Predicación - Lucas 2.41-52
Predicación - Lucas 2.41-52
Predicación - Lucas 2.41-52
Introducción
de la Navidad y del inicio de año, creí conveniente continuar tratando un texto bíblico
relacionado a la niñez de Jesús. Hoy estaremos hablando de la epifanía del niño o de la niña.
¿A qué me refiero? Vamos paso a paso. Repasemos por un momento lo que es «epifanía»,
aparición o manifestación. El pasado domingo ─el día de la Epifanía del Señor─ la iglesia
celebraba que Dios dispuso un encuentro temprano entre Jesús y los pueblos gentiles,
representados por los magos de Oriente. Y esto para decir que desde el inicio de su plan, Dios
aparece en un rol pasivo. Los que se mueven, preguntan, adoran, sueñan y regresan a sus
países son los magos. Mi interés hoy es examinar la manifestación del niño Jesús, ya no como
un bebé que es manifestado por Dios a unos extranjeros que vienen de lejos, sino como un
agente activo que está en capacidad de tomar decisiones. Eso me permitirá hacer algunos
Pero esto no lo decimos como lo hacemos de otras personas. Jesús de Nazaret fue y es una
persona excepcional porque él es la encarnación del Logos o del Verbo de Dios. Él es el Hijo
que siempre, desde antes de la fundación del mundo, estuvo junto al Padre y el Espíritu Santo.
Por esa razón, los cristianos no hablamos de Jesús como una persona común y corriente.
Sumado a eso, cuando examinamos la vida de Jesús nos damos cuenta que el calibre ético-
moral de Jesús fue inigualable. ¿A quién conocemos que se le haya atribuido una vida sin
pecado? Eso es lo que las Escrituras testifican de Jesús. Cuando vemos la vida de Jesús y
vemos los milagros que hizo, solo podemos concluir que se trató de un ser humano
excepcional. Viéndolo desde la resurrección, como aquel que venció la muerte más horrenda
que podían infligir los romanos, solo podemos decir como aquel soldado romano al pie de la
cruz: verdaderamente este es el Hijo de Dios. En ese sentido, recuerdo la canción de Jesús
paradoja, la Escritura es insistente en plantearnos que Jesús tuvo una vida humana común.
Jesús nació, fue vulnerable, trabajó, oró, fue tentado, lloró, fue al templo, tuvo hambre, hizo
amigos, hizo enemigos y murió. El misterio de la encarnación nos plantea que Jesús sí fue
como nosotros, de modo que, a pesar de los atisbos de divinidad que nos puede plantear su
vida terrenal, todo lo maravilloso que Jesús hizo lo realizó como ser humano.
Esa paradoja de la encarnación de Jesús se nos aparece en sus primeros años de vida.
A pesar de ser aquel por medio de quien fueron hechas todas las cosas, Jesús tuvo una niñez
común y corriente, con una familia común y corriente que esperaba de él una conducta común
y corriente. Nos preguntamos entonces, ¿cómo de un niño común y corriente Jesús pasa a ser
aquel que dice “¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que tengo que estar en la casa de mi
Padre?” (Lucas 2:29 NVI)? Si la encarnación del Hijo de Dios fue total, no podemos
La costumbre de ir a la Pascua
Lucas 2:41-42 dice: “Los padres de Jesús subían todos los años a Jerusalén para la
fiesta de la Pascua. Cuando cumplió doce años, fueron allá según era la costumbre” (NVI).
El evangelista, como en otras instancias del relato de infancia, nos habla aquí de la piedad de
Antiguo Testamento se exigía que los israelitas participaran de tres fiestas al año (Éxodo
23:14-17; Deuteronomio 16:16). Ahora bien, debido a las grandes distancias que algunos
que reunía a la mayor cantidad de peregrinos en Jerusalén. Lucas nos dice que todos los años
la familia de Jesús subía a la ciudad a celebrar la fiesta de la Pascua para cumplir con su deber
religioso.
No hay que asumir que la vida de religiosa de María y de José se limitaba a esta
celebración anual. Después de todo, María fue la mujer a la que el ángel del Señor le dijo:
“¡Te saludo, tú que has recibido el favor de Dios! El Señor está contigo” (Lc 1:28 NVI).
María fue aquella que al escuchar las palabras del ángel anunciándole el nacimiento de Jesús
respondió diciendo: “Aquí tienes a la sierva del Señor.... Que él haga conmigo como me has
dicho” (Lc 1:38 NVI). Su pariente Elisabet describió a María como una mujer de fe cuando
le dijo: “¡Dichosa tú que has creído, porque lo que el Señor te ha dicho se cumplirá!” (Lc
1:45 NVI). Por su parte, José es descrito por el Evangelio según Mateo como el hombre justo
con un corazón compasivo (Mt 1:19). Además, en más de una ocasión se caracteriza a José
como un hombre obediente a la voz de Dios (Mt 1:24; 2:13-15, 19-21). Vemos así que Jesús
no solo creció yendo a fiesta anual en el templo de Jerusalén, sino que creció en un hogar
piadoso con unos padres que le enseñaron a amar a Dios y a amar sus mandamientos en todo
momento.
María, da un giro súbito. El niño Jesús, que hasta ahora había aparecido como un bebé y
ahora tiene 12 años, se mueve por su cuenta, distanciándose de sus padres y quedándose en
Este punto del pasaje me llevó a unas preguntas que son sumamente relevantes a todo
padre o encargado. ¿A qué lugar van nuestros niños y jóvenes cuando no los vemos? ¿Qué
manifiestan cuando están fuera del alcance de nuestra supervisión? ¿Qué hay en sus
corazones? ¿Qué valores exteriorizan con sus palabras y conducta? O dicho en tiempo futuro:
Por haber leído o escuchado el pasaje de Lucas 2:41-52, ya sabemos qué pasó con
Jesús. Luego de tres días, sus padres lo encontraron inquiriendo en el templo con los maestros
de Jerusalén. De alguna manera, Jesús ya tenía conciencia de ser el Hijo de Dios desde
temprana edad. Pero sabemos que en su hogar recibió una formación coherente con las
intenciones de Dios. ¿Por qué otra razón José y María llevaban a Jesús a la Pascua sino para
asumiendo nuestra responsabilidad en formar y dirigir hacia el buen camino a las próximas
generaciones?
La preocupación contemporánea
Dos cosas que trajeron el asunto de las próximas generaciones de forma urgente a mi
reflexión fueron: (1) mi viaje a Europa hace unos meses y (2) leer sobre “el paradigma de la
secularización” del sociólogo Steve Bruce. Como muchos de ustedes saben, el grueso de la
historia cristiana se gesta en Europa. Sin embargo, hoy Europa está en una época poscristiana
y solo un mínimo de la población practica la fe. Los grandes y hermosos templos y las
famosas obras de arte clásicas atestiguan de un tiempo de gloria ya pasado. Es posible que
las iglesias mueran. Es posible que algo que vemos como inherente a nuestra vida y hasta
padres tengan un alto compromiso con la misma religión para que haya una alta probabilidad
de que sus hijos asuman la fe como propia cuando tengan la edad suficiente. El argumento
de Bruce es más complejo y extenso que lo mencionado, pero al final la pregunta que nos
incita a hacer este planteamiento es la misma que la pastora nos hacía la pasada semana al
Lo más importante
Si queremos que nuestros hijos, nietos, sobrinos, bisnietos y todos aquellos niños y
niñas que nos encontramos en la vida conozcan a Jesús, primero tenemos que amar a Jesús.
Si queremos que las próximas generaciones amen la iglesia, primero debemos amar la iglesia.
Si queremos que esos niños y niñas que tanto amamos tengan pares que se formen junto a
ellos en la fe, debemos traerlos a la iglesia para que los conozcan. Al final, debemos ser lo
Si nuestro trabajo es lo más importante, nuestros niños y niñas aprenderán que lo más
importante en el mundo es tener una buena profesión. Si tener cosas es lo más importante
para nosotros, ellos aprenderán que su valía depende de lo que posean. Si actividades triviales
son más importantes que el congregarse de forma consistente, nuestras niñas y niños
deben conocer y comenzar a actuar las costumbres que definen la fe y que se cristalizan en
la vida de la iglesia. Deben, además, ver en las figuras de aquellos que aman (i.e., a ti y a mí)
Conclusión
en Jerusalén. Hoy necesitamos nuevos Josés y nuevas Marías que enseñen con sus vidas a
sus niños y niñas a amar a Dios y a su iglesia. Pero el proceso no comienza cuando ellos están
en posición de elegir, comienza hoy con la epifanía de nuestro amor por Dios. Quiera Dios
que cuando nuestras niñas y niños tengan la conciencia para elegir su camino, puedan
aparecerse o manifestarse como aquellos que tienen asuntos con el Padre celestial como lo
hizo Jesús.