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Greimas

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CAPÍTULO IV

EL ACTANTE

Hernán Hirschfeld

Desplazamientos conceptuales

Las problemáticas en torno a lo que entendemos como “personaje”, impregnan gran parte de
los estudios del arte y las humanidades (y también de las ciencias sociales) del siglo XX. El
término “personaje” proviene del latín persona que quiere decir máscara, un dispositivo
empleado en el teatro clásico. Mucho antes que Propp y Greimas, la filosofía antigua se
preguntó por aquello que hacía que los actores, una vez arriba del escenario, lograran
desempeñar papeles o cambiar sus actitudes a través de esas máscaras (crf. Poética de
Aristóteles). De allí que la pregunta por el personaje puede entenderse como la inquietud por
sus roles y funciones en un relato. En el ámbito de los estudios literarios, las formas de
analizar estas entidades varían radicalmente en función de la perspectiva adoptada para
emprender estudios sobre las narrativas. Y de manera extensiva tocan también a las distintas
ramas de las investigaciones sociales debido a que, en esas formas de entender la acción de
un sujeto, se cifran marcas de subjetividad propias de un modo de comprender su lugar en lo
social y en la historia.
Greimas se preocupó por la definición de esas funciones y, en lugar de hablar de personaje
(con su consabida carga esencialista) habló de las acciones que lo construyen, proponiendo
así la categoría de actante. Dentro de su propuesta del Recorrido generativo, esta categoría
estableció una reformulación no sólo para el estudio de obras literarias, sino también para el
análisis de discursos historiográficos e incluso discursos judiciales o políticos. Por eso,
reconocer un concepto tan central como es la categoría de actante, nos ayuda a posicionarnos
de otra manera ante los discursos sociales en general y los textos literarios en particular,
aprovechando los instrumentos de la semiótica para proponer otra perspectiva de análisis de
la emergencia de la subjetividad en el discurso.
Este capítulo tiene como objetivo acercar una lectura de las categorías ubicadas en el Nivel
de superficie de las Estructuras Semio-narrativas del Recorrido generativo: la Semántica y la
Sintaxis narrativa. Para ello nos centraremos en la categoría de actante, un concepto central
desde el cual se derivaron otras categorías. La importancia de este concepto radica en que no
sólo fue operativo en los primeros textos de Gremias, sino que además alcanzó sus
reformulaciones finales en Semiótica de las pasiones (1991).
Tal como se vio en los capítulos iniciales, Propp propuso pensar en funciones que hacen
avanzar al texto en lugar de focalizar en la imagen del personaje. Con este antecedente
Greimas observó otras dimensiones de esta figura e instaló el concepto de actante1 a partir de
dos propuestas teóricas. La primera estaba encabezada por Georges Dumézil, perteneciente al
área de los estudios histórico-culturales, y la segunda al de las investigaciones dramático-
teatrales, de parte de Etienne Soriau.
Dumézil, estudiando la historia de las sociedades indoeuropeas en su tesis de doctorado2,
desarrolló un método descriptivo para explicar el rol de los dioses en las epopeyas. Su
metodología consistía en formar corpus de textos en los que aparecía una deidad en particular
(cantos, oraciones y libamientos, entre otros), y a partir de allí el análisis se bifurcaba en dos
niveles: un nivel funcional en donde, a partir de esta reconstrucción con los textos folclóricos,
buscaba las particularidades de su accionar en relación con su población divina (lo que
permitía definirlos bajo el concepto de una esfera de actividades reiteradas), y el segundo
nivel, denominado calificativo, reconstruía la fisonomía moral de la deidad a través de los
adjetivos o epítetos con los que era nombrada. Así, se podía realizar al menos una
recapitulación de lo que aquel ente consideraba como “bueno” o “malo”, su papel en
actividades bélicas y su forma corporal, entre otras definiciones. El resultado del trabajo en
estos dos niveles generaba una recreación tentativa que, luego de haber analizado a otras
figuras de esa cultura (o de ese sistema de textos que podríamos denominar como cultura), se
posicionaba en una tabla de valores donde se comparaba con las demás divinidades. De esta
manera se estudiaba qué relaciones tenía la deidad con el universo ideológico de esa cultura
y, al mismo tiempo, se conceptualizaba una axiología para tratar de establecer el valor de
dicha deidad en la cultura y ante qué otros sistemas culturales se oponían. Parte de estas

1
El origen de este concepto proviene del lingüista Lucien Tesniere, quien consideraba “actante” a las unidades
sintácticas de una oración (Cours de syntaxe structurale, 1943).
2
Le festin d'immortalité. Étude de mythologie comparée indo-européenne, París, Annales du musée Guimet,
1924.
definiciones nos servirán para comprender, más adelante en este capítulo, los conceptos de
los microuniversos semánticos y la conformación de los roles actanciales.
Por su parte, en el área de los estudios teatrales, Soriau propuso en Les Deux Cent Mille
Situations dramatiques (1950) un inventario de funciones dramáticas similar a la forma en
que Propp describió las funciones de los personajes del cuento popular ruso. Según Soriau,
las funciones dramáticas quedaron limitadas a seis, a las que Greimas agregó la función del
falso héroe o traidor, en cruce con sus lecturas de Propp. Más allá de esta articulación, el
interés de Greimas residió en proyectar el esquema de las funciones a diversos tipos de
textos, aprovechando los instrumentos conceptuales como los que provinieron, en este caso,
del estudio de las artes dramáticas. Más adelante en este capítulo veremos cómo la unión de
las posturas de Propp y de Soriau sobre las organizaciones de los personajes derivaron en el
esquema de los roles actanciales.
El breve desarrollo de estas teorías nos permite dimensionar el concepto de actante como una
unidad del relato. En el Diccionario razonado de semiótica de Greimas y Courtés (1982) se
realiza un primer acercamiento de esta noción, diciendo que el mismo tiene otros alcances de
los que remiten tradicionalmente a la categoría de personaje. La categoría de actante no sólo
permite describir a las entidades antropomórficas (seres humanos, animales y objetos que
tengan capacidades humanas), sino que también incluye a objetos inanimados o conceptos (el
destino, la muerte, la felicidad, etc.) siempre y cuando realicen una acción en el relato
(Greimas y Courtés, 24: 1982).

Notas sobre el sujeto epistemológico

Antes de desarrollar las categorías que se encuentran vinculadas a los roles actanciales, es
necesario hacer aclaraciones sobre el último texto escrito por Greimas, Semiótica de las
pasiones, y formular preguntas con respecto a las implicancias de su publicación. El
comienzo de Semiótica de las pasiones presenta un objetivo claro en sus primeras páginas:
indagar en el Nivel de Superficie de las Estructuras Semio-narrativas del Recorrido
generativo. Puntualmente la organización actancial, la “mejor explorada y quizás la más
eficaz” (Greimas y Fontanille, 9: 1991), y que como veremos más adelante, esta
potencialidad se hace legible en las modalizaciones. Además de eso, Greimas, en coautoría
con Fontanille, reconoció que su propuesta teórica presentaba “lagunas y fallas”, y a partir de
allí se dispuso a aceptar esos vacíos conceptuales para ajustar algunos conceptos marcados de
la teoría. Para ello se abocó a generar discusiones en torno a categorías como “efecto de
sentido”, retomando a Gustave Guillaume (1964), en contraste con la noción de “aroma” en
Semiótica de las pasiones.
En 2013, Iván Darrault comenzó su conferencia De las rupturas epistemológicas a las
sinergias interdisciplinarias: ¿hacia dónde va la Semiótica? 3 con la hipótesis de que la
escritura de Semiótica de las pasiones puede entenderse como una mutación epistemológica,
antes que como un quiebre conceptual. Su hipótesis sostenía que en esta propuesta de
Greimas y Fontanille el sujeto epistemológico no se define por la forma en que él es, sino por
cómo se piensa y se enuncia. Siguiendo el breve argumento presentado por Darrault,
podemos establecer dos polos epistemológicos entre la escritura de Semiótica de las pasiones
y la de Semántica estructural, resaltando que en el primer polo se tiene una consideración
particular con respecto a las posiciones de percepción del investigador que puede relevar lo
que se presenta directamente a su intelección. En el segundo polo, entendido como sujeto
epistemológico, el proceso de construcción de la significación del investigador ya no puede
tener sólo una fase racional sino que además este proceso se ve afectado por una etapa de
“sensibilización”, y esta última fase está relacionada con una de las categorías que forja al
texto: la noción de lo pasional.
Las estructuras pasionales, en términos de Greimas, no tienen que ver exclusivamente con los
sujetos sino con aquello que escapa a sus acciones y su raciocinio. Greimas afirmó que las
estructuras pasionales se encuentran manifestadas en las estructuras del discurso y que son
susceptibles de rastrear en el Recorrido generativo. Pero esta tarea demanda conocer primero
el modelo del que partió en la Semántica estructural, por lo que inicialmente ensayaremos las
reconsideraciones relacionadas con los actantes y los espacios en los que son creados,
entendidos como simulacros, para luego ver esos simulacros desde otra perspectiva que
habilite la lectura de la dimensión pasional.

El actante en Semántica estructural

5
IX Congreso Argentino y IV Congreso internacional de Semiótica de la Asociación Argentina de Semiótica
desarrollado en la Universidad Nacional de Cuyo. Mendoza, 2013.
En este primer apartado analizaremos tres ítems que nos resultan relevantes. El primero de
ellos es un recorrido por los microuniversos semánticos como circuitos cerrados donde el
esquema actancial se desarrolla. Luego estudiaremos los modelos actanciales que se ubican
en la el nivel profundo de las Estructuras Semio-narrativas y los actores que conforman el
nivel superficial de las mismas estructuras. Esto será a los fines de comprender su
composición y avanzar sobre algunas problemáticas inherentes al antropomorfismo.
Finalmente nos centraremos en las funciones y modalizaciones, donde podrá observarse que
las acciones que realizan los mismos están compuestas por inventarios más o menos estables.
Este último ítem nos permitirá articular con las hipótesis sobre el sujeto epistemológico que,
como dijimos antes, se problematizó en La semiótica de las pasiones.

Los microuniversos semánticos

En el capítulo siguiente comprobaremos con mayores precisiones que el funcionamiento de


los semas no presenta una existencia autónoma, y que cada sema, además de ser hipotético,
debe estar en relación con otro sema que le sea contrario u opuesto para que pueda formar
parte de la significación. En el proceso de construcción de la significación, el sema está
vinculado con dos universos significantes: el universo de la inmanencia y el universo de la
manifestación. A pesar de plantearse como opuestos, ambos mantienen una relación
recíproca que los vincula, permitiendo reconocer un mismo universo semántico. La
preocupación de Greimas en este punto residió en encontrar una manera de tipologizar
aspectos del universo semántico:

“En efecto, si pensamos algo acerca de algo, proyectamos este algo ante nosotros
como una estructura de significación simple, que sólo comporta un reducido número
de términos.” (Greimas, 1966: 194).

Esta “estructura de significación simple” es la que define concretamente el microuniverso


semántico, en un principio como una operación de recorte para que el universo semántico
pueda ser “captable”.
“El universo semántico se fracciona de este modo en microuniversos, que son los
únicos que pueden ser percibidos, memorizados y ‘vividos’.” (Greimas, 1966: 194)

Al comienzo de este capítulo dimos un repaso de las propuestas teóricas que Greimas
instrumentalizó para abordar estas problemáticas. Entre ellas podemos ver que los
razonamientos de Dumézil presentan un funcionamiento similar a los conceptos de universo
de la inmanencia y universo de la manifestación, en lo que concierne a la organización de los
datos para llegar a una construcción hipotética de determinados aspectos sociales o
culturales. En el caso de Greimas, la fundación de los microuniversos es operativa para
analizar las reglas que cada texto tiene en su estructura profunda, a la vez que permiten
interpretar las normas que esos “mundos posibles” establecen. El microuniverso semántico
propone un recorte de los universos semánticos a través de dos operaciones. El primer recorte
consiste en distribuir y organizar un número limitado de categorías sémicas, y el segundo,
posibilita que ese esquema, en su estructura general, pueda responder a una tipología de dos
niveles: la tipología de los modelos funcionales (y calificativos) y la de las manifestaciones
prácticas (y míticas).
En el primer recorte de los universos semánticos, el uso de los modelos funcionales pretende
crear un orden y una sucesión de funciones sémicas, mientras que el segundo recorte diseña
una organización donde predominan las jerarquías de junción y disyunción. Los modelos
actanciales dan el marco que subordina los modelos menores que acabamos de describir. Esta
ingeniería de sucesivos recortes sobre los universos semánticos nos dan la pauta de que un
texto no puede abarcar la totalidad del significado que refiere: siempre será limitado y
parcial, y construye su significación a partir de la articulación de estas piezas dispersas.

Los modelos actanciales y los actores

Los modelos actanciales se desarrollan en las Estructuras Semio-narrativas, en su Nivel de


superficie, en la Sintaxis Narrativa. Los mismos se basan en un inventario construido a partir
de los esquemas propuestos por Propp y Soriau para poder explicar determinadas acciones
presentes en un texto. Recordemos que los actantes se definen por sus acciones y presentan
funciones que hacen avanzar el relato. Sobre esta constitución, las funciones se organizan en
tres categorías, cada una constituida en una determinada oposición.
En primer lugar, las acciones definen a un Sujeto que trata de dirigirse a un Objeto que
necesita o desea. La relación que el Sujeto establece con el Objeto se puede clasificar en dos
categorías: de junción (el Sujeto consigue el Objeto) o de disyunción (cuando no lo
consigue). En el Capítulo III se presentó precisamente esta relación siguiendo esta
formalización: junción (S ∩ O) y disyunción (S U O). En segundo lugar, se define un
Ayudante que puede colaborar en la junción entre el Sujeto y el Objeto. Aparece además un
Oponente, que trata de obstaculizar la obtención del Objeto. Por último, el Destinador es el
actante encargado de establecer la conjunción entre el Sujeto y el Objeto, mientras que el
Destinatario es quien recibe el Objeto (en caso de que la junción sea posible). En un esquema
de las relaciones entre actantes puede observarse el flujo de información, de influencias y de
deseos de la siguiente manera:

(2) Destinador → Objeto → Destinatario

↑ (1)

(3) Ayudante → Sujeto ← Oponente

Cada tipo de relación define un Eje:


(1) Eje del deseo: el Sujeto desea un Objeto.
(2) Eje del saber: el Destinador comunica sobre la existencia del Objeto al Destinatario y le
aporta o no información para conseguirlo.
(3) Eje del poder: Ayudante y Oponente ejercen su influencia positiva o negativa sobre el
Sujeto para la concreción exitosa o el abandono de su cometido.
Es importante destacar que, de las tres relaciones actanciales que se establecen, la de Sujeto /
Objeto es la más importante, ya que es la relación que funda un esquema actancial. La
vinculación entre ellos instala la dimensión del deseo, que regula los roles y acciones de los
demás actantes que irán apareciendo. El deseo, en términos de Greimas, se hace legible en
aquellos temas que se desarrollan en torno a la búsqueda de un Objeto (el amor, los celos o
prevenir la pérdida de un ser querido, entre otras). Otro eje es el de la comunicación o del
saber, que se establece entre el Destinatario y el Destinador, donde el primero instala el
conocimiento sobre un Objeto y desencadena su búsqueda o persecución. La relación entre el
Ayudante y el Oponente se define a partir de la participación, el poder que cada uno tenga
para colaborar con el periplo del Sujeto o de dificultarlo. Greimas insistió en que esta última
relación es susceptible de transformaciones o intercambios, donde un Ayudante puede pasar a
ser un Oponente y viceversa (Greimas, 1962: 274).
Para poder ejemplificar este modelo, podemos estudiar superficialmente un relato fantástico.
Un caballero que, encomendado por el rey, debe rescatar a una princesa y concretar con ella
una familia. Para ello debe matar a un dragón con la ayuda de una espada dotada de poderes
mágicos. El análisis tentativo sería el siguiente:

(Ddor) Rey → (O) Princesa → (Drio) Familia

(A) Espada mágica → (S) Caballero ← (Op) Dragón

El esquema parece claro y se agota en su descripción inicial. Sin embargo, es posible que en
un relato nos encontremos con una entidad que reúna más de dos categorías actanciales o que
no cumpla con un rol fijo, es a partir de aquí donde la categoría actor resulta operativa.
El actor se define a través de al menos un sema que sea exclusivo durante todo el relato
(puede ser desde un nombre propio hasta una cualidad física, e incluso sus funciones). Esta
categoría permite reconocer los principios de individuación de las entidades en los relatos
(Greimas, 1962: 281). Las distinciones que se establecen entre los actores son cuatro:
individual, colectivo, figurativo y no figurativo (Greimas, Courtés, 1982: 27). Los actores
individuales y colectivos están relacionados con la cantidad que representan (por ejemplo un
hombre específico o el pueblo en su generalidad) y los figurativos y no figurativos, con la
forma en que estos son representados (por ejemplo una figura humana, o una enfermedad).
Como sugeríamos al inicio de este capítulo, la antropomorfización se vuelve un tema
relevante para el análisis semiótico, dado que tiene interesantes implicancias en la
construcción de narrativas que se dan en el seno de diferentes configuraciones discursivas. En
esta tipología de actores que acabamos de mencionar es donde se comienza a vislumbrar esa
importancia. Sobre este problema nos concentraremos en un apartado especial que se
desarrollará más adelante.

Acercamiento a una teoría del antropomorfismo4

Dado lo que estuvimos viendo sobre los principios de identidad e individuación, en esta
instancia avanzamos en una derivación posible de estos principios. Para ello proponemos
algunas hipótesis sobre el antropomorfismo en tanto que ejercicio de profundización de este
modelo. En las líneas que siguen, desarrollamos una lectura para reconocer un proceso
significante en el que determinadas representaciones humanas cobren sentido. Recuperamos
así la noción de Recorrido generativo de Greimas (1966), algunos postulados de Roland
Barthes sobre el “habla mítica” (1957) y formulamos categorías que nos resulten operativas
para pensar las representaciones humanas en los textos. En este marco pensamos al
antropomorfismo como un proceso en el que se genera la significación de lo humano en un
“producto antropomórfico”. Dicho producto (entendido como PA) representa a aquello que en
los textos es significado con un sentido humano, sin que sea precisamente una “figura
humana”. Definimos a la figura humana como un sistema de signos pertenecientes a todo ser
vivo que se diferencie de otras especies por su capacidad de razonar. La figura humana está
compuesta de “cualidades humanas”, las mismas son relativas o propias al ser humano5 y las
delimitamos en cuatro grupos:
1. Cualidades de naturaleza racional: en este grupo entendemos a la razón como una
capacidad de pensamiento que diferencia al humano de cualquier ser vivo, con la posibilidad
de manifestarse exteriormente al sujeto (a través de expresiones lingüísticas o determinados

4
Lo presentado a continuación es una síntesis del proyecto de investigación desarrollado en el marco del
cursado de Semiótica General de la UNL. El artículo fue expuesto en el IX Congreso Argentino y IV Congreso
internacional de Semiótica de la Asociación Argentina de Semiótica.
5
Al momento de la escritura de este capítulo, comenzamos a revisar el modelo con vistas a nuevas
complejizaciones que merecerán un debate en otras instancias. El eje de la discusión se ubica en que, hasta el
momento, nosotros entendemos que lo exclusivo del ser humano es la razón, manifestada en cualidades de
naturaleza racional. Daniel Gastaldello (desde una perspectiva peirceana) propone en cambio que lo exclusivo
del ser humano podría ser su inscripción en la semiosis y su capacidad para semiotizar y semiotizarse, y que la
razón como factor distintivo del sujeto supone una conciencia cartesiana y pre-freudiana. Dichas perspectivas en
cruce inician un debate en el marco de nuestra propuesta que se continúa más allá de estas páginas.
comportamientos) o no. Pensamos que la razón es quizás una “cualidad diferencial” (que nos
diferencia respecto a otros seres no humanos), pero no “una cualidad ontológica”.
2. Cualidades de naturaleza lingüística o verbal: nos referimos a las manifestaciones orales o
escritas, a partir de cualquier idioma o código. Dichas manifestaciones, precisan de un rasgo
físico determinado. Por ejemplo para manifestar el lenguaje oralmente se necesita del aparato
fonador, para expresar el lenguaje escrito se necesita de cualquier miembro del cuerpo que
pueda realizar el acto de escribir.
3. Cualidades de naturaleza actitudinal o de comportamiento: acciones o estados factibles de
ser manifestados o producidos por el ser humano. Es importante mencionar que estas
acciones presuponen un uso del raciocinio, y en caso de que no esté presente esta
característica estaríamos hablando de alguien que se guía por su instinto.
4. Cualidades de naturaleza física: interpretamos a estas cualidades como aquellos atributos
físicos y corporales que hacen a la especie homo sapiens. Entre ellas podemos distinguir la
postura erecta, una distribución relativamente estable de elementos del rostro, la dualidad
sexual biológica, etc.

Repasar estas cualidades y sus respectivas definiciones nos será útil para ver el proceso de
antropomorfización. El proceso consta de tres momentos consecutivos: en el primer momento
del proceso (Estado 1) reconocemos una materia prima (MP), nombrada así porque es el
elemento que sufre las modificaciones del proceso antropomórfico. A su vez, la materia
prima se define por ser la idea de un objeto, puede ser la idea de un objeto inerte o entidad
viviente, humana o no.
El segundo momento, entendido como Proceso de transformación (PT) consiste en el
sistematización de semas (las cualidades ya mencionadas) a la materia prima. Esto implica
que la materia prima ingrese a un estado de opacidad, produciéndose la significación de lo
humano.
El último momento tiene como resultado la aparición del Producto antropomórfico (PA), en
el que se captan la conjunción de los semas a la materia prima, produciendo la representación
de lo humano sobre sí mismo. El proceso, con sus tres momentos, puede ser graficado de la
siguiente manera:
E1 PT E2

MP → MP + [Sx+Sy+…Sn] → PA

Referencias
MP: Materia Prima
S: Cualidades humanas como semas
Sl: Cualidades lingüísticas
Sr: Cualidades de racionalidad
Sa: Cualidades actitudinales o de comportamiento
Sf: Cualidades de naturaleza física
PA: Producto antropomórfico = MP + (Sx,+Sy,+…Sn)
La representación gráfica de este modelo demuestra su operatividad para analizar el
antropomorfismo en materialidades significantes. Dentro del proceso de
antropomorfización se tejen otros conceptos relacionados, como por ejemplo los procesos
de desantropomorfización (el PA pierde cualidades humanas) o los momentos en los que
nos encontramos con PA que es controlado por otros (Productos subordinados y Productos
centrales). Propuesto el modelo, las derivaciones de su instrumentalización no son
expuestas en esta instancia debido a que no nos resulta operativo avanzar en ellas, sino sólo
bosquejar la potencialidad del modelo de Greimas para la generación de nuevos esquemas
descriptivos y analíticos.

Esquema actancial

Dada entonces esta tipología y principalmente su movilidad a lo largo del relato, el análisis
de los roles actanciales alcanza otro nivel de complejidad. En este caso, por ejemplo, podría
darse otro relato, donde el caballero es el que decide rescatar a la princesa, víctima de un
hechizo, y cuya vida está en riesgo si no es rescatada a tiempo. Un análisis tentativo de este
nuevo relato establecería los roles de la siguiente manera:

(Ddor) Princesa → (O) Princesa → (Drio) Caballero



(A) Voluntad → (S) Caballero ← (Op) Hechizo

De esta manera podemos comprobar que la asignación de roles actanciales no corresponde


a una taxonomización estática y permite considerar elementos que, si siguiéramos a la
categoría de personaje, no alcanzaríamos a visualizar. Llevado esto a esquemas más
complejos, puede detectarse cómo diversas acciones están en manos en los mismos Sujetos,
y a la inversa, cómo diferentes sujetos realizan en definitiva las mismas acciones. Incluso se
pueden identificar acciones contradictorias en un mismo Sujeto, lo que se vuelve interesante
para el estudio de textos que se dan en diversas configuraciones discursivas como la
política, la religión, la ciencia, la educación… y muchas otras que atraviesan nuestra vida
cotidiana.

Funciones y modalizaciones

En esta instancia, podríamos plantear un acercamiento a las funciones. Esto implica remitir
a otra de las categorías centrales sobre los roles actanciales, ya que aquí se comenzaría a
definir la forma en que estos realizan acciones en un recorrido relativamente estable. Como
vimos en las primeras líneas de este capítulo, los actantes se definen por las acciones que
realizan y por las funciones que se definen en estas acciones. En el Capítulo II
comprobamos que hay una herencia de los postulados de Propp y su enumeración de
funciones que potencialmente podría ejercer un héroe en su periplo. Esto nos permite
postular la existencia de esquemas de organización de los relatos y una organización posible
para entender cómo actúan “los personajes”. Si bien pueden observarse sustituciones, estas
funciones son elementos permanentes en la estructura narrativa. La reubicación que propuso
Greimas sobre estas funciones se orientó, en cambio, a pensarlas como roles actanciales,
con independencia del sujeto que las realiza. Entre los objetivos principales de esta
reformulación sobre las funciones, se encuentra la posibilidad de reducir el inventario,
conformando conjuntos funcionales que permitan visibilizar qué consistencias tiene la
consecución de cada función. Después de estos recortes, el listado de las funciones quedó
reducido de 31 a 20 y se distribuye de la siguiente manera:

1. ausencia 11. combate vs victoria


2. prohibición vs infracción 12. marca
3. investigación vs sumisión 13. liquidación de la falta
4. decepción vs sumisión 14. retorno
5. traición vs falta 15. persecución vs liberación
6. mandamiento vs decisión del héroe 16. llegada de incógnito
7. partida 17. asignación de una tarea vs logro
8. asignación de una prueba vs 18. reconocimiento
afrontamiento de la prueba
9. recepción del ayudante 19. revelación del traidor vs revelación del
héroe
10. traslado espacial 20. castigo vs bodas

(cfr. Greimas, 1966: 297)

Vemos que muchas de las funciones que antes tenían un lugar propio en la lista, ahora están
emparejadas, esto quiere decir que se puede establecer una relación de implicancia entre las
dos (elegir el mandamiento implica no elegir la decisión del héroe).
Además de economizar la cantidad de funciones, el emparejamiento propone reformular el
orden de sucesiones a través de las conjunciones y disyunciones que se produzcan. Es
interesante ver de qué manera las funciones ayudan a la actoralización de los actantes,
siendo que las elecciones que se realizan durante la trama narrativa influyen en la creación
de identidad del actor.

Las modalizaciones

Otro de los esquemas que nos permiten ver determinadas acciones del texto tiene que ver
con las modalizaciones. La definición de las modalizaciones está vinculada a los esquemas
de argumento pertenecientes a la lógica y a los análisis lingüísticos y permiten visualizar la
forma en que los actantes desarrollan determinadas acciones en el relato a partir de
relaciones axiológicas. Estas relaciones se componen principalmente por un inventario de
seis verbos modales, que abarcarían todas las acciones que puede realizar un actante.

Modalidades Virtualizantes Actualizantes Realizantes

Exotácticas deber poder hacer

Endotácticas querer saber ser

(cfr. Greimas, 1982)

Para poder entender el funcionamiento de las modalizaciones es necesario detenernos en


aquellas taxonomías que organizan a los verbos. Comprobamos, por el gráfico, que se
establecen dos taxonomías: la primera organizada por las modalidades exotácticas y
endotácticas, y la segunda por las modalidades virtualizantes, actualizantes y realizantes.
Este inventario es central para especificar las acciones que realizan los actantes en un
Programa Narrativo, ya que en estos términos, no se puede hablar de un actante que
“siente”, que “mata” o que “decide tal cosa”, sino que sólo pueden realizar un total de seis
acciones.
Las modalizaciones exotácticas están vinculadas a las acciones que son dirigidas a o
implican la existencia de otro, por ello demanda la existencia de dos o más actores. En
cambio, las endotácticas son dirigidas a sí mismo o llevadas a cabo por un mismo actor, no
implicando la presencia de un sujeto que padece esta acción más que el sí mismo. Esta
distinción básica nos será productiva para cotejar la taxonomía de las modalizaciones
virtualizantes, actualizantes y realizantes.
En ese otro nivel de organización, las modalizaciones virtualizantes son aquellas que
vienen acompañadas con la primera aparición del Sujeto y del Objeto, están relacionadas a
la forma en que se establecerá la unión entre esos dos actantes. Las modalizaciones
actualizantes operan sobre las disjunciones que se establecen entre Sujeto y Objeto, las
mismas refieren a las distintas transformaciones que los actantes llevan a cabo durante el
Programa Narrativo hasta que la conjunción entre los actante Sujeto / Objeto se establezca
para ocupar un lugar en las modalizaciones realizantes (Greimas y Courtés, 1982: 29).
Si retomamos la idea del caballero que es encomendado por el rey para rescatar a una
princesa, podemos consensuar que esa implicancia está más relacionada a la modalidad del
deber que la del querer. Podemos pensar que es una modalidad del deber porque es una
acción que vincula a dos actantes. Si suponemos que luego de eso el caballero consigue una
cualidad como la valentía o una espada con poderes (ubicándose como Ayudante), nos
estaremos refiriendo a la modalización actualizante del poder. La instancia actualizante
puede repetirse sucesivamente a través de distintas dificultades en las que el caballero es
puesto a prueba (intercalándose entre las modalizaciones del poder y del saber) hasta que la
modalidad realizante es alcanzada. En el caso de que la princesa sea rescatada, la
modalidad correspondiente sería la del hacer, concluyendo el Programa Narrativo. Al igual
que las funciones, el análisis no se reduce a una identificación (y etiquetamiento de lo que
se encuentra en el texto) y que su productividad está en problematizar las acciones que
llevan los actantes de la forma más precisa posible, para que las mismas permitan formular
preguntas con respecto al avance del relato. Por ejemplo: ¿qué implicancias residen en el
hecho de que todas las modalizaciones que atravesó el Sujeto (en este caso un actante
antropomorfo, un caballero) hayan sido en su mayoría exotácticas?

Las modalizaciones en Semiótica de las pasiones

Al comienzo del texto presentamos la hipótesis de que gran parte de los conceptos
planteados en la primera etapa epistemológica de Greimas se encontraban en Semiótica de
las pasiones atravesados por el concepto de “lo pasional”. En el caso de las modalizaciones,
la estabilidad de la que hablábamos en el apartado anterior se ve complejizada por la
implementación de los predicados modales (Greimas y Fontanille, 1991: 61). Los
predicados modales se constituyen a partir de la unión de dos o más modalizaciones para
producir fórmulas que especifican un determinado estado o acción. De esta manera, la
productividad del esquema modal logra otros alcances que permiten precisar movimientos
textuales más específicos que realizan los actantes, que proyectan sobre otros o que
padecen.

Modalidades Virtualizantes Actualizantes Realizantes

Exotácticas deber poder hacer

Endotácticas querer saber ser

Por otro lado, el ordenamiento modal se ve transformado por la modalización del estar-ser,
desarrollada para señalar los estados del Sujeto hacia el Objeto, las configuraciones
pasionales se establecen como una relación de disposición o dependencia para con el
Objeto. Para ejemplificar dicho ordenamiento retomaremos los predicados modales del
apego y de la obstinación que Greimas desarrolló en Semiótica de las Pasiones.
La configuración del apego se ubica entre una de las primeras etapas de la teoría de los
celos. Esta modalización tiene la particularidad de situarse sobre la junción entre el Sujeto y
el Objeto determinando las acciones / estados del primero sobre la base de los movimientos
que el Objeto vaya tomando durante el recorrido6. También cuenta con la particularidad de
presentar un estado de inmanencia sobre las acciones del Sujeto, ya que la desaparición
Objeto no supone la supresión de la intensidad del apego, y de esta manera “el sujeto puede
continuar soñándose conjunto a su objeto de valor, más allá incluso de la muerte o de la
desaparición de este último” (Greimas y Fontanille, 1991: 169). Así, la configuración de
esta modalización corresponde a un Deber-estar-ser, adquiriendo una base virtualizante
(poco susceptible de llegar a cumplirse).
La obstinación se presenta en cambio como un proceso por el cual el Sujeto, al reconocerse
disjunto de su Objeto, se encuentra en la modalidad del saber-no-estar y recurre a la
modalidad del querer-estar para concretar la junción, entendiendo los riesgos del poder-no-

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Es importante destacar que en el esquema narrativo de las pasiones el Objeto obtiene el poder de atraer y
repeler al Sujeto (Greimas y Fontanille, 1991: 41).
estar o del no-poder-estar, ambos vinculados con la idea del rechazo. Sin embargo, esta
modalidad presenta el valor de la reiteración, que refiere a la posibilidad de que estas
modalidades puedan ser repetidas ad infinitum (Greimas y Fontanille, 1991: 60).
Si bien el funcionamiento de los predicados modales puede parecer esquemático, es
importante tener en cuenta que cada una de estas configuraciones forma parte de un
entramado que no puede ser aislado de su conjunto. Luego, el trabajo procesual sobre los
celos y la avaricia dará lugar a otro de los leits motiv de la propuesta greimasiana: la teoría
de la manipulación, tema que se desarrollará en otro capítulo de este texto.

En el transcurso de estas páginas hemos brindado un recorrido sobre las categorías que se
vinculan con la de actante, tomando como base el principio y el final de la propuesta teórica
greimasiana. Queda pendiente indagar sobre los conceptos desarrollados en el punto medio
de dicha propuesta teórica en textos como Del sentido o De la imperfección, donde la
categoría de actante se vuelve operativa para el estudio de textos literarios.
Al principio de este capítulo hablamos de una noción nueva: la sensibilización del perfil de
investigador. En esta instancia creemos podemos reinterpretarla y ampliarla, diciendo que
su operatoria se debe a que gran parte de la propuesta teórica de Semiótica de las pasiones
está relacionada con aquello que nos vincula íntimamente como sujetos. Es por ello que el
proceso de sensibilización por parte del investigador resulta inherente para comprender el
espacio que las abstracciones teóricas no pueden alcanzar totalmente. Parte de estas
inquietudes se desarrollarán en el último capítulo de este libro, donde será necesario
recurrir a algunos acercamientos desde la filosofía para avanzar sobre esta nueva dimensión
problemática.

Una confusión cotidiana


“El camino que llega al prójimo es, para mí, larguísimo.”
Franz Kafka, Cuadernos en octava

Si volvemos al marco teórico que hemos expuesto parcialmente, recordamos que éste nos
permite generar una perspectiva desde donde abordar la textualidad. En este caso nos
interesa indagar en un texto de Kafka, dado que tenemos una prehipótesis de base que
sostiene que si bien el contenido de algunos de sus textos es discretizable (se puede
describir de manera sucinta), la articulación formal es, en cambio, densa y compleja. Por
ejemplo las distancias y las cosas que separan a los cuerpos en los relatos de Kafka se van a
presentar con cierta regularidad como un obstáculo inherente a los personajes que
participan en la narración. Los cuerpos no pueden encontrarse a sí mismos voluntariamente,
y esos caminos que tratan de “llegar al prójimo” pueden estar obstruidos por puertas,
procesos burocráticos o malentendidos. Gran parte de estos obstáculos están relacionados a
la forma en que los personajes construyen sus nociones de espacio-tiempo. Este análisis
tentativo pretende detenerse en este último punto desde la perspectiva de los roles
actanciales: ¿de qué manera se construye la temporalidad y la espacialidad en “Una
confusión cotidiana”?
El comienzo del relato presenta a los roles casi directamente: “A tiene que concertar un
negocio importante con B en H”, presentando así al Sujeto (A) que también es Destinatario,
y que desea a un Objeto (el negocio) para el Destinador (B). En el caso de H (más
precisamente el camino que hay entre ellos), explicaremos más adelante cómo oscila entre
Ayudante y Oponente a lo largo del relato. ¿Qué nos permite pensar que H es un actante?
Podemos asumirlo porque comprobamos que H produce acciones que regulan y modalizan
el avance de los demás actantes, esto también lo ubica como actante principal. Para realizar
esta interpretación segmentaremos al texto en dos momentos: el de la entrevista preliminar
y el del cierre del acuerdo, ambos están relacionados directamente con el Objeto.
En la entrevista preliminar, se produce una aparente junción entre Sujeto / Objeto, ya que
las marcas textuales no hacen menciones negativas al respecto y porque más adelante se
estaría dando la segunda parte de la operación de cerrar el acuerdo, entendiendo que una
lleva a la otra. H, en esta instancia, estaría funcionando como un Ayudante: “Se traslada a
H para una entrevista preliminar, pone diez minutos en ir y diez en volver, y se jacta de esa
velocidad”. El primer segmento del texto concluye aquí con la ausencia de un Oponente.

B → Negocio → A

H → A
En la segunda parte se estaría produciendo lo más importante, la transición de H como
Oponente (con sus próximas fluctuaciones) y el comienzo de intercambios entre los demás
roles actanciales. Retomemos el fragmento que nos permite decir que H es un Oponente:
“Aunque las circunstancias (a lo menos en opinión de A) son precisamente las de la
víspera, tarda diez horas esta vez en llegar a H”. Hay que destacar que el fragmento entre
paréntesis forma parte de un detalle importante para entender los hechos que suceden más
adelante.

B → Negocio → A

A ← H

Posteriormente, A se encuentra con un conocimiento, sabe que B se fue a su pueblo y que


“deben haberse cruzado en el camino”. Lo sabemos porque una entidad se lo comenta, y
vemos cómo entidades no-figurativas participan en el relato. H nuevamente se posiciona
como Ayudante: “Esta vez, sin poner mayor atención, hace el viaje en un momento”.
Podemos reconocer, en las marcas textuales, que H estaría representando más a aquello
relacionado al tiempo que al espacio, y no sólo eso, sino que el tiempo es percibido,
conocido, sabido desde la posición de los actantes. El espacio se constituye a través del
tiempo, y no a partir de la distancia, esto nos permite pensar: ¿se encuentra el espacio
subordinado por el tiempo?, y de ser así ¿es posible que en realidad el actante central del
relato sea el tiempo? En caso de que el tiempo sea el actante central, podemos afirmar que
el cuento trabaja sobre la manipulación del tiempo a través de las percepciones que A tiene
sobre los caminos a recorrer. De esta manera el esquema actancial nos permite visualizar
determinados movimientos textuales que, como dijimos anteriormente, si siguiéramos la
noción básica de “personaje” no podríamos problematizar. Podríamos profundizar el
análisis preguntándonos por qué, mientras el relato avanza, podemos ver que las nociones
de espacialidad se hacen más difusas (A no sabe si B se encuentra lejos o está a su lado) y a
la vez cómo las marcas de temporalidad son las únicas que se demuestran como certeras.
Esta pregunta basada en un modelo se inscribe como un punto de partida para la
indagación, y ofrece además una perspectiva desde donde observar el texto visualizando
otros elementos. Más allá de su aplicación, un modelo puede operar como un instrumento
desde donde plantear una nueva pregunta, antes que funcionar como un sistema conceptual
desde donde desarrollar afirmaciones ya conocidas. Sobre este mismo tema se avanzará en
el análisis del texto de Kafka en el capítulo siguiente.

Bibliogafía del Capítulo IV

Fontanille, Jacques y Greimas, Algirdas (1991): Semiótica de las pasiones. De los estados
de cosas a los estados de ánimo. México: Siglo XXI. Traducción Cast: 2012
Greimas, Algirdas (1966): Semántica estructural. Investigación metodológica. Madrid:
Gredos. Trad. Cast. 1987.
Greimas, Algirdas y Courtés, Joseph (1979): Semiótica. Diccionario razonado de la teoría
del lenguaje. Madrid: Gredos. Ed. Cast. 2010.
Gretter, Agustina; Hirschfeld, Hernán y Soria, Antonella (2013): “Acercamientos a una
teoría semiótica del antropomorfismo” en Actas del IX Congreso Argentino y IV
Congreso internacional de Semiótica de la Asociación Argentina de Semiótica.
Mendoza: EDIUNC. ISBN 978-987-33-5537-0. Págs 393 – 401.
Souriau, Étienne (1950): Les Deux Cent Mille Situations dramatiques. Paris: Flammarion.

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