Leyenda Urbana
Leyenda Urbana
Leyenda Urbana
Luz María, hija del dramaturgo Enrique García Velloso, uno de los grandes del teatro criollo,
murió de leucemia en 1925, a los 15 años. Su madre, al borde de la locura, pasó largos meses
llorando y durmiendo en un rincón de la cripta.
Cinco años después, un joven de la high society porteña vio a una chica que, a pasos del
cementerio, sollozaba sin parar. Se acercó, le dio un pañuelo para que secara sus lágrimas, y
tomaron un café en "La veredita", nombre primigenio de "La Biela".
Al anochecer, ella le dijo que se llamaba Luz María, y él la besó. De pronto, ella huyó ("¡Tengo
que irme, tengo que irme"), y al levantarse volcó café en el saco de él…
Él la siguió, pero ella se desvaneció en la bruma. Desesperado, empezó a golpear el portón del
cementerio. El cuidador le dijo que nadie había entrado. Pero él insistió, y el hombre lo dejó
entrar. Y allí, en la primera calle, bajo el frontispicio con el nombre de ella y una figura yacente,
mármol puro… ¡estaba su saco manchado de café! Lo levantó. Y en la figura de mármol
reconoció a la chica que lloraba, la que secó sus lágrimas, la que cruzó de su brazo, la que él besó
loco de amor. La que los otros fantasmas, en su recorrida y sus tertulias, no olvidan de dejar una
flor entre las manos de La dama de blanco.
Dentro del cementerio de la Recoleta, en un Buenos Aires neblinoso y mágico, se alza una
escultura que inmortaliza a la joven hija del escritor argentino Eugenio Cambaceres, quien con
sus ácidas obras desnudó hipocresías de la alta sociedad de fines del 1800, y al que se repudió
por haberse casado con una bailarina italiana, Luisa Baccichi, a quien la “gente bien” apodaba
“La Bachicha”.
El matrimonio tuvo una única hija y cuando Cambaceres murió, Luisa y la joven Rufina quedaron
solas, con un palacete en la calle Montes de Oca, entre otros bienes. La niña desarrolló un
carácter introvertido y solitario que se profundizó cuando su madre, cuatro años después de la
muerte de Cambaceres, se convirtió en “la querida” del futuro presidente Hipólito Yrigoyen. Para
entonces Rufina tenía catorce años, era hermosa y muchos jóvenes rondaban la casona de
Montes de Oca, pero ella mostraba indiferencia.
El 31 de mayo de 1902 Rufina cumplía 19 años, su madre había organizado una gran fiesta y
luego escucharían música lírica en el Colón. Cuando finalizó el festejo y debían partir hacia el
teatro, Luisa escuchó el alarido aterrador de una de las mucamas, corrió a la habitación de
Rufina y la encontró tendida en el suelo, rígida, muerta. Un médico confirmó que había sido un
síncope. Al día siguiente, Luisa e Hipólito Yrigoyen, la sepultaron en la Recoleta.Poco más tarde,
el cuidador de la bóveda de los Cambaceres, avisó el macabro hallazgo del ataúd de Rufina
abierto y con la tapa rota. La versión oficial sugirió un robo, ya que la niña había sido enterrada
con sus mejores joyas; pero Luisa vivió el resto de su vida torturada por la convicción de que su
hija había sufrido un ataque de catalepsia y fue sepultada viva.Pues la leyenda cuenta que
arañando, golpeando las paredes del féretro, logró salir y ver el cementerio desierto. Pero las
puertas de la bóveda estaban cerradas. Entonces, víctima de la desesperación, volvió a morir
realmente de un ataque al corazón...Por eso, una estatua de lánguido art noveau, la representa
con una mano aferrada a la reja de la bóveda, o como tratando de abrir inutilmente el picaporte
de una puerta.
Rufina Cambaceres esconde una pena de amor que seguramente terminó con su vida a corta
edad. Muchas historias se cuentan sobre la vida de la jóven: que murió de catalepsia, que era la
dama de blanco, etc. Sin embargo, lo que parece más cercano a la realidad es que el día en que
Rufina cumplía 19 años, mientras se arreglaba para asistir a una función de teatro, su amiga
íntima le reveló un secreto que tuvo guardado durante mucho tiempo. El novio de la niña, era
también el amante de su bella madre. El impacto de la confesión de su amiga le ocasionó un
ataque al corazón y murió. Quién fue el caballero que rompió su corazón? El único presidente
soltero que tuvo la Argentina: don Hipólito Yrigoyen, quien después de un tiempo, tuvo un hijo
con la viuda de Cambaceres. “Lo único que deseo para mi entierro es no ser enterrado vivo”.