Teoría Sociológica y La Importancia Del Rol
Teoría Sociológica y La Importancia Del Rol
Teoría Sociológica y La Importancia Del Rol
Los sociólogos necesitan elaborar interpretaciones abstractas –teorías- para explicar la variedad
de datos y hechos que recogen en sus estudios de investigación. También precisan adoptar
enfoques teóricos al comienzo de sus estudios empíricos con el fin de formular las cuestiones
adecuadas para orientar la investigación y encausar la búsqueda de datos. La realización de una
teoría es el mayor anhelo de los sociólogos, de ahí que debe mantenerse como una fuente de
inspiración ya que permite aunar todos los esfuerzos en su consecución, aun cuando no se llegue
a la meta final. Pero la teorización sociológica no se produce al margen de la sociedad en
general, puesto que también se dirige a comprender las características particulares de las
sociedades modernas y como se dirigen. Por ejemplo, Marx intento explicar las dinámicas de la
economía capitalista y las causas de la pobreza y la desigualdad social. Los estudios de
Durkheim investigaron el carácter de la sociedad industrial y, por último, Weber, pretendió
explicar la emergencia del capitalismo y las consecuencias de las formas de organización
burocrática moderna. No obstante, los problemas centrales de la sociedad parecen estar
cambiando, al igual que las teorías que se proponen comprenderlos y explicarlos.
El primero de estos, los fenómenos sociales hacen referencia a un acontecimiento extraño, fuera
de lo normal preestablecido y momentáneo. No tiene por qué ser malo necesariamente. Se
considera un fenómeno social, cuando una actividad se presenta por vez primera y no tiene
precedentes, te puedo citar por ejemplo algunos casos como el fenómeno social en la música
cuando aparecieron por vez primera los Beatles, o en su momento cuando entre la juventud de
los años 60´s se hizo popular el "amor y paz" y su símbolo en forma de "V". Hecho social: casi
todos los fenómenos que ocurren en el seno de una sociedad. Se trata de modos de actuar, de
pensar y de sentir que exhiben la notable propiedad de que existen fuera de las conciencias
individuales.
Estos tipos de conducta o pensamiento no sólo son exteriores al individuo, sino que están
dotados de un poder imperativo y coercitivo en virtud del cual se le imponen, quiéralo o no.
En los últimos tiempos son muchos los que hablan de participación social, de interactuar con el
entorno para resolver problemas sociales, de trabajar con colectivos vulnerables en sus
necesidades sociales y resolver retos de inclusión social. Sin duda para resolver y trabajar de
una forma efectiva hay que conocer, analizar e investigar los factores que influyen en la realidad
local y global. Saber el cómo y conocer las herramientas y técnicas adecuadas es fundamental
para implantar y transformar el medio que nos rodea, tan solo conociendo podremos transformar.
En conveniente, llegados a este punto convenir que la realidad no es una foto fija de una
situación concreta, la realidad se va construyendo a medida que va pasando el tiempo teniendo
en cuenta el pasado sin perder de vista el futuro. Sin duda, en cualquier proceso de análisis de la
realidad tendremos que ir retroalimentándolo a medida que vayamos analizando, e incorporando
datos relevantes del día a día. Antes de comenzar, debemos liberarnos de nuestros prejuicios,
no confundir lo que sentimos y pensamos con lo que realmente la gente siente y piensa en el
entorno que nos rodea, y sobre todo, debemos esforzarnos por ser objetivos y analizar la
realidad tal y como se nos muestra, sólo de esta forma podremos actuar sobre un entorno y
proponer acciones de transformación real.
El compromiso de la sociología como ciencia social es ser objetiva, lógica, racional, apegada a
los hechos más allá de emociones, sentimentalismos o juicios morales. Estamos de acuerdo con
ello, sin embargo se debe considerar que como la sociología estudia a la sociedad desde dentro,
es decir, el sociólogo investigador es parte de la sociedad que él estudia, es prácticamente
imposible eludir los factores sentimentales, emocionales, afectivos e ideológicos. Y
consecuentemente, es muy difícil ser imparcial frente a los hechos o fenómenos que se estudian,
que son esencialmente humanos, sobre todo cuando ellos se relacionan con las grandes
desigualdades sociales, la pobreza, la marginación, la enfermedad, la delincuencia o la
corrupción, por poner sólo unos ejemplos. Así, la objetividad, la imparcialidad e incluso la fría
neutralidad, deben ser más una aspiración que se busca cumplir mediante los métodos, las
técnicas y los instrumentos de investigación, a sabiendas de su imperfección, y de que
eventualmente se puede hacer un uso poco honorable y recto de los mismos. El uso de los
métodos y las técnicas así como de las herramientas, por precisas y sofisticadas que sean, no
pueden eventualmente evitar que se cuelen en la investigación nuestros afectos o rencores;
simpatías o antipatías. En verdad que sólo toca al sociólogo mantener el control de sus aspectos
emocionales y sentimentales mediante una honorabilidad y moralidad conscientemente
asumidas y ejercidas en su trabajo cotidiano. El sociólogo debe aprender que muchas veces los
resultados de su investigación pueden llegar a ser contrarios a sus intereses y preferencias y que,
a pesar de ello, debe respetar tales resultados si realmente aspira a a hacer un aporte valioso y
significativo en su ámbito profesional y a la sociedad. No se le pide al sociólogo que sea
totalmente neutral y objetivo, pues es pedir no sólo un imposible sino que también es poco
saludable. El sociólogo no es una máquina, es un ser viviente, no es un estudioso de la materia
inanimada, sino de seres de carne y hueso, que piensan y sienten, tal como él. Por ello no es
posible la neutralidad y la objetividad absolutas. El sociólogo ve la realidad, la observa, la mide,
desde un lugar determinado en la edificio social, en un momento histórico determinado y en una
situación específica. Y es a partir de su cúmulo de conocimientos, de su experiencia de vida
personal y profesional, que saca conclusiones y consecuencias de lo que observa y analiza. Por
lo tanto, el reto es más bien poner la objetividad y la subjetividad en el lugar que les
corresponde. Mucho de lo que hoy sabemos sobre el hombre en sociedad, sobre las relacione
sociales, sobre la acción, no se hubiera estudiado si tales hechos o fenómenos no hubiesen
despertado la curiosidad del sociólogo, si no le hubiesen conmovido, si no hubiesen despertado
algún tipo de reacción emocional en él. Tampoco el sociólogo podría hacer algún tipo de
propuesta política o social, si no mediara un interés legítimo por el bienestar de una comunidad,
grupo o la sociedad.
A estas alturas es ya un tópico afirmar que la realidad social es muy compleja y que sólo se
puede entender, explicar, interpretar, utilizando enfoques no reduccionistas.
Una de las primeras dificultades al abordar un fenómeno social complejo, tal vez la primera
dificultad, radica en la definición del problema, como la condición previa para poder articular
cualquier tipo de respuesta organizada, sistemática, operativa.
Como podemos imaginarnos, según cómo definamos como el problema, nuestras actuaciones
irán en una u otra dirección. Pero lo peor es mezclarlo todo, como parece que a menudo está
pasando, lo que causa así un problema metodológico insuperable desde fuera de las ciencias
sociales. Propongo un hilo conductor, una propuesta como cualquier otra, para intentar analizar
esta complejidad referida al caso de los hechos racistas de los últimos días.
Hoy en día, y en nuestra sociedad, ha aparecido una nueva serie de categorías, que si bien en el
fondo siguen el mismo modelo inicial, se nos presentan bajo otras formas y con otros discursos
asociados.
Las Ciencias Sociales incluyen un conjunto de disciplinas que abordan e interrogan la realidad
social en sus múltiples dimensiones y escalas.
Como sujetos nos resulta difícil pensarnos como objetos de estudio y, por lo tanto, ver nuestras
prácticas cotidianas desde una mirada analítica. Este doble juego, el de ser objeto y sujeto de
estudio, solo se supera cuando contamos con herramientas teóricas que nos permitan superar la
explicación del mundo que nos rodea a partir de nuestras miradas personales.
Por otra parte, cuando se piensa en la realidad social, generalmente la mayoría de las personas
consideran que se refiere a “lo que vivimos”, “los sucesos de la actualidad”, “lo que acontece en
el presente”. Y, si bien, la realidad involucra el presente, es importante considerar fue construida
en el tiempo, que resulta de un proceso histórico, que debe ser analizado y explicado atendiendo
a su complejidad y dinámica.
La realidad social nos resulta, como bien dice Searle, invisible, natural. No la percibimos como
creada por nosotros.
Uno de los principales propósitos del área en las escuelas es ofrecer a los estudiantes las
oportunidades para acercarse a la comprensión y explicación de la realidad social haciendo
visible lo invisible – invisible por lo cotidiano-. Desnaturalizar lo que parece natural
enriqueciendo la mirada con nuevas perspectivas y reflexiones que cuestionen las experiencias
personales.
Comprender la realidad social exige asumir que se trata de un objeto complejo, conflictivo,
cambiante y multifacético, razón por la que permite múltiples accesos y se transforma en objeto
de conocimiento de las diferentes disciplinas sociales.
Ahora bien, de qué hablamos cuando nos referimos a la realidad social, cuáles son sus múltiples
dimensiones o planos de acceso o análisis.
Comencemos considerando que todas las acciones realizadas por los seres humanos a través de
la historia, desde el pasado más remoto a la actualidad, están interrelacionados y dan origen a
una realidad social. Unas son causa de otras: algunas tienen resultados no previstos en el
momento de su realización y las consecuencias de algunas acciones provocan nuevas acciones
inesperadas.
Frente a esta complejidad, los investigadores interesados en explicar por qué ocurrió lo que
ocurrió en el pasado, y en comprender el origen de los problemas que actualmente enfrentan las
sociedades contemporáneas, clasifican las acciones sociales y dividen la realidad social en
varios planos o dimensiones. Esta clasificación y esta división, que no existe en la vida
cotidiana, facilita el análisis y la elaboración de conclusiones por parte de los investigadores.
Las dimensiones de análisis o los planos de la vida social son: el económico, el social, el
político, el cultural y el ambiental.
En el plano económico, se ubican aquellas acciones relacionadas con la organización del trabajo
y la producción de los bienes y servicios necesarios para satisfacer las necesidades básicas.
En el plano social, se agrupan las acciones que hacen visibles las relaciones entre los distintos
integrantes de la sociedad; por ejemplo, entre los propietarios de los medios de producción y los
no propietarios o entre los varones y las mujeres.
En el plano político, se concentran las acciones relacionadas con la organización del gobierno
de la sociedad, con los mecanismos establecidos para la elaboración de las leyes, y con las
formas de establecer y hacer efectivos los derechos y las obligaciones de las personas y los
ciudadanos.
El plano ambiental reúne todas aquellas acciones a través de las cuales los integrantes de la
sociedad se relacionan con la naturaleza