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Aportes de A Psicología Social A La Educación

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 Inscripciones

Aportes de la Psicología Social a la Educación – Prof. Gabriela Ricciardelli

En primer lugar, la Psicología Social considera al sujeto


contextualizado, no como una abstracción, sino inmerso en sus
relaciones cotidianas en una red de tramas vinculares. Su
subjetividad está configurada en un espacio y un momento histórico
social específico que le otorga todo un universo de posibilidades
entendiendo a la sociedad como el contexto macro donde hallamos la
clave de la constitución de la subjetividad.

Ante todo, vale aclarar que la función social del Psicólogo Social no consiste en
‘entretener’ o ‘estar en grupos’, como se cree vulgarmente; se trata de un ‘saber hacer’
con sustento teórico-práctico desde una epistemología convergente para poder operar en
la realidad cotidiana. La Psicología Social es una disciplina reciente que, como todas las
Ciencias Sociales, se inicia a mediados del siglo XIX. La Psicología Social argentina,
desde la concepción de Enrique Pichón Rivière se apoya en la Psicología Social, el
Psicoanálisis, la Sociología, como así también en la Antropología y la Filosofía a través
de autores tales como George Mead, Kurt Lewin, Freud, Melanie Klein, Lacan, Marx,
Sartre, Lefrevre etc. Su metodología clásica, la dialéctica, da cuenta de los procesos de
transformación cualitativos a partir de campos de tensión contradictorios. Su objeto de
conocimiento coincide con el objeto de intervención: las prácticas y significaciones
(interacciones) individuales, grupales, organizacionales, comunitarias y/o sociales desde
una perspectiva compleja y multidimensional. Desde los paradigmas de la complejidad
podemos decir que estudiamos la ‘relación’ entre el sujeto, su mundo interno y la
estructura social. Su técnica de intervención incluye elaboraciones de una logística, una
estrategia, una táctica y una técnica específica.

La Psicología Social focaliza en el espacio en el que se constituye la subjetividad, no


trata en términos prioritarios a una persona individual que participa de un grupo como si
éste fuese un laboratorio, sino que se ocupa de cómo refleja lo macrosocial en lo micro,
‘cómo la estructura social deviene fantasía inconsciente en el sujeto’. Hace foco en los
distintos ámbitos, tales como grupos, organizaciones, instituciones, comunidades, y en
lo social general, es decir, en los lugares en los que la estructura social atraviesa al
sujeto y lo modifica, posibilitando a su vez que este sujeto humano de carácter social
que se constituye en el interior de las tramas vinculares humanas, produzca y transforme
su contexto.

El Psicólogo Social opera en la situación, en el marco en el que se produce la ‘relación’


entre la estructura social y el sujeto en situación concreta de existencia, es decir
considera que lo intersubjetivo incide en lo intrasubjetivo y desde esa perspectiva
intersubjetiva y vincular, prioriza la reconstrucción de redes comunicacionales, la
optimización de los vínculos y el interjuego de roles, con el objeto de que el sujeto
realice un aprendizaje que le permita reorientar y potenciar sus recursos. El vínculo es
un modo compartido de pensamientos, sentimientos y acciones, que nos ata al otro con
el que nos identificamos. Es el que intermedia y permite la inserción del sujeto al campo
simbólico de la sociedad, es la "atadura" del ser -que nace abierto al mundo- a un campo
simbólico que es la cultura en el tiempo histórico social que le ha tocado vivir. Se
considera que la posibilidad de éxito al momento de enfrentar los desafíos, no reside
tanto en la capacidad individual sino en la posibilidad de integrarse a un conjunto que
impulse objetivos comunes.

La Psicología Social aporta a la Educación una adecuada comprensión de la


complejidad de las tramas vinculares para poder colaborar en forma eficaz en la
resolución de conflictos que se presenten a lo largo de la tarea aportando las
herramientas teóricas y prácticas con las que el profesional se ha formado. De esta
manera, se colabora en la construcción de espacios de pertenencia en el que se
establezcan tramas vinculares y se promueva la escucha activa en la búsqueda de
alternativas diferenciadas ante las dificultades y los conflictos que se susciten en las
aulas y en toda la escuela.

El conflicto

“El conflicto es un proceso propio de la vida humana. No necesariamente es


sinónimo de perturbación o de enfermedad”

El conflicto es un concepto clave en la Psicología Social, ya que es inherente a la


interacción humana. El conflicto es un proceso propio de la vida humana, siempre en
constante movimiento y aunque irrumpa imprevistamente siempre es el resultado de una
gestación anterior.

Según el Psicoanálisis, la conducta humana -tanto la patológica como la normal- es


producto del conflicto entre sistemas psíquicos contrapuestos: el Sistema de la
Conciencia (regido por el Principio de Realidad) y el Sistema Inconsciente (Regido por
el Principio de Placer). Esta ‘doble legalidad’ contradictoria del psiquismo es registrada
como conflicto. Se trata de una lucha interna de la persona, de un ‘conflicto estructural’
común a todo ser humano. Podemos decir que el conflicto es un proceso propio de la
vida humana ya que el psiquismo, que se halla lábil e inestable, se encuentra en
continua modificación en busca de un nuevo equilibrio. A este proceso incesante de
fuerzas elementales se lo denomina ‘Dinámica de la Conducta’.

Entonces, el conflicto no necesariamente es sinónimo de perturbación o de enfermedad,


sólo se torna problemático cuando se hace crónico o permanente. Algo similar ocurre
con los momentos o etapas de crisis del ser humano, por ejemplo inicio de escolaridad,
decisión vocacional, maternidad, embarazo, mudanzas, cambio de trabajo, un duelo o
pérdidas, etc. La crisis, esa desorganización brusca y temporaria de la personalidad,
sólo se torna patológica (enfermante), cuando persiste a través del tiempo y no se
buscan los caminos posibles para resolverla. Una crisis puede ser, por el contrario, una
oportunidad para crecer y ganar experiencia. Por ejemplo, una pareja entra en crisis y
tras superarlo salen fortalecidos y mejoran el vínculo.

Es necesario transitar el conflicto para hacer una transformación y que se convierta en


oportunidad de cambio y aprendizaje, de otro modo cuando el obstáculo que se presenta
no puede ser resuelto y perdura aparece la clausura y la estereotipia.

Es posible distinguir –con las debidas diferencias- conflictos individuales, grupales,


institucionales y sociales.
En cuanto a los conflictos grupales podemos decir que consisten en un proceso co-
construido por las partes, es un proceso interaccional en el que predomina lo
antagónico. Aparece, crece, se desarrolla, a veces puede transformarse y desaparecer o
disolverse y otras permanecer estacionado. Por eso más que hablar de terminación de un
conflicto lo correcto sería decir que éste se ha resuelto o transformado, lo cual significa
que puede volver de otra forma, con menor, igual o mayor intensidad.

El conflicto tampoco es sinónimo de disputa ya que ésta es sólo la parte visible, como si
fuese la punta del iceberg. Ejemplo: en una escuela se disputa un lugar físico, un aula
para una clase especial aunque en realidad se está confrontando por prestigio (porque
sería el espacio de las reuniones importantes).

El desarrollo de un conflicto depende de la actitud que tengan las partes frente al


mismo, las que pueden hacerlo crecer o decrecer según fuera la misma. Un conflicto
puede provocar una escalada de gran magnitud cuyos daños pueden ser evitados
logrando un nuevo equilibrio. Si no se afronta de manera preventiva desde que
comienza a despuntar, seguirá creciendo sin solución de continuidad, lo que se
denomina ‘escalada de un conflicto’. Por ejemplo, en una escuela si la Directora tiene
comportamientos autoritarios, sin dar participación al equipo directivo ni al cuerpo
docente, esto seguramente generará molestias y resistencias en los otros. Cuanto menos
se hable y se evite un camino de construcción de una nueva modalidad de relación, las
molestias y las resistencias irán en aumento.

Cada acción produce una reacción y así sucesivamente se alimentará una escalada cuya
proyección puede ser un conflicto generalizado.

Una vez que hayamos tomado conciencia del conflicto, el primer paso es trabajar en él
para lograr una desescalada. Se intentará facilitar el acercamiento y la comunicación
plena para que juntos se pueda encontrar la manera de bajar el nivel de conflictividad.

El docente con formación en Psicología Social

Un docente que posea formación en Psicología Social y Psicoanálisis contará con


conocimientos científicos respecto no sólo del funcionamiento del psiquismo, de los
aspectos psicológicos característicos de las distintas etapas del ciclo vital del ser
humano, sino también acerca de la interacción de la persona con grupos y sociedad,
todo lo cual facilitará su desempeño profesional comprendiendo la importancia del
trabajo interdisciplinario.

Desde este enfoque se trabaja lo subjetivo en el sentido de lograr satisfacer las


necesidades profundas de todas las partes involucradas en un conflicto. También están
presentes las emociones que influyen en el curso de todo conflicto y es necesario
reconocerlas y comprenderlas. Los componentes emocionales del conflicto suelen
incluir: ira, desconfianza, suspicacia, desprecio, resentimiento, temor y rechazo, lo que
nos informará respecto de la importancia de la disputa para cada uno. Mediatizar el
deseo con la necesidad social de compartir, es un modo de encontrar formas pacíficas de
resolver los problemas que se plantea.

Esta compleja tarea requiere poder observar el despliegue de las distintas facetas que el
conflicto presenta, para ello se necesita tener un conocimiento adecuado de la psicología
humana para sustituir las apreciaciones o consideraciones no científicas de la realidad,
es decir aquellos conocimientos derivados del ‘sentido común’, por una perspectiva
científica.

Un docente que posea formación en Psicología Social tendrá una visión más integradora
del ser humano y procurará que sus sistemas de creencias, valores, necesidades y
limitaciones, no generen efectos adversos en su trabajo. Analizará el conflicto como
proceso en el que intentará realizar una lectura de lo latente, no se quedará en lo
manifiesto, porque el fenómeno, lo que aparece, no siempre es lo que es. Por ejemplo, si
se produce una acalorada discusión originada por un motivo trivial de trabajo, ante ese
hecho puntual (conflicto explícito) intentará trabajar sobre el conflicto implícito. Pueden
presentarse conflictos por ‘principios’ cuando encubre un conflicto por ‘poder y
territorio’; conviene entonces aclarar que la mayor parte de la actividad humana es
inconsciente. Asimismo, promoverá nuevas modalidades de relación que permitan
romper las resistencias, mermar las molestias y encontrar una resolución más eficiente
teniendo en cuenta el interés de todos los participantes.

El Psicólogo Social en la Educación

El Psicólogo Social al atrapar los fenómenos psicosociales ubicados en la intersección


entre lo psicológico y lo social introduce en el estudio del campo educativo la
pertenencia grupal de los sujetos. Es decir, la teoría de las representaciones sociales
permite estudiar la constitución del sujeto social en el contexto escolar, al postular que
la subjetividad es una construcción históricamente situada, que se lleva a cabo en la
relación con otros, por ejemplo, un maestro se constituye como tal en la relación que
establece con sus alumnos y viceversa. De allí que la identidad docente requiera
pensarse desde un enfoque psicosocial en relación dialéctica con los otros agentes de los
procesos educativos, especialmente los alumnos.

El conflicto se encuentra presente de forma permanente en nuestra sociedad como


manifestación de la diversidad de intereses y cosmovisiones. Polarizar el conflicto como
un aspecto positivo que otorga la oportunidad de hacerse cargo a través de una postura
activa, que confiere la posibilidad de ser parte de la resolución y no sentirse arrastrado
por la situación sin poder hacer nada al respecto, es una manera de trasformar el
conflicto en una oportunidad para el cambio. Una de las problemáticas que atraviesan
los jóvenes es el impacto emocional ante los cambios que se generan en esta etapa vital
y que se vuelve un trance crítico entre la ilusión y la decepción. Como ya se sabe, el
impacto ante el cambio no obedece a una sola causa ni a una causalidad lineal, sino a
una multiplicidad de razones que, como en el caso de los adolescentes, presenta un
particular interés por su riqueza, dificultad y complejidad.

Precisamente, la Psicología Social indaga en las vicisitudes subjetivas frente a los


cambios. Ante lo nuevo se elevan las ansiedades básicas y surge el miedo a la pérdida y
el miedo al ataque, con lo que por ejemplo, la enfermedad emerge como un intento
fallido de resolución de un conflicto y se convierte en un proceso perturbador de
aprendizaje. La estructura social externa a través de todas los ámbitos intermediarios
deviene estructura subjetiva a través del esquema referencial -modos de pensar, sentir y
hacer del sujeto, propios de una época histórica-, al ‘desarmarse’ este esquema
referencial ante el cambio, se experimenta confusión, incertidumbre, aumento de
ansiedad y otros síntomas como angustia y pesadillas, todo lo cual alude a dicha
desestructuración. Las crisis vitales producen crecimiento o estancamiento pero ‘…si el
conflicto se resuelve en una solución integradora…el proceso de aprendizaje de la
realidad continúa su desarrollo normal’.[1]

Es importante analizar el proceso en función de la situación, es decir, en lugar de


considerar que el alumno está desfasado en sus conductas, comprenderlo como a un
sujeto que está atravesando por una crisis vital novedosa para su vida porque se siente
partícipe del proceso.

Para disminuir estos miedos básicos, se hace necesario promover la comunicación y el


aprendizaje que posibilite los mecanismos de integración y de creación, para permitir
que emerja un nuevo proyecto educativo vital.

El Aprendizaje…de lo diferente.

Una de las máximas en Psicología Social es: “A mayor heterogeneidad de los miembros
de un grupo y mayor homogeneidad en la tarea, mayor productividad”.[2]

Trabajar sobre las diferencias es disminuir la resistencia a lo nuevo; todos juntos


aceptamos y sumamos nuestras diferencias, centrados en la tarea con el objeto de llevar
a cabo un proyecto en común. Integrar lo diferente facilita el acuerdo colaborativo a
favor de una mayor producción grupal. Trabajar y articular las diferencias culturales
tratando de que se tornen escenarios de interés pedagógico es evitar la resistencia a lo
nuevo, es decir, que puedan participar activa y dinámicamente en las disputas
discursivas, que puedan tener un punto de partida conflictivo las novedades y la
tradición, que prioricen la búsqueda de la interculturalidad en lugar de la cristalización
de las diferencias que agudizan la segregación, la exclusión y la marginalidad.
Tengamos en cuenta que el incremento de la marginalidad que se está dando en las
últimas décadas es una gran amenaza para la construcción de ciudadanía, porque
fragmenta y erosiona los derechos fundamentales. En lugar de naturalizar la
discriminación y la marginalidad, la escuela tiene que poner la institucionalidad al
servicio de la construcción ciudadana, extender y distribuir esos derechos a todos los
educandos. Es necesario desarticular el discurso dominante que ‘racializa’ lo diferente.
Esta ‘racialización’ discursiva y práctica se conjuga y refuerza con su extranjerización:
‘el otro diferente’, ‘el negro villero’, paraguayo, boliviano, peruano, provinciano, se
combina el estigma de clase, lugar y color. Este discurso dominante se filtra en el
entramado simbólico de la sociedad y se transforma en un sentido común racista. Tal
como señala Javier Auyero, esta perversa combinación de abandono y represión
construye una otredad radical y así en un contexto de aparente avance y prosperidad se
profundiza la creciente desigualdad social.[3]

Así como naturalizamos la segregación, también naturalizamos las trasgresiones, que ya


son parte de la vida cotidiana, son hábitos y como tales tienen carácter histórico. Las
transgresiones están institucionalizadas, es decir hay una tipificación recíproca de estas
acciones habitualizadas de los actores. Con el tiempo se internalizó la transgresión
como algo normal (desvalorización de lo público) sin embargo que esté
institucionalizado no significa que sea legal, por ejemplo, la coima. Que la transgresión
de las normas jurídicas sea hoy ‘casi una costumbre’, sugiere -en términos de Rousseau-
que el contrato social en la realidad cotidiana no existe, es un mero conjunto de códigos
escritos. Romper las normas es un hecho usual, es previsible y justamente porque está
naturalizado es que se pierde la capacidad de asombro y por lo tanto la actitud crítica y
transformadora. En nuestro país las normas están, lo que existe es un desprecio por la
normatividad que se asemeja a lo que Durkheim considera como ‘Anomia’. En esta
situación se borran los límites y las pasiones se vuelven desmedidas. Esta anomia, que
significa la no aceptación que impone la sociedad, genera un desequilibrio en la
estructura de la sociedad: las instituciones, los valores y las estructuras sociales ya no se
encuentran interrelacionadas funcionalmente en un todo más o menos integrado. Las
transgresiones tienden a acortar la integración y la estabilidad de la sociedad, debido a
que prevalecen los intereses individuales sobre los del conjunto de la sociedad.

La escuela, como tantos otros espacios de socialización, es un enclave de los procesos


de legitimación, cuya función es explicar y justificar los elementos salientes de la
tradición institucional a las generaciones siguientes. Este proceso tiene validez a través
del conocimiento, y el lenguaje cumple una función imprescindible para lograr la
compresión y que la realidad sea coherente para el individuo. De este modo, se
construye el cuarto nivel de legitimación según Berger y Luckmann, es decir, los
universos simbólicos, que son cuerpos de tradición teórica que abarcan el orden
institucional en su totalidad simbólica, este universo es la matriz de todo significado.
Dentro del universo simbólico se encuentra la realidad de la vida cotidiana así como las
realidades marginales. Los universos simbólicos son productos sociales que tienen una
historia. Si algunos grupos llegan a compartir versiones divergentes del universo
simbólico, este grupo es portador de una definición de realidad que constituye una
alternativa que puede verse como amenaza o promotora de cambio positivo.

¿Cómo cambiamos la realidad?, ¿Cómo aprendemos?

Mediante procesos de apropiación instrumental de la realidad con el objeto de


transformarla, es decir, en un proceso de desestructuración y reestructuración o cambio
estable y duradero del esquema referencial que implica un reposicionamiento subjetivo
frente a las nuevas circunstancias, el esclarecimiento sobre nuevos sentidos de
significantes establecidos, con lo cual surge una modificación en los patrones o modelos
de percepción (maneras de pensar, sentir y hacer) de la realidad. De este modo, se
modifica o se crea un nuevo esquema referencial que permite una percepción global de
la situación asumiendo nuevos roles con mayor responsabilidad, es decir, hacerse cargo
del protagonismo de la propia vida cotidiana, en una interrelación dialéctica con el
mundo más acorde a las condiciones del contexto. Así se adquirirá mayor
espontaneidad, flexibilidad y permeabilidad ante las innovaciones.

Precisamente, el Psicólogo Social va a promover que los jóvenes logren salir de la


queja, la abulia o del lugar de la víctima para reconocer sus talentos y reconocerse,
apropiarse del espacio y asumir un rol protagónico. Plantean cómo hacer para pensar los
problemas de otro modo, y proponen un criterio de ‘elucidación crítica’, concepto que
según De Brasi, es una exploración inacabada, sujeta a revisiones y ajustes provisorios,
aunque no por eso menos rigurosos; se tratará de pensar sobre lo hecho mientras se
buscará conocer con mayor precisión eso que como hecho deberá ser deshecho.[4]

Este reposicionamiento implica una nueva percepción y comprensión de la situación,


una reconstrucción, es decir, desmontar los elementos que constituyen el conjunto
previo y reconstruirlo a partir de nuevas prácticas mediante la adquisición de nuevas
herramientas vitales para el logro de sus proyectos.
Siguiendo a Lacan, somos sujetos de la falta, es decir de aquellas potencialidades que
deben convertirse en acto, se debe convertir la falta en creación, y así confluimos con el
concepto pichoniano de que somos sujetos de la necesidad, un ser de necesidades que
sólo se satisfacen socialmente, es decir que Pichon Riviere parte de una noción de
‘nada’, de carencia fundamental en el ser humano que sólo puede constituirse como
sujeto en un campo de interacción social, un campo de un otro social.[5] Quienes
trabajen en educación tienen que promover valores para que los alumnos puedan
transformar los defectos en virtudes, cambiar de posición, ponerse en el lugar del otro,
para de esta manera satisfacer sus propias necesidades.

Criterio de verdad: la operatividad

Mediante una mirada atenta y crítica de la propia situación se promueve la operatividad


para que no quede como una experiencia aislada de laboratorio sino que esa experiencia
concreta en los sujetos intervinientes produzca efectos que faciliten la resolución de
conflictos, obstáculos e interferencias hasta lograr una adaptación activa y dinámica que
conduzca a alcanzar sus proyectos. A través de circuitos abiertos de comunicación y
aprendizaje podemos salir de la estereotipia para entrar en una relación mutuamente
transformante con el medio.

Se hace foco en la potenciación de los recursos individuales, sociales y simbólicos, en


la capacidad de los sujetos para sobreponerse a períodos de dolor emocional, o bien en
que hayan logrado una ‘flexibilidad social adaptativa’ (resiliencia-Rutter). Cuando un
sujeto logra sobreponerse a contratiempos e incluso fortalecerse, se dice que tiene
resiliencia adecuada. Según Grotberg (1995), la resiliencia es la ‘capacidad del ser
humano para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas e inclusive, ser
transformados por ellas’. Entre los pilares de la resiliencia comunitaria se mencionan la
autoestima colectiva, la identidad cultural, la solidaridad y el liderazgo comunitario.

Estrategia metodológica

El Psicólogo Social, puede apelar a la capacidad de creación y producción de acciones


innovadoras. Para ello implementa diferentes ‘técnicas de acción’ que consisten en un
conjunto de medios y procedimientos para poner en marcha los recursos singulares y
grupales. Se trata de ejercicios, juegos y distintos recursos para el mejoramiento de la
comunicación y los vínculos, el fortalecimiento de la cohesión y la confianza grupal, la
integración y la cooperación, la disminución del índice de deserción, la resolución de
conflictos y la disolución de obstáculos y dificultades de la tarea en equipo. Las técnicas
culminan con un espacio de reflexión que implica la tarea de pensarse y vivenciarse a sí
mismos en grupo, promoviendo sentimientos positivos de pertenencia, con el objeto de
favorecer el despliegue del potencial vincular para prevenir situaciones conflictivas y
promover los vínculos en general. A su vez, permiten asimilar las frustraciones
cotidianas y lograr superarlas mediante el desarrollo de sus potencialidades y su
creatividad. De este modo, el sujeto puede encontrar tiempo para la reflexión, la
confrontación con su propia experiencia, abrirse a la duda, al reconocimiento de sus
necesidades, inquietudes y recursos. En tanto trabajo grupal, le permite pensar y hacer
junto a otros, copensando, cooperando y desarrollando actitudes de tolerancia y
solidaridad en una instancia de apoyo mutuo, especialmente cuando se revisan las
propias prácticas. Todas estas técnicas tienen como estrategia metodológica indagar la
existencia de representaciones sociales como mediadores simbólicos de los procesos
educativos posibilitando el proceso de construcción de la identidad. Un método
emancipador, en tanto permite criticar las ideologías en las que los sujetos se encuentran
sumergidos, lo cual abre un abanico de posibilidades.

Comprender los escenarios

Mills, en su texto La Promesa, nos incita a desarrollar la ‘imaginación sociológica’.


Mills la define como la cualidad mental más necesaria, que se entrena por medio del
esfuerzo intelectual y la sensibilidad cultural, y que nos ayuda a entender la
comparación de nuestras propias realidades íntimas en relación con las más amplias
realidades sociales (biografía + historia). Facilita la comprensión del escenario histórico
más amplio en cuanto a su significado para la vida interior y para la trayectoria exterior
de diversidad de individuos. Permite tener en cuenta cómo los individuos asimilan una
falsa posición social debido a las experiencias cotidianas de las que forman parte,
captando la historia y la biografía y la relación de las mismas dentro del ámbito social al
que pertenece. Es un modo de observar la biografía desde el contexto histórico en el
cual se enmarca, dado el condicionamiento que el ser humano sufre a través de su
entorno; es asimilar que nuestra vida se encuentra en un espacio social que determinará
(consciente e inconscientemente) nuestras conductas.

En esta sociedad concebida como "magma de significaciones sociales”, al decir de


Castoriadis, podemos distinguir diferentes ámbitos como recortes determinados por sus
leyes, normas y lógicas particulares, que si bien contienen reglas de juego que le son
específicas están íntimamente imbricados. Estos ‘ámbitos de la conducta’ son conceptos
instrumentales para operar con la realidad; son escenarios que permiten comprender al
sujeto en interacción, como productor y producido por el medio y determinado por las
circunstancias histórico-sociales. El sujeto, que es unidad de lo múltiple, emerge como
singularidad y a su vez es emisario y portavoz de todos los ámbitos que lo han
constituido: psico-social, socio-dinámico, organizacional-institucional, comunitario.
“Podemos tomar en cuenta para cualquier ámbito en el que estemos interviniendo, qué
prácticas (o formas de interacción) y qué significaciones (o sentidos compartidos) están
predominando e indagar de qué modo (o cuáles de ellas) son concordantes en su
circulación entre los distintos niveles de análisis (ámbitos) y cuáles no, en ambos
sentidos (como prácticas y como formas de interacción y significaciones), para construir
una hipótesis de qué es lo que está pasando allí donde queremos intervenir.” [6]

En cualquier escenario de intervención -por ejemplo una familia, una escuela, una
empresa- tendremos que analizar de dónde proviene el emergente que consideramos, ya
que el contexto opera desde dentro de la escena con un alto nivel de complejidad.
Entonces, surgirán emergentes correspondientes a los distintos ámbitos pasando desde
lo individual a lo social general.

Desarrollando la cualidad mental que nos propone Mills podremos analizar los
emergentes y observar cómo estas estructuras mediadoras que constituyen a su vez
tramas vinculares son intermediarias de la macroestructura social que deviene fantasía
inconsciente. Operar sobre la realidad implica comprender sus múltiples significaciones,
comprender el tejido social que está presente en el esquema referencial del sujeto, en la
mayoría de las veces de manera inconsciente. Analizar el momento histórico que nos
toca vivir permite percibir cómo los cambios sociales van suscitando nuevos escenarios
que contribuyen en la construcción de nuevas subjetividades y en los nuevos modos de
vincularse. La realidad está cambiando y dicho cambio nos lleva a cuestionar nuestros
modos de percepción y los instrumentos con los que contamos para interpretarla.

La búsqueda de sentido

Como educadores lo que tenemos que valorar es el educar educándonos en cada caso
mediante una mirada abarcadora de nuestro propio proceso personal y del proceso de
los otros. Este posicionamiento nos permite desarrollar una mayor conciencia acerca del
conjunto de los sucesos y acontecimientos que vivimos cotidianamente ya sea o no en la
tarea específica.

Es significativo descubrir el sentido de la vida en lo concreto de un momento


determinado y situado, cuyo anclaje es el que otorga el sentido a lo que obramos en
términos antropológicos y a lo que somos en términos ontológicos. Encontrar el sentido
de la vida es encontrar la misión personal, la vocación, la tarea única y el momento
oportuno para realizarla no de cualquier modo, ya que la vida nos ubica ante opciones
que nos exigen responder responsablemente ante determinados horizontes temporales
(Husserl), sin ubicar el acento en lo introspectivo ni en lo retrospectivo.

Debemos aprender la diferencia entre ver –el impacto de la luz sobre el objeto- y mirar -
propio del ser humano con conciencia- algo que en principio parecen netamente
sinónimos. Sin embargo, si aprendemos a ‘parar’ la vorágine del mundo, a ‘pararnos’
ante ella, no sólo la ‘veremos’ sino que aprenderemos mediante una mirada consciente
previamente ejercitada a ‘mirar’ (mirāri, admirarse). Como señala José Pedro Manglano
‘mirar sin admirar cansa’.

Educar de este modo permite abrir la opción para posibilitar el proceso interactivo del
que surjan tanto el impulsar al otro en sus propias potencialidades como el hacerlo
desde el afecto desinteresado propio del rol adecuado encarnándolo desde las entrañas
éticamente, siendo un educador que mire, que ame y que sirva. Viktor Frankl en su libro
El hombre en busca de sentido señala: “Ser hombre significa trascenderse a sí mismo.
La esencia de la existencia humana es su autotrascendencia. Ser hombre significa desde
siempre estar preparado y ordenado hacia algo o alguien, entregarse a una obra a la que
se dedica, a un ser que ama o a Dios, a quien sirve”.[7]

Desde esta ética, que puedo enmarcar como ‘ética de la responsabilidad’, no cabe
desempeñar la función de educador sin aprender a ‘mirar’, sin hacerlo afectivamente, es
decir generando empatía mediante un compromiso amoroso con la tarea y con el futuro
del educando invitándolo a vivir descubriendo permanentemente el sentido libertario de
su propia vida. ‘Educar desinteresadamente’ es un principio de este modo de
acción, posiblemente el más difícil de llevar a cabo, ya que en esta tarea nos
interesamos por el otro y por nosotros mismos y también porque constituye un modo de
vida digno en términos económicos. No obstante, coincido en que debemos esforzarnos
para llevarlo a cabo en plenitud, es decir no priorizarnos ni hacerlo en términos
mercantiles. Si así lo hiciésemos, consideraríamos al otro como una mercancía
convirtiéndolo en objeto y quitándole su status de ‘persona’. Recordemos que los
sujetos de la educación somos todos.

En síntesis, en las diversas áreas de aplicación de la Psicología Social, entre ellas la


educación, se trabaja para favorecer la comunicación, la interacción y el intercambio de
nuevos sentidos, disminuir la ansiedad y fortalecer los lazos reestructurando aquellos
vínculos que brinden una red de contención y sostén junto con la potenciación del
capital social disponible. Colaborar en la búsqueda de respuestas siempre posibilita el
surgimiento de nuevas formas de abordar las problemáticas. Se trata de un aprender a
aprender en un interjuego recíproco, un intercambio de saberes mediante un abordaje
participativo, activo y vivencial que moviliza a todos los integrantes y permite
conocerse mejor para aprender a convivir y a colaborar de una manera más fructífera en
el quehacer cotidiano. La finalidad es elevar la calidad de vida abordando los síntomas
ligados a conflictos propios de las interacciones humanas y sociales.

Diez palabras que definen al educador:

1. Pensar: ayuda a pensar y problematizar los acontecimientos vividos.


2. Ideales: los trasmite o promueve permanentemente como principios de la tarea.
3. Valores: los trasmite o pregona como un modo de lograr encarnarlos en cada
uno y en una sociedad que sufre su carencia.
4. Libertad: promoverla con el objeto de que cada uno se comprometa en hacerlo
respecto de sí mismo y de los demás.
5. Voluntad: entendida no sólo como esfuerzo sino como la búsqueda de sentido.
6. Responsabilidad: respecto de la magnitud de la tarea educativa, es decir, que
esta tarea trasciende lo meramente transmisible y de ningún modo es subsidiaria.
7. Significado: proyecta la significación profunda de los saberes a los que
accedemos acompañados del sentido general en el que están inscriptos, es decir,
en la vida en general.
8. Encarnar: las ‘obligaciones’ propias del educando y del sentido comprometido
con la tarea.
9. Pasión/Amor: se desenvuelve apasionadamente y promueve mediante los actos
de su personalidad interés genuino, motivación y compromiso en los educandos.
10. Acción: salir al mundo. Promueve un apego por la indagación y una reflexión
constante acerca de las intenciones propias de la tarea docente.

Prof. Gabriela Ricciardelli

[1] Quiroga, Ana; Apuntes para una teoría de la conducta; Ed. Cinco, Bs.As., 2010, p.9

[2] Pichon Rivière, E.; El Proceso Grupal. Ediciones Nueva Visión, 1970, p.151

[3] Javier Auyero en el prólogo del libro de Wacquant ,Loïc; Parias Urbanos -
Marginalidad en la ciudad a comienzos del milenio, Manantial, Bs. As., 2000.

[4] De Brasi, J.C., "Elucidaciones sobre el ECRO", en Lo Grupal 4, Búsqueda, Buenos


Aires, 1986.
[5] Adamson, Gladys, La Psicología Social frente al tercer milenio, Nobuko, Buenos
Aires, 2008, p.38.-

[6] Rozas, Elena; El contexto es texto. Apuntes metodológicos para el análisis y la


intervención en Psicología Social

[7] Frankl, Viktor, El hombre en busca del sentido, Barcelona 1991, p.133

Bibliografía

Adamson, Gladys, La Psicología Social frente al tercer milenio, Nobuko, Buenos Aires,
2008.

De Brasi, J.C., "Elucidaciones sobre el ECRO", en Lo Grupal 4, Búsqueda, Buenos


Aires, 1986.

Frankl, Viktor, El hombre en busca del sentido, Herder, Barcelona 1991.

Mills, C. Wright; La imaginación Sociológica, Ed. Fondo de Cultura, España,1999.

Pichon Rivière, E.; El Proceso Grupal. Ediciones Nueva Visión, 1970.

Quiroga, Ana; Apuntes para una teoría de la conducta; Ed. Cinco, Bs.As., 2010.

Rozas, Elena; El contexto es texto. Apuntes metodológicos para el análisis y la


intervención en Psicología Social

Wacquant, Loïc; Parias Urbanos - Marginalidad en la ciudad a comienzos del milenio,


Manantial, Bs. As., 2000.

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