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Ensayo El Lenguaje Didactico

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INSTITUTO UNIVERSITARIO HISPANO MEXICANO

DIVISIÓN DE ESTUDIOS DE POSTGRADO E INVESTIGACIÓN

MAESTRÍA EN EDUCACIÓN ÁREA DOCENCIA

NOMBRE DEL ESTUDIANTE:

LIZBETH ALEJANDRA BENÍTEZ HERNÁNDEZ

ASIGNATURA:

DIDÁCTICA

DOCENTE:

CLAUDIA ARACELY ACOSTA TURBIATES

ENSAYO:
“EL LENGUAJE DIDÁCTICO”
El lenguaje didáctico es un elemento fundamental en la efectuación de la enseñanza, es el
medio de comunicación entre le profesor y el alumno. Es el vehículo utilizado por el docente
para comunicarse con el educando a fin de transmitirle mensajes, de la manera más simple,
objetiva y directa posible. Así, el lenguaje didáctico se elabora de modo que haga efectiva la
comunicación profesor alumno, en la forma más eficiente posible, con un mínimo de
posibilidades de distorsión o desfiguración del mensaje.

Etimológicamente, comunicación significa tornar común. En efecto, cuando algo se comunica


de una persona a otra, ese algo se hace común a las dos personas.

La comunicación puede ser verbal y no verbal. Es comunicación verbal cuando se efectúa en


forma oral o escrita, es comunicación no verbal cuando se efectúa por otros medios, tales como
gestos, melodías, dibujos, colores, etc. La correcta dicción es una de las condiciones esenciales
del buen maestro, pero la buena dicción no basta; es necesario que el maestro sepa utilizar su
voz como el instrumento que es, aprovechándola al máximo. Desde el punto de vista didáctico,
interesan especialmente la claridad, la modulación, el timbre, la intensidad y el tono, de la
armonización de estas cualidades depende que la voz se constituya en un factor de atracción
o de rechazo por el alumno.

Condiciones esenciales en el lenguaje didáctico

 Corrección. El lenguaje del maestro debe ser correcto, esto es, exacto en su
pronunciación; exacto en la enunciación de los tiempos verbales, apropiado en el uso de
los vocablos, y sintácticamente claro y coherente.
 Fluidez. El maestro debe manejarse con soltura mediante un léxico rico, accesible y
diversificado. Debe expresarse con facilidad, de suerte que las ideas se vayan
clarificando paso a paso, a medida que avanza en sus explicaciones.
 Sencillez. Los términos deben ser accesibles al entendimiento del alumno. La
comprensión es la clave de la sencillez, si bien lo sencillo no debe ser necesariamente
vulgar y trivial.
 Precisión. Cada palabra, cada concepto, cada frase u oración, deben expresar
cabalmente lo que se quiere decir, sin más palabras que las imprescindibles.
 Concisión. De la precisión deriva la concisión. El lenguaje debe ser medido, limitado en
cantidad, aunque rico y fecundo en calidad. La brevedad adquiere, en materia didáctica,
el significado valor de la economía en tiempo de enseñanza y de ganancia en tiempo de
aprendizaje.
 Elocuencia. El lenguaje del maestro debe deleitar y persuadir, convencer y conmover al
auditorio escolar. Tanto las palabras, como los gestos o ademanes deben dar a entender
con viveza lo que se quiere transmitir al alumno.
 Calidez o tono afectivo. La palabra fría, deshumanizada, es incapaz de abrir las puertas
del entendimiento. El lenguaje, en cuanto símbolo de comunicación, debe teñirse con
cordialidad, de simpatía, de calor humano o, si se quiere, de la dosis de emoción que,
oportunamente puesta en juego por el maestro, puede llegar a generar sentimientos
altruistas en los educandos.

Las características que debe poseer son:

1.- costumbre de leer


2.- curiosidad científica
3.- buen lector
4.- excelente expositor

El programa de lenguaje es demasiado elemental, y aunque parezca sencillo su elaboración no


solo responde a los propósitos perseguidos sino también a los intereses de los niños y a sus
necesidades de comunicación social y expresión. Existe una necesidad urgente de que los
profesores se capaciten para enseñar con eficacia, solamente un maestro de amplia cultura y
especial preparación puede ofrecer las mejores garantías de éxito. Además del completo
dominio de la materia debe el maestro del lenguaje exhibir que posee una cultura general de
tipo superior.

El maestro que quiera enseñar el lenguaje debe poseer curiosidad científica altamente
desenvuelta, pues sin ella bien pronto dejaría de estar al día en materia de información cultural.
Aparejada a esta, también debe tener profundamente arraigada la costumbre de leer día a día
no solamente asuntos de su profesión, sino también aquellos otros que amplíen y extiendan
asimismo día tras día su cultura general, es decir, un amplio dominio del idioma, así en sus
manifestaciones orales como escritas, es un requisito capital que deben llenar los maestros que
enseñan el lenguaje, debe tener una excelente voz, ser un buen lector, hábil conversador, feliz
expositor, orador capaz de improvisar y en adición, ha de dominar gestos y ademanes y demás
recursos exteriores de la técnica de la exposición oral. No se nace nunca con la capacidad de
maestro ya madura, la capacidad se desenvuelve con el estudio y el trabajo.

Combinar el lenguaje formal, serio, y el lenguaje informal, coloquial, dentro del aula favorece un
clima adecuado según las tareas que se van a realizar y fomenta tipos de comportamientos
para momentos diferentes dentro del aula.

El maestro o profesor debe utilizar el lenguaje formal al dirigirse a los alumnos al igual que
enseña el lenguaje de las materias que explica, los tecnicismos, y la escritura formal correcta y
el lenguaje coloquial con los alumnos en aquellos momentos que considere oportunos.

El educador, en su labor docente puede intercalar el lenguaje formal e informal y ayudar así a
que los alumnos aprendan en qué momentos pueden intercambiar un lenguaje por otro,
combinarlos según situaciones que se producen en los contextos formales y que pueden
permiten un lenguaje más personal y emotivo, informal.

La eficacia de un profesor en el aula no depende sólo del conocimiento de su materia, sino de


la relación o clima que fomenta con sus actitudes, al igual que los alumnos que con su actitud
favorecen un clima u otro clima en el aula. Saber combinar lenguaje formal e informal, autoridad,
permisividad, interrupciones, saltos de normas, ajustes de tareas, tiempos de atención, etc.,
forma parte de la gestión y control del aula.

La diferencia fundamental que podemos planificar para enseñar es la cercanía-confianza o


distancia-confianza que, con unas fórmulas, estilo lingüístico, modales verbales, entonación,
etc. establecemos al hablar o dirigirnos a otros. Las palabras, el estilo gramatical, la entonación
y los gestos producen en los demás sensaciones agradables o desagradables, el lenguaje
formal ayuda a mantener la distancia correcta, no intimidar, ni sobreponerse sobre otras
personas, y favorece la empatía si está correctamente utilizado. Es importantísimo en el trato
y en el trabajo, marca el espacio que existe en momentos determinados entre los diferentes
roles o papeles que ejercen las personas, y entre las diferencias de edad y entre personas
conocidas y desconocidas.

El lenguaje formal, serio, ayuda a controlar las emociones y a mantener la distancia personal
correcta y necesaria para mantener un tipo de relaciones y un tipo de comunicación, que suele
ser menos emotiva y más objetiva. El contenido del lenguaje formal es tan importante como la
expresión que utiliza para iniciar o mantener un tipo de comunicación.

Fuentes de consulta

Nerici, G. i. (1992). Hacia una didáctica general dinámica. Buenos aires: Kapelousz.

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