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Resumen Winnicott

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Escuela Inglesa, resumen.

Preocupación maternal primaria (1956) – Winnicott


El medio no suficiente o insatisfactorio deforma el desarrollo del pequeño, del mismo modo que existe un
medio bueno suficiente que permite que el niño alcance las apropiadas satisfacciones innatas, así como
las angustias y conflictos.
Existe una identificación entre la madre y el pequeño.
En la fase más precoz estamos tratando con un estado muy especial de la madre, que merece el nombre
de preocupación maternal primaria.
En la madre gradualmente se desarrolla y se convierte en un estado de sensibilidad exaltada durante el
embarazo y, especialmente, hacia el final del mismo. Dura unas cuantas semanas y no es fácilmente
recordado por la madre una vez que se ha recobrado.
Este estado organizado, que sería una enfermedad si no fuese por el hecho del embarazo, podría
compararse con un estado de replegamiento. Una mujer debe estar sana tanto para alcanzar este estado
como para recobrarse de él.
Hay muchas mujeres que no pueden alcanzar esta enfermedad normal, o bien lo consiguen con uno de
sus hijos, pero no con los demás.
Cuando una mujer tiene una fuerte identificación masculina se encuentra con que le es muy difícil cumplir
con esta parte de su función materna, y la envidia reprimida del pene deja poco espacio para la
preocupación materna.
El pequeño tiene:
 Una constitución. Tendencias innatas al desarrollo.
 Movilidad y sensibilidad. Instintos involucrados en la tendencia al desarrollo con cambios en la
dominancia zonal.
La madre que alcanza el estado óptimo aporta un marco en el que la constitución del pequeño empezará a
hacerse evidente, en el que se desplegarán las tendencias hacia el desarrollo y el pequeño podrá
experimentar las sensaciones que son apropiadas a esta fase precoz de la vida.
Si la madre aporta una adaptación suficiente, la vida del pequeño se ve muy poco perturbada por los
ataques.
Los fracasos maternos producen fases de reacción ante los ataques, y estas reacciones interrumpen la
continuidad existencial del pequeño. Cualquier exceso en tales reacciones produce, no la frustración, sino
la amenaza de aniquilamiento.
La base para la instauración del Yo la constituye la suficiencia de la continuidad existencial no interrumpida
por las reacciones ante los ataques. Sólo si la madre se halla sensibilizada podrá ponerse en el lugar del
pequeño y satisfacer sus necesidades.
Empieza a existir una relación yoica entre la madre y el pequeño, relación de la que la madre se recupera,
y a partir de la cuál el niño puede edificar en la madre la idea de una persona.
El fracaso de adaptación materna en la fase más precoz produce la aniquilación del self del pequeño.
En una primera fase, el niño no percibe de ningún modo lo que la madre hace bien, sus fracasos son
percibidos como amenazas a la autoexistencia personal.
La construcción precoz del Yo es silenciosa. La primera organización del Yo procede de la experiencia de
amenazas de aniquilación que no conducen a la aniquilación, y con respecto a las cuales hay recuperación
repetidas veces. La confianza en la recuperación lleva a un Yo y a una capacidad del Yo para enfrentarse
con la frustración.
Creemos que la madre del bebe es la persona mas idónea para el cuidado de este porque es ella quien
puede alcanzar ese estado de especial preocupación maternal. Pero una madre adoptiva o cualquier mujer
que pueda tener esta enfermedad también puede estar en condiciones de producir una adaptación
suficiente.
Un medio suficiente en la primera fase permite que el pequeño comience a existir, a tener experiencia, a
constituirse un yo personal, a dominar los instintos, y a enfrentarse con todas las dificultades inherentes de
la vida.
Si no hay caos, aparece un falso Self que oculta el verdadero Self, que se aviene a las exigencias, que

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reacciona ante los estímulos, que se libra de las experiencias instintivas, pero que únicamente estará
ganando tiempo.
Allí donde haya habido un fracaso en esta primera fase, el pequeño se ve atrapado en unos primitivos
mecanismos de defensa.
Se registra una divisoria:
 Madurez del Yo: las experiencias instintivas refuerzan al Yo.
 Inmadurez del Yo: las experiencias instintivas interrumpen al Yo.
El Yo implica una suma de experiencias. El individuo necesita empezar en el medio ambiente
especializado al que me he referido de preocupación materna primaria.
Desarrollo emocional primitivo:
Entre los 5 y los 6 meses, se produce un cambio en los niños.
Para el autor los pequeños llegan a ser algo a los 6 meses.
El niño de 5 meses adquiere capacidad en la medida en que agarra los objetos que ve y se los lleva a la
boca. Adquiere la capacidad para demostrar que comprende que tiene un interior y que las cosas
proceden del exterior. Demuestra que sabe que se ve enriquecido por lo que incorpora y que sabe que
puede librarse de algo cuando ha obtenido lo que de el desea.
Todos estos avances pueden perderse en forma de regresión debido a la angustia.
El pequeño da por sentado que su madre también posee su interior, así empieza a preocuparse por ella y
su cordura y sus estados de ánimo.
Cuando un ser humano siente que es una persona relacionada con los demás ya ha pasado el estado de
desarrollo primitivo.
Hay grandes diferencias que son observables si el bebe es prematuro o posmaturo.
Al finalizar los 9 meses, el pequeño esta maduro para el desarrollo emocional. Si es posmaturo habrá
alcanzado esta fase dentro del vientre; si es prematuro no alcanzara esta fase hasta que haya alcanzado
la edad en que debería haber nacido.
Hay 3 procesos que empiezan pronto: la integración, la personalización y la comprensión (apreciación del
tiempo, del espacio y otras propiedades de la realidad).
La personalidad no esta integrada y en la desintegración regresiva existe un estado primario al que
conduce la regresión.
Postulamos una no integración primaria.
El estado primario no integrado provee una base para la desintegración. La integración comienza con la
vida.
El pequeño que no haya dispuesto de una persona que recoja sus fragmentos empieza con desventaja su
tarea de autointegración y tal vez no pueda cumplirla.
En la vida del niño normal hay periodos en los cuales no le importa ser una serie de fragmentos, siempre y
cuando alguna que otra vez sean reunidos y sienta que es algo.
Gradualmente serán reunidos los fragmentos que llamara madre.
De la no integración, nacen estados que se llamaran disociaciones, que aparecen debido a que la
integración es incompleta o parcial. Al principio el pequeño no sabe que la madre que él está edificando a
través de sus experiencias tranquilas es lo mismo que la potencia que se halla detrás de los pechos que
pretende destruir.
La disociación es un mecanismo de defensa.
La integración es la relación primaria con la realidad externa. Pero es un paso que nunca acaba de darse y
de quedar consolidado.
El bebe siente unas necesidades instintivas y apremiantes acompañadas de ideas predatorias. La madre
posee el pecho y la facultad de producir leche, y la idea de que le gustaría verse atacada por un bebe
hambriento. Estos dos fenómenos solo establecen una relación mutua cuando la madre y el niño viven y
sienten juntos. La madre debe ser tolerante y comprensiva de manera que produzca una situación que
puede convertirse en el primer lazo entre el pequeño y un objeto externo.

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El niño acude al pecho cuando esta excitado y dispuesto a alucinar algo que puede ser atacado. El pezón
real hace su aparición y el pequeño es capaz de sentir que eso es lo que acaba de alucinar. Y la madre
debe seguir dándole este tipo de experiencias.
Al principio la importancia de las madres resulta vital; su tarea es proteger al niño de las complicaciones
que el todavía no puede entender, así como darle el fragmento del mundo que el pequeño llega a conocer
a través de ella.
Al principio es necesario establecer un contacto sencillo con la realidad externa, mediante las
alucinaciones del niño y lo que el mundo presente, con momentos de ilusión para el niño, en los cuales
cree que las dos cosas son idénticas.
Para que en la mente se produzca esta ilusión es necesario que una persona se tome el trabajo de traerle
al niño el mundo de manera constante y comprensible, y de una manera limitada, adecuada a sus
necesidades. El niño no puede existir solo.
Hay una relación objetal que al principio es cruel o despiadada. Estos estados crueles de disociación son
comunes en la primera infancia.
El niño normal disfruta de una relación cruel con su madre, esto se manifiesta en juegos que solo ella es
capaz de tolerar. Sin estos, lo único que puede hacer el niño es ocultar un ser cruel al que dará vida en
estado de disociación.
Desintegrarse significa abandonarse a los impulsos, incontrolados por cuanto actúan por cuenta propia; y
esto evoca ideas de otros impulsos incontrolados dirigidos hacia si mismo.
La mente y su relación con el psiquesoma – Winnicott:
Para estudiar el concepto de mente es siempre necesario estudiar un individuo incluyendo su desarrollo
desde el comienzo mismo de la existencia psicosomática.
La mente no existe como entidad en el esquema de cosas del individuo, siempre y cuando el psiquesoma
o cuerpo individual haya atravesado satisfactoriamente las etapas de desarrollo más tempranas; la mente
entonces no es más que un caso especial de funcionamiento del psiquesoma.
Está creándose una entidad falsa y una localización falsa.
Los aspectos psíquicos y somáticos de la persona que va desarrollándose se ven envueltos en un proceso
de mutua interrelación. Esta interrelación de la psique con el soma constituye una fase temprana del
desarrollo individual.
En el desarrollo precoz de un individuo, salud implica continuidad en el ser. El psiquesoma precoz se
mueve a tenor de cierta línea de desarrollo siempre y cuando su continuidad de ser no se vea turbada;
para el desarrollo sano del psiquesoma precoz hace falta un medio perfecto. Al principio la necesidad es
absoluta.
El medio ambiente perfecto es aquel que se adapta activamente a las necesidades del psiquesoma recién
formado.
El mal medio es malo porque debido al fracaso de la adaptación se convierte en un ataque contra el
psiquesoma, ataque ante el cual el psiquesoma debe reaccionar. Esta reacción turba la continuidad
existencial del nuevo individuo.
El buen medio es físico; sólo con el paso del tiempo desarrolla el medio ambiente una nueva característica
que hace necesario un nuevo término descriptivo, como puede ser «emocional», «psicológico» o «social».
De esto emerge lo que llamamos una madre «buena», con su capacidad de adaptarse activamente a las
necesidades del pequeño, capacidad que surge de su devoción o dedicación y que es posibilitada por su
narcisismo, su imaginación y sus recuerdos, cosas todas ellas que le permiten saber por medio de la
identificación cuáles son las necesidades del pequeño.
La necesidad, al principio absoluta, de un buen medio ambiente se convierte rápidamente en relativa. La
madre «buena» corriente ya es suficiente.
La actividad mental del pequeño hace que un medio ambiente suficiente se transforme en uno perfecto,
convierte el fallo de adaptación en un éxito. Lo que libera a la madre de la necesidad de ser casi perfecta
es la comprensión del pequeño.
También es una función maternal característica el aportar un fallo graduado de la adaptación. Así, nace en
el pequeño cierta tolerancia con respecto tanto a la necesidad del yo como a la tensión instintiva.
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Ciertos tipos de fallo materno, especialmente de comportamiento, producen una sobreactividad del
funcionamiento mental. En estado de salud, la mente no usurpa la función del medio, sino que posibilita
una comprensión, y eventual aprovechamiento, de su fallo relativo.
Lo que en todo momento necesita el individuo es encontrar a otra persona que haga real este concepto del
«buen medio», de manera que el individuo puede volver al psiquesoma dependiente que constituye el
único lugar desde el que vivir.
El individuo localiza y coloca la mente-psique ya sea en la cabeza o fuera de ella, en alguna relación
especial con la misma, lo cual constituye una importante fuente de jaquecas sintomáticas.
La continuidad existencial del psiquesoma en desarrollo se ve trastornada por las reacciones ante los
ataques del medio ambiente; dicho de otro modo, por los resultados de los fallos de adaptación activa por
parte del medio. No pueden tolerarse los ataques que exijan reacciones excesivas. En el nacimiento es
probable que se produzca una turbación excesiva de la continuidad a causa de las reacciones ante los
ataques, y la actividad mental que estoy describiendo en este momento es aquella que se ocupa de
memorizar exactamente durante el proceso mental.
El funcionamiento mental que permite a la psique enriquecer al soma depende del cerebro intacto. Pero
nosotros no situamos la psique en ninguna parte.
El verdadero ser, una continuidad existencial, se basa, en estado de salud, en el crecimiento del
psiquesoma.
La actividad mental es un caso especial del funcionamiento del psiquesoma.
Ya es posible dar dos bases distintas para el funcionamiento mental normal: a) la conversión de un medio
suficiente en un medio perfecto que permita un mínimo de reacción ante los ataques y un máximo de
autodesarrollo natural; b) la catalogación de los ataques para su asimilación en ulteriores etapas del
desarrollo.
Resulta lógico contraponer la psique al soma y el desarrollo emocional al desarrollo corporal de un
individuo. No es lógico contraponer lo mental a lo físico, ya que éstos no son de la misma materia. Los
fenómenos mentales son complicaciones de importancia variable en la continuidad existencial del
psiquesoma, en lo que culmina en el self individual.
Objetos transicionales y fenómenos transicionales – Winnicott:
Introduzco los términos "objetos transicionales" y "fenómenos transicionales" para designar la zona
intermedia de experiencia, entre el pulgar y el osito, entre el erotismo oral y la verdadera relación de
objeto, entre la actividad creadora primaria y la proyección de lo que ya se ha introyectado, entre el
desconocimiento primario de la deuda y el reconocimiento de ésta.
Existe un estado intermedio entre la incapacidad del bebé para reconocer y aceptar la realidad, y su
creciente capacidad para ello. Estudio la sustancia de la ilusión, lo que se permite al niño y lo que en la
vida adulta es inherente del arte y la religión, pero que se convierte en el sello de la locura cuando un
adulto exige demasiado de la credulidad de los demás cuando los obliga a aceptar una ilusión que no les
es propia.
Llega a adquirir una importancia vital para el bebé en el momento de disponerse a dormir, y que es una
defensa contra la ansiedad, en especial contra la de tipo depresivo. Puede que el niño haya encontrado
algún objeto blando, o de otra clase, y lo use, y entonces se convierte en lo que yo llamo objeto
transicional.
Empieza a aparecer desde los cuatro a seis meses hasta los ocho a doce.
No existe una diferencia apreciable entre los varones y las niñas, en su uso de la primera posesión "no-
yo", que yo denomino objeto transicional.
Es frecuente que el nombre que da a esos primeros objetos tenga importancia, y por lo general contiene
en parte una palabra empleada por los adultos. A veces no existe un objeto transicional aparte de la madre
misma.
Resumen de cualidades especiales de la relación:
1. El bebé adquiere derechos sobre el objeto, y nosotros los aceptamos. Pero desde el comienzo existe
como característica cierta anulación de la omnipotencia.
2. El objeto es acunado con afecto, y al mismo tiempo amado y mutilado con excitación.
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3. Nunca debe cambiar, a menos de que lo cambie el propio bebé.


4. Tiene que sobrevivir al amor instintivo, así como al odio, y si se trata de una característica, a la agresión
pura.
5. Pero al bebé debe parecerle que irradia calor, o que se mueve, o que posee cierta textura, o que hace
algo que parece demostrar que posee una vitalidad o una realidad propias.
6. Proviene de afuera desde nuestro punto de vista, pero no para el bebé. Tampoco viene de adentro; no
es una alucinación.
7. Se permite que su destino sufra una descarga gradual. de modo que a lo largo de los años queda, no
tanto olvidado como relegado al limbo. Quiero decir con esto que en un estado de buena salud el objeto
transicional no "entra", ni es forzoso que el sentimiento relacionado con él sea reprimido. No se lo olvida ni
se lo llora. Pierde significación, y ello porque los fenómenos transicionales se han vuelto difusos, se han
extendido a todo el territorio intermedio entre la "realidad psíquica interna" y "el mundo exterior tal como lo
perciben dos personas en común", a todo el campo cultural.
1. El objeto transicional representa el pecho materno, o el objeto de la primera relación.
2. Es anterior a la prueba de la realidad establecida.
3. En relación con el objeto transicional el bebé pasa del dominio omnipotente al dominio por
manipulación.
4. A la larga el objeto transicional puede convertirse en un objeto fetiche y por lo tanto persistir como una
característica de la vida sexual adulta.
5. A consecuencia de la organización erótica anal, el objeto transicional puede representar las heces.
El objeto transicional no es un objeto interno; es una posesión. Pero tampoco es un objeto exterior.
Entre los medios con que cuenta el bebé para enfrentar ese retiro materno se cuentan los siguientes:
1. Su experiencia, repetida a menudo, en el sentido de que la frustración tiene un límite de tiempo. Es claro
que al comienzo este debe ser breve.
2. Una eficiente percepción del proceso.
3. El comienzo de la actividad mental.
4. La utilización de satisfacciones autoeróticas.
5. El recuerdo, el revivir de experiencias, las fantasías, los sueños; la integración de pasado, presente y
futuro.
El bebé puede resultar perturbado por una adaptación estrecha a la necesidad, cuando dicha adaptación
continúa durante demasiado tiempo y no se permite su disminución natural, puesto que la adaptación
exacta se parece a la magia y el objeto que se comporta a la perfección no es mucho más que una
alucinación. Pero al principio tiene que ser casi exacta, pues de lo contrario al bebé no le es posible
empezar a desarrollar la capacidad para experimentar una relación con la realidad exterior, o por lo menos
formarse una concepción de ella.
La madre ofrece al bebé la oportunidad de crearse la ilusión de que su pecho es parte de él. Por así
decirlo, parece encontrarse bajo su dominio mágico. La tarea posterior de la madre consiste en
desilusionar al bebé en forma gradual, pero no lo logrará si al principio no le ofreció suficientes
oportunidades de ilusión.
Los fenómenos transicionales representan las primeras etapas del uso de la ilusión, sin las cuales no tiene
sentido para el ser humano la idea de una relación con un objeto que otros perciben como exterior a ese
ser.
Cuando su adaptación a las necesidades del bebé es lo bastante buena, produce en este la ilusión de que
existe una realidad exterior que corresponde a su propia capacidad de crear. En otras palabras, hay una
superposición entre lo que la madre proporciona y lo que el bebé puede concebir al respecto.
El bebé se alimenta de un pecho que es parte de él, y la madre da leche a un bebé que forma parte de
ella.
Acerca del objeto transicional puede decirse que se trata de un convenio entre nosotros y el bebé.
Si las cosas salen bien en ese proceso de desilusión gradual, queda preparado el escenario para las
frustraciones que reunimos bajo la denominación de destete.
En la infancia la zona intermedia es necesaria para la iniciación de una relación entre el niño y el mundo, y
la posibilita una crianza lo bastante buena en la primera fase crítica. Para todo ello es esencial la
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continuidad del ambiente emocional exterior y de determinados elementos del medio físico, tales como el o
los objetos transicionales.
La primera posesión se vincula en el tiempo con los fenómenos autoeróticos y la succión del puño y del
pulgar, y más adelante con el primer animal o muñeca blandos y con los juguetes duros. Tiene
vinculaciones con el objeto exterior y con los objetos internos, pero es distinta de ellos.
Los objetos y fenómenos transicionales pertenecen al reino de la ilusión que constituye la base de
iniciación de la experiencia. Esa primera etapa del desarrollo es posibilitada por la capacidad especial de
la madre para adaptarse a las necesidades de su hijo, con lo cual le permite forjarse la ilusión de que lo
que él cree existe en la realidad.
Es claro que lo transicional no es el objeto. Este representa la transición del bebé, de un estado en que se
encuentra fusionado a la madre a uno de relación con ella como algo exterior y separado.
Resumen de algunas ideas básicas de la Obra de Donald Winnicott – Nanni:
Los procesos de maduración están determinados por tendencias innatas. Postula una “tendencia hacia el
crecimiento y el desarrollo” que es heredada, que forma parte del bagaje constitucional del individuo. Al
mismo tiempo postula la participación necesaria de los factores ambientales.
El desarrollo es posible gracias a la concurrencia de las tendencias heredadas al desarrollo, por una parte,
en condiciones ambientales que resulten adecuadas a las necesidades del bebé.
La madre (medio ambiente) que es capaz de lograr una adaptación “suficientemente buena” (promedio) a
las necesidades del bebé, es definida como “madre devota”.
El sostén es el modo como la madre sostiene físicamente a su bebé, pero no sólo eso. Debemos incluir
todos aquellos cuidados comunes que es capaz de prodigar una madre corriente: condiciones de
temperatura, iluminación, atemperación de sonidos, etc.
La manipulación es el modo de contacto físico que incluye la presión global, o localizada. Si bien es
posible hacer la distinción entre lo que llamamos sostén y lo que llamamos manipulación, es bien difícil
saber en qué detalle concreto nos referimos a una u otra operación, y ambas coexisten simultáneamente
en la experiencia.
La presentación del objeto es la forma como la madre pone en contacto (o en relación) a su bebé con todo
aquello que le rodea, incluso con ella misma. Una adecuada presentación objetal implica generalmente
una aproximación dosificada y gradual. En este sentido, la experiencia de la alimentación es
paradigmática. La madre promueve el contacto del pecho con su bebé en el momento que resulta
apropiado, a saber, cuando percibe los signos de búsqueda en su hijo.
Integración: El bebé al nacer carece de una firme y constante captación de su propia existencia. Carece
también de un sentido de unidad de ser. En su “rudimentario psiquismo” el bebé es capaz de captar “algo”
del orden del “estar vivo”, del “estar siendo”, de “ser algo”. Pero esas impresiones al comienzo, son
fugaces.
El bebé pasa la mayor parte del tiempo en estado de no conciencia de existir. Hay momentos en los cuales
su necesidad encuentra satisfacción, producto de la asistencia física por parte de la madre.
Ese momento es puntual, es fugaz. El bebé pierde casi inmediatamente esa “conciencia de ser”.
En sí mismo y por sí mismo, carece de la impresión subjetiva de “ser una unidad” y en el tiempo, de
continuidad existencial. El bebé experimenta que “es” sólo en esos momentos puntuales, discontinuos, que
carecen entre sí de relación y en el tiempo.
La madre prefigura el estado integrado de su hijo. La madre sostiene a su bebé.
El estado de integración aparece entonces como resultado, en la subjetividad del bebé, de la conciencia
de existir, ser una unidad y ser en el tiempo, continuidad existencial.
Integración psicosomática: en un comienzo carece de integración psiquesoma.
Algo del orden de la sensación corporal encuentra una rudimentaria expresión en el nivel del psiquismo.
Esto se conoce como elaboración imaginativa de la función somática.
Como “integración psicosomática” denominamos entonces al logro que permite vincular las sensaciones
propias de los procesos del cuerpo con las impresiones subjetivas que se corresponden.

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Relación con “objetos”: al inicio, el bebé no es capaz de distinguir entre lo que forma parte de sí y lo que
no forma parte de sí; lo que es propio, de lo que no es propio.
Antes de la constitución de un sí mismo más o menos estable el bebé no tiene “con qué” experimentar las
categorías de yo - no yo, externo – interno.
En las etapas iniciales de vida la experiencia de “existir” parecería englobar lo ajeno, lo que no es propio al
ser, aunque sin conciencia de ello.
Esta etapa inicial, en la que el bebé no distingue su propio ser de los cuidados que recibe ya que estos son
experimentados como propios es denominada por Winnicott etapa de “doble dependencia”. A esta etapa
sobrevendrá otra en la cual sí, gracias a los logros de constitución obtenidos, la criatura habrá de
reconocer la participación en los cuidados que recibe de otra persona de la cual depende. Esta etapa es
denominada de “dependencia relativa”, la que progresivamente irá dando lugar a una tercera etapa que se
define por su tendencia, que se prolonga indefinidamente hasta el final de la vida y que Winnicott
denomina “hacia la independencia”.
Las tres etapas se conciben en una línea cuya dirección define, en un sentido, un “progreso”.
Winnicott define como “regresión” el movimiento inverso al sentido del “progreso”. La Regresión es posible
cada vez que algún factor ambiental afecta a la persona y actualiza sus necesidades de recibir algunas
atenciones y cuidados especiales.
La creatividad primaria es un acto de creación capaz de promover una impresión subjetiva de enorme
capacidad, de enorme poder, que Winnicott ha denominado “experiencia de omnipotencia”.
En un comienzo el bebé debe poder experimentar la omnipotencia que supone experimentar la ilusión de
concebir el objeto como algo creado por él, aunque desde el punto de vista del observador el objeto es un
objeto hallado gracias a la adecuada asistencia de la madre.
La madre considera a su hijo como “una parte” o una “prolongación” de sí misma. Al no discriminarlo de sí
misma prematuramente, es como posibilita la experiencia de ilusión.
Los bebés comienzan a aficionarse a ciertos objetos “no - yo”. Esos objetos materiales deben tener al
menos una característica particular: deben ser manipulables por el bebé; el bebé debe poder al menos
ejercer un dominio físico, muscular. Otra cualidad conveniente la constituye la textura suave.
El objeto material evoca o representa a la “madre medio ambiente”. El bebé ha conseguido crear un objeto
que le permite experimentar “algo” de la posición anterior perdida. Ese objeto opera como un “apoyo” para
el bebé, posibilitándole tolerar así el reconocimiento de esa realidad que, poco a poco, ha comenzado a
entrever: la persona de la que depende, es algo distinto de sí y puede “estar” o “no estar”.
No es un “objeto subjetivo”, ya que implica una posesión “no - yo”, pero tampoco alcanza a ser un “objeto
objetivo”.
Tres funciones propias del objeto transicional:
* la de operar en calidad de “sedante”,
* “re-presentar” un objeto ausente y
* sustentar el reconocimiento de “la realidad”.
Winnicott sugiere que al momento de nacer, el bebé se halla dotado de un vigor o fuerza vital cuya
expresión es observable en los movimientos y también, particularmente, en el acto de succión.
Winnicott postula en esas etapas iniciales la coincidencia de dos tendencias que actuarían de consuno: la
tendencia libidinal y la tendencia agresiva.
Se refiere así a la necesidad de garantizar el apoderamiento del objeto con la finalidad de asegurar la
supervivencia.
Winnicott postula una moción “agresiva” desde un comienzo, pero no dotada de intencionalidad
destructiva.
Winnicott ha llamado a esta etapa ateniéndose a la experiencia “agresiva”, etapa de “pre - crueldad”. La
“crueldad” atribuida al bebé en esta etapa implica una posición ajena al punto de vista del bebé.
El bebé, “en medio” de su hambre, se apodera excitado del pecho y succiona. El bebé se comporta como
un “predador”. Lo acompaña la impresión de “destruir” al objeto. Su hambre desaparece, y “en medio” de
su calma, aparece el objeto. El objeto que se supuso destruido, ahora está ahí.
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El bebé, en la experiencia instintiva de la alimentación, en su fantasía, “destruye” al objeto subjetivo,


haciendo posible así a la construcción del objeto objetivo de la realidad llamada “exterior”.
Llamamos adecuación suficientemente buena a aquellas acciones que implican una adaptación “casi
perfecta” a las necesidades del bebé.
O sea: las reacciones son intentos de establecer el control a través de una acción de “auto - sustento”; es
decir: llevando a cabo la acción que debería haber procurado un medio ambiente adaptativo. El resultado
es una “hipertrofia” de la función mental, al mismo tiempo que una separación de la función con el psique –
soma.
En una crianza “saludable” damos por supuesta una asistencia adaptativa propia de lo que denominamos
“madre devota” en particular estado de “preocupación maternal primario”.
El bebé parece “captar” sobre todo la acción de “asistencia” y su calidad, más que la persona particular
que brinda dicha asistencia.
Así como lo propio de los estados de integración consiste en sensaciones tales como “existir”, “estar vivo”,
“sentirse real”, lo propio de un déficit y deformación del sí mismo son los estados de “extrañeza”, “futilidad”,
“no ser real”, “no sentirse vivo”.
La mente es el resultado de las acciones correctoras de los fallos maternos modulados.
La piel adquiere su función psicológica de “continente” del sí mismo en los adecuados contactos con el
objeto maternante en sus funciones de sostén.
La teoría de la relación entre progenitores-infante:
El yo auxiliar del cuidado materno le permite vivir y desarrollarse a pesar de no ser aún capaz de controlar
o de sentirse responsable por lo bueno y malo del ambiente.
El infante y el cuidado materno, juntos, forman una unidad.
La salud, en alguna medida significa desenredar el cuidado materno en algo que entonces llamamos el
infante o los principios de un niño en crecimiento.
Los infantes llegan a ser de modo diferente, según las condiciones sean favorables o desfavorables. Al
mismo tiempo, esas condiciones no determinan el potencial de la criatura. Este es heredado. El potencial
heredado incluye la tendencia al crecimiento y desarrollo.
En la fase de sostén el infante se encuentra en una dependencia máxima. La dependencia puede
clasificarse como sigue:

 Dependencia absoluta: el infante no tiene modo alguno de conocer el cuidado materno. La


criatura no tiene el control de lo que está bien y lo que está mal hecho; sólo puede sacar
partido o sufrir la perturbación.
 Dependencia relativa: el infante se da cuenta de la necesidad que tiene de los detalles del
cuidado materno y en medida creciente los relaciona con sus impulsos personales; más
tarde, en un tratamiento psicoanalítico, puede reproducirlos en la transferencia.
 Hacia la independencia: el infante desarrolla medios para pasar sin cuidado real. Lo logra
gracias a la acumulación de recuerdos de cuidado, a la proyección de las necesidades
personales y a la introyección de detalles de cuidado con el desarrollo de confianza en el
ambiente. Debe añadirse el elemento de la comprensión intelectual, con sus enormes
consecuencias.
La función principal del ambiente sostenedor es la reducción a un mínimo de las intrusiones a las que el
infante debe reaccionar, con la consiguiente aniquilación del ser personal.
El sostén incluye especialmente sostener físicamente al infante, lo que es una forma de amar, quizá la
única con la que la madre puede demostrarle su amor al niño.
Como resultado del éxito del cuidado materno en el infante se establece una continuidad de ser que
constituye la base de la fuerza del yo, mientras que el resultado de cada fracaso del cuidado materno
consiste en que la continuidad de ser se ve interrumpida por reacciones a las consecuencias de ese
fracaso, con un consiguiente debilitamiento del yo.
Lo importante es que a través de su identificación con el infante la madre sepa cómo se siente la criatura,
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y pueda proporcionarle casi exactamente lo que necesita en el modo de sostén y, en general, en la


provisión de un ambiente. Sin esa identificación, entiendo que el infante no obtiene lo que necesita al
principio, que es una adaptación viva a sus necesidades.
La integración del yo en el desarrollo del niño:
El término yo puede utilizarse para describir la parte de la personalidad humana en crecimiento que en
condiciones adecuadas tiende a integrarse en una unidad.
No hay ningún ello antes del yo.
La palabra self llega después de que el niño ha comenzado a utilizar el intelecto para mirar lo que los otros
ven, sienten u oyen, y lo que conciben ante su propio cuerpo infantil.
Las consecuencias de un yo auxiliar materno deficiente pueden ser severamente mutiladoras.
La protección del yo suficientemente buena proporcionada por la madre, le permite a la nueva persona
humana erigir una personalidad sobre la base de la pauta de una continuidad del "seguir siendo". Todas
las fallas generan una reacción del infante, y esta reacción corta el "seguir siendo". Si el reaccionar que
quiebra el "seguir siendo" se reitera persistentemente, inicia una pauta de fragmentación del ser.
La relajación significa no sentir la necesidad de integrarse, mientras da por sentada la función del yo
auxiliar de la madre.
La integración logra la unidad. Primero aparece el "yo", que incluye "todo lo otro no es yo".
En circunstancias favorables, la piel se convierte en el límite entre el yo y no-yo.
La iniciación de la relación objetal es compleja. Sólo puede producirla la provisión ambiental de la
presentación del objeto, realizada de un modo tal que el bebé cree el objeto.
De la dependencia a la independencia en el desarrollo del individuo.
La independencia no es nunca absoluta. El individuo sano no queda aislado, sino que se relaciona con el
ambiente de un modo tal que puede decirse que él y su medio son interdependientes.
La dependencia absoluta:
Podemos decir que el ambiente facilitador hace posible el progreso constante de los procesos de la
maduración, pero el ambiente no hace al niño.
De modo que en la dependencia absoluta el infante no tiene ningún medio de percatarse de la provisión
materna.
La dependencia relativa:
Primero, la madre hace mucho para satisfacer las necesidades del yo del infante, pero nada de ello queda
registrado en la mente del niño.
La etapa siguiente, la de la dependencia relativa, es un período de adaptación con una falla gradual de la
adaptación. La gran mayoría de las madres están dotadas para proveer una desadaptación graduada.
El infante empieza de algún modo a percatarse de luz dependencia.
Después de que el infante de algún modo siente necesidad de la madre, aparece la etapa en la que
empieza a comprender que la madre es necesaria.
En este punto, el crecimiento del infante toma la forma de un intercambio continuo entre la realidad interna
y la realidad externa, que se enriquecen recíprocamente.
Hacia la independencia:
Se identifica con la sociedad en círculos crecientes de la vida social.
De este modo se desarrolla una verdadera independencia; el niño llega a una existencia personal
satisfactoria mientras participa en los asuntos de la sociedad.
La agresión en relación con el desarrollo emocional:
Con anterioridad a la integración de la personalidad existe ya la agresión. En su origen la agresividad es
casi sinónima de actividad.
La principal fuente de la agresión es la experiencia instintiva. La agresión forma parte de la expresión
primitiva del amor.
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Escuela Inglesa, resumen.

El erotismo oral reúne una serie de elementos agresivos y en la salud es el amor oral el que sobrelleva la
base de la mayor parte de la agresividad real.
Preinquietud: al niño no le inquietan los resultados. Todavía no aprecia el hecho de que lo que destruye
cuando esta excitado es la misma cosa que valora en los intervalos de quietud que se producen entre las
excitaciones. Su amor excitado incluye un ataque imaginario contra el cuerpo de la madre. He aquí la
agresión como parte del amor.
Si se pierde la agresión en esta fase del desarrollo emocional, se produce también cierta perdida de la
capacidad de amar, es decir, de relacionarse con los objetos.
Fase de inquietud: La integración del yo del individuo es suficiente para permitirle apreciar la personalidad
de la figura materna. El individuo se inquieta, se preocupa, por los resultados de su experiencia instintiva,
física e ideacional.
Trae consigo la capacidad de sentirse culpable. Parte de la agresión se manifiesta en forma de aflicción o
culpabilidad o de algún equivalente físico de las mismas.
La ira: es suscitada por la frustración. La frustración, que es inevitable en cierto grado en toda experiencia,
alienta la siguiente dicotomía:
1. Impulsos agresivos inocentes hacia objetos frustrantes.
2. Impulsos agresivos que causan culpabilidad dirigidos hacia objetos buenos.
Crecimiento del mundo interior:
Las satisfacciones instintivas le hacen sentirse bien y el niño percibe la entrada y salida en sentido tanto
psicológico como físico. Se llena de lo que siente como bueno y esto inicia y mantiene su confianza en si
mismo y en lo que a el le parece que puede aceptar de la vida. Tiene que tener en cuenta sus ataques de
ira, a consecuencia de los cuales se llena de lo que el percibe como malo, maligno o persecutorio. Estas
cosas o fuerzas malignas, que el siente que están en su interior, constituyen una amenaza dirigida desde
dentro contra su misma persona y contra el bien que forma la base de su confianza en la vida.
Entonces comienza una tarea que durara toda la vida y que consiste en dirigir o controlar su mundo
interior, una tarea que, sin embargo, no puede ser iniciada hasta que el niño este bien alojado en su
cuerpo y sea capaz de diferenciar entre lo que esta dentro de el mismo y lo que es externo, así como lo
que es real y lo que es su propia fantasía.
Regreso desde la introversión: en estado saludable, el interés del niño va dirigido tanto hacia la realidad
externa como hacia el mundo interior; además, el niño tiende una especie de puentes entre uno y otro
mundo. Cuando está enfermo, puede que reajuste sus emociones de tal manera que lo bueno se
concentre dentro y lo malo sea proyectado. Vive en un mundo interior, se ha hecho introvertido.
La recuperación de la introversión patológica implica un nuevo vuelco hacia lo que para el niño es un
mundo externo lleno de perseguidores, y en este punto de su recuperación, por lo regular, se vuelve
agresivo.

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