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Libro Juan Jose PDF

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SOBRE LAS REINCORPORACIONES POR MANDATO JUDICIAL DE LOS

GENERALES PNP PASADOS A LA SITUACIÓN DE RETIRO POR CAUSAL


DE RENOVACIÓN DE CUADROS.

Juan José Santiváñez Antúnez√

No hay duda que uno de los temas mas candentes de estos últimos meses ha
sido la reincorporación de señores Generales de la Policía Nacional que fueran
cesados en su cargos por la aplicación de la causal de Renovación de
Cuadros, a través de medidas cautelares obtenidas en procesos Contencioso
Administrativos. Y es que, habría que aclarar que éstos no son resultado de
procesos judiciales seguidos indebidamente ni mucho menos de la
interpretación antojadiza de la ley por parte del poder jurisdiccional; muy por el
contrario, son la cosecha de procedimientos administrativos faltos de principios
básicos como el de Defensa, Debido Proceso, Razonabilidad, y
Proporcionalidad; llevados a cabo por la institución policial, y que han afectado,
sobremanera, los derechos del personal policial quienes han requerido la tutela
jurisdiccional por la vulneración de su Proyecto de Vida.

I. EL PASE AL RETIRO POR CAUSAL DE RENOVACIÓN DE


CUADROS Y LAS ACTAS DEL CONSEJO DE CALIFICACIÓN DE
OFICIALES.-

La Constitución Política define los principios fundamentales así como las


funciones primordiales de las personas e instituciones públicas trascendentales
para la existencia del Estado. La Policía Nacional del Perú no fue la excepción
y, conjuntamente con las Fuerzas Armadas, encuentra en la ley, la concesión
de sus principales atribuciones, derechos, obligaciones y limitaciones. Dentro
de estas – es decir, de las limitaciones – las que promueven el respeto por el
debido procedimiento dentro de su organización y la sumisión a los derechos
del personal policial que la conforma; en su calidad de persona humana. 1


Abogado, con estudios de Postgrado en la UPC. Master en Acción Política y
Participación Ciudadana en el Estado de Derecho (MAP) graduado en el Colegio de
Abogados de Madrid y en las Universidades Francisco de Vitoria, Rey Juan Carlos y
Miguel Hernández – España. Miembro de la Asociación de Derecho Militar Española y
de la Asociación de Derecho Administrativo de la Ciudad de Buenos Aires. Autor del
Libro “La Causal de Renovación de Cuadros en la Policía Nacional del Perú, Análisis
Jurídico de la situación de Personal”. Cualquier comentario con respecto a este
artículo puede enviarlo a jjsantivanez@santivanezabogados.com
1
Al respecto, léase la Sentencia del Tribunal Constitucional que obra sobre el
Expediente Nº 2050-.2002-AA/TC, por la cual declara Fundada la demanda de un
efectivo policial contra la Policía Nacional del Perú, por la vulneración del derecho al
debido proceso y en Nen Bis In Idem.
Así, el artículo 168° de la Constitución Política del Estado expresa que "Las
leyes y los reglamentos respectivos determinan la organización, las funciones,
las especialidades, la preparación y el empleo; y norman la disciplina de las
Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional del Perú".

A través de dicho apartado, la Constitución ha establecido una reserva de ley


para la regulación de todo lo que concierne a la organización, funciones,
especialidades, preparación, empleo y disciplina de las Fuerzas Armadas y de
la Policía Nacional del Perú. Se ha referido así que dichas organizaciones
gozarán de ciertas prerrogativas para la regulación de aspectos considerados
medulares para la consecución de sus fines, a partir de varios ámbitos
fundamentales:

- Ámbito organizativo; estableciendo los parámetros de un proyecto


estratégico con planes operativos a corto, mediano y largo plazo. Este ámbito
de organización permite obtener mejores resultados de la gestión que
desarrollaría la Policía Nacional, determinando las necesidades para el correcto
desenvolvimiento y, a su vez, identificando incluso las áreas comprometidas, y
también aquellas en donde será necesaria la variación de planes estratégicos
de desarrollo. Es decir, a través del desarrollo del ámbito organizativo,
podremos determinar, incluso, la producción en materia laboral, la falta de esta,
la identificación de requerimientos y en donde se deben atender primeramente,
permitiendo coadyuvar al cumplimiento del segundo ámbito fundamental que
proponemos, la funcionalidad.

- Ámbito Funcional. Programas de mejoramiento logístico; resultando


prioritaria la modernización de equipamiento y el aparato logístico para
enfrentar la problemática de la seguridad ciudadana. Ahora bien, dentro del
ámbito de la funcionalidad se encuentra la redefinición de lo que constituye la
función policial. La función de policía del Estado es la de velar por el
cumplimiento de las normas que este dicta en concordancia con el orden
social, salvaguardando los intereses y los derechos de los ciudadanos que la
conforman por lo que, es empleo policial, la que desempeñan los efectivos para
el mejoramiento de la vida en común a través de mecanismos idóneos que
promuevan la seguridad, que garantice a otros la ejecución de sus propias
libertades y derechos. La falta de esta traería consigo el desorden y el caos en
las relaciones humanas por lo que podríamos sostener que, a una organización
policial con un claro ámbito funcional, mayor seguridad y desarrollo social.

- Ámbito de personal, preparación y empleo. Programas de Reasignación


de Recursos; es decir, la capacitación que debe primar en los efectivos
policiales de tal manera que esta se desarrolle paralelamente con los principios
que sustentan el Estado de Derecho y que coadyuven a la realización de su
ámbito funcional. Por un lado, la preocupación por parte de los órganos de
gestión del más alto nivel, con respecto al mejoramiento y adaptación del
personal en el medio en el cual desarrollan sus actividades, generaría una
mayor sensibilización de estos con los problemas sociales. Respecto de ello
queremos formular un breve comentario. No podemos pretender que el
personal que durante la década de los noventa prestó servicios en las Zonas
de Emergencia – como son denominadas las zonas de enfrentamiento con los
miembros terroristas – sean destinados a prestar servicios en las dependencias
policiales – en donde la relación interpersonal con la población es mas
exclusiva - si es que antes no han sido asistidos a través de un proceso de
readaptación social. La problemática vecinal no tiene la magnitud de aquella
que se suscita en aquellas zonas en donde no existe mayor respeto por la ley.
Por otro lado, es necesaria la implementación de un programa de asignación
de recursos adecuado de manera tal, que la institución destine a los efectivos
policiales debidamente especializados en áreas en donde puedan proporcionar
mayores beneficios a la comunidad a la que sirven. Por referir un ejemplo,
existen miembros policiales que cuentan con mas de una carrera profesional
especializada que podría coadyuvar a la implementación de programas
sociales destinados a combatir la delincuencia y/o contar con un aparato
administrativo que sea el soporte del aparato funcional institucional. Así, si
tengo un área especializada en el tratamiento del menor y la problemática
juvenil, debo preferir la prestación de servicios de Oficiales y personal
subalterno que cuenten con estudios universitarios y/o técnicos en psicología,
psiquiatría, asistencia social y derecho. Igualmente, si requiero contar con
efectivos capacitados para una labor operativa, debo destinar personal idóneo
para la prestación de estos servicios. En la realidad, cuando visitamos
determinadas áreas eminentemente administrativas, en las dependencias
policiales podemos advertir que cerca del 30% al 50% de su personal no
supera los 40 años de edad, cuando dichas labores podrían ser perfectamente
ejecutadas por personal cuya efectividad persuasiva no signifique
imprescindible, necesaria o que resulte insuficiente, ya sea por la edad o por
adolecer de alguna discapacidad. Es necesario que el mejoramiento material
vaya acompañado del perfeccionamiento personal pues nos permitirá hacer
una correcta reasignación de recursos que contribuya, principalmente, con su
objetivo institucional como la preservación del orden y la ley, y finalmente, con
su desarrollo institucional.

- Ámbito Disciplinario; que no es otra cosa que contar con un marco jurídico
que garantice el respeto de los procedimientos internos hacia la Constitución y
las leyes vigentes. Si bien es cierto, la calidad de efectivo policial restringe a la
persona en el goce de determinados derechos – principalmente sociales y
políticos – ello no significa que no pueda exigirse el respeto de las
prerrogativas que la Constitución otorga a cada ciudadano, en su calidad de
persona humana. Existe la necesidad de que las leyes y reglamentos de la
Policía Nacional del Perú y, en general, de las Fuerzas Armadas, no sean
bloques aislados de la Constitución Política del Estado, tampoco quiere decir
que el régimen disciplinario militar y policial esté exento de un tratamiento
singular, derivado no sólo de la referencia explícita a que las leyes y
reglamentos respectivos normen la disciplina de las Fuerzas Armadas y de la
Policía Nacional, sino, fundamentalmente, de los principios especiales a los
que están sujetos. Y es que el mantenimiento de la disciplina – pilar
fundamental de organización interna - en las relaciones de subordinación y
supraordenación de una institución jerárquicamente militarizada - impone que
los derechos de sus miembros deban sujetarse a determinadas singularidades.
Como lo ha expuesto el Tribunal Constitucional de España, en el ámbito policial
y "militar, en el que la subordinación jerárquica y la disciplina constituyen
valores primordiales, el procedimiento de carácter disciplinario no puede, por
su propia naturaleza, quedar sometido a las garantías procesales
generalmente reconocidas para los procesos judiciales comunes, pues su
razón de ser reside en la prontitud y rapidez de la reacción frente a las
infracciones de la disciplina militar" (STC 21/1981). No sólo los principios
materiales del derecho sancionador del Estado son aplicables al ámbito del
derecho administrativo sancionador y disciplinario; también lo son las garantías
adjetivas que en aquél se deben de respetar. Así, el inciso 3) del artículo 139°
de la Constitución no sólo tiene una dimensión, por así decirlo, "judicial", sino
que se extiende también a sede "administrativa" y, en general, como la Corte
Interamericana de Derechos Humanos lo ha sostenido, a "cualquier órgano del
Estado que ejerza funciones de carácter materialmente jurisdiccional, (la que)
tiene la obligación de adoptar resoluciones apegadas a las garantías del
debido proceso legal, en los términos del artículo 8° de la Convención
Americana." (Caso Tribunal Constitucional del Perú, párrafo 71). Y es que,
sostiene la Corte Interamericana, que "si bien el artículo 8° de la Convención
Americana se titula ´Garantías Judiciales´, su aplicación no se limita a los
recursos judiciales en sentido estricto, sino al conjunto de requisitos que deben
observarse en las instancias procesales, a efectos de que las personas puedan
defenderse adecuadamente ante cualquier tipo de acto emanado del Estado
que pueda afectar sus derechos."(párrafo 69). "(...) Cuando la Convención se
refiere al derecho de toda persona a ser oída por un "juez o tribunal
competente" para la "determinación de sus derechos", esta expresión se refiere
a cualquier autoridad pública, sea administrativa, legislativa o judicial, que a
través de sus resoluciones determine derechos y obligaciones de las
personas." (Párrafo 71). Entre estos derechos constitucionales, especial
relevancia tienen los derechos de defensa y de prohibición de ser sancionado
dos veces por el mismo hecho. Por ello, el Tribunal Constitucional, en la
Sentencia expedida en el Expediente Nº 2050-2002-AA/TC, consideró
inconstitucional el que el pase a la situación de disponibilidad por medida
disciplinaria pueda aplicarse "si el hecho o hechos que se (...) imputan
legalmente están previstos como delito". En tal supuesto, el pase a la situación
de disponibilidad como sanción disciplinaria no es consecuencia de que al
sancionado se le haya impuesto una condena a través de una resolución
judicial que haya quedado firme; sino del hecho que simplemente se le haya
imputado (y no declarado judicialmente) la comisión de un delito, lo que
constituye una violación del principio de presunción de inocencia, en virtud que
con la imputación de un delito, tal presunción no pierde sus efectos, sino hasta
que exista una declaración judicial que acredite la responsabilidad penal
imputada. Ello no quiere decir que se permita que el efectivo policial sujeto a un
proceso penal continúe en situación de actividad, pues es perfectamente lícito,
si es que se compromete a las tareas constitucionalmente reservadas a la
Policía Nacional del Perú, que éste sea pasado a la situación de disponibilidad,
durante todo el lapso que dure la realización de dicho proceso judicial como
una medida cautelar que procure velar por el mantenimiento del orden
institucional y disciplinario.

- Planteamiento de Objetivos; que se identifica con los proyectos


institucionales para el fortalecimiento de las funciones que la ley establece para
la institución policial, y para los que forman parte de ellas. El planteamiento de
objetivos tiene que ir acompañado pues con planes programáticos,
estratégicos, funcionales y económicos. Esto puesto que, ningún plan de
objetivos funciona sin el establecimiento de una meta en un tiempo
determinado. No teniendo estas consideraciones – tiempo, meta, función y
economía – simplemente nos referiremos a ideas o sueños que se quieren
alcanzar. Es necesario que el planteamiento de objetivos sea programáticos
puesto que la meta será consecuencia de tracto sucesivo de acciones que
sigan un programa, en un tiempo determinado, debiéndose establecer plazos;
es estratégico, por que necesariamente el planteamiento de objetivos tiene que
dirigirse a una meta ideal, con la ejecución de planes de desarrollo; es
funcional, por que tiene que tener un fin en provecho de la sociedad, debe ser
utilizable, además de ser práctico en su ejecución; y económico, por que todo
objetivo requiere de una inversión necesaria. Así, si queremos pues una policía
con mejores resultados en la lucha contra la delincuencia común, es necesario
proporcionarles la logística necesaria para la persecución del delito. Si
queremos una policía que haga respetar la ley, pues primero hagámosla
respetar en ellos. Si queremos una policía comprometida con la educación,
pues capacitémoslos. Si queremos una policía digna, pues démosle a la
carrera policial la dignidad que merece. El contexto modernizador debe ir
acompañado de la adopción del sistema de régimen de personal policial a la
realidad y evolución de la sociedad peruana con la gestión coordinada de la
correcta asignación de recursos que permita ofrecerles la calidad de vida que
merecen.

Pero si bien, el artículo 168º de la Constitución hace referencia a los


Reglamentos que rigen el desenvolvimiento del personal dentro de su
organización, no significa que esté otorgándole una categoría superior a la de
norma reguladora, ni mucho menos que tenga el mismo rango de una ley.
Simplemente, esta concediendo la posibilidad de regular lo concerniente a su
organización, funciones, especialidades, preparación, empleo y disciplina, de
los Oficiales y Personal Subalterno que se encuentra en situación de Actividad,
tal y como la ley establezca.

El Decreto Legislativo Nº 745 – anterior Ley de Situación del Personal de la


Policía Nacional del Perú y la que consagra por vez primera la causal de
renovación de cuadros en la Policía Nacional - definía los derechos y
obligaciones de sus miembros, en función a su categoría jerarquía, grado y
empleo; conceptualización que también ha sido acogida en la Nueva Ley de
Régimen de Personal de la Policía Nacional del Perú, Ley Nº 28338.

La situación policial es la condición del personal de la Policía Nacional del Perú


dentro del servicio, o fuera de él, constituyendo únicamente tres: 1) la situación
de actividad; 2) la situación de disponibilidad; y 3) la situación de retiro. La
primera de ellas es aquella en la que el personal se encuentra en servicio
activo y dentro del cuadro orgánico de la institución policial. La segunda es
aquella situación transitoria en la que el personal se encuentra apartado de la
situación de actividad por determinados motivos, pudiendo retornar a ella en las
formas previstas en la ley. Y finalmente, la de retiro, que es la situación del
personal que no se encuentra dentro de la situación de actividad ni
disponibilidad por haber sido apartado del servicio.

Entonces, dentro de las causas por las que un oficial puede pasar de la
situación de actividad a la situación de retiro se encuentra la denominada
“renovación”, que procura la sustitución constante de los cuadros con la
finalidad de cumplir con los fines para los que la institución ha sido concebida,
la misma que se encuentra regulada por la Ley Nº 27238, así como por la Ley
de Régimen de Personal de la Policía Nacional del Perú.

La “renovación” es una causal que tiene como intención perseguir la idoneidad


de los efectivos policiales para el cumplimiento de sus funciones. Así, conforme
exponemos, hasta hace unos años, esta no se encontraba debidamente
regulada, sustentando su acción en la facultad discrecional que las normas
otorgaban al Presidente de la República, a propuesta de la propia institución
policial; procedimiento que incluso fue sancionado por la Defensoría del Pueblo
con la expedición del Informe Defensorial Nº 56, proscribiendo que la causal de
renovación de cuadros, tal como era aplicada, constituía un procedimiento que
vulneraba los derechos constitucionales de los Oficiales de la Fuerza Armadas
y de la Policía Nacional del Perú. Actualmente, el proceso de renovación de
cuadros cuenta con una normatividad objetiva para que los Oficiales puedan
conocer los criterios que la institución puede acoger para proponer a aquellos
que no tendrían mayores expectativas dentro de la institución policial. El
problema judicial se genera con aquellos casos en donde se acredita la
aplicación de discrecionalidad en base a criterios subjetivos, o cuando del
análisis del pase al retiro por causal de renovación se puede advertir que ha
existido arbitrariedad por no encontrarse debidamente sustentada, conforme lo
regula la Ley del Procedimiento Administrativo General; para lo cual el juzgador
deberá aplicar el Test de Racionalidad.

Como antecedente a ello, el Capítulo V del Decreto Legislativo Nº 745


(derogada con la Nueva Ley de Personal de la Policía Nacional del Perú)
establecía que “con el fin de procurar la renovación constante de los cuadros
de Personal, podrán pasar a la situación de Retiro por la causal de renovación,
Oficiales Policías y de Servicios de los grados de Causal de Renovación... de
acuerdo a las necesidades que determine la Policía Nacional del Perú...”.

Nada mas se agregó, hasta la expedición del Decreto Supremo Nº 009-2005-


IN/PNP - Reglamento de Renovación de Cuadros en la Policía Nacional del
Perú. Anteriormente no se señaló jamás bajo qué criterio se establecerían las
necesidades del servicio, ni tampoco cuáles deberían ser las ponderaciones
utilizadas para examinar cada expediente y adoptar la decisión de quiénes, y
quiénes no, deberían pasar a la situación de retiro por dicha causal.

Sólo la Ley Nº 27238, Ley Orgánica de la Policía Nacional del Perú, hasta
antes de la expedición del Reglamento de Renovación, señaló en su artículo
32º: “El pase a la situación de retiro por renovación se efectúa en base a una
propuesta que elabora el Consejo de Calificación y que el Director General de
la Policía Nacional del Perú presenta al Ministro del Interior”.

Ninguna otra norma – hasta antes de la expedición del Decreto Supremo Nº


009-2005-IN/PNP Reglamento de Renovación de Cuadros en la Policía
Nacional del Perú - estableció cuáles eran los criterios objetivos que debían
primar en dicho proceso de calificación dejando al libre albedrío del comando
institucional, la manipulación indiscriminada de la renovación, que les valió para
vulnerar, en indistintas oportunidades, los derechos constitucionales de
Oficiales subalternos puesto que aquella fue, desde sus inicios, utilizada para
emitir Resoluciones sin mayores fundamentos, aduciendo que por constituir
una facultad discrecional se podía, a través de ella, pasar al retiro a Oficiales
sin mayores explicaciones.

Sustentaba su accionar en la discrecionalidad otorgada no solo a favor del


Ejecutivo, sino además de la concedida al Consejo de Calificación, quienes
junto con el Director General de la Policía Nacional, proponían a los Oficiales
que, a criterio del comando, no tenían mayores proyecciones institucionales.
Sin embargo, ello de ninguna manera podía significar una potestad
plenipotenciaria ajena a los principios constitucionales y a los derechos
fundamentales de la persona. En ese sentido, la diferenciación entre
discrecionalidad y arbitrariedad constituirá el limbo entre la legalidad e
ilegalidad de una decisión administrativa y, por ende, la nulidad de un acto
contrario a los legítimos intereses del Estado, como es el caso de la renovación
de cuadros en la Policía Nacional del Perú.

El artículo 281º de la Constitución de 1979 consagraba –al igual que el artículo


172º de la Constitución vigente– que tanto los efectivos de las Fuerzas
Armadas y las Fuerzas Policiales (hoy Policía Nacional) son fijados, en número,
anualmente por el Poder Ejecutivo. En ese sentido, las Fuerzas Armadas y la
Policía Nacional están equiparadas y colocadas en un plano de igualdad
constitucional desde la Carta de 1979, la que por primera vez hacía referencia
a la función policial.

En ambos artículos se refiere a un asunto no de carácter técnico sino a una


política de Estado, puesto que se procura fortalecer la capacidad de operación
y, otorgándole una dimensión financiera, y una correcta asignación de
recursos.

Siendo así, en aplicación del Decreto Legislativo Nº 745 (hoy derogado) y del
artículo 32º de la Ley Orgánica de la Policía Nacional del Perú – hasta antes de
la expedición del Decreto Supremo Nº 009-2005-IN/PNP Reglamento de
Renovación de Cuadros en la Policía Nacional del Perú - el pase a la situación
de retiro por renovación se efectuaba sobre la base de una propuesta que
elaboraba el Consejo de Calificación y que el Director General de la Policía
Nacional del Perú presentaba al Ministro del Interior para que, posteriormente,
fuera elevada al Ejecutivo para su rúbrica.

Es ideal que el Estado aplique una política de administración de personal y


establezca, según sus propias necesidades y criterios, el número de oficiales
que son necesarios para perseguir los fines de la institución policial. Con ello
también asegura una estructura piramidal. Lo que es no permisible es que,
sustentándose en que una política institucional es necesaria, se apliquen
criterios diferenciados a personas que gozan de la misma calidad, con la única
finalidad de cortar su proyección institucional y vulnerar sus derechos
fundamentales. Esto pues, conforme es hartamente conocido, la causal de
renovación de cuadros jamás fue aplicada en virtud de objeciones concretas,
de manera que pueda advertirse quien se encuentra sujeto a ella, sino, muy por
el contrario, se aplicaba indistintamente a cualquier efectivo, se encuentre o no
al alcance de ella.

La problemática social se inició pues, conforme lo venimos desarrollando,


cuando el Decreto Legislativo Nº 745 (hoy derogado) dejó plena libertad a un
Consejo de Calificación y al Director General de la Policía Nacional, la decisión
de sortear qué oficiales eran útiles para los fines de la institución, valiéndose de
“criterios particulares”. Es decir, que si bien durante los años anteriores la
aplicación de dicha facultad no se encontraba regulada, del análisis del Decreto
Legislativo Nº 745 se concluía que cada año el Ejecutivo establecería la cifra
de oficiales que deberían pasar al retiro por “renovación”. Ninguna otra norma
fundó las causas, méritos y/o deméritos que deberían considerarse para
disponer quiénes debían ser invitados y quiénes no. Aquella subjetividad en la
decisión era la que desechaba a la causal de renovación de cuadros del campo
de la constitucionalidad y la incluía dentro de la subjetividad plena. Y es que, el
Consejo de Calificación de Oficiales Generales era la agrupación que
establecía que Oficiales – y quienes no – debían ser pasados de la situación de
Actividad a la de retiro por Causal de Renovación, constituyendo esta actuación
el primer acto administrativo lesivo de los derechos de los Oficiales puesto que,
por mas que se pretenda asumir lo contrario, la institución policial siempre dio
la categoría de “secretos” a estos actos que constituían acciones que
motivaban la desprotección e inacción por parte del personal policial.

Así, se deja constancia que “el procedimiento de renovación de Cuadros se


inicia con el nombramiento del Consejo de Calificación”; tal como se
encuentra reconocido en el Decreto Supremo Nº 009-2005-IN – Reglamento de
Pase al Retiro por Renovación. Bajo esa consideración, el Acta de Consejo de
Calificación elaborada por los Generales que la conforman, constituye el primer
acto administrativo dentro del procedimiento de renovación que debe ser
necesariamente notificado al administrado, a fin de garantizar un debido
proceso. Y es que, el Acta de Consejo de Calificación constituye la declaración
que dentro del marco de las normas de derecho público, esta destinada a
producir efectos jurídicos sobre los intereses de los administrados, dentro de un
situación concreta.

Esta declaración, conforme lo expresa DROMI2 constituye pues un acto


administrativo DECISORIO ya que dicho acto – Acta de Consejo de Calificación
– que emana de un órgano colegiado, y que se encuentra previsto en la ley,
tiene la finalidad de elegir a los Oficiales que son pasados al retiro por causal
de renovación de Cuadros, sin que éstos participen del proceso, ni mucho
menos se les de el derecho de conocer su contenido.
Igualmente, JUAN CARLOS MORON URBINA3 incluso señala que una de las
clases de acto administrativo lo constituye los actos administrativos de
trámite en el sentido que estos son los que, afectando los derechos de los
administrados, actúan como acto de carácter preparatorio para uno definitivo;
como sucede en el caso del Acta de Consejo de Calificación que, de
conformidad con lo establecido en la Ley, constituye el sustento objetivo y
jurídico para pasar a un Oficial de la situación de Actividad a la situación de
retiro por causal de renovación de Cuadros.

2
DROMI, Roberto; “Sistemas y Valores Administrativos”, Ciudad Argentina Editorial,
2003.
3
MORON URBINA, Juan Carlos; “Comentarios a la Nueva Ley del Procedimiento
Administrativo General”; Ed. Gaceta Jurídica, 2001, pag. 62
En ese sentido, la Ley Nº 27238 establece en su artículo 32º que: “El pase a la
situación de retiro por renovación se efectúa en base a una propuesta que
elabora el Consejo de Calificación y que el Director General de la Policía
Nacional del Perú presenta al Ministro del Interior”.. Es decir es la propia ley la
que le otorga el efecto al acto administrativo que es la de efectuar la
propuesta – es decir, entregar las listas – de los Oficiales para que éstos, en
virtud de la aplicación de la causal de Renovación de Cuadros, puedan ser
pasados al retiro, sin mayores criterios objetivos.

Así, el procedimiento administrativo para establecer que Oficiales deben pasar


al retiro por la causal de Renovación de Cuadros se inicia con el
nombramiento de los Generales miembros del Consejo de Calificación;
quienes elaboran un Acta de Consejo de Calificación en donde deben
establecer: 1. Los criterios a utilizarse para la evaluación de los legajos de cada
oficial; 2. El estudio y análisis de cada legajo; 3. El método utilizado; 4. El
proceso de votación para determinar que Oficiales deben pasar a la situación
de retiro y quienes no; 5. En qué causal se encuentra cada Oficial invitado;
entre otros.

En ese sentido, el Acta de Consejo de Calificación no sólo constituye un acto


administrativo decisorio sino además constituye un acto administrativo de
trámite; ya que si bien la propia ley expresa que a través de dicho Acto se
propone a los Oficiales que deberán pasar al retiro – lo que inicia el proceso –
el pase al retiro por renovación tiene sus sustento jurídico en dicha Acta.
Iniciándose el procedimiento administrativo de renovación de cuadros con el
establecimiento del Consejo de Calificación, los actos desarrollados en el
tienen que ser necesariamente notificados a los Oficiales que podrían ser
afectados con dicha medida. Esto puesto que, al sustentarse tal decisión en la
discrecionalidad de sus miembros podría acogerse la arbitrariedad.

Esa notificación no se restringe a la notificación de la Resolución Suprema sino


que debe ser aplicada con mayor razón al Acta de Consejo de Calificación que
proponen los Generales PNP pues dicho instrumento no sólo inicia el
procedimiento de evaluación para determinar que Oficiales son propuestos
para pasar a la situación de retiro por la causal de renovación sino además, a
través de éste, el acto administrativo final – que no es otro que la Resolución
Suprema – adquiere la formalidad debida ya que, es el Acta de Consejo de
Calificación el sustento jurídico de la Resolución Suprema de conformidad con
la ley.

Si el proceso administrativo se inicia con el nombramiento del Consejo de


Calificación, éste no puede ser secreto, ni mucho menos puede ser secreta el
Acta de Consejo de Calificación acogida por dicho Colegiado, puesto que en
ella están contenidas las causales consideradas para el pase al retiro y, en cual
de ellas, se encuentra el Oficial que es pasado al retiro por Renovación de
Cuadros.

En otras palabras, es necesario e imprescindible que los Oficiales puedan


conocer el contenido expreso del Acta de Consejo de Calificación que los
propone para ser pasados a la situación de retiro por causal de Renovación de
Cuadros – que constituye un ACTO ADMINISTRATIVO que puede ser objeto
de impugnación - ya que sólo de ella se puede advertir: 1.¿Quiénes
conformaban el Consejo y si sus miembros tenían alguna incompatibilidad para
pertenecer a él?; 2. ¿Cuántos Oficiales fueron evaluados por el Consejo de
Calificación?; 3. ¿Cuáles fueron las causales establecidas de manera
discrecional por dicho Consejo para ser consideradas en el Proceso de Pase al
Retiro por Renovación?; 4. ¿En que causal se encontraba cada Oficial que es
pasado al retiro por Renovación de Cuadros?; 5. ¿Cuál fue el resultado de la
votación efectuada por los miembros para la propuesta del pase al retiro por
renovación de cada Oficial?; 6. ¿Si una causal es aplicada indebidamente qué
derechos constitucionales se vulneran?

No otorgar la categoría de acto administrativo al Acta de Consejo de


Calificación, cuando esta si lo es, significaría privarles del derecho de
contradicción a todos los Oficiales a quienes, vulnerándoseles del derecho al
debido proceso, se les pasó al retiro por renovación de cuadros.

Renovación es la acción y efecto de “renovar”, que significa trocar una cosa


vieja, o que ya ha servido, por una nueva. Se puede llegar a la conclusión
inmediata de que se pretendió normar el retiro del servicio efectivo de aquellos
oficiales que no contaban con mayores expectativas dentro de la estructuración
policial, por encontrarse constantemente inaptos para los procesos de
ascensos, por haber alcanzado el límite de edad en el rango según el escalafón
interno, por exceso en el lapso de tiempo en la situación de disponibilidad, por
falta de perfeccionamiento y méritos profesionales, y a su propio derecho.

Consecuentemente, esta causal no debía ser utilizada para sustraer de las filas
de la institución policial a oficiales que mantenían expectativas de surgimiento,
proyección institucional y que contaban con los requisitos necesarios para
continuar ascendiendo a los grados superiores. No obstante, ella fue aplicada
en muchas oportunidades para eliminar a oficiales con excelentes fojas de
servicio, amparados en la discrecionalidad otorgada y vulnerando su derecho
constitucional al Proyecto de Vida.

Dicha situación ha sido actualmente paleada con la expedición del Decreto


Supremo Nº 009-2005-IN que aprueba el Reglamento de Pase a la situación de
retiro por la causal de Renovación, estableciendo determinados criterios
objetivos para su acogimiento. Sin embargo, ello no garantizó – ni garantiza-
que la causal de renovación de cuadros sea aplicada de manera indistinta a
aquellos Oficiales que, para el Estado Mayor de la institución policial, ya
cumplieron expectativas dentro de su organización. Cabría preguntar al
respecto: ¿Puede acaso la administración limitar las expectativas de la
persona? ¿Quién decide hasta donde debe proyectar su personalidad; el
propio hombre o el Estado? ¿Hasta donde puede ser exigible el derecho
al proyecto de vida?

II. DE LA FACULTAD DISCRECIONAL, LA ARBITRARIEDAD DE


LA ADMINISTRACIÓN Y EL CONTROL JUDICIAL.

El Presidente de la República está facultado, por los artículos 167º y 168º de la


Constitución Política para pasar a la situación de retiro, a los oficiales policías y
de servicios de los grados de Mayor a Teniente General, con la finalidad de
procurar la renovación constante de los cuadros de personal.

El ordenamiento jurídico prevé a veces la actividad de la Administración en


todos sus aspectos, lo que podríamos referir como la actividad reglada; cuando
no lo hace nos encontramos frente a la actividad discrecional.

En ese sentido, una potestad es, pues, discrecional siempre que el


ordenamiento jurídico no regula cuándo debe ejercitarse, cómo debe
ejercitarse, y en qué sentido se debe ejercitar. Ello puede obedecer a una de
dos circunstancias: que no exista una ley que regule los tres aspectos o
momentos citados, o que, existiendo, en aras de la eficacia administrativa
permita la discrecionalidad de los tres o alguno de ellos. Así, el ordenamiento
jurídico permite a la Administración que desarrolle libremente un ámbito de
actuación, de libre decisión del poder público.

No obstante, toda actividad administrativa se encuentra sujeta al ordenamiento


jurídico, imponiéndosele una serie de exigencias formales y materiales que son
de estricto cumplimiento para que aquella no se convierta en arbitraria. Dentro
de ellas se encuentran aquellas actuadas por el órgano competente a través de
un procedimiento establecido así como el necesario acaecimiento del supuesto
hecho habilitante para el ejercicio de cualquier facultad.

Lo que sí constituye un requisito imprescindible para que pueda hablarse de


discrecionalidad, y no de arbitrariedad, es que los fines que se persiguen o
hayan de perseguirse por cada potestad –en este caso la de “renovar
cuadros”– estén concretamente enunciados en el ordenamiento jurídico. Por
tal motivo, la discrecionalidad no puede ser concebida como la habilitación para
actuar exclusivamente según el propio criterio, sino sobre la base de
presupuestos jurídicos que la sostendrán en el futuro.
Como ha señalado Eduardo García de Enterría, en su brillante estudio sobre la
discrecionalidad denominado “La lucha contra las inmunidades del poder en el
Derecho Administrativo”, allí donde se da un acto discrecional deben de existir
también reducciones del mismo, en razón de que este no es absoluto. Dichas
reducciones, que nos permitimos acoger en el presente trabajo, persiguen
limitar judicialmente la libertad otorgada a la Administración en el uso de
potestades discrecionales.

La primera reducción de este fundamento de la discrecionalidad opera


observando que en todo acto discrecional hay elementos reglados. Estos
constituyen la existencia misma de la potestad, de cuyo ejercicio emana el
acto, la extensión concreta de esta potestad, que es imposible que sea
totalmente indeterminada, y en fin, la competencia para ejercitarla. Estos son
elementos necesariamente reglados, puesto que lo contrario equivaldría a
someter el imperio de tal potestad a los derechos subjetivos cuando todo poder
tiene sus límites.

No hay acto sin potestad previa, ni potestad que no haya sido atribuida por el
ordenamiento. Es falsa pues la tesis de que hay potestad discrecional donde no
hay norma, postulado central de la doctrina de la vinculación negativa de la
Administración y el derecho.

El segundo gran proceso de reducción consiste en constatar que el fin de las


potestades discrecionales es también un elemento reglado de las mismas. Es
decir, que las autoridades cuentan efectivamente con facultades discrecionales
para alcanzar determinados fines, pero no cualquier finalidad sino las
estrictamente señaladas por la ley. Es en la base de esta observación que se
sustenta el control de la desviación de poder. El acto desviado de su fin carece,
de por sí, de legitimidad.

Cabe rescatar que las técnicas de reducción no pueden quedar aquí y ser
consideradas como únicos vicios estimables. Existen técnicas de control de la
discrecionalidad que deben valuarse para sustentar un acto y deducir su
legalidad y legitimidad.

En primer lugar, el control de los hechos determinantes. Toda potestad


discrecional se apoya en una realidad de hecho que funciona como supuesto
de hecho de la norma de cuya aplicación se trata.

En segundo lugar, la diferencia entre discrecionalidad y conceptos


jurídicos indeterminados. Estos conceptos jurídicos indeterminados, o que se
contienen en lo que también se llaman las normas flexibles, no constituyen una
particularidad del Derecho Público, por lo que no pueden servir de sustento
para la aplicación de potestades discrecionales. Al respecto, Parejo señala que
el concepto jurídico indeterminado es una categoría que abarca todos los
supuestos en los que la norma jurídica no logra prefigurar completamente –en
los términos ordinarios propios del Derecho– la decisión aplicativa al caso
concreto, por lo que sus perfiles no son precisamente nítidos, teniendo en
cuenta la diversa capacidad de “determinación jurídica” de los conceptos
jurídicos empleados por las normas.

Estos conceptos jurídicos indeterminados han ocasionado nefastos efectos en


la historia de las garantías jurídicas, más aún cuando se les incluye dentro del
universo de lo discrecional para la Administración. Lo singular de estos
conceptos jurídicos indeterminados es que su calificación no puede ser más
que una: o se da o no se da el concepto; o hay utilidad pública o no la hay.
Vemos pues una unidad de solución justa en la aplicación del concepto a un
caso concreto. Siendo al contrario, las características de las potestades
discrecionales, la pluralidad de soluciones justas posibles.

Así, dicho concepto sostenido principalmente por la dogmática alemana, se ha


ido excluyendo en el tiempo, consiguiendo una mayor depuración de la
categoría de la discrecionalidad; así como los supuestos propuestos por el
concepto “margen de apreciación”, que constituye una adecuación de la
realidad a lo subjetivo, puesto que es el espacio en el que la administración
pretende avalar una decisión bajo su propia valoración, dejando de lado la
necesaria objetividad e imparcialidad en la toma de decisiones necesarias para
la fundamentación –fáctica y jurídica– de toda resolución certificando un debido
proceso.

En tercer lugar, el control de los principios generales del Derecho. Estos


son una concentración de los grandes valores jurídicos materiales que
constituyen la fuente de la codificación y de la experiencia de la vida jurídica.
En ese sentido, la ley y los principios generales del derecho constituyen los
pilares primordiales a los que la Administración se encuentra sometida para el
uso de sus facultades discrecionales.

En razón de lo argumentado, no tiene sentido ampararse en el uso de


facultades discrecionales para agredir el orden jurídico, y por tanto, los
principios generales del derecho, cuando forman parte de aquel, lo
fundamentan y lo estructuran. Por ende, cuando la Administración aplica la
Causal de Renovación de Cuadros para efectuar las invitaciones al retiro se
encuentra en la obligación de respetar los fundamentos que propugnan un
Estado de derecho.

El respeto a la igualdad de trato en el proceso de valoración de las pruebas


cuando se efectúa el análisis de los legajos oficiales; el debido proceso, que
configura que toda resolución no solo se encuentre debidamente fundamentada
y motivada sino que toda persona sometida a cualquier tipo de procedimiento
sea oída en virtud del derecho de defensa; el de administración de justicia, por
el que cualquier oficial pueda acceder al poder jurisdiccional para solicitar la
tutela efectiva de sus derechos; constituyen principios inalienables que,
ninguna facultad, por más discrecional que esta sea, puede vulnerar puesto
que esta no es sinónimo de arbitrariedad.

Arbitrario es todo aquello que es y se presenta como carente de


fundamentación objetiva, como incongruente o contradictorio con la realidad
que ha de servir de base a toda decisión, como desprendido de toda razón
capaz de explicarlo y/o sustentarlo, aquello que no resulta de un análisis lógico
ni del estudio razonable de los hechos. Acto, conducta o idea sustentado con
arbitrariedad.

Es así que arbitrario es “lo absurdo”, esto es, lo contrario a las normas de la
lógica formal y, en el campo jurídico. Porque lo irracional parece aludir mas
bien a lo propio de seres animados carentes de razón, esto es, a un
comportamiento no humano sino animal, o bien en niveles no conscientes; “lo
insensato” también es arbitrario, puesto que es lo contrario a las exigencias de
la razón según el sentido común de un hombre medio y honesto; y finalmente
es también arbitrario “lo antisistémico”, que violenta las exigencias de cada
uno de los sistemas.

El principio constitucional de interdicción de la arbitrariedad formula una


distinción entre discrecionalidad, configurada como aquello que cuenta con el
respaldo de una fundamentación que lo sostiene; y arbitrariedad, vista como el
mero capricho o voluntad de la Administración. La motivación es necesaria
siempre que se adopta una decisión al margen de la discrecionalidad.

Así, podemos aducir que la motivación es justamente el primer criterio de


deslinde entre lo discrecional y lo arbitrario. Si no hay motivación que la
sostenga, el único apoyo de la decisión será la sola voluntad de quien la
adopta. Lo no motivado es ya, por este solo hecho, arbitrario. Por tanto, la
motivación constituye un riguroso requisito del acto de sacrificio de derechos,
que comprende –el fundamental– a la tutela judicial efectiva, a obtener una
resolución fundada en Derecho.

La exigencia de motivar los actos administrativos ha sido reconocida por casi


toda la doctrina apareciendo como una necesidad en estricta observancia al
principio de legalidad en la actuación de la administración. Es una exigencia
fundada en la idea de que el administrado tiene el derecho de conocer el forma
efectiva los antecedentes y las razones que justifican el acto administrativo.

El mero “por que sí” está constitucionalmente excluido, como lo está la nada
infrecuente apelación al carácter discrecional de la elección y, con mayor
motivo todavía, el simple silencio al respecto. Dada esa motivación, una razón
de la elección, cualquiera sea esa razón, debe ser plausible, congruente con
los hechos de los que necesariamente ha de partirse, sostenible en la realidad
de las cosas y susceptible de ser comprendida por los ciudadanos, aunque no
sea compartida por todos ellos. Si no lo es, la concreta elección realizada por la
Administración revelará arbitrariedad, debiendo ser anulada por el juez.

La Administración cuando efectúa el libre ejercicio de una facultad discrecional


es libre de elegir, pero ha de dar cuenta de los motivos de su elección y estos
motivos no pueden ser cualesquiera, deben ser motivados, consistentes con la
realidad y objetivamente fundados puesto que de no ser así deberá ser
cometida al control jurisdiccional en donde deberá de rechazarse de plano. Es
decir, el Estado se encuentra en la libertad de elección –siempre que base su
proceder en criterios objetivos– con la finalidad justa de perseguir el fin para el
que la facultad discrecional fue conferida: en el caso de la Renovación de
Cuadros la facultad fue la de renovar.

Por ende, la motivación en el caso de la Renovación de Cuadros constituye un


requisito que justificaría y fundamentaría la emisión del acto; es decir, el uso de
la facultad discrecional. Pero lo que en sí sucede es que el procedimiento de
pase el retiro por causal de renovación no se encuentra debidamente motivado.
Tampoco lo esta ninguna Resolución de Pase al Retiro por lo que no puede ni
siquiera efectuarse una ponderación adecuada para evaluar si los fines por los
que esta es ejercida devienen del interés público o del interés particular de
quien la aplica.

Esta ponderación, en todo caso, será ejercida por control judicial puesto que
sólo a través de el podrá valorarse si existe o no exceso en su uso por el abuso
o la desviación del fin, por la violación de los derechos fundamentales, o de los
principios generales. Por ello, exigir a la Administración que explique las
razones de hecho y de derecho en los que se basa la elección de los oficiales
de la Policía que son invitados al retiro por la aplicación de la causal de
renovación, y analizar luego las razones dadas para verificarlas con las
circunstancias de cada caso en concreto con la finalidad de descubrir las
inconsistencias que pudieran haberse presentado, reafirman el Estado de
Derecho en el que todo sistema democrático se sustenta, y que es, ante todo,
un Estado de razón.

Ello no altera en lo absoluto el orden constitucional, como erróneamente


pretendería interpretar el Tribunal Constitucional.4 En cambio, reafirma la
legitimidad de todo proceder basado en una apreciación objetiva de los hechos.

Para no incurrir en arbitrariedad, la decisión discrecional debe venir respaldada


y justificada por los datos objetivos sobre los cuales opera, ya que en los actos
reglados, como su contenido está agotadoramente tipificado por la ley, por esta

4
Al respecto léase la Sentencia que obra sobre el Expediente Nº 0090-2004-AA/TC.
regla tendrá escasa importancia el proceso de formación de la voluntad
administrativa. En cambio, en los discrecionales, al existir en mayor o menor
medida una libertad estimativa, resulta de gran trascendencia el proceso lógico
que conduce a la decisión.

Así, a mayor libertad, más precisa y metódica debe ser la fundamentación de la


decisión, puesto que la falta de la absoluta motivación constituye la inexistencia
de todo vínculo con la realidad, la insatisfacción de una necesidad social de
obtener pleno conocimiento del proceder administrativo. Así, el concepto de
arbitrariedad se vincula en su esencia al concepto de motivación justificada de
la que nadie puede prescindir.

Como ha sucedido a lo largo de tantos años, el procedimiento de pase al retiro


por renovación de Cuadros ha estado plagado de una serie de vicios que
motivan a que los administrados interpongan medidas judiciales que tengan
como sano fin la reincorporación a la situación de Actividad. Entre éstos no sólo
se encuentra en el hecho de que el administrado no tenga derecho a conocer la
sustentación objetiva de las Actas elaboradas por el Consejo de Calificación
que proponen su pase al retiro por la Causal de Renovación de Cuadros – que
constituye un acto administrativo y no de administración – sino también como
que las resoluciones de invitación al retiro por renovación – sustentadas
jurídicamente en dichas Actas – carezcan de motivación que respalde bajo qué
criterio el oficial ha sido invitado. Dicha acciones son consecuencia de la mera
arbitrariedad puesto que no se promueve el respeto a los principios generales
que regulan el procedimiento administrativo general.

De la necesidad de que la discrecionalidad, promovida en las invitaciones al


retiro venga respaldada y justificada por los datos objetivos sobre los cuales
opera, para no sufrir de la dolencia de la arbitrariedad, se desprende de un
modo natural que cuando conste de manera cierta el absurdo o discordancia de
la solución elegida con la realidad a que se aplica, la jurisdicción ha de sustituir
la solución por la que resulte más adecuada a esa realidad o hechos
determinantes.

Bajo ese análisis, la revisión judicial de la actuación administrativa se


extenderá, en primer lugar, a la verificación de la realidad de los hechos y, en
segundo, a la valoración de si la decisión discrecional guarda relación lógica
con ellos.

En consecuencia, si tal conexión es ajena, la decisión resultará pervertida por


contravenir el ordenamiento jurídico y el principio de interdicción de la
arbitrariedad de los poderes públicos, ya que se procura instituir los límites
razonados de la discrecionalidad y se convierta en una causa de decretos
dotados de justificación.
Podemos deducir que el resultado lógico derivado de los hechos supondrá la
coherencia de enlace entre lo razonable y lo lícito, argumentos que sostendrán
la hipótesis de discrecionalidad o arbitrariedad según sea el caso. La ley puede
–y debe– conceder a la Administración ciertas libertades para el ejercicio de
determinadas funciones –puesto que no podemos pretender que todo actuar de
la Administración se encuentre debidamente estipulado en la norma, salvo
aquellos que vulneren derechos fundamentales– pero esas tareas complejas
estarán siempre condicionadas al respeto de las leyes y el Derecho, así como a
un examen de la lógica y la racionalidad por parte del Poder Judicial, quien
deberá ejercer un Control eficiente.

Por ende, el control judicial debe fiscalizar el actuar administrativo, no sólo con
los criterios generales por todos conocidos sino también a la luz de una
concreta reflexión que le permita determinar si la decisión adoptada resulta o
no arbitraria; pero aquel debe ser una análisis real del procedimiento en el uso
de la facultad discrecional y no obstruirse – como lo ha hecho el Tribunal
Constitucional en la sentencia citada – en que ésta encierra una potestad del
Poder Ejecutivo.

La discrecionalidad no esta nunca desvinculada del derecho, puesto que


deberá ser considerada para cada caso en particular según los fines por los
que fue conferida, ponderando los intereses públicos y privados.

Queda claro que el uso de facultades discrecionales no puede significar, de


ninguna manera, la sumisión a decisiones arbitrarias, ni mucho menos
avalarlas puesto que de esta manera se afecta, de igual forma, el interés
público.

El interés se expresa como el valor que una cosa posee en sí misma y como la
consecuencia de la inclinación colectiva hacia algo que resulta apreciable y útil.
De allí que Fernando Sainz Moreno5 refiera que la noción interés público se
entienda como expresiones del valor público que en sí mismo tienen ciertas
cosas; o bien como expresión de aquello que únicamente interesa al público.
Aquel interés es acogido por el Estado como aquello que tiene que perseguir
permanentemente. Emilio Fernández Vásquez6 refiere que “El Estado no
puede tener más que intereses públicos”.

La discrecionalidad opera cuando el ordenamiento jurídico atribuye a algún


órgano competencia para apreciar lo que sea de interés público. Como lo
manifiesta el mismo Sainz Moreno, “en el interés público se encuentra el
5
FERNANDO SAINZ MORENO; “Reducción de la discrecionalidad: el interés público
como concepto jurídico”, Revista española de Derecho Administrativo, disco compacto,
Madrid, Civitas Ediciones, Revista N.º 008, enero - marzo de 1976.
6
EMILIO FERNÁNDEZ VÁSQUEZ; “Diccionario de derecho público”. Buenos Aires:
Astrea, 1981.
núcleo de la discrecionalidad administrativa (...) y la esencia, pues, de toda
actividad discrecional la constituye la apreciación singular del interés público
realizada conforme a los criterios marcados por la legislación”. Es decir, la
discrecionalidad existe para que la Administración pueda apreciar lo que
realmente conviene o perjudica al interés público.

Al respecto, Juan Igartua Salaverría7, expresa que “la Administración, está


obligada a justificar las razones que imponen la decisión en el sentido del
interés público de una manera concreta y específica y no con una mera
afirmación o invocación abstracta”. Las decisiones de la Administración no
gozan de presunción alguna, y no basta que se expresen en formas típicas e
iterativas. Al contrario, el ejercicio de una potestad discrecional debe
acompañarse de una motivación que muestre puntualmente el nexo coherente
entre el medio adoptado y el interés general circunscrito al que apunta.

Es así que el interés público, como concepto indeterminado, se construye


sobre la base de la motivación de las decisiones, como requisito sine qua non
de la potestad discrecional de la Administración, quedando excluida toda
posibilidad de arbitrariedad. “En ese sentido, la potestad discrecional de la
Administración, en el caso del pase a retiro por renovación de cuadros de los
oficiales de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional, debe tener como
sustento la debida motivación de las decisiones, las cuales, asimismo, tienen
que estar ligadas a la consecución de un interés público que, en el caso de
autos, está directamente vinculado a la finalidad fundamental de las Fuerzas
Armadas y la Policía Nacional: garantizar la independencia, soberanía e
integridad territorial de la República, y garantizar, mantener y restablecer el
orden interno, respectivamente, entre otras funciones que la Constitución y la
ley le asignen, y al cumplimiento óptimo de sus fines institucionales en
beneficio de todos y cada uno de los ciudadanos, mediante la renovación
constante de los cuadros de oficiales, realizada en forma objetiva, técnica,
razonada y motivada, excluyendo toda posibilidad de arbitrariedad.”8

Un verdadero Estado de Derecho tiene la capacidad y la obligación de


supervisar a través de sus mecanismos de control jurisdiccional, el
cumplimiento de esta política de respeto irrestricto a las normas que garanticen
la convivencia social, que fortalezca el marco jurídico sobre el cual se

7
IGARTUA SALAVERRÍA; “Principio de legalidad, conceptos indeterminados y
discrecionalidad administrativa”, Revista española de Derecho Administrativo, disco
compacto, Madrid, Civitas Ediciones, Revista N.º 092, octubre - diciembre de 1996.
8
Último Considerando del apartado El concepto jurídico indeterminado de
contenido y extensión: el interés público; de la Sentencia Nº 0090-2004-AA/TC,
que varía la tendencia del Tribunal Constitucional, sobre los pases al retiro por la
causal de renovación de cuadros.
desarrolla, y le otorgue el poder suficiente para decretar la anulación de
aquellas resoluciones que provoquen caos en el sistema.

La actuación administrativa se entiende constitucionalmente sujeta al principio


de legalidad y, en consecuencia, bajo el control judicial. Por tanto, son
anulables los actos administrativos que incurran en cualquier infracción del
ordenamiento jurídico y cuando se haya presentado la desviación del poder,
como en el presente caso en donde se ha ejercido la potestad administrativa de
invitar a un Oficial al Retiro por Renovación de Cuadros para un fin distinto que
el señalado en el ordenamiento jurídico: el de reestructurar la Policía Nacional
del Perú.

Toda decisión de la Administración, por lo discrecional que esta pueda ser, es


susceptible de control judicial, y ese control no constituye solamente un análisis
de mera legalidad sino de juridicidad puesto que la Administración ha de actuar
“con sometimiento de pleno a la ley y al derecho”.

El juez puede llegar en su crítica y en su decisión sobre los actos


discrecionales de la Administración tan lejos como el Derecho le permita. Es
más, se encuentra en la obligación de verificar que las consecuencias de
aquella facultad no generen caos en el sistema democrático que plantea la
coexistencia de normas generales que garantizan la convivencia social. El
respeto al hombre es supremo, y el respeto a las instituciones queda
subordinado al primero.

Así, el control de la actividad discrecional puede y debe ser operado por el


Poder Judicial. Siendo así, deberán examinarse los elementos que, por
doctrina, deberían estar sujetos a la reglamentación como el fin a perseguir con
la actuación administrativa. De ello desprendemos que si la Administración
ejercita su poder para finalidad distinta estará desviándose de aquella que le
fue concedida, configurándose el vicio de la desviación del poder.

Pero además, deben examinarse adicionalmente los demás elementos que


según la doctrina deben estar reglados.

La competencia y el procedimiento administrativo que han de sugerir el respeto


a las normas preestablecidas con respecto al ente autorizado legítimamente
para ejercer dicho poder. Asimismo, con la finalidad de observar estrictamente
el principio de interdicción de la arbitrariedad ya tratado en páginas anteriores,
la Administración debe motivar los acuerdos que se dictan en el ejercicio de las
potestades discrecionales otorgadas. Los principios generales del Derecho,
principalmente cuando el ente administrativo practica la libertad de elección; y
finalmente, las reglas de racionalidad y buen sentido en las que debe
sustentarse toda decisión administrativa.
Es necesario retomar la posición compartida por los grandes juristas
administrativos de que un acto no puede calificarse como discrecional cuando
se sustenta en la técnica de conceptos jurídicos indeterminados, salvo que este
pueda salvaguardar la integridad del acto para que no sobrepase el limbo de la
discrecionalidad para convertirse en arbitrario.. Es imprescindible para el marco
jurídico en el que la sociedad se desenvuelve establecer no solo el momento
en que la Administración debe pronunciarse, sino además en el sentido que
tendrá que hacerlo. No basta el subjetivismo de la decisión en razón de que
toda decisión administrativa debe ser objetiva, legal y justa. Remarcamos, el fin
por el cual la facultad discrecional fue otorgada es elemento ineludible.

Las autoridades públicas se encuentran siempre obligadas de forma


inexcusable a exponer las razones de hecho y de derecho que avalan su
decisión para que el público pueda dilucidar, en cualquier caso, el por qué esa
decisión ha sido tomada. Dichas razones contendrán exposiciones más celosas
cuanto mayor sea la libertad de acción concedida por las normas aplicables.

Bajo lo expuesto, los pases al retiro de Oficiales Superiores de la Policía


Nacional del Perú, bajo la aplicación de la llamada causal de renovación, tal y
como se encuentra configurada, no presta ninguna garantía de debido proceso,
pese a que pueda contener algún tipo de motivación. Y esto es puesto que,
conforme ya lo hemos referido en trabajos anteriores, en la medida que esta
sea aplicada por Oficiales de la propia institución, sin contar con la supervisión
de organismos que promuevan una valoración adecuada de los legajos de los
Oficiales sujetos a ella, confirmará su presencia ese germen de arbitrariedad
que concede la posibilidad de recurrir a un nulidad por la vía jurisdiccional.

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