La patafísica fue un saber inventado por Alfred Jarry a fines del siglo XIX que le permitió trascender las limitaciones literarias. Se define como una percepción física del mundo distinta a la acostumbrada o como la ciencia. Jarry creó el personaje del Padre Ubú y el Colegio de Patafísica para promover este saber alternativo basado en celebrar lo singular y original sobre lo universal.
La patafísica fue un saber inventado por Alfred Jarry a fines del siglo XIX que le permitió trascender las limitaciones literarias. Se define como una percepción física del mundo distinta a la acostumbrada o como la ciencia. Jarry creó el personaje del Padre Ubú y el Colegio de Patafísica para promover este saber alternativo basado en celebrar lo singular y original sobre lo universal.
La patafísica fue un saber inventado por Alfred Jarry a fines del siglo XIX que le permitió trascender las limitaciones literarias. Se define como una percepción física del mundo distinta a la acostumbrada o como la ciencia. Jarry creó el personaje del Padre Ubú y el Colegio de Patafísica para promover este saber alternativo basado en celebrar lo singular y original sobre lo universal.
La patafísica fue un saber inventado por Alfred Jarry a fines del siglo XIX que le permitió trascender las limitaciones literarias. Se define como una percepción física del mundo distinta a la acostumbrada o como la ciencia. Jarry creó el personaje del Padre Ubú y el Colegio de Patafísica para promover este saber alternativo basado en celebrar lo singular y original sobre lo universal.
Descargue como PDF, TXT o lea en línea desde Scribd
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 4
Patafísica y conocimiento
Christian Ferrer
¿Qué es la Patafísica? No es una burlona superación de la metafísica. Quizás se la
pueda definir como una p ercepción física del mundo. Una manera de hacerlo formulable de modo distinto al acostumbrado. O quizás sea, con precisión, la c iencia. Es, además, un saber inventado por Alfred Jarry a fines del siglo pasado que le permitió trascender las limitaciones que la "literatura" le imponía a su obra. Ese saber no es otra cosa que un arte de vivir. La patafísica (que los mimbros del Colegio que lleva ese nombre escriben con apóstrofe: ' patafísica) junto a la marionética figura del Padre Ubú, le valió la eternidad a Jarry, quien nació el Día de la Natividad de la Santa Virgen de 1873 y murió el Día de Todos los Santos de 1907. JArry era bretón, y su madre y hermano pasaron largas temporadas en el manicopio, institución que Jarry trocó por las pensiones y los cafés parisinos. Resumamos su vida como la historia de una urgencia y la de un suicidio gradual a través del consumo inmoderado de ajenjo y éter. Varguardista acicateado por un genio anárquico; escritor simbolista; raro. Así congelan a Jarry los historiadores de la literatura. Pero aunque no era conservador ni taxidermista, aquel estudiante de provincias había absorbido una buena dosis de Esquilo y de Shakespeare. En el ciclo de cuatro obras dedicado al Padre Ubú, o bien en sus comentarios sobre hechos de actualidad publicados en revistas, o en sus breves novelas, la cita culta se encastra con la bufonería monstruosa, la estructura narrativa del drama clásicos con el humor arbitrario, la ironía elegante con la grosería. Jarry, el buen lector de Rabelais, unió el impulso de la vanguardia al mundo lingüístico popular. Ubú Rey, epopeya farsesca y tragedia cómica, comienza con una primera línea ya histórica: "¡Mierdra!". Jarry tenía quince años cuando el voluminoso Ubú se le pareció en la escuela secundaria. ¿Cómo es posible? La aversión por un profesor de física origina una figura literaria excepcional y un intento de trastocar los apotegmas de la ciencia. DIfícilmente Monsieur Hébert, ignoto y pedante profesor del liceo francés, imaginaría que su alumno Alfred Jarry lo inmortalizaría bajo la figura del Padre Ubú, una suerte de don Quijote de comparsa, cruza de codicioso comisario de policía de la provincia de Buenos Aires y granujiento gordo porcel. En una primera imagen acuñada a los quince años, luego perfeccionada, ya encontramos lo esencial del personaje: una panza de proporciones inmensas, tres dientes -uno de piedra, otro de hierro, el restante de madera-, una oreja única y retráctil, y un cuerpo tan amorfo que si se caía ya no podía volver a ponerse en pie. Y además, el personaje carece de conciencia sobre su propia monstruosidad física, ética y política. Doblemente peligroso entonces. Cyril Conolly lo definió como "el Papá Noel de la Era Atómica": Mr. Burns bastante excedido de peso. Ubú, que se presenta a sí mismo como "ex-monarca de Polonia y de Aragón y Doctor en Patafísica" es la caricatura del ciudadano moderno, tan canalla en su conducta cotidiana como fervoroso creyene en la ciencia y el progreso. La primera mención de Ubú se publica en L'Echo de Paris un 23 de abril de 1893. Y no es sorpresa que Ubú sea un rey polaco. Polonia fue una causa célebre en el siglo XIX, cuando Francia rebullía de exiliados que, de Chopin a Paderewski, la tranformaron en su albergue preferido. No pocos de ellos constituyeron el lumpengeneralato de las revoluciones de 1848 y 1871. Con Ubú, Jarry constribuye a su manera a la causa de la libertad de un país entonces inexistente. Tampoco sorprene que uno de los Ubúes más libertarios del ciclo, el Ubú Encandenado, se representara por primera vez en 1937, durante la guerra civil española. Ya antes los surrealistas lo habían transformado en santo patrón; André Bretón define a Jarry como "cabeza de tormenta" y en 1927 Antonin Artaud funda el "Teathre Alfred Jarry". Al fin, en 1949, amigos y admiradores del escritor francés, quien murió en la miseria y casi en el anonimato, organizan el Colegio de 'Patafísica con el objetivo de resguardar su obra y memoria y también con el de pasarla bomba a su costa. La historia del Colegio de 'Patafísica es también la historia del arte de vanguardia del siglo XX (Miró y Duchamps eran algunos de sus miembros), pero también se cruzan en él las vanguardias posteriores a la Segunda Guerra Mundial: Jean Dubufett (Art Brut), Asgern Jorn (Grupo Cobra), Enrico Baj (Situacionismo) y muchas otras. Jacques Prevert, Boris Vian, Raymond Queneau fueron algunos de sus miembros. También lo fueron Groucho, Chico y Harpo Marx. El Colegio de 'Patafísica no tiene intenciones evangelizadoras ni proselitistas. Existe según las reglas estrictas de un organigrama propio, en su propia temporalidad e, incluso, en estado de ocultación. El Colegio, tal cual los revolucionarios de 1789, instituyó un mundo simbólico propio. Basta prestar atención a los detalles del calendario, del organigrama y del planisferio del Colegio para disponer de una idea del mundo de los 'Patafísicos. El Calendario 'Patafísico especifica afinidades electivas: Swift, Carroll, Satie, Lautreamont, Van Gogh; personajes del ciclo ubuesco: los Palotines, Bosse-de-Nage, Faustroll, c histes y mofas: Sant Lazare, estación; San Doblemano, ideólogo; San Priapo, francotirador; San Dios, jubilado; San Caracol, sibarita; San Sexo, estilista; San Landrú, ginecólogo; y al fin autorreconocimientos internos al propio Colegio: Santa Rrosa Selavy, San Cravan, San Cap. Este panteón privado equivale a la autocelebración. Podría creerse que se trata de un juego, de no ser porque nos encontramos ante El Gran Juego: un intento de destrucción de un mundo tiranizado por la mentira, la identidad, la estupidez y la solemnidad. Por otra parte, bien sabido es que la instauración de un calendario supone una nueva cosmología, el bautismo de una época. La Revolución Francesa es el ejemplo clásico de la renovación de un mundo. A su vez, el Organigrama del Colegio remeda paródicamente a los estatutos de los clubes de barrio y de los organismos internacionales tanto como a la arquitectura de las Constituciones de los Estados NAcionales y a las esmeradas planificaciones de las sociedades utópicas. El Planisferio 'Patafísico enfatiza el carácter espiritual de la ciencia cartográfica y de los hechos geográficos. Unos años antes, en otra proyección cartográfica fruto esta vez de los surrealistas, Paris es enorme pero Francia pequeña, la Isla de Pascua gigante en relación al tamaño de Australia, Argentina es nula pero Tierra del Fuego tiene un tamaño descomunal y China es importante pero Inglaterra no califica. Los países y las ciudades son considerados desde el punto de vista de su contribución a la historia del espíritu. El planisferio expresa la sustancia de las sectas secretas: un puñado de personas dispersas por el mundo y situadas entre el océano de sus contemporáneos son las que sostienen el mundo. En ocasiones, hasta lo transforman, como lo prueba la historia de las Internacionales Obreras. Pero más que en la saga ubuesca, fue en una novela editada postumamente, Hechos y Dichos del Doctor Faustroll, donde Jarry reveló algunas claves de la 'Patafísica. Se trats de una suerte de novela de aventuras, al estilo de Verne, y al mismo tiempo la narración hacer recordar a La Odisea o a la deriva de Noé. Una vez más lo oculto y lo popular trastocados. En la biblioteca del propio Faustroll se encuentran obras de Lautremont y Coleridge, de Cyrano de Bergerac y Baudelaire, de Mallarmé y Las mil y una noches. En la novela, así como en las columnas inclasificables que Jarry publicaba en revistas con el título de Gestas y E speculaciones se evidencia la importancia de la cultura de la divulgación científica y a las innovaciones técnicas. En el subtítulo del libro se lee "novela neo-científica". De por sí, el nombre de Faustroll se compone de "Fausto" y de "Troll", palabra escandinava que significa "gnomo": el gnomo de la ciencia. A pesar de que la patafísica no pretende cambiar el mundo -antes quisiera detenerlo-, no es improcedente suponer que en ella se oculta un ideal de conocimiento. La patafísica se nos presenta como la recusación del positivismo, una reacción bufonesca y destructiva contra la doctrina del progreso en la época en la que la fenomenología resulta una reacción "seria". Los principios patafísicos de una posible ciencia sostienen que "todo puede ser su opuesto" y que "la esencia del mundo es la alucinación" y que "todos somos innobles" y que "nada parece nunca lo que es" y que "todo fenómeno es individual, defectuoso e inagotable" y que "todo saber es siempre personal y válido para un instante". Todavía hoy seguimos pregonando pomposamente principios científicos que sostienen que conocimiento es universal, generalizable, útil y aplicable. Pero Jarry pensaba que la sustancia resalta en el detalle. Sin duda, para dar cuenta de la p articularidad d e las cosas y de la s ingularidad de los seres humanos se necesitaría de una física distinta y de un ideal de ciencia muy distinto al hasta ahora conocido y dominante. Una ciencia de lo singular detecta y celebra las excepciones al orden regular de la naturaleza y de la sociedad. Tal ciencia afirma la inevitable diferenciación y superabundancia de cosas y seres y lenguajes únicos en sí mismos, que no es otra cosa que aceptar la capacidad de la naturaleza, de las sociedades y de las gramáticas para crear portentos y para desplazar sus trayectorias. Pues las cosas, antes o después, se deforman, derriten o mutan: ellas están allí para incitar a los hombres a aceptar y agradecer un mundo excepcional. Jarry decía que él llamaba "monstruo" a "todo original de inagotable belleza". La patafísica es también un e logio de la curiosidad, lo cual nos devuelve a la génesis de la ciencia, al motor del saber, demasiado obturado por metodologías y modas académicas. Aunque lo maravilloso, la excepción inclasificiable y la unicidad asombrosa carezcan de legitimidad entre miradas científicas que operan con conceptos generales, e l inventario del mundo es inevitablemente infinito y coincide palabra por palabra, persona por persona, cosa por cosa, con el tamaño y relieve del mundo. Es inmensa la libertad con que Jarry observaba los objetos de uso cotidiano, especialmente las innovaciones técnicas. Para Jarry, la anomalía, la excentricidad, la exageración, el utensilio doméstico cariado, son los rasgos auténticos de un objeto, de un acontecimiento, de una personalidad: es esta la nutrición del saber patafísico y la confirmación de su legitimidad. La mirada jarriana es e sperpéntica: deforma el panorama hasta poder espejar la horma social que nos deforma a nosotros mismos. Así, Ubú. Decía Valle-Inclán que "los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el esperpento". El snetido en que Jarry hace grotescos a sus personajes y actividades no es trágico sino bufo, no es revolucionario sino, de algún modo, redentor. Por eso mismo George Steiner es un poco injusto cuando atribuye a Jarry, junto a Beckett, el gesto de la abdicación -suponiendo que sus personajes se mueven en un terreno estético donde no rigen las leyes de la tragedia-. El grand-guignol, el absurdo o el grotesco no son consecuencia del abandono de la lucha. Steiner olvida que el gesto "burlón" es muy anterior a la modernidad y a su carácter epilogal. Por siglos y siglos ese gestoha recorrido no solo la historia del arte sino también la historia de la resistencia al poder. A ese gesto tenemos en cuenta cuando homenajeamos al Colegio de 'Patafísica, a Alfred Jarry, al padre Ubú y su monstruosa panza (cuya denominación francesa gidouille, resulta intraducible), al doctor Faustroll y Bosse-de-Nage, su mono acompañante que solamente puede articular el monosílabo "ha-ha". Y si bien es cierto que buena parte de estas provocaciones hoy erran el blanco, pues hace tiempo que el nihilismo ha ingreso en su etapa cínica, hay que conceder a los patafísicos el honor de haber creado una ciencia que incorpora el humor como sustancia y vehículo. Y el humor resulta una forma de sabiduría y un medio de supervivencia en un mundo amenazador. Ya es demasiado larga la lista de los científícos sino humor.
*** Presentación al dossier sobre Patafísica incluido en Artefacto. Pensamientos sobre la técnica. Bs. As. Eudeba. N° 3, septiembre de 1999.