Cuento Pesares
Cuento Pesares
Cuento Pesares
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la viva desesperación, porque sus hospedantes no los oían y ella anotaba
cada detalle. Todo plasmado en delgados trozos de papel, en una libreta de
órdenes. Nadie sabría que algo tan común y corriente podría contener miles de
trazos que se mezclaban para formar esos fieles retratos. Eleonora trataba de
que sus movimientos no fueran notados por los comensales cuando retrataba
los seres, aunque de vez en cuando, alguno le dirigía una marcada mirada de
extrañeza. Intentaba no ser devorada por la incomodidad, y se refugiaba en la
intimidad de sus anotaciones.
Al llegar a casa, a ese lugar que todos le habían recomendado no elegir para
vivir, solo podía pensar en las criaturas que se aferraban a los clientes y se
ponía a leer sus notas entre las canciones sordas que iban y venían por sus
auriculares, todo parecía algo tan alejado de su realidad pasada que
simplemente no podía creerlo. Personajes y seres apesadumbrados y a veces
deformes, que se abrazaban a las personas como si estas fueran sus dueños,
¿qué diablos era eso? Y era por eso que esa semana se había vuelto tan
tediosa, porque, aunque eran sólo susurros sibilantes, no podía ignorarlos.
«¿Alguna vez me vas a dejar hablar?», « ¿Por qué dices eso?», ”Si te
escuchara tu padre…” eran algunas de las cosas que la muchacha podía
percibir de las bocas de los seres cuando estaba en la cafetería.
La habitación sólo lograba entonces ser iluminada por la luz de algunas velas
solitarias depositadas en la cómoda frente a la imagen del Sagrado Corazón. Si
de vez en cuando algún suave sonido irrumpía en la habitación, el silencio
siguiente se volvía increíblemente ruidoso. El sólo sentarse a observar los
bocetos en su libreta, casi inerte, la inundaba de confusión y duda, a veces
hasta dejarla casi aturdida. El ambiente se tensionaba en torno al lugar donde
ella yacía sentada, en silencio, pensando. Y de pronto, tuvo el repentino deseo
de verse a sí misma al espejo. No podía resistir la curiosidad. Era una
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sensación frenética, que podía hacerla gritar o morirse de risa, que la hacía
sentirse observada, aun cuando sabía muy bien que estaba sola.
FIN