Canon Paulino
Canon Paulino
Canon Paulino
Resumen: En los últimos decenios se Abstract: In the last few years there has
han multiplicado las publicaciones so- been considerable research on the Bi-
bre el canon bíblico. Uno de los deto- blical canon. One of the origins was
nantes han sido los estudios sobre el the research on the «canon» of the Old
«canon» del Antiguo Testamento. Sin Testament. However, the very word
embargo, la misma palabra «canon» «canon» is still used in an ambiguous
sigue usándose de una forma ambi- way. One the one hand, there is a ne-
gua. Por un lado, es necesario distin- cessity to distinguish between «wri-
guir entre «escritura», «canónico» y ting», «canonical», and «canon». On
«canon». Por otro, deben complemen- the other hand, we need to complete
tarse las cuestiones históricas con las the historical and theological aspects.
teológicas. Los datos sobre la forma- The data on the formation of the ca-
ción del canon, tales como las formas non, such as the ways of quoting the
de citar un texto, el uso de los libros text, the usage of the book in the chur-
en las Iglesias, las colecciones, las lis- ches, the collections, the lists and the
tas, los manuscritos, nos ayudan a en- manuscripts, help us to understand
tender cómo la Iglesia fue poco a poco how the Church became aware of the
tomando conciencia de la naturaleza nature of a series of texts, in which she
de una serie de textos, en los que ella was reflected and which she, recogni-
se vio reflejada y a los que, al recono- zing them as inspired by God, came to
cerlos como inspirados por Dios, accept as normative in terms of faith
aceptó como norma de fe y costum- and custom. The study of the forma-
bres. El estudio de la formación del tion of the «Pauline canon» helps us to
«canon paulino» ayuda a entender understand the relationship between
mejor la relación entre Revelación, Revelation, Inspiration, Canon and
Inspiración, Canon e Iglesia, aunque Church, even though the different
las diferentes teorías deben ser valora- theories must also be evaluated in their
das también en sus presupuestos. underlying assumptions.
Palabras clave: Biblia, Canon, Pablo. Keywords: Bible, Canon, Paul.
1. INTRODUCCIÓN
1. ATANASIO DE ALEJANDRÍA, Carta festal 39: PG 26, 1435-1438; EB 15. Los libros
del Antiguo Testamento son 22 porque aparecen agrupados. En esta misma carta se ha-
bla de otros libros no incluidos en el canon pero de los que se recomienda su lectura
por su valor instructivo. Entre ellos se encuentra la Enseñanza de los Apóstoles y el Pas-
tor. Las cartas festales eran documentos que los obispos de Alejandría mandaban, ya
desde el siglo III, a las sedes sufragáneas, anunciando el comienzo de la cuaresma y la
fecha exacta de la Pascua. En dichas cartas también se trataban asuntos eclesiásticos de
actualidad o cuestiones relativas a la vida cristiana, y se exhortaba a practicar el ayuno
y la limosna, y a recibir los sacramentos.
ra que expresa de modo único la identidad que una comunidad dada tie-
ne por derivación desde su fundación. El canon sirve, asimismo, para
identificar aquellas obras que sean dignas de fe e instructivas, con poder
de infundir una vitalidad y estilo de vida que estén de acuerdo con la
auténtica visión que la comunidad tiene de sí misma (cfr. 2 Tm 3,16ss).
3. Autocomprensión de la Iglesia. Hay que tener en cuenta, de todos
modos, que la formalidad del acto eclesial de la determinación del canon
no es discernible como tal. Fue un acto extendido en el tiempo y en el es-
pacio, y que conoció sus tanteos e incertidumbres. Por regla general, la
decisión formal precede al acto de recepción. En este caso fue al contra-
rio: el acto de recepción por parte de la Iglesia, con su doble aspecto de
obediencia y autoridad, precedió a la decisión formal del magisterio. Las
listas de la Iglesia antigua, las de los sínodos y concilios, la de Trento, son
una confirmación de algo que ya era conocido y reconocido.
En el proceso de la delimitación y determinación del canon, la Igle-
sia se guió por una serie de criterios. Al ser el canon una regla de fe, esos
criterios intervinieron a la par de la profundización que la misma Iglesia
hizo de su fe y su naturaleza. En el símbolo de la fe se resumió ésta en su
sentido. El canon, por su parte, coleccionó testimonios auténticos de la
fe apostólica. Tener en cuenta este hecho puede ayudarnos a comprender
mejor por qué tardó tanto tiempo en cerrarse el canon. En un primer mo-
mento, la Iglesia no sintió la necesidad de tener uno. Poco a poco, la mi-
sión de defender y fijar los límites del depósito de la fe contribuyó a que
la Iglesia misma comprendiese la necesidad de delimitarlo. Las situacio-
nes y las necesidades culturales dentro de la Iglesia eran muy diversas. La
amplitud del canon, su contenido, su «variedad» de doctrina, reflejan esas
diversas situaciones de predicación primitiva, que se plasmaron en dife-
rentes manifestaciones legítimas de una misma fe apostólica. Que la Igle-
sia universal (postapostólica) tomase conciencia de ello, asistida por el
Espíritu Santo, llevó su tiempo. Pero el canon es apostólico porque todos
sus escritos manifiestan auténticamente la fe apostólica.
4. Apertura, límites y cierre del canon. El acto del cierre del canon
es un acto de inclusión. Al trazar un perímetro, se intenta no perder nada
del testimonio apostólico. Pero el acto de cierre es también un acto de
exclusión: se traza una frontera entre lo que se acepta y lo que no. Este
acto está al servicio de la ortodoxia. Asimismo, el acto de cierre fija una
6. B. SESBOÜÉ, «Essai de théologie systematique sur le canon des Écritures», cit., 533.
7. Ibid., 536.
8. A estas luces debemos valorar las aportaciones de uno de los máximos exponentes
del acercamiento canónico, B. CHILDS, The Canonical Shaping of the Pauline Corpus,
Eerdmans, Grand Rapids (MI) 2008.
Si observamos desde fuera los datos que nos aporta la historia so-
bre la formación del canon paulino, podemos constatar una curiosa evo-
lución que va desde su composición literaria, pasando por su colección
y transmisión, hasta su consideración como escritos sagrados y su inclu-
sión en el canon. En este proceso podemos individuar unas etapas, no
necesariamente consecutivas.
1. Pablo, escritor. Pablo, una de las figuras centrales de los oríge-
nes del cristianismo, misionero y fundador de iglesias, escribió una serie
de cartas a las comunidades cristianas del siglo I. De ello dan ya fe tanto
10. Cfr. V. MANNUCCI, La Biblia como Palabra de Dios. Introducción general a la Sa-
grada Escritura, DDB, Bilbao 51997, 199-204; «Il canone del Nuovo Testamento», en
R. FABRIS ET COLS., Introduzione Generale alla Bibbia, Elledici, Torino 22006, 487-497.
11. Ibid., 203.
12. Cfr. A. LE BOULLUEC, «Le problème de l’extension du canon des Écritures aux
premiers siècles», en P. GIBERT y Ch. THEOBALD (dirs.), La réception des Écritures inspi-
rées. Exégèse, histoire et théologie, Bayard, Paris 2007, 113-160; J.-D. KAESTLI, «Historia
del canon del Nuevo Testamento», cit., 449-474; L.M. MCDONALD, The Biblical
Canon: Its Origin, Transmission, and Authority, Hendrickson, Peabody (MA) 2007.
las mismas cartas de Pablo (1 Ts 5,27) como otros escritos del Nuevo
Testamento (2 Pe 3,15-16). Estas cartas fueron escritas con la autoridad
apostólica que le había conferido su peculiar llamada divina 13. Al escri-
birlas, en al menos algunos casos el Apóstol ya pensaba que podían ser
útiles a un público más amplio que sus destinatarios originarios, a los
que escribía sobre problemas específicos de un lugar y de un momento.
Él mismo insta a que sus cartas sean leídas también en otras comunida-
des cristianas (cfr. Col 4,16).
2. Alusiones a textos paulinos. Los Padres y autores eclesiásticos más
antiguos saben que Pablo escribió cartas 14 y en sus obras muestran co-
nocimiento de algunas de ellas 15, a las que tienen una especial conside-
ración u otorgan una cierta autoridad. Junto a éstas, en ocasiones citan
también otras obras que, de hecho, no pasaron a formar parte del canon
definitivo de los escritos sagrados, como es el caso del Pastor de Hermas.
3. Las cartas paulinas como Escritura. Ya en el siglo II, algunos Pa-
dres citan textos paulinos no sólo como autoritativos sino como Escri-
tura inspirada. Especial relevancia tiene aquí la terminología usada por
Teofilo de Antioquía 16. Justino, en esta misma época, sitúa las memorias
de los Apóstoles (los Evangelios) al mismo nivel que las Escrituras sa-
13. Pablo se refiere a ella con frecuencia. No es arriesgado deducir que el mismo
Apóstol otorgaba tanto a su predicación como a sus escritos una especial relevancia en
relación a la vida de las comunidades cristianas.
14. 1 Cle 47,1-3; IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Carta Efesios 12; POLICARPO, Carta Fili-
penses 3,2.
15. No hay unanimidad a la hora de identificar estas posibles alusiones. Los es-
tudiosos suelen estar de acuerdo en estos mínimos: Clemente de Roma († c. 95): Rm,
1 Cor, ¿2 Cor, Ga, Ef, Flp, Hb?; Ignacio de Antioquía († c. 107): todas menos 2 Ts,
1 Tm, 2 Tm, Tt, Flm; Policarpo de Esmirna († c. 156): todas menos 1 Ts, Tt, Flm; Teó-
filo de Antioquía († d. 180): todas menos 2 Ts, Flm; Ireneo de Lyon († 202): todas me-
nos Flm; Clemente de Alejandría († c. 215): todas menos Flm; Tertuliano († c. 225):
todas; Orígenes († 254): todas. Algunas de las obras de los siglos I-II no parecen recu-
rrir a textos paulinos; como mucho, se podría detectar alguna alusión a Rm en la Car-
ta de Bernabé, a Ef y Hb en 2 Clemente, a 1 Cor en el Pastor. De Papías y Justino ni si-
quiera se puede decir esto. Conviene recordar, sin embargo, que el hecho de que los
escritores eclesiásticos más antiguos no aludan a textos paulinos no implica necesaria-
mente que no los conozcan, que aún no hayan sido escritos o que los hayan rechazado.
E igualmente: el hecho de que citen algunos no significa que exista o conozcan una co-
lección parcial de cartas. La ausencia o presencia de alusiones neotestamentarias está de-
terminada en gran medida por el género propio de cada obra.
16. «Inspirada por el Espíritu de Dios» (TEÓFILO DE ANTIOQUÍA, A Autólico I.14; cfr.
3.14.4-5). Cfr. también «inspirada por Dios» (1 Cle 47.1-3), en torno al año 95, y «de-
pósito sagrado» (TERTULIANO, Adversus Marcionem 4.5), en torno al año 200.
17. JUSTINO, 1 Apología 66.3 y 67.3-5; IRENEO, Adversus haereses 3.11.8; TERTULIA-
NO, Adversus Marcionem 4.5 y 5.11.
18. Tanto la tradición manuscrita como los escritos de los Padres de la Iglesia refle-
jan dudas en torno a la Carta a los Hebreos. En todo caso, éstas se referían, sobre todo
en los Padres occidentales, a la autoría paulina de la carta, que no a su canonicidad. De
hecho, en todas las listas y manuscritos más antiguos, la carta está incluida en la colec-
ción paulina, ya sea al final de todo el corpus, ya sea, según un criterio de longitud del
escrito, después de la Carta a los Romanos.
19. Éstas son: Rm, Hb, 1 Cor, 2 Cor, Ef, Ga, Flp, Col, 1 Ts, [2 Ts]. Al libro le fal-
tan algunas páginas iniciales y finales (conservamos 86 de 109), por lo que no podemos
saber qué contenía exactamente. De todos modos, no hay razones convincentes para
negar que el manuscrito incluyese, ciertamente, 2 Ts y Flm y, con mucha probabilidad,
las Cartas Pastorales.
20. La única variación relevante hace referencia a la Carta a los Hebreos, cuyo lugar
dentro de la colección no parece fijo. En ocasiones, esta carta no se encuentra en los có-
dices que conservamos, si bien esto sucede en algunos ejemplos tardíos y más secunda-
rios. Los testimonios más importantes que conservamos son: a 01 Sinaítico (siglo IV):
14 cartas; B 03 Vaticano (siglo IV): de hecho, el códice contiene actualmente sólo 10
cartas, ya que faltan las pastorales y Filemón, aunque presumiblemente éstas se encon-
traban en algunas páginas que se han perdido; A 02 Alejandrino (siglo V): 14 cartas; C
04 Efrem Rescripto (siglo V): 14 cartas, aunque 2 Ts está dañada; IP 016 Washingto-
nense (siglo V): partes de 13 cartas; falta Rm; DP 06 Claromontano (siglo VI): 14 car-
tas; HP 015 Coisliniano (siglo VI): partes de 8; ¿tuvo las 14?; GP 012 Boerneriano (siglo
IX): 13 cartas; falta Hb en griego; FP 010 Augiense (siglo IX): 13 cartas; falta Hb en
griego.
21. El orden es el siguiente: Ga, 1 Cor, 2 Cor, Rm, 1 Ts, 2 Ts, Ef, Col, Flm, Flp. La
Carta a los Efesios aparece mencionada como la escrita a Laodicea. Según Tertuliano,
Marción rechaza explícitamente las Cartas Pastorales, aunque, curiosamente, admitió
Flm. Cfr. TERTULIANO, Adversus Marcionem 5.21; EPIFANIO, Panarion 42.9.3-4. Algu-
nos piensan que Ga se encuentra a la cabeza del «corpus» como si fuese una introduc-
ción antijudía; otros que se trata simplemente de buscar un orden cronológico de las
cartas. Que Marción sólo cite 10 cartas no significa que no existiesen más, sino que no
era una colección cerrada, en el sentido de que excluyese otros escritos atribuidos asi-
mismo a Pablo.
22. Este texto, según la tesis tradicional, reproduciría la lista de libros que la Iglesia
de Roma del siglo II consideraba como canónicos, y entre los que se encuentran todas
las cartas de Pablo, con excepción de la Carta a los Hebreos. Su orden «canónico» es:
1 Cor, 2 Cor, Ef, Flp, Col, Ga, 1 Ts, 2 Ts, Rm, Flm, Tt, 1 Tm, 2 Tm. La hipótesis de
la datación del siglo II ha sido contestada por A.C. SUNDBERG, «Canon Muratori: A
Fourth-Century List», en Harvard Theological Review, 66 (1973), 1-41, aunque las pos-
turas de éste tampoco han sido universalmente aceptadas: véase J. VERHEYDEN, «The
Canon Muratori. A Matter of Dispute», en J.-M. AUWERS y H.J. DE JONGE (eds.), The
Biblical Canons, Leuven University Press, Leuven 2003, 487-556.
23. Eusebio habla de listas de Clemente y Orígenes, aunque no sabemos si se refie-
re sin más a los libros que aparecían citados en sus obras. Según Eusebio, Orígenes, en
torno al año 240, conocía «catorce cartas paulinas». Cfr. EUSEBIO, Historia Eclesiástica
6.14.1-4. Otra referencia al «canon paulino» de Orígenes la encontramos en una obra
del propio alejandrino, conservada en una traducción de Rufino: In Jesu Nave, VII.1.
24. Historia Eclesiástica III.3.5; 25.1-2.
25. Cirilo de Jerusalén (c. 350), Catequesis bautismales 4,33.36; Atanasio de Alejan-
dría (367), Carta pascual 39; Epifanio de Salamina (c. 385), Panarion 76.5; Gregorio
de Nacianzo (c. 385), Carmina 1.12.10-29; Anfiloquio de Iconio (394), Yámbicos a Se-
leuco 251-288; Jerónimo (c. 394), Carta a Paulino de Nola (53); Agustín Hipona (c.
395), De doctrina christiana 2.8.12-13; Concilio III Cartago (c. 397), canon 39; Rufi-
no de Aquileya (c. 400), Exposición del Credo 37; Inocencio I (405), Carta a Exuperio;
Casiodoro (c. 550), Iniciación Sagradas Escrituras 8.1-3; Isidoro de Sevilla; Juan Da-
masceno (c. 730), Sobre la fe ortodoxa 4.17. Cfr. la mayoría de esos textos en los pri-
meros números del Enchiridion Biblicum. Otros testimonios importantes, algunos de
ellos no datables con seguridad, además del canon de Muratori, son: Canon de Momm-
sen (c. 360); Sínodo de Laodicea, canon 60 (c. 363); Cánones Apostólicos, canon 85 (c.
380); Canon Claromontano (c. 400); Decreto Gelasiano, II-V (c. 550).
26. Cfr. el Decreto para los jacobitas (bula Cantate Domino, de 4 de febrero de 1442,
según fecha actual, y de 1441 según fecha florentina). En él se aceptan las listas de Hi-
pona y Cartago. El texto de Trento dice así: «(...) considerando que esta verdad y disci-
plina están contenidas en los libros escritos, y en las tradiciones no escritas, que recibi-
das de boca del mismo Cristo por los Apóstoles, o enseñadas por los mismos Apóstoles
inspirados por el Espíritu Santo, han llegado como de mano en mano hasta nosotros
(...). Resolvió además unir a este decreto el índice de los libros canónicos (...). Del Tes-
tamento Nuevo (...); catorce Epístolas escritas por san Pablo Apóstol (...)».
27. Por ejemplo, los comentarios de Orígenes, sobre todo a la Carta a los Romanos
(siglo III); Ambrosiaster (366/384); los Comentarios y los Elogios de Pablo, de San Juan
Crisóstomo (siglo IV); los Comentarios de Pelagio, aunque ciertamente «purgados» de
posibles errores doctrinales por parte de San Jerónimo (de fines del siglo IV e inicios del
siglo V).
28. Cfr. L.M. MCDONALD, The Biblical Canon, 285-343.
29. Sobre estos temas sigue habiendo hoy una gran literatura: cfr. L.M. MCDONALD
y J.A. SANDERS (eds.), The Canon Debate; J.-M. AUWERS y H.J. DE JONGE (eds.), The
Biblical Canons, Leuven University Press, Leuven 2003; S.E. PORTER (ed.), The Pauli-
ne Canon, Brill, Leiden 2004. También están presentes en los estudios tradicionales:
B.S. CHILDS, The New Testament as Canon: An Introduction, Trinity Press International,
Valley Forge (PA) 11984; H.Y. GAMBLE, The New Testament Canon: Its Making and
Meaning, Fortress Press, Philadelphia 1985; B.M. METZGER, The Canon of the New Tes-
tament, Clarendon Press, Oxford 1987; F.F. BRUCE, The Canon of Scripture, Chapter
House, Glasgow 1988; Ch. THEOBALD (dir.), Le Canon des Écritures. Études historiques,
exégétiques et systématiques, Cerf, Paris 1990; L.M. MCDONALD, The Formation of the
Christian Biblical Canon, Hendrickson, Peabody (MA) 1995.
30. Geschichte des Neuestestamentlichen Kanons (1888-1892); Grundriss der Geschich-
te des Neuestestamentlichen Kanons: Eine Ergänzung zu der Einleitung in das Neue Testa-
ment (1904).
31. Die Briefsammlung des Apostels Paulus und die anderen vorkonstantinischen chris-
tlichen Briefsammlungen (1926).
32. The Earlier Epistles of St. Paul: Their Motive and Origin (1911).
33. The Four Gospels: A Study of Origins (1930).
trece cartas antes del año 200, tal y como atestigua el canon de Mura-
tori; 4) las catorce, con Hb, en torno al año 350.
b) Teoría del «interés retardado». La teoría representada por Edgar
J. Goodspeed (1871-1962) 34 vio la luz, en parte, como respuesta a la de
Zahn-Harnack. Según Goodspeed, las evidencias lo que mostrarían es
que al principio hubo un olvido generalizado de las cartas paulinas. Este
autor sostiene que el libro de los Hechos no conoce las cartas, pero sí el
Apocalipsis y mucha de la literatura posterior a la composición de Hechos.
Según él, al principio habría una colección, modelo de las colecciones
más tardías. El proceso de colección se habría iniciado con la redacción
de los Hechos, en torno al año 90: en este libro sería una muestra del re-
nacimiento del interés por Pablo, cuya figura como apóstol de los Grie-
gos queda reflejada con trazos muy vigorosos. La respuesta a esta obra
fue la de coleccionar sus cartas: el núcleo del corpus sería Col y Flm.
Poco después, en Éfeso, segunda ciudad cristiana más importante, des-
pués de Antioquía, se encontraría el foco donde se reunieron el resto de
las cartas, empezando por los lugares cercanos. En Éfeso conservarían la
carta de presentación de Febe (Rm 16), que se añadiría a la colección. El
resultado sería un corpus que contenía Ef como carta encíclica, como
introducción. Esta teoría ha sido desarrollada posteriormente por otros
autores: por ejemplo, John Knox 35, discípulo de Goodspeed. Según la
teoría de Knox, Onésimo sería el coleccionador de las cartas; además,
según él se podría hablar, apoyándose en el canon de Marción y en los
prólogos antimarcionitas, de un canon de siete cartas paulinas (Ef, Cor,
Ts, Col-Flm, Rm, Ga, Flp), con la Carta a los Efesios a la cabeza.
c) Teoría del «compuesto antignóstico». La teoría del alemán Walter
Schmithals (1923-) 36 se apoya en una hipótesis particular sobre los orí-
genes del cristianismo. En la línea de Baur, Schmithals opina que el cris-
tianismo nació de la oposición entre elementos paulinos y gnósticos. Se-
gún él, el corpus paulino se formó con una clara intención antignóstica.
Las cartas auténticas de Pablo habrían sido escritas durante su tercer via-
je misionero y en un arco de tiempo de no más de dos años. En reali-
dad, las cartas serían compuestos de muchas pequeñas unidades: seis a
los Corintios, una a los Gálatas, tres a los Filipenses, dos a los Romanos,
cuatro a los Tesalonicenses. Apoyándose en otras listas de cartas pauli-
nas, Schmithals sostiene que había un corpus de siete cartas, con un or-
den fijado, en el que las cartas a los Corintios se situaban a la cabeza y
la carta a los Romanos era el cierre. El orden sería, por tanto: 1 Cor, 2
Cor, Ga, Flp, 1 Ts, 2 Ts, Rm. El corpus original consistiría por tanto en
un compuesto originario de fragmentos auténticos convertido en un ca-
non de siete cartas, en las que 1 Cor 1,2b sería la introducción y Rm
16,25-27 la conclusión.
d) Teorías de la «implicación personal». Las teorías vistas hasta aquí
postulan, de hecho, una compilación anónima. En respuesta a ellas, al-
gunos autores han propuesto la implicación significativa de alguna per-
sona concreta en la tarea de la formación de la colección paulina. Algu-
nos autores han situado a Marción como el primer compilador de un
cuerpo de cartas paulinas. Sin embargo, los datos que nos aportan las
obras de Tertuliano nos inducen a pensar que no fue el hereje el prime-
ro que creó ese corpus, sino que su postura fue una reacción a un cuerpo
ya existente 37. Otras autores han teorizado como iniciador e impulsor
del proceso de colección a Onésimo, a Lucas o a Timoteo.
La «propuesta lucana» pertenece a Charles F.D. Moule (1908-
2007) 38. Desde su punto de vista, y apreciando que el libro de los He-
chos no cita las cartas de Pablo, Lucas habría reunido el corpus, después
de escribir Hechos y después de la muerte de Pablo, al revisitar las ciuda-
des paulinas. Moule piensa que las similitudes en vocabulario, conteni-
do y perspectiva entre las cartas pastorales y la obra Lucas-Hechos apo-
yan su hipótesis.
Donald Guthrie (1915-1992) 39 señala como compilador a Timo-
teo. Según Guthrie, en el momento de la muerte de Pablo, la mayoría de
la iglesias importantes tenían algún fundamento paulino, ya sea directo ya
sea indirecto, o una fuerte relación personal con él. En apoyo de su teoría
se aportan datos como el intercambio de las cartas (Col 4,16), su lectura
37. Podemos interpretar así también el hecho de que, a pesar de haber establecido
Marción un corpus de diez cartas paulinas, la Iglesia las siga usando sin ningún proble-
ma después de la propuesta del hereje.
38. Birth of the New Testament (1962).
39. New Testament Introduction: The Pauline Epistles (1960).
40. Paul’s Letter Collection: Tracing the Origins, Augsburg Fortress, Minneapolis
1994. Cfr. The First Edition of the New Testament, Oxford University Press, New York
2000. Además de los trabajos que tratamos específicamente, cfr. A.G. PATZIA, The Ma-
king of the New Testament: Origin, Collection, Text & Canon, InterVarsity Press, Dow-
ners Grove (Illinois) 1995; J. BARTON, Holy Writings, Sacred Text: The Canon in Early
Christianity, Westminster John Knox Press, Louisville (Kentucky) 1997; S.E. Porter,
«When and How was the Pauline Canon compiled? An Assessment of Theories», en
S.E. Porter (ed.), The Pauline Canon, Brill, Leiden 2004, 95-127; C. BARTHOLOMEW
(ed.), Canon and Biblical Interpretation, Zondervan, Grand Rapids (MI) 2006.
41. «Die Sammlung der Paulusbriefe im 1. und 2. Jahrhundert», en J.-M. AUWERS
y H.J. DE JONGE (eds.), The Biblical Canons, Leuven University Press, Leuven 2003,
321-351.
4. CONSIDERACIONES FINALES
que ése sea su «canon»; que no los citen no quiere decir que no existan
tales libros o que no se les considere inspirados; que circulen algunas
colecciones no quiere decir que éstas ya sean canon cerrado. Y esto es
especialmente importante en los testimonios que conservamos de los
siglos I-II. Concretamente, en la historia de la formación del canon pau-
lino ocupan un lugar particular la Carta a los Hebreos y las Cartas Pasto-
rales. Respeto a la primera, parece claro que las dudas sobre su autenti-
cidad paulina —a lo que contribuyó su eventual uso por los herejes—
hicieron que su lugar dentro de la colección no fuese fijo. Sin embargo,
la Iglesia la aceptó, en parte, porque vio en ella un reflejo legítimo del
pensamiento paulino, en parte porque fue aceptada por los Padres más
antiguos. Para muchos, las Cartas Pastorales no son sino unos documen-
tos dirigidos a «canonizar» la figura y el pensamiento del mismo Pablo.
Por eso serían como una especie de cierre de la colección paulina. Los es-
tudios de exégesis nos pueden ayudar a determinar qué es más y qué es
menos paulino en estas cartas. Pero el criterio de canonicidad de la Igle-
sia no está ligado al de autenticidad: en toda estas obras se manifiesta
legítimamente algo de la revelación divina, esté o no en su origen el mis-
mo Pablo.