Hito Steyerl: Esto No Es Un Diario
Hito Steyerl: Esto No Es Un Diario
Hito Steyerl: Esto No Es Un Diario
esto no es un diario
a aróN r odríguEz S ErraNo
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bajos de la artista, de pronto vemos cómo afloran con claridad un tapiz de
temas, personajes, lugares y técnicas bien delimitados que atravesarían, por
ejemplo, la pregunta sangrante por la alteridad, el ejercicio de eso que se
ha venido llamando con desigual fortuna la postmemoria, la defensa de una
imagen militante casi amateur, las técnicas de montaje voluntariamente
kitsch… y, sobre todo, una penetrante e inteligente subjetividad que conecta
cada una de las piezas del puzle. Lo importante –lo que podría hermanar a
Steyerl con una escritura diarística clásica– es que únicamente a partir de
la autoconciencia de su escritura se puede mostrar un mundo. Por extrava-
gante que suene, la obra de Hito Steyerl no es tanto la de una convencida
militante que dinamita los formatos y los lugares comunes sobre la cultura
visual del S. XX –que también–, sino en esencia, algo así como la de una
inteligente y terrorista youtuber que hubiera decidido cambiar el formato
del vlog por las galerías de arte.
Por un lado, el diario femenino tradicional como celoso guardián
de los deseos, las confesiones, las opresiones cotidianas, los fantasmas y la
reclusión de los cuerpos. Diarios no demasiado lejanos, en cierto sentido, a
los estudiados por el último Foucault (1991) en su particular topografía de
los sudores, las represiones, las políticas del yo y las técnicas de autocontrol
corporal. Y, por otro lado, hoy, el Vlog: exhibición abierta de lo cotidiano –
de los miedos, los amores, las perversiones, las provisiones y las visiones–
ante la galería mundial mediante plataformas de video en streaming. El ré-
gimen de las imágenes se modifica pero Hito Steyerl es capaz de trabajar
en todas las direcciones, artista rizomática e implacable francotiradora au-
diovisual. Su trabajo atraviesa todas las variantes del “diario contemporá-
neo” o del Vlog: el egotrip sobre gifs, imágenes pobres y pixeladas
–Liquidicity (2014)–, el diario de viajes rodado con un teléfono móvil –
Abstract (2012)–, e incluso, en su trabajo más reciente, el gameplay que
muestra la partida de una suerte de videojuego de acción en primera persona
comentado –The Tower (2015). Todos los usos y costumbres de los nuevos
escritores de diarios online están de alguna manera sintetizados y explora-
dos en la obra de Steyerl. Parodiadas o “sampleadas”, las escrituras del yo
cambian el cuaderno por una inmensa ventana de internet que a veces fun-
ciona como espejo y otras veces como la mirilla de un arma de precisión.
Volveremos a esta idea.
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Las visiones más puristas del “objeto diario” podrían objetar, por
supuesto, que lo que tenemos entre manos no es tanto una escritura íntima
encabezada por una fecha que da cuenta de un cierto temblor vital, sino más
bien una pura continuidad de la figura del auteur sazonada con imágenes
en 3D de bajo presupuesto. Sin embargo, hay dos datos capitales que de-
fienden nuestra propuesta. El primero, como ya hemos visto, nos obliga a
repensar el funcionamiento, el uso y el significado del “objeto diario” en el
momento de la gran exhibición millennial en redes sociales –y, por qué no
decirlo, la capacidad capitalista de “monetizarla” si uno resulta ser lo sufi-
cientemente guapo, irónico, novedoso e ingenuo como para triunfar en las
mercaderías postadolescentes. El segundo dato, a su vez, nos acerca a los
intereses del monográfico propuesto: Hito Steyerl no trabaja desde la au-
tenticidad. Antes bien, sus piezas se manifiestan como evidentes simula-
ciones, astracanadas, farsas tras las que emergen las cicatrices y que
prescinden de cualquier movimiento cerrado de significación.
La paradoja, pues, está servida: Steyerl ha construido un extraordi-
nario diario falso pieza tras pieza, generándose una suerte de máscara tex-
tual –esa mujer sonriente, expresiva, tan deudora de la tradición del clown
como de Laurie Anderson– a la que pasea por los escenarios y a la que in-
troduce en la gran mayoría de sus piezas visuales. En el fondo, no importa
la intimidad de una mujer llamada Hito Steyerl: importa la escritura de una
artista llamada Hito Steyerl.
Nos gustaría apuntar al menos dos datos en esta dirección. El pri-
mero es el inmenso sentido del humor con el que utiliza su nombre para
“firmar” algunas piezas. En In Free Fall (2011) se presenta a sí misma como
“recicladora”. En Adorno´s Grey (2012) será el “color” y, acto seguido, en
Guards (2012) se convertirá en la “seguridad”. En 2013, ni siquiera firmará
How not to be seen o su conferencia editada Is the museum a battlefield?
El segundo dato, mucho más hermoso, es ese frontispicio en mayús-
cula que incorpora en el capítulo 5 de su instalación/conferencia Duty-Free
Art (2016): “WARNING: THIS IS THE ONLY FICTIONAL CHAPTER
IN THIS TALK” (CUIDADO: ESTE ES EL ÚNICO CAPÍTULO FICCIO-
NALIZADO DE ESTA CHARLA).1 Semejante afirmación no nos hace dudar
únicamente sobre la relación del resto de la pieza con la verdad sino, en el
fondo, de todo lo que ha ido configurando su trayectoria. Y sin embargo,
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esto no quiere decir que la potencia política y poética de su acción quede
en entredicho. Hito Steyerl no es hija de la modernidad sino de nuestro
tiempo, y por tanto, su diario puede ser una desarmante reformulación de
la realidad.
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perso. La circulación de imágenes pobres alimenta tanto a las
cadenas de montaje mediáticas capitalistas como a las eco-
nomías audiovisuales alternativas. Junto con una gran canti-
dad de confusión y estupefacción, también posibilita la
aparición de movimientos disruptivos de pensamiento y
afecto (Steyerl, 2014: 46).
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Figuras 1-2
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Serej Tretiakov… Del otro lado, la propia evidencia de la ruina, el avión
descuartizado y el movimiento salvaje de una grúa oxidada que remueve
en su interior dominando las líneas compositivas del plano.
Sin embargo, a medida que avanza la pieza, esta hipotética dialéc-
tica entre imágenes simuladas –las animaciones en 3D, las citas a las pelí-
culas de los grandes estudios– y las imágenes verdaderas –la imagen
documental, la que se rueda en el cementerio de aviones junto a la chata-
rra– acaba deviniendo falsa. La Steyerl se introduce a sí misma en el dis-
curso locutando una voz en off trufada de errores y repitiendo en montaje
sus gestos de desconfianza hacia su propio texto. Incorpora metraje de las
imágenes documentales en las que vemos a sus operadores de cámara ha-
ciendo el payaso, tropezándose y quitándole hierro al asunto. En un genial
movimiento final, se introduce a sí misma disfrazada de azafata junto a su
“piloto israelí”, fingiendo pertenecer a una compañía aérea que ofrece un
DVD virgen a su audiencia (fig.3).
Figura 3
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blábamos antes. No hay “imágenes justas” ni a ninguna se le puede otorgar
ese tranquilizador calificativo –“justo una imagen”. Muy al contrario, lo
que hay son imágenes pobres, empobrecidas y portadoras de pobreza, y lo
que cuenta es el ejercicio de montaje que se aplica sobre ellas. No hay una
solemnidad impostada, sino la voluntad desveladora de invertir nuestra con-
cepción sobre el capitalismo: no hay nada que monetizar, esas imágenes no
tienen dueño ni pertenecen a nadie. Flotan, se vuelven a pensar, se desacti-
van, se paladean. Al final, probablemente, simplemente se arrojan contra
el vacío, tal y como reza el título de la pieza, en caída libre. Porque la li-
bertad, después de todo, algo tiene de desplome.
El tríptico de Andrea
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perar, ha ido fluctuando en los últimos años en el imaginario global, desde
una condena sin precedentes en el momento de su muerte –El País tituló
“Militares turcos ejecutan a la terrorista alemana Andrea Wolf”2– hasta una
cierta simpatía moderada ahora que empezamos a intuir la deuda que tene-
mos con las milicias kurdas en la guerra contra el Estado Islámico.
La muerte y la tortura de Wolf sirvió como acicate para que Ste-
yerl pusiera en crisis toda su relación con las imágenes, su posición como
creadora y su relación, ante todo, con la subjetividad de su propia escritura.
November, la primera pieza dedicada a la memoria de su amiga, comienza
con dos imágenes que se contraponen (dos rostros de Andrea: su última
foto, arrugada y marcada por el tiempo [fig.4] y su aparición en una pelí-
cula feminista amateur dirigida por la Steyerl en los años ochenta [fig.5]).
La voz en off señala: “Mi mejor amiga, cuando tenía 17 años, era una chica
llamada Andrea Wolf. En 1998, fue disparada, acusada de ser una terrorista
kurda”.
Figura 4
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Figura 5
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Ya no estamos en el momento de “Octubre” descrito por Ein-
sestein, cuando los cosacos decidieron unirse a los proletarios
en una hermandad internacional durante la revolución bolche-
vique. Ahora estamos en “Noviembre”. En “Noviembre”, los
antiguos héroes han devenido hombres locos que mueren en
ejecuciones no legales en la cuneta de cualquier camino aban-
donado, y a nadie le interesa gran cosa (and hardly anyone
takes a closer look).
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La trilogía de Andrea nos permite comprobar cómo, en cierto sen-
tido, el punto de llegada de la Steyerl es casi una inversión de la fórmula
diarística: comenzar por erosionar la escritura para acabar destruyéndola
por completo en lo que parece, irónicamente, una lección inicial de gramá-
tica audiovisual (Esto es un plano/Esto es un contraplano –fig.6). Concluye
–por el momento– su memorial sobre Andrea Wolf enunciando una incó-
moda sugerencia: para escribir un diario en el S. XXI, quizá es necesario
prender fuego a los cuadernillos de ortografía con los que nos torturaron en
la infancia.
Figura 6
Bibliografía
FOUCAULT, M. (1991), Tecnologías del yo y otros textos afines, Barcelona: ICE de la Uni-
versidad Autónoma de Barcelona.
STEYERL, H. (2014), Los condenados de la pantalla, Buenos Aires: Caja Negra Editora.
STEYERL, H. (2017), Duty Free Art: Art in the age of Planetary Civil War, Nueva York:
Verso.
WEINRICHTER, A. (2007) “Un concepto fugitivo. Notas sobre el film-ensayo”, en AAVV.
(2007), La forma que piensa. Tentativas en torno al cine-ensayo, Pamplona: Festival Punto
de Vista.
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