Ave Cristo PDF
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EPISODIOS DE LA HISTORIA
DEL CRISTIANISMO EN EL SIGLO III
¡AVE, CRISTO! 4
PRIMERA PARTE
I Preparando caminos 6
II Corazones en lucha 23
III Compromiso del corazón 48
IV Aventura de mujer 80
V Reencuentro 101
VI En el camino redentor 131
VII Martirio y amor 161
SEGUNDA PARTE
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Pedro Leopoldo, 18 de abril de 1953
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PRIMERA PARTE
I PREPARANDO CAMINOS
Casi doscientos años de Cristianismo comenzaban
a modificar el paisaje del mundo.
Desde Nerón a los Antoninos, las persecuciones a
los cristianos se habían recrudecido. Triunfantemente
asentada sobre las siete colinas, Roma proseguía
dictando el destino de los pueblos, con la fuerza de las
armas, alimentando la guerra contra los principios del
Nazareno, pero el Evangelio caminaba siempre, por todo
el Imperio, construyendo el espíritu de la Nueva Era.
Si en la organización terrestre la Humanidad se
desdoblaba en movimiento intenso, en el trabajo de la
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- Él mismo…
Y Varro prosiguió, con encantadora humildad:
- Sueño con conducirlo hacia Cristo con mis propios
brazos. Imploro al Señor semejante gracia, con todo el
fervor de mi paternal cariño. Taciano es para mí lo que la
rosa significa para el arbusto espinoso en que nació. En
mi indigencia, él es mi tesoro y, en mi fealdad, es la
belleza de que deseaba enorgullecerme. Daría todo por
dedicarme a él de nuevo…Acariciarlo, junto al corazón,
para orientarle los pasos en dirección a Jesús, es el Cielo
al que aspiro…
Y, como si quisiese sondear la impresión que
causaba en el amigo, acrecentaba:
- ¿Por ventura estaré equivocado en mi aspiración?
El viejo orientador lo abrazó, con visibles
demostraciones de piedad, paso la diestra por la frente
bañada de luz y hablo:
- No discuto tus sentimientos, que estoy obligado a
respetar, pero… ¿valdrá tamaña renunciación?
Como si articulase las propias reminiscencias para
expresarse con seguridad, hizo una larga pausa, que él
mismo interrumpió, acentuando:
- No creo que Taciano esté preparado. Lo vi hace
algunos días, en el Templo de Vesta, dirigiendo una
gran legión de enemigos de la luz. No me pareció
inclinado a ningún servicio del Evangelio. Vagaba en los
santuarios de las divinidades olímpicas, promoviendo
alborotos contra el Cristianismo naciente, y aún se
complace en los festines de los circos, encontrando
incentivo y alegría en las efusiones de sangre.
- He acompañado a mi hijo, en ese lamentable
estado - concordó Quinto Varro, melancólico -, con todo,
en los últimos días, lo noto amargado y afligido. ¿Quién
sabe, si estará Taciano al borde de la gran renovación?
Comprendo que la ha sido recalcitrante en el mal,
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II CORAZONES EN LUCHA
En su villa adornada de rosas, al pie del Aventino,
hacia el lado del Tibre, Quinto Varro, joven patricio
romano, meditaba…
Regresando al templo doméstico, después de un
largo trabajo en la galera de la flota comercial de Opilio
Veturio, en la cual disfrutaba la distinción de
comandante, para un ligero descanso en el hogar, y
después de besar cariñosamente a la esposa y al hijito,
que se deleitaban jugando en el comedor, reposaba
ahora, leyendo algunas sentencias de Emilio Papiniano,
bajo un florido emparrado del jardín.
Roma atravesaba, el año 217, bajo una pesada
atmósfera de crímenes e inquietudes, los últimos días del
emperador Marco Aurelio Antonio Bassiano, apellidado
de Caracala.
Desde la muerte de Papiniano, cruelmente
asesinado por orden del Cesar, se desengañó el Imperio
en cuanto al nuevo dominador.
Bassiano, lejos de respetar las tradiciones paternas,
en la esfera gubernamental, se desmandó en vasta
conspiración de tiranía contra el derecho, no sólo
alimentando la persecución contra los grupos nazarenos
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IV AVENTURA DE MUJER
El año 233 corría rápido, sobre el drama de
nuestros personajes.
En Roma, la familia Veturio disfrutaba de todos los
favores de la riqueza, rodeada de privilegios y de
esclavos.
Opilio, en la madurez bien nutrida, parecía feliz
contemplándose a sí mismo, en la distinción y el
bienestar de la mujer y de los hijos, pero Cintia, que lo
desposara desde la imaginaria muerte de Varro en el
mar, exhibía considerables diferencias. Más reservada,
se distanció de los paisajes festivos. No se ausentaba de
casa, voluntariamente, sino para desinteresarse de votos
religiosos, en la alabanza de los numes tutelares, a los
cuales ofrecía su devoción. Se dedicó a Helena y Galba,
los descendientes de Heliodora, con la misma ternura
que dedicaba a Taciano, y recibía de los tres análogos
testimonios de respeto y amor.
Semejante comportamiento de la compañera
querida cristalizó en Veturio la veneración y el cariño.
Observaba sus menores deseos para ejecutarlos como
un siervo fiel. No se alejaba de la ciudad, sin la compañía
de ella; no se confiaba a cualquiera de sus realización
de hombre práctico, sin asociarle la aprobación a los
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V R EENCUENTRO
Al final del año 233, en una sala silenciosa de la
iglesia de San Juan, en Lyon, una pequeña asamblea de
compañeros se instaló para examinar asuntos urgentes,
relacionados con la obra del Evangelio.
Tres hombres de edad avanzada, y otro en plena
madurez, discutían las necesidades del movimiento
cristiano.
El Imperio vivía asolado por una peste que procedía
de Oriente, haciendo innumerables victimas.
En Roma, la situación era de las más graves.
La epidemia penetró en las Gálias y la comunidad
cristiana, en Lyon, movilizaba todos los recursos para
amenizar los problemas del pueblo.
El más joven integrante del conjunto era el
Hermano Corvino, que defendía la causa de los
enfermos abandonados e infelices.
- Si despreciamos al prójimo - comentaba él, lleno
de confianza - ¿cómo atender a nuestro mandato de
caridad? Cristianismo es vivir el espíritu de Cristo en
nosotros. Vemos en el estudio de las narrativas
apostólicas que las legiones del Cielo se posan en la
Tierra, en compañía del Señor, transformando a los
hombres en instrumentos de la Infinita Bondad. Desde el
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¡Compañero!
¡Compañero!
En la senda que te conduce,
Que el Cielo te conceda la vida
Las bendiciones de la Eterna Luz…
¡Compañero!
¡Compañero!
Recibe por saludos
Nuestras flores de alegría
En el fondo del corazón…
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Atardecía…
Sólo ahora en la amplia terraza, desde donde podía
divisar el horizonte lavado y limpio, el joven,
instintivamente, recordó al hermano Corvino, la muerte
de Silvano y la reacción de Rufo y, sin percibirlo,
comenzó a luchar con la influencia del Cristo, no
alrededor de las propias ideas, sino dentro del propio
corazón.
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VI EN EL CAMINO REDENTOR
Días amargos surgieron para la iglesia de Lyon,
después de la muerte de Silvano.
Recompensada por Eustasio, que odiaba el
Evangelio, la viuda Mércia, madre del niño, acusó en
público al hermano Corvino, llamándolo hechicero e
infanticida. Afirmó, delante de las autoridades, que el
pequeño fue víctima de sortilegios malditos, llegando a la
crueldad de creer que Silvano, huérfano, había sido
fascinado por engaños del predicador.
Extremadamente humillado, el amigo de los pobres
fue conducido a interrogatorios oficiales, en los que se
comportó con admirable nobleza.
Varro nada reclamó.
Esclareció que visitó la residencia de Veturio con la
mejor intención y que, inadvertidamente, una de los niños
fue atacado por un perro bravío, suelto no sabía cómo.
No podía, de ese modo, culpar a nadie.
No faltaron insultos, por parte de los romanos
sarcásticos, que él soportó con humildad y heroísmo.
Con todo, cuando la prisión de él se hacía
eminente, Artemio Cimbro, patricio de gran fortuna y de
no menor generosidad, defendió la causa, empeñando
privilegios y haberes por librarlo de la cárcel. Movilizando
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¡Compañero!
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¡En la senda que te conduce,
Que el Cielo te conceda la vida
Las bendiciones de la Eterna Luz!...
¡Compañero!
¡Compañero!
Recibe por salutación
Nuestras flores de alegría
En el vaso del corazón.
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I PRUEBAS Y LUCHAS
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II SUEÑOS Y AFLICCIONES
Con los ojos puestos en el firmamento lleno de
constelaciones, encontramos a Basilio, envuelto por la
brisa suave del rió, hablando con Taciano, admirado:
- Para nosotros, la vida aún representa un
impenetrable misterio celeste. No pasamos de ser
animales microscópicos que piensan. El poder es una
fantasía en la mano del hombre, así como la belleza es
un engaño en el corazón de la mujer. Visité Egipto, en
compañía de dos sacerdotes de Amatunte, y allí
encontramos variados remanentes de la sabiduría
inmortal. Estudié minuciosamente, en las pirámides de
Gizé, los problemas de la vida y de la muerte, entrando
en meditaciones profundas sobre la trasmigración de las
almas. Lo que aprendemos, en nuestros cultos
exteriores, es mera sombra de la realidad. La truculencia
política de los últimos siglos perjudicó en todas partes el
servicio de la revelación divina. Así, creo que nos
acercamos a tiempos nuevos. El mundo tiene hambre de
fe viva para ser feliz. No admito que estemos limitados a
la existencia física y el Olimpo ha de ampliarse para
responder a nuestras aspiraciones…
- ¿No crees, por ventura – interfirió el interlocutor,
preocupado -, que nos basta a la felicidad colectiva la
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IV SACRIFICIO
En Lyon, se mantenía la paz inalterable.
La ausencia de Helena perduraba, por más de doce
meses, todavía, Taciano, con sorpresa para el mismo, se
sentía bien dispuesto y feliz.
Acontecimientos expresivos habían modificado la
faz del Imperio.
Décio murió y el cetro imperial fue empuñado por
Galo, que pasó a gobernar el mundo romano con
deplorables espectáculos de inconsciencia y
depravación. Orientadores y magistrados, guerreros y
políticos parecían dominados por la decadencia moral,
extendiéndose arrasadora.
Una terrible epidemia comenzara a labrarse en
todas las provincias.
La peste surgió en una fiesta en Neocesaria y por
todas partes se decía que la enfermedad maligna era
fruto de la fetichería cristiana.
Sacerdotes de las divinidades olímpicas, valiéndose
de la ocasión, procuraban sembrar la superstición,
expandiendo la noticia de que los dioses flagelaban al
pueblo, combatiendo la mistificación nazarena, que se
extendía invariable.
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V EXPIACIÓN
El regreso de Taciano y de la hija a Lyon se realizó
en una mañana radiante de luz.
Informado por el suegro, cuya presencia soportó
con dificultad, de que los médicos habían recomendado
el retorno de Lucila, con urgencia, al clima provinciano,
resolvió retomar sin tardanza el camino al hogar.
La vuelta, con todo, se demoró, en razón de los
vientos contrarios que engrosaban el Mediterráneo.
Nuestros viajantes se entristecieron con la demora,
estaban ansiosos por la recuperación de la paz en el
campo.
El patricio se sentía más tranquilo, acerca de la hija
enferma. Si la esposa deliberara efectuar el viaje, por
consejo de los facultativos, semejante medida era buena
señal de que la enferma no estaría en condiciones tan
precarias como se suponía.
Cierto, Lucila se restablecería tranquilamente en la
Villa Veturio. La familia no sufriría golpes de mayor
importancia.
Por ese motivo, se dejaba llevar por un deseo
único: volver a ver al viejo filósofo y a la hija, cuyos
afectos eran bendecidos estímulos para levantarle las
fuerzas para vivir.
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Di consuelo al peregrino,
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VI SOLEDAD Y REAJUSTE
El otoño del año 256 comenzaba entre luchas y
expectativas.
En el Imperio, entonces gobernado por Publio
Aurelio Licinio Valeriano, elevado a la púrpura del
poder por sus brillantes hechos militares, la decadencia
continuaba…
No obstante a las victorias sobre los godos, el
Emperador no conseguía detener la degradación moral
desarrollándose por todas partes.
En Roma la dignidad sufría olvido y subversión.
En las líneas provinciales crecía la irresponsabilidad
y la indisciplina.
Taciano, con todo, aceleró demasiado la renovación
interior para detenerse en el mundo externo.
Rodeado de las cuestiones políticas y filosóficas
que lo importunaban, se sentía convocado por la vida al
reajuste de todas sus conquistas y valores de orden
personal.
Nuevamente en Lyon, donde la vida se desarrollaba
con las readaptaciones necesarias, no ignoraba que en
Roma no le faltarían sinsabores imprevisibles.
El suicidio de Helena y la molestia del suegro, sin
que él pudiese revelar a los amigos la clave de las
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VII F IN DE LA LUCHA
Después de algunos días de meditación, en la
dependencia de la iglesia, Taciano se entendió con el
viejo Énio, que le anoto las ponderaciones, atento.
Aunque ciego, no se conformaba ser un peso en el
presupuesto de la institución. No sabía cómo agradecer
la dedicación de Pudens, que se hizo acreedor de su
mejor cariño. Si pudiese, allí permanecería a su lado,
para servirlo con dedicación y respeto, hasta el fin de los
días que le restasen en la Tierra. Entre tanto, no estaba
sólo. Necesitaba cuidar del futuro de Quinto Celso y, por
esa razón, no le cabía demorarse.
Con todo, acentuaba triste, no deseaba volver a la
casita del bosque. Las reminiscencias de la hija le
asaltaban el corazón. La ausencia de Blandina le trajo un
vació irremediable.
Confiaría, de ese modo, a Énio los valiosos archivos
de Basilio y vendería la residencia, los carros y los
caballos. Con el producto de la transacción, pagaría las
deudas en que se empeñó, trasladándose con el hijo
para Roma.
Tenía por allá a la hija mayor. Lucila nunca se afinó
integralmente con él, pero esto no lo llevaría a traicionar
la voz de la sangre. Era rica y seguramente se
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Preguntas Frecuentes sobre Espiritismo
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