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Sobre Mijaíl Bajtin

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El principio dialógico en Mijaíl Bajtín

Carlos A. Castrillón
Universidad del Quindío

0. Introducción

A Mijaíl Bajtín se le considera en la actualidad como “el teórico más importante de la


literatura en el siglo XX” (TODOROV, 1990), pero su influencia es más profunda en las
disciplinas del discurso, a las cuales les dio un sustento teórico amplio, como lo atestiguan
todos los estudios actuales, en los que el pensamiento bajtiniano es referencia obligada. En
literatura las ideas de Bajtín han tenido tanta fuerza que obligaron a la reescritura de la teoría
literaria desde sus presupuestos teóricos básicos y a la reformulación del objeto.

Las ideas de Bajtín apoyan en la reflexión sobre lo “interhumano” que se manifiesta en todo
discurso, con formas particulares que se encuentran en los géneros “no serios” y alcanzan su
forma más acabada en el discurso de la novela.

A pesar de que el conjunto de los textos de Bajtín sigue siendo caótico, tanto por los ensayos
que se le atribuyen o que firmó con heterónimos como por la composición interna de los que
son con certeza suyos, los estudiosos de la obra del teórico ruso han establecido las líneas
generales de su pensamiento 1 .

Nos referiremos aquí a tres aspectos de ese pensamiento siguiendo el resumen de Juan Herrero
Cecilia para la revista Anthropos.

1. La estética literaria de Bajtín

La concepción amplia de la literatura que propuso Bajtín implicó la superación de los estudios
inmanentistas, estructuralistas (semióticos o no) y psicologistas que dominaron la lectura
literaria desde la academia durante gran parte del siglo XX, al tiempo que promulgaba una
visión contextual del discurso literario como una de las manifestaciones no autónomas de “la
palabra del hombre”.

Inicialmente formado en la escuela Formalista, de la cual pronto se apartó críticamente, Bajtín


polemizó contra la estilística que él denominaba “estilística del material”, por su insistencia en
develar la esencia de lo literario en las transformaciones individuales que el “genio literario”
opera sobre la lengua, entendida ésta como el estándar ideal que reside en la comunidad de
hablantes. Bajtín propone que la literatura, como todo discurso, no es ajena al contexto
cultural, del cual depende y sobre el cual influye. El hecho literario, no como forma
compositiva sino como un todo arquitectónico (es decir, estético), no como unidad estilística
de la creación individual o voz de un autor sino como la más clara manifestación del

1
Para un resumen de los problemas de autoría del corpus bajtiniano, véase Guillermo BLANCK. “Vida y obra de
Bajtín y sus círculos”. En: Bajtín y Vigotski: la organización semiótica de la conciencia. Barcelona:
Anthropos.1993. Pp. 105-166.
plurilingüismo social, hace parte del “entramado de la vida cultural de una época” (HERRERO:
57).

La estilística material se dedica al estudio de la obra por fuera de sus interrelaciones con los
discursos de la vida social y acallando, como estorbo a la objetividad del analista, las voces-
conciencias que hacen problemático el análisis del hecho literario en el par metodológico
forma-contenido. Bajtín demostró en sus estudios sobre la prehistoria de la palabra novelesca
que esa interrelación es especialmente rica en los discursos populares.

El enfoque positivista del formalismo, su inmanentismo, su abstracción del contexto de


escritura y de lectura, su olvido del dialogismo inherente a toda creación humana, constituye
para Bajtín un obstáculo insuperable. De la forma material, el estado más lejano de lo
propiamente literario, se ocupa la estilística de estirpe saussuriana; de la forma compositiva se
ocupan el estructuralismo y la semiótica; pero para Bajtín el hecho literario tiene por objeto la
forma arquitectónica, es decir, el objeto estético, entendido como “proyección de una actividad
creadora-contempladora orientada hacia una visión determinada del hombre y del mundo”
(HERRERO: 59).

El plurilingüismo, tal como lo define Bajtín, no se confunde con el fenómeno simple de la


variedad de léxicos y connotaciones, ni siquiera con la copresencia de lenguajes en un grupo
social. Es, más bien, la presencia de verdaderos lenguajes en diálogo y transformación
permanente, ideológicamente orientados, y que subyacen y determinan los referentes de cada
cultura. En la novela, ejemplo privilegiado de ese plurilingüismo, se muestra y promueve el
diálogo de visiones de mundo entre el autor, los personajes y las diferentes voces que se
entremezclan en sus discursos, a las que se agrega el mundo ideológico y discursivo del lector,
con visiones compartidas, complementarias o contrapuestas.

La novela, como producto de las “épocas en crisis y de transformación de los valores


culturales colectivos, de plurilingüismo extranacional, de diversificación de las corrientes y
tendencias del pensamiento, de los valores religiosos, sociopolíticos, literarios, etc.”
(HERRERO: 60), es un ejemplo de la naturaleza dialógica del sentido y de la comprensión.

“Un estado social cerrado, una casta, una clase, en su núcleo unitario y estable, no pueden
constituir un campo socialmente abonado para el desarrollo de la novela, si no están en
descomposición y no se les saca de su equilibrio interno y de su autosuficiencia”, afirma
BAJTÍN (1991: 183). La producción lingüística en la novela guarda simetría con la lengua
cotidiana: es esencialmente dialógica, es decir, formada en el proceso de interacción social y
está orientada hacia la réplica y la acentuación del discurso ajeno:

La novela es la expresión de la conciencia lingüística galileica que rechazó el absolutismo de la


lengua unitaria y única, es decir, el reconocimiento del lenguaje propio como centro semántico-
verbal único del universo ideológico (BAJTÍN, 1991: 182)

En relación con el surgimiento de esa palabra plural, Bajtín encuentra dos líneas estilísticas en
la novela europea:

2
• La novela monológica, que asume un tono generalmente moralista y didáctico como
intento de responder a las fuerzas centrífugas del plurilingüismo ideológico de origen popular.
Es el resultado de las fuerzas discursivas de tendencia centrípeta que representan la autoridad
monologal (política, religiosa y moral). Bajtín propone como ejemplo las novelas de Tolstoi.
• La novela polifónica, que nace de la gradual importancia de los géneros no serios (la
sátira, la parodia, el carnaval, el skatz 2 ) de origen popular. Integra el plurilingüismo como
elemento constitutivo y subvierte la visión monológica del mundo. Bajtín propone como
ejemplo las novelas de Dostoievski.

Estas reflexiones nacen de la lectura de la obra de Dostoievski, a quien Bajtín dedicó su libro
más conocido, Problemas de la poética de Dostoievski. Luego, en la medida en que la
presencia del plurilingüismo se le hacía más imperativa, Bajtín aplicó estos principios a la
novela en general.

En la novela “monológica”, el personaje está construido como una imagen del hombre trazada
de forma objetiva por el autor y sometida a la concepción del mundo que éste proyecta sobre el
universo total de la obra. En la novela “polifónica”, por el contrario, asistimos al espectáculo de
un mundo plural y complejo enfocado desde la perspectiva interna de diversas conciencias en
mutua confrontación, sin que esas conciencias sean dirigidas y terminen siendo asumidas de
forma dialéctica por una visión o concepción dominante: la del autor (HERRERO: 60-61).

El autor no es una sola voz definida y acabada, sino varias voces (la propia, la ajena, las de la
tradición, las del género, las que se entrecruzan en su lenguaje o en la apropiación de un
lenguaje); el texto es, entonces, el momento en el que se comparten visiones, siempre
actualizadas y dinamizadas por el lector, quien aporta nuevas voces.

Por eso Bajtín concibe la ciencia literaria como una rama de la reflexión ideológica, no
exclusivamente preocupada por el fenómeno literario en sí sino por su inclusión, a veces
problemática, en las ciencias humanas.

Las formas más generales de la polifonía novelesca, según se deriva de la propuesta bajtiniana,
son 3 :

1. El plurilingüismo: Es la presencia de diversos lenguajes sociales en la novela, y es también


la forma como el grupo social habla dentro del universo novelesco. La palabra de cada
hablante se concibe como ideologema 4 .
2. La plurifonía: Son las diversas voces-conciencia que se alternan o se entremezclan en el
lenguaje de un solo hablante.
3. La heteroglosia: Son los diferentes niveles de uso (registros) de una lengua particular que
coexisten y se iluminan recíprocamente en la novela: lo alto y lo bajo, lo sublime y lo vulgar,
lo académico y lo popular, la escritura y la oralidad, etc.

2
Narración costumbrista extraliteraria.
3
Es necesario aclarar que estas formas polifónicas, como manifestaciones del principio dialógico, no son
exclusivas de la novela, sino que en ella alcanzan su expresión más característica.
4
Ideologema: “Pequeña unidad significante dotada de aceptación difusa en una determinada doxa” (Jean
FRANCO). Son elementos compositivos de lo ideológico acerca de los cuales nadie pone en duda su validez, por
lo que se encuentran más allá del análisis y la refutación.

3
4. La heterología: Es la alternancia de variantes lingüísticas en un mismo hablante
(heteroglosia individual).
5. La heterofonía: Es la multiplicidad de voces en la novela (cada hablante propone su voz,
i.e., su visión de mundo).
6. Las formas híbridas: Son el resultado de la hibridación de géneros, lenguajes y discursos al
interior de la novela. La novela se caracteriza por ser pluriestilística, lo que marca la
hibridación desde la misma forma compositiva.
7. La palabra bivocal: Es “el diálogo concentrado de dos voces” en una misma palabra
(BAJTÍN, 1991: 142), una de las formas más ricas de la polifonía por ser omnipresente en el
discurso humano: el humor, la ironía, la sátira, la parodia y, en general, todos los actos de
habla indirectos.
8. La polémica dialógica: Es la orientación enunciativa que no rebate discursos con discursos
sino que asume la posición del otro para rebatir una visión de mundo. Tiene su origen en el
diálogo socrático.
9. La intertextualidad: Es el concepto opuesto al “genio creador” del Romanticismo. Sus
formas particulares son la citación, la evocación y la transformación. Se define de modo
simple como la presencia de un texto en otro, lo que produce un cruce de discursos en la
palabra “propio-ajena”. A partir de la teoría bajtiniana el concepto fue propuesto por Julia
Kristeva y luego sistematizado por Genette en Palimpsestos 5 . En la actualidad se le considera
como componente fundamental en la teoría del discurso.

2. La teoría del enunciado y el dialogismo

A Bajtín se le considera el antecesor de la teoría del discurso, la pragmática lingüística y las


reflexiones sobre la enunciación. En sus primeros ensayos, alentado por su polémica contra la
estilística material, propuso el estudio de la lengua en situaciones concretas de comunicación y
en todos los casos posibles del discurso, que, en últimas, abarca la vida total de un individuo.
La unidad de ese estudio sería el enunciado, ya no la palabra semánticamente constituida o la
frase, a las que consideraba momentos unívocos o abstracciones del lenguaje. En la propuesta
de Bajtín, que ha tenido diversas derivaciones, el enunciado es el punto de encuentro del
sujeto enunciador, el texto y la enunciación, uno de los fenómenos más complejos de lo
interhumano. De ese modo se abarca la interacción discursiva en su totalidad:

Sólo el enunciado (y no la “frase”, que es una estructura gramatical independiente del hablante
concreto) “encarna” la lengua en el devenir histórico-existencial de la comunicación entre los
hombres y hace que el discurso, “la palabra”, pueda adquirir un sentido humano determinado (de
verdad o de mentira, de ironía o de admiración, de belleza o de fealdad, etc.) (HERRERO: 62).

El lenguaje es la más importante práctica social, de lo cual deriva su importancia obsesiva en


la obra de Bajtín. Esta concepción le permite enfrentar con argumentos de gran peso la imagen
espectral de un ser humano ahistórico e inmutable, como lo presentan las ciencias positivas.

La lengua, la palabra, lo es casi todo en la vida del hombre. Esta realidad polimorfa y
omnipresente no tiene que ser de la competencia exclusiva de la lingüística ni ser enfocada

5
Gerard GENETTE. (1989). Palimpsestos: La literatura en segundo grado. Madrid: Taurus.

4
solamente por métodos lingüísticos. El objeto de la lingüística sólo concierne al material y a los
medios del intercambio verbal, y no al intercambio verbal mismo (BAJTÍN, cit en HERRERO: 63).

El enunciado es siempre intertextual porque en él confluyen múltiples discursos, en él


resuenan las voces de otros, los enunciados previos a los cuales se responde, la tradición que
representa o a la cual se contrapone.

Pero, además, la realidad que significamos y comunicamos ya está significada e interpretada en


otros textos, en otras voces; no hay significados o mensajes totalmente inéditos. Cuando
calificamos el lenguaje como social e individual, queremos decir que los rasgos individuales de
cada hablante están siempre presentes en el uso del lenguaje, y que el hablante, en cada caso
concreto de comunicación, manifiesta una forma particular de ver el mundo; pero también
afirmamos que en el uso lingüístico se entremezclan, de modo ineludible, visiones de mundo,
maneras de hablar y de pensar, opiniones y prejuicios acerca de la realidad. Se dice que el
lenguaje es polifónico porque en él están presentes muchas voces, y dialógico porque esas voces
se contraponen en el acto comunicativo. Las concepciones polifónicas y dialógicas se oponen a
las visiones monológicas y dogmáticas.

Ningún fenómeno humano puede comprenderse desde una sola dimensión. Todo acto humano,
toda conducta, toda construcción cultural, es pluridimensional, y sólo puede comprenderse en la
pluralidad y en la variación permanente. Igual ocurre con el lenguaje. La palabra es social, no
individual. Es viva, proviene de lenguajes plurales, no de mutaciones individuales y abstractas.
Una cosa es el tejido lingüístico de un texto, y otra es la presencia en él de voces discordantes
provenientes del lenguaje vivo. “No consideramos el lenguaje como un sistema de categorías
gramaticales abstractas, sino como un lenguaje saturado ideológicamente, como una concepción
del mundo” (BAJTÍN, 1991: 89). La palabra se dialogiza como resultado de su carácter
plurilingüe: pertenece a múltiples discursos que la hacen cambiar continuamente:

El lenguaje como realidad social-ideológica viva, como opinión plurilingüe, se halla en la frontera
entre lo propio y lo ajeno. La palabra del lenguaje es una palabra semiajena. Se convierte en
“propia” cuando el hablante la puebla con su intención, con su acento, cuando se apodera de ella y
la inicia en su aspiración semántica expresiva. Hasta el momento de su apropiación, la palabra no se
halla en un lenguaje neutral e impersonal (¡el hablante no la toma de un diccionario!), sino en los
labios ajenos, en los contextos ajenos, al servicio de unas intenciones ajenas: de ahí que necesite
tomarla y apropiarse de ella. Pero no todas las palabras se someten tan fácilmente a esa apropiación:
muchas se resisten porfiadamente, otras permanecen tan ajenas como eran, suenan ajenas en la boca
del hablante que se apoderó de ellas (BAJTÍN, 1991: 110).

Las fronteras entre la palabra propia y la palabra ajena son imprecisas, ambiguas, inestables. El
lenguaje, en todas sus posibilidades de uso, está lleno de fórmulas hechas, discursos ajenos y
contenidos culturales que cada uno reelabora. La palabra ajena que no se puede hacer propia,
suena falsa y repetitiva en los labios de quien la pronuncia. Es posible decir lo propio en lenguaje
ajeno, o decir lo ajeno en lenguaje propio; pero también es posible construir un lenguaje
solidario en el cual la palabra propia y la palabra ajena interactúen dialógicamente.

El carácter polifónico del lenguaje cumple un papel fundamental en el proceso de formación de la


conciencia. Como hemos visto, por medio del lenguaje el hombre toma conciencia de su propio
ser en el mundo; más allá de la concepción instrumentalista del lenguaje, éste es parte constitutiva

5
e indisoluble de la personalidad. Pero el hombre también toma conciencia acerca del otro
(alteridad), pues “una conciencia sola es imposible” (BUBNOVA, 1995: 10), del mismo modo que
es imposible una conciencia sin lenguaje:

Se considera el lenguaje, entendido en una dimensión dialógica, como el vehículo esencial para el
desarrollo de un pensamiento integral, de una cultura de la complementariedad que favorezca la
relación intercultural, la interdependencia. Una visión que busque la diferencia y cultive la alteridad
para permitir la tolerancia (MARTÍNEZ, 1994: 26).

El uso del lenguaje en la interacción implica una necesaria responsabilidad, un reconocimiento


del otro como entidad distinta; es decir, el reconocimiento de la diversidad que enriquece al
lenguaje y a la cultura, y en la cual cada forma de ver el mundo debe encontrar su lugar. En este
sentido, el uso del lenguaje implica una ética: Cuando hablamos acerca de otro, no hablamos de
su imagen como ser, sino de la imagen de su lenguaje (BAJTÍN, 1991: 153).

Hablar o escribir es instalarse en una red de complejas relaciones discursivas que van más allá de
la palabra dicha o escrita. Asumir la palabra es entrar en la lucha por el poder y el derecho a
interpretar la realidad (CASTRILLÓN, 1998); más que el habla o la escritura como tales, el uso del
lenguaje implica difundir y defender la forma como cada uno significa, interpreta y comunica la
realidad, en una interrelación permanente con las visiones de los otros. “El lenguaje (en su
dimensión intersubjetiva) es el filtro axiológico, semántico, por medio del cual difundimos una
cultura, proyectamos y hacemos cambios” (MARTÍNEZ, 1994: 27).

El mundo es heterogéneo y complejo, potencial, conjetural y múltiple. Así mismo es el lenguaje.


Como espacio de la polifonía, el lenguaje le permite al hombre encontrar su lugar en la cultura y
ser activo en la construcción de nuevos valores. En el modelo saussuriano, por el contrario, la
lengua es un sistema cerrado en su lógica interna. Como anota Adriana Sivestri:

La definición de la lengua como social no tiene consecuencias teóricas en [el] modelo, ya que no
analiza la participación social en el proceso de semantización. Al evitar la referencia a la
realidad que reflejan, los significados sólo pueden definirse por oposición, negativamente. Pero
el recorte que impone la lengua no es un recorte sobre la “masa amorfa de los significados”. Es
un recorte sobre la realidad” (SILVESTRI, 1993: 60).

3. La antropología de Bajtín

En su famoso libro Crítica de la crítica, una colección de golpes de pecho de uno de los más
importantes semiólogos de la literatura, Tzvetan Todorov resume el pensamiento de Bajtín en
la siguiente fórmula: “Lo interhumano es constitutivo de lo humano” (TODOROV, 1990: 91).

Para Bajtín la conciencia humana es de carácter verbal; y como el lenguaje no es propiedad del
individuo, la conciencia es “plural”. Por eso su rechazo a la concepción biológica de la
conciencia en Freud. Como lo explica Adriana Silvestri: “[La] conciencia [de Freud] reflejó lo
oficial y lo reprimido de su propia sociedad vienesa de principios de siglo, lo generalizó a todo
hombre en toda época y lugar, y lo “biologizó” como modelo eterno del psiquismo humano
(SILVESTRI, 1993: 42).

6
Para Bajtín la conciencia se construye a partir de la interiorización del lenguaje en el proceso
de interacción con los lenguajes de los otros. Por eso las estructuras lingüísticas devienen
estructuras de pensamiento a las cuales no se les pueden aplicar los universales del
razonamiento silogístico. A ese respecto es ilustrativo el estudio de LURIA en 1930, que
ejemplifica bien la siguiente anécdota acerca del diálogo entre un investigador y un campesino
de Uzbekistán:

En el Norte, donde hay nieve, todos los osos son blancos. Novaya Zemlya está en el Norte y allí hay
nieve siempre. ¿De qué color son los osos en ese lugar?
-Nosotros sólo hablamos de lo que sabemos, no hablamos de lo que no hemos visto.
Pero, ¿qué quieren decir mis palabras? [Se repite el razonamiento]
-Bueno, es algo así: nuestro zar no es como el vuestro y el vuestro no es como el nuestro. Tus
palabras sólo puede responderlas alguien que ha estado allí, y si una persona no ha estado allí no
puede responder nada sobre la base de tus palabras.
Pero sobre la base de mis palabras -en el Norte, donde hay siempre nieve, los osos son blancos-,
¿puedes saber qué tipo de osos hay en Novaya Zemlya?
-Si un hombre de sesenta u ochenta años ha visto un oso y ha dicho algo de él, podría creerlo, pero
yo no he visto nunca ninguno y por ello no puedo hablar. Esta es mi última palabra. Los que ven,
pueden decir y quienes no ven, no pueden decir nada.
[En este momento un joven uzbeko sugirió: “De sus palabras entiendo que los osos allí son
blancos”]
Bien, ¿qué es lo correcto de su respuesta?
-Lo que el gallo sabe cómo hacer, lo hace. Lo que yo conozco lo digo, y nada más.

Bajtín trató de explicar siempre que el hombre no es un ser natural sino un ser de lenguaje, es
decir, socioideológico y discursivo. Además, el mundo cultural no es homogéneo, y Bajtín
demuestra en sus estudios sobre la cultura popular (los géneros no serios, la risa, el carnaval)
que no lo ha sido nunca.

Se puede establecer una analogía entre discurso monológico/dialógico y conciencia


cognoscente/estética. Para la conciencia cognoscente “todo lo exterior a ella es objeto, y
resulta definido por ella y desde ella” (HERRERO: 64); lo otro (el otro) sólo puede ser objeto.
La conciencia estética, por el contrario, “es el encuentro de dos conciencias que, por principio,
no fusionan en una sola”.

Ese diálogo entre conciencias que suscitan el arte, la literatura y las ciencias humanas
internamente dialogizadas es una relación ética. La actividad estética se constituye así en “acto
ético”. Bajtín afirma que “se ha creado un abismo entre el motivo del acto ético y su producto”
(BAJTÍN, 1997) y critica el “teoretismo abstracto y fatal” de la ética formal. La filosofía moral
que propone Bajtín nada tiene que ver con la ética como disciplina, aclara Tatiana BUBNOVA
(1995: 11). En la ética formal el “principio no es en absoluto el del acto ético, sino el de una
posible clasificación de los actos ya cometidos, en una transcripción teórica” (BAJTÍN, 1997).
Para el pensador ruso el principio ético se formula así: Actuar éticamente es actuar para otro,
en las circunstancias concretas de la vida, lejos de valores generales y abstractos. Se trata de
una ética de la existencia concreta y de la responsabilidad: “Vivir es una empresa peligrosa
que a nadie exime de los percances inherentes a la interacción con el otro” (BUBNOVA, 1995:
11); vivir no es afirmar “yo soy”, sino “yo también soy”.

7
Un acto ético, en la concepción bajtiniana, se define por las siguientes propiedades (BUBNOVA,
1995: 12):

1. No es fortuito sino necesario.


2. Su núcleo es el concepto de responsabilidad, personalizada, ontológica, siempre concreta.
3. El acto es consecuencia de la interacción del yo con el otro, lo que lo convierte en un
acontecimiento del ser, con rango ontológico.
4. El acto no implica sólo una acción física, sino que, en cuanto suceder ético, puede ser acto-
pensamiento, acto-sentimiento, acto de cognición, acto estético, acto-enunciado, etc.
5. El acto ético es un “documento firmado”: Tiene autoría; es único, personal, comprometido e
irrepetible.

El conjunto completo de conceptos que soportan su visión del acto ético fue desarrollado de
modo fragmentario por Bajtín en diversos ensayos escritos desde 1997, y fue luego recogido
en el libro. Una formulación dialógica del principio ético es resumida así por Bubnova:

Lo que yo puedo hacer desde mi lugar único en el mundo nadie puede realizarlo, pero nada
puedo realizar sin la participación y/o presencia del otro: he aquí la paradoja de la ética
dialógica. La presencia del otro confiere un sentido y aporta valores a la existencia del yo; de
este modo, “el principio ético no es la fuente de los valores, sino el modo de relacionarse con los
valores” (BUBNOVA, 1995: 13).

En resumen, el “yo” no se define con relación a sí mismo sino por su orientación hacia el otro.
La alteridad es la única posibilidad plena de conciencia. Una conciencia autárquica es una
imposibilidad

En relación con las tendencias actuales sobre el estatuto de la lectura, la visión bajtiniana del
discurso se diferencia de las tendencias deconstruccionistas, que conciben el texto como el
espacio para el libre juego de significaciones. Bajtín plantea que la expresión individual es el
producto de la palabra internamente dialogizada e ideológicamente orientada por su contacto
con los lenguajes sociales; no es un ejercicio de la volición pura o la libre imaginación que no
se interesa por las voces de los otros. No hay “muerte del autor” como en el
deconstruccionismo, ni olvido de la instancia autorial como en el estructuralismo, puesto que
el sentido del texto no es autónomo: no reside en el libre juego interpretativo del lector ni en
las estructuras semánticas internas.

El significado no se encuentra en el individuo y en su discurso, como lo concibe la teoría


literaria tradicional, ni en las estructuras narrativas o poéticas, como lo enseña el
estructuralismo, ni en ninguna parte, como defiende el deconstruccionismo, sino en el
dialogismo inherente al discurso. “Hay que decir –escribe Bajtín en su libro sobre
Dostoievski- que tanto el relativismo como el dogmatismo excluyen igualmente toda
discusión, todo diálogo auténtico, volviéndolo ora inútil (el relativismo), ora imposible (el
dogmatismo)”.

4. Conclusión

Mientras la ideología dominante en cada época trata de imponer un discurso como único y
ejemplar, al cual los demás discursos deben someterse, las clases subalternas erosionan ese

8
discurso monológico con sus propias visiones, a menudo irónicas y paródicas. El discurso
monológico es monoacentuado, el dialógico es pluriacentuado. Todo lo que no cabe en una
sola conciencia es sospechoso y queda relegado. El proceso de quiebre de las estructuras
culturales monolíticas se ha representado más profundamente en la literatura que en las
reflexiones filosóficas abstractas y universalistas, que tienden más bien a darles sustento.

La novela representa todas las voces ideológicas de su momento y todos los lenguajes que
pretenden tener un rol significativo en la construcción plural de la cultura. Representa la
dialéctica de fuerzas encontradas de origen diverso: el lenguaje oficial y los lenguajes
colectivos de origen popular (la novela anticanónica, el ridículo colectivo, la disolución de las
fronteras entre lo serio y lo no serio, la irrupción de la marginalidad y la subalternidad).

La concepción dialógica del lenguaje demuestra que un sistema lingüístico estable es una
abstracción científica. El verdadero papel del lenguaje reside en la interacción social de los
hablantes. El lenguaje crea la parte de realidad que percibimos y esa creación no es individual
sino social, es decir, compartida, y su estatus es frágil.

Bibliografía

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