Oraciones Varias PDF
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Salmo 129
Desde lo más profundo clamé a ti, oh
Señor.Oye, Señor, benignamente mi voz. Estén
atentos tus oídos a la voz de mis plegarias.Si te
pones a examinar, Señor, nuestras maldades,
¿quién podrá subsistir, oh Señor, en tu
presencia?Mas en ti se halla como de asiento la
clemencia: y en vista de tu Ley he confiado en ti,
oh Señor.En la promesa del Señor se ha
apoyado mi alma: En el Señor ha puesto su
esperanza.Desde el amanecer hasta la noche
espere Israel en el Señor.Porque en el Señor
está la misericordia, y en su mano tiene una
redención abundantísima.Y él es el que redimirá
a Israel de todas sus iniquidades.
℣. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espirítu Santo.
℟. Como era en el princípio, y ahora, y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
ORACIÓN
Omnipotente y sempiterno Dios, que
constituiste a tu Hijo unigénito como Redentor
del mundo y por su Sangre quisiste ser
aplacado, † concédenos adorar fielmente el
precio de nuestra salvación, y que, por su
virtud, seamos preservados en la tierra de los
males de la vida presente, para que gocemos en
el cielo del fruto sempiterno. Por J. C. N. S.
Amén.
ORACIÓN.
Señor Jesucristo, santifícanos con tu perpetua
bendición y concédenos por intercesión de San
Miguel aquella sabiduría que nos enseñe a
acumular tesoros en el cielo y, en las cosas
temporales, elegir los bienes eternos. Que vives
y reinas por los siglos de los siglos, R. Amén.
Salmo 6
Señor, no me reprendas en medio de tu saña, ni
me castigues en la fuerza de tu enojo. Ten,
Señor, misericordia de mí, que estoy sin fuerzas;
sáname, oh Señor, porque hasta mis huesos se
han estremecido. Y está mi alma sumamente
perturbada: pero tú, Señor, ¿hasta cuándo
harás durar mi tribulación? Vuélvete a mí,
Señor, y libra mi alma: sálvame por tu
misericordia. Porque muriendo, ya no hay quien
se acuerde de ti; y en el infierno ¿quién te
tributará alabanzas? Me he consumido a fuerza
de tanto gemir: todas las noches baño mi lecho
con mis lágrimas: inundo con ellas el lugar de mi
descanso acordándome de mis pecados. Por
causa de la indignación se han oscurecido mis
ojos: he envejecido y quedado endeble en
medio de todos mis enemigos. Apartaos lejos
de mí todos los que obráis la iniquidad: porque
ha oído el Señor benignamente la voz de mi
llanto. Ha otorgado el Señor mi súplica: ha
aceptado mi oración. Avergüéncense, y queden
llenos de la mayor turbación todos mis
enemigos: retírense, y váyanse al momento
cubiertos de ignominia.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espirítu Santo.
R. Como era en el princípio, y ahora, y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo 31
Felices aquellos a quienes se han perdonado sus
iniquidades, y se han borrado sus pecados.
Dichoso el hombre a quien el Señor no arguye
de pecado; y cuya alma se halla exenta de dolo.
Por haber yo callado, y dejado de confesar mi
pecado, se consumieron mis huesos, dando
alaridos todo el día. Porque de día y de noche
me hiciste sentir tu pesada mano. Revolcábame
en mi miseria, mientras tenía clavada la espina.
Te manifesté mi delito, y dejé de ocultar mi
injusticia. Confesaré, dije yo, contra mí mismo
al Señor la injusticia mía; y tú perdonaste la
malicia de mi pecado. En vista de esto, orará a ti
todo hombre santo, en el tiempo oportuno. Y
ciertamente que en la inundación de copiosas
aguas no llegarán estas a su persona. Tú eres mi
asilo en la tribulación que me tiene cercado: tú,
oh alegría mía, líbrame de los que me tienen
rodeado. Yo te daré, dijiste, inteligencia, y te
enseñaré el camino que debes seguir; tendré
fijos sobre ti mis ojos. Guardaos de ser
semejantes al caballo y al mulo, los cuales no
tienen entendimiento. Sujeta, oh Señor, con
cabestro y freno las quijadas de los que se
retiran de ti o rehúsan obedecerte. Muchos
dolores le esperan al pecador: mas al que tiene
puesta en el Señor su esperanza, la misericordia
le servirá de muralla. Alegraos, oh justos, y
regocijaos en el Señor, y gloriaos en él vosotros
todos los de recto corazón.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espirítu Santo.
R. Como era en el princípio, y ahora, y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo 38
Oh Señor, no me reprendas en medio de tu
saña; ni en medio de tu cólera me castigues:
Porque se me han enclavado tus saetas, y has
cargado sobre mí tu mano. No hay parte sana
en todo mi cuerpo, a causa de tu indignación: se
me estremecen los huesos cuando considero
mis pecados. Porque mis maldades sobrepujan
por encima de mi cabeza; y como una carga
pesada me tienen agobiado. Se enconaron, y
corrompiéronse mis llagas, a causa de mi
necedad. Estoy hecho una miseria, y encorvado
hasta el suelo: ando todo el día cubierto de
tristeza. Porque mis entrañas están llenas de
ilusiones, o ardores vehementes, y no hay en mi
cuerpo parte sana. Afligido estoy y abatido en
extremo: la fuerza de los gemidos de mi corazón
me hace prorrumpir en alaridos. Oh Señor, bien
ves todos mis deseos, y no se te ocultan mis
gemidos. Mi corazón está conturbado: he
perdido mis fuerzas; y hasta la misma luz de mis
ojos me ha faltado ya, casi he cegado a fuerza
de tanto llorar. Mis amigos y mis deudos
arrimáronse y apostáronse contra mí; y mis
allegados se pararon a lo lejos. Entretanto
aquellos que procuraban mi muerte, hacían
todos sus esfuerzos; y los que anhelaban el
dañarme, hablaban mil sandeces; y estaban
todo el día maquinando engaños. Pero yo, como
si fuera sordo, no los escuchaba: y estaba como
mudo, sin abrir la boca. Y me hice como quien
nada oye, ni tiene palabras con que replicar.
Porque en ti tengo puesta, Señor, mi esperanza:
tú me oirás, oh Señor Dios mío. Pues yo dije: No
triunfen de mí mis enemigos; los cuales cuando
ven vacilantes mis pies, se vanaglorian contra
mí. Verdad es que yo estoy resignado para el
castigo; y siempre tengo presente mi dolor. Yo
mismo confesaré mi iniquidad, y andaré
siempre pensativo por causa de mi pecado.
Entretanto mis enemigos viven, y se han hecho
más fuertes que yo; y se han multiplicado los
que me aborrecen injustamente. Los que
vuelven mal por bien, murmuraban de mí,
porque seguía la virtud. ¡Ah! No me
desampares, Señor Dios mío; no te apartes de
mí: Acude prontamente a socorrerme, oh Señor
Dios, salvador mío.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espirítu Santo.
R. Como era en el princípio, y ahora, y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo 50
Ten piedad de mí, oh Dios, según la grandeza de
tu misericordia: y según la muchedumbre de tus
piedades, borra mi iniquidad. Lávame todavía
más de mi iniquidad, y límpiame de mi pecado;
Porque yo reconozco mi maldad, y delante de
mí tengo siempre mi pecado: Contra ti solo he
pecado; y he cometido la maldad delante de tus
ojos, a fin de que perdonándome, aparezcas
justo en cuanto hables, y quedes victorioso en
los juicios que de ti se formen. Mira pues que
fui concebido en iniquidad, y que mi madre me
concibió en pecado. Y mira que tú amas la
verdad: tú me revelaste los secretos y
recónditos misterios de tu sabiduría. Me
rociarás, Señor, con el hisopo, y seré purificado:
me lavarás, y quedaré más blanco que la nieve.
Infundirás en mi oído palabras de gozo, y de
alegría; con lo que, viéndome perdonado, se
recrearán mis huesos quebrantados o mis ya
abatidas fuerzas. Aparta tu rostro de mis
pecados, y borra todas mis iniquidades. Crea en
mí, oh Dios, un corazón puro, y renueva en mis
entrañas el espíritu de rectitud. No me arrojes
de tu presencia, y no retires de mí tu santo
espíritu. Restitúyeme la alegría de tu Salvador; y
fortaléceme con un espíritu de príncipe. Yo
enseñaré tus caminos a los malos, y se
convertirán a ti los impíos. Líbrame de la
sangre, oh Dios, Dios salvador mío, y ensalzará
mi lengua tu justicia. ¡Oh Señor!, tú abrirás mis
labios; y publicará mi boca tus alabanzas. Que si
tú quisieras sacrificios, ciertamente te los
ofreciera: mas tú no te complaces con solos
holocaustos o actos de religión meramente
exteriores. El espíritu compungido es el
sacrificio más grato para Dios: no despreciarás,
oh Dios mío, el corazón contrito y humillado.
Señor, por tu buena voluntad seas benigno para
con Sion, a fin de que estén firmes los muros de
Jerusalén. Entonces aceptarás el sacrificio de
justicia, las ofrendas, y los holocaustos:
entonces serán colocados sobre tu altar
becerros para el sacrificio.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espirítu Santo.
R. Como era en el princípio, y ahora, y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo 101
Escucha, oh Señor, benignamente mis ruegos; y
lleguen hasta ti mis clamores. No apartes de mí
tu rostro: en cualquier ocasión en que me halle
atribulado, dígnate de oírme. Acude luego a mí,
siempre que te invocare; Porque como humo
han desaparecido mis días, y áridos están mis
huesos como leña seca. Estoy marchito como el
heno, árido está mi corazón; pues hasta de
comer mi pan me he olvidado. De puro gritar y
gemir me he quedado con sola la piel pegada a
los huesos. Me he vuelto semejante al pelícano,
que habita en la soledad: parézcome al búho en
su triste albergue. Paso insomnes las noches, y
vivo cual pájaro que se está solitario sobre los
tejados. Me zahieren todo el día mis enemigos,
y aquellos que me alababan, se han conjurado
contra mí. Porque el alimento que tomo, va
mezclado con la ceniza; y mis lágrimas se
mezclan con mi bebida, A vista de tu ira e
indignación; pues me levantaste en alto para
estrellarme. Como sombra han pasado mis días,
y heme secado como el heno.Pero tú, Señor,
permaneces para siempre, y tu memoria pasará
de generación en generación. Tú te levantarás,
y tendrás lástima de Sion; porque tiempo es de
apiadarte de ella, llegó ya el plazo. Y porque
hasta sus mismas ruinas son amadas de tus
siervos, y miran estos con afición aun al polvo
de aquella tierra. Entonces, oh Señor, las
naciones temerán tu santo Nombre, y todos los
reyes de la tierra respetarán tu gloria. Porque el
Señor reedificará a Sion, en donde se dejará ver
con toda majestad. Él atendió a la oración de los
humildes, y no despreció sus plegarias.
Escríbanse estas cosas para la generación
venidera; y el pueblo que será creado,
glorificará al Señor; Porque desde su excelso
Santuario inclinó los ojos hacia nosotros. Se
puso el Señor desde el cielo a mirar la tierra,
Para escuchar los gemidos de los que estaban
entre cadenas, para libertar a los sentenciados
o destinados a muerte, A fin de que prediquen
en Sion el nombre del Señor, y sus alabanzas en
Jerusalén: Entonces que los pueblos y reyes se
reunirán para servir juntos al Señor. Dijo el
justo en medio de su florida edad:
Manifiéstame, oh Señor, el corto número de mis
días. No me llames a la mitad de mi vida:
eternos son tus años. Oh Señor, tú eres el que al
principio creaste la tierra: los cielos obra son de
tus manos. Estos perecerán; pero tú eres
inmutable. Vendrán a gastarse como un vestido.
Y los mudarás como quien muda una capa, y
mudados quedarán. Mas tú eres siempre el
mismo; y tus años no tendrán fin. Los hijos de
tus siervos habitarán tranquilos en Jerusalén, y
su descendencia quedará arraigada por los
siglos de los siglos.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espirítu Santo.
R. Como era en el princípio, y ahora, y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo 129
Desde lo más profundo clamé a ti, oh Señor.
Oye, Señor, benignamente mi voz. Estén
atentos tus oídos á la voz de mis plegarias. Si te
pones a examinar, Señor, nuestras maldades, y
¿quién podrá subsistir, oh Señor, en tu
presencia? Mas en ti se halla como de asiento la
clemencia: y en vista de tu Ley he confiado en ti,
oh Señor. En la promesa del Señor se ha
apoyado mi alma: En el Señor ha puesto su
esperanza. Desde el amanecer basta la noche
espere Israel en el Señor. Porque en el Señor
está la misericordia, y en su mano tiene una
redención abundantísima. Y él es el que
redimirá a Israel de todas sus iniquidades.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espirítu Santo.
R. Como era en el princípio, y ahora, y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo 142
Oh Señor, escucha benigno mi oración; presta
oídos a mi súplica, según la verdad de tus
promesas: óyeme por tu misericordia. Mas no
quieras entrar en juicio con tu siervo; porque
ningún viviente puede aparecer justo en tu
Presencia, no quedará justificado ante tus ojos
ninguno de los mortales. Ya ves cómo el
enemigo ha perseguido mi alma: abatida tiene
hasta el suelo la vida mía. Me ha confinado en
lugares tenebrosos, como á los que murieron
hace ya un siglo: Mi espíritu padece terribles
angustias; está mi corazón en continua zozobra.
Mas me acordé luego de los días antiguos:
púseme a meditar todas tus obras; ponderaba
los efectos maravillosos de tu poder. Levanté
mis manos hacia ti: como tierra falta de agua,
así está por ti suspirando el alma mía. Óyeme
luego, oh Señor: mi espíritu ha desfallecido. No
retires de mí tu rostro; para que no haya de
contarme ya entre los muertos. Hazme sentir
cuanto antes tu misericordia, pues en ti he
puesto mi esperanza. Muéstrame el camino que
debo seguir, ya que hacia ti he levantado mi
corazón. Líbrame, oh Señor, de mis enemigos, a
ti me acojo. Enséñame a cumplir tu voluntad,
pues tú eres mi Dios. Entonces tu espíritu, que
es infinitamente bueno, me conducirá a la tierra
de la rectitud y santidad. Por amor de tu
nombre, oh Señor, me darás la vida, según la
justicia de tus promesas. A mi alma la sacarás
de la tribulación; Y por tu misericordia disiparás
a mis enemigos. Y perderás a todos los que
afligen el alma mía, puesto que siervo tuyo soy.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espirítu Santo.
R. Como era en el princípio, y ahora, y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo 69
Oh Dios, atiende a mi socorro: acude, Señor,
luego a ayudarme. Corridos y avergonzados
queden los que me persiguen de muerte.
Arrédrense, y confúndanse los que se
complacen en mis males. Sean puestos en
vergonzosa fuga aquellos que me dicen
insultándome: Bueno, bueno. Regocíjense, y
alégrense en tí todos los que te buscan, y digan
sin cesar los que aman á su Salvador:
Engrandecido sea el Señor. Yo por mí soy un
menesteroso y pobre: ayúdame, oh Dios.
Amparo mío y mi libertador eres tú: oh Señor,
no te tardes.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espirítu Santo.
R. Como era en el princípio, y ahora, y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
V. Descansen en paz.
R. Amen.
V. Por nuestros hermanos ausentes.
R. Salva a tus siervos, Dios mío, que esperan en
ti.
V. Envíales tu auxilio, Señor, desde tu Santuario.
R. Y protégelos desde Sión.
V. Señor, escucha mi oración.
R. Y llegue a ti mi clamor.
℣. Señor, escucha mi oración.
℟. Y llegue a ti mi clamor.
Oremos.
ORACIÓN
Oración penitencial.
Oh Dios, de quien es propio usar siempre de
misericordia y de perdón; recibid nuestra
súplica, para que a nosotros, y a todos vuestros
siervos que se hallan aprisionados con la cadena
de sus delitos, los liberte vuestra misericordia,
usando con ellos y con nosotros de piedad.
Absolución de penitentes.
Os suplicamos, Señor, deis oídos a nuestras
humildes súplicas, y que perdonéis los pecados
de los que confiesan vuestro Nombre, para que
igualmente nos concedáis con benignidad el
perdón y la paz.
Por la Paz.
Oh Dios, que inspiráis los deseos santos, los
consejos rectos y las obras justas; conceded a
vuestros siervos aquella paz que no puede
darles el mundo; para que, ocupados nuestros
corazones en el cumplimiento de vuestros
Mandamientos, y ahuyentado el temor de los
enemigos, sean nuestros tiempos tranquilos por
vuestra protección.
Te deum
A ti, oh Dios, te alabamos,A ti, Señor, te
reconocemos. A ti, eterno Padre, Te venera
toda la creación. Los Ángeles todos, los cielos Y
todas las Potestades te honran. Los Querubines
y Serafines Te cantan sin cesar: Santo, Santo,
Santo es el Señor, Dios de los ejércitos. Los
cielos y la tierra Están llenos de la majestad de
tu gloria. A ti te ensalza el glorioso coro de los
Apóstoles, La multitud admirable de los
Profetas, El blanco ejército de los Mártires. A ti
la Iglesia santa, Extendida por toda la tierra, te
aclama: Padre de inmensa majestad, Hijo único
y verdadero, digno de adoración, Espíritu Santo,
defensor. Tú eres el Rey de la gloria, oh Cristo.
Tú eres el Hijo único del Padre. Tú, para liberar
al hombre, Aceptaste la condición humana sin
desdeñar el seno de la Virgen. Tú, rotas las
cadenas de la muerte, Abriste a los creyentes el
Reino de los Cielos. Tú estás sentado a la
derecha de Dios En la gloria del Padre. Creemos
que un día has de venir como juez. Te rogamos,
pues, que vengas en ayuda de tus siervos, A
quienes redimiste con tu preciosa Sangre. Haz
que en la gloria eterna Nos asociemos a tus
santos. Salva a tu pueblo, Señor, Y bendice tu
heredad. Sé su pastor Y ensálzalo eternamente.
Día tras día te bendecimos Y alabamos tu
nombre para siempre, Por eternidad de
eternidades. Dígnate, Señor, en este día
Guardarnos del pecado. Ten piedad de
nosotros, Señor, Ten piedad de nosotros. Que
tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
Como lo esperamos de ti. En ti, Señor, confié,
No me veré defraudado para siempre.
V. Bendito seas, Señor, Dios de nuestros padres.
R. Y alabado y glorificado por siempre jamás.
V. Bendigamos al Padre, al Hijo, y al Espíritu
Santo.
R. Alabémosle y exaltémoslo por siempre
jamás.
V. Bendito seas, Señor, en el firmamento del
Cielo
R. Y alabado, glorificado y exaltado por siempre
jamás.
V. Bendice, alma mía, al Señor.
R. Y no olvides todos sus beneficios
V. Señor, escucha mi oración
R. Y mi clamor llegue hacia ti.
ORACIÓN
Oh Dios, cuya misericordia no tiene número, y
los tesoros de tu bondad son infinitos: ✠damos
gracias a tu piadosísima Majestad por los dones
recibidos, rogando siempre a tu clemencia que,
pues concedes lo pedido en la oración, no nos
desampares, sino que nos hagas dignos de los
premios futuros. Oh Dios, que has instruido los
corazones de los fieles con la luz del Espíritu
Santo, concédenos por el mismo Espíritu
conocer las cosas rectas y gozar siempre de sus
divinos consuelos. Oh Dios, que no permites sea
afligido en demasía cualquiera que en Ti espera,
sino que atiendes piadoso a nuestras súplicas:
te damos gracias por haber aceptado nuestras
peticiones y votos, suplicándote
piadosísimamente que merezcamos vernos
libres de toda adversidad. Por nuestro Señor
Jesucristo tu Hijo, que contigo vive y reina en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los
siglos de los siglos. Amén.
Te mater dei
A ti, oh Madre de Dios, te alabamos, A ti, Virgen
María, te reconocemos. A ti, esposa del Padre
Eterno, venera toda la tierra. Todos los Ángeles
y Arcángeles, y todos los Principados te sirven
humildemente. Todas las Potestades y Virtudes
excelsas, y todas las Dominaciones del Cielo te
obedece. Todos los Tronos, Querubines y
Serafines te asisten exultantes. Todas las
angélicas creaturas con delectable voz te
proclaman: Santa, Santa, Santa María, Virgen y
Madre de Dios. Llenos estan los cielos y la tierra
de la gloria del fruto de tu vientre, Jesús. El
glorioso coro de los Apóstoles te alaba como
Madre del Creador. El laudable número de los
Profetas te proclama Virgen y Madre de Dios. El
bienaventurado grupo de los Mártires te
glorifica como Madre de Cristo. El glorioso
ejército de los Confesores te llama Templo de
toda la Trinidad. El amable círculo de las Santas
Vírgenes te predica como ejemplo de virginidad
y humildad. Toda la curia celestial te honra
como Reina de los Cielos. Por todo el universo
mundo la Santa Iglesia te invoca y celebra como
Madre de la divina Majestad. Venerándote
como verdadera Madre del Rey celestial. Tú,
dulce y piadosa Santa. Tú eres Señora de los
Ángeles y Puerta del Paraíso. Tú eres escala del
Reino de los cielos y tálamo del Rey de la gloria.
Tú eres arca de piedad y gracia, y verdadera
misericordia. Tú eres refugio de pecadores y
Madre del Salvador. Tú, para liberar al hombre
exiliado, recibiste en tu seno a Dios Hijo. Por ti
fue expugnado el antiguo enemigo, abriendo
para los fieles el Reino de los cielos. Tú, con tu
Hijo, estás sentada en la gloria del Padre. Ruega
por nosotros ante Jesús, oh Señora, que vendrá
para juzgarnos. Por ello te pedimos socorras a
tus siervos, que somos redimidos por la
preciosa Sangre de tu Hijo. Haz, piadosa Virgen
María, que tus siervos seamos contigo contados
en la gloria eterna. Salva a tu pueblo, que
somos nosotros tus siervos, oh Señora, para que
seamos partícipes de tu heredad. Y reina sobre
nosotros eternamente. Cada día, oh María,
Señora nuestra, te saludamos. Y amamos
alabarte eternamente con alma y voz devota.
Dígnate, oh dulce María, conservarnos sin
pecado ahora y por siempre. Piadosa ten
misericordia de nosotros, ten misericordia.
Engrandece tu misericordia sobre nosotros,
pues en ti, oh María, confiamos. En ti, oh dulce
María, esperamos, para que nos defiendas
eternamente. Amén.
Antífona. Salve, Virgen hermosa, gloriosa
Madre de Dios, estrella más brillante que el Sol,
más dulce que la miel del panal, rosa más
rubicunda, lirio candidísimo, honrada por todas
las virtudes y glorificada por los Santos como la
más sublime entre los cielos.
V. Dios te salve, María, llena de gracia.
R. El Señor es contigo.
ORACIÓN
Oh Dios, que por el anuncio del Ángel quisiste
que el Verbo tomase carne en las entrañas de la
Bienaventurada Virgen María: concédenos te
suplicamos, que a cuantos creemos que Ella
verdaderamente es la Madre de Dios, seamos
socorridos por su intercesión. Oh Dios, de quien
es propia la misericordia y perdonar: escucha
nuestra deprecación, para que nosotros, y todos
tus siervos, atados por las cadenas de nuestros
delitos, seamos absueltos de ellas por tu
clemente piedad y misericordia. Omnipotente y
sempiterno Dios, en cuya mano están todas las
potestades, y todo el derecho de los reinos:
vuélvete en auxilio de los Cristianos, para que
los pueblos paganos y herejes, que confían en
su ferocidad, sean vencidos por la potencia de
tu diestra.
Admite propicio Señor, te suplicamos, las
súplicas de tu Iglesia, para que, destruidos
todos los errores y enemigos, te sirva con
segura libertad. Por nuestro Señor Jesucristo tu
Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del
Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los
siglos. Amén.
Profesión de fe
Creo firmemente en el Padre, y en el Hijo, y en
el Espíritu Santo; en el Padre no engendrado, en
el Hijo unigénito, en el Espíritu Santo
procedente de ambos, y que estas Tres
personas son un solo Dios. Creo que este mismo
Hijo de Dios fue concebido por el Espíritu Santo
de la Virgen María. Creo que la Virgen era
castísima antes del parto, Virgen en el parto y
después del parto permaneció totalmente
Virgen. Creo que el mismo Hijo de Dios fue
concebido entre los hombres como hombre
verdadero, mas sin pecado. Creo que el mismo
Hijo de Dios fue hecho preso por los pérfidos
judíos, maltratado, injustamente atado,
escupido, azotado, muerto, sepultado. Bajó a
los infiernos para librar a los suyos allí cautivos.
Bajó para nuestra redención, y resucitó y
ascendió a los cielos, y volverá de allí a juzgar a
vivos y a muertos. Creo en los Sacramentos en
que la Iglesia Católica cree y venera, y
expresamente que lo consagrado en el altar es
verdadero Cuerpo, verdadera Carne y verdadera
Sangre del Señor nuestro Jesucristo, a quien
también nosotros recibimos para la remisión de
nuestros pecados y en la esperanza de la eterna
salvación. Creo en la resurrección de la carne,
en la vida eterna. Amén. Confieso y creo en la
santa e inefable Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu
Santo, un solo Dios natural, de una sola
sustancia, de una sola naturaleza, de una sola
majestad y de un solo poder. Y profesamos que
el Padre no ha sido engendrado ni creado, sino
que es ingénito. El mismo Padre de nadie tiene
su origen. De él recibió el Hijo su nacimiento, y
el Espíritu Santo su procedencia. Es, pues,
fuente y origen de toda Divinidad. Y el mismo
Padre, inefable por esencia, engendró
inefablemente de su sustancia al Hijo, pero no
engendró otro ser que lo que Él es, Dios a Dios,
la Luz a la Luz. De Él, por lo tanto, es toda
paternidad en el cielo y en la tierra. Amén.
Himno
Oh hijos e hijas,
El Rey de los cielos, el Rey de la gloria
Resucitó hoy de entre los muertos. ¡Aleluya!
℟. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
Y la mañana del día después del Sábado,
Hasta la puerta del sepulcro,
Se acercaron los discípulos. ¡Aleluya!
℟. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
Y María Magdalena,
Y María de Santiago, y Salomé
Vinieron a ungir el cuerpo. ¡Aleluya!
℟. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
Un Ángel vestido de blanco, sentado,
Dijo a las mujeres:
En Galilea está el Señor. ¡Aleluya!
℟. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
Y San Juan Apóstol
Corrió más que San Pedro,
Y al sepulcro llegó el primero. ¡Aleluya!
℟. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
Estando presentes los discípulos,
En medio se les aparece Cristo
Diciendo: Paz a todos vosotros. ¡Aleluya!
℟. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
Pero Tomás Dídimo escuchó
Que Jesús había resucitado,
Y permaneció dudando. ¡Aleluya!
℟. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
Mira, Tomás, mi costado,
Mira mis pies y mis manos,
No seas incrédulo. ¡Aleluya!
℟. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
Cuando Tomás vio de Cristo
Sus pies, manos y costado,
Dijo: Tú eres mi Dios. ¡Aleluya!
℟. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
Bienaventurados los que sin ver
Creyeron firmemente,
Ellos poseerán la vida eterna. ¡Aleluya!
℟. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡En esta santísima fiesta
¡Sea la alabanza y el júbilo!
BENDIGAMOS AL SEÑOR. ¡Aleluya!
℟. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
Por todo esto, digamos humildes
Y con la debida devoción:
DEMOS GRACIAS A DIOS. ¡Aleluya!
℟. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!
Versos de salmos
¡Oh buen Jesús! Ilumina mis ojos, para que
nunca duerma en la muerte, ni diga mi
enemigo: prevalecí sobre mi contrario. (Salmo
12, 4)
¡Oh Adonái! En tus manos, Señor, encomiendo
mi espíritu; Tú nos redimiste, Señor, Dios de la
verdad. (Salmo 30, 6)
¡Oh Mesías! Dije con mi lengua: Hazme conocer,
Señor, mi fin, y el número de mis días, para
saber cuán frágil soy. (Salmo 38, 5-6)
¡Oh Eloí! Haz una señal en mi favor, para que la
vean quienes me odian, y se confundan: porque
tú, Señor, me socorriste, y me has consolado.
(Salmo 85, 16)
¡Oh Emanuel! Rompiste mis cadenas: a ti
sacrificaré hostias de alabanza, invocando el
nombre del Señor. (Salmo 115, 7)
¡Oh Cristo! Me hallé sin poder huir, y sin nadie
que mire por mi alma (Salmo 141, 6)
¡Oh llave de David! Clamé a ti, Señor, y dije: Tú
eres mi esperanza, mi heredad en la tierra de
los vivientes. (Salmo 141, 7)
¡Oh Yahveh! Impresa está sobre nosotros,
Señor, la luz de tu rostro, tú infundiste alegría a
mi corazón. (Salmo 4, 7)
℣. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
℟. Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
℣. Salva a tu siervo.
℟. Dios mío, que espera en ti.
℣. Envía, Señor, tu auxilio desde el santuario.
℟. Y desde Sión tu protección.
℣. Sé para mí, Señor, una torre de defensa.
℟. Ante mis enemigos.
℣. Que el enemigo nada logre en nosotros.
℟. Y el hijo de iniquidad no pueda dañarnos.
℣. De mis pecados ocultos purifícame, Señor.
℟. Y de los ajenos perdona a tu siervo.
℣. Señor, escucha mi oración.
℟. Y mi clamor llegue hacia ti.
ORACIÓN
Omnipotente y sempiterno Dios, que le
concediste un espacio de vida al rey Ezequías de
Judá, que con lágrimas te lo suplicaba:
concédeme a mí, indigno siervo tuyo, antes de
mi muerte, tanto tiempo de vida para que
pueda llorar dignamente todos mis pecados, y
merezca según tu misericordia conseguir tu
perdón y gracia. Por Cristo Señor nuestro.
Amén.Oh Señor Jesucristo, por aquella
amargura que por mí padeciste en la Cruz,
especialmente cuando tu alma salió de tu
cuerpo, ten piedad de mi alma en su salida.
Amén
Asuncion
Revestidos de justicia
Proclaman la alegría
Los ministros del Altísimo.
Yendo a su retiro,
Dirige su faz hacia el Cielo
El Arca viva del Señor.
Ningún seno más puro
Que el que recibió a Cristo
Se encontró en este mundo.
ORACIÓN
Señor Jesucristo, que has preferido padecer los
insultos de los herejes en lugar de abandonar la
sociedad con tu Iglesia, dígnate concedernos
misericordioso, la gracia de poder llorar estas
injurias y, en cuanto esté de nuestra parte,
ofrecerte reparación. Tú que vives y reinas por
los siglos de los siglos. Amén.
PRIMERA ORACIÓN
Oh Señor Jesucristo, eterna dulzura de los que
Te aman, gozo que excede todo gozo y todo
deseo, Salvador y Amante de los pecadores
penitentes, que declaraste ser tus delicias en
estar entre los hijos de los hombres, y que Te
hiciste hombre por los hombres en el final de
los tiempos. Acuérdate de todas las
premeditaciones y angustias íntimas que
soportaste desde el inicio de tu concepción en
la naturaleza humana, máxime en el instante de
tu salubérrima Pasión, en el tiempo que desde
la eternidad fue preordenado en tu divino
Corazón. Acuérdate de la tristeza y amargura
que declaraste había en tu Alma, cuando dijiste:
«Triste está mi alma hasta la muerte», y cuando
en la Última Cena le diste a tus Discípulos tu
Cuerpo y Sangre, les lavaste los pies, y los
consolaste dulcemente al anunciarles tu
inminente Pasión.
SEGUNDA ORACIÓN
Oh Jesús, verdadera libertad de los Ángeles y
paraíso de delicias, acuérdate del terror y
horror que padeciste cuando todos tus
enemigos Te rodearon cual ferocísimos leones,
y atormentaron con burlas, escupitajos,
laceraciones y otros inauditos suplicios, y por
todas las palabras contumeliosas, duros golpes
y amargos tormentos que Te infligieron tus
enemigos, oh Señor Jesucristo, te suplico que
me libres de todos mis enemigos, visibles e
invisibles, y me concedas encontrar bajo la
sombra de tus alas la protección de tu salvación
eterna. Amén.
Salve, dulcísimo Jesucristo, ten misericordia de
mí, pecador. Padre nuestro y Ave María.
TERCERA ORACIÓN
Oh Jesús, fabricador y creador del mundo, a
quien ninguna dimensión ni término puede
medir, y que abarcas el Cielo y la Tierra en la
palma de tu mano, recuerda los acerbísimos
dolores que afrontaste cuando los judíos fijaron
primero tus manos a la Cruz con clavos obtusos
y perforaron tus delicadísimos pies, pero no
conforme esto a su voluntad, añadieron a tus
llagas dolor sobre dolor, y con cruel ira Te
estiraron y extendieron, a lo largo y ancho de la
Cruz, que dislocaron todas las articulaciones de
tus miembros. Te suplico, por estos tus
santísimos y amargos dolores en la Cruz, le
concedas a mi alma el temor y el amor a Ti.
Amén.
Salve, dulcísimo Jesucristo, ten misericordia de
mí, pecador. Padre nuestro y Ave María.
CUARTA ORACIÓN
Oh Jesús, médico celestial, acuérdate de las
angustias y dolores, y las burlas que padeciste al
ser elevado en el patíbulo de la Cruz, en todos
tus santísimos miembros dilacerados, que
ninguno de ellos permaneció en su lugar, tanto
que no se puede encontrar dolor semejante al
tuyo: desde la planta de los pies hasta el vértice
de la cabeza no se encontró en ti parte sana. Y
entonces, sin tener en cuenta tus dolores,
oraste al Padre por tus enemigos, diciendo:
«Padre, perdónalos, porque no saben lo que
hacen». Por esta tu admirable caridad y
misericordia, y en memoria de tus tantos
dolores, concédeme por la memoria de tu
amarísima Pasión, la plena remisión de todos
mis pecados. Amén.
Salve, dulcísimo Jesucristo, ten misericordia de
mí, pecador. Padre nuestro y Ave María.
QUINTA ORACIÓN
Oh Jesús, espejo de la claridad eterna,
acuérdate de los sufrimientos que tuviste
cuando en el espejo de tu serenísima Majestad
contemplaste la predestinación de tus elegidos
que se salvarían por los méritos de tu Pasión y
la reprobación de los malvados por su demérita
condenación. Por el abismo de tu misericordia,
que te hizo condolerte de los perdidos y
desesperados pecadores, y principalmente por
aquel ladrón crucificado al cual dijiste: «Hoy
estarás conmigo en el Paraíso», te ruego,
piadoso Jesús, que te apiades de mí en la hora
de mi muerte. Amén.
Salve, dulcísimo Jesucristo, ten misericordia de
mí, pecador. Padre nuestro y Ave María.
SEXTA ORACIÓN
Oh Jesús, Rey amable y deseable sobre todo,
recuerda la tristeza que tuviste cuando desnudo
y miserable colgabas en la Cruz, y tus amigos y
conocidos te volvieron las espaldas y nadie
encontraste para consolarte, excepto tu
amantísima Madre, que en agonía y amargura
de ánimo te asistía, a la cual encomendaste a tu
Discípulo diciendo: «Mujer, he aquí a tu hijo», y
al Discípulo: «He ahí tu madre». Te ruego, Jesús,
por la espada de dolor que traspasó su alma,
que te compadezcas de mí en todas las
tribulaciones y aflicciones corporales y
espirituales, y me des tu consuelo en los
tiempos de tribulación y en la hora de mi
muerte. Amén.
Salve, dulcísimo Jesucristo, ten misericordia de
mí, pecador. Padre nuestro y Ave María.
SÉPTIMA ORACIÓN
Oh Jesús, fuente inagotable de piedad, que
desde la más profunda dilección de tu afecto
dijste en la Cruz: «Sed tengo», sediento de la
salvación del género humano. Enciende, te
suplicamos, nuestro deseo a toda obra perfecta,
y refrigera y extingue dentro de nosotros la sed
de la concupiscencia de la carne y el estío de la
dilección y delectación mundanal. Amén.
Salve, dulcísimo Jesucristo, ten misericordia de
mí, pecador. Padre nuestro y Ave María.
OCTAVA ORACIÓN
Oh Jesús, dulzura de los corazones y suma
delectación de las almas, por la amargura del
vinagre y la hiel que por nosotros recibiste y
probaste en la Cruz, concédenos a nosotros,
miserables pecadores, en todo tiempo y,
especialmente en la hora de nuestra muerte,
recibir tu Cuerpo y tu Sangre como remedio y
consolación de nuestras almas. Amén.
Salve, dulcísimo Jesucristo, ten misericordia de
mí, pecador. Padre nuestro y Ave María.
NOVENA ORACIÓN
Oh Jesús, regia virtud y júbilo del alma,
acuérdate de las angustias y dolores que
padeciste, cuando por la amargura de la muerte
y los insultos de los judíos, exclamaste con
grandes voces que Dios Padre te había
abandonado, diciendo: «Helí, Helí, lamma
sabactháni?», esto es, «Dios mío, Dios mío, ¿por
qué me has abandonado?» Por esta angustia te
ruego y pido, Señor Dios mío, que no me
abandones en las angustias de mi muerte.
Amén.
Salve, dulcísimo Jesucristo, ten misericordia de
mí, pecador. Padre nuestro y Ave María.
DÉCIMA ORACIÓN
Oh Jesús, Alfa y Omega, unión y virtud en todo
medio, recuerda que desde la punta de la
cabeza a la planta de los pies estuviste
sumergido en las aguas de la Pasión. Por la
longitud y anchura de tus llagas, enséñame, por
la verdadera caridad, a guardar fielmente todos
tus mandatos. Amén.
Salve, dulcísimo Jesucristo, ten misericordia de
mí, pecador. Padre nuestro y Ave María.
UNDÉCIMA ORACIÓN
Oh Jesús, abismo profundísimo de misericordia,
te ruego por la profundidad de tus llagas, que
traspasaron tu carne y médula, tus huesos y
entrañas, para que me saques del abismo del
pecado y me escondas de la faz de tu ira en la
cueva de tus llagas, hasta que pase tu furor.
Amén.
Salve, dulcísimo Jesucristo, ten misericordia de
mí, pecador. Padre nuestro y Ave María.
DUODÉCIMA ORACIÓN
Oh Jesús, espejo de la verdad, signo de unidad y
vínculo de caridad, acuérdate de tus
innumerables llagas, que desde la punta de la
cabeza hasta la planta de los pies fuiste herido,
y lacerado por los impíos judíos, y enrojecido
por tu Sangre. ¡Cuán grandes fueron los dolores
que en tu carne virginal recibiste por nosotros!
Piadoso Jesús, ¿qué más debiste hacer, que no
hayas hecho? Escribe, te suplico, con tu
preciosísima Sangre, todas tus heridas en mi
corazón, para que en él lea tu dolor y tu amor,
su memoria permanezca en lo más secreto de
mi corazón, y el dolor de tu Pasión se renueve
en mí todos los días, y se aumente mi amor y en
acción de gracias hasta que vuelva a Ti, tesoro
deseable de todo bien y alegría completa.
Dígnate concedérmela, Cristo dulcísimo, en mi
vida. Amén.
Salve, dulcísimo Jesucristo, ten misericordia de
mí, pecador. Padre nuestro y Ave María.
DÉCIMOTERCERA ORACIÓN
Oh Jesús, león fortísimo, Rey inmortal e
invictísimo: acuérdate de los dolores que
padeciste cuando se agotaron todas las fuerzas
de tu cuerpo y tu Corazón, e inclinando la
cabeza dijiste: «Todo está consumado». Por
esta angustia y tus dolores, ten piedad de mí en
la última consumación de mi vida y en la hora
de mi muerte, cuando mi alma esté llena de
ansiedad y conturbado mi espíritu. Amén.
Salve, dulcísimo Jesucristo, ten misericordia de
mí, pecador. Padre nuestro y Ave María.
DÉCIMOCUARTA ORACIÓN
Oh Jesús, unigénito del Padre altísimo,
esplendor y figura de su sustancia, acuérdate de
la última encomienda, cuando entregaste tu
espíritu al Padre diciendo: «En tus manos,
Señor, encomiendo mi espíritu», y con el cuerpo
lacerado, roto tu Corazón, y con entrañas de
misericordia por redimirnos, con gran clamor
expiraste. Por tu preciosísima muerte te suplico,
oh Rey de los santos: confórtame para resistir al
diablo y al mundo, a carne y sangre, para que en
todo, y en mi muerte, viva para Ti; y en la hora
de mi muerte recibas de vuelta mi espíritu
exiliado y peregrino. Amén.
Salve, dulcísimo Jesucristo, ten misericordia de
mí, pecador. Padre nuestro y Ave María.
DÉCIMOQUINTA ORACIÓN
Oh Jesús, verdadera y fecunda Vid, acuérdate
de la superefluente y abundante efusión de tu
Sangre, que como de un canal se derramaba de
tu Cuerpo, cuando en la Cruz pisaste tú solo el
lagar, y la lanza del soldado traspasó tu Costado
derramando para nosotros sangre y agua, hasta
que no quedó ni la más mínima gota, quedando
como un saco de mirra colgando en alto, y tu
delicada carne desfalleció, el líquido de tus
entrañas se evaporó, y la médula de tus huesos
se secó. Por esta amarguísima pasión y efusión
de tu preciosa Sangre, te ruego, dulcísimo Jesús,
traspases mi corazón, para que la penitencia y
las lágrimas amorosas sean mi alimento día y
noche. Y conviérteme completamente a Ti, para
que mi corazón te acoja como perpetua
habitación, y mi conversación te sea siempre
agradable y acepta, y laudable el fin de mi vida,
para que después del término de mi vida
merezca alabarte eternamente con todos los
Santos. Amén.
Salve, dulcísimo Jesucristo, ten misericordia de
mí, pecador. Padre nuestro y Ave María.
ORACIÓN FINAL
Oh Señor mío Jesucristo, Hijo de Dios vivo,
acepta esta oración con el mismo inmenso amor
con el cual soportaste todas las llagas de tu
santísimo Cuerpo; ten misericordia de nosotros,
y a todos los fieles, vivos y difuntos, concede tu
misericordia y gracia, la remisión de todas las
culpas y penas, y la vida eterna. Amén.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del
Espíritu Santo. Amén.
Oración de manases
Oh Señor omnipotente, Dios de nuestros
antepasados, de Abraham y de Isaac y de Jacob
y de sus justos descendientes; Oh Señor, Tú que
hiciste el cielo y la tierra con todo su ornato;
Que sellaste el mar por tu palabra imperiosa,
que confinaste lo profundo y sellaste con tu
terrible y glorioso nombre; En quien todas las
cosas se estremecen, y tiemblan a la vista de tu
poder. Porque tu gloriosa majestad no se puede
aguantar, y la amenaza de tu ira para los
pecadores es incalculable; Sin embargo,
inmensa e inalcanzable es la promesa de tu
misericordia, Porque Tú eres el Señor, Altísimo
sobre toda la tierra, benigno y longánimo, y de
mucha misericordia, y Tú te compadeces de la
malicia de los hombres. Pero tú, Señor, por tu
gran bondad, has prometido la penitencia y
remisión para los que han pecado contra Ti, y
en la multitud de tus misericordias has
decretado a los pecadores la ley de la
penitencia, para que puedan salvarse. Pues Tú,
¡oh Señor, Dios de los justos!, no has decretado
la penitencia para los justos Abraham, Isaac y
Jacob, que no pecaron contra ti, sino que has
señalado la penitencia para mí, pecador. Porque
mis pecados son más numerosos que la arena
del mar; mis iniquidades son multiplicadas, ¡Oh
Señor, son multiplicadas mis iniquidades! No
soy digno de mirar y considerar la inmensidad
del cielo debido a la multitud de mis
iniquidades. Inclinado estoy, atado con muchas
cadenas de hierro, para que no pueda levantar
cabeza ni tener alivio, porque he provocado tu
cólera y he cometido la maldad delante de ti,
creando abominaciones y multiplicando
ofensas. Y ahora doblo las rodillas de mi
corazón, implorando tu amabilidad, Señor. He
pecado Señor, he pecado, y reconozco mis
transgresiones. Por esto te imploro, Señor,
perdóname, ¡Oh Señor, perdóname! No me
destruyas con mis iniquidades, ni enojado
eternamente, guardes maldad para mí; ni me
condenes a las profundidades de la tierra.
Porque Tú eres, oh Señor, el Dios de los que se
arrepienten. Y en mí manifestarás toda tu
bondad; porque, indigno aun como soy, tú me
salvarás por tu gran misericordia. Y yo te
alabare por siempre todos los días de mi vida.
Porque toda la multitud del Cielo Te alaba, y
tuya es la gloria por los siglos de los siglos.
Amén.
Salmos graduales
Si son recitados en el Coro, se dicen antes de las
Maitines; pero fuera del Coro, en el momento
que mejor se considere. Los primeros cinco
Salmos se recitan sin Glória Patri, pero al final
del último de éstos, decir el Réquiem.
Salmo 119
Clamé al Señor en mi tribulación, y me atendió.
Libra, oh Señor, mi alma de los labios inicuos, y
de la lengua dolosa. ¿Qué se te dará, o qué
fruto sacarás de tus calumnias, oh lengua
fraudulenta? El ser traspasada con agudas
saetas, vibradas por una mano robusta, y ser
arrojada en un fuego devorador. ¡Ay de mí, que
mi destierro se ha prolongado! Habitado he
entre los moradores de Cedar: largo tiempo ha
estado mi alma peregrinando. Yo era pacífico
con los que aborrecían la paz; pero ellos, así que
les hablaba, se levantaban contra mí sin motivo
alguno.
Salmo 120
Alcé mis ojos hacia los montes de Jerusalén, de
donde me ha de venir el socorro. Mi socorro
viene del Señor que creó el cielo y la tierra. No
permitirá que resbalen tus pies, oh alma mía; ni
se adormecerá aquel que te está guardando. No
por cierto, no se adormecerá, ni dormirá el que
guarda a Israel. El Señor es el que te custodia: el
Señor está a tu lado para defenderte. Ni de día
el sol te quemará, ni de noche te dañará la luna.
El Señor te preservará de todo mal: guardará el
Señor tu alma. El Señor te guardará en todos los
pasos de tu vida, desde ahora y para siempre.
Salmo 121
Gran contento tuve cuando se me dijo: Iremos a
la Casa del Señor. En tus atrios descansarán
nuestros pies, oh Jerusalén. Jerusalén, la cual se
va edificando como una ciudad, cuyas partes o
habitantes están en perfecta y mutua unión.
Allá subirán las tribus, todas las tribus del
Señor, según la ordenanza dada a Israel, para
tributar alabanzas al nombre del Señor. Allí se
establecerán los tribunales para ejercerse la
justicia, el trono para la casa de David. Pedid a
Dios los bienes de la paz para Jerusalén, y decid:
Vivan en la abundancia los que te aman, oh
ciudad santa. Reine la paz dentro de tus muros,
y la abundancia en tus torres o palacios. Por
amor de mis hermanos y de mis prójimos, he
pedido yo la paz y prosperidad para ti. Por
respeto a la Casa del Señor Dios nuestro te
procuré tantos bienes.
Salmo 122
A ti, Señor, que habitas en los cielos, levanté
mis ojos. Como los ojos de los siervos están
mirando siempre las manos o insinuaciones de
sus amos: Como la esclava tiene fijos sus ojos en
la manos de su señora; así nuestros ojos están
clavados en el Señor Dios nuestro, para moverle
a que se apiade de nosotros. Apiádate, Señor,
ten misericordia de nosotros, porque estamos
muy hartos de oprobios: Llena de ellos está
nuestra alma, hecha la mofa de los ricos, y el
escarnio de los soberbios.
Salmo 123
A no haber estado el Señor con nosotros,
confiéselo ahora Israel, a no haber estado el
Señor a favor nuestro, Cuando arremetieron las
gentes contra nosotros, nos hubieran sin duda
tragado vivos: Hubiérannos infaliblemente
sumergido las aguas, entonces que se inflamó
su furor contra nosotros. Pero ha vadeado
nuestra alma el torrente. Seguramente sin el
socorro del Señor no hubiera podido vadear
unas aguas tan profundas. Bendito sea el Señor,
que no permitió que fuésemos presa de sus
rabiosos dientes. Nuestra alma, o vida, escapó
cual pájaro del lazo de los cazadores: Fue roto el
lazo, y nosotros quedamos libres. Nuestro
socorro viene del nombre del Señor, creador del
cielo y de la tierra.
℣. Dales, Señor, el descanso eterno.
℟. Y brille para ellos la luz perpetua.
De rodillas:
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
En voz baja: Padre nuestro, que estás en los
Cielos, santificado sea el tu Nombre. Venga a
nos el tu Reino. Hágase tu Voluntad, así en la
tierra como en el Cielo. El pan nuestro de cada
día dánosle hoy, y perdónanos nuestras deudas,
así como también nosotros perdonamos a
nuestros deudores.
℣. Y no nos dejes caer en la tentación.
℟. Mas líbranos del mal.
℣. De las puertas del Infierno.
℟. Libra, Señor, sus almas.
℣. Descansen en paz.
℟. Amén.
℣. Señor, escucha mi oración.
℟. Y llegue a ti mi clamor.
Oremos.
ORACIÓN
Absolved, os suplicamos, Señor, las almas de
vuestros servidores y servidoras, y las de todos
los fieles difuntos, de todo vínculo de sus
pecados: para que, en la gloria de la
resurrección, respiren entre vuestros Santos y
elegidos resucitados. Por J. C. N. S. ℟. Amén.
Finalizada la Oración, recitar los Salmos
Graduales que siguen; y finalizado cada Salmo
decir el Glória Patri.
Salmo 124
Los que ponen en el Señor su confianza, estarán
firmes como el monte de Sion: nunca jamás será
derrocado el morador de Jerusalén. Circuida
está Jerusalén de montes, y el Señor es el
antemural de su pueblo desde ahora y para
siempre. Porque no dejará el Señor sujeto ya
por largo tiempo al dominio de los pecadores el
linaje de los justos; para que agobiados no se
echen al partido de la iniquidad. Bendice, oh
Señor, a los buenos, y a los rectos de corazón.
Pero a los que se desvían por caminos torcidos,
envolverlos ha el Señor con los malhechores. La
paz de Dios estará sobre Israel.
℣. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espirítu Santo.
℟. Como era en el princípio, y ahora, y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo 125
Cuando el Señor hará volver a Sion los cautivos,
será indecible nuestro consuelo. Entonces
rebosará de gozo nuestra boca, y de júbilo
nuestra lengua. Diráse entonces entre las
naciones: Grandiosas cosas ha hecho por ellos el
Señor. Sí, cosas grandes ha obrado el Señor a
favor nuestro: inundados estamos de gozo.
Pero, Señor, libra de la esclavitud a los demás
de nuestros hermanos cautivos: vuelvan como
torrentes al soplo del Mediodía. Aquellos que
sembraban con lágrimas, segarán llenos de
júbilo. Cuando iban, esparcían llorando sus
semillas: Mas cuando vuelvan, vendrán con
gran regocijo, trayendo las gavillas de sus
mieses.
℣. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espirítu Santo.
℟. Como era en el princípio, y ahora, y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo 126
Si el Señor no es el que edifica la casa, en vano
se fatigan los que la fabrican. Si el Señor no
guarda la ciudad, inútilmente se desvela el que
la guarda. En vano será el levantaros antes de
amanecer: levantaos después de haber
descansado, y acudid al Señor los que coméis
pan de lágrimas. Mientras concede Dios el
sueño y reposo a sus amados, he aquí que les
viene del Señor la herencia, los hijos, las
ganancias, y las crías de los ganados. Como las
flechas en mano de un hombre robusto; así los
hijos de los justos atribulados. Dichoso aquel
varón que ve cumplidos sus deseos con
respecto a tales hijos: no quedará confundido,
cuando hubiere de tratar con sus enemigos en
las puertas o tribunales.
℣. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espirítu Santo.
℟. Como era en el princípio, y ahora, y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo 127
Bienaventurados todos aquellos que temen al
Señor, que andan por sus santos caminos.
Dichoso tú, oh justo; porque comerás en paz el
fruto del trabajo de tus manos: dichoso serás, y
todo te irá bien. Tu esposa será como una parra
fecunda en el recinto de tu casa: Alrededor de
tu mesa estarán tus hijos como pimpollos de
olivos. Tales serán las bendiciones del hombre
que teme al Señor. El Señor te bendiga desde
Sion, para que contemples los bienes de
Jerusalén, y disfrutes de ellos todos los días de
tu vida, Y veas a los hijos de tus hijos, y la paz
en Israel.
℣. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espirítu Santo.
℟. Como era en el princípio, y ahora, y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo 128
Muchas veces me han asaltado los enemigos
desde mi tierna edad; dígalo ahora Israel:
Muchas veces me han asaltado desde mi tierna
edad; pero no han podido conmigo. Sobre mis
espaldas descargaron crudos golpes los
pecadores: por largo tiempo me hicieron sentir
su injusticia o tiranía, El Señor empero que es
justo, ha cortado o aplastado la cabeza a los
pecadores: confundidos sean, y puestos en fuga
todos los que aborrecen a Sion. Sean como
yerba de tejados, la cual antes de ser arrancada,
se seca: De la que nunca llenó su puño el
segador, ni sus brazos el que recoge los
manojos; Ni dijeron los pasajeros: La bendición
del Señor continúe sobre vosotros, os la
deseamos en el nombre del Señor.
℣. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espirítu Santo.
℟. Como era en el princípio, y ahora, y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
De rodillas:
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
En voz baja: Padre nuestro, que estás en los
Cielos, santificado sea el tu Nombre. Venga a
nos el tu Reino. Hágase tu Voluntad, así en la
tierra como en el Cielo. El pan nuestro de cada
día dánosle hoy, y perdónanos nuestras deudas,
así como también nosotros perdonamos a
nuestros deudores.
℣. Y no nos dejes caer en la tentación.
℟. Mas líbranos del mal.
℣. Acuérdate, Señor, de tu Iglesia.
℟. Que es desde el principio tu herencia.
℣. Señor, escucha mi oración.
℟. Y llegue a ti mi clamor.
Oremos.
ORACIÓN
Oh Dios, de quien es propio usar siempre de
misericordia y de perdón; recibid nuestra
súplica, para que a nosotros, y a todos vuestros
siervos que se hallan aprisionados con la cadena
de sus delitos, los liberte vuestra misericordia,
usando con ellos y con nosotros de piedad. Por
J. C. N. S. ℟. Amén.
Finalizada la Oración, recitar los Salmos
Graduales que siguen; y finalizado cada Salmo
decir el Glória Patri.
Salmo 129
Desde lo más profundo clamé a ti, oh Señor.
Oye, Señor, benignamente mi voz. Estén
atentos tus oídos a la voz de mis plegarias. Si te
pones a examinar, Señor, nuestras maldades,
¿quién podrá subsistir, oh Señor, en tu
presencia? Mas en ti se halla como de asiento la
clemencia: y en vista de tu Ley he confiado en ti,
oh Señor. En la promesa del Señor se ha
apoyado mi alma: En el Señor ha puesto su
esperanza. Desde el amanecer hasta la noche
espere Israel en el Señor. Porque en el Señor
está la misericordia, y en su mano tiene una
redención abundantísima. Y él es el que
redimirá a Israel de todas sus iniquidades.
℣. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espirítu Santo.
℟. Como era en el princípio, y ahora, y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo 130
Oh Señor, no se ha engreído mi corazón, ni mis
ojos se han mostrado altivos. No he aspirado a
cosas grandes, ni a cosas elevadas sobre mi
capacidad. Si yo no he sentido bajamente de mí,
sino que al contrario se ha ensoberbecido mi
ánimo, Como el niño recién destetado está
penando en los brazos de su madre; tal sea la
pena dentro de mi corazón. Espere Israel en el
Señor, desde ahora y por siempre jamás.
℣. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espirítu Santo.
℟. Como era en el princípio, y ahora, y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo 131
Acuérdate de David, oh Señor, y de toda su gran
mansedumbre: De cómo juró al Señor, e hizo
voto al Dios de Jacob, diciendo: No me meteré
yo al abrigo de mi casa: no subiré a reposar en
mi lecho: No pegaré mis ojos, ni cerraré mis
párpados, Ni reclinaré mis sienes, hasta que
tenga una habitación para el Señor, un
tabernáculo para el Dios de Jacob. Nosotros
hemos oído que su morada estaba antes en Silo,
tierra de Efrata: la hallamos después en
Cariatiarim o Campos de la selva. Entraremos,
pues, en su pabellón: adoraremos la peana de
sus pies, y le diremos: Oh Señor, levántate, y
ven al lugar de tu morada, tú y el Arca en que
brilla tu santidad. Revístanse de justicia o
santidad tus sacerdotes, y regocíjense tus
santos. Por amor de David, siervo tuyo, no
apartes tu rostro de tu Ungido. Juró el Señor a
David esta promesa, que no retractará: Colocaré
sobre tu trono a tu descendencia. Con tal que
tus hijos sean fieles a mi alianza y a los
preceptos que yo les enseñaré, Aun los hijos de
estos ocuparán tu trono para siempre. Porque
el Señor ha escogido para sí a Sion; la ha elegido
para habitación suya, diciendo: Este es para
siempre el lugar de mi reposo: aquí habitaré,
porque este es el sitio que me he escogido.
Colmaré de bendiciones a sus viudas; hartaré de
pan a sus pobres. Revestiré a sus sacerdotes de
santidad; y sus santos o fieles siervos saltarán
de júbilo. Aquí haré florecer el cetro de David:
preparada tengo una antorcha a mi Ungido,
esto es, el Mesías que nacerá de su linaje para
iluminar al mundo. A sus enemigos los cubriré
de oprobio; mas en él brillará la gloria de mi
propia santidad.
℣. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espirítu Santo.
℟. Como era en el princípio, y ahora, y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo 132
¡Oh cuán buena y cuán dulce cosa es el vivir los
hermanos en mutua unión! Es como el oloroso
perfume, que derramado en la cabeza, va
destilando por la respetable barba de Aarón, Y
desciende hasta la orla de su vestidura: como el
rocío que cae sobre el monte Hermón, como el
que desciende sobre el monte Sion. Pues allí
donde reina la concordia, derrama el Señor sus
bendiciones y vida sempiterna.
℣. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espirítu Santo.
℟. Como era en el princípio, y ahora, y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Salmo 133
Ea pues, bendecid al Señor ahora mismo,
vosotros todos, oh siervos del Señor. Vosotros
los que asistís en la Casa del Señor, en los atrios
del Templo de nuestro Dios, levantad por las
noches vuestras manos hacia el Santuario, y
alabad al Señor. Bendígate desde Sion el Señor
que creó el cielo y la tierra.
℣. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espirítu Santo.
℟. Como era en el princípio, y ahora, y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
De rodillas:
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
En voz baja: Padre nuestro, que estás en los
Cielos, santificado sea el tu Nombre. Venga a
nos el tu Reino. Hágase tu Voluntad, así en la
tierra como en el Cielo. El pan nuestro de cada
día dánosle hoy, y perdónanos nuestras deudas,
así como también nosotros perdonamos a
nuestros deudores.
℣. Y no nos dejes caer en la tentación.
℟. Mas líbranos del mal.
℣. Salva a tus siervos.
℟. Que esperan en ti, Dios mío.
℣. Señor, escucha mi oración.
℟. Y llegue a ti mi clamor.
Oremos.
ORACIÓN
Cubrid, Señor, con la diestra de vuestro celestial
auxilio a vuestros siervos y siervas; para que
con todo su corazón busquen y merezcan
conseguir lo que dignamente piden. Por J. C. N.
S. ℟. Amén.
Letania patriarquina
Oración modernismo
"Oh Señor, Dios todopoderoso, desde el seno
de la tormenta que aparta a tantas almas de
Vuestra Majestad, Os expresamos nuestros
sentimientos de adoración profunda y de
piedad confiada y filial. Jesús, Maestro y Amigo
nuestro, con vuestro Corazón traspasado por
nosotros, ayudadnos a permanecer firmes y
heroicos en la Fe, a llevar con amor nuestras
cruces, a mantenernos mansos y humildes,
seguros de que salvaréis a vuestra Iglesia.
Espíritu Santo Paráclito, purificad nuestros
corazones y santificadlos en la Verdad. Iluminad
y fortaleced las almas de los sacerdotes y de los
fieles, que ya no saben en qué están. Decid a
todos los cristianos desconcertados que el
Evangelio de su infancia sigue siendo la única
Palabra verdadera, y que no hay otro Dios sino
Vos, Señor. Haced que no sean arrastrados por
las sutiles corrientes de la gran herejía
modernista; dadles al contrario, por la fuerza de
la oración y de la penitencia, la gracia de poner
audazmente dique al reino de Satanás.
Santísima Virgen María, Baluarte contra las
herejías, a quien veneramos como Reina del
Cielo y Madre nuestra, ¡sed nuestra Luz y
nuestra Abogada! Conservadnos en la Verdad,
como hijos amantes de la Santa Iglesia Católica,
y poned en nuestros corazones un amor
extraordinario, un celo de fuego que nos lleve a
despreciar las cosas de esta tierra para buscar
tan solo la Voluntad de vuestro Divino Hijo.
Amén".
Oración
Ave María Santísima, Madre de Dios, Reina del
cielo, Puerta del paraíso, Señora del mundo,
Virgen pura y singular. Tú fuiste concebida sin
pecado, y concebiste a Jesús sin mancha
original. Diste a luz al Creador y Salvador del
mundo, de ello no hay duda. Líbrame de todo
mal, y ruega por mí pecador. Amén.
Salutación
Salve, Corazón santísimo;
Salve, Corazón mansísimo;
Salve, Corazón humildísimo;
Salve, Corazón purísimo;
Salve, Corazón devotísimo;
Salve, Corazón sapientísimo;
Salve, Corazón pacientísimo;
Salve, Corazón obedientísimo;
Salve, Corazón vigilantísimo;
Salve, Corazón fidelísimo;
Salve, Corazón beatísimo;
Salve, Corazón misericordiosísimo;
Salve, Corazón amantísimo de Jesús y María.
Te adoramos,
Te alabamos,
Te glorificamos,
Te damos gracias,
Te amamos
Con todo nuestro corazón,
Con toda nuestra alma,
Y con todas nuestras fuerzas.
A Ti ofrecemos nuestro corazón,
Lo donamos,
Lo consagramos,
Lo inmolamos;
Tómalo y poséelo por entero,
Y purifícalo,
E ilumínalo,
Y santifícalo,
Para que en él vivas y reines, ahora y siempre, y
por los siglos de los siglos. Amén.
Oración
Creo, Señor, afirma mi fe; espero en Ti, asegura
mi esperanza; Te amo, inflama mi amor; me
arrepiento, aumenta mi arrepentimiento. Te
adoro como primer principio; Te deseo como mi
fin último; Te alabo como mi bienhechor
perpetuo; Te invoco como mi defensor propicio.
Dirígeme con tu sabiduría, conténme con tu
justicia, consuélame con tu clemencia,
protégeme con tu poder. Te ofrezco, Dios mío,
mis pensamientos para pensar en Ti, mis
palabras para hablar de Ti, mis obras para
actuar según Tu voluntad, mis sufrimientos para
padecerlos por Ti. Quiero lo que Tú quieres,
porque Tú lo quieres, como Tú lo quieres, y en
tanto Tú lo quieras. No me inficione la
soberbia, no me altere la adulación, no me
engañe el mundo, no me atrape en sus redes el
demonio. Concédeme la gracia de depurar la
memoria, de refrenar la lengua, de recoger la
vista, y mortificar los sentidos. Te ruego, Señor,
ilumina mi entendimiento, inflama mi voluntad,
purifica mi corazón, santifica mi alma. Que llore
las iniquidades pasadas, rechace las tentaciones
futuras, corrija las inclinaciones viciosas, cultive
las virtudes necesarias. Concédeme, oh buen
Dios, amor a Ti, odio a mí, celo del prójimo,
desprecio del mundo. Que procure obedecer a
los superiores, asistir a mis inferiores, favorecer
a mis amigos, perdonar a mis enemigos. Que
venza la sensualidad con la mortificación, la
avaricia con la generosidad, la ira con la
mansedumbre, la tibieza con la devoción.
Hazme prudente en las determinaciones,
constante en los peligros, paciente en las
adversidades, humilde en la prosperidad. Haz,
Señor, que sea en la oración fervoroso, en las
comidas sobrio, en mis deberes diligente, en los
propósitos constante. Que me aplique a
alcanzar la inocencia interior, la modestia
exterior, una conversación edificante, una
conducta regular. Que me esfuerce por
someter mi naturaleza, secundar a la gracia,
observar Tu ley y merecer la salvación. Dame a
conocer cuán frágil es lo terreno, cuán grande lo
celestial y divino, cuán breve lo temporal, cuán
perdurable lo eterno. Haz que me prepare
para la muerte, que tema el juicio, que evite el
infierno y que obtenga el paraíso. Por Cristo
Nuestro Señor. Amén}
Oracion
Oh Señor Jesucristo, yo os adoro pendiente en
la Cruz, portando en vuestra cabeza la Corona
de Espinas. Os ruego que por vuestra Cruz me
libréis del ángel castigador. Amén. Padre
nuestro y Ave María. Oh Señor Jesucristo, yo os
adoro llagado en la Cruz, recibiendo para beber
hiel y vinagre. Os ruego que vuestras llagas sean
el remedio de mi alma. Amén. Padre nuestro y
Ave María. Oh Señor Jesucristo, os ruego por la
amargura de vuestra Pasión, que por mí,
misérimo pecador, padecísteis en la Cruz, sobre
todo en la hora cuando vuestra Alma santísima
salió de vuestro benditísimo Cuerpo, tened
piedad de mi alma cuando abandone mi cuerpo,
y conducidla a la vida eterna. Amén. Padre
nuestro y Ave María. Oh Señor Jesucristo, yo os
adoro descendiendo a los Infiernos, para liberar
a los que allí estaban cautivos. Os suplico que
no permitáis que entre a padecer en ese lugar.
Amén. Padre nuestro y Ave María. Oh Señor
Jesucristo, yo os adoro yacente en el Sepulcro,
ungido con mirra y especies aromáticas. Os
ruego que vuestra muerte sea mi vida. Amén.
Padre nuestro y Ave María. Oh Señor Jesucristo,
yo os adoro resurgiendo de la muerte,
ascendiendo a los Cielos, y sentado a la diestra
de Dios Padre. Os pido que tengáis misericordia
de mí, para que sea digno de seguiros y de estar
con Vos. Amén. Padre nuestro y Ave María. Oh
Señor Jesucristo, Buen Pastor, que conserváis a
los justos y justificáis a los pecadores, tened
piedad de todos los fieles, y sed propicio
conmigo, miserable e indigno pecador. Amén.
Padre nuestro y Ave María.
Corona franciscana
Por la señal ✠de la Santa Cruz, de nuestros ✠
enemigos, líbranos Señor ✠Dios nuestro. En el
nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu
Santo. Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero,
en quien creo, en quien espero, a quien amo y
estimo más que mi vida, solo por ser Vos quien
sois me pesa de baberos ofendido, y propongo
morir antes que volver a pecar, ayudado de
vuestra divina gracia: dádmela, Dios mío, para
rezar con fervor la Corona de vuestra santísima
Madre. Amén.
℣. Abrid, Señor ✠, mis labios.
℟. Y mi voz pronunciará vuestras alabanzas.
℣. Dios mío, † en mi favor, benigno entiende.
℟. Señor, a mi socorro, presto atiende.
℣. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
℟. Como era en el principio y ahora y siempre y
en los siglos de los siglos. Amén.
℣. En tu Concepción, Virgen María, fuiste
Inmaculada.
℟. Ruega por nosotros al Padre, cuyo Hijo diste
a luz.
Me alegro con Vos, oh María, por el gozo que os
inundó el corazón cuando, después del anuncio
del Arcángel San Gabriel, el Verbo Eterno por
obra del Espíritu Santo se encarnó en vuestro
castísimo seno. Padre nuestro, 10 Ave María y
Gloria. Bendita sea la santa e Inmaculada
Concepción de la Bienaventurada Virgen María.
Me alegro con Vos, oh María, por la consolación
por Vos probada en la visita a vuestra prima
Santa Isabel, mientras ella devenida en
profetisa, os reconoció y veneró por verdadera
Madre del divino Redentor, y San Juan Bautista,
entonces recluido en su seno fue santificado por
tal visita santificado. Padre nuestro, 10 Ave
María y Gloria. Bendita sea la santa e
Inmaculada Concepción de la Bienaventurada
Virgen María.
Me alegro con Vos, oh María, por aquel gozo
inefable que probasteis en la gruta de Belén
luego que, conservando intacto el lirio de
vuestra virginidad, disteis a luz sin dolor alguno
a vuestro divino hijo Jesús, que había venido a
traer la paz y la redención al mundo, y lo visteis
adorado por los pastores. Padre nuestro, 10 Ave
María y Gloria. Bendita sea la santa e
Inmaculada Concepción de la Bienaventurada
Virgen María.
Me alegro con Vos, oh María, por la suma
alegría que experimentó vuestro corazón
cuando visteis a los santos Reyes Magos venir
reverentes desde lejanas tierras para postrarse
ante vuestro divino infante Jesús, y adorarle
como verdadero hombre Dios y Redentor del
mundo, avizorando vos en ellos las primicias de
la Gentilidad. Padre nuestro, 10 Ave María y
Gloria. Bendita sea la santa e Inmaculada
Concepción de la Bienaventurada Virgen María.
Me alegro con Vos, oh María, por el júbilo que
gustó vuestro corazón amoroso, cuando
buscando por tres días a Jesús perdido, Le
encontrasteis en el templo entre los doctores de
la ley, que ya expandía los rayos de su infinita
sabiduría. Padre nuestro, 10 Ave María y Gloria.
Bendita sea la santa e Inmaculada Concepción
de la Bienaventurada Virgen María.
Me alegro con Vos, oh María, por la purísima
alegría que embriagó vuestro corazón, cuando
visteis aparecer resucitado de entre los muertos
a vuestro divino Hijo revestido de gloria y de
luz, impasible e inmortal. Padre nuestro, 10 Ave
María y Gloria. Bendita sea la santa e
Inmaculada Concepción de la Bienaventurada
Virgen María.
Me alegro con Vos, oh María, del inmenso g-ozo
con que fuisteis inundada, cuando por los
Ángeles fuisteis gloriosamente asunta en
cuerpo y alma al Cielo, coronada de la Santísima
Trinidad como Reina de Cielo y tierra,
constituida abogada de los pecadores y madre
nuestra amorosísima. Padre nuestro, 10 Ave
María y Gloria. Bendita sea la santa e
Inmaculada Concepción de la Bienaventurada
Virgen María.
Se agregan dos Ave María para completar el
número 72, en memoria de los 72 años que,
según las sentencias más comunes, María
Santísima vivió en esta tierra. Bendita sea la
santa e Inmaculada Concepción de la
Bienaventurada Virgen María.
OFRECIMIENTO DE LA CORONA
Oh dulcísima Virgen María, Madre de Dios,
Reina de los ángeles y seguro refugio de
pecadores, os ruego por todos vuestros gozos
.que volváis vuestros benignos ojos sobre este
ínfimo entre vuestros devotos, y recibid con
agrado el obsequioso tributo que ha sido mi
intención presentaros, rezando la corona de
vuestras principales alegrías. Continuad vuestro
patrocinio conmigo, así como deseo yo,
continuar y aumentar mi afecto y devoción a
Vos. Concededme por vuestra gracia que yo sea
del número de aquellos que Vos amáis y
guardáis escritos en vuestro Corazón virginal.
Encomiendo igualmente a vuestra clementísima
intercesión la Santa Iglesia Católica, la
extirpación de las herejías, la perpetua paz y
unión entre los príncipes cristianos, la felicidad
de sus estados, y finalmente todos los vivos y
muertos, por los que es mi intención y
obligación rogar. Particularmente os suplico,
postrado a vuestros sagrados pies, me alcancéis
de vuestro divino Hijo el perdón de mis
gravísimas culpas, los auxilios oportunos para la
observancia de su divina ley, ejercicio de
virtudes y victoria de mis malas inclinaciones.
Limpiad, Virgen inmaculada, mi corazón de todo
pecado, y echad de mí todo aquello que
desagrade a vuestros ojos purísimos. Purgad mi
alma de los amores y afectos terrenos,
levantándola al amor de los bienes celestiales y
eternos. Y finalmente, alcanzadme de vuestro
hijo Jesús el máximo de todos los bienes, la
perseverancia final, que será, Virgen
inmaculada, el más glorioso triunfo de vuestra
intercesión y de la divina misericordia. Amén.
Oración
¡Oh dulcísimo Jesús! Por el sudor de sangre que
derramasteis en el Huerto de Getsemaní: tened
piedad de las almas del Purgatorio.
¡Oh dulcísimo Jesús! Por los dolores de vuestra
crudelísima flagelación: tened piedad de las
almas del Purgatorio.
¡Oh dulcísimo Jesús! Por los dolores que
padecisteis llevando hasta el Calvario la Cruz a
cuestas: tened piedad de las almas del
Purgatorio.
¡Oh dulcísimo Jesús! Por el inmenso dolor que
padecisteis al separarse vuestra alma de
vuestro cuerpo: tened piedad de las almas del
Purgatorio..
Encomendémonos en fin todos a las almas del
Purgatorio, diciendo:
¡Oh, ánimas benditas! Ya que por vosotras
hemos rogado, vosotras que tan amadas sois
del Señor, y que tenéis la certeza de no poderle
ya perder, rogadle por nosotros que nos vemos
todavía en peligro de condenarnos y perder a
Dios para siempre.
V. Dales, Señor el descanso eterno.
R. Y brille para ellos la luz perpetua.
V. Descansen en paz.
R. Amén.
V. Señor, escucha mi oración.
R. Y llegue hasta Ti mi clamor.
OREMOS
Oh Dios, Creador y Redentor de todos los
hombres, conceded a las almas de vuestros
servidores y servidoras, la remisión de todos sus
pecados, a fin de que obtengan por nuestras
humildísimas oraciones el perdón que ellas
siempre han deseado. Vos que vivís y reináis
por los siglos de los siglos. Amén.
V. Descansen en paz.
R. Amén.
ORACIÓN
¡Oh Dios de bondad, Dios clemente, Dios que,
según la multitud de tus misericordias,
perdonas a los arrepentidos, y por la gracia de
una entera remisión borras las huellas de
nuestros crímenes pasados! Dirige una mirada
compasiva a tu siervo N.; recibe la humilde
confesión que te hace de sus culpas, y
concédele el perdón de todos sus pecados.
Padre de misericordia infinita, repara en él todo
lo que corrompió la fragilidad humana y
manchó la malicia del demonio; júntale para
siempre con el cuerpo de la Iglesia, como
miembro que fue redimido por Jesucristo. Ten,
Señor, piedad de sus gemidos, compadécete de
sus lágrimas, y puesto que no espera sino en tu
misericordia, dígnate dispensarle la gracia de la
perfecta reconciliación. Por Jesucristo, nuestro
Señor. Amén.
Acto
Oh santa y adorable Trinidad, deseando
cooperar en la liberación de las almas en el
Purgatorio, y para testificar mi devoción a la
Santísima Virgen María, cedo y renuncio en
favor de esas santas almas toda la parte
satisfactoria de mis obras, y todos los sufragios
que puedan dárseme después de mi muerte, y
las encomiendo enteramente en las manos de la
Santísima Virgen, para que pueda aplicarlas
según le plazca a esas almas de los fieles
difuntos que desea librar de sus sufrimientos.
Dígnate, Dios mío, aceptar y bendecir esta
ofrenda que hago para ti en este momento.
Amén
Oración
¡Oh María, Augusta esposa del Espíritu Santo!
Fuente inagotable de gracias y de bendiciones,
dignaos alcanzarnos de vuestro di-vino Esposo
los dones que tan profusamente otorgó a los
apóstoles reunidos en el Cenáculo: el don de
sabiduría, que disi-pa los errores de nuestra
inteligencia, haciéndonos comprender la
vanidad de los falsos bienes de la tierra y la
excelencia de los bienes del cielo; el don de
entendimiento que nos instruya acerca de
nuestros deberes y de todo lo que concierne a
los intereses de nuestra santificación; el don de
fortaleza, que nos comunique entereza
bastante para desafiar las burlas y desprecios
del mundo, hollando sus máximas con santa
energía; el don de ciencia, que nos esclarezca
acerca de las verdades eternas; el don de
piedad, que nos haga amar el servicio de Dios;
y, en fin, el don de temor, que nos inspire un
santo respeto mezclado de amor por Dios. Bien
sabéis, ¡oh Virgen bendita!, que nuestras
pasadas resistencias a las inspiraciones del
Espíritu Santo nos hacen indignos de sus
beneficios; pero, ayudados de vuestras
oraciones obtendremos del autor de todo don
perfecto las gracias que nos son necesarias para
vivir santamente en la tierra y llegar un día a la
eterna felicidad. Amén
Trisagio
† En el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo. Amén.
OFRECIMIENTO
Rogámoste, Señor, por el estado de la Santa
Iglesia y Prelados de ella; por la exaltación de la
fe Católica, extirpación de las herejías, paz y
concordia entre los Príncipes cristianos,
conversión de todos los agonizantes y
caminantes; por las Benditas Almas del
Purgatorio y demás piadosos fines de nuestra
santa madre la Iglesia. Amén.
V/. Bendita sea la santa e individua Trinidad,
ahora y siempre, y por todos los siglos de los
siglos.
R/. Amén.
V/. Abrid, Señor ✠, mis labios.
R/. Y mi voz pronunciará vuestras alabanzas.
V/. Dios mío, † en mi favor, benigno entiende.
R/. Señor, a mi socorro, presto atiende.
V/. Gloria sea al Padre, Gloria al eterno Hijo,
Gloria al Espíritu Santo.
R/. Como era en el principio y ahora y siempre y
en los siglos de los siglos. Amén. En tiempo de
cuaresma, en lugar del Aleluya se dice: Alabanza
sea dada a ti, Señor, rey de la eterna gloria.
ACTO DE CONTRICIÓN
Amorosísimo Dios, Trino y Uno, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, en quien creo, en quien espero, a
quien amo con todo mi corazón, cuerpo y alma,
potencias y sentidos, por ser Vos mi Padre, mi
Señor y mi Dios, infinitamente bueno y digno de
ser amado sobre todas las cosas: me pesa,
Trinidad Santísima; me pesa, Trinidad
misericordiosísima; me pesa, Trinidad
amabilísima, de haberos ofendido, sólo por ser
quien sois; propongo y os doy palabra de nunca
más ofenderos y de morir antes que pecar;
espero en vuestra suma bondad y misericordia
infinita, que me habéis de perdonar todos mis
pecados y me daréis gracia para perseverar en
un verdadero amor y cordialísima devoción de
vuestra siempre amabilísima Trinidad. Amén.
HIMNO
Ya se aparta el sol ardiente,
Y así, ¡oh luz perenne!, unida,
Infunde un amor constante
A nuestras almas rendidas.
En la aurora te alabamos,
Y también al mediodía,
Suspirando por gozar
En el Cielo de tu vista.
Al Padre, al Hijo y a Ti,
Espíritu que das vida,
Ahora y siempre se den
Alabanzas infinitas. Amén.
ORACIÓN AL PADRE
¡Oh Padre Eterno!: fuera de vuestra posesión,
yo no veo otra cosa que tristeza y tormento, por
más que digan los amadores de la vanidad.
¿Qué me importa que diga el sensual que su
dicha es el gozar de sus placeres? ¿Qué me
importa que también diga el ambicioso que su
mayor contento es el gozar de su gloria vana?
Yo, por mi parte, no cesaré jamás de repetir,
con vuestros Profetas y Apóstoles, que mi suma
felicidad, mi tesoro y mi gloria es el unirme a mi
Dios y mantenerme inviolablemente junto a Él.
Rezar un Padrenuestro y Avemaría; y nueve
veces: Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los
ejércitos, llenos están los cielos y la tierra de
vuestra gloria.
Y el coro responde: Gloria al Padre, gloria al
Hijo, gloria al Espíritu Santo.
ORACIÓN AL HIJO
¡Oh Verdad eterna!, fuera de la cual yo no veo
otra cosa que engaños y mentiras: ¡Oh, cómo
todo me parece desabrido a vista de vuestros
suaves atractivos! ¡Oh, cómo me parecen
mentirosos y falaces los discursos de los
hombres, en comparación de las palabras de
vida con las cuales Vos habláis al corazón de
aquellos que os escuchan! ¡Ah! ¿Cuándo será la
hora en que Vos me trataréis sin enigma y me
hablaréis claramente en el seno de vuestra
gloria? ¡Oh, qué trato! ¡Qué belleza! ¡Qué luz!...
Rezar un Padrenuestro y Avemaría; y nueve
veces: Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los
ejércitos, llenos están los cielos y la tierra de
vuestra gloria.
Y el coro responde: Gloria al Padre, gloria al
Hijo, gloria al Espíritu Santo.
ORACIÓN AL ESPIRITU SANTO
¡Oh Amor! ¡Oh Don del Altísimo, centro de las
dulzuras y de la felicidad del mismo Dios! ¡Qué
atractivo para un alma el verse en el abismo de
vuestra bondad y toda llena de vuestras
inefables consolaciones! ¡Ah placeres
engañadores! ¿Cómo habéis de poder
compararos con la mínima de las dulzuras que
un Dios, cuando le aparece, sabe derramar en
un alma fiel? ¡Oh!, si una sola partícula de ellas
es tan gustosa, ¿cuánto más será cuanto Vos la
derraméis como un torrente sin medida y sin
reserva? ¿Cuánto será esto, ¡Oh mi Dios!,
cuándo será?
Rezar un Padrenuestro y Avemaría; y nueve
veces: Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los
ejércitos, llenos están los cielos y la tierra de
vuestra gloria.
Y el coro responde: Gloria al Padre, gloria al
Hijo, gloria al Espíritu Santo.
ANTÍFONA
A Ti, Dios Padre ingénito; a Ti, Hijo unigénito; a
Ti, Espíritu Santo paráclito, santa e individua
Trinidad, de todo corazón te confesamos,
alabamos y bendecimos. A Ti se dé gloria por los
siglos de los siglos, Amén.
V/. Bendigamos al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
R/. Alabémosle y ensalcémosle en todos los
siglos.
ORACIÓN
Señor Dios, Uno y Trino: dadnos continuamente
vuestra gracia, vuestra caridad y la
comunicación de Vos, para que en tiempo y
eternidad os amemos y glorifiquemos. Dios
Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, en una
deidad por todos los siglos de los siglos. Amén.
DEPRECACIÓN DEVOTA A LA SANTÍSIMA
TRINIDAD
V/. Padre Eterno, omnipotente Dios:
R/. Toda criatura te ame y glorifique.
V/. Verbo divino, inmenso Dios.
R/. Toda criatura te ame y glorifique.
V/. Espíritu Santo, infinito Dios.
R/. Toda criatura te ame y glorifique.
V/. Santísima Trinidad y un solo Dios verdadero.
R/. Toda criatura te ame y glorifique.
V/. Rey de los Cielos, inmortal e invisible.
R/. Toda criatura te ame y glorifique.
V/. Criador, conservador y gobernador de todo
lo criado.
R/. Toda criatura te ame y glorifique.
V/. Vida nuestra, en quien, de quien y por quien
vivimos.
R/. Toda criatura te ame y glorifique.
V/. Vida divina y una en tres personas.
R/. Toda criatura te ame y glorifique.
V/. Cielo divino de celsitud majestuosa.
R/. Toda criatura te ame y glorifique.
V/. Cielo supremo del Cielo, oculto a los
hombres.
R/. Toda criatura te ame y glorifique.
V/. Sol divino e increado.
R/. Toda criatura te ame y glorifique.
V/. Círculo perfectísimo de capacidad infinita.
R/. Toda criatura te ame y glorifique.
V/. Manjar divino de los Ángeles.
R/. Toda criatura te ame y glorifique.
V/. Hermoso iris, arco de clemencia.
R/. Toda criatura te ame y glorifique.
V/. Luz primera y triduana, que al mundo
ilustras.
R/. Toda criatura te ame y glorifique.
V/. De todo mal de alma y cuerpo.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. De todos los pecados y ocasión de culpa.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. De vuestra ira y enojo.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. De repentina y de improvisa muerte.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. De las asechanzas y cercanías del demonio.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. Del espíritu de deshonestidad y de
sugestión.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. De la concupiscencia de la carne.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. De toda ira, odio y mala voluntad.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. De plagas de peste, hambre, guerra y
terremoto.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. De tempestades en el mar o en la tierra,
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. De los enemigos de la fe Católica.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. De nuestros enemigos y sus maquinaciones.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. De la muerte eterna,
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. Por vuestra unidad en Trinidad y Trinidad en
unidad.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. Por la igualdad esencial de vuestras
Personas.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. Por la alteza del misterio de vuestra
Trinidad.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. Por el inefable nombre de vuestra Trinidad.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. Por lo portentoso de vuestro nombre, Uno y
Trino.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. Por lo mucho que os agradan las almas que
son devotas de vuestra Santísima Trinidad.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. Por el gran amor con que libráis de males a
los pueblos donde hay algún devoto de vuestra
Trinidad amable.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. Por la virtud divina que en los devotos de
vuestra Trinidad Santísima reconocen los
demonios contra sí.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. Nosotros pecadores.
R/. Te rogamos, óyenos.
V/. Que acertemos a resistir al demonio con las
armas de la devoción a vuestra Trinidad.
R/. Te rogamos, óyenos.
V/. Que hermoseéis cada día más con los
coloridos de vuestra gracia vuestra imagen, que
está en nuestras almas.
R/. Te rogamos, óyenos.
V/. Que todos los fieles se esmeren en ser muy
devotos de vuestra Santísima Trinidad.
R/. Te rogamos, óyenos.
V/. Que todos consigamos las muchas
felicidades que están vinculadas para los
devotos de esa vuestra Trinidad inefable.
R/. Te rogamos, óyenos.
V/. Que al confesar nosotros el misterio de
vuestra Trinidad se destruyan los errores de los
infieles.
R/. Te rogamos, óyenos.
V/. Que todas las almas del Purgatorio gocen
mucho refrigerio en virtud del misterio de
vuestra Trinidad.
R/. Te rogamos, óyenos.
Cruz fidelis
¡Oh Cruz fiel!, el más noble de los árboles;
Ningún bosque produjo otro igual en hoja, ni en
flor, ni en fruto.
¡Oh dulce leño, dulces clavos los que
sostuvieron tan dulce peso!
Canta, lengua, la victoria del más glorioso
combate,
Y celebra el noble triunfo de la Cruz,
Y cómo el Redentor del mundo venció inmolado
en ella.
¡Oh Cruz fiel!, el más noble de los árboles;
Ningún bosque produjo otro igual en hoja, ni en
flor, ni en fruto.
Compadecido el Criador del engaño de nuestro
primer padre,
Incurriendo en la muerte por haber gustado del
fruto prohibido,
Señaló otro árbol para reparar el daño del
primero.
¡Oh dulce leño, dulces clavos los que
sostuvieron tan dulce peso!
Este modo de obrar nuestra salvación requería
Que una estratagema burlase las artes del
traidor,
Y hallase el remedio donde hirió el enemigo con
su engaño.
¡Oh Cruz fiel!, el más noble de los árboles;
Ningún bosque produjo otro igual en hoja, ni en
flor, ni en fruto.
Cuando, pues, vino la plenitud del tiempo
sagrado,
Fue enviado del seno del Padre, su hijo, Creador
del mundo,
Y, revestido de la carne, nació de vientre
virginal.
¡Oh dulce leño, dulces clavos los que
sostuvieron tan dulce peso!
Llora el tierno Infante reclinado en angosto
pesebre;
Envuelve en pañales su tiernos miembros la
Virgen madre;
Y enfaja los pies y las manos de un Dios.
¡Oh Cruz fiel!, el más noble de los árboles;
Ningún bosque produjo otro igual en hoja, ni en
flor, ni en fruto.
Cuando cumplió los treinta años, terminando ya
el tiempo de la vida mortal,
Ofrecióse libremente el Redentor a las penas:
El Cordero es levantado en la Cruz, para ser
sacrificado.
¡Oh dulce leño, dulces clavos los que
sostuvieron tan dulce peso!
Mira cómo languidece, gustando amarga hiel,
Traspasado su cuerpo de espinas, clavos y lanza:
manando sangre y agua:
La tierra, el cielo, el mundo entero quedan
lavados en este río.
¡Oh Cruz fiel!, el más noble de los árboles;
Ningún bosque produjo otro igual en hoja, ni en
flor, ni en fruto.
Dobla tus ramas, oh árbol elevado, plega tus
tersas fibras,
Y ablándese tu nativa dureza; y
Extiende dulcemente tus brazos a los miembros
del Rey soberano.
¡Oh dulce leño, dulces clavos los que
sostuvieron tan dulce peso!
Tú sola fuiste digna de sostener la víctima del
mundo,
Y preparar el puerto de salvación al arca del
mundo náufrago,
Rociado con la sangre sagrada del Cuerpo del
Cordero.
¡Oh Cruz fiel!, el más noble de los árboles;
Ningún bosque produjo otro igual en hoja, ni en
flor, ni en fruto.
Gloria eterna a la Trinidad soberana;
Gloria igual al Padre y al Hijo; igual honor al
Espíritu Consolador.
El universo alabe el nombre del que es Uno y
Trino. Amén.
¡Oh dulce leño, dulces clavos los que
sostuvieron tan dulce peso!
Oración
Oh Corazón de María, el más amable y
compasivo después del de Jesús,
Trono de las Misericordias Divinas a favor de los
pobres pecadores;
yo, reconociéndome sumamente necesitado,
acudo a Vos,
en quien el Señor ha puesto todo el tesoro de
sus bondades,
con plenísima seguridad de ser por Vos
socorrido.
Vos sois mi refugio, mi amparo, mi esperanza;
por eso os digo y os diré en todos mis apuros y
peligros:
¡Oh Dulce Corazón de María, sed la salvación
mía!
Cuando la enfermedad me aflija, o me oprima la
tristeza, o la espina
de la tribulación llague mi alma:
¡Oh Dulce Corazón de María, sed la salvación
mía!
Cuando el mundo, el demonio y mis propias
pasiones, coaligados para mi perdición, me
persigan con sus tentaciones y quieran hacerme
perder el tesoro de la divina gracia:
¡Oh Dulce Corazón de María, sed la salvación
mía!
En la hora de mi muerte, en aquel momento del
que depende mi eternidad, cuando se
aumenten las angustias de mi alma y los
ataques de mis enemigos:
¡Oh Corazón de María, sed la salvación mía!
Y cuando mi alma pecadora se presente ante el
Tribunal de Jesucristo para rendirle cuenta de
toda su vida, venid Vos a defenderla y
ampararla,
y entonces, ahora y siempre:
¡Oh Corazón de María, sed la salvación mía!
Estas gracias espero alcanzar de Vos, oh
Corazón amantísimo de mi Madre,
a fin de que pueda veros y gozar de Dios, en
vuestra compañía en el Cielo. Amén.
Letania
Señor, ten misericordia de nosotros.
Cristo, ten misericordia de nosotros.
Señor, ten misericordia de nosotros.
Cristo, óyenos.
Cristo escúchanos.
Dios Padre celestial, ten misericordia de
nosotros.
Dios Hijo, redentor del mundo, ten misericordia
de nosotros,
Dios Espíritu Santo, ten misericordia de
nosotros,
Santísima Trinidad, un solo Dios, ten
misericordia de nosotros.
(A partir de aquí se responde: Líbranos Señor)
De la herejía.
De la apostasía.
De la falsa Iglesia Católica que hoy se asienta en
Roma.
De las maquinaciones de sus forjadores y
propagadores.
De sus falsos Papas.
De los frutos podridos del Concilio Vaticano II.
De la perversa teología conciliar.
De sus ambiguas y malintencionadas
enseñanzas.
De sus lobos disfrazados de cordero.
De sus sepulcros blanqueados.
De su raza de víboras.
De la mofa al Espíritu Santo.
Del ultraje a Cristo y a su inmaculada y santa
Esposa.
Del contubernio con falsas religiones y
creencias.
De la burla a la sangre de los mártires.
Del menosprecio al depósito de la fe.
De corrupta liturgia y de indigno culto.
Del expolio y destrucción de los templos.
De parodias de misas y liturgia blasfema.
De detestables mesas que hoy fungen como
altares.
De ceremonias impías.
De sacramentos inválidos.
De la desacralización y del menoscabo a la
Omnipotencia Divina.
De todo arte grotesco, diabólico y ofensivo a
Dios.
Del humo de Satanás.
De la confusión reinante.
De equívoca e injusta obediencia.
Del repudio al dogma.
Del rechazo a la Revelación.
De la devoción a falsos beatos y santos.
Del desprecio a la divinidad y realeza de Cristo.
De la tentacion de la modernización de la fe.
De los instigadores a novedades execrables.
De la comunión con el mundo y de la comunión
en la mano.
De la esperanza puesta en poderes mundanos.
De la Iglesia reducida a simple entidad de
caridad social.
De contribuir a la pérdida de almas.
De la desorientación diabólica.
Del desdén a los mensajes de la Santa Madre de
Dios.
De la indiferencia al anatema.
De la perversidad de esta ramera babilónica.
De sus anticristos.
De sus falsos profetas.
De la abominación desoladora.
OREMOS
Te pedimos Señor, Dios nuestro, que nos libres
de los lazos del Maligno y de sus discípulos, que
hoy fingen pertenecer al rebaño de tus fieles,
pero su corazón está lejos de Ti. Haz que
perseveremos en la doctrina pura e inviolable
de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana,
hasta el fin de nuestros días cuando tendremos,
ante tu divina presencia, que dar cuenta de
nuestra fidelidad a la fe que juramos guardar
con nuestra vida y transmitir a futuras
generaciones. Por Jesucristo nuestro Señor,
Amén.