Mawaqif 8
Mawaqif 8
Mawaqif 8
Kitâb al-Mawâqif
Mawqif 8
Según la opinión de la mayoría de los maestros espirituales, estas palabras quieren decir:
para que Le conozcan. Esta interpretación es corroborada por los Libros revelados: “Yo era
un tesoro oculto. No era conocido, amé hacerme conocer. Entonces creé los seres y Me hice
conocer y por Mi me conocieron” (Dios – al haqq- quiso ver las esencias de Sus Nombres
trascendentes inagotables. Si quieres, puedes decir igualmente: Dios quiso ver Su propia
esencia en un objeto global que dotado de existencia – al wujûd- resuma el orden divino –
al amr – a fin de manifestarse a Sí mismo Su propio secreto – sirr. La visión que tiene un
ser de sí mismo, no es la misma que le procura otra realidad que le sirva de espejo. Él se
manifiesta a sí mismo bajo la forma resultante del “lugar” de la visión; sin el “soporte
reflector”, ni se manifestaría, ni podría la visión percibirse) – Ibn Arabi, Fusus/Adán)
Por otra parte encontramos este versículo donde Dios – exaltado sea – dice: “Tu Señor
decreta que no adoréis a nadie más que a Él”. ‘Decreta’ significa: de manera irrevocable.
Dios creó a los genios y a los hombres exclusivamente para que Le adorasen, y estos
obligatoriamente Le conocen en función y según la capacidad de la naturaleza primordial
(fitra) que Dios les concedió, y desde el punto de vista de esa relación, nadie puede
sustraerse a Dios. Su decisión es que no adorasen a nadie más que a Él; y porqué Sus
decisiones son ejecutorias irreversibles y sin apelación, nunca podrán adorar a otro que no
sea Él. El motivo de la existencia de diferentes maneras de conocer (la divina Realidad)
entre los hombres, se debe a la infinidad de inteligencias resultantes de la diversidad de
aptitudes sin causas, siendo estas puras potencialidades primordiales generadas por la
Efusión Santa, esencial y libre de atributos.
Siendo las manifestaciones del Adorado múltiples, las religiones se diversifican, así como
las tradiciones (más diversas). La razón de todo culto consiste en magnificar (al Adorado),
así el adorador se interioriza y se humilla delante del que puede a la vez dañar y beneficiar,
dar o retener, conceder (o no) la subsistencia, elevar o rebajar…. En realidad todos esos
Atributos solo pertenecen a un Ser Único que no es otro que Dios – alabado sea – el
Absoluto No manifestado. Sea cual sea la forma que adora – el sol o las estrellas, el fuego,
la luz o las tinieblas, la naturaleza, un ídolo, una forma imaginaria o un genio – dice de esta
forma que adora: “Es así que se presenta El Que es el objeto de mi culto”…Y la reviste de
los Atributos de la Divinidad, haciendo de ella una fuente de sufrimientos o de beneficios;
cosa que bajo cierto ángulo puede ser justificado, si no es porque actuando así, limita a
Dios y pretende someterle a ciertas condiciones. En definitiva lo que el adorador busca a
través de la forma adorada, no es otra que la Única Realidad que es la que verdaderamente
merece adoración. Y es así que Dios lo decide y lo decreta eternamente. Pero Su
Manifestación Absoluta exenta de todo limite y libre de toda condición, queda ignorada por
ese adorador al no haberla realizada efectivamente a pesar de tener un conocimiento global
que no es otro que ese conocimiento primordial (según lo formó Dios). Este es el motivo de
que todo adorador que no participa de la asamblea favorecida, que constituye la elite de los
conocedores, adora (la realidad Absoluta) condicionada, limitada y conforme a su propio
conocimiento. A esta regla no escapan los doctores en teología, ellos que deciden
arbitrariamente qué Atributos necesariamente son de Dios y cuáles no Le convienen, y
hacen de la facultad de razonamiento (‘aql) el instrumento (del conocimiento) de Dios; pero
esa facultad solo puede declamarse a favor de la Trascendencia Absoluta, mientras que el
conocimiento de Su Unicidad, tal como nos lo enseñan los Libros revelados y los profetas –
sobre ellos la gracia y la paz – conlleva un doble aspecto de trascendencia y de
inmanencia. No cabe duda que los teólogos, sean Sunnitas o Motacilitas, se pronuncian en
lo referente a Dios después de concebirle racional e imaginativamente y el juicio que
emiten es necesariamente un desarrollo de esa concepción; y si alguno de ellos afirma que
en su espíritu, que Dios no reviste absolutamente ninguna forma, se deduce que o bien es
un absoluto ignorante con relación a las modalidades de la concepción mental, o que es un
mentiroso compulsivo. Muchas veces, después de emitir durante años juicios y sentencias
referente a Dios, terminan por reconocer que: “¡Sea cual sea la conclusión que te pase por
la cabeza, Dios es diferente de ella!” Con esas palabras lo que quieren es rechazar todas las
elucubraciones emitidas durante años. Pero este ultimo rechazo mismo, constituye una
conclusión (racional) que también merece ser refutada.
Mawqif 8
Traduce. F.J.G