Cpa 3º. - Actores y Comportamiento Político (69013074)
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Cpa 3º. - Actores y Comportamiento Político (69013074)
GUÍA DE ESTUDIO DE LA
ASIGNATURA ACTORES Y
COMPORTAMIENTO POLÍTICO
2ª PARTE | PLAN DE TRABAJO Y ORIENTACIONES
PARA SU DESARROLLO
GRADO
CURSO ACADEMICO
2014-2015
1
ACTORES Y COMPORTAMIENTO POLÍTICO
INTRODUCCIÓN
1. PROGRAMA
2
ACTORES Y COMPORTAMIENTO POLÍTICO
A parte de las lecturas detenida y rigurosa de todos los temas que componen el
programa, los estudiantes suelen elegir algunas técnicas e estudio de un repertorio
que incluye, entre otras:
3
ACTORES Y COMPORTAMIENTO POLÍTICO
Los partidos políticos son actores políticos esenciales de los sistemas políticos que
aspiran a ocupar el poder representando a la sociedad ante el Estado. Nacen como
asociaciones de carácter privado vinculados a los primeros regímenes democráticos.
Los partidos han ido ampliando competencias y funciones en todo tipo de regímenes
políticos, democráticos, autoritarios y totalitarios.
Los objetivos específicos que se abordan en este segundo tema son el estudio y el
análisis de los principales actores que han relacionado a la sociedad con el Estado
durante el siglo XX. Estos actores han sido los partidos políticos que además han
cumplido la función de representar a los ciudadanos en las fundamentales
instituciones de las democracias liberales y han ocupado los centros de poder que es
su objetivo final. También es menester verificar la destacada función que
desempeñan en los sistemas no democráticos.
4
ACTORES Y COMPORTAMIENTO POLÍTICO
Los grupos de presión e interés son actores relevantes en los sistemas políticos
democráticos, integrados por ciudadanos que se organizan de forma diversa, con el
objetivo de influir sobre las instituciones y poder político, para defender sus
respectivos intereses. Se identifica y analiza la evolución de los grupos más
relevantes, de sus formas de presión y de los tipos de intereses defendidos. También
se estudiará la respuesta dada por el poder político, así como las aproximaciones que
para su conocimiento ha realizado la ciencia política.
Los objetivos específicos de este tema son conocer el origen, desarrollo y evolución de
los grupos de ciudadanos surgidos en las sociedades democráticas que con el objetivo
de defender sus respectivos intereses, presionan sobre el poder político. También se
pretende que los alumnos conozcan como la ciencia política ha ido construyendo el
conocimiento de estos actores, de su organización, de su quehacer. Así mismo se
analizarán las respuestas de las instituciones democráticas, así como su alcance que
ha sido diverso en Estados Unidos respecto a Europa y que además ha cambiado en
sus modos de actuar a lo largo del siglo XX.
Este tema se centra en el análisis de las reglas que regulan y rigen la competición
entre los partidos políticos. Se mostrará el rendimiento de los sistemas electorales a
la vez que se conciben como estructuras complejas compuestas de un gran número
de elementos. La importancia de estas normas radica en que son instrumento para
llevar a cabo la representación de las realidades de la estructura social, la cultura
política y las divisiones ideológicas que el legislador haya considerado. A tal fin, se
demostrará que toda elección debe garantizar los principios básicos de la democracia
representativa: el sufragio universal, libre, directo, secreto e igual para todos los
ciudadanos. Para lograr que estos principios básicos se cumplan es esencial que el
sistema electoral defina sus elementos, el tipo de voto, el distrito electoral y el
mecanismo de conversión de votos en escaños, que adoptan todos ellos diversas
modalidades.
5
ACTORES Y COMPORTAMIENTO POLÍTICO
Los estudiantes utilizaran las técnicas de estudios que les resulten más útiles de
acuerdo con su experiencia. Entre ellas, pueden recurrir a la elaboración de
esquemas, resúmenes, preguntas que ellos mismos formulen sobre los contenidos,
en cualquier caso deben elaborarse de forma individual, se desaconseja que los
estudiantes recurran a las realizadas por sus compañeros. El trabajo autónomo se
sustancia en:
Los estudiantes pueden ponerse en contacto con los profesores del equipo docente de
la asignatura, los cuales desarrollan su actividad en la Facultad de Ciencias Políticas y
Sociología, ubicada en Madrid. Los estudiantes podrán contactar con los profesores
del equipo docente en los días y horas que a continuación se señalan.
Los estudiantes podrán formular dudas al equipo docente por correo electrónico
utilizando únicamente su dirección de alumno de la UNED (@alumno.uned.es). No se
atenderán los mensajes que se reciban con otras extensiones.
Cada estudiante tiene la posibilidad de asistir a las tutorías que ofrezca su Centro
Asociado y a estar en contacto con el profesor tutor que le corresponda, quien le
asesorará, guiará y resolverá sus dudas. Los profesores tutores se encargarán de
corregir y calificar la PREC evaluable según determine el equipo docente.
6
ACTORES Y COMPORTAMIENTO POLÍTICO
4. PLAN DE TRABAJO.
La PREC deberá realizarse una vez que los estudiantes hayan trabajado todos
los temas del programa.
Desde el punto de vista formal, aunque resulte una obviedad, es necesario, a fin de
poder leer y evaluar el ejercicio, que se escriba con una caligrafía legible. Se
recomienda que los primeros minutos del examen se dediquen a leer las preguntas
con detenimiento y que para responder al tema se realice previamente un esquema
de lo que se pretenda desarrollar; ello favorecerá dotar de coherencia la exposición y
no incurrir en reiteraciones y párrafos vacíos de contenidos. El enunciado de los temas
se realiza teniendo muy presente que el alumno dispone del tiempo suficiente para
llevar a buen término la prueba presencial. La utilización racional de este tiempo es un
aval más de la madurez intelectual que un alumno de estos cursos debe tener.
8
TEMA VII
1. LA REPRESENTACION POLITICA
2. LAS ELECCIONES
301
4.4 Regulación jurídica de los partidos
4.5 Los sistemas de partidos políticos
6. EL COMPORTAMIENTO POLITICO
302
1. LA REPRESENTACION POLITICA
303
1.2 Génesis de la representación política
304
1.3 La construcción de la moderna representación política
305
o sectores que la integran- no puede ejercer su soberanía sino por
medio de representantes: la voluntad nacional se identifica con la de
los representantes, que lo serán de la nación en su conjunto y no de
quienes hayan participado en su elección. Esta construcción se verá
consumada en el proceso revolucionario francés: la Declaración de
Derechos del Hombre y del Ciudadano de 26 de agosto de 1789, la
Ley de 22 de diciembre de 1789 y la Constitución de 1791, que se
proclama a sí misma como representativa y establece con toda inten-
ción que «los representantes nombrados en (no por) los departa-
mentos no serán representantes de uno en particular, sino de la na-
ción entera».
La filosofía individualista serviría de base para la negación polí-
tica de toda entidad intermedia entre el ciudadano y el Estado. El
particularismo estamental y local quedaba así radicalmente invali-
dado como objeto específico de representación.
306
abate Sieyes, quien reivindica la necesaria independencia de los re-
presentantes y su facultad de expresar la voluntad nacional (una lí-
nea que tanto Montesquieu como Condorcet sólo se habían atrevido
a apuntar).
La influyente teoría del órgano, elaborada muy posteriormente
por los cultivadores alemanes de la Teoría General del Estado, argu-
mentaría por su parte que el representante es el órgano del repre-
sentado, del pueblo, que a su vez es órgano del Estado en su función
de elegir (Jellinek). El representado no transfiere el poder al repre-
sentante, sino que sólo lo selecciona, y éste recibe su poder de la
Constitución; y si el pueblo no transfiere el poder, mal podrá dar ins-
trucciones para su ejercicio (Orlando).
307
bida a diversas razones sociales, políticas e ideológicas que pueden
resumirse del siguiente modo (H. Finer, Loewenstein, De Bias):
308
Comuna de París, en 1870, retomará aquella línea. Y también entron-
cará con el pensamiento de Rousseau la doctrina leninista y la incor-
poración a los sistemas de corte soviético del mandato imperativo y
la revocabilidad de los representantes.
Pero, en realidad, el esquema roussoniano conducía, en su for-
mulación más pura, a un sistema político en el que la asamblea de
ciudadanos (el pueblo en asamblea, el soberano) asumiera directa-
mente el gobierno. Es la denominada democracia directa; una forma
de ejercicio de la soberanía difícil de encontrar, salvo quizás en al-
gunos cantones suizos en los que las asambleas populares (<<Lands-
gemeinde») se reúnen una vez al año, más para controlar a los go-
bernantes, que para gobernar ellas mismas.
Más viable será la aplicación de las denominadas técnicas de de-
mocracia semidirecta, que no conducirán a la configuración de nin-
guna forma específica -aunque se hable muchas veces de democra-
cia semi-directa- sino a complementar o a perfeccionar la democra-
cia liberal-representativa (ésa es al menos la pretensión), a través de
determinados instrumentos de participación popular, y, en particular,
de dos de ellos:
309
que se trataba de una función cuyo ejercicio requería ciertas capaci-
dades que sólo reunían algunas categorías sociales, como expresó,
entre otros, Benjamín Constant. Así quedó justificado el sufragio res-
tringido o censitario que se aplicó durante una primera y prolongada
etapa del Estado liberal, hasta que la presión de los sectores ex-
cluidos del proceso político consiguió la implantación del sufragio
universal. Quedaba claro que la representación política no venía vin-
culada necesariamente al principio democrático, más aún cuando
este último se asoció en un principio a la democracia directa, en con-
traposición al gobierno representativo.
Pero, más allá del debate en torno a la universalización del sufra-
gio como condición indispensable para la producción de auténtica
representación, se pone de manifiesto el llamado componente aristo-
crático de los sistemas de representación. Este vendría implícito en
las exigencias intrínsecas de la mecánica representativa, conducente
a la tamización y amortiguación de la opinión de los representados
y, en general, a posibilitar el control del proceso político a cargo de
una élite que tiende a considerarse a sí misma como la única capaz
de entender y resolver los problemas que afectan al interés general.
Desde esta perspectiva, no ha dejado de haber quienes, desde
posiciones liberales, negarán el carácter representativo del sistema
parlamentario, señalando que el Estado representativo no es tanto
un sistema de representación cuanto de organización de la voluntad
nacional (Carré de Malberg).
Ahora bien, con el protagonismo político de nuevos sectores so-
ciales y a través de los partidos de masas, la representación tiende a
cargarse -conceptual y técnicamente- del contenido participativo y
pluralista que exige su vocación democrática y sin el cual quedaría
reducida al plano de las ficciones.
310
su funcionamiento sobre la base misma de los partidos, considerán-
dolos instrumentos fundamentales de participación y expresión del
pluralismo político, que concurren a la formación y manifestación de
la voluntad popular (art. 6 de la Constitución española de 1978). En
virtud de esta consideración es indudable que se tiende a justificar
una relativización -de hecho más que de derecho- del mandato re-
presentativo clásico.
311
negarse que en la democracia representativa subyace una intención
vinculante entre representantes y representados y, en todo caso, que
se mantienen y potencian las ideas de servicio y de responsabilidad
política.
2. LAS ELECCIONES
312
justificación teórica de los fenómenos electorales, así como sus ver-
daderas funciones y efectos políticos.
Por otro lado, no puede comprenderse el fenómeno de las elec-·
ciones si éstas no se contemplan como proceso o sucesión de mo-
mentos y etapas -cada vez más reguladas formalmente-, que van
desde la convocatoria electoral, e incluso antes (por ejemplo, la ela-
boración del censo electoral o registro de electores), hasta la procla-
mación oficial de candidatos electos, pasando por la presentación y
proclamación oficial de candidaturas (personas o agrupación de per-
sonas que optan a ser elegidas), la campaña electoral, la votación de
los electores, el escrutinio u operación de recuento de los votos emi-
tidos y la fase de contencioso electoral (presentación y resolución de
recursos sobre los escrutinios), entre otras.
a) Producir representación
313
representación de los ciudadanos individualmente considerados, con
independencia de su condición social, económica o profesional (re-
presentación inorgánica), buscando que los órganos electivos refle-
jen en síntesis las aspiraciones, intereses, opiniones y modos de
pensar, siempre plurales, del conjunto al que han de representar.
A partir de la anterior premisa, se comprende que los partidos
políticos hayan adquirido una importancia cada vez mayor en la rea-
lidad de la democracia representativa, configurados como instru-
mentos básicos de la participación política y de mediación en la for-
mación y expresión de la voluntad ciudadana, estando llamados, por
ello, a protagonizar en especial los procesos de competencia elec-
toral.
b) Producir gobierno
c) Producir legitimación
314
asuntos públicos, esto es, se eleva el grado de cultura política. Por
otra parte, las elecciones representan el momento propicio para que
salgan a la luz toda clase de propuestas y aspiraciones, planteadas
por los individuos o grupos más diversos, al amparo de un trata-
miento igualitario (allí donde se reconoce el principio de igualdad de
los ciudadanos ante la ley). Todos ellos son aspectos que conducen
a potenciar la legitimación del sistema de poder.
Precisamente porque se ha llegado a una indudable mitificación
de las elecciones, no deja de existir una cierta tendencia a considerar
que éstas constituyen un fin en sí mismo (Mackenzie, H. Finer).
y aquí es donde se encuentra la razón de que con frecuencia los
sistemas autoritarios pretendan obtener una legitimación aparente
en la organización de procesos electorales desvirtuados (no libres,
no competitivos).
2.3 El sufragio
315
pues, tras el debate teórico se ocultaban en real"idad planteamientos
ideológicos bien diferenciados que justificaban o no la exclusión del
proceso electoral de sectores o grupos políticamente significativos.
En otro plano ya, es clásica la diferenciación entre el ejercicio del
llamado sufragio activo, o derecho de voto, y del sufragio pasivo o
derecho a ser elegible.
El denominado cuerpo electoral o electorado está constituido por
el conjunto de electores y son electores quienes están capacitados
legalmente para el ejercicio del sufragio activo. A los efectos de de-
terminar la capacidad de lector habrá que distinguir, en síntesis, en-
tre requisitos positivos, o capacidades que el elector como tal ha de
reunir, y las incapacidades o capacidades negativas que impiden for-
o mar parte del cuerpo electoral. Estas últimas van encaminadas a im-
posibilitar el voto de aquellas personas que se entiende que no po-
seen condiciones para el ejercicio responsable del mismo o no son
merecedoras de tal dignidad o, por su situación profesional, podrían
desvirtuar dicho ejercicio (dementes, defraudadores del fisco, conde-
nados a ciertas penas, determinados funcionarios civiles o militares,
etcétera).
También cabe diferenciar entre requisitos «generales» y «espe-
ciales». Ambos imponen limitaciones a la capacidad electoral, pero
mientras que los segundos conducen a excluir a sectores o grupos
políticamente significativos (atendiendo a criterios de carácter econó-
mico, intelectual o educativo, étnico, racial o religioso), los primeros
no responden, en principio, a ningún criterio de discriminación ideo-
lógica (requisitos como los de nacionalidad, edad, vecindad o gozar
plenamente de los derechos civiles y políticos). Los requisitos «gene-
rales» son perfectamente compatibles con el sufragio universal, pero
los «especiales» abocan a un sufragio restringido. Son interesantes
los problemas de clasificación que plantea en este sentido el requi-
sito del sexo: históricamente se le consideró como «general» (de ahí
que el sufragio universal se concibiera en principio como exclusiva-
mente masculino), pero actualmente pocos se atreven a no enten-
derlo como «especial».
Las anteriores consideraciones sobre requisitos e incapacidades
son aplicables tanto al sufragio activo como al pasivo, pero debe
tenerse en cuenta que el ejercicio de este último ha solido estar some-
tido históricamente a condiciones de mayor dificultad (mayor
número de requisitos e incapacidades o barreras más altas). No obs-
tante, puede advertirse una tendencia de las legislaciones democrá-
ticas a igualar las condiciones requeridas para ser elector y para ser
elegible.
316
2.4 Caracterización del sufragio
a) Sufragio universal
b) Sufragio igual
317
gual o voto plural, como suele denominarse, bajo diversas modali-
dades que pueden resumirse en tres:
c) Sufragio directo
d) Sufragio secreto
318
alzada u oralmente). Con objeto de proteger al maxlmo la libre op-
ción escogida por el votante se han ido perfeccionando una amplia
serie de instrumentos de garantía efectiva, tales como los modelos
oficiales de papeletas y de sobres que contengan las mismas, las ca-
binas de voto, las urnas selladas, etc.
e) Sufragio libre
319
Quiere decirse que el sufragio libre se entiende, pues, como
sufragio protegido jurídicamente, no controlado, competitivo y perió-
dico.
Bien es verdad que cabe acudir a una perspectiva muy distinta:
¿Existe en realidad algún proceso electoral desarrollado en condi-
ciones de libertad? A esta pregunta se contestará negativamente
desde posiciones doctrinales muy diversas, pero cuyo denominador
común será la crítica de la democracia liberal-representativa. Se dis-
tinguirá en ello la doctrina marxista y Antonio Gramsci, uno de sus
más significados representantes, llegará a hablar de los «golpes de
mano electorales» de la burguesía para asegurar su supremacía polí-
tica. También los clásicos de la teoría de las élites señalarán, con
Gaetano Mosca, que las elecciones suelen cumplir la función de rati-
ficar en el poder a quienes ya lo detentan. Joseph Schumpeter dirá
que todo proceso electoral lleva inherente una dimensión manipula-
dora; y el funcionalista Anthony Downs advertirá que los partidos
plantean las elecciones buscando en esencia la obtención del
máximo beneficio.
Al margen de estas u otras muchas críticas que puedan citarse, lo
cierto es que la realidad de las legislaciones y prácticas electorales
enseña que no es difícil encontrar casos en que algún elemento
ponga en duda la vigencia de un sufragio plenamente libre. No
puede por menos de ser así, moviéndonos como lo hacemos en un
terreno en el que el concepto de libertad, lejos de plantearse en tér-
minos ideales, está destinado a ser contrastado con el ejercicio del
poder político.
320
Derecho electoral, en contra de lo que con frecuencia se sugiere,
sino que comprende sólo una parte del mismo, que resulta ser la de
mayor contenido político.
En realidad, puede decirse que existen dos grandes modelos o
tipos básicos de sistema electoral, definido uno a partir del principio
de elección mayoritaria y otro a partir del principio de elección pro-
porcional: «todo' debate sobre sistemas electorales parte de ellos o
conduce a ellos» (Nohlen). El primero expresa, en su sentido inte-
gral, la idea de que quien gana la mayoría de votos (no hace falta
que sea la mayoría absoluta), gana la elección y todo lo que en ella
está en juego; así, mientras que los votos en favor de la candidatura
ganadora alcanzan plena eficacia, los demás son votos perdidos. En
cambio, el principio de elección proporcional responde a la voluntad
de que la representación política que produzca en cada caso la elec-
ción se distribuya de modo proporcional al número de votos obte-
nido por cada candidatura, esto es, que cada opción política formali-
zada (grupo o partido político) se halle representada en el órgano
electo en proporción al respaldo obtenido de los votantes.
Todos los sistemas electorales son susceptibles de ser estudiados
en la teoría y en la práctica, dentro de uno u otro modelo; eso sí,
con mayores o menores correcciones o elementos integrantes que
desvirtúan la plena efectividad del principio mayoritario o proporcio-
nal. Esta es una concepción dualista de los sistemas electorales
-compartida por la mayor parte de los especialistas-, que excluye
toda consideración teórica de una tercera categoría, los lIamdos sis-
temas «mixtos», que no dejan de ser producto de la combinación de
elementos propios de los otros dos.
Al hilo de lo anterior, será capital distinguir entre, por una parte,
el principio o pauta de decisión que preside la estructura formal del
sistema electoral, y por otra, los resultados que dicho sistema pro-
porciona a efectos de producción de representación (lo que D. Noh-
len denomina respectivamente principio de decisión y principio de
representación). Sólo desde esta doble perspectiva se comprenderán
los conceptos de elección mayoritaria y de elección proporcional.
Así es, la aplicación de un sistema de decisión mayoritaria puede
producir de hecho una representación con un grado considerable de
proporcionalidad, superior incluso a la de sistemas de decisión pro-
porcional. Y a la inversa, un sistema de decisión proporcional puede
dar lugar a una representación orientada en sentido mayoritario. La
clave está en que la proporcionalidad de la representación que ori-
gina un sistema electoral viene dada en función de la interrelación
de los elementos que lo configuran, pero también depende de la es-
tructuración del sistema social y político en su conjunto y particular-
mente del sistema de partidos.
321
El principio mayoritario arraigó de forma generalizada en una pri-
mera y prolongada etapa del Estado liberal, no sólo por la sencillez
de su aplicación técnica, sino como resultado del dogma rousso-
niano que atribuía a la mayoría la misión de expresar la «voluntad
general», acatada por la minoría. La progresiva democratización de
los sistemas políticos terminó suponiendo una indudable crisis
de los sistemas electorales de decisión mayoritaria, cuya vigencia se ve
limitada -como ya señalara Alexis de Tocqueville- a aquellas so-
ciedades donde existe un consenso histórico acerca de la validez del
principio mayoritario dentro del orden político-institucional y donde,
asimismo, se confía en la posibilidad de que la minoría se convierta
alguna vez en mayoría.
La adopción del principio de elección proporcional se produjo, ya
en el siglo xx, en respuesta a la creciente diferenciación de clases
dentro de la sociedad liberal-burguesa, así como a la ampliación
sucesiva del sufragio y a la movilización política de las masas me-
diante el voto. Se buscaba un sistema de representación de las mi-
norías a través de técnicas de escrutinio proporcional. La implanta-
ción de sistemas proporcionales posibilitaría de hecho, en muchos
casos, que estuvieran representados en los Parlamentos sectores so-
ciales y políticos que nunca habían tenido acceso a ellos (sectores
obreros, partidos socialistas... ), pero, en ocasiones, dicha implantación
se hizo siguiendo criterios e intereses eminentemente conserva-
dores, debido a que la implantación del sufragio universal o circuns-
tancias políticas de diversa índole abocaban al ascenso de forma-
ciones de izquierda y ponían en peligro la situación de los sectores
tradicionalmente dominantes (Irlanda, 1921; los países nórdicos,
1905; Francia, 1946).
Como puede observarse, la aplicación de un sistema electoral de-
terminado no es «inocente». Detrás de cada caso concreto, guiado
conforme a un determinado principio de decisión y de representa-
ción, existe toda una «ingeniería electoral» (una «cocina» electoral a
decir de algunos) que responde a concepciones e intereses especí-
ficos. La concreción técnico-jurídica de los elementos configura-
dores del sistema electoral lo reflejan con claridad.
322
base: la caracterización del sufragio. El modo en que se transforman
los votos emitidos en representación política (escaños) varía mucho
según que el voto sea universal o restringido, directo o indirecto,
igual o plural, y de cómo se entienda la exigencia de libertad en la
elección; se trata de características con eficacia más o menos directa
en ese proceso de transformación y, por tanto, contribuyen sustan-
cialmente a configurar el sistema electoral.
Señalando lo anterior, y sobre la base de un sufragio universal,
igual, directo y libre, suele convenirse que los sistemas electorales
vienen configurados por los siguientes elementos:
6. La fórmula electoral.
323
Se llama magnitud de una circunscripción al número de escaños
que en ella corresponde elegir después de haberse distribuido el to-
tal de los que se eligen entre las distintas circunscripciones exis-
tentes (distribución que puede efectuarse en función de la población
respectiva o de criterios de igualación absoluta o relativa entre las
circunscripciones, dada la naturaleza de la división electoral). Clásica-
mente se distingue entre circunscripciones uninominales y plurino-
minales, según se elija en ellas uno o varios escaños. Una mayor
magnitud posibilita una mayor proporcionalidad, por lo cual las
mayores posibilidades teóricas de representación proporcional se en-
contrarán allí donde no haya división por circunscripciones, esto es,
donde exista distrito único (como en los Países Bajos o Israel).
La división territorial de un país por circunscripciones plantea
problemas delicados. Uno de ellos es la fijación de los límites de las
circunscripciones, pues puede hacerse con intención de favorecer a
los intereses electorales de determinados sectores políticos (fenó-
meno que se da en llamar «gerrymandering», en recuerdo de
Mr. Gerry, quien consiguió que el distrito de Bastan se recortara a
«su» medida). Otro problema es la desigualdad real (no jurídica) del
voto emitido en circunscripciones distintas, cuando su magnitud no
guarda relación con el censo electoral respectivo; unas circunscrip-
ciones estarían sobrerrepresentadas y otras infrarrepresentadas.
Por lo general, la circunscripción electoral está concebida para
que en ella se agote todo el proceso de conversión de votos en es-
caños. Pero la práctica indica que en ocasiones se combinan en una
misma elección varios niveles territoriales, en cada uno de los cuales
se produce una fase u operación distinta de dicho proceso. (Por ejem-
plo, cuando se aplica la fórmula electoral a escala nacional -Repú-
blica Federal de Alemania-, o se acude a un reparto de restos en
una agrupación de distritos -Austria, Bélgica-, o en todo el territo-
rio -Italia.)
A) Fórmulas mayoritarias
326
ticipación de candidatos en la segunda vuelta a quienes en la
primera hubieran obtenido el voto de cierto porcentaje de elec-
tores (clásico caso francés) o a los dos candidatos con mayor
número de votos (Alemania antes de 1914).
B) Fórmulas proporcionales
327
a) El de mayores restos: Implica ordenar de mayor a menor los
«restos» de los partidos (votos no utilizados en la operación
anterior) y atribuir por ese orden los escaños que falten.
328
desfavorecer (subrrepresentar) a aquellos con porcentajes
más bajos.
329
Pero, insistamos, los efectos políticos de un sistema electoral no
vendrán dados tan sólo por la fórmula electoral aplicada, sino por el
conjunto de los elementos que lo configuran.
330
Esta definición permite además delimitar temporalmente la apari-
ción de los partidos entre finales del XVIII y la primera mitad del XIX,
en Europa y los EEUU de América del Norte, tras el paso del Antiguo
Régimen al Estado liberal, al producirse la escisión entre la sociedad
civil y el Estado, y surgen como instrumentos de mediación entre la
sociedad y el poder político.
La Palombara y Weiner agrupan las teorías sobre su origen en
tres tipos:
331
tidos, término propuesto por M. Duverger, aparece cuando los parti-
dos ya están consolidados, y al principio los enfoques predomi-
nantes eran ideológicos o descriptivos. Se puede considerar la obra
de Moisei Ostrogorski «La democracia y la organización de los par-
tidos políticos)), de 1903, como la pionera en el estudio de la orga-
nización interna de los partidos británicos y de los EEUU.
Para los estasiólogos, las primeras formas de partido estaban de-
terminadas fundamentalmente por el tipo de sufragio existente, el
restringido, limitado a los varones contribuyentes o con una determi-
nada formación intelectual (censitario y de capacidades), lo que pro-
ducía un reducido censo electoral. Los partidos resultantes se califi-
can como partidos de cuadros (Duverger), o de notables (Charlot,
J. de Esteban) o parlamentarios electorales (Sartori), y sus rasgos defi-
nitorios son:
332
b) Un objetivo de educación política de las masas, mediante reu-
niones frecuentes de las agrupaciones de base, que se con-
vierten en cursos de formación política de la militancia, para
permitirles ejercer mejor sus derechos recién conquistados
(sufragio, asociación), a la vez que reclutar nuevas élites polí-
ticas no burguesas, para lo que se propiciarán dichos mé-
todos democráticos de selección de los candidatos a las elec-
ciones, haciéndolo a través de los congresos locales y nacio-
nales del partido.
333
tido de masas electoral; Charlot, partido de electores, y J. de Esteban
y L. López Guerra, partido de votantes.
Otto Kirchheimer ha acuñado el término de «Catch-a"-party», o
«partido acaparador» para aquel que «abandonando toda ambición
de encuadramiento intelectual o moral de las masas, se vuelca ple-
namente hacia la escena electoral, tratando de realizar una acción en
profundidad hacia una audiencia más amplia y hacia un éxito electo-
ral más inmediato».
Podremos resumir las condiciones que propician la aparición de
estos partidos señalando, con Epstein y Kirchheimer, que las bases
sociales tradicionales de los partidos de masas socialistas (el sector
secundario, las clases obreras industriales) cesan de extenderse, e in-
cluso disminuyen ante el incremento del sector -terciario, la expan-
sión económica disfraza las diferencias y los enfrentamientos de
clase, a la vez que se pasa de una sociedad conflictual a otra consen-
sual; los medios de comunicación favorecen la personalización del
poder; la despolitización y la desideologización son elementos que
deben ser tenidos en cuenta por los partidos, que se adaptarán a la
nueva situación, para no perder su apoyo electoral. Un ejemplo tí-
pico fue la evolución del SPD de Alemania que, en su Congreso de
Bad Godesberg en 1959, renunciando a la ortodoxia marxista yadop-
tando un socialismo pragmático, logró reforzar su representación
parlamentaria.
Estos nueVos partidos perderán militantes, pero ganarán elec-
tores. Sus características son:
334
nizaciones intelectuales que decidieron actuar en común en el terre-
no político. Los comités seleccionaban a los candidatos y gestiona-
ban las cajas electorales. Se era militante del partido a través de las
organizaciones que lo formaban y no por afiliación directa personal.
Otros partidos indirectos fueron los socialistas belga y escandinavo
y los democristianos belga y austríaco antes de la Segunda Guerra
Mundial.
En cuanto a los partidos de países en desarrollo, Duverger carac-
teriza a algunos de ellos, africanos, por la gran distancia que existe
entre el círculo de dirigentes y la masa de los miembros. El primero
está a nivel intelectual y técnico de las sociedades modernas y éstos
al de sociedades arcaicas. La estructura del partido refleja el estadio
de desarrollo de esos países.
Stein Rokkan, teniendo en cuenta la evolución histórica y el con-
tenido ideológico, aportó siete tipos de partidos: Partidos confesio-
nales, Partidos laicos, Partidos de ámbito nacional, de ámbito regio-
nal, Partidos campesinos, Partidos de empresarios, Partidos obreros.
Estas categorías pueden darse además mezcladas entre sí en deter-
minadas sociedades.
337
4.5 Los sistemas de partidos políticos
338
1. Los factores sociales: una gran estratificación social produce
multipartidismo, y éste es más necesario cuanto mayor sea la
conciencia de clase (Macpherson). A la bipolaridad conserva-
dores-liberales se añade, con la llegada de la clase obrera al
derecho de voto, la de capitalistas-socialistas, bipolaridad que
puede sustituir a la anterior, o superponerse a ella, produ-
ciendo cuatro familias de partidos.
339
5. LOS GRUPOS DE PRESION
340
de preslon son grupos de interés, pero no a la inversa. Un
grupo de interés deviene de presión cuando la ejerce sobre
los poderes políticos. Todo grupo de interés puede potencial-
mente convertirse en grupo de presión. Siguiendo a Pasquino,
entendemos por presión la actividad de un grupo con motiva-
ciones comunes que «trata de influir, a través del uso, o de la
amenaza del uso, de sanciones en las decisiones del poder
político, a fin de cambiar la distribución actual de bienes, ser-
vicios, cargas y oportunidades, o bien para conservarla ante
las amenazas de intervención de otros grupos o del propio
poder».
341
nos informan sobre dónde están ubicados las sedes reales del poder,
que en ocasiones no coinciden con las instituciones.
342
que tienen otras funciones, pero que en ocasiones pueden ejercer
presión (burocracia, magistratura, «complejo militar-industrial»).
Dentro de los grupos públicos cabe otra distinción, entre grupos
civiles y militares. Los primeros defienden intereses particulares
frente al Estado, que defiende los intereses generales (ayuntamientos
presionando al Estado). Los militares, pese a su subordinación al po-
der civil en las sociedades democráticas, actúan con frecuencia como
grupos de presión públicos, obligando al Estado a adoptar medidas
que les beneficien, e incluso intervienen directamente en la vida polí-
tica (militarismo, golpismo).
343
preslon económicos son los más estudiados), sus ideas y creencias,
que les pueden dar cohesión y por tanto fuerza, la posibilidad de ac-
ceso a los centros decisores así como la adecuación de sus intereses
a los valores dominantes en la sociedad.
La eficacia de la acción de los grupos de presión dependerá de la
combinación de estos elementos en una organización dada.
Los medios que utilizan los grupos para presionar sobre el poder
se ubican en un continuum que se extiende desde el suministro de
información hasta de la violencia, desde la acción legal a la ilegal,
como subraya Finer y en el que Meynaud distingue las siguientes ca-
tegorías:
344
cIsiones. En los países democráticos esas instancias suelen ser, se-
gún Von Beyme, las asambleas legislativas, el gobierno, la adminis-
tración, la justicia, los partidos políticos, la opinión pública, las orga-
nizaciones internacionales. En función del objetivo perseguido o del
momento elegido se presionará sobre alguna de ellas, o varias, suce-
siva o simultáneamente. La Palombara demostró que en Italia los
grupos de presión preferían para ejercer su influencia contactar, por
este orden, con la administración, con otros grupos, con institu-
ciones locales y con el parlamento.
345
ción, sobre organizaciones profesionales), o excluyen a algún
sector de ciudadanos de la participación en esos grupos (el
art. 28 excluye a los miembros de las Fuerzas Armadas del de-
recho de sindicación y señala peculiaridades en el de los fun-
cionarios). Las constituciones también pueden establecer
cauces para la expresión de los intereses de los grupos, o vías
que permiten la presión: el derecho de petición y la iniciativa
legislativa popular, por ejemplo. Algunos cauces son especí-
ficos para determinados grupos, como la audiencia de las orga-
nizaciones de usuarios, el Consejo para la planificación econó-
mica (art. 131 de la Constitución española) en el que estarán
representados los sindicatos y las organizaciones profesio-
nales.
346
manes que se convierten en el Partido de los Verdes, logrando repre-
sentación parlamentaria).
6. COMPORTAMIENTO POLITICO
347
describe el comportamiento a posteriori, que se trata del comporta-
miento de las masas, de los ciudadanos y no sólo de los dirigentes,
y que se emplean métodos rigurosos de análisis, reflejo del enfoque
conductista de las ciencias sociales.
Butler identifica el comportamiento político con «cualquier tipo de
actividad que el hombre realiza dentro de la esfera de lo político» y
propone una metodología interdisciplinar para su estudio, que está
ligado al del comportamiento social en general, en un intento de es-
tablecer conexiones entre lo específicamente político y otros as-
pectos de las relaciones sociales.
Podemos deducir los campos de estudio del comportamiento po-
lítico a partir de la contemplación de los ámbitos en que se desarro-
lla la vertiente política del comportamiento humano.
Aún antes de conseguir la ciudadanía política plena con la mayo-
ría de edad, los individuos comienzan a socializarse y un aspecto de
ese proceso es la socialización política, cuya primera instancia es la
familia, donde el niño empezará a adquirir una cultura política que
influirá en su actitud y comportamiento de adulto. Tanto la socializa-
ción como la cultura políticas nos son ya familiares de los temas an-
teriores. Como generadores de demandas, los jóvenes pueden parti-
cipar en grupos de presión «de condición» que actúan en la esfera
política.
Tras la adquisición de los derechos políticos plenos, hacen uso de
las libertades de expresión, asociación, derecho de petición, de
iniciativa legislativa, etc., formando y actuando en partidos políticos,
sindicatos, utilizando la prensa y los medios de comunicación para
defender unos intereses sectoriales o globales, participando en la ad-
ministración de justicia a través del jurado, o por el contrario no utili-
zan esas posibilidades, según el tipo de cultura política que hayan
ido adquiriendo.
Otras manifestaciones de la vida política, como las elecciones,
permiten ejercer o no el derecho de voto (participación-abstención),
apoyar a una u otra opción política, postularse o no como candidato
a cargos políticos electivos en los diferentes niveles de la representa-
ción popular, desde los municipios al Parlamento. Por último pueden
ocupar puestos en la estructura del sistema político, por elección,
nombramiento o por razones profesionales, desde un Juzgado hasta
la jefatura del Estado.
Esta enumeración muestra una gradación de posibles objetos de
estudio del comportamiento político, que se extiende desde el de los
más alejados del poder a los que detentan el mismo. Todos ellos son
comportamientos políticos, enmarcados en unas estructuras institu-
cionales que determinan en gran medida su existencia y sus límites.
No es indiferente para el comportamiento de un ciudadano que se
348
permitan los partidos o se prohíban, que las elecciones sean más o
menos frecuentes, que haya monarquía o república. Cada situación
específica de un sistema político-institucional influye sobre el com-
portamiento, puede abrirle o cerrarle campos, y variar su posible
contenido desde el sometimiento pasivo a la actitud militante, alen-
tar ciertos comportamientos o colocarlos fuera de la ley.
Veremos los terrenos más estudiados del comportamiento polí-
tico.
Son Graham Wallas (Human Nature in Politics, 1908) y Arthur
Bentley (The Process of Government, 1908) los que ponen las bases
del moderno estudio del comportamiento en su aspecto político, si
bien hasta después de la Segunda Guerra Mundial se reducía al aná-
lisis de la personalidad política, la composición de las élites políticas,
la opinión pública y el comportamiento electoral. Aunque estos
temas siguen interesando, se ha ampliado el elenco de terrenos.
349
tante), las características sociales de la militancia, el grado de identi-
ficación partidista, son objeto frecuente de investigaciones.
La participación autónoma, que se manifiesta mediante la bús-
queda de información y la manifestación de opiniones políticas,
donde los medios de comunicación, las conversaciones, y la acción
en las diferentes instancias de socialización juegan un importante pa-
pel.
Sani señala tres niveles de participación: presencia, que es la más
marginal, la de receptor pasivo (asistir a una reunión); «activación»,
cuando se desarrolla alguna actividad, más o menos esporádica (ma-
nifestación, proselitismo); participación en sentido estricto, si se con-
tribuye directa o indirectamente a una situación política.
Siguiendo a Milbrath podemos clasificar las actividades de la par-
ticipación en una escala que, dejándo en el nivel más bajo a los
«apáticos», pasa por las actividades de espectador (votar, discutir de
política), por las de transición (intervenir en una reunión política, pa-
gar para una campaña electoral) y llega a las actividades de conten-
diente (pedir fondos para el partido, ser candidato, ocupar un puesto
político). Lo normal es que las personas que participan en un nivel
superior lo hagan también en los inferiores y se subraya el hecho de
que el ascenso en la escala implica una inversión creciente de ener-
gía, tiempo y recursos.
El grado de participación, desde la muy activa a la inactiva, se
trata de explicar por la influencia de factores individuales y sociales,
como el sexo, edad, profesión, pertenencia a un grupo, tipo de cul-
tura política.
Se han señalado como causas de participación las razones mo-
rales normativas, las instrumentales (explicación económica, mejorar .
por medios políticos), las «expresivas» (la participación como satis-
facción personal), psicológica, o como respuesta a necesidades psi-
cológicas), sin que ninguna de ellas sea suficiente.
Dowse y Hughes presentan una relación de factores sociales que
están relacionados con la participación política: a) Educación: la par-
ticipación es más probable al aumentar el nivel de educación.
b) Campo-ciudad: se participa más en las ciudades que en el campo,
en general. c) Participación social: si se interviene en otras asocia-
ciones intermedias (sindicatos, clubs) aumenta la participación en el
terreno político. d) Residencia: al aumentar el tiempo que se reside
en una ciudad, aumenta la participación política, especialmente en
las actividades que involucran más al individuo (candidaturas, por
ejemplo). e) Edad: a mayor edad, más participación, aunque hacia
los sesenta años ésta comienza a descender. El grupo más apático es
el de solteros jóvenes poco integrados. f) Sexo: a igualdad de condi-
ciones, los hombres participan en política más que las mujeres.
350
Resumiendo, cabe decir, con Verba, que una persona tiende a ser
activo políticamente si es hombre, de edad media, relativamente
rico, con una educación alta y sí pertenece a los grupos dominantes
étnicos o religiosos.
El entorno político-institucional es determinante para calificar de
«política» a la participación; actividades que en una sociedad sólo
suponen participación social (asistir a un servicio religioso) en otra
pueden tener implicaciones políticas (Polonia), una huelga de hospi-
tales privados se puede considerar un momento de participación so-
cial del colectivo de médicos, pero si los hospitales son públicos, se
trata de una actividad dirigida a «la formación de la política guberna-
mental», y entraría en la definición de McClosky.
En los sistemas democráticos los canales principales de participa-
ción política están vinculados a las estructuras de competición entre
fuerzas políticas (renovación de cargos públicos) y a las llamadas
«asociaciones voluntarias» que para Sani juegan un triple papel: son
fuente de estímulos políticos, son cantera de reclutamiento político y
vinculan a las personas y los grupos primarios a las instituciones y
fuerzas políticas.
En sistemas no democráticos las vías de participación tienen un
carácter menos «voluntario» y «competitivo» y están programadas
desde arriba; son las organizaciones de masas que además tienen
funciones de control social y de «movilización».
351
rado como toda actividad humana. Cabe hablar de un campo de
fuerzas en el que intervienen diversos factores: las situaciones en
que se mueve el individuo, en su familia, su trabajo... su percepción
de la política, resultado de esas situaciones y de su herencia cultural,
las reglas del juego político, las informaciones de la campaña electo-
raL .. factores que en ocasiones se contraponen, provocando «influen-
cias cruzadas».
Los resultados electorales nos informan sobre dos grandes
temas: la participación-abstención y la distribución de las preferen-
cias de los votantes.
La abstención se explica por las «presiones cruzadas, contradicto-
rias» (Lazarsfeld), si los electores reciben presiones y estímulos diso-
nantes de los diferentes grupos de pertenencia, pueden llegar a rele-
gar la solución de esos cruces, absteniéndose de votar. La no partic~
pación en elecciones se interpreta de dos maneras opuestas: positi-
vamente, suponiendo que el desinterés político de un importante
grupo de ciudadanos impide la polarización ideológica, o interpre-
tando que es un consenso tácito al sistema (USA) y negativamente,
al considerarla como resultado de una alienación respecto a la polí-
tica, lo que implica desintegración de las relaciones sociales. En sis-
temas con una cultura política homogénea puede significar con-
senso, pero en los de cultura heterogénea significa disentimiento y
hostilidad al régimen.
El tipo de elección influye en la participación. Se ha demostrado
que en las consultas de «primer orden», las elecciones legislativas, la
afluencia a las urnas es mayor que en las de «segundo orden» (lo-
cales, regionales, europeas), porque lo que está en juego se valora
de diferente manera.
En cuanto a las preferencias partidistas de los ciudadanos, se
subraya el papel que cumplen distintos factores sociales, de los que
destacamos la edad, el sexo, la clase social, la ideología, la campaña
electoral, la coyuntura política.
La edad influye, además de en la abstención, (que disminuye al
aumentar la edad, para incrementarse a partir de los sesenta, si-
guiendo una línea similar a la de la participación política), en el voto
a los partidos: el apoyo a los partidos conservadores aumenta con la
edad, aunque el voto progresista no es exclusivo ni está ligado a los
jóvenes.
El sexo no es un factor determinante del comportamiento electo-
ral, sino que está ligado al trabajo fuera del hogar: las mujeres traba-
jadoras acercan sus pautas de voto a las de los hombres, y esa
aproximación aumenta con la edad de la mujer.
Las diferentes situaciones sociales producen diferentes opciones
de voto: la clase social ligada a la profesión, los orígenes sociales, la
352
propiedad influyen en la orientación del sufragio. Tenderán a votar
más a la izquierda las jóvenes trabajadoras, los jóvenes obreros y
empleados, los técnicos y enseñantes que no son propietarios. A la
derecha votan más los viejos trabajadores independientes, los viejos
cuadros, que poseen bienes, como ha demostrado C. Ysmal en el
caso francés, pero que se puede extrapolar a casi todos los países
europeos. Sin embargo, los cambios en los votos a los partidos a
corto plazo no son efecto de cambios sociales, cuya modificación es
lenta.
La conexión entre clase social y postura electoral puede manifes-
tarse según tres tipos de relaciones: relaciones de interés (se espera
un beneficio del voto), relaciones simbólicas (existe una identifica-
ción personal, social), relaciones subculturales (rasgos de una sub-
cultura identificada con una opción política, que se mantienen en el
tiempo).
La «identificación de partido» es un factor muy estudiado. El elec-
tor tiende a identificarse con la imagen de un partido y esa identifica-
ción es constante en el tiempo y prevalece sobre los demás factores.
Se produce desde los primeros años del niño, a través de la sociali-
zación política en la familia, la escuela; puede cambiar de una gene-
ración a otra, según el partido en alza en cada momento, y llega a fi-
jar áreas socio-culturales de apoyo prolongado a un partido. Los
electores «identificados» lo serán más con el paso del tiempo y su fi-
delidad tamiza la imagen que reciben de los otros partidos. Su voto
es contemplado como un elemento de conformidad y estabilidad.
Serán entonces los electores no «identificados», los fluctuantes, los
votantes más conscientes, que modifican su opción en función del
interés y la racionalidad en cada elección y por tanto los que logran
hacer cambiar las relaciones de fuerza entre los partidos. Depen-
diendo de la cultura política de una sociedad, también este tipo de
voto es un elemento de consolidación del sistema.
La ideología está siendo considerada hoy como uno de los ele-
mentos que influye en el modo decisivo en el comportamiento elec-
toral. Los términos «derecha» e «izquierda» implican diferentes vi-
siones de la sociedad, que determinan el voto, como medio de ex-
presión de opinión. De todos los factores individuales la ideología
tiene más importancia que las variables sociales, como pone de re-
lieve C. Ysmal.
La coyuntura política es otro dato determinante del voto. Las al-
ternativas básicas en una elección, propuestas por los partidos o que
percibe el elector harán que éste adapte su voto a ellas (se puede vo-
tar al partido de la oposición mejor colocado, aunque no sea el pro-
pio, para desbancar al partido en el poder, situación que se produce
en Francia en los «ballotages»).
353
La influencia de la campaña electoral, en especial a través de la
TV, al movilizar a los indecisos y permitir conocer la imagen perso-
nal y política de los líderes, se considera importante tanto en el nivel
de participación como en el resultado de las consultas.
354
BIBLIOGRAFIA
355
ACTORES Y COMPORTAMIENTO POLÍTICO
El atributo ‘representativo’ no califica sólo a una estructura política (parlamento), sino además a un
sistema en su conjunto, a los sistemas democráticos. Y las elecciones son uno de los rasgos
centrales de la democracia liberal, son un objeto de estudio necesario, y es clave para la
comprensión de lo que es la representación política. Son un medio de provisión de personal para
determinados órganos políticos, su fin está en la correcta y legítima composición de esos órganos,
especialmente del Parlamento, pero condiciona su posterior funcionamiento, y en consecuencia, el
de todo el sistema político.
La democracia directa está muy relacionada a la igualdad y sugiere que para que un grupo se
pueda calificar como tal, exige que se cumplan 4 requisitos:
-Las propuestas sobre lo que debe hacer puede plantearse por cualquier miembro del grupo.
-Todos los miembros del grupo pueden opinar sobre las decisiones a adoptar.
-Todos los miembros están en igualdad para participar en los asuntos que afecten al grupo.
-Al final del debate se utiliza un procedimiento para decidir cómo actuar.
Se puede optar por prácticas informales para llegar a consensos, o formales, como el voto. En
sentido puro, la democracia sólo podría funcionar en pequeños grupos, lo que los teóricos
denominan democracia directa. En contraposición a ello, la democracia representativa supone
elegir por medio del voto. Las elecciones son un mecanismo clave para extender la democracia a
grandes grupos. Al elegir unos pocos que representen opiniones e intereses, un grupo de personas
más amplio se puede beneficiar de la democracia como un instrumento para la toma de decisiones.
Pero, la elección de representantes no excluye la utilización de instrumentos de democracia directa
como los referenda. Las elecciones permiten la democracia posible en electorales amplios, donde
la democracia directa no es posible.
La poliarquía serían los sistemas actuales más próximos al ideal democrático. Deben estar
acompañados de 8 garantías institucionales:
1. Libertad para constituir e integrarse en organizaciones
2. Libertad de expresión
3. Derecho de voto
4. Elegibilidad para cargo público
5. Fuentes alternativas de información
6. Elecciones libres y limpias
7. Derecho de los líderes políticos a competir por el voto
8. Que las instituciones para hacer política de gobierno dependan del voto y de otros signos de
preferencia.
Hay quienes plantean la existencia de una o varias teorías de la democracia, que se contraponen,
como la diferencia entre la democracia representativa y la participativa. La 1ª, que es una teoría
de conjunto difícilmente se puede comparar con la 2ª, que sólo es parcial. La democracia
representativa es una democracia indirecta que sólo es parcial, en la que el pueblo elige
representantes que lo gobiernan, que incluye la participación y el referéndum, pero como elementos
subordinados.
Los estudios sobre las teorías de la democracia se interesan por las formas y los efectos de la
competencia partidista, la naturaleza y la mediación de intereses, la representación de grupos
sociales y sus manifestaciones institucionales. Un tema que ha creado interés es el efecto del tipo
de régimen político sobre los modelos y resultados de las políticas. Se analiza la relación entre
democracia o autoritarismo y desarrollo económico; o respecto a la supuesta ventaja de los
regímenes autoritarios frente a los democráticos en cuanto a su crecimiento económico. Los
debates que han generado no son del todo concluyentes al encontrarse resultados heterogéneos.
Al inicio de la década de los 70 se plantea por 1ª vez que la estabilidad de las democracias y su
génesis son 2 fenómenos diferentes, y por tanto, deben ser objetos distintos de análisis. Las
explicaciones funcionalistas confundían ambos elementos y no permitían indagar sobre la génesis
de los regímenes democráticos. Desde entonces los estudios de democratización pasaron de
analizar las precondiciones funcionales al estudio de las estrategias de las élites políticas que
todo cambio de régimen conlleva.
Contrasta con los enfoques ‘contingentes’, énfasis alternativo que conduce a suponer que quienes
lideran regímenes autoritarios son menos dependientes de los condicionamientos estructurales,
mientras que quienes dirigen regímenes democráticos están en mayor medida condicionados de
elementos estructurales. Esta crítica hace equivalentes las variables estructurales con las
socioeconómicas y considera ciertas variables políticas como parte del contexto estructural. Estas
variables, tal como son tratadas aparecen contextualizando el comportamiento de las elites,
apuntando a un equilibrio estructural-contingente en el enfoque. Sería deseable que el estudio de
procesos de cambio de régimen político tanto desde como hacia la democracia, contemplara el
mismo grupo de factores.
Se ha demostrado la importancia que desempeñó ‘la habilidad política’ de las elites para evitar el
colapso de algunas democracias en la década de los 30, en un contexto de graves crisis sociales y
económicas a las que tuvieron que hacer frente. El estudio de los procesos de democratización
busca factores estructurales que han hecho posible el éxito de procesos democratizadores. Existe
una disfunción entre las habilidades que las elites poseen para crear democracias y sus
limitaciones para consolidarlas, varios trabajos destacan las limitaciones en la capacidad de
maniobra de las elites en los procesos de consolidación.
Los estudios estructurales a los procesos de cambio político no han ayudado mucho a aclarar estos
interrogantes. Existen algunos estudios de casos que han mostrado la importancia en los factores
estructurales. Parece que el crecimiento económico no puede por sí solo explicar los cambios de
régimen. La evidencia no sostiene la hipótesis de que un alto nivel de desarrollo
socioeconómico es una condición necesaria para la aparición de la competencia política
democrática
-Uno consiste en negociar con vistas a alcanzar un pacto: se caracteriza por la rapidez, por ser
un proceso que se realiza en negociaciones cara a cara y con gran secretismo entre elites con
cierta experiencia, cuyos acuerdos se plasman de manera escrita.
-El otro es simplemente el resultado de un proceso de convergencia entre las elites: se produce
como resultado de la constatación por una parte de las elites, previamente incapaces, o renuentes a
negociar, de lo inconducente de continuar resistiéndose al consenso.
La diferencia básica entre ambos tipos de acercamiento entre las elites es que, mientras que en el
primer caso hay un expreso deseo por parte de todas ellas de negociar, en la convergencia las
elites políticas acaban aceptándose, más que por su deseo, por el cambio progresivo de las
condiciones generales.
Para que las democracias sobrevivan en el futuro, las elites tienen que creer que este sistema es el
menos malo para gobernar y además tienen que tener la habilidad política para crearlas y
mantenerlas. Las transformaciones o redimensionalización de los espacios políticos, dominados por
las configuraciones estatales convergen en direcciones opuestas, por un lado se aprecian
tendencias orientadas hacia la división territorial del poder, mediante el establecimiento de
meso gobiernos que suelen coincidir con regiones o nacionalidades de marcado rasgo cultural,
con un interés por acercar el gobierno a los ciudadanos. Pero en la otra dirección existen fuerzas
que operan hacia un nivel supraestatal basada en la globalización que afecta a la mayoría de
dimensiones de la vida política, obedece a una gran interdependencia global y reclama estructuras
políticas más amplias. Ambas tendencia reflejan un socavamiento del Estado.
1.3. El parlamentarismo
La representación política liberal y los sistemas representativos chocan con la realidad del Estado
democrático que muestra una transformación respecto al reconocimiento explícito del papel de los
partidos políticos como instrumentos que forman y manifiestan la voluntad popular, lo que los sitúan
como auténtico centro de poder frente a los poderes clásicos. La praxis política es bastante
homogénea; en todos los países, los partidos desempeñan un papel esencial a lo largo de todo el
proceso electoral. Estos hechos no distorsionan los sistemas representativos, ni son cuestionados
por la mayoría de los ciudadanos, que pese a criticar a los políticos individualmente, consideran
que los partidos son la forma racional de organizar los poderes del estado canalizando el
mando representativo. La supremacía de los partidos sobre los representantes se puede ver
también en la organización y desempeño de las funciones parlamentarias dominadas por la acción
del grupo parlamentario y por la disciplina de voto, que tiene el riesgo de automatización de la
actividad parlamentaria siguiendo las instrucciones de voto de las direcciones de los partidos. En
resumen, la democracia representativa ha experimentado cambios ligados a su historia. La 1ª fase
ha estado ligada al auge del parlamentarismo y a la articulación de los partidos políticos como
actores principales.
El parlamento es el centro del sistema político y la ampliación del sufragio a fines del siglo XIX
cambió en la naturaleza de la democracia representativa. Los partidos se convierten en partidos de
masas y asumen nuevas funciones en el sistema político. Funciones ampliadas hasta convertirse
en la llamada ‘democracia de partidos’. El mandato representativo se transforma en un mandato
que liga a los electores con un partido y un mandato que vincula al diputado con el partido al que
pertenece. Las prácticas políticas de esta nueva realidad han llegado a distanciar a los
representantes de sus representados hasta poner en tela de juicio la propia representación.
Parece que los regímenes parlamentarios contemporáneos no responden al modelo de separación
de poderes con supremacía del legislativo. Se produce un cambio de posiciones entre los poderes
legislativo y ejecutivo en la medida en que los debates y decisiones políticas importantes se toman
al margen del Parlamento, apareciendo nueva instancia de representación y de negociación de
intereses de los ciudadanos. En esos procesos, el poder ejecutivo ha ido ganando terreno al
legislativo asumiendo en esas nuevas funciones mayor legitimidad democrática. Por ello hace
tiempo que se afirma que el parlamentarismo como régimen político con supremacía del parlamento
había tocado a su fin.
El término “democracia” ha indicado siempre una entidad política, una forma de Estado y de
gobierno. Sin embargo, hoy también hablamos de democracia social y de democracia económica.
La noción de democracia social surge con Tocqueville en su obra “La democracia en América”. Al
visitar EEUU en 1831, Tocqueville quedó impresionado, pues (con criterio sociológico) percibió la
democracia de EEUU como una sociedad caracterizada por la igualdad de condiciones, por un
espíritu igualitario que reflejaba la ausencia de un pasado feudal. Democracia no es aquí lo
contrario de régimen opresor, de tiranía, sino de “aristocracia”: una estructura social horizontal en
lugar de una estructura social vertical. Para Bryce la democracia EEUU se caracterizaba por un
ethos igualitario. La acepción original del término “democracia social” muestra una sociedad que
exige a sus miembros verse y tratarse socialmente como iguales.
Otra acepción puede deducirse del término democracia social: el conjunto de las democracias
primarias (pequeñas asociaciones y asociaciones voluntarias) que impulsan la democracia y la
alimentan desde la base, a partir de la sociedad civil. Así el significado del término es el de
“sociedad multigrupal” estructurada en grupos que se autogobiernan.
A nivel empírico está claro que las democracias son diversas (presidencial, parlamentaria, de tipo
francés, inglés, proporcionales, mayoritarias…). Se discute si existe un filón central (teoría
mainstream) o si tal vez sólo existen teorías democráticas en plural. Las primeras conciben la
teoría de la democracia en singular como un troco del que después nacen múltiples ramas. La 2ª
sostiene que no existe tronco, que las democracias en plural forman un árbol cada una. Se puede
afirmar que la teoría completa de la democracia es conjuntamente a) descriptiva y prescriptiva, y
también b) es de aplicación de la teoría a la práctica. Hoy es la teoría del Estado liberal democrático
Las trampas.
1.- Concentración del poder ejecutivo en gabinetes mayoritarios de partido único frente a la división
del poder ejecutivo en amplias coaliciones multipartidistas.
2.- Relaciones entre el poder ejecutivo y el legislativo en las que el ejecutivo domina frente al
equilibrio de poder ejecutivo-legislativo.
3.- Bipartidismo frente a sistemas multipartidistas.
4.-Sistemas electorales mayoritarios y desproporcionales frente a la representación proporcional.
5.- Sistemas de grupos de interés de mayoría relativa con competencia libre entre los grupos frente
a sistemas de grupos de interés coordinados y “corporatistas” orientados al compromiso y a la
concertación.
- Las 5 diferencias en la dimensión federal-unitaria son las siguientes:
1.- Gobierno unitario y centralizado frente a gobierno federal y descentralizado.
2.- Concentración del poder legislativo en una legislatura unicameral frente a la división del poder
legislativo en dos cámaras igualmente fuertes pero constituidas de forma diferente.
3.- Constituciones flexibles que aceptan enmiendas mediante mayorías simples frente a
constituciones rígidas que sólo pueden cambiarse por medio de mayorías extraordinarias.
4.- Sistemas en los que las legislaturas tienen la última palabra en la constitucionalidad de su propia
legislación frente a sistemas en los que las leyes están sujetas a una revisión judicial para analizar
su grado de constitucionalidad mediante tribunales supremos o constitucionales.
5.- Bancos centrales que dependen del ejecutivo frente a bancos centrales independientes.
Algunos federalistas sostienen que este tiene un significado primario y uno secundario. La
definición primaria: división del poder garantizada entre el gobierno central y los gobiernos
regionales; las características secundarias son: fuerte bicameralismo, constitución rígida fuerte de
revisión judicial.
Para estos la garantía de división de poder federal sólo puede funcionar si:
1) Tanto la garantía como la división de poder están estipuladas en una Constitución de reforma
rígida
2) Necesidad de un árbitro neutral para resolver los conflictos relacionados con la división de poder
entre los dos niveles de gobierno, necesidad de revisión judicial
3) Existe cámara federal en el legislativo nacional en que las regiones se encuentren representadas,
necesidad de bicameralismo sólido.
4) El objetivo del federalismo es promover y proteger un sistema de gobierno descentralizado.
La distinción entre 2 formas básicas de democracia, la mayoritaria y la consensual, no es una
invención reciente en la Ciencia Política; sin embargo, hay una tendencia fuerte a equipar a la
democracia únicamente con la democracia mayoritaria y a no reconocer la democracia consensual
como una forma de democracia alternativa e igualmente válida.
Burke no creía que la representación tuviera mucho que ver con la consulta de los representados,
sino que se refería a la representación de intereses desvinculados. Si el pueblo tiene un
verdadero interés en aquello que conoce poco, entonces el representante está justificado al
perseguirlo incluso en contra de los intereses de los electores. Pero si esto se lleva al extremo se
pasa de la representación al paternalismo de las masas ignorantes. Cuanto más vea un teórico
al representante como miembro de una élite superior de sabiduría y de razón, como lo hacía Burke,
menos sentido tendrá el exigir al representante que consulte las opiniones de aquellos por quienes
actúa (masas ignorantes). Contrariamente, a medida que un teórico vea al representante y a los
electores son iguales en capacidad, sabiduría e información, tenderá a exigir que las opiniones de
los electores sean tenidas en cuenta.
En los temas políticos, generalmente se aplica la idea de representación como una actuación
por otros, sobre la acción sobre lo que debería hacerse, implican compromisos, juicios, valores,
fines y medios. La vida política no es solo la elaboración de elecciones arbitrarias, ni sólo
negociación entre deseos privados. Es siempre una combinación de negociación y de
compromisos en conflicto, una deliberación común sobre política pública. Cuanto más igualitaria
sea una nación, más siente que es tan buena como lo son sus gobernantes, y menos inclinada está
a darle mucha discreción. Pero si en una sociedad hay una división aguda, habrá un número
creciente de cuestiones sobre las que no se podrá llegar a un acuerdo mediante un debate racional.
En consecuencia contaríamos con una sociedad con un creciente deseo de representatividad, un
deseo de escoger los legisladores tomándolos de un grupo particular como garantía de acción de
interés del grupo. Con frecuencia son los mismos países para los cuales la representación
proporcional es más peligrosa los que insisten en tenerla. Aun cuando esta representación
introduce en el legislativo antagonismos irreconciliables, pero los países insisten en ella, por que
creen que sólo un miembro escogido a través de un grupo particular puede actuar en interés
de ese grupo. Un representante que de manera característica se sienta seguro de su conocimiento
y convicciones actuará respecto a ellas, a otro que tienda a sentirse escéptico y cauto respecto a
sus puntos de vista es más probable que quiera conocer o que piensan sus electores.
La representación como actividad sustantiva con frecuencia puede parecer lejana con respecto a la
realidad de la vida política. Un representante político tiene un electorado y no un principal. Los
teóricos se formulan un clásico dilema: si un hombre representa a un distrito electoral
particular en el legislativo ¿es su deber perseguir el interés del mismo o el interés de la
nación como un todo?
Las alternativas a este dilema se excluyen. Si un hombre representa a un cierto distrito electoral su
obligación es para con el interés de ese electorado. Y en un sentido práctico, es importante social y
políticamente hablando que los intereses locales y parciales no sean desatendidos y sacrificados en
nombre de la nación. Por otro lado, el gobierno nacional debe perseguir el interés nacional. Si los
representantes como grupo están consagrados a esa labor, también están consagrados, en
consecuencia, a velar por el interés nacional. Y, en un sentido práctico, es importante social y
políticamente hablando que a los intereses locales y parciales no se les permita preponderar sobre
las necesidades y los intereses de la nación como un todo, y no de las diversas provincias que lo
han elegido. Pero estas formulaciones no solucionan nuestro dilema, sino que sólo rechazan una de
las alternativas, optando por el interés nacional en lugar del interés el distrito electoral. Una de las
características del gobierno representativo es su capacidad para resolver las conflictivas
pretensiones de las partes sobre la base de su común interés en el bienestar del todo.
Un argumento que frecuentemente aparece entre el interés local y el interés nacional es que se
supone que una especie de “mano invisible” política ha de prevenir cualquier conflicto real. La
nación se constituye a través de sus partes; del mismo modo, el interés nacional debe ser la suma
de los intereses parciales o locales. La dificultad que se plantea con este argumento es que es
falso.
En cierto sentido, la nación es la suma de las partes, pero en otro sentido la nación debe exigir
algunas veces que ciertas partes se sacrifiquen su bienestar al suyo propio. No obstante el interés
nacional no puede ignorar el bienestar de las partes integrantes de la nación, ni el de los individuos.
La pretensión inicial de una localidad o grupo puede ser contraria a la del interés de la nación, pero
la nación también tiene un interés en el bienestar de la nación. Así, en teoría debería existir para
cada caso una solución ideal
En 1º lugar, el representante político es elegido por un gran número de personas y si bien puede ser
difícil de determinar los intereses o los deseos de un solo individuo, es infinitamente más
difícil determinar los de un distrito electoral de miles de individuos. Y el representante conoce
la ignorancia, la apatía y la irracionalidad de los votantes. Rara vez tiene acceso a una información
precisa sobre los intereses y opiniones que tienen.
En 2º lugar, es un político profesional. Un miembro de un partido político que quiere conseguir ser
reelegido, y un miembro de un legislativo junto con otros representantes. Debe ser sensible a su
partido político y a los diversos grupos e intereses públicos y privados
En 3º lugar, también tendrá opiniones y perspectivas, al menos sobre algunos temas. Sentirá
que algunas medidas son erróneas, inmorales o indeseables. Al mismo tiempo, en cambio, sus
opiniones pueden ser transformadas por aquellos que le rodean y por sus fuentes de información.
Su propia opinión sobre una medida puede estar formada por los líderes del partido, otros colegas,
cartas…
El representante político puede ignorar e incluso omitir la opinión del electorado si ofrece
justificaciones racionales para hacerlo. Un legislador americano contestaría que así lo haría debido
a su conocimiento y de la ignorancia y verdadero interés de sus electores. Pero como seres
capaces de juicio y de una acción colectiva que tienen de vez en cuando, una opinión con las
cuales enfrentarse a su representante. (Pero esto es una excesiva simplificación de la opinión
pública y de la voluntad popular). Los politólogos sabemos que votar es, esencialmente una
experiencia de grupo. Al votar, percibimos la realidad política con la gente de nuestro entorno. La
mayoría de nosotros estamos influenciados por los medios de comunicación de masas a través de
otras gentes y por medio de la reacciones ante ellas. “la relación del congresista con el votante no
es solo bilateral, pues se complica con muchos intermediarios: partido local, intereses económicos,
noticias en medios de comunicación y muchas veces el representante llega al público a través de
estas agencias mediadoras y la información puede transformarse al difundirse. Como resultado, el
público puede captar sólo partes positivas o negativas del congresista”
Ejemplo: el ciudadano A quiere votar a cierto candidato debido a una conversación casual con B,
quien escucho hablar de C de un artículo publicado por D. La conducta del voto del pueblo en una
democracia representativa puede responder a temas y a políticas de tomas de decisión aun cuando
muchos votantes no respondan directamente a ellos.
También podemos hablar de representación por parte del ejecutivo, se trate de un Presidente
elegido directamente o de un primer Ministro elegido indirectamente. Hablamos de representación
por parte de Monarcas, Jefes de Gobierno... Los Tribunales, Jueces y Jurados son órganos
representativos, también reconocemos una representación administrativa. Los embajadores
representan al Estado en el extranjero. Todo gobierno o agente oficial representa sus acciones
como acciones oficiales del Estado. Los lobbyist representan ante el congreso a un cierto grupo de
interés. La representación política es variada, pero hay que aclarar qué tipo de representación está
utilizando un tipo de autor particular y si se adapta al caso que intenta aplicarla. Existen muchos
modos en los que puede decirse que un gobierno representa, pero no todos corresponden a la idea
de gobierno representativo.
-Algunos teóricos dicen que todos los gobiernos representan a sus súbditos, pues tienen autoridad
sobre ellos y elaboran leyes por ellos, pero no hace falta representar para tener autoridad.
-Otros teóricos dicen que todos los gobiernos representan a sus súbditos en sentido formalista de
que sus acciones no solo vinculan a sus súbditos, sino que son atribuidos a sus súbditos. Cuando
el gobierno actúa decimos que es la nación la que ha actuado.
-Otros teóricos complementan la autoridad de iure que tiene un gobierno para actuar en nombre de
sus súbditos como nación, con su capacidad de facto para lograr apoyo y convivencia de los
mismos. Así se dice que un gobierno representa sólo en la medida que sus decretos son
obedecidos por sus súbditos. De Gracia y Gosnell “la representación es una cuestión de
satisfacer a los representados”. Un gobierno representativo definido por su grado de popularidad
no necesita tener elecciones ni otras instituciones democráticas, y todo esto parece compatible con
el gobierno representativo. Otros autores dicen que un gobierno es representativo si persigue el
interés de sus súbditos y vela por su bienestar.
Pero ninguno de estos sentidos es los que queremos decir cuando hablamos de gobierno
representativo. El que los gobiernos tengan autoridad legítima para vincular a sus súbditos, o que
estos súbditos estén obligados a obedecer, son partes de las tareas del filósofo. Los posibles
revolucionarios intentan justificarse a sí mismos argumentándose que el gobierno no les
representa. Un letrado internacional puede decidir qué gobierno es el legítimo portavoz de una
nación. También nos interesa la responsabilidad de los sujetos respecto a las acciones de sus
gobiernos: Ejemplo el pueblo Alemán por las atrocidades cometidas por el nazismo ¿Cuánto apoyo
popular tuvo Hitler? ¿Hasta qué punto estaba informado el pueblo de lo que estaba haciendo?
¿Aprobaron lo que sabían? Podemos llegar a la conclusión de que no era representativo.
Tendemos a designar como gobiernos representativos sólo a algunos gobiernos (EEUU, GB,
Suiza…) Pero no a las dictaduras, monarquías tradicionales, colonias…
Conocemos cuales son los argumentos más importantes sobre la representación, empezamos por
saber si los gobernantes son elegidos o no, si lo son en elecciones limpias, quien tiene derecho al
voto, si los cargos públicos tienen poder gubernamental real. Para decidir si un gobierno es
representativo, preguntamos si tiene la autoridad para hacer leyes vinculantes en nombre de los
ciudadanos. Todo gobierno legítimo tiene esa autoridad. ¿Podríamos decir que un gobierno es
representativo demostrando que sus políticas promueven el bienestar de sus ciudadanos? Las
acciones de una dictadura benevolente podrían dirigirse hacia el bienestar de la población, pero sin
la participación democrática, pues entonces esto no sería un gobierno representativo. El hecho de
que un gobierno se preocupe por el interés de sus súbditos no lo convierte en representativo, ni
tampoco el contentamiento de sus súbditos (hacerlos felices) .Tampoco el consentimiento de sus
súbditos podrá definir la representación, pues el pueblo pide en ocasiones apoyar a un monarca
hereditario, es decir, una dictadura puede tener un consentimiento grande, pero no la convierte en
gobierno representativo, ya que un régimen puede conseguir el apoyo mediante el control
monopolizado de los medios de comunicación de masas complementándolo con coerción sobre los
opositores . También puede basarse en un monopolio propagandístico muy organizado. Si un
grupo de interés hace una campaña propagandística para persuadir al público en favor de alguna
medida tampoco lo vemos como representación del público.
Aquí mostramos a un gobierno representativo demostrando que sus súbditos tienen el control
sobre lo que se hace. Todas las acciones de gobierno son atribuidas a sus súbditos legalmente.
En un gobierno representativo al pueblo actúa a través de su gobierno y no es el pueblo un
receptor pasivo de la acciones de gobierno. Un gobierno representativo debe promover el interés
público y ser sensible al pueblo. Un gobierno representativo necesita una maquinaria para la
expresión de los representados y que el gobierno a esos deseos a menos que haya buenas
razones para hacer lo contrario. No hace falta que exista una constante respuesta sino
sensibilidad para responder. Así esta clase de representación política necesita sólo de una
potencial sensibilidad de respuesta y es incompatible con la manipulación y la coerción sobre
el público. La línea que divide liderazgo y manipulación es difusa. El liderazgo está a merced de los
seguidores, la manipulación se impone a los gobernados y debilita o acaba con la capacidad de
estos para rechazar las decisiones del gobernante. Hablamos de gobierno representativo sólo si se
puede atribuir la acción gubernamental al pueblo. No decimos que un gobierno es representativo
hoy porque responde a los deseos populares y deja de serlo al día siguiente porque los frustra.
Tendemos a creer que sin las elecciones esto es imposible. (Pag 78) Nuestra preocupación por las
elecciones, y si son libres, se crea por la convicción de que la maquinaria electoral es necesaria
para asegurar la sensibilidad de respuesta sistemática. Un monarca absoluto o un dictador que
elige tomar en consideración encuestas de opinión pública y hacer lo que al pueblo le
parece no es un gobierno representativo. Para eso se necesitan instituciones diseñadas para
ello, para asegurar su respuesta del gobierno ante el interés público y la opinión pública. Nos
resistimos a considerar como gobierno representativo a menos que cuente con elecciones
regulares y libres, debe incluir además un cuerpo representativo colegiado con capacidad
consultiva. No será gobierno representativo si todo gobierno está en manos de un solo gobernante,
aunque sea elegido regularmente.
Nuestra idea de gobierno representativo incorpora a la idea de que el pueblo de una nación está
presente en las elecciones de su gobierno, y algunas instituciones pretenden asegurar ese
resultado. La secuencia de los acontecimientos puede ser así:
-Los hombres tienen en mente un objetivo a alcanzar, para lograrlo necesitarán tiempo y se crean
instituciones (leyes, cuerpos administrativos) pero estas instituciones desarrollan inercias propias,
no siempre funcionan como se pretendía y pueden no producir el resultado para el que se
establecieron.
- Otra secuencia causal puede ser el revés: Los hombres pueden desarrollar gradualmente caminos
fijados para hacer algo. A partir de ese comportamiento pasado pueden empezar a abstraerse ideas
sobre qué y para qué ese comportamiento, como llevarlo a cabo. Y esos principios pueden llegar a
ser utilizados como nuevas metas para revisar las instituciones, valorar la forma en que funcionan y
mejorarla. Así se plantean tensiones entre la práctica y la teoría. Consideremos un práctica o
institución humana por ejemplo: “el castigo”, este ha sido estudiado por los filósofos. Llamamos a
las operaciones normales de instituciones “para castigar” y al normal ejercicio de esas pautas de
comportamiento al margen de que la persona castigada sea culpable o no. El concepto castigo
parece tener un lado sustantivo cuando se nos dice que no se puede condenar a un hombre
inocente, y un lado formal o institucional que nos dice que se puede hacer, aunque no se
debe. Así el hombre crea instituciones oficiales para castigar a los criminales y normas menos
formales p.e para castigar a nuestros hijos.
-Para explicar otro modelo causal que lleva a la misma tensión, consideremos la idea de equidad.
Piaget sostiene que los niños desarrollan su noción de equidad jugando son sus padres: como
jugar, cuales son las reglas, que es un juego, que son las reglas? Así los niños cuando conocen las
reglas y saben que las hacen los hombres, que pueden ser modificadas, son capaces de juzgar las
innovaciones de acuerdo con la noción de equidad y en conformidad en el espíritu de juego.
Debería estar ya claro la dualidad o tensión existente entre la política (formalista) y el concepto de
representación. Esta dualidad la encontramos también entre la distinción de Burke entre la esencia
de representación.
Tussman: podemos llamar a esos 2 aspectos (formal y sustancial) los 2 grandes modos de vida
política y social. La mayoría de los grandes teóricos de la sociedad han enfatizado en uno u otro.
Los realistas radicales, los conductistas y los constitucionalistas enfatizan en las instituciones, la
conducta y la ejecución externa. Necesitamos ambos modos
-Madison: “El interés del hombre debe estar conectado con los derechos constitucionales del lugar
-Tussman: “El hombre como ciudadano debe preocuparse por el interés público, no por sus bienes
privados, que se formulan “cuestiones públicas y no privadas” e.j. ¿necesitamos escuelas
públicas? O ¿quiere pagar más impuestos?
II. Los objetivos de la democracia populista no proporcionan una teoría completa. Un defecto de
esta teoría es que sólo aporta una redefinición formal de una norma del procedimiento necesaria
para lograr el ideal de la igualdad política y la soberanía popular, pero la teoría no explica el mundo
real. ¿Cuáles son las condiciones necesarias y suficientes para maximizar la democracia en el
mundo real? ¿Que entendemos por maximizar la democracia? La democracia es un estado de
las cosas que constituye un límite y todas las cosas que se acerque a ese límite serán
maximizadoras.
¿Cómo decimos que el estado de las cosas constituye el límite? El modelo de democracia
populista sugiere 3 características posibles:
1) Siempre que se aprecie que existen posibilidades políticas a elegir, la alternativa elegida y
aplicada como política gubernamental es la alternativa preferida por los individuos.
2) Siempre que se aprecie que existen alternativas políticas, en el proceso de elegir la que ha de
imponerse como política del gobierno se asigna un valor igual a la preferencia de cada individuo.
3) La regla de decisión (mayoría): al elegir entre alternativas, se elegirá la prefería por el mayor
número de individuos.
Para que la 1ª sea operativa debemos ignorar el problema de las diferentes intensidades de
preferencias entre los individuos. Pero si ignoramos las intensidades, en realidad adoptamos como
criterio la segunda característica: se asigna igual valor a la preferencia de cada miembro
¿Constituye la regla (de la mayoría) una definición adecuada al límite de la democracia? Ejemplo:
la mayoría prefiere x= se elige “x” como política de gobierno, pero si un dictador prefiere “y” elegiría
“Y”. La situación de igualdad política exige intercambiabilidad (intercambio de número igual de
individuos de un lado al otro, que no afecte al resultado de la decisión. ¿Cómo vemos si se da esa
intercambiabilidad? Sólo podemos comprobarla examinando un gran nº de casos. ¿ que podemos
apreciar incluso en un gran nº de decisiones?:
¿Qué acontecimientos debemos examinar en el mundo real para apreciar en qué medida una
organización usa la regla? ¿Qué actividades usamos como indicadores?... Pero dado que la regla
puede deducirse de las dos primeras características, ¿no bastaría simplemente con examinar una
organización social para determinar en qué medida se sigue o no la regla? Actos manifiestos de
elección (votos, declaraciones…), búsqueda de pruebas psicológicas... Es importante especificar
en qué etapa del proceso de decisión consideramos efectuada la “expresión de preferencias”.
En la etapa en que se usa la regla, es por definición democrática, si no se usa no lo es. En EEUU
actualmente la única etapa que se aproxima a la regla es durante el proceso de recuento de votos
de las elecciones y en los órganos legislativos. En la etapa previa a la votación hay muchas
influencias (ricos, control de recursos organizativos, lobby…) estos evidencian el poder de unos
pocos frente a los muchos = proceso anti igualitario y anti democrático, aunque en menor grado
que una dictadura.
III. Debemos proceder a dividir en dos la cuestión clave: 1) ¿qué actos consideraremos suficientes
para constituir una expresión de preferencias individuales en una etapa determinada del proceso de
decisión? 2) Considerando estos actos como expresión de preferencias, ¿qué hechos debemos
comprobar para saber en qué medida se utiliza la regla en la organización que examinamos?
Hay que distinguir, como mínimo, 2 etapas: la etapa de elección y la etapa interelectoral. La
etapa electoral, por su parte, se compone de un mínimo de 3 periodos que es conveniente
diferenciar. El periodo de votación, el periodo previo a la votación y el periodo posterior a la
votación.
Durante el período de votación tendríamos que comprobar en qué medida se dan, al menos, 3
condiciones:
1.-Cada miembro de la organización efectúa una expresión de preferencia. Por ejemplo, votar.
2.-El peso asignado a la elección (voto) de cada individuo es idéntico.
3.- La alternativa con mayor nº de votos se proclama elección ganadora.
La conexión entre estas 3 condiciones y la regla es evidente. Pero en un plebiscito de un régimen
totalitario se podría cumplir estas 3 condiciones, p.e. Un campesino soviético tendría la opción de
votar entre gobierno o “deportación a Siberia“. Las maquinarias políticas más corruptas cumplen los
requisitos, pero se dedican a falsear resultados, comprar votos…
Hemos de agregar 2 condiciones más que deben cumplirse en el periodo previo a la votación:
4.- Cualquier miembro que perciba un conjunto de alternativas y considere al menos una de ellas
preferible a las demás, puede añadir su alternativa preferida, o sus alternativas, entre las
seleccionadas para la votación. (Peligro de un periodo previo a la votación regido de un control
monopolítico de la información, por alguna de las alternativas)
5.- Todos los individuos poseen idéntica información sobre las alternativas.
A 1ª vista podría pensarse que estas 5 condiciones son suficientes para garantizar la aplicación de
la regla; pero sería posible que un régimen permitiese que se diesen esas condiciones durante el
período previo a la votación y durante el período de la votación y luego se limitase a ignorar los
resultados. En consecuencia, hemos de postular al menos 2 condiciones más para el periodo
posterior a la votación:
6.-Las alternativas con mayor nº de votos desplazan a todas las alternativas con menos votos.
7.- Las órdenes de los cargos electos se cumplen.
Estas condiciones forman, pues, nuestro conjunto de condiciones limitadoras que, si se cumplen
durante la etapa de la elección, se considerarán prueba de la máxima aplicación de la regla, que se
considera prueba del máximo nivel de igualdad política y de soberanía popular. La maximización de
la igualdad política y de la soberanía popular en la etapa interelectoral exigiría:
8.1. Que las decisiones interelectorales estén subordinadas a las establecidas durante la etapa de
elección o que sean de aplicables a éstas, es decir, las elecciones controlan en cierto modo:
8.2. o que las nuevas decisiones del período interelectoral estén regidas por las 7 condiciones
anteriores, actuando, sin embargo, en circunstancias institucionales bastante distintas;
8.3. o ambas cosas.
- Las condiciones 2ª, 3ª y 6ª las cumplen con bastante exactitud algunas organizaciones.
-La 4ª condición según el autor no se da en ninguna organización conocida, al menos en grupos
grandes, pues el control de la comunicación está desigualmente distribuido.
Como las organizaciones humanas raras veces, llegan al límite establecido por estas 8 condiciones,
es preciso considerar cada una de ellas como el fin de un continuo o escala con el que podría
medirse cualquier organización. Si pudieran medirse cada una de las 8 escalas, sería posible
establecer clases arbitrarias, cuyo sector superior podría denominarse “poliarquías”.
V. Si estamos dispuestos a aceptar que la magnitud del acuerdo (consenso) sobre las 8 normas
básicas, podemos formular las siguientes hipótesis, comunes de la ciencia política:
1.- Cada una de las 8 condiciones de poliarquía aumenta al aumentar la amplitud del
acuerdo (o consenso) sobre la norma correspondiente.
2.- La poliarquía es una función del consenso sobre las 8 normas, si todas las demás condiciones
permanecen invariables… El consenso posee, como mínimo 3 dimensiones: el nº de individuos
que están de acuerdo, la intensidad de la convicción y el grado en que su manifestación se
ajusta a esa convicción. La magnitud de la coincidencia de criterios depende en la medida en
que la familia, la escuela, iglesias, prensa... Utilizan los procesos de socialización en favor de
las normas.
3.- La amplitud del acuerdo (consenso) sobre cada una de las 8 normas aumenta con el grado de
instrucción social en la norma.
4.- El consenso es pues una función de la instrucción social total en todas las normas. De las
hipótesis precedentes se deduce también que:
5.- La poliarquía es una función de la instrucción social total en todas las normas. Existen 3 tipos de
variable de instrucción: la instrucción favorable (o de refuerzo), la instrucción compatible (o neutral)
y la instrucción negativa. Estos 3 tipos de instrucción actúan sobre los miembros de la mayoría de
organizaciones poliárquicas en todas las organizaciones., pero hay pocos datos. ¿Por qué algunas
organizaciones sociales difunden una instrucción general sobre las normas y otras no?
6.- La instrucción social en las 8 normas aumenta con el nivel del consenso o acuerdo sobre las
elecciones posibles entre las alternativas políticas.
De la 5 y la 6 se deduce que:
7.- Con el consenso sobre las alternativas políticas aumenta una, o más de una, de las condiciones
de la poliarquía. Cuanto más desacuerdo haya respecto a las normas, más probable es que
alguno de los medios de instrucción social (familia o escuela) influya en algunos individuos en
normas opuestas
8.- El nivel de instrucción social en una de las 8 normas aumenta también con el grado de
acuerdo existente sobre ella.
A veces la relación entre poliarquía y diversidad social es confusa. A veces se oye: “la democracia
exige diversidad de opiniones”, y la diversidad de opiniones es un hecho de la sociedad humana en
todas las sociedades., y esto obliga a que las organizaciones posean medios para resolver los
conflictos. Debido a que es inevitable el conflicto sobre los objetivos en las organizaciones
humanas, son necesarias poliarquías para maximizar el bienestar humano. La diversidad de opinión
o el conflicto sobre objetivos es una condición necesaria para la poliarquía. Para ver si existe
relación entre diversidad y democracia diferenciaremos dos categorías:
A)”continuum” desde el consenso sobre los objetivos hasta la discrepancia. Y hay que dividir
entre coincidencia de objetivos políticos y objetivos no políticos
b) “continuum” que va desde la autonomía al control. Un grupo es autónomo en la medida en que
su política no está controlada por individuos exteriores a su grupo.
Ejemplo: Si el grupo A y el grupo B son autónomos entre sí en todas las políticas, no se da entre
ellos ninguna relación de gobierno, no pueden ser miembros de una misma poliarquía. Pero si A y B
no pueden ser autónomos en ninguna elección, entonces la poliarquía si es posible entre ellos y
puede aplicarse la regla de la mayoría para resolver el problema.
Se conoce bastante sobre las variables con las que se asocia la actividad política (En EEUU está
asociada positivamente con variables como el status socioeconómico, educación, expectativas…)
Sabemos que las masas que temía Madison (ignorantes, sin propiedades) son menos activos
políticamente. Los pobres en EEUU se privan de ellos mismos del derecho a votar por su tendencia
a la pasividad política. Como tampoco estos tienen acceso a recursos organizativos, financieros y
de propaganda que tanto influyen en las campañas electorales. Más vetado tienen el acceso al
control de la política gubernamental, por el acceso limitado a los recursos y por el sistema
madisoniano de contrapesos constitucionales.
VI. Son las relaciones que los politólogos necesitamos investigar, pero pueden haber más
relaciones cruciales, p.e. entre el grado de poliarquía y las estructuras de la personalidad
(autoritario, democrático) de los miembros de una organización. Es pronto para decir que se ha
establecido una correlación alta entre poliarquía y presencia de ciertos tipos de personalidad,
pero una instrucción social en las normas básicas debe basarse en parte , en la predisposición del
individuo. El compromiso de Madison entre el poder de las mayorías y el poder de las minorías se
apoyaba, en parte, en la existencia de frenos constitucionales a la actuación de la mayoría. La
teoría de la poliarquía, se diferencia del madisonianismo, en que la poliarquía se centra en
los requisitos sociales. Madison se mostraba indiferente a las condiciones sociales.
La naturaleza humana y la estructura social eran cuestiones que los hombres de la convención
daban por supuestas. Así la convención constitucional debía elaborar una constitución y no una
sociedad. Así que esa constitución debía estar en consonancia con la estructura social y con la
naturaleza humana, el respeto a los derechos naturales, en especial el de los selectos y de buena
familia. Se nos enseña a creer la necesidad de pesos y contrapesos constitucionales, pero damos
poca importancia a los sociales. Se deduce que la teoría de la poliarquía que en ausencia de
requisitos previos sociales, ninguna estructura constitucional puede producir una república no
tiránica. Pero existen requisitos sociales previos, pueden ser estos muchos más importantes para la
democracia. La teoría de la poliarquía indica que las variables primarias y cruciales que las que los
politólogos deben prestar atención son los sociales y no los constitucionales... Se dijo que la teoría
pluralista era formal y axiomática, que le faltaba información sobre el mundo real. Pues decía que
sólo es posible alcanzar la igualdad política y la soberanía popular con el principio de la mayoría.
La teoría de la poliarquía, una ordenación inadecuada, incompleta y primitiva sobre los
conocimientos sobre la democracia, se formula con la convicción de que algún día seremos
capaces de elaborar una teoría satisfactoria sobre la igualdad política.
Las mujeres suelen estar mejor representadas en los países desarrollados que en los que están en
vías de desarrollo, pero cuando se controla el nivel de desarrollo, la relación entre democracia de
consenso y representación legislativa femenina se debilita sólo ligeramente y continúa siendo
significativa al nivel del 1%.También es significativa la correlación existente entre la democracia de
consenso y la política de familia, un tema de especial interés para las mujeres. Aquí Francia es un
caso excepcional, pues pese a ser un sistema prácticamente mayoritario recibe unas de las
puntuaciones más elevadas en lo que se refiere a política de familia.
Igualdad política
La igualdad política es objetivo fundamental de la democracia y, por lo tanto, el grado de igualdad
política es un indicador importante de la calidad democrática. Es difícil medir directamente la
igualdad política, pero la igualdad económica puede servir como indicador, ya que la igualdad
política tiende a prevalecer en ausencia de grandes desigualdades económicas.
La democracia de consenso y la desigualdad medidas por medio de la relación ricos-pobres se ven
muy fuerte y negativamente relacionadas. Las democracias de consenso vuelven a ser las más
igualitarias.
Participación electoral.
Normalmente las elecciones presidenciales tiene mayor participación que las legislativas y
cuando los presidentes son elegidos por mayoría simple, normalmente en la 2ª vuelta hay más
participación que en la 1ª vuelta. La medida básica es el nº de votantes cómo % de la población en
edad de votar. La democracia de consenso y la participación electoral están correlacionados
positivamente, pero la correlación es sólo significativa al nivel del 10%. En cuanto a los diversos
controles: en primer lugar el voto obligatorio es más común en democracias de consenso que en
las mayoritarias. En 2º lugar, la participación se puede verse reducida a causa de la alta
frecuencia de elecciones, tanto en la Suiza consensual, como en la mayoritaria EEUU. En 3º lugar,
la participación suele ser mayor en los países desarrollados. Sin embargo, cuando se controla el
voto obligatorio y la frecuencia de las elecciones, así como el nivel de desarrollo, se refuerza el
efecto de la democracia de consenso sobre la participación electoral y es entonces significativa al
nivel del 1%. Con el establecimiento de estos controles, las democracias de consenso tienen un
porcentaje participación de aproximadamente 7,5 puntos por encima de las democracias
mayoritarias.
¿Puede el tipo de democracia afectar a la satisfacción de los ciudadanos con la democracia? Una
encuesta realizada entre 1995 y 1996 en muchos países se dio como resultado que los
ciudadanos de las democracias de consenso están más satisfechos con el cumplimiento
democrático en sus países que los ciudadanos de las democracias mayoritarias; la diferencia es
aproximadamente 17%. Un estudio anterior de 11 democracias europeas (Anderson y Guillory)
descubrió que cada uno de estos países, los encuestados que habían votado al partido o partidos
ganadores solían estar más satisfechos que los votantes de partidos perdedores. Las pauta global
descubierta por estos autores era que en las democracias de consenso las diferencias entre
ganadores y perdedores eran más pequeñas que en las democracias mayoritarias
Proximidad gobierno-votante.
En el típico sistema bipartidista los 2 partidos importantes suelen ser moderados, así el
programa político del gobierno suele ser cercano al grueso de los votantes. Una medida de
distancia entre gobierno y votantes es la distancia entre el gobierno en la escala izq-derecha y la
posición del votante mediano “distancia del gobierno”. La otra medida es el % de votantes entre el
gobierno y el ciudadano mediano “distancia del votante” Cuanto menores sean esas distancias,
más representativo será el gobierno de las preferencias políticas de los ciudadanos. Contrariamente
a la reivindicación mayoritaria, la distancia entre el gobierno y el votante es menor en las
democracias de consenso que en las mayoritarias.
Responsabilidad y corrupción.
Otra explicación: las democracias de consenso con gabinetes minoritarios suelen tener un apoyo
popular al gabinete relativamente bajo. El apoyo popular al gabinete se basa en votos reales y no
tiene en cuenta el voto estratégico (no preferencia real de los votantes). La conclusión general es
que las democracias de consenso tienen mejores resultados que las mayoritarias en todas
las medidas de calidad democráticas estudiadas, casi todas las correlaciones son
estadísticamente significativas.
Las cualidades democráticas analizadas hasta ahora deberían gustar a todos los demócratas:
mayor representación de las mujeres, mayores igualdad política, de participación electoral.. Además
el consenso democrático está asociado con otros atributos: una fuerte orientación comunitaria y
de conciencia social; Estas características están de acuerdo con concepciones más femeninas de
la democracia. (Capacidad de conexión, persuasión mutua en lugar de interés egoísta y búsqueda
del poder). Considerándose la democracia de consenso como un modelo más femenino y la
democracia mayoritaria como un modelo más masculino.
Existen 4 áreas de actividad gubernamental en que las cualidades de una mayor benignidad y
benevolencia de la democracia de consenso se suelen manifestarse más: el bienestar social, la
protección medioambiental, la justicia penal y la ayuda exterior. La hipótesis de Arend es que la
democracia de consenso se asociará con políticas más benignas, benévolas y generosas. Se
realiza un análisis de regresión bivariante del efecto de la democracia de consenso en 10
indicadores de las orientaciones de las políticas en estas cuatro áreas.
El primer indicador es el índice del estado de bienestar. La democracia de consenso tiene una
clara correlación positiva con los niveles de bienestar. Otro indicador del estatismo del bienestar es
el gasto social como % del PIB. La correlación con la democracia de consenso es de nuevo fuerte y
significativa y no se ve afectada cuando el nivel de desarrollo se controla. (Suecia 37% de gasto
social, Japón 12,4 %)
La actuación sobre el medio ambiente se puede medir por indicadores como las emisiones de
dióxido de carbono, el consumo de fertilizantes y la desforestación (Países bajos 77 puntos-
botsuana o puntos) las democracias de consenso puntúan más que las mayoritarias; así como por
la responsabilidad sobre el medio ambiente en el rendimiento energético, los países más
responsables con el M.A. producen mercancías y servicios con el más bajos consumo de
energía (el más alto Suiza, y el más bajo Trinidad. La correlación entre democracias de consenso y
rendimiento energético es muy fuerte (significativa al nivel del 1%).
En este análisis de regresión bivariante, la democracia de consenso está correlacionada con los tres
indicadores. Pero hay que introducir deferentes controles: en 1º lugar los países ricos pueden
permitirse dar más ayuda exterior que los países menos ricos. En 2º lugar los países grandes
tienen mayores gastos en defensa al asumir mayores responsabilidades militares que pueden limitar
sus deseos de ayuda exterior. Se han descubierto vínculos entre población y gastos en defensa En
conclusión, la democracia de consenso establece una gran diferencia con relación a casi todos los
indicadores de calidad de la democracia y con respecto a todas las cualidades de benignidad y
benevolencia. Además, cuando se introducen los controles apropiados, la diferencia positiva que
establece la democracia de consenso es aún mayor.
La Democracia no puede entenderse ni estudiarse sin conocer bien a los partidos políticos. Su
definición básica es que son asociaciones privadas que tienen como fin ocupar el poder
político. Los partidos políticos se diferencian de los grupos de interés por su objeto, ya que estos
tienen como fin influir sobre el poder político, no ocuparlo. La CC. Políticas desde sus orígenes
se ha analizado estos objetos de estudio. Son actores políticos que han evolucionado a lo largo de
los más de 200 años de historia a la que se han ido adaptando.
Los partidos han venido afrontando diversos retos y cambios que no han sido en su mayoría
detectados por los estudiosos. Por ello hay aún muchas preguntas que requieren más investigación
y análisis tanto teóricos como empíricos. En el último cuarto del pasado s. XX las transformaciones
sociales, económicas y culturales en las democracias occidentales han afectado en muchos
aspectos de las relaciones entre la sociedad y los ciudadanos, entre ellas la disminución de la
afiliación y de la identificación partidistas, cuando los partidos pierden el control sobre la opinión
pública en buena medida debido a la influencia de la revolución tecnológica. Otros factores que así
mismo, han contribuido al cambio en las relaciones entre la sociedad y los partidos se deben al
impacto de los procesos de descentralización introducidos en muchos sistemas políticos desde los
años 70.
La tercera ola democratizadora en diversas partes del mundo trae el renacimiento de partidos, la
reconversión de otros y la creación de nuevas organizaciones políticas, en contextos sin tradición
democrática. También ocurre en países democráticos.
En este contexto surgen debates sobre la nueva realidad de los partidos. Unos defienden la tesis de
las 3 ‘D’: declinar, decadencia y descomposición de partidos, y otros autores sostienen que
debe sustituirse por la de las ‘R’: remergencia, revitalización y resurgir de los partidos. Ambas
tesis pueden ser complementarias, pues muchos trabajos se han centrado en enfoques y métodos
rígidos y parciales. Los académicos más exhaustivos mezclan enfoques para captar la esencia de
muchos partidos existentes en el mundo, porque muchos modelos han coexistido. Ello exige
reexaminar críticamente las viejas tipologías, conceptos y presupuestos de los que parten y
aprovechar su posible utilidad para estudiarlos hoy.
Los partidos como organizaciones que canalizan las demandas de los ciudadanos y les
representan ante el Estado, han evolucionado y se han adaptado a los cambios de la sociedad. A
lo largo de su breve historia, estas transformaciones han sido criticadas a posteriori y se han
cuestionado estos cambios e incluso de la democracia representativa, en ocasiones por sectores
minoritarios y en otros momentos y lugares apoyadas de forma mayoritaria. En la actualidad han
entrado en el debate 3 tipos de propuestas críticas:
-La forma alternativa más radical e incompatible con el actual modelo de democracia, sería la
participativa.
Parte de la opinión pública occidental, quizá al amparo del cinismo post-materialista, considera la
democracia como la mejor forma de gobierno, pero el grado de satisfacción con ella es relativo y la
actitud ante los partidos y los políticos suele ser cada vez más crítica. Esta postura ambivalente
acerca de estos actores políticos no tiene los riesgos de las posturas antidemocráticas que
existieron en el siglo XX, ya que existe un gran consenso sobre la democracia tal como la
entendemos hoy. Las críticas mayoritarias de hoy a esta forma de gobierno y a sus actores
individuales (políticos) o asociados (partidos) no plantean alternativas como las ya citadas que se
formularon e institucionalizaron durante el siglo XX.
Voces críticas. Algunos autores sostienen que unas críticas proceden de determinadas posiciones
ideológicas (e.j. de defensores del individualismo a ultranza o nostálgicos de un determinado orden
político). Otras tienen su origen en la defensa del modelo anglosajón de gobierno basado en el
bipartidismo.
Algunos autores como Daalder argumentan que las posiciones que sostienen la crisis de los
partidos tienen un origen diverso, posiciones que no se pueden separar de las convicciones que
este autor holandés tiene del sistema político de su país. Una de las tesis críticas procedería de los
nostálgicos de un determinado orden político, vinculado al origen de la representación política en
Reino Unido a finales del XVIII, cuando los delegados dependían de una parte restringida de los
ciudadanos que eran votantes individuales. Estas críticas rechazan a los partidos a pesar de que
Hume y Burke los legitiman al defender al representante que llenarían la fractura entre los
delegados individuales y el creciente número de votantes.
Otras críticas parecidas surgen de individualistas que consideran que los partidos son
organizaciones tiránicas y antidemocráticas. Ven a los partidos como la subordinación de los
individuos a la organización o a los líderes. Advierten del riesgo del ‘Estado de partidos’, tanto los
individualistas como los defensores del poder del Estado. Rechazan el mandato representativo.
Para que los partidos existan y tengan legitimidad se necesita que los ciudadanos acepten que
todos votan en igualdad para promover el interés nacional, sobre los intereses o principios
particulares que el gobierno descanse en los que Shumpeter llamó ”la contienda competitiva por
el voto de la gente”
Otro grupo de críticas hacia los partidos se fundamentan en las tesis de la superación de los
partidos como actores políticos esenciales. Según esta tesis una vez que los partidos han
logrado movilizar y alinear a los diversos grupos de ciudadanos en el cuerpo político con la
extensión del derecho a voto, estas organizaciones perderían su razón de ser. Algunos analistas
sostienen que, cuando se ‘descongela’ el sistema de partidos (años 60) en un contexto de grandes
transformaciones de las sociedades europeas, los partidos solo buscarían maximizar votos y se
convierten en una fuerza de mercado.
Otras tesis que defienden el declive de los partidos estuvieron influidas por los cambios en la
teoría democrática. Consideran que los grupos sociales y la acción colectiva serían los
sustitutos de los partidos como agentes de representación. La función mediadora de los
partidos sería sustituida por el pluralismo corporativo a través de agencias estatales, grupos de
interés especializados o de mecanismos de democracia directa (referenda, teledemocracia…)
A partir de los 70, la Ciencia Política se especializa y se segmenta. Los partidos se estudian
vinculados a diversas corrientes teóricas, lo que determinó el diseño de diversas tipologías,
centradas en los factores que habrían influido en su quehacer: dimensiones electorales, vinculación
territorial, su organización, sistemas de partidos o la formulación e implementación de políticas.
Mair sostiene que durante los 60 se aplica al estudio de los partidos el enfoque estructural funcional
coincidiendo con la institucionalización definitiva de los partidos en Europa y el desarrollo en nuevas
democracias en Asia y África tras la descolonización. Este enfoque permitiría comparar las
funciones de los partidos en escenarios institucionales y sociales diversos. Esta aproximación falló
por diversas razones, como el etnocentrismo de algunos estudiosos. Simultáneamente se aplica el
enfoque racionalista al caso norteamericano centrado en los partidos de gobierno ‘responsables’
ante sus votantes en el mercado político, en el que los políticos compiten por los cargos
públicos. Estos estudios tienen poco éxito porque presumen que los actores actúan racionalmente
todo el tiempo y con el único objetivo de ganar elecciones, lo que supone una excesiva reducción
del papel de los partidos.
Entre este tipo de investigaciones merece destacarse las realizadas por quienes identificaron el
modelo de partido cartel, resultante de la evolución y adaptación en el final del siglo XX. Katz y
Mair explican la evolución sufrida por las relaciones entre las 3 caras de la organización de los
partidos (militantes, organización central y cargos públicos).
En la etapa inicial de sufragio censitario funcionaban los partidos de cuadros, que carecían en la
práctica de organización central, ya que estaba integrada por quienes estaban en el Parlamento, es
decir, los cargos públicos. La esencia de este tipo de partido elitista son los diputados, con recursos
propios para acceder al Parlamento, sin necesidad de apoyos de una organización central.
Recordar que en estos momentos se asiste a la pugna del poder legislativo por restringir el poder
real.
Los ‘militantes’ eran los grupos sociales locales también con recursos, lo que les habilitaba para
tener reconocido el derecho de sufragio restringido. A finales de siglo se conforma en el Sur de
Europa una versión propia de este tipo de partido (caciquismo en España, transformismo en
Italia) con unas relaciones entre los diputados y sus distritos. En todo caso este tipo de partido no
dista mucho del que existe en otras partes de Europa, o del continente Americano en aquel siglo.
Los cambios que se producen cuando comienza a extenderse el derecho de sufragio afectan
también al modelo de partido. La necesidad de movilizar a los nuevos electores y conseguir
recursos para ganar las elecciones requiere establecer una relación entre la organización central y
los militantes. La oficina central proveerá la ideología y la organización formal para los
militantes gracias a profesionales de la política dedicados a estas actividades con dedicación
exclusiva. Esta ‘cara’ será la dominante, ya que además de coordinar y controlar las organizaciones
territoriales, dirige a los militantes, quienes sostienen financieramente la sede central.
Este modelo de partido muestra rasgos diferentes en unos casos por la influencia del poder central
como en España o a la presencia de fuertes líderes sindicales en dicha organización central, como
en el caso de GB. Este modelo fue seguido por el llamado partido de masas, que aparece a
principios del XIX, vinculado a la extensión del derecho de voto y a ciertos grupos de presión como
los sindicatos o la Iglesia católica. Dada la precariedad de las condiciones de vida de las
sociedades, los partidos desempeñaron funciones sociales.
Entre los factores que más influyen en el desarrollo del ‘partido atrapalotodo’, debemos señalar
los cambios en la sociedad (económicos, culturales, tecnológicos) que tienen como consecuencia la
dificultad para encapsular a las nuevas clases medias y la necesidad que tienen los líderes y las
organizaciones centrales para satisfacer las demandas ciudadanas. En este modelo y a diferencia
de lo que ocurre en los dos anteriores, las relaciones son más conflictivas y afectan a las tres
caras. En el modelo atrapalotodo es difícil determinar cómo se jerarquizan y ordenan las relaciones.
En el de cuadros dominan los cargos públicos.
Estamos ante un nuevo tipo de organización política que culmina en el denominado ‘partido cartel’,
modelo según el cual el partido que ocupa cargos en las instituciones públicas domina a las
otras. El partido cártel, o moderno partido de cuadros y también llamado partido electoral-
profesional, tienen como principal indicador de las nuevas relaciones de poder la distribución
y uso de la creciente financiación pública. Al principio estaba sólo reducida al grupo
parlamentario y a medida que estos recursos aumentan llegan también a la oficina central y en
menor medida a las organizaciones territoriales. El incremento de recursos materiales procedentes
de la financiación pública, favorece también el aumento de los medios humanos. Ello permite tanto
la contratación de asesores en las instituciones públicas, pero también en las oficinas centrales,
algunos de ellos externos. Este sería el caso de los profesionales de la publicidad, que sustituirían a
los burócratas del partido. Estas prácticas despolitizarían parcialmente tanto la organización central
como el partido de los militantes, otorgando al líder mayor autonomía para ganar nuevos electores.
Estas políticas suponen al menos 2 tipos de reto vinculados, por una parte medir el impacto
electoral dirigido a ampliar el techo electoral, pero al tiempo mantener movilizados a los electores
propios.
Los partidos cartel están más profesionalizados y orientados hacia afuera a partir del partido en los
cargos públicos, como de la organización central que responden a las demandas de los líderes del
partido en el parlamento y en el gobierno. La mejor forma de identificar este modelo de partido cártel
es el acceso de la mayoría de los partidos a los gobiernos y su consiguiente ‘parlamentarización’ y
‘gubernamentalización..
En la práctica esta cara del partido es inseparable de las otras dos. La militancia se ha ido
disminuyendo desde los años 80 debido a múltiples factores, entre otros, la sensación de pérdida
de protagonismo. Al tiempo muchos partidos se habrían democratizado, abriendo a los militantes la
toma de decisiones, la selección de candidatos, en contraste con etapas anteriores y también
ocupando cargos de asesoría. Otras formaciones no se molestan en conseguir nuevos afiliados
asemejándolos a los antiguos partidos de cuadros.
Entre ambos extremos, algunos partidos combinan políticas para aprovechar a los militantes, con
reconocimiento de los simpatizantes y de los asesores profesionales. Esta solución mixta se debe a
la dificultad de realizar reformas profundas, porque además la democratización interna legitima al
líder y demás cargos públicos y porque, y no está demostrado que se pueda prescindir totalmente
de la militancia. Esto último se pone de manifiesto al comprobar como los requisitos para afiliarse se
han simplificado (internet). De esta forma, la hipotética pérdida de peso del partido en la base se
compensa con su mayor protagonismo e incentivos, como la creciente autonomía de las
organizaciones locales en la selección de candidatos y la definición de ciertas políticas territoriales.
Esta solución está relacionada con el proceso de descentralización política introducida en la
mayoría de las democracias y por tanto a la creación de instituciones representativas y de gobierno
subnacionales. Ello incentiva a los militantes y organizaciones territoriales de los partidos para
acceder a los citados gobiernos multinivel, que gozan de mayor descentralización para acceder a la
información y para tomar decisiones, lo que por otra parte dificulta la cohesión interna de los
partidos. Así, el escenario político es más competitivo y la toma de decisiones más multilateral,
compleja y flexible. También es más difícil contar con la lealtad e identificación entre representantes
y representados de épocas anteriores
Cabe preguntarse si existe una única forma de organización o si hay un modelo ideal de partido.
La respuesta sería no. Los partidos responden a modelos originarios, influidos después por
aspectos sociales, económicos e institucionales diversos. Los partidos se adaptan a las
necesidades de las democracias contemporáneas y a las necesidades e incentivos de los partidos
en los cargos públicos. Los cambios del entorno que más han influido en el proceso de adaptación y
que han sido más estudiados son los relativos al sistema electoral. El origen y desarrollo de los
partidos se relaciona a la extensión del sufragio por lo que se hizo necesaria la burocracia partidista
para forjar la relación y comunicación con los electores cada vez más extenso. Después la
introducción del voto de lista incrementó el protagonismo de los partidos en el proceso de
reclutamiento de las candidaturas que debían integrar la pluralidad de la numerosa militancia.
La influencia de los partidos disminuye cuando entran en escena los nuevos medios de
comunicación que adquieren un gran protagonismo en la campaña electoral, sustituyendo a la
prensa de partido elaborada por la burocracia partidista. La financiación pública anula la
dependencia de los partidos de la contribución de sus militantes. En este contexto (estado del
bienestar, mejores comunicaciones), los partidos pierden sus tradicionales bases humanas y se
incrementa la competencia interpartidista para captar electores.
Los electores quieren que los diputados representen sus intereses (los de un sector en concreto).
Pero también critican que defiendan los de ‘otros’ y pretendan que formulen políticas coherentes
para conseguir el interés general. También cuestionan los liderazgos fuertes o los políticos
profesionales, pero así mismo quieren lo contrario, partidos sólidos sin tensiones internas y que los
políticos sean eficaces en las instituciones representativas. Todavía hay pocos estudios que
respondan adecuadamente al origen y consecuencias que tienen para las democracias la
desafección política y las posturas ambivalentes que los ciudadanos tienen hacia los partidos y
políticos.
Es necesario reforzar la educación cívica y los valores democráticos entre los ciudadanos y
reflexionar sobre los efectos de la falta de identificación partidista. Una perspectiva complementaria
acerca de la adaptación de los partidos a los cambios externos, plantea la pregunta de si estos no
habrían sido simples agentes pasivos de la transformación citada, sino impulsores de la misma.
Sostienen p.e. que han sido los gobiernos quienes aprobaron la financiación pública, el acceso a los
medios de comunicación, y en la practica, la menor identificación partidista habría sido propiciada
por los partidos, para evitar la presión de sus militantes y votantes. Es decir, que al reforzar la cara
del partido en los cargos públicos y el desarrollo del partido cartel habría conseguido mayor
autonomía de este modelo de organización política respecto de los anteriores. Pero esta idea
necesita verificar si la mayor autonomía de los partidos respecto de las otras caras, no se habría
visto substituida por la de los electores. Cuando los partidos no siguen los dictados de la sociedad
son desalojados del poder, como respuesta al clásico dilema democrático: gobernar siempre a
favor de la opinión pública o tratar de hacer pedagogía mediante nuevas perspectivas que
modifiquen esas referencias cuando los cambios del contexto social y político así los exijan.
En los sistemas políticos democráticos actuales, basados en el pluralismo, los partidos se han
convertido en el principal instrumento de participación política y en canales para expresar este
pluralismo en las instituciones. Son los partidos políticos los que transforman el pluralismo
social en pluralismo político y los que, por su condición de mediadores entre la sociedad civil y
el Estado, tienen la obligación de procurar que el pluralismo político esté presente en las
instituciones. Los partidos políticos tienen su razón de ser en los regímenes políticos basados en un
sistema de representación. En ellos, gracias al apoyo popular en el sufragio, los partidos pretenden
obtener una representación parlamentaria suficiente para poder realizar un proyecto político
determinado, un programa político global para toda la sociedad. Por esta razón, el objetivo
principal de cualquier partido es conseguir poder político, considerándolo como un instrumento
de transformación y mejora de la sociedad. Para conseguir ese poder, los diferentes partidos deben
enfrentarse pacíficamente para obtener el apoyo social. Las elecciones ha evolucionado: por un
lado se han democratizado, y por otro han pasado de defender rígidamente ideologías a
defender aspectos más concretos “issues” que tienen menos carga ideológica.
Desde su origen en la Europa Occidental del siglo XIX hasta la actualidad, los partidos han
evolucionado paralelamente a la sociedad. Los partidos todavía siguen siendo los instrumentos
principales de representación de la voluntad política en las sociedades democráticas.
Podríamos calificar de “partido político” a una asociación de individuos unida por la defensa
de unos intereses, organizada internamente mediante una estructura jerárquica, con afán de
permanencia en el tiempo y cuyo objetivo sería alcanzar el poder político, ejercerlo y llevar a
cabo un programa político.
Las sociedades libres se caracterizan por la existencia de más de un partido. Un partido político es
una asociación de individuos que defienden unos intereses concretos, intereses que se enmarcan
dentro de una determinada ideología o concepción del mundo. Los partidos canalizan, y dan
expresión política a los intereses sectoriales, a las ideas y a los valores de una parte de la sociedad.
Sin embargo, ello no significa que los partidos políticos establezcan una única relación vertical con
una determinada clase social o que cada clase social cree su propio partido político. Esto era
frecuente en la 1ª mitad del XX. Actualmente casi todos los partidos son de composición
plural, agregan intereses, elaboran programas políticos para el conjunto de la sociedad e
influyen más o menos en beneficio de intereses sociales concretos.
Todo partido político tiene una organización estable que vincula la militancia de los diversos
territorios donde el partido está presente electoralmente (organización territorial) y de aquellos
ámbitos sociales o profesionales que son más relevantes para los intereses a defender
(organización sectorial). Esta estructura organizativa, implica la existencia de una red de
relaciones entre cúpula y base articulada jerárquicamente, mediante una elite dirigente
reducida y de un grupo más amplio de miembros que son dirigidos.
La aparición de los partidos políticos se produjo con el desarrollo del parlamentarismo y con la
ampliación del sufragio, antes no existían partidos políticos, tal y como los hemos definido hasta el
siglo XIX, es decir, hasta la transformación del Estado liberal en democracia política. Los primeros
países donde se crearon partidos políticos fueron los que tenían un sistema político liberal: algunos
países europeos y EEUU. La instauración de regímenes liberales llevó al desarrollo del
parlamentarismo, es decir, la existencia de unos representantes de la sociedad encargados de
sustituirla y expresar la voluntad de toda la colectividad, así como la vinculación entre la mayoría
parlamentaria y el gobierno. En los parlamentos los representantes se juntaron en diversos grupos
(los grupos parlamentarios) bajo la dirección de líderes para actuar conjuntamente en defensa de
unos intereses determinados: regionales, profesionales, intelectuales… pero, sobre todo,
ideológicos. El proceso de creación de grupos parlamentarios fue, pues, un paso previo a la
creación de los partidos políticos. (Inglaterra. XVII Partido Whig o Partido Liberal: “libertad
política y religiosa” y tories “conservadores”)
Las principales funciones de los partidos políticos pueden sintetizarse en las siguientes (González
Casanova):
a) Socialización política y creación de opinión. Los partidos políticos presentan unos
determinados programas políticos a la sociedad, que tienen mayor o menor carga ideológica y que
proporcionan a los individuos más criterios para analizar los problemas sociales y ayudan a formar
opinión pública o consolidarla. Históricamente la socialización política fue usada por partidos de
izquierda que querían cambiar el modelo de sociedad, usando canales como prensa de partido,
locales (ateneos, casas del pueblo…). Hoy en día estos canales han sido substituidos por los mass
media. En la actualidad, la función de socialización política, así como la de movilización de la
sociedad, ha perdido importancia.
b) Armonización de intereses. Los programas de gobierno de los partidos políticos también sirven
para armonizar los intereses de los diversos sectores sociales en la medida que pretenden
consolidar un programa más homogéneo, global, amplio, para reducir la fragmentación social que
puede ser causa de ruptura o desestabilización del sistema político. Así, pasaron de defender
programas sectoriales a la defensa de valores muy generales
c) Formación de élites políticas. Los partidos políticos son la cuna de gran parte de la elite política
de las sociedades democráticas, sean las elites de los mismos partidos o las elites parlamentarias,
gubernamentales y locales. Los que pertenecen a tales elites suelen ser individuos formados o
relacionados con un partido político. Actualmente es casi imposible lograr el apoyo electoral
necesario para poder ocupar un escaño sin la ayuda de la estructura organizativa, económica y
programática de un partido político.
d) Canalización de las peticiones de la población hacia los poderes. En el momento que los
electores, a través del derecho de sufragio, indican la opción política a la que prestan su apoyo,
convierten los partidos en canales de expresión política, en representantes de sus intereses y en
instrumentos que sirven para impulsar estos intereses hacia las instituciones públicas.
e) Reforzamiento y estabilización del sistema político. Todos los partidos políticos, tanto si están
en el gobierno como en la oposición, tienen la función de reforzar el sistema político, convertirlo en
estable y asegurar así, su propia continuidad. La excepción a esta regla es los denominados
partidos antisistema.
Se han realizado muchas clasificaciones de los partidos políticos. Las que más han influido desde la
perspectiva de la ciencia política son la de Maurice Duverger y Stein Rokkan.
- Clasificación de Duverger.
Para realizar su clasificación, Duverger se ha centrado en el aspecto organizativo de los partidos y
ha efectuado una distinción entre partidos de masas y partidos de cuadros.
Los partidos de cuadros o de notables serían aquellos que aparecieron históricamente 1º y
estarían muy ligados a la actividad parlamentaria. Puesto que cuando se formaron todavía existía el
sufragio censitario y la participación en los asuntos públicos estaba limitada, estos partidos no
priorizaban el reclutamiento de militancia sino que eran selectivos y se componían exclusivamente
de personas con prestigio, recursos económicos o influencia. La estructura organizativa de tales
partidos era muy descentralizada: los notables de cada distrito tenían una gran capacidad de
maniobra y financiaban la actividad del partido en su área de influencia. Los partidos de notables no
tenían una ideología marcada, sino que defendían intereses determinados sectoriales o
personales. Con la introducción del sufragio universal y la aparición de los partidos de masas, estos
partidos tuvieron que modificar su estructura para dar cabida a unas masas que ya empezaban a
ser protagonistas del proceso político. Mantuvieron unos dirigentes que se articulaban en una red
de notables, pero empezaron a contar con el apoyo de sectores más amplios de la sociedad.
A medida que se fue ampliando el derecho de sufragio aparecieron los partidos socialistas. Los
partidos socialistas orientaron su organización hacia la participación masiva de todos aquellos
sectores que hasta entonces habían estado marginados del sistema político y que ahora tenían la
posibilidad de influir en el mismo. Este modelo de organización, abierto a la participación, es el
propio de los partidos de masas. Tales partidos reclutaban masivamente nuevos miembros, entre
otras razones porque ello les permitía financiarse mediante el sistema de cuotas de los afiliados.
Ello comportó que individuos con una preparación escasa o nula entraran en el partido, individuos
que el mismo partido se encargaba de educar y reciclar políticamente. Partidos muy cercanos
ideológicamente, disciplinados, jerarquizados y centralizados, muy activos y organizados que
necesitaba de la dedicación exclusiva al partido de una parte de la militancia, lo que comportó el
nacimiento de una burocracia con tendencias oligárquicas en el seno de los mismos.
A la distinción efectuada por Duverger sería necesario añadir un nuevo tipo de partido político,
definido por Otto Kirchheimer, el denominado catch all party. Según Kirchheimer, después de la
IIGM, con la aparición del Estado de Bienestar, la reducción de las diferencias de clase, la
legalización y constitucionalización de los partidos políticos, la financiación estatal de los mismos, la
aparición y desarrollo de los medios de comunicación de masas y con el inicio de una época de
desideologización y el abandono progresivo de una lucha política de clases muy marcada, surge en
la vida política este tipo de partido. El catch all party, como su nombre indica, es un tipo de partido
que tiene como finalidad conseguir el máximo nº de electores, lo que lleva a minimizar sus
rasgos ideológicos. Puesto que, desde un punto de vista ideológico, la sociedad es muy plural, para
lograr el máximo nº de votos y contar con mayor apoyo electoral, estos partidos no pueden
mantener una línea ideológica restrictiva sino que tienen que dirigirse a sectores muy amplios y
diversos, diluir tanto como les sea posible sus características ideológicas y elaborar un mensaje que
pueda ser aceptado po r buena parte de la sociedad. La obsesión por el éxito electoral de estos
partidos es evidente si se considera el reforzamiento y la promoción de sus líderes, sus intentos de
controlar al máximo los medios de comunicación, su voluntad de mantener contactos con distintos
grupos de presión, el modo en que potencias su aparato propagandístico, y la elaboración de
programas que son muy generales e incluso ambiguos con el objetivo de que puedan ser
interpretados satisfactoriamente por todos aquellos sectores sociales que el partido quiere captar.
Son, pues, partidos populares, generalmente grandes, que priorizan el voto, rechazan la idea de
un electorado de clase y, así, pretenden mantenerse en el poder o llegar a él.
- Clasificación de Rokkan.
Rokkan basa su tipología de los partidos en los ejes de conflicto o cleavages sociales que se
producen paralelamente al proceso de formación de los estados nacionales y a la revolución
industrial. Él está convencido de que los grandes conflictos políticos históricos han influido en la
creación de los partidos políticos actuales. Rokkan señala 4 ejes de conflicto, los 2 primeros
debidos al proceso de formación de los Estados nacionales y los dos segundos a la revolución
industrial, de los cuales seguirían 8 tipos de partido.
-Un 1º eje de conflicto sería el que se produce entre el centro y la periferia, entre las elites
políticas de los nuevos Estados que quieren unificar la sociedad e imponerse a la periferia y los
grupos sociales de la periferia que quieren mantenerse fieles a sus pautas de identidad, lo que lleva
a la aparición de partidos centralistas de ámbito estatal y de partidos de ámbito territorial más
reducido, con voluntad regionalista, autonomista o independentista.
Un 2º cleavage hace referencia a las relaciones entre Iglesia y Estado, que comporta la aparición
de partidos confesionales y de partidos aconfesionales o laicos.
El 3º eje de conflicto, provocado por la industrialización, que se produce entre la ciudad y el
campo que comporta la aparición de partidos urbanos defensores del sector primario.
El 4º y último cleavage separa el trabajo asalariado y el capital con la creación de partidos
defensores de los propietarios y de partidos defensores de los trabajadores.
2 El concepto de institucionalización:
-El grado de autonomía en relación con el ambiente que rodea la organización. La organización
mantiene un intercambio de recursos (RR.HH., materiales…) con su entorno, quien controla ese
intercambio dispone de autonomía. A mayor autonomía, mayor institucionalización.
-El grado de sistematización, es decir, la interdependencia entre las diversas partes de la
organización. Existirá un grado bajo de sistematización si las subunidades internas de la
organización tienen mucha autonomía, lo que permitirá que estas controlen la financiación y el
intercambio con el entorno. Un mayor grado de sistematización implica una fuerte interdependencia
entre las diversas subunidades. A mayor sistematización, mayor homogeneidad organizativa, y
a menor sistematización, mayor heterogeneidad organizativa. Así, a una mayor sistematización
comporta una institucionalización mayor. Esto baremos están relacionados, pues si le grado de
sistematización es bajo, el de autonomía también lo será, mientras que un alto grado de
sistematización dependerá de una mayor autonomía respecto al entorno.
Una institucionalización débil será una organización frágil y poco cohesionada, falta de
interrelación, actuación autónoma y heterogénea de las diversas subunidades organizativas, una
financiación discontinua e irregular. Una institucionalización débil tendrá élites poco
cohesionadas, divididas y la presencia de grupos internos organizados. Por el contrario, una
fuerte institucionalización comportará unas élites cohesionadas unidas y la existencia de grupos
internos poco organizados.
El proceso de constitucionalización de los partidos ha sido un largo proceso que les ha permitido
salir de la clandestinidad y ser reconocidos como pilares de los sistemas democráticos. En el primer
1/3 del XX, había división respecto a la necesidad de una regulación constitucional de los partidos
políticos. El principal defensor de su regulación fue el jurista austríaco Hans Kelsen, quien, además
de defender la necesaria existencia de los partidos y su centralidad en los sistemas políticos de
“democracia real”, consideraba que la falta de regulación de los mismos era un obstáculo para
la democratización de los propios partidos.
No fue hasta después de la II GM, a medida que se afianzaron los sistemas democráticos, cuando
la figura de los partidos políticos empezó a ser introducida en unas constituciones discutidas y
elaboradas por los propios partidos. La racionalización del Estado, visible en las nuevas
constituciones democráticas, permitió que los partidos políticos, legitimadores de los sistemas de
democracia representativa, dejasen de estar al margen del derecho. Sobre todo, fue en aquellos
países que habían tenido regímenes fascistas donde se introdujo 1º la figura de los partidos en la
Constitución, como sucedió, por ejemplo, con la constitución italiana de 1947 y la alemana de 1949,
que recogían la libertad de asociación y de creación de partidos políticos como un elemento básico
para la formación de la voluntad política. Posteriormente, el reconocimiento constitucional de los
partidos políticos se extendió al resto de constituciones europeas y se crearía lo que se denomina
un “Estado de partidos”, es decir, un nuevo Estado democrático y representativo en el que la
relación de representación basada en los partidos políticos. García Cotarelo ha analizado cómo
en los países anglosajones los partidos son dejados al amparo de las relaciones privadas libres,
a excepción de una ley que regula sus aspectos más importantes y cómo en los países de
tradición jurídica basada en el derecho romano se tiende a una mayor regulación.
En primer lugar, las constituciones que hacen referencia a los partidos políticos, reconocen su
importancia política y social para la expresión del pluralismo político y para la formación y la
manifestación de la voluntad popular, y su carácter de instrumentos fundamentales para la actividad
política (art. 6 CE). En 2º lugar, existen constituciones que limitan la libre creación de partidos
políticos, aunque sea indirectamente a través de un régimen general de asociaciones (prohibición
de crear asociaciones secretas, paramilitares o que persigan fines o utilicen medios tipificados como
delitos, art. 22 CE.) En último lugar, existen preceptos que exigen que los partidos políticos respeten
la democracia y que su funcionamiento interno sea también democrático.
La afiliación a los partidos ha disminuido en los últimos años por varias causas: la aparición el
Estado del Bienestar, homogeneización de las condiciones sociales que han enfriado las luchas
entre los partidos que requerían muchos militantes y la participación de estos; también el hecho de
que la principal financiación de estos sea pública, no dependiendo de los afiliados, también los
militantes han dejado de ser los protagonistas de la función socializadora y de captación de votos
por los partidos, debido , en parte a la aparición de los medios de comunicación de masas y la
potenciación de la figura de los líderes. La opinión pública parece tener una visión cada vez más
negativa de los partidos políticos (abusos de poder, financiación ilegal…)
b) La sección. Típica de los partidos socialistas, pero adoptada también por la mayoría de partidos
de masas. El objetivo de las secciones es reclutar el máximo nº de militantes, los cuales entran a
formar parte de la sección que les corresponde según su lugar de residencia. El ámbito de
actuación de la sección es el distrito o el municipio. La sección desarrolla una intensa actividad
política. Cada sección, dado el elevado nº de miembros que la componen, tiene una organización
interna estable, a la vez, de una estructura mucho mayor de forma piramidal, la de todo el partido.
La sección no está tan descentralizada como el comité, pues la sección depende de sus órganos
superiores y se relaciona con más con las otras secciones.
c) La célula. Prácticamente en desuso hoy en día. Organización de base propia de los partidos
comunistas, agrupa a sus afiliados según el lugar de trabajo o profesión. El objetivo de la célula no
es electoral sino de agitación, propaganda y formación política en el ámbito profesional, por lo que
tiende a actuar conjuntamente con los sindicatos.
d) La milicia. Propia de los partidos fascistas. Lo que caracteriza a la milicia es una estructura
militar absolutamente jerárquica. (Símbolos: banderas, escudos, uniformes, himnos…).Nº de
individuos reducido, y el objetivo es derribar al régimen democrático. Este tipo de organización casi
ha desaparecido.
La vida de los partidos depende cada vez más de lo que deciden sus órganos de dirección y no
del debate y la discusión de sus afiliados. La centralización y concentración del proceso de toma de
decisiones en un órgano director reducido y el hecho de que este proceso no se efectúe desde los
niveles inferiores a los superiores puede dar lugar a la existencia de tendencias oligárquicas y
prácticas antidemocráticas, algo que es grave si se considera que una de las funciones de los
partidos políticos es la de mecanismo de legitimación de los sistemas democráticos. En muchas
ocasiones los partidos deben tomar decisiones con urgencia, por ello los que discuten y deciden
son los órganos de dirección centrales.
Existen otros motivos que dejan en 2º plano la discusión política de sus afiliados. Michels “Ley de
hierro de la Oligarquía”: Los líderes de partido se rodean de un pequeño nº de personas que le
son fieles y que constituyen una élite que decide la estrategia y la práctica del partido. Los
dirigentes de los partidos suelen ser gente preparada, los únicos que pueden dirigir el partido de
manera eficaz dado que la mayoría de los afiliados no disponen de preparación suficiente para
hacerlo (incompetencia de las masas “michels”). Esto hace necesario el liderazgo. Esta “coalición
dominante” controla las relaciones del partido con su entorno, los canales de información y
comunicación de partido, financiación, reclutamiento…
El liderazgo, la división del trabajo, la oligarquía, son fenómenos que ponen en peligro la
democracia interna de los partidos políticos. Los partidos se presentan como organizaciones
aparentemente democráticas, pero en el fondo son organizaciones con elementos “meritocráticos”.
El nivel de oligarquía en los partidos políticos no solo depende de su ideología, sino también de su
tamaño. Son los partidos más grandes y con mayor presencia en las instituciones los que tienden a
otorgar un poder mayor a sus líderes y a tener un funcionamiento interno menos democrático. En
términos ideológicos, puede observarse que los partidos conservadores son los que tienden más a
las prácticas oligárquicas, mientras que los partidos de izquierda son menos propensos a ellas o, al
menos, más inclinados a desarrollarlas de un modo más encubierto.
El poder de la cúpula dirigente se intenta reforzar por medio de los congresos o asambleas,
promoviendo que se aprueben líneas de actuación definidas previamente por los líderes,
procurando que salgan elegidos delegados poco conflictivos o continuistas, o filtrando las
enmiendas a los documentos redactados por la dirección. En resumen, el control democrático en el
interior de los partidos es muy escaso y los líderes tienen un gran margen de discrecionalidad para
orientar política y estratégicamente al partido sin tener que hacer demasiadas consultas ni
concesiones al conjunto de los afiliados. Incluso cuando los líderes agotan su vida política, son ellos
mismos quienes acostumbran a elegir a sus sucesores por la vía de la cooptación y no a través de
la consulta y elección por parte de las bases.
En los partidos que tienen responsabilidades de gobierno, las decisiones sobre el programa de
partido se toman lejos de los militantes; desplazándose desde las élites del partido hacia las élites
de la administración. La actuación del partido la definen los cargos políticos de dentro de la
administración.
Los partidos políticos como cualquier asociación, necesitan recursos económicos, a medida que
los partidos fueron ganando protagonismo en el sistema político adoptaron un funcionamiento
empresarial, dando más importancia a las elecciones, marketing, propaganda política, necesitando
cada vez mayores recursos. Actualmente un partido con recursos escasos está condenado al
fracaso electoral. Necesitan mantener sus estructuras organizativas (locales, edificios, personal…).
La capacidad financiera para cubrir todos esos gastos es vital para conseguir buenos resultados
electorales y alcanzar el poder político. El origen de la financiación de los partidos puede ser
privado o público. Por lo que respecta a la financiación privada, esta se compone en primer lugar
de las cuotas que los afiliados pagan periódicamente. Actualmente, en plena crisis de afiliación,
las cuotas que pagan los afiliados son por lo general muy escasas y a menudo irregulares.
Una 3ª vía de financiación privada son los beneficios que los partidos obtienen de la gestión de
empresas o negocios y de la explotación de su propio patrimonio. Los partidos también
obtienen ingresos a través de fiestas, loterías, sorteos, etc.
Una última vía de financiación privada son los préstamos y créditos que los partidos obtienen de
las entidades bancarias, sobre todo en periodos previos a la celebración de elecciones. Pero la
principal vía de financiación de los partidos políticos es la pública (subvenciones estatales
según resultados electorales obtenidos a fin de financiar la campaña electoral y pagar los gastos de
la actividad parlamentaria, también parte del sueldo de los cargos públicos pueden convertirse
en fuente de financiación del partido. Los partidarios de la financiación pública consideran que esta
garantiza la estabilidad de los partidos y el sistema político, evita desigualdades entre las fuerzas
políticas e dificulta el recurrir a métodos de financiación ilegal.
El sistema de partidos.
Duverger intenta demostrar empíricamente como los sistemas electorales mayoritarios son
disuasorios para que los partidos minoritarios se presenten a las elecciones, en cambio los sistemas
proporcionales permiten la presencia a las elecciones de un mayor nº de partidos. Otro factor es
la barrera mínima establecida o el nº de representantes que puede elegirse en cada
circunscripción (magnitud de circunscripciones). Para confeccionar una tipología de los sistemas
de partidos Duverger, que utiliza un criterio de clasificación numérico, que diferencia entre
sistemas de partido único (1), bipartidistas (2 predominantes) y multipartidistas (+ de dos
predominantes).
Una tipología de sistemas de partidos más refinada que la anterior es la formulada por Sartori:
1.- Sistemas de partido único. Sistemas de partidos en los que sólo existe un partido, que
monopoliza el poder político y no permite la existencia de otras fuerzas políticas. Los sistemas no
democráticos de partido único pueden ser más o menos represivos y, de acuerdo con su grado de
represión, pueden subclasificarse. En primer lugar, existirían los sistemas unipartidistas
totalitarios, aquellos en los que el partido que gobierna utiliza más la represión. En 2º lugar,
existirían los sistemas unipartidistas autoritarios que se caracterizan por no tener una ideología
fuerte ni un afán de penetración en todos los ámbitos públicos y privados de la sociedad. En 3º y
último lugar existirían los sistemas unipartidistas pragmáticos. En ellos, un partido poco
ideologizado y poco cohesionado, que basa su actividad política en criterios prácticos y de eficacia,
se sitúa por encima del poder político.
2.- Sistemas de partido hegemónico. Este tipo de sistema de partidos permite la existencia de
otros partidos pero no permite la competencia política. Existe un partido que tiene el monopolio
del poder político y otros partidos que, si bien son legales, no pueden alcanzarlo nunca. Los
partidos periféricos o satélites sirven para dar una imagen de pluralismo político, pero la
igualdad en realidad no existe, puesto que no se dan posibilidades de alternancia o rotación en el
poder, ni puede participar en el proceso de decisión sobre las políticas públicas, ni ejercer un control
político sobre la acción de gobierno
3.- Sistemas de partido predominante. Se caracterizan por la existencia de un partido que obtiene
el apoyo de una gran mayoría de los electores, lo que le permite gobernar con mayoría absoluta, en
un marco donde se da el pluralismo político. El partido predominante puede dejar de serlo en
cualquier momento, puesto que hay competencia con el resto de partidos para el ejercicio del poder
y, por consiguiente, es posible (aunque poco probable) que se produzca un cambio de preferencias
de los electores que modifique la mayoría parlamentaria y gubernamental.
4.- Sistemas bipartidistas. Los sistemas bipartidistas son los que se caracterizan por la existencia
de 2 partidos principales (estructura bipolar), que consiguen la práctica totalidad de los escaños
sumados, y por un diferencia muy reducida en nº de escaños entre los dos. Se caracterizan por
gobierno de un solo partido y expectativas de alternancia. En los sistemas bipartidistas la
competencia electoral es centrípeta, y suelen moderar sus posturas ideológicas para captar el
voto fluctuante de ciudadano medio. En sociedades con mayor polarización ideológica el relevo de
gobierno puede llevar a trastornos sociales.
5.- Sistemas de partido de pluralismo limitado o moderado. Son sistemas de partidos en los
cuales el nº de partidos importantes es, aproximadamente de 3 a 5. En los sistemas de
pluralismo limitado, a diferencia de los bipartidistas, los gobiernos acostumbran a ser de coalición,
pues ninguno de los partidos consigue los escaños necesarios para tener la mayoría absoluta.
Aunque en estos sistemas suele haber gobiernos de un solo partido, suelen ser poco estables.
Suelen ser sistemas con alternancia de coaliciones y no de partidos.
6.- Sistemas de partidos de pluralismo polarizado o extremo. Existen 5, 6 o más partidos
políticos importantes y distanciados ideológicamente. Ningún partido obtiene la mayoría
absoluta de escaños y la tendencia dominante es la formación de gobiernos de coalición. Estas
coaliciones, tienden a excluir a los partidos más extremados (izq-derecha) e incluir casi siempre a
los más situados en el centro. Como estos extremos nunca pueden entrar a formar parte del
gobierno, suelen hacer oposiciones irresponsables. Y es frecuente que los sistemas de pluralismo
extremo cuenten con partidos antisistema. La estructura de este tipo de sistema no es bipolar (dos
partidos =dos posibles coaliciones) sino que la existencia de múltiples partidos importantes
provocan que la estructura sea multipolar. En conclusión, los sistemas de pluralismo extremo
conducen a políticas extremas y a mayor polarización de la opinión pública.
Uno de los rasgos más evidentes de los partidos políticos es que actualmente, con alguna
excepción, engloban a muchos simpatizantes, en algunos partidos en calidad de afiliados y a veces
como activistas; pero, ¿por qué necesitan los partidos a los afiliados y a los activistas? Podemos
adelantar varias razones, la primera de ellas directamente relacionada con la ideología:
- Puede que una de las formas más eficaces de conseguir que se acepte una ideología sea crear un
fórum en el que aquellos que se sienten atraídos por esa ideología puedan interactuar con otros.
Esto ayuda a mantener entusiasmados a los ya convencidos porque no se sienten solos. Son
también una base para el proselitismo en el seno de una comunidad más amplia y ayuda a dar
publicidad a la existencia de esa ideología de forma que lo capten creyentes potenciales.
- En el caso de algunos partidos, las ideas políticas desarrolladas por sus fundadores incluye la
necesidad de que la gente se implique y participe en la vida política. Casi con toda seguridad, la
actividad que se desarrolla dentro del partido contribuirá a promover la participación.
-Al margen de si el partido tiene una base ideológica o no y al margen de que ésta sea o no un
aspecto central hay varias tareas que es preciso llevar a cabo. Por ejemplo, a la hora de entrar en
campaña electoral los partidos suelen necesitar mucha gente, y entre una campaña y otra, también
hay cosas que hacer. No pueden permitirse o no está bien visto contratar gente
- El contar con simpatizantes o activistas puede ayudar al partido a autolegitimarse (no sólo a
legitimar su ideología) dentro de una comunidad más amplia. Tener simpatizantes vinculados al
partido puede ser una forma de contrarrestar el poder de los líderes “externos”. Un candidato
elegido en “primarias” por los simpatizantes en un proceso democrático puede verse de forma más
positiva que otro elegido a dedo.
-Aparte de su capacidad para llevar a cabo ciertas tareas, los simpatizantes pueden aportar otro tipo
de recursos al partido, por ejemplo, dinero.
Partidos de cuadros.
Los partidos de cuadros son agrupaciones de notables para preparar las elecciones, llevar las
campañas y mantener el contacto con los candidatos. Los partidos de cuadros son elites políticas
que tienen por objeto asegurar la elección de sus candidatos. El acceso a la elite es restringido; la
entrada en el partido es un acto personal; es estrictamente determinado por las cualidades
individuales. Es un acto limitado solo a unos cuantos y depende de una selección rígida y exclusiva.
Aparte de carecer de afiliados, los partidos de cuadros suelen tener pocos simpatizantes, en el
sentido de individuos que, sin pertenecer a la elite, ayudan en las campañas de forma regular.
Partidos de masas.
A diferencia de los partidos de cuadros, los partidos de masas intentan reclutar el mayor nº de
afiliados posible, pues son fuente de ingresos para el partido y una reserva de trabajo que se
puede emplear para realizar tareas durante las campañas y, en el caso de partidos de ideología
bien definida, constituyen la base a partir de la cual se difunde esa ideología. A cambio de sus
contribuciones como afiliados, los individuos pueden tener la esperan ejercer un cierto control (en
teoría) sobre los objetivos y actividades de los partidos. Los partidos socialistas fueron los mayores
innovadores del desarrollo de los partidos de masas. Hay que diferenciar entre “activistas”
(implicados en tareas de partido) y “afiliados” (sólo pagan cuotas).
Partidos híbridos.
Los conservadores británicos son un ejemplo de “hibridación”, en el XIX el partido conservador no
contaba con afiliados, aunque ahora tiene muchos, estos no gozan de los poderes formales que
gozan los afiliados de los partidos socialistas, incluso los que representan a las asociaciones de
base en la Conferencia Anual son denominados “representantes” y no “delegados”, tienen derecho
a ser oídos, pero no a decidir.
En el siglo XIX los partidos norteamericanos se ajustaban muy bien al tipo de partidos de cuadros
puro descrito por Duverger; el poder estaba concentrado en las manos de unos pocos individuos
que reclutaban gente durante las campañas para llevar a cabo las tareas necesarias. No se vieron
obligados a transformarse, debido a la inexistencia de partidos socialistas con quien competir. Sin
embargo, en las primeras décadas del XX, una serie de reformas abrió la posibilidad de que
quienes estaban excluidos de la elite del partido lograran influir sobre ciertos aspectos de la política
del partido, como la selección de los candidatos. El poder pasaba a los posibles candidatos que
eran capaces de organizar sus propias campañas tanto parar la nominación como para las
elecciones generales. Se acabaron convirtiendo en la nueva elite del partido. Por otro lado, los
procedimientos necesarios para la organización de las nominaciones hicieron posible que aquellos
que así lo deseaban participaran en los asuntos del partido. Estos individuos autoreclutados se
convirtieron en los activistas del partido. Se implicaban de forma regular en las actividades, o en las
tareas a realizar para organizar las campañas de candidatos concretos, pero no eran afiliados, por
la simple razón de que los partidos norteamericanos ni tenían ni tienen afiliados.
En los EEUU el término “activista” tiene un significado muy elástico. Puede englobar a todos
aquellos que participan en un amplio elenco de campañas a favor de los candidatos del partido,
hasta a aquellos que se centran en el trabajo de promocionar a un solo candidato. Así, un
“simpatizante” del partido puede ser, desde alguien que se limita a votar a favor de sus candidatos
en las elecciones generales, hasta alguien que está registrado como votante de ese partido y, por lo
tanto, tiene derecho al voto en las primarias. ¿Por qué el reclutar participantes constituye un
problema?
Supongamos que hay un gran nº de personas, cada una de las cuales es racional y calcula hasta
qué punto le merece la pena realizar cada una de las acciones que realiza. Supongamos que existe
algún tipo de política pública, que les beneficiaría a todos y que conseguir que se pusiera en
marcha requeriría la participación de muchos de ellos en algún tipo de actividad. Participar les
costará; les llevará un tiempo que podrían haber empleado en hacer otra cosa; no participar no les
cuesta nada. Al calcular cada uno de ellos si deben o no participar, calcularán la probabilidad de
que él o ella sean imprescindibles para conseguir el objetivo. Si existe un elevado nº de
participantes potenciales, la probabilidad de que alguno de ellos sea crucial es muy pequeña. Por
muy grande que sea el beneficio que obtiene esa persona, el valor de ese beneficio descontado la
probabilidad de que su contribución sea esencial será casi con toda seguridad mucho menor que el
coste de participar. Pero si todos ellos hacen sus cálculos según estas directrices, no participará
ninguno y el objetivo nunca será una realidad. Cada participante potencial tiene un incentivo para
ser un free-rider. “gorrón” (problema de Olson)
Los partidos se enfrentan al problema de conseguir que los que desean que el partido logre sus
objetivos, participen realmente y contribuyan a alcanzar esas metas. Para lograrlo un partido puede
usar 3 tipos de incentivos: materiales, solidarios y teleológicos. Los incentivos materiales y
solidarios están pensados para acabar con el problema de la acción colectiva ofreciendo al
individuo incentivos selectivos para la participación que superen a los costes que supones esa
participación. Los incentivos teleológicos sólo son eficaces para participantes potenciales que no
calculan el coste de la participación o que los ignoran.
Incentivos materiales
Algunos ejemplos de incentivos materiales serían, por ejemplo: pagar a quienes realizan ciertas
tareas necesarias durante las campañas; ofrecer puestos en el gobierno a cambio de la realización
de una serie de tareas de forma habitual; ofrecer contratos públicos a cambio de aportaciones a las
arcas del partido. La base de los incentivos materiales es un intercambio explícito aunque, en
ocasiones, la relación entre ambas partes sea de subordinación para una de ellas. Tanto los
partidos de masas como los de cuadros han recurrido a los incentivos materiales de forma selectiva.
Incentivos solidarios
Un incentivo solidario es algo más intangible que los incentivos materiales; y se puede obtener
por parte de un colectivo. Unirse a un partido porque quieres disfrutar de la compañía de otros
participantes y colaborar en las actividades que realizan, es un ejemplo de respuesta a un incentivo
solidario. En el caso de un partido, el beneficio solidario puede tener su origen en las actividades
explícitamente políticas que lleva a cabo. Por ejemplo, alguien puede disfrutar de hablar a la gente
de política a lo largo del proceso de captación de votos a favor de un candidato. Pero el beneficio
puede tener una relación indirecta con las actividades de tipo político. Un partido podría contar con
amplias instalaciones recreativas (bares con bebidas gratuitas, equipos de futbol, campamentos de
verano, etc.) que pueden resultar atractivas para aquellos a los que la labor política del partido
interesa menos. El problema de los incentivos solidarios es lograr que lleven a cabo tareas políticas
aquellos que se muestran más interesados en las actividades recreativas; este tipo de gente bien
puede intentar hacer lo menos posible. Por lo tanto, un partido con un elevado nº de “afiliados
solidarios” puede seguir teniendo dificultades para movilizar a quienes trabajan en una campaña
electoral.
Incentivos teleológicos
Los activistas reclutados mediante incentivos teleológicos que les ofrecen los partidos, se sienten
atraídos por su ideología o su programa en lo referente a políticas públicas. Comparten los
objetivos del partido y quieren colaborar a la obtención de estos beneficios colectivos. Estos
beneficios pueden ser, por ejemplo, una mayor seguridad económica para la clase trabajadora o
asegurar el lugar de una determinada iglesia y de sus valores en la vida de la comunidad. Tanto los
partidos de masas como los partidos de cuadros han intentado movilizar activistas a través de
incentivos teleológicos.
Resulta imposible ofrecer una respuesta completa a esta pregunta, aun así, los politólogos han
intentado analizas los cambios en los modelos de reclutamiento. El más importante es el de Katz
y Mair en el que muestra la afiliación en proporción con él % del electorado en 11 democracias
europeas en dos periodos de las décadas 60-80, de la que se pueden extraer varias conclusiones
como que la afiliación a los partidos varía entre países. En general en las últimas décadas se ha
producido un descenso en el nº de afiliaciones a los partidos políticos. La afiliación de partido,
tiende a disminuir, pero por que se dan estas variaciones entre países y por que se da este
descenso en la participación en la mayoría de los partidos? Se han producido cambios en los 3
incentivos que hemos visto. Se ha dado un declive de los incentivos materiales tradicionales, así
como un descenso drástico en el papel desempeñado por los incentivos solidarios a la hora de
reclutar afiliados o activistas. Los incentivos ideológicos se han ido convirtiendo en más importantes
para los partidos.
Quién está incluido y quién está excluido del activismo de los partidos.
Vamos a analizar en qué medida la clase social, la identidad étnica y el género afectan a la
participación.
Clase social.
En las primeras fases de la movilización de, por ejemplo, un partido revolucionario es posible utilizar
incentivos teleológicos con muy buenos resultados a la hora de movilizar a campesinos o
trabajadores oprimidos. Cuando un partido se vea obligado a movilizar gente en la arena electoral,
el impacto de clase generado por la utilización de incentivos teleológicos es bien diferente.
Cuanto más eficaces resulten ser los incentivos teleológicos a la hora de estimular el
activismo, más probable es que la clase media esté sobrerrepresentada en un partido y la
clase trabajadora infrarrepresentada. Debido a que el implicarse en debates ideológicos y sobre
políticas públicas es una actividad en la que cuentan con ventaja los que tienen ciertas habilidades
y recursos (capacidades retóricas, conocimientos sobre ideas políticas y temas públicos). Es más
probable que cuenten con este tipo de habilidades quienes tienen niveles de educación altos y no
bajos, es decir, la gente que proviene de una ambiente de clase media o que ha accedido a un tipo
de ocupación propio de las clases medias y no miembros de la clase trabajadora.
Los incentivos teleológicos se han ido convirtiendo en más importantes para los partidos.
Han descendido, tanto los incentivos solidarios como de los materiales tradicionales. Se ha
incrementado el control por las clases medias sobre las normas de activismo de los partidos. Los
efectos son más evidentes en el caso de los partidos socialistas y social-demócratas. El resultado
global ha sido un incremento de la sobrerrepresentación de las clases medias entre los activistas de
los partidos políticos.
Grupos étnicos.
Son una fuente de votos potenciales extra que el partido puede movilizar. Pero estos grupos
también querrán para sí los beneficios de la afiliación a los partidos y el activismo de los que saben
que disfrutan aquellos grupos étnicos ya integrados en el partido. En relación con los incentivos
solidarios esto no plantea grandes problemas. Pero en el caso de los incentivos materiales y
teleológicos, los costes pueden desincentivar mucho una política agresiva de captación de afiliados
por el partido entre los miembros de esta nueva comunidad. En la medida en que un partido cuenta
con la posibilidad de ofrecer empleos y otros beneficios, se verá obligado a disminuir los beneficios
que se ofrecen a quienes ya están en el seno del partido, para brindárselos al grupo “nuevo”. Por lo
tanto, admitir en el partido uno de estos nuevos grupos puede incentivar una desbandada
entre los grupos más veteranos que ven disminuir sus oportunidades de recompensa. Así, lo
más probable es que el partido se resista a dar mucho a los nuevos grupos hasta que éstos no se
conviertan en una fuerza importante.
Además, en la medida en que un grupo étnico recién llegado pudiera tener sus propios puntos de
vista sobre las políticas públicas, podría resultar difícil conciliarlo con los programas políticos
globales del partido. Por ejemplo, un grupo étnico puede solicitar la relajación de los controles de
inmigración de modo y manera que sus familiares puedan entran en el país. Sin embargo, una
postura de este tipo podría resultar muy impopular para otros grupos integrados en la coalición
electoral que pudieran estar más preocupados por la competencia que generaría a la hora de
buscar empleo, vivienda, etc. Una vez más, esta dinámica podría limitar el entusiasmo del partido
por favorecer el activismo de estos grupos.
Género .
Esta falta de predisposición de los partidos a abarcar a nuevos grupos étnicos es incluso más
evidente en el caso del género. A lo largo de su historia, la mayoría de los partidos han estado
dominados por los hombres y sólo muy recientemente y en algunos de ellos se ha experimentado
algún cambio en este aspecto. En la mayor parte de las democracias liberales, el derecho al voto se
extendió a la mayoría de los varones adultos mucho antes de que las mujeres obtuvieran el derecho
al voto. Una vez obtenido el derecho al voto, la posición de las mujeres en los partidos cambio bien
poco. El resultado fue que aun décadas después de conseguir el derecho al voto las mujeres
tendían a seguir infrarrepresentadas en los partidos tanto como afiliadas, como en el papel de
activistas. El control masculino de los puestos de los partidos sigue siendo una realidad hoy, incluso
en el caso de aquellos partidos que se han comprometido formalmente a dar igualdad de
oportunidades a hombres y mujeres.
Un problema de representatividad.
Los afiliados y activistas de los partidos tienden a no representar correctamente a los votantes
considerados en conjunto. Pero ¿tampoco resultan representativos en lo referente a sus puntos de
vista? En la medida en que han sido movilizados a través de la ideología o los programas de los
partidos, también es probable que no resulten muy representativos tampoco en este aspecto. Y ello
es así porque la mayoría de los votantes no tiene un nivel de información política tan alto como el
que tienen ellos o marcos conceptuales tan complejos para interpretar el mundo político. Pero esto
no significa que se trate de extremistas políticos.
Los incentivos teleológicos han ido cobrando una importancia en el reclutamiento de afiliados y
activistas de un partido, pero hay que preguntarse qué alternativas tienen los partidos para
promocionar sus políticas. Los partidos nunca han sido la única vía de promocionar una política
específica. Las causas casi siempre han llevado a la creación de un grupo que la promoviera,
incluso cuando había ya algunos partidos que simpatizaran con la causa en cuestión. Debemos
admitir que, en algunos aspectos, los partidos y los grupos que defienden una causa concreta
pueden convertirse en rivales. Existe un límite para la cantidad de tiempo y dinero que una persona
puede dedicar a una actividad política, de forma que es posible que los partidos pierdan parte de
los recursos que hubieran obtenido de ser las cosas de otra manera.
Evidentemente, los afiliados a la mayoría de los grupos centrados en torno a una única causa,
suelen tener pocas alternativas a la entrada en uno o más de los partidos existentes. Pero en
aquellos casos en que las causas tienen un amplio alcance podría recurrirse a la estrategia
alternativa de presentar a sus propios candidatos a las elecciones y, tal vez, fundar su propio
partido. Cuanto más fácil puede resultar el obtener alguna representación en una legislatura, más
atractiva puede resultar esta opción. En los últimos años han surgido muchos partidos ecologistas
como consecuencia del fracaso de los grupos preocupados por el medio ambiente a la hora de
obtener el compromiso necesario de los partidos existentes para que apoyen su agenda política.
Así, la entrada en la política electoral de un grupo de presión no supone el alejarse del modelo
político liberal democrático.
Sección B:
Francia
De todas las viejas democracias europeas, probablemente sea Francia en la que la noción de
afiliación masiva haya ejercido menos influencia. (No hay registros públicos) .Entre los partidos
franceses, sólo el P.C., cuyo nº de afiliados y simpatizantes ha disminuido drásticamente durante la
V República, se ha preocupado por hacerse con un grupo de afiliados a largo plazo. El resto de
partidos: partidos débiles en un sistema de competición electoral muy localizados Las mujeres
seguían estando muy infrarrepresentadas en todos los niveles de la política francesa, incluso dentro
de aquellos partidos que, como el Partido Socialista, parecían haber adquirido un compromiso con
la igualdad entre los sexos. Los afiliados a los partidos en Francia constituirían tan sólo
aproximadamente el 5% del electorado. Esto situaría a Francia en uno de los niveles de densidad
más bajos de Europa. Los partidos a nivel nacional tienen unos beneficios materiales relativamente
escasos que ofrecen a sus activistas (salvo el PC 9%).
Alemania
La participación en los partidos alemanes plantea una paradoja. Por un lado, fue el SPD (Partido
Socialista de Alemania) el que, a finales del siglo XIX, marcó las pautas del desarrollo del modelo de
la afiliación de masas en Europa. El SPD atrajo afiliados por el sistema de identificarse con una
ideología y también ofreciendo una amplia gama de servicios recreativos. Por otro lado, la afiliación
a los partidos en Alemania ha sido en general muy baja. En las elecciones de 1949 los afiliados
a partidos políticos eran el 13% de personas que votarían al partido, en 1969 solo el 5% de los
votantes del SPD estaban afiliados. En los años 60 ha aumentado el nº de afiliados a los partidos, si
bien sigue siendo bajo en comparación con lo que ocurre en muchos otros países europeos. La
principal razón de este crecimiento fue el cambio de política en relación al tema de la afiliación por
parte del PDC (P demócrata cristiano) tras 1969. Al encontrarse fuera del gobierno por 1ª vez desde
la fundación de la Republica, el NPD estimó que su voz no se escuchaba en las comunidades.
Consideraron que el SPD (partido socialista de Alemania) jugaba con ventaja por tener una amplia
presencia de miembros e inició un proceso de captación de afiliados. La consecuencia fue que la
afiliación al NPD se duplicó y más durante este periodo en que pasó a la oposición (1969-1982).
No es sólo que la afiliación haya crecido en Alemania, también ha habido un cambio perceptible en
el tipo de personas que participan en la vida de los principales partidos. Los afiliados al SPD
esperan actualmente tener alguna influencia sobre el proceso político alemán, y el PDC (Partido
demócrata cristiano) ya no es un pequeño grupo de personas, cada uno de los cuales espera
ocupar algún cargo público. Ahora se parece más al Partido Conservador Británico por el hecho de
unir a gente que tiene puntos de vista parecidos. Una de las consecuencias de este proceso ha sido
un acentuado cambio en la participación de las mujeres en la vida de los partidos. Aunque las
mujeres sigan estando infrarrepresentadas en los partidos alemanes quieren desempeñar un papel
diferente en el seno del partido al que les tocó jugar a las mujeres de los años 50.
Gran Bretaña
GB es un ejemplo de colapso de afiliación a los partidos. La “densidad” de afiliados a los partidos a
finales de la década de 1980 (un 3,3 %) no llega al 1/3 de su nivel a principios de los años 60. G.B.
ha pasado de ser un país con un nivel medio de “densidad” de partidos a tener un nivel muy bajo de
“densidad”. ¿Cómo se explica este espectacular declive?
Uno de los factores clave fue el hecho de que tanto el Partido Conservador como el Partido
Laborista apostaron por los incentivos solidarios a la hora de reclutar afiliados. Al cambiar las
oportunidades existentes para relacionarse con otras personas y, en el caso del Partido Laborista al
erosionarse su base de clase, los partidos se convirtieron en algo mucho menos atractivo para los
afiliados potenciales. El declive de los incentivos solidarios se dio en un contexto en el que, por
distintas razones, los incentivos materiales y solidarios resultaban muy poco atractivos. Los
incentivos materiales a la participación llevaban siendo débiles en GB desde finales del XIX. En
1854 se puso en marcha un sistema meritocrático de acceso a los cargos públicos y la corrupción
electoral prácticamente fue eliminada. Para la gran, mayoría de ciudadanos británicos el “recibir
beneficios” no dependía de estar afiliado a un partido.
Por otro lado, desplegar actividades dentro del partido no era atractivo para aquellos a los que se
podría movilizar recurriendo a incentivos teleológicos. La relación entre lo que se discutía y
argumentaba en los partidos de base local y las políticas adoptadas por los partidos a nivel nacional
era incluso más indirecta que la que se daba en la mayoría de los países en los partidos de masas.
El carácter centralizado y elitista de gran parte de la toma de decisiones iba en contra de fomentar
la participación en los partidos locales. Fue la combinación de activismo teleológico con
incentivos solidarios lo que mantuvo este nivel de densidad de los partidos en la década de
los 50, en los 60 lo único que les quedaba a los partidos eran los incentivos teleológicos y a finales
de los 80 el Partido laborista contaba con menos de 300000 afiliados y el conservador con 1 millón.
Las mujeres tienen pocos incentivos para unirse a instituciones que tradicionalmente han sido
dominadas por los hombres. En proporción hay más mujeres en el partido conservador, pero
en muchos casos su reclutamiento fue debido a sus incentivos solidarios.
Japón
En Japón la afiliación a los partidos ha sido mucho menos importante que en las democracias
europeas. Es posible que los cambios realizados en el sistema de partidos y la reforma del sistema
electoral ofrezcan mayores incentivos para que los partidos se reconstruyan sobre la base del
activismo. En el nuevo sistema electoral los factores que sustentan el faccionalismo de los partidos
y de las organizaciones de apoyo de los propios candidatos son más débiles de lo que eran cuando
estaba en vigor el llamado sistema electoral semiproporcional anterior a las reformas de 1993-1994.
Aun así es posible que los efectos del sistema político anterior a 1993 dominado por el PLD (Partido
Liberal Demócrata) subsistan durante los próximos años. En el seno del PLD el principal factor
responsable de los bajos niveles de afiliación ha sido el sistema de competición interna, a su
vez estimulado por el sistema electoral. Lo que se incentivaba no era que sea crearan
organizaciones de partido, sino que cada candidato al parlamento se hiciera con su propia
organización, ya que tenían que competir entre sí por los votos. El PLD ofrecía pocos incentivos
teleológicos a sus posibles afiliados
La situación no era muy distinta en el PSJ (Partido Socialista japonés, actualmente Partido Social
demócrata), aunque en el caso de este partido lo que desincentivaba fuertemente la afiliación era el
dominio ejercido en su seno por los sindicatos.
EEUU
Los Partidos Demócrata y Republicano no son partidos de masas y no cuentan con ningún tipo de
sistema de afiliación formal. Por lo tanto los politólogos no pueden medir la participación en los
partidos: el registro de las variaciones del nº de afiliados. Existen 4 épocas en la historia de los
partidos norteamericanos:
1.- Finales de la década de 1780 a finales de la de 1830. Algunos historiadores norteamericanos
hablan de esta época de la “era prepartidista”. Los partidos surgidos en los años 90 del siglo XVIII
eran coaliciones de individuos localmente poderosos. El electorado al que tenían que movilizar no
era demasiado numeroso y, para hacerlo, podían confiar en la familia, los amigos y los que de
alguna forma dependían de los anteriores. Muchas de las personas que participaban en esta 1ª
política de partidos lo hacían básicamente por la existencia de incentivos materiales, pero en
general, el nº de participantes era reducido.
2.- De finales de la década de 1830 a finales de la década de 1890. Esta fue la “Edad de Oro” de
los partidos en los EEUU. Fue un periodo de activismo canalizado a través de los partidos y no
de las candidaturas individuales. Hubo un incremento masivo en el tamaño del electorado en
la década de 1830, y surgió un sistema capitalista muy competitivo para movilizar a ese electorado.
Esta movilización requería de los partidos que tuvieran a su disposición un gran nº de activistas en
los que se pudiera confiar para llevar a cabo las tareas necesarias en periodos electorales. Mientras
seguían debatiendo sobre sus “principios” en las campañas electorales, reclutaban a sus activistas
recurriendo a incentivos materiales y solidarios.
3.- De finales de la década de 1890 a los años 60. Esta fue una época de grandes cambios en el
activismo desplegado por los partidos políticos en los EEUU. Existen en concreto 3 factores
interrelacionados que conviene comprender para hacer un esquema de este cambio.
En 1º lugar, el nivel de competición entre los partidos descendió, de manera que a principios del
siglo XX solamente había competición en pocos de los Estados norteamericanos. Esto redujo la
presión experimentada por los partidos para que dieran alta prioridad a la movilización de activistas.
En 2º lugar, hubo una serie de reformas; en la 2ª mitad del siglo XIX los candidatos se presentaban
a través de los partidos. En la 1ª mitad del siglo XX los candidatos a los puestos más relevantes
empezaron a crear sus propias organizaciones, lo que suponía que tenían que reclutar a sus
propios simpatizantes.
En 3º lugar, los progresistas introdujeron otro tipo de mecanismos pensados para erosionar los
incentivos materiales al alcance de los partidos.
El efecto de estos cambios fue el logro de un equilibrio entre los candidatos y sus partidos y la
reducción del valor de los incentivos materiales a la hora de reclutar activistas. El impacto sobre el
reclutamiento de activistas para los partidos fue más evidente a largo que a corto plazo. Los
susceptibles de ser movilizados por medio de incentivos teleológicos tendían a centrarse en
lograr que salieran vencedores sus candidatos en las primarias y no en “invadir” las
organizaciones de los partidos y hacerse con ellas.
4.- De la década de 1960 a nuestros días. En los años 60 el equilibrio entre candidatos y partidos
se rompió a favor de los candidatos. El resultado fue que el partido se convirtió en una arena
relativamente poco atractiva para la participación política teleológica, y que las campañas
organizadas por los candidatos y los grupos unidos en torno a una causa fueran ganando
protagonismo. Esta transformación fue por los cambios introducidos en la tecnología, usada en
campañas (TV) que hacía más fácil a los candidatos presentarse a elecciones. En la década de los
80 los activistas de los partidos se dejaban movilizar antes por incentivos teleológicos que sus
predecesores, los incentivos materiales mantenían su importancia en unas pocas ciudades
Los partidos son aquellas organizaciones que cumplen funciones de agregación de intereses. En
sociedades anteriores estas funciones las asumieron en parte las clases altas. Donde continúa el
clientelismo tradicional, los partidos sólo cumplen funciones secundarias, siendo las aristocracias,
notables locales y clientelas los que dominan la política. En la teoría de partidos primitivo, los
grupos de interés eran calificados negativamente como facciones. Desde Max Weber se ha
venido aceptando que los partidos y los grupos de interés cumplen funciones distintas, aunque
ambos pretendan ejercer influencia sobre el poder del Estado.
Siempre ha habido partidos que simultáneamente han participado en elecciones generales y han
asumido la representación de intereses particulares. A veces la dirección de un partido ha llegado a
estar tan entremezclada con la de un grupo de interés que resultaba difícil averiguar qué función era
la más importante. Otra diferencia entre partidos y grupos de interés es el hecho de que los
partidos están más orientados hacia pautas competitivas. Los grupos de interés tienen muchos
destinatarios de sus actividades, pero ninguna asociación contraria, con excepción de trabajadores
y empresarios. Muchos grupos de status son influyentes, además estos grupos se han integrado de
forma corporativa en las estructuras decisorias.
Casi todos los partidos políticos tienen su origen en un comportamiento político disidente
frente al sistema de normas y comportamientos vigentes en un momento dado, pero esta
explicación del origen de los partidos como comportamiento desviado no vale para los grupos
conservadores
El concepto de las funciones de los partidos de basa, en gran medida, en una concepción
determinada de su surgimiento (enfoque evolutivo o enfoque fatalista) Tres son los enfoques
teóricos, a la hora de explicar el surgimiento de los partidos, que predominan:
1.- Las teorías institucionales veían el surgimiento de los partidos político debido, en gran parte, al
funcionamiento de las instituciones representativas. Inglaterra y los EEUU, pues sólo estos países
parecían tener un grado suficiente de continuidad respecto a la forma representativa de gobierno en
cuyo Parlamento jugase un papel independiente y poderoso frente al gobierno. Ya desde 1835,
estaba asegurada en GB la dependencia del gobierno a la confianza y apoyo del Parlamento. En el
Continente, solo Bélgica ha mantenido ininterrumpidamente desde 1831 un sistema parlamentario.
En Francia, los inicios del sistema parlamentario aparecen en la restauración y en la monarquía.
Pero no hubo continuidad y, por ello, Francia se convirtió en el principal caso desviado de todos los
intentos explicativos de corte institucional, allí una forma parlamentaria de gobierno no suponía
razón suficiente para el surgimiento de un sistema de partidos, y sólo empezó a integrarse a
principios de la II República, y hasta bien entrado el XX no era posible clasificar con exactitud a
muchos diputados en sus partidos
2.- Las teorías de crisis sobre el surgimiento de los partidos políticos subrayaban, más que las
teorías institucionales, las fuerzas impulsoras de orden ideológico actuantes en el origen de nuevos
movimientos, mostrándose interesadas por los períodos de transformación de la historia de los
partidos políticos. Así, es posible distinguir en las democracias occidentales diversos períodos en el
surgimiento de los partidos:
2.1. Surgimiento de nuevos Estados. En los procesos de formación de los Estados a partir de una
escisión, en algún caso como Bélgica, se pudo marginalizar de manera rápida a los legitimistas del
Estado Panholandés. En Irlanda e Islandia surgieron sistemas de partidos independientes de los
poderes que habían dominado anteriormente estos territorios. Sobre todo en Irlanda, el sistema de
partidos es casi exclusivamente un producto del movimiento independentista. Los grupos integrados
desde 1830 en el sistema británico de partidos se vieron sustituidos en 1918 por el Sinn Féin,
partido de carácter nacionalista revolucionario. Tras la independencia de Irlanda, en 1922 se
formaron los dos partidos principales a partir de dos alas del descompuesto movimiento
nacionalista.
En los Estados de mayores dimensiones, los movimientos de unificación nacional, han llevado a
una peligrosa acumulación de conflictos, sobre todo cuando se añadía un conflicto religioso a los
conflictos sociales. Este es el caso de Italia, en el conflicto del Papado con el Estado liberal laico y
de Alemania, en el conflicto de la minoría católica con la mayoría protestante prusiana.
2.2. Las quiebras de legitimidad, fundadas en rivalidades de orden dinástico también han afectado
al sistema de partidos de un país (en España, el conflicto entre los carlistas y los seguidores de la
reina Isabel condujo a varias guerras civiles).
2.3. Hundimientos de democracias parlamentarias por la llagada al poder por parte de sistemas
fascistas o fascistoides (Italia 1922, Alemania 1933, Austria 1935, España 1936-1939, Portugal
1926 y Grecia 1967). Estos regímenes se han vuelto a democratizar ya sea por influencias
exteriores o por presiones internas.
Pese a algunas diferencias en los detalles, es posible establecer algunos puntos en común relativos
a las nuevas democracias, tales como:
La continuidad del sistema de partidos se ha encontrado más alterada en Estados con regímenes
fascistas. Los sistemas de partidos, antes y después de la dictadura tienen poco en común, tal y
como se puede mostrar con los ejemplos de Italia, Alemania y España. Por regla general, los
partidos de izquierda, los socialistas/socialdemócratas y los comunistas, mantuvieron cierto grado
de continuidad. Tras el final de la dictadura eran más fuertes allí donde la resistencia había
desarrollado una función importante. Los partidos fascistoides surgieron bajo la capa del populismo
o conservadurismo, pero en ningún lugar fueron contemplados como posibles aliados en una
coalición. Incluso en España, donde con motivo de las primeras modificaciones de la Ley de
Asociaciones, verificadas tras la muerte de Franco en 1975, se había tratado de salvar al
Movimiento como marco de integración de todos los grupos políticos, estas fuerzas no jugaron ya
ningún papel. Los partidos conservadores parecían estar desacreditados después de la caída del
fascismo. Gran parte de los conservadores se integró en los partidos democratacristianos. En
España, frente a muchos pronósticos, no surgió ningún partido democratacristiano
significativo. Fue imposible integrar la tradición cedista de Gil-Robles con los grupos católicos de
izquierdas congregados en torno a Ruiz-Giménez. La harto añeja alianza entre Iglesia y Estado en
el régimen de Franco no propiciaba, precisamente, el surgimiento de un partido de esta orientación.
3. Teorías de la modernización. Junto con la extensión del derecho de sufragio, los efectos
secularizadores e integradores del sistema educativo y el desarrollo de la urbanización han sido
considerados como las más importantes variables modernizadoras que influyen en el surgimiento de
los partidos políticos. Las correlaciones que han encontrado los estudiosos de la modernización
pueden pretender validarse en el 3º Mundo. Sociedades predominantemente agrarias como
Dinamarca desarrollaron un sistema de partidos estable. Por otra parte, países urbanizados en
fechas tempranas, al menos en las principales áreas metropolitanas, como Francia, no han
producido hasta la fecha ninguna infraestructura continuada de la organización de los partidos
políticos. (Tabla pagina351)
Más útiles parecen las tipologías que Stein Roókkan formuló y desarrolló en torno a los conflictos
que surgieron en el contexto europeo a través de diversas fases de desarrollo.
Esquema del proceso de diferenciación de los partidos políticos:
1.- Liberalismo frente al viejo régimen.
2.- Conservadores (en España liberales contra conservadores, 1802-1812).
3.- Partidos obreros contra el sistema burgués.
4.- Partidos agrarios contra el sistema industrial.
5.- Partidos regionales contra el sistema centralista.
6.- Partidos cristianos contra el sistema laico.
7.- Partidos comunistas contra la Social Democracia.
8.- Partidos fascistas contra los sistemas democráticos.
9.- Partidos de protesta de la pequeña burguesía contra el sistema burocratizante del Estado de
bienestar.
10.- Movimientos ecológicos contra la sociedad de crecimiento.
Este esquema evolutivo, junto con su clasificación de los grandes conflictos, mostraría un sistema
de 10 partidos en todos los países, si en todos los sitios donde surgieran estos conflictos se
hubieran desarrollado los partidos correspondientes y, estos hubieran conseguido mantenerse a lo
largo de decenios. De hecho no hay en ningún país un sistema de partidos que abarque a los 10
grupos, a no ser que se contaran también los mini grupos fascistas y populistas de cada país. Pero
aun en este caso solamente Finlandia se aproximaría al ejemplo de un sistema decapartidista.
Los sistemas políticos reducen la complejidad de los conflictos que van surgiendo. En muchos
países no aparecieron nuevos partidos que acertaran a imponerse. Sobre todo los EEUU, donde los
partidos están poco organizados, y cuya programática estaba débilmente desarrollada, se muestran
increíblemente capaces de absorber conflictos. La historia norteamericana es un cementerio de 3ºs
partidos (flash parties), en el que solo unos pocos como “los populistas” consiguieron algo de éxito”
Finalmente, el fracaso de los nuevos partidos está condicionado por factores que residen en las
mismas circunstancias fundacionales:
Este capítulo aborda el desarrollo de las organizaciones partidistas en las democracias del XX.
Discute el equilibrio de poder entre las que hemos denominado “caras” de la organización
partidista: el partido como organización de afiliados, el partido como organización central y el
partido en las instituciones públicas. Evaluamos el equilibrio cambiante entre estas tres “caras”
en el contexto de 4 modelos de organización partidista: el partido de elites, el partido de masas,
el partido catch-all y el partido cartel. Al trazar el equilibrio variable de poder entre las tres caras y
a través de los cuatro modelos de organización partidista, sostenemos que la fase más reciente de
su desarrollo ha provocado la supremacía del partido en las instituciones públicas y la consiguiente
“relegación” o subordinación de las otras dos caras.
El 2º aspecto clave del partido liberal de elites, junto con la alta “calidad” y el reducido nº de los
miembros afiliados al partido, es que el partido como organización de afiliados y el partido
en las instituciones públicas están tan íntimamente relacionados que era casi imposible
separarlos. Además, allí donde los cargos públicos del partido y los afiliados no eran estrictamente
las mismas personas, la conexión entre los dos se efectuaba en el nivel de la circunscripción. La
esencia del partido de elites es un pequeño núcleo de individuos con acceso personal e
independiente a los recursos y con capacidad para situar a uno de los suyos o a sus nominados
como representantes en el Parlamento.
Este enfoque local conduce a una 3ª característica fundamental del partido de elites: la debilidad,
si no la ausencia de organización central de partido. Las causas de este fenómeno son muchas.
La más importantes es que los miembros del partido en las instituciones públicas pueden apoyarse
en sus propios recursos o en los recursos de los afiliados, por lo que no dependen de los recursos
centrales y no necesitan someterse a una autoridad central. Y aunque pueda crearse alguna oficina
central para facilitar las tareas de coordinación en el Parlamento, permanecerá como un servicio
subordinado al partido en las instituciones públicas.
Durante el cambio de siglo surgió una versión alternativa del partido de elites en el sur de Europa.
El sistema resultante, identificado como caciquismo en España o transformismo en Italia, hacían
un vergonzoso simulacro de la competición electoral, centrada más en una corrupción
sistemática que se orquestaba desde la organización central que en las elites locales. En términos
organizativos, sin embargo, los partidos resultantes fueron bastante parecidos. El análisis de la
esencia organizativa del modelo partidista de élites: una pequeña organización de afiliados en cada
circunscripción capaz de suministrarse sus propios recursos, vinculación fuerte de carácter local
entre los miembros del partido con cargo público y su partido de afiliados; organización central débil
o ausente.
Con la ampliación del electorado de miles a cientos de miles de personas, los votantes se
convirtieron en un recurso político valioso, que requirió una organización más compleja. El
modelo partidista de elites era inapropiado para satisfacer los intereses cuya fuerza potencial residía
en sus apoyos individuales, especialmente de los trabajadores y de los protestantes
fundamentalistas. En general, los partidos que se desarrollaron para representar a estos grupos
carecían de un partido en las instituciones públicas, dado que habían sido excluidos de la
participación electoral. Aun cuando sus organizadores principales contaran con unos cuantos
diputados, elegidos a través de alguno de los partidos “burgueses”, enseguida percibieron que su
objetivo debería consistir en la formación de organizaciones independientes que movilizaran a sus
simpatizantes, 1º para ganar el derecho al voto y para hacerse después tanto con los votos como
con los recursos necesarios para ganar elecciones en las nuevas condiciones del sufragio de
masas.
Puesto que estos recursos provenían de las muchas pequeñas cantidades con las que contribuían
los ciudadanos corrientes, más que de los fondos de unos cuantos individuos adinerados o
poderosos, este esfuerzo exigía el fortalecimiento del partido como organización de afiliados. Y
dado que las demandas de los nuevos ciudadanos implicaban cambios fundamentales en la política
nacional, se hicieron también necesarias la organización y la coordinación entre
circunscripciones, es decir, una potente organización central del partido. La forma organizativa
que evolucionó para responder a estas necesidades fue la del partido de masas. La
organización central del partido presta el apoyo necesario para la expansión del partido de los
afiliados y la coordinación central de sus actividades, mientras que el partido de los afiliados aportan
los recursos necesarios para la existencia y el éxito de la organización central del partido.
En la ideología y la estructura formal del partido de masas, el partido como organización central
es el agente del partido de los afiliados. Sus cargos dirigentes son elegidos como representantes
de los afiliados en los congresos del partido. Pero aunque hayan sido elegidos por los afiliados y
ostenten un puesto presumiblemente supeditado a las bases del partido, los líderes de la
organización central también han recibido un mandato para administrar, crear normas y dirigir el
partido. Es precisamente esta unión la que suscita las cuestiones que giran en torno a la
democracia partidista y a la ley de hierro de la oligarquía.
A pesar de que las relaciones de poder entre el partido en la organización central y el partido de
afiliados se encuentran separadas. La organización central está formada por profesionales a
tiempo completo; las bases del partido están compuestas por voluntarios a tiempo parcial. A
las personas de la organización central se les paga para ser miembros, los afiliados han de
pagar para ser miembros. Es probable que las caras de la organización central del partido y de los
afiliados estén motivadas por incentivos distintos y que midan su éxito de diferente forma. No
obstante, su relación puede ser esencialmente armónica.
El modelo del partido de masas separa las caras del partido de los afiliados y la del partido en
las instituciones públicas. Ha dejado de existir el caucus informal de unos pocos individuos: el
partido de los afiliados integra a cientos, si no a miles, de miembros. Dentro de la ideología del
partido de masas, el papel del diputado, y por ende el partido en las instituciones públicas, se
encuentra subordinado al partido como organización de afiliados. En el partido de masas, el
partido en las instituciones es un instrumento para el logro de los objetivos de la
organización partidista. Por este motivo, el partido como organización central cumple una
función adicional: la de supervisar y controlar al partido en las instituciones públicas en
nombre del partido de los afiliados. El partido de masas, declara ser el representante de un sólo
segmento de la sociedad, esto junto a la idea de que el miembro del partido en las instituciones
públicas es agente del partido, plantea esto la posibilidad de conflictos. Cada miembro del partido
en las instituciones públicas tiene 2 grupos ante los que se hace responsable (la organización
del partido y el electorado en su conjunto); dos conjuntos de incentivos y restricciones (los que
surgen del deseo de mantener y reforzar una posición dentro del partido y los que radican en la
necesidad de ganar elecciones); dos fuentes de legitimación (como agente del partido y como
titular de un mandato público).
El modelo de partido de masas es el 1º distinguir las 3 caras del partido en el nivel empírico (al
tener esferas organizativas distintas y separadas, constituidas por diferentes tipos de personas, y
contar con estructuras de incentivos diferentes y potencialmente conflictivas) y no sólo en el nivel
teórico o en el conceptual. Ello implica una forma organizativa propia (sedes locales de afiliados
complementadas con organizaciones auxiliares; un congreso de representantes del partido en el
que se elige una ejecutiva central, etc.), pero además depende de un equilibrio particular entre las
tres caras.
En el origen del partido de masas, el partido en la organización central, parece ser la cara
dominante, pues controla los recursos. A una vez que el partido en las instituciones acceda a
los recursos del gobierno, es probable que se pretenda obtener más independencia
amenazando la condición partidista de masas del organización. Hubo diferencias en la evolución
de los partidos de masas, según distintas zonas de Europa.
1.3. El partido catch-all.
Esta alteración del equilibrio de poder en el interior de los partidos de masas es una de las causas
de su evolución hacia el modelo organizativo catch-all. Una 2ª causa es el cambio de las
estructuras sociales en las que surgieron los partidos de elites y de masas. Leer 368-369.
A finales del XX, la organización de los ciudadanos como grupos de interés afectó al
funcionamiento interno de los partidos políticos al dar a los ciudadanos canales alternativos de
acceso al gobierno, y a los líderes partidistas el acceso a recursos alternativos a los procedentes del
partido de los afiliados, debilitando así la relación entre partido en las instituciones públicas y el
partido de los afiliados.
Al contrario que el modelo del partido de elites, en el que el partido en las instituciones domina
claramente y el modelo del partido de masas, en el que predomina claramente la relación entre el
partido de los afiliados y el partido en la organización central, la esencia del partido catch-all con
respecto a las relaciones entre sus 3 caras internas es el conflicto. Este conflicto se reproduce en el
partido de la organización central. Hay que conocer si el partido en la organización central es el
agente del partido de los afiliados para controlar el partido en las instituciones públicas o más bien
el agente del partido en las instituciones públicas que controla y dirige a los miembros del partido de
los afiliados. Concretamente, ¿quién es el líder real del partido, el Presidente, el Secretario General,
el Comité Central o el líder del grupo parlamentario? ¿Quién dirige las negociaciones políticas o la
formación del gobierno, el partido en la organización central o el partido en las instituciones
públicas? ¿En qué medida la pertenencia al comité central está controlada por miembros del partido
en la organización central? Y, en fin, ¿cuánto control ejerce el congreso del partido sobre su
programa electoral?
La posición política del partido en la organización central es menos importante ahora que durante
la primacía de los partidos catch-all y de los partidos de masas. El crecimiento de los recursos
organizativos, manifestado por el aumento de personal y de dinero, marca la ventaja competitiva
del grupo parlamentario. Más aún, los recursos que permanecían dentro de la sede central parecen
destinarse ahora al empleo de personal, de asesores contratados, y de expertos externos. Resulta
difícil identificar el impacto electoral de la aplicación de nuevas técnicas de campaña, estos
procedimientos han substituido la influencia de las partidos, desde los demócratas amateurs hacia
los asesores profesionales, remplazo de burócratas generalistas por profesionales
especialistas para “despolitizar” la organización de partido
Todo esto podría conducir a que los principales partidos se han transformado en meros partidos en
las instituciones públicas y que las otras dos caras del partido se están difuminando. No se trata
solo de que el partido en la organización central haya quedado eclipsado, subordinado o marginado,
sino que también lo mismo ha sucedido con el partido de los afiliados, al no ser posible separar las
organizaciones partidistas contemporáneas de sus dirigentes parlamentarios y gubernamentales.
Los líderes se han convertido en el partido; el partido se ha convertido en los líderes.
Hay evidencias que muestran que los miembros de los partidos tienen mayor poder. Los diferentes
partidos de cada vez más países han comenzado a abrir procedimientos de toma de decisión y los
procesos de selección de sus candidatos y líderes a sus miembros “ordinarios” a menudo por
medio del voto por correo. Y vemos una democratización interna del partido, con unos
miembros ordinarios que comienzan a disfrutar de los derechos hasta ahora preservados para las
elites y los activistas del partido.
A 1ª vista y pese al privilegio del partido en las instituciones públicas, hay razones por las que los
líderes de los partidos modernos deberían mostrarse poco dispuestos a consentir la reducción del
poder y el tamaño del partido de los afiliados. A pesar del aumento de las subvenciones estatales,
por ejemplo, los afiliados continúan ofreciendo a los partidos un recurso en términos de dinero y
tiempo (sobre todo en las campañas electorales). Los afiliados son también una “fuerza de
reserva “a disposición del partido para mantener su presencia en los consejos locales, las
juntas consultivas y los órganos electorales, y a través de los cuales el partido puede ejercer
influencia y beneficiarse de los mecanismos de retroalimentación. En este Los afiliados continúan
proporcionando al partido un importante mecanismo de enlace con el mundo exterior al Parlamento.
Pero hay que reconocer que esos beneficios son sustituibles e incluso prescindibles.
Si los partidos continúan necesitando de fomentar la presencia social se debe a que es un legado
del pasado y una herencia de los modelos anteriores. Los partidos cuando un partido cuenta ya con
un cierto nº de afiliados, es improbable que renuncien a ese recurso. La afiliación ya no es muy
valorada, pero una tradición de afiliación no puede rechazarse alegremente. Además, y como parte
de esa herencia del pasado, los afiliados también pueden infundir en los líderes del partido un
sentimiento de legitimidad. Teniendo en cuenta este legado, ¿cómo puede hacerse valer con éxito
la supremacía del partido en las instituciones públicas? En un primer nivel, la respuesta procede de
la marginación del partido de los afiliados por los líderes. Al mismo tiempo, sin embargo, esta
estrategia conlleva más riesgos para la cúpula del partido en términos de pérdida de legitimidad. La
estrategia preferida, consistiría en ofrecer una imagen atractiva del partido de los afiliados antes los
militantes potenciales y en restringir a la vez las posibilidades reales de influencia de cualquier
desafío que provenga desde abajo.
No hay una “única ni ideal” forma de organización partidista, a menudo estas se desarrollan influidas
no sólo por los contextos sociales y económicos, sino también por las estructuras institucionales,
sus propias historias., aun así tienen algunos elementos comunes. Los cambios que más atención
han creado han sido los relacionados con el sistema electoral (fórmula electoral, presencia o no de
voto preferencial intrapartidista) La propia existencia de los partidos políticos modernos suele
atribuirse directamente a la expansión del sufragio El desarrollo de la prensa partidista permitió a
los organizadores de los partidos comunicarse con sus seguidores y simpatizantes , la prensa de
partido potenció la importancia de los burócratas del partido, pero con la aparición de los medios
audiovisuales ha pasado lo contrario. La TV permite a los líderes del partido, sobre todo a los que
están en las instituciones públicas más tiempo de emisión y por ello más interés periodístico,
comunicarse directamente con el público sin la necesaria intervención de la organización partidista.
Las nuevas posibilidades de comunicación directa crean la necesidad de distintos tipos y niveles de
expertos profesionales. Antes de la financiación pública muchos partidos dependían de las
contribuciones voluntarias de sus miembros, empresas y organizaciones que esperaban comprar
influencia o acceso. El subsidio estatal reduce la dependencia del partido de los contribuyentes
externos y de los propios miembros de las bases del partido, perdiendo estos últimos influencia y
status dentro de la organización. Varios cambios seculares en el entorno político también han
forzado la adaptación del partido. Los cambios sociales han ido acompañados de cambios
políticos como el hecho de que mayores niveles educativos han contribuido a aumentar el
interés político de los ciudadanos. Los militantes son menos propensos a aceptar el papel
pasivo que los partidos de masas daban a sus militantes. La identificación partidista da un colchón
de apoyo para amortiguar fracasos electorales y son la base para las recompensas solidarias de
los afiliados.
Aunque el cambio de los partidos está condicionado por la necesidad de adaptación al entorno, es
necesario efectuar, al menos, 3 matizaciones a la dicotomía simple de estímulo externo y respuesta
interna.
- 1ª, algunos de los estímulos de cambio se generan internamente y, una vez que un partido
comienza a adaptarse, activan fuerzas que pueden transmitirse por toda la organización.
-2ª, muchos de los estímulos “externos” son el resultado de las acciones del partido. P.e.
Son los partidos en el gobierno los que han votado para sí mismos los subsidios públicos, el
acceso a los medios de comunicación de masas o (de forma indirecta, a través del Estado de
bienestar) .
-3ª Finalmente, y para completar el círculo, el entorno responde también a los cambios efectuados
por los partidos. Una explicación del declive de la identificación partidista, es la decisión de los
partidos de extenderse más allá de sus bases sociales tradicionales y distanciarse de quienes se
identifican con él y de sus afiliados
En muchos casos, se produce un proceso de autorefuerzo que, creemos, lleva a los partidos de la
mayoría de las democracias contemporáneas a una posición en la que el partido en las instituciones
públicas se encuentra en un indudable nivel de supremacía.
La dependencia de los partidos respecto de los subsidios estatales (un proceso que facilita la
creciente primacía del partido en las instituciones públicas) lleva a estos partidos a una relación
mucho más estrecha con el Estado. La progresiva participación de los partidos en el gobierno (un
desarrollo que ha contribuido a privilegiar al partido en las instituciones públicas) es también un
punto clave del proceso de cartelización. Más aún, el movimiento hacia la cartelización se ha
reforzado a medida que los partidos en las instituciones públicas eran empujados a adquirir
mayores niveles de autonomía de los que disfrutaban con el modelo partidista de masas, e incluso
con el del partido catch-all. Finalmente, a medida que la política se convierte en una carrera
profesional y se desvanecen las diferencias sustantivas e ideológicas entre los líderes
políticos en competición (a través de un consenso voluntario o forzado), los líderes parecen
asumir propósitos comunes, dando la impresión de que cada uno de ellos parece encontrar la
manera más fácil o apropiada de llegar a acuerdos con sus enemigos antes incluso que con sus
propios seguidores de base...
2.2.- Conclusiones.
2.-Existe ahora un área de captación potencial que puede ser explotada por los llamados
“partidos anti partido”, con frecuencia de extrema derecha, que combinan los llamamientos a los
votantes alienados por los partidos establecidos apelando a sentimientos xenófobos, racistas y
esencialmente antidemocráticos.
3.- En 3º lugar, al privilegiar el partido en las instituciones públicas, los partidos se han arriesgado a
ser vistos como beneficiándose a sí mismos y, directa o indirectamente, empleando los recursos del
Estado para fortalecer sus propias posiciones en términos de subsidios, recursos humanos,
patronazgo y estatus. Como el partido de los afiliados se ha debilitado, los partidos han conseguido
asegurarse su propia supervivencia como organizaciones invadiendo en mayor o menor medida el
Estado y, al hacerlo, pueden haber abonado el terreno de su propia crisis de legitimidad popular.
Tema 3. LOS GRUPOS DE INTERÉS
Resumen
Los grupos de presión e interés son actores relevantes en los sistemas políticos democráticos,
integrados por ciudadanos que se organizan de forma diversa con el objetivo de influir sobre las
instituciones y poder político, para defender sus respectivos intereses. Se identifica y analiza la
evolución de los grupos más relevantes, de sus formas de presión y de los tipos de intereses
defendidos.
Teoría clásica
Bentley entiende el gobierno y el proceso político como el resultado de ajuste producido por la
competencia entre los grupos. La definición del grupo se establece a partir de sus objetivos en el
proceso político y establece una ecuación entre grupo, actividad e interés. Los miembros del
grupo se unen por preferencias compartidas sobre políticas específicas, y estas preferencias se
traducen en actividad.
Bentley señala la importancia de la actividad de los grupos en el proceso político. Truman parte de
una situación más estable del proceso: los grupos sociales y económicos no tienen objetivos
políticos de forma continua y su intervención es de carácter ocasional. La teoría de Truman
muestra la contribución de los grupos al equilibrio del proceso político, en paralelo al
equilibrio del conjunto del sistema político.
La razón de la adhesión de los individuos a los grupos que proporcionan bienes colectivos no
se encuentra en este tipo de bienes, sino en lo que Olson denomina ‘incentivos selectivos’, que
se adjudican exclusivamente a los que participan en una determinada acción colectiva. Su
teoría lleva implícita la predicción de que aquellos grupos que tengan acceso a beneficios
selectivos actuarán de manera colectiva más frecuentemente que los grupos que no
dispongan de tales beneficios, también que los grupos más reducidos y homogéneos
tendrán más actividad que los grupos más numerosos.
La aportación de Moe parte del reconocimiento de que los objetivos del grupo no forman la base de
la teoría de los grupos, sino que coincide con Olson en la importancia de los incentivos en el interior
de las organizaciones. Sin embargo, dista en que considera compatible el comportamiento racional
y la consecución de intereses comunes: nuevos valores que actúan como incentivos para la
acción individual (altruismo, seguridad, status, ideología) y tienen también un impacto en la
decisión de adherirse a un grupo y a participar. Sitúa a la teoría clásica y olsoniana en dos extremos
que son incapaces de proporcionar un entendimiento adecuado de los grupos, y propugna que los
incentivos no materiales y los intereses económicos deben integrarse para una comprensión
completa.
Unos años antes, Wilson desplaza la investigación de los grupos a sus aspectos internos y muestra
que, independientemente de los objetivos explícitos que tenga, busca su supervivencia como
organización. Los incentivos los agrupa en: materiales, solidarios, específicos, solidarios
colectivos e intencionados, y según su predominio en cada organización afectarán a los objetivos
y estrategias de la misma.
Estudio de McConnell. Compartiendo con los autores clásicos que el proceso de interacción de los
grupos debe ser abierto, fluido y con oportunidades para todos ellos, pero le preocupa las
restricciones que existen en la práctica. Favorecidas a veces por las propias instituciones
gubernamentales y la existencia de zonas de negociación restringidas a determinados grupos. Se
establecen barreras de acceso entre grupos ya establecidos, en detrimento del surgimiento de
grupos alternativos. Su preocupación por el comportamiento de los grupos, pero sobre todo por su
éxito en cuanto impacto en políticas le lleva a insistir en la distinción entre grupos pequeños con
amplias posibilidades de influencia; y grupos más amplios, vinculados a objetivos más generales
(medio ambiente, consumidores…)
Según los teóricos de los grupos: el proceso político no es el resultado de la actividad de los grupos,
ya que son los diferentes tipos de políticas, en función de su impacto en la sociedad, lo que
determina la actividad de los diferentes grupos. Cada arena tiende a desarrollar su propia estructura
política, su proceso político, sus elites y sus relaciones de grupo.
-Las políticas distributivas, caracterizadas por beneficios individuales, dan lugar a la actuación de
pequeños grupos de forma independiente y con un bajo nivel de conflictividad.
-Las políticas reguladoras, aunque suponen también beneficios individuales, movilizan grupos de
carácter amplio que establecen coaliciones para conseguir un pronunciamiento favorable
normalmente del poder legislativo.
-Las políticas redistributivas, provocan vencedores y perdedores, y la movilización de los grupos
representativos de sectores sociales. Su alternativa sugiere una limitación de las políticas
distributivas y la elaboración de regla que reduzcan la discrecionalidad de las instituciones
gubernamentales en sus decisiones, con la consiguiente disminución de la presión de los grupos
organizados.
La teoría de los grupos debe prestar especial atención a los grupos sociales, es decir, grupos
no definidos por sus objetivos políticos. Las actividades de estos grupos deben inscribirse en un
conjunto de elementos estructurales que tienen un carácter político: normas de actuación, territorio
en el que inciden, coaliciones que establecen, posicionamiento frente a las políticas. Su análisis
contribuyó a la explicación de los amplios movimientos de protesta que tuvieron lugar en EEUU en
los 60 y 70.
Más dificultad de integración de los grupos tuvieron algunos movimientos surgidos en algunos
países europeos, más interesados en provocar impacto en la opinión pública mediante el desarrollo
de formas de acción no convencionales que en influir o modificar decisiones políticas concretas
Años 70. Se explica debido al impacto producido por la reconsideración del papel del Estado y más
ampliamente el de las relaciones entre la sociedad, los intereses y la política. Una de las mayores
dificultades de esta nueva etapa y su impacto sobre la teoría de los grupos es la ausencia de una
concepción común del Estado en las sociedades industriales avanzas y las funciones que
desempeñan los grupos de interés. Esta situación contrasta con la que se produjo con los
trabajos impulsados por el comité de política comparada a finales de los 50, en el que se partía de
una concepción común del sistema político, de las funciones necesarias para mantener su
estabilidad y del rol de los grupos de interés, los partidos y el Gobierno.
Las inadaptaciones e insuficiencias de la teoría clásica de los grupos a las nuevas realidades las
podemos sintetizar siguiendo a Berger: en los siguientes aspectos:
-Aunque en las sociedades existen un nº indefinido de intereses potenciales, unos están menos
indeterminados que otros.
-Las diferentes experiencias nacionales influyen en la formación de los distintos grupos por lo
que deben superarse planteamientos a históricos anteriores.
-El papel de las instituciones y el Estado es importante en el contenido y la definición de los
intereses de los grupos, provocando el aumento de la intervención de las agencias públicas como
por la respuesta que estas provocan en los diversos sectores de la sociedad.
-Los diferentes grupos no sólo cumplen la función de formular demandas sociales sino que
participan en la adopción de decisiones y en la ejecución de las políticas.
Se trataba de reconocer la diversidad de intereses y la legitimidad de los grupos, pero no sólo con la
finalidad de que fueran la base organizada y estructurada del Estado. A diferencia del modelo
pluralista, la relación fundamental no era la relación entre grupos, sino la que se establecía entre los
grupos y el Estado.
Centra su análisis del corporativismo en el proceso político, y admite que los dos tipos puedan
coexistir en una determinada sociedad, constituyendo dos extremos de un continuo, centrado en el
acceso y el papel de los grupos en el proceso de decisión público. En el extremo más pluralista, la
competición de los grupos es similar a la del mercado, mientras que en el otro las distintas
organizaciones han ‘capturado’ el mercado y ejercen un monopolio. En una 1ª fase, la
aplicación del paradigma corporativista se centró en el nivel macro, aquel en el que actores
relevantes lo constituían las asociaciones representativas del capital y trabajo y los gobiernos y la
plasmación de las prácticas corporativistas lo eran los acuerdos ‘tripartitos’.
Los diversos países analizados fueron clasificados en 3 niveles: fuerte, medio y débil
corporativismo.
-A pesar de las diferencias entre algunos autores, existían coincidencias sobre la existencia de un
modelo ideal: Austria.
Países de fuerte corporativismo: Austria
Países de corporativismo medio: Países nórdicos, Holanda, Alemania y Suiza.
En el otro extremo: EEUU y GB
A los estudios de nivel macro le siguieron otros de nivel intermedio, denominado meso-
corporativismo (Cawson), en el que el protagonismo de los actores que intervenían en el proceso
de intermediación eran asociaciones de intereses de carácter intermedio y los organismos
gubernamentales de nivel ministerial o autoridades territoriales llegaban a acuerdos de
carácter social o territorial. También se aplicó la teoría al nivel ‘micro’, en el que los actores
participantes son las compañías individuales y las autoridades públicas.
El desarrollo del estudio de las políticas públicas puede considerarse como efecto directo del gran
crecimiento que las ciencias sociales conocieron a partir de los años 20. Hacia finales de los 40
aparecen 2 tendencias en la Ciencia Política norteamericana que ayudan a consolidar el interés de
los estudiosos por las políticas públicas.
-La 1ª, critica el planteamiento y los resultados de la disciplina oficial, considerándola alejada de los
problemas reales de los ciudadanos.
-La 2ª corriente, defiende la necesidad de perseguir un conocimiento más realista y documentado
de cómo se adoptan las decisiones públicas, mediante la detección y reconstrucción de los
procesos de agregación del consenso de gestión del poder.
De estos distintos intereses analíticos se derivan las 2 grandes vías de investigación que articulan
los estudios de las políticas públicas.
-Una 1ª se caracteriza por finalidades más descriptivas, al analizar los procesos de formulación de
implementación de las actuaciones públicas en clave diagnóstico-terapéutica, con el propósito
explícito de mejorar los resultados.
-La 2ª tiende a reconstruir los productos de la acción de las diversas administraciones y ponerlos en
relación con un entorno cada vez más complejo, caracterizado por las interacciones entra aquellas y
los diversos actores sociales.
El reconocimiento de que las políticas públicas surgen por la interacción entre actores
públicos y privados y que el Estado es un actor fragmentado en relación a su formulación e
implementación contribuyó a la utilización del término redes de política y que afectan tanto a
la dinámica interna de las distintas organizaciones como a sus mecanismos de actuación. Estas
redes pueden tener formas muy distintas, en función de los distintos ámbitos donde son
observadas, existe un punto de partida común que constituyen los principales aspectos a analizar:
nº de actores, estrategias y funciones que cumplen dentro de la red, estructura y estabilidad de las
relaciones entre ellos, grado de institucionalización y reglas de conducta.
La existencia de comunidades y redes de decisión plantea un problema que ya había sido
objeto de discusión: la existencia de barreras de entrada para los grupos emergentes. Los
grupos que disfrutan de un acceso privilegiado en el proceso de decisión son calificados como ya
establecidos, frente a los no establecidos Richardson y Jordan.
Grant distingue:
Aquellos a los que les es difícil romper la relación ya establecida, bien porque sea
dependiente de la ayuda del gobierno o porque pertenezca al SP.
Si predominan los contactos no públicos con el gobierno como estrategia negociadora
En la medida que utilizan los medios de comunicación para reforzar sus posiciones en la
negociación con el gobierno.
Una posterior revisión de la anterior clasificación sugiere diferenciar la estrategia. El elemento clave
en las relaciones entre los grupos y el gobierno la podemos situar en una relación de intercambio:
el gobierno ofrece a los grupos la oportunidad de influir en las políticas públicas, mientras
que los grupos pueden ofrecer ciertos recursos necesarios para que aquellas sean efectivas.
Los recursos pueden ser informativos, legitimadores, así como asegurar el cumplimiento de los
acuerdos y la colaboración en su implementación.
A finales de los 50, se planteó la necesidad de extender este tipo de estudios a otros países.
Almond en su investigación explicaba que la función política común de todos los grupos era la
de articular y transmitir demandas en el proceso político, independientemente de los diferentes
tipos de estructura de grupos existentes en los diferentes países. El estudio comparado de los
grupos no debe entenderse como la aceptación de una explicación completa del proceso político,
sino el reconocimiento de un instrumento analítico útil para la identificación de alguno de los actores
intervinientes. Debe ponerse en relación con otras variables exógenas que caracterizan a los
procesos políticos en los diferentes países.
Según Wilson (1990) algunas de estas variables deben ser incluidas en un análisis comparativo
de los grupos.
-Las diferentes actitudes hacia los grupos que existen en las diferentes culturas políticas, y en
particular las provenientes del Derecho Común anglosajón respecto de las herederas del Derecho
Romano.
En la 1ª de los grupos, como organizaciones de base voluntaria, no han necesitado
autorizaciones específicas para su nacimiento, mientras que en la tradición procedente del
Derecho Romano la autorización de la Administración para la formación de grupos de
representación funcional ha sido una constante.
-Una 2ª diferencia es la diferente densidad asociativa de los grupos, así como la unidad o
fragmentación del sistema resultante. En algunos países se combina una alta densidad asociativa
con un sistema de grupos muy centralizado, mientras que en otros la densidad es baja y coexiste
con un sistema muy fragmentado.
También hay que tener en cuenta las diferencias que el diseño y funcionamiento institucional
provoca en la actuación de los grupos. En la medida, por ejemplo, que el legislativo participa de
manera central en el proceso de decisión y por otra, la disciplina parlamentaria es débil, gran parte
de la actividad de los grupos se canaliza en esta dirección.
Algunas conclusiones
Los grupos no pueden analizarse sólo desde el punto de vista funcional, como actores que
formulan demandas: surgen en un determinado contexto, algunos desaparecen y otros se
mantienen, y la transmisión de sus preferencias no se realiza de manera neutral, sino que
intervienen sus dirigentes, y en menor medida, sus afiliados. Sus procesos internos determinan su
comportamiento en el proceso político, y junto a las demandas que realizan, deben examinarse las
acciones dirigidas al mantenimiento y reforzamiento de la organización. Los primeros análisis de
grupo subestimaron el aspecto dinámico de los grupos como organizaciones, posición que fue
corregida posteriormente.
En la discusión sobre “el retorno del estado” se mezclan 3 niveles de análisis. El papel de la
burocracia en los procesos de decisión, la autonomía de las instituciones y agencias
gubernamentales en la formulación de objeticos y políticas y la consideración del Estado como
actor unitario e independiente.
-Almond no considera viable su utilización como unidad básica de análisis.
-Lowi señala que la dificultad del planteamiento unitario del Estado provoca en el momento de
medir su grado de autonomía, fuerza o debilidad: si se realiza a partir de diferentes casos de
políticas públicas, se rompe el tratamiento unitario reivindicado en la teoría, por lo que cree difícil el
análisis empírico del mismo.
-En las políticas distributivas se configuran pequeños grupos que actúan independientemente; las
políticas reguladoras movilizan grupos más amplios que los anteriores que actúan sobre la bases
de coaliciones.
-En las políticas redistributivas los grupos intervinientes suelen coincidir con grupos sociales
más amplios.
Sin el grupo no hay hombre, hoy en día resulta imposible concebir una sociedad moderna sin
grupos que defiendan intereses particulares. Duverger en su introducción a la Política al hablar
de los grupos de personas unidas para la defensa de un fin, dice que han existido desde
siempre, y los presenta como la institución básica, podíamos decir que natural, frente a “los
partidos políticos", organizaciones propias de un cierto tipo de régimen, en una determinada
época de la historia. Por el contrario los grupos de presión se encuentran en todos los
regímenes, en todas la épocas”. Son una manifestación natural de la condición social del
hombre, la respuesta que los individuos, que viven en sociedad, buscan para poder participar
en aquellos asuntos que les incumben. Centraremos nuestro estudio en los grupos que para el
cumplimiento de sus fines, tratan de influir en los poderes públicos, a través de medios de muy
diversa naturaleza.
La principal doctrina sobre los grupos de presión parlamentarios la encontramos en los EEUU a
principios del siglo XX. En 1908, Arthur Bentley elaboró un trabajo denominado “El proceso de
Gobierno". Un estudio de la “presión social”, pionero en la materia. Su publicación fue una
revolución en una doctrina política que llevaba años centrada en la estructura, organización y
funcionamiento de las instituciones y las leyes. En ese momento las organizaciones que no
trabajaban insertadas en el sistema institucional no eran consideradas como un objeto propio de
estudio y Bentley justificaba así su investigación, “la sociedad en sí misma es la complejidad de
los grupos que la forman". Cuando los grupos están correctamente integrados todo está
estabilizado, y cuando digo todo, quiero decir todo”. En el campo de la política no se puede hablar
de una escuela de los grupos de presión hasta los años 50, la que se ha llamado “edad de oro de
la doctrina de los grupos de interés”. En España hay muy pocos trabajos sobre esta materia
3.- Historia.
Se puede diferenciar 3 etapas históricas en la formación de los grupos: una fase inicial de:
- Representación estamental, en la que los intereses coinciden con el sistema social;
-Paréntesis liberal La representación se organiza sobre una base individual y las asociaciones son
completamente voluntarias, y, en consecuencia, fragmentarias e inestables.
-Desde finales del siglo XIX hasta la actualidad, caracterizado por los partidos de masas y los
grupos de interés organizados, con diversidad de objetivos, dirigentes profesionalizados y
burocracia.
La historia de los partidos y de los intereses está asociada a los comienzos de la sociedad mercantil
“burguesa” a finales del siglo XVII y a su desarrollo XVIII. La idea del interés, que era en su origen
un concepto referido a la utilidad de los príncipes y los Estados, fue evolucionando hacia los
beneficios de los súbditos. En un principio este interés privado era considerado como uno de los
frutos del bien público y por tanto necesariamente compatibles. En el pensamiento político inglés
del XVIII encontramos la 1ª elaboración científica de este concepto., Burke presenta a al partido
como elemento canalizador “un cuerpo de hombres unidos para promover mediante sus esfuerzos
los intereses nacionales de acuerdo con los principios generales compartidos con todos”. Según
esta concepción los intereses son la fuente natural de una sociedad orgánica, parte esencial
del bienestar general. Este régimen político se rompería a finales del XVIII, debido al surgimiento
de nuevas ideas de interés, y la representación se justificaría sobre la base de los derechos
individuales en contra de la justificación según las necesidades colectivas. Con lo que el interés
perdió su utilidad como criterio de representación. A mediados del siglo XIX los partidos políticos
se consolidarán como organizaciones de opinión, la filosofía de los partidos de masas
proponen como principio de identificación una ideología, quedando relegados los intereses
al ámbito de la sociedad civil, a través de asociaciones situadas entre el Parlamento y los
votantes de clase media. Los objetivos carecen de especificidad porque deben formularse teniendo
en cuenta a la sociedad en general. No pueden presentarse como objetivos de un sector
determinado, a no ser que se considere que los intereses de ese sector coincidan con los de toda la
sociedad. La generalización de intereses, y su consiguiente institucionalización a través de los
partidos de masas, lleva consigo:
- la politización de los intereses, y de las asociaciones que los defienden que pronto tienden a
identificarse, o a ser identificadas, con los partidos más próximos a sus objetivos.
- la proliferación de demandas de carácter muy general, “fruto de la globalización de intereses, y
la marginalización de los intereses específicos.
- la concepción de la satisfacción de los intereses para la totalidad. La acción se lleva a cabo en
nombre de intereses generales y a largo plazo.
-La definición de los intereses en manos de las jerarquías de las instituciones aglutinadoras, y la
escasa participación de las bases.
Serán los regímenes liberales los que acabarían con la representación especial (corporativa),
con la aparición de los partidos como defensores de los intereses generales. Por eso, una
vez extendidos los derechos de asociación, empezaron a aparecer asociaciones voluntarias.
Eran grupos creados a través de la libre elección de sus miembros, que perseguían objetivos
específicos y declarados por medio de la acción colectiva. Estas asociaciones, que no podían ser
consideradas todavía como grupos de intereses, pretendían principalmente la seguridad y la
ayuda mutua y promovieron formas de sociabilidad y actividades económicas, culturales,
profesionales, religiosas, caritativas… y con el tiempo se convirtieron en verdaderas
organizaciones de intereses, con una militancia extendida, un buen nº de recursos propios y una
burocracia autónoma.
A partir de ahí (finales del XIX), guerras en Europa y EEUU que incrementaron las
responsabilidades estatales, incrementos fiscales, alianzas internacionales. La protección aduanera
estimuló la creación de asociaciones. Llegada de la gran depresión de 1873 y surgimiento de las
organizaciones profesionales. Nacionalismo exacerbado que dio lugar a que otros grupos
presionaban a favor de gastos militares…, asociaciones de empresarios. A finales de los 70 las
organizaciones Estatales y privadas se entrelazaban y dio a esos grupos una representación
efectiva. Las asociaciones se convirtieron rápidamente en Europa en una expresión de liberalismo.
Si a esto unimos el desencanto que siguió a la depresión del 73 (turnismo, caciquismo, corrupción,
clientelismo) entenderemos el auge que alcanzan estos grupos. La I GM ayudó a consolidar este
sistema con alta participación de asociaciones en la guerra, tras la guerra se impuso de nuevo la
política de mercado y cualquiera que tratara de conseguir el control sobre un mercado politizado
necesitaba integrar a la direccione de fuerzas económicas en papeles corporativistas, privados y
públicos a la vez. El sistema corporativista puro se mantuvo en las dictaduras Mussolini Y
Primo de Rivera.
Tras la IIGM se produjo una polarización de los grupos de presión que llevaría a la
institucionalización en los grupos de interés. En el periodo entre guerras, alta tasa de desempleo,
convirtiéndose este problema en 1ª prioridad para gobiernos de Europa occidental. Esto tuvo doble
efecto, la canalización de reivindicaciones de la clase obrera (cohesión, capacidad de presión) para
que la política de empleo fuese prioritaria para el gobierno; así se creaba la identificación clase
obrera-interés general, los trabajadores fueron aceptados como un interés organizado con un
derecho propio a hablar en nombre del bienestar general. En el otro lado de la balanza se
encontraban los representantes del capital, que se mantenían como un conjunto de intereses
independientes, sin organización, ni objetivos e intereses comunes.
Wilson realiza una división histórica, siguiendo el pensamiento de Truman según el cual “la
formación de asociaciones en la historia se ha producido en sucesivas olas”. Según Wilson se
pueden encontrar 4 momentos fuertes en la creación de asociaciones en defensa de los
distintos intereses:
a) La 1ª etapa se situaría entre 1830 y 1860 y durante la misma aparecen las primeras asociaciones
nacionales de la historia norteamericana.
b) En la década de 1880 la industrialización provocará el nacimiento de toda una serie de
organizaciones, especialmente económicas, en defensa de los intereses de los empresarios y
los trabajadores. Durante esta década surge, por ejemplo, la Cruz Roja.
c) Entre 1900 y 1920 se da el 3º momento fuerte surgiendo organizaciones como la Cámara de
Comercio, o las asociaciones de granjeros.
d) La década de los 60 será el 4º momento asociativo, destacando el incremento del activismo
social, entre los grupos que se originaron en este periodo.
Cuenta la leyenda que las actividades de presión nacieron en un hotel de Washington, donde
solían alojarse los congresistas. Muchas de las visitas eran de personas que representaban algún
tipo de interés en los que el congresista tenía poder de decisión y de allí nació la palabra Lobby.
Otros dicen que fue en los salones situados antes de la cámara de los comunes en GB del
SXVIII donde se citaba a los representantes de los mismos intereses comerciales para conversar
con los parlamentarios a fin de tener favores. El origen de los lobbies lo encontramos en los EEUU,
y se encuentra unido a los orígenes de la nación.
En 1829 los términos lobby y lobby-agent ya eran de uso común en los EEUU. Su labor se fue
consolidando aprovechando el debilitamiento del poder ejecutivo, alrededor de los pasillos de los
hoteles y las oficinas del Congreso, y pronto empezaron a practicarse una serie de actividades que
los desprestigiarían desde los orígenes: sobornos, fiestas, alcohol y mujeres, dieron lugar a que los
legisladores volvieran su atención a la actuación de estos grupos, moderando su ilegalidad, pero sin
lograr situarlos en un lugar adecuado.
La 1ª mitad del siglo XX se convirtió, tanto en EEUU como en Inglaterra, en una sucesión de
escándalos y reacciones parlamentarias frente a los grupos de presión. La gran inestabilidad
económica en el mundo tras el crack de 1929, supuso una serie de intentos de unos y otros por
obtener beneficios por parte del Estado, que trataba de incluir en cualquiera de las leyes que
desarrollaba un apartado específico destinado a restringir las actividades de presión. En 1946 la
Lobbiting Disclosure Act. Ley de EEUU dirigida a frenar las actividades de los grupos de presión
parlamentarios.
A principios de los 70 comienzan a surgir en todo el mundo una serie de intereses que van más allá
de lo empresarial, una nueva forma de presión, en asuntos como el medio ambiente, No Guerra de
Vietnam, Derechos Civiles. Hoy la consolidación de estos grupos y la relevancia que ha adquirido
dentro del mundo globalizado, han convertido a los grupos de presión en uno de los problemas
básicos de la democracia.
4.- Delimitación, definición y denominación de los grupos de presión.
Delimitación.
Nuestro estudio, dentro de las maneras distintas que tienen los ciudadanos de participar
asociativamente, se centrará en aquellas que para la consecución de sus fines optan por la opción
frente a los poderes públicos y dentro de estos aquellos que eligen como sujeto receptor de sus
peticiones al Parlamento (en sus distintas versiones: parlamentarios individuales, grupos
parlamentarios o incluso partidos políticos).
Movimientos sociales.
Sartori: la distingue entre:
-Movimientos sociales. Se distinguen por ser, grupos “voluntarios por una pura y simple
identificación sociológica”. En este punto parece que lo importante es la organización, y así algunos
autores sitúan la diferencia en la espontaneidad, distinguiendo entre las acciones sociales (brotes
espontáneos que tienden a desaparecer como aparecieron); y los movimientos sociales (muy
dinámicos, no institucionales, que consiguen dar continuidad a las acciones sociales con una
cierta estructura, pero sin una organización definida, que les permita llevar a cabo acciones de
presión directa, teniendo como objetivo exclusivamente la opinión pública)
-Grupos de presión, grupos bien estructurados que cuentan con unos órganos directivos definidos,
una forma jurídica concreta y una estrategia de actuación. Es frecuente que algunas acciones
sociales cuajen en movimientos, y que estos movimientos sociales se conviertan en grupos de
presión, obteniendo fuentes de financiación y definiendo su equipo directivo y su estrategia. Como
se puede ver, nos encontramos ante una escala en la que el escalón superior abarca siempre los
escalones inferiores. Todo grupo de presión necesita una base social que lo sustente y ésta
siempre suele iniciarse en acciones sociales.
Los sindicatos.
Los grupos de presión no se pueden confundir con los sindicatos al menos en nuestro país. El papel
privilegiado que la Constitución otorga a los sindicatos en su artículo 7, convierte a estos en
entidades que gozan de un status semipúblico, que se manifiesta en su institucionalización
jurídica y el status del que, como interlocutores privilegiados, suelen gozar en los sistemas políticos
continentales.
Los partidos políticos.
Tampoco cabe confundir a los grupos de presión con los partidos políticos. Los partidos ejercen una
función de integración de intereses heterogéneos frente a la homogeneidad que pudieran
fomentar los grupos de presión parlamentarios. Los grupos de presión no son partidos políticos,
porque en su esencia se encuentra el no tratarse de instituciones representativas; así como el fin de
los partidos es tomar el control de las instituciones de gobierno, a través de las elecciones, los
grupos de presión renuncian a estos medios de representación. Por eso se presentan como
instituciones alternativas o complementarias.
Caucus
En EEUU existen unas de figuras, que se aproximan más a lo que podríamos considerar un grupo
de presión. Se trata de los grass root, los GOP, los Caucus y los consultores políticos.
Los Caucus son grupos informales de congresistas y senadores en defensa de unos
intereses concretos. Refuerzan estos las teorías de los que presentan la democracia
norteamericana como un agregado de intereses. Sus orígenes los encontramos en la creación en
1959 del Democratic Study Group (DSG). En los 70 se establecían alrededor de 50 nuevos grupos,
en Enero de 1996, existían 129 caucus activos en el Congreso. 89 caucuses han desaparecido
desde su creación. Estos grupos surgen o desaparecen con extraordinaria facilidad. Se
adaptan a las necesidades de la sociedad, o de los grupos, su flexibilidad que les permite trabajar
con mucha más celeridad que las instituciones del Congreso. Son informales, operan fuera del
congreso. Aunque no forman parte del sistema del Congreso, los Caucuses tienen su propia
organización, tienes su Presidente y sus viceptes, su propio equipo y sus fuentes de financiación;
son organizaciones, con un nº de miembros determinado y una actividad continua, que no termina
con las sesiones del Congreso.
Para comenzar su actividad, el único requisito previo es anunciarlo en el Congreso y enviar a todos
los miembros una nota informativa (Dear Colleague), anunciando su creación, sus fines e invitando
a todos a unirse al grupo. Los Caucuses, pueden estar formados por miembros de las 2
cámaras, por representantes de distintos estados, por miembros de los 2 partidos. Estos pueden
dividirse según sus intereses en:
1.- Caucuses del partido: agrupan miembros de un solo partido (rama liberal del partido
demócrata, la rama moderada del partido republicano…)
2.- Caucus personales, que reúnen a aquellos representantes con un interés concreto en una
materia determinada, como puede ser el medio ambiente, la familia, los DH o internet
3.- Los sectoriales, que se encargarían de la defensa de los derechos de las minorías más
representativas, como pueden ser los negros, los hispanos, la mujer…
4.- Los regionales, que aglutinan a los representantes de un grupo de Estados.
5.- Los (state/district) estatales o del distrito: se centran asuntos como la defensa de una
política determinada con una nación concreta., o de un área rural.
6.- Los industriales, son la unión de la defensa de los intereses de las distintas corporaciones y
empresas. P.E. el Caucus de los automóviles, el del acero, el textil,…
Sus actividades (que se asemejan a las que realizan los grupos de presión parlamentarios) pasan
por la obtención, análisis e intercambio de información, y su presentación ante los Comités
respectivos; el influir en la Agenda introduciendo o procurando suprimir, propuestas de ley o
medidas determinadas; o el desarrollo de nuevas propuestas de ley o de enmiendas a las
existentes.
Think Thank
El think thanks es una figura que importada de EEUU extendida por todo el mundo. Podríamos
definir esta figura como “organizaciones independientes que llevan a cabo investigaciones y
programas educativos para formar e influir a la clase política (y a los creadores de opinión en
un amplio campo de intereses económicos, sociales, políticos, medioambientales y de seguridad).
Estas organizaciones suelen estar formadas por intelectuales y analistas que reciben contratos
o encargos, de instituciones públicas o privadas, para analizar ideas y proyectos, y proponer
formas de aplicación a las diferentes actividades gubernamentales e industriales. Su origen es
militar, su misión política y sus características principales son:
PAC
Los PAC (Political Action Committee), son denominados por Duverger cajas electorales. Estos
comités se forman para recaudar dinero para apoyar la nominación o la elección de personas a
una función pública electiva federal o de un Estado. En la actualidad estos grupos han pasado a
ser imprescindibles para que un candidato logre su elección. En los EEUU existen más de
5.000 PACs, y sus contribuciones rondan el 35% de los gastos de la campaña electoral. Este
fortalecimiento de los PAC los convierte en una vía de acceso ideal a los candidatos, que cuando
alcancen la meta recordaran a todos los que le han acompañado por el tortuoso camino. De todos
modos, estas contribuciones no suelen resultar decisivas ya que el volumen de colaboraciones, el
elevado nº de lobbistas, y que en ocasiones representan intereses opuestos diluyen las
posibilidades de actuación concretas.
Otros grupos
Es frecuente confundir los grupos de presión y los medios de comunicación. Si contemplamos la
situación actual de nuestro país, metido de lleno en la batalla mediática, veremos que no es sencillo
distinguirlos, porque los medios se han convertido en aglutinadores de una serie de intereses
económicos, industriales, sociales… Duverger, hace muchos años, se refería al hablar de los
medios de comunicación, a los pseudogrupos de presión, mientras que hoy contemplando la
situación nos parece más propio hablar de macrogrupos de presión, este fenómeno, que en
Francia se denominó la “prensa de industria”, hoy es la tónica general de todos los medios. Dentro
de realidades similares debemos distinguir entre grupos de interés y grupos de presión. Los grupos
de interés serían todas las asociaciones de individuos con fines en común, independientemente de
los medios que lleven a cabo para lograr sus objetivos, por lo que todo grupo de presión es un
grupo de interés pero no viceversa.
Definición
Definición de Madison: “un grupo de ciudadanos, que se unen y actúan movidos por un
impulso común de interés, contrario a los derechos de los ciudadanos, a los intereses
generales “, Madison define estas asociaciones como “propias de la naturaleza del hombre”. La
Lobbying Disclosure ACT de 1995, es una ley que regula la actuación de los grupos de presión
sobre el Parlamento de EEUU, y define las actividades de presión como cualquier comunicación
oral o escrita a un funcionario público:
La indeterminación jurídica es uno de los principales defectos para la eficacia de una ley de las
muchas definiciones existentes de grupos de presión, una de las más acertadas es la de Lucas
Verdú que habla de “cualquier formación social, permanente y organizada, que intenta, con éxito o
sin él, obtener de los poderes públicos la adopción, derogación o simplemente no adopción de
medidas (legislativas, administrativas o judiciales) que favorezcan, o al menos no perjudiquen, sus
ideas e intereses, sin que su intento suponga una responsabilización política del grupo
presionante en caso de lograr su pretensión”.
En nuestra opinión, notas principales del concepto de grupo o de actividades de presión serían:
1. Una unión de personas, organizadas.
2. Una técnica de actividades de gestión.
3. Un sujeto activo, profesional o no, y un sujeto pasivo con poder legislativo.
4. Un objeto, medidas legislativas o reglamentarias.
5. Un fin, el interés de los sujetos que forman la organización.
Y desde estas notas proponemos una definición sencilla y clara: toda unión de individuos autónoma
y organizada, que lleva a cabo acciones para influir en el poder legislativo o ejecutivo en defensa de
unos intereses comunes.
Denominación: movimientos sociales, grupos de interés, grupos de influencia, grupos de
presión, lobbies,…
Persiste desde mediados del XX la batalla terminológica. Dentro de la definición de partida que
comprendería movimientos sociales, se centraría este trabajo en los que dentro de este
movimiento tratan de incidir en los medios políticos para conseguir sus fines. A estos es a los que
llamamos grupos de presión. Nuestro estudio se reduce más aún para concentrarse en las
acciones que estos grupos ejercen en el Congreso de los diputados (presión legislativa o lobbying)
pero que llamaremos “grupos de presión parlamentarios”, nos referimos a los grupos que tratan
de ejercer su influencia en el Congreso, dejando fuera de nuestro estudio a los que actúan en
otros campos, políticos o no.
Sartori opta por la expresión “grupos de presión”, rechazando “grupos de interés” por
considerarla redundante, ya que todo grupo que se une lo hace por un interés. En nuestra opinión la
palabra interés, “provecho, utilidad, ganancia”, tiene en la actualidad, al menos en España, una
connotación claramente negativa, y así reduce mucho el campo de acción de estos grupos
impregnándolos, al menos por su terminología, de un tinte exclusivamente económico. Meynaud y
Linares “todos los grupos son grupos de interés, pero no todos los grupos de interés son grupos de
presión” para ellos:
Finer define “presión”: “fuerza o coacción que se hace sobre una persona o colectividad”,
según Finer, “la presión estará en función de la aplicación o amenaza de aplicar una sanción, la
mayoría de grupos se limitan, simplemente a pedir o exponer un caso, razonan o argumentan, pero
no amenazan” Si esto supusiera fuerza o coacción supondría en España un delito penal contra las
instituciones del Estado, tipificado en el artículo 495 del Código Penal: “los que sin alzarse
públicamente, portando armas u otros instrumentos peligrosos, intentaren penetrar en las sedes del
Congreso o Senado para presentaren persona o colectivamente peticiones a los mismos, incurrirán
en pena de prisión de 3 a 5 años”.
Los hispanohablantes optan por el término “lobby”, aportando algunos nuevos argumentos en su
esfuerzo por distinguirlo de la denominación “grupos de presión”. Jordi Xifra, explica que “un lobby
es una agencia o despacho dedicada al ejercicio profesional del lobbying en representación
de las organizaciones que soliciten sus servicios a cambio de una remuneración económica,
no es un grupo de presión.
Como conclusión, podemos resumir que vamos a estudiar los grupos de presión parlamentarios,
que consideramos como tal a toda unión de individuos autónomos y organizados que lleva a cabo
acciones para influir en el poder legislativo en defensa de unos intereses comunes.
5 elementos principales que definen los grupos de presión: la unión, los intereses comunes, la
organización, su acción política y su carácter autónomo.
A) Unión
Entre los grupos de presión, encontramos todo tipo de uniones de personas, asociaciones o
empresas, que presentarán diferentes configuraciones jurídicas. Al hablar de grupos de presión
parlamentarios encontramos organizaciones no gubernamentales, empresas, grandes
corporaciones, asociaciones de distinto tipo, vecinos, consumidores,… Habitualmente estos
grupos están formados por particulares, pero en los últimos años se ha formado una nueva unión,
la unión de organizaciones.
B) Intereses
Para establecer la definición de los grupos de presión parlamentarios, nos referiremos a la defensa
de unos intereses comunes. Esta defensa de intereses exige 2 fases,
la 1ª que consistiría en poner de acuerdo a personas que tienen un interés común, (agregación de
intereses),
y la 2ª, denominada articulación de intereses, y que consistiría, en la decisión y realización de
distintas actividades para llevar a cabo ese fin. Estos intereses vienen determinados por lo que en
EEUU se conoce como “Agenda”=donde aparecen los asuntos políticos, el orden y prioridad de
estos asuntos. Si analizamos los fines de estos grupos, llegamos a la conclusión de que esta
búsqueda del propio interés no tiene por qué producir beneficios al sistema (función subsistemica)
Por ello los grupos de presión parlamentarios para legitimar su existencia se verían obligados
a realizar alguna función de beneficio del sistema o interés general (relación beneficiosa de
intercambio). La base sobre de la actividad de presión es que buscará siempre satisfacer los
intereses de los particulares que la ejercen pero siempre con la función básica de no contrariar el
interés general.
C) Organizados
Podríamos definir “organización” como instrumento para canalizar, regularizar y concentrar la
participación” En su origen los grupos de presión parlamentarios fueron grupos de tamaño reducido,
cuyos miembros mantenían un contacto permanente, llegando incluso a conocerse personalmente.
Hoy los grupos han crecido y, para su funcionamiento, es necesaria una estructura formal, una
forma jurídica, una clara definición de sus reglas e intereses, que suele venir dada en los estatutos,
un sistema para conseguir recursos que permitan su funcionamiento, una historia, unas reglas de
comportamiento y, lo que es más importante, unos modos de hacer, un estilo propio, para influir en
las decisiones parlamentarias.
Miembros. En política una de las cosas más importantes que existen son los votos, por lo que
las asociaciones que cuentan con mayor nº de votos serán consideradas con mayor atención.
Según Napoleón:” Sólo hay 2 fuerzas capaces de unir a los hombres, el miedo y el interés”
La pertenencia a los grupos de presión parlamentarios, puede estar motivada por varias razones:
materiales, ideológicas, sociales, pero la principal será los beneficios que estas asociaciones dan
sus miembros.
El tamaño de los grupos de presión, puede medirse de 2 formas distintas, el poder socioeconómico,
cultural o de prestigio que detenten, lo que se reflejará en el equipo y los recursos destinados a esta
labor, y su nº de miembros. La EEUU se ha querido diferenciar ambos:
- “grasstops”: llevarían a cabo actividades de presión basadas en su potencial económico o la
capacidad de acción de su equipo (celebrities influyendo en defensa del MA…),
-“grassroots” (grupos de masas) actúan con el apoyo fundamental del nº de sus miembros,
manifestado a través de campañas por acumulación, como envío de cartas, llamadas telefónicas o
correos electrónicos.
Lobbystas Sea cual sea el poder y el tamaño de la asociación es necesario que cualquier grupo de
presión parlamentario tenga un equipo directivo que lleve a cabo la coordinación, y en
muchos casos la realización de las actividades de presión. Las actividades de presión dependen en
último lugar de la labor de unos pocos que apoyados en el poder social, económico o profesional
de sus miembros, transmiten profesionalmente sus demandas a los poderes públicos, además
de articular desde arriba las campañas de opinión.
D) Acción política
Tanto las empresas como los grupos sociales saben de la importancia que deben dar dentro de sus
objetivos a la sociedad, 2 momentos distintos: la toma de conciencia del interés para ellos el
conocer la acción de los gobiernos en los temas que le incumbe, y por otro lado las
responsabilidades sobre materias en que sus acciones puedan afectar a la sociedad. La materia
prima del lobbysta es la información, conocimiento exacto de la situación, del asunto dentro del
proceso legislativo (vigilia legislativa) hasta el conocimiento técnico de la materia objeto de
discusión. Es frecuente que los mismos grupos de presión parlamentarios involucrados en una
campaña lleven a cabo campañas de prensa, de opinión entre los interesados. Lo importante para
un grupo de presión parlamentarios es llevar a cabo actividades que tengan el parlamento como
sujeto receptor de sus actividades. Hay que distinguir entre:
-Actividades de presión directas: contacto personal de los representantes de los grupos con los
poderes públicos
-Actividades de presión indirectas: se busca llegar a la opinión pública, para lograr a través de ella,
una postura de fuerza ante esos poderes públicos.
En resumen, las actividades de presión se podrían reducir, como decía la ley de 1946, al
intercambio de información entre los grupos de presión parlamentarios, los ciudadanos y el
parlamento y es allí donde los Lobbystas pueden encontrar legitimidad, y donde adquieren poder
Actividades de presión se basan en gran parte, en la relación personal y, dentro de la ley todo es
válido para ganar la confianza de los parlamentarios. La cuestión es cómo saltar las barreras que
protegen a todo político, pero una vez abierta la puerta de su despacho es difícil cerrarla. Además
para ser escuchados los grupos acudirán a los medios tradicionales, mailings, campañas de
tarjetas, llamadas telefónicas,… Todo grupo de presión parlamentario tiene a sus miembros en
continuo estado de alerta para recurrir al parlamentario en cuestión, mostrando su acuerdo o
desacuerdo con algunas leyes, medidas y declaraciones.
Las campañas de opinión se suelen organizar buscando legitimar toda campaña de presión.
Debido a esto los medios de comunicación se convierten en los aliados principales de los grupos de
presión parlamentarios, y los periodistas uno de los objetivos principales de la campaña. Lo
importante será lograr aparecer en las agendas de los legisladores, convertirse en sujetos o grupos
que por sus conocimientos, su relevancia social y su preparación sobre la materia deben ser tenidos
en cuenta para estudiar los asuntos de su interés.
E) Autonomía
Los grupos de presión parlamentarios no son fruto de la elección ni de la selección de ningún
organismo oficial, por eso no son instrumentos de la representación política.
El estudio más completo hasta la fecha es el de Georges Gurvitch (1950), que estabecia 63
divisiones distintas de grupos de presión. Analizaremos distintas clasificaciones de los grupos de
presión parlamentarios según su organización, intereses o comportamiento.
A) Aspectos organizativos
a) Desde esta perspectiva podemos distinguir entre grupos institucionales y grupos temáticos.
Grupos institucionales son aquellos en los que se dan una serie de elementos:
- organización consolidada: tiene continuidad, equipo directivo especializado…
-amplio conocimiento de las materias que afectan a sus clientes, rápido acceso a los
parlamentarios que se encargan de estas materias
- un grupo estable de miembros, unidos por intereses generales
-Importancia de los objetivos generales de la organización sobre las acciones concretas.
Es fácil darse cuenta de que existirían muy pocos grupos que cumplieran con rigor, las
características enunciadas, por eso surgen dentro de estos, 2 subtipos de grupos, las
organizaciones maduras, y, lo que podríamos denominar, grupos primerizos.
Grupos puntuales o temáticos, con características como: Mala organización, desconocimiento del
sistema de gobierno, grupo de miembros variable, falta de una política de objetivos común, falta de
consideración con los objetivos de la organización, prevalecen los objetivos particulares
Podríamos describirlos como grupos “carismáticos” con una fuerte convicción en un determinado
asunto que les lleva a reunir gente, sin ningún tipo de experiencia política, a su alrededor para
defenderlo. Aunque parezca mentira este tipo de grupos son tremendamente eficaces para
determinados asuntos, y con formas de actuación que parecería bastas e incluso ridículas a los
grandes grupos, logran, en multitud de ocasiones, grandes avances en los asuntos que trabajan, al
gozar de una libertad de acción de la que no disfrutan los grandes grupos, constreñidos por la
opinión pública y por el estado de sus relaciones con las instituciones. Como los grupos pro nazis,
sobreviven en el tiempos tratando de influir en la opinión pública. Su institucionalización dependerá
de la voluntad de sus miembros para adaptarse a una institución más organizada que le permita
atraer a más miembros y sobre todo la formación de un equipo directivo que redefina la estructura,
los fines y los modos de actuación de la organización.
b) Podemos distinguir también entre grupos federados: organizaciones formadas por la unión de
otras organizaciones; y grupos unitarios: sus miembros pertenecen a la organización.
-empresas: su posición frente a los poderes públicos la podrán llevar a cabo por sus propios
medios o mediante la contratación de empresas especializadas)
-lobbies: grupos con forma de consultoría, agencia, despacho de abogados que ejercen actividades
de presión por cuenta ajena, a cambio de remuneración.
-grupos profesionales o sectoriales: grupos para la defensa de los intereses del sector
-ONGS: asociaciones, movimientos sociales o grupos consolidados en defensa de un asunto
determinado, es un cajón desastre de intereses de la sociedad civil
-public charities (en Norteamérica) se dedican a labores sociales, realizan actividades de presión,
sin gastar más de un 20% de su presupuesto en ello. Estos grupos tienen ventajas debido a la
función social que realiza, de que las donaciones que se les realiza son deducibles fiscalmente
a) Dividen los grupos de presión parlamentarios en 2 categorías: los que promueven los
intereses comunes de sus miembros y los que promueven asuntos de interés general. Esta
clasificación, o la que habla de grupos de beneficios y de intereses especiales y grupos de interés
público. Pero esta clasificación, sea cual sea la terminología que se le atribuya, presenta el
problema con el que nos tropezamos una y otra vez al estudiar los grupos de presión, la confusión
de intereses que se encuentran en prácticamente la totalidad de las organizaciones estudiadas. No
es posible encontrar una organización, de las que entrarían en la clasificación de interés público,
que no persiga algún tipo de interés privado, aunque sólo fuera su autofinanciación; del mismo
modo son muchas las organizaciones creadas para defender los intereses de sus miembros, como
los mismos Colegios Profesionales, que en su labor defienden intereses generales. En conclusión,
esta clasificación muy frecuente en la doctrina, confunde más que ayuda.
En los 70 aparecen los public-interest lobbies como una reacción de los ciudadanos corrientes
ante la influencia ejercida por los grandes grupos de presión empresariales. Estos grupos tienen
dos objetivos fundamentales, el de presionar ante el poder legislativo y el defender los intereses de
sus miembros ante los tribunales. Sus objetivos no se identifican con los objetivos de sus
miembros, sino que son intereses más generales (abolición pena de muerte, m.a.)
b) Finer los divide según sus intereses específicos y según este criterio los divide en:
-empresariales: agrupa tanto las asociaciones sectoriales como empresarios o trabajadores.
- grupos de consumidores: como las oficinas de consumidores.
-grupos de interés social: En él se integran muchos colectivos e intereses, normalmente con forma
de ONG que abarca grupos en defensa de jóvenes, mujeres, pobres,…, otras agrupaciones van
desde la defensa de las distintas profesiones o instituciones en defensa de los intereses culturales.
- grupos de interés regional.
c) Duverger distingue entre grupos profesionales, que son aquellos que agrupan a personas según
su actividad económica, y grupos de presión, reservando esta 2º denominación para aquellos
grupos que cuentan entre sus fines con otros, distintos de la defensa de lo profesional.
-grupos profesionales: distingue Duverger entre organizaciones patronales de la industria y del
comercio, organizaciones campesinas y organizaciones de asalariados.
Entre los otros grupos de presión Duverger distinguirá entre grupos privados: no tienen ninguna
relación orgánica con el Estado (divididos a su vez en grupos exclusivos y grupos parciales) y
grupos públicos.
Grupos privados:
-Grupos de presión exclusivos. Son aquellos grupos para los que la actividad de presión es
fundamental, hay que distinguir entre organizaciones políticas especializadas sociedades de
pensamiento y oficinas de presión
-Grupos de presión parciales: la presión política es solo una parte de su actividad
-Grupos públicos:
El Estado presiona sobre los órganos encargados de tomar las decisiones políticas. Duverguer las
divide entre organizaciones civiles, AAPP y funcionarios. Estos grupos tienen gran relevancia en la
UE, donde destacan sobre todo, por su actividad y representación de empresas nacionales e
intereses territoriales como los Länder alemanes o las CCAA.( tienen oficina propia en Bruselas)
- Sujetos interesados:
- Grupos Privados, independientemente de si son privados o públicos representan los intereses de
los particulares.
- Grupos Intergubernamentales, desarrollan su labor en defensa de instituciones públicas como
pueden ser los intereses de los municipios frente a las CCAA o de estas mismas frente al gobierno
al Estado.
- Grupos entregubernamentales, que son los que se desarrollan entre los representantes de los
distintos poderes políticos, ya sea el ejecutivo y el legislativo, o los representantes del poder
legislativo entre sí.
- Grupos interestatales que defienden de manera extraoficial los intereses de naciones diferentes.
Otra clasificación distinguiría entre los grupos de presión por los sujetos que la diferencia entre:
-Lobbying empresarial: promovido por una empresa individual o grupo de presión
-Lobbying federativo o confederativo: la acción defiende los intereses de una federación de
empresas o grupos del mismo sector de actividad
-Protest Bussinesses: Green Peace, Amnistía Internacional…
-Lobbying unipersonal: el que puede llevar a cabo cualquier ciudadano (derecho de petición)
a) Esta actividad distingue entre cual será objeto directo de sus actividades de presión:
– Lobbying parlamentario: centra sus esfuerzos en el poder legislativo.
- Lobbying administrativo: dirige su estrategia hacia el poder ejecutivo, a cualquier nivel de la
administración
- Lobbying judicial: busca influir en la toma de decisiones del poder judicial (ilegal, pero real)
b) Por la extensión de sus actividades podríamos distinguir entre: Grupos nacionales, Grupos
internacionales y Otro tipo de grupos, que entrarían dentro de esta clasificación, son los grupos de
presión que defienden los intereses de un país determinado ante los poderes públicos de otro país.
El estudio de la composición y las formas de actuación de los grupos nos lleva a discutir sobre la
legitimación de estos grupos y su posición en el sistema parlamentario español. Los grupos de
presión existen también en España y son muy activos, siendo sujetos imprescindibles en el proceso
legislativo. Aquí suelen ser criticados, en ocasiones, por los grupos intermedios que son aquellos
que reconducen el principio democrático al ideal de la democracia directa y para ellos los grupos no
son más que elementos distorsionadores del ejercicio de poder por parte del pueblo.
Es su actuación no regulada la que hace entender a los grupos de presión como: instituciones
secretas, que actúan como defensores de intereses casi siempre económicos y opuestos al interés
general diferencia de lo que sucede en los EEUU donde la práctica del lobbying se percibe, en
términos generales como un instrumento más de participación de la sociedad civil en la vida pública,
en Europa ocurre justamente lo contrario. Entre la clase política el trabajo con los grupos de presión
parlamentarios es algo que se practica normalmente, imprescindible para una correcta realización
de la función legislativa, lo que no significa que para la opinión pública esas prácticas resulten
justificables. Los grupos de presión no pueden ser considerados, tanto por su estructura,
financiación o por sus modos habituales de actuación, como negativos para la democracia. Su
función la podríamos calificar de mensajeros que transmiten mensajes diversos a los políticos.
El foro de la razón pública. Ciudadanos, expertos e interesados.
La razón pública, concepto acuñado por Rawls, sustituiría el concepto clásico de opinión pública,
desarrollado durante el parlamentarismo clásico. Podríamos definir esta razón pública como el
lugar en el que confluyen las ideas y los intereses, en busca del consenso. Esta razón publica no
podría guiarse sólo por las normas el mercado, y debe tener límites “valores universales de
Giddens” además en este foro debe haber igualdad evitando la dictadura de los medios que suelen
defender sus intereses económicos.
Además la mayor amplitud de las materias sobre las que deben decidir los poderes públicos, hace
que a pesar de la cada día mayor especialización del aparato burocrático, el legislador esté
siempre necesitado de una información más detallada y técnica. “los Lobbystas se han
convertido en expertos en un área de especialización… y acumulan influencia en el proceso
legislativo.
El problema se plantea cuando las formas de actuación son discriminantes o corruptas,
cuando se deja el gobierno exclusivamente en manos del mercado hasta llegar a decir como el
presidente Wilson “lo que es bueno para la General Motors es bueno para los EEUU”. Serán
los grupos excluidos los que plantearía las deficiencias de la representación y sería a estos grupos
(los que no tienen medios para presentar sus reivindicaciones) a los que debería defender el
sistema representativo.
Los primeros estudios sobre grupos de presión van ligados al proceso de consolidación de la
Ciencia Política como disciplina autónoma, especialmente en los EEUU. Mientras el sociólogo
tiende a hablar en términos de valores y sistemas de valores, el politólogo estudia los intereses.
¿Quién tiene el poder?, ¿Quién gobierna? El interés es central porque la cuestión del poder
político es una cuestión de intereses, no de valores.
La década de los 80 conoció una resurrección del interés científico hacia los grupos de presión,
coincidiendo con la proliferación de intereses organizados en las distintas fases del proceso político;
y, en el terreno académico, con el auge de las corrientes “corporatistas” y, sobre todo, del enfoque
de políticas públicas. Inspirados por el trabajo teórico de académicos como Mancur Olson o
Theodore Lowi, una generación de politólogos volvía a las preguntas básicas que se plantearon
Bentley y Truman: ¿por qué se forman los grupos y como lo hacen? y ¿cómo ejercen su influencia
en el proceso de toma de decisiones? Más recientemente, el interés mostrado por los politólogos en
fenómenos como la corrupción política y el clientelismo han impulsado los estudios sobre grupos de
presión.
Conceptos y terminología.
Un grupo de presión es siempre un grupo de interés, pero no todos los grupos de intereses
se transforman en grupos de presión. El término interés, (Bentley), ha sido usualmente
entendido como sinónimo de grupo, remitiendo ambas palabras a la idea de actitudes compartidas y
de actividad en común. El grupo de interés es un actor del sistema social que desarrolla la
articulación de las aspiraciones de individuos o colectivos que, sin ellos, actuarían
directamente frente a los poderes públicos en las direcciones más dispares. Así, los grupos
proporcionan racionalidad, congruencia y viabilidad a las demandas de cuantos comparten
una determinada posición frente a otros sectores del sistema social. Este comprende subsistemas
económico y cultural. En la 1ª situación (económico) estaríamos ante grupos de interés
propiamente dichos, de defensa de los mismos (patronal, sindicato…), en la 2º ámbito (cultural)
hablaríamos de los grupos de promoción o de causa (sociedad para protección de animales, contra
malos tratos) u organizaciones no gubernamentales cuyos objetivos no benefician necesariamente
a sus propios miembros, sino al conjunto de la población. El marco más propicio para la existencia
y la acción de los grupos de intereses es el que tiene autonomía del sistema social, en el que los
grupos compiten entre sí según las reglas del sistema.
Con frecuencia a los grupos de intereses les resulta insuficiente el ámbito del sistema social,
necesitando descender a la arena política para difundir y defender sus demandas y reivindicaciones
con éxito. Éste es el paso que hace de un grupo de interés un grupo de presión. Así, un grupo de
interés se convierte en grupo de presión cuando entra en la escena política, operando como
actor político. Es decir, mientras la actividad del grupo quede circunscrita a un ámbito no
estrictamente político (sea la dimensión social, económica o cultural) será considerado un grupo de
interés y, en cuanto tal, objeto de estudio de la sociología más que de la politología. Es sólo en
tanto que entra en política, y mientras permanece en ella (de hecho, puede abandonar tal
escenario, una vez conseguidos sus objetivos) cuando se convierte en grupo de presión. Éste
podría ser definido como una organización o colectivo de personas (físicas o jurídicas) que ante
todo busca influir en política o promover sus ideas dentro de un contexto económico y político
determinado, incidiendo en el proceso de toma de decisiones mediante su actuación sobre los
poderes ejecutivo, legislativo y/o judicial (directamente o a través de la opinión pública) para
intentar moldear la formulación de políticas públicas y condicionar su implementación. No obstante,
en la práctica son muchos lo que emplean indistintamente ambas expresiones.
Se suele argumentar que, a diferencia de los partidos, los grupos de presión no se proponen
dominar al gobierno entero mediante el control de sus miembros, sino ejercer influencia sobre el
mismo para que adopte una política favorable a los objetivos que defienden o que aspiran a
conseguir, que bien pudiera consistir en sacar de la agenda determinado asunto, por un cierto
tiempo o indefinidamente. Así pues, los grupos de presión no pretenderían reemplazar ellos mismos
al grupo que está en el poder, sino que, por lo general, aceptan al gobierno y a sus miembros
como un hecho dado e intentan influir en su política, obteniendo las máximas ventajas posibles. No
siempre son diferenciables de los partidos, pues realizan muchas funciones propias de estos. En la
práctica, un grupo de presión puede acabar haciéndose con el poder político como en Polonia
con el sindicato “Solidaridad” convirtiéndose Lech Walesa en primer ministro.
Otra distinción es el tipo de los intereses defendidos. Los partidos políticos defienden intereses
generales, mientras que los grupos de presión defenderían sólo intereses propios, planteando
sólo cuestiones que afectan a sus intereses y ofreciendo soluciones. Más importancia tiene la 3ª
diferencia, según la cual los partidos son responsables políticamente del poder que pueden
ejercer a cualquier nivel (nacional, regional o local) mientras que los grupos de presión no asumen
la responsabilidad política que derivada de sus acciones. Pero esto no salva del problema de que
frecuentemente los partidos políticos agrarios, confesionales, regionales… actúen como grupos de
presión.
Un tema que merecería más atención es el de las relaciones entre los partidos políticos y grupos
de presión, en especial, la revisión de los vínculos entre las fuerzas políticas de izquierda y los
sindicatos, así como las relaciones que mantienen las fuerzas políticas de centro y derecha con la
organización de empresarios.
Entre las muchas clasificaciones posibles, nos inclinamos por la que apunta Von Beyme a partir de
la contraposición entre grupos de “interés económico especializado” y “grupos de interés
público”. A partir de esta contraposición se establece una diferenciación entre 5 grupos principales:
Junto a estas instancias (como los propios gobiernos nacionales) de lo que se ha dado en llamar el
public lobbying, habría incluir también, de un lado, determinadas asociaciones semiestatales,
como las asociaciones científicas, academias, Cruz Roja, asociaciones de funcionarios
públicos y asociaciones ciudadanas; de otro, las asociaciones de excombatientes y civiles que
sufrieron daños bélicos o han sido víctimas del terrorismo. Unas y otras, por lo general, dependen
de algún tipo de ayuda pública para su normal funcionamiento, y muchas persiguen mejoras
materiales para sus afiliados, las cuales dependen igualmente de los presupuestos públicos.
Algunas asociaciones son difíciles de ubicar en un tipo concreto. Por ejemplo, las organizaciones
de consumidores y usuarios que tanto han crecido últimamente en nº y miembros, pero
arrastrando problemas organizativos y de eficacia. Este tipo de asociaciones busca intereses
públicos (mayor seguridad en automóviles y carreteras, recibos telefónicos detallados, reducción de
tarifas eléctricas, etc.), pero también el avance en estos objetivos repercute en beneficios materiales
para sus miembros.
Modos de actuación.
Los recursos o medios de actuación de los grupos de presión podrían agruparse en 5 grandes
categorías:
En España, a raíz de los escándalos a comienzo de los 90 se han desarrollado normas para evitar
y penalizar el tráfico ilegal de influencias. La actuación sobre el gobierno y la Administración por
parte de un grupo de presión puede producirse de modo indirecto mediante la entrada de uno de
sus miembros en el ejecutivo, al máximo nivel, ocupando posiciones de élite en la Administración
del Estado. Así p.e. líderes sindicales han formado parte de los gobiernos laboristas en GB…,
Suarez nombró ministro de Defensa y vicepte a l Presidente de CEPYME y expresidente de la
CEOE, Agustín Rodríguez Sahagún.
En España existe desconfianza entre los grupos organizados y la AAPP. En relación con las
organizaciones internacionales o supranacionales como destinatarias de influencia de los grupos,
el lobbysmo es más intenso en aquellas que están más facultadas para tomar decisiones
económicas y sociales.
Desde los 70, el corporatismo y su contraste con el pluralismo ha sido tema principal en el
estudio de los grupos de interés. La tendencia general ha sido favorable al corporatismo. En
particular, los resultados macroeconómicos en términos de alto crecimiento, bajo desempleo y baja
inflación fueron superiores a los de los sistemas pluralistas de grupos de interés. El corporatismo
parecía producir “un sistema económico superior”. Sin embargo, recientemente los expertos han
empezado dudar de esta interpretación tan optimista y a hablar del “declive” del corporatismo.
Pero, estas afirmaciones no deben considerarse como una justificación para abandonar la distinción
entre sistemas de grupos de interés corporatistas y pluralistas. Ante todo “declive del
corporatismo” significa que la eficacia de las estructuras corporatistas y su uso han caído, pero no
han desaparecido.
-En 2º lugar, el declive que se ha experimentado en algunos países ha sido simplemente gradual.
-En 3º lugar, en el laborioso estudio cuantitativo de Alan Siaroff (1998) sobre los cambios que se
han producido en el corporatismo desde los años 60 hasta los años 80 en 21 democracias, ninguna
de ellas presenta declive alguno.
-En 4º lugar, hay autores que exponen que el corporatismo en lugar de estar en declive, evoluciona
hacia nuevas áreas: no se trata de la desaparición del corporatismo o de las críticas hacia él, sino
de un área en particular (las relaciones entre sindicatos y patronales) que se están reestructurando
y tomando nuevas direcciones. La “fase industrial” de relaciones corporativistas puede
desvanecerse llevando a otra fase “postindustrial” con asuntos postindustriales (educación, salud
pública, asistencia social, MA,) y estos nuevos asuntos se negocian de manera corporatista
tradicional entre los diferentes grupos de interés más importantes. Según el autor: el proceso
político aun es corporatista.
-En 5º lugar, una explicación más amplia que se utiliza con frecuencia para explicar el declive del
corporatismo tradicional es la globalización económica, pues limita la capacidad del gobierno para
actuar de forma efectiva en la política económica, en especial en la gestión macroeconómica de la
economía. El análisis de Katzantein sugiere que la influencia negativa de la globalización en el
corporatismo no es ineludible y que a largo plazo cambiará.
-En 6º lugar, otra razón para explicar el declive del corporatismo es el debilitamiento en la
integración de los individuos con organizaciones de interés y partidos políticos. Katzantein sugiere
que el declive de la fuerza sindical no significa un declive del corporatismo, sólo un cambio
del corporatismo social a uno liberal.
El punto de vista a largo plazo de Schmitter recogido en su provocativo artículo que lleva por título:
“¡El corporativismo ha muerto; viva el corporatismo!” es muy sensato. Señala que el corporatismo de
grupos de interés tiene una especie de continuidad dinástica marcada por fallecimientos periódicos
y posteriores resurrecciones.
El estudio comparativo realizado por Siaroff (1998) toma 8 aspectos básicos de diferencias entre
corporatismo y pluralismo y evalúa 24 democracias mediante una escala de 5 puntos. Entonces,
hace la media de los resultados hasta llegar a un resultado global para cada país, y lo hace para 2
periodos: de 1963 a 1970 para 21 países y de 1983 a 1990 para los mismos 21 países, más
España, Portugal y Grecia. Se añaden al estudio 12 democracias de países en vías de desarrollo.
Los resultados son valores de pluralismo, oscilando de un teórico 4 a un teórico 0, pero con una
franja empírica algo más estrecha que oscila de 3,56 para el país más pluralista (Canadá) hasta
0,44 para el país más corporatista (Noruega). La puntuación media es 2,44 y la mediana 2,50,
considerablemente más alta que el punto medio teórico de 2,00 entre pluralismo y corporatismo, lo
que indica que las 36 democracias tomadas en su conjunto son más pluralistas que
corporatistas. Una razón importante para explicar este fenómeno es la presencia de los 12 países
en vías de desarrollo y que sólo dos de ellos (Venezuela y Mauricio) se sitúan en la parte
corporatista con respecto al punto medio.
Sistemas de grupos de interés, sistemas de partido y tipos de gabinetes.
(Tabla página 603) De acuerdo con la hipótesis, las democracias que tienen más gabinetes de
un solo partido y ganadores mínimos son también los países con más sistemas de grupos de
interés pluralistas; los países con mayor multipartidismo tienden a ser menos pluralistas. El
coeficiente de correlación es más fuerte para el vínculo entre gabinetes y grupos de interés que
para el vínculo entre partidos y grupos de interés, pero ambos son estadísticamente significativos al
nivel del 1%.
LAPalombara describe a Italia antes de las reformas de 1994 como una partitocrazia con una
amplia participación de todos los partidos en política activa y búsqueda de consenso. La solida
cooperación entre partidos compensó la debilidad de la coordinación de los grupos de
interés. El tipo de sistema de grupo de interés también está relacionado con el sistema electoral y
con el predominio del ejecutivo
Las elecciones son un mecanismo clave para extender la democracia por cuanto los electores
expresan su opción entre partidos o candidatos que compiten y eligen a representantes y
gobiernos. Al elegir unos pocos que representen opiniones e intereses, un grupo más amplio se
puede beneficiar de la democracia como un instrumento para la toma de decisiones. Los requisitos
legales y socioeconómicos básicos que definirían las elecciones democráticas serían:
El impacto del sistema electoral va a depender del contexto político y social donde se aplique y
que las mismas leyes electorales pueden producir resultados diferentes. El sistema posee efectos
inmediatos “mecánicos y psicológicos’ y bajo determinadas condiciones, puede llegar a tener
algunos efectos ‘no inmediatos’ sobre las elites políticas y el sistema de partidos.
Argumentos a favor del mayoritario: Gran ventaja para la formación de gobiernos estables, o en
otro sentido, que estos sistemas son más propensos a conseguir una estabilidad gubernamental
que los sistemas proporcionales. Al ‘discriminar’ a los pequeños partidos, refuerzan el sistema de 2
partidos, dando mayor estabilidad a un partido de gobierno. Y permite al elector elegir directamente
quienes deben gobernar.
En ocasiones, se acepta que los sistemas mayoritarios se sometan a una serie de ajustes para
lograr una mayor proporcionalidad, o al menos limitar la desproporcionalidad.
Aunque los sistemas proporcionales permiten que tanto los partidos grandes como los pequeños
obtengan escaños, a menudo esto no favorece la estabilidad gubernamental. Los pequeños
partidos obtienen escaños mediante los sistemas de representación proporcional, pero en la
mayoría de ocasiones son irrelevantes a la hora de formar coaliciones de gobierno.
Para los que apoyan los sistemas mayoritarios tiene gran importancia: la cercanía y el contacto
entre los representantes y los electores de su circunscripción; y la simplicidad del método de
votación. Y una ventaja adicional de los sistemas representativos es que permiten la representación
de las minorías, no sólo de partidos pequeños, sino también de minorías étnicas y culturales.
Tradicionalmente, se habla de representación por mayoría cuando el candidato es elegido por haber
alcanzado la mayoría –absoluta o relativa- de votos. Si no se obtiene, se presenta la necesidad de
realizar una 2ª vuelta, pues pocos candidatos obtienen la mayoría absoluta de los votos en la 1ª
vuelta. La participación en la 2ª vuelta se encuentra a menudo limitada a los 2 candidatos con
mayor votación.
La fórmula está en relación con las circunscripciones electorales, en este caso serán
circunscripciones uninominales. Con la fórmula de la mayoría absoluta, el candidato o partido que
haya obtenido más votos que todos los otros candidatos o partidos juntos ganará el escaño. Con la
fórmula de la mayoría relativa, el candidato o partido que haya obtenido más votos que el 2º
competidor, obtendrá el escaño. El objetivo político es alcanzar una mayoría parlamentaria para un
partido o una alianza de partidos.
El procedimiento del cociente electoral se caracteriza por la división de los votos obtenidos por
los diferentes partidos entre series de divisores, lo produciendo secuencias de cocientes
decrecientes para cada partido, asignándose los escaños a los partidos que obtengan las cifras
mayores.
Método D’hondt. Se basa en dividir los votos obtenidos por los partidos por la serie de nº
naturales. La asignación de los escaños se rige por el cociente mayor. Empleado en
Esp,Por, Bél, Hol y Finlandia.
Fórmula Sainte-Langüe. Empleada en Dinamarca durante el XX. con divisiones entre
números naturales impares.
Fórmula Sainte-Langüe modificada. A excepción de la anterior, el primer nº por el que se
dividen los votos de los partidos es el 1,4, continuándose de la misma forma que la anterior,
se utiliza en Noruega y Suecia y en parte de la asignación de los escaños de Dinamarca.
Fórmula danesa. Realiza el cómputo de los escaños sobre los resultados mayores de los
cocientes de los votos válidos entre la serie de divisores 1,4,7, 10, 13…
Todos estos divisores determinan con exactitud la proporción entre los votos y los escaños, aunque
las diferencias entre ellas son mínimas, pues dentro de una circunscripción electoral, es sólo un
escaño el que puede pasar de un partido a otro. No es siempre el partido mayoritario el que se
beneficia de la posible ventaja. Cabe la posibilidad de que el escaño adicional beneficie al 2º partido
más pequeño o al más grande.
En una jerarquía del menos al más proporcional encontramos el Sainte-Langüe puro, Sainte-
Langüe modificado y el sistema D’Hondt. Existe debate entre los científicos, debido a la
desproporcionalidad que genera el método D’Hondt favoreciendo sistemáticamente a los grandes
partidos.
En su defensa, la fórmula D’Hondt favorece la representación a tantos partidos como puede
hacerlo el Método Hare y la fórmula Sainte-Langüe pura.
Debemos prestar atención a otro de los elementos configuradores: el distrito. Las ventajas de las
fórmulas de divisores están en su sencillez y en el hecho de que permitan asignar en una sola
operación todos los escaños, cosa que no ocurre con las fórmulas del cociente electoral.
Las fórmulas del cociente electoral se caracterizan por la determinación de una cantidad mínima
de votos para obtener un escaño. Los partidos obtienen tantos escaños como veces quepa el
cociente electoral dentro del nº de votos por ellos recibidos. Este cociente electoral se obtiene
dividiendo el nº de votos válidos emitidos en la circunscripción entre el nº de escaños a repartir en
esa circunscripción, y corresponde a la fórmula del cociente electoral simple o natural o fórmula
Hare. En todas las modalidades, el cociente de la división se mantiene siempre igual,
mientras que lo que se modifica es el denominador.
Los sistemas proporcionales son más sensibles a la distribución de votos entre los partidos. 2
partidos serían muy competitivos en cada circunscripción si en cada distrito electoral el mismo
partido siempre gana un 51% de los votos, ya que el partido que gana obtiene el 100% de los
escaños. Los votos tienden a estar distribuidos territorialmente de manera que la distribución de los
escaños sea proporcional, incluso en los sistemas mayoritarios.
Entre los sistemas proporcionales europeos, existen diferencias en la magnitud de los distritos
dentro e incluso entre países. La razón de estas diferencias se debe al deseo de mantener cierta
ligazón entre las fronteras geográficas y los límites de las circunscripciones electorales. El tamaño
y la variación espacial de los votos se convierten en el 2º factor determinante del grado de
proporcionalidad de un sistema electoral.
Suele existir sobrerrepresentación de las zonas rurales en detrimento de las zonas más
pobladas. Las circunscripciones tendrían que contemplar el comportamiento poblacional, más que
el territorial, aunque en contrapartida deberíamos prestar atención a los movimientos
migratorios. La aplicación del principio de igualdad en la representación política mediante la fijación
de un promedio de habitantes por escaño, tiene dos variantes:
-Una que implica una distribución de circunscripciones electorales con un nº de habitantes cercano
a la proporción por escaño. Se aplica dividiendo el país en circunscripciones nominales
uninominales cuyos límites deben ajustarse constantemente a la variación demográfica.
-Otra que implica el cómputo de la proporción de escaños atribuible a una circunscripción electoral
con base en el nº total de habitantes. Se aplica en los sistemas con circunscripciones plurinominales
y el nº de escaños varía con arreglo a la variación demográfica.
En relación a este proceso, los umbrales de representación o las barreras legales de los
partidos políticos varían significativamente. Este índice se refiere al % mínimo de votos que
necesita obtener un partido en una circunscripción para ganar su primer representante bajo las
condiciones más favorables. Este límite se va reduciendo a la vez que aumentamos el nº de
escaños, por lo que si aumentamos el tamaño de las circunscripciones electorales, la
proporcionalidad se incrementa. La asignación de escaños dependerá de que los partidos
obtengan un mínimo de votos, que suele estar en relación con los votos emitidos.
Hay otros elementos de los sistemas electorales que pueden afectar al sistema de partidos: con
efectos sobre la estabilidad del sistema política, sobre la naturaleza de los partidos a la relación
entre los representantes y los electores de las circunscripciones, incluso a la estrategia de las
campañas y el reclutamiento político. Las estrategias de las campañas de los partidos varían
según sean las normas electorales. Cuando se permite una competición intrapartidista y los
candidatos tienen como oponentes a candidatos de su mismo partido, el objetivo de la estrategia de
una campaña centralizada se reduce. Por el contrario, un sistema de listas rígido y cerrado,
permitirá una mayor centralización del control de las campañas por parte de los partidos
políticos. De la misma forma que los sistemas electorales, afectan profundamente las relaciones
entre los representantes y el electorado. La relación será muy débil en sistemas de listas donde el
elector no tiene posibilidades de elegir a un candidato en concreto. Mientras que cuando elector
tiene alguna posibilidad para destacar una preferencia por un candidato, esto implica una mayor
dependencia del representante de su elector, debilitando una rígida disciplina partidista.
La decisión acerca del sistema electoral las toman las fuerzas sociales y políticas de un país.
El sistema electoral tiene carácter político-instrumental en las luchas políticas. Hay que
preguntar cuáles son las condiciones constitutivas, sociales y políticas de los sistemas electorales.
Allí donde la fragmentación étnica de una sociedad se cristaliza en un modelo de
representación proporcional, la representación política se corresponderá con el
fraccionamiento étnico de la sociedad. Los sistemas electorales y los resultados electorales, así
como los sistemas de partido, son reflejos de las estructuras sociales y políticas.
Cuando una sociedad cambia, un sistema proporcional reflejará mejor ese cambio. Los
sistemas electorales se convertirían en consecuencias no en causas de los sistemas de partidos.
La relación entre leyes electorales, los sistemas de partidos y los procesos de cambio social son por
lo tanto, recíprocos y extremadamente complejos. El sistema electoral no es más que un factor
entre otros que influyen en la configuración del sistema de partidos. Su importancia real es variable.
La mayoría de veces se constituyen mayorías partidistas, debido al efecto desproporcional de los
sistemas electorales. Debemos distinguir dos formas de constitución de mayorías:
-Mayorías conseguidas por un partido por medio de votos: un partido consigue una mayoría de
votos, que con independencia del sistema electoral, se traduce en una mayoría de escaños
(mayoría merecida).
-Mayoría partidista que no se corresponde con la mayoría absoluta de votos para ese partido, sino
que se consigue gracias al sistema electoral y a través de su efecto de desproporción más o
menos fuerte en la relación entre votos y escaños (mayoría fabricada).
Concepto de elecciones.
Para ejercer el sufragio, el elector debe tener oportunidad de elegir y gozar de la libertad de
elección. Sólo quien cuenta con la posibilidad de elegir entre 2 opciones, por lo menos, puede
ejercer verdaderamente el sufragio; además, debe tener libertad para decidirse por cualquiera de
ellas; de lo contrario, no tendría opción. La oportunidad y libertad de elegir deben estar amparadas
por la ley; si es así, se habla de elecciones competitivas; cuando se niegan la oportunidad y
libertad de elegir, se habla de elecciones no competitivas, y cuando se limitan la oportunidad y
libertad, se habla de elecciones semi-competitivas.
a) la propuesta electoral, que por un lado está sometida a los mismos requisitos de la elección
(libre, competitiva) y por otro no puede sustituir a la decisión selectiva del electorado.
b) la competencia entre candidatos, competencia entre posiciones y programas políticos.
c) la igualdad de oportunidades en la candidatura (candidatura y campaña electoral).
d) la libertad de elección, que se asegura por la emisión secreta del voto.
e) el sistema electoral (reglas para convertir los votos en escaños) no debe provocar resultados
electorales peligrosos para la democracia o que obstaculicen la dinámica política.(pe:
sobrerrepresentación de la mayoría)
f) la decisión electoral limitada en el tiempo sólo para un periodo electoral.
Estos principios tienen rasgos normativos de una concepción liberal pluralista de la democracia.
Según investigaciones empíricas sólo una minoría ejerce siempre el derecho de participar
activamente en los procesos políticos de selección y decisión. La gran mayoría permanece
políticamente apática, y las minorías que participan pertenecen principalmente a sectores
privilegiados
En sociedades relativamente homogéneas sin fracturas profundas, con sistema parlamentario y con
pocos partidos, las elecciones pueden tener las funciones siguientes:
- legitimación del sistema político y del gobierno de un partido o coalición de partidos.
- expresión de confianza en personas y partidos.
- reclutamiento de las élites políticas.
- representación de opiniones e intereses del electorado.
- ajuste de las instituciones políticas a las preferencias del electorado.
- movilización del electorado en torno a valores sociales, metas y programas políticos e intereses
político-partidistas.
- concienciación política de la población mediante la determinación de problemas y exposición de
alternativas.
- canalización de conflictos políticos mediante procedimientos pacíficos.
- integración de la pluralidad social y formación de una voluntad común políticamente viable.
- estímulo de la competencia por el poder con base en alternativas programáticas.
- designación del gobierno mediante formación de mayorías parlamentarias.
- establecimiento de una oposición capaz de ejercer control.
- oportunidad de cambio de gobierno.
En sociedades menos homogéneas con sistemas multipartidistas, las elecciones sólo pueden
cumplir algunas de estas funciones. Sin embargo, las elecciones competitivas servirán siempre
como instrumento de legitimación democrática del poder.
Las elecciones semicompetitivas sirven para estabilizar los regímenes autoritarios. Esta función
principal se apoya en las siguientes funciones específicas:
- el intento de legitimar las relaciones de poder existentes.
- la distensión política hacia adentro.
- el mejoramiento de la imagen hacia afuera.
- la manifestación de fuerzas opositoras.
- el reajuste estructural del poder a fin de afianzar el sistema.
Debido a las grandes diferencias entre los casos, las funciones de las elecciones semicompetitivas
se deben estudiar según los países y los regímenes respectivos.
Elecciones Elecciones Elecciones no
competitivas semicompetitivas competitivas
Importancia en el proceso político Grande Reducida Mínima
Posibilidad de elegir Alta limitada Ninguna
Libertad de elegir Garantizada Limitada Anulada
Posibilidad de cambiar el gobierno Sí No No
Legitimación del sistema político Sí No se intenta casi Casi nunca o
nunca nunca
Tipo de sistema político democrático autoritario totalitario
Por un lado, la extensión del derecho de sufragio es una variable dependiente y sus causas están
vinculadas con 2 procesos:
1º, el proceso de la revolución industrial, del desarrollo de fuerzas productivas, de la marcada
diferenciación social (clase media, clase obrera) y de la reivindicación de un movimiento obrero que
vio en la lucha del derecho de sufragio la clave para alcanzar una sociedad nueva e igualitaria; y
2º, el proceso de la denominada “revolución nacional” a través del nation-building mediante la
inclusión de grupos poblacionales cada vez más amplios al unificarse el Estado nacional.
Por otro lado, la difusión del derecho de sufragio (como variable independiente) influye en la
estructura de los sistemas de partidos, concebidos bajo las condiciones históricas específicas de
cada país; sus factores explicativos fundamentales e interrelacionados son: el momento de avance
de la extensión del derecho de sufragio, los cambios socio-económicos y la flexibilidad de las élites,
como respuesta a la creciente exigencia de participación de las clases bajas.
Sufragio universal.
Esta forma jurídica significa que, en principio, todo ciudadano tiene el derecho de elegir y ser
elegido independientemente de sexo, raza, lengua, ingresos o propiedad, profesión, estamento o
clase social, educación, religión o convicción política. Este principio no es incompatible con la
exigencia de otros requisitos, como determinada edad, ejercicio de la ciudadanía (nacionalidad),
residencia y posesión de las facultades mentales y de los derechos civiles, así como de la plena
capacidad jurídica. Desde una perspectiva histórica se pueden distinguir, en lo esencial, tres
modos de restricción del derecho de sufragio:
-Por medio de la exclusión directa de determinados grupos de la población, como: minorías
étnicas o religiosas, de personas que se encuentran en situación de dependencia, mujeres, etc.
-Por limitación o imposición de un censo (sufragio censitario) teniendo que probar cierta propiedad
o el pago de determinados impuestos, o tener determinados ingresos.
-La exigencia de cierta educación (censo de educación) como una educación primaria formal o de
ejercicio de una profesión (sufragio capacitario).
Sufragio igual.
Este principio implica que la influencia del voto de todos los electores es igual, y no debe ser
diferenciada en razón de propiedad, ingresos, capacidad impositiva, educción, religión, raza, sexo u
orientación política. Igualdad cuantitativa de los votos de los electores. El principio de sufragio igual
es incompatible con todas las formas de voto plural, de clase o de casta. El principio de sufragio
igual es relevante también en el ámbito de la distribución de las circunscripciones electorales. Para
que la igualdad cuantitativa de los votos esté garantizada, se debe tener cuidado en la distribución
de las circunscripciones electorales con el fin de lograr, por ejemplo, una relación igual entre la
población (o el electorado) y el nº de diputados que se deben elegir de acuerdo con la proporción
nacional (clave de la representación).
Sufragio secreto.
Este principio exige que la decisión del elector, en forma de emisión del voto, no sea conocida por
otros. Con el fin de garantizar el voto secreto, se han introducido hoy en la organización electoral la
cabina electoral, las boletas oficiales opacas, las urnas electorales selladas, etc.
Sufragio directo.
En elecciones directas o inmediatas, el elector elige los titulares de los escaños; por el contrario,
en las elecciones indirectas o mediatas, el cuerpo intermedio (colegio electoral) es previamente
elegido y se encuentra entre el elector y los diputados. Hay que distinguir entre elección indirecta
formal (el colegio electoral está obligado a respetar el voto del elector primario) y la elección
materialmente indirecta (el colegio electoral elige a los titulares de escaños según su propio
juicio).
Sufragio libre.
La libertad de elección es una exigencia fundamental de la elección misma; sin ella no existiría una
elección.
(Tabla página 641) En 1920 el sufragio universal masculino ya existía en todos los países
industrializados occidentales. Antes de 1900, sólo en NZ gozaba del derecho de voto las mujeres;
pero al comienzo de este siglo, también en Finlandia y Noruega. Después de la 1ª GM, la mayoría
de los Estados introdujeron también el sufragio femenino. Sólo en una serie de países latinos
predominantemente católicos se concedió el sufragio a la mujer después de la 2ª GM.
Los partidos obreros exigieron y lograron el sufragio universal. La democratización del sufragio por
medio del referéndum ha demostrado ser poco funcional. (Tabla 643). Según la tabla se puede
considerar que el derecho de sufragio y la participación electoral evolucionan en contrasentido, es
decir, frente a un nº mayor de electores la participación electoral disminuye
América Latina.
En la historia política de América Latina, las elecciones no han tenido el mismo significado que en
Europa. Con el comienzo de la independencia, en el primer tercio del siglo XIX, se discutieron y
aprobaron constituciones que estipulaban la designación de los órganos superiores por medio de
elecciones. Solamente Brasil siguió siendo una monarquía hasta finales del siglo; pero el gobierno
constitucional tuvo que imponer 1º, contra el ejercicio dictatorial del poder, el procedimiento de la
elección contra métodos violentos de alcanzar el poder político. Hasta hoy, sigue siendo la
inestabilidad política, con alternancia entre dictadura y democracia, la característica más saliente de
la historia política de América Latina. De ahí que las pocas excepciones hayan podido sobresalir
especialmente: Chile y Uruguay, antes del derrumbe de la democracia al comienzo de los años 70;
y Costa Rica y Venezuela (desde 1958). Frente a ellos se encuentra una serie de países en los
cuales la democracia apenas ha tenido alguna oportunidad: las naciones de Centroamérica (fuera
de Costa Rica) y Paraguay. Pero, por lo general los regímenes autoritarios no han renunciado a las
elecciones. Por esto, una 2ª característica de la región es que las elecciones tengan diversas
funciones y significados, que cambian según el tipo de régimen.
Debe tenerse en cuenta que América Latina es gobernada presidencialmente, y a las elecciones
presidenciales se les asigna un mayor significado. La mentalidad política en estos países se orienta
por completo al ejecutivo y su elección. Las elecciones parlamentarias son secundarias y en
algunos países se organizan de manera tal que a veces ni siquiera se informa sobre ellas.
Comparada con Europa o los países industrializados, la democratización del sufragio en América
Latina no estuvo vinculada con la industrialización y el cambio social. Por un lado, no hubo
procesos de industrialización similares o, en todo caso, se iniciaron mucho después, sin que (salvo
pocas excepciones) hayan podido dejar atrás la fase de sub industrialización. El surgimiento de
estructuras económicas heterogéneas contribuyó a petrificar las estructuras sociales, que
modificaron la importancia del sufragio universal y de las elecciones. En síntesis, el sufragio
universal no era el instrumento para romper las relaciones de poder reales. Con la
redemocratización de los años 80, América Latina intenta otra vez, con el voto como instrumento,
un desarrollo democrático y social que mejore las condiciones de convivencia, de gobernabilidad y
de pleno respeto a los derechos humanos en la región. (Tabla página 648)
-La universalidad del sufragio: ha eliminado la privación del sufragio por motivos políticos y
sociales. La democratización ha impulsado la extensión universal del voto
-La libertad de sufragio: garantiza la expresión de la voluntad electoral de cada ciudadano
-El voto directo: es contrario a la intermediación de grandes electores o compromisarios que
los ciudadanos eligen en 1ª instancia para que estos elijan a los candidatos presentados. En la
actualidad algunos sistemas tienen aún esta intermediación: Elecciones presidenciales en EEUU, al
senado en Francia, o las elecciones provinciales en España.
-Voto igual: ha eliminado las situaciones en que determinados sectores contaban con un nº
superior de votos que los demás electores (voto plural), pero subsisten desigualdades de voto
según territorio: en determinados territorios un voto tiene aún mayor valor que en otros
Los electores.
El derecho al sufragio (o en otros términos, la capacidad electoral activa) se adquiere cuando
concurren en una persona determinada requisitos establecidos por la ley. Quienes tienen esta
capacidad forman el cuerpo electoral. En él reside la capacidad de activar la soberanía popular,
eligiendo a sus representantes o manifestando su voluntad en consultas directas o referendos. La
ampliación de la capacidad electoral activa ha sido resultado de la presión política que han ejercido
grupos y clases sociales desde los movimientos revolucionarios liberales de finales del XVIII y
principios del XIX.
La ciudadanía o nacionalidad.
La ciudadanía es el vínculo jurídico establecido entre un individuo y el Estado. El derecho de
sufragio se vincula históricamente a la condición de ciudadano, al que se supone un interés
directo en los asuntos políticos sometidos a la decisión de los órganos elegidos. Así pues, y de
acuerdo con la tradición del llamado “Estado-nación”, sólo los ciudadanos (o nacionales) de un
determinado Estado poseen el derecho al sufragio, excluyendo a los extranjeros, pues se entiende
que sólo los ciudadanos nacionales tienen el interés y el derecho a participar en las decisiones
políticas generales. Esta situación hoy en día está sometida a la presión de los cambios
migratorios. En la actualidad hay muchos “no ciudadanos” que residen de manera permanente en
un Estado, trabajan, pagan sus impuestos… El requisito de la ciudadanía para acceder a la
capacidad electoral activa ha empezado a entrar en crisis. Así algunos países admitieron el
sufragio de los extranjeros en las elecciones locales. De un lado, el Tratado de Maastricht firmado
en 1992 ha establecido la extensión del sufragio en las elecciones locales a los ciudadanos de
Estados miembros. Por otra parte, ha generado el debate sobre admisión como electores y
elegibles en las elecciones al Parlamento Europeo de ciudadanos de toda la Unión, sin distinción
del Estado al que pertenezcan. Así, en el ámbito electoral, se observa una erosión de la posición
estado-nación como actor político y socioeconómico autosuficiente.
La edad.
El requisito de edad está en todos los ordenamientos electorales. Se establece una mayoría de
edad electoral, como condición necesaria (aunque no suficiente) para el derecho al sufragio.
Históricamente, la mayoría de edad electoral no solía coincidir con la mayoría de edad civil o
penal. Mientras se admitía que un sujeto podía tener obligaciones y derechos económicos,
laborales o familiares y se le hacía responsable desde un punto de vista criminal, se le seguía
negando en cambio la capacidad para intervenir en la política por medio del sufragio. Actualmente,
la norma más frecuente es la que establece esta mayoría de edad electoral a los 18 años sin
distinción de géneros (hasta la IIGM 25 años y diferente criterio para H y M). En algún caso
excepcional la mayoría de edad se ha rebajado a los 16 años. (Tabla página 656)
Los elegibles.
Grupo de ciudadanos que aspira a la elección: son los candidatos. La posibilidad de presentar una
candidatura electoral depende de una situación jurídica definida por la elegibilidad (o capacidad
electoral pasiva) y de los requisitos de presentación que figuran en las normas legales. Pero
dependen también de condiciones sociopolíticas y económicas.
La elegibilidad.
a) Concepto.
Un principio democrático radical establece la identidad entre la condición de elector y la de elegible:
todo ciudadano sería, al mismo tiempo, capaz de elegir y ser elegido. Pero esta coincidencia
no se ha reconocido ni se reconoce en los sistemas electorales: la posibilidad de ser elegido exige
una mayor responsabilidad que la posibilidad de elegir. En todo caso, este mayor rigor debe ser
establecido en la legislación, señalando que requisitos adicionales son exigibles a un elector para
convertirse en elegible.
b) Requisitos de la elegibilidad.
La edad. Para ser elegible, suele exigirse una edad superior a la requerida para acceder al derecho
de voto, aunque hay una tendencia a la coincidencia entre ambas edades. Esta exigencia puede
variar, además, con el tipo de puesto electivo, fijándose generalmente edades más elevadas cuanto
mayor es el ámbito de actuación del cargo que se elige.
La condena penal. Algunos delitos conllevan como pena accesoria la inelegibilidad, aunque no la
privación del derecho del sufragio.
La relación con el servicio militar o civil. Algunas legislaciones electorales establecen una
relación entre la elegibilidad y el servicio militar o civil.
El género. En el curso de los años han ido desapareciendo las normas que reservaban a los
varones todos o parte de los puestos electivos, como señala de su presunta superioridad en juicio y
capacidad para ejercer responsabilidades políticas directivas. . (Tablas pag 668)
Inelegibilidad e incompatibilidad.
La incompatibilidad afecta a la situación de los que ya han resultado elegidos para un puesto y no
(como en el caso de la inelegibilidad) a los que aspiran a ser elegidos. Incurre en situación de
incompatibilidad el ciudadano elegido que detenta simultáneamente otra posición (electiva o no
electiva), vinculada a la actividad política o administrativa. La incompatibilidad puede ser de
origen o sobrevenida. Y obliga (según la ley) a abandonar 1 de las 2 posiciones, obligando al
interesado a optar por una de ellas dentro de un plazo determinado. Las causas de incompatibilidad
pueden ser numerosas, según sea la tradición de cada país. La ley establece una relación que
incluye diversos mandatos electivos, puestos en la Administración ordinaria o en la judicatura,
ocupaciones y profesiones relacionadas con la economía y haciendas públicas, etc.
Elegibles y candidatos.
El perfil de los candidatos difiere del perfil general de los elegibles. La pretensión de acceder a un
cargo electivo se ha concentrado generalmente en un grupo limitado de ciudadanos. Lo define el
género masculino, el grupo de edad madura, el nivel de instrucción medio o alto, y la ocupación en
el mundo de la administración pública, la enseñanza, el derecho o la comunicación. Finalmente, la
militancia en un partido político (y, en grado menor, en un sindicato) es característica de la inmensa
mayoría de los candidatos, en unas elecciones en las que los partidos son los protagonistas reales.
Las características de los elegidos muestran la tendencia general a la “profesionalización” de la
actividad política, concentrada en manos de un grupo de ciudadanos que se especializan y hacen
de ella su modo de vida, cuando no exclusivo. Este fenómeno refuerza la diferencia entre los
elegibles (prácticamente coincidentes con el electorado en general) y los candidatos. Esta
diversidad tiene riesgos para la democracia representativa. La diferenciación creciente entre
representados y representantes repercute sobre la aceptación del sistema democrático y, por tanto,
sobre su legitimación.
La administración electoral.
Es la autoridad pública encargada de ordenar y supervisar el proceso electoral en todas sus fases.
Depende de esta autoridad el que el proceso se desarrolle en términos de igualdad de
oportunidades entre todos los contendientes, actuando con neutralidad y sin trato de favor
para ninguno de ellos. De esta autoridad depende en parte, que las elecciones puedan ser juzgadas
como libres y competitivas o legitimadoras de poder. La administración electoral puede quedar en
manos del propio poder ejecutivo, que la desarrolla por medio de la administración ordinaria,
generalmente dependiente del Ministerio del Interior. Aunque se tiende a que la administración
electoral quede en manos de autoridades independientes del Ejecutivo. Esta autoridad electoral
suele estructurarse piramidalmente, con órganos delegados en cada uno de los niveles territoriales
donde va a desarrollarse la elección y con la función de supervisarla en cada uno de ellos.
La convocatoria electoral.
La facultad de convocar elecciones corresponde a la autoridad constitucionalmente habilitada para
ello, sea el Jefe del estado, el Presidente del gobierno o, en caso menos frecuente, la propia
cámara que debe ser elegida. Dicha decisión responderá al agotamiento del mandato electoral, a la
disolución anticipada de la asamblea de acuerdo con las previsiones constitucionales. Cuando la
convocatoria se refiere a elecciones generales, la fecha de las mismas y los plazos para llevar a
término cada una de las actuaciones previstas en el proceso electoral son establecidos de modo
automático (cuando expira el mandato del órgano a elegir) o quedan también determinados
explícitamente (si el órgano es disuelto anticipadamente) en la misma disposición que disuelve la
asamblea.
La campaña electoral.
En la vida política, la acción de campaña no conoce pausa, debido a la existencia de partidos como
organizaciones permanentes de movilización y reclutamiento de dirigentes políticos. Pero si puede
entenderse la campaña como el periodo de intensificación de esta actuación.
La regulación de la campaña.
Se entiende por campaña, las actividades de los candidatos destinadas a atraer el voto de los
electores. Cuando se pretende que la elección sea competitiva, la regulación de la campaña debe
ofrecer 4 garantías:
- la libertad de expresión, información y reunión para los candidatos, sus partidarios y las
organizaciones que los apoyan;
- la igualdad entre los contendientes
- la imparcialidad de los poderes públicos
- la salvaguardia de unas reglas de “juego limpio” por parte de los contrincantes.
La duración de la campaña.
Algunos sistemas han limitado el período previo a las elecciones como período de campaña oficial.
Este período oscila entre las 2 y las 4 semanas. Con ello, se pretende activar los mecanismos que
aseguren la igualdad entre los candidatos y la imparcialidad de los poderes públicos durante las
semanas que anteceden a la consulta electoral. Sin embargo, la acción permanente de los partidos
debilita esta limitación temporal. Cada vez se hace más difícil distinguir el punto de inicio de
campaña del de la llamada “precampaña”.
La mejor forma de controlar esta delimitación legal es poner en marcha algunos servicios que la
Administración suministra a los candidatos durante un periodo acotado: locales públicos para
reuniones, espacio público para la fijación de carteles, gratuidad para algunos envíos postales,
espacio radiotelevisivo gratuito en los medios públicos de comunicación, etc. Algunas legislaciones
electorales prevén la suspensión de las actividades de propaganda en el día previo a la votación (la
llamada “jornada de reflexión”) y en la misma fecha de la votación.
La actividad informativa ordinaria de los medios. Un problema más complejo es el que plantea el
contenido de los servicios informativos. Mientras que la propaganda electoral se identifica
claramente, es más difícil medir el efecto que producen las informaciones emitidas antes de las
elecciones sobre los candidatos y los partidos. Queda, entonces, a la valoración del órgano
supervisor el medir si una información puede actuar en realidad como publicidad positiva o
negativa para una determinada candidatura. La regulación electoral sirve para suavizar las
desigualdades entre partidos contendientes, sin que pueda eliminarla por completo.
¿Sirven para algo las campañas electorales? De los estudios realizados, se desprende que la
concentración de esfuerzo en un periodo limitado persigue en términos generales 2 objetivos: Por
un lado, se pretende confirmar la disposición del electorado ya fiel, dando argumentos y motivos
para reforzar su adhesión y para que la haga efectiva acudiendo a votar. Por otro, se persigue
decantar a una parte de los electores indecisos. La mayoría de electores declara que ya había
decidido su voto antes del inicio de la campaña
A la “mesa” corresponde identificar a los electores para comprobar su inclusión en el censo, facilitar
las papeletas o el acceso a las máquinas de votación, asegurar el secreto de la votación mediante
la disposición de la sala de votación y el aislamiento de los votantes y, finalmente, evitar toda
presión o acción de propaganda en el lugar de la votación. La “mesa” podrá solicitar la asistencia de
la fuerza pública que custodia el lugar si se produjeran intervenciones que alteren la normalidad de
la votación.
El acto de la votación.
La libertad de voto se considera mejor protegida si se emite en secreto. Para ello, el elector realiza
en secreto la operación material de la votación. A tal fin, dispone de una cabina o compartimento de
aislamiento. Según establezca la normativa de cada país, la operación consistirá en seleccionar una
papeleta e introducirla en un sobre, marcar o escribir en una papeleta o accionar un dispositivo
mecánico o electrónico mediante tarjeta magnética. Los electores que tengan necesidad de
asistencia material para las operaciones (invidentes, disminuidos físicos) contarán con la ayuda de
la mesa electoral. Algunas legislaciones electorales prevén la emisión del voto de los ausentes, ya
sea por correo o por delegación. Se establecen condiciones para ello
Algunas resoluciones del órgano competente pueden repercutir sobre el resultado final de la
elección, cuando obligan a repetir una votación o a suspender la proclamación de un elegido. Sin
embargo, es habitual que esta posibilidad de anulación de la elección se produzca sólo cuando las
irregularidades son tan importantes que pueden afectar efectivamente al resultado final de la
elección.
“Gerrymandering”.
Otra forma de manipular la distribución de circunscripciones electorales se conoce por el nombre de
Gerrymandering= se entiende la distribución de las circunscripciones electorales con arreglo a
consideraciones político-partidistas. Se trata de una manipulación consciente, pues se aprovecha el
cambio de la distribución geográfica de los simpatizantes de los partidos políticos. El nombre de
esta técnica de manipulación se remonta a Mr Gerry, quien se “creó” una circunscripción con triunfo
garantizado y forma geográfica de salamandra en la ciudad de Boston (gerrymandra). La técnica
del gerrymandering tiene diversas consideraciones políticas. Por un lado, se puede buscar el
triunfo seguro de un candidato (como en el caso de Mr Gerry); por otro, se puede buscar el aumento
o la disminución de la representación política de un grupo social o partido. Pensemos que en un
territorio electoral caracterizado por una aglomeración urbano-industrial rodeada de zonas rural-
agrarias, se presenta un cuadro político-partidista caracterizado por la dominación clara del partido
social-progresista “A” en la ciudad, mientras que en el campo prevalece ligeramente el partido
conservador “B”. Si la ciudad forma circunscripción electoral uninominal y las zonas rurales se
dividen en otras circunscripciones de igual característica, el resultado más probable será que el
partido “A” conquiste la circunscripción urbana, mientras que el partido B gane las circunscripciones
rurales. Si, por el contrario, las circunscripciones electorales se distribuyen mezclando ciudad y
campo, de tal modo que la zona urbana sea repartida entre las circunscripciones rurales, el partido
“A” podrá ganar más de un escaño, pero también corre el riesgo de no tener representación alguna.
Lo anterior permite cambiar radicalmente los efectos de un sistema electoral dentro de la misma
fórmula proporcional. Incluso es posible que la mera variación del tamaño de las circunscripciones
convierta un tipo básico de sistema electoral en otro.
Si el tamaño de las circunscripciones electorales varía, definiéndose los límites con arreglo a la
división administrativa (por ejemplo, cada provincia representa una circunscripción electoral), las
grandes aglomeraciones se convertirán en circunscripciones grandes, mientras que en las zonas
rurales prevalecen las circunscripciones pequeñas y medianas.
A partir del supuesto realista de que los partidos progresistas tienen sus bastiones en las áreas
urbano-industriales, mientras que los partidos conservadores son fuertes en las zonas
rurales, se comprueba una clara ventaja para los conservadores. Estos se benefician en sus
bastiones de las circunscripciones electorales pequeñas y medianas, donde sacan
proporcionalmente más escaños que votos, mientras que aprovechan, al mismo tiempo, la
distribución proporcional de los escaños en los bastiones del partido contrario, donde las
circunscripciones electorales son grandes.
Ejemplo: La ley electoral española de 1977 estableció circunscripciones electorales idénticas a las
provincias. En las aglomeraciones de Madrid y Barcelona se establecieron más de 30 escaños,
mientras que algunas circunscripciones rurales no pasaron del tamaño pequeño o mediano;
además, las circunscripciones pequeñas fueron favorecidas por la norma, según la cual cada
circunscripción tendría un mínimo de 3 escaños y la distribución de los escaños adicionales se haría
mediante a la proporción de habitantes en las circunscripciones.
Ambas normas tienen el mismo efecto de beneficiar al partido que obtiene mayor cantidad relativa
de votos en las zonas rurales. La representación desigual favorece a las zonas rurales y en
consecuencia al partido conservador. UCD logro una relación entre votos y escaños mucho más
favorable que el PSOE.
Candidatura
En el ámbito de la candidatura está la distinción básica entre la candidatura unipersonal y la lista.
Las diferentes formas de lista o “plancha” y de votación otorgan al elector mayor o menor
influencia en la selección de los candidatos. Según la forma de la lista, el votante puede escoger a
su candidato preferido entre los aspirantes de su partido preferido, o también entre los de otros
partidos.
-La lista cerrada y bloqueada sólo permite al elector votar en bloque por un partido. El orden de
los candidatos es establecido por los partidos. La lista cerrada y bloqueada hace a los diputados
más dependientes de sus partidos; por otra parte, permite a los partidos planificar la composición de
sus grupos parlamentarios: expertos, representantes de grupos de presión o mujeres.
-La lista cerrada y no bloqueada permite que sea el elector el que decida quién(es) debe(n)
representar al partido. El diputado sabe que tiene no sólo el respaldo de su partido, sino también el
apoyo personal y político de los electores que marcaron con una cruz su nombre en la lista del
partido. En consecuencia, se siente menos dependiente de su partido.
-La lista abierta permite al elector pasar por encima de las fronteras partidista y configurara su
propia lista. La lista elaborada por el partido representa solamente una propuesta.
Del análisis anterior de concluye que las formas de lista afectan a la relación entre elector y
candidato/ diputado y la relación de este con su partido. En muchos países donde se usa la
lista cerrada o bloqueada existe una discusión sobre la forma de la lista y su reforma. En España y
en América Latina se aboga por la lista no bloqueada en función de mejorar las relaciones entre
elector y elegidos, el grado de conocimiento de su representante por parte del votante y la
responsabilidad del representante frente a sus electores.
Procedimiento de votación.
Los procedimientos de votación a menudo están relacionados estrechamente con la forma de la
lista. (tabla página 710) Los distintos procedimientos de votación son:
- Voto único: cada elector tiene un voto.
-Voto preferencial: mediante su voto, el elector puede expresar su preferencia por un candidato
determinado.
- Voto múltiple: el elector tiene varios votos o tantos como los escaños disputados en su
circunscripción.
-Voto múltiple limitado: el nº de votos por elector es inferior al de los escaños disputados en la
circunscripción.
- Voto alternativo: el elector puede indicar segundas, terceras y cuartas preferencias.
- Acumulación: el elector puede acumular varios votos a favor de un candidato.
- Panachage: el elector puede repartir sus votos entre los candidatos de listas diferentes.
- Sistema del doble voto: el elector tiene dos votos, uno por el candidato de un partido a nivel de la
circunscripción uninominal, y otro más por la lista de un partido a nivel de circunscripción
plurinominal, sea ésta una asociación de circunscripciones de un estado, un departamento o bien
una provincia.
- Voto simultáneo: el elector vota con un solo voto en función de dos o más decisiones.
Barreras legales.
Se usa el término barrera legal cuando la participación de los partidos, en la asignación de escaños,
depende de que éstos obtengan un mínimo de votos (en relación con votos válidos emitidos). Es
importante si la barrera legal comprende todo el territorio electoral (un partido debe lograr el % de
votos exigido en todo el país o sólo la circunscripción). También es importante en qué fase del
procedimiento se aplica la barrera legal: en el 1º, 2ª o posteriores procedimientos de asignación de
escaños. Existen barreras legales escalonadas; cuando los partidos políticos forman alianzas
electorales, crece el % de votos exigido; por ejemplo, por un partido 5%, por una alianza de
dos partidos 7%, etc. Mediante barreras legales escalonadas se impide que pequeños
partidos sobrepasen la barrera legal a través de la formación de alianzas. (Tabla pagina713)
Fórmulas para convertir votos en escaños.
El método del divisor más conocido es el método D´Hondt, propuesto por el profesor de
matemáticas belga Victor D´Hondt a finales del siglo pasado. Lo específico de este método es la
serie de divisores, que se lee: 1, 2, 3, 4, 5, etc. Los votos obtenidos por cada partido se dividen
entre estos divisores en operaciones consecutivas. La asignación de los escaños se rige según el
cociente mayor (la cifra mayor). El método D´Hondt se caracteriza por su serie específica de
divisores, pues existen también otras series de divisores.
Las series de divisores determinan la exactitud de la proporción entre votos y escaños. Pero,
las diferencias son mínimas, pues en una circunscripción electoral sólo un escaño puede pasar de
un partido a otro; además, no siempre es el mismo partido el que se beneficia de la posible ventaja.
En el debate sobre sistemas electorales de algunos países, como España, se insiste en
responsabilizar al método D´Hondt por las distorsiones de la representación política. A veces se le
culpa porque un partido no obtuvo escaños y otras veces se sostiene que el método D´Hondt
favorece la existencia de partidos grandes. Todo esto no es correcto. Los efectos de este método
son mucho más obvios que los de otros elementos del sistema electoral. Las matemáticas ofrecen
la respuesta adecuada: las ventajas de las fórmulas de divisores están en su sencillez.
Especialmente la serie de divisores de D´Hondt es muy fácil de aplicar; además, estas fórmulas
asignan todos los escaños en una sola operación, contrariamente a las fórmulas del cociente
electoral. Este método es el más común para traducir votos a escaños.
¿Qué efectos tienen los diferentes divisores? El primer efecto es: a mayor divisor, menor
cociente. Dado que las fórmulas del cociente se caracterizan por el hecho de que, en general, no
todos los escaños disponibles se pueden asignar de una sola vez, la variación del divisor permite
controlar el nº de escaños restantes que deben asignarse en una 2ª operación. (tabla pagina 719)
Los escaños restantes no representan problema alguno, pues se aprovechan, con frecuencia, para
mejorar o limitar la proporcionalidad de votos y escaños. La función de los escaños restantes
depende de la fórmula de conversión y también de si todos los partidos participan en la asignación
de los mismos, o únicamente aquellos que ya obtuvieron escaños en el primer cómputo. Hay una
diferencia significativa entre los métodos en los que en la 2ª operación cuentan los nº totales de los
votos obtenidos por los partidos considerados, y los que sólo tienen en cuenta los votos restantes
luego de la 1ª operación.
Por otra parte, los escaños restantes pueden asignarse también a nivel de las mismas
circunscripciones electorales aplicando uno de los métodos siguientes:
- método del resto (o residuo) mayor.
- método del resto (o residuo) menor.
- método del reparto de restos (series de divisores similar D´Hondt)
- método del medio (o residuo) mayor (división del resto entre escaños obtenidos más uno).
En general, los métodos del resto mayor y del promedio mayor tienden a favorecer a los
partidos pequeños, mientras que el método del resto menor favorece más a los grandes. Las
fórmulas del cociente electoral se aplican en sistemas de representación proporcional, para
perfeccionar la proporcionalidad.
Se asignan escaños en todos los niveles, aunque la función de los niveles 2 y 3 puede variar
mucho, ya que permite reforzar el principio proporcional (mediante escaños complementarios,
escaños compensatorios) o debilitarlo (mediante limitación de la participación de los partidos en la
distribución del 2º y 3º niveles). En términos más teóricos, cabe decir que con la asignación de
escaños en 2º y/o 3º niveles se intenta hacer coincidir los resultados obtenidos legislador.
Voto doble.
El elector tiene la posibilidad de (en Alemania desde 1953, en Venezuela desde 1988 y en NZ
desde 1993 en el sistema proporcional personalizado), de disponer de 2 votos: uno para el
candidato de un partido en la circunscripción electoral e, independientemente de ello, otro para la
lista del Land/Estado de un partido. El sistema del voto doble permite la división del voto” splitting”.
Vote splitting (voto cruzado).
En relación con el sistema del voto doble en el sistema proporcional personalizado, el concepto
señala el cambio de preferencias partidistas en las elecciones para un mismo órgano: el candidato
de un partido recibe el voto uninominal, que no es idéntico al partido por el cual vota el elector en la
lista del partido. El concepto se refiere sobre todo a la práctica electoral en sistemas presidenciales
como el de los EEUU.
Voto simultáneo.
El voto simultáneo es la situación inversa al voto doble. El elector dispone de un solo voto para
elegir distintos órganos, cargos ejecutivos y legislativos. Esta situación se produce, sobre todo, en
sistemas presidenciales, donde el efecto del voto simultáneo puede resultar en un dominio de la
elección presidencial sobre la parlamentaria.
“Ballotage”.
El ballotage es un método para producir mayorías absolutas en elecciones uninominales, ya
sean de Presidente o de diputados en distritos uninominales, cuando el requisito para ganar el
cargo es la mayoría absoluta y ningún candidato la alcanza en la 1ª vuelta. Entonces, en la 2ª
vuelta se restringe a 2 el nº de candidatos a las mayorías de la 1ª vuelta. El ballotage se aplica
sobre todo a elecciones de Presidente en sistemas presidenciales.
Exceso de escaños.
El exceso de escaños puede producirse en sistemas proporcionales personalizados en relación con
el sistema del voto doble. Los también llamados escaños sobrantes son aquellos que obtiene un
partido de forma directa en la circunscripción uninominal, en un nº mayor que el correspondiente
proporcionalmente a ese partido, en virtud del voto por lista. Los partidos conservan los escaños
que exceden este nº. El nº de miembros del Parlamento se eleva en una cifra igual a la cantidad de
escaños sobrantes.
Sesgo (“bias”).
El sesgo es un concepto de la investigación electoral, de origen británico. Significa el
favorecimiento de un partido en relación con otro. Como mero fenómeno, el sesgo se puede dar
de manera que:
a) para que un partido gane determinado nº de escaños necesita más votos que otro;
b) el partido que alcanza más votos (la mayoría relativa) puede obtener menos escaños que un
partido con la mayoría absoluta de escaños. Se distinguen 2 posiciones respecto a los factores que
provocan el sesgo: la 1ª pone el acento en que los factores no se deben al sistema electoral, pero
se reflejan a través del sistema electoral; la 2ª sostiene que el sesgo significa favorecer a un partido
mediante el sistema electoral, exclusivamente sobre la base de condiciones especiales del sistema
electoral.
“Swing”.
El swing es el cambio medio de la diferencia de % de votos entre los 2 partidos mayores. Este
concepto señala el valor medio del descenso porcentual de un partido y del aumento (más o menos
correspondiente con el anterior) del otro partido. Se debe distinguir el swing nacional, o sea, el
cambio medio de la diferencia de % de votos entre 2 partidos a escala nacional (federal), y el swing
de circunscripción, que es el mismo fenómeno pero a escala de la circunscripción electoral. El swing
es un concepto muy rudimentario: explica la magnitud y la dirección de los cambios electorales,
pero no aclara las relaciones entre los votos de los partidos ni la orientación de los electores
“Volatility”.
Una nueva línea de investigación, que estudia la continuidad y el cambio en el sistema de partidos
trabaja con el concepto de volatilidad (volatility). El concepto expresa el cambio del voto del elector
en la suma total dentro de un sistema de partidos como resultado de comportamientos
electorales individuales. Se computa la suma de todas las ganancias de los partidos en la última
elección (igual a la suma de las pérdidas de todos los partidos en la misma elección) en % en el
nivel agregado. Con esto se observa la importancia del cambio respecto a la fuerza de los partidos a
lo largo del tiempo. Si ese cambio es bajo y permanece igual, se podrá comprobar una permanencia
predominante en el sistema de partidos. Entonces, correspondientemente a este concepto, se
podrán desarrollar otras afirmaciones o revisar comprobaciones individuales sobre la concordancia
con afirmaciones generales.
A fin de subrayar la necesidad de las 3 fases analíticas, recuérdense los escenarios siguientes:
- El método de conversión de votos en escaños garantiza una relación muy proporcional
entre votos y escaños. La distribución de las circunscripciones electorales impide la
proporcionalidad de votos y escaños.
- El efecto de la distribución de las circunscripciones domina sobre el del método de
conversión de votos en escaños.
-Los partidos políticos anulan el efecto desproporcional del sistema electoral mediante
acuerdos que implican un comportamiento electoral conforme a este objetivo.
Los efectos de los sistemas electorales sólo se pueden determinar si se analizan las
dimensiones siguientes: los detalles técnicos, sus efectos conjuntos dentro del sistema
político y la conducta de las fuerzas políticas, es decir, los partidos y sus electores.
El resultado más alarmante de este proceso integrador quizás sea la creación de mayorías
parlamentarias de un solo partido. Cuando los electores no establecen una mayoría gubernamental,
el sistema electoral puede interponerse para producirla otorgando un nº decisivo de escaños al
mayor de los partidos minoritarios.
La pregunta típica que hacen los proporcionalistas es si una ley electoral determinada desfigura la
representación a favor de la mayoría. Las conclusiones de Douglas W. Rae así lo afirman.
La ley electoral da ventaja a los partidos grandes y perjudica a los pequeños. En
consecuencia, la ley electoral integra el sistema de partidos parlamentarios y en muchos casos
prefabrica las mayorías. Como demuestra el análisis, esta pauta, por la que se añade fuerza a los
partidos grandes y se quita a los pequeños, es una consecuencia casi universal de las leyes
electorales vigentes.
Los efectos redistributivos de la ley electoral actúan sólo en un sentido, pues todas las
desproporciones se atribuyen en realidad a los partidos grandes y no a los pequeños. Ninguna ley
electoral perjudica sistemáticamente a los partidos grandes a favor de los pequeños. Por ello, la
diferencia principal entre las leyes electorales está en un solo continuo entre la proporcionalidad
perfecta (con la que no hay redistribuciones) y la extrema desproporcionalidad (en la que los
grandes partidos se benefician a expensas de los pequeños). Aunque en la práctica real nunca se
alcanza el extremo de la proporcionalidad perfecta, las leyes electorales difieren entre sí porque
tienden hacia los extremos en beneficio del partido fuerte.
Variaciones de grado.
El grado en que la distribución de escaños se aparta del estado de proporcionalidad perfecta, y es
una función de dos variables de las leyes electorales: (1) la fórmula electoral y (2) la magnitud
de distrito. Normalmente, la representación proporcional y la elevada magnitud de distrito arrojan
resultados más proporcionales, mientras que las fórmulas “mayoritarias” y la baja magnitud de
distrito arrojan la mayor desproporcionalidad (es decir, una mayor ventaja de los grandes partidos
sobre los pequeños).
Como las fórmulas de mayoría se asocian siempre al distrito uninominal, es difícil distinguir la
desproporcionalidad que originan ambos factores.
La habilidad política puede hacer mayor o menor el efecto integrador manejando las variables
institucionales: la fórmula electoral y la magnitud del distrito. Supongamos que alguien quiere
redactar una ley electoral que lleve al máximum el efecto integrador, ofreciendo grandes ventajas
para los partidos fuertes, enormes dificultades para los pequeños y “prefabricando” frecuentemente
las mayorías parlamentarias. El único medio necesario es el distrito uninominal. Con esta bajísima
magnitud de distrito, se agudizará la ventaja de los grandes partidos, independientemente de la
fórmula aplicada.
Supongamos, por otra parte, que alguien se preocupa por la proporcionalidad y quiere minimizar la
integración dando a cada partido lo que ha merecido en las elecciones, ni más ni menos. Dados
estos objetivos, insistirá en la representación proporcional, basada preferentemente en el método
del resto mayor y asociada a elevadas magnitudes de distrito (esto es, muchos escaños por distrito).
¿Dónde origina la ley electoral una diferencia a largo plazo, y cuáles son las propiedades
específicas que producen dichas diferencias?
¿De qué manera influye el sistema electoral en este cambio de sistemas en fragmentación
continua? Cuando el efecto es grande (cuando son muy favorecidos los partidos fuertes), el sistema
electoral ejerce presión hacia la competencia bipartidista y, cuando el efecto es menor (los partidos
grandes solo son favorecidos ligeramente), la presión en este sentido es menor. El efecto de
integración es un freno a la fragmentación del sistema de partidos y la presión efectiva que
ejerce la ley electoral varía con la intensidad de este efecto integrador. El multipartidismo es
más probable cuando la ley electoral produce poco efecto integrador y es más probable la
competencia bipartidista cuando la ley electoral produce un gran efecto integrador.
Ahora bien, el efecto integrador es complejo. Origina al menos 5 efectos secundarios relacionados:
(1) la ventaja de los partidos grandes sobre los pequeños en la atribución de escaños
parlamentarios;
(2) la concesión de una “prima” de escaños al partido mayor;
(3) la exclusión de los partidos pequeños del ruedo parlamentario;
(4) la integración general del sistema de partidos parlamentarios, y
(5) la creación bien frecuente de “mayoría prefabricadas” en los sistemas de partidos
parlamentarios.
¿Qué disposiciones de la ley electoral intensifican el efecto integrador y probablemente, por tanto,
presionan hacia la competencia bipartidista? A corto plazo, el distrito uninominal. Pero, ¿qué es de
los efectos a largo plazo? Las conclusiones de este estudio muestran una asociación constante
entre la mayoría relativa uninominal y el sistema bipartidista.
La combinación del efecto integrador próximo y la asociación a largo plazo con la competencia
bipartidista indica que el distrito uninominal puede contribuir al desarrollo y conservación del sistema
bipartidista. Otros factores, como las minorías regionales, pueden invertir la situación, como ocurre
en Canadá. Pero en tanto la ley electoral ejerza una presión dominante, el distrito uninominal
puede hacer que el sistema tienda hacia la competencia bipartidista.
Según estas conclusiones, el estadista que tenga que escoger entre las posibles leyes electorales
se encontrará con un dilema. Por una parte, podrá optar por resultados electorales muy
proporcionales, en cuyo caso es probable que con el tiempo estimule la fragmentación del
sistema de partidos. Por otra, puede decidirse por estimular el desarrollo y conservación de los
dos partidos o de una competencia multipartidista menos fragmentada, al precio de
resultados menos proporcionales. Estas alternativas pueden no ser inevitables, pero las
conclusiones a que hemos llegado las hacen parecer probables: si proporcionalidad,
multipartidismo; pero, si competencia bipartidista, resultados desproporcionales también
Apendice A
Arend Lijphart en este texto reanaliza el estudio clásico de Rae “The political consequences of
electoral laws” esa obra se mantiene como la más importante en el campo de los sistemas
electorales comparados. (1967, 2ª Edición 1971), con datos más exactos, hipótesis más fundadas
y métodos mejores. Lijphart también utiliza más datos: a las elecciones consideradas por Rae (a las
Cámaras Bajas únicas del poder legislativo) durante los 20 años que van de 1945 a 1964, en las 20
democracias occidentales, agregan las pocas elecciones realizadas en ese periodo que faltan en el
libro de Rae y, lo que es más importante, todas las elecciones celebradas en esos países durante
los 21 años siguientes, de 1965 a 1986.
Las conclusiones que surgirán del reanálisis y actualización de Lijphart van a ser muy diferentes de
las relaciones que Rae encuentra entre sus variables. Las variables independientes que Rae define
son 3 aspectos del sistema electoral: (1) la fórmula electoral, tales como la mayoría relativa,
distintas formas de Representación Proporcional (RP), etc; (2) la magnitud media de las
circunscripciones, esto es, la media de legisladores elegidos por circunscripción, y (3) la
estructura del voto que puede permitir o no que los votantes repartan sus votos entre dos partidos
o más. Sus dos variables dependientes son (1) la proporcionalidad del resultado de la elección, que
es el efecto inmediato o (en la terminología de Rae) “proximal” de la conversión de votos en
escaños, de acuerdo con el sistema electoral, y (2) el grado de multipartidismo, que es (o así se
supone) el efecto indirecto o “distal” del sistema electoral.
¿En qué se distinguen los métodos de Lijphart de los de Rae y de qué manera son superiores a
éstos? Hay 5 diferencias importantes a lo largo del análisis.
Primero, en contraste con el tratamiento que Rae da a cada elección como un caso distinto, la
unidad de análisis de Lijphart es el sistema electoral, definido como un conjunto de elecciones, una
o más, que se celebran según reglas fundamentalmente iguales o muy parecidas.
Segundo, Lijphart utiliza la evidencia de todos los casos disponibles. Por ej., al contrario de Rae,
quien desconoce los casos difíciles de sistemas de dos niveles que emplean fórmulas distintas en
cada uno de dichos niveles, Lijphart determina qué nivel es el que tiene importancia predominante y
clasifica el sistema electoral según la fórmula de ese nivel.
Tercero, ya que Rae estima que tanto la fórmula como la magnitud afectan fuertemente a la
proporcionalidad y al multipartidismo, hay una curiosa omisión en su análisis, por cuanto no
examina la posible interacción entre sus 2 variables explicativas. Lijphart corrige esta omisión
controlando sistemáticamente la influencia de la otra variable independiente.
Cuarto, para medir el grado de desproporcionalidad de distintos sistemas electorales Lijphart utiliza
el índice D de John Loosemore y Victor J. Hanby.
Por último, una diferencia menos importante entre los métodos de ambos autores se refiere a la
medición del multipartidismo. Rae utiliza gran nº de indicadores del multipartidismo, pero su
medición más importante y completa es el fraccionamiento del sistema de partidos, sensible tanto a
las cantidades de partidos como a sus tamaños relativos. Lijphart utiliza una adaptación del índice
de fraccionamiento de Rae, el “nº efectivo de partidos” de Laakso y Taagepera (1979) que contiene
exactamente la misma información que el índice de Rae, pero es más significativo.
Hay diferencias semejantes dentro de los sistemas de cuota electoral o cifra repartidora (CR). El
más antiguo y conocido de estos sistemas utiliza simplemente como cuota la cantidad total de votos
válidos emitidos en una circunscripción, dividida por la magnitud de la circunscripción. Esta cuota,
que habitualmente se denomina cuota Hare, es imparcial respecto de los partidos pequeños y
grandes, y tiende a entregar resultados estrechamente proporcionales. Los resultados son
menos proporcionales con la cuota de Droop, en la que los votos se dividen por m +1 y no por m, y
con la cuota Imperiali, en la que el denominador es m +2. El empleo de estas cuotas inferiores
significa que habrá menos escaños disponibles que asignar y habrá también, por lo tanto, más
desperdicio de los votos restantes, cosa que perjudica especialmente a los partidos más pequeños
y acarrea una disminución de la proporcionalidad. En los sistemas de RP preferencial, que a
menudo se denominan de voto único transferible (VUT), la cuota es tan importante para la
proporcionalidad del resultado electoral como en los sistemas de RP de lita con cifra repartidora.
Este análisis lleva a una hipótesis acerca de los efectos de las fórmulas de RP sobre la
proporcionalidad del resultado de la elección que es mucho más fuerte y plausible que la de Rae,
que se basa en la doble distinción entre métodos de cifra repartidora y métodos divisorios. La de
Lijphart tiene como base una clasificación triple: (1) Saint-Lagüe puro y CR-Hare son
probablemente los más proporcionales, (2) Saint-Lagüe modificado, CR-Droop, CR- Imperial
y VTU-Droop deberían ser menos proporcionales y (3) d´Hondt es probablemente la menos
proporcional de las fórmulas de RP.
Esta hipótesis está fuertemente respaldada por los datos disponibles. Los sistemas de mayoría
relativa y mayoría absoluta son más de 2 veces más desproporcionales que la RP d´Hondt, y lo
sistemas de d´Hondt son más de 2 veces más desproporcionales que los sistemas CR-Hare y Saint-
Lagüe; los sistemas de RP intermedios resultan, tal como lo propone la hipótesis, intermedios,
grosso modo, en términos de su desproporcionalidad.
Puesto que las diferencias de desproporcionalidad que hay entre los sistemas de RP son menores
que las que hay entre las RP y RM, también debemos prever que habrá diferencias más modestas
en cuanto a multipartidismo. Rae informa que, de acuerdo con su hipótesis, las fórmula divisorias se
relacionan con menos multipartidismo que las fórmulas de cifra repartidora. Sin embargo, si se
suman los datos que faltan y se corrigen los numerosos errores de clasificación, la diferencia
desaparece.
Aquí debemos nuevamente dar una mirada crítica a los métodos y procedimientos de Rae. Si se
corrigen estas clasificaciones erróneas, agregándose además, los datos que faltan, y se utilizan
como casos de análisis los sistemas electorales y no las elecciones, los resultados siguen siendo
negativos. Los sistemas ordinales tienen menos multipartidismo que los categóricos, y no
más, aun cuando las diferencias sean relativamente pequeñas.
Conclusión.
Las 2 variables del sistema electoral, fórmula y magnitud, tienen un efecto fuerte sobre la
desproporcionalidad electoral (mucho más fuerte que el que observa Rae), pero sólo un
efecto débil sobre el multipartidismo (más débil que el que señala Rae). El motivo es que la
desproporcionalidad es un predictor débil de la cantidad de partidos. No obstante, esta
conclusión debe matizarse en 3 aspectos importantes:
Los sistemas electorales son una parte del más extenso concepto del derecho electoral, el
que, sin embargo, en sentido estricto puede ser entendido sólo como el requisito legal del derecho
de elegir y ser elegido. Básicamente, los sistemas electorales pueden clasificarse según 2
principios: el de la elección mayoritaria y el de la elección proporcional; sin embargo, esa
distinción no está sujeta a las reglas técnicas, sino a las funciones y a las intenciones políticas
de los sistemas electorales mediante los cuales se transforma, de modo específico, la cantidad de
votos en escaños parlamentarios. Los sistemas de partidos se analizan según su estructura (nº de
partidos, tamaño…) y los cambios en esta estructura en el tiempo.
El efecto de los sistemas electorales sobre el proceso de formación de voluntad política se puede
comprobar fácilmente en los resultados electorales, por ejemplo: analícese la constitución de
mayorías parlamentarias. Frecuentemente las mayorías parlamentarias de un partido se deben al
efecto desproporcional de los sistemas electorales al convertir votos en escaños. También se
podría preguntar qué partidos con representación parlamentaria se hacen cargo del
gobierno. Se observa que, con frecuencia, no es el partido que obtuvo más votos el que
forma el gobierno (solo o aliado con otros partidos). Hay sistemas electorales capaces de permitir
que el 2ª y 3º partidos superen al 1º y que formen el gobierno en contra de éste. Por otra parte,
hay sistemas electorales cuyo efecto es que el 2º partido (según votos obtenidos) forme el
gobierno porque supera al 1º en escaños parlamentarios. Se puede afirmar entonces que los
sistemas electorales son importantes para el proceso de formación de voluntad política y
para la transferencia de poder. Los sistemas electorales orientan las actitudes y los resultados
electorales.
Enfoques de investigación.
Se distinguen 3 enfoques presentes en la investigación sobre sistemas electorales.
-(1) El enfoque normativo, término que se refiere no a normas legales, sino a valores e ideales.
En este enfoque, los sistemas electorales se estudian a partir de convicciones teóricas vinculadas a
teorías de la democracia o del buen gobierno, por ejemplo: la opción por el sistema de mayoría
relativa se fundamenta con el argumento de que sólo este sistema electoral reflejará la esencia del
gobierno parlamentario o de la democracia con plena responsabilidad política de los gobernantes.
En este enfoque se sostienen certezas en cuanto a los efectos y ventajas de ciertos sistemas
electorales, a menudo sin tomar en cuenta lugar y tiempo. El tipo de afirmación que lo caracteriza
es, por ejemplo: “la representación por mayoría es mejor que la representación
proporcional”. Asimismo, a partir de un caso se deducen más o todos los casos, es decir, se
extrapola. Desde una óptica normativa, se defiende la idea de que lo considerado válido en un caso
lo es también en los demás. Esta tendencia se expresa en afirmaciones que se muestran como
leyes: “El sistema electoral de pluralidad conduce a un sistema bipartidista”. Actualmente, el estudio
de los sistemas electorales, de las ventajas y desventajas de los principios de representación, su
nexo con la institucionalidad política en general y la dinámica de los procesos políticos siguen
basándose en el enfoque normativo.
Los 3 enfoques referidos están presentes en el debate político y científico; pero hay que acreditar
los progresos en el campo de investigación de los sistemas electorales sobre todo a los 2 enfoques
empíricos. En realidad, el enfoque normativo está agotado; si bien sus interrogantes no son de
ninguna manera obsoletos, no es de esperarse nuevas o mejores respuestas que aquellas dadas al
cabo de los debates clásicos.
Sistemas de partidos.
Concepto e importancia.
Por “sistema de partidos” se entiende la composición estructural de la totalidad de los partidos
políticos en un Estado. Los elementos o interrogantes tratados por los investigadores de los
sistemas de partidos:
a) el número de partidos,
b) su tamaño,
) la distancia ideológica entre ellos,
d) sus pautas de interacción,
e) su relación con la sociedad o con grupos sociales, y
f) su actitud frente al sistema político.
La atención se centra en la estructura de los sistemas de partidos y en la pregunta por las causas
de la estructura específica de un sistema de partidos, o por las causas de su permanencia o de sus
variaciones en el tiempo.
Los enfoques de investigación de los sistemas de partidos pueden diferenciarse, según las causas
que se den para la estructura, la permanencia y las variaciones de los sistemas de partidos. Los
primeros intentos para explicar la estructura de los sistemas de partidos mediante factores
institucionales se concentraron en encontrar las causas de la diferencia del nº de partidos en
el sistema de partidos, que inicialmente se dividieron en sistemas de partido único, bipartidismo
y pluripartidismo. En los 50 Duverger señaló al sistema electoral como factor explicativo de la
estructura y desarrollo de los diferentes sistemas de partidos…
Para Sartori, La Palombara y Weiner, la estructura del sistema de partidos está determinada por
más variables, distinguiendo así varios sistemas de partido, especialmente diferentes sistemas
pluripartidistas: pluralismo moderado- pluralismo extremo. Según Sartori:
El criterio básico sigue siendo el nº de partidos, pero Sartori, para determinar cada tipo, introduce
alternativamente otros criterios. En virtud de que también trató el aspecto dinámico del cambio en
los sistemas de partidos, Sartori ordenó los tipos en un continuum:
- Sistema de partido único (ex URSS).
- Sistema de partido hegemónico (México).
- Sistema de partido dominante (India, Japón).
- Sistema bipartidista (EEUU y Gran Bretaña).
- Pluralismo moderado (Países Bajos, Suiza, Bélgica, ex RFA)
- Pluralismo polarizado (Chile hasta 1973, Italia y Finlandia).
La investigación internacional sobre los sistemas de partidos, casi siempre trabaja con la tipología
de Sartori.
LaPalombara y Weiner, en su intento por clasificar los sistemas de partidos, introdujeron criterios:
por un lado, la distinción entre sistemas competitivos y no competitivos; y por otro una especie
de modelo básico de orientación o de comportamiento de los partidos entre polos ideológicos y
pragmáticos. También introdujeron la diferenciación según el concepto de alternancia y
hegemonía. En los sistemas competitivos, estos autores distinguen 4 subtipos:
a) con alternancia ideológica,
b) con alternancia pragmática,
c) ideológicamente ideológico y
d) pragmáticamente hegemónico.
En el caso de la definición del sistema bipartidista Lipson ha señalado los siguientes criterios:
a) en cada elección 2 partidos comparten la posibilidad de llegar al poder
b) uno de los dos es capaz de constituir gobierno solo, sin el apoyo de un 3º partido.
c) Existe la posibilidad real de que el partido en el gobierno sea revelado por el partido de la
oposición.
Las investigaciones de Sartori y Sani han permitido discutir el supuesto vínculo entre
fragmentación y polarización.
En varias ocasiones se ha indicado la importancia de los pequeños partidos, en sus interacciones
en sistema de partidos: Ante la necesidad de formar coaliciones, los partidos pequeños
pueden tener una función mediadora entre los 2 partidos grandes de la coalición.
Lipset y Rokkan han dado una explicación socioestructural del origen, de la estructura y de la
continuidad de los sistemas de partidos. Intentaron comprender el desarrollo de los sistemas de
partidos europeos mediante determinados clivajes sociales. Esas tensiones sociales se pueden
reducir a problemas que son consecuencia de 2 procesos: la formación del país (revolución
nacional) y el proceso de industrialización (revolución industrial). Desde el punto de vista de las
concepciones, ambos clivajes sociales básicos se transmiten en un esquema de dos dimensiones,
una funcional y otra territorial. Los 4 clivajes son:
Si se sostiene que la estructura del sistema de partidos depende del sistema de clivajes, los
sistemas de instituciones convenidos corresponden más o menos a los sistemas de partidos
fundados en la estructura social. Dicho de otra manera, en la relación causal investigada, sistema
electoral-sistema de partidos, al segundo le corresponde la función de variable independiente.
Sin embargo, la estructura de los sistemas de partidos no se debe explicar en forma lineal y
determinista. La causalidad es circular, es decir, los efectos repercuten a su vez en las
causas. La causalidad también es relativa en el sentido de que, en una relación causal concreta (la
estructura de un sistema de partidos en un país en un periodo determinado), los grados de acción
de los factores puestos en relación recíproca (sistema de partidos, sistema electoral y estructura
social) varían respecto de lo que es causa y de lo que es efecto dentro de la interrelación. La
capacidad explicativa de cada uno de los 2 enfoques es sólo parcial y existe peligro de ser
monocausal. La combinación de argumentos de ambos enfoques de investigación es el único
camino viable.
Valoración.
Los sistemas de partidos se valoran desde distintos puntos de vista. En la mayoría de los casos, el
criterio de compatibilidad del tipo de sistema de partidos con las exigencias, las expectativas que se
tienen acerca de la representación política y del sistema democrático, ocupa un primer plano.
Por otra parte, la valoración de los sistemas de partidos, tanto en la ciencia como en la
política, depende de posiciones aún más generales que son el resultado de supuestos casi
filosóficos, de validez general sobre un principio preestablecido, el cual conforma la
estructura de fenómenos sociopolíticos y el comportamiento de actores sociales y políticos.
Según estas posiciones fundamentales, el mundo de los fenómenos investigados se percibe como
con una estructura dualista o tríadica, o determinado por un centro o que parte de un punto cero. La
concepción de un dualismo político natural ha sido representada por los investigadores de los
sistemas de partidos, sobre todo por Maurice Duverger: “El movimiento natural de la sociedad
tiende al dualismo de partidos”. “Las posibilidades políticas, en la mayoría de los casos se
presentan de forma dualista… cada política produce una alternativa entre 2 soluciones, pues las
soluciones conciliantes se apoyan una en la otra. Esto sólo indica que en la política no existe ningún
centro” Duverger reconoció también una tendencia al dualismo en los países aparentemente
heterogéneos.
¿Hasta qué punto pueden servir científicamente los estudios sobre los sistemas electorales? Se
pueden descubrir deficiencias de las teorías que se han transmitido en la investigación de los
sistemas electorales, especialmente respecto a la relación entre el sistema electoral y el sistema de
partidos.
El principio o postulado más importante dice: las generalizaciones o las afirmaciones teóricas
deben basarse más a los casos empíricos y a los contextos y condiciones sociopolíticos concretos.
Así pues, las teorías de alcance medio deberían substituir a las teorías con pretensiones más
globales, pero no bien enunciadas que se encuentran aún hoy en la investigación sobre los
sistemas electorales. La orientación histórica y el conocimiento del contexto sociopolítico son
importantes para determinar los efectos de los sistemas electorales y abarcar las posibilidades
reales de opción de los actores políticos respecto al sistema electoral de su preferencia.
Departamento de Ciencia Política y de la Administración
Los estudiantes pueden obtener a través de esta prueba de evaluación continua hasta 1 punto de la
calificación final, que se sumará a l a nota obtenida en la prueba presencial, siempre que t al prueba
se haya superado con una calificación mínima de “5” (sobre 10 puntos).
Descripción:
Seleccione dos textos que usted elija de los contenidos en uno de los cuatro temas de la asignatura
(1. Democracia y Parlamentarismo; 2. Los partidos Políticos; 3. Los grupos de i nterés; 4. Reglas y
procesos del juego dem ocrático). Compare, ar gumente y justifique las di ferentes per spectivas
planteadas por cada uno de los autores respecto al tema analizado.
2. Existen diversas clasificaciones para el análisis de los partidos políticos y de los grupos
de presión. Explique al menos dos tipologías de cada uno de los actores políticos
mencionados e identifique las variables utilizadas para su elaboración. Ponga ejemplos
de las mismas para argumentar su respuesta.
2. Explique los diferentes modelos de reclutamiento que realizan los partidos políticos
¿Existen diferencias según las tipologías de partidos? ¿Existe alguna relación entre los
tipos de voto y los procedimientos de reclutamiento?
2. Existen diversas clasificaciones para el análisis de los partidos políticos y de los grupos
de presión. Explique al menos dos tipologías de cada uno de los actores políticos
mencionados e identifique las variables utilizadas para su elaboración. Ponga ejemplos
de las mismas para argumentar su respuesta.
Exámen 2º Febrero 2013
1. ¿Qué es un partido político? Identifique las principales teorías aplicadas al estudio del
surgimiento de los partidos políticos. ¿Cómo ha evolucionados la organización de los
partidos a lo largo del siglo XX? Analice los principales cambios organizativos a través
de ejemplos.
2. ¿Qué papel desempeñan los afiliados en los partidos? Analice estas funciones en
relación a los modelos de organización partidista. ¿Qué tipo de incentivos tienen los
ciudadanos para adherirse a los partidos? Para responder a esta cuestión analice y
compare dos países, explicando las diferencias existentes entre ellos.
2. ¿Por qué se afilian los ciudadanos a los partidos políticos? ¿Qué tipo de relaciones
establecen con los mismos? Explique las funciones que desempeñan los miembros en
la organización de estas formaciones políticas desde el siglo XIX hasta nuestros días.
Ponga ejemplos.
2. ¿Qué son los sistemas electorales? Identifique sus principales elementos. ¿Cómo se
clasifican los sistemas electorales? ¿Qué efectos generan sobre la representación y
sobre los sistemas de partidos?
1. ¿Qué es Democracia? ¿Qué dificultades plantea su definición? ¿Cuáles son los principales
modelos de democracia? ¿Cuál es el mejor modelo a la hora de gobernar? Compare las
ventajas e inconvenientes de los dos principales modelos de democracia. Argumente su
respuesta utilizando ejemplos.
2. ¿Qué factores explican la evolución de los partidos políticos? ¿Qué son los partidos cartel?
¿En qué se diferencia este modelo de partido respecto a los anteriores? Utilice los
argumentos expuestos por los distintos autores estudiados.