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Contrato de Hospedaje

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1.

- RESEÑA HISTORICA

El contrato de hospedaje. Históricamente el “hospitium” (hospicio: acción de


acoger, albergue, refugio), fue un acto que se remonta al Derecho griego, que podía
ser privado y gratuito (en base a la hospitalidad del lugareño) o podía ser público
(según el interés del Estado). Ya en el Derecho Romano se mantuvo el criterio
diferenciador en donde el “hospitium privatum” se celebraba entre un ciudadano
romano y un extranjero, y el “hospitium publicum”, entre Roma y un extranjero o
una ciudad extranjera, pero, en ambos casos, se reconocía un elemento común, dar
cobijo a una persona (o grupo de personas) que, en el devenir de su viaje, lo
requería.

Desde aquellos tiempos hasta nuestros días han cambiado un sinnúmero de


situaciones alusivas a esta relación jurídica, pues para nadie puede ser irrelevante
que el turismo es hoy en día una de las actividades económicas más importantes de
todo Estado globalizado y ello era conocido por nuestro legislador civil, quien
declaró, como sustento para la regulación del contrato de hospedaje, que “(…) el
Perú cuenta con recursos naturales y culturales que hacen del turismo interno y
receptivo una actividad potencial de significativa importancia (…) (el objetivo es)
movilizar a los peruanos a fin de que conozcan su tierra y atraer a los extranjeros
y, con ellos, sus recursos económicos (…) (por tanto) se requería no solo de una
infraestructura hotelera de primera clase, sino también la dación de preceptos que
otorguen seguridad y comodidad al huésped (…)” (Arias–Schreiber Pezet, Max;
Luces y sombras del Código Civil; T. II, pág. 121).

CONCEPTO.- El contrato de hospedaje es una figura jurídica, nominada y típica,


regulada entre los arts. 1713 a 1727 del Código Civil. Este contrato según el
mencionado art. 1713 del CC, es aquel en mérito del cual “Por el hospedaje, el
hospedante se obliga a prestar al huésped albergue y, adicionalmente,
alimentación y otros servicios que contemplan la ley y los usos, a cambio de una
retribución. Esta podrá ser fijada en forma de tarifa por la autoridad competente
si se trata de hoteles, posadas u otros establecimientos similares”.
Comentario.- De lo señalado, el elemento subjetivo del contrato nos hace reunir a
un hospedante (dador del servicio y receptor de la retribución) y a
un huésped (receptor del servicio y dador de la retribución), que constituyen una
relación jurídica contractual que no se limita, exclusivamente, a brindarle cobijo,
parador, fonda, hostería o pensión a una persona, natural o jurídica, lo cual implica
una prestación simple o básica, sino que adicionalmente puede sumarle otras
prestaciones legales o propias de las prácticas usuales o comunes de determinado
grupo social, lo que implica tener un contrato con prestaciones complejas. Para la
historia del Derecho y el legislador nacional quedaba evidenciado, de manera clara
y contundente, que la naturaleza del contrato de hospedaje, tiene como causa la
movilidad de las personas no domiciliadas en un determinado lugar (por razón
de viajes o negocios) y que requieren de, por un tiempo, hospedarse.

Otra peculiaridad legal de este contrato es que desde su origen el legislador sabía
que esta figura no podría ser completamente regulada en el Código Civil y, por
tanto, al amparo del art. 1714 de CC, dejó señalado que estas normas debían
integrarse a otras disposiciones regulatorias, como lo son, actualmente, el
Reglamento de Establecimientos de Hospedaje (Decreto Supremo N° 001-2015-
MINCETUR, del 09.06.2015), al que se le suma el Reglamento de Calificadores
de Establecimientos de Hospedaje (Resolución Ministerial 151-2001-ITINCI/DM
del 30.07.2001) o con el Reglamento de Autorización y Registro de Casas
Particulares y centros educativos (D.S. 010-95-ITINCI, 04.05.95) e incluso, con la
Resolución Ministerial 0011-95-MITINCI/VMTINCI/DNT del 16.05.1995, que
establece los requisitos que deberán cumplir los establecimientos que brindan
servicio de alojamiento, entre otros.

Asimismo, es importante resaltar que los caracteres menos conflictivos


doctrinalmente del contrato de hospedaje, son:

a) Es un contrato principal, dado que no requiere de la existencia de otro


contrato para su constitución.
b) Es consensual, puesto que se perfecciona con el solo consentimiento de las
partes.

c) Es un acuerdo temporal, porque la prestación, objeto de este contrato, se ha


de desenvolver en un espacio de tiempo determinado por el convenio de
estas, no siendo usual que el plazo sea permanente, por los costos que ello
implicaría o porque existe otra figura contractual que se ajustaría más a esta
última necesidad,

d) Es un contrato de prestaciones reciprocas, porque existen obligaciones de


ambas partes contractuales, las cuales han de satisfacerse para el normal
desenvolviendo del contrato.

e) Es un contrato oneroso, dado que, como lo indica la ley, existe una


retribución, dineraria o no (pago en bienes o servicios), que es enviada y
recibida de una parte contractual a otra.

f) Es un contrato conmutativo, en el sentido que las partes tienen obligaciones


que cumplir y, se entiende, conocen en la fase de formación del contrato.

Sobre este último ítem podemos resumir que son obligaciones del hospedante:

1) Mantener en condiciones normales de aseo y funcionamiento de servicios y, en


caso se presten servicios alimentarios, que estos respondan a los requisitos de
calidad e higiene adecuados.

2) Exhibir una tarifario y las cláusulas de contratación.

3) Actuar, con la diligencia ordinaria, en el cuidado de los bienes recibidos en


depósito. Además, el hospedante asume la calidad de depositario por el dinero,
joyas, documentos y otros bienes recibidos en custodia del huésped, lo cual se
compensa, al amparo del art. 1717 del CC, con el hecho que tenga a su favor el
derecho de retención sobre los equipajes y demás bienes entregados o
introducidos por el huésped, para que estos respondan preferencialmente por el
pago de la retribución del hospedaje y por los daños y perjuicios que aquél
hubiese causado al establecimiento, hasta su cancelación.

Por otro lado, el huésped, tiene como obligaciones:

1) El pagar la retribución.

2) Declarar los objetos de uso común introducido por este y permitir la


comprobación de su exactitud.

3) Comunicar al hospedante la sustracción, pérdida o deterioro de los bienes


introducidos en el establecimiento tan pronto tenga conocimiento de ello.

Hasta aquí la figura contractual analizada, salvo las especificidades de la regulación


administrativa especial, que podrían ser motivo de otro artículo –dado que estas
presentan cierto nivel de desconexión con el Código Civil– no generan dificultades
en el entendimiento de su funcionalidad y naturaleza, toda vez que, como hemos
indicado, es evidente que el contrato de hospedaje crea una relación jurídica
contractual entre hospedante y huésped, que se da como consecuencia del
desplazamiento de personas no domiciliadas en la zona, debido a causas turísticas
o comerciales.

NORMAS REGLAMENTARIAS

ARTICULO 1714.- Normas Reglamentarias

El hospedaje se sujeta además a las normas reglamentarias ya las cláusulas


generales de contratación aprobadas por la autoridad competente

Manuel Muro Rojo, por lo general la normativa correspondiente a los contratos


nominados y típicos de naturaleza civil se halla, como es obvio, en el Código Civil,
sin perjuicio de ciertas disposiciones de diverso orden relacionadas con aquellos,
que se pueden encontrar en otra clase de normas; tal el caso, por ejemplo,
de disposiciones tributarias, administrativas, registrales o municipales vinculadas
con determinados contratos.
Al respecto, señala Castillo Freyre (p. 64) que, en efecto, la mayoría de
contratos limitan su tratamiento legal a las normas contenidas en el Código Civil,
pero ello no sucede en el caso del hospedaje, debido a que se trata de "un contrato
cuya importancia va más allá de las propias partes que lo celebran, pues estamos
hablando de una actividad en donde los establecimientos brindan un servicio
público al usuario o consumidor”; debiendo considerarse, además, que dicho
contrato tiene un rol preponderante en una de las actividades de mayor relevancia
que en tiempos actuales viene promoviendo el Estado, que es la actividad turística.
En esa misma línea, Arias Schreiber (p. 676) expresa que por su naturaleza, y por
razones de control y seguridad, así como para beneficio de los huéspedes, el
contrato de hospedaje o mejor dicho, las prestaciones derivadas del servicio que
brindan los establecimientos dedicados a ese negocio es supervisado por la
autoridad administrativa, que en este caso es el Ministerio de Comercio Exterior
y Turismo (MINCETUR).
Las norma que se conecta directamente con el artículo 1714° es el Reglamento de
establecimientos de hospedaje – Decreto Supremo N° 001-2015-MINCETUR,
09.06.2015, establece las disposiciones para la clasificación, categorización,
operación y supervisión de los establecimientos de hospedaje; así como las
funciones de los órganos competentes en dicha materia, así como, la obligación de
presentar una Declaración Jurada de cumplimiento de las condiciones mínimas para
la prestación del servicio. Establece la clasificación de Hotel, Apart-Hotel, Hostal
y Albergue, que podrán ser ostentados por los establecimientos que cumplan con
los requisitos de infraestructura en la Norma A.030 Hospedaje del Título III del
Reglamento Nacional de Edificaciones aprobado por Decreto Supremo N° 006-
2014-VIVIENDA, así como los requisitos de equipamiento y servicios conforme la
clase y/o categoría solicitada.

Ley que faculta al Ministerio de Comercio Exterior y Turismo a tipificar


infracciones por vía reglamentaria en materia de prestación de servicios turísticos
y la calificación de establecimientos de hospedaje y establece las sanciones
aplicables Infracción y Sanciones aplicables a los Prestadores de Servicios
Turísticos Ley Nº 28868(Ley Nº 28868, 09.08.2006, página 325985

Faculta al MINCETUR a tipificar infracciones y aplicar sanciones a los prestadores


de servicios turísticos establecidos en el artículo 17º de la Ley N º 26961, Ley para
el Desarrollo de la Actividad Turística, mediante Reglamento.

Reglamento de la Ley Nº 28868 (Decreto Supremo Nº 007-2007-MINCETUR,


07.06.2007, página 346565).

Norma que tipifica las conductas sancionables en las que pudieran incurrir tanto los
prestadores de servicios turísticos, como los Calificadores de Establecimientos de
Hospedaje y establece además las sanciones que deberán aplicarse.

al que se le suma el Reglamento de Calificadores de Establecimientos de Hospedaje


(Resolución Ministerial 151-2001-ITINCI/DM del 30.07.2001) o con el
Reglamento de Autorización y Registro de Casas Particulares y centros educativos
(D.S. 010-95-ITINCI, 04.05.95) e incluso, con la Resolución Ministerial 0011-95-
MITINCI/VMTINCI/DNT del 16.05.1995, que establece los requisitos que deberán
cumplir los establecimientos que brindan servicio de alojamiento, entre otros.

ARTICULO 1715.- Derechos de los Huésped

El huésped tiene derecho a exigir del hospedan te que la habitación presente las
condiciones de aseo y funcionamiento de servicios normales y que los alimentos,
en su caso, respondan a los requisitos de calidad e higiene adecuados.

Este artículo se refiere a los más elementales derechos del huésped. Un


establecimiento dedicado habitualmente al negocio de hospedaje no puede
soslayar las condiciones básicas a las que alude la presente disposición; en ese
sentido, la norma parecería simplista e innecesaria, tal como revela Arias Schreiber
(p. 677).

No obstante, este autor expresa que se consideró conveniente incorporar esta norma
al Código Civil para salvaguardar los derechos fundamentales de todo huésped,
teniendo en cuenta "la realidad en que vivimos y el hecho de que en gran parte de
los lugares donde se presta hospedaje las instalaciones no reúnen la más
elementales condiciones vitales" (ARIAS SCHREIBER, ibídem). Del miso
parecer es Castillo Freyre (p. 65), quien manifiesta que hace bien el Código Civil
en precisar que las condiciones que debe presentar la habitación en cuanto aseo y a
funcionamiento de servicios deben ser las "normales", empero aclara que esto debe
entenderse como que deben ir de la mano con lo que a su turno significa "situación
de normalidad" de acuerdo a la categoría del establecimiento.

Al respecto, es pertinente mencionar que de acuerdo al artículo 3 del Reglamento


de Establecimientos de Hospedaje (D.S. N° 001-2015-MINCETU estos se
encuentran legalmente clasificados y categorizados bajo un sistema en rango de
"estrellas", así como debidamente establecidas (en el anexo de dicho reglamento)
las condiciones de funcionamiento y servicios que deben ofrecer de acuerdo a su
clase y categoría; además, el artículo 24 del reglamento señala que la
infraestructura y equipamiento deberán estar en óptimas condiciones de
conservación, presentación, funcionamiento, mantenimiento, limpieza y seguridad,
de modo que permitan su uso inmediato y la prestación adecuada de los
servicios ofrecidos desde el día que inicia sus operaciones.

En consideración la categoría del establecimiento y los requisitos que para ella


deben cumplirse. Esto no significa que mientras más baja sea la categoría se permita
la disminución de los estándares de calidad y de funcionamiento óptimo o
normal de los servicios; sino que todos los servicios deben funcionar siempre en
forma normal y adecuada, independientemente de la categoría del establecimiento,
solo que en unos el hospedante podrá ofrecer mayores servicios o comodidades,
mientras que en otros se limitará a los más básicos, precisamente en función a la
categorización.
En cuanto al tema del aseo e higiene de la habitación, Castillo Freyre (p. 65)
expresa que el asunto no se manifiesta con similar claridad; al parecer este autor
reconoce cierto grado de subjetividad con relación a este aspecto, lo cual se entiende
dada la divergencia de criterios que pueden tener las personas respecto a los
niveles de aseo e higiene de las cosas.

Cabe agregar que, como bien dice Castillo Freyre (p. 65), las exigencias del -
numeral 1715 del Código no deben circunscribirse a la habitación del huésped, es
decir al ambiente privado del hospedaje, sino a todas las instalaciones del
establecimiento, tal como fluye de las normas del citado reglamento.

En cualquier caso, si el establecimiento no observara las reglas sobre las


condiciones de conservación, funcionamiento, higiene y seguridad, podrá ser
multado administrativamente, puesto que ello constituye infracción grave,
según la R.M. N° 147-2001-ITINCI-DM (escala de infracciones y sanciones
aplicables a los establecimientos de hospedaje clasificados y categorizados).

ARTICULO 1716° EXHIBICION DE TARIFAS

Los establecimientos destinados a hospedaje exhibirán en lugar visible las tarifas


y cláusulas generales de contratación que rigen este contrato.

Manuel Muro Rojo

La prestación principal del huésped en un contrato de hospedaje es, obviamente,


el pago de la retribución por el alojamiento brindado en el establecimiento; sin
embargo, para poder cumplir con esta obligación y en realidad para decidir la
propia celebración del contrato y asumir la
responsabilidad en cuanto a dicha prestación- el huésped debe estar debidamente
informado sobre las respectivas tarifas y, adicionalmente, sobre todas las condiciones
generales de contratación que impone el hospedante.
Si el contrato de hospedaje fuera paritario, la norma contenida en este artículo no
hubiera sido necesaria, puesto que las partes bien podrían negociar precio y condiciones
previamente a la celebración del contrato; empero ocurre que los contratos de
hospedaje son actos que se celebran por adhesión sobre la base de cláusulas generales
predispuestas, de modo que el huésped prácticamente no negocia tales cuestiones y,
ordinariamente, solo tiene la posibilidad de aceptar o rechazar las tarifas y
condiciones que ofrece el hospedante.
En esa línea, la disposición del artículo 1716 tiene por finalidad proteger los derechos e
intereses de los huéspedes (ARIAS SCHREIBER, p. 677), siendo pues una norma
necesaria, máxime si "la tarifa es uno de los elementos esenciales especiales
del contrato de hospedaje oneroso. Mal podría
entenderse celebrado un contrato de estas características, si el huésped
desconociera la tarifa que va a regir durante
su estadía en dicho establecimiento" (CASTILLO FREYRE, p.
66).
Asimismo, aclara este autor que la exhibición de las cláusulas generales de contratación
resulta indispensable para que las mismas se incorporen al contrato de hospedaje
en caso de no haber sido aprobadas por la autoridad administrativa, en aplicación de lo
señalado en el artículo 1397 del Código Civil; o, si tales cláusulas generales
estuvieran aprobadas, se incorporarían automáticamente a todos los
contratos de hospedaje que celebre el establecimiento que
obtuvo dicha aprobación, conforme al artículo 1393 del mismo Código.
Sobre este tema, el artículo 30 del Reglamento de Establecimientos de Hospedaje
vigente, aprobado por D.S. N° 029-2004-MINCETUR, reitera la disposición a que se
contrae el artículo bajo comentario, señalando que en el establecimiento debe
mostrarse en forma visible, tanto en la recepción como en

las habitaciones, las tarifas, la hora de inicio y el término del día hotelero y demás
condiciones del contrato de hospedaje. Como puede apreciarse, en este caso la
regulación es más precisa en cuanto al tema de la exhibición, ya que no solo se limita a
decir que debe ser en un lugar "visible", como dispone un poco vagamente el Código
Civil, sino que dicho lugar visible es, conforme al citado reglamento, el ambiente de
recepción del local y las habitaciones donde se brinda el hospedaje, con lo que no cabe
duda de que los huéspedes tendrán a su alcance la mencionada
información en ubicaciones que les son perfectamente
accesibles.
Finalmente, conviene mencionar que no obstante lo expresado, en la escala de
infracciones y sanciones aplicables a los establecimientos de hospedaje, aprobada
por R.M. N° 147-2001-ITINCI-OM, no aparece como infracción sancionable la no
exhibición de las tarifas, como sí se regula con tal carácter la no exhibición en forma
visible (tanto en la recepción como en las habitaciones) de la hora de inicio y término del
día hotelero, lo cual constituye una infracción leve que da lugar a una amonestación
escrita. Se advierte, pues, una deficiencia en este régimen sancionatorio, la cual debe
ser corregida para incorporar como infracciones la no exhibición de las tarifas y de las
cláusulas generales de contratación, es decir, no solo lo relativo al día hotelero .

DERECHO DE RETENCIOM

ARTICULP 1717 Los equipajes y demás bienes entregados o introducidos por el


huésped responden preferencialmente por el pago de la retribución del hospedaje y por
los daños y perjuicios que aquel hubiese causado al establecimiento, pudiendo el
hospedan te retenerlos hasta su cancelación.
CC: 1123 AL 1131

Manuel Muro Rojo


Como se sabe, el derecho de retención es un mecanismo jurídico que puede emplear el
acreedor para lograr que su crédito sea satisfecho, encontrándose reconocido y
legislado en los artículos 1123 a 1131 del Código Civil.
La figura opera como un procedimiento válido para que los acreedores consigan,
con auxilio de este medio, un pago que normalmente les sería muy difícil de obtener,
siendo una herramienta útil, aunque solo procede en ciertos casos y en determinadas
circunstancias; uno de estos casos es en el contrato de hospedaje, según lo previsto en
el artículo 1717 bajo comentario.
Así, pues, el derecho de retención consiste en la facultad otorgada al acreedor titular de
un derecho de crédito, de mantener en su poder un bien de su deudor, hasta que dicho
crédito sea pagado o suficientemente garantizado (artículo 1123 del C.C.). Se trata de un
derecho real de garantía, aunque con caracteres especiales que difieren de las garantías
reales clásicas.
Conforme al artículo 1123 del Código Civil, para la procedencia y ejercicio del derecho
de retención debe estar dicho derecho reconocido expresamente en la ley o cuando
haya conexión entre el crédito debido y el bien que se retiene. Complementariamente,
deben cumplirse algunas premisas obvias: i) la existencia de
una relación jurídica y de un crédito exigible; ii) la posesión por parte del acreedor de un
bien adquirido legítimamente; iii) la insuficiencia de garantía del crédito; iv) que el bien
sea susceptible de ser retenido.
Así, pues, lo señalado en el artículo 1123 alude a dos supuestos excluyentes entre sí,
atendiendo a la disyuntiva "o" que se emplea en el texto de la norma. Cuando decimos
que son excluyentes nos estamos refiriendo a que la retención procede en casos
específicos y puntuales señalados en la ley, sean cuales fueren las condiciones en que
dicho derecho esté regulado, es decir, aun cuando no se cumpla el requisito de la
conexión (que es el otro supuesto excluyente).
Esto ocurre, precisamente, en el caso del artículo 1717 del Código Civil, en lo que
concierne a los equipajes y bienes "introducidos" por el huésped a un
establecimiento de hospedaje (se entiende a su habitación), los mismos que responden
por la retribución de hospedaje no pagada y por los daños y perjuicios causados.
Se observa que no hay conexidad directa entre los bienes retenidos (equipaje
introducido) y el crédito adeudado, habida cuenta que este tiene relación con el
alojamiento o albergue brindado y no con el equipaje. Distinto es el caso de los bienes
"entregados" (por ejemplo, dinero o joyas) en calidad de custodia o depósito, puesto
que en este caso el hospedante responde como depositario, de manera que el crédito
a su favor si guardaría conexidad con los bienes que mantiene en su poder.
Así, pues, estando reconocido el derecho de retención a favor del hospedante, hay que
interpretar con cuidado la norma del artículo 1717, pues conforme a su texto literal
podría pensarse que el hospedante está autorizado para hacerse pago de la deuda del
huésped directamente con los bienes que fueron introducidos al establecimiento o
que le fueron entregados en custodia o depósito; es decir, que podría apropiarse de
ellos.
Sin embargo esto no es así; pues, si bien el hospedante puede retener los bienes del
huésped, sucede que para hacerse cobro del crédito, en caso que finalmente este no
fuera cancelado, debe seguir el procedimiento ordinario de ejecución de la garantía,
dado que el derecho de retención tiene carácter de garantía real según ya hemos
mencionado.
En tal sentido, sería aplicable lo dispuesto en los artículos 720 y siguientes del Código
Procesal Civil que regulan el proceso de ejecución de garantías, de manera que el
hospedante satisfará su acreencia con el producto del remate.

RESPONSABILIDAD DEL HOSPEDANTE COMO DEPOSITARIO


ARTICULO 1718

El hospedan te responde como depositario por el dinero, joyas, documentos y otros


bienes recibidos en custodia del huésped y debe poner en su cuidado la diligencia
ordinaria exigida por la naturaleza de la obligación y que corresponda a las
circunstancias de las personas, del tiempo y del lugar.
CONCORDANCIAS:
C.C.- arts. 1320, 1721, 1814, 1819 Al 1830

Comentario
Manuel Muro Rojo
Además de la obligación principal, en el contrato de hospedaje tiene importante
protagonismo una obligación secundaria del hospedante que se genera a
consecuencia de la prestación del alojamiento y que consiste en custodiar o responder
por los bienes del huésped. A pesar de ser teóricamente una obligación
subsidiaria, en la realidad parece tener más relevancia que la prestación de
alojamiento.
Es usual que el huésped lleve consigo equipaje, pertenencias y bienes en general-
inclusive automóvil-, los cuales son de distinta naturaleza, uso y valor. Es también usual
que los bienes del huésped permanecen dentro del local de hospedaje mientras este no
necesariamente está en su habitación, es decir, cuando se halla lejos del ámbito de
vigilancia de dichos bienes y muchas veces sin adoptar medidas de seguridad. Por ello, y
considerando además que es inherente a este contrato que personal a cargo del
hospedante ingrese a las habitaciones a realizar servicios de limpieza, existe entonces
un cierto riesgo de que los bienes, al estar relativamente expuestos, puedan ser
sustraídos, extraviarse o deteriorarse; por ese motivo se considera pertinente regular la
responsabilidad del hospedante en relación con estos eventos.
Sobre el particular, León Barandiarán (pp. 155-156), comentando el Código de
1936, expresa que el depósito aquí -o sea dentro del marco de un contrato de
hospedaje- viene a ser una operación jurídica subsidiaria, y como el hotelero y el
posadero ejercen una actividad lucrativa, un oficio, una actividad permanente y
remunerada, se les exige que asuman la responsabilidad como depositarios, con relación
a los efectos (bienes) cuando, como actividad profesional u oficio permanente y notorio,
brinden hospedaje a cualquiera que lo solicite.

Ahora bien, siguiendo al maestro, la responsabilidad se manifiesta de dos maneras:


cuando los bienes han sido en verdad introducidos, y cuando estos han sido realmente
entregados al hospedante. Los artículos 1719 y 1720 del Código Civil vigente se refieren
a los bienes "introducidos", mientras que los artículos 1718 y 1721 aluden a los bienes
"entregados".

En el caso del artículo 1718, que ahora se comenta, la norma se refiere, pues, a los
bienes que han sido "entregados" al hospedante a efectos de custodia, por lo que se
indica que en tal caso dicho hospedante responde como depositarío, lo cual es
lógico porque en realidad este ha quedado constituido en depositario al haber recibido
los bienes bajo dicho título y no para otros fines. Explica León Barandiarán (pp. 156-157)
que en la hipótesis comentada se ha realizado un depósito por parte del huésped, quien
ha "entregado realmente" ciertos objetos al hotelero u hospedante. Y no podría ser de
otra manera, porque ha habido entrega real, física, tradición en la propia acepción de la
palabra, con cargo obviamente a que los bienes sean posteriormente devueltos.
El dispositivo que se analiza no limita, en realidad, la posibílidad de custodia o depósito a
determinados objetos; pues si bien da preponderancia al dinero, joyas y documentos, o
sea a bienes de importante valor, luego agrega la expresión "y otros bienes", con lo
que en realidad pueden ser estos de cualquier clase, a diferencia de lo previsto en el
artículo 1626 del Código derogado, que circunscribía este tipo de depósito solo a
determinadas especies de objetos (dinero, valores u objetos preciosos). En cualquier
caso, lo relevante en la norma es que los bienes se entregan físicamente bajo tal título
(custodia o depósito) y, por tal motivo, deben aplicarse las normas sobre el contrato de
depósito (artículos 1814 a 1856) en cuanto sea posible.
Dos atingencias finales con relación a este artículo: i) que el hospedante debe actuar con
la diligencia ordinaria en los términos que enuncia la norma, lo que en opinión de
Castillo Freyre (p. 79) significa que se está aludiendo a las diferentes categorías de
establecimientos de hospedaje y a las medidas de seguridad con que deben contar estos
según la categoría a la que pertenezcan; y ii) que la responsabilidad del hospedante no
está limitada cuantitativamente, según expresa Arias Schreiber (p. 679), dada la calidad
de depositario que le asigna la ley.
RESPONSABILIDAD DEL HOSPEDANTE POR OBJETOS DE USO
CORRIENTE
1719

El hospedan te responde igualmente de los objetos de uso corriente introducidos


por el huésped, siempre que éste cumpla las prescripciones del aviso que estará fijado
en lugar visible de las habitaciones.
La autoridad competente fijará el límite de la responsabilidad.

CONCORDANCIAS:
C.C. • art 1718
Manuel Muro Rojo
A diferencia del artículo anterior, el artículo 1719 se refiere a los bienes
meramente "introducidos" por el huésped, lo cual supone no solo la ausencia de entrega
de los mismos al hospedante para fines de custodia, sino inclusive la eventual ausencia
de declaración sobre el ingreso de tales bienes y, por consiguiente, el desconocimiento
por parte del hospedante de que estos se hallan al interior del establecimiento (salvo
que se ejerza el derecho previsto en el numeral 1720). En este escenario no puede
hablarse de depósito y menos aplicar las normas de este contrato, en la medida en que
no ha habido entrega directa.
Así, pues, debe recordarse que, como afirmamos al comentar el artículo 1718, la
responsabilidad del hospedante se manifiesta de dos maneras: cuando los bienes han
sido en verdad introducidos, y cuando estos le han sido realmente entregados. Ahora
estamos tratando del caso de los bienes "introducidos", debiendo precisar,
adicionalmente, que los bienes de que trata la norma son solo los de uso corriente, y ya
no los bienes de valor, como dinero o joyas. Sobre este tema León Barandiarán (p. 156)
comenta que "el viajero (léase huésped) al ocupar el hotel o posada, para permanecer
allí por cierto tiempo, mayor o menor, introduce los efectos materiales que lleva
consigo, y aunque no los entregue realmente al hotelero o posadero, es decir, aunque
no entregue especialmente tales objetos, es considerado frente
al hotelero como depositante; hay una especie de depositum
ficto. Basta que hayan sido introducidos dentro del hotel, de modo que hay aquí un
elemento de juicio de orden especial: el depósito se reputa constituido, y hay la
correspondiente responsabilidad del hotelero por el simple factum de que las cosas
están in situ dentro del hotel, y mientras estén en él. No se necesita que haya
efectivamente entrega de los efectos. De este modo existe aquí un especial depósito,
por falta de entrega real ( ... )".
Arias Schreiber (p. 680), opinando en contra, señala que la hipótesis del numeral
1719, consistente en que el huésped introduce a la habitación sus pertenencias de uso
corriente, no constituye un caso específico de depósito,
según veníamos también afirmando antes de transcribir la postura de León Barandiarán;
sin embargo, la obligación y responsabilidad de custodia está igualmente implícita,
siempre que el huésped cumpla con las prescripciones fijadas en lugar visible de las
habitaciones y destinadas a que adopte ciertas precauciones de seguridad.
Castillo Freyre (p. 80) es también partícipe de esta opinión, pues expresa que la norma
se refiere a las pertenencias que el huésped lleva siempre consigo y que al tratarse de
bienes de uso corriente es claro que no los da en custodia al hospedante,
independientemente de su valor; pero ello no implica que el establecimiento de
hospedaje se desentienda del tema y permita que queden en situación vulnerable frente
a terceros o frente a su propio personal. Concluyen ambos autores que la
responsabilidad d,:~1 establecimiento de hospedaje en estos casos, por sustracción,
pérdida ó deterioro de los bienes "introducidos", es obviamente limitada y, por tanto,
diferente a la que asume el hospedante cuando efectivamente recibe los bienes en
custodia, como ya hemos visto. En este punto dice la norma que el tope de la
responsabilidad debe ser fijado por la autoridad competente, empero no existe
norma al respecto.
Por último, hace notar León Barandiarán (p. 157) que, en cuanto a los objetos
meramente introducidos, desaparece la responsabilidad del hospedante si el huésped
no observa, por su parte, las prevenciones que los hoteleros y posaderos, o sus
sustitutos, les hubiesen hecho sobre el cuidado y vigilancia de los efectos. Agrega que se
trataría, pues, de una falta contractual en la que incurriría el huésped; lo que explica
y justifica la irresponsabilidad del hospedante en tal supuesto.

DECLARACIÓN DE OBJETOS DE USO COMÚN


ARTÍCULO 1720
El hospedante tiene derecho a solicitar del huésped, dentro de las veinticuatro horas de
su ingreso, una declaración escrita de los objetos de uso común introducidos, así como
a comprobar su exactitud.

CONCORDANCIAS:
C.C. art. 1718, 1719
Manuel Muro Rojo
La norma de este artículo se refiere a un asunto de exclusivo interés del hospedante, y
está en directa relación con el numeral 1719 del Código Civil, que se refiere a los bienes
de uso corriente o común del huésped que han sido introducir dos al establecimiento de
hospedaje.
Se trata, pues, de un derecho del hospedante de conocer con certeza y exactitud
los bienes realmente introducidos por el huésped; en tal sentido, la norma faculta al
primero a solicitar al segundo una declaración escrita de dichos bienes (los de uso
común o corriente), declaración o listado que en la práctica puede ser elaborado por
el propio huésped o por ambas partes teniendo a la vista los bienes en cuestión,
ya que el otro aspecto de la mencionada facultad es la comprobación física in situ de
la identidad de los mismos, lo que implica por tanto examinarlos; sin embargo nada
impide que tales actos -declaración y comprobación- se realicen en momentos
diferentes. Sobre el asunto tratado, la norma establece un plazo de 24 horas, respecto
del cual hay que hacer dos atingencias: i) que el cómputo de tal plazo, según la norma,
es a partir del ingreso del huésped al establecimiento, lo que resulta lógico, y no desde
la celebración del contrato de hospedaje, que en los hechos puede ocurrir en fecha
anterior al ingreso y no necesariamente en forma coetánea; y ii) que el
mencionado plazo que la ley otorga es para el hospedante, a fin de que este solicite
la declaración de bienes de uso común ingresados por el huésped, es decir, que el
derecho se ejerce con el solo pedido según fluye del tenor expreso de la norma, aun
cuando la declaración del huésped y la comprobación se efectúen fuera de dicho plazo;
en tal sentido, el hospedante pierde el derecho que le confiere la ley solo cuando no
hace la solicitud dentro de las 24 horas, en cuyo caso entendemos se produce la
caducidad del derecho; pero este no se pierde si tal solicitud se formula en tiempo
oportuno a pesar de que, reiteramos, la declaración y comprobación se realicen vencido
el plazo.
El objeto de la disposición no es solo limitar la responsabilidad del hospedante respecto
de los bienes declarados y debidamente comprobados, sino que como manifiesta
Castillo Freyre (p. 82) la norma también apunta a que con motivo de
este procedimiento el hospedante tome conocimiento del ingreso de ciertos bienes que
por su valor amerite el ofrecimiento del servicio de custodia, es decir, que se
conviertan de bienes meramente "introducidos" a bienes realmente "entregados"
en depósito.
En cuanto a la limitación de responsabilidad del hospedante, es claro que esta no
operará si dicho sujeto no formula la solicitud al huésped o si lo hace vencido el plazo
de 24 horas señalado en el artículo 1720 del Código Civil, en cuyo caso rige el numeral
1719 con todos sus alcances y efectos. Empero, el artículo que ahora se comenta no se
ha puesto en la circunstancia de que formulado el pedido por el hospedante para la
declaración y comprobación de los bienes ingresados por el huésped, este se niegue,
oponga u obstaculice tal requerimiento o simplemente no cumpla con hacerlo, de modo
que no haya posibilidad de saber cuáles son los bienes efectivamente ingresados.
En nuestra opinión, el hospedante ya no debería responder por la eventual
sustracción, pérdida o deterioro, puesto que ha trasladado una carga al huésped y
este no ha permitido o ha frustrado injustificadamente la verificación, por lo que el
hospedante no tendría por qué responder de la misma forma señalada en el artículo
1719; de lo contrario se estaría procediendo como si el hospedante no hubiera
efectuado solicitud alguna al huésped, o sea como si no se hubiera comportado
diligentemente.
Asimismo, el artículo 1720 no se ha puesto tampoco en la situación de que los bienes
que se pretende declarar y examinar para comprobar su exactitud, sean bienes sellados
o embalados, reservados o secretos, y que el huésped no tenga autorización para
descubrirlos, mostrarlos o revelarlos a terceros. En este caso, la solución sí debería ser la
aplicación del numeral 1719, pues el huésped no está negando, oponiéndose u
obstaculizando la comprobación, solo que está justificadamente imposibilitado de
permitirlo.
NEGATIVA A LA CUSTODIA DE BIENES ARTICULO 1721
El hospedante no puede negarse a recibir en custodia o a que se introduzcan los bienes
a que se refiere el artículo 1718, sin justos motivos. Se consideran tales, el excesivo
valor de los bienes en relación con la importancia del establecimiento, así como
su naturaleza en cuanto constituya obstáculo respecto a la capacidad del local.

CONCORDANCIAS:
C.C. arts. 1718, 1719, 1854

Comentario
Manuel Muro Rojo
A diferencia del artículo anterior, este cautela intereses de los huéspedes, pues el hecho
que se prohíba la negativa del hospedante de aceptar en custodia o permitir el ingreso
de los bienes de aquellos, es una medida que "obedece a razones propias de seguridad
del propio huésped, en la medida que si ello no fuese así, este último se encontraría en
una situación de incertidumbre con respecto a sus pertenencias; y, en tal supuesto, su
estadía no revestiría las comodidades del caso" (CASTILLO FREYRE, p. 83).
La presente disposición aparentemente estaría conectada con el artículo 1718 por la
mención o referencia expresa que se hace a este, sin embargo el artículo
1721 alude a los bienes en custodia (o depósito, o sea bienes que se "entregan") y
también a los bienes que se "introducen" al establecimiento de hospedaje, por lo que
en realidad la norma bajo comentario se relaciona también con el numeral 1719; lo
que significa, pues, que en cualquier caso el hospedante no puede negarse a aceptar los
bienes del huésped.
Ahora bien, en cuanto a los bienes respecto de los cuales no cabe negativa de recepción
por el hospedante, son en realidad cualquier clase de bienes, o sea todos, ya que el
numeral 1718 al cual se remite el artículo 1721, se refiere al dinero, joyas, documentos y
"otros bienes"; mientras que el artículo 1719 alude a los bienes de uso corriente o
común, con lo cual no hay ningún bien que escape a los alcances de la norma bajo
comentario.
Por otro lado, la parte más relevante de la disposición del artículo 1721 es la referida a la
excepción o salvedad que se contempla a favor del hospedante, en el sentido de que
este sí podría negarse a recibir bienes del huésped en su establecimiento de hospedaje
cuando existan justos motivos, habida cuenta que podría asumir responsabilidad
ilimitada; empero, y siempre pensando en la cautela de los intereses del huésped, la
propia ley ha parametrado el significado de la expresión "justos motivos",
reduciéndola a una enumeración taxativa de supuestos:
a) El excesivo valor de los bienes en relación con la importancia del
establecimiento, lo que en buena-cuenta se refiere a la categoría del mismo y a la
posibilidad de que en función, precisamente, de la categorización que corresponda,
el local cuente con instalaciones, zonas, bóvedas, medidas de seguridad,
estacionamiento, etc. que haga posible la recepción en custodia o el simple ingreso de
determinados bienes de importante valor sin grave peligro o riesgo de sustracción,
pérdida o deterioro.

b) La naturaleza de los bienes en cuanto constituyan obstáculo respecto a


la capacidad del local, lo que significa que no
obstante contar el establecimiento con las instalaciones y demás
condiciones conforme a su categoría, puede ser que el bien, ya no por su valor sino
por su naturaleza (tamaño, volumen, material, grado de perecimiento, etc.), amerite
una negativa de custodia o ingreso sustentada en el propio perjuicio del hospedante.
El tema que venimos tratando estuvo regulado en el Código Civil de 1936, dentro de las
escasas disposiciones sobre la materia que se hallaban en el título' concerniente al
contrato de depósito; sin embargo, dicha regulación era en sentido inverso, es decir que
el hospedante (hotelero o posadero, según la terminología anterior) sí podía, como regla
general, rehusar la custodia del dinero, valores y objetos preciosos del huésped cuando
su valor era excesivo en relación a la importancia del establecimiento (artículo 1626). Se
advierten dos diferencias con el texto vigente: una, que solo se limitaba a objetos de
valor y no a cualquier clase de bien como es ahora; y dos, que el justo motivo de la
eventual negativa solo podía estar basado en el valor excesivo del bien y no en su
naturaleza como también es ahora.

EXTENSIÓN DE LA RESPONSABILIDAD DEL HOSPEDANTE ARTÍCULO 1722

La responsabilidad del hospedante por la custodia de los bienes depositados o


introducidos se extiende a los actos u omisiones de los familiares que trabajan con él y a
sus dependientes.

CONCORDANCIAS:
C.C. arts. 1718, 1719, 1981
Comentario

Manuel Muro Rojo

Aunque no tiene una redacción acertada, esta es una norma que se justifica
plenamente, en la medida en que el negocio de hospedaje constituye una actividad de
carácter empresarial y, como tal, se desarrolla sobre la base de una organización que
involucra el concurso de diversas personas con determinadas funciones y Labores,
que hacen posible la prestación de un servicio adecuado en beneficio de los huéspedes
y clientes en general. Conforme a las normas legales sobre la materia, el hospedante
puede operar como persona natural o negocio unipersonal sin constituir una persona
jurídica, o constituyendo una persona jurídica bajo cualquier modalidad societaria
permitida por la Ley General de Sociedades, Ley N° 26887 (sociedad anónima, sociedad
comercial de responsabilidad limitada, etc.) o como empresa individual de
responsabilidad limitada (D.L. N° 21621).
Tratándose de persona jurídica formal y legalmente constituida bajo una cierta forma
societaria de las antes mencionadas, es claro que la responsabilidad contractual por los
daños y perjuicios causados por sus dependientes y empleados -en este caso por
afectación a los bienes del huésped- será atribuida a dicha, persona jurídica, sin
perjuicio de que eventualmente les pueda alcanzar tal responsabilidad a los
administradores y encargados de la gestión social (directores y gerentes) si se dan los
supuestos señalados en los artículos 177 y 190 de la Ley General de Sociedades; o al
gerente de la empresa individual de responsabilidad limitada, conforme al artículo 52
del D.L. N° 21621.
Esta es la forma cómo las personas jurídicas responden contractualmente, en este caso
frente a la contraparte del contrato de hospedaje (el huésped); de modo que poca
trascendencia tiene frente a este último el hecho de que haya sido talo cual
dependiente o empleado de la persona jurídica (hospedante) el que haya causado
directamente el daño (afectación á los bienes del huésped), ya que la acción de
responsabilidad deberá ser dirigida contra la persona jurídica, salvo en el caso de
sustracción de bienes que tiene connotaciones penales (hurto, robo) y que, por tanto,
responde personalmente el dependiente o empleado que cometió el hecho delictuoso.

De otro lado, cuando el hospedante no está organizado como persona jurídica, sino que
actúa como persona natural o negocio unipersonal, se aplica lo dispuesto en el
numeral 1722, que aparece redactado como si hubiera sido pensado solo para este
supuesto; en tal sentido, la responsabilidad por afectación a los bienes del huésped
no solo le es imputable al hospedante por sus hechos propios y directamente
ejecutados, sino que se hace extensiva, y por tanto responde también, por los actos u
omisiones de los familiares que trabajan con él y de sus dependientes (empleados),
lo que se entiende plenamente porque estos obran por cuenta y según las
instrucciones de aquel. Al respecto, debe aclararse que en este caso la ley no ha
establecido que esa responsabilidad sea solidaria, con lo que en realidad no se trata de
un régimen diferente al ya regulado por el artículo 1325 del Código Civil, según el cual el
deudor que se vale de terceros para ejecutar su prestación responde por los hechos
dolosos o culposos de estos (salvo pacto en contrario), por lo que se ha sostenido con
fundamento que la norma del artículo 1722 es una demasía (CASTILLO FREYRE, p. 84),
ya que la cuestión está resuelta por el citado numeral 1325, al cual hubiera bastado
remitirse, y aun sin remisión se aplicaría igualmente.
Por último, y como ya hemos visto antes, aquí también se exceptúa el caso de
sustracción de bienes por los familiares o dependientes, supuesto en el cual, debido al
carácter penal de la conducta (hurto, robo), responden estos personalmente.

COMUNICACIÓN DE SUSTRACCIÓN, PÉRDIDA O DETERIORO DE BIENES ARTÍCULO 1723

El huésped está obligado a comunicar al hospedante la sustracción, pérdida o deterioro


de los bienes introducidos en el establecimiento tan pronto tenga conocimiento de ello.
De no hacerlo, quedará excluida la responsabilidad del hospedan te, salvo cuando
tales hechos se produzcan por dolo o culpa inexcusable de este último.
CONCORDANCIAS:
C.C, arts. 1318. 1319, 1824
Manuel Muro Rojo
La norma materia de este comentario, según fluye de su texto, está destinada a activar
el mecanismo del régimen de responsabilidad imputable al hospedante que establecen
los artículos anteriores. Obviamente nos referimos a los artículos 1719 y 1720 que
aluden a los bienes "introducidos" por el huésped; no así a los bienes "entregados" en
custodia o depósito, ya que en este caso los bienes están precisamente bajo la esfera de
vigilancia del hospedante.
En principio, se debe cuestionar que el hecho de tener que comunicar al
hospedante la eventual sustracción, pérdida o deterioro de bienes, sea realmente
una obligación del huésped, pues según el tenor del artículo "El huésped está obligado a
comunicar .. ,",
A nuestro juicio no se trata indudablemente de una obligación ni de un deber, y ni
siquiera de una carga, sino que más bien la referida prescripción legal para hacer
operativo el mecanismo de responsabilidad, no es otra cosa que la plasmación del
derecho que tiene el huésped para reclamar por tales eventos que le perjudican, pero la
razón de ser de la norma no es para reconocer este derecho, puesto que se entiende de
por sí reconocido, sino que apunta a regular la forma cómo debe ser ejercido el mismo,
así como las consecuencias de su no ejercicio,
No es, pues, una obligación ni deber contractual porque la conducta del huésped
no está encaminada a satisfacer un interés de su contraparte, el hospedante; no tiene
nada que ver con las prestaciones que recíprocamente se deben como consecuencia
derivada del contrato de hospedaje. No es una carga contractual porque la conducta del
huésped no está dirigida a hacer viable o posible la ejecución de una prestación del
hospedante. Es solo un derecho cuyo ejercicio satisfará un interés propio del huésped
perjudicado por la sustracción, pérdida o deterioro de sus bienes, es decir para obtener
la respectiva indemnización.
En ese sentido, la norma dispone que para hacer responsable al hospedante, el huésped
debe denunciar el hecho de la sustracción, pérdida o deterioro de
sus bienes, ponerlo en conocimiento de aquel empleando cualquier forma, dado que la
ley no señala una específica, siendo recomendable obviamente la forma escrita para que
quede constancia del reclamo.
Tal denuncia o comunicación debe ser hecha tan pronto como se tenga
conocimiento de la sustracción, pérdida o deterioro; no hay pues un plazo legal
específico, sino que rigen aquí las circunstancias del caso. Esto es claro mientras
cualquiera de tales hechos se produzca cuando el huésped aún se halle en el
establecimiento de hospedaje, esto es, mientras se esté ejecutando el contrato.
Lo que no queda claro es el supuesto de que el huésped advierta la sustracción,
pérdida o deterioro de alguno de sus bienes cuando ya abandonó el establecimiento de
hospedaje sin verificar el estado y completitud de sus pertenencias antes de salir. En una
situación ordinaria y dado que el daño contractual genera una acción personal, podría
decirse que el huésped tendría entonces diez años para reclamar la respectiva
indemnización, según el artículo 2001 inc. 1) del Código Civil; empero ello sería un
contrasentido ya que no solo esta postura iría en contra de la brevedad o inmediatez
que el artículo
1723 exige para la comunicación del hecho, sino que haría inviable I.a liberación
de responsabilidad del hospedante a que se contrae la segunda parte de la norma.
Por consiguiente, opinamos que el tiempo límite para realizar la comunicación por
cualquier sustracción, pérdida o deterioro de bienes del huésped es a la salida del
establecimiento de hospedaje, es decir, hasta el momento de conclusión del contrato, lo
que supone un deber de diligencia del huésped de revisar el estado y completitud de
sus pertenencias antes de retirarse del local.
En caso contrario, la norma culmina señalando que el hospedante queda liberado
de responsabilidad, salvo que haya mediado dolo o culpa inexcusable de este.

LIBERACIÓN DE RESPONSABILIDAD DEL HOSPEDANTE ARTÍCULO 1724

El hospedan te no tiene responsabilidad si prueba que la sustracción, pérdida o


deterioro de los bienes introducidos por el huésped se debe a su culpa exclusiva o
de quienes le visiten, acompañen o sean dependientes suyos o si tiene como causa la
naturaleza o vicio de ellos.
CONCORDANCIAS:
C.C. Art 1823 1824
La norma de este artículo regula otros dos supuestos de liberación de
responsabilidad del hospedante, distintos al previsto en el numeral 1723, pues en este
caso se trata de que la eventual sustracción, pérdida o deterioro de los bienes del
huésped se deba a:
a) Acciones u omisiones no del hospedante, sus familiares o dependientes, sino a
acciones u omisiones culposas del propio huésped, de las personas que lo visiten,
acompañen o sean dependientes suyos.
b) La naturaleza o vicio de los bienes del huésped.
El artículo está relacionado con los numerales 1719 y 1720 del mismo Código, pues se
refiere a los bienes "introducidos" por el huésped, o sea a los bienes de uso común o
corriente; no alude, pues, a los bienes "entregados" en custodia o depósito al
hospedante (artículos 1718 y 1721) ya que en este caso los bienes están bajo el ámbito
de vigilancia y cuidado de dicho hospedante quien responde como depositario, y
además es poco probable que en tal contexto se den las circunstancias descritas en
el artículo 1724.
Bien vistas las cosas la norma aparece como innecesaria, pues por aplicación de las
normas y principios generales sobre inejecución de obligaciones se puede concluir, sin
lugar a dudas, que en el supuesto de que sea el propio huésped o alguna persona de su
entorno la que con su conducta culposa perjudique sus bienes, la responsabilidad no
puede ser trasladada al hospedante; de este modo, el huésped no puede fundar su
eventual pretensión indemnizatoria en hecho propio.
Lo mismo ocurre tratándose de la naturaleza o vicio de los bienes del huésped, pues es
claro que el hospedante no tiene aquí responsabilidad alguna que pueda fundarse en
estos aspectos, habida cuenta que son circunstancias exclusivamente relacionadas
con el estado y conservación de los bienes y por ello es que el propio huésped debe
asumir la pérdida o el deterioro.
Por estas razones la doctrina nacional, posterior al Código Civil de 1984, ha opinado en
el sentido de que la norma constituye una demasía y es por tanto inútil (CASTILLO
FREYRE, p. 86) Y que se está de acuerdo con su derogación (ARIAS SCHREIBER, p. 683).

Sobre este tema, el artículo 1625 del Código Civil de 1936 establecía que la
responsabilidad del hotelero o posadero (hospedante), por los daños causados en los
efectos de los viajeros, no comprendía la que proviniera de robo a mano armada u otros
sucesos de fuerza mayor, ni la que fuera causada por la falta de los mismos viajeros o de
las personas de su séquito, o de sus visitantes. León Barandiarán (pp. 159-160)
expresaba que la falta del propio viajero justificaba plenamente la irresponsabilidad
del hotelero o posadero porque la causa directa del daño es su propio comportamiento,
de modo que él debe ser responsable de sus propios actos. Citaba además a Baudry
Lacantinerie y Wahl, para quienes "el accidente causado al viajero por su propia falta o
su imprudencia no es imputable a una ausencia de vigilancia de parte del
posadero; tal sería el caso si el viajero habiendo olvidado de retirar la llave de escritorio
en el cual había puesto su dinero, hubiese sido robado por una persona de fuera que se
habría furtivamente introducido en el hotel, o tal sería el caso si el viajero hubiese
descuidado de cerrar la puerta de su cuarto, o especialmente si hubiese omitido a la vez
el cerrar el armario y el cuarto".
y concluía agregando que la culpa de las personas del séquito del viajero exime también
de responsabilidad al hotelero, pues resulta claro que el viajero debe vigilar el
proceder de esas personas, ya que ellos están vinculados directamente con su
persona. Caso parecido ocurre en cuanto al visitante del viajero; en tal supuesto lo
lógico es que por lo mismo que se trata de un hecho personal vinculado al viajero, el
hotelero no debe tener responsabilidad, pues este no tiene por qué ejercer vigilancia
y control sobre el visitante de un huésped suyo.

CADUCIDAD DEL CRÉDITO DEL HOSPEDANTE ARTÍCULO 1725


El crédito del hospedan te caduca a los seis meses contados a partir del momento de la
terminación del contrato.

CONCORDANCIAS:
C.C. arts. 2003.2004
Manuel Muro Rojo

Ya hemos mencionado en algunos de los comentarios realizados a las normas anteriores


sobre el contrato de hospedaje, que la prestación principal del huésped está
constituida por el pago de la retribución que efectúa, o debe efectuar, a cambio del
alojamiento que se le brinda en el establecimiento.
La norma que ahora comentamos, al igual que la contenida en el artículo 1717 sobre el
derecho de retención a favor del hospedante, supone la eventualidad de que el huésped
no cumpla con el pago de la referida retribución, en cuyo caso el hospedante tiene
expeditas las acciones de cobranza de su crédito como en cualquier otro caso
concerniente a la situación de un acreedor impago.
Es meridianamente claro que en tal caso se trata de una acción personal que puede
ejercer el hospedante, es decir que se trata de una acción de cobranza de una deuda
común, cuyo respaldo es el patrimonio del deudor en su conjunto y no bienes
específicamente afectados; distinto al caso del derecho de retención que también
tiene a su favor el hospedante y que, como toda garantía real, incide sobre bienes
específicos (equipajes y bienes entregados o introducidos por el huésped).
Una cosa es, pues, el derecho de cobro y otra la garantía. El artículo 1725 bajo
comentario se refiere exclusivamente al primero, disponiendo un régimen de expiración
de la acción muy distinto al que corresponde a toda acción personal, que, conforme al
artículo 2001, inciso 1), prescribe a los diez años.
En el caso del contrato de hospedaje la acción para cobrar el crédito adeudado caduca -
no prescribe- a los seis meses de concluido el contrato, plazo significativamente
corto si se le compara con el régimen común, pero sustentado en razones de
seguridad jurídica y en el carácter empresarial del hospedaje (ARIAS SCHREIBER, p. 683)
o más satisfactoriamente en la alta movilidad que supone el hospedaje y en el hecho de
tener el hospedante otras vías de cobranza (CASTILLO FREYRE, p. 87), como sería el
ejercicio del derecho de retención y la consecuente ejecución de esta garantía.
Conforme a lo anotado, y considerando que se entiende como momento de terminación
del contrato la desocupación de la habitación que sirvió de hospedaje, el
hospedante tiene seis meses a partir de entonces para demandar
el pago de la deuda, caso contrario pierde la acción y también el derecho, como efecto
de la caducidad.
En este punto conviene precisar que de haber ejercido el hospedante el derecho
de retención, debe ejecutar la garantía dentro del mismo plazo legal señalado por la
norma, porque si no lo hace se producirá también la caducidad, habida cuenta que el
derecho de retención se ejerce por oposición a la entrega de un bien o como excepción
en un proceso iniciado por quien reclama el mismo, y no como acción, y esto -accionar-
es precisamente lo que tiene que hacer el hospedante para que su crédito no caduque.

SERVICIO ADICIONAL DE ESTACIONAMIENTO ARTÍCULO 1726


El servicio adicional de estacionamiento de vehículos o similares, se rige por los artículos
1713 a 1725, en cuanto sean aplicables.
CONCORDANCIAS:
C.C. Art. 1713 a 1725
Manuel Muro Rojo
A modo de premisa debemos manifestar que el contrato de estacionamiento de
vehículos es un contrato nominado pero atípico en el Perú, y que el mismo puede
presentarse en forma simple o autónoma cuando da origen a una única e independiente
relación jurídica, o en forma compleja cuando se une o forma parte de otras relaciones
jurídicas de diversa índole.
En efecto, la actividad económica que da origen a esta figura contractual, consistente en
destinar espacios físicos para el estacionamiento temporal de vehículos a cambio de una
retribución, se manifiesta a través de distintas y variadas modalidades.
y es que, partiendo de que el concepto de estacionamiento se refiere al hecho o acción
de estacionar o aparcar, es necesario distinguir cómo, dónde y en qué circunstancias
puede este hecho o acción efectuarse; o por lo menos indicar cuáles son las formas más
conocidas y comunes de estacionamiento, que a nuestro juicio son las siguientes: i) en
vivienda privada; ii) en vivienda de propiedad colectiva; iii) en vivienda sujeta al
régimen de propiedad horizontal; iv) en centros comerciales o locales privados de
comercio o servicio abiertos al público en general; v) en locales de servicio automotor;
vi) en playas o garajes; vii) en locales del Estado y entidades públicas; viii) en la vía
pública; y ix) desde luego, en hoteles, hostales, posadas,
albergues, casas de pensión y establecimientos de hospedaje
en general.
En este último caso, es de notar que la mayoría de estos locales destinados al negocio de
hospedaje, han considerado que sus huéspedes por lo general llegan al establecimiento
en vehículo propio, por lo que los hospedantes han destinado áreas de terreno para el
estacionamiento exclusivo de los vehículos de sus clientes, en cuyo caso aplican una
tarifa adicional (oneroso) o, por el contrario, pueden considerar ese costo incluido
dentro de la tarifa que el establecimiento cobra por el alojamiento o albergue en
la habitación de hospedaje (gratuito).
En tal sentido, el estacionamiento de vehículos en establecimientos de hospedaje
no origina en estricto un contrato autónomo de estacionamiento, sino que este es una
prestación accesoria de la relación jurídica principal derivada del denominado contrato
de hospedaje, el cual se convierte en un acto complejo; puesto que no es habitual en
este tipo de actividad brindar el espacio para el estacionamiento vehículos si es que
sus propietarios o
poseedores no tienen celebrados contratos para el uso de una habitación a título de
hospedaje. Así pues, las reglas de este contrato se aplicarán para normar las
consecuencias jurídicas del estacionamiento del vehículo del huésped en las
instalaciones del local de hospedaje.
Al respecto, el artículo 1726 del Código Civil se limita, por vía de remisión, a indicar que
el servicio adicional de estacionamiento de vehículos se regula por los artículos
anteriores (del 1713 al 1725) en lo que fueren aplicables. Ciertamente en la
remisión no se ha considerado que en realidad algunos de estos artículos no son para
nada aplicables, por ejemplo e11713, 1714, 1715,
1716 Y 1725; en cambio sí lo podrían ser los numerales 1717 al 1724.
En todo caso, el asunto neurálgico sobre este tema es la responsabilidad que podría
asumir el hospedante respecto de la eventual sustracción, deterioro o daño en
general que podría sufrir el vehículo dentro del área
de estacionamiento del local de hospedaje. Nuestra opinión es que, en principio,
al vehículo debe dársele el mismo tratamiento de un bien "ingresado" al
establecimiento, por lo que la responsabilidad del hospedante debe ser conforme
a los artículos 1719 y 1720; salvo que sea expresamente "entregado" en custodia o
depósito por el huésped al hospedante, en cuyo caso este responde como depositario,
en aplicación del artículo 1718 del Código Civil.

APLICACIÓN EXTENSIVA DE LAS NORMAS SOBRE HOSPEDAJE ARTÍCULO 1727


Las disposiciones de los artículos 1713 a 1725 comprenden a los hospitales, clínicas y
casas de salud o de reposo, establecimientos comerciales o de espectáculos públicos,
balnearios, restaurantes, clubes, naves, aeronaves, coches-cama y similares, en lo que
les sean aplicables.
CONCORDANCIAS:
C.C. arts. 1713 a 1725
Manuel Muro Rojo
El artículo 1727 del Código Civil contiene una norma sobre aplicación extensiva de las
disposiciones concernientes al contrato de hospedaje para ciertos lugares, e incluso
medios de transporte, en los que, por lo general, se daría una situación en los hechos
semejante a lo que ocurre en los hoteles, hostales, posadas y establecimientos de esta
índole.
Los lugares y medios que menciona la norma no están destinados a proporcionar
hospedaje propiamente dicho, es decir que esa no es su finalidad natural, sino que a
través de ellos se pueden concretar o ejecutar determinadas prestaciones derivadas de
otras relaciones contractuales.
Así, el caso de los hospitales, clínicas, casas de salud y de reposo, en cuyas instalaciones
se cumplen prestaciones relacionadas con contratos de locación de servicios de
atención médica y prestaciones de salud en general, aun cuando pueda
cuestionarse si efectivamente hay contrato en todos los casos (piénsese en el supuesto
de que una persona sea ingresada a una clínica en estado inconsciente luego de haber
sufrido un accidente). O el caso de los balnearios o clubes (sobre todo si cuentan
con bungalows) donde las prestaciones principales están vinculadas a servicios de
esparcimiento y recreación.
En tales supuestos, no hay duda de que las personas permanecen en dichos locales o
instalaciones por cierto tiempo (horas, días, semanas o meses), empero lo hacen
bajo un título y finalidad distinta a un mero contrato de hospedaje, solo que en
los hechos reciben en esos lugares prestaciones similares a las que se describen en
algunas normas que regulan este contrato, lo que justificaría la aplicación extensiva de la
que trata el articulo 1727, pero solo en lo que realmente puedan ser aplicables, pues no
es el alojamiento el aspecto más relevante de las relaciones contractuales que
involucran a este tipo de lugares, sino los servicios con ellos relacionados (salud,
esparcimiento y recreación).
Ciertamente, en algunos casos, la costumbre ha determinado, contrariamente, la muy
poca probabilidad de que se apliquen algunas normas; por ejemplo, en hospitales y
clínicas el caso del artículo 1720, en cuanto al derecho de solicitar
al huésped (léase, paciente) una declaración escrita de los objetos de uso común
introducidos y comprobar su exactitud. 0, por ejemplo, en balnearios o clubes en
donde, por disposición expresa, se advierte sobre
la no responsabilidad por la pérdida, deterioro o destrucción de los
objetos introducidos a las instalaciones.
Por otro lado, en el caso de los establecimientos comerciales o de espectáculos
públicos (cines, teatros, estadios, etc.) y restaurantes, a nuestro modo de ver y pese a
que se dice que tienen en común con los lugares mencionados anteriormente el hecho
de la permanencia temporal (por horas en este caso) (CASTILLO, p. 91), es muy
discutible la conexidad con las normas sobre el contrato de hospedaje relacionadas con
la custodia de los bienes con los que ingresan los clientes, dado que en esos lugares
se configuran relaciones contractuales muy diversas, mayormente sobre prestación
de servicios, de modo que la eventual custodia de bienes está bastante bien alejada de
la causa por la cual las personas o clientes acceden o permanecen temporalmente en
ese tipo de instalaciones.
Lo propio ocurre en el caso de las naves, aeronaves y coches-cama, donde la
permanencia puede ser por horas, días o incluso semanas (barcos) y cuyo acceso o uso
deriva estrictamente de un contrato de transporte, donde este -el transporte de
personas de un lugar a otro- es la causa y prestación principal como bien anota Arias
Schreiber (p. 685), teniendo la custodia de los bienes de los viajeros un rol subsidiario, y
siendo la permanencia física una circunstancia inherente al contrato, pues de otro modo
no podría prestarse el servicio de transporte; de manera, pues, que dicha permanencia
no es propiamente a título de alojamiento.
Por ello se nos ocurre que para estos supuestos hubiera bastado la remisión é'I las
normas sobre el contrato de depósito, que nos parecen más emparentadas con la
custodia de los bienes que eventualmente introduzcan los clientes o viajeros.

Por otro lado, la primera parte del artículo 2 de la Ley 30802, objeto de nuestro
análisis, prescribe que: “El ingreso de niñas, niños y adolescentes a las habitaciones
o departamentos de establecimientos de hospedaje, se efectuará en compañía de
uno o ambos padres, tutoro responsable, debidamente acreditados por la
autoridad competente o con la documentación que demuestre la relación
judicial o legal que exista entre ellos o, en su defecto, con autorización otorgada
por escrito y con firma legalizada por notario, de conformidad con los requisitos
para el registro de huéspedes establecidos en el Reglamento de Establecimientos de
Hospedaje o la disposición que haga sus veces (…)”.

No es problemático comprender que, como sucede con la totalidad de los contratos


típicos previstos en el Código Civil, si bien no existe una norma legal específica
que desarrolle la capacidad requerida de los contratantes, en cada contrato típico,
es claro –por evidente– que los contratantes deben poseer capacidad de ejercicio
para hacerse de la calidad de parte contractual, esto es, debe ser titular del ejercicio
de sus derechos civiles, de conformidad con el artículo 42 del CC (lo cual se da a
los 18 años de edad) para –en este caso– tener la calidad contractual de huésped.

De acuerdo con el inciso 1ero del art. 43 del CC, todo menor de 16 años de edad,
es absolutamente incapaz para realizar actos civiles, salvo para aquellos
determinados por la ley. Esta norma se interpreta, sistemáticamente, con el art. 1358
del CC, que está en las disposiciones generales, del contrato en general, del libro
VII del CC (Fuente de las Obligaciones) y que prescribe que: “Los incapaces no
privados de discernimiento pueden celebrar contratos relacionados con las
necesidades ordinarias de su vida diaria”.

Bajo este contexto, no vemos como podría entenderse, válidamente, que “una
necesidad ordinaria de la vida diaria” de un menor de 16 años, lo pudiera
autorizar a celebrar un contrato de hospedaje, atendiendo a que, si –en principio–
estamos ante un supuesto de viaje interprovincial –ni siquiera podría haber llegado
(solo) a ese punto físico, con un contrato de transporte lícito, puesto que es un
incapaz absoluto–.

Salvo las extraordinarias y únicas excepciones, que la misma ley se encarga de


describir (2do párrafo del art. 2do de la ley N° 30802: persona con dieciséis años
de edad, con capacidad adquirida por matrimonio o título oficial, acreditable solo
con instrumento público, conforme al art. 46 del CC), no existe forma válida, y –
por tanto, justificable en algún modo– que en el Perú, un menor de 16 años pueda
celebrar, a título personal, un contrato de hospedaje y, por tanto, ostentar la calidad
de huésped. El menor de edad, necesariamente ha de requerir la participación de
una persona capaz que ejerza su representación y, atendiendo a su condición,
además su cuidado.

No deja de ser notorio que “la debida acreditación por la autoridad


competente” o “la documentación que demuestre la relación judicial o
legal” de la representación, encierra una subjetividad poco predecible, en la vida
real.
Asimismo, el tercer párrafo del aludido art. 2 de la Ley N° 30802, concluye
que: “(…) En caso de duda sobre la documentación que se presente, o ante la
ausencia de la misma, los encargados de los establecimientos de hospedaje deben
dar aviso al Ministerio Público, a la Policía Nacional o al gobierno local de la
jurisdicción, cuyo representante actuará en el ejercicio de sus funciones”.

Con ello, el legislador está describiendo dos supuestos: a) no se ha celebrado


contrato de hospedaje, porque la documentación no convence al futuro
hospedante; b) se ha celebrado contrato de hospedaje, con documentación falsa,
que se pone en evidencia in situ y que genera una inmediata ausencia de
documentación. En uno u otro caso es obligación (deber) del establecimiento dar
aviso a cualquiera (o a las tres) entidades públicas, para que estas intervengan en la
comprensión que debe retener al menor hasta la llegada de la autoridad
correspondiente.

Hasta aquí, lo que desconcierta es que no exista primicia alguna en el ordenamiento


jurídico, puesto que todo establecimiento de hospedaje, que realmente brinde
servicios de hospedaje y que responda a criterios verdaderamente turísticos
(técnicos, comerciales o negociales), actuaría como lo describe la ley, aún si no
existiera la norma en mención y, por tanto, no celebraría contrato de hospedaje
con un menor de edad; y, si tomara conocimiento de este hecho, daría parte
inmediato a las autoridades respectivas.

La innovación legislativa reposa en el artículo 3 de la Ley Nº 30802, la cual


prescribe que “(…) el incumplimiento de lo establecido en el artículo 2 de la
presente ley constituye infracción que será sancionada con la cancelación de la
autorización para desarrollar actividades turísticas, de conformidad con la Ley
28868, Ley que faculta al Ministerio de Comercio Exterior y Turismo a tipificar
infracciones por vía reglamentaria en materia de prestación de servicios turísticos
y calificación de establecimientos de hospedaje y establece las sanciones aplicables
(…)”.
Es sobre este último apartado y su aplicabilidad, que –cuando se analiza– hace
evidente la incoherencia entre los fines naturales del contrato de hospedaje, según
el Código Civil y lo que acontece en la realidad, toda vez que el instrumento legal
de protección hacía los menores de edad, contiene –no me cabe duda– buenas
intenciones, pero yerra en el enfoque otorgado, desprestigiando y desnaturalizando
–a su paso– a la figura contractual del hospedaje.

En el Perú, antes de la dación de la ley, y después de ella, no era ni será posible –


jurídicamente– que un menor de edad celebre un contrato de hospedaje, a título
personal, y que obtenga la calidad de huésped, según los parámetros del Código
Civil; además de ello, no concibo que un establecimiento de hospedaje, que tenga
–reitero– verdaderos y honestos fines turísticos y/o comerciales, pueda ser capaz
de siquiera pensar que puede celebrar un negocio jurídico con un menor de edad.

Creo que el enfoque protector, que el legislador ha evidenciado, debió ser


más honesto y directo, haciendo responsables a los funcionarios públicos
respectivos que, en las regiones y municipios del país, sin recursos turísticos o
comerciales en su zona de dominio o con ellos, pero en proporciones mínimas,
otorgan licencias de funcionamiento para brindar servicios de hospedaje a
establecimientos que no tienen, y por todos es conocido, nunca tuvieron, fines
turísticos o comerciales.

Basta recorrer algunos distritos de las principales ciudades del país o incluso de la
misma capital, para constatar el crecimiento inmobiliario. Existen decenas de largas
cuadras de calles que tienen, unas frente a otras, edificaciones con el mismo giro de
negocio de hostelería, obviamente, sin fines turísticos ni comerciales.

Por tanto, el comportamiento transgresor de estos empresarios inmobiliarios, es


manifiesto y, con relación a los menores de edad, que es objeto de preocupación,
en la actualidad (y sin la intervención de la reciente ley), son sujetos pasibles de ser
denunciados, penalmente, por un cúmulo de delitos, puesto que nunca estuvo en su
mente, ni en el ejercicio de su negocio, ni siquiera en la funcionalidad de su
establecimiento, constituirse en uno “con fines turísticos o comerciales”, sino que
su finalidad era exclusivamente práctica, esto es, el de otorgar un espacio privado,
a quien se lo solicite y pague por ello, lo cual puede o no ser legítimo, al amparo de
la libertad de empresa, reconocida en lo arts 58 y 59 de la Carta Magna, pero que
no constituye, ni debería constituir, por su propia naturaleza, un contrato de
hospedaje.

La conclusión es irrebatible, el contrato de hospedaje, previsto en el Código


Civil, no fue establecido por el legislador, para fines tan mundanos, como el
que la realidad –y el contubernio o deficiencia de la ley– le ha concedido; por ello,
se debe comenzar por sincerar las actividades negociales y atender a ellas de
acuerdo a la realidad y a la propia naturaleza del negocio, con pleno respeto –en su
camino– de las instituciones jurídicas. Las decenas de negocios que inundan las
ciudades no han sido, no son, ni serán, verdaderos negocios de hostelería y ello,
debe ser declarado con la firmeza que sólo se desprende de la ley.

Nadie duda que tenemos que reformular las prioridades del ordenamiento jurídico,
y empezar a reconstruir y reformar el sistema normativo de nuestra sociedad, pero
ello, en ningún caso, pasa por desnaturalizar las instituciones jurídicas sino por el
contrario, en afirmarlas y adherirlas a su propia esencia y fines, sincerando las
actividades negociales.

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