Ana María Schlüter
Ana María Schlüter
Ana María Schlüter
cristiana y el zen»
RELIGIÓN DIGITAL
«El Vaticano II anima a que promulguemos los bienes espirituales de otras religiones».
El sufrimiento tiene una causa, que es el deseo. Hay una salida, que es el desapego, y los caminos rectos: el
recto pensar, el recto hablar, el recto decidir, el recto vivir, el recto recogerse, el recto despertar.
(Jesús Bastante).- Ana María Schlüter es una maestra zen que vive en Guadalajara. Desde el Instituto
Superior de Pastoral de la Fundación Pablo VI, donde ha participado en la XXIV Semana de Teología
Pastoral, nos habla de la «ceguera maligna» que padecemos en Occidente, «que nos hace pensar que sólo es
verdad lo que se entiende con la cabeza, como se dice en la universidad».
Ana María afirma que «lo interior separado de lo exterior no es verdaderamente interior», y que el quietismo
que se atribuye al zen es una falacia.
Defiende que «hay muchas equivalencias entre la mística cristiana y el zen bien entendido«, y también
encuentra semejanzas en cuanto a la situación de la mujer en ambas confesiones: «Están igual de apartadas
en el budismo y en el cristianismo, esto tiene que ver con una conciencia patriarcal por la que pasa la
humanidad en su totalidad».
Para concluir, nos ofrece una sencilla definición del zen: «El zen es un camino para volver a casa«
Ahí fuimos a parar buscando un lugar donde crear un centro zen. En el 76 vino aquí un jesuita de Tokio
que, después de un discernimiento con Arrupe decidió enseñar zen. Estuvo en España durante 10 años, y
yo le conocí a través de unas compañeras holandesas y austriacas que habían estado con él. Y luego, a través
de él, conocí el zen. Él a su vez me presentó a un maestro zen japonés, que fue el que me dio el
reconocimiento como maestra después de estar en Japón formándome.
¿Cómo le explicarías a los occidentales, a los que nos suena todo parecido (el zen, el budismo…), qué es el
zen?
Un maestro japonés, al inicio de su manual de advertencias para la práctica del zen, dice que «el zen lleva a
descubrir la luz original de cada uno«. Es un camino para volver a casa, a casa de verdad. Suena un poco
a lo que dice Cervantes en el Quijote a través de la pastora: «contemplando el cielo el alma vuelve a su
morada primera». El zen es un camino para volver a lo que realmente uno es, que es cuando uno se
entera de lo que realmente es.
Sí, padecemos una «ceguera común», porque curiosamente el ser humano, lo que más es, no lo sabe. Es una
ceguera maligna, porque no saber quién se es, no identificarse con la propia profesión o la propia edad, con
ser de aquí o de allí… Si todo esto viene apuntalado por teorías, por ejemplo racionalistas, consumistas,
materialistas, etc., es una ceguera maligna, porque dice que sólo es verdad lo que se entiende con la cabeza,
como se dice en la universidad. Pero hay quien se da cuenta, sabe que esta ciego. se pone en camino y va al
«oculista espiritual». Ésa es la ceguera del discípulo zen. Luego está la ceguera de haber caído en la
cuenta de esa realidad que no se entiende con los sentidos ni con el entendimiento, y que lo deja a uno
colgado. Es lo que antes se llamaría «iluminismo», pensar que todo lo demás no importa, que no hay pobres
ni ricos, ni crisis ni nada… Eso sería la enfermedad zen.
Pero la la iluminación zen, el verdadero despertar de esta ceguera, sería cuando, sin dejar de percibir todo lo
que es igual, se pueden ver las diferencias, puedo distinguir entre quien no tiene casa porque le han
desahuciado y quien no tiene comida y tiene que ir a comer en Cáritas. Ése es el verdadero despertar. Lo
otro es estar colgado.
¿Cómo se aplica el zen a la vida? ¿No es algo demasiado interior como para poder manifestarlo hacia el
exterior en el día a día?
Es que si una persona se da profundamente cuenta de qué es la realidad, de que todos somos uno, y que el
dolor del otro es mi dolor, necesariamente tiene que intentar cambiar.
Sí, hay una gran equivalencia. El zen surgió en el ámbito del budismo, pero cuando se mira con
perspectiva, efectivamente tiene mucho que ver con la fe cristiana. Es como si viviéramos en el mismo
universo, pero en dos galaxias diferentes. Como dijeron los griegos, y luego San Pablo: «todos vivimos en el
mismo universo, pero nos movemos en distintos». Lo enfocamos desde otra perspectiva, pero es la misma
realidad. Y eso es también una gran riqueza. Hay muchas equivalencias entre la mística cristiana (por
ejemplo, la sanjuanista), y el zen bien entendido.
¿Alrededor del zen, como alrededor de la mayoría de religiones, hay todo un mercado que tiende a
desdibujar la búsqueda de plenitud del zen?
Sí, sin duda lo hay hoy en día. Sucede muchísimo, pero se explica porque hay un anhelo de más
profundidad. Lo que pasa es que lo superficial ya no satisface, pero se va a parar otra vez a una
superficialización.
Tengo un colega jesuita en la India que dice: «es increíble cómo en Occidente son capaces de consumir
cualquier cosa, incluso la espiritualidad«.
¿Podrían acusarnos de relativismo, por hablar del cristianismo y del zen como caminos parecidos en
esencia?
Es cuestión de perspectivas, y eso nos enriquece mutuamente, y nos puede corregir. Eso es lo que se está
intentando hacer hoy en día, además recomendado por el Vaticano II, que en la «Declaración sobre las
religiones no cristianas», nos dice a los cristianos que conozcamos, valoremos, y hasta promulguemos los
bienes espirituales de otras religiones.
¿Es decir, que se puede ser cristiano y practicar zen?
Pues sí. Mi maestro zen japonés era budista, y una vez me dijo: «Si le enseño a usted el camino del zen es
para que sea mejor cristiana«.
¿Cómo está actualmente la situación en cuanto a convivencia religiosa? ¿Cree la mayoría de cristianos,
como cree usted, que hay distintas experiencias de fe compatibles con la fe cristiana?
Se ha avanzado muchísimo desde el Vaticano II. Hay encuentros a nivel de acción, a nivel de reflexión, y
en cuanto al zen, hay sobre todo encuentros de experiencia contemplativa. Hará ya unos 40 años casi un
benedictino belga estuvo conviviendo con unos monjes zen en Japón, y así surgieron unos encuentros
periódicos entre monjes zen y monjes de la tradición benedictina cisterciense. Unas veces han venido aquí a
Europa a convivir, y otras veces se han ido allí. Por ejemplo, un año estuvieron los monjes zen en
Montserrat.
Sí lo afronta, y muy de raíz. Toda la tradición del zen arranca de la experiencia del sufrimiento y de la
impermeabilidad de todo. Uno nace, uno crece, uno enferma, uno muere… La impermeabilidad es en
realidad la experiencia humana fundamental de donde arranca todo, junto al sufrimiento. O bien se
tiene algo y se tiene miedo de perderlo, o bien no se tiene y se tiene ganas de tenerlo. El sufrimiento tiene
una causa, que es el deseo. Hay una salida, que es el desapego, y los caminos rectos: el recto pensar, el recto
hablar, el recto decidir, el recto vivir, el recto recogerse, el recto despertar.
¿Es un camino que se puede llegar a completar o, como la propia vida, no tiene más fin que el propio
camino?
La persona que se libera, que realmente llega a la Gran Liberación, llega a la salvación según la visión
budista. El budismo cree que cuando una persona muere sin haber despertado, vuelve a nacer y vuelve a
vivir, en una noria horrorosa que le obliga a volver a pasar por el sufrimiento. Eso de las reencarnaciones
aquí en Occidente también se entiende con dificultad y se superficializa. Al igual que en el budismo no se
habla de divinidad, aunque tampoco se niega. El zen no habla de lo que no puede conocer, pero también
nosotros sabemos que a Dios nadie le ha visto.
Sí, y el camino es el despertar. Al enterarme de la realidad (que es igual y diferente a la vez), se alcanza una
gran paz, una gran serenidad, que no quita sentir el dolor, pero sí el sufrimiento. No es lo mismo sentir dolor
que sufrimiento. Por ejemplo, cuando un niño se cae y se hace daño en la rodilla, llora porque sufre; pero en
cuanto le recoge su madre y le abraza, le sigue doliendo pero ya ha dejado de sufrir. Es distinto.
¿La situación de la mujer en el budismo y en el zen es semejante a la que tiene en las confesiones
cristianas?
Hay confesiones dentro del cristianismo en las que la mujer está apartada, y otras en las que ahora empieza a
tener un papel mucho más importante. En el budismo y en el zen pasa lo mismo. Yo creo que esto tiene que
ver con una conciencia patriarcal por la que pasa la humanidad en su totalidad. Entre las mujeres
budistas y zen de Estados Unidos hay un movimiento muy grande para recuperar el puesto femenino dentro
de la tradición del zen. Los verdaderos maestros zen no harían diferencias nunca.
CONFERENCIA DE LA MAESTRA ZEN ANA
MARÍA SCHLÜTER
Encuentros con lo sutil # 63
[Conversación con Luis V. Abad Márquez. Iglesia Viva, nº 232. Oct-dic 2007.
Una madrugada, en el césped del jardín de mis abuelos berlineses vi una pequeña flor amarilla que nunca
he olvidado.
Es un placer volver a tener con nosotros a la maestra Ana María Schluter. Ana María vive dedicada al
cultivo de la espiritualidad.
Ana María conoció el zen cuando ya había consagrado su vida al amor al prójimo, pues es monja del
instituto religioso católico Mujeres de Betania desde los 23 años.
Cuando la práctica del zen se cruzó en su camino, Ana María trabajaba codo con codo con los vecinos de
San Blas…
Muchos años antes, Ermita de la Nube radiante (así fue bautizada) se había hecho una pregunta a la que
dedicó toda una tesis doctoral:
En su segunda visita a nuestro ciclo, Ana María, partiendo de su propia experiencia nos hablará de la actual
inquietud espiritual y la necesidad de discernir lo que es espiritualidad sana.
Para ello nos propone el título Avanzar un paso más allá de la punta de un palo de cien pies (Sekisô)
(Experiencia de diálogo intra-religioso)
www.zendobetania.com
http://www.iglesiaviva.org/232/232-21-CONVER.pdf
Ana María Schlüter Rodés nació en Barcelona, en 1935, de padre alemán y madre catalana. Durante las
guerras civil y mundial vivió en Alemania. En 1949 vuelve a Barcelona, donde iniciará sus estudios
universitarios que proseguirá en Alemania (Hamburg y Freiburg i.Br.) y Holanda (Nimega y Utrecht).
A los veintitrés años ingresa en el instituto religioso, de origen holandés, fundado por J. van Ginneken S.J.,
denominado “Mujeres de Betania”. Se doctora en Filosofía y Letras con una tesis en torno a la pregunta
“¿Por qué unos ven y otros miran y no ven?”.
En 1966, después de una estancia en Roma, durante la última etapa del Concilio Vaticano II, vuelve a
España. Desde 1970 vive en San Blas – Madrid, alternando su labor como profesora de ecumenismo en el
Instituto Superior de Pastoral de Madrid y otras facultades de teología, con secretaria en una Asociación de
Vecinos del barrio.
A partir de 1975 entra en contacto con el Zen y hace su primer sesshin con el jesuita y maestro zen Hugo
Enomiya-Lassalle. En 1979 va por vez primera al Japón, a Shinmeikutsu, al centro de Enomiya-Lassalle. Al
final de su estancia éste la presenta a Yamada Koun Roshi. Continua formándose con Yamada Koun Roshi,
acudiendo periódicamente desde 1981 al San’ un Zendo de Kamakura. En septiembre de 1985 recibe en
Kamakura el reconocimiento de Yamada Koun Roshi, como maestra zen, con el nombre de Kiun An (Ermita
de la Nube Radiante). En 1994 es nombrada Jun-shike (‘maestra zen asociada’) por su sucesor Kubota Jiun
Roshi.
En 1986 funda con sus discípulos el centro zen “Zendo Betania” en Brihuega/Guadalajara
(www.zendobetania.com). Allí reside desde entonces mientras sigue dando cursos de zen allí y en otras
ciudades de la península y Baleares, así como en México.
Ha publicado varios libros, por ejemplo, “El camino del despertar en los cuentos”, “Atrévete con el dragón
vivo” y “La recepción del zen en Occidente entre cristianos”.
Zen
Es un camino de despertar a la realidad esencial, de raíz, que ningún sentido puede captar ni ninguna
inteligencia comprender. Sin embargo, quien cae en la cuenta de ella sabe que es más real que cualquier cosa
que se pueda ver, tocar, medir, analizar. Ahí el ser humano encuentra paz profunda y brota la compasión.
El Zen se remonta a la experiencia de Siddharta Gotama que vivió en la India en el siglo VI antes de
Cristo. Su leyenda llegó a Occidente y ha influido en obras de literatura como p.ej. La vida es sueño de
Calderón de la Barca. Cuando Gotama cayó en la cuenta y llegó a la iluminación o despertar, exclamó:
“Todos los seres son seres iluminados, dotados de sabiduría y virtud, pero debido a una manera engañosa
de pensar no se percatan de ello.” A partir de este momento se le llama Buda o Despierto. El Buda
Shakyamuni, el Despierto y Sabio de la casta de los Shakya, se dedicó a enseñar a otros el camino para caer
en la cuenta por sí mismos. Con el tiempo, en torno a él, sus seguidores formaron un grupo.
Según la tradición, uno de ellos, el Bodhidharma, llegó a China a principios del siglo VI después de Cristo.
Al encontrarse de esta manera el yoga budista de la India con el Tao de China, nació el CH’ANNA o
CH’AN. Esto tuvo lugar en el marco del Budismo Mahayana, cuyo ideal es el bodhisatva, el iluminado o
despierto lleno de compasión. El CH’AN se extendió desde China por Corea y Vietnam.Todo el Zen actual
se remonta a Hui-neng (637-713), el Sexto Patriarca Zen de China.
A finales del siglo XII y comienzos del siglo XIII llegó a Japón, sobre todo a través de Dogen Zenji. Allí el
ideograma de CH’AN se pronuncia ZEN. En China habían existido cinco “casas” o familias de CH’AN.
Sólo dos de ellas pasaron a Japón, a saber Soto y Rinzai.
En el siglo XX el Zen se empezó a extender por Occidente. Un impulso importante partió del primer
Parlamento de las Religiones del Mundo, Chicago 1893, donde por primera vez un representante del Zen,
Shaku Soyen, abad del Engakuji de Kitakamakura, habló ante un público occidental. El Zen se fue
conociendo y practicando cada vez más en Europa a partir de la segunda mitad del siglo XX. A través de
monjes budistas Zen llegados a Europa, de misioneros cristianos en Japón, p.ej. Enomiya-Lassalle SJ, y de
psicoterapeutas occidentales como Karlfried Graf Dürckheim, Según unas palabras atribuidas al
Bodhidharma, el Zen es:
Es una transmisión especial, en realidad no se trata de trasmitir nada sino de despertar lo que ya está desde
siempre. Se ofrecen un “mapa” y un “vehículo” para descubrirlo uno mismo. Es un camino de práctica, en el
que prevalecen:
Se transmite dentro de un marco de vida ética. Zen sin vida ética lleva al desastre. De ahí que quien
emprende el camino, para ser aceptado como discípulo, haya de comprometerse a vivir una vida recta.
No se basa en palabras ni letras. La realidad última es inefable, es una y la misma siempre, y sin embargo,
a la vez, tal como se percibió a partir de Shakyamuni Buda, se fue reflejando en un marco de enseñanzas y
gestos característicos. “Si una enseñanza fuera de toda escritura no admite la enseñanza dentro de las
escrituras, no es verdadera enseñanza” (Isshu Miura).
Todo marco cultural y religioso es la expresión de una experiencia y fomenta un determinado modo de
percibir la realidad y de interpretar la experiencia. Un cristiano que practica Zen no sólo aprende y practica
un nuevo modo de abismarse en el misterio sino que aprende además un nuevo lenguaje que le abre
horizontes nuevos. Un nuevo marco, como es el budista Zen para el cristiano, brinda nuevas posibilidades de
lenguaje para expresar lo experimentado y crea además nuevas posibilidades de percepción, siendo a la vez
un nuevo instrumento para salvar del olvido aquello de lo que se ha caído en la cuenta.
Si bien el cauce del Zen es una vida ética junto a una enseñanza correcta, el cauce, siendo necesario, no hace
el río. El agua de este río es una fuente que mana en el mismo corazón humano. Y el Zen es cual dedo que
apunta derecho al corazón humano, y lo lleva a despertar. El maestro o guía Zen es más comadrona que
otra cosa. Es un hecho comprobado una y otra vez que una práctica seria del zazen lleva a despertar, a ver
la realidad (KEN-SHO)y a la transformación o personalización de la experiencia, a vivir despierto, a
convertirse en despierto o buda (JOBUTSU).
Con todo, el primer fruto de una práctica regular suele ser JO-RIKI, una fortaleza, fruto del abismarse o
asentarse, una capacidad creciente para superar las perturbaciones de la mente y llegar a un equilibrio
espiritual.
La transmisión del Zen en Occidente se enfrenta a la tarea de transmitir el espíritu de corazón a corazón, y
de llevarlo a cabo en la cultura occidental configurada por el cristianismo, el humanismo y la secularidad.
No es tarea fácil y exige discernimiento.
http://www.encuentrosconlosutil.com/?p=1651