Benito Mussolini
Benito Mussolini
Benito Mussolini
(Dovia di Predappio, Italia, 1883 - Giulino de Mezzegra, id., 1945) Líder político italiano que
instauró el régimen fascista en Italia (1922-1943).
Benito Mussolini
Después de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), la crisis de las democracias liberales,
agravada por el crac económico de 1929, favoreció un fenómeno que caracterizaría a la Europa de
entreguerras: el auge de los totalitarismos. Su primera manifestación fue el fascismo,
denominación que procede de los fasci di combattimento creados en 1919 por Benito Mussolini,
quien se hizo con el poder en 1922 e impuso una dictadura de partido único. El régimen fascista
italiano se convertiría en el principal aliado de Adolf Hitler en la Segunda Guerra Mundial (1939-
1945), y corrió su misma suerte tras la derrota.
Biografía
Hijo de una familia humilde (su padre era herrero y su madre maestra de escuela), Benito Mussolini
cursó estudios de magisterio, a cuyo término fue profesor durante períodos nunca demasiado
largos, pues combinaba la actividad docente con continuos viajes. Pronto tuvo problemas con las
autoridades: fue expulsado de Suiza y Austria, donde había iniciado contactos con sectores
próximos al movimiento irredentista.
En su primera afiliación política, sin embargo, Mussolini se acercó al Partido Socialista Italiano,
atraído por su ala más radical. Del socialismo, más que sus postulados reformadores, le sedujo la
vertiente revolucionaria. En 1910 fue nombrado secretario de la federación provincial de Forlì y
poco después se convirtió en editor del semanario La Lotta di Classe (La lucha de clases). La
victoria del ala radical sobre la reformista en el congreso socialista de Reggio nell'Emilia, celebrado
en 1912, le proporcionó mayor protagonismo en el seno de la formación política, que aprovechó
para hacerse cargo del periódico milanés Avanti, órgano oficial del partido. Aun así, sus opiniones
acerca de los enfrentamientos armados de la «semana roja» de 1914 motivaron cierta inquietud
entre sus compañeros de filas, atemorizados por su radicalismo.
La división entre Mussolini y los socialistas se acrecentó con la proclama de neutralidad que lanzó
el partido contra la entrada de Italia en la Primera Guerra Mundial en agosto de 1914. Mussolini,
que había sido uno de los opositores más radicales a la guerra de Libia y a la participación de Italia
en la Gran Guerra, cambió súbitamente de opinión y defendió abiertamente una postura belicista,
lo que le valió la expulsión del Partido Socialista. En noviembre del mismo año fundó el periódico Il
Popolo d'Italia, de tendencia ultranacionalista. Sobre la vacilaciones del parlamento italiano
respecto a la entrada en la guerra, llegó a escribir que "hubiera sido necesario fusilar a una media
docena de diputados" para dar un ejemplo "saludable" a los demás. En septiembre de 1915 se
enroló voluntariamente, y sirvió en el ejército hasta que fue herido en combate en febrero de 1917.
Franklin D. Roosevelt
La crisis bursátil de 1929 y la honda depresión económica que provocó le dieron el
espaldarazo definitivo para vencer a Herbert Hoover en las elecciones presidenciales de
1932, las primeras que ganaban los demócratas desde los tiempos de Woodrow Wilson.
Rompiendo con el principio impuesto por Washington de que los presidentes
renunciaran a ser reelegidos para más de dos mandatos, Roosevelt volvió a
presentarse con éxito en las elecciones de 1936, 1940 y 1944; él mismo propuso poco
antes de morir la enmienda constitucional que prohibía una tercera reelección
presidencial (en vigor desde 1951), por lo que fue el único presidente norteamericano
en gobernar durante cuatro mandatos seguidos (1933-1945), si bien la muerte le
impidió completar el último.
Frente al reto de la «gran depresión», Roosevelt impulsó un programa político conocido
como New Deal (nuevo acuerdo). Aconsejado por un entorno de intelectuales y técnicos
progresistas, este programa aplicó de forma intuitiva las recetas de política económica
que por los mismos años teorizó John M. Keynes. Promovió la intervención del Estado
para sacar a la economía del estancamiento y para paliar los efectos sociales de la
crisis, aunque fuera a costa de acrecentar el déficit público y romper con el tabú de la
libertad de mercado. Acabó así con la edad dorada del ultraliberalismo americano,
abriendo la del Estado de bienestar.
Entre sus medidas iniciales (1933) cabe destacar la reforma agraria, la Ley de
Reconstrucción Industrial y la creación de la Autoridad del Valle del Tennessee (que
suponía un ambicioso programa de obras públicas, arrogándose por primera vez el
Estado una función planificadora). Durante una segunda fase (1935-1936) reguló las
relaciones laborales a favor de los trabajadores, garantizó la libertad sindical, creó
pensiones de paro, jubilación e invalidez, e instauró la semana laboral de cuarenta
horas y el salario mínimo.
Este intervencionismo público y la propia popularidad del presidente le hicieron
acumular un gran poder, que sus adversarios intentaron frenar; algunas de sus
medidas fueron declaradas anticonstitucionales por el Tribunal Supremo. Roosevelt
consiguió crear un sistema de seguridad social y reformar el capitalismo americano en
un sentido moderno, que evitó estallidos sociales y permitió al país recuperar la
confianza; pero en el terreno estrictamente económico, no consiguió relanzar el
Hideki Tojo
Fue, pues, el principal mandatario de Japón durante la participación de este país en la Segunda
Guerra Mundial (1941-1945), que contribuyó a desencadenar. Tojo impulsó el compromiso de
Japón con la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini(Pacto Tripartito de 1940), lanzó el programa
imperialista de imponer en Asia un «Nuevo Orden» bajo la hegemonía japonesa (1941) y decidió el
ataque por sorpresa a la flota norteamericana fondeada en Pearl Harbour (Hawái), que hizo entrar
en la guerra a los Estados Unidos (1941).
Luego dirigió la política de su país durante la guerra, destacando como uno de los militaristas más
agresivos de la época. Y cuando la suerte de la contienda se le volvió desfavorable (desde 1942),
reaccionó concentrando personalmente todos los poderes en una especie de dictadura.
No obstante, el avance de los aliados y la inminencia de la derrota hizo que fuera cesado en 1944,
dejando a sus sucesores la tarea de la rendición. Al final de la guerra fue detenido por los
norteamericanos; se hirió en un intento de suicidio, pero fue curado, juzgado en 1946 y ahorcado
dos años más tarde.
Adolf Hitler
La doctrina del «espacio vital» y el ideal pangermánico de unir los pueblos de lengua alemana lo
llevarían a un agresivo expansionismo; en apoyo de su política beligerante, Hitler rearmó Alemania
y reorganizó y modernizó su ejército hasta convertirlo en una maquinaria temible. Francia y Gran
Bretaña consintieron la anexión de Austria y la ocupación de Checoslovaquia, pero la invasión
alemana de Polonia desencadenó finalmente la Segunda Guerra Mundial (1939-45), cuya primera
fase dio a Hitler el control de toda Europa, excepto Gran Bretaña. La fallida invasión de Rusia y la
intervención de Estados Unidos invirtió el curso de la contienda; pese a la inevitable derrota, Hitler
rechazó toda negociación, arrastró a Alemania a una desesperada resistencia y se suicidó en su
búnker pocos días antes de la caída de Berlín.
Biografía
Hijo de un aduanero austriaco, su infancia transcurrió en Linz y su juventud en Viena. La formación
de Adolf Hitler fue escasa y autodidacta, pues apenas recibió educación. En Viena (1907-13)
fracasó en su vocación de pintor, malvivió como vagabundo y vio crecer sus prejuicios racistas ante
el espectáculo de una ciudad cosmopolita, cuya vitalidad intelectual y multicultural le era por
completo incomprensible. De esa época data su conversión al nacionalismo germánico y al
antisemitismo.
En 1913 Adolf Hitler huyó del Imperio Austro-Húngaro para no prestar servicio militar; se refugió en
Múnich y se enroló en el ejército alemán durante la Primera Guerra Mundial (1914-18). La derrota
le hizo pasar a la política, enarbolando un ideario de reacción nacionalista, marcado por el rechazo
al nuevo régimen democrático de la República de Weimar, a cuyos políticos acusaba de haber
traicionado a Alemania aceptando las humillantes condiciones de paz del Tratado de Versalles
(1919).
De vuelta a Múnich, Hitler ingresó en un pequeño partido ultraderechista, del que pronto se
convertiría en dirigente principal, rebautizándolo como Partido Nacionalsocialista de los
Trabajadores Alemanes (NSDAP). Dicho partido se declaraba nacionalista, antisemita,
anticomunista, antiliberal, anti demócrata, anti pacifista y anticapitalista, aunque este último
componente revolucionario de carácter social quedaría pronto en el olvido; tal abigarrado
conglomerado ideológico, fundamentalmente negativo, se alimentaba de los temores de las clases
medias alemanas ante las incertidumbres del mundo moderno. Influido por el fascismo
Militarista convencido, Hitler empezó por rearmar al país para hacer respetar sus demandas por la
fuerza (restauración del servicio militar obligatorio en 1935, remilitarización de Renania en 1936);
con ello reactivó la industria alemana, redujo el paro y prácticamente superó la depresión
económica que le había llevado al poder.
Luego, apoyándose en el ideal pangermanista, reclamó la unión de todos los territorios de habla
alemana: primero se retiró de la Sociedad de Naciones, rechazando sus métodos de arbitraje
pacífico (1933); tras el asesinato del presidente austriaco Dollfuss (1934), forzó el Anschluss o
anexión de Austria (1938); a continuación reivindicó la región checa de los Sudetes y, tras engañar
a la diplomacia occidental prometiendo no tener más ambiciones (Conferencia de Múnich, 1938),
ocupó el resto de Checoslovaquia, la dividió en dos y la sometió a un protectorado; aún se permitió
arrebatar a Lituania el territorio de Memel (1939).
La Segunda Guerra Mundial
Cuando el conflicto en torno a la ciudad libre de Danzig le llevó a invadir Polonia, Francia y Gran
Bretaña reaccionaron y estalló la Segunda Guerra Mundial (1939-45). Adolf Hitler había preparado
sus fuerzas para esta gran confrontación, que según él habría de permitir la expansión de
Alemania hasta lograr la hegemonía mundial (Protocolo Hossbach, 1937); en previsión del estallido
bélico había reforzado su alianza con Italia (Pacto de Acero, 1939) y, sobre todo, había concluido
un Pacto de no agresión con la Unión Soviética (1939), acordando con Stalin el reparto de Polonia.
El moderno ejército que había preparado obtuvo brillantes victorias en todos los frentes durante los
dos primeros años de la guerra, haciendo a Hitler dueño de casi toda Europa mediante una
«guerra relámpago»: ocupó Dinamarca, Noruega, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Francia,
Yugoslavia y Grecia (mientras que Italia, España, Hungría, Rumania, Bulgaria y Finlandia eran sus
aliadas, y países como Suecia y Suiza declaraban una neutralidad benévola).
Stalin
En el nuevo orden de la posguerra, los Estados Unidos y la URSS se repartieron áreas de
influencia; Stalin extendió su poder instaurando regímenes comunistas en la Europa del Este y
alentándolos en otros países. El choque de intereses e ideologías dio lugar a la «guerra fría» entre
ambas superpotencias, que continuó tras la muerte de Stalin; de hecho, el clima de tensión entre
los bloques capitalista y comunista definiría el escenario internacional hasta la disolución de la
URSS en 1991.
Biografía
Iosif Dzhugashvili era hijo de un zapatero pobre y alcohólico de la región caucásica de Georgia,
sometida a la Rusia de los zares. Quedó huérfano muy temprano y estudió en un seminario
eclesiástico, de donde fue expulsado por sus ideas revolucionarias (1899). Se unió entonces a la
lucha clandestina de los socialistas rusos contra el régimen zarista; cuando en 1903 se escindió el
Partido Socialdemócrata, siguió a la facción bolchevique que encabezaba Lenin.
Fue un militante activo y perseguido hasta el triunfo de la Revolución bolchevique de 1917, época
de la que procede su sobrenombre de Stalin («hombre de acero»). La lealtad a Lenin y la falta de
ideas propias le permitieron ascender en la burocracia del partido (rebautizado como Partido
Comunista), hasta llegar a secretario general en 1922.
Stalin emprendió entonces una pugna con Trotsky por la sucesión de Lenin, que, ya muy enfermo,
moriría en 1924. Aunque el líder de la Revolución había indicado su preferencia por Trotsky (pues
consideraba a Stalin «demasiado cruel»), Stalin maniobró aprovechando su control sobre la
información y sobre el aparato del Partido, aliándose con Zinoviev y Kámenev hasta imponerse a
Trotsky. La lucha por el poder se disfrazó de argumentos ideológicos, defendiendo cada bando una
estrategia para consolidar el régimen comunista: la construcción del socialismo en un solo
país (Stalin) contra la revolución permanente a escala mundial (Trotsky).
Winston Churchill
A lo largo de su brillante carrera, Winston Churchill fue sucesivamente el hombre más popular y el
más criticado de Inglaterra, y a veces ambas cosas al mismo tiempo. Considerado el último de los
grandes estadistas, siempre será recordado por su rara habilidad para predecir los acontecimientos
futuros, lo que en ocasiones se convirtió en una pesada carga para sus compatriotas.
Durante años, Churchill fue algo así como la voz de la conciencia de su país, una voz que sacudía
los espíritus y les insuflaba grandes dosis de energía y valor. Su genio polifacético, además de
llevarlo a conquistar la inmortalidad en el mundo de la política, lo hizo destacar como historiador,
biógrafo, orador, corresponsal de guerra y bebedor de coñac, y en un plano más modesto como
pintor, albañil, novelista, aviador, jugador de polo, soldado y propietario de caballerías.
Biografía
Winston Churchill nació el 30 de noviembre de 1874 en el palacio de Blenheim, por aquel entonces
propiedad de su abuelo, séptimo duque de Marlborough. Su padre era lord Randolph Churchill y su
madre una joven norteamericana de deslumbrante belleza llamada Jennie Jerome. No hay duda de
que en sus primeros años conoció la felicidad, pues en su autobiografía evoca con ternura los días
pasados bajo la sombra protectora de su madre, que además de hermosa era culta, inteligente y
sensible.
Quizás por ello, al ser internado por su padre en un costoso colegio de Ascot, el niño reaccionó con
rebeldía; estar lejos del hogar le resultaba insoportable, y Winston expresó su protesta
oponiéndose a todo lo que fuese estudiar. Frecuentemente fue castigado y sus notas se contaron
siempre entre las peores. Cuando en 1888 ingresó en la famosa escuela de Harrow, el futuro
primer ministro fue incluido en la clase de los alumnos más retrasados. Uno de sus maestros diría
de él: "No era un muchacho fácil de manejar. Cierto que su inteligencia era brillante, pero sólo
estudiaba cuando quería y con los profesores que merecían su aprobación."
Churchill fracasó dos veces consecutivas en los exámenes de ingreso en la Academia Militar de
Sandhurst. Sin embargo, una vez entró en la institución, se operó en él un cambio radical. Su
proverbial testarudez, su resolución y su espíritu indomable no lo abandonaron, pero la costumbre
de disentir caprichosamente de todo comenzó a desaparecer. Trabajaba con empeño, era aplicado
y serio en las clases y muy pronto se destacó entre los alumnos de su nivel.
Poco después se incorporó al Cuarto de Húsares, regimiento de caballería reputado como uno de
los mejores del ejército. Estuvo, en 1895, en la guerra de Cuba, y combatió en la India (1898) y el
Sudán (1899); en los campos de batalla aprendió sobre el arte de la guerra todo cuanto no había
encontrado en los libros, especialmente cuestiones prácticas de estrategia que más tarde le
servirían para hacer frente a los enemigos de Inglaterra.
Churchill en 1919
Ante el fracaso de la batalla de los Dardanelos (1915), se vio obligado a dimitir; se reincorporó al
ejército y luchó en el frente occidental como comandante y teniente coronel. En 1916, en plena
guerra, cayó el gobierno de Herbert Henry Asquith, que fue substituido por David Lloyd George; el
nuevo primer ministro llamó de nuevo a Churchill para integrarlo en su gabinete, primero como
ministro de Armamento (1917) y luego para la cartera de Guerra y Aire (1918).
Finalizada la Primera Guerra Mundial, Winston Churchill sufrió las consecuencias de la reacción de
la posguerra, y durante un tiempo fue relegado a un papel secundario dentro de la escena política.
En 1924 se reconcilió con los conservadores y un año después fue puesto al frente del ministerio
de Hacienda en el gobierno de Stanley Baldwin. Era una época de decadencia económica,
inquietud, descontento laboral y aparatosas huelgas, y el conservadurismo obstinado de que hacía
gala no contentó ni siquiera a sus propios colegas. En una palabra, todo el mundo estaba cansado
de él y su popularidad descendió a cotas inimaginables años antes.
Retiro entre dos guerras
Entre 1929 y 1939, Winston Churchill se apartó voluntariamente de la política y se dedicó
principalmente a escribir y a cultivar su afición por la pintura bajo el seudónimo de Charles Morin.
"Si este hombre fuese pintor de oficio -dijo en una ocasión Picasso-, podría ganarse muy bien la
vida."
Churchill siguió perteneciendo al Parlamento, pero durante esos años careció prácticamente de
influencia. Recobró protagonismo cuando, al observar la creciente amenaza que constituía Adolf
Hitler, proclamó la necesidad urgente de que Inglaterra se rearmase y emprendió una lucha
solitaria contra el fascismo emergente. En reiteradas ocasiones, tanto en la cámara como en sus
artículos periodísticos, denunció vigorosamente el peligro nazi ante una nación que, una vez más,
parecía aquejada de una ceguera que podía acabar en tragedia.
Tras la firma en 1938 del Acuerdo de Munich, en el que Gran Bretaña y Francia cedieron ante el
poderío alemán, la gente se dio cuenta nuevamente de que Churchill había tenido razón desde el
principio. Hubo una docena de ocasiones en las que hubiera sido posible detener a Hitler sin
derramamiento de sangre, según afirmarían después los expertos. En cada una de ellas, Churchill
abogó ardorosamente por la acción. Pero a pesar de la energía desplegada, sus avisos habían
sido ignorados por el gobierno.
El primer ministro de la Segunda Guerra Mundial
El 1 de septiembre de 1939, el ejército nazi entró con centelleante precisión en Polonia; dos días
después, Francia e Inglaterra declararon la guerra a Alemania y, por la noche, Churchill fue
llamado a desempeñar su antiguo cargo en el Almirantazgo por el primer ministro Neville