuantos entre nosotros creen en el PadrfrJ
en el' Hijo y en el Espíritu Santo, y desean: no ser fran-
ceses. Es imposible que V. no haya oido mil veces estas
quejas. - •
cho pues que salgan de huida luego que las balas empiezan
á silvarles? Para que no lo hiciesen sería necesario persua-
dirlos , ó á que después de la muerte ya se acabo todo, como
se persuaden los señores franceses filósofos ; ó á que van á
t. iciiar á París, como hacen creer estos señores al vulgo
Uj iu tropa. ¿ Y que remedio se le ha puesto á este daño ?
i Dónde están las misiones castrenses , tan famosas otras ve-
ces en nuestra E>paña? ¿Dónde los que van á enseñar al
soldado , que la muerte en esta coyuntura es el camino mas
expedito para la gloria del martirio? ¿ Dónde al menos las
I
> que atajen los desórdenes, ó los confesores á
ij^.ww, j;v4^dan recurrir después de cometidos? Muchos años
ha que las capellanías de regimientos son frecuentemente el
empleo de eclesiásticos insignificantes por no decir otra cosa.
j Donde están las providencias para que en esto se ponga el
remedio que necesitamos ?
A Dios rogmdo y Qon el mazo dando. Hasta ahora no *e
30
lia rogado mucho á Dios: veamos si se ha dado mucho con
el mazo. Se entregó en su tiempo Tortosa por traición: se
entregó Olivencia y Badajoz , yo no sé si por traición ó sin
ella: fue batido el egército de Murcia; fue dispersado el de
Extremadura: se derramó sin fruto mucha sangre en Chi-
clana: vino á Huelva una expedición á surtir á los france-
ses, de caballos j hemos en fin dado yo no sé qué otros pa-
sos , y todos nos han salido torcidos. Ya. hay sobrado tiem-
po para haber conocido el carácter , la aptitud y las faltas
de los que se emplean. Digo que hay ya sobrado tiempo: ó
si no , ahí está la libertad de imprenta que se llevó dos me-
I Pero
sabe V. lo que mas me aflige y apura? Que según
muchas expresiones que al descuido y con cuidado se les han
caido de los labios al señor Arguelles y á sus compañeros ca
el modo de pensar, y de que veo salpicados casi todos sus
TO.M. 1. 5
34
que tanto nos vocean la felicidad , libertad , igualdad y de-
más derechos? ¿Qué de bienes no han resultado á la socie-
dad de la aplicación , que en beneficio de ios hombres han
hecho de ellos infinitos héroes cristianos de todas clases, se-
xos y condiciones ? ^ Y por qué nuestros nuevos redentores
no han tomado este camino tan trillado y acreditado , y
tantean otros ó desusados ó funestos ? A mí me parece que
san Pablo lo ha dicho , cuando dijo á los de 1 esalónica Eo :
No es fácil que V.
persuada á qué grado tan. attQ(
se
llegan el respeto y veneración que profe>>o á las Cortes. Es-
toy plenamente convencido de que no puede lograrle la fen-
licidad general sin sujetarse al orden ; que «1 urden consis>-
te precij.umente en la sujeción y obediencia al legitimo go-
bierno j y que el legítimo gobierno no es ni puede ser otro
que las Cortes en las actuales circunstancias. Pero conceptum
sermonem ¡enere quis poterit^. No puedo prohibirme manifes-
tar a V". coníidencialmente
y como amigo, en confirmación
del argumento que me he propuesto, la idea que lie coucc-
40
bido del primordial y plausible decreto de las Cortes en
el 24- de septiembre sobre la división de los poderes. A
pesar
de la deferencia que deseo tener,
y efectivamente tengo á ro-
das sus decisiones, no me es posible, por mas que quiero,
con-
vencerme á que , asi como acertaron en la separación de los
poderes , hayan acertado en el modo con que la han verifi-
cado. Oiga V". mi modo de pensar.
Sq desprendieron las Cortes, como debian , del poder
egecutivo , y lo depositaron en una Regencia compuesta de
tres individuos que merecieron la confianza de las Cortes.
Desde este punto era preciso que el Congreso se desenten-
diese de cuantos asuntos , negocios y casos pertenecen á
aquella. autoridad, y se prohibiera toda discusión agena del
poder legislativo que se habia reservado , y perteneciente á
las atribuciones de la Regencia que también habia de que-
,
dar franca y desembarazada para la expedición de los ne-
gocios que la comperian. Debia pues no distraérsele ni per-
turbársele en alguna otra cosa. Lea V. los diarios de Cor-
tes, y verá que se ha hecho todo lo contrario. Si los tres
Regentes fuesen de bronce, y ''ni durmiesen, ni comiesen, ni
descansasen, no podrian bastar ni con mucho para el des-
empeño de su extensísima é importantísima comisión. Pero
en las Cortes se suscitan cuestiones sobre cuestiones , se tra-
tan negocios sobre negocios , y se ventilan casos sobre ca-
sos , para que la Regencia no baste, aunque trabaje dia
y
noche, á tanto informe como se le pide, y á tanta quisico-
sa como se le encarga. Informe la Regencia. Dio. cuenta la Re-
gencia. Oiga la Regencia á este interesado. Ni diez Regencias
bastan para tanto como la envían y. la piden las Corres,
empeñadas en asuntos que no les pertenecen., y que sonvjppo^
píos del poder egecutivo. Se me representan al perro del
hortelajao.,.que se echaba en el pienso de la burra , y
ni co-
mía él,íni; dejaba que laburra comiese. Y. en; 'este conflicto
¿<jué es lo. que la Regencia se vé obligada á hacer ? Lo que
está haciendo llamar en su auxilio á los que por sus mu-
:
mas á V.
Vi lagaceta que trajo el parle del castillo de San Fer-
nando ,
que comenzaba Gloria á Dios. Me han dicho -que
:
43
al Jar parte en las Corres de este suceso , resonó en ellas el
eco de aquella voz. Padres de la patria, dcfen^jorcs bUSOs, luce
est v/íi, ambtUate in ea. Sin Dios no tendremos nías que á nos-
otros mismos, que somos un saco de ignorancia y m¡>ciia:
con Dios tendremos la victoria, la paz, el acierto, toda* las
cosas ; porque
él y no otro es el autor de todo.
que hace valer á sus ojos estas razones que en la realidad son
,
nulas ^ me
resuelvo á desentendcrme de ellas ^ y á obrar contra
su voluntad. La Carta convence hasta la evidencia la santidad,
utilidad^ aun fiecesidad fiel tribunal de la Inquisición para njao-
4«
tener ilesa nuestra creencia sin mezcla de error , y para conser-
var se(fura la tranquilidad pública impidiendo la sedición: es pues
evidente que interesa sobrenumera publicar este excelente discur»
so y en que se descubre el importante principio y santo fin de la
erección de este establecimiento^ y se reducen á polvo cuantas
sofisterías han disparado contra el los infames filósofos de nues-
tros dias. Sin el preservativo de la sólida y piadosa doctrina que
tan abundantemente vierte el autor, podrían ser inficionados mis
.compatriotas con veneno que astutamente introducen estas pon-
el
ritu Satito.
Afianzado á este principio, nada me ofrece que temer la.
vas que adquiere todo hombre, y que apenas abre Ioí» ojos
empiezan á enstñarlc los cielos que enarraat gloriam Dei , y
las criaturas todas , por medio de las cuales invisibilia Dei
iruelUcta conspicíuntur , sempiterna quoque virtusejuSf et mo'
jestas.Desde luego pues que comenzamos á usar de nuestro
entendimiento , tropezamos en todas partes con la im.igen
de esta Divinidad omnipotente , Padre y autor del hombre y
de todo lo que sirve al hombre, á quien el hombre debe to-
do lo que es , todo lo que posee y espera; y en qj'jn todos
nosotros vivimus^ et movemur^ et sumas, sicut et quídam ves-
trorum Poetarum d¡x¿runt. Y á esta persuasión de que no
puede desentenderse nuestro entendimiento, se sigue natu-
ralmente en la voluntad la inclinación á respetar , amar y
honrar según todos sus alcances á este Autor soberano de
su ser , y á este omnipotente bienhechor que el entendimien-
to le presenta ; y por una consecuencia necesaria no puede
menos que horrorizarse á presencia de cualquier desacato
que vé cometer contra este Dios, y encenderse en deseos de
venganza contra el secrilego que ha tenido valor para blas-
femarlo y ultrajarlo. Mucliisimo menos es lo que la razón
nos hace conocer , y el corazón se debe interesar á favor
de nuestros padres carnales; y con todo eso no hay hom-
bre que no se inflame cuando vé que á su padre se le in-
sulta , y que si puede no trate de vengarse. Tiene V. pues
ya aqui anteriormente á toda ley un tribunal dj Inquisición,
si puedo explicarme asi, erigido en el interior de cada hom-
Ai; '
IV mas que la busquen los se-
cscapi.oiia por
ñores 1 .enenseñó su salmista Lucrecio
lo quw" Ici
tum diaboli ;
pero que he observado es, qie cuauío inas
lo
óí
bien erapleailo can que pongamos en claro la verdad.
tal
k
62
"No hay en efecto en todas las relaciones sociales , y en
»>la correspondencia entre el objeto de la sociedad humana,
«y entre los medios que la naturaleza ha ido facilitando....
«para realizar aquel, la mas pequeña indicación de que el
»p¿nsamiento debiese sufrir la mas pequeña restricción." Si-
gue luego inculcando que verdad es último término de las
la
investigaciones humanas
que no está reñida ni con la reli-
:
sumo bien de los hombres, ¿en qué filosofía cabe que el pa-
dre no esté obligado á procurarlo desde luego á su hijo, y
69
el gobierno á velar sobre esta obligación de los padres ?
Es el caso , replican , que todas esas ideas que Jos cató-
licos suponen , no son ran ciertas como ellos pretenden: que
el hombre puedj salvarse fuera de la religión católica: que
basta con la natural para que desempeñe cuanto debe á su
naturaleza ; y que en reconociendo á un Dios criador de to-^
do lo qui vemos, y en siendo jaJío y bencfico con sus seme-
jantes, ya tijne llenas todas las obligaciones de hombre, aun-
que en lo demás se determine por aquella secta que mejor le
agradare. Asi Rousseau después de Socino, y asi los filóso-
fos áz moda después de Rousseau.
Démoselo todo por ahora , y resultará de aqui la iniqui-'
dad de su pretensión , y la contradicción en que ella los en-
vuelve. Si en creyendo un Dios y obrando el bien, tenemos
ya todo lo que debemos en materia de religión , ¿ por que
no será licito al padre, y al gobierno velar en que el hijo
y el subdito desde el primer momento crea en Dios, y apren-
da á obrar el bien? Y si en cualquiera de las sectas en que
estas dos cosas se enseñan , se verifica la religión del hombre,
¿qué inconveniente hay en que en cada pais sea educado el
niño desde luego conforme á los rudimentos de la secta? ¿Ni
qué necesidad de darle tiempo para que escoja , cuando en la
elección nada se interesa de importancia , y en dilatarla nos
exponemos á que el niño muera antes de hacerlo, y por con-
siguiente sin religión ?
de la educación. =
Me alegro de ia noticia mas dígame \\ :
¿•'
vino ia malicia al primero que educó mal? No
d ;.eza, porque ella es buena a po^ta: no de la
educación, porque suponemos que él no ia tuvo mala ; y si
acaso la tuvo ¿de dónde le vino al que se la dió^ siendo asi
72
que á todos los produjo buenos la tal naturaleza? Sin duda
que tenemos aquí otro misterio ; y con este van tres. Pre-
gunto otra vez, ¿ y qué juicio forma V. del fin del hombre?
V. parece que no ha respondido acerca de esto, ó al menos
yo no me acuerdo si acaso ha respondido; pero sé lo que
á su nombre me ensena su discípulo el de la triple alianza^
que por cierto no es el primero que en este mundo lo res-
ponde , á saber ; ex nihilo nati sumus , et post hoc erimus tan-
quam si non fuerimiis ; quoniam fumus flatus est in naribus nos-
tris^ et serino scintilla ad commovendum cor nostrum ^ qua ex-
fineta y cinis erit corpas nostriim ^ et spiritus diffundetur quasí
mollis aer , y otras muchísimas cosas que se siguen
en el ca-
pítulo '2° del libro de la digno de que V. y sus
Sabiduría ,
TOM. 1. iO
74
todas sus protestas quieren calificar de usurpaciones violen-
tas y rapiñas injuriosas: para no cansarme, se meten hasta
con Jas personas , que sacan no}nwatitn i la pública vergüen-
za, como si estuviesen constituidos jueces de vivos y de muer-
tos , sin que nos atrevamos á meternos con ellos , en la se-
guridad en que estamos de que á nuestras razones han de
responder con personalidades , sarcasmos y calumnias. He
aqui otro misterio , el de cómo pueda conseguirse la unión,
que sola ha de salvarnos , y que ellos tanto nos predican,
con este sistema y manejo. Ellos no nos lo dicen; pero to-
da Ja nación grita del modo menos equívoco , que entre las
cosas por que ha tomado las armas y sufrido tantos traba-
jos , la primera es la religión. En este concepto , un diputa-
do eclesiástico perora en las Cortes, á fin de que tratemos
de emplear contra el enemigo el poderoso medio de aplacar
á Dios ; y cate V. aqui que nuestros filósofos salen diciendo,
que hizo un- discurso piadoso con letra bastardilla, y luego le
aplican aquel maligno sarcasmo , sobre que tantos debates se
suscitaron en las Cortes , y por cuya delación estuvo muy á
pique de ser enviado á Filipinas el buen hombre , que creyó
hacia algo por la religión en delatarlo. Movido de la misma
persuasión insta otro diputado porque se hagan rogativas por
el gobierno para aplacar al cielo. Que se hagan, si se quie-
Segunda verdad. Entre las cosas que Dios sabe , debe ha-
ber muchas que nosotros no podemos comprender. La prue^
ba es sensible: el entendimiento de Dios no tiene limites: el
nuestro es limitado; deberán pues caber y entrar en aquel
muchísimas cosas que no quepan en la estrechez de este ; ó
si estos seiíores no gustan de metafísicas quieren expe-
, y
riencias , arguyamos así el entendimiento de los hombres es
:
en todos ellos de una misma especie , y con todo eso hay co-
sas que unos entienden, y otros no entenderán ni á maza-
zos. Por egemplo que no es el sol el que voltea al rededor
;
^ran maestro san Pablo, quid mihi de iis ^ qui foris suntl
í; Otra cosa es de aquellos que están ó estuvieron dentro,
porque entraron por la puerta del bautismo. Su autoridad
sobre estos es la misma que la de una madre sobre un hijo
revoltoso y díscolo , y la de un príncipe legítimo sobre un
subdito rebelde y refractario, Y con todo eso todavía no usa
con este rebelde de toda la autoridad de príncipe, sino muchas
veces de toda la indulgencia de madre. Sucede que por una
desgracia prevalezca la heregía en alguna provincia , y los
hijos beban el veneno de la mala doctrina con que los cria-
ron sus seducidos padres. Ya la Iglesia muda de conducta con
estos desgraciados , y de excomulgados no tolerados que eran,
los trata como á tolerados-, y lejos de reclamar, como pu-
diera , la fuerza del gobierno civil para obligarlos á estar ¿
su promesa, intercede frecuentemente por ellos á fin de que
no sean molestados, ni se empleen otros medios que los de la
85
mansedumbre y dulzura para desengañarlos y reducirlos. Es-
te lia iido, es y será siempre el eipiritu de la iglesia para
con todos aquellos errantes , en cuyo error cabe alguna dis-
culpa; y si alguna vez la conducta que ella ha adopíado y
hecho adoptar á sus príncipes ha sido otra, no ha dimana-
do esto de que se haya desmentido del espíritu de manse-'
dumbre y misericordia que la caracteriza, sino de que los
errantes han abusado de esta su indulgencia para turbar el
reposo de sus hijos y la seguridad de la república. Reniego
de mi falta de libros, y aun de mi memoria. Si yo contara
con estos auxilios, demostraría hasta la ultima evidencia, que
la Iglesia fue siempre constante en el espíritu y máximas d^
su disciplina , en orden á la conducta que observó con los
hereges , tegicndo un difuso catálogo de decretos de Conci-r
hos y autoridades de Padres , especialmente de los santos^
Aguitin, Ambrosio y Bernardo, que llevan hasta el último
grado de luz esta verdad. Pero ya que no puedo hacerlo , re-
mito á V. al citado Páramo, á Macanaz, defensa crítica da
la Inquisición^ y á varias cartas de las que escribió contra el
Obispo francés Gregoire el presbítero don Lorenzo Astengo.
¿Contra quiénes pues está establecido, y sobre quienes
descarga sus golpes el tribunal santo de la fe? Yo se lo
diré á los filósofos, pues afectan tanto ignorarlo. Contra los
que habiendo profesado la fé católica , apostatan vilmente
de esta divina profesión , y contra los que habiendo aposta-
tado, sirven de ganchos é instrumentos para que otros tam-
bién apostaten. Estos son los únicos reos que este tribunal
castiga, y este el único delito que sus castigos vengan. Di-
gan los filósofos, si pueden, alguna cosa de substancia con-
tra esto. Aleguen algo que merezca graduarse de alegato.
Citarán la ignorancia y la falta de luz para conocer las ver-
dades de nuestra creencia. Mas si con esta excepción nos
quieren decir, que ignoraban que en nuestra creencia se conte-
nían estas verdades, como este hecho tenga algo de verosí-
mil, todo el castigo se reducirá á que lo sepan, y estamos
fuera de la cuestión. Pero si lo que nos alegan es su depra-
vada resolución de no creer sino lo que ven , ya los tiene V".
apóstatas de la fé , cuya esencia consiste en creer lo que no
vemos; contrarios á la eterna verdad de Dios, de quien no
quieren fiarse , y á quien quieren sujetar á su propio juicio;
86
y gravemente injuriosos á su santa madre la Iglesia, de quien
suponen que les puede enseñar disparates. Olvídense los se-
ñores filósofos de que lo son, y juzguen de este delito como
juzgarian si no lo fuesen.
Pero, ¿y la propia persuasión?
¿ y
la conciencia? ¡Vál-
galos Dios por sabios y por concienzudos! La propia per-
suasión es falsa , porque no hay ciencia contra Dios la pro-
:
ra les digo yo: ¿cuál de estos dos partidos les acomoda á VV.
mas? ¿el de reservar para sí su persuasión y su conciencia,
ó el de manifestarla como hacen á diestro y á siniestro ? Si
me dicen que lo primero, yo les prometo que de tejas abajo
nadie les molestará ; porque de interioribus non judicat Eccle^
sia: y así pueden ser judíos, musulmanes , ateístas, ó lo que
les dé gana, sin miedo alguno de la Inquisición j pero si es-
cogen el segundo partido, y no contentos con abrazar la que
ellos tienen por verdad , se empeñan en predicarla , ¿ cómo
unos hombres tan sabios como ellos no cuentan con que,
pues se meten á redentores, deben venir á parar en ser cru-
cificados? Lo fue Cristo, lo fueron sus Apóstoles, ó si se
desdeñan de estos egemplos, lo fue Sócrates, lo fue Prisci-
liano, lo fue Miguel Servet , lo fueron casi todos los que sa-
lieron enseñando una doctrina nueva. ¿ Por qué pues quieren
ellos hacer nuevo mundo, y gozar de un privilegio que nin-
guno ó muy raro ha podido gozar? Prediquen pues, si asi
les parece, su doctrina; pero no extrañen que para esta cla-
TOM. I. 13
98
no sé si cite también á nuestros con su soberanía
filósofos
del pueblo, como ellos lay no sé qué otras co—
enrienden ,
¡
De ijué modo diferente se ha pensado y obrado en
t;in
, ^ -^ eit
imago D¿i.
Me que he respondido á cuantos argumentos sue-
p.trece
len oponer nuestros filójofos , tomados de la lií^ertad. ie.nií-
Jame V. ahora que haga algunas reflexiones acerca de la Úf
bertad que tanto nos cacarean nuestros filósofos. Desde que
ellos empezaron a cacarearla , no pude menos que creer que
su cacareo era una manifiesta fullería , en fuerza de que
cuantas veces la habia ieido igualmente cacareada en vanas
épocas de Ja historia, otras tantas tenia observado que cuan-
to mas se repetia este nombre, tanto menos se verificaba lo
que significa, y tanto mas dura era la esclavitud y miseria
que se procuraba. Confirmó y confirma este juicio el acceso
de locura en que hemos visto , y estamos viendo á la Fran-
cia. £1 tema de esta locura fue la libertad, que sus fílo::>ofoa
le entonaban,
y que: ellos cantaron grandemente , hasta ato-
londrar los oidos de todas cuatro partes del mundo. Mas de
este tema no hubo otra realidad que la que el desbarato de
Ja imaginación , y la perturbación del juicio presenta á los
otros locos, de que son de vidrio , ó son
^ ú el Dios Neptwio
otros iguales temas. Acababa de sancionarse en
asamblea la
nacional la absoluta libertad de todo francés. Salieron unas
monjas diciéndole: Señor, si todo francés es libre, nosotras
que somos francesas , queremos , en uso de nuestra libertad,
continuar en el estado á que nos hemos solemnemente dedi-
cado. Al orden del dia fue la respuesta del señor no sé si Mi-
rabeau , si Perbion , ó si algún otro de los grandes hombres
que la familia del Conciso nos cita; y las monjas, á pesar de
estar declaradas libres , fueron arrojadas de su convento. Se
declaró de opinar en punto de religión y de po-
la libertad
lítica , declarando igualmente por religión dominante la ca-
tólica , por gobierno de la nación el monárquico,
y por tem-
peramento el de la constitución. A los seis meses ya no ha-
bia en el pueblo libre para opinar quien se atreviese á ha-
,
i03
I4cKeii4$.4e su obra. £1 tal Mecenas dio coa la obra al tra^
I(és^y4.que uo. era tiempo todavía de hacer otro tanto con
su autor. £1 miwno magittrado escribió cierta obrita muy á
propu>i{o para ios fines de nuestros filósolos , y como tal
muy celebrada de lodos ellos. Fray Tomás Mamacbi, Maes*
tro del Sacro I' , trabajaba al mismo tiempo en Roma
no obra
sé ijué . a ,á ios derechos de la Iglesia, contra
. .
los tribunales
y juzgados de imprenta ,.p:ira que sir^ _ - .
ta retractación.
Hasta aquellos tiempos habia sido libre en todos los pai-
ses católicos predicar contra
comedias. Por aquellos tiem-.
las
pos bajó un decreta del gobierno, prohibiendo á los prcu.-
cadores que lo hiciesen ; y yo he visto un escrito fílosulit^Oj
Í04
(español se supone) que anima al gobierno á que contenga
al predicadof que se tome la libertad de hacerlo. Omito otros
muchísimos hechos de aquella época j y de las que se le si-
guieron 5 mas no puedo dejar de citar la supresión que se in-
tentó, y que se consiguió por no sé cuanto tiempo, de la
constitución dogmática Auctorem fidéi , dada por Pió VI
contra el sínodo de Pistoya, cuya memoria tenemos tan
reciente.
Acerquémonos ya á los dias de la libertad de la impren-
ta. Antes que se tratase de ella, quiero decir , antes que se
empezase á promover delante de la Junta Central, la vimos
usurpada por un millón de españoles católicos, patriotas, sa-
bios, juiciosos, y tan desinteresados, que ni aun quisieron
darse á conocer j pero usurpada con toda la moderación y
justicia, en que la tenían las mas sabias y atinadas leyes.
Mas se empegó á tratar de ella: fueron pareciendo los pa-
pelitos de sus promotores , que metieron poco á poco y mu-
cho á mucho el cisma ; y ve V. aqui que la mayor parte de
los buenos escritores callaron. Llegó la hora en que se ma-
duró el proyecto , y quedó sancionado , aunque no como se
quería , como bastaba al menos y ya me tiene V. al que
:
(
que lo dudo ) , no pueden menos que ser ellos los primeros
en conocer , que todos sus argumentos son meros sofismas y
paralogismos indignos de un muchacho que lleve seis meses
de estudios. Resulta pues que si Dios y las Cortes no lo re-
median á su debido tiempo, los predicadores de la libertad
nos pondrán en una esclavitud , igual á la que sucesivamen-
te ha experimentado la Francia desde Mirabeau hasta Na-
poleón. Baste de digresión y de libertad , y volvamos á las
objeciones que se han hecho y hacen contra el tribunal de la
Inquisición.
107
Con<>i>tc la segunda en que su erección fue, y su per-
manencia es uñ agravio de la autoridad de los señores
r ,,
que por diviua insíituciou soi^ jueces natos en nia-
i. .:le. La amplían cuanto pueden los jansenista» ius
aurores, cuyo sistema es, cuando se trata del Papa, ele-
var hasta el cielo la autoridad de los Obispos : cuando de
Jos Ooispos , igualar con ellos á los pastores , como ellos les
al que resulte reo , sus leyes son los cañones que sanciona-
ron los 03Í>pos; saben de consiguiente , que el tribunal no
408
esmas que un celador de sus definiciones , y un egecutor de
sus leyes.
Saben los Obispos que perteneciéndoles lo que correspon-
de al derecho , pudieran reclamar también el juicio de ios
hechos; pero saben al mismo tiempo que el tribunal lia te-
nido siempre la moderación de mirar sus facultades como
delegadas , no obstante que el derecho canónico llama ya or-
dinarias á las de los vicarios de los Obispos , cuya autoridad
ni ha sido , ni puede ser mas que una emanación de la suya:
saben que el tribunal lejos de pensar en despojarlos de este
conocimiento , los llama también , y recibe al que el Obispo
tiene á bien conferir el título de Inquisidor ordinario; y sa-
ben últimamente que en la Espaíia es ya una costumbre
inalterable que el Inquisidor general sea uno de los señores
Obispos.
Saben estos también que no ha sido una arbitrariedad,
sino un efecto del mas maduro consejo , y de la necesidad
mas visible , la institución y conservación del tribunal en la
forma que hoy tiene ,
para que á los hombres depravados
no lesquede la facilidad que antes encontraban , de rebelar-
se contra sus Obispos, despreciar sus juicios y sentencias, le-
vantar partidos contra él, burlarse de su autoridad, y sem-
brar la cizarla en su Iglesia. La autoridad temporal que el
Rey ha depositado en los inquisidores, los libra de estos in-
convenientes , en que se han visto envueltos muchos pobres
Obispos fuera de la España.
Saben úhimamente que la comisión en que el santo tri-
bunal entiende , es la mas odiosa y embarazosa de cuantas
antes estaban á su cuidado. La mas odiosa por la cualidad
de los dehtos de que conoce : delitos mas propios de diablos
que de hombres ; y la mas embarazosa por las dificultades
que siempre ha traido, y siempre trae esta clase de reos y
negocios. La historia de la erección del tribunal en el pie
que hoy tiene , se lo muestra hasta la evidencia. El primer
comisionado por el Rey católico fue el Cardenal de España
Arzobispo de Sevilla. Muy en breve echó de ver este gran
prelado que la comisión requería mas tiempo que el suyo, y
renunció. Fue entonces nombrado primer Inquisidor general
con letras apostólicas el célebre Fr. Tomás de Torquemada.
Qué cara tuviese entonces este empleo, colíjaio V. , de que
Í09
el Torqueraada á poco de haberlo admitido se vio en la ne-
cesidad de tener doce hombres de guardia que le destiaó la
Reyna su confesada , para que defendiesen su persona , y en
Ja de usar antidoros para todos sus alimentos; de que va-
rios de los que él puso por subalternos en las inquisiciones
de provincia, se vieron en frecuentes peligros de morir; co*-
mo sucedió á san Pedro de Arbues , que efectivamente fue
asesinado en la catedral de Zaragoza; últimamente de lo
que las historias de aquel tiempo nos refieren acerca del in-
oreible numero de apóstatas que infestaban la España, del
mucho partido y poder que en ella tenian, y de las muchas
inquietudes que suscitaron. Muerto Torquemada, fue electo
inquisidor general don Fr. Diego Deza, Arzobispo que tam-
bién fue de Sevilla, y que últimamente se vio tan embara-
zado con este pjnoso ministerio, que lo renunció para que
recayese en el Cardenal Ximenez de Cisneros , cuya suma
autoridad y experiencia podia sostenerlo solamente.' Tiene V.
aqui la gran conveniencia que en los principios fue , y aun
añora es en parte, el empleo de inquisidor; y por consiguien-
te el poco juicio con que algunos ciiiimosos quieren pintar al
santo tribunal, como una infracción de los derechos de los
señores Obispos.
Forman el tercer argumento del modo de proceder este
tribunal por inquisición^ exponiendo cuanto aborrecen las le-
yes este modo de proceder; y aqui volvemos á encontrarnos,
no solocon lo» ian>enistas , mas también con nuestros hu-
manísimos filósofos , que de todo se agarran. Mas la m>Iu-
cion es también muy llana y sencilla. Reprueban y castigan
las leyes que se inquiera universalmente contra alguno, tra-
yendo á cuestión todas sus acciones , preguntando al testigo
en general si sabe alaro contra Fulano y abriendo de este modo
la puerta á las calumnias,
y procediendo el juez sin que
preceda infamia , queja , delación , ni cuerpo de delito. Mas
las mismai leyes que prohibjn esta inquisición por punto ge-
neral , la quieren y la mandan para casos particulares. Va
un Obispo á visitar cualquier puebto de su diócesis: los
cá-
nones le m mdau y le autorizan para que mande , bajo de
santa o'xrdiencia, se le delaten los escíndalos y defectos gra-
ves de su* clérigo», sean estos de la clase que sean. Acaba
uu juez el tiempo ás su oíicio , viene tras de él otro de r«^
iíO
sideacia ,
que convida al pueblo á que vaya á quejársele de
todos los agravios. Se encuentra un delito, v. gr. un homi-
cidio, cuyo autor se ignora: están los jueces obligados a in-
•quirir de todo viviente, quién cometió aquella maldad. Hay
sospechas, aunque sean vagas, de que se maquina contra el
príncipe ó contra el Estado: ya es sobrado motivo para que
se proceda á averiguar lo cierto, proponiendo premios, y
estrechando apremios.
Contrayéndonos al santo tribunal , él ni ha inquirido ni
inquiere en general. Sus inquisiciones se limitan á las mate-
rias de religión puramí:nte. El homicidio, el robo, el adul-
terio y otros tales delitos, jamas entran en sus averiguacio-
nes , á no ser que tengan enlace con el error en punto de
fé á que se circunscribe su inspección.
,
&e mete ú novador. Los que emprenden esta carrera son por
lo común personas de mas cuenta, de mas poder y de mas
enlaces y de muchísimas mas intrigas. Baste con observad*
que los que hoy llevan el pendón de la incredulidad, son los
que en el pueblo tienen reputación , merecen concepto , y
cuentan con muchos clientes, prosélitos y amigos. Si pues
4 estos señores se les ha de averiguar la vida y milagros,
es menester poner á cubierto á los pobres que hayan de ser
testigos.
Otra nueva razón hay para esto , y es que como ya
dejo observado , anda Venus liada con la heregta y la fílo-
/
No es razón que aqui perdonemos á nuestros filósofo?,
omiiicado una recoii vención que deben sufrir. Quieren estos
caballeros hacer valer contra el santo tribunal la supresión
del nombre de los delatores en nuestros dias , en que todos
hemos visto suprimidos los nombres de los que delataban por
mostrencas las disfrutado como pro-
posesiones que liabian
pias nuestros padres y abuelos 9 y en que tantos picaros an-
daban averiguando quiénes habian tenido la desgracia de
perder los títulos, quienes los tenian de manera que se pu-
diese alegar contra ellos alguna quisquilla, quien po se ia fin-
ca» sin mas título que la buena fé con que compró, &c. Fi*-
lósv)fo> fueron los que propusieron á Godoy este bendito piant
filósofos algunos dé aquellos á quienes Godoy conieiió su
egecucion ülosofos
: los que lo egecutaron á sangre
y fuego:
filósofos en fin, ó dependientes de que anda-
filósofos, los
ban de oficio en oficio de escribanos , para buscar medios de
incomodar y robar á todo el mundo. Era V". delatado, pe-
dia el nombre del delator y no se. le daba, porque no que-
rían los señores filósofos que se le diera, no fuese que el Rey
(que era la tapadera) perdiese sus derechos. Y estos seño-
res filósofos mientras hacían esto, se estaban evaporando en
refiexiones contra la Inqui')ic¡on, porque no mostraba el nom-
bre de los delatores. He visto en estos dias en un Conciso^
que las Cortes han sancionado que ningún español sea juz-
gado sin qtre se le den los nombres de los testigos que han
depuesto contra él. Si ha sido así, y el ánimo de las Cortes
fue comprender á la Inquisición en este decreto general,
bien puede ya el señor Arguelles ahorrarse el trabajo q'ie
ha propuesto tomarse, para librar á la nación del susto _^d«
este tribunal. Sin mas diligencia que esta , vendrá él á aca-
barse , ó á quedar en una mera sombra. Mas sí las Cortes
no tuvieron tal ánimo , como yo creo, y si aquel decreto
fue una de las sorpresas que á mí se me figuran, tiempo es
todavía de poner el remedio, y de dar á los filósofos ese dis-
gusto « en la confianza de que no será disgusto sino para los
filósofos.
Digamos algo sobre la última objeción , fundada en los
muchos fantasmas que desde Francia , Alemania , Holanda y
otros pai^s que no la han admitido no cesan de descubrir-
,
^ ^
ya se 11 ¿I dial y
ve como las borrascas toia» dé dentro de cava, y los cho-
ques de las pisioae» é intereses viíii.n de U filosofía, estan-
do en mano de esta callar, y dejar las co>aa .so egidas , y
no sofiando ella en seuiejanie disparate , alejar la dii»cu:»ioa
424
del tribunal para la calma y es señalarle por época la misma
del ayuno de Calvez^ que siempre, habla de ser mañana. Acu»
de luego á un Concilio tiaciomd , que puede convocar la filo-
sofía ad Kokndai Gradeas. Detras de esto se lamenta de que
por una fatalidad inconcebible se llama ta atención de las Cor"
t¿s. Se queja de que no se haya querido imitar el sabio egem-
Si las ideas ,
saldríamos de Ik di>
rancias valiesen presto
ficultad. Según ellas , aun cuando el Rey sea dctincuenre es
in\ '
porque no existe tribunal sobre la tierra superior
'
.
CARTA III.
tos ; bien que ni por este ni por ninguno de los que le han
precedido ó seguirán, he dado, doy, ni daré cinco reis,
que es la moneda mas chica del paia ; ni creo que Dios me
dejará tanto de su mano que caiga en esta tentación. Digo
pues que acabo de leer el tal Conciso de los diez cuartos,
que en esta tierra hacen medio tostón. ¡Qué precioso! ¡Qué
filosófico! ¡Qué divino! ¡Vaya que no negará la pinta de
sus padres , aunque lo envuelvan entre todos los papeles que
tenia el archivo de Simancas! ¡Qué filosófico, vuelvo á de-
cir! ¡Qué razones tan sólidas! ¡Qué convencimientos tan ir-
resistibles! ¡Qué ideas tan liberalesl ¡Qué estilo tan urbano!
¡Qué! ¡Viva, viva la urbanidad, la buena crianza, la fi-
nura; viva la cortesía! ¿Dónde encontraré yo expresiones,
tropos y figuras para elogiarlo según su mérito? V. no de-
jará de conocer que lo tiene muy señalado entre los que
acostumbran explicarse con el lenguage propio y peculiar de
los filósofos de moda , cuando ponen en movimiento todo el
arte de su crítica mordaz.
Hablemos claro. En lo que he escrito y han querido dar
á luz , en lo que está inédito, y en lo demás que pienso es-
cribir, he dado y habré de dar varias censuras á los errores
y absurdos con que me topo , calificándolos según juzgo de-
ben ser calificados. V. sabe muy bien que ni conozco ni
quiero conocer á sus autores la calificación que de aquellos
:
lla bastante;
y por mucha que V. gaste con aquel extran-
gero, quedará la suficiente para mí, y quizá también para
i 33
otros que á semejanza mia estén en ánimo de gastarla.
Pero si vale algo la humilde advertencia de un filósofo
que apesta á rmjc/o, quisiera yo que V. no volviese á co-
luetcr el yerro que ahora, de cargaí de balas los morteros,
y los cañones de bombas y granadas. No señor : cada cosa
para su cosa. Lo digo , porque V". en su sermón hace un ío-
tum revolutum de varios artículos de la Enciclopedia , que se
estamparon en ella para muy diferentes usos v. gr. las pa-
:
P. D. ¡
Qué persecución Ahora que no estoy para es-
1
CARTA IV.
Í37
tisUnas conwcuenc*a> á que nos llevan estos charlatanes.
Mi caríkrtcr propenso siempre á orcer del niallo menos
r~ '
. me influyo en el princip'o á pensar que no era una
t. malicia la que los anini.iba. La poca edad de mu-
chos, enorme presunción y soberbia de todos, el deseo de
la
nuestros íilósofos
: pecados de que concebia esperanzas po-
drían enmendarse luego que echasen de ver que no toio el
monte era de orégano : quiero decir , que había otros cono-
cimientos y otras luces mas sólidas y puras que las que ellos
habían renido por tales; que los hombres no habían sido ni
eran tan ignorantes como ellos y sus librillos supongan; y lo
que es mas , que los únicos ignorantes eran ellos , por ha-
berse dejado llevar d? sus perniciosos y capciosos librillos.
Mas no señor; no es este su solo pecado. El error ha pasa-
do del entendimiento á la voluntad, y la voluntad ya depra-
vada resiste á la luz que quiere desengañar al entendimiento.
No pueden decir con san Pablo igiiorans feci in incredulitate
mea; porque ya su ignorancia no es de aquellas en que la
falta de voluntad sirve en algún modo de disculpa. Su enfer-
medad es mucho mas grave , porque la depravación de la
voluntad impide las funciones á su entendimiento, como es-
tas hayan de conducirlo á las verdades que ella ya tiene abor-
recidas : twluit intelligere , ut beiie a^ercf
De esta verdad me
una prueba evidente el
suministra
desatinado empeño con que se quiere aun sostener la ilimi-
tada libertad de imprenta mucho mas allá de los justos limi-
tes que le ha prescrípio el Congreso. El cisma que hace
tres siglos añige á la iglesia, perturba la paz , é inunda de
sangre , de errores y de horrores á la Europa , la ha nnra-
do y mira de:>de el triste d'a en que nac'ó , como su un co
y universal apoyo- De consiguiente , cuantos h'jos del cisma
y del error lian sido capaces de escribir , otros tantos han
juzgado como el mas interesante de sus negoe'os sostenerla;
otros tantos, para sostenerla, han apurado cuanto el jenten-
dimiento puede sugerir de verosiiuil y especioso. No es mu-
TOJSi. I. iü
iSS
c!io pues, que esta libertad, tan lavada ahora de cara, tan
disfrazada de moda, y con una carta de dote como la que
se le ha puesto nada menos que de montes de oro , decidie-
se á muchos á enamorarse de ella , y á separarse de aque-
lla otra pobre vieja , á quien la sabiduría de nuestros pa-
dres hab'a siempre querido, y la solidez y pulso de nuestra
legislación adornado de una verdadera riqueza. Tampoco es
admirable que presentada bajo los lisonjeros aspectos en que
sus promotores la han presentado , y mucho mas en unas
circunstancias como eran las en que nos hallábamos , en que
el despotismo nos habia quitado por un hecho la que tenía-
P '
•
^ el ateísmo y el jacobinismo están mas que
,
san *
Porque la naturaleza puede considerarse y
menores.
se ^ d en dos estados: el primero el intenciotial, como
nosotros llamamos , y el segundo el real. De otra manera ítt :
echar mano del- medio que señala Aristóteles contra los que
niegan los principios, salgo por donde puedo. Al pobre de
santo Tomás no le pudo ocurrir que hubiese hombre tan dis-
paratado y tan ciego , que no echase de ver la inmensa des-
igualdad que hay entre hombre y hombre en el actual esta-
do de la naturaleza; y asi no se metió en mover e>ta cues-
tión que reputaba inútil: mas le inspiró Dio> que la movie-
se con relación al estado de la inocencia. Pregunta pues ( i.
p. qujE»t. ÍÍ6 art. 3.) ¿si en aquel estado (estado de orden y
de felicidad) hubiéramos sido iguales los hombres? Y tan le-
jos está en su resolución de los sueños de nuestros filósofos,
que por el contrario juzga tanto mas necesaria la desigual-
dad, cuanto mas decente debía ser el orden. Toda obra de
Dios, dice, es ordenada: qua á Deo ju;íí, ordiuata sunt y :
TOM. 1. 19
<46
el orden en ninguna cosa resplandece mas que en la des-
igualdad ; y cita para comprobarlo la autoridad de san Agus-
tín. Ordo est ^ parium dispariumque reriim^ sua caique loca tri-
huens, dispositio. Después en el discurso del artículo hace ver
la desigualdad , al menos por los siguien-
necesidad de esta
tes Primero, el de los sexos; sin cuya desigual-
capítulos.
dad era impo>ible la propagación: el de las edades, que de
Ja sucesiva generación debía infaliblemente resultar; el de las
virtudes, que dependiendo del libre alvedrio, podrían ser y
serian mayores en unos que en otros: el de las ciencias, que
resultando de la aplicación y de la mas ó menos perfecta
organización del celebro, tendrían en cada uno la desigual-
dad que estas dos causas ocasionasen: últimamente, el del
cuerpo, que compuesto y rodeado de elementos, sería sus-
ceptible de todas las desigualdades que son capaces de cau-
sar la diferencia de alimentos , la diversidad de climas, com-
plexiones &c. Haga V. por leer todo el artículo, que lo ex-
plica todo admirablemente en muy pocas palabras, y echa-
rá de ver que solo sonando pudiera haberse adoptado por
nuestros charlatanes esa desatinada igualdad , en que nos su-
ponen á todos los hombres.
Hablemos de las operaciones á que se dirige todo ser.
2 Cómo estamos enaste punto? ¿Y señaladamente en aquel
por donde el hombre se distingue del asno, del lobo y del
león? ¿Creen los sefiores filósofos que en las especulativas
(ó llámenseles neoréticas según la moda) son iguales los hom-
bres ? Apedrearían cierjamente á quien tuviese el atrevimien-
to de compararse con ellos; aunque yo, por lo que á mí
pertenece, me quejaría hasta delante del gran Sultán, de
quien me hiciese tan atroz agravio. Pues ¿ y en las prácticas?
2 En aquellas quibiis recte vivitiir , et quibus boni JumííJ?¿Son
iguales el virtuoso y el vicioso, el picaro y el hombre de bien?
Si valiese algo para con nuestros filósofos el Evangelio, que
tanto valia para con sus padres , la dificultad estaba resuel-
ta con citar aquello de ibunt hi in vitam ¿sternam; illi autem
in supplicium ¿eternum. ¡Qué desigualdad! Vida eterna y su-
;
ñor ^ no os levantastes contra el Rey por el bien del reino., sino por ba-
ratar otra mejor IgUsia , y por alcanzar de Zamora al Conde de Al"
va de Litta. Si entramos en cuenta con todos los que andan en vues-
tra compañía , hallareis por verdad que os fundastes sobre passion^
y 00 sobre razón , y que no os movió el zelo de la república , sino el
querer cada uno augmentar su casa. D. Pedro Girón quería á Medi-
na Sidonia , el conde de Salvatierra mandar las meriadaites , Fer-
nando de Avalos vengar su injuria , Juan de Padilla ser maestre
de Santiago., D. Pedro Lassun ser único en Toledo., Quintanilla man-
dar a Medina., D. Ferdinando de Ulloa echar á su hermano de Toro^
JD". Pedro Pímenttl alz.arse con Salamanca., el abad de Compluío
ser
obispo de Zamora , */ licenciado Bernardina servidor en f^alladolid^
Jiamir Auñez apoderarse de Lton , y Carlos de Arellauo juntar á
Soria con Vorobia.^i Letra de Guoaia al obis^io de Za*uora 1). Aa-
i50
congeturas y sospechas. A él le dio en la nariz que el Obispo
de Z uñara qusria ser Arzobispo de Toledo ; pues Arzobispo
de Toledo mi>ino por su propia autoridad , sirvién-
se hizo él
dole de bulas espadas y escopetas de sus secuaces. No me
las
acordado caballero.
^También señora , os levantan que tenéis una esclava lora ó loca^
,
desaconsejada señora.
Nadie mejor que Guevara puede asegurar la verdad de estos he^
chos., y ninguno como cí merece el asenso , por testigo ocular., por lo
internado que estuvo en el negocio; cujus pars magna fuit , por el
interés que ambos partidos tuvieron en ganarlo., por el desinterés é
imparcialidad que en todo mostró , por los peligros á que se expuso,
por la libertad que siempre manifestó , por la pureza de sus inten-
ciones sobre que ninguno ha dudado , y últimamente por la mucha
sabiduría y vastísima instrucción que nadie puede negarle , y todos
debemos envidiarle , tanto en las ciencias eclesiásticas , como en la
erudición y literatura profana.
iU
es la carta del mismo Guevara dirigida á don Pedro Girón,
á quien él separó d¿ los comuneros , á quien el gobierno
desterró á Oran por la culpa que con ellos contrajo, y á
quien trata de consolar y divertir con cuantas razones pue-
den prestar la filosofía, la amistad y la sangre, y con
cuantos chistes le sugirió la amena fecundidad de su genio.
Habíale dicho antes que el bien común que todos ellos pro-
clamaban , no era mas que pretexto , y que la verdadera
causa que lo animaba á él, era el ducado de Medina Sido-
nia; y ahora le dice reconviniéndole: "Si in Mediiiae Sido-
jinii Ducatum legitima libi fuit actio , multo ct justius , et
Mtutius ad judiéis tribunal quam ad Zamorensem Episcopum
jicausam tuam detulisses ( * )." De aqui se infiere también
que el Obispo de Zamora , que fue el Papa de los comune-
ros , á pesar de la igualdad que les tenia prometida , ó mas
bien con que los cascabeleaba, también proveía ducados y
grandezas.
Estoy muy lejos de Cádiz, y ni conozco ni quiero cono-
cer personalmente á los restauradores de nuestra igualdad;
pero me parece que no será dificil á un buen observador
explicar cuales son las miras que algunos de ellos llevan , si
es que hay alguno que limite á una cosa determinada sus
miras , y no aspire á ser el mandón de España , como se
propuso un cierto personage que ya se murió , y Dios lo
habrá juzgado. El único de quien se sabe algo es el señor
Quintana , que queria sueldo de ministro de Estado , y su-
perintendencia sobre todos los otros ministros: y esto por
ahora , y por el mérito de media docena de proclamas , sin
perjuicio de lo que le corresponda por otro centenar de ellas
que reserva in pectore para ilustrarnos luego que la ocasión
se presente. ¡Lo que es nacer bajo de buena estrella! Aqui
conozco yo á ua pobre hombre que en media hora cuaja
una proclama, y en toda una semana no puede cuajar para
comer un dia. Yo también era capaz de hacer diez carreta—
TOM. I. 20
deje de serlo , por
mas que les desagrade. Estamos pues en
el punto capital de la cuestión, y en uno de los errores
maestros, de donde estos corruptores de toda sociedad sacan
Jos demás errores con que la corrompen. Oi¿a V. á santo To-
más, cuyo artículo, que es el cuarto de la cuestión 96 de la
primera parte, voy á copiarle á la letra con las glosas que se
me ocurran, porque no ricne ni una sílaj^a. siiquiera que no
valga un tesoro. víiw if i •
(
* ) Hominein rationalem ad imaginem suam factum non voluit
-Deus nisi irrationabilibusdominari non hominem homini, sed ho-
:
preguntarnos ¿
que ha
; liecho la pobrecita de la muger pa-
-'-'> f{
(•) Servas in hoc differt h, libero,, quod liber est causa sui:
scrvus jutem ordinatur ad alium. Tune ergo aliquis dominatur
alicui ut serVo ^ quando eum , rui dominatur , ad proprianí titilit.»-
tem aui , scilicet duiuinautis rcícrt.
de medio» de que el hombre sabe valerse para llegar á este
fin, hubiera sido un estorbo de la unidad que constituye la
sociedad , y de la uniformidad que la conserva. ¿ Qué será
ahora después del pecado ? ¿ Y qué será en un estado de tan
profunda corrupción como aquel en que nos hallábamos y
hallamos? Consultemos la experiencia. Perdimos al uno de
quien lo esperamos todo, y caímos en el gobierno de muchos.
Mientras estos muchos tuvieron á la vista á Dupont, Mon-
cey &c. , el miedo de morir ahorcados los reunió ad unum.
Pero desde que Dupont y demás generales franceses fueron
vencidos, multi ad multa. Las juntas provinciales que hasta
allí no liabian tenido otras miras que las de nuestra salvación,
f63
d'encia, á la ob;crvanc'a , y varias otras obligaciones supe-
riores en niJcUo á las de rigorosa justíc'a.
^ssasssss®®
CARTA V.
•** y agosto ai de 1 81 1
M
ItXí amigo muy
en su legitimo valor
estimado: En mi .aiterior del Í6 expuse á
que proclama el
el etertio principio
rV.
mos ahora un paso mas adelante, sirviéndonos de norte el
mismo señor Gordillo, que continuando su discurso, añade:
los hombres. dueños de sí mi unos, con exclusión de toda sub'
.
n Jas orra.s. :
170
Gracias á Dios semurió el borrico:
Gracias á Dios ; no sabes de qué:
Gracias á Dios que reviente tu alma,
Gracias á Dios ó te vengas á pie.
¿. iiíj
'
Mas dejando las invectivas, por mas justas que seati,^^
gamos nuestro discurso. - '
'
i- !/á
No
solamente depende el hombre de Dios en su existeiíti
cía, sino también, para mayor humillación de nuestra so-
berbia, de otra infinidad de causas subalternas que emplea
Dios para su producción y conservación. Depende de la tier-
ra que le sostiene , del alimento que lo repara , del ambien-
te que respira , del mecanismo de su cuerpo sin el cual mu-
riera; en fin de casi todo lo que le rodea, que inmediata-
mente influye en su conservación , ó puede disponerlo para
su destrucción. Tenemos pues
hombre naturalmente de-
al
pendiente por lo que pertenece á su ser.
Otro tarnto le sucede con respecto á la operación. En pri-
mer lugar depende de Dios, que como demuestra santo To^
más ( 1. p. q. 105. art. 5. ) obra en todo agente que obra.
En segundo , por lo que concierne á las operaciones corpo-
rales , depende de los otros cuerpos, que sirven de instru-
mento para estas operaciones; y por lo que toca á las vi-
tales, de la organización indispensable »pará vegetar, sentir,
propagar , &c. En tercero y ultimo , aun en aquellas ope-
raciones que nosotros llamamos inmateriales , y los nuevos
filósofos no sé como llamarán , depende el hombre de la ma-
eria ,
ya que no como de órgano-ó instrumento, al ilienos co-
mo de condición sine qua nony para explicarme en términos
ramplones. Y asi el que carece de un sentido , v. g. la vis-
ta , aunque quiera , no puede formar idea de los colores : el
que tiene perturbado el cerebro, ó habitualmente como los lo-
cos, ó temporalmente como el frenético y el ebrio, discurre
d'jiordenadamente, y no ata ni desata cuando habla. La vo-
luntad también se queda enervada si le faltan los medios, ó
si, aunque existan, le son totalmente difíciles. Con que hasta
en estas operaciones inmateriales depende el hombre natu-
ralmente de la materia , y esto en nuestro sistema , que ad-
mite y cree la existencia de las cosas espirituales. Mucho
mas bien en el de nuestros filósofos del dia, para quienes ntí
--•'.•'- aromos y materia. Es pue«
hay nu5 c '
. falso y
f>ir»i»iii)0 V i^'O de los filósotbs legisladores ,, de
que «/ hornúre €s , independiente por naturaleza. Examinctijof
aouel otro que viene atado con e^te de que es dueño de sí
nmnio»
Aquí hay que rebajar mucho. Para ello recordemos aque-
Ha hermosa ob^crvacioa de san Gregorio. No crean los se-
ñores rilüsoloi» que les cito la autoridad de este padre para
que la respeten. Este sería un disparate en mí tratando con
sus mercedes. Lo cito puramente porque quiero decir con sus
palabras lo que pudiera con las mías. Afirma pues el San-
to que ^el hombre en el existir conviene con las piedras^
»>en el vivir con las plantas, en el sentir con los anima—
»tles, y en ser inteligente con los ángeles." No se me es—
por ahora nada nos importa que los haya ó los deje de ha-
\m solo codo.
"''
En tercero, por lo que respecta al sentido en que co-
municamos con los' brutos, mientras mas filósofos y dueños
de nosotros seamos, mas sujetos estamos á las leyes del do*-
Jor. Yo no he visto un borrico con dolor de muelas , sin em-
bargo de que el borrico no es capaz de filosofar ; pero he
visto á muchos filósofos rabiando de día y de noche con es-
te dolor, y con otros de que no son susceptibles los borricos'.
Ayn mismo, que jamas me he preciado de filósofo, ni de
}'o
filosofíál''^
iéi .itu- río loq ó L.OÓ .a x<j ..
Nos vamos acercando ya á los piíntos en que el hombre
es dueño ', porque en cuarto lugar , aunque lo sea en cierto
modo de sus pasiones , no lo es tan absoluto que dejen éstas
3t mostrairse contra su voluntad , aun cuando no sea mas que
^73
tn su primer moviiirento. Ó si no, dígame V. , amigo mío,
^ un señor Gallego que ^rora de cuando en cuando, y
Yfiuy f .mente en el Congreso, hubiese sido dueño de
rvp'rhi.:. ^olcra , y de acordarse que era clérigo, y no sé
;>..
Í7Í
K voluntad particular. Parece que esto es lo que
>u
4|
c'r, ó lo que dice el *eñor Gordillo por el circun-
loquio contenido en el texto de que tratamos, y que á la le-
t¡ así: "Es fuera de duda que iguales los hombres /)or
'
-IV, . ^a y -,
dueños de misnwí con exclusión de toda sub^
sí
»i
•
' .
^y j^ofr/trh^, smo en cuanto reunidos en
IV ; nnado una voluntad general." Iguales...»
dueños de sí fnismos.. . con exclusión de toda subordinación...
«' '
ni debido reconocer autoridad que les rija....
has-
ta ^
una voluntad general Apuesto ambas orejas á
. ^. i/on
que esta doctrina está tomada, acaso literalmente, de Puf-
í'endorF, que no Conoce mas principio de probidad, y hones-
tidad, y moral'dad, que la ley civil j y en lo demás nos de-
ja d buenas noolies.
Con '
ñor Gordillo de mt alma, ¿ cómo estamos
I
lo qtie se busca.
to piensa ; y
en verdad que se queda sin la verdad que bus-
ca pensando, si la cosa pensada no es la regla del entendi-
miento. Por el entendimiento discurre, y á fé que si falta á
las reglas de una buena lógica, sacará unos raciocinios co-
mo muchos de los que los filósofos estampan en sus papeles,
y producen con sus palabras. Por el entendimiento dirige las
obras del arte; pues bien, haga una casa faltando á las re-
glas primeras del arte, que podrá ser que la casa le pague
el trabajo , dejándolo sin entendimiento , y haciéndolo torti-
lla. Y teniendo el hombre reglas para todo, sacadas de su
f77
cuestión. Yo ofretco al gobierno con muy buena
voluntad y
con el fia mas puro mil pesos ; pero estos no son míos , ó
son de estaño las monedas que creia de plata; ¿habrá quien
celebre mi patriotÍ!>mo ? No: porque aua supuesta la buena
voluntad, la acción ó el ofrecimiento es, ó injusto ó inútil
por la materia. Ofrezco la misma cantidad en buena mone-
da ; mas pagadera en París, ¿ servirá algo mi oferta ? Tampo-
co ; porque no la pueden realizar las circunstancias. Yo rea-
lizo la entrega de esta cantidad; pero con el designio de que
en el primer ataque que den los enemigos á la línea , se les
tire con pólvora sola , ¿ mereceré por este santo fin que me
ahorquen? Creo que sí tiemifte discrepanu. Luego la volun-
tad puede errar y acertar en los actos que ejecuta y manda:
luego indispensablemente tiene reglas.
por parte del objeto ó materia de las ac-
Si señor: reglas
ciones ; reglas por parte de las circunstancias de las accio-
ne^; reglas con respecto al fin de las acciones ¿Y quien es
el que le ha puesto estas reglas? ¿Quien había de ser? La^
aaruraleza es decir, el autor de la naturaleza: el mismo
:
todo es mayor que su parte dos veces tres son seis y asiéndo-
: :
' k
proposiciones. í
-' Pues ahora," esíto que íucéde'en la líiiea de las piíras' es-
peculaciones y artifici<)s, ífe' verifica' también muy é*xactamen-
te en lo que pertenece á las opér'actori^s ' ^^ láctós humanos.
Así como í¿n lo especulativo tenemos aquélipriüciiJrd^, ia coía
i79
es 6 no et'y así en tenemos este otro, el bien debe
lo práctico
obrarse. Asi como en io especulativo para determinar si la co-
sa e», de. necesidad el entendimiento ha de ajustarse con la
cosa, asi también en lo práctico para determinarnos á seguir
el bien , necesariamente habemos de estar ciertos de que el que
seguimos es verdadero bien. Asi como de los principios es-
peculativos se derivan las ciencias de este orden, asi de los
prácticos proceden las leyes que son las ciencias de este gé-
nero quiero decir , las reglas de aquellas acciones por don-
:
como otros tantos débitos en que nos ponen los beneficios que
ellos creen hacernos, y nosotros de buena gana les perdo-
náramos. Y ve V. aquí ya el hombre obligado á cuantas le-
yes comprende la primera tabla del Decálogo, y que él de-
duce por una consecuencia la mas obvia de este mismo prin-
cipio: Ego Domitjus. Si pues es Señor, y Señor de todos, to-
do se le debe , con todo debe amarse , &c.
Depende el hombre también exteriormente de la tierra
que le sostiene, sobre que nació, y en que vive. ¿Y qué de
consecuencias no están sacando nuestros filósofos después de
los antiguos para inculcarnos las obligaciones que nos ligan
por iola esta razón á la patria.'' No debo disimular aqui que
los filósofos del día son en este punto unos grandes fulleros.
Uno de los principios de los iluminados se reduce á que el hom-
bre es ciudadano del mundo. Tomás Payne se lo aplica á sí
nes humanas.
Tercera. Que en toda
sociedad debe haber alguna auto-
ridad soberana ;
porque toda sociedad es obra de alguna sa-
biduría en toda obra de sabiduría debe haber orden; y el
:
Cuarta. Que
sob.rano que necesariamente ex'ge la
este
sociedad humana, no nace de>'gnado por la naturaleza. En-
tre las abejas se conoce desde el princíp'o cual ha de ser la
reina en una torada ya se sabe que el mas guapo es el man-
:
TOM* I. 24-
i86
co , y pueáe mucho : este puede y sabe ; pero es un despil-
farrado aquel tiene concierto y tino ; pero su timidez lo li-
:
CARTA VI.
varios hijos, unos buenos, y otro malo: que estos hijos fue-
ron sucesivamente casándose , y formaron varias familias,
hasta que liabiéndose mezclado los hijos de Dios , esto es,
los buenos , con las hijas de los hombres , á saber , la des~
ccndencia de Caín , y cometido todos quizá algo menos de
lo que ahora se comete, vino el diluvio, del cual sola una
familia se salvó, que en lo sucesivo volvió á llenar la tierra
de pobladores por el mismo orden que antes que multipli- :
M citos
^ara coger
oro. ¿No
,
del peregil
ponemos despechados, ¿quién les dio
llevó el gato SI lo»
de comer? Con que es necesario que los pongamos ya gran-
y capaces de subirse á los alcornoques y castaños
las famosas bellotas y castañas de la edad de
verdad? Pues cate V. aqui, que si lo es, huimos
es
, y
nos da en la frente. Ningún filósofo del nue-
vo cuño es aficionado á milagros, porque por decreto de la
reciente filosofía el Autor de la naturaleza no debe, ni aun
puede, alterar las leyes que él mismo la dio, sopeña de
que se le privará del dominio sobre la naturaleza, y se le
formará proceso en el tribunal del ateísmo. Y ahora nos ha-
llamos que estos mismos señores nos trastornaron una de las
leyes fundamentales de la naturaleza, sin decirnos como ha
«ido esto, ni podernos citar un verbi gratia.
Esto no obstante, yo les doy de barato que los tales
hombres y mugeres nacieron del polvo de la tierra , como
dicen que nacen los sapos con las aguas de julio: item, les
doy que nacieron ya grandes y gordos, como no creo que
nace cosa alguna item, que se pudiesen mantener mientras
:
tra del mundo. Vaya V., vaya ahora á buscar algo que se
parezca a cosa de sabiduría en la antigua Grecia £1 Ai ri-
ca nuestra vecina nos dio en pocos dias á un Clemente, un
Orígenes, un Atanasio, un Cirilo, un Teófilo, un Dídlmo,
alejandrinos; un Cipriano, cartaginense; un lertuliano, no
me acuerdo de dónde; un Agustino, de lagaate; otro cea>
tenar de ellos. Pregunto: ¿y donde están ahora siquiera los
est'gios de estos prodigios en el África? Omito los innume-
rables egeniplos que mas abundantemente pudieran compro-
bar mi inducción, porque ni tengo gana de cebarla de eru-
dito, ni me quiero exponer, si lo hago, á dar un batacazo,
como muchos de los que dan nuestros filósofo-i.
Pues vaya por la inversa, y veamos como han salido de
su barbarie é ignorancia los pueblos que han salido. Parece
que según las historias , los egipcios fueron los que llevaron
el pendón pues según el Génesis
, que por lo menos debe
,
pasar por historia, y por histor'a mas antigua que las otras,
los egipcios aprendieron de los hebreos. Aiií esta el testimo-
nio de Faraón que no me dejara mentir, cuando dijo á Jo-
sé :Nuniquid sapientiorem et consimiLm tui invcnire poterol
Los egipcios, y aun lo-» palestinos, instruyeron á los griegos:
de estos tomaron las ciencias los romanos: de unos y otros
el resto del imperio. Vengaínos á la Eí.paña y á su siglo de
Cisneros ,
que en opinión hasta de los mismos franceses es el
grande político que ha tenido la Europa, fue quien propor-
cionó á la España la grande gloria de aquel siglo , que na-
die le ha disputado , tanto por armas como por letras. Sepa
V. ademas que para sostener, esta gloria trabajaron de tal ma-
nera otros frailes, que ellos solos componen algo mas de la
mitad de los famosos sabios que la sostuvieron. Pues el tal Cis-
neros, enviando á unos á que estudiasen fuera, y trayendo
de fuera á otros que habian estudiado ya, nos proporcionó el
siglo de los Cervantes, Leojies, Ercillas, Argensolas, &c. &c.
Y ya V. vé que no le cito mas que poetas. ¿ Qué sería si me
extendiera á enumerar los sabios de las demás ciencias?
2 Yqué diremos de nuestro siglo? ¿Habria en Cádiz el
hormiguero de filósofos que en el dia la inundan de filosofía,
si de París, Ginebra, Amsterdan y otras partes no hubiesen
venido de por alto y en letra de molde los nuevos apósto-
les Voltaire , Rousseau, D'Alembert , Diderot, Condorcet,
Mirabeau , con otro centenar de diablos ? Convengamos pues
en que los hombres, sin que nadie les ayude, pueden linda-
mente caminar á borricos; y que cuando ya están en vísperas
de serlo, necesitan de que alguno venga á auxiliarles á pa-
recer hombres. De consiguiente, que no hubo tales carneros
de hombres por nacimiento salvages; y sí de hombres que,
como dice san Pablo, testigo mejor que Rousseau, por ha^
ber conocido á Dios y no haberle glorificado fueron entrega^
, ,
donarla hasta que ella sea capae de subsistir por sí. Esto es
k) que hacen los pajaritos: ellos no se separan (los que se
«epar.in) de sus hembras, hasta que los polluelos salen á vo-
lar. ¿Y cuánto tiempo necesita un muchacho para sal'r á vo-
lar? Eahe V. año«» y mas años. Junte á esto, que mu» toda-
m
v¡a está ¿ medio cuajar eí primer pollo, cuancío ya viene
te != Todo que
lo W. quisieren, señores liberales; pues no
será dificil que se vuelvan las tornas.
199
opone á sí mismo en el art. 4? de la cuest. 9^, de la í? 2.
cuencias hay unas tan inmediatas y tan obvias, que al. instante
se vienen á cualquiera que raciocina , y estas son el derecho
que llamamos de gentes pero otras hay que necesitan de mas
-^
sores miran con desprecio este aviso pero para mí vale to- :
205
t.iiorcs ñe frailes para que vayan á
tomar un fusil?... ¿Quié-
nes estos censores de vivos y muertos, que tan aprisa echan
Grandes, como censuran la conducta
una reprtniv'nda á los
de los Gensíralcs ?. ., ¿Quiénes estos que han. hecho perder su
tiempo al Congreso por tres ó cuatro veces, ya tuteando á
\»s tontos
Después de todo , señores Conctsores,. no quisiera yo que
W. le diesen mucho con aquello de fatuo, y talentazo, y lo
demás. Dígolo porque no les responda lo de la sartén á
la caldera: anda; quítate allá que me tiznas. Porque ( hablan-
do en confianza , y acá para nosotros ) á mí me parece que
no han sido muchas discreciones la de haber puesto en el pe-
dimento contra el Imparcial , que alguno de VV. estuvo en-
cantarado para diputado de Cortes; la de habernos dado la
noticia de que otro ó el mismo corrió el peligro próximo de
ser de la suprema junta de censura (¡y qué gran censor! );
la de haber predicado sus mismas honras en el aniversario
de su pri'iicra salida ; en fin las de no haber perdido, ni es-
tar en á'iino de perder ocasión de celebrarse , y ejecutarlo
dos veces al miínos por semana. Digo que estas no me pa-
recen muchas discreciones y aun creo que al soñador no se
:
CARTA VIL
Concluye la impugnación del Pacto social^ y se
demuestra que no ha existido ni podido jamas
existir.
M: querida amigo
i : soy puntual cuando hago
y dueño
para esta semana; y
una cita. Se la señor Gordillo
hice ai
no obstante que una fluxión me molesta en aquella parte de
la boca que antiguamente ocuparon las muelas, no he que-
rido faltar á mi palabra , y me he presentado en la pales-
tra desde el primer dia , traido de la curiosidad de ver ve-
nir los frailes á capítulo: quiero decir, de ver cómo el señor
Gordillo convocaba estas Cortes del género humano, en que
se había de celebrar el famoso Pacto.social:. cómo acudían los
futuros socios dónde se juntaban quién cuidaba del refec-
: :
^
i ^4el gu->to
dUpaiicW<i
he^-lio üigunit
tic
i^
cu>
jOb ^
tiomperft d^j j ''^°^
,
^^ >.'u que ^
'^ tu ;
>'''^'
la
y aun cuando
tai
>< podi .i habar
trompeta no es
lo fuese,
jftjnguao tieae autoridad para mandar tocarla. Magallanes y
¿C '
'
iba) que dieron vuelta al inundo, to-
_^. ... _x_i .^^_.-... ..^'.-.'dd, y li^iblaii de tardar iliuLho en
-éH^W^ef- ¿ Como pue> »e hizo l.i chtoc/íw» ?
r^
ri de la nación, sino de los koinb^és. 'Y si es de lÓs^^ hombre^,*
¿•'cómo pudo constituirse ahora una soberanra que V. rnlsmó
iHc da constituida antes de esta reunión en que estamos, po-»
niéndome al liombre dueño de sí mismo, independiente y a\i$
R¿y , ni Roque á quiea haya podido ó debido sujetarse i ¿ Qu^ ,
r. rcii
j
pero no lo es que esta I14 y a sido ^1 resultado, -iV
lio la causa de la reunión; porque la que tuvieron fós'hom-^ -
2Í4
que ea todas es ta;^ clases, 4^ rgobíei^no resultase la soberanUj
constituida en la multitud de la nación ; porque en el mo-
nárquico f/uro deide la hora en que se transfirió la suprema
potestad á uno, ya la multitud se sujetó á ellaj y siendo
este tcrm'no relativo debe supoiler otro extremo á quien re-
2i6
Ao L'larito. ¿No ha reparado V". en que todos traen taparrar
-bte ? ¿Tanto ios de Amérka, como los de Asia, tanto ios d^
AtVica, coinq ios de Europa:? ¿D*. ¡qué ai|iinal lian i^prendir
doesto? ¿Por qué íK). traen-de- inaniríe<>to como todos los otros ll
ejecutoria de su sexo? Por conveniencia ciertamente' no po-
Árá «en , pueí ia órricic jjue ;de e¡»tOí» taparral^s puqde r,qsuir
•tar es., jqneíjirr tiempo de yeranoíié ^it'd^ft. ¿jn^elios las, pul
sofía.
Y ve aquí, amigo mío, á dónde va á parar toda la
V".
bulla del pacto social; á dónde mismo han ido todos lo^ er*-
rores en materia de costumbres y especulaciones, á saber;
á la Ucencia remota para todos los antojos , y á la indul-
gencia plenaria para todas las funciones del vientre. Este,
este ha sido el Dios no solo de los cretenses, mas también
de iafinitos otros , y todo lo que disculpa , afina , perfeccio-
na y justifica esta parte de la física particular , es lo que en
varios tiempos, y en el dia de hoy se ha llamado y llama
sabiduría, y á lo que san Pablo mismo no ha querido ne-
garle este nombre, pero le ha añadido para distinguirla el
apellido d¿ la carne. Clama esta por muchísimas cosas que la
razón le niega pues vamos á poner un pleito á la razón.
:
«da ciencia (^)?'* = ¿Con qué un fraile dijo todo eso? Pues
no tiene mas, sino que con ello me ha recordado la receta
de los fratricelos, que quiere decir frailecillos. Envíe V. pues
á la botica de Miguel de Molinos, y que pidan dos cuartos
de aquello que él sabe encargúele V. al muchacho que lo trai-
:
'
plantüvit aurem , non audiet ? Jlut qui finxit oculum , non conside-
raí 1 Qui corripít gentes , non arguet qui docet hominem scientianú
:
Psaim. 93.
í/0
que %c enviase á nvjger alguna. Mas no podíamos valemos
de hombre , porque el boticario á ningún hombre despacha.
Pero no hay cuidado que vayan á la botica de Martin Lute-
:
tarse en publico sin mas ropa que !a natural , ó tal vez ha-
cer en medio de una plaza lo que los perros para su propa-
gación en cualquiera parte, no podría este hombre cumplir
con su voluntad particular, porque la general se lo estorbaba.
Vieron pues los señores francmasones este gravísimo incon-
veniente, y tomaron á su cargo quitar de en medio toda vo-
luntad general, que significase algo de ley positiva, dejando
solamente aquella, por la cual según el Ginebrino obramos
inocentemente, cuando obramos como los perros. Libertad,
igualdad , fraternidad ve V. aqui por donde se comienza en
:
224
me ocurren sobre este auténtico documento que pueden com-
probar altamente mi proposición! Pero las omito porque me
extenderla mucho , y la carta saldría muy larga contra el
encargo de V. No omitiré sin embargo decir dos palabras si-
quiera sobre cada una de las clausulas que restan en el dis-
curso del señor Gordillo.
este así : " Fijadas estas bases , y reconocidas
Continúa
las de que por un convenio mutuo deposita cada individuo
todo su poder en la comunidad social: que este depósito ó
cesión es igual y absoluta en todos los miembros que la com-
ponen : que no hay preferencia , excepción ni reserva en
ninguno de ellos j y que cada uno ha adquirido sobre todos
los propios derechos qui ha enagenado de sí mismo, es evi-
dente, &c.
Recojiocidas las (bases) de que por un convenio mutuo depo-
sita cada individuo todo su poder en ¡a comunidad social. ¿ Y
para qué necesita la comunidad social de mi poder , y de
consiguiente del de todos , y cada uno de sus individuos?
¿Tenemos quizá que arrastrar hasta muy lejos alguna mon-
taña entera? Fuera de que, ¿no habíamos quedado antes en
que habia bastante con la cesión de una parte de libertad,
que no es otra cosa que un poder ? Tampoco suelta el se-
ñor Gordillo esta dificultad. Agregúese pues á las propuestas
en el principio.
Este depósito ó cesión es igual , y absoluta en todos los miern^
hros que la componen. ¡Ahí es nada si es estrecha Ja regla que
profesa esta comunidad Ni la de los capuchinos , ni la de
!
testad temporal
j y
unos egércitos que el Papa mantiene para dis~
minuir y minar la de V. M. Señor , dicen estos mismísimos de
un aÚQ a esta parte, poniéndose al revés la camisa, los ecle-
siásticos no son. mas, que unos promotores del despotismo y de la
tiranía en que gime el pueblo. Señor , dicen abopa que yo he
salido al publico, el Rancio insulta á la magestad del Congreso,
bato las personas , sino solo las opiniones; y esto no con in-
jurias ni arbitrariamente , sino presentando las razones que
rengo por sólidas, y otros muchos conmigo, y fijando los
fundamentos en que se apoya mi modo de pensar. ¿ He hecho
otra cosa en todos mis escritos?
Pues l y qué ? Cualquiera censura que se haga de uno ó
de algunos señores diputados, ¿ no será un desacato al Con-
greso? N(o señores, ciertamente. Yo digo que Judas fue ua
ladrón, un traidor ,un ahorcado, y no hago desacato al v.-0'
legio apostólico. Yo añado que Eusebio de Cesárea fue un in-
trigante, Macedonio un herege , Teodoreto un atestado , Diós-
coro un atrevido ; $ia embargo de que todos estos y otros va-
rios fueron, ó debieron ser padres de los cuatro Concilios ge-
nerales, cuya autoridad coloca la Iglesia después de los cua-
tro Evangelios. Vengamos á los egemplos civiles, i Qué no di-
jo Cicerón en sus miomas barbas á Catilina , Cétego y de-
más cómplices del Senado á presencia del Senado mismo? ¿Y
qué no pudiera habérsele dicho á Julio Cesar si hubiera ex-
plicado los designios que entonces meditaba? En todo cuer-
po natural hay miembros, como los llama san Pablo, itijir-
miora. Pudiera acaso no tenerlos el Congreso nacional poiM" :
Fs o,
ello le
si hubiese querido abusar
dicroa. Pero el Rancio
de las
CARTA VIH.
Se ensenan Conciso cicrlos puntitos de
al autor del
dociriiia cristiana sobre el Ululo Hipócritas, y se
impugna el impío y seductor escrito La Inquisición
sin máscara.
M
.-Ai amigo muy
diez diasque han
querido: de nada he estado capaz en los
precedido á esta, y corrido desde mi últi-
ma merced á la intemperie de la estación y miserable esta-
:
to, i
qué no harán ciento y mas con uno solo ? He leído al-
gunos otros me faltan que leer á muchos no he tenido pa-
: :
froi! Filosofía
i
que ha merecido toda la aprobación de
Nerón
Peiw esto, señores pasantes y discípulos: /por
*a...o^ a
dónde diablos nos la aplican VV. al Diccionarista, al doc-
tor Pedro Recio y á mí ? | Dónde están esa* cascaras de me-
lón ,
pueden servir para que cante tí pulso ? ¿ Dónde al
que
menos la
,
que aunque el iiombre no la coma , siquiera
paja
e« cosa de comer para los burros i Quiero decir , ¿ dónde es-
tan en los tres papeles los mas remotos indicios de esta hipo-
cresía que VV., afirman? A tengo me en un todo al propio jui-
cio de VV. que hablando con el gobierno en el último par—
rafito de su precioso artículo, dicen de los tres que son "li-
«btlos dictados por la envidia, el encono, y la perversidad....
«producciones denigrativas, calumniosas, contrarias al espí-
»»ritu del Evangelio , anti-patrioticas, amotinadoras, con to-
»»do lo demás que de ellas se deduce." Muy bien Pero pre-
¡ !
.embisten como
toros, y muerden como. perr.QSi^de presa,,
y
hacen unas heridas que ni han curado , ni son capaces de
curar todos los recetarios liberales , ¿por dónde, les viene el
título de hipócritas'i
Desengáñense VV". señoritos los del aunque
Conciso :
en ella otra cosa mas, sino que VV. renuncien á la falsa doc-
trina que ensenan, sobre que la plata de las iglesias se ar-
rebate sin exhortar á los Obispos á que la entreguen, como
tan generosamente lo están haciendo; y sobre que los diez-
mos se graven del modo que prohiben los cánones ? Vuelv»
á preguntar, ¿ en qué se parece esto á cosa alguna de hi-
pocresía ?
24 í
Óiganme W. amor de D'os, y
señores por aprend;tn de
camiao de doctrina cristiana, que seguramente
este puntiro
no está ni en la Enciclopedia, ni en el Emilio. Hypócrita (di-
ce san I<.idoro, el que hasta el año pasado por este tiempo
se llamaba el doctor de la España). Graco sermone yin latino
•
simulator imerpretatur qui ciim intus malus f/f, ut bomtm se
:
y
re aijuel
> :aníib'o de pantalón , botas y becoquin , á
quien unos, tienen por cadete de san Pedro, y otros por ca-
pellán de la diosa de Chipre : aquel doctor y catedrático á quien
Li sab'duria se le entró por el cogote,. luego que se quito el
estorbo de la capilla: aquellos ^^ardsos que no tienen bar-
bas, ó nunca quieren que se las veamos, y que vieron la
luz en el espejo, que es el gran maestro á quien consultan
al menos dos veces cada dia: aquellos ¿donde estáis vos-
tros ahora, barbaros antiguos, que no os levantáis de vues-
tro sepulcro a atlmirar á vuestros redentores y los nuestros?
Ven Mateo Alemán, ven Miguel de Cervantes, venid voso—
Otros, Quevedo , Rioja y tantos otros de vuestros'compañeros,
íin olv'darnos de Torres el de los pronósticos, que hiao mal
en no haber aguardado á morirse otros cincuenta años: ve-
nid á renunciar solemnemente al crédito que adquiristeis en
toda la Europa de talentos milagrosos , consumados filósofos,
completos hombres de mundo , y perfectos conocedores de
cuanto cae bajo la esfera del humano conocimiento. Fuisteis
unos tontos, que os dejasteis engañar de cuatro frailes
y
clérigos barbaros , y no tuvisteis ^talento para echar de ver,
ni que eran bárbaros, ni que os engañaban. Fuisteis unos
fanáticos; pues habiendo podido escribir el uno su Guzman,
el otro bU Quijote, el otro su Gil Blas, el otro sus jácaras
! diciendo salvacitins;
pues por ellas y por el estado , que ha sane'onado
el oráculo .de Ginebra , y cxceo iidcii a puño cerrar
254
do y abierto sus discípulos, deberéis volverá la regeneración.
Dejemos esto, señor Conciso, para cuando estemos mas
despacio , porque el otro am'go de la Máscara me espera
Mas quiero que V. sepa desde ahora, que estoy en ánimo de'
presentarle el catálogo de lieregías, é impiedades, en que
tanto V. como la cofradía en general ha incurrido, para
que no vuelva V". á decirnos que los tratamos de ateos , ja-
cobinos, &c. sin pruebas y pero es menester que me deje
tiempo , ó yo me lo tomaré , para otras cosiilas que hay
que evacuar antes. Verá entonces lo que ciertamente no ve
ahora; pero que pudiera y debiera haber previsto: errores,
que ni aun le han ocurrido como tales á la iinag'nacion , y
en que ya está envuelto ; y horrores , que ahora lo estreme-
cerán acaso, y en que nunca debiera tener parte activa. Dios
nos libre de dar el primer paso, ó de no ser dócil para re-
vocarlo : al primero se sigue el segundo , y al segundo to-
dos los demás que restan que andar hasta el abismo. Mien-
tras la piedra no sea movida , puede permanecer éobre la
cima del monte, ínterin el monte exista; mas vino un mu-
chacho, la movió, y comienza á rodar por la ladera
¿quién la ataja? ¡Qué estrago tan formidable por sola la dé-
bil fuerza, é inconsiderada travesura de un muchacho! Nemo
repente fit summus. La regla ordinaria es comenzar por poco.
Por poco comienzan el borracho, el jugador, el ladrón, el
adúltero ; pero ya comenzada la cosa , ninguno puede adi-
vinar hasta donde habrá de extenderse. Cuando el error es
hijo de la ignorancia sola , tiene fácil remedio no asi cuan-
:
CARTA IX.
A
está-primera observación: -pen^abír'yíy ana4*p-tH*~c©»te^—
nar_de -otras -que líibstr'aseB ,^^jiie si algún tribunal en este
mundo ha sabido reunir la misericordia con la justicia, el in-
terés común de la sociedad con el particular del culpado , el
remedio del pecado con la salvación del pecador , y la públi-
ca seguridad con el verdadero ínteres y justa libertad de quien
la turba , es seguramente el de la Inquisición. Sobre este ob-
jeto ha trabajado este piadoso tribunal desde el primer mo-
mento de su institución: sobre él ha estudiado durante el lar-
go tiempo de su existencia , y á él se han encaminado cuan-
tos reglamentos le han ido sugiriendo la santidad de su fin,
la sabiduría de sus miembros , las lecciones de su experiencia
y la sucesión de sus años. En todo tribunal humano
el que
cia del día debe ser la misma que la del apóstol Judas Isca-
riotes, que entregó y vendió á Cristo dándole un ósculo de
paz. Cristo en la boca, su religión en las palabras, su doc-
trina á tiempo y sin él , su Evangelio para todo ; y en el
269
entretanto rende r , burlar , insultar, abolir y exterminar á
Cristo , su nombre , su divinidad y su Evangelio , su religión
y su« discípulos. Filosofía, razón, reforma, libertad, luces,
ilustración, ideas liberales por una parte: superstición, ig-
norancia , fanatismo , abusos , hipocresía , é iguales cosas por
otra, son las únicas voces que en boca de estos caballeros re-
suenan , al paso que en sus corazones ya no ha quedado na-
da que con cien leguas se acerque á religión, ni á Dios al-
guno, ni á probidad, ni á pudor, ni á honestidad, ni á co-
sa alguna buena; y ocupan el lugar que todo esto debiera
tener, el mas ciego ateismo, la impiedad mas bárbara , la mas
profunda corrupción, el interés mas injusto, la crueldad mas
fiera, y cuantos monstruos tiene en sus senos el abismo. Tal
es el plan que los jansenistas trataron en la Cartuja Bourgs
Fontaine , como tengo por cierto siguiendo la opinión de mu-
chos , y según el cual han obrado, como la experiencia de-
muestra, y ninguno puede dudar, sea ó no cierto aquel con-
ciliábulo de Satanás plan que Voltaire quiso seguir sin que
:
munloa, según las ideas que de ella nos hace concebir la igle-
sia i luego un castigo mayor que todos los otios
Pues bien ;
tinwmente citado ,
que es el 9l, lo que sigue: Ensálzate tú , que-
merecido á los soberbios. ^ Hasta cuan-,
'
i
,_ .. j
-
, hasta ítuindo los pecadores se gloria^
ráriy charlarán y hablarán iniquidad 1 :Y lis tetomará Id
iniquidad de clin: , y en su malicia los destruirá : los destruirá
el Siñor Dios micstro. AUi verá cuan pocas ideas tienen de su.
rel'gion , los que á pretexto de la mansedumbre que la ca-
racteriza , no quieren que se castiguen los pecados. Venga-
mos á nuestro Señor Jesucristo. mansedumbre no hay De su
que dudar, pero ni tampoco de su ira, ni tampoco de. que
egorció la venganza. Háganos favor el señor Natanael de re-
gistrar á santo Tomás en el artículo 9 de la cuestión i 5 de
la tercera parte, y allí hallará desbaratada toda la máquina
de su disparatrido escrito, en los dos renglones con que el
Santo satisl'ace su segundo argumento. Se irritó el Salvador
con lo!> que de la casa de su Padre habían hecho casa de ne-
gociación , y se irritó de manera , que verificó en sí la pro-
fecía de que el celo de la casa de Dios habia de consumir-
le; zelus domus tn^e comedit me. Esta es la ira que se llama
per zelum, y formó aquello de los cordeles para arrojar á los
profanadores, y castigó la profanación. Estoy convenido á que
se le llame látigo , ó zurriago , ó rebenque y ó disciplinas,
ponerle nombre, para clasificarlo según las reglas del arte va-
pulatorlo ; pero será lástima que este famoso erudito no haga
una disertación aparte para discutir el punto y ensenarnos ,
fide ^et
Li..:..:. psius sanctum fecit illum. Ea pues, vaya V. al ca-
pítulo 32 del Éxodo, y alli verá prodigios. Apostata el pue-*-
blo: dice Dios á Moisés: Dinnitte me, ut irascalur furor meut
27$
contra eos déjame que desfogue mí furor contra el puebío.
:
,
que era natural que sucediese , y con lo que Dios me tenia
amenazado de antemano , esto es, caer en el peligro que te-
merariamente busqué. Me hallaba yo mocito de primera tije-
ra sin los conocimientos necesarios para precaverme de los
,
»en sus entrañas , y penetró hasta sus huesos como suele pe-
wnetrar el aceife rodéelo siempre tomo rodea al houibre el
:
288
yendo, como nosotros nos salvamos también. Tuvo noticia de
que Arclielao habia sujcdido á su hermiao, c hizo lo misino
que yo pienso hacer, si nuestro gobierno cae en poder de
los filósofos ; es decir, no volver á donde esta buena gente
gobierne. Le pidieron el tributo para el Cesar, y lo pagó:
lo consultaron sobre si era lícito pagarlo, y su respuesta fue
^ue tan del César era el , como de Dios lo que es de
tributo
Dios. Ultimamtinte Je amenazó Pilatos con la potestad que
tenia para crucificarlo, y el Señor lejos dt disputársela, no
hace otra cosa que reco.Mocer en ella la potestad de Dios.
Non haberes inme potestatem ullam, nisi tibí datum esset de-
super. ¡Ah Señor! [Cuánta falta te hicieron las ideas libe-»
rales! Cuando el pueblo quiso hacerte Rey, debiste haberlo
«ido, pues asi lo quería la voluntad general. Cuando los prín-
cipes y sus ministros atentaron contra tí , ya no eran sino
unos tiranos que debian decaer de su autoridad, porque aten-
taban contra los mas imprescriptibles derechos. ¿ Dóade es-
tabas til entonces, famoáo Ginebrino, que no llegaste con
tu doctrina á desengañar á este Señor, diciéndole, como des-
pués nos has dicho á nosotros en uno de tus libros del pac-»
to social: '* Obedeced á las potestades: si esto significa sucum-
jbid á la fuerza , el precepto es bueno , pero superfluo.
Obeissez aux puissances. Si cela veut diré , cedez á la forcé,
le precepte est bon , mais superflu. Pudiendo pues Cristo resis-
CARTA X.
301
turaleza. Pero ¿y la Iglesia ? ¿y sus miaistros? Id, aturdi-
dos lilósofos , id á la Anvírica , y los veréis lieclios los escu-.
dos y defensores de los ind'os , y exponiéndose á todo y su*
íricudolo todo en e^ta demanda. Id á Roma, y los veréis im-
plorando en favor de aquellos infelices, no solo la protec-^
cion, mas también los anatemas de la Iglesia. \'^enid á Ma—
drid y á Lisboa , y os los hallareis al pie del trono y en las
antesalas de los tribunales, de donde no se apartan hasta
conseguir ese código de providencias tan favorables para
aqueíios desgraciados, como las que un buen padre toma á fa-
vor d^ sus pequeños hijos. La condescendencia , el agasajo y
los favores todos, es lo que la Iglesia solicita y consigue pa-
ra aquellos sus inocentes enemigos , y el medio por donde
procura atraerlos, y por donde al fin los ha atraído, á pe~
sar de los inmensos obstáculos, que le han opuesto la am«
bicion , la avaricia y la falsa política hija de la filosofía.
'l'uvo la España de
tienipo inmemorial la desgracia de
que entre sus hijos se contasen muchos judios. Quiso uno de
sus revés godos forzar á estos pérfidos á que recibiesen el
bautismo al instante la Iglesia española desaprobó y con-
:
solo golpe rodos sus códigos penales ; pues los crímenes que
estos castigan , son también hijos de la roluntad , contra U
cual , según su celebre filosofía , nada pueden las vejaciones
que se hagan al cuerpo. íQue semejantes sofisterías se oigan
de la boca, y se caigan de la pluma de ios que quieren pa-
sar por nuestras antorchas!
Vengan VV. acá, señores sapientísimos, ¿de qué trata-
mos? jDe algún principio naturalmente conocido, como por
egempio dos v^ces tres son seis: de alguna demostración
:
ks gallinas y ,
que
los son los mas tercos de todos los
cerdos
animales ) aprenden también á palos á abstenerse de sus an-
tojos, y á prestarse á la razón de los que las gobiernan. Na-
da pues extraño será que nuestros deseos animalitos luego que
lleven en la cabeza, se amansen, y dejen de perturbar y de
distraer la razón.
Aunque sea muy á la ligera, no quiero, señores mios,
dejar de hacer á VV. una reconvencioncilla, que está saltan-
do por sí misma. Si el palo no convence al entendltniento,
ni mueve á la voluntad ¿á que son tantas y tantas amenazas,
,
le daba la gana y,
lo era á todo su placer. Vinieron los em-
peradores cristianos , é impusieron las penas civiles ; pero
los heregés» ballaraQ sa remedio en corromper si podian á
los mismos emperadores , y cuando no , en ganar á sus eu-
niuCQS ) favoritos ó ministros ; de manera que muchas veces
el pobre Obispo que cumplía con su obligación , salia carga-
esta carta?
Pongámoslo alguna vez amigo mió. He dicho en ella,
,
El Filósofo Rancio.
325
índice
DE COSAS NOTABLES.
c
t^AN Agustín: Mala con que los fíMsofos citan su acciqn de ren^
fé
der hasta Se aplica al gran proyecto de impedir
los cálices, p. lo.
que haya pobres aquel dicho del Santo Magna magnorum^ &'c. 23.
:
ta que debian observar con ellos las autoridades civiles, 303 sig.
Suponiendo que el Santo persistiera en su primera opinión , y
quisiera persuadirla al emperador Teodosio , qué respuesta le da-
ría este, 307.
Ahjstata : Descripción de un.... , 282. Qué idea tienen estos y los
iildsofos de Dios, del "Rey ^ y de los Sacerdotes, 2^7.
AnGUELLEs (don Agustin): Le cree el Rancio autor át\ decreto de
la libertad de imprenta , 5. Pr<.testa que va á l.ablar de los diez-
mos como católico, y como lo cumple en la opinión del Ran-
cio, 6. Qué maestros sigue en esta materia , 8 sig. £1 y los de su
partido no tuvieron consideración alguna á lus generosos sacrifi-
cios que hizo el clero español, 9. Análisis del discurso en que
pretendía se gr?vasen los ifiezmos, 12. Procede en el bajo el su-
puesto de que los eclesiásticos ni son útiles ni necesarios para la
prosperidad de la patria, 17. Se aplica á este scííor el dicho de
san Pablo en la carta á los romanos, 17. Su insoportable arro-
gancia: propone, sin saber lo que hace, la doctrina de Lutero y
Calvino, ibid. Juicio que hace el Rancio de sus discursos, 24.
Su error pernicioso sobre la Inquisición , 1 so sig. Artificios de que
usa tn el discurso en que anuncio su voto sobre la Inquisición, i 23.
Su furia cuando llega i hablar de los eclesiásticos, 125. Qué mo-
tivos pudo tener para reclamar la inviolabilidad al hablar sobre
la Inquisición , i 26.
Ca&u)s V Did á los luteranos en Alemania el ínterin
:
,
que le pi>
dieroQ con la« armas, 314.
326
Cevallos (el Padre) Habiendo escrito contra la filosofía buscd por
:
habria de poner, 235. Ahora llora los males que le han causa-
do lo3 filósofos , 299. Mientras la Inquisición tuvo la autoridad
correspondiente la preservó de ellos , 310. Faltó ésta, tiene que
estarlos llorando, 311. N'o aspiran los filósofos á menos que ha-
cerla atea. 315. La España en masa se levantó contra Napoleón;
s , unos fueron de su partido , otros fueron á Cá-
-T
,
-
,. 2-5.
. : ,
•
I ida su
perverso libro de statu EccUsice^ 103. Mas no tuvo igual suerte
gu n tra( tat ion , /A/'d. ' '
sofos, 88.
Martin Pérez Avala : Hace ver las amargas consecuencias que
trae la condescendencia con los hereges
, 314.
Mecía diputado ) Adopto y defendió las blasfemias que se conte-
( :
vengj., 246. Los eclesiásticos son los ministros, aunque sean ma-
los, 251.
Pío VI y VII Sucesores de san Pedro no menos en la cátedra que
:
to fuego, 28 , 74. Al descuido que hubo en esto por parte del go-
bierno atribuía el Rancio las dispersiones de nuestros egércitos, 29
sig. Principal argumento de los fildsofos contra ellaj su obscuridad,
70. Solución directa , dando al mismo tiempo las pruebas de su
divinidad, desde la pág. 75 hasta la 83. No es la obscuridad de
los misterios, sino la «antidad de la ley, que disgusta á los fi-
' .
lósofos, 88. Es una ley fundamental, cuya violación pide ser cas-
tigada , 98. Hipocresía con que se combate contra ella en estos
tiempos, 268. La de Jesucristo tiene á su favor el testimonio de
sus mismos enemigos ,318.
Rousseau Es combatido el error de su Emilio sobre elección de re-
:
en uno, 157 sig. Males que experimentó la España Juego que fal-
tó este, uno ^ soberano, y tomaron muchos el mando, 158. Sos-
pecha el Rancio que ia doctrina de Oordillo sobre la soberanía
está tomada de Puffendorf , 157. El pacto social no puede ser el
origen de ella , 185. El Soberano puede llamarse Señor natural en
dos sentidos, 186.
Sociedad: Su origen según el Génesis, y según el diputado Gordi-
11o, 187 sig. Dios es el autor de la sociedad, y no el pacto de
35Í
Rousseau, 189. Sin él se verifícd la domestica, 195. La civil, 196.
Egeinplo particular de eata , ibid. Y ültiuianiente la política,
198 sig.
Santo Tomás: En la cuestión 15, artículo i.", pone á la concupis-
cencia por causa de la ceguedad del entendimiento, 89. Elogio de
su Suuia, 141. Su resolución acerca de la igualdad en el estado
de la inocencia, 145, 154. Su doctrina contraria á la de los li-
bertinos sobre la independencia del hombre, desde la pág. 166
aig. Destruye completamente el argumento fundamental del pac-
to social, 199.
Tomás Paynb : Comparación capciosa de que usa para probar que
son igualmente aceptas á Dios , 80. Qué sig-
t<xlas las religiones
nifica la de sus semejantes este dicho
en boca suya y Mi patria es
:
el mundo, 95 , 181.
ToRQVEMAOA Sicudo iuquisidor general se vid obligado á admitir
.*
ERRATA.
Pdg. 45, donde dice Felipe III. dirá Felipe IV-
337
LISTA
DE LOS SEÑORES SÜSCRIPTORES.
£1 Seminario de Sigüenza.
Don Andrés García , Rector del Seminario de Cuenca.
Don Santiago Ramirez , Bibliotecario del Semiiurio de Sigüenza.
Don Juan de Mata Serrano, Seminarista de id.
Don Francisco Bruno Esteban , id.
Don Cipriano Pascual Marcos, Presbítero.
Don Agusiin Hiera, Abad de los Adigidos.
Don Agusiin Cano Pizarro.
Don Martin Nogués , Capellán Real de las Huelgas de Burgos.
Don Andrés Orgatizao.
Don Manuel Pérez Dávila.
Don Juan José Esteban Cura de Recas.
,
quince egemplares.
Don Francisco González, por cuatro egemplares.
Don José Ramón López Ibarra.
Don José Sánchez de Ceballos de Valladolid.
Don Pablo Alcántara Ruiz , Penitenciario de la Catedral de
Avila.
Don Luis Pérez Aguado, Canónigo de Palencia.
Don Ambrosio de Guerra.
El Vizconde de la Torre de Albarajena.
Don Ramón Royo Cura de la villa de Peralejo.
,
Vizcaya.
Don Juan Manuel Bein Vicario interino de Moirico.
,
treinta egemplares.
Don Manuel de la Fuente, del comercio de libros de esta corte,
por tres egemplares.
Don Francisco Amonio de la Macorra , Teniente Vicario ecle-
siástico de esta corte.
Don Manuel Herranz, Presbítero.
El R. P. Fr. José Guerrero, Guardian de san Antonio de Padua
extramuros de Granada.
Fr. Manuel de Arce , Predicador conventual en la Soledad.
El P. Fr. Manuel Navarro, Corrector en su Convento de Míni-
mos de Segovia.
Don Pablo de Galvez, Profesor de Teología en Yepes.
Doctor Don Pablo Rozes Lamuño, Magistral de la santa Iglesia
de Oviedo.
Doctor Don Manuel Pérez y Suarez , Canónigo y Secretario Ca-
pitular de dicha Iglesia.
Don Juan Domínguez del Yerro y Camberoa, Cura Párroco de
Montanches.
El R. P. Mtro. Fr. Domingo Madruga , Dominico en el de san
Vicente de Plasencia.
Don José Fernandez de Nogr?ro, Presbítero.
Don Juan Martiaez, Canónigo de la santa Iglesia Catedral de
Monduñedo.
Don Juan García Caliañazor, Presbítero.
348
Düa Felipe de Urte.
Don Florian de Güveo , Prosbítero por dos egemplares.
l)on Higinio Campos.
Don Matías de Echavarría Canónigo de Vitoria.
,
{Si continuará.)
ÍNDICE DE LAS CARTAS.
library
DO NOT
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THE
CARD
FROM
THIS
POCKET
M^
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