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Ejercicios de Lectura Oral

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UNAB – Estudios Generales 1

“La vida es algo espantoso; y desde el trasfondo de lo que conocemos de ella asoman
indicios demoníacos que la vuelven a veces infinitamente más espantosa. La ciencia, ya
opresiva en sus tremendas revelaciones, será quizá la que aniquile definitivamente nuestra
especie humana -si es que somos una especie aparte-; porque su reserva de insospechados
horrores jamás podrá ser abarcada por los cerebros mortales, en caso de desatarse en el
mundo. Si supiéramos qué somos, haríamos lo que hizo Arthur Jermyn, que empapó sus
ropas de petróleo y se prendió fuego una noche. Nadie guardó sus restos carbonizados en
una urna, ni le dedicó un monumento funerario, ya que aparecieron ciertos documentos, y
cierto objeto dentro de una caja, que han hecho que los hombres prefieran olvidar.” (H.P.
Lovecraft: “Arthur Jermyn”)

Es de noche, especialmente cuando la luna se vuelve gibosa y menguante, cuando


veo a ese ser. He intentado olvidarlo con la morfina, pero la droga sólo me
proporciona una cesación transitoria, y me ha atrapado en sus garras,
convirtiéndome irremisiblemente en su esclavo. Así que voy a poner fin a todo esto,
ahora que he contado lo ocurrido para información o diversión desdeñosa de mis
semejantes. Muchas veces me pregunto si no será una fantasmagoría, un producto
de la fiebre que sufrí en el bote a causa de la insolación, cuando escapé del barco
de guerra alemán. Me lo pregunto muchas veces; pero siempre se me aparece, en
respuesta, una visión monstruosamente vívida. No puedo pensar en las
profundidades del mar sin estremecerme ante las espantosas entidades que quizá
en este instante se arrastran y se agitan en su lecho fangoso, adorando a sus
antiguos ídolos de piedra y esculpiendo sus propias imágenes detestables en
obeliscos submarinos de mojado granito. (H.P. Lovecraft: “Dagón”)

Bâtard no conoció a su padre, y de ahí su nombre, pero según John Hamlin, éste había sido
un gran lobo gris. En cuanto a la madre, él recordaba, no con mucha precisión, que era una
husky, desafiante y pendenciera, obscena, fornida, de ancha frente y pecho corpulento, de
mirada maligna, con un apego felino a la vida y una habilidad especial para el engaño y la
maldad. No se podía tener fe ni confianza en ella. Sólo en sus traiciones se podía confiar, y
sus aventuras amorosas en el bosque atestiguaban su absoluta depravación. En los
progenitores de Bâtard había mucha fuerza y mucha maldad, y él las había heredado junto
con su carne y su sangre. Y entonces apareció Black Leclère y puso su mano implacable
sobre el pedacito de vida palpitante que era el cachorro, y la apretó y zahirió hasta moldear
toda una bestia erizada, dispuesta a cualquier canallada y rebosante de odio, siniestra,
malvada, diabólica. Con un dueño adecuado, Bâtard podía haber llegado a ser un perro de
trineo normal y bastante eficiente. Nunca tuvo esa oportunidad, pues Leclère no hizo más
que reafirmar la iniquidad que llevaba en sus genes. (Jack London: “Bâtard”)

No puedo siquiera decir aproximadamente a qué se parecía, pues era un compuesto de todo
lo que es impuro, pavoroso, indeseado, anormal y detestable. Era una fantasmagórica
sombra de podredumbre, decrepitud y desolación; la pútrida y viscosa imagen de lo dañino;
la atroz desnudez de algo que la tierra misericordiosa debería ocultar por siempre jamás.
Dios sabe que no era de este mundo -o al menos había dejado de serlo-, y, sin embargo,
con enorme horror de mi parte, pude ver en sus rasgos carcomidos, con huesos que se
entreveían, una repulsiva y lejana reminiscencia de formas humanas; y en sus enmohecidas
y destrozadas ropas, una indecible cualidad que me estremecía más aún. (H.P. Lovecraft:
“El extraño”)

Habilidades de Expresión Oral


Profesor: Mg. Hernán Gajardo Urzúa
UNAB – Estudios Generales 2

Un día, hace muchos años, vino un hombre y escuchó el sonido del océano en la costa fría y
sin sol, y dijo: “Necesitamos una voz que llame sobre las aguas, que advierta a los barcos;
haré esa voz. Haré una voz que será como todo el tiempo y toda la niebla; una voz como
una cama vacía junto a ti toda la noche, y como una casa vacía cuando abres la puerta, y
como otoñales árboles desnudos. Un sonido de pájaros que vuelan hacia el sur, gritando, y
un sonido de viento de noviembre y el mar en la costa dura y fría. Haré un sonido tan
desolado que alcanzará a todos y al oírlo gemirán las almas, y los hogares parecerán más
tibios, y en las distantes ciudades todos pensarán que es bueno estar en casa.
Haré un sonido y un aparato y lo llamarán la sirena, y quienes lo oigan conocerán la tristeza
de la eternidad y la brevedad de la vida”. (Ray Bradbury: “La sirena”)

El cazador, llamado Joe Labelle, marchaba con sus raquetas de nieve hacia el pueblo junto al lago
Anjikuni, cuando se sintió agobiado por una extraña sensación de pavor. Normalmente, aquel era un
ruidoso núcleo rural de mil doscientas personas y ese día, Joe hubiera esperado oír a los perros de los
trineos que ladraban para darle su habitual bienvenida. Pero las chozas rodeadas por la nieve estaban
recluidas en el silencio, y no salía humo de ninguna chimenea. Al pasar por la orilla del lago Anjikuni,
el cazador vio que los botes y los kayaks todavía se hallaban amarrados a la orilla.
Sin embargo, cuando fue de puerta en puerta, solamente encontró una soledad misteriosa. Aún estaban
apoyados en las puertas los apreciados rifles de los hombres. Ningún viajero esquimal dejaría jamás su
rifle en casa.
Dentro de las cabañas, las ollas de caribú guisado estaban mohosas sobre los fuegos apagados hacía
mucho tiempo.
Joe Labelle fue a la oficina de telégrafos y transmitió su informe al cuartel general de la Real Policía
Montada de Canadá. Todos los oficiales disponibles fueron enviados a la zona de Anjikuni.
Al cabo de unas pocas horas de búsqueda, los policías montados dieron con los perros de los trineos
perdidos. Estaban atados a los árboles cerca del pueblo y sus cuerpos se hallaban bajo una sólida capa
de nieve. Habían muerto de hambre y de frío.
En lo que fuera el cementerio de Anjikuni, se produjo otro descubrimiento escalofriante: las tumbas se
encontraban abiertas, de las cuales, bajo una temperatura glacial, alguien se había llevado los
cadáveres.
No se veían huellas fuera del pueblo, ni tampoco posibles medios de transporte por los cuales la gente
pudiera haber huido. Sin poder creer que mil doscientas personas pudieran desvanecerse de la faz de la
tierra, la Real Policía Montada de Canadá amplió su búsqueda. Con el tiempo, la investigación cubría
todo Canadá y continuaría durante años. Pero después de tantos años, el caso sigue sin solución.

Prácticamente en todos los cuentos infantiles tradicionales, tanto el bien como el mal toman
cuerpo y vida en determinados personajes y en sus acciones, del mismo modo que están
también omnipresentes en la vida real, y cuyas tendencias se manifiestan en cada persona.
Por otra parte, el malo no carece de atractivos -simbolizado por el enorme gigante o dragón,
por el poder de la bruja, o por la malvada reina de “Blancanieves”- y, a menudo, ostenta
temporalmente el poder. En la mayoría de los cuentos, el usurpador consigue, durante algún
tiempo, arrebatar el puesto que, legítimamente, corresponde al héroe, como hacen las
perversas hermanas de “Cenicienta”. Sin embargo, el hecho de que el malvado sea
castigado al terminar el cuento no es lo que hace que estas historias proporcionen una
experiencia en la educación moral, aunque no deja de ser un aspecto importante de aquélla.
Tanto en los cuentos de hadas como en la vida real, el castigo, o el temor al castigo, sólo
evita el crimen de modo relativo. La convicción de que el crimen no resuelve nada es una
persuasión mucho más efectiva, y precisamente por esta razón, en los cuentos de hadas el
malo siempre pierde. El hecho de que al final venza la virtud tampoco es lo que provoca la
moralidad, sino que el héroe es mucho más atractivo para el niño, que se identifica con él en
todas sus batallas. Debido a esta identificación, el niño imagina que sufre, junto al héroe,
sus pruebas y tribulaciones, triunfando con él, puesto que la virtud permanece victoriosa.
Habilidades de Expresión Oral
Profesor: Mg. Hernán Gajardo Urzúa
UNAB – Estudios Generales 3

Ricardo Siri Liniers es autor de un universo surrealista y poético, donde tienen cabida
personajes tan dispares como Enriqueta y su gato Fellini, Martincito y su monstruo Olga, el
Misterioso Hombre de Negro, la bola troglodita, Conejo (su autorretrato), el señor que
traduce el nombre de las películas, la vaca cinéfila, Oliverio (¿quién en su sano juicio haría
un personaje-aceituna?), los duendes, y muuuchos pingüinos, su animal preferido.
Su humor inocente, tierno unas veces, absurdo otras tantas, mágico siempre, retrata la
simplicidad de las cosas cotidianas con la visión de un niño y la profundidad de un adulto.
Liniers es un niño grande, de esos que nunca quisieron crecer. “Me inspiro en cosas
chiquititas, en cosas grandes, en cosas que me llaman la atención”.
Los miedos infantiles, la inseguridad del primer amor, la soledad, la crítica al consumismo y
la sociedad de hoy en día, son varios de los temas que el autor plasma a través de gran
cantidad de personajes que desfilan por sus viñetas como si tal cosa.
Tiene la capacidad de no representar un momento o tiempo concreto, sino que sus tiras son
universales y casi atemporales. Concede mucho valor a la sorpresa, a lo inesperado,
rompiendo las reglas y estructuras habituales. “Me gusta esa gente que arma su planeta
con sus propias reglas. Que conoce las reglas, pero sabe cuáles tiene que romper para que
aparezca algo nuevo. Que sabe cuándo decir: “Ah, ¿todos dicen que tiene que ser así...?
Bueno, pues no”.

Escala de Apreciación de Lectura Oral


Siempre Casi siempre A veces Casi nunca Nunca
(5) (4) (3) (2) (1)
Verbaliza de acuerdo al texto
leído
Articula adecuadamente todas las
letras
Pronuncia apropiadamente la “s”

Su volumen es apropiado
Realiza las pausas y silencios
requeridos
Maneja la velocidad según
requiere el texto
La entonación general es la
requerida
Varía el tono según precisa la
lectura
Lee con seguridad

Puntaje ideal: 45 puntos (60%) Puntaje Total: Nota Final:

Habilidades de Expresión Oral


Profesor: Mg. Hernán Gajardo Urzúa

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