Un Año en París PDF
Un Año en París PDF
Un Año en París PDF
Esta es una copia digital de un libro que, durante generaciones, se ha conservado en las estanterías de una biblioteca, hasta que Google ha decidido
escanearlo como parte de un proyecto que pretende que sea posible descubrir en línea libros de todo el mundo.
Ha sobrevivido tantos años como para que los derechos de autor hayan expirado y el libro pase a ser de dominio público. El que un libro sea de
dominio público significa que nunca ha estado protegido por derechos de autor, o bien que el período legal de estos derechos ya ha expirado. Es
posible que una misma obra sea de dominio público en unos países y, sin embargo, no lo sea en otros. Los libros de dominio público son nuestras
puertas hacia el pasado, suponen un patrimonio histórico, cultural y de conocimientos que, a menudo, resulta difícil de descubrir.
Todas las anotaciones, marcas y otras señales en los márgenes que estén presentes en el volumen original aparecerán también en este archivo como
testimonio del largo viaje que el libro ha recorrido desde el editor hasta la biblioteca y, finalmente, hasta usted.
Normas de uso
Google se enorgullece de poder colaborar con distintas bibliotecas para digitalizar los materiales de dominio público a fin de hacerlos accesibles
a todo el mundo. Los libros de dominio público son patrimonio de todos, nosotros somos sus humildes guardianes. No obstante, se trata de un
trabajo caro. Por este motivo, y para poder ofrecer este recurso, hemos tomado medidas para evitar que se produzca un abuso por parte de terceros
con fines comerciales, y hemos incluido restricciones técnicas sobre las solicitudes automatizadas.
Asimismo, le pedimos que:
+ Haga un uso exclusivamente no comercial de estos archivos Hemos diseñado la Búsqueda de libros de Google para el uso de particulares;
como tal, le pedimos que utilice estos archivos con fines personales, y no comerciales.
+ No envíe solicitudes automatizadas Por favor, no envíe solicitudes automatizadas de ningún tipo al sistema de Google. Si está llevando a
cabo una investigación sobre traducción automática, reconocimiento óptico de caracteres u otros campos para los que resulte útil disfrutar
de acceso a una gran cantidad de texto, por favor, envíenos un mensaje. Fomentamos el uso de materiales de dominio público con estos
propósitos y seguro que podremos ayudarle.
+ Conserve la atribución La filigrana de Google que verá en todos los archivos es fundamental para informar a los usuarios sobre este proyecto
y ayudarles a encontrar materiales adicionales en la Búsqueda de libros de Google. Por favor, no la elimine.
+ Manténgase siempre dentro de la legalidad Sea cual sea el uso que haga de estos materiales, recuerde que es responsable de asegurarse de
que todo lo que hace es legal. No dé por sentado que, por el hecho de que una obra se considere de dominio público para los usuarios de
los Estados Unidos, lo será también para los usuarios de otros países. La legislación sobre derechos de autor varía de un país a otro, y no
podemos facilitar información sobre si está permitido un uso específico de algún libro. Por favor, no suponga que la aparición de un libro en
nuestro programa significa que se puede utilizar de igual manera en todo el mundo. La responsabilidad ante la infracción de los derechos de
autor puede ser muy grave.
El objetivo de Google consiste en organizar información procedente de todo el mundo y hacerla accesible y útil de forma universal. El programa de
Búsqueda de libros de Google ayuda a los lectores a descubrir los libros de todo el mundo a la vez que ayuda a autores y editores a llegar a nuevas
audiencias. Podrá realizar búsquedas en el texto completo de este libro en la web, en la página http://books.google.com
Ecoo S^SS. 0,7,70
CHARLES MI NOT
Class of 1828
EN PARIS
EMILIO CASTELAR
MADRID
< ,i
ESTABLECIMIENTO TIPOGRÁFICO DE EL GLOBO
DIRIGIDO POR JOSÉ CAYETANO CONOS
1876
3
-,a
UN AÑO EN PARIS
UN AÑO EN PARIS
POR
EMILIO CASTELAE
MADRID
ESTABLECIMIENTO TIPOGRAFICO DE EL GLOBO
DIRIGIDO POR JOSB CAYETANO CONDE
1875
Go-—
PROLOGO.
I.
DESPEDIDA.
• PARÍS.
***
III.
LA FAMILIA BENOITON.
***
* **
*
La ceremonia de la apertura de las Cámaras se verifica
aquí en el palacio mismo del soberano, en el palacio del
Louvre. En vez de ir, como sucede en Inglaterra, en Bél
gica, en Italia, en todos los países constitucionales, el so
berano al palacio de la Asamblea, van las Asambleas al
palacio del soberano. Éste, para hablar al Parlamento, atra
viesa la plaza del Carrousel, que es un patio inmenso, gi
gantesco, pero un patio al cabo, de su hogar. La Guardia
nacional, ese último resto del antiguo sistema de Luis Fe
lipe, y la Guardia imperial, ese recuerdo vivo del antiguo
sistema de Napoleon, cubren la carrera. Cuanto la Guar
dia imperial con su vistoso uniforme, sus gorras de pelo
que parecen mitras orientales, sus gallardos soldados esco
gidos entre los más altos del ejército, se levanta sobre la
raquítica Guardia nacional, otro tanto se levanta el Empe
rador sobre las Cámaras. Los dos Cuerpos Colegisladores,
cuyos reglamentos traza el César, y cuya iniciativa limitan
miles de restricciones, me parecen, no representantes del
pueblo, sino apoyos del imperio que resume en la persona
lidad superior de su jefe todo el poder y toda la soberanía.
Napoleon, como he dicho, sale de las Tullerías para ir al
Louvre, atravesando la plaza del Carrousel. En esta misma
38 tTN AÑO EN PABÍS.
plaza, cubierta de vistosas tropas y de muchedumbres su
misas, relampagueaba, en un dia eternamente célebre, la re
volucion. Los suizos del rey morian bajo una granizada de ba
las. El pueblo, entonando cánticos de libertad, y despidiendo
rayos de ira, lo arrastraba todo, como un rio que sale de
madre. La monarquía, aquella misma monarquía que Clovis
habia fundado, y Saint-Remi ungido, y Cárlo-Magno
agrandado, y San Luis santificado, salía vencida y confu
sa por una puerta del jardin á buscar un refugio en la
Asamblea, donde solo encontró una prision; á buscar el úl
timo resto de su poder, donde solo debia encontrar su cas
tigo y su muerte. Y ahí estuvo alguna vez la Conven
cion; ahí, en ese palacio de las Tullerías, en ese palacio
fundado por Catalina de Médicis, la siniestra furia de
la monarquía, que parece roncar aún en sus cimientos,
como las Eumenides en la trilogía de Esquilo. De él, de ese
palacio, salieron Luis Felipe y Cárlos X para el destierro,
Napoleon para Santa Helena, Luis XVI para el cadalso.
En sus jardines jugaron, aguardando heredar una corona,
el duque de Berry, que fué asesinado; el rey de Roma, que
fué oprimido y martirizado por los reyes, y Luis XVII, que
fué oprimido y martirizado por los pueblos; el conde de
París, que anda errante por la tierra siempre triste del des
tierro. Estas grandes tragedias de la monarquía son gran
des enseñanzas que fácilmente se olvidan. La pólvora y la
sangre se han lavado. Nadie diria, en el espléndido instante
de la apertura de las Cámaras, entre tantas carrozas y tantos
uniformes, al eco guerrero de las músióas, á la vista des
lumbrante de los bordados que brillan y de los mantos que
crujen, sino que la antigua monarquía, tres veces destruida
por el pueblo, estaba inmóvil sobre su trono. El palacio
del Louvre, donde la ceremonia se verifica, unido ya al
palacio de las Tullerías, casi resume la historia toda de la
monarquía en Francia. El primer nombre que se encuentra
claramente en sus anales, un tanto confusos tambien, es el
, ARQUITECTURA SIMBÓLICA. 39
nombre del primero que trató de plantear la monarquía en
frente del feudalismo, de Felipe Augusto; el primero que lo
adorna es tambien el primero que adorna la corona de los
reyes con nuevos derechos, San Luis; el que lo convierte
en una fortaleza es el que más siente las iras del feuda
lismo, Carlos V; el que lo trasforma de fortaleza en pala
cio es el rey que ya no teme á los nobles, el rey de la ca
ballería y del placer, Francisco I; el que lo esmalta, el que
hace florecer las guirnaldas florentinas sobre sus sombrías
piedras, es Enrique II, que habia bebido en los lábios de
Diana de Poitiers la miel del espíritu artístico de su siglo,
el cual se manifestaba en arquitectos como Lescot y en es
cultores como Goujon; el primero que intenta unir á las
Tullerías, es tambien el primero que intenta unir el espíritu
nuevo con las antiguas tradiciones, el catolicismo intolerante
con el edicto de Nantes, Enrique IV; el primero que pone la
primer piedra de las nuevas construcciones tambien es el pri
mero que puso la primer piedra del nuevo derecho internacio
nal monárquico, Richelieu; el que lo agrandaos el que agran
dó la monarquía, Luis XIV; el que lo restaura es el que res
tauró el absolutismo, Napoleon I; y el que lo concluye es
tambien el que concluye la serie de los reyes franceses, Napo
leon III. Y sin embargo, á pesar de que nada aparece cam
biado en la forma, hay en el fondo una idea que representa
un grande, un extraordinario cambio. Allí mismo, donde
han habitado los reyes de derecho divino, los que creian ha
ber forjado su corona con un rayo de aureola de Dios, bajo
aquellas bóvedas que solo han oido en toda la sucesion de
los siglos la apoteosis del poder y la condenacion del pue
blo, el último monarca proclama en voz muy alta que el
orígen de su soberanía monárquica se asienta en la sobera
nía popular. He' ahí una revolucion.
LA NOCHE,BUENA.
\
LA NOCHE,BUENA. 53
en otro tiempo ha consagrado su talento al drama con gran
de éxito , y que hoy desciende á la calle á recoger su barro
para tirarlo con una gracia sin igual, con una buena fe en
cantadora á un público que gusta de que lo manchen. Pero
yo me sublevo, las fibras más sensibles de mi corazon suenan
con un estridor ingrato; todos los sentimientos de dignidad
atesorados en mí se agolpan á la conciencia cuando veo un
actor de las condiciones de Raynard , de aquella elegancia
tan sencilla, de aquella naturalidad tan difícil, que critica
á maravilla la manía del armamento y del fusil-aguja, y
que luego, disfrazado de bayadero, baila, con las tocas feme-
' rules puestas, un desenfrenado canean, que de seguro obliga
rá á admirar la flexibilidad del actor, pero no á estimar el
carácter del hombre. Tengo la evidencia de que muchos lecto
res tacharán de rígidas mis observaciones. Pero así como ja
más mi conciencia me perdona las faltas individuales, jamás
perdonará mi pluma, esta condensacion de la electricidad de
mi alma en una punta de acero, las faltas de mi siglo. Y hasta
cierto punto disculpo á París. No tiene esta gran ciudad la
culpa de que todos los extranjeros la hayan éscogido por su
manceba, de que el mundo todo intente hacer de París su
teatro. Pero es necesario, es indispensable recordar un poco
á quien tanto se revuelve allá en los frios abismos donde el
cieno es eterno, que arriba, arriba, en las cimas de la vida
moral, hay luz, aire, calor, armonías para el alma, temple
de acero y fortaleza para el carácter. Así, un dia, cuando
el mundo coronado de flores, harto, ébrio , roncaba en el
brutal sueño de la orgía sobre los miembros despedazados
de las fieras y de los hombres muertos por divertirle , bas
taron unos cuantos tribunos que decian amor, conciencia,
eternidad, vida infinita, esperanza, Dios, para convertir los
epicúreos en mártires; y más tarde, cuando en los gabine
tes de los príncipes y en los consejos de las naciones la
mentira se tomó por verdad, el asesinato por medio, el pla
cer por fin, y al pié de las estatuas antiguas resucitadas del
54 UN ASO EN PARÍS.
polvo, no para pervertir sino para idealizar la vida, se re
novaban , en nombre de un espíritualismo pervertido las
cenas de Neron, bastaron otros cuantos tribunos que decian
conciencia, vida eterna, espíritu inmortal, para que del seno
de la corrupccion saliera, como de la semilla podrida en la
humedad de la tierra sale el árbol fecundo, la sociedad del
pensamiento y del derecho. Es necesario , pues, revindicar
con toda fuerza los derechos de la vida moral en un mundo
entregado á los goces de la vida material. El teatro en Pa
rís podria hacerlo. ¿Por qué no lo hace? ¿Será que el arte
sea un ángel caido del cielo, condenado á esclavitud en la
tierra, que ayer se vendia á Césares corrompidos, y que hoy
se vende á muchedumbres degradadas?
**•
MARIPOSEAR
• **
CARNAVAL.
CARNAVAL. 79
cuando más desenfrenadamente bailaban las cuadrillas,
cuando con mayor ruido y mayor voluptuosidad sonaba
la música, cuando las máscaras gritaban haciendo una hor
rible gamma de agudos y descompasados chillidos, cuando
el placer estaba en todo su apogeo, yacía sobre un banco,
medio borracho, un hermoso jóven en cuya cara se pintaba
la siniestra lividez del vicio; y á su lado, de rodillas casi,
retorciéndose los brazos con desesperacion infinita, lloraba
una mujer. Tal dolor en tal baile, me recordaba el dolor de
Triboulet, el bufon de Víctor Hugo , el dolor trágico y el
llanto amargo, bajo la gorra de cascabeles y el traje de ar
lequin.
* *
i
CARNAVAL. 83
les en las primeras tintas de la aurora. No diré que más
tarde salia el sol; porque hace ocho meses que casi no co
nozco á este señor sino de recuerdo y de nombre. Lo que
sí salia del antiguo palacio de la Industria era el Buey
Gordo. Francia pasea triunfalmente en un coche al buey
más gordo y pesado que han podido cebar sus campesinos,
una especie demedio elefante y medio cerdo. Nosotros, los
que estamos acostumbrados á ver aquellos toros españoles,
brillantes, nerviosos, ligeros, de ojos inteligentes, de artís
tica nariz, en cuya dura testa se dibujan dos cuernos tan
lucientes como los cuernos de la luna; toros que braman,
que pelean por placer, que levantan la cabeza al cielo como
si' quisieran pertenecer á una superior esfera en la escala de
la creacion, como si quisieran buscar la racionalidad en la
luz; nosotros no podemos considerar como de la misma
raza, de la misma familia estos bueyes blandos, crasos, ce
bados, flemáticos, llenos de buenas mantecas y de buenas
carnes, pero que se distinguen por una heróica paciencia no
conocida de los heroicos hijos que apacientan las vegas del
Guadalquivir ydelJarama. Mas el toro en la plaza y el buey
en la mesa. Hé aquí todo el espectáculo reservado por la ley
de la igualdad á la ciudad de París; el Buey Gordo. Yo co
nocí en España un erudito que atribuia el orígen de todas
las cosas á los egipcios. En su amor al pueblo de las tumbas
llegó á fingir sarcófagos egipcios con una exactitud admira
ble, y á explicar sus geroglíficos cOn admirable ingenio. Con
aquellos pedazos de piedra trastornaba la historia más averi
guada y las fechas más claras. Acordéme de él cuando ví ol
buey conducido entre flores y cintas, acompañado por una
multitud inmensa, bendecido y saludado desde todas las ven
tanas, precedido de músicos disfrazados á la antigua espa
ñola, caballeros en negras yeguas, y sonando multitud de
instrumentos , seguido por carros donde iban máscaras,
comparsas de varias clases, los dioses del Olimpo en una
montaña sobre la cual desplegaba sus alas de oro un águi
84 I'N AÑO EN PARÍS.
la que ignoro si era la de Napoleon ó la de Júpiter. Si mi
amigo el anticuario se hubiera encontrado aquí, cree que el
Sena es el Nilo; que París es Menfis; que el Louvre es el
palacio de los Faraones; y que aquella procesion es la pro
cesion del Buey Apis, de est9 sacratísimo dios en cuyo tes
tuz grabaron los sacerdotes admirados por Pitágoras y por
Platon, consultados por Homero y Heroloto los secretos de
la creacion, los misterios de las primitivas teogonias. En
verdad los cultos se arraigan profundamente en el ■ corazon
y en la conciencia. En el siglo quinto de la Iglesia , des
pues de quinientos años de predicacion cristiana , todavía
reinaba en Sevilla el culto de la diosa Salambó, que los ro
manos aprendieron con su cosmopolitismo religioso de los
fenicios, y los fenicios de los asirios. El pueblo de París
salió casi todo á ver el Buey Gordo. El ejército de la guar
dia municipal parisiense llenaba las calles. Cuando yo ví
al pueblo de París divertirse á tan poca costa, me convencí
de que no le da el Imperio tantos espectáculos como supo
nen I03 que ven siempre en el Imperio la resurreccion de
una épuca de la historia romana ¿Qué diversiones puede
tener un pueblo, cuyo apetito de divertirse le lleva á estar
tres dias corriendo tras el Buey Gordo? Pero como á todo
se mezcla aquí el comercio, mirad lo que ví. En medio de
la procesion, entre I03 carros triunfales, varias máscaras en
coche, que llevaban banderas donde iban escritos* anuncios
de sus tiendas, y que arrojan á la multitud prospectos de
sus mercancías. En la misma hoja oficial que anuncia con
trompetas y timbales la procesion, las máscaras, los varios
disfraces, las calles por donde ha de correr, las paradas que
hará, las cabalgatas, los músicos disfrazados con sombreros
á lo Velazquez, el carro que ha de arrastrar los dioses pa
ganos al término de todo este fastuoso lirismo, he visto anun
ciado un gran establecimiento de comidas y un pedicuro que
estirpa con .sin igual habilidad los más rebeldes callos. Nos
otros no somos así, nos divertimos por divertirnos, como loa
CARNAVAL. 83
grandes poetas aman el arte por el arte. Si un sastre viene
en la plaza de toros ó en el teatro á anunciarnos su tienda,
somos capaces de romperle la cabeza. Cuando salen las
máscaras á la calle se cierran todos los comercios. Y en un
domingo de toros disuelven los trabajadores el jornal de la
semana en unas cuantas copas de manzanilla. Habrá todo
lo malo que querais en esto; pero cuando voy á divertirme
no quiero que me distraigan ' con sus desaforados gritos ó
con sus importunos anuncios los que me recuerdan las fati
gas humanas y las humanas necesidades.
TRAGEDIAS Y COMEDIAS.
* **
,
96 UN ASO en parís.
PREPARATIVOS DE LA EXPOSICION.
* **
* **
* **
LA TRIBUNA.
»••
*
* *
* *
* *
* *
*•*
* **
J
XXII.
XXIII.
***
t
XXV.
. EL QUINCE DE AGOSTO.
MISCELANEAS.
• **
*
* *
* **
UNA CAUTA.
EVOCACIONES.
4
EVOCACIONES. 261
lletin de su periódico á Jouvin, un jesuita de hábito corto,
por ende achicharrador de sus abuelos. ¡Cuánto hablan es
tos franceses! dije para mí cuando en el vestíbulo del Pa-
lais Royal se despidió. Y, sin embargo, á un pueblo que
tanto habla, se le ha puesto fácilmente una mordaza. Y
luego nos quejaremos los taciturnos españoles...
*
I *
•*•
RETRATO DE UN ACADÉMICO.
MURMURACIONES....
* **
BORRADORES.
* *
MOSXlCOS,
,
XXXV.
HOJAS SUELTAS.
* **
* *
■
292 UN ASO EN PARÍS.
curiosidad por ver la reina única del espíritu, la libertad?
* *
HISTORIETAS.
VAGUEMOS.
**•
*
VAGUEMOS. 305
todo el gran cuarto está solo , inhabitado, sin un mueble.
El jóven elegante no habia hecho más que dar una señal
en dinero al conserge para quedarse con el cuarto, pero ni
habia puesto un trasto, ni habia ultimado el contrato. La
escalera de los criados le habia servido para fugarse. ¿Pero
cómo hablaba con una señora? Tal señora no existia. El
ladron era ventrílocuo.
* *
¡
XXXVIII.
ERRORES POLÍTICOS.
FIN.
INDICE .
Capítulos. Páginas
Prólogo V
I. Despedida • 1
II. París 15
TTT, La familia Benoiton 31
IV. Arquitectura simbólica 37
V. ' La Noche,Buena .' 41
VI. Mariposear 57
VII. Carnaval 75
VIH. Tragedias y comedias 91
IX. Preparativos de la Exposicion 97
X. Oradores académicos • 109
XI. La Tribuna 123
XII. El Don Caries de Verdi 135
XIII. La apertura de la Exposicion universal 139
XIV. Un paseo por el Parque de la Exposicion 149
XV. Galería de trabajos manuales 157
XVI. Una ojeada á España en la Exposicion de París. . . 163
XVII. El helenismo en los cuadros de Baviera 175
XVIII. El palacio tunecino en la Exposicion 183
XIX. Recuerdos de la Exposicion rusa 189
XX. Más sobre España en la Exposicion 195
XXI. Consideraciones sobre la Exposicion 199
XXII. La música polaca y el arte ruso 207
XXIII. La galería de las máquinas 219
328 ÍNDICE.
Capítulos. Páginas.
l
XXIV. La visita del sultán y la distribucion de premios. . 223
XXV. El quince de Agosto 229
XXVI. Misceláneas 231
XXVII. Una carta 243
XXVm. Evocaciones 2*9
XXIX. Retrato de un académico .' 257
XXX. , Murmuraciones 261
XXXI. ' Borradores 265
XXXII. Aventuras de la emperatriz de China y tristezas de
la reina de Inglaterra 269
XXXIII. El mal gusto 277
XXXIV. Mosáicos 281
XXXV. Hojas sueltas 289
XXXVI. Historietas 295
XXXVn. Vaguemos 299
XXXVIH. El aniversario de Washington y ha Linterna de
Bochefort 311
XXXIX. Errores políticos 319
1—' '>
i
This book should be returned to
the Library on or before the last date
stamped below.
A fine of five cents a day is incurred
by retaining it beyond the specified
time.
Please return promptly.