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Las 5 Etapas Del Duelo

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Las 5 etapas del duelo (cuando un familiar fallece)

La pérdida de alguien querido es una de las experiencias que más dolor psicológico
produce. Sin embargo, dentro de esta clase de experiencias dolorosas existen matices,
formas diferentes de vivir el duelo tanto en lo emocional como en lo cognitivo.
Esta idea es la que desarrolló la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross en su teoría de las 5
etapas del duelo, publicada en el año 1969 en el libro On death and dying". Esta idea
sirve para entender mejor el modo en el que se sienten las personas en fase de duelo y
cómo tienden a actuar.

El modelo de Elisabeth Kübler-Ross

Elisabeth Kübler-Ross fue una psiquiatra suizo-estadounidense nacida en 1926 que se


especializó en los cuidados paliativos y en las situaciones cercanas a la muerte. Después
de trabajar durante años en contacto con pacientes en estado terminal, desarrolló el
famoso modelo de Kübler-Ross en el que establece 5 etapas de duelo.

Aunque el nombre de esta teoría pueda parezca indicar lo contrario, Kübler-Ross no


llegó a la conclusión de que después de la muerte de un ser querido se pasa por cinco
fases que siempre se van sucediendo en orden, de forma secuencial.
Lo que hizo esta investigadora fue, más bien, definir cinco estados mentales que actúan
como referencia para entender cómo se va produciendo la evolución del doliente, desde
el momento en el que sabe que su ser querido ha muerto hasta que acepta esta nueva
situación.

Eso significa que no todas las personas en fase de duelo tienen por qué atravesar las 5
etapas, y que aquellas que atraviesan no aparecen siempre en el mismo orden. Sin
embargo, Elisabeth Kübler-Ross consideró que estas etapas sí eran útiles como sistema
de categorías para poder conceptualizar de un modo relativamente simple todos los
matices del modo en el que se gestiona el duelo, una fase que en algunos casos se
expresa a través de la labilidad emocional.

Las 5 etapas del duelo

De forma resumida, las 5 etapas del duelo tras la muerte de alguien querido son
descritas por Elisabeth Kübler-Ross de la siguiente manera.

1. Etapa de la negación

El hecho de negar la realidad de que alguien ya no está con nosotros porque ha muerto
permite amortiguar el golpe y aplazar parte del dolor que nos produce esa noticia.
Aunque parezca una opción poco realista, tiene su utilidad para nuestro organismo, ya
que ayuda a que el cambio de estado de ánimo no sea tan brusco que nos dañe.

La negación puede ser explícita o no explícita, es decir, que aunque nos expresemos
verbalmente aceptando la información de que el ser querido ha muerto, a la práctica
nos comportamos como si eso fuese una ficción transitoria, es decir, un papel que nos
toca interpretar sin que nos lo creamos del todo.

En otros casos, la negación es explícita, y se niega de manera directa la posibilidad de


que se haya producido la muerte.

La negación no puede ser sostenida de manera indefinida, porque choca con la realidad
que aún no se ha llegado a aceptar del todo, así que terminamos abandonando esta
etapa.

2. Etapa de la ira

La rabia y el resentimiento que aparecen en esta etapa son fruto de la frustración que
produce saber que se ha producido la muerte y que no se puede hacer nada para
arreglar o revertir la situación.

El duelo produce una tristeza profunda que sabemos que no puede ser aliviada actuando
sobre su causa, porque la muerte no es reversible. Además, la muerte es percibida como
el resultado de una decisión, y por eso se buscan culpables. Así, en esta fase de la crisis
lo que domina es la disrupción, el choque de dos ideas (la de que la vida el lo deseable
y la de que la muerte es inevitable) con una carga emocional muy fuerte, por lo que es
fácil que se den estallidos de ira.

Así, es por eso que aparece una fuerte sensación de enfado que se proyecta en todas las
direcciones, al no poder encontrarse ni una solución ni alguien a quien se le pueda
responsabilizar completamente por la muerte.

Aunque una parte de nosotros sepa que es injusto, la rabia se dirige contra personas
que no tienen la culpa de nada, o incluso contra animales y objetos.

3. Etapa de la negociación

En esta etapa se intenta crear una ficción que permita ver la muerte como una
posibilidad que estamos en posición de impedir que ocurra. De algún modo, ofrece la
fantasía de estar en control de la situación.

En la negociación, que puede producirse antes de que se produzca la muerte o después


de esta, fantaseamos con la idea de revertir el proceso y buscamos estrategias para
hacer que eso sea posible. Por ejemplo, es frecuente intentar negociar con entidades
divinas o sobrenaturales para hacer que la muerte no se produzca a cambio de cambiar
el estilo de vida y "reformarse".

Del mismo modo, el dolor es aliviado imaginando que hemos retrocedido en el tiempo
y que no hay ninguna vida en peligro. Pero esta etapa es breve porque tampoco encaja
con la realidad y, además, resulta agotador estar pensando todo el rato en soluciones.
4. Etapa de la depresión

En la etapa de la depresión (que no es en sí el tipo de depresión que se considera


trastorno mental, sino un conjunto de síntomas similares), dejamos de fantasear con
realidades paralelas y volvemos al presente con una profunda sensación de
vacío porque el ser querido ya no está ahí.

Aquí aparece una fuerte tristeza que no se puede mitigar mediante excusas ni mediante
la imaginación, y que nos lleva a entrar en una crisis existencial al considerar la
irreversibilidad de la muerte y la falta de incentivos para seguir viviendo en una realidad
en la que el ser querido no está. Es decir, que no solo hay que aprender a aceptar que la
otra persona se ha ido, sino que además hay que empezar a vivir en una realidad que
está definida por esa ausencia.

En esta etapa es normal que nos aislemos más y que nos notemos más cansados,
incapaces de concebir la idea de que vayamos a salir de ese estado de tristeza y
melancolía.

5. Etapa de aceptación

Es en el momento en el que se acepta la muerte del ser querido cuando se aprende a


seguir viviendo en un mundo en el que ya no está, y se acepta que ese sentimiento de
superación está bien. En parte, esta fase se da porque la huella que el dolor emocional
del duelo se va extinguiendo con el tiempo, pero también es necesario reorganizar
activamente las propias ideas que conforman nuestro esquema mental.

No es una etapa feliz en contraposición al resto de etapas del duelo, sino que al principio
se caracteriza más bien por la falta de sentimientos intensos y por el cansancio. Poco a
poco va volviendo la capacidad de experimentar alegría y placer, y a partir de esa
situación las cosas suelen volver a la normalidad.

Un ciclo para pasar a sentirse mejor

Tal y como hemos visto, el duelo puede adoptar muchas formas, haciendo que el
sentimiento de pérdida se vaya transformando a medida que va madurando nuestra
manera de experimentar esa vivencia. La clave está en el modo en el que aprendemos
a convivir con la idea de que aquello que amábamos ya no volverá a estar presente, ya
fuese una persona, un objeto o una parte de nuestro propio cuerpo.

Para superar estas pérdidas, que en un inicio suelen ser sentidas a través de una
sensación de desesperanza y desasosiego, hay que llegar a asumir que a partir de ese
momento nos tocará vivir en un mundo distinto, uno en el que aquello que añoramos
ya no está.

Eventualmente, es posible reconciliarse con esta realidad y seguir hacia adelante


manteniendo una salud mental equilibrada y sana, ya sea habiendo recurrido a
psicoterapia o sin haberlo hecho, en caso de que no haya hecho falta. Prácticamente
ningún hecho es lo suficientemente terrible como para que no podamos superarlo de
un modo u otro, esforzándonos e invirtiendo tiempo en ello.

Referencias bibliográficas:
 Abengózar, Mª. C. (1994). Cómo vivir la muerte y el duelo. Una perspectiva Clínico-
Evolutiva de Afrontamiento. Universidad de Valencia. Valencia.
 Bayés, R. (2001). Psicología del sufrimiento y de la muerte. Ediciones Martínez Roca.
 Kübler-Ross, E. (1992) Los niños y la muerte. Ediciones Luciérnaga. Barcelona.
 Lee, C. (1995) La muerte de los seres queridos. Plaza & Janés Editores. Barcelona.

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