Comunidades de Aprendizaje
Comunidades de Aprendizaje
Comunidades de Aprendizaje
Partimos de la base que una sola persona no podrá producir el cambio. Nos
necesitamos unos a otros y necesitamos trabajar juntos de formas nuevas.
Aprender juntos es una de ellas. Los comités y reuniones actuales en la
mayoría de las instituciones educativas no son de ayuda, porque
normalmente están diseñados (de manera explícita o tácita) para tratar
problemas administrativos o de gestión, más que aquellos sustanciales de la
gestión pedagógica. Encuentros que sirven más para realizar anuncios que
para discusiones relacionadas con la mejora de la enseñanza y el
aprendizaje. De esta manera, se ha de reconocer que, de forma general, el
trabajo en educación a todos los niveles queda altamente
aislado, compartimentalizado, y enfocado al “arreglo” de situaciones de
gestión, sea del aula o de la organización.
Por otro lado, podemos constatar que uno de los problemas centrales de las
instituciones educativas es que el liderazgo de la gestión pedagógica ha sido
más bien mediocre. Debemos mejorarlo si queremos influir de manera
sistemática y rigurosa en los resultados de nuestros estudiantes. A esto hay
que sumarle que la mayor parte de profesores y profesoras nunca han sido
parte de una comunidad profesional de práctica, dedicada a la mejora
continua de la enseñanza y el aprendizaje. Por otro lado, la mayoría de dichos
profesionales no han experimentado lo que es una impartición modelo o
“buena impartición”, según los planteamientos institucionales de su
institución educativa. De hecho, por lo regular, cada docente enseña de
acuerdo a modelos que observó cuando él/ella era estudiante.
Enfocar la estrategia
Emprender nuevos proyectos
Resolver problemas rápidamente
Transferir buenas prácticas
Desarrollar habilidades profesionales
Generar investigación + desarrollo + innovación
Reclutar y entrenar el talento de los profesionales
Hay que tomar en cuenta que las organizaciones que aprenden son las que
generan conocimiento, no las que usan el conocimiento. Este hecho
necesariamente acaba transformándolas en algo diferente de lo que eran.
Dichas organizaciones requieren de líderes que tengan presente que deben
cambiar individualmente, si quieren que la organización cambie.
Por ejemplo, uno de los primeros cambios que deben realizar las personas
es el de la malentendida autonomía del profesorado, que provoca que se
sientan orgullosos de sus propias prácticas y se identifiquen con ellas. De
esta manera es muy difícil abrirlas al escrutinio, compartirlas o criticarlas
constructivamente entre colegas. Por eso, los profesores difícilmente se
apuntan a bases de datos y comunidades de práctica profesional de manera
voluntaria. Se crea lo que llamamos una “disfunción organizativa”.
Esta “autonomía” resulta en prácticas educativas aisladas que Wagner y
Kegan (2006:16) llaman actos azarosos de excelencia[1] que pueden nunca
conocerse ni aprovecharse. En cambio, la colaboración resulta en
comunidades profesionales de aprendizaje que apoyan la gestión del
conocimiento, es decir, que cuidan de socializar el aprendizaje a través de
una constante reflexión sobre la práctica, intercambio de experiencias y
generación de mejoras constantes a través de modelar las buenas prácticas.
Esta manera de trabajar permite que sus integrantes cambien sus propias
creencias individuales y conductas, y que modelen esas conductas en sus
colegas y colaboradores. Este constituye el primer paso hacia una cultura
organizativa con un enfoque preciso, cuyas raíces son nuevas creencias y
conductas organizativas que soportan y adaptan la organización para que
aprenda continuamente, para que genere conocimiento nuevo y mejore
sistemáticamente la enseñanza y el aprendizaje.
En las CPA, las tres condiciones para el cambio que permiten establecer
prioridades son:
[1] Wagner, T. y Kegan, R. (2006). Change Leadership. A practical Guide to Transforming our Schools. Jossey-
Bass.
[2] Íbid.
https://www.educaccionperu.org/comunidades-profesionales-aprendizaje-clave-del-cambio/