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Los Encuentros y Desencuentros Entre Educación, Pedagogía y Didáctica, y La Acción Docente

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Los encuentros y desencuentros entre educación, pedagogía y didáctica, y la acción docente

Janice Viegas Pereira

Universidad Icesi

Introducción

Los temas abordados en el curso Fundamentos de la Educación I, la interacción con los compañeros, la

participación de todos en los debates y las proposiciones del maestro generaron tanto confrontaciones

conceptuales, como afirmaciones de conocimientos previos, los cuales pretendemos presentar a partir de

discutir en torno a las cuestiones que se siguen.

¿Todo acto educativo implica una institución? ¿Todo acto educativo es un acto pedagógico? ¿Toda

práctica pedagógica supone una didáctica? ¿La Didáctica existe independientemente de la Pedagogía?

¿Toda didáctica es buena? ¿Cuál es nuestro rol como docentes en la sociedad actual?

Responder a las anteriores cuestiones es el propósito de este texto, sin embargo, no en una perspectiva

exhaustiva o con deseos de presentar una respuesta definitiva a las mismas, sino buscando establecer un

debate que provoque reflexiones diversas, así como la caracterización de los conceptos citados, desde su

individualidad y desde las relaciones que se establecen entre ellos. A partir de diversas definiciones lo que

pretendemos es entender un poco más cada uno de estos elementos a fin de delimitar sus alcances e

identificar los puntos de encuentro y de distancia existentes entre ellos.

Según Bauman (2007 “Los retos actuales están golpeando duramente la esencia misma de la idea de

educación tal como se la concibió en el umbral de la larga historia de la civilización: hoy está en tela de

juicio lo invariable de la idea, las características constitutivas de la educación que hasta ahora habían

soportado todos los retos del pasado y habían emergido ilesas de todas las crisis.” (p.27)

Tratando de entender tan complejo contexto empezaremos por definir Educación; pues, en general,

cuando hablamos de Educación, hay una tendencia a conectarla con las instituciones, principalmente con

la familia, la escuela o la iglesia, pero ¿será el acto educativo un fenómeno que solo ocurre

institucionalmente o existen otras formas de ser educado? Por otro lado, es importante preguntarnos si toda
la acción educativa es inherentemente pedagógica o si existen conocimientos que se adquiere de formas

que no están directamente relacionadas con esta ciencia.

De la misma manera, cuando el tema es la Pedagogía hay una asociación casi inmediata con la Didáctica,

generando términos como pedagógico-didáctico o didáctico-pedagógico, pero al fin, ¿cuáles los límites de

conexión entre la Pedagogía y la Didáctica? ¿Cuáles son los hilos que las conectan? Y, además,

focalizándonos sólo en la Didáctica como objeto de análisis, curiosamente, en las expresiones del sentido

común de los docentes, pareciera que la misma siempre es buena, lo que se traduce en frases como: “el

compañero x tiene mucha didáctica”, “para enseñar x cosa se necesita mucha didáctica”, haciendo alusión

de lo cuánto es bueno el maestro por usarla, en el primer caso, y en el segundo caso, refiriéndose a la palabra

didáctica como un método acertado de enseñanza. Entretanto ¿cualquier didáctica es buena? ¿todo acto

didáctico es dotado de valor positivo?

Finalmente, a partir del debate generado en torno a las preguntas planteadas pretendemos caracterizar

nuestra participación en el escenario educativo formal, como educadores y educadoras que pretenden

aportar a la construcción ciudadana, brindando a nuestros estudiantes una educación pertinente y coherente,

que responda a sus necesidades y a las demandas de la comunidad, posicionándonos críticamente y

analizando nuestro aporte en este momento histórico. Es decir, la intención es identificar a partir de cuáles

conceptos nos constituimos como maestros y qué creencias están por detrás de nuestras acciones educativas,

caracterizando el rol que desempeñamos en la sociedad actual, así como, haciendo consciencia de cuáles

conceptos nos rigen en nuestro cotidiano como formadores.

¿Todo acto educativo implica una institución?

Para empezar a debatir en torno a esta pregunta necesitamos definir claramente lo que entendemos por

educación, y cómo el término será abordado en el contexto de estas preguntas y consideraciones, pues

hemos encontrado que existen varias definiciones sobre el proceso educativo de los sujetos.
La Educación es tomada aquí como cualquier influencia sociocultural que sufre el sujeto, desde el

momento que nasce hasta el momento que se muere. En la misma línea de definición que propone Vasco

(2008), la educación puede incluir desde “procesos institucionales, prácticas de saber, acciones de

diverso tipo de sujetos e intereses, además de conceptos y nociones” (p.3).

Es considerada como el proceso por el cual nos tornamos humanizados y capaces de interactuar en este

mundo. Desde la adquisición del lenguaje oral y conductas sociales de supervivencia, interacción y

socialización, hasta la construcción de competencias académicas y profesionales, la concebimos como un

proceso que nos imparte conocimientos sociales, culturales y científicos. La sociedad misma educa y la

sociedad misma es constituida de reglas y valores los cuales, muchas veces, siquiera tenemos conciencia,

pues la educación como una práctica social de auto manutención, construye un sistema de creencias que

son naturalizadas en nuestro diario vivir. Siendo tan amplio y con posibilidad de abarcar tantos aprendizajes

de categorías diferentes, el término “Educación” nos exige ser definido de forma más precisa. Nos interesa

distinguir en este contexto tres tipos de educación, la “formal” y la “no formal”, que ocurren en el interior

de las instituciones, y otra, que vamos a denominar aquí como educación “informal”, siendo aquella que

ocurre desde el momento de concepción del ser humano y en todos los espacios por donde transita.

La educación formal, es decir, los conocimientos acreditados desde métodos de enseñanza y evaluación

siempre van a depender de una institución educativa acreditada por el estado, sea ella privada o pública, en

este caso la escuela, la universidad o institutos técnicos, que den cuenta de sistematizar los contenidos a

enseñar, evaluar los resultados y validar el nivel supuestamente alcanzado en el proceso formativo. En la

educación formal se definen objetivos y métodos de enseñanza, se definen los tiempos para el alcance de

estos objetivos, se definen los desempeños que serán considerados satisfactorios para validar un título

técnico o profesional, entre otras determinaciones estructurales que son necesarias para que una institución

sea considerada de educación formal.

La educación no formal también es ofrecida de forma pedagógicamente organizada, pero no hace parte

del ciclo de educación básica y superior ofrecida por el estado; la educación no formal ocurre en

instituciones, pero no está sometida al sistema escolar o universitario. Ejemplos de educación no formal
son los cursos ofrecidos en el SENA, los múltiples cursos de computación e idiomas, las formaciones

técnicas complementarias y extraescolares.

Por otro lado, la educación informal puede ocurrir de dos maneras diferentes: a través de las instituciones

o sin ellas. En el primer caso podemos citar instituciones como la familia o la iglesia que nos imparten

valores y expectativas acerca de la conducta social que se espera ver reconocida en nosotros como sujetos

histórico-culturales, pero también otras instituciones sociales y comunitarias educan informalmente, como

es el caso de los sindicatos, las agremiaciones, entre otros grupos que se constituyen desde la

institucionalidad. En el segundo caso la educación ocurre sin la interferencia directa de una institución,

pues también nos educamos a través de la misma convivencia con otros, así como a partir del acceso a los

bienes sociales y culturales que se difunden en la sociedad. En los tiempos actuales la educación informal

ocurre a través de diversos y múltiples medios como el cine, la música, la literatura, la televisión, los

periódicos, los magazines, el internet, entre otros medios que nos forman sin que estemos efectivamente

suscritos a una institución determinada.

¿Todo acto educativo es un acto pedagógico?

El discurso construido a partir de la pregunta anterior empieza a responder la presente pregunta, pues

cuando definimos tres tipos de educación, una formal, una no formal y otra informal, empezamos a entender

que hay diferentes actos educativos, algunos mediados por las instituciones y otros no, algunos son formales

y certificables, y otros son informales y se demuestran en la actuación ciudadana. Pese lo anterior, para

complementar el razonamiento que deseamos plantear, es necesario definir también, lo que entendemos por

pedagogía, pues tal conceptualización se construye de diferentes maneras en diversos escenarios

educativos.

De acuerdo con Zuluaga (1999), la Pedagogía es una saber y una disciplina, y como tal puede ser

estudiada desde sus características históricas y conceptuales, además, la teórica afirma que “no es sólo un

discurso acerca de la enseñanza, sino también una práctica cuyo campo de aplicación es el discurso” (p.10)
Vasco (2008) la define como un saber construido históricamente, que recibe y necesita colaboración de

varias otras disciplinas:

“La pedagogía clásica y las obras de sus autores canónicos y secundarios, leídas desde distintos puntos

de vista disciplinares, como desde la filosofía, la epistemología, la historia, la antropología, la sociología,

la politología o la psicología y desde distintas ubicaciones en la práctica educativa, va configurando lo que

llamamos el campo conceptual de la pedagogía.” (p.36)

La Pedagogía entonces es concebida aquí en este espacio de discusión como la ciencia que se ocupa de

estructurar el acto educativo formal y no formal, a partir de la construcción de teorías y modelos, con el

aporte de otras áreas o ciencias humanas como la sociología, la psicología, la psicopedagogía, la

antropología, entre otras. También es importante señalar que, para nosotros, y Vasco (2008) la enseñanza

es “el objeto mayor u objeto articulador de la pedagogía. Este es el objeto más central, por ser el articulador

de los demás objetos que se mueven en el campo de la educación: maestro, escuela, aula, niño-alumno,

materia o contenido que se enseña, métodos de enseñar o formas de incitar al aprender.” (p.35)

A partir del saber pedagógico se organiza los niveles de enseñanza en la educación formal, se definen

los contenidos curriculares de acuerdo con el grado de desarrollo biológico, psicológico y cognitivo de los

estudiantes, se estructuran los objetivos, se definen niveles de desempeño para el alcance de estos objetivos,

se determinan indicadores de logro, etc. Tomamos la Pedagogía como el área del conocimiento científico

que posibilita plantear la educación formal desde diversas perspectivas conceptuales y estructurales, que

terminan por traducirse en perspectivas pragmáticas, pues las concepciones pedagógicas que cada docente

elige conscientemente, o asume de forma inconsciente se concretan en sus prácticas cotidianas de

enseñanza.

Entonces, considerando Pedagogía como ciencia pedagógica, que se designa a partir de saberes

científicos específicos, afirmamos que los actos educativos de la educación informal no tienen base en la

pedagogía, como por ejemplo la enseñanza del lenguaje oral, que es apropiado por los niños y niñas

solamente con la inserción en el medio parlante; ninguna mamá tiene un método pedagógicamente

estructurado para enseñar a hablar y aun así todos aprendimos, excepto casos de alguna discapacidad. Otro
ejemplo es el aprendizaje de las habilidades socioafectivas, más conocidas como valores: no hay un

pensamiento pedagógico que estructura el acto de aprender el respeto, la tolerancia, la perseverancia, entre

tantos; las familias, los grupos y los grupos sociales diversos los imparten de variadas y múltiples maneras,

consientes o no, y aunque se valgan de algunos de los preceptos pedagógicos, la enseñanza no es

estructurada y tampoco sistemática.

¿La Didáctica existe independientemente de la Pedagogía? ¿Toda práctica pedagógica

supone una didáctica?

En este apartado, el debate que venimos construyendo exige definir lo que entendemos por Didáctica,

delimitando sus alcances y las relaciones que establece con la Pedagogía. Para esto nos alineamos con

Vasco (2008), cuando dice que la Didáctica es un saber específico de la Pedagogía que se ocupa de estudiar

los métodos de enseñanza, y, siendo así, concluimos que no existe fuera del saber pedagógico.

Adicionalmente nos interesa aclarar que la práctica pedagógica no es lo mismo que pedagogía, y que,

además, no toda y cualquier práctica pedagógica implica una didáctica: la forma como saludamos a los

estudiantes hace parte de nuestra práctica pedagógica, pero no exige una estructuración didáctica.

La Pedagogía propone diversos modelos para pensar los fines y medios de la educación formal, así como

reflexiona sobre el tipo de ser humano que deseamos formar y el tipo de sociedad que se constituye con

este ciudadano. Es la ciencia responsable por estipular qué tipo de contenidos deben estar relacionados a

determinados cursos; define cuánto tiempo se debe dedicar a cada disciplina; explica las diferentes posturas

teórico-metodológicas que puede asumir el docente en clase; establece modelos interpretativos de prácticas

que construyen un estudiante pasivo o activo; define líneas de acción democráticas o autoritarias. En fin, la

pedagogía no propone medios prácticos para enseñar, pero las ideas que acogemos de ella definen nuestra

práctica pedagógica, pues establecen las posturas que vamos a asumir en nuestro cotidiano como docentes.

Las ideas pedagógicas que acojamos van a definir si en nuestra práctica vamos a dictar la clase, explicar el

contenido o si vamos a construir conocimiento. Las ideas pedagógicas que tengamos definen si asumimos
la responsabilidad de conducir el aprendizaje de los contenidos o si nos presentamos en la escena

pedagógica como los mediadores de un proceso de construcción. Es decir que las ideas y modelos

pedagógicos que asumimos como verdades, de forma consciente o no, se traducen en nuestra práctica de

enseñanza, determinando el tipo de posturas, comportamientos y didácticas adoptadas por nosotros.

La didáctica va a definir la manera como cada docente operacionaliza en el salón de clases el momento

de impartir nuevos conocimientos, o, dicho en otras palabras, la manera por la cual el docente enseña cada

contenido constituye su didáctica. Los lineamientos didácticos que cada maestro asume determinan

métodos y recursos: si se va a usar solamente el tablero y la voz, si se va a proponer trabajo en grupos, si

se va a realizar un origami o redactar un texto colectivo con los estudiantes.

La didáctica va a definir la manera como cada docente operacionaliza la enseñanza en el salón de clases,

y si bien la didáctica está presente en la práctica pedagógica, no la abarca totalmente. Por ejemplo, la

didáctica no está presente en las relaciones que establezco con mis estudiantes, sin embargo, estas también

constituyen mi práctica pedagógica.

¿Toda didáctica es buena?

Desde nuestra experiencia de 30 años actuando en instituciones educativas y acompañando docentes,

podemos afirmar que el sentido común de los docentes asume la idea de que toda didáctica es buena, o

entonces, que si hay didáctica la enseñanza es buena. En cierta ocasión estábamos en conversación con una

docente, y al solicitarle que describiera su didáctica de clase nos miró avergonzada y dijo: “yo no tengo

didáctica”, pese a que todos los días entraba a su salón y desarrollaba su clase.

Primeramente, nos interesa plantear la existencia de la didáctica en cualquier acto de enseñanza formal

y no formal; aunque el método de enseñanza se constituya en tablero y cuaderno, ahí existe una Didáctica.

En segundo, es importante tener en cuenta que esta didáctica está directamente relacionada con nuestras

experiencias como docente, nuestras vivencias como estudiantes, las concepciones sobre el aprender y el
enseñar que hemos asumido como docentes, además del tipo de público a que se dirige la didáctica y el

conocimiento disciplinar que tengamos acerca de los contenidos a enseñar.

De esta manera, queremos plantear que no toda didáctica es buena, pues en ocasiones se presentan vacíos

de recursos, en otras, vacíos de métodos apropiados. Aunque parezca cruel, el docente puede estar prestando

un mal servicio al estudiante, justamente si aplica una didáctica inadecuada, que no considera de forma

articulada todos los aspectos necesarios para la generación de aprendizajes. Por otro lado, llenarse de

técnicas y recursos no garantiza una didáctica apropiada, que responda las necesidades de aprendizaje de

los estudiantes y que facilite la adquisición del conocimiento, pues muchas veces los recursos son muchos,

pero son mal aplicados, concibiendo una mala didáctica.

¿Qué retos debemos afrontar para ser respuesta a las necesidades de los estudiantes y de la

sociedad?

Ser docente en la sociedad actual no ha sido tarea fácil debido a la complejidad y dinamismo del

momento histórico en el que vivimos. Los valores y los conceptos cambian de manera muy rápida y abrupta,

generando conflictos y resistencias que de alguna manera han afectado el fenómeno educativo. Impartir una

educación que sea coherente, pertinente y eficiente es un reto, y exige que el docente sea un cuestionador

y un investigador permanente de la propia práctica, de la sociedad y de los procesos de los estudiantes.

Un docente del siglo XXI necesita estar en constante reflexión acerca de su rol y del servicio que presta

a la sociedad, necesita construir consciencia acerca de las teorías y concepciones que rigen sus

deliberaciones y acciones prácticas. Necesita ser un experto en didáctica, buscando alternativas para

garantizar el derecho al aprendizaje que poseen todos y cada uno de los estudiantes, independientemente

de sus condiciones de origen.

Cada momento requiere unas decisiones diferentes, cada estudiante es un mundo particular, y cada

contenido tiene diversas formas de ser construido, así que enseñar a leer y a calcular va mucho más allá de

pasar un texto y unas preguntas en el tablero, seguidos de unas palabras para separar las sílabas y unos
algoritmos de suma y resta. Enseñar exige apropiación del contexto en el cual se actúa y sobre todo una

visión crítica de su quehacer, pues enseñar exige un cuestionamiento constante acerca de los contenidos,

las posturas que asumimos.

Por un lado, están los contenidos y por el otro está nuestra mediación pedagógico-didáctica, es decir, las

razones que nos llevan a seleccionarlos, la importancia que les damos, así como la forma por la cual

posibilitamos la aproximación e interacción con estos contenidos. En otras palabras, lo que se pretende

afirmar es que la misma malla curricular puede ser impartida de formas muy diversas por cada docente,

dependiendo de su postura política en el mundo, dependiendo de sus ideales, de su compromiso, de su

intelectualidad, de su creatividad, de sus condiciones laborales y de los recursos a los cuales tiene o no

acceso.

Ser un docente que responda a las demandas de la actualidad no es solo una cuestión de voluntad propia

y superación, exige una serie de competencias y condiciones que tanto la formación disciplinaria como la

estructura logística de la educación no han podido garantizar, sin embargo, desde el compromiso individual

que asumamos como docentes podemos ser elementos transformadores de nuestra misma práctica y

provocadores de reflexiones acerca de nuestro entorno pedagógico-didáctico.

Consideramos importante decir que, a pesar de definir el rol del docente desde su acción pedagógica y

didáctica, y sobre todo porque ponemos énfasis en la segunda, no consideramos el docente como un

operador didáctico, que solo debe preocuparse con los tecnicismos de la educación. Más allá de adaptarse

a la sociedad cambiante y adoptar métodos que respondan a ella, somos retados como docentes a cuestionar

el statu quo, criticando la mercantilización de la educación, haciendo resistencia a las violencias que comete

la escuela y también la sociedad con los ciudadanos, además de problematizar el modelo social y cultural

en el cual estamos inseridos, generando construcciones dialécticas acerca de ello.


Conclusión

Nuestra intención fue delimitar en el texto los conceptos de Educación, Pedagogía y Didáctica, así como

explicitar el rol que consideramos nuestro deber asumir como docentes que interactuamos y aplicamos estos

conceptos, cotidianamente, en la sociedad actual. Además, también nos pareció importante expresar algunas

preguntas que se formularon en el proceso de estudio de dichos conceptos, y que una manera o de otra se

presentaron aquí como forma de hilar el razonamiento planteado.

Designamos educación en el texto a partir de tres categorías distintas, cuales son la educación formal,

la no formal y la informal. La educación formal es considerada aquí como el proceso formativo instituido

y definido por el estado, apoyado en la historia y experiencia nacional, pero que también tiene en cuenta

los debates y acuerdos que definen acerca de lo que se ha considerado ideal en términos de educación, a

nivel mundial; en Colombia la educación formal se constituye de educación inicial, básica y superior. La

educación no formal se constituye como el proceso formativo que se adquiere fuera de las instituciones

educativas oficiales, en cursos extraescolares, como computación, idiomas, etc; en general la educación no

formal también está pedagógicamente estructurada, teniendo definidos sus propósitos, fines y medios, pero

no es considerada obligatoria y no siempre está conectada con la enseñanza de saberes intelectuales básicos;

en general la educación no formal se ocupa de saberes específicos y técnicos. La educación informal es

concebida como la formación que se recibe en todos los momentos de la vida, de manera prácticamente

inconsciente; la educación informal abarca desde las enseñanzas que se reciben al interior de las familias,

hasta lo que nos transmiten los medios de comunicación y la convivencia social.

Tomando la escuela como escenario de análisis de la práctica pedagógica podemos afirmar que la

Pedagogía nos aporta con la base para pensar los asuntos estructurales de la educación formal, como, por

ejemplo, definir qué tipo de contenidos vamos a impartir, desde cuáles perspectivas nos interesa abordar

este contenido, con cuáles propósitos y objetivos. La Didáctica nos apoya para decidir acerca de cuáles

enfoques metodológicos vamos a aplicar, si interactivos o conductistas, si emancipadores o limitantes; la

didáctica nos da base para deliberar acerca de las estrategias, métodos y recursos que aplicaremos para

efectivar la enseñanza. Para concluir la definición de términos y siendo consecuente con los planteamientos
anteriores, conceptuamos la didáctica como la ciencia que se encarga de estudiar la manera de

operacionalizar algunas directrices pedagógicas, es decir que está subordinada a la Pedagogía, y no tiene

existencia científica fuera de ella, pues necesita de elementos como el contenido, los objetivos, los niveles

educativos, entre otros, para existir. Además, también consideramos que la didáctica no abarca

completamente la práctica pedagógica, pues existen muchas actuaciones docentes que no están

fundamentadas en una estructuración didáctica, a pesar de que hacen parte de su práctica pedagógica.

Considerando la educación formal como el ámbito en el cual estamos inseridos como docentes; tomando

la Pedagogía como la ciencia que se encarga de estudiar las teorías y los métodos que circundan la educación

formal; y definiendo Didáctica como la ciencia que operacionaliza la mayoría de las determinaciones

pedagógicas, establecemos el perfil del docente que queremos ser como aquel que investiga su quehacer

pedagógico y cualifica su didáctica permanentemente, considerando su contexto y su sociedad. Nuestro

ideal es ser un docente que no se conforma con lo que está puesto, sino que cuestiona lo natural y busca

una razón ética para su acción de enseñar.

Ser docentes, en esta época, nos invita a un proceso constante de aprendizaje e investigación, de

cuestionamiento crítico de si mismo, del otro, del sistema, de los métodos, de los resultados esperados,

proyectados y alcanzados. Nada es estable para la profesión del docente en el momento actual, las certezas

y las verdades no existen; nada es definitivamente cierto, nada está establecido y claro en la educación.

Lo que exige la actualidad de nosotros los docentes es que afrontemos con disposición, con coraje, pero

sobre todo con criterio, las diversas facetas del acto de enseñar y sus implicaciones, cuestionando

incesantemente, incluso, la imagen que construimos acerca de aquello que consideramos ser nuestro rol

como educadores.
Referencias bibliográficas

Bauman, Z. (2007). Los retos de la educación en la modernidad líquida. Barcelona, España, Gedisa.

Vasco Uribe, C. E., Martínez Boom, A. y Vasco Montoya, E. (2008), Educación, pedagogía y didáctica.
Una perspectiva epistemológica. En G. Hoyos Vásquez (Ed.), Filosofía de la Educación (Enciclopedia
Iberoamericana de Filosofía, vol. 29, pp. 99-127), Madrid, España. Editorial Trotta-Consejo Superior de
Investigaciones Científicas CSIC.

Zuluaga, O, (1999), Pedagogía e historia. Anthropos, Santa Fe de Bogotá, Colombia, Editorial


Universidad de Antioquia – Siglo del hombre editores.

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