Practicas Valdences
Practicas Valdences
Practicas Valdences
al protestantismo
Corría el año 1545. En la hermosa región de Lubéron, en Provenza,
al sur de Francia, se había reunido un ejército para cumplir una
espantosa misión alentada por la intolerancia religiosa. Aquello dio
paso a una semana de derramamiento de sangre.
¿Quiénes eran estos herejes? ¿Y por qué fueron objeto de violenta intolerancia
religiosa?
De ricos a pobres
Los que perecieron en la matanza pertenecían a un movimiento religioso que databa
del siglo XII y se extendía por gran parte de Europa. La forma como se propagaron y
sobrevivieron por siglos no tiene comparación en los anales de la disidencia religiosa.
La mayoría de los historiadores concuerdan en que el movimiento se originó cerca del
año 1170. En la ciudad francesa de Lyon, un comerciante acaudalado de nombre Valdo
se interesó profundamente por saber cómo agradar a Dios. Según parece, impelido por
el consejo de Jesucristo a cierto hombre rico de que vendiera sus bienes e hiciera
dádivas a los pobres, Valdo se aseguró de que su familia tuviera cubiertas las
necesidades económicas y luego abandonó las riquezas para predicar el evangelio
(Mateo 19:16-22). Pronto se unieron a él otras personas, a quienes se
denominó valdenses.*
La vida de Valdo giraba en torno a la pobreza, la predicación y la Biblia. Las protestas
contra la opulencia del clero no eran nuevas. Desde hacía tiempo, varios clérigos
disidentes habían denunciado las prácticas corruptas y los abusos de poder de la
Iglesia. Pero Valdo era laico, como la mayoría de sus partidarios, lo que seguramente
explica por qué vio necesario tener la Biblia en la lengua vernácula, la del pueblo.
En vista de que la Iglesia usaba una versión en latín, solo accesible a los eclesiásticos,
Valdo hizo traducir los Evangelios y otros libros bíblicos al francoprovenzal, el idioma
que se hablaba en la región centro oriental de Francia.* En obediencia al mandato de
Jesús de predicar, los pobres de Lyon se lanzaron a las calles con su mensaje (Mateo
28:19, 20). El historiador Gabriel Audisio afirma que la insistencia de los valdenses en la
predicación pública fue decisiva en la actitud de la Iglesia contra ellos.
De católicos a herejes
En aquella época, la predicación era un privilegio exclusivo de la clase clerical, y la
Iglesia se atribuía el derecho de conceder el permiso para efectuarla. Los eclesiásticos
consideraban a los valdenses ignorantes e iletrados; no obstante, en 1179 Valdo solicitó
autorización oficial para predicar al papa Alejandro III, quien se la concedió a condición
de que recibiera la aprobación de los sacerdotes locales. El historiador Malcolm
Lambert señala que aquella salvedad “equivalía en la práctica a una negativa casi total”.
Y así fue; el arzobispo de Lyon Jean Bellesmains prohibió formalmente la predicación
laica. Valdo respondió parafraseando Hechos 5:29, que dice: “Tenemos que obedecer a
Dios como gobernante más bien que a los hombres”. Al no acatar la prohibición, se le
excomulgó en 1184.
La clandestinidad
Tras la muerte de Valdo en 1217, la persecución dispersó a sus seguidores por los valles
alpinos franceses, Alemania, el norte de Italia y el centro y este de Europa. Además, los
obligó a asentarse en las zonas rurales, lo que limitó su predicación en muchos
aspectos.
En 1229, la Iglesia Católica dio por concluida su cruzada contra los cátaros, o
albigenses, en el sur de Francia.* Su siguiente objetivo fueron los valdenses.
La Inquisición no tardaría en actuar sin piedad contra los enemigos de la Iglesia. Los
valdenses, atemorizados, pasaron a la clandestinidad. Para 1230 ya no predicaban en
público. El historiador Audisio explica: “En vez de ir en busca de nuevos adeptos [...], se
dedicaron a cuidar de los conversos y a mantenerlos en la fe ante la presión y
persecución del exterior”. Y añade: “La predicación seguía siendo esencial, pero había
adoptado un nuevo enfoque”.
Creencias y costumbres
Para el siglo XIV ya no predicaban hombres y mujeres indistintamente, sino que se
había establecido la diferencia entre pastores y creyentes. Solo varones bien
preparados tenían parte en la obra pastoral. A estos maestros itinerantes se les llegó a
conocer como barbes (tíos).
Los barbes, que visitaban a las familias valdenses en sus hogares, se esforzaron por
mantener vivo el movimiento, en vez de extenderlo. Todos sabían leer y escribir, y su
preparación, que duraba hasta seis años, se basaba en la Biblia. La utilización de una
versión en su propia lengua les permitía explicársela a los feligreses. Incluso sus
enemigos admitieron que todos, hasta los niños, tenían una sólida cultura bíblica y eran
capaces de citar extensos pasajes de las Escrituras.
Una manera de contrarrestar tales acusaciones fue hacer concesiones y practicar lo que
el historiador Cameron llama una “aceptación mínima” del culto católico. Muchos
valdenses se confesaban con los sacerdotes, asistían a misa, usaban agua bendita e
incluso hacían peregrinaciones. Lambert subraya: “En muchos aspectos obraban igual
que sus vecinos católicos”. Audisio dice sin rodeos que con el tiempo los valdenses
“vivieron una doble vida”. Y añade: “Por una parte se comportaban en apariencia como
católicos para proteger su relativa tranquilidad; por otra, observaban cierta cantidad de
ritos y costumbres entre ellos que aseguraban la pervivencia de la comunidad”.
De herejes a protestantes
En el siglo XVI, la Reforma cambió drásticamente el panorama religioso europeo. Las
víctimas de la intolerancia podían o bien tratar de conseguir el reconocimiento legal en
su país, o bien emigrar en busca de condiciones más favorables. El concepto de herejía
también se difuminó, puesto que muchísima gente había empezado a cuestionar las
doctrinas religiosas establecidas.
Ya en 1523, el célebre reformador Martín Lutero habló de los valdenses. En 1526, uno
de los maestros itinerantes llevó de regreso a los Alpes noticias de los acontecimientos
religiosos de Europa, lo que dio paso a un período de intercambio de ideas entre
protestantes y valdenses. Los primeros animaron a los segundos a patrocinar la primera
traducción de la Biblia al francés a partir de los idiomas originales. Se imprimió en 1535,
y fue conocida más tarde como la Biblia de Olivétan. Irónicamente, la mayoría de los
valdenses no entendían francés.
Con el paso de los siglos se fundaron iglesias valdenses en países alejados de Francia,
como Uruguay y Estados Unidos. No obstante, muchos historiadores concuerdan con
Audisio, quien dice que “el movimiento valdense terminó durante la Reforma”, al ser
“engullido” por el protestantismo. De hecho, ya había perdido gran parte de su celo
inicial siglos antes, cuando sus componentes abandonaron por temor la predicación y
las enseñanzas basadas en la Biblia.
[Notas]
A Valdo se le llama de diferentes maneras, entre ellas Valdés, Valdesio o Vaudés. De la
primera se deriva el término valdense. A este grupo se le conocía también como los
pobres de Lyon.
Ya en el año 1199, el obispo de Metz, en el noreste de Francia, se quejó al papa
Inocencio III de que ciertas personas leían y comentaban la Biblia en la lengua
vernácula. Muy probablemente se refería a los valdenses.
Confesión de Fe de 1180
Confesión de Fe de los Valdenses
Año de nuestro Señor 1180
1. Creemos y mantenemos firmemente todo lo que está contenido
en los doce artículos del símbolo, comúnmente llamado el credo
de los apóstoles, y consideramos herética cualquier
inconsistencia con los doce artículos citados.
2. Creemos que hay un solo Dios – El Padre, Hijo, y Espíritu Santo.
3. Reconocemos como escrituras sagradas y canónicas los libros
de la Santa Biblia.
4. Los libros arriba mencionados nos enseñan: Que hay un DIOS,
todopoderoso, ilimitado en sabiduría, infinito en bondad, y quien,
en Su bondad, ha hecho todas las cosas. Porque El creó a Adán a
Su misma imagen y semejanza. Pero por medio de la enemistad
del diablo, y su propia desobediencia, Adán cayó, el pecado entró
en el mundo, y nos volvimos transgresores en y por Adán.
5. Que Cristo había sido prometido a los padres que recibieron la
ley, a fin de que, conociendo su pecado por la ley, y su injusticia
e insuficiencia, puedan desear la venida de Cristo para realizar
satisfacción por sus pecados, y cumplir la ley por El mismo.
6. Que en el tiempo señalado por el Padre, Cristo nació – en un
tiempo cuando la iniquidad abundaba, para manifestar que no era
por razón de bondad alguna de nuestra parte, porque todos
éramos pecadores, pero para que El, quien es verdadero, pudiera
mostrar Su gracia y misericordia hacia nosotros.
7. Que Cristo es nuestra vida, y verdad, y paz, y justicia – nuestro
pastor y abogado, nuestro sacrificio y sacerdote, quien murió por
la salvación de todo aquel que cree, y que resucitó para la
justificación de ellos.
8. Y también creemos firmemente, que no hay otro mediador, o
abogado para con Dios el Padre, sino Jesucristo. Y con respecto
a la Virgen María, ella era santa, humilde, y llena de gracia; y esto
también creemos concerniente a todos los otros santos, que
están esperando en el cielo la resurrección de sus cuerpos en el
día del juicio.
9. Creemos también, que, después de esta vida, existen sólo dos
lugares – uno para los que son salvos, el otro para los
condenados, los cuales llamamos paraíso e infierno, negando por
completo el purgatorio imaginario del Anticristo, inventado en
oposición a la verdad.
10. Además, siempre hemos considerado todas las invenciones [en
materia de religión] como una abominación indecible delante de
Dios; tales como los días de festivales y vigilias de santos, y la
llamada “agua bendita”, el abstenerse de carne en ciertos días y
cosas parecidas, pero sobre todo las misas.
11. Nos mantenemos en contra de todas las invenciones humanas,
como procedentes del Anticristo, las cuales producen angustia y
que son perjudiciales para la libertad de la mente. (Se alude entre
otras a las penitencias y prácticas ascéticas)
12. Consideramos los Sacramentos como signos de las cosas
santas, o como emblemas de las bendiciones invisibles. Creemos
que es propio y aun necesario que los creyentes utilicen estos
símbolos o formas visibles cuando esto pueda ser realizado. En
el entendido de que, mantenemos que los creyentes pueden ser
salvos sin estos signos, cuando no disponen del lugar o la
oportunidad de observarlos.
13. No aprobamos otros sacramentos [como instrucción divina],
aparte del bautismo y la cena del Señor.
14. Honramos los poderes seculares, con sujeción, obediencia,
prontitud y pago.