Demelas Marie Danielle Y Saint Geours Yves - Jerusalen Y Babilonia Religion Y Politica en El Ecuador 1780 - 1880 PDF
Demelas Marie Danielle Y Saint Geours Yves - Jerusalen Y Babilonia Religion Y Politica en El Ecuador 1780 - 1880 PDF
Demelas Marie Danielle Y Saint Geours Yves - Jerusalen Y Babilonia Religion Y Politica en El Ecuador 1780 - 1880 PDF
MARIE-DANIELLE DEMELAS
YVES $AINT GEOURS
JERUSALEN
Y BABILONIA:
Religión y política
en el Ecuador,
1780-1880
MARIE-DANIELLE DÉMELAS
YVESSAINT-GEOURS
QUITO, 1988
LA BIBLIOTECA DE CIENCIAS SOCIALES
A lo largo de los últimos años se ha dado en el Ecuador un
gran impulso en la producción de investigaciones sociales. Como
respuesta a la creciente necesidad de divulgarlas, la Corporación
Editora Nacional ha establecido esta Biblioteca de Ciencias Socia-
les integrada por publicaciones que incluyen trabajos relevantes
producidos ya sea por instituciones o por personas particulares.
L» coordinación áo los aspectos académicos de la Biblioteca
está a cargo de un Comité Editorial designado por la Corporación,
compuesto por directores de centros de investigación y por desta-
cados investigadores académicos a título personal.
Además dé su aporte a las labores de coordinación técnica,
el Comité Editorial ofrece garantía de la calidad, apertura, plura-
lismo y compromiso que la Corporación ha venido manteniendo
desde su fundación. Ei también un vínculo de relación y discu-
sión de los editores nacionales con los trabajadores de las Ciencias
Socíalfts en el país.
INSTITUTO FRANCÉS
DE ESTUDIOS ANDINOS
Casilla 278
Lima 18
Tf. 476070
Perú
Este libro 9
Nota editorial 11
Introducción 13
PRIMERA PARTE
CAPITULO 1:
Las regulaciones 21
CAPITULO 2:
SEGUNDA PARTE
CAPITULO 3:
El sentido implícito 45
CAPITULO 4:
El precursor 67
CAPITULO 5:
La guerra religiosa 85
CAPITULO 6:
El pueblo soberano . 97
CAPITULO 7:
TERCERA PARTE
CAPITULO 8:
Los orígenes 133
CAPITULO 9:
El Ecuador según García Moreno 147
CAPITULO 10:
El Estado religioso y religión de Estado 163
CAPITULO 11:
Un Estado nacional, civil. .. laico 173
CAPITULO 12:
Conclusiones 203
Cronología 207
Glosario 211
El libro que aquí presentamos ha sido redactado entre julio de 1983 y mar-
zo de 1984. Desde entonces, la investigación histórica avanzó notablemente en el
Ecuador. Sin embargo quisimos publicarlo tal como había sido escrito para no dis-
torsionar las ideas expuestas y aunque sepamos que el conocimiento ha progresado.
Asimismo, debemos advertir que el manuscrito fue redactado en francés y
para franceses, es decir para un público poco enterado de la historia ecuatoriana. Es-
peramos que los lectores nos perdonarán las evidencias o cosas bien conocidas que
aquí se repiten.
Queremos agradecer profundamente a todos los ecuatorianos que nos faci-
litaron el acceso a los archivos, entre otros: Julián Bravo S.J., Alfredo Costales, Julio
Estrada Icaza, Juan Preile, Irving Zapater, etc., o que acogieron nuestras ideas con
interés permitiéndonos exponerlas en varias oportunidades. Bartolomé Benassar,
Francois Bourricaud, Francois Chevalier, Olivier Dollfus, Francois-Xavier Guerra,
Frédéric Mauro, leyeron versiones de esta obra y nos ayudaron en la redacción final.
Enrique Ayala tuvo la gentileza de discutir los análisis vertidos y de propiciar la edi-
ción. Hilda Cevallos C. revisó la traducción y las pruebas.
La introducción, la primera parte y la conclusión han sido escritas en con-
junto por los autores. La segunda parte es de Marie-Danielle Demelas y la tercera de
Yves Saint-Geours.
Los autores
INTRODUCCIÓN
Los tiempos modernos son laicos: ¿debemos aceptar este enunciado sin
crítica alguna? ¿La destrucción de un antiguo orden —tradición, antigua régimen,
sociedad estamental, sea cual fuere su denominación -, la buena fortuna de los re-
gímenes democráticos o la evidencia tácita de sus principios no alcanzados, van
inevitablemente acompañados del fin de sus Creencias, de la agonía de lo religioso?
Eso no es seguro. Partiendo de un ejemplo, el de un Estado menos reacio al análisis
que otros, quisiéramos fundamentar esta duda, aportar elementos de reflexión al
lector sorprendido por el despertar integrista de las sociedades contemporáneas: ob-
servemos pues el pasado no muy lejano de los hispano-americanos.
América meridional fue conquistada en el siglo XVI, con un baño de sangre,
por algunos centenares de aventureros. La destrucción de los imperios fue tan rápida
como brutal. Pero la más poderosa burocracia de Europa reestructuró rápidamente
sus inmensos espacios y los atrapó en su red administrativa. Con el estandarte venía
la cruz: el fervor lo contrapuso al espíritu de lucro, para evangelizar poblaciones a
las que sometió y despojó en nombre del Todopoderoso. La Iglesia española,
recientemente reformada, soñó con establecer en el Nuevo Mundo una cristiandad
más pura que en el viejo mundo.
A principios del siglo XIX, tras quince años de combates, que fueron tantío
guerras civiles como luchas emancipadoras, ljegó la independencia. Se quiso enten-
der esta primera descolonización; se vio la causa en la influencia de las Luces, en la
Emancipación Norteamericana, en la Revolución Francesa; se sabe también que la
rivalidad crecía entre los blancos americanos (los criollos) y los metropolitanos,
14
aplica a Quito, donde en el siglo XVII las ideas modernas circulaban sin mayores
obstáculos, siendo acogidas favorablemente por una élite de nacimiento y de fortu-
na que constituía grandes linajes. Un capítulo está consagrado al principal repre-
sentante de las Luces en Quito, Eugenio Espejo, cuyo pensamiento se revela atibo-
rrado de antiguas convicciones.
En fin, la importancia exclusiva que los estudios del siglo diecinueve otor-
gan al ejército y al militarismo, debe ser muy matizada, pues en general desdeñan
los factores religiosos. El hecho de que el Estado haya nacido de la guerra no lo co-
loca fatalmente bajo la tutela de militares, generalmente improvisados, venidos de
fuera y poco numerosos, a falta de recursos fiscales regulares. A partir de 1835,
algunos presidentes civiles habían sojuzgado al hombre fuerte: el condottiere Flo-
res, y en la mitad del siglo, el dictador García Moreno logró poner término a las tur-
bulencias del ejército, mientras que entre 1810 y 1812,1a primera república de Qui-
to había escogido al obispo por presidente y a los religiosos como jefes de tropas.
Encargados de edificar la nación, teniendo que forjar un símbolo de unificación y
definir una sociedad civil, los dirigentes se referían menos al "puebo en armas" que
al pueblo cristiano. Esta particularidad distingue ai Ecuador de otros Estados tales
como México o Bolivia, en los que las élites fueron laicas más precozmente.
Obras recientes han recalcado el peso de las convicciones religiosas en el
mundo hispano-americano; podemos recordar así los trabajos de Jean A. Meyer
dedicados a la Cristiada mexicana, 2 lucha a principios de este siglo en la que millones
de campesinos se sublevaron durante largo tiempo contra el Estado laico, así como
la tesis de Francois-Xavier Guerra, citada anteriormente, que interpreta la
Revolución Mexicana como un conflicto entre las élites modernas y una sociedad
todavía inmersa en valores "holist" 3 que privilegia mucho más a la comunidad que
al individuo. Algunos estudios referentes a España, aclaran con nueva luz esta his-
toria americana que nos hemos obstinado en desearla "desencantada" demasiado
pronto y cortada de sus raíces hispánicas: en una obra 4 consagrada a las funciones
políticas de los católicos en la España franquista, Guy Hermet recalca el peso del
pensamiento tradicional, mientras que Alfredo Martínez Albiach 5 se apoya en el
análisis de los sermones para demostrar que la historia española de los dos últimos
siglos sería una sucesión de guerras religiosas. Los arrebatos antinapoleónicos de los
años 1808-1814 recuerdan el registro profético vigente al mismo tiempo en Quito:
de un extremo al otro del océano, se pensaba estar frente a potencias satánicas. En
1859, el dictador García Moreno declaraba la cruzada contra sus adversarios, como
lo hizo el caudillo Franco contra la República Española en 1936.
2 Jean A. Meyer, La Christiade, Payot, 1975 (versión abreviada de una obra editada en
México en tres volúmenes).
3 Mantenemos el término inglés difundido para tratar de las sociedades tradicionales.
4 Guy Hermet, Les catholiques dans l'Espagne franquiste, París, 1980, 2 volúmenes.
5 Alfredo Martínez Albiach, Religiosidad hispana y sociedad borbónica, Burgos, 1969.
17
6 Sobre este tema, cf. Jean-Paul Deler, Genése de l'espace équatorien. Essai sur le terri-
toire et la formation de l'espace national, París, 1981, pp. 127 y siguientes.
18
1 J.G. Periastiany (edit.), Honor and Shame, 1965, en especial la contribución dé Julian Pitt-
Rivers, "Honor and social status" pp. 19-77. De este último autor, Anthropologiede l'honneur,
París 1938. Germaine Tillon, Le harem et les cousins, París 1966. Así como C. H. Breteau, C.
Lacoste-Dujadin, C. Lefebure, N. Zagnoly (edit), Production, pouvoir et párente dans le monde
méditerranéen de Sumerá nos jours, París, 1981.
22
2 Friedrich Hassaureck, Four years among the Ecuadorians, (1867), Londres, ed. 1967,
p. 90.
3 Alexandra Holinskl, L'Equateur. scenes de la vie sud américaine, Pan's, 1861, pp. 165-
166.
4 Jaime E. Rodríguez, Estudios sobre Rocafuerte, Guayaquil, 1975, p. 232. Carta de Ro
cafuerte a Juan José Flores, Quito, 2 de octubre 1835.
5 Para el detalle de las alianzas de los oficiales del ejército colombianos establecidos en el
Ecuador, consultar AMRE, París, Cables políticos, suplemento correspondencia política,
Quito, vol. 1, 1837-1847, informe del 6 de mayo de 1837.
23
CRIOLLOS Y METROPOLITANOS
CARACTERÍSTICAS AMERICANAS
Mientras San Martín concebía a la sociedad compuesta abstractamente por tres clases
— la nobleza, el ejército, el pueblo — la aristocracia quiteña actuaba según otra
imagen: redes verticales presentes en ciertos puntos del espacio nacional, rivales con
frecuencia y aliados otras veces.
¿Qué se pude deducir de esta peculiar organización de la sociedad andina
en cuanto a las formas que ahí tomaba la vida política?
1. La forma de los conflictos: el hecho de no respetar las reglas de honor
mediterráneo hacía que una estructura de parentesco no implicaba en América
vendetta y deuda de sangre. En caso de conflicto, esto generaba una ruptura vertical
lo que los contemporáneos llamaban discordia, temiendo la guerra fratricida; pero no
se puede juzgar a este "espíritu de clan" como factor de desorganización, de violen
cia y de inestabilidad política. La extensión del parentesco explica la forma de los
conflictos mas no su causa.
2. La traición: si la lealtad cesa al exterior del marco del mismo linaje y el
compromiso partidario queda en segundo término en relación a la fidelidad del pa
rentesco, la traición siempre frecuente, pierde todo su sentido. De este modo, Roca-
fuerte dejó masacrar en el campo de batalla al partido liberal del cual era cercano,'
así también García Moreno fue de la opinión de aliarse con el invasor peruano para
vencer a sus adversarios. Las sospechas de responsabilidad de Flores en el asesinato
del Mariscal Sucre, no le quitaron el favor de los quiteños y su carrera no se vio
comprometida sino cuando apeló a España para restablecer su poder; el recurrir a la
antigua metrópoli era menos tolerable.
3. La ambigüedad de las relaciones con el poder central: durante el perío
do colonial, el poder metropolitano se dedicó a limitar el poderío de los linajes, res
tringiendo las posibilidades de promoción de sus miembros; impuso la "alternativa"
que terminaba privilegiando a los metropolitanos en el acceso a estratos elevados.
Esta tendencia se acrecienta con los Borbones, de manera notable bajo el reino de
Carlos III, quien tendía a modernizar la administración del Imperio debilitando las
autoridades tradicionales, contrarias al Estado. Pero el poder central sabía desde la
época de la gran rebelión del siglo XVI que le era preciso contar con las potencias
criollas, también deseaba ponerlas a su favor, pero guardando el monopolio de las
vías de acceso a las riquezas. Algunos administradores estaban conscientes de esta
estrategia y sacaban conclusiones muy justas:
En España, había fraternidad íntima entre las familias, y entre los pueblos
con ciertos lazos públicos y ocultos que los arrastraban a obrar de concierto
en las necesidades, o en los negocios que eran comunes a la sociedad o a los
intereses de aquellas parentelas. Allí, la monarquía era regida por los mismos
españoles, y desde el trono descendían conexiones como por eslabones de
una cadena, comunicándose el favor lo mismo que el fuego eléctrico de una
persona a otra, para constituir un espíritu de dependencia recíproca sobre
atenciones relativas, que uniendo a unos con otros, sostenían mutua-
27
Los lazos entre los hombres jugaban un rol determinante en las prácticas
políticas y la personalización de los conflictos provenía del hecho de que todas las
acciones políticas eran mediatizadas por los dirigentes tradicionales. Hasta el siglo
XX, los partidos, cuando existían, no eran sino una concentración detrás de un
hombre.
El estallido de la discordia dependía así de esta proximidad de los hombres
que volvía más aguda la percepción del "despotismo" de las autoridades: es más fácil
odiar a un auditor de la Audiencia que a Big Brother...
Bajo el régimen colonial, tres poderes se repartían la administración de
Quito: un presidente, los auditores de la Audiencia y e+Cabildo. En 1806, la muerte
del Barón Carondelet causó un gran pesar a la aristocracia quiteña, ya que se le tenía
por un presidente dinámico y sensible a los intereses de su clase. Al final de 1808, lo
reemplaza el conde Ruiz de Castilla. España en guerra desde hacía diez años, se
preocupaba poco por la calidad de sus mandatarios. El nuevo presidente llegaba de
Lima con su séquito. Tenía en su haber una larga y honorable carrera de administra-
dor colonial; en 1780 en Huarochirí, durante la insurrección de Túpac Amaru, diri-
gió el Cuzco años más tarde. Tenía a su favor la experiencia de las sociedades andi-
nas y en su contra, una edad tan avanzada que ya no era respetable. El virrey del Pe-
rú, Abascal, lo juzgaba inepto 19 y antes del inicio de la insurrección, el obispo es-
cribía a la Junta central de España: ¡"Si V.M. supiera quienes son los magistrados
que gobiernan Quito!. . El Presidente no hace otra cosa que cultivar el jardín y co-
cinar su comida por las mañanas. Las tardes las ocupa en el juego de suerte y azar
que mantienen en su palacio..." 20
Para paliar la incompetencia del Presidente, no se podía contar con los ma-
gistrados de la Audiencia: la justicia era pobremente administrada en Quito, por mi-
nistros a menudo indignos. El decano había sido echado en 1808 y el vice-decano
confinado en Santa Fe; uno de los auditores era venal, "hombre de débil condi-
ción, adicto al interés y empeños;" 21 los otros eran considerados por el Presidente
22 "Oficio del presidente Castilla al virrey Amat", 2 de octubre de 1809, en José Gabriel
Navarro, La revolución, op. cit., p. 200.
23 Francisco Tomás y Valiente, Los validos en la monarquía española del siglo XVII, Ma
drid, 1963.
24 "Representación del obispo. . . " ABCE, vol. 12, f. 157 v.
25 Id., f. 15.
26 "Oficio del obispo al virrey" 21 de octubre de 1810, en José Gabriel Navarro, op~cif., p.
200.
30
TRANSACCIÓN Y ENFRENTAMIENTOS
Sin embargo, la sociedad criolla oscilaba generalmente entre estos dos po-
los y solamente después de haber agotado los recursos de conciliación, sus facciones
pasaban a la lucha abierta.
En la época colonial, los conflictos se manifestaban en las estructuras reco-
nocidas, tales como el Cabildo; después de la independencia, la forma de las nego-
ciaciones se tornó más compleja, los lugares de los conflictos y lo que estaba en juego
en estos conflictos se habían multiplicado, así como los actores.
A fines del siglo XVIII, la Municipalidad de Quito no aparece, como se ha
dicho frecuentemente, como el órgano de una democracia local; compuesta por dos
alcaldes escogidos por doce regidores, todos aliados o miembros de linajes patricios,
era quizás una especie de senado y en todo caso, un lugar de prestigio y de poder,
pero no representaba los intereses del conjunto de los criollos contra la autoridad
colonial. Los acontecimientos de 1809-1812, mostraron que elCabildo no conocía
ni siquiera la solidaridad de grupo: se desgarraban entre ellos. Los intereses familia-
res primaban antes que los del grupo latente; así de este modo el marqués de Selva
Alegre usaba su influencia sobre el Presidente Carondelet para imponer siempre la
presencia de su hermano, de sus hijos o de él mismo en el seno del Municipio, con-
tra la mayoría de sus miembros.
También las tensiones entré el Presidente y la Municipalidad tomaban
siempre la forma de una división en el seno de ésta: una familia o varias, era aliada
del Presidente. Por consiguiente, el arbitraje era el resultado de una relación de fuer-
za entre dos clanes.
LA VIOLENCIA LIMITADA
¿Cuáles eran los medios indirectos por los que esta sociedad se encontraba
ligada al dominio religioso? En relación a los habitantes de la Audiencia, el número
de clérigos era modesto; en 1833, existían 507 religiosos en el Ecuador 27 yaunenla
época colonial en la que el clero era más numeroso, no hubo más de 700 eclesiásti-
cos para cerca de 500.000 habitantes. Sin embargo, casi todos estaban reunidos en
Quito y en la circunscripción cercana. De este modo se confunde el plano de la in-
surrección religiosa de 1810-1812 con el del marco clerical de la Sierra.
Nombrado y controlado por la corona, el clero colonial, hubiera debido
hacer gala de más disciplina y docilidad de las que mostraba en Quito, donde las ór-
denes religiosas y el obispo perseguían ambiciones rivales y, a veces unidos, se opo-
nían juntos a las autoridades laicas, seguros en ese casó, de ser sostenidos por el pue-
blo. En 1841, el Encargado de Negocios francés hacía notar lo que caracterizaba al
siglo precedente: el enfrentarse al poder obtenía gran prestigio. "Muchos eclesiásti-
cos han especulado con su rechazo a prestar juramento para adquirir la reputación
de santidad que, en el Ecuador, es la única que da popularidad". 28
En el capítulo V se describirá cómo se traducía esta fronda religiosa en
1810-1912 en el momento de la insurrección y de la primera República de Quito. A
pesar del fracaso de esta tentativa, el clero no se calmó después de la independencia;
en 1839 y no obstante que un tercio de los miembros del Congreso pertenecían a la
Iglesia, 29 el Senador Fernández Salvador presentaba en vano un proyecto de ley con
el objeto de reprimir los abusos de lenguaje de los curas: "No es lícito a los
oradores sagrados mezclar en los discursos religiosos cuestiones de orden político,
civil y decidirlas contra el gobierno en virtud de la autoridad del Espirito Santo." 30
Taimadas represalias no dejaron de ejercerse contra los más rebeldes: el obispo Che-
Los repliegues
republicanismo patriotero y tiene cuidado en fustigar los "excesos" del clero colonial, silencian-
do las tendencias y los movimientos integristas populares. De esta manera, González Suárez da
una de las interpretaciones más seculares que hayan aparecido sobre la insurgencia de Quito.
2 H. Bonilla, y otros, La Independencia del Perú, IEP, Lima 1970. Cf., igualmente el viejo
pero siempre sugestivo artículo de Pierre Chaunu, "Interpretations de l'índépendance de
l'Amérique Latine" in Tilas, IV añop n. 8, 1963, pp. 5-23.
3 Nick D. Mills y Gonzalo Ortiz C, "Economía y Sociedad en el Ecuador post-colonial,
1759-1859", in Cultura. Quito, vol. II, n. 6, p. 139.
35
La ruralización
7 Rosemary F. Bromley, "The functions and development of colonial towns: urban change
in the central highlands of Ecuador, 1698 - 1940", Transactions, new series, vol. 4 (1),
1979, p. 36.
8 Archivo del Ministerio de Finanzas, catastro de contribución, Pichincha, 1874.
9 In W. Loor, Cartasde García Moreno, vol. IV, Quito, 1966, pp. 512-514.
37
Pero eran raras las propiedades que podían alcanzar una diversidad tal, obtenida gra-
cias al control de los diferentes niveles ecológicos, desde las cuencas donde se sitúan
las mejores tierras y cuyas haciendas se esforzaban en desalojar a los indios, hasta la
zona árida de las estepas de altura, los páramos. Anunciando que entregaba una ha-
cienda con cien peones más, García Moreno mostraba también que la lógica del sis-
tema era aumentar todo lo posible el número de conciertos a fin de apropiarse de
una parte de su trabajo.10
Lo esencial eran los indios, la masa de esos campesinos, conciertos en las
haciendas, jornaleros o bien campesinos libres propietarios o artesanos, a los cuales el
hacendado como el comerciante descontaban una parte del trabajo. Así pues, du-
rante los primeros, decenios de la independencia, los campesinos-artesanos, cuya
existencia era difícil, libraron un desequilibrado combate contra los grandes propie-
tarios. Parece que entre 1830 y 1870 aproximadamente, se estableció un sistema
cuyo motor era el productor de mercaderías simples, un artesano que se encontraba
frecuentemente en competencia con la hacienda; su antagonismo no excluía por lo
demás, una cierta funcionabilidad.
Disponiendo de todo el aparato coercitivo del Estado, los propietarios tra-
taban de controlar en todo lo posible la mano de obra y endeudándoles de por vida,
lograban extraer una parte de su trabajo. Controlando el mayor número posible de
campesinos, podían preservar su capacidad de compra de productos importados,
siempre manteniendo y reforzando su poder extra-económico. El mecanismo de este
control bastante conocido, tomaba la forma de un dispositivo legislativo: prisión por
deudas, leyes contra la vagancia y la mendicidad; conservación del tributo, luego
creación de la contribución general, trabajos forzados, pago de diezmos y tasas en
las transacciones de tierras, leyes sobre el cercado de las propiedades a fin de impedir
a los campesinos el libre acceso a los pastizales, leyes sobre las tierras eriazas, sobre
la adjudicación de las tierras embargadas, el enrolamiento militar. .., toda la
legislación iba en eí mismo sentido. No obstante, no habría que creer que estas de-
cisiones eran aplicadas fácilmente. El mismo hecho de que fueran revocadas con fre-
cuencia, demostraba su limitada eficacia. Por otra parte los campesinos habían
aprendido a resistir: por ejemplo podían jugar con la rivalidad entre los propietarios
para venderse al "mejor postor." H La resistencia podía ser también pasiva y la ren-
tabilidad del trabajo era sin duda limitada. En fin, encontraban un apoyo involuntario
del lado de las plantadores y de los comerciantes de la costs que defendían la li-
bertad del trabajo.
Hubo sin embargo, dos momentos en los que el rechazo tomó una forma
más violenta y desembocó en los levantamientos contra el poder central y la legis-
lación. En 1843, por ejemplo, la revuelta (que no concernía solamente a los indios)
LOS INVENTOS
La Diarquía
explicaban al príncipe cómo sacar el mejor partido de sus recursos. Siguiendo esta
antigua corriente, los quiteños, percibían mal la novedad de las preocupaciones eco-
nómicas del siglo XVIII: no veían sino un conjunto de recetas destinadas a devol-
ver su prosperidad al reino. La riqueza era, ciertamente, esencial para la sociedad,
pero no se concebía que su búsqueda pudiese acarrear grandes disturbios sociales y
políticos: no era sino el regreso al orden natural.
En el siglo XVIII, la Audiencia de Quito soportó muchas calamidades: te-
rremotos, volcanismo, revueltas y pobreza. La élite ilustrada quiso entonces ser
"restauradora de la Patria." 4 La crisis por la que atravesaba el país amenazaba con
la ruina de toda la organización de la República, por eso, desde el año 1780, los futu-
ros insurgentes trataron de obrar para que "renazca un día la Patria".5 Pero no ad-
mitían los ineluctables progresos del hombre 6 de otro modo que proyectándose hacia
una felicidad pasada, el retorno al tiempo en el que prosperaban las haciendas en que,
los talleres textiles abastecían Potosí, en el que la moneda circulaba hasta en medio
del pueblo bajo. Los revolucionarios de 1809 no preveían que los bienes de los
cuales disponían pudieran acrecentarse de manera incomparable, sino que buscaban
sus fuentes en la idea más antigua, la del buen gobierno; y en el camino de la
prosperidad la conducta de los dirigentes lo era todo, las leyes de la ciencia econó-
mica o la iniciativa privada, no contaban en lo más mínimo.
Con el fin de entenderlos, hay que aceptar que los criollos de Quito, hubie-
ran podido tratar de las virtudes de la economía política, cuyos buenos autores
leían, tomando sin embargo, lo contrario de lo que exponía Jean-Baptiste Say: "Las
riquezas son independientes de la naturaleza del gobierno (...). Las formas mismas
de la administración pública no influyen sino indirecta o accidentalmente en la for-
mación de las riquezas, que es casi enteramente obra de los individuos". 7
EL CUERPO POLITICO
La sociedad constituida formaba un cuerpo, el cuerpo político - se decía
también con menos frecuencia, la república - que no se descomponía ni en ciu-
dadanos ni en familia ("El hombre orgánico" de La Mennais); 8 la célula no es el in-
dividuo, no es la persona, es el ser hecho a partir de una masa informe, Adán nacido
4 Carta de Pedro Luca Larrea a Eugenio Espejo, (14 de octubre de 1791), in Primicias del
la cultura de Quito, n. 2, p. 36 de la edición facsímil de 1981 (Quito, Banco Central del
Ecuador).
5 Id., n. 4,16 de febrero de 1791, p. 48.
6 Id., "Instrucción previa", p. 1.
7 Jean-Baptiste Say, Traite d'économiepolitique, París, 1803, t. I, p. III.
8 "El elemento natural de la sociedad relativa (sic) al organismo humano o de la ciudad, no
es el individuo sino la familia (...). La familia se compone del padre que es principio ge
nerador, de la mujer que es el medio de la generación y del niño que es el fin. Estos tres, juntos,
constituyen él hombre orgánico completo, el hombre reproducido, perpetuado, el hombre que
no muere", felicité de La Mennais, "De l'absolutisme et de la liberté", in Oeuvres completes,
1836, t. 11, pp. 169-170.
47
de la arcilla cuya primera fusión prefigura la formación social.9 No se define por derecho
sino por facultades: "Somos seres racionales que hemos nacido para la sociedad." 10
Citación rigurosa de postulados aristotélicos, pero en la sociedad andina, el ejercicio de la
razón tomaba un sentido particular, la "racionalidad" introducía un corte en el cuerpo
político: como se sabe "irracionales" designaba igualmente a los indios. Eugenio Espejo
se indignaba de que este calificativo fuese empleado todavía dos siglos y medio después
de la conquista. U Era como sugerir que antes había sido justificado; y cuando en 1803
Xavier Montúfar reprimía una rebelión en Rio-bamba, no parecía convencido de que los
indios fuesen seres razonables: evocaba a sujetos salvajes y no a miembros de la ciudad.
En la Audiencia de Quito, el tiempo transcurrido jugó más bien contra los
vencidos; en el siglo XVI, la administración había reconocido en la república de los indios
a la otra mitad del cuerpo político, simétrica a la república de los españoles, dotada de
jefes legítimos y de derechos (una corporación con su status). 12 A fines del siglo XVIII,
esta construcción jurídica parece tener menos relieve, encontrándose la sociedad india
relegada a los márgenes de la república, a los límites de la humanidad; había perdido sus
élites, sus señores naturales habían sido disminuidos o ganados a la otra república. La
evolución revelaba que algunos conceptos perdían su sentido, las jerarquías sociales y su
gobierno eran cuestionables.
Heredada de los clásicos, la antropología de los criollos se fundaba en la razón y
en la sociabilidad; una y otra no podían disociarse. Si Hobbes tanto como Maquiavelo,
era leído en secreto y abiertamente condenado en Quito, no se aceptaba que la violencia y
el temor recíproco hubiesen podido fundar el estado social; estaban seguros que los
hombres se agrupaban por la simple razón de ser humanos. 13
Si dentro de ese marco, el pensamiento criollo podía, no obstante, concebir la
idea de un contrato social, no la entendía en el mismo sentido que Rousseau, Hobbes o
Locke; la sociedad preexiste al contrato; éste reúne a gobernantes y'gobernadores, mas
no a los hombres entre ellos, destinados a agruparse. Aún más, la soberanía conferida al
monarca no era el resultado de un contrato de sujeción; el rey tenía tanto deberes como
derechos, debiendo aplicar en cierto modo tin acuer-
9 "Un Dios que de una masa formó nuestra naturaleza, nos ostenta su unidad y la estable
ce", in Primicias, op. cit, p. 54.
10 Id., p. 5.
11 "Defensa de los curas de Riobamba", op. cit, p. 226.
12 Cf. Georges de Lagarde, La naissance de l'esprit late au déclin du moyen age, Louvain,
1956,1.1, "Le regime des estate", p. 114 y siguientes.
13 "El lenguaje y la sociedad no son asuntos de invención ni de revelación, sino de creación:
siendo atributos esenciales de la naturaleza del hombre, fueron creados cuando su natura
leza fue creada". Juan José Donoso Cortés, "Bosquejos histórico-filosóficos, in Obras Cample·
tas, Madrid, 1854, t. III, p. 413.
48
La salud pública
14 Edmund Burke, Reflexions sur la revolution de France, París, 1819 (1790), p. 32.
15 Ibid.
16 ABCE, "Representación de Juan de Dios Morales" (1810), vol. 12 fs. 167-179.
17 AHN, Carta del regidor de Zaruma, "Gobierno", n. 40. Gb, 16. III, 1813.
18 Sobre la evolución del pensamiento concerniente a las pasiones privadas y su relación en
la vida social, cf. Alberto O. Hirsman, Les passions et les intéréts, París, 1980.
19 Sobre este tema, cf. Judith Ε. Schlagner, Les méthaphores de l'organisme, Vrin, 1971,
en especial el capitulo VI: "De la maladie comme catégorie socio-politique", p. 175-189.
20 Eugenio Espejo, Primicias, op. cit, p. 8.
49
pítales de la acusación, que le valieron dos años de destierro en Popayán a Juan Pa-
blo Espejo, fue el haberse pronunciado contra la sumisión obligatoria de los hijos
ante la elección de un cónyuge por los padres. El hermano de Eugenio Espejo no se
preocupaba, quizás, sino de la libertad individual y de la felicidad conyugal; las au-
toridades creyeron que él evocaba la emancipación de la colonia. En 1809, el conde
de Casajijón "tuvo el atrevimiento de decir que los reyes y soberanos se mudan co-
mo los muchachos a los maestros de escuela." 21 En la misma época, el abate De
Pradt, encargado por Napoleón de seguir los asuntos de España, elevó la metáfora al
rango de ley histórica: la independencia marcaba el uso de razón de las colonias. 22
Pero la imagen llevada a su término, implicaría mucho más que un modo de creci-
miento: una complementariedad de funciones, una disposición necesaria de los ór-
ganos, una estructura en la que cada uno encontraría su lugar, indispensable, ligado
a todos, creando "el cuerpo que forma el Estado y que presenta tanta analogía con
el cuerpo humano." 23 No hay nada de eso en Quito, donde el cuerpo político no
tomaba todo su sentido sino cuando se le consideraba enfermo o amenazado de in-
fección. Era político el ejercer funciones edilicias: un administrador interesado en la
calidad del agua de su circunscripción en la que hacía plantar árboles, que trataba
de desarrollar la vacunación y de prohibir la inhumación bajo las lozas de las Igle-
sias, velaba por la salud pública; 24 el término de salvación no podía ser empleado:
habría significado la salvación eterna y en política no se trataba de redimir almas,
sino de hacer escapar un cuerpo de la corrupción. En el tiempo revolucionario, los
quiteños no crearon pues un comité de salud pública, sino un concejo de vigilancia.
En el siglo XIX, en otros lugares de América del Sur, se establecieron efímeros co-.
mités de salud pública: es que se proyectaba amputar algunos miembros del cuerpo,
no solamente velar por sus actos. La amenaza más fuerte que pueda pesar sobre la
formación social, es la gangrena de la discordia. 25
Otra debilidad de los empleos criollos de la metáfora: así como no trata-
ban las complementariedades orgánicas, tampoco contemplaban ni la reproducción
ni supervivencia cuando se referían al crecimiento y a la decrepitud del cuerpo políti-
co. El pensamiento criollo buscaba la inmortalidad del Estado, en eso (como en mu-
chos otros puntos) estaba muy próximo a Bossuet: "Los gobernantes se perpetúan
21 "Informe general de los empleados de Quito ( . . . ) eon notas exactas de la conducta que
han observado durante la revolución de Quito", Nuñez del Arco. ABCF. "manuscritos".
vol. 10, f. 254.
22 Dominique De Pradt, Des colonies et de la revolution actuelle de l'Amérique". París.
1817,2 vol.
23 Mémoires de Louis XIV, París 1806. t. 11, pág. 26.
24 fin francés hay un matiz importante entre salud (santé) y salud pública (Salut public) sin que el término
salud tenga directamente el sentido religioso de salvación.
25 "Aunque el cáncer de la insurrección haya infestado la mayor parte de la masa política,
todavía no debe desesperarse de la salud pública". Luis Quijano. in Pensamiento ilustra-
do ecuatoriano, Quito, Banco Central del limador. 1980, p. 415.
50
26 La politique tirée des propres paroles de Vécriture sainte, París, 1709, p. 27.
27 Edmund Burke, op. cit, p. 171.
28 Es difícil traducir la palabra francesa "agrégat". El término t-scegido no es satisfactorio.
51
glo, se evocaba con más frecuencia al pueblo ínfimo o plebe que a los vecinos.
Los vecinos representaban a la comunidad sometida a un orden y a jefes
que se ofrecían para representarla: las fiestas - no un regocijo, sino un espectácu-
lo - eran la ocasión frecuente de hacer desfilar a ese pueblo: a la cabeza, la nobleza
con sus atavíos, montaba caballos cuyo ropaje hacía juego con sus colores. No obs-
tante esta comunidad - la ciudad - no se confundía con el todo social y en tiempo
de motines y revueltas, no se trataba de otra cosa que de la plebe que formaba la
multitud y que sólo podía obedecer o rebelarse, "insolente o sumisa", alejándose
del cuerpo político en el momento de las rebeliones, a tal punto que era cada vez
sospechada de aliarse con los indios. A la comunidad del pueblo, que parecía re-
ducirse, se oponía la plebe informe, según la distinción de Hobbes:
De lo cual se puede ver la diferencia que hago entre esta multitud a la que
llamo el pueblo, que se gobierna regularmente por la autoridad del Magis-
trado, que se compone de una persona civil quien representa a todo el
cuerpo, del público, la ciudad o el Estado, y a quien no doy sino una vo-
luntad; y esta otra multitud, que no guarda ningún orden, que es como una
hidra con cien cabezas y que no debe pretender en la república sino a la
gloria de la obediencia. 29
32 Juan de Dios Morales, ya citado, f. 169. La palabra barrios había cambiado de sentido.
33 "Todo se ha invertido en más de un siglo: los originarios están ausentes en otras provin
cias, y los de ellas en éstas, subrogados y casados; en tanto grado que sus hijos no sólo son tribu
tarios, nacidos y criados, sino es reservados, bastantes, y sus familias, por ambos sexos, crecidas:
la expulsión o regreso es imposible". Vista de Quito y su provincia, informe de Don Félix De
Llano, Riobamba 8 de febrero de 1764, AHNB (Sucre, Bolivia), fondo colonial, "visitas del
Ecuador" 1.1, f. 698.
34 Acerca del sublevamiento de Latacunga (1766), cf. AHNB, fondo colonial, "miscelá
neas", tomo 45, fs. 270 a 355. Para el sublevamiento de Riobamba (1803), cí AHN, "re
beliones", n. 6.
53
una pierna en Saquisilí, y la otra en el pueblo de San Sebastián, para terror y ejem-
plar espanto de las gentes". 35 Una vez más la metáfora no era empleada sino para
señalar a un organismo vulnerable, amenazado de ataque o de descomposición,
El período de incertidumbres revolucionarias que siguió al fracaso de 1809
se muestra menos feroz porque éste predicaba la unión contra los realistas. La cons-,
titución española de 1812 dio el derecho de voto a todos los vecinos y los goberna-
dores interpretaron la regla haciendo votar a los indios residentes. Estallaron enton-
ces los conflictos entre las autoridades cuando se trató de determinar cuáles eran los
barrios que formaban la ciudad y cuáles no; del mismo modo en que aveces cercaban
la ciudad, los indígenas que vivían en la periferia. En 1813, un abogado de provincia,
José Agustín de Celis, resolvió recordando que de todos modos, las Cortes habían
proclamado la igualdad de derechos de todos los habitantes del imperio 36 y en
1817, un indio originario de Tusa (Ibarra) pedía al Presidente de la Audiencia ser
tratado con "la equidad y benevolencia con que deben ser tratados los indios de su
mismo Cuerpo Político." 37 La expresión no chocaba en ese entonces: el hombre
fue puesto en libertad.
Sin embargo, la integración no fue admitida por mucho tiempo y en la Au-
diencia de Quito, no se llegó hasta el extremo de plantear el problema de la ciudada-
nía india tan francamente como en Charcas o en el Río de la Plata donde los criollos
se fabricaban una credencial de americanidad hablando en lugar de los indios; no se
encontraría un texto equivalente a esta Oración fúnebre de Túpac Amaru publicada
en Buenos Aires en 1816: "¿Somos hombres o somos brutos? (...) ¿Somos
ciudadanos o somos extranjeros? Si somos ciudadanos, ¿por qué no gozamos de las
mismas prerrogativas que los otros?" 38
A partir de 1819, la Gaceta de Quito exponía lo que fue hasta nuestros
días la posición republicana, que la exclusión esté o no confesada: "La población
americana se compone en gran parte de indios y negros, gobernados por las reglas
del antiguo sistema (...) ¿Qué haremos para igualar súbitamente todas las clases sin
subvertir el edificio público?" 39 Excluidos del cuerpo político al final de la época
colonial, los indios permanecían separados de la sociedad civil: únicamente la con-
cepción política de repúblicas duales les había dado una vida política.
En el transcurso del siglo XIX, muchos autores sudamericanos han hecho
notar que la revolución en Europa se había hecho para establecer la igualdad y la de
América para ganar la libertad; la democracia resultaba de la ausencia de monarca y
de un pasado de dependencia común. Era la opresión metropolitana la que había ni-
velado a los americanos; amenazada siempre de cierta forma, la libertad quedaba
siempre por conquistar, mientras que la igualdad había sido creada por la misma si-
tuación colonial: ¿Hay que recalcar que esta igualdad se acomodaba bastante bien a
la desigualdad de condiciones?
Jerarquizado de esta manera el cuerpo político, los atributos que determi-
nan los rangos, son inesperados: no corresponden a la antinomia rusticidad-civili-
dad, ni la ignorancia- competencia, etc., sino a la movilidad-estabilidad. El hom-
bre quiteño estaba definitivamente territorializado, ligado a la ciudad. Sus esferas
elevadas garantizaban el orden y la permanencia, manteniendo losiazos de la asocia-
ción política que permitían su existencia; sus itinerarios eran conocidos, el curso de
la vida ya fijado, mientras que la plebe e indios formaban los dominios inciertos de
la inquietud, amenazadores porque ellos eran portadores del disturbio y porque no
se sabía realmente dónde se encontraban. La sociedad colonial que se deseaba esta-
ble, que vivía en lugares ordenados 40 en los que todos se encontraban, componía
un universo obsidional: el hombre que uno cruzaba, quizás un día rehusaría el
"amable yugo de la sumisión", cercaría la ciudad y habría que liquidarle. Todo ve-
cino se volvía miliciano cuando era necesario: a veces las fronteras entre el poder
privado y el poder público se diluían. Cuando eran llamados, los vecinos debían ha-
cerse justicia. En febrero de 1809, Xavier Montúfar no disponía sino de cinco hom-
bres para hacer respetar el orden en la agitada provincia de Riobamba. 41
Tratándose del cuerpo político, los criollos de Quito percibían en realidad
dos espacios: interno, aquel que podía disociar la discordia que no correspondía al
enfrentamiento de intereses divergentes, sino el desencadenamiento de pasiones, de
"odios fraternos". 42 Adán fue la célula y la sociedad constituida repite la historia
de los hijos de Adán. En revancha, en España, Francisco Cabarrus daba en el mismo
momento una interpretación completamente distinta de los conflictos: "Las dife-
rencias entre conquistadores y conquistados, entre nobles y plebeyos, entre ciuda-
des y lugares, desterrando la representación igual de la sociedad (...), substituyeron
la voluntad y el interés de tal clase, al interés y a la voluntad general." 43 Cabarrus
banal izaba la discordia rebajándola a usurpación.
Los quiteños rechazaban esta laicización, queriendo más bien seguir a Bo-
ssuet: "Dios era el lazo de la sociedad humana. Habiéndose separado el primer hom-
bre de Dios, la división se introdujo en la familia como justo castigo y Caín mató a
su hermano Abel". 44 Ellos buscaban conjurar la discordia por una especie de coro-
40 1.1 orden en las parroquias (cf. supra), pero igualmente sensible en la jerarquía de las ciu
dades: ciudad, villa, asiento, lugar.
41 ABCE, vol. 3, fs. 121-122.
42 Marqués de Selva Alegre, "Representación al obispo de Quito, presidente del Estado",
1812, ABCE, "manuscritos", vol. 13, f. 293.
43 Francisco Cabarius, Carta ai Principe de la Paz, Victoria, 1808, p. 13.
44 Bossuet, La Politique, ob. cit., t. I, p. 13.
55
lario de este texto, reclamando una autoridad que, de alguna forma, fuera de origen
religioso. ·
En el lado opuesto, permaneciendo ajeno al cuerpo o teniendo como asien-
to las márgenes de la ciudad, se encontraba el espacio moviente y de la turbulencia,
de la violencia que se había tornado mortífera y sin freno, una vez que hubo desa-
parecido la obediencia: ahí se agrupaba la plebe, a veces y la sociedad india. Diga-
mos simplemente que los criollos se sentían herederos de una conquista; guardaban a
la cabeza la antigua distinción de los xenoi y de los barbaroi: un francés de lá misión
geológica les resultaba más cercano que un indio de los suburbios.
Encerrado entre los muros de la ciudad, el espacio político era por lo tanto.
íntimo, formado por hombres de un mismo origen. Cabarrus que versaba anterior-
mente sobre los conflictos, improvisó un mito original inspirado fuertemente en
Locke, y que uno creería forjado para las sociedades andinas: "Un hombre pasa aun
en el día a la parte más inculta de la América septentrional, escoge un terreno, le
desquaja; su mujer y sus hijos le ayudan, y toman posesión de aquella tierra. Vea
Ud. nacer el derecho de propiedad.
"A cierta distancia, otras familias hacen lo mismo, y adquieren los misinos
derechos (. . .). Al cabo de algún tiempo, los salvajes destruyeron su labor, ambata-
ron su subsistencia, incendieron su choza, y mataron a su hijo o a su mujer."
"Este accidente acaecido a una familia, amenazó a todas las demás, y com-
prendieron la necesidad de reunirse para que todos juntos protegiesen la seguridad y
la sociedad de cada uno; tal es aún, tal fue y será siempre el pacto social." 45 ¿Cómo
significar de manera más clara que el pacto no sólo excluía a los "salvajes" sino que
se establecía contra ellos?
Entonces, los criollos no concebían la desigualdad de los "statue^ como un
mal, ni como un peligro para el orden, porque el orden se sustentaba sobre la desi-
gualdad. 46 Podía uno asombrarse de la ausencia de un complemento orgánico del
cuerpo político; se explica mejor ahora: se necesitaba solamente una función, la que
preservaba la existencia de la asociación política, la Ciudad. Ahí, los revolucionarios
de 1809 eran conservadores para quienes el imperativo de la supervivencia primaba.
Nación y Patria
47 José Ortega y Gasset, "El Espectador" (1925), in Obras Completas, Madrid, 1946 t II
p. 372.
48 Juan de Dios Morales, ob. cit., fs. 173 y 176.
49 Bossuct, La Politique, op. cit., p. 21.
57
50 Id. p. 91.
51 "El Nuevo Luciano de Quito", in Escritos, Quito, 1912, t. I, p. 346.
52 Principios constitucionales, Madrid, 1837, p. 11.
58
De este modo, los criollos no discernían una ruptura total entre el estado
social y el estado natural que ellos concebían agonístico: su universo corría el
riesgo de caer en la entropía de la pasión sin freno. Sin embargo, los conflictos que
afectaban a la sociedad colonial no presentaban todos el mismo peligro. Las dispu-
tas de precedencia en el seno de los cabildos, entre estos y los ministros de la Au-
diencia, entre las autoridades laicas y religiosas, recuerdan los privilegios de unos y
otros, reafirman la jerarquía, refuerzan el orden. En la periferia de la república, pero
en el centro de la vida colonial, las sublevaciones indias estrechaban los lazos de la
ciudad, acercaban en un momento la plebe a la nobleza: "Recogí todo el vecin-
dario, y en menos de dos horas, pudo formarse un cuerpo numeroso de más de 150
hombres armados (. . .) fuera de innumerable gente plebeya que se ofreció volun-
tariamente a seguir a pie, armada de cuanto podía encontrar entre su miseria, de pa-
los, cuchillos, dardos, y a lo menos piedras". 58
Una rebelión no crea la discordia, no eleva "un muro de eterna separación
entre Quito y Quito, entre familias y familias, 59 no forma dos campos de enemigos
fraternos. El espíritu departido, de disociación, constituye el verdadero peligro. En
el curso de un período muy agitado, la Audiencia de Quito, ofrece muchos casos
ejemplares de discordia, dejando de lado a la capital.
En 1813, Pasto, Loja y Cuenca se establecen en la división. En virtud de
la Constitución española de 1812, la elección de las municipalidades constituciona-
les permitía la expresión de fisuras, ahí donde no se adivinaba sino líneas de reparto.
Los acontecimientos se desarrollaron siguiendo el mismo esquema: dos facciones se
agrupan alrededor de un mismo personaje. Cada parte acusa a la otra de amenazar a
la república, a la religión, al conjunto de la sociedad. No se enuncia nada más pre-
ciso: "Un hombre torpe y grosero como don X. ( . . . ) es un autómata que solamente
sirve para instrumento por donde respirar contra el honor y la hombría de bien, de
los sujetos envidiosos y malignos que han venido a incendiar y meter la discordia entre
los vecinos de esta ciudad". 60 He aquí el modelo según el cual eran fundadas las
a fines del siglo XVIII: designaba la unidad establecida a partir de la diversidad que
funda el orden y la cohesión y que forma la piedra angular del edificio social. Su ra-
zón de ser: la justicia. "Sólo la justicia puede crear una comunidad legítimamente;
sin ella, ésta sería ilegítima". Los criollos volvían a recordar la sentencia de San
Agustín: entre 1809 y 1812, evocaron muy poco la explotación de las colonias por
su metrópoli, no pensaban sino en lo arbitrario del poder colonial. Es un rasgo que
los distingue de los peruanos como Vizcardo y Guzmán, o de los comerciantes de
Río de la Plata. En la Audiencia de Quito, el más convincente defensor de la depen-
dencia imperial era un negociante del puerto de Guayaquil.
El poder, garante de la justa retribución de las penas y de los bienes, era el
amo de la prosperidad: la riqueza provenía del buen gobierno, y los textos lo expre-
saban a través de metáforas cósmicas. Cuando en 1789, Quito festejó el advenimien-
to de Carlos IV, la fuente de la Plaza se iluminó con emblemas que presentaban
"Al Rey, nuestro Señor en forma de un sol resplandeciente, y en la luna llena a la
Reyna nuestra Señora, ambos a lo superior del globo, y a lo inferior de él siete luce-
ros de mayor a menor alusivos al Señor Presidente y Señores ministros del tribunal
de la Real Audiencia, con un número duplicado de estrellas á la superficie represen-
tando a los individuos de que se compone actualmente el Ayuntamiento". 65 La re-
presentación del poder provenía de una jerarquización de todo el universo; 66 la
Audiencia se extendía a lo largo de la línea equinoccial, Quito se encuentra en la
vertical de los rayos solares; ¿cómo concebir que se esté tan cerca del astro y tan
lejos de los beneficios del monarca?
¿Cuál era entonces el lugar del poder: de dónde emanaba, dónde se coloca-
ba en relación a la sociedad y al cuerpo político? Para Santo Tomás y el pensamiento
medioeval, el soberano reinaba a Deo per populum. Los neo-clásicos Suárez y
Mariana habían establecido que un contrato ligaba al príncipe con sus subditos
que Bartalomé de las Casas presentaba así: "Toda sujeción de los hombres con res-
pecto a un príncipe ( . . . ) debió comenzar por un pacto voluntario entre el gobier-
no y los gobernadores". 67
El absolutismo había substituido a esta mediación popular una concepción
vicarial del príncipe: ministro de Dios, no tenía que rendir cuentas sino a la divini-
dad. Con frecuencia se han tratado las reformas administrativas y económicas exigi-
das por los Borbones, pero se han interesado poco en el injerto absolutista que por
intermedio del clero practicaban en el viejo cuerpo de la monarquía hispánica, to-
mista y contractual, fallida en España donde solamente la élite anti-clerical defendía
73 Cf. Juan Beneyto Pérez, Los orígenes de la ciencia política en España, Madri4, 1949, p.
147, a propósito de la influencia de Marsilc de Padua.
74 Edmund Burke, op. cit.
75 Marqués de Selva Alegre, ya citado.
76 Ibid.
77 José Antonio de San Alberto, op. cit., p. 73.
64
78 S.N.H. Linguet, op. cit, pp. 45-46. Esta citación que hubieran podido firmar los quite
ños, no está en contradicción con su deseo de multiplicar las instancias. Para oponerse al
despotismo nacido de un solo centro de poder, o de dos, enfrentados o bien aliados, los criollos
creaban un acrecentamiento de poder.
79 Marqués de Selva Alegre, ya citado, f. 291 v.
80 Primicias, op. cit., n. 3.
65
1844, Vicente Rocafuerte cuenta con mucha naturalidad cómo se acomodaban las
actividades de revolucionario profesional con el ejercicio de su comercio; el fracaso
de sus especulaciones y los reveses de la fortuna independista se seguían, uno tras
otro y pasaba lo mismo con el éxito. 81 ¿Habría sido él único capaz de ser sincero,
sus compatriotas se encubrían con principios a fin de disimular mejor sus operacio-
nes? Se ha afirmado con frecuencia que la independencia era ante todo un asunto
de intereses: los criollos se defendían contra la explotación colonial. Eso es olvidar
que no era necesario emprender una guerra de quince años para pasar de una de-
pendencia a otra, que la mayoría de los independistas pagaron caro a sus conviccio-
nes, y que el siglo XIX no aportó una prosperidad duradera.
Disimular sus posturas, parece en los criollos una manera de atenerse a las
leyes de un género: la política es cosa noble en la cual no se habla de conflictos de
cancelación de cuentas. En la tragedia clásica, no se narra dónde se engordaban los
caballos de Hipólito, sino el fin hacia el cual condujeron a su amo.
¿Es decir que el pensamiento criollo era superficial? Hay sin duda que darle
motivaciones de la misma índole a una actividad intelectual y pensar que los criollos
se expresaban en el respeto a las reglas a fin de ser "bellos espíritus" (como lo
escribía Espejo); para los quiteños era cuestión de mostrarse iguales a los europeos:
la postura no era fútil: de esta manera se ganaba la legitimidad de los nuevos
dirigentes.
Obsesos por la guerra civil, tironeados entre aspiraciones a la justicia que
no podía resultar sino de un pacto entre gobernantes y gobernados y un absolutismo
que era el único que contenía esta libido dominandi fundamento de discordia, se in-
clinaban por Hobbes y por San Agustín, no por Cabarrus o los Federalistas norte-
americanos 82 que recalcaban el peso de los conflictos en la sociedad, pero viendo la
causa en los intereses contrarios, no en la naturaleza del hombre. Preocupados por
la caída, se buscaba en Quito un fundamento religioso a la autoridad.
Espejo nació en 1747, en Quito y murió en 1795. Se dice que su padre, in-
dio de Cajamarca, se había nombrado Chuhig, (lechuza en quechua), que su madre
era hija de esclavo y mulata; se dice también que trató de hacerse reconocer una as-
cendencia navarra - las provincias vascas eran nobles -. Esos detalles que se en-
cuentran en las obras que le han sido consagradas, se basan en pruebas ligeras que no
dejan sino una certeza: Espejo era un mestizo que vivía en una sociedad menos
rígida de lo que podían parecer. A pesar de sus orígenes y de su difícil carácter, era
recibido en la más alta sociedad; su hermana contrajo matrimonio con Juan José
Mejía Lequerica, de nacimiento ilegítimo - su madre era adúltera - quien fue di-
putado por Quito en las Cortes de Cádiz donde se hizo célebre como el "Cicerón de
las Americas". ¿Se puede afirmar que la élite de Quito obedecía a los criterios de pu-
reza de sangre? En ese caso, aceptaba singulares excepciones a favor del mérito indi-
vidual.
No siendo jefe de parentela, como su protector el marqués de Selva Alegre,
Espejo practicaba la estrategia de una minoría activa, 3 su éxito fue mayor. Tenía
como adversarios a funcionarios sensibles a lo escrito, a los papeles que pudieran
traspasar los Andes y el Atlántico para jerjudicarles en Europa; vivía en un mundo
preocupado por la gloria y la reputación, en el cual la persona era reconocida: un
círculo vulnerable para un espíritu malo, como lo sabían las autoridades.
Desde principios de mayo del año de 84 que me posesioné en el mando y
gobierno de esta Provincia ocupo mi particular atención al cuidado de per-
1 AHN, "Gobierno" n. 39, GB. 28.XII.1812, Blas de la Villota, Pasto: "Debo a Dios ser
hijo de unos padres de la primera nobleza de esta ciudad, y tener por mujer a quien es
igual a mí por su nacimiento".
2 La Nación. Restablecimiento de sus principios sociales, folleto anónimo, Cádiz, 1811, p.
51.
3 Serge MOSCOVICI,Psychologie des minorités actives, PUF, 1979.
69
4 "Actuación que se ha formulado contra Don Francisco Xavier Eugenio de Santa Cruz y
Espejo", 18 de marzo de 1789, JJ. Villalengua, ABCE, "manuscritos", n.l, f. 130 v. re
calcado por mí.
5 Id., p. f. 144.
6 Ibid.
7 "Reflexiones acerca de las viruelas" in Escritos, Quito, 1912, vol. II, pp. 343-524.
8 Para el inventario de la biblioteca de este último y de las élites de la Nueva Granada, con
sultar a E. Posada. El Precursor, Bogotá, 1903, pp. 164-191. Así como a J. Torre Reve
llo, "La biblioteca del virrey-arzobispo", in Boletín del instituto de investigaciones históricas,
Buenos Aires, 1929, IX, pp. 27-45.
70
9 Carta del 8 de mayo de 1787, dirigida a Luis Andramuno, incultura, Quito, n. 10, vol.
IV, 1981.
10 "Representación al presidente Villalengua acerca de su prisión", 27 de octubre de 1787,
in Escritos, op. cit., vol. I pp. 213-214.
11 "Copia del juicio.. ." ABCE, "manuscritos", vol. 12, f. 151-155.
71
nos meses, cuando ya no esperaba nada más: "Yo estoy resignado a todo, y pronto
a salir de este Perú que ciertamente no es para hombres de bien: y más si son crio-
llos". 12
El marqués de Miraflores, logra tardíamente rehabilitar la memoria de su
hermano.
Espejo, Flores, dos quiteños con la ambición de emancipar la patria ameri-
cana y de representar en ello un papel importante. Flores escribía sobre él: "A mí sí
todo se me estrecha y oscurece, y no obstante porfío y machaco por ser algo más de
lo que soy" 13 : la búsqueda del soldado terminó amargamente.
Flores se había visto vencido por una sociedad rutinaria, coligada contra
sus proyectos voluntarios, mientras que Espejo pudo vivir sus ambiciones como in-
dividuo reconocido; venido de la plebe, soñaba con el destino de un gran escritor:
"Un tal individuo benemérito de las letras y de los hombres podría presentarse en la
América como Pedro el Grande apareció en la Europa, el sol de su vasto imperio, el
creador del entendimiento de sus vasallos".14
Viviendo en un tiempo en el que el individuo podía surgir a pesar de los
vínculos tradicionales, Espejo pudo consagrarse a exaltar más aún que a ¿1 mismo,
a su personaje.
AUTORRETRATOS
12 "Caita de Ignacio Flores a Javier de Toro Zambrano", borrador s.d., en respuesta a una
carta del 8 de abril de 1786, ABCE, "manuscritos", vol. 24, f. 251.
13 Carta de Ignacio Flores a Pedro Demetrio Gálvez, Cochabamba, lo. de junio de 1780,
ABCE, vol. 24, f. 263.
14 Primicias de la cultura de Quito, p. 12 de la edición facsímil de 1981, op. cit.
15 ABCE, "manuscritos", col. 24; consultar sobre todo la correpondencia de Ignacio Flores
con Saavedra y José Toro Zambrano.
16 Id., p. 248.
17 ABCE, "manuscritos", vol. 1, Quito, 18 de marzo de 1789, carta al presidente Viüalen-
gua,f. 131 v.
72
ranza en el porvenir? Se puede buscar otros sentidos al antifaz del autor y esa era su
intención. Llevaba treinta y tres arios redactando eso y vivía en un tiempo en el que
Camilo Desmoulins confesaba tener la edad del "sans-culotte Jesús"; ¿era entonces
más pretencioso tomarse por el ángel caído?
Como sus contemporáneos, presentía el conflicto. Sean realistas o precur
sores de la independencia, los criollos juzgan que no existe peor mal que la discor
dia; pero Espejo se consideraba como una "máquina racional donde sus resortes son
la maledicencia y la discordia", 24 y cuando todos temían la guerra civil, anunciaba
que ya había llegado: "Pero toda esta tierra, la veo sorbida ya de un mar de odios,
de malignidades, de cabalas secretas, de inhumanidad, de violencias, de dureza para
con nuestros semejantes - Parece que cada mortal está en derecho de formar de su
país un campo de batalla, donde no se representa más que desastres, horrores y
muerte". 25
Pero cuando emprendió la fundación de una sociedad de pensamiento se-
gún el modelo de las Sociedades de Amigos del País que se creaban en España, Es-
pejo la nombró Escuela de la Concordia: ¿un pacificador, este sembrador de discor-
dia? Sus compatriotas pensaban preservar la unidad por la subordinación y la jerar-
quía; compartiendo también sus convicciones, sin embargo, él encontró más justo
confiar en el conocimiento, en las ciencias y en la razón.
EL LÉXICO DE ESPEJO
mos el ejemplo de los dos sermones en honor de Santa Rosa de Lima, que él escri-
bió para su hermano en 1793 y 1794. En la primera lectura, uno se inclina a dudar
de su paternidad: no es otra cosa que elogios de la monarquía y de la subordinación
al imperio. Sin embargo, cierto razonamiento recuerda otra cosa: ". . .Y lo que es
más admirable, en medio de las sombras que forma la enorme distancia del sol ibero
que respeta y ama, Rosa, implorando desde el cielo la sempiterna unidad del Estado
y de la Iglesia, el perpetuo enlace de las colonias con la metrópoli..." 28
Tomás Paine descubría, en 1776, que Dios había colocado a América lejos
de Inglaterra para que su futura independencia fuera más significativa. Pero estando
tan lejos de España, las colonias meridionales permanecían subordinadas por la in-
tercesión de la santa: se necesitaba por lo menos un milagro. De Santa Rosa de Li-
ma, primera americana santificada, se había transmitido una predicción: ella habría
anunciado que el dominio español no duraría más que el imperio inca, y que al final
de tres siglos, América encontraría la libertad. 29 Conociendo el Common Sense, y la
leyenda de Rosa, el público de Espejo sacaba de esta combinación un placer que
hacía la gracia del sermón. Los marullosde Espejo eran menos atributosde conspira-
dor que mascaradas.
Un estudio lexicográfico permite no obstante, no tener en cuenta las astu-
cias de Espejo, a condición que el cuerpo al cual se aplica sea bastante variado: la
frecuencia y sobre todo la sistemática asociación de ciertos términos y locuciones
o co-ocurrencias descubren una visión del mundo y objetivos sin disfraz.
La lengua de Espejo era estructurada fuertemente persiguiendo objetivos
pedagógicos, ponía extremo cuidado en la propiedad de cada término. De este mo-
do no es indiferente que una forma esté empleada en singular o en plural: los pue-
blos designan otra cosa muy diferente que el pueblo, la patria se distingue claramente
del reino, etc.
Siguiendo de manera precisa las significaciones de su léxico, es posible re-
constituir la lógica de sus propósitos, organizado siguiendo dos ejes:
1. Una descripción estática de su universo:
- La sociedad quiteña está formada de subconjuntos distintos, de mani
fiesta jerarquía pero imprecisa.
- Está regida por una monarquía de derecho divino.
- Está considerada en perspectiva con la otra Ciudad; Espejo seguía la dis
tinción de San Agustín. Jerusalén y Babilonia, la Ciudad de Dios y la Ciudad terres
tre se oponen y sin embargo están encajonadas.
2. Un proyecto con miras a resolver la crisis de Quito: afirmando que
América puede aproximarse a la Ciudad de Dios a condición de que sus
élites reaccionen contra la decadencia, Espejo se proponía edificar una nueva socie-
dad, a partir de una "sociedad de pensamiento".
32 Victorian de Villalba, Apuntamientos para la reforma del reino (1797), Buenos Aires,
1822.
78
Las relaciones entre el rey y sus subditos parecía corresponder a una me-
táfora familiar, el monarca-padre se encontraba colocado a la cabeza de una fami-
lia numerosa. ¿Espejo compartía la visión bonachona de Victorian de Villalba quien,
en la misma época, en la Audiencia de Charcas, defendía el ideal de un rey que vi-
vía de manera burguesa su vida familiar ante el pueblo, monarca "desacralizado" y
magistrado sin majestad? Espejo atribuía efectivamente al rey, el ejercicio de la
autoridad paterna que vela por el bienestar común pero esta autoridad paterna
legítima, no tenía su origen sino en Dios, Padre común. Definitivamente absolutista,
Espejo volvía a copiar a Bossuet: "Los reyes son inmediatamente establecidos por
las manos de Dios", y refutaba así el clásico adagio: "el rey tiene su poder de Dios
mediante el pueblo". Establecía un paralelo entre Dios y el monarca según la ima-
gen divina que él reconocía, pues el Dios de Espejo era el Dios Padre, Creador, So-
berano desde su trono de majestad inefable su palabra imperiosa; señor; muy alto y
terrible en sus decretos. 33
El Dios Padre aparecía como una majestad y el mismo Cristo pertenecía
exclusivamente a un registro de autoridad; designa, reparte, recomienda. Si repre-
sentaba un modelo, era el del cuerpo real dispensador de justicia, no el del hombre-
Cristo débil y sufriente de los devotos del siglo XIX.
Imagen de la divinidad, el rey compartiendo los atributos; el trono, la
autoridad, la majestad; era persona augusta.
Sin embargo, no se ha dicho que un rey desacralizado de manera se-
mejante hiciese la ley, pero que el estado monárquico es el más natural para la con-
servación de los derechos. El rey garante de los derechos y no de la ley: sería in-
cómodo descubrir en esta concepción algunas diferencias fundamentales con los
postulados de Suárez.
Habiendo quedado bien establecido que el monarca de Espejo era de dere-
cho divino, sin embargo, ¿él lo declaraba absolutus, colocado por encima de las le-
yes? Los textos consultados no permiten sacar conclusiones sobre este punto: lo im-
portante para Espejo era que el fundamento del poder fuera adivino. El trono debía
apoyarse sobre la religión.
A pesar de todo, hay que señalar que la autoridad del monarca, aunque ab-
soluta, se ejercía sobre vasallos, y no sobre subditos: esta última forma habría desig-
nado la uniformidad absolutista, mientras que la primera evocaba la diversidad de
33 Contra la revolución francesa, o contra aquellos que se arriesgaran a atacar a sus clérigos.
79
los reinos. El absolutismo de Espejo se acomodaba por consiguiente en la actividad
de los vasallos en su propio dominio, es decir, al interior de su patria. Y esto se for-
mulaba mucho más claramente aún en el discurso de fundación de la Escuela de la
Concordia: "Ya somos consocios: somos quiteños (. . .); de»nosotros renace la Pa-
tria: nosotros somos los arbitros de la felicidad". 34
Aceptando de este modo la iniciativa de los vasallos a fin de promover el
desarrollo de su reino, las concepciones absolutistas de Espejo no conducían a trans-
ferir a sus representantes en América la sumisión obligatoria debida al monarca, y
jamás hablaba de la delegación del poder.
Lo que él pensaba del buen gobierno se limitaba así a pocos detalles, pues
él se colocaba en otro nivel, en el de las dos Ciudades, Jerusalén y Babilonia.
JERUSALEN Y BABILONIA
JERUSALEN BABILONIA
América guiada por Santa Rosa El pueblo francés en revolución.
de Lima
constituida por: vasallos pueblo
pueblos
atributos: felicidad altivo, cruel
poder, libertad desnaturalizado, asesino, parricida, impío
tumultuario.
35 Georges Baudot. . . Este mismo registro profético se volvía a encontrar en América del
Norte, cf. Ernest Lee Tuveson, Redeement Nation: the Idea of America's Milenian Role,
Chicago, 1968.
81
EL CONOCIMIENTO Y LA ELITE
36 Isabel F. Knight, The Geometric Spirit: The Abbé de Condillac and the French Enligh
tenment, Yale University Press, 1968.
37 Primicias de la cultura de Quito, op. eit.. n. 1. 19 de enero de 1792. "Ensayo sobre los
caracteres de la sensibilidad."
82
tres caritativas donde escriben en el suelo y en tablas sobre las rodillas por la comodi-
dad de la luz, pero de allí salen a los oficios a perfeccionar la letra, como se recono-
ce en la buena forma de los muchos escribientes, que sirven en oficinas y estudios
de abogados (. . .) Hay muchos y muy buenos estudiantes que no pudiendo acomo-
darse al estado eclesiástico, ni secular, se ocupan en educar niños para mantener-
se". 38
La importancia de la escolarización en Quito parece original, en compara-
ción a la del Perú o a la de Charcas, menos letrados. El informe de 1769 sugería que
el fenómeno se debía al deseo de promoción de las familias populares y a una forma
de desempleo que transformaba a los estudiantes en preceptores a bajo precio. En
ese contexto, las ambiciones y las estrategias de Espejo no dejaban de ser pertinen-
tes. Otros pensaron en hacer del Ecuador un país próspero y moderno; él proyecta-
ba desarrollar ante todo el espíritu, justificando así la emancipación y su reconoci-
miento por las otras naciones.
Amor intellectualis: es lo que le falta a la sociedad andina: ciento cincuenta
años después de la muerte de Espejo, el escritor Boliviano Carlos Medinaceli buscaba
cómo explicar por qué un hombre de letras no podía desarrollarse plenamente en su
país ni escapar a la "acción anuladora del medio". 39 En 1935, los intelectuales
formaban en los Andes "una generación fracasada destruida", 40 "que quiso tener
la virtud de ser joven en un pueblo donde todas las juventudes habían nacido ya vie-
jas" . 41 Los más débiles, o los más ávidos se habían dejado corromper, portavoces de
caudillos "disfrazados 4e providenciales salvadores de la patria". 42 Los más honestos,
o los más orgullosos, vegetaban como chupatintas y desaparecían sin haber vivido.
Eugenio Espejo conoció la misma angustia de asfixiarse en su tiempo "de
total oscuridad, tinieblas e ignorancia" 43 pero no sufrió el destino de los compa-
ñeros de Medinaceli; vivía en Quito en donde uno no se sentía provinciano cuando
se estaba al tanto de las últimas cosas de Europa; era médico y escritor en una época
en la que la ciencia hacía soñar, en la que la literatura confería la inmortalidad.
Practicaba la sátira, el sarcasmo, la insolencia, en una sociedad de interrelaciones
que tenía pasión por mezclar las personas a los debates de ideas. Se afrontaba a una
burocracia obsesionada por el papeleo y por los pasquines sediciosos. Tomaba la ini-
LA DISCORDIA
rápidamente con la discordia; pero cuál ¿La guerra que enfrentaba a Quito con
Cuenca y Popayán, o en la misma ciudad, la disputa de los clanes y los riesgos de
ataques contra los poseedores? El 18 de octubre, el obispo miembro de la junta re-
probando tácitamente la aventura hacía conocer sus temores: "Se ha levantado una
caterva de hombres que están impresionando al ínfimo vulgo en las ideas de una so-
beranía quimérica que dicen ha recaído en esta pequeña porción de ciudadanos sin
educación ni principios". 2
Más tarde el marqués de Selva Alegre dirá haber dimitido para evitar "una
guerra civil que habría movido la ambición y la venganza." 3
No había sido necesario sino dos meses para que los insurgentes de Quito
empezaran a afrontarse; los de Bogotá decían que volvían al vómito del perro". 4
Esta primera tentativa había permanecido laica y secular, cifiendo todas sus ambi-
ciones a deshacerse de las autoridades que no representaban nada. Las motivaciones
de los insurgentes eran diversas, contradictorias sin duda, pero su acción traducía
ante todo el temor al vacío del poder, "la acefalía" que obsesionaba el pensamiento
criollo.
El poder antiguo que se trataba de deponer no era aún juzgado incapaz;
fue preciso que se vertiera sangre para que pareciera irreligioso.
En diciembre, sintiéndose fuerte por el apoyo de las tropas de Lima, el
conde Ruiz de Castilla hace arrestar a más de setenta personas, y encarga a su favo-
rito establecer la acusación. El 7 de mayo, el requisitorio estaba listo. Arrechaga pi-
de la cabeza de los inculpados. La sentencia debía ser confirmada por el Virrey de
Bogotá al cual se envía un emisario cargado de las minutas del proceso, el regidor
San Miguel.
Mientras tanto, aunque mantenidos en secreto, los prisioneros no estaban
aislados de la ciudad; las autoridades de la ciudad dejaban a sus familias el deber de
alimentarles: los domésticos o los esclavos servían de intermediarios. El marqués de
Selva Alegre, que había huido, logra así organizar la evasión de su hermano. Arries-
gándose a la pena capital, los inculpados guardan su entereza: como conclusión de
sus "confesiones" Juan de Dios Morales exige al presidente que haga imprimir su
profesión de fe política para que corriendo el mundo se impongan las gentes del
asunto". 5
En julio, San Miguel llega a Bogotá mientras que el virrey cede el lugar a
una junta revolucionaria y es conocida en Quito la venida cercana de Carlos Montú-
far; el hijo del marqués de Selva Alegre había combatido en Espafia y viene acredita-
8 "Informe general de los empleados de Quito" op. cit. ABCE, vol. 10 f. 243-276. El gran
interés de Núñez del Arco no es tanto el indicar quién era leal y quién insurgente, sino de
presentar la ruptura como la sentían los criollos.
90
LA IGLESIA MILITAR
9
ABCE, vol. 13, f. 292 v. El subrayado es nuestro.
10 "Informe general de los empleados", op. cit., f. 254.
11 José Gabriel Navarro, La revolución, op. cit., edit, pastoral del 8.VIII.1812, pp. 452-453.
12 Id. circular del obispo a su clero, p. 449.
13 Ibid.
14 José Gabriel Navarro, La revolución, op. pit., p. 449.
91
ban de proporcionar los víveres, armas y reclutas. 23 Su sobrino, miembro del capí-
tulo, levanta un batallón de indios, se nombra coronel y parte a liberar a su hermano
prisionero en Pasto. 24 Otros más oscuros, "montados a caballo, con lanza a mano,
salían por el pueblo a mandar a sus feligreses que salgan a la guerra". 25 Predicaban el
combate, en el pulpito y en las plazas, llevaban a las tropas por caminos poco
conocidos, administraban sacramentos e indulgencias, participaban en los más mor-
tíferos combates. En diciembre de 1812, fueron los últimos en rendir las armas; 17
fueron encarcelados, 23 suspendidos de su beneficio, 19 lograron huir, 5 habían sido
tribunos de la plebe, 10 se habían destacado por su carácter "feroz y sanguinario".
Proporcionalmente, el compromiso del clero había sido superior al de los laicos.
Treinta años antes en Charcas, Ignacio Flores recalcaba también que los clérigos eran
"gente que tiene al hysopo en más que al Rey". 26
A excepción de los Dominicos que se habían abstenido, los religiosos ha-
bían desempeñado un papel muy particular. Para ser sacerdote, era preciso tener un
beneficio asegurado, disponer de rentas propias, mientras que se admitía a cualquiera
en el clero regular: las órdenes reclutaban en las más modestas esferas. De este
modo, Mercedarios, Agustinos y sobre todo los Franciscanos, se encontraban a la
cabeza de los batallones populares. De origen mediocre, pero pertenecientes a co-
munidades de considerable riqueza, proporcionaban los recursos y los jefes natura-
les de la insurrección. El clero conocía mejor que nadie la sociedad a la que se había
visto obligado a conducir. Las autoridades coloniales no lograban establecer un cen-
so, pero disponían de una relación de lo más detallada y precisa posible, las listas
de confesión establecidas anualmente; conocían las inquietudes y las intrigas de los
feligreses. Y a la hora de la acción, los clérigos eran los únicos que conocían el te-
rreno y sus accidentes; unos pocos años antes, el barón de Humboldt se asombraba
de que los criollos ignoraran todo lo concerniente a los relieves de los alrededo-
res. 27 Es que un propietario no iba más allá de sus dominios, pero un sacerdote re-
corría la Audiencia según los beneficios que se le atribuía: de grado o por fuerza, lo-
calizaba los caminos.
Cuando el presidente Montes emprendió el restablecimiento de la autori-
dad laica, tuvo que instituir un impuesto, mientras que la Junta había abastecido sus
tropas gracias a los donativos de los ricos insurgentes y a los subsidios de la Iglesia.
Los recaudadores regalaban el diezmo, el provincial de los Mercedarios daba la suma
23 Sobre un total de 226 juzgados dignos de interés por Núñez del Arco.
24 "Informe general de los empleados", ya citado, f 263
25 Id., f. 264.
26 ABCE, Carta de Ignacio Flores a Pedro Dionisio Gálvez, Coctiabamba, 1. VI1780 voL 24
f. 263.
27 Alexandre de Humboldt, Voyage de Humboldt et de Bonpland, relation historique, Ri-
rís, 1814, tomo I, p. 595. En 1802, Humboldt encontró sin embargo un criollo decidido
a seguirle sobre las faldas de los volcanes del Ecuador; se trataba de Carlos Montúfar.
93
reservada al rescate de los cautivos, 28 el capítulo decidía una venta de bulas de, cru-
zada. 29
Después de la muerte de Morales y de Quiroga, los ideólogos de la Junta
pertenecieron al clero. Calixto Miranda fue el autor de la Constitución Republicana
promulgada el 15 de febrero de 1812; Miguel Rodríguez redactó otra que no fue
adoptada, y tradujo la Declaración de los derechos del hombre.
Doctrinario, proveedor de fondos, administrador de almas y de la buena
causa, el clero de Quito estructuraba sólidamente la insurgencia con un humor de
bravucón. En noviembre de 1812; cuando el Presidente Montes penetró en la ciu-
dad, ésta se encontraba desierta: el obispo había ordenado abandonar Quito, y hasta
las órdenes de clausura, la Iglesia toda, le habían seguido hasta Ibarra. Siendo vic-
torioso en el terreno, Montes había perdido la batalla espiritual: la partida del prela-
do lo había colocado ante la alternativa de perdonar al conjunto del clero, permi-
tiéndole oficiar o dejar la ciudad en entredicho, dando así la razón a su adversario,
quien atribuía su derrota a Satán. El presidente cedió, los leales se indignaron.
Las autoridades coloniales velaron entonces por modificar la historia: la in-
surgencia se transformó en el hecho de un puñado de aristócratas revoltosos, secun-
dados por hombres de paja. El virrey Abascal no conocía sino la "seducción de unos
pocos díscolos", "un número corto de sediciosos", "una gavilla de insurgentes"., .30
Se volvía indispensable la secularización de la aventura de Quito, en el momento en
que se gloriaba a la metrópoli por haber combatido a las tropas napoleónicas bajo la
conducción del bajo clero.
Tenemos como punto de partida el ejemplo de una insurgencia precoz con-
tra la metrópoli, disimulada bajo una máscara de fidelidad que no engañaba a nadie,
y hemos llegado a la descripción de una guerra religiosa: ¿cómo explicar esta confu-
sión? El dinamismo político de los prelados no era excepcional: entre 1780 y 1820,
muchos obispos fueron molestados por haber sostenido a rebeldes, campesinos in-
dios, plebe mestiza, criollos y aristócratas. Ese fue el caso en el Cuzco, y más tarde
en Chuquisaca.
Cuando no eran susceptibles de desvíos, daban pruebas de ambición: en
1791, José Antonio San Alberto se permitía aconsejar a Pío VI sobre la conducta a
seguir frente a la revolución francesa. 31 En Quito, a la fuerte personalidad de Mon-
señor Cuero y Caicedo se agregaba su situación. El obispo de Quito, que era origina-
rio de Cali, residía en la ciudad desde 1801, fue durante un tiempo decano del ca-
pítulo de Popayán, luego nombrado en Cuenca, disponía de una sólida implanta-
28 La orden de los Mercedarios había sido fundada para ayudar al rescate de los cristianos
cautivos de los infieles.
29 Su venta tenía lugar cada dos años; cada uno compraba, una bula de cruzada era el otro
nombre de las indulgencias que permitían componendas con el cielo. Tanto se habrá pe
cado — o se pensaba hacerlo - tanto valía la bula.
30 Francisco Abascal, Memoria de Gobierno, op. cit., t. H, pp. 86, 87, 92, 96...
31 José Antonio San Alberto, Cartas pastorales, Madrid, 1794.
94
ción en la región. Ocurría lo contrario con los presidentes que le sucedieron después
de la muerte del barón de Carondelet. Hasta en sus actividades más extremas, Mon-
señor Cuero y Caicedo, se apoyó en las devociones locales. El gobernador se indig-
naba de haber visto a unos religiosos blandir lanzas y fusiles, pero en Quito no se in-
vocaba solamente al Dios de los ejércitos para sostener a las guerras justas. Nuestra
Señora del Quinche, especialmente venerada, era considerada - no se sabe bien por
qué - como la capitana general de las tropas de la Audiencia, y el aventurero Ste-
venson cuenta, que durante las procesiones era revestida con el uniforme y las insig-
nias de su grado. 32
Estas anotaciones no explican cómo una insurrección contra las autorida-
des abusivas se transforma en guerra religiosa. La comparación con Cuenca complica
aún más la cuestión: el obispo hacía también la guerra - contra el de Quito - pero
no la dirigía. Se limitaba a sostener un ejército venido de lima y de Guayaquil y
dirigido por oficiales. La guerra religiosa era un fenómeno religioso localizado de
una manera muy precisa, en la siena, entre Pasto y Riobamba.
Habría que buscar las respuestas tanto en las particularidades de la Iglesia
quiteña como en el espíritu de sus fieles. La comparación de los dos términos puede
resultar paradójica: hay que admitir que a la notable inmoralidad del clero, corres-
pondía una religiosidad particularmente viva de los laicos. 33 Pero la influencia que
ejerce un cuerpo no depende quizás estrechamente del respeto que él inspire.
Las representaciones políticas estaban imbuidas de preocupaciones cristia-
nas: "El religiosísimo, piadoso, humilde y fiel vasallo Marqués de Miraflores murió
el 30 de abril con fama de traidor. . . y los públicos amancebados, ladrones, irreli-
giosos y medio ateístas con fama de jueces íntegros... Así juzga el Mundo". 34 Pe-
simista y acongojante, la religiosidad criolla se edificaba en la certeza del orden y la
injusticia del siglo. ¿Eso daba la idea de combatir por la cristiandad? Era eso lo que
sugería el marqués de Selva Alegre dirigiéndose al obispo como "un pastor encarga-
do de conducirnos a la Patria que a tanta costa nos conquistó el Hijo de Dios". 35
La plebe que formaba el ejército compartía esa esperanza milenarista? De lo que se
sabe, las autoridades permanecían próximas al sentido etimológico cuando habla-
ban de "la plebe entusiasmada", pues la utopía del obispo no carecía de respaldo.
En esta comarca, desde Espejo hasta García Moreno, se preocuparon mucho por ins-
talar a Jerusalén celeste.
32 W.B. Stevenson, Relation historique, vol. III. Sin embargo la devoción por Nuestra Se
ñora del Quinche no se acrecentó en absoluto durante la insurgencia: el cura de Quinche
era un español leal, así como el del santuario de Nuestra Señora de Guápulo.
33 Las críticas argumentadas de Luis Merino, Estudio sobre las Noticias secretas, 1956, no
invalidan lo esencial del informe de Ulloa y Juan.
34 ABCE, "Borradores de la correspondencia de Don Tadeo Garibay", ya citado, f. 256.
35 ABCE. "Oficio del marqués de Selva Alegre al obispo presidente del Estado de Quito",
1812, vol. 13, f. 293.
95
por un ejército extranjero; para la católica España, Francia no evocaba las luces, sino
el año 1793 y el emperador excomulgado.
En las zonas que no estaban ocupadas, se forman asambleas, reconociendo
a una junta con sede en Sevilla, y la idea de que es preciso representar a la nación re-
sistente se impone rápidamente; se piensa en reunir a los antiguos estamentos, las
Cortes, a las cuales se les asociaría los mandatarios de las colonias. Se aprestaban a
dictar los cargos de esos órganos, a delimitar sus competencias, a arreglar su repre-
sentación; pero en ausencia del rey, ¿quién dispone entonces del poder legítimo?
SOBERANÍA Y SUPREMACÍA
De un lado y otro del Atlántico, las mismas asambleas y los mismos deba-
tes: los insurgentes de Quito pretendían no haber hecho otra cosa que imitar la con-
ducta de los metropolitanos. Sin embargo, comparando las discusiones de unos y
otros, y sus efectos, aparecen las diferencias. De las posiciones españolas retendre-
mos las de los dos principales teóricos de las Cortes, Gaspar de Jovellanos * y Fran-
cisco Martínez Marina. Según el primero, desde el origen, la monarquía había sido
moderada y pactista. 2 Siguiendo el modelo establecido en el siglo XVI por el jesuíta
Suárez, estaban de acuerdo con los publicistas del siglo XIX que oponían los Reyes
Católicos, más cercanos de la nación, a los Borbones absolutistas, denigradores del
pueblo.
1 Para conocer mejor lo que fue la cultura de este aristócrata ilustrado, cf. Jean-Pierre
Clement, Las lecturas de Jovellanos, Oviedo, 1980, p. 392. Consultar igualmente Luis
Sánchez Agesta, El pensamiento político del despotismo ilustrado, Madrid, 1953, pp. 221 y si-
guientes, "Jovellanos y las cortes de Cádiz".
2 Eric Voegelin, Nueva Ciencia de la política, Madrid, Rialp, 1968, pp. 68-74.
3 Gaspar Jovellanos, "Consulta de la convocatoria de las Cortes por estamentos" in Manuel
Fernández Martín, Derecho parlamentario español, Madrid, 1885, vol. I, p. 464.
99
nía se entiende aquel poder absoluto, independiente y supremo que reside en toda
asociación de hombres (. . .) cuando se reúnen para vivir y conservarse en socie-
dad". 4 El la nombraba supremacía o poder nacional, de donde saca el monarca su
propia soberanía y se subordina por tanto a la nación: "siendo tan distintos entre sí,
el poder que se reserva una nación al constituirse en monarquía, del que confiere ál
monarca para que la presida y gobierne".5
Esta jerarquía de potestad daba a España el derecho de resistir por la fuer-
za, y en último caso, de romper un pacto que era ya atacado abiertamente por la
otra parte "recobrando asi sus primitivos derechos". 6
En el marco de una ruptura del contrato aparece la expresión que desea-
mos elucidar. Cuando la nación recupera sus derechos primitivos, la soberanía del
rey desaparece: si el caso se aplicaba a España, esto acarrearía que el poder, libre
del ocupante, debía fundar otro régimen, o conferir nuevamente la corona al mo-
narca. No era tal el argumento de Jovellanos; si él demostraba que una revolución
acorde con el derecho natural podía ser legítima, la juzgaba inorpotuna y peligrosa
para la España de 1808 que no había recobrado el pleno ejercicio de su supremacía.
y no hacía otra cosa que asumir la soberanía del rey ausente: era un interregno. Co-
menzaba para España un siglo que conoció cuatro regencias. "Basta pues por ahora
anunciar a la nación que se la reintegra en el derecho de ser consultada y oída" 7 por
intermedio de las Cortes, y en éstas, "el celo de los representantes de la nación de-
bía reducirse a hacer una buena reforma constitucional". 8 Pero la nación debía ser
consultada ¿por quién, y a quién le correspondería convocar a los representantes?
Evidentemente, Jovellanos compartía la soberanía entre la nación y algunos nota-
bles auto-intituidos. Esa era su debilidad.
En el estudio que Jovellanos consagraba a la representación nacional, SOÍ-
tenía que los tres brazos o estamentos debían ser representados como tales y separa-
dos, nobleza y clero formarían una cámara alta, el estado llano se agruparía, pues el
equilibrio de una monarquía reposa en las distinciones de clases. Pero en las circtins-
tancias de 1808, se justificaba mejor aún la separación: distinguir órdenes y garanti-
zar sus privilegios, limitar así el juego social, obligaba a cada grupo a consagrarse al
interés superior de la nación en lugar de batirse por la ambición de elevar su esta-
mento. 9
Sin embargo, la tripartición de las Cortes no traducía un fraccionamiento
en clases, sino la más fiel representación de la nación, a la vez una y triple: "Esas
4 Id. p. 460. Es de subrayar que la asociación primitiva es para Jovellanos la de los jefes do
familia, siendo el del padre el primero de todos los poderos.
5 Id., p. 464.
6 Id., p. 463. VA subrayado es nuestro.
7 Id., p. 474.
8 Id., p. 466.
9 Protestas de Jovellanos, Castañedo, Garay y Conde de Allamans. 18.XI.1809. In Manuel
Fernández Martín, op. cit. pp. 545-548.
100
10 Sevilla, 22.XII.1809, Jovellanos, como decano y nueve miembros del consejo, in op. cit.,
p. 558.
11 Ibid. El subrayado es nuestro.
12 Id., p. 559.
13 Ibid.
14 Primera edición en 1813, segunda en 1820. Edición consultada: Madrid, 1979, Editora
Nacional, 3 vol.
15 Op. cit., t i , p. 258.
16 Id., p. 303.
101
nada, había que inventar. "Por el cautiverio del Rey, cayó en anarquía la Nación de
haber cesado su Majestad en el ejercicio de su soberana autoridad. Este es el punto
capital y que no debemos desentender".19 La nación había recobrado así su supre-
macía y retornaba al origen del pacto social. Por ese razonamiento, los insurgentes
de 1808 establecieron el punto de partida de todos los pronunciamientos: cuando
un oficial, un partido, una provincia, se rebelan contra la autoridad central es que
ésta ya no es más legítima y la sociedad ha regresado al estado natural; los con-
testarios hacen conocer entonces, cómo se "pronuncian" sobre el establecimiento
de un nuevo contrato.
Comprendido de esta manera, el absolutismo llevaba a la revolución, y opi-
niones más radicales aún, que las de Juan de Dios Morales aparecieron en los barrios
populares, como en el de San Roque que oponía la libertad natural al derecho del
más fuerte: "No hay rey, no hay legítimo dueño, no hay Padre, no hay Señor, no
hay herederos sucesores, no hay soberanía, no hay legítima autoridad, no hay legí-
timos representantes, ni encomendados suyos, no hay legatario, fideicomisarios,
testamentos ni albaceos. Todo es embuste, todo fraude, dolo, engaño, impostura y
mentira. No hay más que tiranos intrusos usurpadores. Nosotros hemos quedado li-
bres naturalmente". 2°
LOS FIDELISTAS
En el seno del cabildo, muchos debates opusieron a los insurgentes con los
partidarios de la soberanía de España, la del rey o de la Junta Central. El 5 de sep-
tiembre de 1809, "el regidor don Manuel Zambrano expuso que el pueblo soberano
había instalado la Junta (...) porque había reasumido en sí todas las facultades rea-
les. Tomó la voz el Sr. regidor don Rafael Maldonado y le replicó ¿qué como era
eso de pueblo soberano viviendo el Sr. don Fernando VII y su real dinastía? (...) A
esto adhieron en todo los SS. Juan José Guerrero y José Salvador añadiendo que
conforme a las leyes de España no había pueblo soberano porque el reyno de Espa-
ña era monárquico y su sucesión hereditaria". 21
Los oponentes, a los que se les denominaba los "contrarios", consideraban
que el pueblo constituido en monarquía había abdicado, de una vez por todas, la
facultad de dirigirse él mismo: la autoridad monárquica que defendían podía dele-
garse. Reconocían entonces la legitimidad de la Junta Suprema de Sevilla, "única
depositaría de la autoridad soberana". 22
Pero los hechos se establecieron contra su doctrina, y los "contrarios" del
cabildo tuvieron que tratar con la Junta de Quito y con la Asamblea que fue elegi-
da, a pesar de considerar que "el congreso no es un cuerpo soberano ( . . . ) sino una
superioridad del mismo género que la junta gubernativa, en quién sólo hemos reco-
nocido las facultades del virreynato". 23 Forzados a aceptar una representación,
exigían que fuese por cuerpos y que los diputados estuviesen ligados por un manda-
to imperativo, suponiendo que el limitar los poderes de cada representante reduciría
los de la asamblea entera.
Contra los insurgentes, sin aceptar por ello las proposiciones de Jovellanos
o de Martínez Marina, los contéstanos rechazaban la idea de una soberanía natural
que formara un contrato social, que desaparecería ante el poder del soberaiño, para
reaparecer en tiempos de crisis. Parecerían razonar como si la sociedad no estuviera
constituida sino por el poder del monarca: privada de cabeza, no disponía de nin-
gún recurso propio que le permitiera administrarse.
Todo poder era bueno a fin de preservar la vida del cuerpo social, a condi-
ción que estuviera colocado fuera de él. Se concibe así la profunda ansiedad de esg
grupo, persuadido desde el origen de la crisis que la sociedad de Quito iba hacia su
fin. Los insurgentes creían que en el estado de anarquía se formaba naturalmente
una asamblea de ciudadanos unidos por la razón y la conciencia de sus intereses;
pero según los leales, el estado natural no podía llevar sino a la guerra de todos contra
todos.
El 5 de septiembre de 1808, el consejero Don Pedro Calixto concluyó así
el debate de la mañana: ¿"A que fin, objeto e interés se preparaban guerras contra
unas provincias que profesan una misma religión y obedecen a un mismo rey? Que
en Europa se peleaba con el tirano Bonaparte, pero en Quito ¿con quién y por qué?
Que no era justo se derramase la sangre de tantos inocentes hermanos, de sus pa-
rientes de Guayaquil, sin motivo legal que haya para ello; y que si quisiesen los de
la junta, se hallaba pronto a sacrificar su vida y bienes por evitar tantos males: que
la espada que traía consigo no la necesitaba por su defensa; y arrojándola sobre
la mesa repetidas veces, llenos sus ojos de lágrimas, pidió prisiones y aun la misma
muerte por si era posible impedir las funestas consecuencias que se manifesta-
ban". 24 Ulteriormente se aceptó esta extraña ofrenda; en 1811, la segunda junta
condenó a muerte a Pedro Calixto y a su hijo Nicolás, y los hizo ejecutar; el cura de
San Roque y tres miembros del cabildo habían firmado la sentencia.
¿CUAL DEMOCRACIA?
del cual había que ejercerlo, fue descuidado; una parte de los insurgentes compartía
la opinión de Tomás Arechaga quien confundía en su requisitorio al pueblo so-
berano con la plebe: "Hemos notado con el mayor asombro darle al populacho,
compuesto de la gente más recia y despreciable de la ciudad, el nombre de sobera-
no. . ." 25
El obispo Cuero y Caicedo temía igualmente a "este rudo populacho",
fuerte de su pretendida soberanía y con el cual se corría el'peligro de que (se echa-
ra) sobre las propiedades y atrepellara a las personas más respetables". 26 El prelado
agregaba que no constituían sino "un pequeño número de ciudadanos sin educación
ni principios". En cuanto a Pío Montúfar, su "pueblo" comprendía al clero, nobles
y padres de familia, con exclusión de los proletarios. 27 El obispo y el marqués dese-
chaban a los más humildes de su democracia: se podría pensar que limitaban el
país legal a poca cosa; ahora bien, ellos estaban convencidos de no privar de los de-
rechos cívicos sino a una minoría.
Juan de Dios Morales pasaba de igual manera cuando decía que el pueblo
estaba formado por los habitantes de los barrios: los insurgentes no pensaban que se
pudiera incluir a la plebe en ello; su democracia era la de los partidarios de la Liga o
la de los burgueses de la Fronda, al corriente de las novedades de la ciudad y pron-
tos a emocionarse, un pueblo de alguna parte, establecido dentro de algún marco.
Si hubiesen sido de Guayaquil, zona de inmigración, de movilidad y de salariado, su
imagen hubiera cambiado. El universo quiteño estaba unido de tal manera que los
votos se pesaban: la prepotencia de los linajes se apoyaba sobre sus clientes - un
electorado cautivo - eliminando a los que no se incluían en la senda a seguir. El
número real de los excluidos importaba poco, lo único que contaba era la influencia
y la suya era nula; puesto que no representaban sino a ellos mismos, no había que
representarles.
Veinte años más tarde en el Perú, Manuel Lorenzo Vidaurre decidiría que
"una ciudad tiene la misma importancia que un individuo", lo que significaba que
"un ciudadano vale tanto como un pueblo" 28 y un periodista se indignaría de que
el pueblo se transformara así en "un ser abstracto, una idea general" y que "el Esta-
do se presente como una muchedumbre de hombres para el objeto de distribuirlos,
clasificarlos, amarrarlos en todos sentidos". 29
En 1809, los insurgentes estaban muy alejados de tales abstracciones; la
igualdad de los individuos representaba un problema sobre el cual habría sido vano
LA CONSTITUCIÓN DE 1812
Poco antes de que España promulgara la suya, Quito se había otorgado una
constitución bajo la protección del obispo quien la había hecho jurar, en su calidad
de prelado y como presidente de la república. El pacto se fundaba en la soberanía
popular y acordaba el derecho de voto a todos los hombres libres de más de veinti-
30 José Antonio Irisarri, Historia critica del asesinato del Mariscal de Ayacucho, Bogotá,
1846, p. 93.
31 Manuel O'Leary, Historia de la independencia americana. La emancipación del Perú
según la correspondencia del general Heres, Madrid, 1919, carta al general Obando, Cuen
ca, diciembre 1828, p. 369.
106
cinco años: los Indios que no dependían de una hacienda, eran ciudadanos, pero no
eran los más numerosos. Los diputados no estaban sujetos al mandato imperativo;
antes del voto, efectuado con boletín secreto, se celebraba una misa dedicada al
Espíritu Santo. El cuerpo legislativo se formó con representantes de los cabildos
eclesiástico y laico, por el clero secular y los órdenes, por la nobleza y los barrios de
Quito, a los cuales se adjuntaban los elegidos de las provincias de Ibarra, Otavalo,
Latacunga, Ambato y Riobamba, Guaranda y Alausí. El Congreso representaba así
una mezcla de estamentos y de provincias, un todo jerarquizado en el que la cabeza -
Quito - aventajaba sobre el resto.
El objetivo de los constituyentes había sido formar una "confederación de
provincias circunvecinas que representan iguales derechos y sostienen los mismos
intereses" 32 y la constitución había recibido como título: "Pacto solemne de so
ciedad y unión entre las provincias que forman el Estado de Quito".
De esta manera, la estructura de la primera república era federal. A todo
lo largo del siglo XIX, los Estados sudamericanos optaron por el centralismo o la
federación: a veces era para preservar la unión y otras para garantizar derechos igua-
les, y el saldo de cada tentativa era un conflicto en el Estado resquebrajado. En
1813, Luis Quijano, insurgente arrepentido, formulaba dos propuestas aparente-
mente contradictorias:
32 Discusión del Congreso, sesión del 11 .XII. 1811, relatada por José Gabriel Navarro, La re
volución, op. cit., p. 393.
33 Luis Quijano, Discurso sobre la insurrección de América, op. cit., p. 424, El subrayado
es nuestro.
34 Id., p. 426. El subrayado es nuestro.
107
Rocafuerte era hijo de familia, y como tal fue educado en el Colegio de los
110
des edificadas por la expedición de los académicos franceses un siglo antes. Amaba
las conmemoraciones, eso le dejaba, a él sólo, el cargo de celebrar la historia.
En 1809, pasaba por liberal en Guayaquil, y con otro sospechoso que era sü
tío, fue encarcelado por las autoridades que no querían correr el riesgo de una junta
del modelo quiteño. Pero era notable y gozaba de popularidad: al año siguiente era
alcalde de la ciudad, y en 1812, partía a España como diputado de las Cortes. No
llegó a Madrid sino después de dos años de viajes por Europa. Conoció Inglaterra,
Suecia, Noruega, Finlandia y llegó hasta San Petersburgo donde fue recibido por la
zarina. Deseaba estudiar la política aplicada.
Llegado a Madrid en 1814, sus actividades de representante fueron de corta
duración; es demasiado liberal para la reacción que marca el regreso a España de
Fernando VII, y pasa la frontera a fin de escapar al arresto. Después de haber pa-
seado por el sur de Francia, abandona el país inmediatamente después de Waterloo
para conocer Italia: prosigue su formación metódicamente. Se dirige a Florencia; dice
haber meditado en las tumbas de Galileo, Miguel Ángel y Maquiavelo, y haberse
recogido de manera muy especial ante el reciente mausoleo de Alfieri; este moder-
no atleta de la libertad." 4 Italia recordaba a Roma - los americanos pensaban en la
república, no en el imperio - aunque estaba dividida, reducida al estado servil. Se
imponía el peregrinaje por esta mezcla de grandezas que imitar y desgracias que
compartir. Sobre el Monte Sagrado de Roma, Simón Bolívar había jurado liberaf íel
continente. A Rocafuerte le tocaba soñar con los vestigios que se podrían levantar
sobre los volcanes del Ecuador: "mi imaginación atónita al aspecto de la columna
Trajana, la trasladaba a la cima del Chimborazo, como trofeo de nuestra emancipa-
ción política". 5 En Nueva York, encontró que era muy bueno que la estatua de la
justicia no tuviera los ojos vendados." una alegoría muy fina", decía. 6 Es una lásti-
ma que Rocafuerte careciera de sentido del humor.
En Roma, el Tiber le recordaba el Guayas, y después de la visita a las cata-
cumbas, se sintió seguro de su causa: "Percibía en los huesos de los mártires (...)
ese perfume de santidad y de virtud, esa esencia de abnegación evangélica- que,
anunciada a las futuras generaciones, había de hacer triunfar la democracia, abolien-
do la esclavitud, introduciendo la igualdad de derechos entre los hombres." 7~
En Europa, vio en el cristianismo los inicios de la política moderna. Cam-
biaría de idea a su regreso al Ecuador. En Roma, terminaría sus años de formación,
mezclando una vez más lo político y lo sagrado.
4 Id., p. 253.
5 Id., p. 254.
6 Jaime E. Rodríguez, Estudios, op. cit., p. 49; carta a José Bernardo Teresa de Mier, New*
York, 31.VII.1821.
7 A la Nación, op. cit., p. 255.
112
AL SERVICIO DE MEXICO
8 Id., p. 238.
9 Debemos deplorar la ausencia de estudios consagrados al rol de la masonería durante la
independencia. Las obras publicadas por los masones se parecen demasiado a panegíricos o
a catálogos de constituciones.
10 Id., p. 275. ,
11 Jaime E. Rodríguez, Estudios, op. cit., p. 54; carta a Pedro Gual, New York, 1. VIL 1823.
El hombre de negocios que era también Rocafuerte llegaba a la conclusión de que se lo
graría sacar beneficios de la venta del aceite.
12 Id.,p. 57, carta a Pedro Guai, Maracaibo, 21.XI.1823.
13 Neptalí Zúñiga, Colección Rocafuerte, op. cit., vol. Ill, pp. 5-97.
113
14 Id., p. 15.
15 Jaime Γ. Rodríguez, Estudios, op. eit., p. 53, carta a Pedro Cual, New York, 1 .Vil.1823.
16 Id., p. 110, carta a Simón Bolívar. Londres, 22.1X.1836.
17 Ibid. Con la misma presVicncia, anunciaba desde Londres, en septiembre de 1829, que los
ataques a la libertad de prensa amenazaban con generar en Francia una nueva revolución
(In Jaime Rodríguez O., op. cit., p. 169, carta del 17 de septiembre de 1829).
18 Friedrich list. Sistema nacional de economía política, (1841), París, 1851, p. 42.
114
Europa, incluyendo a las ciudades hanseáticas cuyo ejemplo atraía tanto a los sepa-
ratistas de Guayaquil. Se le encarga negociar empréstitos, alentar a sociedades mine-
ras. No tuvo éxito y el desastre financiero de 1826 detuvo sus empresas. Los mexi-
canos reprocharon a su enviado una operación muy reveladora de la manera como en-
focaba las relaciones entre los nuevos Estados de América. Cuando quebró la casa
Goldschmidt, encargada de los intereses colombianos, él asumió, en nombre de
México, el adelantar 315.000 pesos a Colombia, para hacerle frente al pago de la
deuda. Se le acusó de malversación de fondos: él respondió que la independencia
bien establecida se acompañaba de la unión financiera de las antiguas colonias.
Friedrich List que trabajaba en aquel entonces en Alemania para formar lo que se-
ría en 1834, el Zollverein, escribiría más tarde: "El rasgo característico del sistema
que expongo, es la nacionalidad. Todo mi edificio está construido sobre la idea de la
nación como intermediaria entre el individuo y el género humano". Como List,
Rocafuerte iba más allá de las concepciones cosmopolitas de la economía política
clásica, que juzgaba abstractas porque ignoraban la territorialidad del homo oeco-
nomicus. Gracias a los fondos de los que disponía en Londres, Rocafuerte había en-
cargado a José Canga Arguelles escribir un manual de economía política que fuera
más nacional y más político.19
En 1829, hastiado de los enredos de este asunto, rescindió sus funciones
diplomáticas y regresó a América, después de haber ido a Francia para encontrar a
La Fayette, otra figura de su mitología. Volvía a México después del conflicto de
1828 que enfrentó al partido de los "Yorks" del general Guerrero con el de los
"Escoceses" de Bravo; las querellas masónicas se habían transformado en guerra ci-
vil. Rocafuerte opta por los "Yorks" liberales y reanuda sus actividades de propa-
ganda. Los estados mexicanos de Nuevo México y Texas, se habían poblado en ese
entonces de millares de inmigrantes norteamericanos, pero el artículo primero de la
Constitución reconocía el catolicismo como religión de Estado, a exclusión de cual-
quier otro culto, transformando a las protestantes en personas fuera de la ley. En
1830, Rocafuerte publica un Ensayo sobre la tolerancia; atacando el fanatismo ul-
tramontano, defendía algunas tesis que serían debatidas con mucha fuerza en Améri-
ca, pero a fines del siglo: el Estado moderno deja al individuo una esfera privada en
la que vienen a alojarse los derechos de la conciencia; el cristiano es liberal en esen-
cia y la intolerancia debe interpretarse como una enfermedad; la llegada de migran-
tes de todas las confesiones permitiría el desarrollo de la economía y el mejoramiento
de la raza mestiza. Concluye así: La prosperidad moral y la fuerza política de una
nación están en razón directa del grado de tolerancia religiosa que admita en su
constitución". 20
19 Jaime E. Rodríguez, Estudios, op. cit, p. 57, carta a José Canga Arguelles, Londres,
30.VIII. 1824. Canga Arguelles redactó así los Elementos de Hacienda y un Diccionario
de Hacienda.
20 Vicente Rocafuerte, "Ensayo sobre la tolerancia religiosa", in Colección Rocafuerte, op.
cit., vol. VIII, p. 21.
115
La Iglesia era muy poderosa: fue encarcelado, luego absuelto. Pero se habían
probado que los tiempos cambian y que su mundo se había reducido. El había deseado la
apertura a las ideas, al comercio, a los hombres venidos de todas partes bajo la égida de la
ley; triunfaban los beatos, los xenófobos y la miseria militar, mientras que la gran
república del norte que era su modelo, se aprestaba a anexar la mitad de México.
Rocafuerte obtiene un pasaporte y se apresura a partir hacia Guayaquil. Antes de llegar a
Acapulco es arrestado y casi es fusilado por orden del general Gon-záles que es de su
partido pero que no le conoce. Llevado a presencia del general, ve "un espectro lívido,
alto y descarnado, que andaba hecho un harapo, descalzo de pie y pierna, y con un sable
que le colgaba de la cintura: me llené de rubor al considerar que tan obscuros defensores
tuviera la noble causa de la libertad, y que a se· mejante fantasma dieran el título de
General". 21 Escapa al fantasma y logra embarcarse; esta vez: "se me había ya roto el
prisma de las ilusiones". 22
EL HOMBRE DE ESTADO
25 Para los detalles de esas maniobras, cf. AMRE, cables políticos, ya citados años 1837-
1843.
26 Id., cables de Guayaquil, 22.X.1842, f. 182, o el del 26.IV.1843, f. 1.
27 A la Nación, op. cit., pp. 66-67.
117
EL GOBIERNO DE ROCAFUERTE
28 Jaime E. Rodríguez, Estudios, op. cit., carta a Juan José Flores, Quito, 28.IX.1836.
29 A la Nación, op. cit., p. 32.
118
lítica. 30 El hombre de Guayaquil habría admitido más bien con Rousseau el "for-
mar la nación para el gobierno". 31 Había que forjar un Estado en una sociedad des-
hecha de la que daba la impresión de que hubieran desaparecido los poderes inter-
mediarios entre el Estado y el pueblo; y cuando aún existían - la aristocracia de la
sierra - no los reconocía como naturales.
30 "Las funciones del gobierno son negativas; debe reprimir el mal y dejar que el bien se
opere por sí mismo", Benjamín Constant, "Commentakes sur l'ouvrage de Filangieri", in
Oeuvres complétes, París, 1822-1824, vol. 6, p. 278.
31 J. J. Rousseau, "Projet de constitution pour la Corse", in The political writings ofJ. J.
Rousseau, Cambridge University Press, 1915, voL 2, p. 307.
32 Jaime E. Rodríguez, Estudios, op. cit., p. 272. Carta a Juan José Flores, Quito, 24-VIII-
1836.
33 Id., p. 317, carta a Juan José Flores, Guayaquil, 26.11.1840.
34 Rocafuerte escribía que él le hacía hacer "el gran viaje de la eternidad" cf. Jaime E. Ro
dríguez, op. cit., p. 204.
35 Lorenzo Zavala, Ensayo histórico de las revoluciones de México desde 1808 hasta 1830,
México, 1945, tomo II, p. 288.
36 Simón Bolívar, Discursos, proclamas y epistolario politico, Madrid, 1981. pp. 156-157,
carta de Jamaica, 6 de septiembre de 1815.
37 Sin embargo ora presidente extra-constitucional.
119
presaba en términos de poder y no le interesaban sino aquellos sobre los cuales po-
día ejercer su poder. Actuaba como si en Ecuador no existieran sino dos clases de
hombres: los libres y los siervos. No tenía que ver sino con los primeros. En la sierra
se limitaban a los funcionarios, a los turbulentos soldados, a los clérigos ambiciosos,
a los aristócratas conspiradores; la mayoría india dependía del dominio privado. En-
revancha, la costa era tierra de libertad donde las relaciones eran dirigidas pofej sala-
riado. Así se explica su doble política frente a la cuestión india; en 1835, abolió el
tributo en el departamento de Guayaquil. Por esta medida, presentada como una
ventaja, esperaba acelerar las migraciones internas: en 1840, la costa no representaba
sino una sexta parte de la población de la sierra 38 en la que Rocafuerte np pro-
yectaba ninguna reforma de la servidumbre; tocar la hacienda era anacrónico aún.
¿Con qué definía su misión? Debía colocar las bases de la emancipación, y
para esto, se empecinó en organizar la instrucción, a república nueva, nueva huma-
nidad. Quiso fundar colegios sobre los principios de la pedagogía lancasteriana, juz-
gada como la más avanzada de la época 39 y acogió en Guayaquil para que terminara
sus días, al anciano maestro de Bolívar, Simón Rodríguez, seguidor de Rousseau
quien buscaba desde la independencia Emilios que formar. Rocafuerte abre el cole-
gio militar a fin de transformar en casta nobiliaria un ejército que había facilitado la
promoción popular; "Yo soy de opinión que sólo deben admitirse jóvenes de buenas
familias y ricos, con el objeto de establecer una aristocracia, no de pergaminos, de
ignorancia y miseria; sino una aristocracia fundada en la independencia pecuniaria
del individuo, acompañada de moral, de talentosy de verdadera instrucción, como
existe en los Estados Unidos una aristocracia calculada a moderar la acción del prin-
cipio democrático, que es muy activa, demasiado precipitada, y con una constante
tendencia a la anarquía". 40
En espera del éxito del proyecto, pensaba excluir del sufragio a los militares
y a los empleados menesterosos, diciendo de esos políticos "que tienen su patria en
el estómago". 41 La libertad que ofrece el dinero, hacía al patriota. Esto evoca
al partido nacional de los sansimonianos, formado por los que poseen bienes y aque-
llos que producen: "Los propietarios, los agricultores, los negociantes, los capitalis-
tas y los ciudadanos con instrucción, independientes del gobierno". 42
No se debía convocar con demasiada frecuencia a las urnas a.ese pueblo le-
gal: nunca se sabe cómo terminan las elecciones. Rocafuerte se esmeraba en asfixiar
la vida política y dejaba para después el cuidado de "Sacar de su letargo el espíritu
de asociación." 43 Cuando todo va mejor, ingresan lo? impuestos, "la irritación de
los partidos va calmando, el pueblo ha estado muy contento con cuatro días de to-
ros que le hemos dado". 44
Sin embargo, Rocafuerte era demócrata y se unía a la corriente del pensa-
miento "republicano atlántico" (analizado por J.G.A. Pocock)45 que se inquietaba
por las formas que se debían dar a unas sociedades transformadas inspirándose en
Maquiavelo. Antaño, la aristocracia era la mediadora entre el poder central y el pue-
blo, pero ya no lo era más. Por consiguiente, ¿los dirigentes de las nuevas repúblicas
podían gobernar sin tener que recurrir a la fuerza o a la corrupción? Esta, a la cual
se le había hecho responsable de todas las degeneraciones políticas, inspiraba a Ro-
fuerte más temor que el abuso del poder. Por eso trataba de prevenir la profesio-
nalización de la vida política basando la ciudadanía en la propiedad, presentan-
do siempre la obediencia a las autoridades (más que a la ley) como la virtud cívica.
El periodista José de Irisarri, propagador de sus ideas sostenía así la paradoja de que
el Inglés era menos libre que el Español, puesto que sus deberes de ciudadano lo
ocupaban mucho más. 46 Irisarri y Rocafuerte buscaban la manera de delimitar la
esfera privada, la esfera pública y la esfera sagrada, a fin de permitir la existencia de
un poder que en adelante estuviera colocado aparte tanto de la religión como de la
sociedad.
Rocafuerte chocó indefectiblemente con la Iglesia. Sin embargo, él había
intentado un acercamiento: en 1838, este masón solicitaba su ingreso a la Cofradía
del Rosario. Es cierto que ésta declinaba ya. 47
El clero hacía saber a este campeón de la tolerancia, que él se jactaba de
ser intolerante y que no deseaba quitar las trabas a los políticos que buscaban vender
su alma "por algunas piezas de Bretaña, o por unas manufacturas inglesas". 48 Estas
amenazas no estaban desprovistas de consistencia: durante la guerra civil de 1845,
el departamento de Quito recuperaba una vez más su soberanía y se "pronunciaba".
"Artículo primero: La condición irrevocable para la conservación del Es-
tado y la base- irrefragable de sus instituciones fue y siempre será la exclusión perpe-
43 Jaime E. Rodríguez, Estudios, op. cit., p. 308. Carta a Juan José Flores, Guayaquil, 8.V.
1839.
44 Id., p. 220, carta a Juan José Flores, Quito, 18.VIII.1835.
45 The Machiavelian Moment. Florentine Political Thought and the Atlantic Republican
Tradition, Princeton, 1975; cf. especialmente el cap. XV, "The Americanisation of Vir
tue. Corruption, Constitution and Frontier", pp. 506-552.
46 La verdad desnuda, Guayaquil, η. 4, 16 de julio de 1839.
47 Archivos del convento de Santo Domingo de Quito, Libro de la Cofradía del Rosario.
48 ABCE, "Delegado apostólico al Ilustrísimo Miguel Carrión", 1.VIII.1843, vol. 28, f. 315
121
54 Id., p. 61, carta a Simón Bolívar, Londres, 26.V.1825, y p. 322, carta a Juan José Flores,
Guayaquil, 18.IV.1840.
55 Vicente Rocafuerte, Ensayo sobre la tolerancia, op. cit, p. 17.
56 Jaime E. Rodríguez, Estudios, op. cit., p. 324, carta a Juan José Flores, Guayaquil, 8.IV.
1840.
57 Vicente Rocafuerte, Ensayo, op. cit., p. 15.
123
58 Jaime E. Rodríguez, Estudios, op, cit., p. 249: "Palo y más palo es el único modo de go
bernar"; p. 256: "la ley del alfange"; p. 329: "a punta de látigos".
59 AMRE, Memoires et documents, vol. 31. Buchet Martigny, "Notice sur l'Etat de VEqua-
teur", 1834, f. 228 v.
60 Jaime E. Rodríguez, Estudios, op. cit., p. 314, carta a Juan José Flores, Guayaquil, 18.11.
1840.
124
Todo lo que la ley dispone o prescribe ha sido ignorado o violado; sin em-
bargo, no se oyó queja o murmullo alguno. En cuanto al Sr. Rocafuerte, no
61 Estas citaciones extraídas del Príncipe (libro XVII) son comentadas por Rocafuerte in
Jaime E. Rodríguez, Estudios, op. cit., especialmente en la p. 309.
62 Actas de la convención nacional del Ecuador de 1835. Quito, imp. del Gobierno, 1891,
sesión del 22 de agosto de 1835, p. 160. El subrayado es nuestro.
63 Jaime E. Rodríguez, Estudios, op. cit., pp. 358-359. Guayaquil, 18.1.1843.
125
64 AMRE, cables políticos, Quito, tomo 1, cable de Guayaquil, 12.1.1843., fs. 185 v-186.
65 Jaime E. Rodríguez, Estudios, op. cit., pp. 358-359.
.
66 Jaime E. Rodríguez, Estudios, op. cit., p. 359.
126
FUENTES
En el Nuevo Mundo no hubo sin duda nadie que se inspirara más en tal
máxima que Gabriel García Moreno; confrontado al desafío casi insensato de hacer
un Estado-Nación de un espacio trabajado por potentes fuerzas centrífugas, buscó en
la religión católica, apostólica y romana el cimiento indispensable para su proyecto;
paralelamente, hasta el misticismo, consideró la política, la situación de su país,
su propia existencia de hombre público, como llenas de trascendencia religiosa. Es
decir que su personaje, su visión del mundo, su pensamiento político han dado lugar a
innumerables comentarios contradictorios, a menudo hagiográficos, a . veces
despiadados. ¿Fue así como lo calificaba la primera biografía escrita en 1887, doce
años después de la muerte del héroe, el "mártir y vengador del derecho cristiano" 2 o
bien el "santo del patíbulo" como lo calificaba, en 1959, el escritor ecuatoriano
Benjamín Carrión para denunciar su crueldad? 3 Entre esas dos fechas, se ha manejado
"todo un debate entre conservadores y liberales alrededor de los despojos de García
Moreno, hombre providencial para unos, fanático peligroso y sicópata para otros.
1 Teoría del poder político, 1796. Edición de 1880, p. 346 citado por Raymond Plongo-
ron, op. cit.
2 R. P. Berthe García Moreno president de l'Equater, vengeur et martvr du droit chrétien,
París, 1888. 2 vol.
El hecho de que el autor de esta primera biografía hagiográfica, sea un reverendo padre, y francés
por añadidura, evidentemente no nos es indiferente, Regresaremos sobre ello.
3 Benjamín Carrión, García Moreno, el santo del patíbulo, México. 1959.
130
Sería inútil decir que una polémica semejante, que ha durado un siglo, no
ha hecho avanzar en absoluto el conocimiento histórico en la medida en que ella ha
dejado ampliamente de lado, algunos de los problemas esenciales de la época, y ante
todo el de la construcción de un espacio y de un Estado nacional. Sin embargo,
desde hace unos años, una nueva generación de sociólogos e historiadores ecuatoria-
nos tratan de reconsiderar, a menudo pero no siempre desde un punto de vista
marxista, la historia de su país. 4 De este modo el rol de García Moreno escapa poco
a poco al intercambio de invectivas. .. En efecto, si se estudia con atención el pen-
samiento y la obra, se llega a constataciones extrañas, contradictorias, pero rara vez
banales.
Es que el hombre no era ordinario, como no lo eran tampoco sus pensa-
mientos ni sus actos.
El lector habrá adivinado que aquí no se puede tratar de hacer una biografía
suplementaria, después de tantas otras. 5 Todas legendarias, las que existen son por
lo tanto excelentes. No sin la inquietud permanente de una cronología, veremos más
bien cómo se formó nuestro hombre, cómo percibió su país, cómo quiso estructurarle
y organizarle y en qué medida pudo realizar su propósito. En fin, tratamos de ver
alguna significación particular en su muerte violenta, "casi natural" 6 profetizada con
frecuencia e interpretada a menudo desde entonces.
4 El mejor estudio, al cual le debe mucho este ensayo, es el de Enrique Ayala, Lucha po
lítica y Origen de los partidos en el Ecuador, Quito 1978,pp. 113-176.
5 Otemos entre otros, para los turiferarios además del padre Berthe, M. Gálvez, Vida de
Gabriel García Moreno, Buenos Aires, 1942;
R. Pattee, Gabriel García Moreno y el Ecuador de su tiempo, tercera edición, México 1962.
Le Gouhir y Rodas, Un gran Americano, Quito, 1921.
W. Loor, García Moreno y sus asesinos, Quito, 1966.
Severo Gómez S.J. Vida de García Moreno, Quito, 1954 -1980, 14 volúmenes!
Luis Robalino Dávila, Orígenes del Ecuador de hoy, Quito, 1948. Aunque el libro es obra de un
partidario de García Moreno, es mucho más equilibrado y aún más, crítico.
Para los detractores,
Zelten, La tiranía clerical, St. Herblay, 1939.
B. Camón, op. cit.
6. Según la expresión de Benjamín Carrión.
131
FUENTES _____________________________________________
1. "UN DESTINO"
Su vida es un mito; no hay que olvidar por ello las principales articulacio-
nes: nacimiento en 1821, un 24 de diciembre, para comenzar con el símbolo, asesi-
nado el 6 de agosto de 1875, saliendo de la catedral y entrando en el palacio presi-
dencial. Era el duodécimo de una familia de acomodados comerciantes (pero no ri-
cos) de Guayaquil, ciudad de la cual el diría: "En Guayaquil, no hay sino dos cabe-
zas buenas, la de mi madre y la del plátano", 2 más tarde agregará jactancia, char-
1 Una excepción sin embargo: Gabriel Cevallos García, Por un García Moreno de cuerpo
entero, Quito, 1978.
2 Otado en B. Caxrión, op. cit., p. 31.
134
3 W. Loor, Cartas de García Moreno, Quito, 1966, vol. 2. pág. 105. Carta a su cuñado, Ro
berto de Ascásubi, 9 de febrero de 1859.
4 Aun el sicoanálisis y la siquiatría se han interesado en el pequeño Gabriel que fue azota
do, hizo azotar (era además en los Andes, el castigo habitual de los indios). Sobre el si
coanálisis de García Moreno, consultar la Biografía del dictador García Moreno del Dr. Agra
móme, La Habana, 1955.
5 Sufría de una enfermedad de la piel bastante desagradable.
135
6 El Vengador, citado en Manuel Maiía Pólit Laso, "Escritos y discursos de García More
no", t. I, Quito, 1923, p. 147.
7 A veces, hasta la invectiva personal y grosera. BR, El Vengador, Ν. ΠΙ, citado por B. Ca-
rrión, op. cit., p. 174.
Los hagiógrafos afirman que esas líneas no eran suyas, pero «parecían en su periódico en
el cual los artículos no tenían firma.
8 Su locuacidad de polemista, encontró contra Urbina, desde 1853, una nueva ocasión de
expresarse en el periódico La Nación, luego a su regreso de Francia, en El Expectadar y
finalmente en La Unión Nacional.
136
ruano (que había invadido el país) para abatir al gobierno legal, propone a Francia
el protectorado sobre el Ecuador, 9 finalmente se impone gracias al apoyo de Juan
José Flores, con quien supo reconciliarse espectacularmente. El país está exangüe
pero García victorioso. De 1859 a 1875, domina la vida política del país, presidente
(1861-1863 y 1869-1875) o mentor si no funda el Ecuador, funda sin lugar a dudas
el Estado Ecuatoriano. Apasionado, iracundo, violento, no vacilando en hacer
correr la sangre de sus enemigos, de una probidad ejemplar, desentona en todo sen-
tido con sus contemporáneos.
a. La tradición española
Las palabras de San Pablo, según las cuales todo poder viene de Dios, ^
han sido utilizadas por los pensadores franceses de Jean Bodin a Bossuet para servir
a los propósitos de los reyes, sus amos. Los monarcas se convirtieron así en "minis-
tros de Dios, y sus lugartenientes en la tierra". 12 Pero el jesuíta Francisco Suárez
(1548-1617) involucrando en las querellas entre Jaime I de Inglaterra y la corte de
Roma, afirmó en su Defensor Fidei de 1613 que si el poder venía de Dios, en cierto
modo estaba depositado en las manos del pueblo, quien por contrato, lo delegaba al
soberano. La unión entre el "pueblo cristiano" y su mandatario es absolutamente
esencial en la búsqueda aristotélica del Bien común. El consentimiento del pueblo
es un consentimiento libre a un orden místico establecido por Dios. Pero una vez
b. El derecho natural
Los filósofos y juristas del siglo XVIII han substituido el derecho divino por
el derecho natural: los avatares de este "derecho natural" fueron innumerables. Pre-
cisemos que evocamos aquí el derecho natural clásico y no esta nueva escuela que
se desarrolló en la línea de Grotius y Pufendorf. Regresando a santo Tomás y a la
"naturaleza de las cosas" nació toda una reacción contra las luces y su ambición de
basar el derecho natural en el individuo; esta reacción pudo tener influencia en García
Moreno, así como las ideas expuestas por Friedrich Tredelenburg en dos libros: La
idea moral del Derecho y el Derecho natural basado en la ética. 17 El principal
representante de esta escuela sería el jesuíta Víctor Cathrein en los años 1880-1890
y a la cual se puede vincular a García. Es a ella a quien debe su interés por el pensa-
miento de Leibnitz cuya filiación escolástica y el afán teológico por un lado y la
inquietud matemática y el enciclopedismo por otro, hacían de él un filósofo en los
confines de lo más antiguo y de lo más moderno: un modelo para él.
Habiendo quedado claro que el poder viene de Dios y que el pueblo lo ejer-
ce moralmente en nombre de Dios, todo el derecho natural católico convergía en la
idea siguiente: el voto, el procedimiento de elección es el resultado del sentido mo-
ral, un sentido moral católico, es decir esta participación humana en el pensamiento
de Dios. 18 La elección es un acto religioso, por consiguiente, para votar hay que ser
católico. Es la razón por la cual en la constitución de 1869, que sus oponentes lla-
maron la Carta Constitucional negra, García Moreno impone el catolicismo como
condición para tener la ciudadanía. Es claro que de esta manera García Moreno to-
maba la contrapartida de todo un movimiento que marchaba hacia la igualdad teó-
rica de todos los ciudadanos (en realidad el sufragio estaba limitado por mil pre-
siones) para partir de la soberanía del pueblo, pero del pueblo cristiano", en el sen-
tido más tradicional del término, verdadero cuerpo místico.
Aquí hay que darle un lugar especial a Joseph de Maistre y a Louis de Bo-
nald, "Castor y Polux de la teocracia" 19 de cuya influencia no se hablará nunca lo su-
ficiente en el mundo, incluyendo América. Desde el siglo XVIII, en oposición a las
Luces, hombres como Don Nicolás Jamin (1730-1780) se habían lanzado a la polé-
mica, con gran éxito de librería:'
La revolución francesa dio una dinámica a esta corriente. Se sabe que Bo-
nald en su libro La teoría del poder, sintetiza el conjunto de los problemas entre el
hombre y Dios en política en el concepto de "sociedad civil", "reunión de la socie-
dad religiosa y de la sociedad política" en una unión íntima e indisoluble". Esta
unión forma al "hombre moral" bajo el primado religioso pues: "la religión aclara el
espíritu, el espíritu dirige el corazón, el corazón regula los sentidos. Esta teoría ex-
18 ídem.
19 J. Godechot, La contre-révolution, 1789-1804, París, 1961, p. 53.
20 N. Jamin, Pensées Théologiques relatives aux erreurs du temps, Bruxelles, 1772, 2da. edi
ción, p. 36, pensamiento no. XIV.
139
plica el hombre, explica la sociedad, explica lafnisma religión" 21 ¿Hay que demos-
trar el impacto que semejante teoría pudo tener en García Moreno? La simple lec-
tura de sus mensajes o sus proclamas es suficiente.
En cuanto a José de Maistre, él considera la Revolución como justo castigo
a la decadencia que reina en los Estados europeos. García Moreno, de manera bas-
tante banal, se sirve de esto para explicar los desórdenes del Ecuador. La conclusión
del autor del Estudio sobre la soberanía (1798) es que hay que edificar un nuevo ré-
gimen sobre la religión: no se trata ahí de una simple elección política, sino de una
necesidad. "La teocracia es la esencia misma del hombre en sus relaciones natura-
les con Dios". 22 Así pues, para Maistre como para Bonald, del ateísmo, de la in-
credulidad nace el proceso revolucionario que lleva a la anarquía. Por consiguiente
hay que partir de la religión. Y, corrió dice Bonald, la lucha es entonces entre el bien
y el mal.
"Paz a los buenos liberándoles de la opresión de los malos. Pues no se en-
tiende nada del sistema de la sociedad si no se le considera como la guerra de los
buenos contra los malos. . ." 23 No cabe la menor duda que es la invención de una
cristiandad defensiva.
De todo eso y de manera precisa, se hace eco el principio del mensaje de
1861, pronunciado cuando García Moreno deviene por primera vez Presidente
Constitucional.
"Restablecer el imperio de la moral sin la cual el orden no es más que tre-
gua o cansancio, y fuera de la cual la libertad es engaño y quimera; moralizar el país
en el que la lucha sangrienta del bien y del mal, de los hombres honrados contra los
hombres perversos, ha durado por espacio de medio siglo. . ." 24 y en su último
mensaje, encontrado en sus ropas en el momento de su asesinato, decía hablando de
la Iglesia católica: "Su enseñanza divina, que ni los hombres ni las naciones reniegan
sin perderse, es la norma de nuestras instituciones y la ley de nuestras leyes". ^
Sin duda, las ideas que tenía desde hacía ya mucho tiempo, fueron confir-
madas por las lecturas de Donoso Cortés de las que dice, no obstante, no haber en-
contrado ningún interés en ellas. 26 Pero es más bien la forma lo que discute pues se
21 L. de Bonald, La théorie du pouvoir, libro IV, cap. V, citado en B. Plongeron, op. cit.,
p. 298.
22 Idem.p. 301.
23 Otado en L. Le Guillou, L'évolution de la pensée religieuse de Lamennais París, 1966,
p.37.
24 APL, Asamblea Constituyente de 1861. Diario de Debates. Imprenta del Gobierno, Qui-.
to, 1861, p. 49.
25 APL, El Nacional, 14 de agosto de 1875.
26 Carta de Roberto de Ascásubi del 7 de setiembre de 1853, citado en W. Loor, Cartas, op.
cit., vol. 1: p. 385 "Si bien me gusta en parte, en mucho me desagrada. Estilo afectado,
uniforme, repleto de antítesis y expresiones paradójicas, falta de naturalidad y a veces, de flui-
dez, como resultado de un esfuerzo continuo y más digno de un retórico, pedante que de un fi-
lósofo". Señalemos que es con Roberto, otro cuñado que lo protegió siempre, con quien man-
tuvo una correspondencia continua y amigable.
140
e. ¿Cuál "romanticismo"?
bien poca cosa; es decir que el movimiento intelectual alemán que lleva al historicis-
mo según Herder, y el pensamiento inglés como tales, no tuvieron, con toda certeza,
un ihipacto decisivo. Por el contrario, alrededor de los grandes temas (Naturaleza,
Historia, Estado), es en una influencia difusa en lo que hay que pensar. Además lo
testimonian las obras de los románticos ecuatorianos contemporáneos, trátese de
su enemigo mortal, Juan Montalvo, quien puede decir que su pluma mató al tirano
o, al contrario, de sus partidarios, Juan León Mera y sobre todo Elias Laso quien
fue presidente de la asamblea durante la segunda presidencia de García Moreno. 32
por su irracionalismo, por su evocación a "un genio de los pueblos" ellos se
vinculan al Sturm und Drang; opuestos en política, son en realidad parientes,
pues todos se alejan de cualquier idealismo filosófico y se unen al pensamiento
católico. Cuando Elias Laso escribe después de la muerte de García Moreno, defien-
de la tesis del origen natural de la sociedad, organismo en cuyo seno el hombre
desarrolla sus capacidades racionales y su conciencia moral, cuya fuente es la reli-
gión, fundada ella misma en la Revelación. 33 Pero reconoce que históricamente la
religión se adapta a los pueblos, a las situaciones particulares, a lo que los sudameri-
canos califican con la palabra intraducibie de idiosincrasia. Apoya también la idea
de que Dios ha dejado al hombre en libertad de realizar su naturaleza según su pro-
pia conciencia racional. En el leitmotiv viene una crítica sistemática del utilitarismo
de Bentham y de todas las formas de individualismo económico.
Este largo desarrollo para escritos que no han contribuido a la formación
de nuestro hombre, tiende simplemente a mostrar de qué manera fueron adaptadas
en el Ecuador, las corrientes que inquietaban a la Europa de aquel entonces.
En el fondo, hasta aquí, es un racimo concordante que sale de un mismo
tronco ideológico contrarrevolucionario y que abraza la sensibilidad de un hombre de
su siglo de carácter apasionado, fatalista y violento, más abierto al viento venido de
Europa que de América. Todavía no hay muchas contradicciones, pero como lo ve-
remos, García Moreno no fue un simple ultramontano místico, es también un hom-
bre de progreso en el más cercano sentido de las Luces.
f. Racionalismo y Positivismo
32 Juan León Mera, Ojeada histórico-crítica de la poesía ecuatoriana desde su época más
remota hasta nuestros días. Barcelona, 1893, 2a. edición. Juan Montalvo, Ojeada sobre
América, La virtud antigua y la virtud moderna. Elias Laso, Ajustes para las lecciones orales de
legislación.
33 Dr. Rodolfo Agoglia, Pensamiento Romántico Ecuatoriano, Estudio Introductorio, Qui
to, 1979.
143
con la escuela política a la cual parece pertenecer. Este hombre (...) que
construye rutas, etc., este mismo hombre que tiene todas las trazas de un
economista libre pensador, acaba de resucitar una antigua procesión
pública." Es lo que declaraba el encargado de negocios francés, Charles de
Saint-Robert en 1865. 34 Eljwobíema es presentado muy pronto, el hombre
es paradójico.
No nos engañemos: antiliberal, antiracionalista (en el sentido de las
Luces) se proclama también antisocialista. En la Defensa de los Jesuítas,
echa en el mismo costal a todas esas escuelas, pone en la picota a Owen,
Fourier, Saint-Simon y a los otros; aquel que acuse a los jesuítas de
condenar al socialismo porque no lo comprenden, García Moreno responde:
cos días que oía a M. Balard, uno de los profesores de la Sorbona, que el grado de ci-
vilización de un pueblo se podía medir por el número de litros de ácido sulfúrico
que producía. Y por cierto tenía mucha razón: así nosotros nos hallamos en el gra-
do cero". 36 Se inscribe en casi todos los cursos.
"A más de estos cursos, dictados por M. Despretz (Física) y Mr. Belard
(química), siguió el de Zoología de M. Milne-Edwards, el de Análisis de Química or-
gánica de M. Boussingault, el de Algebra superior de M. Duhamel, el de Cálculo Infi-
nitesimal de, M. Lefebre du Fourrey y el de Mecánica racional comenzado por M.
Sturm y continuado (por su fallecimiento) por Mr. Puisieux (...) cuando principien
los cursos de Geología y Botánica, asistiré también a ellos. . ." 37 Qué programa!
Constantemente se lamenta de su ignorancia y piensa también con la misma fre-
cuencia en las aplicaciones prácticas y hasta en las ganancias que podían procurarle
su ingeniosidad y sus conocimientos. Por otro lado afirma que ese conocimiento
debe permitirle servir a su patria. 38 De regreso a Quito, deviene rector de la univer-
sidad y dona un pequefio laboratorio de física y química que ha traído de Europa.
Cree evidentement en el progreso, lo admira y pronto lo considera como
de absoluta necesidad; en esto abraza las perspectivas que abre la revolución indus-
trial y. . . los principios que la fundamentan. Su primera carta de París, en 1855,
evoca desde las primeras palabras: "He encontrado inmensas mejoras debidas a Luis
Napoleón, quien a pesar de la guerra (se refiere a la de Crimea), hace continuar mil
obras de ornato o de utilidad, como calles y palacios magníficos, ferrocarriles nue-
vos, etc. . ." 39 ¿y fin de ese año, visita la primera gran exposición universal, lamen-
tando que en el "Palacio de la Industria" no hubiese nada procedente del Ecua-
dor. 40
Sin ninguna duda, el espectáculo que le rodea suscita en este hombre ar-
diente, una exaltación vecina a su devoción cristiana. Además la personalidad misma
de Napoleón III impresionó durante mucho tiempo al aprendiz de hombre de Es-
tado. Durante su primera estada, había quedado muy impresionado por los desór-
denes y había predicho una vida tan corta a la joven república, que no podría alcan-
zar la "edad de la razón". 41 Había visto una sociedad "ardiendo sordamente, y
preparándose a reventar. Todos conocen que el suelo no es firme, todos aguardan el
temblor, y nadie sabe cómo evitarlo". 42 Cinco años más tarde, cuando empezaba la
fiesta imperial, cuando había vuelto el orden, que el catolicismo gozaba de ciudada-
nía, cómo no habría de impresionarse con ese progreso en el orden de lo que co-
36 Carta a Roberto de Ascásubi, 14 de marzo de 1856, in W. Loor, op. cit., vol. 2, p. 39.
37 Carta a Roberto de Ascásubi, 14 de marzo de 1856, in W. Loor, op. cit., vol. 2, pp. 35-36.
38 "No me creía tan ignorante como soy. . . Corto es el tiempo; pero algo aprenderé. . ."
Carta a Roberto de Ascásubi, 29 de enero de 1856, in W. Loor; 15 de julio de 1856,
op. cit., vol. 2, p. 37;o carta a Roberto de Ascásubi, 15 de julio de 1856, op. cit., vol. 2, p. 46.
39 Carta a Roberto de Ascásubi, 15 de junio de 1855, in W. Loor, op. cit., vol. 2, p. 23.
40 Carta a Roberto de Ascásubi, 30 de octubre de 1855, in W. Loor, op. cit., vol. 2, p. 32.
41 Carta a Roberto de Ascásubi, 12 de marzo de 1850, in W. Loor, op. cit., vol. I, p. 169.
42 Carta a Roberto de Ascásubi, 16 de abril de 1850, in W. Loor, qp. cit., volj 1, p. 171.
145
43 BAEPC, La Nación, lo. de marzo de 1853. citado en M.M. Pólit Laso. op. eit.. p. 192.
44 Cartas a Roberto de Ascásubi, in W. Loor. op. eit.
146
país del que viene, un país que todavía no existe como nación. En efecto, como Es
tado, el Ecuador no es sino una simple expresión jurídica. Es en la casuística de un
hombre que quiere construir un Estado nacional donde se resuelven las contradiccio
nes. Aún no hemos hablado de su visión nacional ni por consiguiente de las fuentes
de donde las extrajo. Sin embargo, esta visión nacional es primordial, se encuen
tra en el centro de su pensamiento: de ella resultará la forma de gobierno, pues
a esta comarca, los modelos importados no le convienen en absoluto.
________________________9
EL ECUADOR SEGÚN GARCIA MORENO
EL PROBLEMA NACIONAL
Henri Michaux no fue el único que soñó en los volcanes del Ecuador,
verdadero decorado de teatro. Los hombres de Estado entraban en el escenario den-
tro de una naturaleza grandiosa. El mismo Bolívar en su tan famoso "Delirio sobre
el Chimborazo" (1823) había evocado "Los cristales eternos, la corona diamanti-
na, que pusieron las manos de la eternidad sobre las sienes excelsas del dominador
de los Andes" y se sintió desfallecer "al tocar con (su) cabeza la cola del firmamen-
to: tenía a (sus) pies los umbrales del abismo." 11 Caballero fuera de serie, hombre
de la costa instalado en la sierra, yendo de hacienda en hacienda (dirigía la de su fa-
milia política, arrendándola y viendo en ello un buen medio de enriquecerse 12 sin
llegar a tener una propia). García conocía su país, escaló sus volcanes y los evocó en
numerosos escritos. 13
No se sabe si lo inspiraron la "teoría de los climas", el papel dado a la natura-
leza en la historia, o la escuela alemana, lo cierto es que evoca a menudo el régimen
político que había que desear, precisando que se encuentra en "nuestras monta-
ñas". Pero lo esencial para él, es ante todo la miseria del país, después sus relaciones
con Dios y con el diablo!
b. Un cuerpo exangüe
Preocupándose por la desunión reinante, exclama: "Un pueblo sin unión es un cuer-
po compuesto de miembros separados, que no puede caminar sin disolverse", 18 y
haciendo el balance de su acción, en ese último mensaje tan sobrecogedor:
"El Ecuador era antes un cuerpo del cual se retiraba la vida, y que se veía
devorado como los cadáveres, por una plaga de insectos asquerosos que la libertad
de la putrefacción hace siempre brotar en la oscuridad del sepulcro; pero hoy, a la
voz soberana que mandó a Lázaro salir de su fétida tumba, se levanta de nuevo a la
vida, si bien conservando en parte todavía las ataduras del ropaje de la muerte, es
decir, las funestas reliquias de la miseria y corrupción en que yacíamos". *9 Esas
pocas frases relatan mejor que ninguna otra la percepción tan particular que tiene
de la patria, una concepción casi biológica, y por supuesto mística. Sin embargo si
recupera la metáfora organicista, no la aplica al Estado, como en Francia en el siglo
XVII, sino al país en general. .. Y así se abre el camino de lo racional a lo sa-
grado.
c. El desorden satánico
22 Carta a Rosa de Ascásubi, 14.11. 1860. W. Loor, op. cit., t. II, p. 300.
23 En 1861, por ejemplo en las cartas a su familia.
24 APL, El Nacional, 14 de agosto de 1875, "La Inmaculada dispensadora de tesoros ina
gotables de misericordia", decía al final de su mensaje de agosto de 1875.
25 APL, El Nacional, 2 de abril de 1861.
26 Citado en A. Pellisier Segurer, Une république catholique dans l'Amerique du Sud, Lille,
1890.
153
sean subordinados a los Suyos, para que mis leyes hagan respetar Sus le-
yes. 27
En esa mitad del siglo XIX, la lucha contra los errores es planetaria. Colo-
García Moreno habría podido tomar literalmente para sí mismo las decla-
raciones que hacía el conde O'Mahony en una carta al conde Blancas en 1824. 33 La
consecución de causas y efectos estaba bien de esa manera. Por consiguiente, el
apoyo otorgado a la Santa Sede era total, tanto para los dogmas como para las dis-
putas sobre el poder temporal del Papa en el momento en que Italia vivía su unifi-
cación. Cuando Roma es ocupada en 1870, el Ecuador, a pesar de su debilidad, es
prácticamente el único país que protesta solemnemente. 34 El presidente sabe muy
bien que el efecto es irrisorio, pero qué importa! Es una cuestión de principios y el
aislamiento no tiene ninguna importancia con tal que el derecho cristiano sea respe-
tado. Pío IX, Papa-Rey destronado, cuyo pontificado cubre y sobrepasa todo el
período "garciano" (1846-1878), recibe en repetidas ocasiones, juramento de fide-
lidad, sostén y algunas finanzas (módicas por cierto) del presidente. Le importa po-
co que el mundo moderno se inquiete por las nacionalidades o por el derecho de los
pueblos; la opinión es algo fugaz frente a la fe. En verdad, lo que preocupa a Gar-
cía Moreno, no es ni la Nación ni el Estado, sino el pueblo, el populas christíanus.
En materia de doctrina, es aún más claro. Mientras que el clero francés
con Dupanloup a la cabeza, trata de limitar su influencia,3S García se entusiasma con
la encíclica Quanta cura y el Syllabus, que, recordémoslo, condenaban los "mons-
truosos errores" de la sociedad moderna. En su título, el Syllabus, verdadera no-
menclatura de esos famosos errores modernos, denunciaba aquellos relativos al li-
beralismo moderno, por ejemplo aquel que consistía en pretender "que cada hom-
bre es libre de abrazar y de profesar la religión que él haya considerado como la
verdadera según las luces de su razón". 36 La regla de ciudadanía de 1869, proviene
manifiestamente de él, así como también un buen número de medidas tomadas a
33 Carta al conde de Blancas del 22 de mayo de 1815, citada en R. Plongeron, op. cit,
p. 306.
34 APL, El Nacional, nota del Ministro de Asuntos Extranjeros, Francisco Javier León, 18
de enero de 1871.
35 Sobre todo, hace la diferencia entre la tesis (o el ideal) y la hipótesis (o la.aplicación te
niendo en cuenta las necesidades del tiempo).
36 A. Debidour, Histoire des rapports de l'Eglise et de VEtat en France, París, 1898.
155
favor de la religión de Cristo Rey. Como lo diría nuestro mismo devoto: "no quie-
ren entender que, si el Syllabus se queda como letra muerta, se acabarán las socieda-
des y que, si el Papa nos pone ante los ojos los verdaderos principios sociales, es que
el mundo los necesita para no morir". 37
Por lo tanto no hay alternativa, cualquiera que sea el sentido' de la historia,
García es etimológicamente, reaccionario. Aunque toma acta de los cambios socia-
les acaecidos desde la Independencia, el régimen de García Moreno es, pues, tradi-
cional - según la etimología del término - puesto que, transmitida de una vez por
todas, la verdad permanece eterna, inmóvil, intocable. "Aunque la razón es capaz de
conocer la verdad, no lo es por su propio natural sino porque aquellas verdades fun-
damentales (. ..) se fundan en la fe, revelación primitiva, transmitida por las institu-
ciones (. . .). En semejante contexto cualquier 'pluralismo' debía aparecer como un
completo contra sentido". 38 Asimismo, el tipo de régimen, aunque afirme el ca-
rácter determinante de los factores morales sobre el transcurso de la historia, puede
pretender "situarse por sobre los intereses económicos, pudiendo ser pragmáti-
co". 39
LA TUTELA INDISPENSABLE
leda hace una especie de secesión contra el poder central de Bogotá y entra en con-
flicto con él, a pesar de que las afinidades ideológicas parecen evidentes. No, este
entreguismo es más bien el signo de una fascinación frente al abismo. La Nación se
disgrega! Que se vaya al diablo! A menos de evitar el mal con la unión.
Los hechos se conocieron mejor desde que fueron consultados los Archivos
del Ministerio de Asuntos Exteriores. Hasta entonces, los historiadores ecuatoria-
nos, que habían discutido sin fin sobre este episodio, no tenían sino una vista parcial
de los acontecimientos. En efecto, "la acusación" se fundaba únicamente en dos
cartas que García Moreno había enviado, en plena guerra civil, al Cónsul general de
41 Carta a Roberto de Ascásubi, 9 de febrero de 1859, en W. Loor, op. cit, vol. 2, p. 105.
42 AMRE, Correspondence Politique, Equateur, vo.. 5, folio 47 v. Desde que fueron escritas
las líneas que siguen, Darío Lara publicó un artículo sobre el tema en Cultura No. 16.
Banco Central del Ecuador.
157
Esto fue con Trinité y casi dos años después con Fabre:
Soy presidente hoy, parecemos gobernar pero, no se equivoque, es una tre-
gua y nuestro estado normal es la revolución. . . la propuesta que hacía a
Monsieur Trinité cuando parecíamos vencidos, la reitero cuando estamos
en posesión del poder porque no es un recurso extremo o una tabla de sal-
vación a la cual me agarraba, es una idea bien firme basada en un sentido
que creo muy pulcramente patriótico que el único recurso humano para
preservar mi país de la disolución en la corrupción que nos esta ganando es
de aferramos a una gran potencia europea y, si lo podemos, a Francia. Con
ustedes estaríamos preservados del mal; tendríamos el orden en la liber-
tad. 44
A pesar de lo extenso, hemos querido transcribir casi todo el texto, pues
nos parece resumir muy claramente las razones de García Moreno y situar el proble-
ma tal como se presentaba: anarquía y demagogia contra el orden y la libertad civi-
lización contra disolución, el bien contra el mal, una concepción muy particular de
la patria ecuatoriana en su contexto americano. La república ecuatoriana, antes de
ser romana es ante todo latina: es en efecto sobrecogedor el rechazo de los Anglo-
sajones como factores de disgregación. En otra conversación, García Moreno justifica
la elección de Francia por sus "analogías de raza, de identidad, de religión". 45 Sin
lugar a dudas, el mundo "péndulo perenne" como decía Montaigne, no puede es-
tabilizarse sin la victoria de los países católicos empeñados en su combate planeta-
rio. El Ecuador debe ser el símbolo de América. Regresó entonces a la Patria, pero a
una patria integrada a un conjunto más vasto. García retiene de la especificidad
americana, la forma republicana y en una cierta medida, la democracia, pero eso es
todo. Su visión es otra. Durante poco tiempo, será cuestión de un "Reino Unido de
los Andes" bajo la tutela francesa, con la cesión de las islas Galápagos a la potencia
protectora. 46 Contra los Anglo-sajones protestantes portadores del liberalismo, es
necesario oponer un conjunto católico.
Ahora bien, García Moreno no tiene otra elección. En verdad, él conoce
Francia, y "asegura sacar de ella todas sus inspiraciones", 47 pero ello es sin duda
secundario. Más tarde Amédée Fabre denuncia el doble lenguaje de Gabriel, quien
cínicamente quería aprovecharse de Francia, con el más estricto interés nacional.
Hemos visto que no se habló nunca de los Estados Unidos ni de Inglaterra, sobre
todo por el hecho de que su colonización correría el riesgo de transformarse en una
colonización directa, España es demasiado débil y es además el antiguo coloniza-
dor. . . la Francia de Napoleón III al contrario es eípaís que conviene en el mo-
mento en que, junto con su desarrollo económico, se lanza a una política colonial
activa en Africa, en Indochina, en el Pacífico, política de la cual Francia afirma
siempre tiene como meta la defensa del catolicismo. Asociándose a ella, García Mo-
reno seguía además el juego de los grupos sociales hostiles al dominio industrial y
comercial inglés (aristocracia de la sierra?). Más allá de los discursos sobre el genio
de los pueblos, el "contacto civilizador", 48 el idealismo latino frente al materialismo
británico, se trata de un cálculo político para favorecer al imperialismo francés y al
nacionalismo ecuatoriano.
Algunas semanas antes de morir, Bolívar, en su célebre carta a Flores escri-
bía: "una vez que hayamos sido devorados por todos los crímenes y extinguidos
por la ferocidad, los europeos no se dignarán conquistarnos". 49 Fue precisamente
eso lo que ocurrió, pero sin duda no fue por las razones que daba el Libertador. El
Ministro rindió cuentas, hizo un informe al Emperador, 50 y luego de reiteradas pre-
guntas, aseguró al Emperador la buena fe de García. Este, al igual que un charlatán
ponderando la mercadería de su puesto de venta en una feria, puso a su país por las
nubes, repitiendo que "esas bellas regiones no serían inútiles a Francia",51 hizo un
inventario de dichas riquezas luego de un interrogatorio muy preciso, y se humilló
hasta el punto de escribir la demanda de protectorado, de su puño y letra y en fran-
cés (el 22 de junio de 1861). 52 No le valió de riada.
Napoleón III quería por cierto, establecer regímenes católicos, pero también
del tipo sansimoniano, sistemáticamente liberal e industrialista, lo cual no era
compatible en absoluto con la estuctura proyectada por García. Pero eso no es lo
esencial. Cuando se comprometió en la quimérica empresa de México, el "gran pro-
yecto del reino", aprovechando la pasajera debilidad de los Estados Unidos, que
eran presa de la secesión, Napoleón III tuvo la suficiente prudencia para no lanzarse en
otro avispero, a pesar de las estupendas espectativas de dominio sobre el Amazonas,
esgrimidas por Fabre, quien en su ingenuo entusiasmo, subestimó las dificultades de
la operación. La más clara razón de este rechazo, además del poco provecho que la
conquista podía aportar frente a las dificultades que resolver, fue sin duda al· ' guna,
el permanente deseo de tratar con mucho tino a Inglaterra, "enemigo hereditario" tal
vez, pero siempre temido. En México, Napoleón III ataca, pero con la venia de
Inglaterra. En el Ecuador, el riesgo de tener un conflicto con la "pérfida Albion" era
grande.
Ninguna protección externa; había pues que decidirse: en abril de 1862» el
rechazo es definitivo. De este modo, la tutela sería espiritual. El cimiento de la ca-
tolicidad, la sumisión al Papa-rey, serían suficientes para asegurar la existencia del
Ecuador.
Un breve estudio del vocabulario de García Moreno aclara los análisis pre-
cedentes. Nos contentaremos con hacer algunas observaciones:
1) Como en el ejemplo de Espejo, pero de manera diferente, nos parece
pertinente la comparación entre las dos ciudades Jerusalén y Babilonia. Nos parece
. relevante notar que en efecto, las ideas de García se expresan así siempre en parejas
opuestas.
Tenemos así:
Los dos capítulos precedentes han hecho pensar sin duda al lector que el
régimen instaurado por García Moreno emanaba de una teocracia. Por lo menos es lo
que han pretendido algunos historiadores. Pero el análisis preciso de las relaciones
entre el Presidente y la Iglesia de su país, demuestra que el civil no estuvo realmente
subordinado al religioso. Aún más, la apertura de los archivos vaticanos ha dejado
entrever la importancia del conflicto que enfrentó al pretendido teócrata con su
clero. 2 Por lo tanto la Iglesia católica no estaba destinada solamente a inspirar un
Estado clerical, ella fue en realidad el instrumento de un proyecto nacional con miras a
la consolidación del Estado, pues García Moreno había captado muy bien hasta qué
punto, como lo decía Tocqueville, "en el mundo no hay otra cosa fuera del patriotismo
o la religión que pueda hacer caminar durante mucho tiempo hacia una misma meta a la
universalidad de los. ciudadanos". 3 La Iglesia trabajará bajo la autoridad del dictador,
articulando los grupos sociales opuestos, paliando las flaquezas de una administración
ineficaz, educando a una población menos alfabe-
tizada desde la caída de los estructuras coloniales. Ahora bien, en 1860, la Iglesia
Ecuatoriana no estaba preparada para realizar lo que se esperaba de ella.
1. ¿CUAL IGLESIA?
a. El Concordato
4 Ver capítulo 5.
5 Mensaje al Congreso de 1863, A. Noboa, Recopilación de Mensajes, p. 20.
165
sia no era indispensable sino para que marchara "junto al poder civil" y para "llenar
su misión divina",6 como lo señalaba en sus instrucciones al canónigo Ordóflez.
Resumiendo, se trataba de dar en la sociedad al César lo que es del César y a Dios lo
que es de Dios, es decir, todo lo que habitualmente se llama "la esfera ideológica";
en materia de enseñanza, de medio intelectual, la Iglesia católica recibía así privi-
legios inmensos y de esta manera se articularía dentro del Estado. El artículo 3 del
Concordato que daba a los obispos el derecho de "proscribir los libros contrarios a
la religión y a la moral" y les confería la "alta inspección" sobre el conjunto del sis-
tema educativo 7 suscitó una violenta reacción de los "liberales" en nombre de la li-
bertad de pensamiento. Pero, una atenta lectura del conjunto del texto, muestra
que al fin y al cabo, la Iglesia podía conocer un nuevo tipo de sujeción.
En efecto, si bien el artículo 5 la liberaba de la obligación de pasar por la
autoridad civil para comunicarse con la Santa Sede, y el artículo 6 permitía a cual-
quier autoridad diocesana el convocar a un concilio, las personas y los bienes ecle-
siásticos permanecían sujetos a los impuestos públicos (artículo 9), el Presidente
conservaba el derecho de proponer religiosos honorables al título de obispos o ar-
zobispos: los obispos designaban al Presidente tres candidatos entre los cuales debía
hacer su elección en el término de tres meses (art. 12). El poder civil obtiene igua-
mente el derecho de nombrar a los eclesiásticos para las prebendas (art. 13) y de so-
licitar la creación de nuevas diócesis (art. 16). Este último punto era esencial pues se
inscribía en el conjunto de una política tendiente a estructurar la Nación. El texto
establecido de este modo - difícilmente por lo demás, pues Ordófiez tuvo que re-
gresar a Roma debido al gran descontento de García Moreno por la primera redac-
ción - fue firmado el 26 de septiembre de 1862 y ratificado rápidamente por el
Presidente. Apenas fue conocido, se transformó en el objeto de numerosas críticas
que García enumeraba en una carta dirigida a su hermano, haciendo hincapié en
sus contradicciones: "Los hombres irreligiosos o no católicos condenan la libertad e
independencia que se deja a la Iglesia, los frailes se irritan contra la vida común, los
obispos y canónigos encuentran malísima la erección de nuevas diócesis y la consi-
guiente disminución de sus sueldos. . ." 8 Se quejaba tanto de la oposición de los
"incrédulos" como de la Iglesia ecuatoriana.
Las protestas del Congreso, la guerra en Colombia con Mosquera que se ha-
bía movilizado contra la "teocracia", pero también la actitud del Nuncio apostólico
Tavani venido, según el artículo 16, a supervisar el establecimiento de las nuevas
diócesis y la reforma del clero exigida por García y prevista por las notas comple-
mentarias al Concordato, condujeron al Presidente a aceptar y aun a poner en obra
b. La Reforma
Los diplomáticos nombrados en Quito, describieron a cual mejor, el es-
tado lamentable del clero local, su pereza, su ignorancia, sus desenfrenos y. . . sus
compromisos políticos. 10 Con frecuencia muy anticlericales, se mofaban de lo ri-
'dículo que era y del rol que se le pretendía otorgar. Y no eran los únicos. En las ins-
trucciones dadas a Ordóñez, en las cartas a su hermano, en sus declaraciones públi-
cas, se veía también la inquietud de García Moreno, y en particular en lo concer-
niente al clero regular, al que amenazó en varias ocasiones con cerrar los conventos
mientras no hubieran aceptado regresar a una estricta observancia de las reglas: "La
reforma es urgentísima, pues ha llegado a su colmo la escandalosa disolución y la
bárbara ignorancia del sacerdocio ecuatoriano ( . . . ) Las seducciones "intra confe-
ssionem" son muy repetidas (. ..), el clero se envilece y la sociedad se pierde". 11
9 ídem, carta de Tavani a Roma, p. 60 - 61.
10 Por ejemplo: Friedrich Hassaureck, Four years among the Ecuadorians, Londres, 1867,
AMRE: Charles de Saint-Robert, 5 de febrero de 1867. Correspondance Politique, vol.
7, folios 212-224. Pierre Saillard: 10 de junio de 1868, Correspondance Consulate et Co-
mmerciale, Quito, vol. 6, folios 84 -128.
11 Carta del 10 de abril de 1862, a Ignacio Ordonez citada en W. Loor, op. cit., t. Ill, p. 60.
167
12 Carta a Nicolás Martínez, 1864, citada en Robalino Dávila, op. cit, p. 262.
13 Para lo que sigue tomaremos fielmente las conclusiones de Enrique Ayala, op. cit. pp.
148-149.
14 Carta del 11 de abril de 1862 a Ignacio Ordóñez citada en W. Loor, op. cit., t. III.
168
lidad había dos! La una local, que participaba en los debates políticos, que se apo-
yaba en el pueblo o lo controlaba, que estaba en el centro de las veleidades regiona-
listas (como en Cuenca por ejemplo). La otra, injertada artificialmente, no era ad-
mitida o no tenía la misma función. Además, ella misma y en primer lugar los jesuí-
tas, debió soportar mal la tutela de un místico que había creído quizás, que el reino
de Dios era de este mundo, cuando ella sabía que no era nada de eso. Extraña "teo-
cracia" la de un sistema en el que el conflicto con la Iglesia era permanente.
2. LA ORGANIZACIÓN POLÍTICA
1. Pueblo y Nación
17 Como él lo dice cuando el debate sobre la ciudadanía, "el sofisma fue de confundir los
derechos de la ciudadanía con la calidad de Ecuatoriano. .. " Discusión Parlamentaria en
la Convención de 1869, in Escritos y Discursos de García Moreno, Manuel María Pólit Laso
(edit.), Quito, 1923, p. 99.
18 Respuesta a A. Ferro, encargado de negocios de Colombia, el 19 de agosto de 1864.
19 BR, El Vengador, n. 1,1846.
20 Carta a Antonio Borrero, 21 de septiembre de 1861, in W. Loor, op.cit.p.
21 S. Bolívar, Obras completas, ed. V. Lecuna, La Habana, 1947, t. 1, p. 565, citado por R.
Konetzke, Rev. de Indias, ΧΓΧ, 1959, pp. 250-251.
170
consideraba que la Constitución podía ser una simple organización jurídica tendien-
te a arbitrar y reglamentar los conflictos entre los grupos sociales, las regiones, las
parentelas. Para él, la ley fundamental es mucho más que eso, es la partida de na-
cimiento del cuerpo político, la condición de su existencia: cuando no hay Consti-
tución hay "corrupción", hay "desorden". Es el Estado el que prima contra las
fuerzas centrífugas y la razón de Estado prevalece sobre el resto.
d. ¿Y el indio?
cia. El medio más adecuado para fomentar el progreso de los pueblos, es propagar
la instrucción en todas las clases de la sociedad; y por lo mismo valdría más emplear
la renta que se destina para el protector, en las dotaciones de institutores..." 28 La
antigua sociedad de órdenes es severamente criticada; el proyecto es liberal. Final-
mente, es en la Defensa de los Jesuítas donde aparece más claramente la doctrina:
policial terrorista, un dominio del Estado sobre las fuerzas armadas, no pare
ce nada pertinente el asimilar estructuras y coyunturas tan diferentes. Se pue
de admitir que, como en los sistemas totalitarios, la política de García con
ducía a la atomización de la sociedad;3 en repetidas ocasiones, se declaró en con
tra de la antigua sociedad de órdenes con sus cofradías, sus instancias representati
vas de indios, sus comunidades, sus entidades regionales o locales, consideradas
como otro tanto de fuerzas centrífugas. El quiere reducir todo esto a un juramento
de fidelidad al Estado. Pero evidentemente, se trata de un proyecto liberal en el que
el individuo sería la base del cuerpo político. Y un individuo cristiano! De la misma
manera por cierto, el régimen no tuvo sucesor ni formado ni previsto. Desde su reti
ro en 1865, el antiguo Presidente tropieza con epígonos que no le convienen; des
pués de su retorno en 1869, no se habla más de sucesión y en 1875, responde a su
hermano que trataba de disuadirle de volverse a presentar: "debo gobernar durante
25 aflos para consolidar mi sistema". 4 El individuo y el régimen están ligados úni
camente al destino del dictador. Pero, más allá del Reich que debía durar mil aflos,
¿no es también lo propio de un gran número de regímenes autoritarios, sin que sean
por ello totalitarios? Además, esta identificación del dirigente con el régimen, así
como la ausencia de un verdadero partido contrarrevolucionario, son también debi
das al hecho de que, a pesar de las consideraciones de diplomáticos como el Fran
cés Amédée Fabre, quien descubrió la formación de un "partido" aristocrático alre
dedor de García, no había ninguna identidad de opiniones e intereses entre hombres
que de grado o por fuerza, lo sostenían. Una vez desaparecido el jefe, la alianza se
hizo trizas rápidamente, antes de desmoronarse en 1878. Quito versus Guayaquil,
proteccionismo o libre-cambio, "orden moral" u orden laico, los debates partida
rios resurgieron enseguida. A pesar de algunas apariencias, la comparación no lleva
muy lejos, por lo grandes que son las diferencias de naturaleza, de tipo de moviliza
ción política: para hacer un Estado totalitario, es preciso que el Estado exista de an
temano en su forma democrática.
Entonces, ¿dictador, tirano, García Moreno? Aristóteles describe al tirano
como un hombre que no puede tolerar en sus sujetos la libertad de pensar por ellos
mismos, ni la posibilidad de vivir en un clima de confianza recíproca. 5 En eso Gar-
cía Moreno fue un tirano. Pero no es suficiente. Parece ser más fecunda la asimila-
ción al "despotismo ilustrado" que era también la emanación de la antigua sociedad
tendiente a abolir de ella las distinciones y los cuerpos para el mayor poderío del
Estado. Modernizador, fue el artífice de todos los cambios. La renovación necesaria
3 Hannah Arendt, op cit., p. 39. Esta concepción es cuestionada hoy en día. Ver Pierre
Birnbaum, "Mobilisation, structures sociales et types d'Etat", in Revue frangaise de So-
dologie, XXIV, 1983, p. 435. En el nazismo, sería la atomización que resultaría del sistema y
no el sistema de la atomización.
4. Carta a Pedro Pablo, in W. Loor, op. cit., vol. IV.
5 Η. Carrére d'Encausse: Staline.
175
debía hacerse por lo alto, y todas las reformas debían ser conducidas simultánea-
mente. 6 En el caso ecuatoriano, la soberanía popular no impide la forma absolutista
de un Estado, no dinástico, pero reservando un rol eminente al déspota-demiurgo.
Sin embargo, esta semejanza como las otras, tiene sus límites, se tropieza con el
impase de la cuestión religiosa, considerada como esencial: los déspotas ilustrados no
eran nada religiosos.
Ni el pasado lejano, ni los debates en curso sobre el autoritarismo, que bus-
can vanamente una misma y única definición para caracterizar a Turquía, Chile o
algunos regímenes africanos, nos permiten aclarar nuestro propósito. 7 Otra tenta-
tiva de definición teórica que se aplica exclusivamente esta vez a la América Latina
del siglo XIX, es el caudillismo: el caudillo sudamericano fue a la vez el producto
del vacío político nacido de la independencia, de la transferencia de poder de la ciu-
dad al campo, de la ineficiencia de las instituciones políticas injertadas artificial-
mente y del hecho de que el ejército hubiese sido en ese entonces, la única fuerza
social más o menos organizada. 8 Pero, como lo veremos al final del capítulo, el ré-
gimen de García no sabría definirse solamente por su relación con el ejército.
Por lo tanto, ¿la dificultad es infranqueable? Sin duda no, si se considera que
la irreductible originalidad del régimen de García viene de su relación particular con la
Iglesia católica. Es la clave de este autoritarismo, por consiguiente muy cercano
a otra dictadura del mundo hispánico, el franquismo. Esta comparación, discuti-
ble desde el punto de vista metodológico, permite sin embargo aproximaciones.
bien íntegros como lo exigió en repetidas ocasiones García Moreno. Sin ocuparse
en absoluto de las fronteras — pues uno no se ocupa del cerco mientras la casa no
esté contruida - velaba también por la organización de los territorios amazónicos,
gracias a las órdenes religiosas. 22 Además con el mejoramiento global de la situación
económica, un aparato de Estado pudo ser colocado progresivamente en su sitio,
sobre todo cuando en la segunda presidencia, en que las rentas del país se duplicaron,
pasando de 1'451.711. pesos en 1868 a 2' 944.647 pesos. 23 Además, la ausencia de
todo conflicto externo permitió separar considerables sumas para la administración y
los trabajos públicos, cuando, de manera paradógica, el país tenía dificultades
comerciales desde 1873. 24 En esta época se puede situar razonablemente las
primeras tentativas reales de un serio control del sistema fiscal y del presupuesto.
Control imperfecto por lo demás, pues respondiendo a Fabre que le solicitaba una
evaluación precisa de las riquezas del país, del movimiento comercial, y de los
ingresos del Estado, García respondía que en ausencia de toda estadística sólida, no
se hallaba en condiciones de proporcionar tales informes. 25 Paralelamente, con las
primeras manifestaciones del boom del cacao, Guayaquil se dotaba de un aparato
bancario y financiero que a fines del siglo, se contaría entre los más modernos del
mundo, a pesar de las casas de madera, los esteros y los hedores tropicales.
22 Esta desenvoltura hacia lo que se volvería uno de los elementos fundadores de la concien
cia nacional le fue reprochada. Ver sobre este tema Jean-Paul Deler e Yves Saint-Geours,
"Etat et Frontiéres en Equateur", in Pluriel Débat, París 1982, pp. 175-178.
23 APL, Mensaje al Congreso de 1875. El Nacional, 10 de agosto de 1875.
24 La crisis mundial (principio de una fase Β de Kondratieff 1873-1895) repercutió inme
diatamente.
25 AMRE, Correspondancepolitique, vol. 5,1861.
26 Informe del Ministro del Interior, citado por Wilson Miño, García Moreno, Consolidación
del Estado Nacional y una alternativa del Partido Aristocrático, Quito, Facultad de Eco
nomía de la Universidad Católica del Ecuador, 1976, p. 19.
181
abrir carreteras o vías ferroviarias y ante todo para unir Quito a Guayaquil.
Hizo venir de Francia a su amigo y maestro Sebastián Wiesse y en 1864, todala parte
de la capital a Riobamba fue terminada. Al mismo tiempo pone en marcha un camino
de Quito a la costa por el norte, a fin de evitar el paso obligado por Guayaquil. 27
En cuanto al tren, su desarrollo fue lento, pues solamente se habían abiertos 40
kilómetros en 1875, a partir del gran puerto y gracias al dinero (200.000 pesos)
"suplidos" por los propietarios de las plantaciones de la costa quienes podían así
comunicar sus explotaciones. La prosperidad costera, ligada a la explotación del
cacao cobró un gran auge. 28 Pero, por supuesto, era ante todo en la sierra donde de-
bía hacerse sentir el efecto del desarrollo, de manera menos espectacular, pero tam-
bién real.
Durante este período, es difícil decir si la producción agrícola progresó
considerablemente: pareció aumentar hacia 1850, pero los diezmos percibidos entre
1865 y 1875 muestran que este acrecentamiento de la producción fue de corta du-
ración. 29 Las técnicas de producción permanecían absolutamente arcaicas, como lo
indicaban los gobernadores de provincia en sus informes, y en 1868 el Cónsul francés:
"Algunos propietarios han hecho traer arados de Europa. Pero los cultivadores prefie-
ren su manera de arar, que es agotadora. Introducen en la tierra un palo curvo que
tiene a un lado una punta de fierro y en el otro un puño también encorvado. Apo-
yan el vientre sobre este puño y forman los surcos levantando penosamente los pe-
dazos de tierra. . . " 30 Sin embargo, a partir de esta época, aparece de manera muy
clara que la ganadería es más remuneradora siempre que haya un mercado para ab-
sorber los productos. Este mercado estaba formado por los habitantes de .las ciuda-
des, pero también por el extranjero, en lo referente a los cueros. La evolución hacia
las actividades ganaderas se hizo lentamente, con el desarrollo de un mercado nacio-
nal, mientras que las actividades agrícolas tradicionales se modernizaban también.
Ahora bien, ese mercado nacional se inició con el gobierno de García Moreno. La
construcción de carreteras, la racionalización de los transportes, la reorganización
completa de los mercados en el centro de la sierra, muestran la instalación de una
estructura diferente a partir de 1867. "De esta manera, se pasó de un sistema carac-
terizado por un cierto número de pequeños mercados dominicales a un sistema en el
cual los mercados fueron no solo más importantes y más numerosos sirio también
repartidos en los distintos días de la semana". 31 Si es difícil calcular los progresos
obtenidos de esta manera, se puede decir que los cambios no se hicieron sin dificul-
tad. En efecto, la construcción de carreteras tropezó con la oposición de los propie-
tarios de las haciendas, preocupados por la idea de verse privados de sus peones,
pero también inquietos de ver en retirada su influencia local por el poder cen-
tral. Desenclavando los diversos valles, el Estado entraba en rivalidad con los gran-
des hacendados! En cuanto a la transformación de los mercados, fue combatida por
los campesinos e incluso por el clero, No obstante, los cambios fueron impuestos y
a partir de 1872, el mercado tenía lugar el sábado en Latacunga y Riobamba, el lu-
nes en Ambato, el jueves en Saquisilí. Por otra parte la misma naturaleza de los mer-
cados fue transformada, se diferenciaban el mayorista, el minorista, la especifica-
ción por producto, conduciendo a un aumento del número de comerciantes y a una
diversificación de sus actividades. El movimiento de los hombres y de los productos,
vuelto más activo por el crecimiento de la población, por la política del Estado, por
la expropiación de los pequeños campesinos-artesanos, constituye un elemento esen-
cial de la transformación de la sierra, tanto en el plano económico como en el so-
cial. Se volvió más permeable a los impulsos venidos del exterior y en particular de
la costa donde se situaba entonces el polo principal del desarrollo.
El desarrollo de las actividades agro-pastoriles y del comercio iba a dar un
fuerte impulso al mercado de la tierra, cuyo monto del impuesto sobre la venta de
los bienes raíces da índices para la provincia del Pichincha a partir de los años
1860. 32 Comenzaba así una valorización real de la tierra, limitada al principio, a
los alrededores de la capital.
En el mismo momento, los campesinos-artesanos soportaban francas difi-
cultades, en particular a partir de 1870. En efecto, en esta época, la artesanía local
entró en competencia directa con los productos importados, sobre todo con los tex-
tiles ingleses. Si algunas manufacturas parecían poder resistir, no pasaba lo mismo
con los trabajadores independientes, sobre todo en lo concerniente al algodón (una
parte de la materia prima venía del valle del Chota). Los productos de lana importa-
dos eran puestos a la venta a precios todavía muy elevados para ser amenazadores,
lo mismo que el calzado. Por otra parte, la exportación hacia Colombia, incluyendo
el contrabando, se volvía más difícil. Esta crisis, agravada por las continuas dificul-
tades monetarias, se agregó a todas las razones evocadas antes, para socavar el siste-
ma: obligado a abandonar su tierra o su taller, el campesino-artesano tuvo que trans-
formarse en concierto o irse a la costa.
De este modo, el período fue decisivo. La sierra estaba relativamente ence-
rrada en ella misma, antes de la apertura que siguió. Fue el teatro de un conflicto
entre dos sistemas, la hacienda y el campesino-artesano: un combate que no había
concluido a la muerte de García Moreno. Este acrecentó sin duda el poderío de los
propietaros de la sierra, tanto en el plano económico como en el político, instalan-
do un poder que era el suyo ideológicamente. Pero, al mismo tiempo, minaba la ba-
33 Carta de Benigno Malo a García Moreno, citada en W. Loor, op. cit., tomo IV, pp.
170-171.
34 Idem, pp. 171-172.
35 Benigno Malo: "Exposición ante la Convención de 1861", en Escritos y Discunos, Quito
tomo I,p. 299.
36 APL, Mensaje al Congreso de 1875, El Nacional, 14 de agosto de 1875.
37 E. Avala, op. cit.,p. 128.
184
38 F.n 1875, García Moreno había logrado terminar con la deuda llamada "Mackintosh" y
"Angloamericana" pero no había podido renegociar el conjunto de la deuda externa.
No estaba de acuerdo con su embajador Flores quien no pudo obtener créditos externos, pues
García se rehusaba a pagar la deuda. Decía preferir que "el tren y los otros trabajos que pide el
bienestar de la República se hagan en la medida en que lá protección divina y la más severa eco-
nomía nos darán los medios para acabarlos". Citado por E. Ayala, op. cit., p. 130.
39 Carta a Antonio Flores, 20 de julio de 1862, en Epistolario Diplomático, op. cit., p.
XXIV.
40 ABCE, Fondo Jijón y Caamaño, vol. 46 (1859-1861), folio 297.
41 ABCE, Idem. vol. 46. (1859-1861) folio 367. Es en Guayaquil y en ningún otro sitio
donde se podía encontrar el dinero.
42 El Banco obtuvo el privilegio de emisión por un período de 20 años. Fue constituido gra
cias al capital peruano y guayaquileño, en particular por el del peruano Aníbal González,
la creación tuvo lugar en el consulado del Ecuador en París.
43 Habiendo perdido el peso el 60 o/o de su valor, en relación al dólar, García tuvo que pro
hibir por decreto del 6 de junio de 1874, toda exportación de dinero.
185
a. La educación
al contrario primas para los más empeñosos. El mismo Presidente dio el ejemplo
abriendo una escuela en una de las haciendas que dirigía y exonerando de ciertas
tareas a los peones que enviaban a su progenitura. Nuevamente tropieza con los
hacendados que trataron de sustraerse a la ley: "La justicia exige que se haga respe-
tar y obedecer la ley por los más poderosos, por los habituados a violarla, es decir,
los ricos y propietarios. Principie, pues, por estos, amenazándoles con la multa si
no enseñan o hacen enseñar a los hijos de sus peones". 50 Señaló que al fin de un
primer mandato, en el transcurso del cual no había logrado imponer sus puntos de
vista que "la reforma de la instrucción pública, sin la cual el país será siempre lo que
es, es decir nada, escolló porque tuvieron miedo de que yo hiciera estudiar a las ge-
neraciones nuevas". 51 Pero en 1875, el éxito podía parecer clamoroso, puesto que el
número de niños escolarizados, había sido multiplicado por tres en menos de diez
años. 5^
El Presidente se interesó en la enseñanza superior y quiso depurar los
contenidos considerados como inútiles y peligrosos. La Universidad Central, foco
de "rojos" (los liberales) fue cerrada en 1869 (de la que había sido él mismo rector
en 1857) y García se dedicó a desarrollar las enseñanzas científicas y técnicas. Para
fundar la Escuela Politécnica, acogió a los Jesuítas alemanes expulsados por el Kul-
turkampf: entre 1870 y 1875, noventisiete alumnos siguieron los cursos. 53 Además
hizo venir a médicos e ingenieros franceses para dirigir la Facultad de Medicina y
crear el Observatorio Astronómico. . . Claro es que la enseñanza del Derecho, de las
ciencias políticas, tan apreciadas hasta entonces, fue descuidada y en todo caso muy
controlada. Preocupado así por la enseñanza técnica, por la alfabetización, como
por el catecismo, García puso a la Iglesia al servicio del proyecto educativo nacional,
colocado bajo la autoridad de un "Consejo General de Instrucción Pública" por la
reforma de 1869, y cuyo tutor exclusivo era el Ejecutivo. Obligados a someterse a las
exigencias del dictador, los sacerdotes siguieron un terrible programa a marcha
forzada, haciendo doble jornada de trabajo. ¿Lo soportaron realmente?
"Es tiempo de que los malos tiemblen y de que los buenos se regocijen",
pudo decir Luis Napoleón una vez que los últimos movimientos revolucionarios
fueron dominados en Francia. Estas declaraciones no hubieran estado fuera de
lugar en el Ecuador: reprimir, encerrar, eliminar los libros malos, clausurar las logias
masónicas y. . . hacer retornar al camino recto a las ovejas descarriadas, he aquí su
5. EL CIVILISMO DE GARCIA
to. Alcázar o Tapioca, el caudillo es familiar para los lectores de Tintín: mediocre,
zopenco, ave de rapiña, borracho, prontamente derribado antes de complotar
para nuevamente ganar, se sienta como un militar que ha anexado un Estado. Ahora
bien, el caudillo no corresponde en nada a la visión tradicional del dictador engala-
nado de nuestras historietas, por el contrario, como lo hemos mostrado al princi-
pio del capítulo, es el producto de una situación particular nacida de la indepen-
dencia y se define por las relaciones que mantiene con los que lo protegen: "Las re-
laciones de dependencia personal, netamente patriarcales, que dominan en la ha-
cienda, determinan el modelo de las relaciones sociales en las otras esferas e insti-
tuciones. . . (así). .. las relaciones entre el jefe y la tropa son definidas por vínculos
personales de lealtad y de protección mutual (personalismo patricarcal)". 58 Así
pues, mientras no existan realmente ejércitos profesionales (jerarquía, cuerpo de
oficiales disciplinados y formados, plan de carrera... ) el caudillo, aun si es general,
no corresponde a una visión militarista. Un jefe local puede convertirse en general
de un día para otro, y un general en caudillo.
Cómo ocurre en el Ecuador: "No se podría imaginar espectáculo más ex-
traño, más colorido, más harapiento, que un destacamento de tropas ecuatorianas
en marcha. Los hombres están armados de cualquier manera, vestidos con casi todas
las modas. Unos llevan fusiles, los otros lanzas. . . La mitad de la banda estará cu-
bierta por abrigos grises, la otra mitad sin ninguna clase de uniforme, tener zapatos
será privilegio de unos pocos, caminar descalzo el destino de la gran mayoría... "
como la paga de los soldados es siempre "recortada, malversada, retardada" "inter-
cambian su equipo militar, venden lo que pueden y enseguida, roban". 59 Esta pin-
toresca descripción data de 1851, en plena guerra civil: el ejército de ese entonces
no era otra cosa que un conglomerado de hombres, mulatos la mayor parte de las
veces, (los Indios están exentos en teoría) reclutados por la fuerza o por vínculos
pesonales. Por supuesto que los antiguos oficiales de la independencia desempeña-
ban todavía un papel esencial en ello, como Flores o Urbina. En cuanto a García,
tomó la espada, como los otros claro está, dirigió las campañas durante la guerra
civil, obtuvo victorias (Jambelí) en combates que no ponían jamás algo más de unos
centenares de soldados, fue también vencido contra Colombia. Pasó sin verdadera
interrupción de lo civil a lo militar, considerando siempre que la "insuficiencia de
las leyes' podía llevarle a tomar las armas. Pero el recurrir al ejército no es sin duda
sino una ultima ratio: "Después de agotar todos los esfuerzos posibles para que el
Presidente ( . . . ) librara a la República del peligro inminente de ser presa otra vez de
sus irreconciliables enemigos, he tenido que ponerme a la cabeza del Ejército para
evitar que el país sea inundado de sangre, esquilmado por la guerra y devorado por
la anarquía". 60 si era un caudillo en el sentido en que lo hemos definido, no
58 ídem, p. 730.
59 Alexandre Holynski, L 'Equateur scenes de la vie sud-américaine, París, 1861, p. 210.
60 Proclama al pueblo del 17 de enero de 1869, citada en M. Pólit Laso, García Moreno, Es
critos y Discursos, tomo II, p. 26, Quito, 1923.
189
61 Es decir los sublevamientos locales, con la ayuda de bandas más o menos organizadas, al
rededor de un cacique.
62 APL, Mensa/e al Congreso ordinario de 1871, p. 5.
63 APL, El Nacional, Mensaje al Congreso de 1875, 14 de agosto de 1875. El lector perdo
nara el carácter embrionario de estas reflexiones. Se necesita investigar.
___________________________12
LA SUBIDA AL MARTIRIO
ñor Checa y Barba está ausente: envenenado ep 1877 con el vino de Misa, un Vier-
nes Santo, fue el último en ser honrado del mismo modo que García, embalsamado,
revestido de sus atributos episcopales, la mitra sobre la cabeza y la cruz en la ma-
no. 3
Pero una vez terminada la ceremonia, el misterio se apodera del gran hom-
bre. Salida la multitud, algunos fieles ocultan el cadáver; extraña precaución que di-
ce mucho de los temores de sus partidarios frente al sentimiento popular. Y García
desaparece definitivamente hasta ese día de abril de 1975 (para el centenario) en el
que fue vuelto a encontrar e indentificado en el convento de Santa Catalina (las reli-
giosas detrás de los muros de ese convento-fortaleza, habían sabido guardar el secreto
durante un siglo). 4 Con gran pompa, los restos fueron depositados en la Catedral,
al lado de Sucre y de Flores, y la ceremonia dio lugar a una gran concentración
"conservadora" en las calles de la capital.
Lo "real maravilloso" de los romanceros latinoamericanos de hoy, tan en
boga en París, dio una nueva dimensión a nuestra percepción del dictador: el Recur-
so del Método o el Otoño del Patriarca han descrito bien a los occidentales este ho-
rror barroco, esta atmósfera y estas referencias exóticas y familiares a la vez. 5 ¿Osa-
remos decir al término de este relato que nuestro "héroe" tuvo una vida y una
muerte tan romanescas que Gabriel García. . . Márquez carece de imaginación? 6
Pero quizás para hacer más convincente esta ocurrencia, sería preciso regresar al per-
sonaje mismo del dictador, a su manera de encarar la vida, a su muerte futura, en
resumen a su destino.
En el Espíritu de las Leyes, Montesquieu define como "príncipe que hace ac-
tuar" el gobierno monárquico, el honor, este honor aristocrático, exigencia comple-
tamente individual que coloca al individuo noble por encima de los otros y que, pa-
sión particular, "hace mover todas las partes del cuerpo político de tal manera
que se encuentra que cada uno va hacia el bien común, creyendo ir hacia sus intere-
ses particulares". 7 No se trata aquí del honor de la familia o del clan, sino de un
3 Foto reproducida en Imágenes de la Vida política del Ecuador, Publicación del Banco
Central del Ecuador, Quito, 1980.
4 Sobre el descubrimiento de los restos y lo que siguió, ver Severo Gómez Jurado, S.J., Vi
da de García Moreno, t. XII, Quito, cap. IV, pp. 67-94.
5 Alejo Carpentier, El Recurso del Método, México, 1974, Gabriel García Márquez, El
Otoño del Patriarca, Barcelona 1975. Otemos también: Miguel Ángel Asturias, El Señor
Presidente, 1946, y Augusto Roa Bastos, Yo, el Supremo.
6 El lector nos perdonará este fácil juego de palabras.
7 Montesquieu, L'Esprit des Lois, III, 8, citado poi Albert O. Hirschman, Les passions el
les intérets, París, 1980, p. 14. Ver sobre este tema el fino análisis de Louis Althusser,
Montesquieu, La Politique et l'histoire, París, 1959, pp, 77-80.
193
8 Proclama al pueblo, del 17 de enero de 1869, citada en M. Pólit Laso, op. cit.
9 Declaración de candidatura, citada en A. Berthe, op. cit., t. II, p. 106, retraducido del
francés.
10 Carta a Rosa de Ascásubi, 24 de agosto de 1859, citada en W. Loor, op. cit., t. II, p. 128.
194
2. EL "SIERVO SUFRIENTE" 11
11 Marcel Simon, Andié Benoit, Le fudaime et le christianisme antique, París, PUF, Nouve-
Ue Clio 10.
12 Carta a su madie, Mercedes Moreno, del 16 de marzo de 1859, citada por Severo Gómez
Jurado, op. cit, tomo XI, 1975, p. 161.
13 Prefacio de la Imitación de Cristo, París, 1983, p. 7.
14 Algunos títulos de capítulo son elocuentes: que el amor de sí mismo es el mayor obs
táculo que impide al hombre llegar al Bien soberano, que hay que renunciar a sí mis
mo para conseguir la libertad del corazón, que el hombre no tiene nada bueno por sí mismo y
no puede glorificarse de nada.
15 Por ejemplo los métodos de respiración adaptados a la plegaria.
195
3. EL MARTIRIO PROFETIZADO
19 Es el título del libro panfleto de Juan Montalvo aparecido justo en ese momento. Este es
cribió poco tiempo después del homicidio: "Mi pluma lo mató" pero parece que los cons
piradores no hubiesen tenido un conocimiento profundo del libro antes de su acto.
20 Carta del 3 de julio de 1875 a Mariano Barona, citada en W. Loor, García Moreno y sus
asesinos, op. cit. p. 221.
21 Caita del 10 de julio de 1875 a Mariano Barona, citada en W. Loor, García. . . op. cit.
p. 221.
22 Caita del 13 de julio de 1875, a Juan Villavicencio, citada en W. Looi, García. op
cit., p. 221.
23 Carta a Pedro Pablo, citada en W. Loor, Cartas.. ., op. cit,, t. IV,
197
4. EL SACRIFICIO
"Hay conjuraciones santas: "el que al frente de una vasta porción de ciur
dadanos, se lanza hacia el tirano apellidando libertad y le mata con su mano a
mediodía y en la plaza pública no es asesino; será conspirador, en buena hora pero
gran conspirador, benefactor de la especie humana... " (Juan Montalvo, El Cosmo-
polita, Tomo 1, libro III, p. 340).
El viernes 6 de agosto de 1875, día de la Transfiguración, García acude
desde las seis de la mañana a la Misa. Comulga, es su pan cotidiano, luego regresa a
su casa y trabaja hasta mediodía, hora en la cual sale con su esposa y su edecán,
pasa una hora en casa de su cufiada, y finalmente llega al palacio hacia la una y media.
Es atacado por los conspiradores al final de la escalera. El relato del asesinato ha
sido hecho ya miles de veces: cuatro hombres, Faustino Rayo el primero, Roberto
Andrade, Abelardo Moncayo y Manuel Cornejo, lo atacan con machete y pistola.
Después de una breve lucha, el Presidente cae de lo alto del peristilo sobre la Plaza de
Armas. Es llevado ya sin vida a la catedral mientras que su principal agresor, Rayo,
es ejecutado inmediatamente y que los otros logran huir. ¿Quiénes eran estos
homicidas?
En su mayoría, hombres de buena familia, antiguos partidarios de García
(el abogado Manuel Polanco, organizador del atentado, por ejemplo) un antiguo
jesuíta (Moncayo) uno o dos militares. El personaje de Rayo parece el másenigmá-
24 Carta a Pío IX del 17 de julio de 1875, citada en W. Loor, Garfia,.. , op. cit, pp. 221-
222.
25 Carta a Juan Aguirre, citada en W. Loor, García.,., op. cit, p. 222.
26 Rene Girard, Des choses cachees depuis la creation du Monde, París, 1978.
198
tico: siendo bien conocido por el Presidente, había conversado con él la mañana
misma al salir de la Misa, acerca de una silla de montar que le había encomendado
pues era talabartero. García no parecía desconfiar de esos hombres. ¿Eran liberales
decididos a terminar con el tirano? Algunos quizás, como Manuel Cornejo, actuaron
según los ideales de un Brutus: lo ejecutaron el 27 de agosto. ¿Todos? es muy dis-
cutible. Una inagotable literatura apareció sobre el asunto. De la cual no se puede
deducir a nuestro modo de ver, nada en concreto aunque, para los fieles del mártir
no haya ninguna duda sobre el origen del crimen: la masonería internacional, con el
dinero alemán en la época del Kulturkampf, pasando por Lima, plataforma giratoria
hacia los Andes y lugar de organización del conflicto. Por lo menos esa es la tesis del
libro más completo sobre la cuestión: "García Moreno y sus Asesinos" aparecido en
1967. Sin embargo, muchos puntos permanecen oscuros: la rápida ejecución del ho-
micida principal, luego la de un militar que no parecía haber tomado parte directa-
mente en el complot (Gfegorio Campuzano), la debilidad de la persecución contra
los conspiradores, la extrema eficacia hacia otros, el hecho de que se haya hablado
mucho de complots paralelos, las numerosas ambigüedades de la actitud del poder
político: para asegurar el orden público, se hizo arrestos preventivos; el mismo Wil-
frido Loor 27 se sorprende de que se trate exclusivamente de convictos partidarios
de García, cuando se deja escapar a los verdaderos sospechosos.. . 28
Digan lo que digan, no eran solamente los masones los que estaban intere-
sados en la desaparición del gran hombre. Quizás este ensayo haya sugerido algunos
posibles culpables. Las declaraciones muy posteriores al homicidio, hechas por los
criminales que habían escapado a la justicia, no nos aclaran tampoco mucho más.
Además es bastante verosímil que un buen número de ellos fueran manipulados.
Salvo quizás para los hagiógrafos, el misterio perdura, y es mejor así.
Sobre el cadáver mutilado del Presidente, encontraron el famoso mensaje
maculado de sangre y la Imitación de Cristo, llena de piadosas anotaciones hechas
por García Moreno o más bien completada por ejercicios espirituales fabricados por
él mismo: "He de meditar en la noche y dos veces al día sobre las postrimerías:
muerte, juicio, infierno y gloria. En las dudas y tentaciones me he de preguntar:
¿qué pensaré sobre esto en la hora de la muerte?" 29 En la autopsia, llevada a cabo
por Etienne Gayraud, decano de la Facultad de Medicina, se encontró en el cuerpo:
'dos escapularios ensangrentados. Uno del Corazón de Jesús, y el otro llamado
de las Misiones. . . una medallita con el busto de Pío IX.. . y al reverso un bajo re-
lieve que representaba el Concilio Ecuménico de 1869, y un relicario de plata,
que dejaba ver a través de un vidrio, una crucecita blanca sobre un fondo rojo". 30
El Corazón de Jesús, las Misiones, el Papa y la cruz. No faltaba nada.
27 Es el autor de García Moreno y sus asesinos, Quito, 1967.
28 Ídem, p. 276. Se notará quo entre sus asesinos había dos antiguos jesuítas (Polanco, Mon-
cayo) y dos antiguos alumnos de los jesuítas (Cornejo, Campusano).
29 !dem., p. 52.
;
0 ΒΑEPC, "Autopsia de García Moreno", p. 2.
199
5. ¿Y DESPUÉS?
que estudiar con esmero. El período fue considerado más bien como una restaura-
ción que como un nuevo régimen. Esta vez es con una revolución, netamente libe-
ral de la costa, por la costa y para la costa, como tuvieron lugar las restauraciones
hacia un Estado "burgués" y "laico". 33 Pero a pesar de las apariencias, García
había dado los primeros pasos.
33 Sobre esc tema ver Rafael Quintero, El mito del populismo en el Ecuador, Quito, 1980.
34 R.P.A. Berthe, García Moreno, vengeur et martyr du droit chrétien, París 1888, 2 vol.
201
40 Ibid.
___________________________________________________________CONCLUSIONES
que la sociedad del interior fuera aún, de la base a la cima, profundamente tradicio-
nal; él atribuía las resistencias a la ignorancia que reduciría la escuela. García More-
no debió tener en cuenta esta realidad y a pesar de su gusto por las ciencias y sus
viajes, el dictador estableció sus objetivos progresistas en el marco de un Estado fun-
dado sobre principios cristianos, llevando simultáneamente, una misión religiosa y
de modernización.
Si se le atribuye a la modernidad la creación de un universo no religioso,
hay que reconocer, a través de la paradoja ecuatoriana, que ella pudo coexistir con
una visión del mundo cristiano compartida en común, aunque con diferencias regio-
nales: la religiosidad era más fuerte en la sierra que en la costa, y los sublevamientos
de origen religioso no se manifestaron sino en la zona comprendida entre Riobam-
ba, al sur, y Popayán al norte.
Después del fracaso de Rocafuerte y del martirio de García Moreno,
la laicización se estableció poco a poco, no sin lentitud y dificultad. En 1905, des-
pués de la "revolución" liberal, el caudillo Eloy Alfaro, presunto símbolo del anti-
clericalismo, asistía siempre a las ceremonias y servicios religiosos oficiales.
Más notable aún: la tradición católica se encarnó de manera original en la
persona de José María Velasco Ibarra, cinco veces presidente, cuatro veces derroca-
do entre 1934 y 1972. Aparentemente de la familia de los líderes populistas que
estuvieron tan en boga en ese entonces en América Latina, se aleja de ella por la im-
portancia que atribuye a los principios cristianos: 1 resaltan de esta importancia su
visión moralizadora, unanimista también, de la sociedad, la insistencia sobre el rol
del individuo en la historia, la admiración por García Moreno, cuyos pasos trata de
seguir, aunque con prudencia.
Como su modelo, en 1934 se dirige a un país en desorden, propone su uni-
ficación y su salvaguardia por el desarrollo de las infraestructuras, la difusión de la
instrucción, el establecimiento de un orden moral. De las masas, de las que él des-
confía, dice que ellas "tienen sed de orientaciones éticas, de perspectivas ideales,
de esperanzas religiosas" y que deben ser conducidas por un gobierno constituido
por "pocos hombres en beneficio de todos, ejerciendo su autoridad dentro de
la conciencia del deber". Moralidad, deber, tradición, rechazo de la división en
clases de una sociedad compuesta de "ricos" cuyas obligaciones son recordadas y de
"pobres" que deben recibir un "salario justo", se trata pues de un resurgimiento del
paternalismo católico. Por eso no hay que sorprenderse en absoluto de que una parte
de la jerarquía eclesiástica apoyara al hombre político que sostenía semejantes
razonamientos, y que publicara unas estampas que tenían al reverso slogans pareci-
dos a éste:
1 Las ideas aquí expuestas son las de Juan Maiguashca y Lusa Nort, "Los orígenes del ve-
lasquismo. Lucha política y participación en el Ecuador, 1920-1972". Cerlac- York University,
en prensa en la Corporación Editora Nacional, Quito.
205
Virgen Santísima:
Ved a este tu pueblo, abatido,
humillado, ultrajado. Despierta a
las juventudes; Ayúdanos a ser
patriotas. ..
pre marcadas por la discordia que se conjura con la alianza de los hermanos enemi-
gos?
Sin embargo, la vida política ecuatoriana, no es siempre bipolar, está muy
lejos de ello; si el presidente y el vicepresidente encarnan una posible división, el
país cuenta con una veintena de partidos, mezclados en las más variadas combina-
ciones.
¿Por qué tal número? ¿Por qué tal movilidad de los elegidos y con ellos,
de la opinión? ¿Por qué una vida política reducida a florentinas combinaciones sin
significación frente a las divisiones sociales e ideológicas del país?
El problema reside en la naturaleza de los partidos. A menudo reflejos de
la ambición de un hombre apoyado por una clientela localizada - aunque a veces
logren dejar atrás estrecho marco — rara vez benefician de una implantación a
más de una región, o de un mismo grupo social; nacidos en la costa, la CFP o el
FRA, si bien conquistaron votos fuera, casi no reclutaron militantes. A la inversa,
la Izquierda Democrática, aparecida en Quito, se incorpora mal en Guayaquil. Un
partido con su cimiento limitado y diversificado en extremo, está condenado a no
representar sino a un pequeño número de intereses y a no ser otra cosa que la ema-
nación de una débil fracción de las masas o bien de los pudientes. Además, y en
cierta medida, cada porción de la oligarquía posee su partido, destinado a represen-
tar el rol de correa de transmisión o de instrumento de control y de encuadramien-
to popular.
Las verdaderas instancias de la representación, son más bien para los pu-
dientes, las cámaras de comercio y de industria, y para los trabajadores, los sindi-
catos (cuando están organizados, lo cual es raro) sin descuidar todas las formas de
sociabilidad tradicional aún muy vivas: compadrazgo, cofradías, etc. En esas condi-
ciones, los movimientos sociales que han acompañado las recientes dificultades eco-
nómicas, han tomado un carácter corporativo y violento, no encontrando instancia
política sino para controlarlos y canalizarlos, para transmitir sus exigencias pero
siempre encuadrándolos.
La rápida transformación del país es sensible en Quito y Guayaquil que lle-
van diez años de prosperidad petrolera. Ahora bien, su sistema político se encuentra
fundado sobre elecciones ritualmente diárquicas y sobre partidos-regiones o parti-
dos-corporaciones, sobreviviendo hasta ahora la representación que concebían los
partidarios de un Estado Corporativista en el siglo XIX. Incómodos por haber sabido
conciliar, sin gran perjuicio, fundamentos anticuados con apariencias modernas, las
élites ecuatorianas se han dedicado a fabricar una mitología más de moda: los insur-
gentes de 1800, se parecían a los Jacobinos, y García Moreno a un teócrata totalita-
rio que quería obligar a sus sociedades a retroceder. En cuanto a Espejo, con la ayu-
da del integrismo particularista de los años 80, se ha hecho de él un Indio batién-
dose por la (buena) causa étnica. Quizás estos disparates son el precio que hay que
pagar por haber logrado construir un Estado, partiendo de materiales desprestigia-
dos hoy en día.
___________________________________________________________CRONOLOGÍA
8 noviembre de 1812: Las tropas leales dirigidas por Toribio Montes entran en Qui-
to.
Diciembre de 1812: Los últimos insurgentes son vencidos en Ibarra.
1814: Regreso de Fernando VII al trono español: reacción contra la obra liberal
de las Cortes de Cádiz.
lro. de enero 1820: Insurrección de Riego, en Cádiz; segunda tentativa liberal a la
cual pone fin en 1823 la expedición francesa decidida por Chateaubriand
cuando era ministro de Asuntos Exteriores.
1821: Nacimiento de Gabriel García Moreno en Guayaquil.
1822: Independencia de la Audiencia de Quito, incorporada a la Gran Colombia
formando un solo Estado, Ecuador, Colombia y Venezuela.
1830: Secesión de Venezuela: asesinato de Sucre: muerte de Bolívar, fundación
del Estado ecuatoriano bajo la presidencia de Juan José Flores.
1833: Inicio de una guerra civil, la "guerra de los Chihuahuas", entre Rocafuerte y
Flores, entre Guayaquil y Quito.
1835: Diarquía Flores-Rocafuerte, presidencia de Rocafuerte.
1836: Becado, García Moreno llega a Quito donde comienza sus estudios de De-
recho.
1839: Flores presidente, Rocafuerte gobernador de Guayaquil.
1843: Nueva Constitución, "Carta Constitucional de la esclavitud".
1844: García Moreno termina sus estudios de Derecho.
1845: 6 de marzo, revolución contra el "militarismo extranjero" (es decir di-
rigida contra Flores) Roca, guayaquileño llega a ser presidente.
1846: Primeros escritos periodísticos de García Moreno: El Zurriago.
1847: Fracaso de la expedición Flores con el propósito de reconquistar el Ecua-
dor con ayuda de España. García Moreno publica "El Vengador", "El Dia-
blo". Muerte de Rocafuerte en Lima.
1849: Noboa Presidente.
1850: Viaje de García Moreno a Inglaterra y Francia (seis meses).
1851: García Moreno publica la Defensa de los Jesuítas. Urbina nombrado Jefe
Supremo, luego Presidente hasta 1856. Es abolida la esclavitud.
1853: García Moreno edita "La Nación" y se declara contra Urbina.
1855: Parte a Francia donde permanece en exilio durante dieciocho meses.
1856: Robles Presidente.
1857: García Moreno llega a ser Rector de la Universidad de Quito y Senador.
Publica La Unión Nacional.
1859: Guerra civil. García Moreno Triunviro en Quito. Invasión peruana, Cartas a
Trinité proponiendo el protectorado de Francia.
1862: García Moreno Presidente Constitucional. Nueva Constitución.
1864: Tratado de Pinsaqui hecho con Mosquera. Pío IX promulga el Syllabus.
209
1865: Fin del mandato de García quien se transfonna en el mentor del régimen
que le sucede.
1868: Terremoto en Imbabura, cuando García Moreno es el Jefe Político y Mili-
tar de la provincia.
1869: Golpe de Estado en enero, Nueva Constitución ("La Carta Constitucional
Negra"), García Moreno es elegido por seis años.
1873: Consagración del Ecuador al Sagrado Corazón.
1875: García Moreno, reelegido, es asesinado el 6 de agosto.
________________________________________________________________GLOSARIO
INSTITUCIONES RELIGIOSAS
DIVERSOS
Caudillo: Jefe militar improvisado, que ha probado en la acción que tenía madera
de un dirigente de hombres. ¡
Pueblo: designa a la vez a la comunidad humana y a su territorio.
__________________________________________________________LOS AUTORES
Ambos han publicado una Vida cotidiana en América del Sur en el tiempo
de Bolívar (ed. Hachette).
_________________________EL INSTITUTO FRANCES DE ESTUDIOS ANDINOS
COLECCIÓN "ECUADOR"
Testimonios de autores extranjeros _______________________________________
' La distribución de la Biblioteca está a cargo del Banco Central del Ecuador.
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