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Apuntes de Filosofía de 1º de Bachillerato

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APUNTES DE FILOSOFÍA DE 1º DE BACHILLERATO. Profesora Alicia León Ceano-Vivas.

LA FILOSOFÍA. SU NECESIDAD Y SENTIDO. SU ORIGEN. LA RELACIÓN CON OTROS SABERES

Contenidos:

1. ¿Qué es la Filosofía?
2. Características del saber filosófico.
3. Funciones de la filosofía.
4. Orígenes: el paso del mito al logos. Factores que hicieron surgir la Filosofía.
5. La relación entre Filosofía y otros saberes como la Religión y la Ciencia
6. Sobre el contenido de la Filosofía: los interrogantes kantianos.

Etimológicamente “Filosofía” significa amor, tendencia o búsqueda de la sabiduría. La Filosofía


surgió en la antigua Grecia, en las colonias jonias de Asia menor (en el territorio actual de
Turquía), en torno al siglo VI a. C. Una tradición atribuye el invento de la palabra a Pitágoras, el
cual al ser preguntado por el rey León, sobre cuál era su profesión, contestó que era “filósofo”.
En Grecia, el “sophós” era el sabio, pero Pitágoras se definió solamente como un mero
buscador de la sabiduría. Para los griegos, la sabiduría- “sophía”- englobaba un saber teórico y
práctico, ya que por un lado se ocupaba de la verdad, de lo que podemos conocer; y por otro,
de la búsqueda de la felicidad y de la vida buena para el ser humano conforme a la virtud o
areté, la excelencia del buen ciudadano, gracias a la razón.

La Filosofía responde a la necesidad humana de intentar llegar a tener una idea global del
mundo y de la vida, de nosotros mismos, para poder orientar nuestra acción práctica, ética y
política. Más que un saber completo y acabado, es una actividad del pensamiento, de nuestra
razón, que trata de integrar todo el conocimiento que poseemos sobre la realidad y el ser
humano.

Las características del saber filosófico:

La Filosofía frente a otros saberes, como los de las ciencias, es un saber global, no
especializado en su objeto de estudio. Es un saber de 2º grado que trata de integrar todas las
aportaciones a partir de la razón y la experiencia: el conocimiento de primer grado, de las
diferentes ciencias y las respuestas de los filósofos, incluidos los del pasado, a los
interrogantes filosóficos sobre la verdad, la ética, la política, el ser humano etc.

Se trata de un saber radical porque llega hasta las últimas preguntas, las raíces de nuestro
conocimiento, las que se refieren al sentido global de la existencia: ¿cuál es el sentido de la
vida y de la muerte?, ¿por qué existimos? ¿cuál es el origen del universo? ¿es la realidad
racional o absurda? ¿cuál es el origen y el fin del ser humano? ¿somos el producto del azar o
hay algún orden preestablecido? ¿hay algo más allá de la muerte?

También se interroga sobre los fines y los valores que debemos perseguir: ¿cuál es el máximo
bien en la vida? ¿en qué consisten la felicidad, la justicia, la libertad…? ¿Tiene la historia de la
humanidad algún sentido? ¿por qué existen el dolor y el mal en el mundo?, ¿en qué consiste
“saber vivir”? ¿qué debemos hacer?

Y por último, la Filosofía se pregunta sobre la verdad y la certeza: ¿qué podemos llegar a
conocer? ¿Tiene algún límite la razón humana? ¿cuáles son las fuentes del conocimiento?

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El ser humano siempre ha buscado respuesta a esas preguntas. En realidad, todos somos
filósofos. Ya desde niños siempre estamos preguntando el porqué de todo.

La filosofía pretende ser una reflexión crítica e independiente, liberadora de los falsos
prejuicios y del dogmatismo. Según Aristóteles, la actividad filosófica tuvo su origen en la
admiración o la perplejidad ante la realidad que fue lo que impulsó la necesidad de pensar y de
buscar un orden racional para poder orientarnos. Esa misma necesidad fue el origen de los
mitos y de la religión, pero a diferencia de ellos, la Filosofía intenta hallar sus respuestas en las
causas naturales o sociales, sin recurrir a nada oculto o sobrenatural. Por eso, la Filosofía, se
considera un saber racional, que no es sólo opinión o creencia. La Filosofía surgió como
superación del mito. Si el mito era un saber acrítico, dogmático, que recurría a la autoridad de
los antepasados y a la tradición como único fundamento, la filosofía se basa solo en la razón y
en la experiencia comunicable, y como sucede en el saber científico, también está abierta a la
crítica. No se conforma con imaginar cómo son las cosas; quiere averiguar las causas reales de
las cosas y las relaciones que hay entre los acontecimientos. Los filósofos griegos partieron del
supuesto de que en la realidad hay un orden racional y objetivo que la razón humana puede
descubrir.

En la búsqueda de la verdad no han faltado nunca las discrepancias. Por eso no puede hablarse
de una sola filosofía, sino de muchos pensamientos filosóficos. Precisamente, por la falta de
dogmatismo, la Filosofía nace como un diálogo racional abierto a todos, que ya ha durado más
de 2500 años y que aún hoy continúa. Sin embargo, los problemas filosóficos de los que se ha
ocupado la Filosofía, han sido siempre los mismos.

Funciones de la Filosofía:

¿Para qué sirve la Filosofía?

a) Para integrar todo el conocimiento sobre la realidad y nosotros mismos.


b) Para orientar la acción humana desde un punto de vista ético y también político.
c) Para enseñar a pensar por uno mismo y desarrollar el sentido crítico y la capacidad de
razonar.
d) Para desenmascarar los prejuicios.
e) Para descubrir el valor de la reflexión y del diálogo racional con los demás, para
intentar hacer un mundo más justo y en paz.
f) Para liberarnos como personas y aprender a vivir una vida humana en la que podamos
aprender por la reflexión.

Orígenes de la Filosofía: el paso del mito al logos. Factores del nacimiento de la Filosofía:

La Filosofía surgió como superación del pensamiento mítico. Los mitos eran unos relatos
nacidos de la imaginación humana, que servían para explicar los fenómenos naturales, para
justificar el orden social existente, y para dar ejemplo moral a los jóvenes. Sus protagonistas
eran dioses que eran la personificación de las fuerzas de la naturaleza, (como Helios, el dios del
sol, Gea, la diosa tierra, Poseidón, el dios del mar etc.) y de las experiencias humanas más
importantes, como el amor, Afrodita o la guerra, Ares). Los dioses eran muy parecidos a los
seres humanos en sus pasiones, se enamoraban, mostraban su enfado, tenían celos… pero se
diferenciaban de nosotros por ser inmortales y estar dotados de poderes sobrenaturales.
Además de los dioses, en los mitos había héroes y humanos, como protagonistas. Todos
estaban sujetos a la necesidad del destino. Los mitos utilizaban imágenes y símbolos, más que

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conceptos. Están en conexión con una mentalidad mágica y pre-racional, que usaba rituales y
sacrificios para influir en la voluntad de los dioses.

La Filosofía nació en el siglo VI a. C. en las colonias griegas de la Jonia en Asia menor y en la


Magna Grecia, en las colonias griegas del sur de Italia. Estas colonias eran puertos de mar
abiertos a la influencia cultural de gente venida de todas partes. Había una gran prosperidad
económica por el desarrollo comercial, y un ambiente de libertad intelectual, ya que no había
una clase sacerdotal poderosa que pudiera velar por la ortodoxia, como sucedió en otras
civilizaciones, como la egipcia, por ejemplo. Esto permitió a los primeros filósofos criticar la
creencia tradicional de los mitos al comprobar que éstos eran diferentes en cada polis, por lo
que no podían ser la explicación verdadera del orden de las cosas. Tantas respuestas distintas
dieron lugar a la duda: ¿quién tiene razón?

Los filósofos griegos fueron los primeros en pensar que podía haber un orden racional en el
cosmos, en la propia naturaleza, que la razón humana podía descubrir, sin necesidad de
recurrir a causas sobrenaturales, como la voluntad caprichosa de los dioses. Los mitos eran un
saber acrítico, infundado e indemostrable. Sólo se basaba en la autoridad de los antepasados:
“así me lo contó mi abuelo”. Jenófanes de Colofón, uno de los primeros filósofos llegó a decir:
“Los etíopes imaginan a sus dioses negros y con la nariz chata. Los tracios, con los ojos azules y
pelirrojos. Si los bueyes tuvieran dioses, los imaginarían semejantes a ellos”.

Se puede afirmar que la Filosofía y la Ciencia, como saber racional, nacieron en ese momento
gracias a los filósofos griegos. El pensamiento racional se basa solo en la observación de la
naturaleza y en la reflexión racional. No recurre a causas sobrenaturales. Utiliza más los
conceptos que las imágenes y los símbolos. Busca un orden en la propia naturaleza y se basa
en causas naturales para sus explicaciones, confiando sobre todo en la razón. Los primeros
filósofos, anteriores a Sócrates, se ocuparon sobre todo de tratar de hallar unos primeros
principios o “arjés”, para explicar la diversidad de los seres naturales y el cambio o devenir en
la naturaleza. A partir de Sócrates, en el siglo V a. C. en Atenas, se dará el giro antropológico
que llevará a la Filosofía a ocuparse de los temas referentes al ser humano, y a los problemas
de tipo ético y político.

La relación entre la Filosofía y otros saberes como la Ciencia o la religión:

Podríamos tener la tentación de afirmar, que puesto que la ciencia es también un saber
racional, tal vez la Filosofía esté de más, y sea solo el residuo de algo “antiguo”; tal vez, del
mismo modo que el saber filosófico sustituyó al mito: ¿la ciencia también podría sustituir a la
filosofía? Así, consideraríamos que la ciencia es la única autorizada para hablar objetivamente
sobre la realidad, el mundo físico, el universo en su conjunto; los seres vivos, incluido el ser
humano, la sociedad… Entonces la Filosofía estaría de más. Por otra parte, también desde la
religión se intenta resolver algunos de los interrogantes referidos al sentido de la vida, si hay
otra vida después de esta… el origen del mal, lo que está bien moralmente etc.

Como ya dijo Kant, “mientras haya hombres seguirá existiendo la filosofía” porque la exigencia
de sentido es algo connatural a nuestra razón. Necesitamos saber a qué atenernos,
necesitamos pensar sobre la realidad y sobre la existencia. También señaló Sócrates que la
vida sin reflexión no merece la pena vivirla. Tanto la Filosofía como la Religión o la Ciencia son
productos de la cultura. Podemos pasar a ver lo que tienen en común y en qué se diferencian:

Filosofía y Ciencia: ambas son saberes racionales por oposición a la Religión que es creencia. La
Filosofía se distingue de la Ciencia en que es un saber de 2º grado. Cada ciencia particular,

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como saber de primer grado, tiene como objeto de estudio una parcela concreta de la
realidad, por ejemplo: la astronomía estudia los astros; la biología los seres vivos; la geología,
las rocas y los minerales etc. En cambio, la Filosofía es una reflexión global que pretende
integrar todo el conocimiento sobre la realidad y sobre el ser humano, para orientar la acción
desde un punto de vista ético y político. Para ello tiene en cuenta el conocimiento científico de
su época. Si la Ciencia moderna pretende sólo saber cómo funciona el mundo para poder
controlarlo y ponerlo al servicio de las necesidades humanas, entonces de la ciencia se derivan
preocupaciones tecnológicas. En cambio, de la Filosofía, al ser un saber global y radical que
llega hasta las últimas preguntas (como las que se refieren al sentido de la existencia), lo que
se derivan son cuestiones éticas, relativas a cómo debemos actuar.

En cualquier caso, por ser la Filosofía y la Ciencia, las dos saberes racionales, siempre serán
criticables y nunca serán un saber completo y cerrado, sino que siempre estarán en continua
elaboración a lo largo del tiempo. Además, por buscar un tipo de certeza objetiva en lo que
afirman, nunca recurrirán a lo sobrenatural para fundamentar sus conclusiones, sino que se
basarán sólo en la experiencia común y en la razón.

Filosofía y Religión: lo que tienen en común es que ambas tratan de contestar a las cuestiones
relativas al sentido de la existencia, el problema del mal… y las preocupaciones de tipo ético.
Pero, la Religión es un saber dogmático, no criticable, que nace de la fe de los creyentes, y se
basa a menudo en una verdad revelada por Dios. La religión transciende las fuentes comunes
del conocimiento humano que son la experiencia, a partir de los datos de los sentidos, y la
razón. La religión recurre a lo sobrenatural en sus explicaciones, como antes lo hizo el mito.
Por ello, no puede pretender una certeza objetiva, válida para todos, y es sólo creencia y no
saber racional. Entre un creyente y un no creyente no cabe entendimiento posible o acuerdo.

Los interrogantes kantianos:

Kant afirmó que la Filosofía se ocupaba de responder a las siguientes preguntas:

1. ¿Qué podemos conocer? En esta pregunta se incluye la preocupación por la verdad y


la certeza. La cuestión relativa a los límites del conocimiento humano.
2. ¿Qué debemos hacer? Aquí quedan incluidas las cuestiones éticas y políticas.
3. ¿Qué nos cabe esperar? A esta pregunta se puede responder, tanto con cuestiones
relativas a la existencia de Dios y una vida tras la muerte, como con una filosofía de la
historia que analice el porvenir de la humanidad en este mundo.
4. ¿Qué es el hombre? En cualquier caso, Kant dijo que la respuesta a los interrogantes
anteriores dependía de la respuesta que diéramos a esta última pregunta, que
pretende analizar el conocimiento que tenemos de nosotros mismos.

Para el resto del curso, vamos a analizar estos interrogantes de Kant: en el primer trimestre, el
problema filosófico del ser humano. En el segundo trimestre, el problema de la verdad y el
conocimiento humano. También el aprendizaje de la lógica (aristotélica y proposicional) como
ciencia que estudia las reglas del razonamiento correcto. En el tercer trimestre, el problema de
la ética, el de la política y el problema de la existencia de Dios.

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PRIMERA PARTE: EL SER HUMANO COMO SER NATURAL Y CULTURAL

Contenidos:

1. El ser humano como ser natural: la teoría evolucionista y sus consecuencias filosóficas
2. Principales diferencias entre las teorías del fijismo creacionista y el evolucionismo.
3. Las teorías evolucionistas: Lamarck, Darwin, el mutacionismo y el neo-darwinismo o
teoría sintética.
4. Consecuencias filosóficas del evolucionismo.
5. Antropogénesis: los procesos de hominización y de humanización.
6. Principales características de la especie humana de tipo físico y psicológico.
7. El ser humano como ser cultural: la inmadurez biológica (carencia de instinto
desarrollado) y la necesidad del aprendizaje cultural.
8. Definición y análisis de conceptos como: cultura y civilización.
9. El proceso de la socialización: etapas (primaria, secundaria, resocialización) y agentes.
10. Principales actitudes frente a la diversidad cultural en la sociedad multicultural de
hoy: el etnocentrismo, el relativismo cultural, el universalismo.
11. Los factores del cambio cultural

Hoy en día para la comunidad científica parece un hecho incuestionable que el ser humano es
un producto más de la evolución biológica. Científicamente se admite que la vida ha ido
evolucionando, a lo largo de millones de años, siguiendo unas pautas de organización y
complejidad crecientes, desde los seres más sencillos, los unicelulares, hasta la aparición de los
homínidos. Sin embargo, esta admisión generalizada es relativamente reciente, ya que durante
siglos la teoría que prevaleció fue la teoría fijista basada en el Creacionismo bíblico, que
afirmaba que todas las especies de seres vivos habían sido creadas de forma independiente
unas de otras. Así Linneo, en el siglo XVIII afirmaba: “la razón invita a pensar que, al principio
de todas las cosas, fue creada para cada especie, una sola pareja, que son los antepasados de
todos los seres vivos actuales”.

Todavía en el siglo XIX, Georges Cuvier interpretaba la sucesiva aparición y desaparición de


fósiles como el resultado de diversas creaciones sucesivas, después de cada cataclismo
universal (como ocurre en el diluvio universal que narra la Biblia). Con una sola creación, o
admitiendo varias, la invariabilidad de las especies, era la opinión aceptada mayoritariamente.

Las ideas evolucionistas parten de la constatación de que existen numerosos rasgos comunes
que persisten a través de las diferentes especies, lo cual permite hablar de una unidad en la
diversidad de los seres vivos. El problema sería, entonces, explicar las variaciones entre las
especies y descubrir las causas que han ido modificando y separando gradualmente las líneas
genealógicas para poder dar cuenta de la diversidad de las especies que tenemos hoy.

1ª teoría de la evolución: Lamarck

El primer científico que propuso una teoría de la evolución fue el naturalista francés Jean-
Baptiste Lamarck (1744-1829). Para explicar el proceso evolutivo, Lamarck recurrió a dos leyes:

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a) La función hace el órgano: si un órgano se usa con frecuencia tenderá a desarrollarse y
a perfeccionarse; por el contrario, si no se utiliza, se debilitará y acabará por
desaparecer.
b) La transmisión de los caracteres adquiridos: los cambios adquiridos por una especie o
individuo, se transmitirán como herencia a sus descendientes.

Para ilustrar sus hipótesis, Lamarck recurrió a varios ejemplos: el cuello de la jirafa que se iría
estirando progresivamente al tener que alimentarse de las hojas de los árboles; y la vista del
topo que se debilitó por vivir en la oscuridad.

La teoría de Lamarck no ha resistido la comprobación empírica, porque no es cierto que los


caracteres adquiridos por un individuo se transmitan hereditariamente.

2ª teoría: la Selección natural de Charles Darwin

El naturalista inglés Charles Darwin (1809-1882) publicó en 1859 el origen de las especies y en
1871 el origen del hombre en donde formulaba su tesis fundamental: el conjunto de las
especies animales y vegetales, incluido el hombre, proceden de otras especies anteriores.

Para explicar este proceso evolutivo formuló la ley de la selección natural, basada en la lucha
de las especies y de los individuos por la vida, y en la supervivencia de los más aptos.

La lucha por la vida perpetúa las variaciones ventajosas, ya que los individuos débiles o menos
aptos resultan eliminados, y solo los más aptos sobreviven y se reproducen. La suma de estas
pequeñas variaciones ventajosas, producidas a lo largo de períodos muy largos de tiempo, es
la que ha dado lugar a la variedad de especies. En el ejemplo de la jirafa, algún antepasado
anterior, que había nacido con más estatura fue el que sobrevivió en la lucha por la vida,
cuando empezó a escasear el alimento a ras de tierra. Ese antepasado ya había nacido así; no
fueron los esfuerzos por alcanzar las hojas los que lo llevaron a desarrollar ese largo cuello.

Darwin sabía que los caracteres adquiridos no se transmiten hereditariamente. Hoy sabemos
que para explicar cómo puede surgir la diversidad de especies, es necesario contar con los
cambios o mutaciones genéticas que son los que se heredan, como descubrió más tarde Hugo
de Vries. Darwin reconoció la importancia de este problema aunque no supo darle solución, a
pesar de que en su época, Gregor Mendel ya había descubierto las leyes de la herencia a partir
de sus experimentos con los guisantes, pero el trabajo de este fraile solo se valorará en el
siguiente siglo.

3ª fase: la teoría sintética

Esta es la teoría que se defiende hoy. Se llama teoría sintética porque unifica la teoría de
Darwin de la selección natural con otras aportaciones como: las leyes de la herencia de
Mendel y los trabajos de Hugo de Vries sobre las mutaciones, los estudios sobre el ADN de
Watson y Crick, los de Severo Ochoa, sobre el ARN, y los trabajos sobre la genética de
poblaciones. Hay acuerdo general en que la evolución se debe tanto a la selección natural
darwiniana como a las mutaciones genéticas. Las mutaciones genéticas producidas al azar, son
las causantes de las características ventajosas que harían a los individuos más aptos en la lucha
por la vida permitiendo su supervivencia y la transmisión a sus descendientes. Lo que quedaría
descartado es la herencia de los caracteres adquiridos de Lamarck.

CONSECUENCIAS FILOSÓFICAS DEL EVOLUCIONISMO

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1) Revisión del lugar del hombre en la naturaleza: En la teoría fijista la especie humana
ocupaba un lugar especial con respecto a las demás especies de animales. Incluso en la
tesis creacionista de tipo religioso, se decía que el ser humano estaba hecho a imagen y
semejanza de Dios, porque está dotado de inteligencia y voluntad libre. Era el ser más
perfecto de la Creación, con un alma espiritual inmortal, era el rey de la Creación. Sin
embargo, desde la posición evolucionista, el hombre pasa de ser el rey de la creación, a ser
un producto más – y tal vez no el último – de la evolución natural, que lucha por sobrevivir
como las demás especies de los seres vivos. Ya no hay un corte radical entre el hombre y
los demás seres vivos. Por eso, se ha dicho del darwinismo, que era una de las heridas al
narcisismo humano, como lo fue también el heliocentrismo de Copérnico por hacer que la
Tierra, el hogar del hombre, ya no fuera el centro del universo, sino un planeta más que
giraba alrededor del sol.
2) El problema mente – cuerpo: desde el darwinismo tampoco parece necesario hablar
del alma, ¿es el hombre sólo materia altamente organizada? ¿Podemos seguir hablando de un
principio espiritual – de un alma – distinta de esa materia? Frente al dualismo que distingue
cuerpo y alma, el monismo materialista afirma que la materia es lo único existente. La
conciencia sólo es una función del cerebro, y los procesos psíquicos se pueden reducir a su
causa física, a fenómenos físicos. ¿En qué momento de todo el proceso que conduce desde los
homínidos hasta nosotros, nos habría Dios distinguido con un alma? ¿el Australopithecus? ¿el
homo habilis? ¿el Neandertal? ¿sólo el cromagnon, por ser nuestra especie? Pero, si no hay
nada espiritual en nosotros ¿qué es más correcto afirmar: “tenemos un cuerpo” o “somos un
cuerpo”? Desde la religión, en el momento actual, ya que en el siglo XIX se rechazó el
darwinismo, se acepta como hipótesis esta teoría para explicar cómo pudo formarse nuestro
cuerpo, por evolución a partir de los homínidos, pero se insiste en que el alma procede
directamente de Dios. La teoría del diseño inteligente es la versión moderna del creacionismo
religioso y sostiene que nuestra especie no existe por casualidad, sino que estaba prevista su
aparición en el plan divino que está detrás de todo el proceso de la evolución natural.
3) ¿Finalismo determinista o puro azar? Podemos preguntarnos si la evolución responde a un
plan inteligente y prefijado de antemano (tal vez a un plan divino) o si, por el contrario, se
ha producido por azar, a partir de la acumulación de mutaciones favorables a la
adaptación al medio, como causa de la diversificación de las especies. Esto fue lo que
sostuvo Darwin, al afirmar que la selección natural no actúa de forma consciente, no
persigue ningún fin, ya que la selección natural no es la causa, sino la consecuencia de las
variaciones. (De las mutaciones genéticas producidas al azar). ¿Se puede afirmar que
nuestra especie es la más perfecta? Sí tenemos un sistema nervioso más complejo que las
demás especies, pero eso ¿nos convierte en los mejores? Las bacterias continúan
predominando y constituyen la forma de vida con el mayor número de especies y la mayor
distribución en todo el planeta. ¿Acaso se extinguieron los invertebrados, cuando
aparecieron los vertebrados? ¿o los peces cuando lo hicieron los reptiles? Los
invertebrados y los peces siguieron evolucionando y diversificándose. Hemos de
representarnos la vida no como una línea unidireccional, sino como un árbol frondoso,
donde tal vez no tiene ningún sentido suponer que una ramita terminal, como es el ser
humano, tenga que ser la meta de toda la evolución. Los dinosaurios que sí se
extinguieron, estaban adaptados a su medio, tan perfecta o imperfectamente como lo
podamos estar nosotros. En cualquier caso, nos resulta imposible saber el final de todo el
proceso, porque como en cualquier saber racional, sólo podemos conocer con certeza
objetiva desde la experiencia y esta se da en el tiempo.
4) Pruebas objetivas de la teoría evolucionista: aunque es imposible reproducir en
un experimento controlado en un laboratorio todo el proceso evolutivo, ya que este ha
durado millones de años, sí hay algunas pruebas a favor el evolucionismo: por ejemplo, las
pruebas anatómicas. Las extremidades de los mamíferos son homólogas en distintas
especies porque tienen la misma estructura, aunque han de servir para funciones tan

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diversas como volar, correr o nadar. Esto es así porque son estructuras heredadas de
antepasados comunes. O los órganos vestigiales (como el apéndice en el ser humano) algo
que ha permanecido de nuestro pasado evolutivo. Órganos atrofiados y sin función alguna,
homólogos de otros desarrollados normalmente en especies anteriores. O las fases de
desarrollo embriológico comparando especies distintas, por ejemplo el corazón de un feto
humano con una estructura exacta al corazón de un pez. Hay repeticiones inexplicables si
no admitimos un origen común a los organismos. También hay pruebas biogeográficas: las
observaciones de Darwin sobre la diversidad de especies de pinzones y de tortugas en las
islas de los Galápagos. Los endemismos que no pueden hallarse sino en esas islas, que se
explicarían por haber evolucionado de forma independiente en esos lugares a partir de
especies antecesoras comunes. Asimismo hay pruebas paleontológicas de formas fósiles
intermedias entre distintas especies y, finalmente pruebas de tipo genético que revelan el
parentesco entre todos los seres vivos. Por ejemplo, compartimos el 99 por ciento de los
genes con los chimpancés.
5) Consecuencias de tipo ético: En la evolución se pueden distinguir tres etapas: la etapa pre-
biológica que estudia el paso de la materia inerte hasta que aparecen las primeras células; la
etapa biológica que va desde los primeros organismos vivos unicelulares hasta la aparición del
ser humano; y por último la etapa pos- biológica en la que asistimos a la posibilidad de la
modificación artificial de la evolución por la intervención humana. Manipulación genética,
clonación, ingeniería genética etc. Las agresiones contra el medio ambiente están modificando
el proceso natural. Paradójicamente, el último producto de la evolución podría poner en
peligro todo el futuro de la vida sobre la tierra. Desde el punto de vista ético tenemos una
responsabilidad y debemos evitarlo. Otra consecuencia es el “darwinismo social”: la aplicación
en el terreno social humano de las ideas de Darwin. Se ha afirmado que, igual que en la
naturaleza se da la supervivencia del más apto, también en la sociedad debemos fomentar la
competitividad entre nosotros para que sobresalgan los más fuertes, inteligentes etc. sin
favorecer a los más débiles. Así la sociedad podrá avanzar más rápidamente... El fallo de esta
teoría es que confunde lo que se da en la naturaleza con lo que debe ser en la sociedad
humana y esto no se puede justificar desde el punto de vista moral. Es la falacia naturalista
que ya descubrió Hume, que consiste el dar el paso ilegítimo del “es” al “deber ser”. A
menudo, la mejor forma de luchar por la existencia entre nosotros es la colaboración y la
ayuda mutua, en vez de la competencia salvaje. Otras consecuencias éticas han sido las
prácticas de la eugenesia o las justificaciones racistas de la superioridad de la raza aria, en los
nazis. Desde el pensamiento de Darwin no se puede decidir que hay unas razas superiores a
otras, porque los cambios en el medio son impredecibles y por tanto, no se puede decidir
antes de que ocurran quién va a ser el más apto. Desde un punto de vista puramente
biológico, lo mejor es la diversidad genética para poder enfrentarnos a los cambios del futuro,
lo cual es un inconveniente en la clonación. El más apto es el que sobrevive. Esto no se puede
saber antes. Además, no existen razas puras hoy en día.
6) Por último, también ha habido consecuencias en el propio pensamiento filosófico a partir de
la incorporación de la idea del tiempo frente a una visión fijista o esencialista de la realidad.
Las filosofías vitalistas como las de Nietzsche o el raciovitalismo de Ortega son un ejemplo. En
épocas anteriores se decía que el hombre era una substancia individual de naturaleza racional.
Ortega, en cambio dirá que “el hombre no es, se hace”. Nos vamos haciendo a lo largo de
nuestra existencia a partir de nuestros proyectos vitales. La comprensión de la evolución a
nivel biológico, obligó a pensar que en la realidad nada permanece, sino que todo va
cambiando. El pensamiento debe adecuarse a una realidad que deviene. La vida es devenir y
continua superación. Ya Heráclito, un filósofo griego presocrático, había descubierto esta
verdad, pero, hasta la asimilación del evolucionismo, el pensamiento filosófico se desarrolló
ignorando esa aportación, que se redescubrirá en la filosofía contemporánea.

ANTROPOGÉNESIS: LOS PROCESOS DE HOMINIZACIÓN Y DE HUMANIZACIÓN

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El proceso de hominización: Es el conjunto de cambios físicos o biológicos que se dio en los
homínidos hasta que surgió el hombre actual, el hombre de Cromagnon, que es la especie a la que
pertenecemos (hace 40.000 años se completó ese proceso). El primer paso fue el bipedismo en el
Australopithecus. El pulgar en oposición a los demás dedos, el incremento de la capacidad craneal
etc. fueron otros pasos decisivos.

El proceso de humanización: Es el conjunto de las conquistas culturales de nuestra especie: el control


del fuego, el arte, la técnica, la agricultura, la ciencia etc. todo lo que ha terminado separando a
nuestra especie del resto de las especies animales. Esa cultura se transmite por aprendizaje gracias al
lenguaje. El proceso comenzó una vez completada la hominización y continua hoy mismo.

El ser humano tiene la peculiaridad de poder adaptarse al medio con la cultura, por lo que se puede
afirmar que en el ser humano la cultura es como una segunda naturaleza. A ese proceso de
adaptación cultural al medio por nuestra especie es a lo que denominamos proceso de
humanización. Ambos procesos, de hominización y de humanización son complementarios porque
nuestra especie no es del todo ni un ser cultural ni un ser solo natural. En el ser humano ambos
procesos están integrados. Así como un animal doméstico abandonado puede volver a un
comportamiento natural salvaje, que fue el propio de la especie antes de la domesticación, en
cambio, en el caso del ser humano, no hay un estado de naturaleza previo al que regresar. Los casos
de niños “salvajes” que se conocen (como Víctor de L’Aveyron) han demostrado que sólo podemos
desarrollarnos como seres humanos en una cultura y en compañía de otros seres humanos.

La cultura en nosotros es lo natural. La cultura es información transmitida no genéticamente, sino


por medio del lenguaje. El lenguaje permite una transmisión mucho más rápida y eficaz que los
genes. Si en las demás especies animales es el instinto lo que predomina en su conducta, en el ser
humano, en cambio, lo que predomina es el comportamiento cultural aprendido. Entendemos por
instinto una forma de actuar fija en la especie que se transmite genéticamente, de modo que ante
determinados estímulos la respuesta será siempre la misma y se desencadenará de modo
automático. Los instintos están al servicio de la supervivencia de la especie y de cada individuo. Por
el contrario, el ser humano solo está programado para aprender nuevas conductas y, por su
inmadurez biológica, carece de instinto desarrollado. Por ello tuvo que ponerse a pensar para crear la
cultura.

La selección natural favoreció a los animales más cerebrados capaces de transmitir culturalmente el
conocimiento gracias al lenguaje. Con la aparición de nuestra especie, la evolución biológica cede el
paso a la evolución cultural, que se caracteriza por ser acumulativa.

Analizando en primer lugar el proceso de hominización, con los cambios evolutivos que dieron lugar
a nuestra especie, podemos concluir que si la Tierra se formó aproximadamente hace unos 4.500
millones de años, y la vida comenzó con los primeros organismos unicelulares, unos 1000 millones de
años después, los mamíferos no aparecieron hasta hace unos 200 millones de años, en un momento
en el que la Tierra estaba dominada por los dinosaurios. Sólo con la desaparición de estos últimos,
hace unos 65 millones de años, los mamíferos de adueñaron de la tierra firme y se pusieron a
evolucionar en diversas direcciones, una de las cuales fue la de los primates arborícolas. Los
Dryopitécidos, que vivieron hace unos veinte millones de años, son los antepasados comunes a los
grandes simios actuales como el gorila, el orangután o el chimpancé y también al hombre actual. De
ellos derivó el Ramapithecus, que vivió hace unos doce millones de años, y seis millones de años
después, los Australopithecus, que fueron los verdaderos primeros homínidos que se caracterizaron
por el bipedismo.

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El primer paso en la evolución hacia el ser humano actual fue el descenso de los árboles. Tal vez, a
medida que fueron aumentando de tamaño, a los primates, se les hizo más difícil andar por las
ramas y pasaron a descender al suelo. Además, un cambio climático hizo disminuir la selva y
aumentar la sabana y los espacios abiertos.

El bipedismo fue el primer paso decisivo en el proceso de hominización, ya que eso permitió la
liberación de las manos de la función de caminar, y el desarrollo de la capacidad técnica humana y de
su inteligencia. Construir instrumentos precisa, además de destreza manual, capacidad de pensar en
medio y fines. Si hay que construir algo, tan sólo pensando en su finalidad es como se puede idear la
forma y las características del aparato, ya sea el cuchillo para cortar o la flecha para cazar. Por eso se
ha dicho que el hombre es inteligente, no sólo por su cerebro, sino también por sus manos.

En las manos destaca el pulgar oponible a los demás dedos, que permite hacer la pinza, facilitando
una gran precisión para coger y manipular objetos (ya se trate de un bolígrafo o de un bisturí).
Algunos autores, como Francisco Ayala, han destacado que incluso el comportamiento ético humano
puede proceder de esa capacidad de anticipar las consecuencias de una acción, lo que se deriva de
reconocer el vínculo entre medios y fines.

Naturalmente, el proceso de hominización duró millones de años, y no fue ni simple ni lineal, porque
faltan fósiles intermedios de conexión, como sucede entre la desaparición de Ramapithecus y la
aparición del Autralopithecus hace unos seis millones de años, y además en ocasiones, algunos de
los fósiles disponibles pertenecen a especies extinguidas que representan vías muertas en la
evolución, como los parántropos.

Algunos de estos homínidos llegaron a convivir hace unos dos millones de años con el denominado
“homo habilis”, especie ya humana con capacidad para fabricar útiles. El matrimonio Laeky, en sus
investigaciones en Olduvai (Tanzania), encontró los primeros útiles tallados sobre guijarros (chopping
tools) junto a los restos fósiles de sus creadores. En principio, “homo habilis” no fue más que una
etiqueta destinada al desconocido responsable de la fabricación de estos útiles tallados en sílex. Este
ya no pudo ser un Australopithecus, debido a su pequeño cerebro de solo unos 500 centímetros
cúbicos de capacidad craneal. Por el contrario, el homo habilis tenía ya unos 700 centímetros
cúbicos, y en él se había formado ya el área de Broca, responsable del lenguaje. Los Australopithecus
sí fueron en cambio, los primeros en caminar erguidos, como lo demuestra la estructura de su pelvis
– más ancha que la de los póngidos, como el gorila o el chimpancé – la posición central del agujero
occipital en su cabeza, y la curvatura de la columna vertebral, para distribuir mejor el peso del cuerpo
sobre las extremidades inferiores. Pero estos no tenían ninguna industria lítica como el homo habilis.

A partir de los descubrimientos de Atapuerca (Burgos) se ha reconstruido el proceso de


hominización, y hoy sabemos que, a partir del homo habilis, surgieron por evolución el homo
ergaster, el homo erectus y el homo antecessor; este último fue el ancestro común al hombre de
Neanderthal y al homo sapiens de Cromagnon, especie a la que nosotros pertenecemos.

El homo antecessor provenía de África y ha sido descubierto en Atapuerca en 1994 en el yacimiento


de la Gran Dolina por Arsuaga y su equipo. Estos restos tenían más de 800.000 años. La estatura era
cercana a la actual. Practicaban el canibalismo y aún no conocían el control del fuego. De él derivó el
hombre de Neanderthal hace unos 130.000 años. Este fue el primer sapiens, que llegó a convivir
durante unos 10.000 años con el homo sapiens de Cromagnon, del que desciende toda la especie
humana actual, ya que el hombre de Neanderthal desapareció hace unos 30.000 años. Con su
desaparición, nuestra especie fue el único homínido que sobrevivió.

El hombre de Neanderthal debió de tener piel clara, a diferencia del hombre de Cromagnon, por la
diferencia en la radiación solar entre Europa y África. (Se ha deducido que era de piel clara, porque

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para sintetizar la vitamina D es necesaria la radiación solar, y teniendo en cuenta su débil intensidad
en la latitud europea, como la piel negra es un filtro más, entonces sus huesos deberían haber tenido
síntomas de raquitismo, pero no es así. Por eso se piensa que aunque en su origen el homo sapiens,
por venir de África tenía la piel oscura, con el paso del tiempo debió aclararse en Europa). Era un
poco más bajo que nosotros, aunque mucho más fuerte, con la cadera y el pecho más anchos y las
piernas más cortas. Sobre sus ojos tenía un reborde óseo (el arco supraciliar), como si se tratase de
una sola ceja muy prominente. Su nariz era grande, con amplias fosas nasales y el mentón poco
desarrollado. La mayor parte de su existencia coincidió con un clima glaciar muy frío; vivió en
condiciones muy duras.

Aunque hasta los años 90 se pensó que el hombre de Neanderthal fue mucho menos inteligente que
el de Cromagnon, Juan Luis Arsuaga, el paleoantropólogo más famoso de Atapuerca, ha asegurado
que su capacidad craneal era similar (o incluso algo superior) a la nuestra, en torno a 1600
centímetros cúbicos. Los neandertales cuidaban a los enfermos, enterraban a sus muertos;
cocinaban los alimentos, eran buenos cazadores. Tenían una industria lítica ya muy perfeccionada, y
también podían hablar. Además de vivir en cuevas construyeron refugios y abrigos acondicionados
con una cierta complejidad… En definitiva, no fueron menos inteligentes que los cromañones. Su
desaparición sigue siendo un enigma. Según Arsuaga, el éxito de sus coetáneos, los cromañones, tal
vez se debió a la diversidad en su caza, mayor que en los neandertales; y también, y sobre todo, a la
mayor complejidad en las redes sociales de los cromañones, lo que permitió que se pudieran ayudar
más entre sí, en unas condiciones climáticas muy duras.

El hombre de Cromañón, nuestra especie, que procedía de África, tenía ya las características físicas
del hombre actual. Eso significa que si pudiéramos traer a un niño cromañón de hace 40.000 años
hasta nuestros días, y lo educáramos como a un niño actual, no notaríamos ninguna diferencia entre
él y los niños de hoy en día. Hay que tener en cuenta la cantidad de años que requieren los cambios
biológicos en la evolución. Por eso, el proceso de hominización, ya se dio por terminado entonces.
Si examinamos las características físicas: frente recta, rostro plano (sin prognatismo), mentón
desarrollado y una talla como la nuestra, la misma capacidad craneal etc. Los arcos supraciliares ya
han desaparecido. Su capacidad técnica fue algo superior a la del hombre neandertal y se desarrolló
a lo largo de todo el Paleolítico Superior. Se diversificó la industria lítica y ósea en todo tipo de útiles
y también aparecen los instrumentos compuestos con hojas de piedra y mangos de hueso de asta.
Además han aparecido agujas de hueso con un ojal, por lo que se deduce que también conocieron el
vestido y el adorno personal con collares de concha y brazaletes, como se ha visto en los
enterramientos en los que aparecen con sus propietarios, junto a las armas, como muestras de arte
mobiliar. Con la aparición de nuestra especie surge el arte mobiliar y parietal con representaciones
que van desde la abstracción y los motivos geométricos, hasta figuras de animales de gran realismo,
como los bisontes de Altamira, figuras femeninas etc.

En último término, a nuestra especie pertenecen también, a partir del Neolítico, las conquistas
culturales de la agricultura, la domesticación de animales, la ganadería, la metalurgia… y todos los
demás logros culturales hasta el día de hoy, que han dado lugar al proceso de humanización, porque
desde hace 30.000 años, tras la desaparición del hombre de Neanderthal, la nuestra fue la única
especie humana que sobrevivió, tal vez por su mayor capacidad técnica y simbólica, y por la mayor
extensión de su red social y cultural.

CARACTERÍSTICAS ESPECÍFICAS DEL SER HUMANO

a) A nivel físico:

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Destacan la marcha bípeda, la mano con pulgar oponible que permite hacer la pinza, un
complejo aparato fonador que facilita el habla articulada, y una gran complejidad del sistema
nervioso con un cerebro muy desarrollado.

b) A nivel psicológico y de comportamiento:

La capacidad de abstracción, de crear conceptos y de razonar con ellos, lo que denota una
inteligencia de segundo grado, con capacidad para usar símbolos de todo tipo (como palabras
o números); la capacidad de usar un lenguaje simbólico con la función representativa de la
realidad, para poder resolver problemas; la capacidad técnica que permitirá adaptar el medio a
las necesidades humanas; la imaginación para poder proyectar y crear el futuro; la
autoconciencia o capacidad para ensimismarnos, por la que podemos decir que el ser humano
tiene mundo o realidad, en vez de solo un medio de estimulación, como los demás animales.
Por eso, también tenemos un yo interior y un pensamiento basado en el lenguaje, que ha
producido la percepción de nosotros mismos a nivel individual. La racionalidad, la conciencia
moral y la libertad, frente al comportamiento instintivo de los demás animales… pero sobre
todo: la dimensión cultural e histórica, la capacidad de aprender cualquier cultura con sus
progresos, lo que nos permite adaptarnos para vivir en cualquier medio natural en la Tierra, sin
estar atados en ningún nicho ecológico concreto, y poder avanzar continuamente desde un
punto de vista cultural. El ser humano, por ello, no es sólo un producto de la selección natural,
sino el resultado de la selección cultural.

Sin duda, la mayor peculiaridad de nuestra especie es su inmadurez biológica: como resultado
del estrechamiento del canal del parto, a partir del bipedismo, nacemos con un sistema de
instintos nada desarrollados y mucho más desvalidos que los recién nacidos animales en otras
especies. Nacemos inmaduros tanto en el sistema nervioso como en el sistema inmunológico,
los cuales se terminan de formar fuera del útero materno. El recién nacido recibe de su
sociedad una gran cantidad de información cultural, antes de concluir su proceso de
maduración biológica. De ahí proviene la enorme plasticidad y la gran diversidad cultural del
ser humano, que por su falta de especialización, no está adaptado a ningún ambiente
concreto, es omnívoro, y puede vivir en cualquier lugar de la Tierra, hasta en los desiertos o los
Polos. Como contrapartida, necesitará siempre de otros seres humanos, para desarrollarse
como tal y precisará una socialización en una cultura para crecer como ser humano, siendo los
primeros años vitales para poder adquirir las características humanas como el lenguaje, el
pensamiento y la inteligencia racional. De ahí que los niños salvajes abandonados antes de
aprender a hablar como Víctor de L’Aveyron, tuvieran una vida peor que la de los propios
animales.

La mayor riqueza conductual del ser humano en comparación con la de otras especies
animales se debe a que su única programación genética, es su capacidad para aprender
cualquier cultura, en vez de poseer un sistema de instintos predeterminados que rija su
comportamiento. La cultura ha demostrado ser, por el momento, más flexible y adaptativa que
el instinto animal, ya que el aprendizaje por el lenguaje es más rápido, que esperar a que
aparezcan mutaciones favorables que se fijen genéticamente, para afrontar cualquier cambio
en el medio natural. Por eso, la selección natural favoreció el desarrollo del cerebro que
permite pensar soluciones ante los problemas, antes que las respuestas genéticas
automáticas. En nosotros, la cultura sustituyó a lo genético.

NATURALEZA Y CULTURA EN EL SER HUMANO

Si desde un punto de vista biológico, la naturaleza humana es universal – ya que todos


descendemos del hombre de Cromagnon, y biológicamente ya no hemos evolucionado más, lo

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que deja sin base biológica al racismo; en cambio, no existe una única cultura universal,
aunque se pueda hablar de rasgos comunes a todas las culturas, y hoy en día, con la
globalización, nos acerquemos cada vez más a una convergencia cultural.

En el ser humano, es difícil averiguar hasta donde influye la naturaleza o la cultura en su


comportamiento, porque ambos aspectos están perfectamente integrados. Por ejemplo: lo
natural es “comer”, pero no ya “paella valenciana” o “cocido madrileño”; en la actividad
sexual, lo natural es “el impulso y la atracción sexual”, pero la diversidad de manifestaciones,
dependerá ya de lo que se permita en cada sociedad, según los valores convencionales de cada
cultura.

Desde un punto de vista biológico, como organismo vivo, el ser humano es un ser natural,
producto de la selección natural, y con necesidades naturales de tipo fisiológico: comer, beber,
respirar, protegernos del frío y calor excesivos etc. Debemos intercambiar energía con el
medio y adaptarnos, como todas las especies de seres vivos. La cuestión es si existe una
naturaleza humana o una esencia, más allá de lo biológico. Algunos han insistido en la razón,
otros en una espiritualidad… otros han negado que exista una naturaleza humana, al afirmar
que somos pura libertad e indeterminación, como han afirmado los filósofos existencialistas.

Si analizamos el concepto de “naturaleza”, podemos ver que posee varios significados


diferentes:
1. Conjunto de seres naturales (frente a lo artificial creado por nosotros)
2. Lo que los seres son espontáneamente (frente a lo convencional)
Lo que es innato (frente a lo aprendido o adquirido).
3. Lo que se ajusta a la norma (frente a lo poco habitual o “antinatural”,
por ser poco frecuente entre nosotros).

La cuestión es que la cultura o modo humano de adaptarnos al medio, varía mucho de unas
sociedades a otras. A veces se dice que “lo natural” es lo convencional, pero las normas, los
valores, las creencias y las costumbres cambian de unas sociedades a otras, y todo ello forma
parte de la cultura. Además, las propias culturas van cambiando con el tiempo. Muchas veces,
al afirmar que una costumbre es “lo natural”, definiendo cualquier otra como “antinatural”, lo
que estamos manifestando sólo es un prejuicio etnocéntrico, al considerar que sólo vale la
propia cultura, rechazando las demás como salvajes o raras. Lo que nos “parece natural” es lo
que hemos aprendido desde niños en nuestra propia cultura, a partir del proceso de
socialización.

DEFINICIÓN DE CULTURA Y CIVILIZACIÓN. EL PROCESO DE SOCIALIZACIÓN

Entendemos por “Cultura” todo lo que ha producido una sociedad humana para adaptarse al
medio donde vive; su modo de ver el mundo y su comportamiento, todo lo aprendido que se
transmite de generación en generación, lo que hace que una sociedad tenga su propia
identidad. En cada cultura, podemos hallar elementos inmateriales, como los valores, ideas,
los conocimientos, las creencias, costumbres e instituciones sociales; y elementos materiales,
como los productos técnicos y artísticos que usen, sus edificios, enterramientos etc. Es decir
todo aquello de lo que queda algún resto para los arqueológos.

Cada individuo sólo se hace plenamente humano asimilando la cultura de la sociedad a la que
pertenece. Llamamos “Socialización” a ese proceso por el cual un individuo absorbe la cultura
de su sociedad, convirtiéndole en un miembro activo más de su sociedad. En este proceso se
pueden distinguir dos etapas fundamentales:

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La Socialización primaria que tiene lugar durante la infancia, que es cuando se construye el
primer mundo del individuo, con una implantación muy firme, porque el aprendizaje va
acompañado de una fuerte carga emocional, ya que los agentes son los propios padres y la
familia. En realidad, la socialización puede durar toda la vida, porque a partir de lo adquirido
en la niñez, el individuo humano continua aprendiendo nuevos roles sociales, en los centros de
enseñanza, y más tarde, en los puestos de trabajo. Esta socialización, que se suma a la
primaria, es la “socialización secundaria” y por ella, nos convertimos ya en miembros activos
de nuestra sociedad, pero en ella los agentes de socialización ya no son los propios padres,
sino la escuela, el Instituto , la Universidad… o la empresa. La implantación ya no tendrá la
misma carga emocional.

A veces también puede tener lugar una “resocialización”, lo que sucede en ocasiones
especiales como cuando hay una revolución política, en la que se quiere reeducar a un nuevo
hombre, como intentaron en la revolución cultural del comunismo chino, por ejemplo; o en el
caso de una conversión religiosa, o al entrar en contacto con culturas muy diferentes, como les
puede suceder a los inmigrantes. En esos casos, puede desmantelarse todo lo anterior al
interiorizar los nuevos valores y costumbres; se olvida o se reinterpreta el pasado desde el
presente, y la implantación puede ser tan firme como la que se dio en la resocialización
primaria.

Una consecuencia directa de la socialización es el etnocentrismo, que considera que la propia


cultura es la única válida, y a la propia sociedad, como la verdadera representante de la
humanidad “civilizada”. Lo cual convierte en “salvajes” al resto de las sociedades y desvaloriza
a cualquier otra cultura que no sea la propia. Esto sucede por la firme implantación de la
propia cultura en la niñez, durante la socialización primaria, y ocurre en todas las sociedades.
Para evitar la caída en el etnocentrismo, hoy en día se define “civilización” como conjunto de
culturas afines, por compartir valores, costumbres, creencias etc. o también, como el nivel
cultural más general en el que cabe incluir a un ser humano. Por ejemplo: uno puede ser
andaluz, español, europeo y miembro de la civilización occidental; o también canadiense y
miembro de la civilización occidental, igualmente; o turco o marroquí, y miembros de la
civilización islámica.

DIFERENTES ACTITUDES ANTE LA DIVERSIDAD CULTURAL

Ante el hecho innegable de la convivencia entre diferentes culturas en la sociedad actual se


han dado tres actitudes: el etnocentrismo, el relativismo y el universalismo intercultural.

1. El Etnocentrismo

El etnocentrismo siempre juzga que la propia cultura es la única válida y todo lo juzga desde
los propios valores y creencias, por considerar que es “lo natural”. De ahí que las otras culturas
sean consideradas como inferiores o propias de pueblos salvajes. El etnocentrismo supone una
total falta de comprensión y de tolerancia con los que no comparten el propio modo de vida ni
las mismas costumbres. Supone una radicalización del sentimiento de unidad del propio grupo.
Como consecuencias del etnocentrismo cabe destacar: el racismo (falsa creencia sobre la
superioridad de la propia raza), la xenofobia (el rechazo de los extranjeros), el nacionalismo y
el colonialismo que impone la propia cultura sobre los demás.

2. El Relativismo cultural

Como una crítica al etnocentrismo surge la posición relativista que propone que no existen
culturas superiores o inferiores, sino que todas las culturas son igual de válidas. El relativismo

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recomienda analizar cada cultura desde sus propios valores, en vez de criticarla desde afuera,
desde la nuestra. Igualmente, recomienda mostrarse tolerante con las diferentes costumbres
culturales. Aun siendo esta actitud mejor que la del etnocentrismo, todavía se pueden
observar limitaciones ya que no promueve el diálogo entre culturas, sino que más bien aboga
por la separación en guetos aislados que vivan de espaldas unos a otros, sin convivir
realmente, como ha sucedido en el modelo anglosajón de integración de los inmigrantes:
China Town, Little Italy etc. Incluso, algunos opinan que la mejor forma de preservar las
culturas, es no mezclarlas, es decir, que cada cual se quede en su país y viva según su cultura.
Desde ahí se acaba justificando la prohibición de la entrada de inmigrantes.

Además el afán por combatir el etnocentrismo puede llevar a hacer que se pierda el sentido
crítico, y exagerando al considerar que todas las culturas son positivas, se puede llegar a
mostrar indiferencia ante algunas costumbres que son contrarias a los Derechos Humanos,
como el trato discriminatorio hacia la mujer.

Por último, también se puede criticar que esa defensa de las culturas produce un efecto de
parálisis cultural, ya que consideran que lo único importante es conservar las tradiciones, pero
la cultura siempre es algo vivo que va cambiando con el tiempo. Es un producto humano y
como tal, mejorable. La cultura se debe adaptar a las circunstancias históricas, y además el
contacto con otras culturas puede ser enriquecedor. Todos podemos aprender cosas unos de
otros.

3. El Universalismo intercultural

Esta actitud parte del respeto a otras culturas, pero supera los problemas del relativismo
cultural al propugnar el encuentro entre las diferentes culturas en pie de igualdad. En primer
lugar reconoce la naturaleza plural de nuestra sociedad multicultural y del mundo. Pretende el
intercambio cultural y el diálogo entre gente de diversas culturas. Quiere colaborar en la
búsqueda de soluciones a los problemas de la convivencia a nivel mundial. Apuesta por la
integración, en vez de la separación y la marginación. El universalismo destaca por su
propuesta de diálogo entre culturas a partir de su propuesta de compartir unos mínimos como
el respeto por los Derechos Humanos y por los valores de la libertad, la igualdad y la
solidaridad. Desde esos mínimos de ética en común, se pueden poner los cimientos para la
construcción de una civilización mundial, en la que podrían participar todas las razas, todas las
culturas y civilizaciones. El poeta y estadista senegalés Léopold Sédar Senghor, defiende esta
postura. La Declaración Universal de los Derechos Humanos podría servir para criticar todas las
costumbres que no la respetan tanto en la propia cultura, como en las demás. El universalismo
puede hacer posible una tolerancia activa y no solo pasiva: esta es la auténtica tolerancia de la
persona que está realmente interesada en entenderse con todos los demás, aunque no sean
de tu misma cultura. (El relativismo cultural, en cambio, no busca ese entendimiento).

FACTORES QUE INFLUYEN EN EL CAMBIO CULTURAL

Es un hecho que todas las culturas van cambiando con el tiempo. Esos cambios se pueden
producir por factores internos o externos.

Factores internos: estos pueden ser por revoluciones tecnológicas que hagan variar
sustancialmente los modos de vida o, simplemente el hecho de que las nuevas generaciones
siempre modifican lo que se les ha transmitido, ya que no hay nunca una socialización tan
perfecta que reproduzca siempre lo mismo. Siempre habrá inconformistas, rebeldes y
revolucionarios, y la Historia demuestra que toda cultura es convención y no necesidad
15
natural. Aunque el hombre sea un producto de su cultura, la cultura es también un producto
humano.

Factores externos: estos se deben a los fenómenos de imitación y de contagio de unas culturas
sobre otras, lo cual puede darse espontáneamente o por imposición, como ocurrió en la
aculturación del colonialismo, en donde se impuso la cultura de la metrópoli en cada caso.
Como ejemplo de imitación espontánea podemos citar el caso de Halloween americano,
imitado aquí en España.

Por otro lado, hoy en día, con la globalización económica y la influencia de los medios de
comunicación de masas, se está terminando con el aislamiento que protegía la diversidad
cultural y nos encaminamos hacia la denominada “convergencia cultural”, con todas las
ventajas y los inconvenientes que de ahí se deriven, como denuncian los movimientos anti-
globalización. Si a esto añadimos el fenómeno de la inmigración en los países desarrollados,
podemos concluir que la sociedad del futuro será multicultural, y que hará falta una actitud de
diálogo entre culturas y civilizaciones diferentes que utilice como base común de
entendimiento a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, como pretende hacer el
Universalismo cultural. Desde esa posición se puede criticar tanto la pena de muerte en países
de la civilización occidental , (en EEUU, o en otros países de civilizaciones orientales, como en
China); como las lapidaciones de mujeres en Nigeria, a causa de la Sharia islámica.

Ese diálogo intercultural debería superar el etnocentrismo y el relativismo cultural para hacer
posible la convivencia e impedir los vaticinios de Samuel Huttington en su obra “Choque de
civilizaciones” de los años 90. El diálogo entre culturas puede ser enriquecedor para todos, y ni
la xenofobia, ni el racismo, ni los nacionalismos excluyentes, ni la violencia, responden a un
determinismo natural en el ser humano, ya que a pesar de lo extendidos que están, esos
comportamientos son aprendidos. Por tanto, también debería ser posible aprender a convivir
en paz. Cuanto más nos conozcamos, más fácilmente podremos reconocer que es más lo que
nos une que lo que nos separa como seres humanos.

2ª PARTE: CONCEPCIONES FILOSÓFICAS SOBRE EL SER HUMANO

Por ser la Filosofía un saber global de 2º grado, en la primera parte hemos analizado lo que la
ciencia actual dice sobre el ser humano, como ser natural, desde la teoría evolucionista, y
como ser cultural desde la Antropología cultural. En esta segunda parte, vamos a empezar a
analizar lo que han dicho los filósofos sobre el ser humano en diferentes épocas.

En primer lugar, vamos a seleccionar algunas características esenciales con las que se ha
identificado al ser humano: su sociabilidad, su racionalidad, la libertad, y el problema mente-
cuerpo en relación con la posibilidad de la existencia de algo espiritual en nosotros.
Después, pasaremos a examinar concepciones diversas sobre el ser humano, buscando
ejemplos en autores de diferentes épocas: la posición del dualismo antropológico en Platón o
Descartes; las posiciones del monismo materialista o del monismo emergentista; la concepción
cristiana del hombre; la concepción marxista del hombre: alienación del hombre en el
Capitalismo; o la concepción freudiana del ser humano como conflicto interno por la propia
estructura de la mente humana.

Contenidos:

1) El ser humano como ser sociable por naturaleza:


La posición de Aristóteles, la de Hobbes (“el hombre es un lobo para el hombre”) y la de
Rousseau (“el hombre es bueno por naturaleza pero la sociedad lo corrompe”).
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2) El ser humano como ser racional:
a) La razón como facultad y sus características: objetividad, universalidad,
coherencia, eficacia, realismo, autonomía y tolerancia.
b) Los ámbitos de la razón según Aristóteles: teórico, práctico (técnico y ético).La
conexión entre los dos ámbitos: el intelectualismo socrático frente al
emotivismo de Hume: (“El que conoce el bien obra bien” o “la razón es la
esclava de nuestras pasiones”).
c) Los afectos como motores de nuestra conducta: sentimientos, emociones y
pasiones.
d) La pirámide de Maslow.

3) El ser humano como ser libre:


a) La libertad humana como libertad a partir de las circunstancias o la situación.
(Ortega y Sartre).
b) Argumentos a favor de la libertad.
c) Los determinismos y sus clases: teológico (la predestinación), social o
educacional, y psicológico o del carácter.

4) El ser humano como ser espiritual. (El problema mente – cuerpo):


a) Argumentos a favor y en contra del dualismo.
b) Argumentos a favor y en contra del monismo.
c) El dualismo de Platón y de Descartes.
d) El monismo materialista y el emergentismo.

5) La concepción cristiana del hombre:


a) Los seres humanos como hijos de Dios y como hermanos entre sí.
b) La idea del hombre como naturaleza caída por el pecado original.
c) La idea cristiana del tiempo lineal desde la creación hasta el Juicio Final
(Agustín de Hipona: la lucha entre las dos ciudades, la terrenal y la de Dios).

6) La concepción marxista del hombre:


a) El ser humano como producto de su sociedad y de la historia que se realiza por
el trabajo.
b) La lucha de clases como motor de la evolución histórica.

c) La distinción entre la infraestructura social y económica y la superestructura


ideológica.
d) Los conceptos de ideología y de la alienación y su causa en la propiedad
privada.
e) La Utopía del comunismo a partir de la dictadura del proletariado.

7) La concepción freudiana del hombre:


a) El ser humano como conflicto interno por la represión de la sociedad y de la
cultura y por la propia estructura de su mente.
b) La estructura de la mente humana: el inconsciente (Eros, Tánatos y el principio
del placer); el yo o conciencia (el principio de realidad); el superego o yo ideal
(la interiorización de las normas sociales y la conciencia moral).
c) El complejo de Edipo y el complejo de Electra.

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d) Los mecanismos de defensa: represión, fantasía, racionalización, negación de
la realidad, regresión, proyección, compensación y supercompensación y la
sublimación.

EL SER HUMANO COMO SER SOCIABLE

Aristóteles en el siglo IV a. C. ya afirmó que el ser humano es un ser sociable por naturaleza. En su
obra “Política”, dijo que el ser humano es aún un animal más sociable que cualquier otro animal,
porque posee el don del lenguaje. Este lenguaje es especial, “no es la simple voz” con la que
expresar sensaciones de dolor o placer, pues ésta también la poseen otros animales, sino el
lenguaje humano – la palabra – los conceptos que diríamos hoy en día, con los que podemos
representar las ideas generales de las cosas, a partir de los cuales podemos hacer ya juicios
morales sobre lo bueno y lo malo; lo justo y lo injusto, y hacer esos razonamientos, es ya algo sólo
humano, al igual que poner esas valoraciones en común con los demás hombres al dialogar. De
ahí que el hombre sea un animal político. Solamente en la Polis o ciudad- estado puede el ser
humano desarrollar su razón que es lo más valioso y específico del alma humana. En conclusión:
necesitamos de los demás para poder desarrollarnos y vivir como seres humanos, para lograr el
bien supremo humano que es la felicidad.

Es interesante constatar, que muchos siglos antes de encontrar casos de los llamados “niños
salvajes”, como Víctor de l’Aveyron en el siglo XVIII, Aristóteles ya había sacado sus propias
conclusiones solo de la observación de la naturaleza humana. También podemos añadir que
aunque lo mejor en nosotros sea la parte la racional, según Aristóteles y los pensadores griegos
en general, sin embargo, Aristóteles ya nos previno al decir que cuando el ser humano no usa su
razón, puede llegar a ser el más salvaje de los animales.

Thomas Hobbes, empirista británico del siglo XVII, llegó a decir, en su obra “Leviatán”, que “el
hombre es un lobo para el hombre”. Esa afirmación es lo más opuesto a la mejor formulación del
hombre como ser sociable que había defendido Aristóteles. Para Hobbes, el ser humano es un ser
agresivo, cruel y egoísta por naturaleza: todos los hombres ambicionan los mismos bienes para sí
mismos, la riqueza, los honores, los placeres… por ello, todos compiten entre sí y desconfían unos
de otros. Si no hubiera el poder fuerte del estado que los atemoriza a todos, la seguridad de cada
uno estaría en peligro al estar siempre en un estado probable de guerra total de todos contra
todos. En esa visión pesimista de la naturaleza humana, solo la racionalidad humana nos salva al
llevarnos a pactar para establecer el estado por medio de un pacto general, que dejaría al estado
la facultad de poner orden, impidiendo las venganzas continuas entre nosotros.

Jean-Jacques Rousseau, en el siglo XVIII, afirmó que el hombre es bueno por naturaleza pero la
sociedad es la que lo corrompe. Dentro de la tradición moderna que pone el origen de la sociedad
y el estado en un contrato o pacto entre los individuos, (frente a la visión naturalista de
Aristóteles), Rousseau consideró que el hombre en estado natural es bueno, inocente y
compasivo. Con las cualidades del buen salvaje, sin duda una idealización que nada tiene que ver
con la realidad, como se comprobó al encontrar a los auténticos niños salvajes, pensó que lo que
llevó a unirse a los hombres entre sí, al principio, fue la propia subsistencia frente a la adversidad
de la naturaleza, antes del desarrollo tecnológico. En su ensayo “Sobre el origen de la desigualdad
entre los hombres” describe Rousseau, la destrucción del estado natural con la aparición de la
propiedad privada: “El primer individuo al que, tras haber cercado un terreno, se le ocurrió decir:
esto es mío, y encontró a gente lo bastante simple como para hacerle caso, fue el verdadero

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fundador de la sociedad”. En estado natural no había propiedad privada, todo era de todos y la
bondad natural se basaba en los sentimientos (no en la razón).

Rousseau criticó duramente la sociedad de su época, considerando que estaba tan corrompida,
que en ella había hombres que debían venderse por ser muy pobres, y otros muy ricos, capaces
de comprar la voluntad de los demás. Además, cuando en 1750, la Academia Francesa propuso
como dilema en un concurso público la cuestión:”¿Contribuyen las Artes y las Ciencias a mejorar
al hombre?” Rousseau contestó que la civilización sólo ha contribuido a degenerar al hombre y a
la decadencia de la sociedad. En la vida natural y sencilla, las cualidades del vigor, la fuerza, la
valentía y la nobleza son las virtudes del buen salvaje. En cambio, la sociedad ha hecho al hombre
más débil, vil y rencoroso. La civilización, la ciencia y la cultura lo han pervertido.

Podríamos objetar a Rousseau que, en la sociedad el niño no sólo aprende la envidia, la


hipocresía, o la codicia. También puede aprender la amistad, el compañerismo o la generosidad.
La cuestión es si por naturaleza somos buenos o egoístas y agresivos, o si no hay una naturaleza
que nos determine a ser una cosa o la otra. Entre los seres humanos, podemos encontrar todo
tipo de casos, incluidos también, personas con gran evolución moral como Gandhi, que defendía
la no-violencia en la reivindicación de lo que es justo. Este caso no podría darse si fuéramos
violentos por naturaleza, como decía Hobbes, o si la sociedad nos determinase, como decía
Rousseau.

EL SER HUMANO COMO SER RACIONAL

Los filósofos griegos fueron los primeros en reivindicar la capacidad racional como el rasgo más
distintivo del ser humano. Si examinamos las características de la razón como facultad tenemos
que la razón es objetiva y universal, frente a la opinión subjetiva, la propia experiencia de los
sentimientos etc. la razón pretende fundamentar lo que es verdadero o válido para todos y no
sólo para cada uno. La razón también se caracteriza por la coherencia, esto es por respetar las
leyes de la lógica y el principio de no- contradicción. La coherencia se puede aplicar a lo que
pensamos, a lo que decimos, y también a lo que hacemos. La razón tiene eficacia y realismo
porque teniendo en cuenta el principio de la realidad, puede buscar los mejores medios para
conseguir nuestras metas. La razón no imagina cómo debe ser la realidad, sino que intenta buscar
cómo funciona realmente para poder influir en ella. La razón es autónoma porque, no se basa en
fuentes externas o en el criterio de ninguna autoridad para fundamentar en ella sus afirmaciones.
Cada uno puede pensar por sí mismo y debe ser independiente al hacerlo. Pero la razón también
se caracteriza por la tolerancia porque el hombre dogmático que se cree en posesión absoluta de
la verdad, no se comporta de un modo racional. La verdad no es patrimonio de nadie y todos
podemos equivocarnos. El hombre racional sabrá escuchar a otros para poder dialogar.

Aristóteles ya analizó los distintos ámbitos en los que actúa la razón humana:

La razón teórica: se ocupa de la verdad y de justificar nuestros conocimientos sobre la realidad, el


propio ser humano etc.
La razón práctica: se ocupa sobre lo que debemos hacer. Aquí cabe distinguir dos campos
distintos:
a) El ámbito técnico o productivo: que busca los mejores medios para satisfacer las necesidades
humanas.
b) El ámbito ético y político: que se ocupa de estudiar la mejor vida humana que pueda llevarnos
a nuestra realización personal y felicidad; de lo que debemos hacer, así como del bien común
y de la sociedad justa para todos. Es decir, de los fines más importantes en la propia
existencia.

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Si analizamos la posible conexión entre los ámbitos teórico y práctico, en general, se puede decir
que siempre nuestras ideas y creencias (no sólo las de tipo religioso) influyen en lo que decidimos
hacer; y por otro lado, las consecuencias de lo que hacemos, nos pueden llevar a corregir nuestras
ideas iniciales gracias a la reflexión. Directamente relacionado con esta cuestión cabe destacar
dos posiciones opuestas: la del intelectualismo socrático y la del emotivismo humeano.

En el intelectualismo socrático: Sócrates destacó que “el que conoce el bien obrará bien, porque
nadie yerra a propósito”. Por tanto, para él, el hombre sabio, es el hombre bueno, virtuoso y feliz.
El malvado, en el fondo, es tan sólo un ignorante. Se equivoca (“yerra”) porque desconoce el
verdadero bien; al contrario que el sabio. La razón no sólo se ocupa de conocer la verdad, sino
que, también en un sentido práctico se ocupa de qué debemos hacer para vivir bien.

Ya Aristóteles corregirá esta afirmación al afirmar que “no basta con conocer el bien para actuar
bien”, además hay que tener voluntad para querer practicarlo, porque si no, nos comportamos
como el hombre que va al médico, y tras recibir su consejo para mejorar su salud, decide no hacer
caso alguno. (En ese caso, “conoce su bien”, pero no lo lleva a cabo, como bien advirtió
Aristóteles).

Pero además, en su ética del Emotivismo, Hume, llegó a afirmar que “la razón no es sino la
esclava de nuestras pasiones”. Al preguntarse de dónde proceden el bien o el mal, destacó, que
esos valores no se encuentran entre los hechos, sino que proceden de la valoración sentimental
que hacemos nosotros. Aunque según Hume, todos participamos de la misma naturaleza humana
que nos lleva a considerar como “bueno moralmente” lo que asegura la supervivencia de nuestra
especie y la convivencia en paz, por tener todos los mismos sentimientos y emociones, sin
embargo, no es la razón, la encargada de establecer la justificación de lo que está bien o mal, sino
lo emocional. Cuando decimos que alguien nos parece “cruel e inhumano” no solemos referirnos
a su falta de desarrollo racional, sino a su falta de empatía con los demás, en suma a sus
sentimientos. Hume dijo incluso, que nuestras metas en la vida, se establecen desde nuestros
deseos, no desde la razón. La razón, sólo sirve para encontrar los mejores medios para lograr lo
que deseamos, por eso es “esclava de nuestras pasiones”. El problema, como criticó Kant, es que
los sentimientos no siempre son comunes a todos, y que además son cambiantes, por lo que el
sentimiento es una base muy frágil para justificar, tanto la ética como la política. Por ello, Kant
volverá a la razón como fuente de fundamentación más firme en las cuestiones relativas a qué
debemos hacer. De todos modos, Hume tuvo la originalidad de ser de los primeros que valoró al
ser humano como ser pasional y no sólo racional.

LOS AFECTOS COMO MOTORES DE NUESTRA CONDUCTA: SENTIMIENTOS, EMOCIONES Y


PASIONES:

Los afectos son poderosos motores de la conducta humana como ya reveló Hume. Sentimientos,
emociones o pasiones tienen en común que son involuntarios, que tiñen toda nuestra experiencia
interior y que la enriquecen. Son subjetivos, a veces nublan el juicio e impiden razonar de forma
imparcial. Por ello, muchas corrientes filosóficas nos han prevenido contra ellos, empezando por
los estoicos en el Helenismo. Pero no suele ser bueno reprimirlos del todo, es mejor moderarlos,
en especial si son negativos. Todos ellos suelen ser bipolares: amor/odio, alegría/tristeza,
agrado/desagrado etc.

Si examinamos las diferencias entre ellos, podemos señalar que las emociones suelen ser breves,
pueden durar unos segundos, y tienen efectos somáticos que se pueden medir en el cuerpo:
sudoración, palpitaciones, dilatación de la pupila, temblores, hiperventilación… todo ello
motivado por descargas de adrenalina, que preparan al organismo para luchar o huir con la
función de adaptarnos a la naturaleza. El sistema límbico en nuestros cerebros, en especial, la

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amígdala, como principal órgano regulador de las emociones, ya apareció en la evolución con los
mamíferos. La causa de las emociones suele ser claramente identificable. Son ejemplos de
emociones: la ira, la vergüenza, el miedo, el asco, la sorpresa etc.

Por el contrario, los sentimientos son más duraderos que las emociones, no llevan aparejados
necesariamente, efectos visibles en el cuerpo, y su causa no siempre es tan claramente
identificable. Ejemplos: amor, odio, envidia, admiración, nostalgia, esperanza, tristeza etc. Los
sentimientos se pueden disimular si no queremos mostrarlos a los demás.
Por último, las pasiones son cualquier afecto, ya sea emoción o sentimiento, descontrolado.
Cuando está fuera de todo control por parte de la razón. Ejemplos: el amor es un sentimiento,
pero fuera de control se puede convertir en pasión. Igualmente, el miedo es una emoción que
fuera de control se convierte en terror o pánico. Los celos, también pueden llegar a convertirse en
pasión. El estoicismo nos previno sobre todo ante las pasiones. En cambio, en el Romanticismo,
en el siglo XIX se llegó a decir que “nada grande puede llegar a hacerse sin pasión”.

Aunque los griegos identificaron al ser humano como esencialmente racional, en realidad,
también somos igualmente seres pasionales.

LA PIRÁMIDE DE MASLOW

Es Abraham Maslow, de la escuela de Psicología Humanista, quien mejor ha estudiado la


motivación humana, organizándola en la llamada “Pirámide de Maslow”. En la parte inferior,
puso las necesidades que compartimos con todos los seres vivos: las necesidades fisiológicas:
comer, beber, dormir… y las de seguridad de la propia vida. En el siguiente piso, incluyó las
necesidades que podemos compartir con el resto de los animales sociales: necesidades afectivas,
de pertenencia a un grupo; necesidades de prestigio o reconocimiento y valoración de los demás.
Todas estas necesidades mencionadas hasta ahora son las que denomina necesidades de
carencia. Necesitamos tenerlas cubiertas, al menos en unos mínimos, para poder vivir, pero una
vez satisfechas, desaparecerá el impulso para tratar de cubrirlas. Por el contrario, en el piso
superior, en la cúspide de su pirámide, Maslow colocó las llamadas “necesidades de crecimiento o
auto-realización”. Estas son ya necesidades sólo humanas, que no terminan de satisfacerse nunca
del todo: los ideales éticos (como el afán de justicia), estéticos (como la belleza) o cognoscitivos
(como el deseo de saber)… la necesidad de realizarnos plenamente como personas… nada de eso
puede llegar a satisfacerse nunca a lo largo de toda la vida. Por eso, el ser humano nunca está
satisfecho del todo. Según Maslow, la tarea humana por excelencia es hacernos a nosotros
mismos. El hombre malvado es el hombre frustrado, que ha olvidado su tarea principal en la vida
y se dedica a tratar de satisfacer expectativas ajenas, en vez de descubrir su verdadero yo con sus
propias motivaciones.

El SER HUMANO COMO SER LIBRE

Si las necesidades humanas son motivos para nuestra conducta ¿debemos entender a los motivos
como causas de nuestra conducta? ¿Qué diferencia hay entre los motivos y las causas naturales,
como por ejemplo, la fuerza de la gravedad? Las mismas causas dan lugar a los mismos fenómenos
naturales. ¿Podríamos predecir entonces el comportamiento de las personas si conociéramos todos
sus motivos para actuar? Si un deseo es muy poderoso ¿somos libres para elegir?

Para empezar no es lo mismo deseo que motivo, como tampoco lo es querer que desear. El deseo, la
atracción o la repulsión, son ciegos en sí mismos y no pueden convertirse, por sí mismos en bases
conscientes de un acto de voluntad. Se pueden desear muchas cosas, incluso algunas contradictorias
entre sí o imposibles, pero “querer”, ya muchas menos. Querer implica estar preparado para poner

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todos los medios necesarios para conseguir lo que queremos. Los deseos pueden influir o inclinarnos
en una decisión, pero no determinan ni imponen nada en un acto voluntario. Los deseos no, pero
¿Cabe decir lo mismo de los motivos?

No es fácil predecir cómo puede actuar cualquier persona, ni siquiera uno mismo. Pero además, los
motivos fundamentan nuestras acciones pero no las causan. Los motivos son las explicaciones que
damos después o antes de actuar, pero lo que para uno es un motivo suficiente, para otro no lo es.
En cambio, frente a la gravitación, todos los cuerpos materiales responden igual. Entonces, los
motivos no son verdaderas causas. En una situación idéntica, dos personas pueden mostrar diferente
actitud y elegir conductas distintas. En la primera parte de la reflexión sobre el ser humano, ya
distinguimos entre el ser humano y las demás especies animales por la ausencia de instinto natural
en nosotros. Además, solo podemos ser moralmente libres si podemos elegir, si tenemos libertad y
por tanto nuestros actos podemos decidirlos. Sin embargo, siempre ha habido determinismos que
niegan la libertad humana.

Los determinismos: son teorías que niegan la libertad en el ser humano, basándose en diferentes
razones. El determinismo de la predestinación o del destino es la creencia en que el futuro está
escrito. Aunque no conozcamos lo que nos va a ocurrir en la vida y por eso pensemos que elegimos,
en realidad solo realizamos aquello que ya está escrito. Es imposible saber si eso es verdad o no.
¿Quién habría escrito el destino de cada uno? El determinismo teológico se interpreta como un
poder impersonal en el universo (el Logos que gobierna el mundo, como aseguraban los estoicos),
como “fatum”, hado o necesidad (como aseguraban los mitos griegos, por ejemplo, a la que estaban
sometidos humanos y dioses), o como el resultado del poder y la omnisciencia de un dios personal,
que todo lo sabe, incluso quién se salvará y quién se condenará, como se admite en las iglesias
protestantes. En cualquier caso, el destino ya estaría previamente escrito.

En el determinismo social o de la educación: se afirma que todos somos el resultado de la sociedad


en la que hemos sido educados. La cultura recibida, la familia en la que hemos crecido etc. Nadie
niega su influencia, ¿pero es un determinismo? Si así fuera, nadie podría rebelarse frente a su
sociedad. No se ha podido demostrar que necesariamente un individuo, por pertenecer a un
determinado ambiente social, deba acabar como un delincuente. Siempre hay casos de personas que
han superado sus circunstancias sociales. Como ya se ha visto, ningún proceso de socialización es
perfecto, y en la historia se han dado revoluciones.

El determinismo interior, psicológico o del carácter: sostiene que aunque podemos hacer lo que
queramos, no podemos querer cualquier cosa. Lo que queramos depende de nuestro carácter y este
es innato, inmutable, constante e inalterable. Schopenhauer llegó a decir que nadie llega a cambiar
realmente: “bajo la envoltura variable de los años y de las circunstancias, incluso de sus ideas y
opiniones, se oculta, como el cangrejo bajo su caparazón, el hombre idéntico e individual que no
cambia jamás”. Para este autor, los motivos solo son la ocasión para que se manifieste nuestro
verdadero carácter. Algunos han criticado este determinismo afirmando que sí hay gente que
cambia a lo largo de sus vidas. Además, tal vez confunden temperamento con carácter. El
temperamento, como conjunto de reacciones afectivas primarias, sí tiene un componente genético
que puede heredarse, pero el carácter no es más que la suma de nuestras actitudes voluntarias. Por
ejemplo: ser nervioso, tímido etc. son rasgos de temperamento, pero ser sincero, valiente o egoísta,
son ya actitudes voluntarias que forman parte del carácter.

Lo que tienen en común todos los determinismos, es que rechazan la responsabilidad individual
porque consideran que la culpa la tiene o el destino, o la sociedad, o esa forma de ser que no

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podemos evitar. La base de nuestro sistema judicial está en el reconocimiento de la libertad y de la
responsabilidad individual.

Frente a los argumentos de los deterministas, se han dado otros a favor de la libertad:

-La conciencia psicológica de la libertad: siempre creemos que podríamos sorprender a los demás
haciendo lo contrario de lo que se espera de nosotros.

- Porque nadie nos puede imponer ni nuestros valores, ni nuestras actitudes, ni nuestros proyectos
vitales.

- Porque nos sentimos responsables de nuestros actos, y nos alegramos cuando actuamos bien o nos
arrepentimos, cuando nos avergonzamos de lo que hemos hecho mal. ¿Cómo podríamos hacerlo si
nuestros actos no nos pertenecieran?

- Porque se puede predecir un fenómeno natural, como un eclipse, pero no, como actuará una
persona en las mismas circunstancias que otra. Por ejemplo, nunca sabremos decir cuándo habrá una
revolución social, aunque los historiadores hayan estudiado lo que desencadenó otras anteriores,
siempre se explica a posteriori.

- Porque, incluso privados de la libertad exterior de movimientos, o en una dictadura, sigue estando
la libertad del querer o libertad interior. Solamente si existe un trastorno mental, se puede
considerar que uno no es dueño de sus actos. Incluso en una prisión, caben muchas alternativas
(estudiar Derecho para defenderse; hacerse amigo del más fuerte; tratar de escapar etc.)

Sartre llegó a afirmar que nuestra esencia es la libertad, una libertad en situación o una libertad a
partir de las circunstancias, como dijo Ortega y Gasset. “Estamos condenados a ser libres”, porque no
existe ninguna naturaleza humana con un fin prefijado de antemano. Cada cual elige sus propios
valores. La libertad es individual en cada caso. Existimos en el tiempo y hemos de hacer nuestra vida
eligiendo continuamente y proyectándonos hacia nuestras posibilidades. Somos libres siempre en
relación con un estado de cosas dado. La libertad siempre encuentra obstáculos que ella misma no
ha creado como el lugar donde nacemos, el pasado, los imprevistos, los demás o la propia muerte.
Pero esos obstáculos son la ocasión para que se ejerza mi libertad. El sentido del obstáculo o lo que
constituya un motivo para mi acción, siempre será definido por mí; por mi proyecto libremente
elegido. Nada es en sí favorable o desfavorable. Hasta el propio pasado se interpreta una y otra vez a
la luz de nuestro proyecto vital del presente. Somos radicalmente libertad, sin excusas.

Esta libertad nos produce la angustia de la responsabilidad y a menudo no somos capaces de afrontar
nuestra libertad, y de ahí las actitudes de la mala fe y la vida inauténtica que niegan nuestra libertad
buscando como causas de nuestros actos a la sociedad, a la ideología, a Dios, al destino, al carácter…
Erich Fromm, en su obra “Miedo a la libertad”, también se ha hecho cargo del mismo problema.

En definitiva, aunque se han dado argumentos a favor de la libertad, en realidad, sostener que
somos libres o que estamos determinados es una cuestión de creencia indemostrable. Pero, el
problema es que no se trata de una mera pregunta teórica esta cuestión de la libertad, sino de una
pregunta que nos compromete por completo en la actitud vital. Además, una persona sin libertad no
puede desarrollarse como persona: ser persona implica libertad. Kant ya afirmó que la dignidad de la
persona se basa en ella. El fundamento de la condición moral de las personas es su libertad. Por la
libertad las personas valen por sí mismas y no tienen precio como las cosas. Por eso las personas son
sujeto de derechos y de deberes.

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EL SER HUMANO COMO SER ESPIRITUAL: EL PROBLEMA MENTE-CUERPO

También podemos preguntarnos si somos sólo materia o si, por el contrario, también hay una parte
de nosotros que es espiritual. Esa cuestión afecta no sólo al interrogante kantiano sobre qué es el
hombre, sino también al interrogante sobre qué es lo que nos cabe esperar. Desde la creencia
religiosa tenemos un alma inmortal y eso hace que la muerte no sea el final para nosotros. Pero,
dejando a un lado los asuntos de fe, ¿qué es más correcto decir que “tenemos un cuerpo” o que
“somos un cuerpo”? La posición dualista dirá “tenemos un cuerpo”, con lo que implícitamente
identificará al ser humano con su alma, haciendo del cuerpo un instrumento a su servicio. En cambio,
los monistas dirán que “somos nuestro cuerpo”, por lo que al morir nada quedará, al desaparecer el
cadáver con el tiempo. Parece por tanto, que la necesidad de preservar una parte inmortal en
nosotros está en el origen del dualismo.

Si analizamos la etimología de las palabras “alma” y “espíritu” podemos ver cómo están conectadas:
alma proviene de anima, del latín, que a su vez provino de anemós, del griego, que significaba viento,
aire, principio de vida o fuerza vital. A su vez, espíritu proviene de la palabra latina spirare, también
conectada con respirar aire. Si sólo fuera aliento vital, entonces también los demás animales pueden
tener alma, y ese tipo de alma no implica inmortalidad. La cuestión es que la tradición atribuye al
alma humana otras características especiales, relacionadas con las facultades del pensamiento, como
razonar, pero eso es ya solo humano. Los llamados procesos mentales: pensar, recordar, sentir,
imaginar, tener sensaciones y percibir la realidad…son la experiencia interna de la persona. Son
estados de conciencia subjetivos de los que tenemos conciencia. Ni son materiales, ni están en el
espacio como los cuerpos materiales. Sólo se dan en el tiempo de la conciencia individual. Son lo
íntimo de cada persona, sólo accesibles a los demás si queremos comunicarlos. ¿Pueden ser sólo una
función del cerebro? Dependen del cuerpo, del cerebro, pero ¿se reducen a lo físico? ¿Pueden seguir
dándose una vez muertos?

Por otro lado, el cuerpo es la materia orgánica de la que estamos hechos, con sus funciones de
nutrición, crecimiento, reproducción… como otros seres vivos. Por el cuerpo podemos expresar
nuestro yo, comunicarnos con los demás; podemos coger las cosas del mundo y por eso es el cuerpo
el principio de la instrumentalidad. Por el cuerpo existimos aquí y ahora, es fuente de posibilidades
pero también es límite de la condición humana. Por el cuerpo sufrimos hambre, sed, dolor, fatiga,
enfermedad o muerte, pero es también fuente de todo placer vital. En la creencia cristiana, se
considera a menudo la fuente del pecado y de la debilidad humana. Se da mucho más valor al alma
espiritual e inmortal, de la que se asegura un origen divino, según la hipótesis creacionista.

Si examinamos algunos de los principales argumentos que se han dado a partir del dualismo
tenemos:

- La defensa de lo espiritual en todas las tradiciones religiosas. (También en las que creen en la
reencarnación).
- La insistencia en que no se puede reducir lo psicológico a lo meramente físico, porque ambos
fenómenos se rigen por sus propias leyes.
- El hecho de que no se han podido localizar en el cerebro ni la voluntad libre ni la autoconciencia.

A favor del monismo:

- No hay evidencia alguna de lo espiritual en la experiencia.


- La teoría evolucionista explica al ser humano también como un producto de la evolución
biológica a partir de otros animales.

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- La defensa de lo espiritual en la religión podría ser sólo miedo a morir o deseo de inmortalidad,
pero sólo el deseo no es ninguna prueba de realidad.

CONCEPCIONES FILOSÓFICAS DEL SER HUMANO

1º. El dualismo antropológico: Platón y Descartes:

Platón: es el primer pensador que elabora un sistema filosófico de carácter dualista, tanto en lo
que se refiere a la realidad como en lo que respecta al ser humano. Creía en la existencia de dos
mundos: el mundo sensible que percibimos por los sentidos y el mundo de las Ideas, la auténtica
realidad presidida por la Idea del Bien, de la cual el mundo sensible no es sino una copia
imperfecta. En el mundo de las Ideas están los modelos de todas las cosas del mundo sensible,
además de las Ideas éticas o estéticas, como las de la Justicia o la Belleza o la Verdad.

Con respecto al ser humano, afirmaba que está constituido por dos partes: el cuerpo material y el
alma espiritual e inmortal. Del mundo sensible sólo cabe la opinión, un conocimiento inferior,
pero la auténtica realidad sólo puede conocerse por el “nous” entendimiento en griego que está
en el alma, en su parte racional. Además de esa parte racional, Platón creía que en el alma había
otras dos partes: la parte volitiva en donde residen la voluntad, el coraje y las pasiones nobles, y la
parte apetitiva, en la que residen los deseos, como el deseo de los goces sensoriales (comer,
beber, sexo, poseer riquezas materiales...) las pasiones innobles.

Para explicar el alma, Platón recurre a la alegoría del carro alado: el alma habitó originalmente
el mundo de las Ideas en donde podía contemplar las Ideas. De forma alegórica, Platón compara
el alma humana con un carro conducido por un auriga (la parte racional) y tirado por dos caballos:
uno dócil (la parte volitiva) y otro rebelde (la parte apetitiva). Este último será el responsable de
que el carro vuelque, haciendo caer al alma al mundo sensible, en donde tendrá que encarnarse
en un cuerpo, olvidando todo lo que sabía sobre el mundo de las Ideas. Dado que las cosas del
mundo sensible son copias del mundo de las Ideas, existe la posibilidad del recuerdo o
reminiscencia de lo ya sabido. Por eso conocer es recordar.

Este pensador creía en las creencias órficas de la trasmigración de las almas (lo que hoy
llamaríamos reencarnación o “metempsicosis” en griego). Según esa creencia, dependiendo de la
dignidad moral con la que se ha vivido, el alma podía reencarnarse en distintas clases de hombres,
incluso en animales. Por eso, el camino que debe recorrer el alma es el de la purificación. Según
Platón, si el alma consigue reencarnarse durante un determinado número de generaciones en un
filósofo, un hombre que busca la verdad, el alma conseguirá volver al mundo de las Ideas de
donde cayó, que es adonde realmente pertenece. En este mundo sensible, el alma está
encarcelada en un cuerpo.

Descartes: en el siglo XVII este autor es también un representante del dualismo antropológico. El
auténtico yo se identifica también con el alma. El cuerpo es sólo sustancia material que se
caracteriza por la extensión en el espacio. En cambio, el alma es una sustancia espiritual que se
caracteriza por su facultad de pensar (de tener procesos mentales: recordar, sentir, imaginar,
razonar, desear, odiar o amar etc.). La sustancia material de la que forma parte nuestro cuerpo, es
toda la naturaleza, sometida a las leyes de la mecánica y al determinismo físico. Por el contrario,
en nuestra alma residen las facultades de pensar y la voluntad libre. Así pues, cuerpo y alma son
dos substancias independientes, aunque accidentalmente unidas en el ser humano. Somos como
“un fantasma en una máquina”. El problema será explicar las relaciones entre las dos partes. Si el

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alma es algo inextenso, inmaterial ¿cómo puede mover y dar órdenes al cuerpo? ¿Por qué cuando
nuestro cuerpo sufre algún daño “sentimos” dolor? ¿cómo se comunican ambas substancias si
son de naturaleza tan diferente e independientes una de otra?

Descartes no dio una explicación satisfactoria de esta interacción. Todo lo que dijo fue que alma
y cuerpo se comunican a través de la glándula pineal (que está en la base del cerebro). Pero el
problema quedaba sin resolver, ya que si esa glándula es parte material, como el resto del cuerpo,
sigue sin explicación cómo algo inextenso puede comunicar con algo extenso.

En el siglo XVIII algunos filósofos desarrollaron una teoría materialista y mecanicista sobre el ser
humano, eliminando todo lo que no se podía explicar en términos mecánicos. Así suprimieron el
alma y concibieron el hombre como una máquina eliminando el dificultoso problema de la relación
cuerpo-alma. En esa corriente destaca La Mettrie (médico y filósofo francés) que desarrolló sus tesis
en un libro titulado precisamente “El hombre-máquina”. Ya en el siglo XX, frente al dualismo
substancial de Descartes, el emergentismo considera que la mente no es una substancia
independiente del cuerpo, sino algo producido por el cerebro y que necesita del cerebro para existir.
Pero, frente al materialismo mecanicista, el emergentismo considera que los procesos mentales son
algo distinto de los procesos físicos, y no son reductibles a estos.

Los fenómenos mentales no se pueden reducir a procesos neurofisiológicos o de tipo físico-


químico. Tienen su propia autonomía. Aunque lo mental tenga una base y unas causas físicas, no se
reducen a lo meramente físico. Es imposible explicar la autoconciencia, la voluntad y la libertad
humanas sólo desde las células, las moléculas y los átomos. Llamamos propiedades “emergentes” a
las que surgen de la relación entre los componentes de un sistema (el cerebro de un hombre vivo)
pero que no las poseen los componentes de ese sistema aisladamente. Estableciendo una analogía:
la propiedad de apagar un fuego no se encuentra ni en el hidrógeno, ni en el oxígeno por separado,
pero sí en el agua, que es la combinación de ambos.

2º La concepción cristiana del ser humano: El cristianismo afirma que todos los hombres son hijos
de Dios, y por tanto, hermanos entre sí, por lo que hay una igualdad esencial de todos los seres
humanos al margen de su condición social o cultural. Aunque esa idea de la igualdad ya había sido
defendida en el siglo III antes de Cristo por los filósofos estoicos, la concepción habitual del mundo
griego y romano se fijó más en los rasgos externos de ser libre o esclavo, griego o bárbaro, hombre o
mujer etc. afirmando más las diferencias que la igualdad esencial entre todos los seres humanos.

Además afirma que todos están hechos a su imagen y semejanza, dotados de razón y voluntad
libre. El filósofo Agustín de Hipona situó las Ideas ejemplares de Platón en la mente divina del
Creador. Por haber sido creado a imagen de Dios, ha recibido entre sus atributos la capacidad de
elegir (libre arbitrio). Al haber elegido el mal, el ser humano se convierte para el cristianismo en un
“ser caído”. Para redimir a los hombres y ofrecerles la posibilidad de la salvación, Dios mandó a su
hijo Jesucristo, para sellar una nueva alianza con los hombres. Si en el mundo antiguo se creía que el
devenir de las cosas era circular, por lo que se daba un eterno retorno de todos los acontecimientos
en grandes ciclos cósmicos (como en la naturaleza las estaciones van sucediéndose), a partir del
cristianismo se introduce la idea de un tiempo lineal: hay un origen con la creación del cosmos, luego
la caída del hombre con el pecado original, la llegada de Cristo para redimirnos y, habrá una segunda
llegada en el momento final, con un juicio final universal. En ese momento, según Agustín de Hipona,
quedarán separados los hombres en dos grupos: “aquellos que se aman a sí mismos hasta el
desprecio de Dios, que constituyen la ciudad terrenal, y los que aman a Dios hasta el desprecio de sí

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mismos, que constituyen la ciudad de Dios”. La historia acabará con el triunfo final de la ciudad de
Dios.

3º Marx : el hombre alienado. Según este autor los seres humanos están determinados por
las condiciones materiales, de tipo social y económico en las que viven. Marx afirma que el
hombre es un ser material, no una conciencia en una máquina ni un alma inmortal y eterna. El
ser humano sólo se puede comprender a partir de su relación con la naturaleza y con los
demás hombres. El hombre se realiza como tal a través del trabajo por el que crea sus
condiciones reales de vida, modifica la naturaleza adaptándola a sus necesidades y se hace a sí
mismo. Si en la concepción griega y romana el trabajo era considerado una actividad inferior,
propia de esclavos, y la judeo-cristiana, lo consideraba como un castigo divino por el pecado
original, con el marxismo el trabajo pasa a ser el medio de la realización del hombre.

Pero además, el hombre se desarrolla como tal en una sociedad concreta, es el producto de
la sociedad en la que le toca vivir. Es también un ser histórico, porque las sociedades se van
transformando por la actividad humana. El ser humano es a la vez, un producto y un productor
de la sociedad. Según Marx, toda la historia de la humanidad no es otra cosa que lucha entre
las clases sociales. En la antigüedad, amos y esclavos, en la Edad Media, los señores feudales
dueños de la tierra contra los siervos de la gleba que trabajaban para ellos en una relación de
vasallaje. En el Capitalismo, los que se enfrentarán serán los burgueses capitalistas y los
obreros proletarios, que trabajarán para los primeros a cambio de un salario.

En su análisis Marx distingue entre la infraestructura económica y social de la sociedad, y la


superestructura ideológica que engloba al sistema jurídico, la religión, la política, la filosofía, el
arte etc .La superestructura siempre sirve para justificar el orden establecido, al servicio de la
clase dominante. (Por eso afirma que la religión es el opio del pueblo, ya que intenta que los
trabajadores piensen que su felicidad está en el cielo para que no intenten conseguirla en este
mundo). Por tanto, no se puede hablar del “ser humano” en abstracto, sino de amos o
esclavos, señores o siervos, capitalistas o proletarios. Si el ser humano no existe al margen de
las condiciones materiales de existencia, y estas varían de una sociedad a otra, ¿cuáles son
esas condiciones en la época capitalista? En esta sociedad lo que caracteriza a los obreros
trabajadores es la alienación. La alienación es ese estado en el que el hombre no se posee a sí
mismo y vive engañado, sin poder realizarse en su trabajo.

El trabajador asalariado es víctima de una cuádruple alienación:

a) Con respecto al producto de su trabajo porque al trabajar para otro, ese producto no
le pertenece.
b) Con respecto a la propia actividad: en su trabajo no se afirma, sino que se niega; no se
siente feliz, sino desgraciado. Su trabajo no es voluntario sino forzado. Es el medio
para satisfacer las necesidades fuera del trabajo. Así sólo se siente libre en sus
funciones animales: comer, beber, engendrar, pero se encuentra a disgusto en lo que
debería ser su medio de autorrealización.
c) Con respecto a la propia naturaleza, ésta se le aparece como algo ajeno al trabajador,
es la propiedad de otro.
d) Con respecto a los demás seres humanos, porque aunque el hombre es capaz de
trabajar solidariamente, por el trabajo impuesto, rompe su relación con los demás, de
modo que cada uno trabaja para sí mismo, y el otro se le aparece como el ser extraño
al que pertenecen su trabajo y el producto de su trabajo.

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Marx consideraba que la propiedad privada es la realización de la alienación, por ello, sólo el
comunismo –entendido como supresión de la propiedad privada - permitiría la eliminación de
ese estado de alienación y la humanización del hombre. Para eso era necesaria la revolución
del proletariado y la instauración como fase transitoria de la dictadura del proletariado, para
que llegara a realizarse su utopía del comunismo, una sociedad sin clases sociales. (El
problema ha sido que en la práctica, en el socialismo real no se ha llegado a pasar de la fase de
la dictadura del proletariado y no se ha llegado a ningún paraíso comunista, como hemos visto
tras el derrumbe de la URSS).

4º - FREUD: El hombre como ser en permanente lucha interior:

El psicoanálisis entiende al ser humano como un continuo conflicto que refleja el poder de lo
inconsciente y de lo reprimido, y también como una víctima de la represión social y cultural. La
conducta humana es el resultado de pulsiones que provienen del inconsciente. En los sueños o en el
arte podemos encontrar síntomas de que el comportamiento humano se rige por motivos
inconscientes, que no pueden acceder a la conciencia si no es usando algún disfraz para escapar de la
censura de la conciencia. En su obra “El malestar de la cultura” afirmó que siempre existirá un
conflicto entre individuo y sociedad porque para que una sociedad pueda funcionar todos hemos
debido renunciar a nuestras tendencias agresivas o a las pulsiones sexuales desordenadas. La
sociedad deberá ser represora; debe haber una disciplina para que puedan darse la seguridad y el
progreso en la sociedad. Pero, en el fondo del individuo late una continua rebelión que viene de las
exigencias del inconsciente, así que el conflicto y la infelicidad serán inevitables.

Freud destacó tres partes en la estructura de la mente humana: el inconsciente o ello, el ego o
conciencia, y el superego o yo ideal.

a) El inconsciente o ello es el núcleo más profundo cuyo contenido es todo lo heredado,


lo innato, nuestros deseos reprimidos y las pulsiones agresivas o eróticas (la libido). Allí
no existen ni la moral, ni la lógica, ni el tiempo. El inconsciente sólo se rige por el
principio del placer y la satisfacción inmediata del deseo. Al nacer sólo somos puro
inconsciente porque aún no se han desarrollado ni la conciencia ni el superego.
Lentamente, los padres o educadores enseñarán al niño a esperar para satisfacer sus
deseos. Por la frustración y el dolor nacerán la conciencia y el yo.
b) La conciencia o ego es el centro de donde surge la acción voluntaria y consciente del
individuo. Se rige por el principio de realidad. Su función es la de adaptarnos a las
situaciones que vivimos dentro del mundo real. El yo examina las posibilidades reales,
nuestra capacidad y limitación, y decide qué hacer. Nuestro yo consciente es con lo
que nos identificamos como personas, pero es la parte más débil de la mente porque
está siempre sometido a las presiones que proceden del inconsciente, de las
situaciones del mundo exterior y a las exigencias del superego.
c) El superego o yo ideal representa las normas, los valores y las prohibiciones que el
hombre interioriza de su cultura desde la socialización primaria. El superego marca a la
conciencia lo que se debe hacer y lo que no. Sus exigencias no se rigen por el principio
de realidad y siempre son mayores de lo que se puede hacer. Por eso es un tirano
sobre el yo, tanto como lo es el ello, pero a menudo se opone a nuestras tendencias
inconscientes. Es otra fuerza de tipo inconsciente pero de signo contrario al ello, que
también tratará de imponerse sobre el yo.

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Según Freud, en la maduración del individuo hay una serie de etapas de desarrollo mental: fase
oral, anal, fálica, de latencia y genital. El tipo de personalidad que tengamos dependerá de cómo
vayamos superando cada una de esas etapas y por eso, los principales rasgos de la personalidad
se definen ya en la infancia. En la tercera fase, a la edad de cuatro o cinco años tiene lugar el
complejo de Edipo en los niños (o complejo de Electra en las niñas). Los niños ven un rival en el
progenitor del mismo sexo. Por un lado lo temen, por otro lo quieren. Para superar ese conflicto
terminarán identificándose con él y lo idealizarán. De esa identificación nacerá el superego o yo
ideal. Al hacerlo interiorizarán los valores y las normas de su sociedad. Sólo si se superan esos
complejos podrá hablarse de una maduración “normal” en la persona.

En definitiva, para Freud, el hombre es un ser en permanente lucha y agonía interior. El


inconsciente es mucho mayor que la parte consciente, por lo que gran parte de nosotros
mismos escapa al control de la conciencia. El yo puede creerse libre pero es el ello quien
domina y a menudo el inconsciente es un campo de batalla entre fuerzas opuestas: las que
provienen del ello y las que proceden del superego. Por eso el equilibrio mental es siempre
inestable. Para evitar la angustia o la ansiedad que nos producen las frustraciones y los
conflictos de nuestra propia mente, todas las personas solemos utilizar los mecanismos de
defensa, algunos de esos mecanismos son conscientes y otros no. Por ejemplo, de tipo
inconsciente es la represión de aquellos recuerdos dolorosos o inaceptables moralmente para
el sujeto. (El ejemplo del paciente con hidrofobia de la novela de Torcuato Luca de Tena “Los
renglones torcidos de Dios”).

Otro ejemplo de mecanismo de defensa, esta vez de tipo consciente, que todos utilizamos es
la fantasía, que consiste en realizar con la imaginación lo que uno no puede hacer en la
realidad. Otros ejemplos son: la racionalización, cuando el sujeto trata de dar justificaciones
falsas para encajar una situación frustrante (“En el fondo, eso es lo que quería”, “no hay mal
que por bien no venga”). O la negación de la realidad: “¡qué va! Si no me pasa nada, yo tan
contento”. La regresión consiste en la vuelta a una etapa anterior para reproducir
comportamientos pasados que resultaban satisfactorios, como por ejemplo, el sujeto que ante
la aparición de un conflicto desarrolla una conducta infantil, buscando de nuevo la protección
materna para no tener que afrontar la responsabilidad de tomar una decisión difícil. Otros
mecanismos de defensa son la proyección, la compensación y la sublimación.

La proyección consiste en proyectar sobre los demás sentimientos, deseos o impulsos


inaceptables para uno mismo. Este mecanismo es típico en los paranoicos al culpar a los
demás de los propios fracasos. O en los no enfermos, cuando llegamos furiosos a casa por algo
del trabajo, y nos empeñamos en decirles a los demás, que son ellos los que hoy están
intratables.

Por medio de la compensación, tratamos de compensar el fracaso en una actividad con el


triunfo en otra distinta. Como el mal estudiante que procura triunfar en el deporte o en la
relación con los demás. Cuando se intenta triunfar en aquello en lo que hemos fracasado
anteriormente, estamos ante el mecanismo de defensa de supercompensación. Demóstenes,
que era tartamudo, llegó a ser un orador. Es un buen ejemplo.

Finalmente, nos referimos al mecanismo de defensa de la sublimación: Muchos impulsos


que son considerados por el sujeto como inaceptables (agresivos y sexuales especialmente)
son desviados hacia actividades consideradas como “superiores o sublimes”, como el arte o la
actividad en una ONG, en algo considerado como bueno en su sociedad, y también por él
mismo. Por ejemplo, el actor Anthony Hopkins declaró, que él se salvó por el arte, ya que en su

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juventud era muy agresivo, y gracias a su carrera como actor, en el teatro o en el cine después,
pudo canalizar sus energías en algo constructivo.

VERDAD, CERTEZA, CONOCIMIENTO Y CIENCIA

Contenidos:

1. Las teorías de la Verdad: como correspondencia o adecuación; como coherencia; la


verdad pragmática o como praxis.
2. La certeza: diferencias entre “ser verdadero” y “tener por verdadero”. Grados de
certeza. Las clases de certeza (natural, refleja: inmediata y mediata). Los criterios.
3. Tipos de actitudes con respecto a la posibilidad de conocer: el dogmatismo, el
relativismo, el escepticismo y el perspectivismo. Consecuencias del dogmatismo, el
escepticismo y el relativismo epistemológico. Críticas desde el Perspectivismo.
4. La Ciencia: ¿Qué es y para qué sirve? Sus componentes: hipótesis, leyes, teorías,
modelos, paradigmas. Clases de ciencias: empíricas (naturales y sociales) y formales;
ciencia básica y aplicada. Ejemplos de cada clase de ciencia.
5. La verdad de la Ciencia: posición realista e instrumentalista. Consecuencias sobre la
idea del progreso científico.
6. Los métodos de la ciencia empleados por las diferentes clases de ciencias:
a) El método hipotético- deductivo experimental en las ciencias empíricas. Las fases del
método.
b) El método axiomático- deductivo de las ciencias formales.
7. Validez y alcance del conocimiento científico:
a) La vieja escuela de Filosofía de la ciencia: Los neopositivistas y el criterio de la
verificación. La crítica de Popper y su criterio del falsacionismo. Críticas a la
inducción como método de la ciencia.
b) La nueva escuela de Filosofía de la ciencia: Kuhn y la verdad relativa al paradigma.
Las revoluciones científicas.
8. Diferencias entre el contexto de la justificación y el contexto del descubrimiento
(Reichenbach).
9. Los prejuicios neopositivistas sobre la validez y el alcance de la ciencia en el hombre
actual.
10. Las actitudes con respecto al progreso científico: seguir el imperativo tecnológico
(todo lo que se puede hacer se debe hacer); la actitud conservacionista; la actitud
responsable.
11. El problema filosófico de la verdad y el conocimiento en la Historia de la Filosofía.

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Introducción:

¿Es lo mismo que algo sea verdadero que lo tengamos por verdadero? ¿Qué diferencias hay
entre verdad objetiva y verdad subjetiva? ¿Lo que sea verdadero depende de la opinión de
cada uno? ¿Tiene alguien el monopolio de la verdad? ¿y la mayoría, puede la mayoría
equivocarse? ¿De qué tenemos certeza? El interrogante de Kant: ¿Qué podemos conocer?
¿Tiene límites la razón humana? ¿Cuáles son las fuentes de nuestro conocimiento?

Los cinco sentidos de “ser verdadero”:

1º sentido ontológico: “verdadero” en el sentido de “auténtico” frente a “aparente”.


Ese sentido lo encontramos en frases como: “Ese cuadro es un verdadero Picasso” o “Juan es un
verdadero amigo”, frente a las falsificaciones o los que fingen ser amigos tuyos, pero en realidad
no lo son.
2º sentido epistemológico “verdadero” es la correspondencia entre lo que afirmamos y los
hechos de la realidad. Ejemplo: “La Tierra es un planeta que gira alrededor del sol”, o “el agua
hierve a 100 grados centígrados”. Decimos que esos enunciados son verdaderos porque lo que
decimos es lo que sucede en el mundo real.
3º sentido lógico: “verdadero” puede significar válido o coherente, sin contradicciones en lo que
hemos dicho. Ejemplo: “El orador hizo un verdadero discurso” (utilizó un razonamiento válido). O
también, en matemáticas, “es verdad que dos + tres son cinco”.
4º sentido pragmático: “verdadero” puede significar también válido o útil porque nos sirve para
vivir, o porque funciona. Ejemplo: admitimos como verdadera la medicina actual porque salva
más vidas que la medicina del pasado. Lo mismo cabe decir de la Física que nos ha llevado a la
Luna, al poder construir cohetes que salgan de la gravedad terrestre.
5º sentido ético: “verdadero” en el sentido de sincero, cuando lo que afirmamos se corresponde
con lo que pensamos que es verdad.

Dejando a un lado de momento, los sentidos ontológico y ético, nos quedan los sentidos
epistemológico, lógico y pragmático. De aquí surgen las tres teorías de la verdad: Verdad como
correspondencia o adecuación (entre lo que decimos con el lenguaje y la realidad de los hechos),
la verdad como coherencia, que es sólo ausencia de contradicción lógica en lo que afirmamos en
el lenguaje; y por último, la teoría pragmática de la verdad, en la que tomamos como verdadero
aquello que nos ayuda a vivir. Puesto que nunca sabremos si en un futuro cambiarán nuestras
teorías científicas a partir de nuevos descubrimientos, de momento confiamos en la ciencia
actual, solo porque es más eficaz que la del pasado (incluso aunque pensemos que es solo una
verdad provisional, en el sentido de verdad como correspondencia).

Los otros dos sentidos de lo verdadero: el sentido ontológico, tiene relación con la verdad del ser
mismo, se corresponde con la verdad como desvelación o “aletheia”; y el de “verdadero” en
sentido ético, como sinceridad, ya no tendría relación directa con el interrogante kantiano sobre
¿qué podemos conocer?, sino más bien con el otro interrogante kantiano que pregunta sobre qué
debemos hacer, que se estudia en la ética y no en epistemología o teoría del conocimiento, como
sucede con los anteriores.

No es lo mismo que algo sea verdadero, que tengamos algo por verdadero, porque lo que
tenemos por verdadero hoy puede ser falso, como hemos visto muchas veces cuando

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descubrimos que estábamos en un error. La verdad es la verdad, la diga quien la diga. No es una
cuestión ni de mayorías, ni de autoridades. La verdad es algo objetivo, inmutable e independiente
de nosotros. Sin embargo, hay diferentes actitudes con respeto a la posibilidad de alcanzar el
conocimiento de la verdad:
El escepticismo: niega esa posibilidad. El escéptico afirma que hay muchas opiniones diferentes,
pero es imposible conseguir la certeza sobre la verdad objetiva. El escepticismo radical cree que
es imposible asegurar que nada sea verdad. Duda y desconfía de todo. El escéptico moderado,
solo pretende que no le engañen y por eso exige pruebas, pero el radical, sólo se podría dar en
teoría, ya que en la práctica todos vivimos instalados en la certeza natural sobre muchas
cosas.(Por ejemplo: “que el fuego quema”). No podríamos vivir en la duda continua. Además para
ser coherentes deberían suspender siempre el juicio. No podrían afirmar ni negar nada. Si un
escéptico dice que “no podemos saber nada seguro” siempre le podríamos decir: “y eso ¿cómo lo
sabes?”. El escéptico radical se contradice a sí mismo. En cambio, la actitud del escéptico
moderado, como actitud crítica, para no caer en la credulidad del ingenuo, está mejor
filosóficamente.
El relativismo: solo acepta la verdad subjetiva. Cada uno tiene su verdad. Lo que cree imposible es
llegar a una verdad objetiva, válida para todos. Siempre influyen los prejuicios personales, sociales
e históricos; la propia cultura y hasta la circunstancia personal. No ven lo mismo el profesor que el
alumno, por ejemplo. Las críticas que se le pueden hacer al relativista son que al negar la
posibilidad de la verdad objetiva, entonces no serían posibles la ciencia, ni la enseñanza.
Tampoco intentar averiguar la verdad en un juicio. Si cada uno tiene su opinión la verdad sería
casi como una cuestión de gustos y no tendría sentido debatir para ver quién tiene la razón. ¿Y si
dos personas defienden dos ideas contrarias? ¿Habría que decir que las dos son verdaderas a la
vez? El relativismo termina cayendo en la posición del escepticismo. Tal vez, no todas las
opiniones son igualmente “respetables”. Solo aquellas que se puedan fundamentar.

El dogmatismo: es la posición del que se cree poseedor de la verdad absoluta. El dogmático no


acepta críticas. Puede ser intolerante y peligroso si está en una situación de poder político o
religioso. Los fanáticos radicales son dogmáticos. En el fondo temen que alguien les pueda refutar
en sus creencias. Le incomodan las dudas. Los líderes totalitarios, los tiranos, los inquisidores o los
terroristas que tratan de eliminar a los que no piensan igual que ellos. Es la posición menos
filosófica y más irracional.

El perspectivismo de Ortega y Gasset: este filósofo criticó las otras posiciones al afirmar que
aunque es cierto que toda verdad está anclada en la circunstancia personal, en la verdad
subjetiva, como diría el relativista, sin embargo, es posible tratar de llegar a la verdad objetiva por
medio de un diálogo racional que pueda complementar los puntos de vista individuales y las
verdades históricas. En cada época ha habido prejuicios y también momentos de lucidez. Puso el
ejemplo de dos personas situadas en las dos vertientes del Guadarrama: cada una vería una parte
según donde esté, en Madrid o en Segovia, pero podrían informarse mutuamente de su
perspectiva y así llegar a una idea objetiva sobre esa sierra. Ortega no creía en la posibilidad de
llegar a la verdad absoluta para nosotros. Sólo un Dios que pueda verlo todo al mismo tiempo
podría tener esa verdad total, pero sí en la posibilidad de ir haciendo una verdad objetiva entre
todos.

LA CERTEZA

¿De qué podemos estar seguros? ¿Qué podemos sostener razonablemente como verdadero?

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La certeza es la seguridad que tenemos sobre nuestros conocimientos. Hay distintos grados de
certeza: la duda, en donde nuestra seguridad es nula; la opinión, en donde la seguridad es
insuficiente, aunque ya nos inclinamos subjetivamente a dar nuestra opinión; si no somos
dogmáticos, estaremos dispuestos a modificar nuestras opiniones, si encontramos nuevas
pruebas o argumentos que nos hagan cambiarla; la creencia, en ese grado, podemos estar muy
seguros de lo que creemos, pero nos falta la certeza objetiva para poder demostrarlo a los demás.
Finalmente: el saber, es ya la creencia justificada porque tenemos pruebas objetivas.

Hay también diferentes clases de certeza:


a) La certeza natural , la certeza basada en la costumbre y la experiencia. Cuando vamos a
dormir nunca dudamos de que mañana amanecerá. Si abrimos la puerta de la clase, sabemos
que está el pasillo. Si tiramos algo por la ventana, sabemos que caerá hacia abajo etc. Es una
creencia en la que vivimos instalados, previa a cualquier reflexión.
b) La certeza refleja: esta ya la tenemos a partir de la reflexión y puede ser inmediata o mediata.

La certeza inmediata: la tenemos de los datos de los sentidos, (de la experiencia externa del
mundo exterior), de nuestras vivencias de nuestros sentimientos, recuerdos, pensamientos
etc. (de la experiencia interna). También de las primeras verdades de tipo lógico como el
principio de no contradicción, por ejemplo.

La certeza mediata es la que necesita demostración. Como los experimentos científicos, las
pruebas en un juicio, las demostraciones lógicas o matemáticas, los documentos históricos o
los restos arqueológicos etc. En general, en todas las ciencias, salvo en los primeros principios,
ya son necesarias las demostraciones para obtener la certeza objetiva que los convierte en
saber.

También nos podemos preguntar por los criterios de la certeza, los instrumentos gracias a los
cuales podemos tener certeza objetiva. En realidad, no existe ningún criterio fiable 100%,
siempre válido e infalible (que no falle nunca). Como mucho tenemos criterios autorizadores:

La evidencia: es la especial claridad con la algo se nos presenta, que excluye toda duda. ¿De
qué tenemos evidencia? Normalmente de los datos de los sentidos, de la experiencia interna y
de los primeros principios lógicos o matemáticos. De lo que hemos llamado la certeza
inmediata. El problema es que todo lo evidente es siempre evidente subjetivamente, por eso
no es fácil que este criterio sea un criterio universal. Nada nos parece evidente hasta que no es
“evidente para mí”. Además, a veces nos parecen evidentes nuestros propios prejuicios (juicios
previos falsos basados en creencias infundadas).

La verificabilidad: en la ciencia solo aceptamos como válidas aquellas hipótesis que se han
comprobado experimentalmente. Sin embargo, como ya destacó Popper, “debemos
considerar todas las teorías científicas como hipótesis solo provisionalmente confirmadas”. No
hay verdades definitivas en la ciencia, ya que esta es un saber abierto y no dogmático.
Además, “no hay hechos puros, sino hechos interpretados a la luz de las teorías”. Esas
interpretaciones son las que han ido cambiando a lo largo de la historia de la ciencia.

El consenso entre los especialistas: cuando hay un acuerdo entre los expertos tendemos a
fiarnos de sus conclusiones. Por ejemplo, en un diagnóstico médico. Pero, es solo un criterio
autorizador, no infalible. (Por ejemplo, también los médicos se equivocan). Igualmente,
durante siglos, los físicos defendieron el geocentrismo…hasta la revolución de Copérnico en
Astronomía.
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La coherencia: una nueva teoría será aceptada más fácilmente si es compatible con otras ya
aceptadas, y no contradice los hechos contrastados experimentalmente. Además, cualquier
nueva teoría deberá ser “consistente” (sin contradicciones internas) como primer requisito
para que pueda ser aceptada por los científicos, ya que la ciencia es un saber racional.

La utilidad: Podemos aceptar provisionalmente una teoría, si funciona y nos ayuda a vivir. Por
ejemplo: la Física actual es más eficaz que la del pasado porque, con sus aplicaciones hemos
conseguido llegar a la Luna. Lo mismo cabe decir de la medicina actual, que puede salvar más
vidas que la del pasado. Por eso damos por válido esos conocimientos, aunque nunca
sabremos si las teorías actuales son la verdad definitiva, y lo más probable es que no lo sean,
pero las aceptamos mientras no tengamos otras mejores. En la Historia de la Ciencia, una
teoría como la de Newton, con más de 300 años de vigencia, fue finalmente superada por la
doble revolución de la Física en el siglo XX: la teoría de la Relatividad de Einstein y la mecánica
cuántica.

REALISMO E INSTRUMENTALISMO

Con respecto a la verdad de la ciencia caben dos actitudes:

a) El realismo: que tiene como meta de la ciencia llegar a la verdad como


correspondencia entre nuestras teorías y los hechos del mundo real y, por tanto,
considera verdaderas aquellas teorías que describen el mundo y su funcionamiento tal
y como es. La mayor parte de los científicos han sido realistas.
b) El instrumentalismo: que afirma que nuestras teorías sólo se pueden considerar como
instrumentos o modelos, para tratar de explicar los fenómenos naturales y hacer
predicciones, pero, nunca sabremos si son verdaderas en el sentido de verdad como
correspondencia con la realidad. Seguramente las teorías actuales serán falsas y serán
superadas en el futuro, pero hoy las aceptamos por su utilidad y mayor eficacia, si las
comparamos con las teorías del pasado. Por tanto, la verdad que defienden es sólo la
verdad pragmática. Los autores de la Escuela de Copenhague de la Mecánica Cuántica
son instrumentalistas.

Realismo e instrumentalismo tienen como consecuencia directa una visión diferente de lo que
se puede entender por progreso: para los realistas, progreso es avance hacia la verdad,
acercamiento a la verdad como correspondencia. En cambio, para los instrumentalistas,
progreso es solo mayor eficacia para explicar y predecir los fenómenos, y también para aplicar
el conocimiento científico al servicio de las necesidades humanas.

¿QUÉ ES LA CIENCIA? ¿PARA QUÉ SIRVE? COMPONENTES. CLASES DE CIENCIAS

La Ciencia es un saber racional de primer grado, un saber especializado creado por los seres
humanos para explicar los fenómenos naturales o sociales, poder predecirlos y aplicar ese
conocimiento al servicio de las necesidades humanas. La Ciencia forma parte de lo que
llamamos “verdad objetiva”. Está compuesta de: hipótesis o supuestos teóricos que sirven
para explicar un fenómeno, como la de la presión de la atmósfera de Torricelli; leyes que son
la conexión regular entre fenómenos en la naturaleza, a menudo expresadas con matemáticas,
como la ley de la gravedad de Newton; teorías, que son un conjunto de hipótesis y leyes
científicas conectadas para explicar los fenómenos de una determinada parcela de la realidad,
como la teoría evolucionista de Darwin; modelos o representaciones visuales de conceptos

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científicos, como el modelo de las moléculas de un gas representado con bolas de billar, o la
representación del átomo de Rutheford como un sistema planetario; y paradigmas, que son
conjuntos de teorías que están vigentes en un determinado momento histórico y que
proporcionan una visión de la naturaleza, en la que se educan los científicos de la misma
época, y que dan lugar a programas de investigación. Según Kuhn, todas las ciencias maduras
funcionan bajo un paradigma en los tiempos de ciencia normal, hasta que llega una revolución
científica que termina con un cambio de paradigma. Por ejemplo: el paradigma de la mecánica
clásica, que se basó en las obras de Copérnico, Galileo, Kepler y sobre todo, Newton. A partir
de ahí “se ve” la naturaleza como un mecanismo inerte en movimiento. La materia (divisible en
átomos) es movida por una serie de fuerzas como las de la gravedad o el electromagnetismo.
Nada que ver con la naturaleza contemplada bajo el paradigma de Aristóteles, que se podría
comparar con un organismo vivo, en el que los seres naturales “tenían en sí mismos el
principio de su movimiento o de su reposo”. La gravedad, por ejemplo, se interpretaba como
“la tendencia de todas las cosas a unirse a lo que es semejante”. En el mundo sublunar, casi
todas las cosas tienen en su composición el elemento tierra en mayor proporción, que los
otros tres elementos (agua, aire y fuego), y como todo camina a su lugar natural, las cosas
tienden a unirse con la tierra. La gravedad no se interpretaba como una fuerza exterior, como
sucederá en la mecánica clásica. Siendo el mismo fenómeno, la interpretación variará mucho
según el paradigma en el que nos encontremos.

Clases de ciencias: formales/empíricas (naturales y sociales); ciencia básica y aplicada

Atendiendo a su objeto de estudio, las ciencias pueden ser ciencias formales, como las
matemáticas o la lógica; o ciencias empíricas naturales, como la Física, la Química o la Biología;
y ciencias empíricas sociales, como la sociología o la antropología cultural o la Historia… Las
ciencias formales tienen como objeto de estudio una abstracción y no los fenómenos naturales
que se pueden observar en la realidad. Por ejemplo: las matemáticas abstraen o separan
mentalmente los aspectos cuantitativos en aritmética o las relaciones espaciales en la
geometría. La lógica abstrae las reglas que utilizamos cuando razonamos correctamente. En
cambio, las ciencias empíricas tienen como objeto de estudio una parcela de la realidad: la
biología, los seres vivos; la sociología, las sociedades humanas o la Historia, los hechos del
pasado humano. Su verdad necesita de una comprobación experimental para que pueda ser
verificada, o de pruebas materiales para establecer su certeza. En las demostraciones de la
lógica o de la matemática en cambio, no se hacen experimentos.

Si nos fijamos en la aplicación del conocimiento científico al servicio de las necesidades


humanas, entonces podemos hacer otra clasificación, según se trate de ciencia básica o de
ciencia aplicada. La ciencia básica busca explicar cómo funciona el medio, pero sus objetivos
son a largo plazo; en cambio, la ciencia aplicada tiene objetivos a corto plazo, pero necesita
basarse en la ciencia básica. Por ejemplo: la medicina busca curar enfermedades, es una
ciencia aplicada que se basa en la microbiología como ciencia básica que puede estudiar a los
virus y las bacterias. Igualmente, la ingeniería suele utilizar como ciencia básica a la Física, para
conseguir sus objetivos.

LOS MÉTODOS DE LA CIENCIA

En las ciencias empíricas el método que se impuso fue el de Galileo: el método hipotético-
deductivo experimental. Como ha destacado Karl Popper, físico y filósofo, es un error pensar
que en las ciencias empíricas el método es la inducción. Ya Hume en el siglo XVIII criticó la
inducción como método de la ciencia, porque carece de validez lógica. No se puede pasar de

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experiencias particulares a establecer leyes generales. No basta con observar la naturaleza. En
el método de Galileo podemos señalar las siguientes fases:

1º detección de una anomalía (algo inexplicable desde la teoría científica de la época, por
ejemplo la alta tasa de mortalidad en las mujeres que acababan de dar a luz); 2º crear una
hipótesis que pueda explicarlo (la mala praxis de los estudiantes de medicina); 3º deducción de
consecuencias a partir de la hipótesis (si se retiraban a los estudiantes disminuiría la
mortalidad, si ellos eran los responsables); 4º comprobación experimental, si tras la retirada
de los estudiantes se producía el efecto esperado: confirmación de la hipótesis; en caso
contrario, habría que pensar en otra hipótesis, porque la anterior quedaba falsada.

En este método, la naturaleza comparece en calidad de testigo para responder a la pregunta


del científico en el experimento. Responde “sí” o “no”. Si los hechos confirman la hipótesis
esta queda verificada, en caso contrario se produce la falsación de la hipótesis. Un
experimento supone crear una situación, generalmente en laboratorio, que permite
comprobar qué efectos tiene una variable independiente sobre una variable dependiente. La
variable independiente es el factor que controla el experimentador y funciona como causa del
fenómeno que se investiga (en el caso del ejemplo: los reconocimientos de los estudiantes a
esas mujeres que acababan de dar a luz); la variable dependiente refleja los efectos de la
variable independiente (en el ejemplo, la tasa de mortalidad de esas mujeres). A veces hay que
usar, además del grupo experimental en el que se aplica la variable independiente, otro grupo
de control, en donde no se aplica, para poder comparar la variable dependiente en los dos
grupos. Por ejemplo: si queremos saber si las altas temperaturas influyen a la hora de realizar
un examen, en el grupo experimental, se aplicará la variable independiente: se subirán varios
grados la temperatura, mientras que en el grupo de control, se dejará como estaba. Si se
confirma la hipótesis, en el grupo de control, los resultados serán mejores que en el grupo
experimental. Así podremos afirmar que las temperaturas elevadas influyen negativamente en
el rendimiento de esos estudiantes al comparar los resultados de los dos grupos (la variable
dependiente).

En las ciencias formales el método que se emplea es el método axiomático-deductivo. A partir


de los primeros principios, definiciones y de los axiomas, (verdades tan claras y evidentes que
no necesitan demostración, como el principio de no contradicción en la lógica; o que dos cosas
iguales a una tercera son iguales entre sí), desde ellos se van deduciendo las demás verdades y
teoremas siguiendo las reglas establecidas en cada ciencia. Aunque sí hace falta demostrar,
tanto en matemáticas como en lógica, sin embargo, no hay que hacer ningún experimento
controlado, porque el objeto de estudio es una abstracción y no son los fenómenos de la
realidad, como ocurre en las ciencias empíricas. Las matemáticas se utilizan como ciencia
auxiliar en las demás ciencias, para proporcionar exactitud y precisión al calcular los resultados
en los experimentos. En cuanto a la lógica, la coherencia es el primer requisito de verdad para
cualquier teoría. Matemáticas y lógica son lenguajes racionales creados por nosotros. No es
hoy necesario afirmar, como hizo Galileo, que “el libro de la naturaleza está escrito en lenguaje
matemático”. Más bien podemos decir que somos nosotros los que introducimos esos
lenguajes al contemplar la realidad desde nuestra razón.

SOBRE LA VALIDEZ Y EL ALCANCE DEL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO

a) Para los neopositivistas, como Carnap, Neurath, Ayer… autores del Círculo de Viena, la
meta de la ciencia debe ser llegar a la verdad, entendida como correspondencia con la
realidad; y el método para lograrlo, el verificacionismo. Los experimentos son los que

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dan validez al conocimiento científico. Por tanto, la vieja escuela de filosofía de la
ciencia defiende la posición realista, según la cual nuestras teorías deben describir y
explicar los hechos de la realidad; la meta de la ciencia es llegar a la verdad y el
progreso se define como acercamiento a la verdad.
b) Aun siendo también realista, Karl Popper, se convirtió en la crítica oficial de los
autores del Círculo de Viena, al señalar que “no hay nunca hechos puros, sino hechos
interpretados a la luz de las teorías”. Pongamos como ejemplo la contemplación de
una puesta de sol, interpretada bajo el geocentrismo o el heliocentrismo. Aunque las
impresiones en la retina de los dos espectadores sean las mismas, para el geocentrista,
es el sol el que se ha ido moviendo por los cielos, desde el este hasta el oeste; en
cambio, para el heliocentrista, somos nosotros los que nos hemos movido alrededor
del sol. Lo mismo sucede, con el fenómeno de la gravedad, según estemos en la
interpretación aristotélica, en la mecánica clásica o en el paradigma de la relatividad
de Einstein. El hecho es el mismo, pero la interpretación, cambia por completo.
Según Popper, debemos considerar siempre nuestras teorías, “solo como hipótesis
provisionalmente confirmadas”. No hay por tanto, ninguna verificación definitiva,
porque los datos que surgen de nuestros experimentos, son hechos interpretados a
partir de teorías, que nunca sabremos si no serán desplazadas por otras teorías en el
futuro. Una teoría, como la de Newton de la Mecánica clásica, con más de 300 años de
vigencia, fue desplazada por la teoría de la Relatividad de Einstein a partir del siglo XX.
Por el contrario, el criterio de la falsación de hipótesis, sí puede servirnos. También
podemos acercarnos a la verdad eliminando errores. A Popper le llamó la atención que
el propio Einstein dio la pista para refutar su propia teoría: si en un futuro,
encontramos cualquier objeto que pueda ir a mayor velocidad que la de la luz en el
vacío.
c) Sin embargo, Thomas S. Kuhn, de la nueva escuela de filosofía de la ciencia, en su
obra “La estructura de las revoluciones de las revoluciones científicas”, refutará la
argumentación de Popper, al decir que la historia de la ciencia nos enseña que nunca
se abandona un paradigma hasta que no aparece otro nuevo capaz de competir con el
anterior, siendo más eficaz para explicar y predecir los fenómenos naturales. Siempre
hay anomalías o desajustes entre la teoría y los hechos. Para ello se suelen crear las
“hipótesis ad hoc”. Por ejemplo: para explicar el desajuste en la órbita de Urano, en la
época de la mecánica clásica se pensó que podría haber otro planeta que no se podía
ver pero que influía con su masa en esa desviación. Años más tarde, con telescopios
más potentes se descubrió a Neptuno. Ese descubrimiento se convirtió en una buena
confirmación de la teoría. Además ningún científico educado en un determinado
paradigma se atreve a dudar de la verdad de sus maestros; antes piensa que él ha
hecho mal el experimento. Si tuviéramos que abandonar nuestras teorías ante
cualquier hecho anómalo, nos quedaríamos sin ninguna. Sólo cuando las anomalías
persisten y aparece un científico con un paradigma mejor, se dan las condiciones para
una revolución científica en la que se produzca una sustitución de un paradigma por
otro. En ese momento, el hecho anómalo se convierte en lo esperado.

Al contrario que Popper, Kuhn ya no cree en la validez de los experimentos cruciales porque,
aunque se siga hablando de materia, energía, fuerza gravitatoria, espacio etc. con el cambio
de paradigma, la visión habrá cambiado por completo. Hasta los libros de texto se rehacen,
dando la impresión engañosa de que el conocimiento científico es lineal y acumulativo. Para
Popper esta es una cuestión parecida a la traducción entre idiomas diferentes, y no acepta que

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solo podamos alcanzar una verdad relativa a un paradigma, como dice Kuhn, porque eso sería
poner en duda la racionalidad de la empresa científica. Los científicos serían presentados como
seres crédulos que confían plenamente en sus maestros, incapaces de tener sentido crítico,
cegados por el paradigma vigente.

Kuhn respondió afirmando que para que se imponga un nuevo paradigma y con ello una nueva
visión de la naturaleza, hay que contar también con otros factores de tipo histórico, sociales,
psicológicos, religiosos y hasta estéticos, además de la racionalidad. Por ejemplo: la hipótesis
del heliocentrismo de Copérnico se impuso en la modernidad, porque el modelo era más
sencillo y armonioso que el modelo geocéntrico, con todo su engorroso aparato matemático
de epiciclos, deferentes etc. Si el universo había sido creado por Dios y el modelo heliocéntrico
era más hermoso, entonces era más verdadero. Un científico como Kepler, demostró las leyes
del movimiento de los planetas bajo la influencia de estas ideas. Si en el siglo XVII la Iglesia
condenó a Galileo por mantener el heliocentrismo, fue también – teóricamente - por motivos
religiosos, ya que en la Biblia, en el capítulo de Josué, se narra que “Yahvé mandó detener el
recorrido del Sol por los cielos, para que los israelitas tuvieran un día más largo para tener un
tiempo extra que les permitiera vencer a sus enemigos”. Por tanto, en una interpretación
literal, podemos ver como es el Sol el objeto que “se mueve” y no la Tierra, como decían los
heliocentristas como Galileo. Galileo acabó en prisión. Peor lo tuvo Giordano Bruno, que
terminó en la hoguera. En realidad, esta fue la época de la Reforma Protestante y la verdadera
causa de tanta persecución era el deseo de la Iglesia católica de seguir manteniendo su poder
sobre las conciencias, porque los protestantes habían dicho que cualquier cristiano podía
interpretar el mensaje de la Biblia, sin la mediación de la jerarquía eclesiástica.

Como ya advirtió Reichenbach, una cosa es el contexto de la justificación en el que se


investigan los criterios para aceptar una nueva teoría científica, si es auto-consistente, si ofrece
buenas explicaciones de los fenómenos y si, a partir de ella, hay acierto predictivo… en
definitiva si es válida racionalmente; y otra distinta el contexto del descubrimiento en el que
ha surgido esa nueva teoría, el estudio del contexto histórico, social y cultural que propició los
descubrimientos y la aceptación de la nueva teoría. La filosofía de la ciencia no puede olvidarse
de la historia de la ciencia. Según Kuhn, la historia de la ciencia invalida la teoría de Popper.

La cuestión es que Kuhn es ya instrumentalista y no realista. Defiende una teoría de la verdad


pragmática según la cual, lo verdadero es lo útil y progreso, no significa acercamiento a la
verdad sino mayor eficacia explicativa, predictiva y de aplicación al servicio de las necesidades
humanas. Seguramente, las teorías actuales serán tan falsas como las del pasado, pero si
aceptamos el nuevo paradigma es por pragmatismo. Nunca sabremos si las teorías actuales se
acercan más o menos a la verdad, como verdad como correspondencia con la realidad, pero no
evolucionamos hacia lo que desearíamos conocer, sino solo a partir de lo que conocemos.

En toda ciencia madura, se trabaja bajo un paradigma, de forma que solo hay verdades
relativas a un determinado paradigma histórico. En el caso de las ciencias sociales, por
ejemplo, por tratarse de ciencias muy jóvenes, aún se da una pugna entre paradigmas rivales.
En Psicología hay diferentes escuelas y métodos: Psicoanálisis, Conductismo, Psicología
cognitiva, Psicología Humanista etc. Lo mismo ocurre en Sociología: Estructuralismo,
Funcionalismo, Marxismo etc. A veces se ha dicho que estas ciencias se orientan más a la
comprensión, ya que tratan de comprender los fenómenos históricos y sociales, captándolos
en su singularidad, y descubriendo su sentido en el contexto particular en el que se dan. En
cambio, las ciencias empírico- naturales, lo que buscan es más la explicación de los fenómenos,
buscando sus causas en las leyes de la naturaleza. Dilthey ya dijo desde su pensamiento del

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Historicismo, que había que distinguir claramente entre las ciencias naturales y las ciencias del
espíritu. En estas últimas es fundamental el estudio del contexto histórico. Sin duda es mucho
más fácil predecir un eclipse de luna, que cuándo habrá una revolución política y social.

En su obra “La miseria del Historicismo” Popper critica tanto a las posiciones naturalistas que
pretenden adoptar el método científico de las ciencias naturales, como a las posiciones anti-
naturalistas que lo rechazan, porque sin querer ambas llevan al totalitarismo.

Los anti-naturalistas, porque al negar que sea posible lograr nada objetivo en el terreno de las
ciencias sociales, eso conduce a dejar en manos de los políticos las decisiones que nos afectan
a todos, sustrayendo esas decisiones a un debate racional colectivo.

Los naturalistas por creer que la aplicación del método científico de las ciencias naturales
permite hallar las leyes del progreso de los pueblos, con lo que el futuro ya está determinado y
la responsabilidad del ciudadano anulada, ya que no se puede más que estar a favor de la
corriente de la Historia.

Popper cree que interpretando correctamente el método científico se puede afirmar una
unidad de método en las ciencias empíricas tanto naturales como sociales: proponiendo
conjeturas e hipótesis falsables. A lo que se opone es a las reflexiones sobre la totalidad de la
historia (como hace el marxismo) porque esto responde a una actitud pre-científica del
pasado. Sin pretender dar una macro-explicación de todos los fenómenos a la vez, cada
estudio puede ser una perspectiva que siempre deberá estar confirmada con la contrastación
empírica, con la experimentación.

Por el contrario, los autores de la Escuela de Frankfurt, como Adorno o Habermas, han avisado
contra la caída en la razón instrumental también en las ciencias sociales y consideran necesario
no abandonar el punto de vista de la totalidad, de la dialéctica, para tratar de demostrar la
irracionalidad de la sociedad y la alienación del hombre actual. Sólo así se puede descubrir la
ideología de la falsa conciencia. Habermas dice que hay que estimular el estudio de las ciencias

También se ha dicho, de forma injusta, que las ciencias sociales son ciencias “blandas” frente a
las “ciencias duras”, que son la Física o en general, las ciencias naturales, porque resulta difícil
hallar leyes y hacer predicciones fiables en las ciencias sociales y humanas. Casi siempre se
pueden ofrecer explicaciones cuando ya han sucedido los hechos, pero ese conocimiento no
nos sirve para predecir cuándo habrá la próxima revolución, o la próxima crisis. A eso sólo
podemos contestar que el objeto de las ciencias sociales es muy complejo, muy individualizado
y variable porque siempre habrá que contar con la libre voluntad individual y colectiva.

LOS PREJUICIOS NEOPOSITIVISTAS SOBRE LA CIENCIA EN EL HOMBRE ACTUAL

A pesar de las críticas de Popper y de Kuhn, todavía hay hoy en día una serie de creencias no
fundamentadas sobre el alcance y la validez de la ciencia:

1. El único conocimiento válido es el conocimiento científico

Es verdad que la ciencia es un saber racional, que trata de justificar con pruebas objetivas todas
sus afirmaciones, pero ¿es el “único” conocimiento válido? Existen, por ejemplo, otras verdades
objetivas de tipo ético, que no forman parte de la ciencia y que, sin embargo, también se pueden
justificar como verdaderas, como puede ser: es injusto maltratar a un inocente. Ningún ser
racional podría refutarlo, aunque no haya ningún experimento científico que lo avale.
2. Todo lo que está demostrado científicamente es por ello verdadero

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Ya dijo Popper que “no hay hechos puros, sino hechos interpretados a la luz de las teorías” y
que “debemos considerar en todo momento nuestras teorías solo como hipótesis
provisionalmente confirmadas”. Si la ciencia es un saber racional, entonces no será un saber
dogmático sino abierto. Eso significa, que puede cambiar en un futuro, si hay un cambio de
paradigma. Una teoría como la de Newton con más de 300 años de vigencia, terminó siendo
sustituida por la teoría de la Relatividad de Einstein en el universo, y por la de la Mecánica
Cuántica en el mundo subatómico, a partir de la doble revolución de la Física a principios del
siglo xx. Lo que cambian son fundamentalmente las interpretaciones de los hechos.

3. La ciencia es un saber acumulativo y lineal

El saber se va acumulando en cada época bajo un determinado paradigma. Pero cada vez que
hay una revolución científica, se dará una sustitución de lo que se considera como válido en la
ciencia, al sustituirse un paradigma por otro. Hasta los libros de texto se rehacen. Ellos son los
que dan la impresión engañosa de que la ciencia es un saber acumulativo y lineal. No suele
haber espacio para incluir todas las discusiones que preceden al cambio de paradigma.

4. La ciencia solo puede traer progreso a la humanidad

Esa creencia enlaza con el prejuicio del siglo XVIII sobre la idea de progreso. Se pensó que el
saber científico puesto al servicio de la sociedad, solo podría traer bienestar para todos. En
parte todos podemos estar de acuerdo con esa afirmación: gracias al avance de la ciencia
podemos vivir más, colonizar todo tipo de hábitat mejorar los transportes, las comunicaciones
y hasta salir del campo gravitatorio terrestre con nuestros cohetes. La revolución industrial se
hizo gracias al avance a la ciencia y solo por ella se han podido fabricar bienes de consumo en
masa. Pero, la conciencia del hombre actual se encuentra confusa en cuanto a otras
aplicaciones de la ciencia: por ella también se han creado armas de destrucción masiva, como
las armas nucleares, o las de tipo biológico; también estamos creando un cambio climático a
nivel planetario. Exceso de contaminación, excesivo consumo de materias primas y de fuentes
de energía… ¿trae todo ello una vida mejor para todos?

5. La ciencia es un saber neutral

Muchos afirman que no es justo hacer responsables a los científicos de las aplicaciones
dañinas de este saber. La energía nuclear tiene aplicaciones beneficiosas y no solo la bomba
atómica. Así se podría pensar que la ciencia es un saber neutral, aunque depende de para qué
se utilice. No obstante, podríamos objetar que los fines de la investigación no son elegidos por
los propios científicos, ni por su curiosidad o su afán de saber, como ocurrió en otras épocas,
como en la época de Leonardo da Vinci, en el Renacimiento.

Hoy en día la tarea de la investigación científica requiere mucho dinero, grandes equipos de
personal formado y material tecnológico carísimo. Por eso, quienes financian la investigación
sólo pueden ser o los estados o grandes empresas o multinacionales y, si ellos pagan ellos
deciden el uso que tendrá esa investigación. Si se trata de empresas o multinacionales, sólo lo
harán para conseguir beneficios económicos a corto plazo. Si se trata de estados, podemos
distinguir entre estados democráticos y otros de tipo totalitario: en ambos casos la
investigación con fines militares en ocasiones va por delante de los usos civiles. Incluso en los
estados democráticos, no hay un control por parte de los ciudadanos del dinero que se emplea
para la investigación. Las decisiones las toman los gobiernos.

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Pero la crítica más importante ha venido de los autores de La Escuela de Frankfurt:
Horkheimer, Adorno, Marcusse o Habermas. Todos ellos coinciden en destacar en que el
llamado estado del bienestar ha utilizado a la ciencia y a la tecnología como un nuevo
instrumento ideológico que nos impide tomar conciencia de la alienación en la estamos
instalados. Aunque en la Ilustración se creyó en la posibilidad de liberar al ser humano gracias
a la ciencia aplicada al servicio de las necesidades de la sociedad, al final se ha impuesto una
racionalidad técnica o instrumental que solo piensa en la eficacia productiva y que somete a la
persona, convirtiéndola en una mera pieza del engranaje productivo. El sistema capitalista crea
falsas necesidades gracias a la publicidad, y para poder satisfacerlas las personas quedan
controladas. Los trabajadores están atados por las necesidades creadas que solo el estado del
bienestar puede satisfacer. Aunque ya no hay “amos y esclavos”, todos servimos fielmente al
sistema impuesto: máxima productividad, competitividad y consumo. No hay un mundo mejor
más liberado del trabajo, a pesar de las máquinas, ni más tiempo libre.

El ser humano actual se identifica con sus cosas, su televisor, su coche, su móvil… parece que
todo está a nuestro servicio, pero él mismo es considerado como una cosa que se puede
comprar o vender. Además parece inútil rebelarse. Las cosas son como son. Hay un
pensamiento único y la razón instrumental se ha impuesto en todos los terrenos. La razón
ética o política, la razón práctica ha sido desterrada del sistema. Todo al servicio del
crecimiento económico, de la productividad y de las leyes del mercado, y lo que se salga de
ahí es “utópico”. Mientras los ciudadanos se despolitizan y se hacen conformistas. Así surge el
hombre-masa de nuestra época. La alienación ha aumentado, se hace creer a los ciudadanos
que son libres pero solo son marionetas del mercado. Ya no se lucha como en otras épocas por
la supervivencia, sino por la superproducción y la dominación absoluta. Los estudios que se
valoran ya no son las Humanidades o la Filosofía, que no le sirven al sistema; las obras clásicas
que antes podían servir de crítica, pasan a ser obras de consumo de masas. Se hace imposible
cualquier crítica a los males de la sociedad.

El hombre-masa no tiene tiempo para reflexionar. No hay diferencia entre el espacio público y
el espacio privado. Carece de intimidad. Es manipulado por los medios de comunicación de
masas y por la publicidad. No tiene personalidad. Sigue las modas, su experiencia vital está
programada, vive en una realidad virtual fabricada artificialmente, quiere diversión y placer
inmediato y es incapaz de esforzarse en pensar otro tipo de vida. Hay patrones de ocio y
consumo masivo organizados. Sólo le importan la imagen y las apariencias. De los políticos
solo se espera una buena gestión que convierta a los dirigentes en árbitros de los intereses
egoístas de todos, dentro de la economía de mercado. Los ciudadanos solo interesan como
clientes o como votantes. El ciudadano sólo tiene relaciones contrato con los demás. Se ve a sí
mismo sólo como consumidor o como productor o como vendedor.

La ciencia y el desarrollo científico se convierten así en instrumentos al servicio de la


alienación. Las distopías del siglo XX, como por ejemplo: “Un mundo feliz” de A. Huxley, “1984”
de G. Orwell o “Farenheit 451” de R. Bradbury han criticado una sociedad dotada de alta
tecnología al servicio de un estado totalitario, en donde el ser humano carecía por completo
de libertad. Enseñaban cómo podía ser el futuro para prevenirnos y tratar de impedirlo. Los
historiadores han investigado como el hombre-masa es lo que ha hecho posible el avance de
los totalitarismos en el siglo XX.

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ACTITUDES POSIBLES ANTE EL DESARROLLO CIENTÍFICO Y TECNOLÓGICO

1ª – Seguir el imperativo tecnológico: todo lo que se pueda hacer hay que hacerlo, porque si
no otros lo harán. Esta actitud exige una autonomía para la ciencia y la tecnología que puede
ser peligrosa en la carrera por el control del desarrollo armamentístico. (Recordemos la carta
de Einstein al presidente Roosevelt, cuando le decía que si no se daban prisa para desarrollar la
bomba atómica, los nazis lo harían). Además, se cree que los problemas colaterales que pueda
traer el desarrollo científico, siempre se pueden arreglar con más tecnología. (Por ejemplo: la
contaminación de los coches, con la gasolina sin plomo; y el daño al estómago, como efecto
secundario de algunos medicamentos, con otras pastillas protectoras). El problema es que no
siempre se puede saber todas las consecuencias a largo plazo de lo que ya se está haciendo
ahora, por ejemplo los efectos de los transgénicos en la alimentación o incluso la manipulación
con el material genético humano. ¿No sería preferible un control ético responsable también en
el campo de la investigación científica? Tal vez todo lo que se pueda hacer no se deba hacer.

2ª – La posición conservacionista: esta actitud sacraliza la naturaleza porque la Tierra es el


hogar del hombre y no deberíamos destruirla. Mira con gran desconfianza la tarea del
científico y considera que los seres humanos deberíamos convertirnos en los guardianes de la
naturaleza. El ideal es mantener lo natural. El problema es que desde que apareció el ser
humano todo se ha transformado ya. Apenas quedan reductos naturales. Por otro lado,
también es algo extremista demonizar siempre la tarea del científico porque no todos los
efectos del desarrollo científico han sido perjudiciales. El avance de la medicina ha permitido
alargar la esperanza de vida. No parece sensato afirmar que la vida humana fuera mejor en la
Prehistoria, antes de todos los avances científicos o tecnológicos. En cualquier caso, quienes
pretenden retroceder en el tiempo se esfuerzan por un ideal imposible.

3ª – La actitud responsable: lo que sí podemos hacer, frente a las dos posiciones anteriores es
adoptar una actitud ética responsable también en el ámbito del desarrollo de la ciencia y de la
tecnología. Volver a plantearnos qué debemos entender por “progreso”; qué sería para
nosotros una vida digna de ser vivida. En definitiva, volver a introducir la razón práctica, ética y
política en la sociedad, para evitar que se dé solamente el pensamiento único de la razón
instrumental, de la razón técnica, que da por supuesto los fines y se ocupa sólo de los medios,
para terminar con la alienación del hombre actual que han denunciado los filósofos de la
Escuela de Frankfurt, pues solamente así se podrían realizar los ideales de la Ilustración que
pretendían la liberación del ser humano al poner el conocimiento científico al servicio de la
sociedad. Para ello habría que pensar en un control democrático que incluyera la consulta a los
ciudadanos de cuáles deben ser los fines principales de la investigación científica. Desarrollar la
actitud crítica para combatir la alienación. Y sobre todo, pensar qué es progreso, sin
identificarlo sin más con crecimiento económico, y reintroducir la dimensión ética en la
sociedad.

EL PROBLEMA FILOSOFICO DEL CONOCIMIENTO EN LA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA

¿Qué podemos conocer? Para contestar esa pregunta de Kant, hay que tener en cuenta tanto
el origen del conocimiento como su validez y los límites humanos en esa tarea.

En la filosofía griega ya se decía que el conocimiento humano proviene de dos fuentes: los
sentidos (la experiencia) y la razón. De ahí la división entre conocimiento sensible y
conocimiento racional. Pero, aunque en general se le daba más importancia a la razón como
fuente de un conocimiento fiable, en el papel de los sentidos, los autores no se pusieron de
acuerdo: para Platón, como narra en la alegoría de la caverna, lo que perciben nuestros
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sentidos solo son sombras de la auténtica realidad. A esta solo podemos acceder por la razón.
Según Platón, el alma humana preexistió en el mundo de las Ideas y allí ya conoció la verdad.
Cuando el alma cayó al mundo sensible (por culpa del caballo negro que simboliza las pasiones
innobles) y se encarnó en un cuerpo, olvidó todo lo que conocía, pero puede recordarlo más
adelante, por los sentidos, porque este mundo sensible es una copia del mundo de las Ideas,
realizada por un dios artesano, el Demiurgo. Por eso, conocer es recordar esa verdad que ya
estaba en nuestro interior. En este planteamiento se introducen por primera vez las llamadas
“ideas innatas” porque el recuerdo de lo que ya conocimos y luego olvidamos, es una verdad
con la que nacemos según Platón.

En cambio, Aristóteles negará la existencia de dos mundos separados. Solo existe este mundo
sensible, así que el hombre no tiene ideas innatas. Viene al mundo como un papel en blanco y
cualquier conocimiento comienza por los sentidos. Luego, por un proceso de abstracción,
podemos obtener los conceptos generales que se usan en la ciencia: después de haber visto
muchos hombres, llegamos al concepto de “hombre”, tras separar las características
individuales, dejando solo lo general.

En cuanto a la validez y al alcance de nuestro conocimiento, esos filósofos no creían que


hubiera ningún límite para llegar a conocer toda la verdad. Para los filósofos griegos, el mundo
tenía un orden que la razón podía conocer. Ellos se enfrentarán al escepticismo y al relativismo
de los Sofistas.

En la filosofía medieval, a las fuentes tradicionales del conocimiento (los sentidos y la razón) se
suma el saber de la revelación cristiana de la Biblia. Los filósofos cristianos intentarán
demostrar como la razón y la fe pueden colaborar para construir el conocimiento. La verdad es
solo una y procede de Dios. Por tanto, razón y fe no pueden contradecirse. En el caso de que la
razón se equivoque, la fe en la revelación pondrá el punto y final a cualquier discusión. Agustín
de Hipona trató de cristianizar la filosofía de Platón y afirmó que la verdad está en el interior
del hombre porque allí la puso Dios. Con la iluminación de Dios podemos conocerla. Tomás de
Aquino, con sus cinco vías, nos mostrará como también desde la razón se puede demostrar lo
que el creyente ya sabe por fe: que Dios existe.

Lo que tienen en común filósofos griegos y medievales es que en las dos épocas se cree que
nuestra razón puede llegar a conocer la realidad en su totalidad. En principio no hay límite
alguno al conocimiento. En cambio, desde la época moderna, las filosofías del Racionalismo y
del Empirismo, y también la filosofía de Kant, superarán el realismo ingenuo anterior, al
concluir que solo conocemos nuestras ideas sobre la realidad, pero no lo real en sí mismo. La
cuestión será entonces cómo asegurar que nuestras ideas o representaciones sobre la realidad
se corresponden realmente con como son las cosas realmente. En un primer momento, dirán
que las cualidades primarias de las cosas, aquellas que percibimos por más de un sentido y que
se pueden expresar con matemáticas, como el tamaño, la figura, el peso...sí son copias exactas
de las cosas reales; en cambio, las cualidades subjetivas como el olor, el color, el sonido...no lo
son. Pero, ya con Kant, se dirá que solo conocemos la realidad fenoménica, esto es tal y como
se nos aparece adaptada a las condiciones humanas, pero no la realidad en sí misma.

En el Racionalismo, Descartes empleará la duda metódica para llegar a una certeza total,
tratando de encontrar una primera verdad incuestionable desde la que poder deducir el resto
del conocimiento, como se hace en matemáticas. Después de desechar la información de los
sentidos (porque a veces nos engañan), todo el saber acumulado de la tradición (ya que podría
ser erróneo) y hasta lo que puede parecer más evidente para la razón como que 2+2 son 4

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(pues podría haber un genio maligno que tratara de engañarnos) Descartes llega a una verdad
inamovible: “Cogito ergo sum”. Aunque dude de todo, sé que existo como un ser pensante que
duda, siente, ve, imagina, desea etc. eso está fuera de toda duda. A continuación examinó sus
ideas para ver su procedencia, y por segunda vez se afirma en la historia de la filosofía la
posibilidad de las ideas innatas. Por ejemplo: la idea de Dios. Descartes encuentra en sí mismo,
la idea de un ser perfecto e infinito, que no puede venir de él (ya que él es un ser finito, puesto
que duda). Por tanto, la habrá puesto Dios mismo en su interior, como el artesano imprime su
propia marca en todas sus obras. Si Dios existe, entonces ya no hay temor al engaño de un
genio maligno y entonces también sus ideas sobre lo real son el efecto de las cosas reales
sobre los sentidos.

En el Racionalismo, también se termina concluyendo que es posible llegar a conocer toda la


verdad sobre la realidad, sin pensar en los límites de la razón humana. En cambio, en el
Empirismo británico, los filósofos rechazarán la existencia de las ideas innatas, y como ya dijo
Aristóteles, todo conocimiento comienza por los sentidos. Como novedad, también se
establece un límite que será la propia experiencia: esta es el origen y el límite del
conocimiento humano y no cabe ir más allá. Si no tenemos conocimiento sensible de Dios, ni
del alma inmortal, ni del mundo como totalidad, entonces no podemos conocer nada sobre
ello. Los empiristas como Hume, negarán todo valor al conocimiento metafísico. Pero también
negarán validez al conocimiento de la ciencia. Hume dijo que podría ser un conocimiento
“probable”, pero no seguro. Por el problema de la inducción, las leyes universales de la ciencia
solo se establecen a partir de un número limitado de experimentos. Nada autoriza a asegurar
que en el futuro todo sucederá como predicen nuestras teorías. Con la crítica al principio de
causalidad, Hume afirmó que el vínculo entre causa y efecto solo tiene un fundamento
psicológico pero no real. Es la costumbre de ver la conjunción constante entre causas y
efectos, lo que lleva a la imaginación a establecer esa conexión. Pero una creencia, aunque
genere expectativas para el futuro, no sirve para garantizar ninguna seguridad.

Kant, tras leer a Hume, intentó volver a asegurar el conocimiento. Partiendo del hecho de que
la ciencia de Newton era un saber universal y necesario, investigó en qué condiciones se
producía ese conocimiento y llegó a la conclusión de que “aunque todo conocimiento
comienza con la experiencia y tiene su límite en la experiencia, sin embargo no todo procede
de la experiencia. Kant no cree en ideas innatas (como los racionalistas) pero sí cree que el
sujeto al conocer organiza los datos que percibe de la realidad utilizando unas formas que son
las mismas en todos los hombres: el espacio, el tiempo y las categorías (como las de la
substancia o la causalidad). Esas formas servían para hacer de la ciencia un conocimiento
universal y necesario. Pero solo podemos aplicar esas formas a los fenómenos y no a la
realidad en sí misma. De ese modo concluye que tan solo podemos conocer la realidad
adaptada a las condiciones humanas y al no tener datos sensibles sobre Dios, el alma o el
mundo como totalidad (como ya dijo Hume), la Metafísica es imposible como ciencia. Esas
ideas se pueden pensar pero no aportan conocimiento alguno. Por eso surgen las antinomias
(pruebas a favor y en contra de la existencia de Dios) o razonamientos falsos. Por eso la ciencia
sí puede progresar y la metafísica no.

En la época contemporánea, si nos fijamos en un pensador como Ortega y Gasset, vemos


como todo conocimiento se realiza solo desde una perspectiva que nace de la circunstancia
vital concreta de cada persona. No existe una verdad absoluta separada de cualquier punto de
vista. No existe un sujeto único, idéntico e invariable. Además el conocimiento debe
permitirnos una orientación en la vida. El hombre necesita saber a qué atenerse y por ello

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piensa. La verdadera razón es vital. Sobre los problemas más importantes de la existencia, la
ciencia no tiene mucho que decir. La razón matemática sirve para la naturaleza, pero para los
asuntos humanos no funciona.

El hombre no es, se va haciendo en la historia. De ahí que la única razón valiosa sea la razón
vital e histórica. La vida debe ser el auténtico objeto sobre el cual hay que pensar. Nos dan la
vida, pero no nos la dan hecha. Hay que vivirla. Por eso llama a su pensamiento
“raciovitalismo”.

Ortega pretende superar desde el perspectivismo, tanto el realismo antiguo y medieval como
el idealismo moderno. Del realismo critica el supuesto de que existe un mundo único y común
para todos, independiente del sujeto del conocimiento. Desde Descartes sabemos que el
mundo conocido depende de nuestras ideas sobre él. No conocemos directamente la realidad,
sino el mundo adaptado a nuestras condiciones como ya dijo Kant. Pero Ortega tampoco
acepta del todo el idealismo moderno, ya que la existencia del sujeto se hace siempre en un
mundo. “Yo soy yo y mis circunstancias”. No hay un yo separado del mundo. La realidad es la
convivencia entre el yo y su mundo, y esto se da en la vida.

Ortega también criticará otras posiciones como el escepticismo o el relativismo. Sí es posible


descubrir la verdad, aunque nadie posee toda la verdad (su punto de vista no es mejor que el
de los demás, como cree el dogmático). Pero, si la verdad surge de la perspectiva, eso no
significa que cada uno tiene su verdad subjetiva y nada más. Desde el relativismo se llega al
escepticismo porque se puede concluir que dos ideas que se contradicen, pueden ser
verdaderas al mismo tiempo, solo porque son la verdad de cada uno. Nuestra razón no puede
aceptar el absurdo de la contradicción lógica. No obstante, desde el perspectivismo se puede
establecer que, por medio del diálogo, los puntos de vista individuales se pueden
complementar para tratar de llegar a una verdad objetiva, como vimos con el ejemplo de la
Sierra de Guadarrama vista desde Segovia y desde Madrid.

LÓGICA

Contenidos:

1. ¿Qué es la Lógica?
2. ¿Qué es razonar?
3. Las dos clases del razonamiento: la deducción y la inducción
4. ¿Para qué sirve la lógica? Diferencias entre el lenguaje natural y el lenguaje lógico
5. Diferencias entre la verdad material y la validez formal
6. ¿Qué es un argumento válido?
7. La lógica aristotélica del silogismo:
a) Concepto de clase: la extensión y la comprensión
b) Relaciones entre las clases: inclusión, intersección y exclusión. La representación
gráfica.
c) El silogismo y sus partes: término medio, sujeto, predicado; premisa mayor, premisa
menor y conclusión.
d) Los tipos de enunciados que lo componen: A, E, I, O. Las relaciones de verdad entre
ellos en el cuadrado de Boecio.
e) Las reglas del silogismo aristotélico.
f) Las figuras y los modos del silogismo.

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8. La lógica proposicional o de enunciados:
a) Diferencias entre la lógica aristotélica y la lógica de enunciados.
b) La formalización: definición de los conectores (negación, conjunción, disyunción,
implicación y coimplicación). Las diferencias entre la implicación suficiente y la
implicación necesaria.
c) Las tablas de verdad
d) Las reglas del cálculo de la deducción natural: modus ponens, modus tollens, silogismo
disyuntivo, regla de la introducción y de la eliminación de la doble negación, el
producto, la simplificación, la adición, las conmutativas de la conjunción y de la
disyunción, la regla del ECQ (Ex contradictione quod libet), reglas de definición: las de
Morgan, la de la negación de la conjunción y la de la negación de la disyunción; las de
definición de la implicación y las reglas que exigen introducir postulados: la de la
reducción al absurdo, la del teorema de la deducción y la regla de casos.
9. Las falacias de la lógica informal: ad hominem, ad verecundiam, ad baculum, ex
populo, de la generalización inadecuada, falsa causa, del circulus in probando etc.

La lógica es la ciencia formal que estudia las leyes del razonamiento válido. Los seres humanos
tenemos la capacidad de razonar, que es un modo de hacer operar la inteligencia que nos
permite inferir o pasar de unos conocimientos a otros, (de las premisas a la conclusión), debido
a que nuestro lenguaje que posee la facultad de representar la realidad. Hay dos modos de
razonar: la deducción, que a partir de lo general obtiene conclusiones particulares: por
ejemplo, “si todos los hombres son seres racionales y tú eres hombre, entonces tú eres un ser
racional”; o por la inducción, que consiste en la generalización a partir de casos particulares.
Ejemplo: “después de haber visto muchos cisnes blancos, concluimos que todos los cisnes son
blancos”. Sólo la deducción es totalmente necesaria, ya que, en la inducción, salvo que
podamos tener la serie completa de todos los casos particulares, nunca tenemos garantías. Un
solo contraejemplo al encontrar un cisne negro, sirve para invalidar la generalización. Por ello
la lógica obtiene su verdad de la deducción. Usa el método de las ciencias formales: el método
axiomático-deductivo, que partiendo de unos primeros principios y definiciones va deduciendo
todos los teoremas y haciendo sus demostraciones, conservando la coherencia y teniendo en
cuenta el principio de no contradicción. Las deducciones o inferencias lógicas tienen la misma
necesidad que las de las matemáticas. El contenido de la lógica es la inferencia válida o
relación de consecuencia lógica entre las premisas y la conclusión de un argumento válido. La
lógica trata de explicar en qué consiste esta relación y cómo podemos distinguir las inferencias
válidas de las que no lo son.

La lógica sirve para clarificar el sentido, (por las ambigüedades del lenguaje natural); para
destacar la estructura interna de los argumentos, (por su forma), y para ver la relación interna
entre los enunciados de un argumento deductivo. Pongamos algunos ejemplos: si alguien
dice: “no es cierto que sea falso que no ha venido” ¿qué está diciendo: que ha venido o que no
ha venido? Un lógico dirá que una doble negación hace una afirmación, y que “no es cierto
que sea falso” equivale a decir “es verdad”, por tanto, en este ejemplo dirá que no ha venido.

En el lenguaje natural puede haber imprecisiones, ambigüedades y paradojas. En los siguientes


ejemplos podemos ver como usando la misma palabra, pueden variar los sentidos de lo que se
afirma:

1. “Miré los muros de la patria mía, si un tiempo fuertes, ya desmoronados”.

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2. “Si mañana hace bueno nos iremos de excursión”.
3. “Me preguntó si sabía algo de eso”.

Si comparamos el sentido de la palabra si en estas tres oraciones, podemos ver que solamente
en la segunda tiene un sentido condicional, ya que en la primera equivale a un “aunque”
concesivo, y en la tercera, se trata de una pregunta indirecta. Del mismo modo, en el lenguaje
natural se pueden producir paradojas, (afirmaciones que entrañan una contradicción interna)
como la de Epiménides el cretense:

“Epiménides el cretense dice que todos los cretenses son unos mentirosos; si él (que es
cretense) dice la verdad, entonces miente; pero si miente entonces dice la verdad”. El lenguaje
natural tiene la posibilidad de referirse a sí mismo, por eso se producen las paradojas.

Para evitar estos problemas, en el siglo XIX y XX se empezaron a crear los lenguajes lógicos,
como el de la lógica de enunciados o lógica proposicional, que exige que formalicemos
previamente antes de operar con él. En la lógica aristotélica clásica, en la lógica del silogismo,
apenas hay formalización, pero ya en ella se puede distinguir entre el contenido y la forma del
razonamiento. Comparemos estos dos razonamientos:

“ Si todos los seres humanos son racionales”. Y “vosotros sois seres humanos”, entonces
“vosotros sois seres racionales”. Por su forma, este razonamiento es igual que este otro:

“Si todos los españoles son millonarios”. Y “todos vosotros sois españoles”, “entonces “vosotros
sois millonarios”.

Aunque el contenido o materia de lo afirmado es diferente, tienen la misma forma: todos los A
son B, y todos los B son C. Por tanto: todos los A son C. El razonamiento es válido en ambos
casos. Si fuera verdad lo afirmado en las premisas, la conclusión sería necesariamente
verdadera. La verdad de lo dicho en la conclusión se desprende de la verdad de lo afirmado en
las premisas conjuntamente.

En cambio, en el siguiente ejemplo podemos ver como el razonamiento es inválido porque la


conclusión no se deduce necesariamente de las premisas:

“Todos los filósofos son calvos” y “mi vecino es calvo”, por tanto: “mi vecino es un filósofo”.

Aquí solo hemos dicho que “todos los filósofos son calvos” pero no que “todos los calvos sean
filósofos”. Por eso no se deduce necesariamente que – aunque mi vecino sea calvo- tenga por
ello que ser un filósofo.

No es lo mismo la verdad material que la validez formal. La verdad material es la verdad como
correspondencia con la realidad y debe comprobarse en cada una de las premisas y en la
conclusión por separado. La validez formal es solo coherencia o ausencia de contradicción
entre lo que se afirma en las premisas y lo que se deduce en la conclusión. Por tanto, para
examinar la validez formal, es necesario ver el argumento en su conjunto. En lógica, solo
importa la validez formal de los razonamientos.

Existen razonamientos válidos con premisas o conclusión falsas y también puede haber
razonamientos inválidos con premisas y conclusión verdaderas, pero lo que no existen son
razonamientos válidos con premisas verdaderas y conclusión falsa. Veamos el siguiente
ejemplo: “Todos los italianos son argentinos. Todos los argentinos son europeos. Por tanto:
todos los italianos son europeos”. Aquí podemos ver un razonamiento válido, con premisas
falsas y conclusión verdadera. De lo que es falso, podemos deducir algo verdadero por

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accidente. Por eso no basta con demostrar que las premisas de las que se parte son falsas para
poder concluir la falsedad de las conclusiones en un debate.

Ahora veamos este otro ejemplo, de un razonamiento inválido con premisas y conclusión
verdaderas: “Algunos españoles son novelistas” y “algunos novelistas son europeos”, luego:
“algunos europeos son españoles”. ¿Qué ocurre si dejando la misma forma cambiamos el
contenido? Por ejemplo: “Algunos alumnos son aplicados” y “algunos alumnos son vagos”,
entonces: ¿“algunos vagos son aplicados”? El fallo de este razonamiento es que de dos
premisas particulares (algunos A son B), no se puede deducir nada necesariamente, porque la
deducción siempre va de lo general a lo particular y no al revés. En resumen: nada tiene que
ver la verdad material de las premisas y la conclusión con la validez formal del razonamiento.
Un razonamiento es válido solamente por la forma, cuando suponiendo que las premisas sean
verdaderas nos sea imposible concebir que la conclusión pueda ser falsa, porque la verdad de la
conclusión se deriva necesariamente de la verdad de las premisas.

LA LÓGICA DEL SILOGISMO ARISTOTÉLICO

El silogismo es la expresión verbal de un razonamiento deductivo, en el que a partir de las dos


premisas: mayor y menor, se llega a una conclusión. Esta lógica no exige formalizar y se
mantiene en el lenguaje natural. A partir de ella surgirá la lógica de clases, con el desarrollo
actual en la lógica de Predicados de primer y segundo orden, que usan ya un lenguaje formal.

La unidad mínima que se analiza en la lógica de clases es la propia clase: un conjunto de


elementos de los que se puede predicar una característica en común. Pongamos por ejemplo,
la clase de 1º A de bachillerato en este Instituto: la extensión de esta clase la conocemos al
nombrar cada uno de los nombres y apellidos de los alumnos que la componen; la
comprensión en cambio, sería el conjunto de características que nos sirven para identificar
esta clase (que están este curso en bachillerato de ciencias, en el primer curso, en un aula
concreta etc.). Cuanto más definimos la comprensión menor será la extensión de la clase y
viceversa. Por eso la clase con mayor extensión y menor comprensión es la del ser, ya que todo
“es” o tiene ser. De cualquier cosa puedes predicar que es.

El silogismo consta de tres términos: el sujeto, el predicado y el término medio. Los tres
términos y la distinción entre la premisa mayor, menor y la conclusión son las partes del
silogismo. Ejemplo:

Todos los seres humanos son seres racionales

Vosotros sois seres humanos

Por tanto: vosotros sois seres racionales

El término medio es lo que se repite en ambas premisas. Es el término de relación que hace
posible la deducción. En este caso es ser humano. El sujeto se busca siempre en la conclusión.
En el ejemplo el sujeto es: vosotros. Ese término aparece también en la premisa menor:
vosotros sois seres humanos. El predicado aparece también en la premisa mayor, además de
en la conclusión: ser racional.

La conclusión es normalmente el último enunciado y suele ir precedida por expresiones tales


como: “por tanto”, “luego” etc. En el ejemplo: vosotros sois seres racionales.

La premisa mayor es la que contiene el predicado en la conclusión: todos los seres humanos
son seres racionales.

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La premisa menor es la que contiene el sujeto de la conclusión: vosotros sois seres humanos.

Los enunciados que componen el silogismo (atendiendo a la cantidad y a la cualidad):

Estos pueden ser universales afirmativos: todos los seres humanos son buenos (del tipo A)

Universales negativos: ningún ser humano es bueno. (Tipo E)

Particular afirmativo: algún ser humano es bueno. (Tipo I)

Particular negativo: algún ser humano no es bueno. (Tipo O)

Por la cantidad pueden ser universales o particulares: todos, ninguno/ algunos. Por la cualidad:
afirmativos o negativos: son buenos o no son buenos.

Las relaciones que se pueden establecer entre los diferentes tipos de enunciados se recogen
en el cuadrado de Boecio y son las siguientes:

Entre los dos enunciados universales, la relación es de contrariedad (solo se oponen en la


cualidad). Ambos pueden ser falsos a la vez, pero no verdaderos a la vez.

Entre un enunciado universal afirmativo y otro particular negativo, así como entre un
enunciado universal negativo y otro particular afirmativo, la relación es de contradicción y
nunca pueden ser ni verdaderos ni falsos a la vez. (Si uno de ellos es verdadero, el otro será
falso y viceversa).

Entre un enunciado universal afirmativo y otro particular afirmativo, la relación es subalterna.


(Se oponen en la cantidad, no en la cualidad). Si el universal es verdadero, también lo será el
particular, pero no al revés, porque lo dicho de lo general vale para lo particular. Si el particular
es falso, entonces también será falso el universal (no al revés). La misma relación se establece
entre el universal negativo y el particular negativo.

Por último: la relación entre los enunciados particulares es subcontraria. Ambos pueden ser
verdaderos a la vez, pero no falsos al mismo tiempo.

Gráficamente también se pueden representar las relaciones entre los enunciados que
componen el silogismo por medio de la inclusión (todo x es y); la exclusión (ningún x es y); y
para los enunciados particulares afirmativos (algún x es y) utilizando la intersección, o
señalando fuera de ella, para los enunciados particulares negativos (algún x no es y). “x e y”
representan clases o conjuntos de individuos con alguna característica en común. Ejemplo:
todos los hombres (x) son racionales (y). Para la representación gráfica se pueden usar los
diagramas de Venn.

Las reglas del silogismo aristotélico:

1ª – En el silogismo sólo puede haber tres términos: sujeto, predicado y término medio.

2ª – El término medio nunca puede formar parte de la conclusión.

3ª – De dos premisas negativas no se puede deducir nada necesariamente.

4ª – De dos premisas particulares tampoco se puede deducir nada.

5ª – Dos premisas afirmativas no pueden derivar una conclusión negativa.

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6ª – La conclusión siempre se ha de llevar la peor parte: particular frente a universal; y
negativa frente a afirmativa.

7ª – El término medio se ha de tomar en toda su extensión al menos en una premisa.

8ª – Los términos nunca podrán tener mayor extensión en la conclusión que en las premisas.

Solamente son razonamientos válidos aquellos que cumplen todas las reglas del silogismo. Si
se incumple, aunque solo sea una de ellas, entonces serán inválidos.

Las figuras y los modos del silogismo:

Hay cuatro figuras, dependiendo de la colocación del término medio en las dos premisas. Dado
que hay cuatro tipos de enunciados (tipo A, tipo E, tipo I y tipo O), pero necesitaremos solo
tres en un silogismo (dos de las premisas y otro de la conclusión), si combinamos esto con las
cuatro figuras, en total salen 256 modos posibles de silogismo; pero en realidad, solo hay 19
modos válidos (que cumplan todas las reglas). Hay 4 modos válidos para la primera figura:
Bárbara, Celarent, Darii, ferio. Otros 4 modos válidos para la segunda figura: Cesare,
Camestres, Festino y Baroco. Otros 6 modos válidos para la tercera figura: Darapti, Felapton,
Disamis, Datisi, Bocardo y Ferisón. Y finalmente hay cinco modos válidos para la cuarta figura:
Bamalip, Calemes, Dimatis, Fesapo y Fresiso.

LA LÓGICA PROPOSICIONAL O DE ENUNCIADOS

Presenta tres diferencias importantes con respecto a la lógica del silogismo:

1ª – La unidad mínima a tener en cuenta no es un término o clase, sino un enunciado que


puede ser verdadero (1) o falso (0).

2ª – Necesita formalización. Por lo cual primero hay que sustituir los enunciados por variables
proposicionales que pueden estar unidas con conectores: negación, disyunción, conjunción,
implicación o condicional, y coimplicación o bicondicional. Para facilitar la lectura, también se
pueden emplear paréntesis, corchetes y llaves.

3ª – Los razonamientos pueden tener más de dos premisas, además de la conclusión.

La definición de los conectores es siempre constante:

Negación: si P es verdadera, no p será falsa y viceversa.

Disyunción: se considera la relación inclusiva (no exclusiva). P o Q será siempre verdadera


excepto cuando ambas sean falsas.

Conjunción: solo es verdadera cuando tanto p como q son verdaderas a la vez; falsa en los
demás casos.

Implicación o condicional: solo es falsa cuando el antecedente es verdadero y el consecuente


falso. Verdadera en los demás casos.

Coimplicación o bicondicional: solo es verdadera cuando tengan el mismo valor de verdad y


será falsa si tienen diferente valor de verdad.

Con respecto a la implicación, debemos distinguir los casos de la implicación suficiente de la


implicación necesaria, como se puede ver fácilmente en los ejemplos siguientes:

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Si llueve se moja la calle: implicación suficiente. La calle también se puede mojar en otros
casos, si la regamos con una manguera por ejemplo.

Si quieres conseguir el carnet de conducir debes presentarte al examen: implicación necesaria,


pero no suficiente; además de presentarte tendrás que aprobarlo.

En cambio, en la coimplicación, la condición es suficiente y necesaria. Por eso se lee: “si y solo
si”. Ejemplo: Si y solo si eres infalible entonces no te equivocas nunca. (Y viceversa: “si y solo si
no te equivocas nunca entonces eres infalible”).

Para poder demostrar la validez en esta lógica, hay dos procedimientos: la tabla de verdad y
las reglas de transferencia o de deducción natural.

Las tablas de verdad

Es un algoritmo de decisión que nos permite averiguar si un argumento es válido, teniendo en


cuenta que todo razonamiento es una conjunción de premisas que implica una conclusión.
Para ello se descompone la fórmula completa en las partes más simples que la componen. En
la tabla hay que poner filas y columnas. El número de filas dependerá del número de variables
proposicionales que aparezcan, teniendo en cuenta que cada variable puede ser verdadera o
falsa. Hay que tener en cuenta todos los casos posibles. En las columnas se descompone la
fórmula total en todas sus partes. Luego, solo hay que operar teniendo en cuenta siempre la
definición de los conectores. El resultado final podrá ser una tautología, si en la última
columna sale todo verdadero; una contradicción, cuando sale todo falso; o una indeterminada,
cuando sale a veces verdadero y a veces falso.

Las reglas de transferencia o de deducción natural

Son la otra forma de demostrar la validez de los argumentos, recomendable siempre que el
número de variables sea elevado. (A partir de cuatro o más). Algunas reglas necesitan usar
postulados, como el teorema de deducción, la regla de casos o la reducción al absurdo. En
estas reglas, hay que cancelar los postulados que abrimos antes de concluir. Al demostrar
operamos con la información dada en las premisas y la aplicación de las reglas hasta llegar a la
conclusión, precisando siempre qué regla aplicamos y el número de las líneas, que puede ser
de una premisa o de un paso ya dado en la demostración. Distinguimos las premisas de
nuestras deducciones por medio de un guión delante de las premisas que nos dan. Cuando
lleguemos a la conclusión es cuando se dará por terminada la demostración si el razonamiento
es válido.

LA LÓGICA INFORMAL: LAS FALACIAS

Dentro de esta lógica están las falacias (del verbo latino “fallor” que significa engañar), son
razonamientos falsos, que parecen correctos pero no lo son; o los sofismas (de los sofistas que
eran unos filósofos de la antigüedad griega, contra los que debatía Sócrates, que tenían fama
de engañar a la gente).

Existen muchos tipos de falacias, los más conocidos son los siguientes:

Falacia ad hominem (contra el hombre): para refutar una afirmación, se desprestigia a la


persona, ejemplo: los ecologistas afirman que el vertido al mar de los residuos nucleares es
muy peligroso, pero no debemos preocuparnos, ya sabemos que los ecologistas son muy
pesimistas con respecto al futuro y sin duda exageran.

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Falacia ad baculum (al bastón): se apela a la fuerza, a la amenaza o al poder de alguien como
razón, ejemplo: debo estudiar y sacar buenas notas, porque si no mis padres se enfadan.

Falacia ad populum (al pueblo): son argumentos que exaltan las emociones o los sentimientos
de la gente para manipularla, ejemplo: ¿quiere salir tranquilo a la calle, sin miedo a que lo
atraquen? Pues vote por el señor X.

Falacia ad ignorantiam (a la ignorancia): considera que una afirmación es verdadera porque


por el momento no ha podido demostrarse que sea falsa, ejemplo: los extraterrestres existen
porque de momento no se ha podido demostrar que no existan.

Falacia ad verecundiam (al respeto a la autoridad): se afirma que algo es verdad porque lo ha
dicho una autoridad o alguien famoso, ejemplo: Nadal, el gran tenista, ha dicho que esas
maquinillas de afeitar son las mejores del mundo. Esta falacia es la opuesta de la falacia ad
hominem. (Si lo dice Nadal será verdad).

Falacia del tu quoque (tú también): es la favorita de los partidos políticos en tiempos de
corrupción generalizada, se intenta desautorizar una acusación, destacando que el acusador
está en un caso parecido: en nuestro partido hay corrupción, pero en el vuestro hay tanta o
más. Se defienden de una acusación devolviendo la pelota al acusador.

Falacia ex populo (desde el pueblo): se intenta convencer de la verdad de una afirmación


aduciendo que la mayoría cree en ella: para demostrar que existe Dios se ha recurrido al
argumento del consenso universal, “la mayoría de la humanidad ha creído siempre en su
existencia”.

Falacia del falso dilema: consiste en reducir todas las opciones posibles a dos, de manera que
si no puede ser una, se concluye que tendrá que ser la otra: “O estáis conmigo o estáis contra
mí”. Los líderes la usan a menudo.

Falacia de la generalización inadecuada: son las generalizaciones realizadas a partir de datos


insuficientes o pocos significativos, ejemplo: todos los enfermos de sida, sin duda tienen sida
porque se lo han merecido por su falta de cuidado.

Falacia del circulus in probando: es la falacia de la petición de principio, ejemplo: ¡cómo va a


haber robado, si él no es un ladrón!

Falacia de la falsa causa: por la simple razón de que un hecho suceda antes de otro, se
considera que es su causa. Ejemplo: en los pueblos se consideraba que si salía el arco iris esa
era la causa de que dejara de llover. O también asegurar que se terminará con la violencia si
los niños dejan de ver violencia en la televisión.

Falacias por equívoco: se dan al usar un mismo término en dos sentidos distintos, ejemplo: al
utilizar el término hombre como ser humano o como varón: solo el hombre es racional.
Ninguna mujer es un hombre. Ninguna mujer es racional.

Falacia de anfibología: se produce por la ambigüedad en una frase. Ejemplo: El rey Creso de
Lidia consultó al oráculo de Delfos si debía o no luchar contra Ciro, el rey de Persia. La
respuesta fue: “Si atacas, destruirás un gran imperio”. Creso atacó y destruyó un imperio: el
suyo.

Falacia de conclusión improcedente: En los tribunales, se emplean a menudo, cuando parece


que se demuestra una cosa, cuando en realidad se está demostrando otra, por ejemplo: se

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intenta probar que el señor X mató a su mujer, y el fiscal le pregunta al testigo si en su opinión,
el señor X tiene un temperamento fuerte o colérico. Esa pregunta es improcedente para
demostrar la acusación.

ÉTICA: Contenidos:

1. Diferencias entre moral y ética


2. El contenido de la moral:
a) Los valores: definición, clases de valores y características de los valores éticos.
b) Las normas: definición, clases de normas y características de las normas éticas.
3. Diferencias entre autonomía y heteronomía moral. Los niveles del desarrollo moral en
la persona (la clasificación de Kohlberg).
4. El objeto de valoración moral: actos, actitudes y carácter.
5. La libertad como causa de la responsabilidad.
6. Los determinismos que niegan la libertad. Clases de determinismo. Consecuencias en
la responsabilidad.
7. Las posiciones éticas:
I. No Cognitivismo: posición de autores neopositivistas, el emotivismo de Hume y el
relativismo y sus consecuencias.
II. Cognitivismo:

Las éticas materiales o del Bien Supremo: La teoría de Aristóteles, el hedonismo de Epicuro y
el Utilitarismo de John Stuart Mill.

Las éticas formales o del deber: La ética de Kant y las éticas dialógicas o del diálogo, de Rawls y
Habermas.

Introducción

La moral es el conjunto de valores y de normas que tiene una sociedad en un momento


determinado, y en cambio la ética es la reflexión racional sobre la moral al tratar de justificar
qué valores son más importantes y qué normas son justas. La moral puede estar unida a una
creencia religiosa: existe moral “católica”, o moral “islámica”. La ética, como parte de la
filosofía, al ser un saber racional, se apoya solo en la razón y la experiencia, no en la fe.

Los valores son las cualidades de las cosas que nos parecen importantes y apreciamos por ser
un bien para nosotros. Pero hay muchas clases de valores: hedónicos: como el placer, la
comodidad…; vitales, como la salud; estéticos como la belleza o la armonía; económicos, como
la riqueza; sentimentales, como la amistad o el amor. También hay valores éticos o morales
(en este caso no hay diferencia), como la honradez, la valentía, la sinceridad o la justicia. Los
valores éticos sirven para juzgar nuestros actos y nuestras actitudes. Son ideales que señalan
cómo deberíamos ser y sirven para criticar cuando no se cumplen en nosotros o en los demás.
Los valores morales o éticos son la justificación de las normas morales o éticas. Ejemplo: “no
debemos mentir” porque la sinceridad es un valor que podemos apreciar. El conjunto de los
valores éticos componen el bien moral.

Las normas son enunciados que nos dicen cómo debemos comportarnos. Hay distintos tipos
de normas: normas legales, normas de tráfico, normas de educación, etc. También hay normas
éticas o morales. A diferencia de los demás tipos de normas, las normas morales no proceden
ni del estado, ni de la sociedad, sino de la propia conciencia de cada uno. Uno se siente auto-

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obligado ante un deber moral. Estas normas las cumplimos solo por estar en paz con nosotros
mismos, no por evitar un castigo o conseguir un premio. Además, estas normas pretenden
tener validez para cualquier ser racional, no solo para mí o para mi sociedad o mi cultura. Las
demás normas son convenciones sin validez universal. Por tanto, las características de las
normas morales son: universalidad, incondicionalidad en su cumplimiento y origen en la propia
conciencia (auto-obligación).

En el desarrollo moral de una persona cabe distinguir dos etapas fundamentales:

La autonomía y la heteronomía: la autonomía significa etimológicamente “darse a uno mismo


la ley”. Actuar conforme a lo que o considera justo y no porque se lo manden otros.

La heteronomía, significa “otro me impone la ley”. En la evolución moral, al principio todos


somos heterónomos y por eso no tenemos responsabilidad moral hasta que no logremos la
autonomía.

Según Kohlberg hay dos etapas heterónomas (niveles preconvencionales y convencionales) y


otra etapa autónoma (niveles posconvencionales).

Etapa preconvencional: antes de haber aceptado el orden social establecido:

Nivel 1 – Se considera “lo bueno “ el obedecer las normas de la autoridad (padres, maestros,
policía) pero solo por evitar el castigo. Para evitar problemas y no meterse en líos.

Nivel 2- Lo bueno es tratar bien al que me trata bien y devolver el daño, si es el caso. Es la ley
del Talión: ojo por ojo y diente por diente. Se hace por interés egoísta, aunque ya hay un
sentido elemental de la justicia. Todavía no se tienen en cuenta los motivos de la acción.

Etapa convencional: Ya se acepta el orden establecido:

Nivel 3 – Lo “bueno” es comportarse como se espera de nosotros. Es la “moral del buen chico”,
porque a todos nos gusta que nos traten bien. Puede surgir un conflicto con respecto a lo que
diferentes personas esperen de nosotros.

Nivel 4- Lo “bueno” es cumplir con los deberes que uno ha asumido libremente en su trabajo,
la familia etc. Según su posición en la sociedad. Esto es así porque si no se hace y cada uno va a
lo suyo, la sociedad no podría mantenerse.

Etapa posconvencional: Si hay un conflicto entre la propia conciencia y el orden establecido,


siempre se sigue lo que dice la conciencia, de un modo autónomo.

Nivel 5 – Se reconocen algunos valores absolutos como la vida o la libertad que son
incuestionables. La ley que atente contra ellos será injusta y lo moral es incumplirla. Lo mejor
es seguir el principio utilitarista: tratar de conseguir la mayor felicidad para el mayor número
de personas.

Nivel 6 – Lo bueno y lo justo es guiarse por los principios éticos universales y respetar los
derechos de todas las personas. Nadie debe tratar a otra persona solo como un medio, sino
como un ser válido en sí mismo. Todos los seres humanos poseen la misma dignidad y
merecen respeto como personas.

Debemos señalar que las personas que han llegado al máximo nivel de desarrollo de la
moralidad como Gandhi, Nelson Mandela, o Martin Luther King nunca han sido relativistas
porque no han defendido que el bien moral dependa de las opiniones subjetivas de cada uno,

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sino que, por el contrario, todos han defendido que el bien moral consiste en el respeto por
todas las personas, luchando por los derechos humanos - también de los más débiles- por
métodos pacíficos como la no-violencia. Conviene destacar que esos líderes proceden de
culturas y creencias diversas, pero aun así, todos coinciden en la misma idea sobre el bien y la
justicia.

Los seres humanos somos seres morales porque podemos elegir libremente nuestros valores,
nuestros proyectos vitales, nuestras actitudes y nuestro carácter. Por esa libertad tenemos
responsabilidad moral, que es el deber de responder de lo que elegimos libremente. La vida de
las demás especies animales se rige por la ley natural del instinto y por esa razón, los animales
carecen de responsabilidad; pero el ser humano, por la inmadurez biológica de la especie, no
posee instinto desarrollado y ha debido construir la cultura para adaptarse al medio y
sobrevivir. La moral forma parte de esa cultura. Dado que nuestros actos voluntarios tienen
consecuencias en los demás, en nosotros mismos y en el mundo en el que vivimos, hay que
reflexionar sobre cuáles son los valores más importantes y las normas más justas, para tener
una guía para actuar. La razón puede ayudarnos en esa tarea.

Lo que se puede valorar éticamente para ayudarnos a decidir son nuestros actos voluntarios,
nuestras actitudes y nuestro carácter. Las acciones voluntarias son el origen de nuestras
actitudes, y el conjunto de nuestras actitudes compone nuestra manera habitual de ser y de
comportarnos, nuestro carácter en sentido ético. Entendemos por actitud la predisposición a
actuar de una manera determinada que se basa en la costumbre o hábito. Por ejemplo: la
sinceridad. Una sola mentira no nos convierte en mentirosos, pero el hábito de mentir sí. El
carácter en sentido moral es el conjunto de nuestras actitudes voluntarias. Por ejemplo,
podemos describir a alguien como sincero, valiente, generoso… pero poco paciente. Otro
puede ser mentiroso, cobarde, avaro etc. De nuestro temperamento psicológico, no somos
responsables, porque son rasgos heredados que no elegimos voluntariamente. Por ejemplo,
ser muy nervioso o muy tranquilo; ser sensible o frío; simpático o antipático etc. Podemos
aprender a dominar ese temperamento, pero no lo hemos elegido. Solo somos responsables
de lo que elegimos ser.

La libertad es la causa de nuestra responsabilidad y de la condición moral del ser humano.


Pero siempre ha habido teorías filosóficas que han negado la libertad en el ser humano: son
los determinismos. El determinismo exterior o social afirma que somos como nos han
educado. El determinismo de la predestinación defiende que nuestro destino ya está escrito y
por tanto, no lo elegimos. El determinismo interior o psicológico sostiene que cada uno tiene
su forma de ser y no cambia jamás. Somos así y no podemos elegir cómo ser. Estos autores
suelen confundir temperamento y carácter o la influencia de la sociedad con determinismo
social. Con respecto a si existe o no el destino, eso ya es imposible de demostrar. Lo que sí está
claro es que si los deterministas tuvieran razón no podríamos ser responsables de nuestros
actos. Entonces la ética no tendría ningún sentido, dado que no elegiríamos libremente y no
necesitaríamos la orientación de la ética.

TEORÍAS ÉTICAS

¿Puede haber alguna verdad demostrable sobre cuestiones éticas? ¿Puede haber normas
morales válidas para todos los seres humanos? ¿Se puede estar equivocado en cuestiones
morales? ¿Cómo tener seguridad con respecto a lo que debemos hacer? ¿Existen el deber
moral o la obligación moral? ¿Si existe de dónde viene? Si la ética trata sobre “lo que debe ser”
¿cómo podemos demostrarla?

55
Si comparamos los siguientes enunciados: “la nieve es blanca” (se sabe por experiencia) “dos
más dos son cuatro” (por coherencia en el lenguaje matemático)… “debemos tratar a los
demás como nos gustaría ser tratados”. Ese último enunciado es ya un juicio moral. ¿Cuál es el
criterio de certeza para ese juicio moral?

En la historia de la ética ha habido dos posiciones opuestas: Cognitivismo y no-cognitivismo.

Los cognitivistas afirman que sí se puede justificar lo que debemos hacer y la mayor parte de
los filósofos así lo han afirmado, pero también ha habido casos de no-cognitivismo que lo
niegan. Vamos a empezar por analizar estos últimos.

NO – COGNITIVISMO

Los autores neopositivistas afirman que solo se puede predicar “verdadero” o “falso” de los
juicios de la ciencia formal o empírica, pero no de los juicios morales porque estos no se
pueden demostrar. Los juicios morales solo sirven para expresar nuestras creencias y nuestras
actitudes de aprobación o de desaprobación, en general, estados emotivos. Cuando decimos
que algo es justo pretendemos influir en los demás. Decir que algo es justo equivale a decir “yo
lo apruebo, apruébalo tú también”. Si el otro se resiste a cambiar de actitud, entonces
empezamos a argumentar, pero nuestros argumentos solo pretenden persuadir, nunca
servirán para demostrar nada. En realidad no hay nada válido o inválido en el terreno moral de
lo que debería ser.

Hume en el siglo XVIII fue el primer representante del emotivismo. Analizando el ejemplo del
asesinato dijo que si describimos los hechos: el asesino actuando, la víctima que cae con el
puñal, la sangre … los gritos de la gente que lo vio… el bien o el mal no aparecen entre ellos.
Somos nosotros los que con nuestro sentimiento de desaprobación y de repulsa del crimen lo
ponemos de manifiesto con nuestra emotividad. Según Hume, hay unos mismos sentimientos
en todos los seres humanos normales que nos hacen aprobar moralmente lo que beneficia a la
paz y a la supervivencia de la especie humana, y desaprobar lo que nos perjudica. Pero el bien
y el mal lo decidimos nosotros a partir de lo que sentimos.

Ha habido también otros autores que han afirmado una postura decisionista que mantiene
que lo bueno o lo malo es lo que nosotros decidimos que sea. Según Hobbes, lo bueno y lo
malo son conceptos que hemos puestos los hombres colectivamente a partir del pacto social
que dio origen a la sociedad y al estado. Nietzsche, dirá que el concepto de bien o de mal lo
hemos inventado nosotros. “Al no poder vengarnos lo llamamos perdón”, en la moral de los
esclavos “la fábrica de ideales apesta a mentira”. También Sartre afirma que cada ser humano
elige libremente lo que considera bueno o malo. Todos estos autores coinciden en que no hay
nada bueno o malo en sí. Los valores son algo subjetivo.

Todos los autores relativistas afirman que lo bueno o lo malo dependen de la opinión de cada
uno. Si esto es cierto, entonces la ética debería limitarse a describir lo que se ha tenido como
bueno o malo en cada sociedad, en las diferentes épocas, pero no debería tratar de justificar
qué valores o qué normas son mejores, comparando unas morales con otras. La ética como
justificación racional no tendría ningún sentido. La discusión sobre lo que está bien o mal sería
como una cuestión de gustos en la que no cabe discutir. En último término se podría decir que
los actos de un racista tienen igual valor que los de Gandhi, pues para cada uno lo que hace
“está bien”. Si todo vale, nada vale realmente. ¿Todas las opiniones son válidas y respetables?

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COGNITIVISMO

En la historia de la ética, la mayor parte de los filósofos pertenecen a la posición cognitivista


que afirma que se puede conocer y fundamentar la validez de nuestros juicios morales, solo
que no hay un acuerdo sobre la cuestión de en qué consista esa fundamentación.

Históricamente los primeros intentos de fundamentación fueron las éticas del bien supremo
humano que sostienen que llamamos “bueno” a todo lo que nos acerca al fin que los seres
humanos siempre perseguimos por naturaleza: ser felices.

LA ÉTICA DEL BIEN SUPREMO EN ARISTÓTELES

En su obra “La ética para Nicómaco”, Aristóteles afirmó que ser feliz es autorrealizarse como
ser humano o ser capaz de alcanzar el fin propio de un ser humano. Todo en la naturaleza
evoluciona hacia su perfección: la semilla tiende a convertirse en un árbol, el niño en un ser
adulto… ¿existe alguna actividad que sea sólo de los seres humanos? Algo que sea solamente
propio de nosotros y no de otros seres. Si lo encontramos, el ejercicio de esa actividad será lo
que nos lleve a nuestra perfección y a ser felices.

Toda actividad humana persigue algún bien: la medicina busca la salud, la construcción hacer
una casa, la estrategia militar, la defensa de la polis… ¿Existe algún fin último que justifique
todos los demás fines que perseguimos? Sí lo hay: la felicidad. Pero aunque todos podemos
estar de acuerdo en eso, no conseguimos hacerlo en el tipo de vida que pueda lograr ese fin.

La felicidad debe ser un bien perfecto que no sea solo un medio para lograr otro fin. Un bien
suficiente que haga deseable la vida y que, para quien la posea, ya no desee nada más. Los
honores, la riqueza, el placer no cumplen esos requisitos. El placer acompaña la actividad del
hombre feliz, pero no puede ser el bien supremo en sí mismo algo que también desean los
niños y los animales; el dinero es sólo un medio para lograr otras cosas; los honores dependen
del reconocimiento de los demás y las opiniones son cambiantes… hoy eres popular, mañana,
no.

Si la felicidad depende del ejercicio de la actividad más propia del ser humano, esta es sin duda
pensar racionalmente, conocer. En eso nos distinguimos de los demás seres. La vida del sabio o
vida contemplativa, la del sabio que busca la verdad, es según Aristóteles, el tipo de vida que
puede llevarnos a nuestra perfección y felicidad. La satisfacción que acompaña a esa actividad
es el bien perfecto y suficiente.

Pero Aristóteles era realista y sabía que el ejercicio continuo del pensamiento es imposible
para nosotros porque nos cansamos, tenemos que dormir, comer, divertirnos y relacionarnos
con los demás para ser felices… entonces afirmó la necesidad de otros bienes externos como
tener amigos, una familia, salud, algo de riqueza…

Por otra parte, para lograr una perfección como seres humanos es preciso contar con una
sabiduría práctica que nos permita saber elegir bien en la vida y ese saber es la prudencia.

Por la prudencia podemos desarrollar la virtud ética que es el hábito de elegir el justo medio
entre el exceso y el defecto, considerados ambos vicios. Por ejemplo: la valentía es el justo
medio entre la temeridad (el exceso) y la cobardía (el defecto). Igualmente, la generosidad es
la virtud, como término medio entre el derroche (el exceso) y la tacañería (el defecto); y la
magnanimidad, entre la vanidad y la pusilanimidad (entre los que se creen más que nadie y los
que tienen baja autoestima, diríamos hoy).

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En conclusión, la vida que nos lleva a ser felices es la que nos permite ejercitar nuestra razón
para encontrar la verdad y la prudencia para saber elegir conforme a una virtud perfecta. El
hombre bueno será así el hombre sabio, virtuoso y feliz. En esto seguirá en parte, el
intelectualismo ético de Sócrates, quien ya había dicho que nadie yerra (se equivoca) a
propósito, por lo que el que conozca el bien, actuará bien, (lo que hacía del malvado solo un
ignorante). Pero, Aristóteles añadirá que no basta con conocer el bien, sino que también hay
que querer hacerlo. Tan necesario es el conocimiento como la voluntad. No solo hay que
conocer el bien, también hay que practicarlo.

Además, hay que poner esa virtud o excelencia personal al servicio de la polis, de la
comunidad, porque el ser humano es un ser sociable por naturaleza. Sólo un dios o un animal
pueden vivir sin necesitar de los demás. El que piense que solo importa su bien individual, se
equivoca. Ese es el “idiotés” (de donde viene la palabra actual “idiota”). El bien de cada
ciudadano depende en gran parte del bien común. El ser humano es el ser más sociable que
hay por naturaleza porque poseemos razón y lenguaje, tenemos palabra y no solo voz, para
poder poner en común con los demás lo que pensamos que es justo, lo bueno para todos etc.
Por eso en Aristóteles no se pueden separar ética y política ya que ambas están conectadas.

TEORÍA HEDONISTA DE EPICURO

En el Helenismo, tras la conquista del Imperio de Alejandro Magno las antiguas polis habían
perdido su independencia y los griegos se encontraban muy perdidos en ese tiempo de
inestabilidad política. Entonces empezaron a surgir filosofías que daban gran importancia al
pensamiento ético para guiar al hombre como individuo hacia la autarquía, la autosuficiencia,
la paz interior frente a los cambios continuos. Entre estas escuelas están el Estoicismo y el
Hedonismo de Epicuro. Estos últimos son los llamados “filósofos del jardín”. Epicuro no creía
en la vida después de la muerte, ni tampoco en los dioses, pues afirmaba “de los dioses, si
existen, no debemos preocuparnos por ellos, pues tampoco ellos se ocupan de nosotros”.

Consideraba que el fin de la vida humana es tener una existencia placentera. Defendía los
valores hedónicos (hedoné significa placer en griego). Todos buscamos las sensaciones
placenteras y huimos del dolor, hasta los animales lo hacen. Pero no todos los placeres son
buenos para nosotros porque algunos pueden esclavizarnos. Lo mejor es aprender a disfrutar
de los placeres sencillos y naturales, como un buen vaso de agua después de hacer ejercicio, o
una buena conversación con un amigo. Si usamos bien la razón podemos hacer un cálculo,
dejando a un lado todo lo que no es ni natural ni necesario. Hay que ser moderados y evitar los
excesos. “No es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita” dijo en su obra “Carta a
Meneceo”. Es mejor no crearnos necesidades superfluas.

También añadió que es mejor alejarse de la vida agitada de la política y la fama. Es mejor
refugiarse en la vida privada con la familia y los amigos. (Los estoicos, recomendaban lo
contrario, participar en la política). En cualquier caso, Epicuro decía que para encontrar la paz
interior también hay que hacer una crítica de las creencias falsas que nos llevan a
preocuparnos sin necesidad. Por ejemplo: ¿el temor a la muerte? cuando estamos muertos ya
no sentimos nada. ¿El destino? el hombre es libre para elegir y no hay nada predeterminado
de antemano. De los dioses, como ya hemos dicho, si no se preocupan por nosotros ¿por qué
nos vamos a preocupar nosotros de ellos?

Epicuro recomienda la sensatez y rechazar aquellos placeres que no son ni naturales ni


necesarios. La meta del ser humano es ser libre y tratar de lograr la independencia y la
serenidad (ataraxia en griego). Gozar de lo que nos ofrece la naturaleza, de los placeres
58
sencillos y de la buena amistad. Hay que lograr el bienestar físico y la paz interior eligiendo
bien.

EL HEDONISMO SOCIAL: LA ÉTICA UTILITARISTA DE JOHN STUART MILL

Según este autor del siglo XIX la verdadera felicidad no puede ser algo individual. Si somos
seres sociales por naturaleza, como ya dijo Aristóteles, nadie puede ser realmente feliz si ve
desgracia a su alrededor. Todos debemos colaborar para que haya la mayor felicidad posible
para el mayor número posible de personas. Ese es el llamado principio de la utilidad. Una
acción será moralmente buena si contribuye a la mayor felicidad posible para todos. Por
ejemplo, el asesinato es condenable porque lleva al sufrimiento de muchas personas, la
víctima, su familia, sus amigos etc. En cambio, una donación altruista, sería una buena acción
por sus consecuencias.

Como Bentham, también utilitarista, Mill entendía la felicidad como una vida placentera en
sentido hedonista. Pero, a diferencia de Epicuro, su hedonismo es ya social, no individualista.
La cuestión es cómo podemos ponernos de acuerdo para lo que sería la vida más placentera
para todos, teniendo en cuenta que todos podemos tener diferentes gustos y aficiones.
Distintos valores. ¿Se podría hacer un cálculo de la cantidad de placer que nos proporcionan
diferentes cosas que diera una clasificación válida para todos? Todos podemos estar de
acuerdo en que hacen falta unos mínimos de riqueza, salud etc. para no ser infelices, pero
luego lo que nos haga felices a partir de ahí, puede variar mucho.

John Stuart Mill contestó que se podría decir que los mejores placeres son aquellos que todos
elegimos de hecho en la práctica. Sin embargo dijo que todos los placeres no son iguales, unos
son mejores que otros. Hasta sugirió que cualquiera preferiría vivir una vida humana, aun
siendo desgraciada (como la de Sócrates, condenado a muerte por el estado) antes que
conformarse con vivir una vida animal, como la de un cerdo satisfecho en su pocilga.

Pero además de esa objeción sobre la falta de acuerdo sobre lo que nos puede hacer más
felices a todos, que ya había visto Aristóteles, se pueden hacer otras objeciones: si la felicidad
colectiva o de la mayoría exigiera la eliminación de algunas personas o de sus derechos
fundamentales, como matar a alguien que haya causado mucho dolor, pongamos un tirano,
¿sería esa una acción justa? ¿Se puede justificar cualquier medio para lograr la felicidad de la
mayoría? Y sobre todo, ¿Es lo mismo siempre “lo que conviene a nuestro interés” para ser
felices que “lo que consideramos que debemos hacer” porque es lo más justo?

Frente a estas éticas del bien supremo, surgirán las llamadas éticas del deber o éticas formales,
a partir de la crítica de Kant.

LA ÉTICA DEL DEBER DE KANT

Kant, autor de la Ilustración del siglo XVIII, hizo una crítica de todas las éticas anteriores a él
porque creía que cuando una persona siente su deber moral, no está pensando en conseguir
su felicidad sino en hacer lo que cree que es más justo y lo correcto. Dijo que los pensadores
anteriores solo habían dado consejos de la prudencia para lograr lo que cada uno pensaba que
era el bien supremo humano, algo en lo que tampoco se habían puesto de acuerdo, porque
cada autor solamente hizo una generalización a partir de su propia experiencia. Por ejemplo,
un autor medieval como Santo Tomás de Aquino, decía que solo podemos alcanzar la felicidad,
después de haber muerto en el más allá, al reunirnos con Dios; en cambio, Epicuro decía que

59
había que aspirar a tener una vida placentera disfrutando con moderación de los placeres de
este mundo. Nuestro deber moral no se puede basar en el logro de la felicidad ni individual, ni
colectiva porque en ocasiones, actuar correctamente no es hacerlo como desearíamos para ser
felices. Por ejemplo: los alemanes que protegieron a la familia de Ana Frank. No lo hicieron por
ser felices, sino para hacer algo justo, a pesar del miedo a los nazis.

Todos deseamos ser felices y a la vez estar en paz con la propia conciencia. A veces, actuar
conforme al deber nos trae consecuencias que no favorecen nuestra felicidad. No siempre
coinciden el bien en sentido moral y lo que nos conviene para ser felices.

Además el valor de las normas sería algo relativo. Si odio a alguien, lo que desearía es verlo
muerto. Entonces que esté bien matar o respetar la vida ¿depende de si nos hace felices? Las
normas morales solo serían un medio para un fin y tendrían un valor relativo.

Según Kant, actuar bien es hacerlo conforme al deber y solo por respeto al deber, no
pensando en la propia felicidad. Podemos obrar por inclinación natural, pensando en nuestros
intereses para ser felices, o por miedo, o pensando en lo que otros dirán… o simplemente
obrar con la intención de hacer el bien moral. La buena voluntad es buena solo por la intención
y no por lo que se consiga en la práctica, porque a veces no podemos prever todas las
consecuencias, por ejemplo, en ocasiones, intentando mediar en una discusión entre amigos,
al final solo logramos que los dos se acaben enfadando con nosotros, pero ese resultado no
convierte en mala nuestra intención de hacer el bien. Moralmente, lo único que cuenta de
verdad es la intención. Lo único que hay bueno de verdad en el mundo es la buena voluntad.
Todo lo demás se puede utilizar para bien o para mal: la inteligencia, la belleza, el dinero, la
buena suerte etc.

Cuando el ser humano sigue su razón y actúa como cree que debe, de forma autónoma,
entonces lo hace libremente y se siente responsable de sus actos. Kant también criticó que las
otras éticas eran heterónomas porque si no pudiéramos más que obedecer las reglas para ser
felices, entonces no tendríamos autonomía y no podríamos sentirnos responsables al elegir.
Solo podríamos hacer lo que nos llevara a ser felices en cada momento. El deber moral no
viene del exterior, sino de nosotros mismos. Por eso nos sentimos “auto- obligados” y
responsables de nuestros actos. Ni siquiera, porque lo mande Dios. (Es interesante para
analizar como ejemplo, el caso bíblico de Abraham cuando recibe el mandato de Dios de matar
a su hijo Isaac). El ser autónomo solo se puede obedecer a sí mismo, a su conciencia, para
poder sentirse en paz consigo mismo.

¿Cómo podemos saber cuál es el deber moral en cada situación? Para eso Kant dio una
fórmula a la que llamó “el imperativo categórico”: “obra conforme a una máxima que puedas
querer que sea una ley válida para cualquier ser racional”. Por ejemplo: mentir, ¿estaríamos
dispuestos a que todo el mundo mintiera? Si la respuesta es, “solo válido para nosotros en
caso de apuro”, entonces no es correcto. Si piensas que un comportamiento puede ser válido
para todos, como por ejemplo, “ser solidarios con quien lo necesite”, entonces ese
comportamiento sí será correcto. En otra reformulación del imperativo categórico dijo: “trata
a la humanidad, tanto en tu persona, como en la de los demás, siempre como un ser válido en
sí mismo, y nunca solo como un medio”. En el fondo, solo nos pueden parecer válidas aquellas
maneras de actuar que respeten a todos los seres humanos en sus derechos, por lo que solo
así podrían servir como leyes morales válidas para todos. Kant también criticó a las demás
éticas porque habían confundido a los mandatos de las normas morales con imperativos
hipotéticos: “si quieres ser feliz…no mientas”. “Si quieres…” bajo esa condición. Pero las

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normas morales no son imperativos hipotéticos, sino categóricos o absolutos. No dice “si
quieres ser feliz no debes mentir”, solo dice “no debes mentir”.

Todos queremos ser felices. Para Kant, la felicidad es una idea de la imaginación que nos
sugiere que la felicidad sería que se cumplieran todos nuestros deseos, por completo y para
siempre. Pero eso en la vida es muy difícil. A veces al malvado le va muy bien y al hombre
bueno y justo, no. Solo el hombre bueno merece ser feliz. La felicidad no puede ser el fin al
que tengamos que subordinar un comportamiento moralmente correcto. Más bien, debemos
hacernos merecedores de la felicidad actuando bien moralmente. Si todos respetásemos a las
demás personas estaríamos en un mundo mejor para vivir con justicia y paz. Además Kant era
creyente, pero como filósofo, sólo podía admitir como postulados de la moralidad (supuestos
teóricos indemostrables), además de una voluntad libre o autónoma, que Dios existe y que
haya vida después de la muerte, si el alma es inmortal. Esas creencias solamente sirven para
dar más sentido a nuestra condición de seres morales, ya que permiten que tengamos la
esperanza de una justicia futura, pero no forman parte del conocimiento humano por estar
fuera de la experiencia. Para Kant el bien supremo humano es: la perfección moral, la virtud
más la felicidad. Sólo esa perfección puede hacer que merezcamos la felicidad.

Kant criticó las otras éticas por ser éticas “materiales” (no materialistas). Dijo que su ética era
una ética “formal”. Una ética “material” es una ética que propone un bien supremo como fin
último, como la felicidad por alcanzar la perfección de nuestra naturaleza, la vida placentera
individual o colectiva, llegar a Dios… y que hace de las normas morales los medios para
conseguir ese fin. Por el contrario, una ética “formal” es una ética que sólo nos dice cómo
actuar para hacerlo correctamente. Se fija en la intención de nuestras acciones, en la buena
voluntad; y en las condiciones que deben tener las normas morales para que estas sean justas:
la universalidad (deben ser válidas para todos) y la incondicionalidad (deben cumplirse solo
para estar en paz con uno mismo, no para conseguir la felicidad).

Podemos preguntarnos si cada uno al pensar por su cuenta, de forma autónoma, no llegaría a
modos de actuar diferentes, aun cuando no pensáramos más que en hacer lo correcto. De ser
así, ¿no sería Kant relativista al defender que cada uno debe actuar como crea más correcto?

¿Seguir la autonomía es actuar como cada uno opine subjetivamente? Kant dirá que cuando
hacemos un uso puro de la razón sin pensar en los intereses individuales todos podemos llegar
a las mismas ideas sobre lo que es justo. Recordemos que las personas mejores desde el punto
de vista moral, las del nivel 6 de la clasificación de Kolhberg, como Gandhi, Martin L. King …
siempre han coincidido en las mismas formas de actuar correctas.

Otras objeciones a la ética de Kant han sido que es muy difícil hacer un uso “puro” de la razón,
sin mezcla con nuestros intereses e inclinaciones naturales, sentimientos… para decidir qué
debemos hacer; o también, que un político que solamente pensara en actuar con buena
voluntad, en vez de tratar de calcular las consecuencias para los ciudadanos de sus decisiones
políticas, seguramente siempre fracasaría como político. Sin llevarlo al extremo de la célebre
idea de Maquiavelo “el fin justifica los medios”, los pensadores de la ética del diálogo, han
tenido en cuenta esas objeciones al proponer que para decidir sobre qué normas son justas
hay que pensar en las consecuencias que se seguirían para todos, si nos rigiéramos por ellas.

61
LAS ÉTICAS DIALÓGICAS O DEL DIÁLOGO – JOHN RAWLS Y HABERMAS

Estas éticas se consideran también éticas formales o del deber, pero afirman que lo que
decidamos cómo justo depende de un acuerdo a partir de un diálogo entre todos. Si Kant
pensaba que no dejándonos influir por nuestros intereses egoístas, cualquier persona podría
saber lo que debe hacer gracias a su propia conciencia, (a la voz de su razón), los autores de la
ética del diálogo afirman que es mejor decidirlo por medio de un diálogo racional entre todos,
ya que resulta más fácil ser objetivo e imparcial cuando se ha escuchado a todas las partes
afectadas.

En una situación ideal de diálogo, afirma Habermas, todos tendrían el mismo derecho a ser
escuchados y a participar dando sus opiniones sobre cuáles serían las normas más justas, por
estar todos convencidos sobre qué es lo más justo. En el proceso de decisión, todos deberían
mostrarse abiertos para escucharse entre sí, y dar su consentimiento tan sólo a los mejores
argumentos.

Si las verdaderas normas morales nacen de la auto-obligación, de la propia conciencia, es


imprescindible que al final del proceso todos estén convencidos, porque las normas morales en
un desarrollo moral evolucionado de autonomía, no se pueden imponer desde afuera de la propia
conciencia. De este modo, transforman el Imperativo categórico de Kant en la siguiente fórmula:

Las normas morales justas son aquellas en las que todos estaremos de acuerdo después de
haber examinado todas las consecuencias que habría si todos las obedeciéramos.

John Rawls dijo que si una asamblea de seres racionales con un velo de la ignorancia sobre las
circunstancias concretas de sus vidas, tuviese que decidir las condiciones más justas para vivir en
sociedad, sin duda se basarían en los siguientes principios:

El mayor número de libertades posible compatibles con las libertades de los demás.

Igualdad de oportunidades en el acceso a todos los cargos y profesiones.

Las únicas desigualdades sociales y económicas que se deberían permitir en una sociedad justa
son las que reportaran algún beneficio a quienes en la sociedad ocupan la posición más
desfavorable.

Este último es el llamado por Rawls “principio de la diferencia”. Frente a los que ven en su éxito
solo el reflejo de su propia virtud (su talento y su esfuerzo), Rawls asegura que nunca el éxito se
debe del todo a uno mismo: nadie elige sus aptitudes naturales, la familia en donde se crió, ni las
cualidades que de un modo arbitrario cada sociedad valora más. Lo malo de pensar que el éxito es
sólo obra nuestra, es que esa falsa creencia obstaculiza la solidaridad social. Para Rawls la
sociedad debe ser más una empresa cooperativa que competitiva. Por otra parte, tampoco sería
justa una sociedad en donde no se permitiese ninguna desigualdad en el reparto de los bienes
económicos, dado que todos los trabajos no exigen la misma formación o responsabilidad.
Tampoco debemos matar todo estímulo económico para que los que pueden trabajar mejor
quieran colaborar al servicio de su sociedad. Todo eso afecta a los impuestos, las becas, las
ayudas sociales etc.

En el diálogo, todos deberían poder ser escuchados sin excluir a nadie, pero si las verdaderas
normas morales nacen de la auto-obligación de la propia conciencia, es imprescindible que todos
al final acaben convencidos, porque las normas morales no se pueden imponer desde fuera de la
propia conciencia, como hemos dicho, pero en la práctica, no existe ninguna asamblea real de

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seres racionales con un velo de ignorancia sobre las propias circunstancias vitales. Todos sabemos
de nuestros intereses y circunstancias económicas y sociales reales. ¿Y si la asamblea decide algo
contrario a lo que nosotros consideramos que es lo más justo: deberíamos obedecer a la
asamblea o a nuestra conciencia? ¿Acaso la mayoría no puede equivocarse también? Con
respecto a la ética de Kant, ahora ya no se tiene en cuenta solo la buena intención, sino también
las consecuencias para los intereses de todos. En teoría, si se pudiese llegar a un consenso a partir
del diálogo, esa decisión sería correcta moralmente.

CONCLUSIONES

Para los autores cognitivistas, el fundamento ético ha variado de unos a otros: en las éticas
materiales del bien supremo, la naturaleza humana es la legitimación más empleada, la
perfección de nuestra razón en la vida del sabio; la vida placentera que nos lleva a ser felices, ya
sea individualmente, como decía Epicuro o colectivamente, como pedía el Utilitarismo… en otros
autores religiosos medievales como Tomás de Aquino, al ser el hombre un ser creado por Dios,
reunirnos con el Creador tras la muerte, siguiendo para ello los mandamientos divinos…

En la ética del deber de Kant, la justificación ética vendrá del uso puro de la razón que nos
permitirá saber lo que debemos hacer, cuando tenemos la voluntad de hacer lo correcto, sin
necesidad de guiarnos de la inclinación natural. En las éticas del diálogo, en cambio, la
justificación de la ética vendrá del consenso o acuerdo entre seres racionales.

Para los autores no cognitivistas, no habría ningún fundamento objetivo.

EL PROBLEMA FILOSÓFICO DE DIOS

La cuestión de si existe o no existe Dios es un problema filosófico porque afecta al sentido


último de la vida y por ello, ha surgido una y otra vez a lo largo de toda la Historia de la
Filosofía. No se trata solo de una cuestión de creencia, de fe, ya que se ha planteado desde la
razón, al intentar los filósofos dar pruebas a favor, como hacen los creyentes; o en contra,
como defienden los ateos; o al negar a la razón la posibilidad de demostrar nada, como
sostienen los agnósticos. Vamos a analizar cada posición por separado, revisando los
argumentos y poniendo algunos ejemplos de filósofos en cada postura.

I – La posición de los que creen que se puede demostrar la existencia de Dios por la razón:

a) La demostración a priori: en la cultura teocéntrica medieval, se intentó hacer


compatibles las verdades de fe con las verdades de razón. Afirmaron que desde la
razón se podían aportar pruebas para convencer a los ateos y a los herejes. En su
demostración a priori (al margen de la experiencia), San Anselmo dijo que si
analizamos la idea de Dios que todos tenemos, esta describe a un ser perfecto: es
bondad suprema, todopoderoso, omnisciente (que lo sabe todo), eterno…a un ser
perfecto no le puede faltar la existencia, porque entonces dejaría de ser el ser más
perfecto de todos. Así pues, analizando la idea de Dios, se puede concluir como
consecuencia necesaria, que Dios existe. Este es el llamado “argumento ontológico” de
San Anselmo. De Dios no tenemos experiencia porque es un ser espiritual que no se
puede percibir por los sentidos, pero sí se puede demostrar su existencia al margen de
la experiencia – a priori – porque basta con analizar la idea de Dios que todos
tenemos.

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Frente a esa argumentación, ya un monje medieval que se llamaba Gaunilón, objetó que solo
por imaginar una isla preciosa, dotada de todas las perfecciones, no era legítimo establecer
que esa isla tenía que existir. San Anselmo se enfadó mucho, porque dijo que ningún ser
creado podría compararse con la inmensidad de Dios creador, por mucha perfección que
tuviera, por muy maravillosa que fuese esa isla.

b) La demostración a posteriori: tampoco a Tomás de Aquino le convencieron las pruebas


a priori, porque dijo que el conocimiento humano empieza por los datos de los
sentidos, por la experiencia, y por eso esa prueba no le parecía válida. En cambio,
probó otro camino de demostración con las pruebas a posteriori, a partir de la
experiencia. A Dios no podemos verlo, ni oírlo, pero sí podemos percibir los efectos de
su obra, el mundo creado por él. Por tanto, partiendo del mundo que percibimos y
aplicando el principio de causalidad, podemos remontarnos a Dios como causa
primera del universo. Dios es un ser necesario, porque todo lo demás es contingente,
puede ser o no ser. Si existe este mundo es por un acto de creación de Dios, porque él
ha querido crearlo. Así Tomás de Aquino, nos dio sus cinco vías para demostrar la
existencia de Dios: la vía del movimiento del mundo, la de las causas, la de los seres
contingentes que reciben el ser de Dios, único ser necesario; la de los grados de
perfección y la del orden final. Todas esas vías desembocan en un ser perfecto y
necesario que ha creado un mundo sometido a un orden y a la ley natural que Dios ha
establecido al principio de los tiempos.

II – La posición del agnosticismo: desde la razón no se puede demostrar ni que Dios existe ni
que no existe: la posición de Kant desde la razón teórica:

Aunque Kant sí era creyente (protestante), afirmó que nuestro conocimiento se limita a los
fenómenos naturales, a lo que se puede percibir por los sentidos en el espacio y el tiempo. Si
Dios es un ser espiritual, entonces no valen ni las pruebas a priori, ni las pruebas a posteriori.
No valen las demostraciones a priori, porque la existencia de un ser solo se puede probar en la
experiencia. No basta con decir que “un ser perfecto tiene que existir” porque eso es lo que
hay que demostrar. En la definición de un ser no se puede incluir que además existe porque la
existencia no es un predicado más. Tampoco valen las pruebas a posteriori porque nadie ha
podido observar en la experiencia a Dios creando el mundo. Solo podemos conocer los
fenómenos en el espacio y el tiempo. Podemos “pensar” que hay Dios, pero no “conocer” ese
hecho científicamente.

Los antiguos griegos no tuvieron que recurrir a la hipótesis divina de un Dios creador porque
ellos creían que la naturaleza, el mundo, eran eternos. En realidad, tanto esa hipótesis como la
de un Dios eterno creador del universo, son sólo especulaciones teóricas indemostrables. En la
religión se afirma que Dios es un ser eterno y necesario; por eso nadie ha creado a Dios y en
cambio, el mundo sí es creación de Dios. Pero, fuera de la fe, todo esto no se puede probar.

Kant, desde la razón práctica, desde la ética, terminó diciendo que Dios es un postulado o
creencia, que nos sirve para entender mejor la condición moral del ser humano. Dios es la
garantía de al final terminarán triunfando el Bien y la justicia, pero eso no deja de ser una
creencia; una justificación más de tipo ético, que nos ayuda como agentes morales.

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III – La posición del ateísmo: dan argumentos desde la razón, para demostrar que no existe
Dios: Feuerbach, Marx, Nietzsche y Freud:

Marx afirmó que “la religión es el opio del pueblo”. Antes que él, Feuerbach había dicho que
en realidad, es el hombre el que ha creado a Dios. Al proyectar fuera de sí todas las cualidades
humanas más estimables, el bien, la fuerza, la inteligencia…aumentándolas al máximo grado,
habría creado a un ser perfecto al que pasó a adorar. Eso es el origen de la alienación religiosa.
Marx estaba de acuerdo con Feuerbach, pero insistió en que la alienación religiosa tenía a su
vez la causa en la alienación económica. Marx afirmó que la religión se usaba como un
consuelo para el hombre alienado en su época, en el Capitalismo. Dios permite posponer la
felicidad a una vida posterior tras la muerte, en el Cielo. En las condiciones injustas del
Capitalismo industrial, el proletariado no debía rebelarse y luchar por mejorar sus condiciones
materiales de vida. Así la religión era parte de una ideología que creaba una falsa conciencia,
haciendo que la clase dominante de la sociedad, la burguesía, pudiera continuar en el poder,
disfrutando de sus privilegios.

También Nietzsche será claramente ateo. Con su célebre sentencia: “Dios ha muerto”, quería
decir que la etapa de la creencia en Dios se había terminado. Criticó a toda la cultura
occidental, afirmando que desde su inicio con Platón, nos habíamos inventado otro mundo (el
mundo de las Ideas eternas presidido por el Bien), quitando valor al mundo sensible y real que
es el único que existe. La religión sólo es “platonismo para el pueblo”. Dijo que había que ser
fiel a la Tierra y ser capaces de decir “sí” a la vida de un modo valiente. Hay que aceptar la
muerte, los cambios y el dolor como parte de la vida. No hay nada permanente. Hay que
aprender a vivir en plenitud. La vida es irracional y la razón por sí sola no puede comprender la
realidad porque ésta la desborda. Toda la cultura occidental es nihilista y decadente porque
manifiesta un miedo ante la vida.

La vida es caótica y tiene un fondo trágico e irracional. El mundo de las Ideas de Platón o el
Cielo son sólo fantasías. La vida es amoral, es un puro juego trágico sin ningún otro sentido
fuera de sí misma. Crea y destruye continuamente como un artista o un niño jugando en la
arena.

Ya el escéptico Hume había sugerido que tal vez el miedo al dolor y a la muerte, a la
incertidumbre de la vida, a lo desconocido…y también la necesidad de esperanza, es lo que
podría haber llevado al hombre a creer en Dios. Más tarde, Freud señaló que la religión es una
ilusión infantil de la humanidad, de la que muy pocos están preparados para prescindir de ella.

Además de estos argumentos se han dado otros como el sufrimiento de los inocentes: si Dios
es omnisciente, porque todo lo sabe todo; es todopoderoso, y además es el Bien supremo
¿cómo puede permitir el mal y el sufrimiento de los inocentes en el mundo?

CONCLUSIÓN

Como en otros problemas filosóficos, la respuesta ante este problema debe darla cada uno.
Para terminar, podemos recordar lo que dijo Wittgenstein en su obra el Tractatus: “De lo que
no se puede hablar, mejor callar”. Dios puede ser el sentido último de los hechos del mundo,
pero Dios no se revela en el mundo. No está entre los hechos del mundo. Lo místico se puede
mostrar al sentimiento, pero no se puede conocer por la razón.

65
POLÍTICA

CONTENIDOS:

1. Diferencias entre poder y autoridad


2. Clasificación de Max Weber sobre los tipos de legitimación del poder de la autoridad:

La legitimación tradicional, la legitimación carismática y la legitimación legal-racional y


democrática. Críticas de Weber a las dos primeras.

3. Diferencias entre democracia y otros regímenes políticos como las dictaduras, los
totalitarismos y los fundamentalismos religiosos, la anarquía etc.
4. Características de las democracias.
5. Los problemas de la democracia actual.
6. Teorías sobre el origen de la sociedad y el estado:
a) La posición naturalista de Aristóteles
b) Los teóricos del contrato social:

B1. Los teóricos clásicos: Hobbes, Locke y Rousseau.

B2. Los teóricos actuales: Nozick y Rawls

c) El modelo liberal radical de Hayek


7. Utopías y anti-utopías: características, diferencias, funciones y críticas

Introducción: (algunas preguntas para empezar la reflexión)

1. ¿Cuándo está justificado obedecer y cuándo rebelarse? ¿Sabes distinguir entre poder y
autoridad?
2. ¿Se puede “pasar” de la política? ¿Qué consecuencias habría si todos lo hiciéramos?
3. ¿Para qué sirven el estado, los tribunales, la policía, el Congreso, el gobierno…el rey?
4. ¿Puede haber Democracia compatible con la existencia de una monarquía?
5. ¿Sabes distinguir una democracia de otros sistemas políticos tales como la dictadura,
los totalitarismos o la anarquía?
6. Comenta las siguientes afirmaciones y di si estás de acuerdo con ellas:
a) El pueblo no está preparado para votar
b) El estado es el único que tiene el monopolio legítimo de la violencia.
c) En política, el fin justifica los medios.
7. ¿La mayoría siempre tiene la razón? ¿Tiene alguien la verdad absoluta en política?
8. ¿Cuáles son los problemas más importantes de la Democracia actual?

Poder es la capacidad para influir sobre la conducta de otros. El poder puede ser legítimo o
ilegítimo. En el caso de un chantaje o de un secuestro, o de un acoso laboral, hay un poder
ilegítimo. ¿Y en el caso del poder de una autoridad? Será un poder legítimo cuando este se
ejerza por mandato de la sociedad, por un fin necesario y con medios lícitos que no supongan
falta de respeto por los derechos humanos. Por ejemplo, un profesor en clase es la autoridad
porque así se lo ha encargado la Consejería de Educación, para enseñar a los alumnos, y
siempre que emplee medios lícitos, sin usar la violencia, ni el maltrato con sus alumnos. En
casos de abuso de poder, su autoridad se ejercería de forma ilegítima.

66
Según Max Weber, hay tres modos de legitimar el poder de la autoridad:

a) La legitimación tradicional: se basa en la tradición y la costumbre y suele incluir


creencias de tipo religioso, por ejemplo, en la monarquía absoluta del siglo XVII
el rey ejercía su poder “por la gracia de Dios”. O con los faraones del antiguo
Egipto, a los que se consideraba descendientes directos del dios Horus etc.

El problema en este tipo de legitimación es que ser de sangre real no garantiza que salga un
buen gobernante. Tampoco se pueden demostrar las creencias religiosas en las que se basa.

b) La legitimación carismática: se basa en el carisma o conjunto de cualidades que


hacen a alguien un líder al que poder seguir bajo su mando, por su inteligencia,
su eficacia etc.

El problema es que nadie lo sabe todo en política y por tanto, suele ser un error seguir
ciegamente a un líder. Hitler en Alemania, Stalin en la Unión Soviética, Mussolini en Italia…
fueron considerados líderes en su momento.

c) La legitimación legal-racional y democrática: solo en este tipo de legitimación el


gobernante ejerce su autoridad respetando la ley en la que se reconocen los
derechos y deberes de los ciudadanos. Esos gobernantes han sido elegidos por
los ciudadanos de forma democrática y tienen que responder de su gestión
delante de ellos. Este es el sistema de legitimación de las democracias maduras
en las que los ciudadanos deben haber sido formados políticamente y
conservar su sentido crítico para no ser fácilmente manipulados. Si el
gobernante no hace bien su gestión, en la siguiente votación no será elegido.

Este es el sistema que Weber prefiere por ofrecer más garantías frente al abuso de poder por
parte de los gobernantes.

¿Cómo podemos distinguir una democracia de otros regímenes políticos como las dictaduras o
los totalitarismos?

Las democracias tienen las siguientes características:

- Hay elecciones periódicas por sufragio universal con voto libre y secreto.
- División e independencia entre los tres poderes del estado: ejecutivo, legislativo y
judicial.
- Pluralidad de partidos y de medios de comunicación sin censura.
- Respeto por los derechos y libertades de los ciudadanos reconocidos en la
constitución: libertad de expresión, de pensamiento, de asociación con fines pacíficos,
de prensa etc.
- Igualdad de todos los ciudadanos ante la ley.
- La soberanía está en el pueblo porque es quien tiene el poder de decidir en política
por medio de sus representantes elegidos, o directamente (como en un referéndum).

Por el contrario, en una dictadura o en un totalitarismo, todo el poder está concentrado en un


líder y su partido. Los demás partidos se consideran ilegales. No hay libertad de prensa, sino
censura. Los derechos y libertades de los ciudadanos no se reconocen. Los ciudadanos están
indefensos frente al abuso del poder por parte del estado.

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La dictadura surgió en la antigua Roma. En casos muy graves por una amenaza exterior (las
invasiones de los bárbaros) o desórdenes civiles en el interior, que pudieran llevar a una guerra
civil, el Senado encargaba al “dictator” que solucionara la crisis a lo largo de dos años seguidos,
otorgándole plenos poderes para eso. Una vez arreglado el problema, el dictator debía
devolver su poder al Senado y al pueblo romano. El fallo es que habitualmente, una vez se ha
tenido tanto poder son pocos los que lo devuelven. No sólo ha habido dictadura en la antigua
Roma. En Sudamérica, también ha habido golpes de estado por parte de los militares, siempre
con la “justificación” de que había que salvar a la patria. También en España tuvimos una
dictadura durante los 40 años del régimen de Franco. El caudillo aseguró que fue para salvar a
España del Comunismo ruso.

Otro sistema político, no democrático, es el totalitarismo, un régimen que da al estado un


valor absoluto. Esa expresión fue usada por Mussolini en el Fascismo. El estado es el todo y por
eso el estado puede ejercer su dominio en todos los aspectos de la vida del ciudadano. Se
ejerce un control total sobre los medios de comunicación, la educación y la cultura. El estado
cuenta con un eficaz aparato represivo, la policía secreta, para imponerse por el terror y la
propaganda oficial y la censura . No se respetan los derechos o libertades individuales. Hay un
partido único, disciplinado y centralizado que no admite ninguna oposición, una ideología
única con la pretensión de crear una sociedad perfecta y de exportar el sistema al resto de los
países por la fuerza. Al frente de todo hay un líder carismático al que se le rinde culto con
manifestaciones populares continuas de adhesión. El líder es el único que manda la política a
seguir. Nadie puede oponerse.

Los totalitarismos son propios del siglo XX. El fascismo italiano, con su sueño de volver a
dominar el mundo como en la antigua Roma del Imperio; el nazismo de Hitler, con la
pretensión de que la raza aria dominara por ser la raza superior; o el comunismo soviético de
Stalin, que pretendía crear el paraíso comunista. Los totalitarismos han sido criticados en las
anti-utopías, como en Rebelión en la granja y 1984, ambas obras de Orwell, o en la obra de
Huxley: Un mundo feliz.

Otro tipo de sistema no democrático es el Fundamentalismo o integrismo religioso, en donde


el líder político es a la vez el líder espiritual que pretende salvar las almas de los ciudadanos,
para lo cual legisla sobre todos los aspectos de la vida, incluyendo los privados, como si
pueden o no oír música o jugar al fútbol; cómo llevar el pelo, la ropa, las relaciones sociales, si
las mujeres pueden estudiar o conducir un coche etc. Actualmente, son de religión islámica,
como en Irán, o los Talibanes en Afganistán. En su ley la Sharia, está previsto azotar a los que
infrinjan su ley, la lapidación hasta morir etc. No se respetan los derechos humanos. Pretenden
tener la única verdad, y como en los totalitarismos, pretenden exportar su tipo de vida al resto
del mundo.

En todos estos sistemas, lo que hay en común es la carencia de reconocimiento por los
derechos y libertades individuales. En la democracia, en cambio, se defienden con la ley. Por
eso se ha dicho que la democracia es el menos malo de todos los sistemas. Queda la utopía del
anarquismo, que pretende crear una sociedad en donde no haya ni estado, ni autoridad
alguna, pero en la práctica, no ha sido viable. Si nadie manda, no es seguro que no tratasen de
imponerse por la fuerza los más fuertes. Al final no se respetarían los derechos de nadie.

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Aunque la democracia sea el sistema menos malo, no por ello es perfecto y también se pueden
analizar algunos de sus problemas en el mundo actual:

1º. El abstencionismo en las votaciones por parte de los ciudadanos. A veces, muestran un
desinterés por la política debido a su falta de formación política, que los lleva a no darse
cuenta de que los asuntos políticos también son de su incumbencia, dado que las decisiones
que se toman desde el gobierno, nos afectan a todos. Pero otras veces, se debe a su mala
opinión de los políticos, por incumplir sus programas, las promesas electorales, o por la
corrupción.

2º. La corrupción generalizada en todos los partidos, cuando los que están en el poder, se
dedican a robar de los fondos públicos para enriquecerse ellos mismos, en vez de solucionar
los problemas de la sociedad, que es para lo que fueron elegidos. Los políticos salen de la
sociedad, y en ella siempre hay aprovechados. Pero, tal vez sea injusto, calificar a todos los
políticos de corruptos, porque siempre puede haber gente de buena voluntad, que no merece
esa crítica. La lucha entre los partidos por llegar al poder, lleva a tratar de desprestigiar a todos
los demás partidos, y puede haber falsas acusaciones, que luego se ha demostrado en los
tribunales que no eran verdad, pero la ruina del político imputado ya se ha logrado antes por
el escándalo en los medios de comunicación. El resultado final es que la opinión pública
terminará por desconfiar de todos.

3º.También se ha criticado que más que hablar de democracia como “el poder del pueblo”,
habría que hablar de “partitocracia”, como el poder en manos de los partidos. Debido a que en
los estados actuales, es muy difícil la democracia directa, como en las polis griegas, ya que
entre millones de ciudadanos es imposible decidir nada, la democracia indirecta funciona con
los representantes elegidos entre los diferentes partidos y ellos son los que en realidad
deciden en la práctica. Además, son los partidos los que ofrecen listas cerradas de candidatos.
Podemos preguntarnos si lo que defienden a veces los partidos es su propio interés o el de la
nación. En ocasiones los partidos hacen pactos secretos entre ellos a espaldas de los
ciudadanos que los votaron.

4º. La ley D’Hondt en España, (para distribuir los escaños a partir del recuento de los votos), ha
llevado a primar a los dos primeros partidos, tratando de impedir una excesiva atomización en
el Congreso de los Diputados que lleve a tal enfrentamiento, que imposibilite tomar
decisiones. Pero a cambio, a los demás partidos que no sean ni el primero ni el segundo, les
cuesta mucho más conseguir un escaño. Asimismo, para tratar de que no quedaran sin voz en
el Congreso, los partidos nacionalistas, que solo tienen votos en su tierra, con muchos menos
votos, esos partidos logran tener representación y escaños. En la práctica, sus votos han sido
decisivos, para el partido que estuviera en el poder, pero su interés era solo para su tierra, no
para el conjunto del estado.

5º. El problema de los nacionalismos independentistas, porque tienden a utilizar las


instituciones del estado solo en su propio provecho. Los nacionalismos nacieron en el siglo XIX
en el Romanticismo y han traído graves conflictos. Pretenden basarse en algún hecho
diferencial, como la lengua o la cultura, que justifique sus privilegios, pero ser diferente no
significa ser mejor y tener más derechos que los demás. Suelen reescribir la historia como
mejor les parece. Creen que la política se ha de basar en el sentimiento patriótico, cuando se
ha demostrado que en la política es preferible usar la razón. A menudo tienen manifestaciones
xenófobas o racistas. A veces han recurrido a la violencia terrorista, como en el caso de la ETA
en España. En una época como la actual, en donde los problemas comunes llevan a unirse a los

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países para poder afrontarlos, los nacionalismos son un anacronismo que lleva a problemas en
la convivencia social.

6º. La violencia, el dogmatismo, la intolerancia de los que se creen en posesión de la verdad en


política hacen imposible la democracia. A veces, por medio del terrorismo, algunos se
pretenden imponer por la fuerza. Eso atenta contra las libertades de los demás.

7º. Los populismos y la demagogia: hay partidos que surgen del descontento de las masas y se
dirigen a ellas con fórmulas mágicas para solucionar todos los problemas. La demagogia es una
degeneración de la democracia que consiste en dirigirse a los sentimientos y emociones del
pueblo en vez de a su razón. La política solo es el arte de lo posible, y las verdaderas soluciones
no suelen ser tan simples.

8º. La desinformación de los medios de comunicación cuando no contrastan bien las noticias y
difunden medias verdades o mentiras interesadas, como las “fake news”. Si la opinión de los
ciudadanos se forma por la información de esos medios, todo esto lleva a la manipulación
ideológica. El ciudadano en Democracia debe estar alerta y ser muy crítico. La falta de tiempo
para contrastar con varios medios no favorece la reflexión.

TEORÍAS SOBRE EL ORIGEN DE LA SOCIEDAD Y EL ESTADO

1. La visión naturalista y organicista del Aristóteles:

Dado que el hombre es un animal político por naturaleza, ya que solamente la polis posibilita
el pleno desarrollo del hombre, entonces la polis será más importante que cada individuo por
separado, como en un organismo natural, un cuerpo, este es también más importante que las
partes que lo componen. Frente a lo que dijeron los sofistas, la polis según Aristóteles es algo
natural y no solo el fruto de un acuerdo. La polis surgió para dar más seguridad al ciudadano.
Ni solo la familia, ni tampoco la aldea son autosuficientes como la polis. Esta es la asociación
humana que mejor permite la colaboración y la ayuda mutua.

Aunque existen otros animales sociales, como las abejas, por ejemplo el hombre es aún más
sociable por su capacidad para el lenguaje. Los hombres pueden decidir sobre lo que es justo o
injusto, y hacer las leyes para regir su convivencia en paz. La política se desarrolla gracias a la
participación de todos. El buen ciudadano debe poseer virtudes como la justicia. Las armas
solo pueden servir para defender la polis, ya que un hombre apartado de la ley y de la justicia,
siendo poseedor de armas, será peor que el animal más salvaje.

En Aristóteles, ética y política siempre van unidas porque el bien supremo humano depende
del perfeccionamiento de lo más específico de nuestra naturaleza que es la razón. Solo las
bestias o los dioses pueden vivir solos. El idiotés se equivoca. Por medio del diálogo con los
demás es cómo podemos realizarnos como seres humanos.

2. Los teóricos del Contrato Social en la época moderna:

La teoría del contrato social surge en la modernidad para poder legitimar el poder político. Se
basa en un pacto o contrato entre los individuos por el que se abandona el estado natural para
poder formar parte de la sociedad civil. Según esta teoría, la sociedad resulta ser una
asociación artificial entre individuos aislados que se establece por medio de un pacto entre
ellos, para solucionar algún problema del estado natural (como la seguridad o la subsistencia)
de forma que el bien común quedaba asegurado, aun a costa de perder la libertad del estado
natural previo al contrato; pero ganando la libertad civil del ciudadano, pues gracias a la

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autoridad y a la ley, podían ser salvaguardados los derechos de todos, y no solo los de los más
fuertes y poderosos.

La hipótesis contractualista era sólo una hipótesis imaginativa que no pretendió nunca
describir históricamente los hechos tal y cómo pudieron haber ocurrido realmente, sino tan
solo explicar y legitimar el poder de los gobernantes, preguntándose qué podría suceder si no
existieran las autoridades ni la ley en la sociedad humana.

Dependiendo de la visión sobre el ser humano en estado natural que tenga cada pensador, y
del tipo de problema que haya de solucionar por medio de ese pacto, se dará legitimidad a un
estado diferente, como podemos ver en Hobbes, Locke o Rousseau, que irán desde la
monarquía absoluta hasta el estado liberal y democrático.

A- Los teóricos clásicos: Hobbes, Locke y Rousseau

Thomas Hobbes (1588/1679)

Este autor, del Empirismo británico, afirmó en su obra “Leviatán” que el hombre es un lobo
para el hombre. Un ser por naturaleza, egoísta y violento. Todos buscan los mismos bienes:
riqueza, poder, honores…por eso luchan entre sí, y si no hubiera ese pacto, sería la guerra total
de todos contra todos. La vida sería desagradable, corta y cruel para todos, porque nadie
estaría a salvo; ni siquiera los más fuertes podrían bajar nunca la guardia.

Aunque fueran libres, en estado natural no habría más derecho que el de la fuerza bruta o la
astucia, pero la violencia impediría desarrollar una vida humana. Por eso, como además de ser
rasgos de la naturaleza humana, la violencia y el egoísmo, también lo es la racionalidad, viendo
que así no vale la pena vivir, por la seguridad de todos, han decidido pactar, dando todo el
poder a un solo hombre, el rey, para que ponga orden en la sociedad, renunciando ya a la
posibilidad de la venganza personal, y sometiéndose a la ley y a la autoridad. Sólo el rey puede
someterlos a todos por el temor. De ese modo Hobbes termina justificando la monarquía
absoluta, que era la forma de estado de su época, en el siglo XVII.

La teoría de Hobbes puede resultar hoy extraña, desde un punto de vista democrático, pero en
realidad supuso un paso adelante en la teoría de la justificación racional del poder de la
autoridad, porque antes de Hobbes solamente había el origen divino del poder real: el rey era
rey por la Gracia de Dios. Cada dinastía, se suponía que había sido elegida por Dios para regir
el destino de las naciones y para mandar sobre el pueblo. Por eso el rey era el soberano, el
único que tenía poder de decisión política, y su poder era irrevocable.

John Locke (1632/1704)

Perteneciente también al Empirismo británico, afirmó que el hombre en estado natural es ya


un ser que tiene unos derechos naturales como la defensa de la vida, de la libertad y de sus
propiedades. Tiene todos esos derechos por naturaleza. Pero el problema en estado natural es
cómo asegurarlos sin una autoridad que vele por los derechos de todos. Esta es la razón del
pacto social. Este autor defiende la existencia de un derecho natural basado en la razón, previo
al pacto. Por tanto, en este caso, el pacto no supone una ruptura con el estado natural, como
en Hobbes, sino su perfeccionamiento.

Si el pacto se realiza para asegurar mejor esos derechos naturales, para proteger mejor, la
vida, la libertad y la propiedad privada de cada uno, por el pacto los hombres no renuncian a
sus derechos naturales en favor del rey; solo le ceden el poder castigar a los malhechores, la

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capacidad de hacer las leyes y de cuidar del bien común. Pero los ciudadanos siempre podrán
revocar al gobernante que no sepa o no pueda cumplir bien con la función encomendada. (Eso
era algo imposible en la teoría de Hobbes, en donde el poder real era irrevocable).

Además, Locke fue uno de los primeros que propuso la separación de poderes para impedir el
abuso de poder, lo que suele suceder cuando este se concentra en una sola persona, como era
el caso del rey con poderes absolutos. Al poder legislativo se habría de someter hasta el propio
rey. Locke empezó a dar los pasos necesarios hacia la fundamentación del liberalismo político.
Aseguró que era necesario defender las libertades de conciencia, de pensamiento y de
expresión delos ciudadanos, como vemos en su obra “Cartas sobre la tolerancia”; así como la
necesidad de separar entre política y religión. Es uno de los primeros en defender la laicidad
del estado. Se debían tolerar las diferentes creencias religiosas, siempre que no fuesen
contrarias a la seguridad del estado.

Jean-Jacques Rousseau (1712/1778)

Aunque este autor vivió en la época de la Ilustración del siglo XVIII, sin embargo fue ya un
precursor del Romanticismo. Afirmaba que el hombre es bueno por naturaleza, pero la
sociedad lo corrompe. Él creó el mito del buen salvaje. Los hombres nacen libres e iguales
entre sí; en estado natural, el hombre es bueno, pacífico y algo solitario. Esto es así antes de
que se desarrollen la sociedad y el estado con su poder político, y surjan la propiedad privada y
la dominación de unos sobre otros.

La desigualdad, la envidia, la codicia, la ambición, la rivalidad y la hipocresía solo han surgido


por vivir en sociedad. En un primer momento, los hombres se unieron entre sí para asegurar
mejor la subsistencia frente a una naturaleza hostil, pero a la larga, la sociedad corrompió al
hombre. En estado natural no había propiedad privada, todo era de todos y la bondad natural
se basaba en los sentimientos. En la vida natural y sencilla las cualidades del valor, la fuerza y
la nobleza son las virtudes del buen salvaje. En cambio, la sociedad ha hecho al hombre vil y
rencoroso. La civilización, la ciencia y la cultura lo han transformado en un ser débil y lo han
pervertido. En 1750 la Academia Francesa propuso un concurso en el que se preguntaba si las
Artes y las Ciencias han contribuido a mejorar al hombre. Rousseau contestó que no. Los
demás intelectuales ilustrados creadores de la Enciclopedia, se enfrentaron con Rousseau, en
especial Voltaire, que le acusó de querer devolver al hombre al estado animal.

En su discurso “Sobre el origen de la desigualdad entre los hombres” describe la destrucción


del estado natural con la aparición de la propiedad privada: “el primer individuo al que, tras
haber cercado un terreno, se le ocurrió decir – esto es mío – y encontró a gente lo bastante
simple como para hacerle caso fue el verdadero fundador de la sociedad”. Al ser una situación
irreversible, lo único que ya se puede hacer es hacer una reforma de la sociedad por medio de
un nuevo pacto que pueda garantizar los derechos de todos los ciudadanos, y de eso trata su
obra “El Contrato Social”. Por ese nuevo pacto, cada miembro dejará sus derechos en manos
de la comunidad. Cada individuo dejará de pensar en sus intereses particulares para empezar a
pensar en el bien general.

En esta obra hace su propuesta para hallar una sociedad justa (una especie de utopía) en
donde se fundamentará el estado democrático. Tras el nuevo contrato, el verdadero soberano
sería ya el pueblo, no el rey. Los gobernantes no serán los amos del pueblo, sino sus
servidores. El pueblo podría nombrarlos o deponerlos cuando quisiera. Los gobernantes solo
se encargarían de que se ejecutara la ley, pero esta sería la expresión escrita de la voluntad
general.
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La voluntad general es la voluntad de bien común. No es la simple suma de las voluntades
particulares que responden a intereses egoístas de diferentes grupos de presión; sino la
voluntad del bien colectivo. Si se hiciera ese nuevo pacto, la sociedad podría defender con la
fuerza común, a cada persona y sus bienes, pero todos se obligarían a cumplir la ley y seguirían
siendo libres, porque al haber contribuido por igual a hacerla, en una asamblea, y siendo esta
ley la expresión escrita del bien común, al obedecer la ley, todos se estarían obedeciendo a sí
mismo. Esa ley nacería de su autonomía, derivaría de su propia voluntad unida a la de todos
los demás, de la voluntad general.

Aunque renunciaran a todos sus derechos en favor de la comunidad, al perder la libertad


natural ganarán la libertad civil, que es superior. Darse uno mismo la ley, es autonomía, es la
libertad verdadera. Los asuntos comunes se resolverían en asamblea general en la que siempre
estarían presentes todos los ciudadanos que podrían expresarse libremente y en pie de
igualdad, sin necesidad de representantes. Rousseau abogaba por una democracia directa, no
representativa. (Para ello la comunidad debería contar con un número muy inferior de
ciudadanos al de los estados actuales).

Por otro lado, algunos críticos han afirmado que “esa cesión de los derechos individuales en
favor de la comunidad” podría ser el germen de los totalitarismos del siglo XX. No podría
entonces asegurarse que Rousseau no esté fundamentando más un estado totalitario que una
verdadera democracia (al menos en sentido liberal).

FUNDAMENTACIÓN POLÍTICA CONTEMPORÁNEA

Hay dos tendencias principales:

a) El neocontractualismo actual: John Rawls (con influencias de Rousseau y de la ética


utilitarista) y Robert Nozick (con influencias de Locke).
b) El modelo liberal radical: F. Hayek.

El Neocontractualismo actual:

John Rawls: “una teoría de la justicia” (1971)

En esa obra este autor se propone reelaborar la teoría contractualista de la sociedad, con el fin
de dar una solución al enfrentamiento que se plantea entre libertad e igualdad en las
modernas sociedades democráticas. Afirma que en una comunidad ideal de diálogo de seres
racionales, que no supieran qué lugar iban a ocupar en la sociedad (con un velo de ignorancia),
se podrían descubrir los principios de la justicia imparcial en la que todos coincidirían, por lo
que se llegaría a una voluntad general, que podría fijarse en forma de una ley justa. Esos
principios serían:

- El mayor número posible de libertades compatibles para todos.


- Igualdad de oportunidades de acceso a todos los cargos públicos y profesiones.
- Seguridad social y económica para los miembros menos aventajados de la sociedad
(enfermos, minúsvalidos, niños, ancianos, parados etc.)

Para Rawls, la sociedad debe ser una empresa cooperativa encaminada al beneficio mutuo que
intente conseguir el mayor bienestar para todos. (Aquí se ve la influencia del Utilitarismo
ético). No concibe la sociedad como una empresa competitiva en la que cada uno trate de
sacar el máximo beneficio que pueda. Por ello, cree que es misión del estado la redistribución

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económica de la riqueza de la sociedad, por medio de un reparto justo de impuestos, becas,
ayudas etc. En definitiva, un estado del bienestar que haga compatibles la libertad y la
igualdad social; el mérito personal y la igualdad de oportunidades, como condiciones de la
justicia social.

R. Nozick: “Anarquía, estado y utopía” (1974)

En esta obra el autor propone un estado mínimo que se ocupe sólo de la seguridad y no de la
redistribución de la riqueza económica porque “el estado mínimo es el estado más extenso
que se puede justificar; cualquier otro estado mayor viola los derechos de todos”. Nozick
critica el modelo del estado del bienestar. Los individuos tienen derecho a la vida y la
propiedad privada. Como ya dijo Locke, el estado tiene que proteger esos derechos esenciales.
Sólo debe intervenir para solucionar los conflictos entre los derechos de los particulares.
Defensa, policía y justicia son las únicas funciones legítimas del estado. Nuestros impuestos
sólo deben dedicarse a eso. “No es función del estado cuidar de los pobres o procurar una
igualdad social en lo económico”. La única igualdad que hay que procurar es la igualdad ante la
ley. Son los individuos los que con su propio esfuerzo han de intentar prosperar
económicamente. El estado no debe intervenir en la economía de los individuos, ni imponer
impuestos abusivos. Eso sería abuso de poder que iría en contra de la libertad de los
individuos. Para Nozick, los impuestos son un robo, que hace de los ciudadanos esclavos del
estado, al obligarlos a trabajar gratis para el estado, por medio de los impuestos.

El modelo liberal radical: Hayek

Este autor está más de acuerdo con Nozick que con Rawls al defender un capitalismo
competitivo, pero no cree que la sociedad sea el producto de ningún pacto social. Por el
contrario, opina que la sociedad ha evolucionado espontáneamente conforme a los principios
del darwinismo social en el que sólo deben sobrevivir los más trabajadores, los más
inteligentes y los más eficaces. Por eso, ese orden es justo. La libre competencia por el éxito
social y económico, la libertad y el derecho a la propiedad privada es lo que hace progresar a
una sociedad en su conjunto. El estado no debe intervenir en la redistribución de la riqueza.

La justicia no es más que igualdad ante la ley y percibir un sueldo adecuado al trabajo
realizado. “El igualitarismo es un ideal basado en la envidia” llega a afirmar. La sociedad no es
el resultado de un acuerdo racional entre los individuos. Es una empresa competitiva en la que
cada uno intenta sacar el máximo beneficio particular en sus negocios con los demás. El mérito
personal es la base del enriquecimiento legítimo y no la “caridad del estado”, los subsidios etc.

Este modelo liberal radical se basa en una forma absoluta de individualismo que representa lo
más extremo de la idea moderna de sociedad como agregado de individuos y que es lo más
opuesto a la idea aristotélica de la sociedad como comunidad natural en la que el ser humano
podía llegar a ser feliz, en un continuo diálogo con los demás.

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UTOPÍAS Y ANTI-UTOPÍAS O DISTOPÍAS

A - Utopías:

1. Definición :

Las utopías son un género literario que después de criticar la propia sociedad del autor
proponen una sociedad perfecta y justa en la que todos podríamos ser felices.
Etimológicamente, “utopía” significa “en ningún lugar”. Este género recibe el nombre de la
obra de Tomás Moro “Utopía” que era una isla imaginaria en donde el autor localizaba esa
sociedad perfecta. Hoy en día solemos decir que una utopía es todo proyecto irrealizable, por
muy deseable que sea. Pero aunque Moro fue el primero en usar el término, no fue el primero
en describir una sociedad utópica. Ya en el siglo IV a. c. Platón escribió su diálogo de la
República con la misma función. No se trata de literatura futurista o de ciencia-ficción, que
trata de imaginar el futuro, sino de concebir cómo debería organizarse la sociedad para que
fuera perfecta y justa.

2. Características y funciones: suelen estar escritas en forma de diálogo para facilitar la


discusión entre ideas. Son un producto tanto de la imaginación como de la razón porque
ven más allá de la propia realidad social, pero no se dedican a fantasear solamente; el
autor sí cree en su proyecto y eso exige atenerse a los límites de lo posible, ser realista y
coherente: por ejemplo, pueden reducir las horas de trabajo diario, pero sabe que hay que
trabajar para comer.

La utopía nace de la insatisfacción ante la propia sociedad y del deseo de resolver las injusticias
y de liberar al hombre. Pretenden dar una solución a los problemas reales. Manifiestan un gran
conocimiento de la propia sociedad a la que se critica. La utopía tiene un carácter idealista,
pero también revolucionario. Proponen una sociedad mejor a la que se puede llegar sin
cambios paulatinos, sino de una vez, como en las revoluciones.

Por tanto sus funciones son: la función crítica, porque no acepta que las cosas tengan que ser
como son en su sociedad; función liberadora, porque pretenden liberar al hombre de los
sufrimientos y la injusticia de una sociedad mal organizada; y además, una función de
experimentación intelectual, ya que en estas obras se trabaja con ideas, y hay discusión de
ideas con argumentos. Dado que esta sociedad perfecta que se describe, nunca ha existido, no
hay modo de contrastar con la realidad. Así se plantea como una pura especulación teórica.

3. Críticas a las utopías:

Se ha acusado a los autores de las utopías de sustituir la acción real con la mera especulación
del pensamiento, y así no se transforma realmente el mundo: el escritor en su torre de marfil
que solo sueña con una sociedad perfecta pero no trabaja para hacerla realidad. El pensador
no tiene por qué ser también un hombre de acción. A veces de ideas nuevas, más tarde otros
tratan de llevarlas a cabo. Por ejemplo la utopía de Marx del comunismo. También, se ha
acusado a estos escritores de dogmáticos porque aunque explican cómo debería ser la
sociedad no hay manera de demostrar que eso sea verdad. ¿Y si al realizarla al final resulta una
sociedad peor que la que ya existe ahora? ¿Y si provocan mayores males que los que se
pretendía evitar? También se ha acusado al pensamiento utópico de engendrar violencia. De
ahí han surgido las distopías, que son una crítica de las utopías.

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4. Ejemplos de obras utópicas:

“La república” de Platón, “Utopía” de Tomás Moro, “La Ciudad del sol” de Campanella,
“Walden 2” de Skinner.

B LAS DISTOPÍAS O ANTI-UTOPÍAS

1. Definición y características:

Describen una sociedad futura heredera directa del mundo actual, con un alto grado de
desarrollo científico y tecnológico, en la que se llevan hasta las últimas consecuencias, algunas
características negativas del mundo actual. Hay una sociedad con un control absoluto de la
información y de los individuos, sin ninguna libertad de pensamiento ni de acción, en la que
con la excusa de hacer una sociedad perfecta y feliz, se ha terminado por anular la libertad, y
los individuos ya no son auténticos seres humanos. El estado lo controla todo, se impone por
el terror. Hay miedo, manipulación ideológica por el engaño, la tergiversación del pasado
histórico y la propaganda. Siempre suele haber algunos que se oponen al estado, que son los
únicos que parecen humanos de verdad. En muchas de ellas lo que hay es una crítica de la
realización de las utopías en los regímenes totalitarios del siglo xx. Por eso, este género es
reciente, al contrario que las utopías.

2. Función:

Avisarnos de lo que puede ocurrir si no le ponemos remedio. El autor escribe para prevenirnos.
Pretende evitar la sociedad que describe. (Al contrario que en las utopías).

3. Críticas recibidas:

Algunos han tachado de inmovilistas a estos pensadores. La razón humana nunca podrá
renunciar a pensar en una sociedad mejor y más justa. Tal vez lo que se opone a la utopía sea
más el conservadurismo que la realidad.

4. Ejemplos de distopías:

“1984” y “Rebelión en la granja” de George Orwell, “Un mundo feliz” de Aldous Huxley,
“Farenheit 451” de Ray Bradbury.

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