Contrato de Hospedaje
Contrato de Hospedaje
Contrato de Hospedaje
- RESEÑA HISTORICA
Otra peculiaridad legal de este contrato es que desde su origen el legislador sabía
que esta figura no podría ser completamente regulada en el Código Civil y, por
tanto, al amparo del art. 1714 de CC, dejó señalado que estas normas debían
integrarse a otras disposiciones regulatorias, como lo son, actualmente, el
Reglamento de Establecimientos de Hospedaje (Decreto Supremo N° 001-2015-
MINCETUR, del 09.06.2015), al que se le suma el Reglamento de Calificadores
de Establecimientos de Hospedaje (Resolución Ministerial 151-2001-ITINCI/DM
del 30.07.2001) o con el Reglamento de Autorización y Registro de Casas
Particulares y centros educativos (D.S. 010-95-ITINCI, 04.05.95) e incluso, con la
Resolución Ministerial 0011-95-MITINCI/VMTINCI/DNT del 16.05.1995, que
establece los requisitos que deberán cumplir los establecimientos que brindan
servicio de alojamiento, entre otros.
Sobre este último ítem podemos resumir que son obligaciones del hospedante:
1) El pagar la retribución.
NORMAS REGLAMENTARIAS
Norma que tipifica las conductas sancionables en las que pudieran incurrir tanto los
prestadores de servicios turísticos, como los Calificadores de Establecimientos de
Hospedaje y establece además las sanciones que deberán aplicarse.
El huésped tiene derecho a exigir del hospedan te que la habitación presente las
condiciones de aseo y funcionamiento de servicios normales y que los alimentos,
en su caso, respondan a los requisitos de calidad e higiene adecuados.
No obstante, este autor expresa que se consideró conveniente incorporar esta norma
al Código Civil para salvaguardar los derechos fundamentales de todo huésped,
teniendo en cuenta "la realidad en que vivimos y el hecho de que en gran parte de
los lugares donde se presta hospedaje las instalaciones no reúnen la más
elementales condiciones vitales" (ARIAS SCHREIBER, ibídem). Del miso
parecer es Castillo Freyre (p. 65), quien manifiesta que hace bien el Código Civil
en precisar que las condiciones que debe presentar la habitación en cuanto aseo y a
funcionamiento de servicios deben ser las "normales", empero aclara que esto debe
entenderse como que deben ir de la mano con lo que a su turno significa "situación
de normalidad" de acuerdo a la categoría del establecimiento.
Cabe agregar que, como bien dice Castillo Freyre (p. 65), las exigencias del -
numeral 1715 del Código no deben circunscribirse a la habitación del huésped, es
decir al ambiente privado del hospedaje, sino a todas las instalaciones del
establecimiento, tal como fluye de las normas del citado reglamento.
las habitaciones, las tarifas, la hora de inicio y el término del día hotelero y demás
condiciones del contrato de hospedaje. Como puede apreciarse, en este caso la
regulación es más precisa en cuanto al tema de la exhibición, ya que no solo se limita a
decir que debe ser en un lugar "visible", como dispone un poco vagamente el Código
Civil, sino que dicho lugar visible es, conforme al citado reglamento, el ambiente de
recepción del local y las habitaciones donde se brinda el hospedaje, con lo que no cabe
duda de que los huéspedes tendrán a su alcance la mencionada
información en ubicaciones que les son perfectamente
accesibles.
Finalmente, conviene mencionar que no obstante lo expresado, en la escala de
infracciones y sanciones aplicables a los establecimientos de hospedaje, aprobada
por R.M. N° 147-2001-ITINCI-OM, no aparece como infracción sancionable la no
exhibición de las tarifas, como sí se regula con tal carácter la no exhibición en forma
visible (tanto en la recepción como en las habitaciones) de la hora de inicio y término del
día hotelero, lo cual constituye una infracción leve que da lugar a una amonestación
escrita. Se advierte, pues, una deficiencia en este régimen sancionatorio, la cual debe
ser corregida para incorporar como infracciones la no exhibición de las tarifas y de las
cláusulas generales de contratación, es decir, no solo lo relativo al día hotelero .
DERECHO DE RETENCIOM
Comentario
Manuel Muro Rojo
Además de la obligación principal, en el contrato de hospedaje tiene importante
protagonismo una obligación secundaria del hospedante que se genera a
consecuencia de la prestación del alojamiento y que consiste en custodiar o responder
por los bienes del huésped. A pesar de ser teóricamente una obligación
subsidiaria, en la realidad parece tener más relevancia que la prestación de
alojamiento.
Es usual que el huésped lleve consigo equipaje, pertenencias y bienes en general-
inclusive automóvil-, los cuales son de distinta naturaleza, uso y valor. Es también usual
que los bienes del huésped permanecen dentro del local de hospedaje mientras este no
necesariamente está en su habitación, es decir, cuando se halla lejos del ámbito de
vigilancia de dichos bienes y muchas veces sin adoptar medidas de seguridad. Por ello, y
considerando además que es inherente a este contrato que personal a cargo del
hospedante ingrese a las habitaciones a realizar servicios de limpieza, existe entonces
un cierto riesgo de que los bienes, al estar relativamente expuestos, puedan ser
sustraídos, extraviarse o deteriorarse; por ese motivo se considera pertinente regular la
responsabilidad del hospedante en relación con estos eventos.
Sobre el particular, León Barandiarán (pp. 155-156), comentando el Código de
1936, expresa que el depósito aquí -o sea dentro del marco de un contrato de
hospedaje- viene a ser una operación jurídica subsidiaria, y como el hotelero y el
posadero ejercen una actividad lucrativa, un oficio, una actividad permanente y
remunerada, se les exige que asuman la responsabilidad como depositarios, con relación
a los efectos (bienes) cuando, como actividad profesional u oficio permanente y notorio,
brinden hospedaje a cualquiera que lo solicite.
En el caso del artículo 1718, que ahora se comenta, la norma se refiere, pues, a los
bienes que han sido "entregados" al hospedante a efectos de custodia, por lo que se
indica que en tal caso dicho hospedante responde como depositarío, lo cual es
lógico porque en realidad este ha quedado constituido en depositario al haber recibido
los bienes bajo dicho título y no para otros fines. Explica León Barandiarán (pp. 156-157)
que en la hipótesis comentada se ha realizado un depósito por parte del huésped, quien
ha "entregado realmente" ciertos objetos al hotelero u hospedante. Y no podría ser de
otra manera, porque ha habido entrega real, física, tradición en la propia acepción de la
palabra, con cargo obviamente a que los bienes sean posteriormente devueltos.
El dispositivo que se analiza no limita, en realidad, la posibílidad de custodia o depósito a
determinados objetos; pues si bien da preponderancia al dinero, joyas y documentos, o
sea a bienes de importante valor, luego agrega la expresión "y otros bienes", con lo
que en realidad pueden ser estos de cualquier clase, a diferencia de lo previsto en el
artículo 1626 del Código derogado, que circunscribía este tipo de depósito solo a
determinadas especies de objetos (dinero, valores u objetos preciosos). En cualquier
caso, lo relevante en la norma es que los bienes se entregan físicamente bajo tal título
(custodia o depósito) y, por tal motivo, deben aplicarse las normas sobre el contrato de
depósito (artículos 1814 a 1856) en cuanto sea posible.
Dos atingencias finales con relación a este artículo: i) que el hospedante debe actuar con
la diligencia ordinaria en los términos que enuncia la norma, lo que en opinión de
Castillo Freyre (p. 79) significa que se está aludiendo a las diferentes categorías de
establecimientos de hospedaje y a las medidas de seguridad con que deben contar estos
según la categoría a la que pertenezcan; y ii) que la responsabilidad del hospedante no
está limitada cuantitativamente, según expresa Arias Schreiber (p. 679), dada la calidad
de depositario que le asigna la ley.
RESPONSABILIDAD DEL HOSPEDANTE POR OBJETOS DE USO
CORRIENTE
1719
CONCORDANCIAS:
C.C. • art 1718
Manuel Muro Rojo
A diferencia del artículo anterior, el artículo 1719 se refiere a los bienes
meramente "introducidos" por el huésped, lo cual supone no solo la ausencia de entrega
de los mismos al hospedante para fines de custodia, sino inclusive la eventual ausencia
de declaración sobre el ingreso de tales bienes y, por consiguiente, el desconocimiento
por parte del hospedante de que estos se hallan al interior del establecimiento (salvo
que se ejerza el derecho previsto en el numeral 1720). En este escenario no puede
hablarse de depósito y menos aplicar las normas de este contrato, en la medida en que
no ha habido entrega directa.
Así, pues, debe recordarse que, como afirmamos al comentar el artículo 1718, la
responsabilidad del hospedante se manifiesta de dos maneras: cuando los bienes han
sido en verdad introducidos, y cuando estos le han sido realmente entregados. Ahora
estamos tratando del caso de los bienes "introducidos", debiendo precisar,
adicionalmente, que los bienes de que trata la norma son solo los de uso corriente, y ya
no los bienes de valor, como dinero o joyas. Sobre este tema León Barandiarán (p. 156)
comenta que "el viajero (léase huésped) al ocupar el hotel o posada, para permanecer
allí por cierto tiempo, mayor o menor, introduce los efectos materiales que lleva
consigo, y aunque no los entregue realmente al hotelero o posadero, es decir, aunque
no entregue especialmente tales objetos, es considerado frente
al hotelero como depositante; hay una especie de depositum
ficto. Basta que hayan sido introducidos dentro del hotel, de modo que hay aquí un
elemento de juicio de orden especial: el depósito se reputa constituido, y hay la
correspondiente responsabilidad del hotelero por el simple factum de que las cosas
están in situ dentro del hotel, y mientras estén en él. No se necesita que haya
efectivamente entrega de los efectos. De este modo existe aquí un especial depósito,
por falta de entrega real ( ... )".
Arias Schreiber (p. 680), opinando en contra, señala que la hipótesis del numeral
1719, consistente en que el huésped introduce a la habitación sus pertenencias de uso
corriente, no constituye un caso específico de depósito,
según veníamos también afirmando antes de transcribir la postura de León Barandiarán;
sin embargo, la obligación y responsabilidad de custodia está igualmente implícita,
siempre que el huésped cumpla con las prescripciones fijadas en lugar visible de las
habitaciones y destinadas a que adopte ciertas precauciones de seguridad.
Castillo Freyre (p. 80) es también partícipe de esta opinión, pues expresa que la norma
se refiere a las pertenencias que el huésped lleva siempre consigo y que al tratarse de
bienes de uso corriente es claro que no los da en custodia al hospedante,
independientemente de su valor; pero ello no implica que el establecimiento de
hospedaje se desentienda del tema y permita que queden en situación vulnerable frente
a terceros o frente a su propio personal. Concluyen ambos autores que la
responsabilidad d,:~1 establecimiento de hospedaje en estos casos, por sustracción,
pérdida ó deterioro de los bienes "introducidos", es obviamente limitada y, por tanto,
diferente a la que asume el hospedante cuando efectivamente recibe los bienes en
custodia, como ya hemos visto. En este punto dice la norma que el tope de la
responsabilidad debe ser fijado por la autoridad competente, empero no existe
norma al respecto.
Por último, hace notar León Barandiarán (p. 157) que, en cuanto a los objetos
meramente introducidos, desaparece la responsabilidad del hospedante si el huésped
no observa, por su parte, las prevenciones que los hoteleros y posaderos, o sus
sustitutos, les hubiesen hecho sobre el cuidado y vigilancia de los efectos. Agrega que se
trataría, pues, de una falta contractual en la que incurriría el huésped; lo que explica
y justifica la irresponsabilidad del hospedante en tal supuesto.
CONCORDANCIAS:
C.C. art. 1718, 1719
Manuel Muro Rojo
La norma de este artículo se refiere a un asunto de exclusivo interés del hospedante, y
está en directa relación con el numeral 1719 del Código Civil, que se refiere a los bienes
de uso corriente o común del huésped que han sido introducir dos al establecimiento de
hospedaje.
Se trata, pues, de un derecho del hospedante de conocer con certeza y exactitud
los bienes realmente introducidos por el huésped; en tal sentido, la norma faculta al
primero a solicitar al segundo una declaración escrita de dichos bienes (los de uso
común o corriente), declaración o listado que en la práctica puede ser elaborado por
el propio huésped o por ambas partes teniendo a la vista los bienes en cuestión,
ya que el otro aspecto de la mencionada facultad es la comprobación física in situ de
la identidad de los mismos, lo que implica por tanto examinarlos; sin embargo nada
impide que tales actos -declaración y comprobación- se realicen en momentos
diferentes. Sobre el asunto tratado, la norma establece un plazo de 24 horas, respecto
del cual hay que hacer dos atingencias: i) que el cómputo de tal plazo, según la norma,
es a partir del ingreso del huésped al establecimiento, lo que resulta lógico, y no desde
la celebración del contrato de hospedaje, que en los hechos puede ocurrir en fecha
anterior al ingreso y no necesariamente en forma coetánea; y ii) que el
mencionado plazo que la ley otorga es para el hospedante, a fin de que este solicite
la declaración de bienes de uso común ingresados por el huésped, es decir, que el
derecho se ejerce con el solo pedido según fluye del tenor expreso de la norma, aun
cuando la declaración del huésped y la comprobación se efectúen fuera de dicho plazo;
en tal sentido, el hospedante pierde el derecho que le confiere la ley solo cuando no
hace la solicitud dentro de las 24 horas, en cuyo caso entendemos se produce la
caducidad del derecho; pero este no se pierde si tal solicitud se formula en tiempo
oportuno a pesar de que, reiteramos, la declaración y comprobación se realicen vencido
el plazo.
El objeto de la disposición no es solo limitar la responsabilidad del hospedante respecto
de los bienes declarados y debidamente comprobados, sino que como manifiesta
Castillo Freyre (p. 82) la norma también apunta a que con motivo de
este procedimiento el hospedante tome conocimiento del ingreso de ciertos bienes que
por su valor amerite el ofrecimiento del servicio de custodia, es decir, que se
conviertan de bienes meramente "introducidos" a bienes realmente "entregados"
en depósito.
En cuanto a la limitación de responsabilidad del hospedante, es claro que esta no
operará si dicho sujeto no formula la solicitud al huésped o si lo hace vencido el plazo
de 24 horas señalado en el artículo 1720 del Código Civil, en cuyo caso rige el numeral
1719 con todos sus alcances y efectos. Empero, el artículo que ahora se comenta no se
ha puesto en la circunstancia de que formulado el pedido por el hospedante para la
declaración y comprobación de los bienes ingresados por el huésped, este se niegue,
oponga u obstaculice tal requerimiento o simplemente no cumpla con hacerlo, de modo
que no haya posibilidad de saber cuáles son los bienes efectivamente ingresados.
En nuestra opinión, el hospedante ya no debería responder por la eventual
sustracción, pérdida o deterioro, puesto que ha trasladado una carga al huésped y
este no ha permitido o ha frustrado injustificadamente la verificación, por lo que el
hospedante no tendría por qué responder de la misma forma señalada en el artículo
1719; de lo contrario se estaría procediendo como si el hospedante no hubiera
efectuado solicitud alguna al huésped, o sea como si no se hubiera comportado
diligentemente.
Asimismo, el artículo 1720 no se ha puesto tampoco en la situación de que los bienes
que se pretende declarar y examinar para comprobar su exactitud, sean bienes sellados
o embalados, reservados o secretos, y que el huésped no tenga autorización para
descubrirlos, mostrarlos o revelarlos a terceros. En este caso, la solución sí debería ser la
aplicación del numeral 1719, pues el huésped no está negando, oponiéndose u
obstaculizando la comprobación, solo que está justificadamente imposibilitado de
permitirlo.
NEGATIVA A LA CUSTODIA DE BIENES ARTICULO 1721
El hospedante no puede negarse a recibir en custodia o a que se introduzcan los bienes
a que se refiere el artículo 1718, sin justos motivos. Se consideran tales, el excesivo
valor de los bienes en relación con la importancia del establecimiento, así como
su naturaleza en cuanto constituya obstáculo respecto a la capacidad del local.
CONCORDANCIAS:
C.C. arts. 1718, 1719, 1854
Comentario
Manuel Muro Rojo
A diferencia del artículo anterior, este cautela intereses de los huéspedes, pues el hecho
que se prohíba la negativa del hospedante de aceptar en custodia o permitir el ingreso
de los bienes de aquellos, es una medida que "obedece a razones propias de seguridad
del propio huésped, en la medida que si ello no fuese así, este último se encontraría en
una situación de incertidumbre con respecto a sus pertenencias; y, en tal supuesto, su
estadía no revestiría las comodidades del caso" (CASTILLO FREYRE, p. 83).
La presente disposición aparentemente estaría conectada con el artículo 1718 por la
mención o referencia expresa que se hace a este, sin embargo el artículo
1721 alude a los bienes en custodia (o depósito, o sea bienes que se "entregan") y
también a los bienes que se "introducen" al establecimiento de hospedaje, por lo que
en realidad la norma bajo comentario se relaciona también con el numeral 1719; lo
que significa, pues, que en cualquier caso el hospedante no puede negarse a aceptar los
bienes del huésped.
Ahora bien, en cuanto a los bienes respecto de los cuales no cabe negativa de recepción
por el hospedante, son en realidad cualquier clase de bienes, o sea todos, ya que el
numeral 1718 al cual se remite el artículo 1721, se refiere al dinero, joyas, documentos y
"otros bienes"; mientras que el artículo 1719 alude a los bienes de uso corriente o
común, con lo cual no hay ningún bien que escape a los alcances de la norma bajo
comentario.
Por otro lado, la parte más relevante de la disposición del artículo 1721 es la referida a la
excepción o salvedad que se contempla a favor del hospedante, en el sentido de que
este sí podría negarse a recibir bienes del huésped en su establecimiento de hospedaje
cuando existan justos motivos, habida cuenta que podría asumir responsabilidad
ilimitada; empero, y siempre pensando en la cautela de los intereses del huésped, la
propia ley ha parametrado el significado de la expresión "justos motivos",
reduciéndola a una enumeración taxativa de supuestos:
a) El excesivo valor de los bienes en relación con la importancia del
establecimiento, lo que en buena-cuenta se refiere a la categoría del mismo y a la
posibilidad de que en función, precisamente, de la categorización que corresponda,
el local cuente con instalaciones, zonas, bóvedas, medidas de seguridad,
estacionamiento, etc. que haga posible la recepción en custodia o el simple ingreso de
determinados bienes de importante valor sin grave peligro o riesgo de sustracción,
pérdida o deterioro.
CONCORDANCIAS:
C.C. arts. 1718, 1719, 1981
Comentario
Aunque no tiene una redacción acertada, esta es una norma que se justifica
plenamente, en la medida en que el negocio de hospedaje constituye una actividad de
carácter empresarial y, como tal, se desarrolla sobre la base de una organización que
involucra el concurso de diversas personas con determinadas funciones y Labores,
que hacen posible la prestación de un servicio adecuado en beneficio de los huéspedes
y clientes en general. Conforme a las normas legales sobre la materia, el hospedante
puede operar como persona natural o negocio unipersonal sin constituir una persona
jurídica, o constituyendo una persona jurídica bajo cualquier modalidad societaria
permitida por la Ley General de Sociedades, Ley N° 26887 (sociedad anónima, sociedad
comercial de responsabilidad limitada, etc.) o como empresa individual de
responsabilidad limitada (D.L. N° 21621).
Tratándose de persona jurídica formal y legalmente constituida bajo una cierta forma
societaria de las antes mencionadas, es claro que la responsabilidad contractual por los
daños y perjuicios causados por sus dependientes y empleados -en este caso por
afectación a los bienes del huésped- será atribuida a dicha, persona jurídica, sin
perjuicio de que eventualmente les pueda alcanzar tal responsabilidad a los
administradores y encargados de la gestión social (directores y gerentes) si se dan los
supuestos señalados en los artículos 177 y 190 de la Ley General de Sociedades; o al
gerente de la empresa individual de responsabilidad limitada, conforme al artículo 52
del D.L. N° 21621.
Esta es la forma cómo las personas jurídicas responden contractualmente, en este caso
frente a la contraparte del contrato de hospedaje (el huésped); de modo que poca
trascendencia tiene frente a este último el hecho de que haya sido talo cual
dependiente o empleado de la persona jurídica (hospedante) el que haya causado
directamente el daño (afectación á los bienes del huésped), ya que la acción de
responsabilidad deberá ser dirigida contra la persona jurídica, salvo en el caso de
sustracción de bienes que tiene connotaciones penales (hurto, robo) y que, por tanto,
responde personalmente el dependiente o empleado que cometió el hecho delictuoso.
De otro lado, cuando el hospedante no está organizado como persona jurídica, sino que
actúa como persona natural o negocio unipersonal, se aplica lo dispuesto en el
numeral 1722, que aparece redactado como si hubiera sido pensado solo para este
supuesto; en tal sentido, la responsabilidad por afectación a los bienes del huésped
no solo le es imputable al hospedante por sus hechos propios y directamente
ejecutados, sino que se hace extensiva, y por tanto responde también, por los actos u
omisiones de los familiares que trabajan con él y de sus dependientes (empleados),
lo que se entiende plenamente porque estos obran por cuenta y según las
instrucciones de aquel. Al respecto, debe aclararse que en este caso la ley no ha
establecido que esa responsabilidad sea solidaria, con lo que en realidad no se trata de
un régimen diferente al ya regulado por el artículo 1325 del Código Civil, según el cual el
deudor que se vale de terceros para ejecutar su prestación responde por los hechos
dolosos o culposos de estos (salvo pacto en contrario), por lo que se ha sostenido con
fundamento que la norma del artículo 1722 es una demasía (CASTILLO FREYRE, p. 84),
ya que la cuestión está resuelta por el citado numeral 1325, al cual hubiera bastado
remitirse, y aun sin remisión se aplicaría igualmente.
Por último, y como ya hemos visto antes, aquí también se exceptúa el caso de
sustracción de bienes por los familiares o dependientes, supuesto en el cual, debido al
carácter penal de la conducta (hurto, robo), responden estos personalmente.
Sobre este tema, el artículo 1625 del Código Civil de 1936 establecía que la
responsabilidad del hotelero o posadero (hospedante), por los daños causados en los
efectos de los viajeros, no comprendía la que proviniera de robo a mano armada u otros
sucesos de fuerza mayor, ni la que fuera causada por la falta de los mismos viajeros o de
las personas de su séquito, o de sus visitantes. León Barandiarán (pp. 159-160)
expresaba que la falta del propio viajero justificaba plenamente la irresponsabilidad
del hotelero o posadero porque la causa directa del daño es su propio comportamiento,
de modo que él debe ser responsable de sus propios actos. Citaba además a Baudry
Lacantinerie y Wahl, para quienes "el accidente causado al viajero por su propia falta o
su imprudencia no es imputable a una ausencia de vigilancia de parte del
posadero; tal sería el caso si el viajero habiendo olvidado de retirar la llave de escritorio
en el cual había puesto su dinero, hubiese sido robado por una persona de fuera que se
habría furtivamente introducido en el hotel, o tal sería el caso si el viajero hubiese
descuidado de cerrar la puerta de su cuarto, o especialmente si hubiese omitido a la vez
el cerrar el armario y el cuarto".
y concluía agregando que la culpa de las personas del séquito del viajero exime también
de responsabilidad al hotelero, pues resulta claro que el viajero debe vigilar el
proceder de esas personas, ya que ellos están vinculados directamente con su
persona. Caso parecido ocurre en cuanto al visitante del viajero; en tal supuesto lo
lógico es que por lo mismo que se trata de un hecho personal vinculado al viajero, el
hotelero no debe tener responsabilidad, pues este no tiene por qué ejercer vigilancia
y control sobre el visitante de un huésped suyo.
CONCORDANCIAS:
C.C. arts. 2003.2004
Manuel Muro Rojo
Por otro lado, la primera parte del artículo 2 de la Ley 30802, objeto de nuestro
análisis, prescribe que: “El ingreso de niñas, niños y adolescentes a las habitaciones
o departamentos de establecimientos de hospedaje, se efectuará en compañía de
uno o ambos padres, tutoro responsable, debidamente acreditados por la
autoridad competente o con la documentación que demuestre la relación
judicial o legal que exista entre ellos o, en su defecto, con autorización otorgada
por escrito y con firma legalizada por notario, de conformidad con los requisitos
para el registro de huéspedes establecidos en el Reglamento de Establecimientos de
Hospedaje o la disposición que haga sus veces (…)”.
De acuerdo con el inciso 1ero del art. 43 del CC, todo menor de 16 años de edad,
es absolutamente incapaz para realizar actos civiles, salvo para aquellos
determinados por la ley. Esta norma se interpreta, sistemáticamente, con el art. 1358
del CC, que está en las disposiciones generales, del contrato en general, del libro
VII del CC (Fuente de las Obligaciones) y que prescribe que: “Los incapaces no
privados de discernimiento pueden celebrar contratos relacionados con las
necesidades ordinarias de su vida diaria”.
Bajo este contexto, no vemos como podría entenderse, válidamente, que “una
necesidad ordinaria de la vida diaria” de un menor de 16 años, lo pudiera
autorizar a celebrar un contrato de hospedaje, atendiendo a que, si –en principio–
estamos ante un supuesto de viaje interprovincial –ni siquiera podría haber llegado
(solo) a ese punto físico, con un contrato de transporte lícito, puesto que es un
incapaz absoluto–.
Basta recorrer algunos distritos de las principales ciudades del país o incluso de la
misma capital, para constatar el crecimiento inmobiliario. Existen decenas de largas
cuadras de calles que tienen, unas frente a otras, edificaciones con el mismo giro de
negocio de hostelería, obviamente, sin fines turísticos ni comerciales.
Nadie duda que tenemos que reformular las prioridades del ordenamiento jurídico,
y empezar a reconstruir y reformar el sistema normativo de nuestra sociedad, pero
ello, en ningún caso, pasa por desnaturalizar las instituciones jurídicas sino por el
contrario, en afirmarlas y adherirlas a su propia esencia y fines, sincerando las
actividades negociales.