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Poemas - Paul Verlaine

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La

influencia de este poeta fue muy grande entre sus coetáneos, y aún lo fue
más tras su muerte, tanto en Francia como en el resto del mundo. En
castellano, el modernismo no podría entenderse sin la figura de Verlaine.
Algunos grandes poetas como Rubén Darío, Manuel Machado o Pablo
Neruda sin duda habrían recorrido otros caminos de no haberse expuesto al
influjo del poeta francés.
Esta antología recorre toda la producción del que fue elegido «Príncipe de
los Poetas» (1894) y es una semblanza de la vida tan intensa como
autodestructiva que vivió. Su personalidad muestra ciertos desdoblamientos
que le llevan de las efusiones sentimentales, que le son más frecuentes, a la
irascibilidad y el delirio, no menos habituales. Fue un gran admirador de
Baudelaire.

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Paul Verlaine

Poemas
ePub r1.0
Titivillus 03.07.17

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Paul Verlaine, 2008
Traducción: Carmen Morales & Claude Dubois
Ilustraciones: Louis Joos

Editor digital: Titivillus


ePub base r1.2

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Arte poética
A Charles Morice.

Música ante todo,


y para ello prefiere el verso Imparisílabo
más vago y más soluble en el aire,
sin nada en él que pese o que pose.

Es necesario además que no vayas


eligiendo tus palabras sin algún equívoco:
nada más apreciado que la canción gris
donde lo Indeciso se une a lo Preciso.

¡Es como unos bellos ojos tras unos velos,


es como la temblorosa luz meridiana,
es, en un cielo de tibio otoño,
como el azul enmarañado de claras estrellas!

Porque el matiz seguimos queriendo,


no el color, ¡solo el matiz!
¡Solo el matiz enlaza
el sueño con el sueño y la flauta con el cuerno!

¡Huye lo más lejos de la Pulla asesina,


la Gracia cruel y la Risa impura,
que hacen llorar los ojos del Azul,
y de todo ese ajo de mala cocina!

¡Coge la elocuencia y retuércele el cuello!


Harás bien, con enérgico impulso,
en hacer la Rima un poco más sensata.
Si no velamos por ello, ¿hasta dónde irá?

¡Oh! ¿quién dirá los males de la Rima?


¿Qué niño sordo o qué esclavo demente
forjó para nosotros esa baratija
que suena a hueco y a falso bajo la lima?

¡Música, una vez más, y siempre música!


Que tu verso sea ese algo elevado
que sentimos escaparse de un alma en marcha
hacia otros cielos, a otros amores.

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Que tu verso sea la buenaventura
esparcida en el crispado viento de la mañana
que va oliendo a menta y a tomillo…
Y todo lo demás es literatura.

Antaño y hogaño

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Limbos

La imaginación, reina,
mantiene sus alas extendidas,
pero el vestido que arrastra
tiene torpezas extremas.

Mientras tanto el Pensamiento,


mariposa, alza el vuelo y vuela,
rosa y negro claro, lanzado
fuera de la cabeza frívola.

La imaginación, asentada
en su trono, ¡esa ilustre silla!,
asiste, como indecisa,
a todo ese presto ajetreo,

y la mariposa se desboca,
sube y baja, se cierne y gira:
diríase en un naufragio
vuelcos del navío.

La reina llora de alegría


y de pena también, por culpa
de su corazón ahogado por el llanto,
y nada de ello entiende.

Psique Segunda, con todo, se cansa.


Su vuelo es como la mano aminorada
que cien juegos de magia
hicieron temblorosa.

¡Lástima, he aquí la agonía!


¿Quién lo hubiera pensado?
Y mientras que, buen genio
lleno de una suavidad láctea,

el bicho celeste
acaba palpitando en el suelo,
¡la imaginación[1] permanece
en su gloria solitaria!

Paralelamente

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Al Señor Borély.

Usted me pidió algunos versos sobre Amor,


ese libro mío, de emociones crueles y de desamparo,
lejos ya en mi Obra extraña que se acelera
y rueda, flujo más amargo día a día.

Qué decir, sino: «¡Poor Yorick!» o mejor


«¡Poor Lelian!» y pobre alma buena para todo, debilidad,
indolencia algunas veces, y caricia y pereza,
o partida de pronto a la guerra como para

romperlo todo de un pasado tan puro, tan castamente


ordenado por la belleza de los pensamientos sosegados,
y para sancionar tantas horas derrochadas en Dios.

Después vuelve, mi Obra, cansada de tal afán,


penitente, y cayendo de rodillas, las manos alzadas…
¡Rezad con y para el pobre Lelian!

Felicidad

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Escuchad la canción tan suave
que solo llora para agradaros.
Es discreta, es ligera:
¡un murmullo del agua sobre el musgo!

La voz os fue conocida (y ¿querida?),


pero ahora está velada
como una viuda desolada
aunque aún digna como ella,

y en los largos pliegues de su velo


que palpita con las brisas de otoño,
oculta y muestra al corazón que se extraña
la verdad como una estrella.

Ella dice, la voz reconocida,


que la bondad es nuestra vida,
que del odio y de la envidia
nada queda, llegada la muerte.

Habla también de la gloria


de ser sencillo sin esperar más,
y de bodas de oro y de la tierna
dicha de una paz sin victoria.

Acoged a la voz que persiste


en su cándido epitalamio.
¡Venga, nada es mejor para el alma
que hacerse un alma menos triste!

Está apenada y de paso,


el alma que sufre sin ira,
y ¡qué clara es su moral!…
Escuchad la canción tan sabia.

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Sabiduría

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Ve, canción, vuela a toda prisa
a su encuentro, y dile
sin falta que en mi corazón fiel
un rayo feliz ha brillado,

disipando, luz santa,


esas tinieblas del amor:
desconfianza, duda, miedo,
¡y que he aquí el gran día!

Durante tiempo miedosa y muda,


¿oís?, la alegría,
como una alondra vivaz,
en el cielo claro ha cantado.

Ve pues, canción ingenua,


y que, sin ningún vano pesar,
sea bienvenida
la que regresa por fin.

La Buena Canción

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Nevermore

Recuerdo, recuerdo, ¿qué quieres de mí? El otoño


hacía volar al tordo a través del aire sin vigor,
y el sol arrojaba un rayo monótono
al bosque ya amarilleando donde resuena el cierzo.

Estábamos a solas y caminábamos soñando,


ella y yo, cabellos y pensamientos al viento.
De pronto, volviendo hacia mí su mirada entrañable:
«¿Cuál fue tu día más hermoso?», dijo su voz de oro vivo,

su voz suave y sonora, de fresco timbre angelical.


Una sonrisa discreta le dio la réplica,
y besé su mano blanca, con devoción.

—¡Ah! las primeras flores, ¡qué perfumadas son!


¡y cómo suena con un murmullo encantador
el primer sí que sale de los labios amados!

Melancholia en Poemas saturninos

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Toda la gracia y todos los matices
en el tierno esplendor de sus dieciséis años,
ella tiene el candor de la infancia
y las mañas inocentes.

Sus ojos, que son ojos de ángel,


saben sin embargo, sin pensarlo,
despertar el deseo extraño
de un beso inmaterial.

Y su mano, pequeña hasta tal punto


que un pájaro mosca en ella no cabría,
cautiva, sin esperanza de fuga,
al corazón atrapado por ella en secreto.

En ella la inteligencia acude


en ayuda del alma noble; es
tan pura como espiritual:
¡lo que ha dicho, era necesario!

Y si la necedad le divierte
y la hace reír sin piedad,
sería, si fuera ella la musa,
clemente hasta la amistad,

hasta el amor —¿quién sabe? tal vez,


respecto a un poeta prendado
que mendigara bajo su ventana,
¡el muy atrevido!, un digno premio

por su canción ¡buena o mala!,


pero que atestigüe sinceramente,
sin nota falsa y sin fruslería,
el tierno mal que sufrimos cuando amamos.

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La Buena Canción

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Canción de otoño

Los largos sollozos


de los violines
del otoño
hieren mi corazón
con un langor
monótono.

Sofocado
y lívido, cuando
llega la hora,
recuerdo
los días pasados
y lloro;

y me marcho
al mal viento
que me lleva
de aquí para allá,
como a
hoja muerta.

Paisajes tristes en Poemas saturninos

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A poor young shepherd

Le tengo tanto miedo a un beso


como a una abeja.
Sufro y velo
sin descanso:
¡le tengo miedo a un beso!

Sin embargo amo a Kate


y sus hermosos ojos.
Es delicada,
de finos rasgos ahora pálidos.
¡Oh, cuánto amo a Kate!

¡Es San Valentín!


Debo y no me atrevo
a decirle de mañana…
¡lo terrible
que es San Valentín!

Me está prometida,
¡afortunadamente!
Mas ¡qué aventura
la de ser un amante
junto a una prometida!

Le tengo tanto miedo a un beso


como a una abeja.
Sufro y velo
sin descanso:
¡le tengo miedo a un beso!

Romanzas sin palabras

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II bacio

¡Beso!, ¡malva real en el jardín de las caricias!


Vivo acompañamiento en el teclado de los dientes
de tiernos estribillos que Amor canta en los corazones ardientes
¡con su voz de arcángel de encantadoras languideces!

Sonoro y gracioso Beso, ¡Beso divino!


¡Voluptuosidad sin igual, embriaguez inenarrable!
¡Salud! El hombre, inclinado sobre tu copa adorable,
se embelesa con una dicha que no sabe agotar.

Como el vino del Rin y como la música,


consuelas y meces, y la tristeza
expira con la mueca de tu pliegue purpurino…
Que uno más grande, Goethe o Will, te dedique un verso clásico.

Yo mismo no puedo, miserable trovero de París,


regalarte más que este ramo de estrofas infantiles:
sé benigno y, como recompensa, sobre los labios traviesos
de Una que conozco, Beso, baja, y ríe.

Caprichos en Poemas saturninos

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Tengo a menudo el sueño extraño y penetrante
de una mujer desconocida, y a la que amo, y que me ama
y que de una vez a otra, ni es del todo la misma
ni del todo una diferente, y me ama y me comprende.

Porque me comprende, y mi corazón, transparente


solo para ella, ¡lástima! deja de ser un problema
solo para ella, y este sudor de mi pálida frente,
solo ella sabe refrescarlo con su llanto.

¿Es morena, rubia o pelirroja? —Lo ignoro.


¿Su nombre? Recuerdo que es suave y sonoro
como los de los amados a quienes la Vida desterró.

Su mirada es semejante a la mirada de las estatuas,


y, en cuanto a su voz, lejana, y tranquila, y grave, tiene
los ecos de las voces amadas que se han callado.

Melancholia en Poemas saturninos

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Green

Aquí tenéis frutas, flores, hojas y ramas,


y aquí tenéis mi corazón que solo late por vos.
No lo desgarréis con vuestras manos blancas
y que el humilde presente le sea dulce a vuestros ojos.

Llego cubierto aún de rocío


que el viento matutino viene a helar en mi frente.
Permitid que mi cansancio, a vuestros pies reposado,
anhele los queridos instantes que lo serenen.

Dejad que rechne en vuestro joven seno mi cabeza


llena todavía del eco de vuestros últimos besos;
dejadla apaciguarse de la gran tempestad,
y que yo duerma un poco ya que vos reposáis.

Acuarelas en Romanzas sin palabras

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En verdad, casi tengo miedo
de sentir mi vida tan enlazada
al radiante pensamiento
que se apoderó de mi alma el otro verano,

de que vuestra imagen, querida para siempre,


anide en este corazón todo vuestro,
mi corazón solo deseoso
de amaros y de agradaros;

y tiemblo, perdonadme
por decirlo con esta franqueza,
al pensar que una nota, una sonrisa
vuestra es desde ahora mi ley,

y que os bastaría un gesto,


una palabra o un guiño,
para vestir todo mi ser de luto
por su ilusión celeste.

Pero prefiero no veros,


aunque el porvenir deba serme sombrío
y fecundo en penas sin límites,
más que a través de una inmensa esperanza,

sumido en esa dicha suprema


de decirme de nuevo y siempre,
a pesar de tristes desvíos,
que os amo, ¡que te amo!

La Buena Canción

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Las conchas

Cada concha incrustada


en la gruta donde nos amamos
tiene su particularidad.

Una tiene la púrpura de nuestras almas


sustraída a la sangre de nuestros corazones
cuando ardo y tú te inflamas;

otra simula tus languideces


y tus palideces cuando, cansada,
me reprochas mis ojos burlones;

esta imita la gracia


de tu oreja, y aquella
tu nuca rosa, corta y lustrosa;

pero una, entre todas, turbado me dejó.

Fiestas galantes

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Auburn
«Y también pelo castaño».
Canción de Malbrouk.

Tus ojos, tu cabello indefinido,


el arco mal perfilado de tus cejas,
la flor paliducha de tu boca,
tu cuerpo vago aunque rellenito,
te dan un aire poco arisco
digno de todo mi respeto.

Mi respeto, ¡ah, cielos!, lo tienes.


Todas las noches, qué alegría y consuelo,
¡oh!, mi muy presentable morena,
cuando hacia mi lecho vienes, los senos
erguidos, y algo altanera,
segura de mis humildes designios,

los senos erguidos bajo la camisa,


orgullosa de la fiesta prometida
a tus sentidos largamente y por doquier,
¡feliz de conocer mis labios, mis manos,
todo yo, impenitentes de esos pecados
de los que solo un demente se abstiene!

Segura de besos sabrosos


en el rabillo de los ojos, en la hendidura
de los brazos y en la punta de los pechos,
segura de mi postración
ante ese bosque ardiente de las mujeres
¡locamente, fanáticamente!

Y altanera al saber que mi carne


adora tu carne hasta el exceso
y tal es ese culto que tras cada
desfallecimiento, —¡qué desfallecimiento!—
ella renace, ¡con cuánto alboroto!,
para volver a desfallecer y con más fuerza.

Sí, mi vaga[2], sé orgullosa,


pues radiante o ceñuda,
soy tu vencido, para ti me tienes:

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me enredas como la vaga
en una delicia muy pagana,
y ¡dejas de ser tan vaga!

Paralelamente

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Canción para ellas

Me dicen que eres rubia


y que rubia es perfidia,
hasta añaden «como la ola».
¡Me río de toda esa palabrería!
Tus ojos son los más bellos del mundo
y ansioso estoy de tu seno.

Me dicen que eres morena,


que una morena tiene ojos de brasa
y que un corazón que busca fortuna
ahí se quema… ¡oh, cuánta nadería!
Redondo y fresco como la luna,
¡viva tu pecho con puntas de fresa!

Me dicen de ti, pelo castaño:


es insulsa, y por pelirroja demasiado rosa.
Encajono[3] esa monserga,
y de ti me gusta todo
desde la cabellera, fuente
de ébano o de oro (anda, pósalos
sobre mi corazón), hasta esos pies de reina.

Carne

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Prólogo

¡El amor es incansable!


Es ardiente como un diablo,
como un ángel es amable.

El amante es despiadado,
es malo como un diablo,
como un ángel, temible.

Va merodeando como un lobo


alrededor del corazón de muchos
y se abalanza de pronto

soltando un sombrío ¡auuh!


De repente hele aquí arrulladora
paloma hinchando su cuello.

Y después ¡cuántas metamorfosis!


Labios rojos, mejillas rosadas,
muecas alegres, risas morosas,

y, para terminar, muchas cosas


blancas y negras, efecto y causa;
el lis erguido, la rosa abierta…

Carne

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«En la llanura el viento
suspende su aliento».
Favart

Es el éxtasis lánguido,
es la fatiga amorosa,
es el estremecimiento de la arboleda
abrazada por las brisas,
es, por los ramajes grises,
el coro de las vocecillas.

¡Oh, el leve y fresco murmullo!


goijea y susurra,
se asemeja al grito suave
que la hierba agitada exhala…
diríase, bajo el agua que gira,
el sordo balanceo de las guijas.

Esta alma que se lamenta


en esta queja durmiente
es la nuestra, ¿verdad?
¿La mía, di, y la tuya,
de las que se desprende la humilde cantilena
tenuemente, en esta noche tibia?

Arias olvidadas en Romanzas sin palabras

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Lasitud
«A batallas de amor, campos de pluma».
Góngora

¡Suave, suave, suave!


Serena un poco esos ataques febriles, mi encanto.
Mira que, aun en pleno goce, a veces la amante
debe mostrar el abandono sereno de la hermana.

Sé lánguida, haz apaciguadora tu caricia,


equilibrados tus suspiros y mecedora tu mirada.
¡Anda, el abrazo ansioso y el espasmo obsesivo
no valen lo que un largo beso, incluso mentiroso!

Pero en tu querido corazón de oro, me dices, mi niña,


¡la fiera pasión va sonando el olifante!…
¡Déjala trompetear a su aire, la miserable!

Pon tu frente en mi frente y tu mano en mi mano,


y hazme juramentos que romperás mañana,
y lloremos hasta el alba, ¡oh pequeña fogosa!

Melancholia en Poemas saturninos

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Lógica

Aunque me dijeras
que me traicionarías
si fuera tu capricho,
¿qué me importaría
ese terrible secreto
si fuera mi capricho?

¿Amarte de todos modos,


—aunque lo tengas que reprobar,
o compadecer mi capricho—,
ser tan tuyo
que no haya ni dios ni rey
ni nada más que tu capricho?

Cuando me traicionaras
entonces yo moriría por ello,
adorando tu capricho;
pues ¿qué me importaría
una desgracia que fuera
conforme a mi capricho?

Carne

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Asonancias galantes

I
Me debes una fotografía
si cumplo con la condición
de ser muy formal —¡y te lo crees!

Sabe, querida mía, que quiero


ser, a cambio de ese donativo
precioso, un libertino a quien

se le perdona su última aventura


favoreciendo un segundo crimen
y quizás un tercero también.

Esa imagen que me debes


y que no merezco,
por tu condición

la tendría aunque me
la negaras ya que
la tengo ahí, en mi corazón, ¡palabra!

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II

¡Ahí la tengo!, tu fotografía,


cuando eras esa pilluela
ya, con esa mirada de desafío,

tus ojitos con mirada de barrena,


entonces con arrogantes pezones,
hoy en arrogantes senos ascendidos

bajo ese largo vestido


que tan bien se llevaba en el sesenta y seis
y bajo la cola y todo lo demás,

se intuye perfectamente tu contoneo


del en ese momento ya bonito muslo,
hoy día bello y todavía fresco;

caderas ardientes y juguetonas,


nalgas y bajo vientre jamás lasos,
ahora poderoso cebo,

¡los encantos, maduros pero duros que ansían


mis entrañas cuando ahí estás
y cuando no estás, mi cabeza!

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III

Y ya que tu fotografía
me es conmovedora y sugerente
hasta tal punto, y que además vive

cerca de mí, de día y de noche, lascivo


y siempre dispuesto, tu cuerpo en carne
y hueso y vivos músculos

y tu alma festiva, oh querida


malvada, ya no seré «formal»
nunca más y al diablo con las pastoras

otras que tú que voy a recluir


y a saquear[4] de tan bella manera,
—importa que lo sepas—

que moriré, de eso más orgulloso


que de cualquier gloria que se estime
¡y más dichoso que la fehcidad!

Y en la tumba donde reposa mi razón,


igual de hermosa como lo fue la vida,
deposita allí, en su marco afelpado,

sobre mi corazón, tu fotografía.

Carne

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¡Oh!, no eres una erudita
y por ello te felicito poderosamente,
y te honro y te alabo,
y quien me censure razón no tiene,

porque tu finura al desnudo


sin vanas palabras y sin falsos gestos,
porque tu argucia mejor que ingenua,
porque tu marrullería en nuevos designios,

porque hasta tu «maldad»,


como dicen esos buenos infelices,
nos protegen de su estupidez…
¿Tu maldad? ¡Tu bondad!

Porque esas virtudes de entre las tuyas,


me sientan mejor, te sientan mejor también,
aunque no entonemos la cantinela,
de otras que exhalan olor a moho.

Dicen también, las gentes,


que no eres inteligente:
ellos, tan inteligentes que son,
sencillamente nos enternecen.

Parece ser que no comprendes


los versos que te susurro.
¡Bien! ¡Y esta vez me rindo!
Los inspiras, es mucho peor.

En los limbos

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Aunque ella sea tu mejor amiga,
qué gracia cuando la engañamos
hasta el exceso, sin pensar ni una miga
en ella, tan buenos son nuestros momentos,

¡qué buenos son nuestros momentos!

Hago comparaciones, tú igual


cuando encornudas a tu otro amante,
y debo decir que tu método
para encornudarlo es encantador,

¡tu proceder es encantador!

Mi placer es aún más culpable


(y más exquisito, gracias a tu ayuda)
cuando también ella se muestra muy capaz
y muy experta en las cosas del amor,

pero ¿sin tu ayuda?

Engañémosla bien, porque quizás nos engaña


también ella, somos tan traviesos
que no existe pacto que no rompamos.
Engañémosles bien. ¡Ningún mezquino pesar!

¡Seamos muy traviesos!

Canción para ella

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A F.-A. Cazals.

Gracias a ti me veo de espaldas


y mucho más verosímil:
en tu esbozo, con andares torpes,
al diablo directo me voy.

¡Yo quien, para la posteridad,


sobre un ala celeste
creía volar, indignado,
fatal y todo lo demás!

—Me encamino lentamente,


a paso más o menos ligero,
atraído por un doble imán,
hacia el diablo… o lo demás.

Epigramas

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Tú crees en los posos del café,
en los presagios, en la cartomancia:
yo solo creo en tus grandes ojos.

Tú crees en los cuentos de hadas,


en los días nefastos, en los sueños,
yo solo creo en tus mentiras.

Tú crees en un Dios ambiguo,


en algún santo especial,
en tal avemaría para tal mal.

¡Yo solo creo en las horas azules


y rosas que me entregas
en el deleite de las blancas noches!

Y tan profunda es mi fe
en todo lo que creo
que solo vivo para ti.

Canciones para ella

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Una Dalia
Cortesana de senos duros, de ojos opacos y morenos
que como los de un buey con lentitud se abren,
tu gran torso reluce como el mármol nuevo.

Flor carnosa y rica, alrededor de ti no flota


ningún aroma, y la belleza serena de tu cuerpo
despliega, mate, sus impecables armonías.

Ni siquiera hueles a carne, ese sabor que al menos


exhalan las que van recogiendo el heno,
y reinas, Ídolo insensible al incienso.

—Así la Daba, reina vestida de esplendor,


alza sin orgullo su cabeza sin olor,
¡irritante en medio del jazmín agobiante!

Caprichos en Poemas saturninos

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www.lectulandia.com - Página 64
Mujer y gata

Jugaba con su gata,


y era maravilla ver
la mano blanca y la blanca pata
retozar en la sombra del atardecer.

Escondía —¡la bellaca!—


bajo sus mitones de negra lana
sus mortíferas uñas de ágata,
cortantes y claras como cuchillas.

La otra también se volvía zalamera


y retraía su garra acerada,
pero el diablo de esto no se perdía nada…

Y en el gabinete donde, sonora,


retiñía su risa aérea,
cuatro puntos de fósforo brillaban.

Caprichos en Poemas saturninos

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Una gran dama

¡Bella «hasta hacer pecar a un santo», y turbar bajo la muceta


a un viejo juez! Anda como una emperadora.
Habla —y al hacerlo sus dientes reverberan—
italiano, con un ligero acento ruso.

Sus ojos fríos donde el esmalte engasta el azul de Prusia


tienen el destello insolente y duro del diamante.
En cuanto al esplendor de los senos y al brillo
de la piel, ninguna reina o cortesana, ya fuera

Cleopatra la lince o la gata Ninon,


iguala su belleza patricia, ¡no!
Mira, oh, buen Buridán: «¡Es una gran dama!».

Es necesario —¡sin término medio!— adorarla de rodillas,


obsequioso, sin otro astro en el cielo que su pesada y roja cabellera,
o bien ¡fustigarle la cara a esa mujer!

Caprichos en Poemas saturninos

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www.lectulandia.com - Página 68
Es muy gracioso
cuando te buscas las cosquillas.
¡Cuánta artimaña, cuánta astucia!
Me gusta esa visión.
Es tremendamente atrayente
y mi corazón late por eso
con un latido previo
a cualquier otro retozo.

Bajo la camisa tensa


con soltura y ambas manos,
tus ojos otean el espacio
entre tus duros senos.
Siempre notas un vacío,
sin embargo, finalizado el juego.
No importa, el ejercicio
me turba y confunde, ¡y no poco!

Cánsate de ser vencida


tan neciamente.
Ofrece otra fiesta
a tu cuerpo encantador
distinta a la caza infructuosa
por montes y valles.
Saldrás victoriosa…
¡si yo no presumo!

Canción para ella

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El fauno

Un viejo fauno de terracota


ríe en el centro de la glorieta,
presagiando sin duda un resultado
nefasto de esos instantes serenos
que me llevaron y te llevaron
—melancólicos peregrinos—
hasta esa hora que se escapa
girando al son de los tamboriles.

Fiestas galantes

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El amor, por los suelos

El viento de la otra noche derribó al Amor


quien, en el rincón más misterioso del parque,
sonreía tensando el arco con malicia,
y cuyo aspecto ¡tanto nos hizo soñar todo un día!

¡El viento de la otra noche lo derribó! El mármol,


esparcido, al soplo de la mañana gira. Es triste
ver el pedestal, donde el nombre del artista
apenas se lee entre la sombra de un árbol,

¡es triste ver el alzado pedestal,


solo! Y pensamientos melancólicos van
y vienen en mi ensueño donde la pena profunda
evoca un porvenir solitario y funesto.

¡Es triste! Tú misma, ¿verdad?, estás conmovida


por tan doliente cuadro, aunque tu mirada frívola
se divierta con la mariposa de púrpura y oro que vuela
por encima de los restos que cubren la alameda.

Fiestas galantes

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Coloquio sentimental

Por el viejo parque solitario y helado,


dos figuras pasaron hace un rato.

Sus ojos están muertos y flácidos sus labios,


apenas se oyen sus palabras.

En el viejo parque solitario y helado,


dos espectros evocaron el pasado.

—¿Te viene a la memoria nuestro antiguo éxtasis?


—¿Por qué queréis que me venga el recuerdo?

—¿Tu corazón sigue latiendo con solo oír mi nombre?


¿Sigues viendo mi alma en sueños? —No.

—¡Ah! ¡los hermosos días de felicidad indecible


en los que nuestras bocas se unían! —Es posible.

—¡Qué azul era el cielo, y qué grande la esperanza!


—La esperanza ha huido hacia el cielo negro, vencida.

Así caminaban entre las avenas locas,


y solo la noche oyó sus palabras.

Fiestas galantes

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Última esperanza

Hay un árbol en el cementerio


creciendo en plena libertad,
no plantado por obligado luto,
que ondea encima de una lápida modesta.

A este árbol, en verano y en invierno,


acude un pájaro que con voz clara entona
su canción tristemente fiel.
Este árbol y este pájaro somos nosotros:

Tú, el recuerdo, yo, la ausencia


que el tiempo —al pasar— recuenta…
¡Ah!, ¡seguir viviendo a tus pies!

¡Ah!, ¡seguir viviendo! Mas, bella mía,


la nada es mi frío vencedor…
Dime, al menos, ¿vivo en tu corazón?

El Libro póstumo

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A la señora***

Las aletas abiertas de tu nariz,


no lejos de dos bellos ojos ordinarios,
son bonitas como esos bígaros
del borde del mar de los balnearios;

una sonrisa menos franca que amable


descubre pequeños dientes,
diminutivos impertinentes
de los de un lobo de fábula;

entrada en carnes, lenta con garbo,


observamos vuestra persona,
y vuestra voz fina resuena
—¡no sin desagrado[5]!— muy bien;

algo de gracia[6] externa y ligera


y que me dejaba más bien atónito[7]
hacen de vos un bocado de cardenal,
¡constitucional[8], querida[9]!

Lo cierto es, arrepentimiento o no,


que no sé por qué mi alma
por estos fríos piensa en vos, Señora
de quien ya no recuerdo el nombre.

Paralelamente

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Streets
¡Bailemos la giga!

Yo amaba sobre todo sus ojos preciosos,


más claros que la estrella de los cielos,
yo amaba esos ojos maliciosos.

¡Bailemos la giga!

Ciertamente tenía unas maneras


de atormentar a un pobre amante,
¡que era realmente fascinante!

¡Bailemos la giga!

Pero me parece todavía mejor


el beso de su boca en flor
desde que muerta está en mi corazón.

¡Bailemos la giga!

Me acuerdo, me acuerdo
de las horas y de las conversaciones,
y son entre mis bienes los mejores.

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¡Bailemos la giga!

Soho.
Romanzas sin palabras

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Girad, girad, buenos caballitos de madera,
girad cien veces, girad mil veces,
girad a menudo y girad siempre
girad, girad al son de los oboes.

El niño rojo y la madre blanca,


el tipo de negro y la niña de rosa,
una a lo suyo y el otro que posa,
el domingo cada uno se da un capricho.

Girad, girad, caballos de su corazón,


mientras que alrededor de vuestros torneos
titila el ojo del astuto bribón,
¡girad al son del émbolo vencedor!

Es extraño cómo embriaga


ir así en este circo bobo:
bien en el vientre y dolor en la cabeza,
mal en cantidad y bien en multitud.

Girad al son del acordeón,


del violín, del trombón loco,
caballos más mansos que corderos,
mansos como un pueblo en revolución.

El viento azotando la carpa, los vasos,


los mostradores y la bandera tricolor,
y las enaguas, y ¿qué otra cosa?
produce un estrépito de quinientos truenos.

Girad, jacas, sin que haya necesidad


de nunca usar espuela alguna
para guiar vuestros galopes decididos:
girad, girad, sin esperanza de heno.

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Y aprisa, caballos de su alma:
he aquí que ya llaman para la cena
la noche cae y expulsa la tropa
de alegres bebedores que su sed hambrea.

¡Girad, girad! El cielo de terciopelo


de astros de oro se viste lentamente.
La iglesia dobla las campanas tristemente.
¡Girad al son alegre de los tambores!

Sabiduría

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El payaso

Las tablas que una orquesta enfática zarandea


chirrían bajo los pies grandes del magro bufón
que arenga no sin finura y sin desdén
a los curiosos que pisando el fango se hacinan frente a él.

El yeso de su frente y el colorete de su cara


causan maravilla. Perora y de repente se calla,
recibe patadas en el trasero, retozón,
besa el cuello de su comadre enorme, y voltea.

Aceptemos sus camelos, con el alma y el corazón.


Su corto jubón de tela floreada y sus pantorrillas
sinuosas hasta el abuso bien valen la detención.

Pero sobre todo, lo más admirable es


esa peluca sobre la cabeza de la que sale,
ágil, una coleta con una mariposa en la punta.

Antaño y hogaño

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La última fiesta galante

Separémonos de una vez por todas,


queridísimos señores y tan bellas señoras.
Basta ya de tantos epitalamios, porque además,
nuestros placeres fueron poca cosa.

¡Ningún remordimiento, ningún pesar verdadero, ningún desastre!


Es espantoso cuán afines
nos sentimos a los borregos
por el peor poetastro adornados.

Fuimos tal vez demasiado ridículos,


fingiendo atreverse poco.
El Dios de amor quiere que nos quedemos con aliento[10],
¡tiene razón! Y es un Dios joven.

Separémonos, de nuevo os lo digo,


nuestros corazones, que balaron tanto,
¡cómo reclaman desde hoy, a gritos,
el embarque para Sodoma y Gomorra!

Paralelamente

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Cortejo

Un mono con chaqueta de brocado


trota y brinca ante ella
que estruja un pañuelo de encaje
en su mano enguantada con arte,

mientras que un negrito todo de rojo


mantiene alzado a brazo partido
los paños de su pesado vestido,
atento a cualquier pliegue desplazado;

el mono no pierde de vista


el pecho blanco de la dama,
opulento tesoro que reclama
el torso desnudo de algún dios;

el negrito a veces levanta


más alto de lo necesario, el rufián,
su carga suntuosa, con el afán
de ver el ensueño de sus noches;

ella va por las escaleras,


y no parece excesivamente
sensible al deseo insolente
de sus animales familiares.

Fiestas galantes

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Pierrot chiquillo

No es Pierrot en ciernes
tampoco Pierrot espigado,
es Pierrot, Pierrot, Pierrot.
Pierrot chiquillo, Pierrot crío,
nuez aún verde fuera del ruezno,
¡es Pierrot, Pierrot, Pierrot!

Con algo más de un metro de alto,


el simpático bribón sabe introducir
en sus ojos el rayo de acero
que conviene al genio sutil
con su malicia infinita
de poeta-gesticulador.

Labios rojo-herida
donde la lujuria dormita,
cara pálida con rictus fino,
alargada, muy acentuada,
que parece habituada
a contemplar cualquier final,

cuerpo delicado, y no enjuto,


voz de chica y no mordaz,
cuerpo de efebo en pequeñito,

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voz de falsete, cuerpo en fiesta,
criatura siempre dispuesta
a saciar toda apetencia.

¡Ve hermano, ve, amigo,


imita al diablo, recorre los caminos
de tu sueño y por París
y por el mundo, y sé el alma
vil, alta, noble, infame
de nuestros espíritus inocentes!

¡Crece, porque es la costumbre,


multiplica tu abundante amargura,
exagera tu alegría,
caricaturiza, aureola
la mueca y el símbolo
de nuestra simpleza!

Paralelamente

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Pantomima

Pierrot, que no tiene nada de Clitandro,


vacía una frasca sin esperar más,
y, con soltura, empieza un pastel.

Casandro[11] en el fondo de la avenida,


vierte una lágrima incomprendida
por su sobrino desheredado.

Ese faquín de Arlequín planea


el secuestro de Colombina
y cuatro veces piruetea.

Colombina sueña, sorprendida


al sentir un corazón en la brisa
y al oír en su corazón voces.

Fiestas galantes

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Pierrot
A Léon Valade.

Ya no es el que soñaba con la luna de la vieja canción


que a los abuelos sonreía en el dintel de la puerta;
su alegría, así como su candela, ¡lástima!, está muerta,
y su espectro hoy se nos aparece, delgado y claro.

Y he aquí que entre el espanto de un largo relámpago


su pálida blusa parece, al viento frío que lo arrastra,
una mortaja, y su boca está abierta, de tal manera
que parece gritar bajo las mordeduras de los gusanos.

Con el ruido de un vuelo de aves nocturnas que pasan,


sus mangas blancas dibujan vagamente por el espacio
signos locos a los que nadie contesta.

Sus ojos son grandes fosas donde el fósforo trepa


y la harina hace aún más espantosa su cara
exangüe con la nariz afilada de un moribundo.

Antaño y hogaño

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Claro de luna

Vuestra alma es un paisaje selecto


que máscaras y bergamascas encantan
tocando el laúd y bailando y casi
tristes con esos extraños disfraces.

Cantando en modo menor


la vida propicia y el amor vencedor,
no parecen confiar en la dicha
y al claro de luna se une su canción,

al sosiego del claro de luna triste y hermoso,


que en los árboles a las aves hace soñar
y sollozar de éxtasis a los surtidores,
los altos surtidores esbeltos entre los mármoles.

Fiestas galantes

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La luna blanca
brilla en el bosque;
de cada rama
sale una voz
bajo la fronda…

¡Oh, mi amada!

El estanque refleja,
espejo profundo,
la silueta
del sauce negro
donde el viento llora…

¡Soñemos, es la hora!

Una vasta y tierna


calma
parece descender
del firmamento
que el astro irisa…

Es la hora exquisita.

La Buena Canción

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En el bosque

Muchos —ingenuos o acaso flemáticos—,


solo hallan en el bosque lánguidos encantos,
soplos frescos y perfumes tibios. ¡Son dichosos!
Otros —soñadores— se sienten atrapados por temores místicos.

¡Son dichosos! Pero yo, inquieto, y sin descanso turbado


por un espantoso y vago remordimiento,
por el bosque tiemblo como un cobarde
que teme una emboscada o que ve a un muerto.

Esos grandes ramajes nunca apaciguados, como la onda,


de los que cae un negro silencio con una sombra
aún más negra, todo ese decorado lúgubre y siniestro
me llena de un horror vil y profundo.

Sobre todo en las noches de verano: las llamas del ocaso


se diluyen en el azul grisáceo de las brumas que tiñe
de incendio y de sangre; y el ángelus que tañe
a lo lejos parece un grito plañidero que se acerca.

El viento se levanta caliente y pesado, un susurro pasa


y vuelve a pasar, cada vez más fuerte, en el espesor
cada vez más sombrío de los altos robles, ofuscador,
y se esparce, así como un miasma, en el espacio.

Se acerca la noche. El búho alza el vuelo. Es el instante


en el que se piensa en los relatos de las ingenuas abuelas…
Bajo la maleza, allá, vivos manantiales
con rumor de asesinos escondidos esperando.

Caprichos en Poemas saturninos

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La angustia

Naturaleza, nada tuyo me conmueve, ni los campos


nutricios, ni el eco bermejo de las pastorales
sicilianas, ni las galas aurorales,
ni la solemnidad doliente de los ocasos.

Me río del Arte, me río del Hombre también, de los cantos,


de los versos, de los templos griegos y de las torres que en espirales
alzan al cielo vacío las catedrales,
y veo con los mismos ojos a los buenos y a los malos.

No creo en Dios, abjuro y reniego de todo


pensamiento, y en cuanto a esa vieja ironía,
el Amor, me gustaría que de ello ya no se me hablara.

Cansado de vivir, con miedo a morir, como


el bergantín perdido juguete del flujo y del reflujo,
mi alma apareja con rumbo a horribles naufragios.

Melancholia en Poemas saturninos

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En el interminable
tedio de la llanura
la nieve vaporosa
reluce como la arena.

El cielo es de cobre
sin luz alguna.
Se creería ver vivir
y morir la luna.

Como nubarrones
flotan grises los robles
de los bosques cercanos
entre las nieblas.

El cielo es de cobre
sin luz alguna.
Se creería ver vivir
y morir la luna.

Corneja asmática,
y vosotros, lobos flacos,
por esos agrios inviernos
¿qué es de vosotros?

En el interminable
tedio de la llanura,
la nieve vaporosa
reluce como la arena.

Romanzas sin palabras

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La nieve a través de la bruma
en silencio cae y reviste
el hondo camino que conduce
a la iglesia que se ilumina
para la misa del gallo.

El oscuro Londres flamea y humea:


¡oh, el manjar que ahí se cocina
y la bebida que lo acompaña!
Es Christmas y su costumbre
de medianoche hasta medianoche.

En el catre y sobre el betún[12]


París retumba y goza.
Ágape y grato divertimiento
sobre el betún y en el catre
se enardecen desde medianoche.

El enfermo en la amargura
del hospicio donde le persigue
una esperanza siempre destruida
se espanta y se consume
en la oscuridad de una larga medianoche…

La campana al son claro de yunque


en la torre fina que luce,
lejos del pecado que nos lastima,
nos llama con ropa de gala
a la misa del gallo.

Felicidad

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Es de noche en la habitación estrecha y fría donde el hombre
acaba de entrar, cubierto de nieve, en blusa, y como
desde hace tres días no ha pronunciado ni dos palabras,
la mujer tiene miedo y hace señas a los críos.

Una sola cama, un baúl dislocado, cuatro sillas,


cortinas antaño blancas con excrementos de chinches,
una mesa que se va venciendo por un lado,
todo un conjunto desolador de sucia apariencia.

El hombre, frente ancha, grandes ojos llenos de una luz sombría


ciertamente tiene destellos de inteligencia y de conciencia
y es lo que llamamos un buen mozo.
La mujer, aún joven, es guapa a su manera.

Pero la Miseria ha colocado sobre ellos su mano funesta,


y perdiendo rápida y progresivamente lo que queda
en ellos de tristemente venerable y humano
serán la hembra y el macho, mañana.

Todos se han sentado a la mesa para tomar la sopa


y el buey, y ese sórdido montón forma un grupo
cuya sombra se estira al infinito en torno
a la habitación, bajo la luz sin pantalla.

Los niños son pequeños y pálidos, pero robustos


a pesar de las flaquezas prominentes de sus bustos
que hablan de los inviernos pasados casi siempre sin fuego
y los veranos sufridos en un ambiente asfixiante.

No muy lejos de una vieja escopeta herrumbrosa que un clavo soporta


y que la luz hace brillar de forma extraña,
alguien que buscara largo tiempo en ese retiro
con la mirada de un agente de policía vería

apilados en el fondo del armario cojo,


algunos libros polvorientos de «ciencia» y de «historia»,
y bajo el colchón con gran esmero escondidas,
novelas voluptuosas con las esquinas dobladas.

Sin embargo comen. El hombre, taciturno y huraño,


lleva a su boca el alimento nauseabundo
denotando más el no poner obstáculo que el ser sometido,

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y su navaja parece destinada a otro cometido.

La mujer piensa en alguna antigua compañera,


que todo lo tiene, coche y casa en el campo,
mientras que los niños, con los puños en sus ojos cerrados,
resoplando en su plato imitan los sollozos.

Antaño y hogaño

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¡Es la fiesta del trigo, es la fiesta del pan
en los queridos lugares de antaño recordados tras todo esto!
Todo bulle, la naturaleza y el hombre, en un baño
de luz tan blanco que las sombras son rosas.

El oro de las pajas cae al vuelo silbante de las hoces


cuyo relámpago se abate, y allí luce, y reverbera.
La llanura, lejana y cubierta de labores,
cambia de cara a cada instante, alegre y severa.

Todo jadea, todo es únicamente esfuerzo y movimiento


bajo el sol, autor tranquilo de maduras cosechas,
y que aún trabaja, imperturbablemente,
para engordar, para endulzar —¡allí!— ¡los racimos ácidos!

Trabaja, viejo sol, para el pan y el vino,


alimenta al hombre con la leche de la tierra, y ofrécele
el honrado vaso donde reírse un poco del olvido divino…
Cosechadores, —¡allí vendimiadores!— ¡ya llegó la hora!

—¡Porque en la flor de los panes y en la flor de los vinos,


fruto de la fuerza humana repartida por doquier,
Dios cosecha, y vendimia, y dispone para sus fines
la Carne y la Sangre para el cáliz y la hostia!

Sabiduría

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La catedral es majestuosa,
la imagino en pleno campo
sobre algún afluente del Meuse
no lejos del Océano al que llegue,

el Océano nunca visto que adivino


por el aire cargado de sales y de aromas.
La cruz es de oro en la noche divina
en medio de las torres alzadas y de las cúpulas.

El ángelus forma en los campanarios


una corona de plata que canta.
Blancos búhos, ululando largamente
giran sin fin con encanto.

Procesiones nuevas y resplandecientes


van y vienen de numerosos pórticos,
seda y perlas de rosarios vivos,
rogaciones[13] para queridos frutos secretos.

No es un sueño ni la vida,
es mi bello y casto pensamiento,
si preferís, mi filosofía,
muerte mía así disfrazada.

Felicidad

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Gaspard Hauser canta:

He venido, huérfano sereno,


dotado tan solo de mis ojos tranquilos,
hacia los hombres de las grandes ciudades:
ellos ingenioso no me vieron.

A los veinte años una nueva turbación,


con el nombre de amorosas llamas,
hizo que encontrara hermosas a las damas:
ellas hermoso no me vieron.

Aunque sin patria y sin rey


y no siendo valiente en absoluto,
quise morir en la guerra:
la muerte no quiso de mí.

¿Acaso nací muy pronto o muy tarde?


¿Qué hago en este mundo?
¡Oh! vosotros, todos, mi dolor es profundo:
¡rezad por el pobre Gaspard!

Sabiduría

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Croquis parisino
A François Coppée.

La luna aplicaba sus tintas de cinc


por ángulos obtusos.
Penachos de humo en forma de cinco
salían densos y negros de los altos techos puntiagudos.

El cielo estaba gris. El cierzo lloraba


como un bajón.
A lo lejos, un morrongo friolero y discreto
maullaba de extraña y aguda manera.

Yo caminaba soñando con el divino Platón


y con Fidias,
y con Salamina y con Maratón,

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bajo el ojo titilante de las lámparas azules.

Aguas fuertes en Poemas saturninos

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Nacido hijo de grandes urbes
y de revueltas serviles,
ahí todo lo he buscado, hallado,
con todo el apetito soñado…
Pero, como de ello nada queda,

he dicho un adiós ligero


a todo lo que puede cambiar,
al placer, a la felicidad misma,
e incluso a todo lo que amo
salvo a vos, ¡mi dulce Señor!

La Cruz me tomó en sus alas


y me lleva a los mejores fervores,
silencio, expiación,
y la árida vocación
por la virtud que se ignora.

Dulce, querida Humildad,


riega mi caridad,
inúndala de tus aguas vivas,
¡oh, mi corazón, vive con el solo fin
de conseguir una buena muerte!

Sabiduría

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«Llueve suavemente sobre la ciudad».
Arthur Rimbaud.

LLora en mi corazón
como llueve en la ciudad;
¿qué languidez es esa
que penetra en mi corazón?

¡Oh, ruido suave de la lluvia


en la tierra y en los tejados!
Para un corazón que se aburre
¡el canto de la lluvia!

Llora sin razón


en este corazón que se revuelve.
¡Qué! ¿Ninguna traición?…
Ese luto es sin razón.

¡Es pues la peor pena


no saber por qué,
sin amor y sin odio
mi corazón siente tanta pena!

Romanzas sin palabras

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El cielo está por encima del tejado,
¡tan azul, tan sereno!
Un árbol, por encima del tejado,
mece su palma.

La campana, en el cielo que vemos,


suavemente tañe.
Un pájaro sobre el árbol que vemos
canta su queja.

Dios mío, Dios mío, la vida está aquí,


sencilla y tranquila.
Este apacible rumor de aquí
viene de la ciudad.

—¿Qué has hecho?, ¡oh!, tú que estás ahí


llorando sin cesar,
dime, ¿qué has hecho, tú que estás ahí,
de tu juventud?

Sabiduría

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¡Tengo frío, un frío de hielo,
en cualquier sitio me quemo!

Mis huesos se van cariando,


mis heridas van gritando;

mis enemigos llenos de alegría


¡qué buena presa de mí hicieron!

Mi corazón, mi cabeza y mis costados


padecen supremos males.

Todo me huye, ¡adiós gloria!


¿acaso es esto el Purgatorio?

O ¿es el Infierno, este lugar


que de Dios ya no me habla?

—La indignidad de tu suerte


es el placer de uno más Fuerte,

de uno más Justo y más Hábil


que tu propio yo débil.

Padeces un mal tan profundo


causado por Voluntades,

más benignas que la tuya


tan mala y tan poco cristiana.

Tus humillaciones
son bendiciones;

y esas lúgubres sequedades


en las que te desentiendes,

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puras advertencias
descendidas de cielos amantes.

Tus enemigos son los ángeles,


menos extraños y menos crueles

que buenos inconscientemente,


de un Señor rudo y clemente.

Ama tus cruces y tus llagas,


es glorioso que las tengas.

Frente a las terribles iras,


bendice y cae de rodillas.

Acero que corta y voz que reprende,


es la buena Penitencia.

Bajo el hielo y en el fuego


volverás a encontrar a tu Dios.

Felicidad

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Apología de mí mismo

Y, desde entonces, he vivido con todas las capacidades


del corazón y del espíritu maduradas por el verano
radiante de felicidad y de adversidad.
He aquí por qué soy lo que llaman ese hombre
extraño, y que no lo es, aunque así lo llamen.
Como mucho un original; ¿también?, ¿también?
Porque no poso en uno u otro decorado,
que yo sepa, y mi gesto es siempre natural,
triste o alegre, bastante vivo admito, por azar,
cuando viene bien, bastante lento por casualidad, si es preciso.
Soy un hombre extraño, según me dicen:
a los ojos de algunos puro y simple bandido,
puro y simple imbécil a los ojos de otros cuantos;
otros también me colocaron en el rango de los falsos apóstoles,
¿por qué? Varios al fin en el rango de los dioses, ¿por qué,
Dios mío? Cuando solo soy un hombrecillo bastante tranquilo,
en general, a pesar de alguna incoherencia.

Ahora bien, he sufrido bastante y no menos gozado:


triste término medio, de ti siempre he sospechado,
a pesar de todo mi deseo de vivir mejor regulado,
más equilibrado, como se expresaría un sabio
en estos días, después de todo tranquilos, según el uso
de los días antiguos y por venir.
Por tanto, he sufrido
mucho y sobre todo por mi condición, a la vista de todos,
por ejemplo sangrando solo para servir de ejemplo,
y escandaloso como el ilota. Sí, pero ¡qué amplio
y buen remordimiento me entró, por la gracia de Dios
por mis errores de antaño, casi justo en mitad
de la expiación de tantos placeres!

Y, desde entonces, he vivido con todas las capacidades


del corazón y del espíritu maduradas por el verano
radiante de felicidad y de adversidad.
He aquí por qué soy lo que llaman ese hombre
extraño, y que no lo es, aunque así lo llamen.

Como mucho un original; ¿también?, ¿también?


Porque no poso en uno u otro decorado,
que yo sepa, y mi gesto es siempre natural,

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triste o alegre, bastante vivo admito, por azar,
cuando viene bien, bastante lento por casualidad, si es preciso.

Entonces, queridos amigos míos, valorad en su justo precio


mi carácter tal como es: ¿de una pieza?
No —además no creo que importe en este caso—,
pero como una fortaleza poco complicada[14]; ¿siempre de buena fe?

No, porque soy un hombre y no soy un oso


solitario, valiente animal un tanto huraño,
pero ¡tan franco! —y miento a veces, más bien de palabra
que de otra manera, pero en fin miento… en el fondo, ¡tan poco!

Sí, sí tengo mis defectos, ¿quién no los tiene ante Dios?


Tengo mis vicios también, ¡por Dios! ¿Quién no tiene alguno
o muchos? Pero las circunstancias mandan,
hay que soportarme así, más bien amarme así,
porque necesito que me quieran.
Y también esto:
Dios me ha bendecido, él que castiga con mano de maestro,
infinitamente, y he vuelto a conquistar todo mi ser
en la desgracia tan merecida, tan meditada,
y es lo que me ha hecho mejor, en verdad,
que muchos cuya búsqueda es tan estricta.

Pero, Señor, apártame del orgullo, ¡siempre necio!

Invectivas

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Las queridas manos que fueron mías,
tan menuditas, tan bellas,
después de esos errores mortales
y todas esas paganías,

después de las bahías y las playas,


y los países y las provincias,
más regias que en tiempo de príncipes,
las queridas manos me abren el camino hacia los sueños.

Manos en el ensueño, manos sobre mi alma,


¿acaso sé yo lo que os dignasteis,
entre esos rumores malvados,
decir a esta alma que se sorprende?

¿Acaso miente, mi visión casta


de espiritual afinidad,
de maternal complicidad,
de afección estrecha y vasta?

Caro remordimiento, dulce pena,


sueños benditos, manos consagradas,
¡oh!, esas manos, sus manos veneradas,
¡haced el gesto que perdona!

Sabiduría

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Ya solo quiero amar a mi madre María.
Todos los demás amores son de mandamiento.
Necesarios como son, solo mi madre
podrá encenderlos en los corazones que la quisieron.

Por Ella debo querer a mis enemigos,


por Ella he ofrecido ese sacrificio,
y la dulzura de corazón y el celo al servicio,
como le rogaba, Ella los ha concedido.

Y como era débil y malvado todavía,


con manos blandas, ojos fascinados por la vida,
ella me bajó la mirada y me juntó las manos,
y me enseñó los verbos con los que se adora.

Por Ella he aceptado esas penas,


por Ella tengo todo mi ser consagrado a las Cinco Llagas,
y por todas esas penitencias con cruces y espinas,
mientras la invocaba, Ella me preparó para la salvación.

Ya solo quiero pensar en mi madre María,


trono de Sabiduría, y fuente de perdón,
madre de Francia también, de quien esperamos
con convicción profunda el honor de la patria.

María Inmaculada, amor esencial,


lógica de la fe estimulante y tenaz,
¿al amarte hay algo bueno que no haga,
al amarte con único amor, Puerta del cielo?

Sabiduría

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Fui místico y ya no lo soy,
(la mujer me habrá vuelto a atrapar por completo)
no sin guardar respeto absoluto
al ideal del que necesito renegar.

¡Pero la mujer me ha atrapado de nuevo por completo!

Iba rezando al Dios de mi infancia


(hoy tú eres quien me tiene de rodillas).
Estaba lleno de fe, de blanca esperanza,
de caridad santa de puras llamas deleitosas.

¡Pero hoy me tienes a tus pies!

La mujer, por ti, vuelve a ser EL maestro,


un maestro todopoderoso y tiránico,
pero ¡qué insidioso!, fingiendo que todo lo permite
para llegar a semejante meta satánica…

¡Bendito tiempo cuando era ese místico!

Canción para ella

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Decepción

«¡Satán de condición, Diablo de plata!»


Apareció el Diablo
y me dijo: «Hombre inteligente
y razonable

que aquí estás, ¿qué quieres de mí?


Porque me llamas
y creo, hombre todo virtud,
que me invocas.

Pues me pongo, ¿acaso soy bueno?


a tu servicio:
di tu deseo ingenuo o sutil;
¿sandez o vicio?

¿Qué tengo que hacer para complacer


tu sabiduría?
¿La impotencia o el deseo
que crece sin cesar?

¿La indiferencia o el abuso?


Habla, ¿qué puedo hacer yo?»
Contesté: «Agotados los vinos,
no queda magia,

la mujer engaña y el hombre también,


estoy enfermo,
QUIERO MORIR». El diablo: «Si
esta es la alborada[15],

que me ofreces, regreso. Abajo,


matar me ofusca.
Será bueno para tu Dios. Yo no soy
hasta tal punto brusco».

¡Diablo de plata y no la muerte!


Marchó el Diablo,
dejándome preso de esta suerte
irremediable.

Invectivas

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Sueño
¡Renuncio a la poesía!
Voy a ser rico mañana.
A otros les paso el turno:
¿quién quiere, quién quiere ser mi Sosia?

Bello empleo, tomo como testigo


las buenas horas de paseo
donde, rimando mal alguna balada,
pasaba mis noches tarde y lejos.

Bajo la luna luciente y clara


los puentes brillaban insidiosos,
el agua envolvía de oleajes graciosos
París, alegre como un cementerio.

¡Renuncio a toda esa dicha


y lego a los jóvenes mi lira!
Hijos, heredad mi delirio,
yo heredo una bolsa corrompedora.
Invectivas

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Despertar

¡Regreso a la poesía!
La riqueza sin duda alguna,
no quiere de mi indigencia,
y es una triste consecuencia.

¡Para mí el pienso elegido,


el agua clara y pura y ese pan seco
cotidiano, no solo, acompañado,
por un agradable aire de rabel!

¡Para mí la cama intranquila


de noches en blanco, de sueños negros,
para mí las esperanzas eternas
pavoneadas de la mañana a la noche!

¡Para mí la ética y la estética!


¡Soy el poeta famoso
que rima versos prodigiosos
a la sombra de un quinqué humoso!

Soy el alma por Dios elegida


para encantar a mis contemporáneos
con estribillos tan exclusivos y finos
cantados en ayunas, ¡oh, cielos serenos!

Regreso a la poesía.

Invectivas

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Delicadeza
A la señorita Rachilde.

Nos haces iguales a los héroes y a los dioses,


y, velando para que seamos los únicos dandis,
haces de nuestros orgullos cimas radiantes,
y no ya esos focos de turbios incendios.

Brillas y luces, astro vivaz de rayos suaves,


sobre el horizonte negro de una pesada tristeza.
Es por ti sobre todo por lo que agradamos al Dios celoso,
por ti elegida, única, flor del Bien, ¡Delicadeza!

El más orgulloso orgullo, el más púdico pudor


que no sabes enrojecer de tanto ser orgullosa,
que no puedes sino vencer en tu sereno ardor,
Virgen[16] que lo ha sabido todo, muy apacible guerrera.

Música para el alma y para el espíritu perfume,


virtud que solo es un nombre, mas nombre de ángel,
noble dama guiando al cielo que sonríe
nuestro inmenso esfuerzo extraído de este fango.

Amor

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Resignación

De niño, soñaba con Ko-Hinnor,


suntuosidad persa y papal,
¡Heliogábalo y Sardanápalo!

¡Mi deseo creaba bajo techos de oro,


entre los perfumes, al son de las músicas,
de harenes infinitos, paraísos físicos!

Hoy, más tranquilo y no menos ardiente,


mas conociendo la vida y lo que debemos doblegar,
mi hermosa locura tuve que refrenar,
aunque sin resignarme demasiado.

¡Sea! Lo grandioso no está hecho para mí,


mas ¡lejos lo amable y lejos el poso!
sigo odiando a la mujer guapa,
la rima asonante y el amigo prudente.

Melancholia en Poemas saturninos

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Cumpleaños
A William Rothenstein.

«Y tenía cincuenta años cuando esto me pasó».

Ya no creo en el lenguaje de las flores


y el Pájaro azul para mí ya no canta.
Mis ojos se han cansado de los colores
y heme aquí cansado de llamadas superfluas.

Es, en una palabra, la triste cincuentena.


¡Mi edad madura, como únicos frutos llevas
vista dubitativa y andar incierto
y tu frondosidad solo posee hojas muertas!

Pero amigos llegados del extranjero


—ninguno es, dicen, en su país profeta—
al menos quisieron, si no animar,
consolar un poco esos lustros odiados.

Subieron aprisa hasta mi planta,


de flores cargadas las manos, y con tono sincero
desearon cordialmente a mi necia edad
muchos otros años y salud mejor,

y como brindábamos por estos deseos del corazón


con el vino de oro que ríe en el cristal fino,
me pareció que en coro, desde los ramos,
se alzaban voces en una melodía divina;

y como el pinzón de mi ventana


y el canario, su vecino de jaula,
piaban alegremente, creí reconocer
el Pájaro azul que cantaba en la arboleda.

París, 30 de marzo de 1894.


Dedicatorias

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«Sonido feliz, importuno, de un clavicémbalo sonoro».
Petrus Borel

El piano que una mano frágil besa,


en la noche rosa y gris reluce vagamente,
mientras que un muy ligero ruido de ala,
un aire antiguo, débil y atrayente
merodea discreto, casi asustado,
por el gabinete tanto tiempo impregnado de Ella.

¿Qué será lo que me mece de repente


y lentamente acaricia mi pobre ser?
¿Qué quieres de mí, suave Canto alegre?
¿Qué quisiste, delicado estribillo inseguro
que pronto morirás en la ventana
levemente abierta sobre el jardincillo?

Romanzas sin palabras

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Soles ponientes
Un albor debilitado
por los campos vierte
la melancolía
de los soles ponientes.
La melancolía
con suaves cantos mece
mi corazón que se distrae
en los soles ponientes.
Y extraños sueños,
como unos soles
ponientes sobre los arenales,
fantasmas bermejos,
desfilan sin tregua,
desfilan, iguales
a los grandes soles
ponientes sobre los arenales.

Paisajes tristes en Poemas saturninos

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Marina

El océano sonoro
palpita bajo la mirada
de la luna de luto
y de nuevo palpita,

mientras que un rayo


brutal y siniestro
surca el cielo ennegrecido
con un largo zigzag brillante,

y que cada ola


a saltos convulsos
a lo largo de los arrecifes
va, viene, luce y clama,

y que en el firmamento,
donde el huracán yerra,
ruge el trueno
formidablemente.

Aguas fuertes en Poemas saturninos

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Alegoría
A Jules Valadon.

Despótico, pesado, incoloro, el Verano,


como un rey ocioso que preside un suplicio,
en el ardor blanco del cielo cómplice se estira
y bosteza. El hombre duerme lejos del trabajo.

La alondra, cansada, no ha cantado en la mañana,


ni una nube ni un soplo, nada que plise
o arrugue este azul implacablemente liso
donde el silencio, en la inmovilidad hierve.

El áspero entumecimiento se apoderó de las cigarras


y sobre su estrecha cama de piedras desiguales
los arroyos medio secos ya no saltan.

Una rotación incesante de tornasoles


luminosos extiende sus flujos y sus reflujos…
avispas, aquí y allá, vuelan, amarillas y negras.

Antaño y hogaño

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Ya está hecho. Este libro está acabado. Queridas Ideas
que surcabais mi cielo gris con vuestras alas de fuego
cuyo viento acariciaba mis sienes obsesionadas,
¡podéis volar de nuevo hacia el Infinito azul!

Y tú, Verso que tintineabas, y tú, Rima sonora,


y vosotros, Ritmos cantores, y vosotros, deliciosos
recuerdos escondidos, y vosotros, Ensueños, y también vosotras,
Imágenes que evocaban mis deseos ansiosos,

debemos separarnos. Hasta días más propicios


en los que nos reunirá el Arte, nuestro maestro, ¡adiós,
adiós, dulces compañeros, adiós, encantadores cómplices!
Podéis volar de nuevo hacia el Infinito azul.

Hemos finalizado tan bien nuestra carrera


y el joven corcel de nuestro gozo,
tan enloquecido está por su galopada primera,
que necesita un poco de sombra y algún descanso.

—Porque siempre te hemos señalado, Poesía,


como nuestro astro único y nuestra única pasión,
teniéndote solo a ti por guía y compañera elegida,
madre, y desconfiando de la Inspiración.

Epilogo en Poemas saturninos

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Gracias a Esperanza y a Raquel por su ayuda
y a Denys por escucharnos
con tanta paciencia.

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Paul Verlaine (Metz, 1844 - París, 1896). Poeta francés. Considerado el maestro del
decadentismo y principal precursor del simbolismo, es el único poeta francés que
merece el epíteto de «impresionista» y es, junto con Victor Hugo, el mayor poeta
lírico francés del siglo XIX. En 1866 publicó su primer libro, Poemas saturninos, que
revela la influencia de Baudelaire, al que siguieron Fiestas galantes (1869) y La
buena canción (1870).
A partir de 1871 mantuvo relaciones con Arthur Rimbaud, con quien viajó a Bélgica
y a Gran Bretaña (1872-1873). El 10 de julio de 1873, en Bruselas, hirió de bala a
Rimbaud, quien le había amenazado con abandonarle. Condenado a dos años de
prisión, salió de la cárcel después de recobrar la fe.
Su etapa de madurez se inicia con la publicación de Romanzas sin palabras (1874),
que revela una poética nueva donde expresa su profundo desgarramiento, a través de
la música del verso, que fue una de sus aportaciones a la Poesía.

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Notas

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[1] La-Folle-du-Logis en el original: según Pascal y Montaigne la imaginación es

poco fiable, de ahí el adjetivo folie, «loca». Desde entonces es una expresión habitual
para referirse a ella. <<

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[2] Vague en el original: «vaga». En el poema se utiliza esta palabra tres veces con

diferentes acepciones en francés: «insignificante», «ola» e «impreciso». Como


también existen estas tres acepciones en español, hemos querido ser fieles a la
voluntad del poeta. Verlaine juega a la vez con la «imprecisión» en su propia estrofa
«vaga». <<

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[3] J’encague en el original: aquí Verlaine juega con una palabra malsonante que nos

induce otra vez a la confusión, pero se trata de una palabra antigua que se utilizaba
para meter en toneles o cagues las sardinas. Con el deseo de reproducir esta
malsonancia que indica el enfado, hemos elegido «encajono». <<

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[4] Sac-cager en el original: Verlaine ha dividido la palabra en dos y recupera así tres

sentidos: «saco / jaula / saquear». <<

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[5] Non sans des agréments en el original. Es un juego fonético. Verlaine escribe lo

contrario de lo que piensa: «No sin agrados» suena «no sin desagrado». <<

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[6] Alertados por el juego fonético anterior, y por todo lo negativo atribuido a esta

señora, cuando leemos «gracia» (grace) acompañado por un artículo partitivo,


nuestra mente piensa en su parónimo graisse (grasa) o el adjetivo homónimo grasse
(gorda). <<

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[7] Coi en el original: tiene dos sentidos antagónicos, «tranquilo» y «atónito». <<

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[8] Morceau de roi en el original: significa «el mejor trozo de comida»; al traducirlo

por «bocado de cardenal» pierde la relación con «constitución» y su doble sentido de


«ley» y de «constitución física». El Constitutionnel del último verso hay que
entenderlo como «constitución física» y no como sometido a una «constitución». <<

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[9] Chère en el original: al no llevar artículo, Verlaine ha dado un sentido afectado a la

palabra «querida», pero también pensamos en el homónimo «cara», «de precio


elevado», o «comida» (de rey). Una vez más utiliza homónimos para confundir y
burlarse. <<

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[10] Haleine en el original: también significa «suspense». <<

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[11] Bajo el viejo Casandro de la Comedia del Arte es muy probable que se esconda

Casandra, la adivina troyana. <<

www.lectulandia.com - Página 176


[12] Sur la plume et le bitume en el original: La plume, le plume, le plumard en argot

significa «la cama». Bitume: sinécdoque; diciendo «betún» se refiere a «la calle». <<

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[13] Rogations en el original: ceremonias que se desarrollan durante los tres días

anteriores a la Ascensión para atraer las bendiciones sobre las cosechas. <<

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[14]
Fort peu compliqué en el original. Es un juego de palabras: «muy poco
complicado» o «fuerte poco complicado» (fortificación inaccesible que sirve para
protegerse). <<

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[15] Composición poética o musical dedicada al alba, de origen trovadoresco. <<

www.lectulandia.com - Página 180


[16] Vierge en el original: paronimia clave para la comprensión del poema: merge y

verge («virgen» y «verga»). <<

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