Lectura 2-Romero-Desencializando Mestizo Andino PDF
Lectura 2-Romero-Desencializando Mestizo Andino PDF
Lectura 2-Romero-Desencializando Mestizo Andino PDF
Llorén,,
Salman, Ton (ed.), The Legocy oJ the Dísinherited, Amsterdam: CEDIJ\, De-esencializando s, mestizo sndino
1996. Raúl R. Romero
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Ugafe.he. O(car. Lo o¡q,teologtfu de la modernidoa: Ll peru en¡t¿ ht rlcl Mantaro de ctr¡zar fronteras cultu¡ales a voluntad, y de cómo
globolizoción y la exclusjón, Lima: DESCO. 1998. t'sla cualidad dificulta una definición rígida y 'pimo¡dialista" de la
Wolf, Eric, Europe and the People Without History, Berkeley: UniversihT i¡lentidad. Arguedasl fue uno de los primeros en sintetizar las es-
of Califo¡nia P¡ess, 1982.
¡rcciales característjcas del valle del Mantaro en el contexto nacio-
rr¿rl: la ausencia de un sistema de hacienda, que se explicaba por
l,r antigua alianza entre los wankas, primeros pobladores del valle,
r:on los españoles; la ausencia, por lo tanto, de relaciones serviles
rrn el valle; el impacio de las grandes industrias mineras; los rá¡'ri-
dos medios de comunicación como el ferrocaril y la caretera
Central, que permiien durante casi todo el siglo XX un movi-
nrienio fluido y constante con la ciudad capital; y, por último, la
¡iran prosperidad económica del valLe y de sus pobladores. En
lérminos generales, digamos que el valle del Mantaro es una de las
regiones de ios Andes peruanos que más intensamente ha experi-
r¡¡entado un impactanie proceso de modernización en todas sus
Iíneas2.
I. El mestizo representado
nativa de un desarrollo regional e inclusive nacionals. Argueda" ll¡cia1910 el proceso de mestizaje en el valle ya se había
observó que el mestizo, en lugar de ser un individuo descastado , , ,rr,,,rlirlado, y eL "indio" (aquella representación del campesino
encenado entre el mundo de indios y "blancos" (que es la manera , 1 r, , lrLr;r). viviendo en lo que Eric Wolf llamaba La comunidad
como el mestizo ha sido definido en la literatura antropológica), en ,,,r1¡¡raiiva cenadas, en una economía de subsistencia, que sólo
el valle del Mantaro había evolucionado desde principios de siglo, ¡r u lr,r esttrblecer lazos con el mundo exterio¡ a t¡avés de inte¡me-
como una clase social. El mestizo del valle no era el individuo tal del valle del Man-
'lL,rrios culturales, había desaparecido como
atormentado y torlurado que ha sido representado por muchos l, r, ,('. Sin embargo, lo que la literatura antropológica identifica
como el prototipo del mestizo andino, sino más bien un individuo , ,,rrro símbolos indios (rituales, festivales I música) no desapareció
orgulloso, alegre e incluso económicamente exitoso, partícipe de
¡u,rr1ue los mestizos del valLe, a pesar de su sólida integración
una cultura t¡adicional y popular altamente creaiiva y dinámica4. ,l,,rrlro la economía nacional. continuaron desanoilando, inno-
El mestizaje es un factor fundamenial en Ia comprensión de y recreando las "tradiciones culturales" regionales, algunas
',,rrrrlo
la identidad regional del valle del Mantaro. El término en sí mismo ,1,' l;rs cuales eran solamente celebradas por los indiosT. Hoy en
está cargado de fuertes connotaciones coloniales y raciales; pero ,lr,r. lodos los mestizos del valle celebran ¡ituales a¡caicos como la
los estudios de las ciencias sociales han venido afi¡mado desde rrr,rrr:¡¡ción de los animales, ofreciendo homenajes simbólicos aL
hace mucho que el mestizaje en los Andes sudamericanos no es r,,rrroni y manteniendo uno de los más dinámicos sistemas festi-
un proceso solamente racial, sino mas bien cultural. Un proceso
que yo me atreve¡ía a describir aquí como una gradual apropia-
ción de la "modemidad" por el campesino indio. En el contexto de 5 Wolf, Eric, Peosdnts, Englewood Cli{fs: Prentice-Hall, 1966
la imponente y violenta presencia del capitalismo modemo en la 6 Adams, Richa¡d, A Community in the Andes: Problems and Progress in
Seattle: University of Washington Press, 1959.
región, yo veo el mestizaje en el valle del Mantaro, tal como hace
Arguedas, como una iniciativa de soberanía regional, como un
7. Muchos de los texios fLrndamentales sobre las ¡elaciones indio_mestizo
^l/(/ujyougo,
, rr lt¡s Andes aparecieron al¡ededor de Ia década de los setenta (Cotler, Julio'
resultado de una clara determinación del campesino del valle a 'l.r Necánica de la dominación interna y del cambio social en el Perú"' en
integrar sus economías familiares locales al sistema nacional d€ l\'¡u Problemo, Lima: Moncloa e Instituto de Estudios Peruanos (lEP), 1968;
una man€ra creativa e imaginativa. Para tal efecto, ellos se apro- lLr¡,¡rualida, Fernando, ' Poder, raza y etnia en el Pe¡ú contempo¡áneo," en
pian de las he¡¡amienias necesarias para negociar con el mercado I ulnzalida, Fernando et al., E) indio g el poder en el Perú, Lima: IEP, 1970;
en el mejor de los términos. De mane¡a que el campesinado del iU,)ter, Enrique, "Mestizo e indio: el contexto social de las relaciones interétni
, ,rs', en Fuenzalida, Fernando et al., E/ indio y el poder en el Perú, Lima: IEP,
valle abrazó el bilingúalismo, aprendiendo el español sin olvidar el
l(170i van den Bergue, Piene (ed.). Closs ond Ethnicitg in PerL¡, Leiden: E J.
quechua, y adoptó los preceptos básicos del protocolo del Estado lirill. 1974; BollÍicaud, Francois, 'lndian, Mestizo and Cholo as Symbols in
nacional. rl{,Peruvian Sgstem of Straiification", en Glazer, Nathan g Daniel Moynihan
(r'rls ), Et'hnicit'y: Theory and Experience, Cambridge: Ha¡vard Unive¡sity
llcss, 1971; Fiores Ochoa, Jorge, "Mistis and Indians: Their Relations in a
3. Arguedas, José María, "Evolución de las comunidades indígenas- El Niicro Economic Region of Cusco', en van den Bergue, PieÍe (ed ), Class and
valle del Mantaro y la ciudad de Huancayo", en Reuisfo del Museo Nocionol, Lthnicity in Peru, Leiden: E. J. Brill, 1974; Ossio, Juan M, "Relaciones in-
No.26, 1957, pp. 105 196. (,rótnicas y verticalidad en los Andes', en Debotes en Antropología, No 2,
4- Arguedas, José Ma¡ía, "Folklore del Valle del Mantaro", en Folklore 1978, pp. 1 23). Ver asimismo aquellos trabajos que ven al mesiizaje como
Americano, vol. 1, No. 1, 1953, p. 122. Esta visión del mestizo en el valle del
l)royecto cultural, como los de Arguedas, José María, Formoción de uno cul'
Mantaro es opuesta a oftas visiones como la de Luis E. Valcá¡cel, quien com- trút nacional indoomericana, México: Siglo XXI, 1975; Muna, John, 'The
paró al mestizaje con defo¡mación cultural, y lo calificó como un híbrido que, Clltural Future of ihe Andean Majority," en Maybury-Lewis, David (ed ), The
en lugar de he¡eda¡ las virtudes de sus predecesores, heredaba sus vicios. I)rospect far Plural Societies, Washington: American EthnologicaL Society,
Valcá¡cel, Luis E., Tempestod en los Andes, Lima: MineNa (Biblioieca 1984: De la Cadena, Marisol, "De utopías y contrahegemonías: el proceso de
Amauta), 1925, p. 108. la cLlltLra popular", en Re)ista Andino, vol. 8, No. 1, 1990, pp. 65-75
Raúl R. Romero l), ( scncializando almesiizo andino 767
vos en Ia región andina, mostrando más de cuarenta danzas ¡i- II. El "pasodo" y lo "autenticidad cultu¡al"
tuales, manteniendo el quechua además del español, y habland<¡
abiertamente de su "identidad wanka". Dado que la permanente negociación cuitural en la que está
La construcción histórica del mestizaje en el valle del Manta- , rrfrascada la cultura mestiza del valle se caracteriza por un cons-
ro constituye un ejemplo que contradice las antiguas visiones que l,rrrle debate cultu¡al sobre la identidad, debo hacer algunas consi-
entendían Ia etnicidad en un sentido "primordial" y "esencial". ricr¿rciones previas en este sentido. En el valle del Mantaro hay
Cerca de 30 años airás, Fredrik Barth criiicó estas posturas como r liscursos divergentes sob¡e los temas del "pasado" y ia "autentici-
inadecuadas para entender a los grupos étnicos en el contexto de ,l,rcl cultural". Ciifford Geer1z12 ha reconocido que hay varios tipos
una intensa interacción y movilidad social, en la presencia de , k' "pasado", refi¡iéndose a un pasado ritualizado sin duración, y a
presiones del mercado y de una imponente y mediatizante Na, ,rrr pasado no ritual, mundano, en el que la duración es un hecho
ción-Estado8. Analizando la clásica definición de Nanoll de los rr lcfutable. Arjun Appadurai añade un tercer tipo, el pasado deba-
grupos étnicos como biológicamente autoperpetuados, con valores ti(lo, cuyo propósito es cuestionar otros "pasados"l3. Este pasado
culturales compartidos, en constante interacción, autoidentificados ,¡,forma de discursos rituales y cotidianos y hace posible que la
y extemamente considerados "diferentes"9, Barth concluyó que r¡rnie pase de uno al otro con ¡elativa facilidad.
esta definición no estaba iejos de la mezcla raza-cultu¡alenguaje Este es el tipo de debate que se ha desanollado en el valle
que había ca¡acte¡izado mucho de la ante¡ior literatura antropoló- ,lcl Mantaro desde principios de siglo. B un debate en €l ámbito
gica sobre la einicidadlo. El aislamiento, la localización y la repro- rlt: la cultura popular y de la vida cotidiana. Por ejemplo, la famo-
ducción cultu¡al no problemática fueron asumidos como naturales ."r herranza. B una ceremonia que se describe generalmente co-
en la definición de grupos étnicos. Esta ca¡acterización ideal cam- ¡r<., un ritual de fertilidad porque su principal propósito está dirigi-
bia, por supuesto, en el contexto de las modemas Naciones- rlo a la protección de las tienas y el ganadola. Es una compleja
Estados pluriétnicas en las qu€ las relaciones de poder, domina- lc¡emonia que consiste en una variedad de fases: juego colectivo,
ción y subordinación son fuentes de luchas, conflictos y resisten- litos de predicción, música, danza, canto y un estado general de
cias. Contra estas visiones "primordialistas" que esencializaban los iLibilo. Es en la mayoría de los casos un ritual en el que sólo la
contenidos culturales de unidades étnicas, surgen aquéllas que l,rrnilia nuclear y extendida que posee animales participa, aunque,
mantien€n que la etnicidad no conti€ne "esencias culturales", sino si la comunidad entera es la propietaria, se convierte en un evento
que más bien se construyen, fluyen y se inventan históricamentel1. r omunal. Sin embargo, no pasa de ninguna manera desapercibida
crr el valle, pues por esos días los mercados locales se proveen de
lrienes para el ritual, y hay una considerable actividad comercial
,rlrededo¡ de la compra de regalos y materiales para usar en la
8. Ba¡th, Fredrik, "lntroduction", en Bayth, F¡edrik \ed.), Ethnic Groups
and Boundories: The Social Orgonizot¡on of Culturol Dillerence, Bostonr Little, 72. Geertz, Clifford, "Person, Time and Conduct ¡n Ba\", enThe Interpre'
Brown and Company, 1969. klion of Cullures, Nueva York: Basic Books, 1973.
9. Citado en Barth, Fredrik, op. cit'., pp. 10-11. 13. Appadurai, A¡un, "The Past as a Scarce Resource", en Man, vol. 1'6,
10. Ibíd., p. 11. No.2, 1981, p. 202.
11. Ver, por ejemplo, el artículo de Comaroff, Jean y John Coma¡ofl, "Of 14. Fuenzalida, Fernando, "Santiago y el wamani: aspectos de un culto
Totemism and Ethnici\r", en Comarolf, Jean y John Comaroff (eds.), Ethnog ¡r;rgano en Moya", e^ Debotes en Antropologío, No. 5, Lima: 1980, pp. 155-
rophg ard the Historicol lrnoginotian Boulde¡: Westuiew Press, 1992; y de 187; Silverblatt. Irene, "PoliticaL memories and Colonizing Symbols: Santiago
Appadurai, A¡jun, "Life AJter P¡imordialism", en Modernity ot Large: Culturol ,¡rd the Mountain Gods of Colonial Peru", en Hill, Jonathan D. (ed.).
Dimensíons of Globolizotion, Minneapolis: Universit!, of Minnesota Press, lit thinking Histotg ond Mgth: lndigenous Soulh Americon PerspectiDes on
1996. ilI Posf, Urbana: University of lllinois P¡ess, 1988.
rca Raúl R. Romero I), ,'s,rr.iali7an.lo al mestizo andino 169
herranza: la tela para la "mesa" ritual, el licor, las flores de la ,lr.rs. Iil principal tema de este debate son los orígenes16. F-s un
montaña, los cigarros, regalos como caramelo y dulces, cuyes, ,1,'lr;rle informal, pero también formal, desde que instituciones
cancha y queso para el generoso banquete ofrecido du¡ante el l, u ,rlcs como la municipalidad de Huancayo organiza conferencias
ritual. Inclusive en la bulliciosa ciudad de Huancayo, cientos de y gran populari-
músicos de la herranza llegan desde las comunidades más lejanas
',,
'lrrc los or(genes del huaylas. El surgimiento la
,l,rtl de los concurcos de huaylas han alimentado aun más este
con sus wakrapukus (trompetas de cuerno de vacuno), sus violines r |'lrate, pero enfatizan un interés por la "histo¡ia" más que por una
y sus iinyas (pequeños tambores andinos), y se congregan alrede- r,L'¡rtidad contemporánea. La tercera "competencia oficial" del
dor de la Plaza la Inmaculada de Huancayo esperando ser con- lrrr,rylas organizada por la municipalidad fue anunciada en un
tratados por los jefes de familia. ,rlirhe como "la expresión de Ia belleza y el vigor de esta tierra
El día central de la henanza es el 25 de julio, que coincide W,¡nka, cuna de nacimiento de grandes personajes que brillan en
con la celebración del apóstol Santiago; pero, contrariamente al 1,r., páginas de nuestra historia".
festival público en donde la virgen o el santo son los que guían los Pero el debate sobre los orígenes del huaylas apar€ce como
eventos, no hay elementos catóLicos presentes en este ritual priva- rrrr conglomerado de espontáneas opiniones individuales, fre-
do. La henanza se llama también Santiago en muchas comunida- ( ll(intemente plagadas de especulaciones históricas y relecturas del
des por la asociación hecha enire la imaginería europea del após- p,rsado. El punto en común del debate es que el ritual del antiguo
tol Santiago y la deidad andina del wamani. De hecho, en muchas w,rylarsh evolucionó hacia una danza de camaval, urbana y públi-
comunidades el ¡itual de la henanza se celebra como un ofreci- r ,r que conservó el mismo nombre, pero en su forma castellaniza-
miento al todopoderoso wamani, dueño de las cosechas y del rl,r: "huaylas". La trilia noctuma de cereales, llamada waylarshlT,
ganado, quien es igualmenie honrado como temido. Santiago fue
luc celeb¡ada hasta la década de los cuarenta por jóvenes solteros,
para el colonizador un símbolo de conquista, llamado el hijo del
lurmbres y mujeres, quienes cantaban y saltaban duranie la noche
trueno, un aniquilador de moros que en la guerra contra ellos
,'ncima de una e¡a de trigo. Mientras lo hacían separaban el grano
inspiró a los victoriosos soldados españolesls. Los indios asocia¡on r lc la espiga. Los participantes eran congregados por el dueÁo del
a Santiago con lllapa, el dios del trueno y del rayo, y con el tiem- .creal en el atardecer dei día designado. No sólo se bailaba y
po se fueron consolidando ambos en un solo ser supremo: el wa- r';rntaba, sino también se realizaban variados juegos. Muchos de
mani o Santiago. L¡s bailes se efectuaban en círculo, y eran ejecutados con un vigo-
A este ritual yo lo califico de "atemporal": es la reactualiza- r()so zapateo. En momentos detetminados, algunos hombres y
ción de un pasado no cuesiionado en el que la autenticidad ni u:ujeres ejecutaban bailes de pareja, pero encima de Ia era. Una
siquie¡a se discute y las innovaciones son sólo sugeridas tímida- ,rlmósfe¡a lúdica, de alegría y de un sutil erotismo caracterizaba a
mente, es el ámbito de la nosialgia cultural. La heffanza permite a loda la cer€monia.
la cultura regional "recordar" una historia regional y rastrear sus Muchas de las memorias de los orígenes del huaylas cuentan
raíces hacia tiempos lejanos, en los que animales, iierras y cultivos r1ue, hacia el final, los participantes waylarsh llegaban bailando
dependían no tanto de tecnologías modemas, pero más bien de la lrasta los límites de la ciudad de Huancayo. Una vez allí, sus inte-
naturaleza, del desiino y de 1o sobrenatural. r¡rantes regresaban a sus comunidades sin atreverse a entrar a la
En cambio la ubicua danza del huaylas es un ámbito en
donde la gente discute abieda y emotivamente sobre lo antiguo y
lo modemo, en foros oficiales y en conversaciones de todos los 16. Una síntesis de las posiciones encontradas expuestas en estos debates
se encuenka en Vilcapoma, José Carlos, Woglorsh: omor g ttiolencio de carno-
uol, Lima: Pakarina ediciones, 1995.
17- Arguedas, José María, "Folklore del Valle del Mantaro", en Folklore
15. Silverblatt, Irene, op. c¡t.,p.I74. Americano, vol. 1, No. 1, 1953.
1,70 Raúl R. Romero Ir. , .,.ri, r,rlyando al mestizo andino 171
ciudad. Con el tiempo, sin €mbargo, sí lo hicieron, y sus baiies y rr,,,lr'rr)() era ya pade de la historia del valle. Ellos estaban vi-
canciones se hicieron muy populares entre los ciiadinos. Poco a , r, rr,l¡ r t'n una era en que la migración temporal a los centros
poco, el waylarsh, t¡ansfo¡mado en huaylas, danza de camaval, se ,r¡rr, r, *' al¡arecía como una manera natural de ganarse la vida, y
convirtió en un elemento familiar del sistema de fiestas del valle ,.rr l,r ,lrrc la demanda por sus productos agrícolas era conside¡a-
del Mantarol8. l,l, y r onfiablez0. El ferrocarril había sido la vía reguiar de trans-
El huaylas antiguo y el huaylas moderno nacen de esta dan- 1,, ,rl,r¡ ion durante décadas, y la carretera Central, terminada en
za festiva. Pero esto no es motivo de la controversia, sino más bien l'):l(), r¡rcjoró aun más las eficientes comunicaciones con la ca-
el tipo de representación de lo "antiguo" y lo "moderno", 'l-ambién en la década del cuarenta, el uso del español se
casi ¡,rt,rl"r
siempre en el marco de concursos locales y regionales, en escena- ,,,¡r,,rrrlió noto¡iamente entre todos los campesinos del valle, a
rios entarimados o en teatros populares. Hay discusiones acalora- ¡,, .,r rlc que el quechua continuó hablándose22.
das sobre cómo el huaylas "modemo" deforma la danza "auténti I l;ry pues en la discusión sobre las orquestas típicas una no-
ca" inventando nuevos pasos y figuras coreográficas, y sobre cómo , r, ,r r r lt: "pasado anterior" que perienece a la aparición del capita-
el huaylas "antiguo" no hace justicia a la "auténtica" historia del Ir .rrr,, r¡rine¡o cerca de principios de siglo, cuando el valle apenas
ritual y la danza a pesar de sus esfueruos por dramatizar en escena ¡ ,,nr(,nzaba su proceso de t¡ansformación étnica, social y econó-
el trabajo campesino. rrrr,,r Y hay iambién una noción de "pasado reciente" que es en
El debate coiidiano es llevado más allá cuando se discute r,,rlrrl;rcl un pasado contemporáneo, situado alrededo¡ de 1940,
sobre la orquesta iípica, el conjunto musical más impoúante y , rr,rrrtlr el valle ya había llegado a un actual esiado de cosas. El
popular del valle, conformado por clarinetes y saxofonesle. Allí ,l, l,,rk: ace¡ca de la orquesta iípica no es, entonces, acerca de Ia
la noción de autenticidad se confunde con Ia noción de lo "anti- rr, ¡ ior de lo "típico", pero más bien de "cuán típico" el conjunto
guo" y de lo "típico", y los pasados en disputa son parte de una rr.r. I)rcstigioso de la región debe se¡. Nadie cuestiona la validez y
historia más ¡eciente. En la orquesta típica, los guardianes de la ,,1 ,i'rccho de apropiarse de instrumentos europeos para interpre-
"autentjcidad" claman que sólo los clarinetes deben ser conside- i,r nrrisicas regionales y adoptarlas como "típicas"; el debate es
rados "típicos", mientras que los individuos más "progresivos" ..,,1,r'c cl grado en qu€ estas tendencias modemizantes deben desa-
prefieren ir más allá e incluir todo tipo y cantidad de saxofones r, ,ll,rrse en el futuro.
dentro de lo "típico" de la orquesta más popular de la región. El I)ero también está la monumentalización de la cultura popu-
cla¡inete fue el primer instrumento incorporcdo por los conjuntos Lrr ,krl valle, de la identidad wanka. Recientemente el municipio
musicales del valle alrededor de la primera década del siglo ,1,. llr¡ancayo ha c¡eado el Parque de la Identidad Wanka, con
veinle. a expensas de la quena. que fue rápidamenle desplazo- , ,l,rltras de aquellos individuos que han hecho imporiantes apor-
dá. El saxolón fue incorporado a la orquesta típica en la décad.r t, , .r l¿r cultura wanka; entre ellos, tres músicos: la Flor Pucarina, el
del cuarenta, unos treinta años más tarde que los clarinetes. Éste l'rr,rllt¡r de los Andes y el violinista de fama regional Zenobio Da-
parece un co¡to intervaio de tiempo, pero permitió el tiempo ,¡lr,r, quien curiosamente aún vive, junto con su estatua. L-a mo-
suficiente para que un nuevo grupo generacional surgiera en la rrr r¡ ¡ rcntalización nos ileva a otro tipo de pasado y a otra noción
región. Para esta generación el impacto inicial del capitalismo ,l, l licmpo. Como dice Michael Hevfeld: "el tiempo monumental
, , ri'cluctivo y genérico. Representa eventos como si fueran reali-
18. Arguedas, José María, "De lo mágico a lo popular, del vínculo local al .,',r,¡res del supremo destino y reduce La experiencia social a lo
nacional", en El Comercio, Suplemento Dominical, Limar 30 de junio ck,
1968.
19. Romero, Raúl R., "Cambio musical y ¡esistencia cultural en los Andes :'(r Vd,lon. Florencia. op. cii.. p.310.
Centrales del Perú", en Romero, Raúl R. (ed.), Músico, donzos y fióscaras e¡t ;l I l-ong, Norma y Brian Robeds, op. cif., p. 5.
ios Andes, Lima: Poniificia Universidad Católica del Pe¡ú. 1993. il2 Adams, Richard, op. cit., p.86.
172 Raúl R Rome¡o I r, , ,( r¡ ializando al mestizo andino 173
colectivo predecible. Alude a un pasado constiiuido por categorías Lrlrl-;, clue ellos cambian en relación con su edad y posición en la
y estereotipos"23. ., r, rlird. Sabemos que la cualidad cambiante de las identidades
"
Pero, con excepción de la monumenialización de la cultura ,,lnr(,rs cn los Andes pemjte a las identidades cultu¡ales cambiar
wanka que lleva a cabo el municipio de Huancayo y los encuen- rrr, lr nivc a lo largo de un mismo ciclo de vida.
tros que organiza periódicamente para discutir si el huaylas es
antiguo o modemo, los demás debaies sobre el pasado y la au-
tenticidad cultural se desarrollan en el nivel de la vida cotidiana, lll. De-esenciqlizsndo sl mestizo del ualle del Mqntqro
en discusiones info¡males y en conversaciones casuales, pero no
por ello menos imporianies. Los "pasados" en disputa son parte de l)e la misma manera que los límites entre la "tradición" y la
la historia recienie del valle, y la noción de "auteniicidad" se con- ''r r, r lcrnidad" se han desvanecido en gran medida, las diferencias
viefte en el elemento central de estas discusiones. Si tuviera que , rl¡('los agentes sociales de aquellos paradigmas también se han
resumirlos, a partir de la cultura popular, yo distinguiría los si- , u lilrrrjado. El caso es que los mestizos del valle del Mantaro
1,
guientes: uno ritual no cuestionado, ejemplificado por la invenci- ¡,rr,',[,rr altemar posiciones dentro del debate sobre el pasado y la
ble costumbre de la herranza; otro prccapitalista conseryado en el ". rrrilrrlicidad", e inclusive cruzar fronteras culturales cuando ellos
recuerdo del waylarsh del que tanto nos habló Arguedasza y ahora 1,, r¡rricren así, en nombre de un cosmopolitismo y globalismo
reactualizado en el debate del huaylas; y un pasado modemo ,,rulirros25. Ya De Cerlau, como nos lo ¡ecuerda Ga¡cía Canclini,
confomado por la historia reciente de la orquesta típica, que se lr,rlri,r obseruado procesos semejantes al observar a los inmigmntes
forma a principios de siglo con la actividad minera y se reinventa , n ( l,rliiomia, anotando que Ios roles sociales se asumían y cam-
en la década de los cuarenta con su prosperidad ya consolidada. l'¡, como si fueran carros o casas, y que la vida consistía en un
'lr,rn
Pero, reconociendo esa disparidad de discursos históricos lo- rr(¡\,rnle cruce de f¡onte¡as26. Más cerca de casa, Marisol de la
cales, no quiero sugedr una desorientación cultural ni tampoco la ( ,r( l('na ha observado que el localismo sería tan sólo uno de los
presencia de subculturas. Por el contrario, y trascendiendo los r.r,¡l()s que caracterizan a las múltiples identidades del poblador de
aspectos extemos de las disputas, yo pienso que es precisamente 1,,. /\llOeS
esta dialéctica cultu¡al lo que provee la fueza y la autoestjma a la I lay dos elementos importantes que quisiera mencionar an-
identidad regional del valle. Las discusiones pemanentes, que l(-, (lc continuar; primero, la "modemidad". Esta cultura regional
implican análisis y reflexión, sobre qué es la identidad wanka, así rr,, ¡rroclama un eúhos bucólico; más bien, el ser modemo es uno
como el manejo simultáneo de diferentes discursos de autentici- ,1, I rs principales atributos del "ser wanka". La "modemidad" no
dad, proveen una respuesia a todos los sectores involucrados en , , visla de ninguna manera como una amenaza a una ideniidad
este debate cultural. Pero los discursos divergentes sobre el pasado r, , ¡r,nll distintiva, sino más bien como una garantía de que la
y la "autenticidad cultural" en el valle del Mantaro no deben lle- r, , ¡r, rn será capaz de sostenerse con orgullo en el contexto de las
vamos a cre€r que sus pobladores se sienten forzados a endosar It r,l¡'ncias nacionales e intemacionales. Y el concepto de "espa-
una única opción específica. Si bien es cierio que hay individuos
que son definitiva y orgánicamente "tradicionalistas" o "innovado- :'i) La discusión sobre cosmopolitismo y global¿ación es un tema que re-
res", hay otros que profesan identidades móviles, múltiples y por- lL¡( llr;r nrayor ¡eflexión; pe¡o no será posible katarlo aquí por razones de
,". ,,', r¡r. Véase el trabajo de Ulf Hannerz, quien debate las principales postu-
,.' . ',,,1'r {r cosmopolitismos V localismos en Tronsnotional Connection, Culturc,
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Americono, vol. 1, No. 1, 1953. l'l
l)r¿ la Cadena, Marisol, op. cit'., pp.65'75.
774 Raúl R. Romero I \' ,-,, rx Lalizando aLmestizo andino 175
cio" con relación a la identidad cultural es crucial para recordar r, ln rcr rdo a su capacidad de absorber por igual las músicas rituales
que las culturas no ocupan necesariamente lugares predetermina- ,, l,",liv¿rs, tanto como Las músicas urbanas extemas cosmopolitas.
dos. Mientras que las personas tienden a relacionar la tenito¡iali- I .1,, (,s, cruzar líneas libremente, entre la "tradición" y ia "moder-
dad con la identidad (el valle es aún la "madre tierra," a pesar de r,l.rrl" Al final, todos estos casos -que voy a ilustrar más adelante-
la migración masiva hacia Lima), reconozco que, si uno asume ,,
'rrlr,r<-licen la visión romántica a través de la cual muchos aca-
que si espacio y cultura están irremediablemente unidos, el riesgo
'l,.rrrir'os han esencializado al indio y al mestizo andinos sobre la
de esencializar y fijar la identidad regional del valle "en" el valle l',r',,'rlc pat¡ones rígidos, fijos y "tradicionales", segregados de las
tanto como descodificar otras influencias culturales en el sentido Ir'r,l('ncias globales que han afectado al resto del mundo, como si
de perlenecer a oiros €spacios es grande y quizás inescapable. La l, ,, Lrs l¡rs comunidades en los Andes peruanos se hubieran mante-
presencia cultural del valle del Mantaro en Lima es un claro ejem- r,r, i, , ,risladas de la "modemidad" y protegidas de la cultura de los
plo. Como Gupta y Ferguson han manifestado, las culturas han rr, rli¡rs de comunicación de masas recluidas en sus propios espa-
sido representadas ocupando "natu¡almente" espacios disconti- , r,,, < oryrorativos indios.
nuos. Su pariicularidad se basa en una aparente división del espa- (lasi todos los intérpretes andinos del valle del Mantaro que
cio: "Las representaciones del espacio en las ciencias sociales son lr, r,rlrevistado han admitido haber experimentado con diferentes
muy dependientes de las imágenes de quiebre, ruptura y disyun, , lLl, ,s musicales antes de habe¡ asumido un repertorio musical
ción. La distinción de sociedades, naciones y culturas está basada rr,,,lizo. La radio y las películas llegaron a las capitales de las pro-
en una djvisión no problemática del espacio. La premisa de la ,'rrr¡ i,rs andinas a principios de siglo, y los "¡itmos" transnacionales
discontinuidad forma el punto de partida para teolizar el contacto, ,¡rr, r'ran populares en Nueva York, Londres y París eran conoci-
", y contemplados por las élites regionales,
el conflicto y la contradicción entre culturas y sociedades'28. ,l, pobladores urbanos,
Los autores plantean superar la noción del "isomo¡Jismo de rrr,lros y mestizos por igual, aunque en diferentes grados. Todos
espacio, lugar g cultura", lo que es útil para explicar cómo influen- .r' ¡rrcllos que tuvieron acceso en algún momento de sus vidas a un
cias culiurales externas pueden desempeñar un rol en el valle del ' rr('nratógrafo o a una radio estuvieron involucrados en la
globali-
Mantaro sin romper la actual construcción de una disiintiva identi- ,,' r' rr I de Los medios de comunicación.
dad regional y, más aun, para dar cuenta de cómo las jóvenes "Mario" es un violinista que toca en muchas de las orquestas
generaciones, siguiendo el camino de las anieriores, pueden expe- 1r¡,rr,rs del ,a!le2g. ÉI ahora vive en Lima, en donde también es
dmentar y asumir otras prácticas culiuraLes sin necesariamenie .,,lri itado para integrar las numerosas orquestas típicas de la ca-
renunciar a una jdeniidad wanka. Entre los casos más extremos, I'rl,rl Pe¡o él es también un [segundo] violinisia en La Orquesta
están las "identidades experimentales" asumidas por las jóvenes ',rrlrj¡rica Nacional. De modo que él cambia de Beethoven y Mo-
generaciones en el proceso de esfozarce por reafirmar sus propias .., rr t ;rl huaylas regional; de la solemne y distante compostura de
identidades culturales colectivas y sus diferencias generacionales , rrr irrlóryrete sinfónico a los humores dei trago y la convivencia de Ia
privadas con relación a las antiguas generaciones. Me estoy refi- L,,l,r Jrública. Pregunto: ¿es él un músico mestizo del valle o un
riendo a la capacidad de los jóvenes ¡esidentes del valle de probar "¡ 'lrnisl¡r sinfónico cosmopolita?; iun ext¡aordinario intérprete inter-
dife¡entes sonidos, conductas y filosofías musicales, en el camino , ullur¿rl o un mestizo occidentalizado? Mario ama al valle del Manta-
de redescubrir su propia identidad regional. También me esioy ', ' 'r , .pecialmenre a su dishito. Huaripampa. El es del valle g esrá
,,r,¡rlltxo de ser parte de la culiu¡a wanka. Pero el ser parte de una
, r¡llrrr¡ mestiza regional no significa que él no pueda trascender su
28. Gupta, Akhil y James Ferguson, "Disciplin€ and Practice: 'The Field' as
¡,r,,¡rio espacio, sus oúgenes culh-rrales y explorar otros universos.
Site, Method and Location in Anthropology", er, Anthrapological Locotions:
Bounclories and Graund af o Field Science, Berkeley: University cf Calilornia
Press. 7997 . ;lr) f:d ¿ste y en el siguiente caso utiLizaré seudónimos.
176 Raúl R. Romero | ,, , , f, r,rlr¡,rrxlo al meslizo andino 177
El viaje cultural de Mario empezó en su juventud y en el va- I I ,,r'rlLrndo caso es "Ricardo", un joven músico y taxista en la
y
lle, culminó en la Orquesta Sinfónica Nacional en la ciudad ca- , trr'1,,,1 ,1, I |.rancayo, quien ha tocado música pop, cumbia y salsa
piial. Pero él continúa tocando en orquestas típicas: en algunos ,1,,,,1,'r¡rrl cra un quinceañero. Pero en sus veintes él cambió a
días él interpreia en programas matutinos a Schubert y a Ravel, y i,,11 1,,r," (lclrmino como m,uchos jóvenes en la región llaman a la
por las noches toca tunantadas, la danza que su padre "bailaba rrrLr r,,r rlrlional wanka). El me explicó que la razón para este
muy boniio". Su historia es representativa del mestizo del valle del , ,,rrrl,L,, ,'slribaba en que la cumbia y la salsa no eran tan popula-
Mantaro y es significativa porque cuestiona no sólo las imágenes r,,, , ,,rrr, r cl 'foiklo¡e" en el valle; había un mercado más impor-
esencializantes de indios y mestizos de los Andes peruanos, sino I 1rl, t),rr,r cste último.
también las representaciones compartimentalizadas de occidenta- llrr,rrclo experimentó con diversas identidades musicales an-
les, c¡iollos, indios, cholos y mestizos como identidades desconec- t,,.,1,,L,r irlir adopta¡ ia última de ellas. Y yo sostengo que él aún
tadas e irreconciliables dentro de la nación del Pe¡ú. ¡
,, lr r, r r',,1ar tocando diversos tipos de música y aún ser parte de la
'
Quiero citar una breve declaración de Mario: "Cuando iba al r,l,,rr1r,l,rrl wanka, de la misma manera que un ciudadano nortea-
pueblo de Parco por mis clases de violín, yo tenía vergüenza por- rL,.irr,ir(,, ¡ror ejemplo, puede escuchar incesantemente música
que un violinista era visto como un borracho, un mendigo que t, ,,r,i,',,,r y comer comida mexicana sin dejar de sentirse por eso
tocaba por dinero. Los jóvenes como yo querían escuchar "nueva r r, r
", rro¡ieamericano.
r,
ola" y yo sentía vergüenza por tocar música vemacular en mi vio- l,,r'c¡ caso, el gran violinista Zenobio Dagha30, uno de los
lín. Btudié primaria en L-a Oroya, donde mi padre irabajaba. Allí lrrL,l,r¡i,,r'cs de la orquesia típica con saxofones en los años '40 y
había de todo, cines, películas con Gary Cooper y John Wayne. I 'r,
,l,, rl,L,rnenie el composito¡ mas represeniativo de huayno, huaylas
Después en Huancayo estudié violín en ei lnstituto de Cultura. ,, rrrulr¡,r: regionales, se enorgulLece en declara¡ que sus composi-
Luego empecé a tocar en orquestas típicas en Tarma". , 1,,r,,,. l,rrnbién incluyen valses criollos y polkas, guarachas cuba-
La histo¡ia de Mario no difiere en mucho de las historias de r,,,. y ¡r,rsodobles españoles. De la misma manera que muchos
muchos de los artistas que fueron "esirellas" en la época dorada de ''rr lL,¡,rrisl¿rs" rechazaron dicho ié¡mino porque se sentían limita-
los discos comerciales andinos (1950-1980). Muchos de ellos co- L l, '. , r \us alcances y propósitos, y encasiLlados en un roL que era
menzaron cantando "¡anche¡as" mexicanas, muy populares en , 1,, , , sLrspicacia por los sectores hegemónicos, Zenobio Dagha
'n
Perú, tanto como el tango argentino. Ambos géneros fueron po- ,,,',, ,,rrr con sorpresa cuando le dije que yo sabía que él había
puladzados a través de las películas, en tiempos en que las indus- ''",,t"r. l'' murica regional w¿nka. El esluvoen desacuercio yme
trias ffmicas de México y Argentina estaban en plena expansión y ,,,rr1,11,, rliciendo que él había compuesto mucho más que "música
ianto el Perú como toda Latinoamérica eran sus mercados más ,, , ¡ , ,r r, rl" Yo lo estaba esencializando como un "compositor regio-
importantes. Desde la primera década del siglo, el cine mudo ¡,.,1 , u,rri(lo sus propios fines iban mucho más allá.
llegó a las capitales de las provincias, y entonces las películas l,,lc claro ejemplo, que muchos analistas no vacilarían en
norteamericanas y luego las latinoamericanas fueron accesibles a rt, rlr¡,l,rr- como un signo de "occidentalización" o como una
'
todos los residentes andinos que pudieran visitar las capitales 1,r,r, L,,r tL, la supremacía de "valores crioLlos urbanos" sobre la
andinas. Sólo puedo especular que esta influencia debe habe¡ r r, lr. rr rrr l, rcl de una sociedad andina imaginada, es para mí una
sido mayor entre los miembros de las élites provinciales con , ,r,1, rrr i,r cle que la cultu¡a andina mestiza no sólo esiá atenta a lo
acceso a una economía de mercado, que ent¡e los más pobres ¡,1, ,rr,,,<lc más allá de sus fronteras, sino que la incorporación de
campesinos indios. Pero sin importar donde hubiera esiado el 1., r'r, u l,,r niclad ha sido y aún es uno de sus rasgos fundameniales.
punto de entrada, la diseminación de una "música global" sí L' , .r'rrr i;rlización del indio y del mestizo andinos como individuos
ocurrió muy temprano en al siglo.
llr I i.r vel sr Lrtilizo su nombre auiéntico-
i7a Raúl R. Romero t' , ,",,)lr/,)¡)(lo al mestizo andino 179
con identjdades "primordiales", las cuales nunca podrán llegar a ' ",rL.lruL/c:n socialmente; una vez construidas tienden a ser
irascender, ha sido una práctica común en la ehografía andina. y
',, r,,lr,,,rtlas' po¡ el mismo grupo en cuestión. Sin esie último
una de las principales consecuencias de esto ha sido el atributo l'!,l,t , n() lxrclrían los pobladores del valle hablar de una cultura
"antimodemo" adsc¡ito a los grupos primordiales; esto es, cual ' ,r L¡ ri (:rce¡ en ella como proyecto de largo plazo, ni nosotros
quier rasgo de modemismo, ¡ec¡eado de una manera no conven- 1, ,l,l ,, ,rr¡rri cle una identidad mestiza wanka como tema de discu-
cjonal por el grupo que esiá siendo esencializado. será consi- ,
'rr ,,, ,rrlt;rnica.
derado "ir¡acional'31. Recue¡do también en este sentido la obser-
vación, o acusación, del teó¡ico africano V.Y. Mudirnbe cuando
dice, pensando en la antropología en general, que en el pasado Ia
presencia de cualquier innovacjón en las culturas t¡adicionales se ha
inteqrreiado siempre como 'malas copias de occidente,'32. Pienso
que esto se debe a varias razones: 1) se ha hecho más hincapié en la
defensa de la propia identidad dentro de estos marcos que en la
exploración fuera de éstas: 2) se ha enfatizado, como ha dicho el
africano Kofi Agawu, una 'ideología de las diferencias" más que una
ideología de las semejanzas33; 3) el contacto cultural se ha descrito
como "aculiu¡ación", desintegración u occidentalización, mas no
como cosmopolitismo; y, por ultimo, 4) el localismo andino se ha
visto con mayor interés que la participación del poblador andino en
lo global.
Sin embargo, no quiero teminar sugiriendo que Ia ideniidad
mestiza es múltiple y por lo tanio indefinible, o que su destino es
cruzar fronteras indefinidamente; sino más bien sugerir que las
identidades móviles son un mecanismo de búsqueda, pero tam-
bién de reafirmación cultu¡al. Como dicen John y Jean Comaroff
en su crítica al "primordialismo", que es la crítica al esencialismo,
"mient¡as que la etnicidad es el producto de procesos históricos
específicos, éste [el primordialismo] tiende a tomar la apariencia
"natural' de una fuefla autónoma, de un "princlpio', capaz de de-
ierminar el cu¡so de Ia vida social'3a. Es deci¡, 1as identidades no
son "esencjas" inherentes a un grupo social determinado, sino que