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La Selva Esmeralda - Resumen Moral

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Resumen de algunos factores morales

destacados en el análisis del filme “La


Selva Esmeralda”
Filme del año 1985 dirigido por John Boorman
Realizado por NESTOR OBISPO

En esta película presentada en 1985 por el director británico John Boorman, es un


ejemplo interesante de cómo se puede concientizar al mundo sobre los problemas
ecológicos, especialmente aquellos que involucran la destrucción de la Amazonia,
su daño irreparable e irreversible, en un gigantesco paraje natural, de cientos, que
existen en el mundo con miles de especies naturales, sino también de una forma de
vida, de una especial conjunción entre el hombre y la naturaleza que años después
continua en peligro constante de agravamiento y en una situación cada vez más
frágil.

Los escenarios y hechos aquí presentados se constituyen en una fuente objetivo de


moralidad muy grande, donde la idea del progreso de la modernidad infringe un
daño a la naturaleza irreparable. Si bien el progreso es un hecho importante
cometido por la voluntad humana, va a estar determinado por la observación de lo
que destacamos en la película con todos esos eventos destructivos de la naturaleza
y el hábitat de las especies y la afectación sobre los hábitos culturales de los
indígenas presentes en las áreas de intervención.

Hay una intención manifiesta de construir una represa para avanzar hacia la
modernidad lo que se constituye en el otro elemento que justifica el evento moral,
es el fin que tienen los invasores de la selva, que se sobreponen a la naturaleza.

De los actos morales anteriores surgen otras fuentes de moralidad, las


circunstancias, muy variadas, a partir de las cuales se desarrollan otras fuentes de
moralidades sucedáneas. El mensaje abarcado en la película va algo más allá de
su tono ecologista, donde se destacan en relación muy certera planteamientos de
carácter étnico e incluso antropológico, con varias tramas argumentales, con una
principal que se enfoca y muestra la realidad de los niños blancos raptados y criados
por los indígenas, de lo que resultaban los híbridos culturales, actos de moral que
ocurrieron en muchos sitios donde hubo actos de colonización y de esclavización.
El acto del secuestro en si es un objetivo de moralidad perverso que ejecutan esas
poblaciones selváticas como costumbres específicas.

En general el argumento principal que se destaca la obra de una represa en la selva


brasileña, construida por el ingeniero, interpretado por Powers Boothe, quien sufre
el rapto de su pequeño hijo a cargo de los llamados “Hombres invisibles”, una tribu
perdida del Amazonas que se esconde en lo más profundo de la selva y de las
maquinaciones del hombre blanco. Este ingeniero luego se enfoca por un lapso de
diez años a la búsqueda del menor, tiempo que convierte al joven en un integrante
más de la tribu, aprendiendo las costumbres, artes guerreras que forma parte de su
propia familia indígena adoptiva, e incluso tiene hasta su novia. La adaptación del
menor fue traumática al principio por un acto reñido con la moral, el secuestro, factor
objetivo, donde el acto per se, que trae como fin moral hacer daño a la familia del
hombre blanco, con las circunstancias de agravio y perversidad. Con el transcurrir,
la vida de la selva se pone más en riesgo en la medida que avanza la penetración
de la “civilización”, que obliga a los indígenas a enfrentarse a lo peor del hombre
blanco, dando oportunidad al joven (interpretado por Charlie Boorman, hijo del
director) para recuperar su pasado y reencuentro con su otra realidad.

En los escenarios naturales, los actores se distinguen en sus actividades


cabalmente, sobre lo impresionante de las localizaciones donde se rodó la película,
y donde las escenas de acción y aventuras son efectivas y no desentonan con la
profundidad del mensaje, siendo esto de mucho valor para la interpretación de los
mensajes de moralidad implícitos en la cinta.

La selva está filmada en toda su grandeza, su hermosura, su realidad implacable,


reflejada con un aire misterioso, casi místico, de templo ancestral en el que los
humanos se limitan a ser feligreses de paso. De la película se desprenden varios
mensajes interpuestos. En primer lugar, nos ofrece un catálogo interesante de lo
que es la comunión de la vida del hombre adaptada a los designios de la naturaleza
en contraposición al “avance” que supone moldear la naturaleza a los caprichos del
hombre, con su devastación, su deforestación, sus horribles construcciones de
hormigón, artificiosas y postizas en un entorno grandioso y virgen, y sus nulos
escrúpulos en función del beneficio económico, aún a costa del sacrificio de tesoros
naturales imprescindibles.

En este sentido, la imagen de unos indígenas aturdidos al descubrir que el límite de


la selva cada día se reduce más y que las amplias zonas taladas se acercan
peligrosamente hacia sus chozas, es muy ilustrativa. De este modo formula
conjuntamente una alerta en tono ecologista junto a una propuesta de vida diferente
a la actual, no ya al regreso más ancestral, sino a un aprovechamiento de las
riquezas naturales que al mismo tiempo las preserve y no las empobrezca o arrase.

Además, nos plantea un mensaje étnico, en la aceptación de un niño occidental


rubio y de ojos distintos a los usuales en la tribu quienes gozan de una piel morena,
ojos oscuros y de cultura y desarrollo difícilmente más opuestos, cosa difícil de
pensar en el caso contrario. También se destaca en el filme actos reñidos con la
moralidad en el trato de blancas o esclavas sexuales hecho bien ilustrado en las
escenas en las que las mujeres de la tribu son secuestradas.

En resumen, la película nos enseña aspectos culturales de otros pueblos y sus


formas de vida, quizás no lo suficientemente desarrollados económica, social,
política y culturalmente para lo que las comodidades que se exhibe de la vida
occidental, pero más adelantadas que el hombre blanco en lo que al desarrollo
sostenible se refiere, con un respeto que puede calificarse de religioso,
profundamente relacionado con el más allá y con la esencia misma del ser humano
como parte de la naturaleza. Un pueblo que convive con ella como algo vivo, que
entiende que su supervivencia depende de la de ésta, que maximiza al ser humano
y a su entorno por delante de la acumulación de bienes superfluos, es decir, seres
humanos que no intentan gobernar la naturaleza, sino que coexisten con ella en pie
de igualdad, incluso de sumisión (usan la selva, pero no la dañan en la cuantía que
hace el hombre blanco, sostenibilidad del ambiente).

Quizás el punto frágil de la película, por su planteamiento, sea el final de la trama


principal, el “castigo” al hombre blanco como causante de los males, y la tesis que
parece sostener el director en cuanto a las bondades del hombre en estado natural
y las perversiones y mutaciones que sufre cuando se ve inmerso en la sociedad
competitiva y deshumanizada. Sin embargo, el surrealista episodio de las ranas que
tiene lugar hacia el final, recupera esa atmósfera mágica que está presente en todas
las escenas que tienen lugar en la selva, que nos invita a reflexionar, a
sobrecogernos con la inmensa riqueza natural que se nos regala, ante la cual no
podemos sino postrarnos, y a la que, siendo fuente de nuestra existencia,
estúpidamente maltratamos siendo que existen cada vez más medios técnicos que
posibilitaran un desarrollo económico menos agresivo para el entorno.

La película invita por tanto a una reflexión global, a utilizar conceptos humanos que
no estén desligados del entorno en el que la propia especie surgió, y por otro a
concebir la naturaleza como algo profundamente humano, y que por tanto exige que
nuestra forma de acercarnos a ella tenga como punto de partida los sentimientos y
emociones de que nuestra propia naturaleza nos dotó, y lo hace sin maniqueísmos
ni discursos fáciles, sino utilizando sobrecogedoras imágenes de lo que, si las cosas
siguen en la misma línea, no dentro de mucho tiempo será un recuerdo.

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