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La Mariposa Vanidosa

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LA MARIPOSA VANIDOSA

Gabriel Hernández García


La mariposa volaba suave y delicadamente. La vida le sonreía en todos los sentidos: le
ofrecía libertad para ir de flor en flor y sorber el néctar que deseara, podía trasladarse a
donde quisiera; pararse a descansar en las hojas o en los tallos de las plantas, volar hasta los
charcos de agua para juntarse con todas las de su especie, y jugar a perseguirse unas a
otra...
Tenía energía, belleza y juventud, además de libertad y abundancia: óptimas condiciones.
Se sentía plena y absolutamente feliz.
Un día, por casualidad, fue a pararse junto a un capullo, lo miró con curiosidad y
detenidamente, dio vueltas alrededor de él y después voló para observarlo por la parte de
abajo. Entonces, como entre sueños, pareció recordar algo; era como si ya hubiera estado
en ese sitio anteriormente. Se paró frente al capullo y, con su delicada espiritrompa, lo
movió tratando de conocer lo que estaba dentro. Después, con esfuerzo, logró abrir un
pequeño orificio en el capullo a través del cual se asomó al interior y observó un curioso ser
que, ante la invasión, le preguntó:
-¿Quién eres tú y por qué te atreves a perturbar mi letargo?
-¿Yo?, -contestó la mariposa asombrada de que alguien desconociera su existencia y no
admirara su belleza-, ¿es que acaso no sabes quién soy?
-No, y no tengo por qué saberlo -contestó la crisálida-.
La mariposa que creía ser uno de los seres más hermosos sobre la tierra y que pensaba que
todos debían de conocerla, tuvo que contestar:
-Soy una mariposa, una de las criaturas más bellas y felices que hay sobre la tierra. ¿Y tú?
-Yo, una crisálida, me llamo Ollín, soy pariente y antecedente tuyo.
-¿Tú?, ¿así cómo eres?, ¿así como estás? ¡No, no puede ser! Tú no te puedes comparar
conmigo, somos muy, pero muy diferentes. Yo soy bella, hermosa, tengo un cuerpo
flexible, puedo volar e ir adonde quiera; degustar el néctar de las flores que yo desee,
mientras que tú... tú eres diferente, totalmente lo contrario de lo que yo soy, y aún así ¿te
atreves a compararte conmigo? Lo que dices seguramente es por envidia, pues no eres tan
lindo como yo.
-No quieres recordar que tú antes de ser lo que eres fuiste como yo. Seguramente tu forma
actual y la vanidad te hacen pensar que siempre has sido así. Pero no, antes de ser mariposa
fuiste pupa, y antes de eso tuviste forma de oruga la cual, a su vez, fue un huevo. Has sido,
aunque no lo aceptes: huevo, oruga y pupa. Si no lo sabías, no lo aceptas o no recuerdas,
eso no implica que no haya sido así. El hecho de ignorar las cosas no es un mérito sino una
deficiencia. O si, sabiendo tu origen, pretendes renegar de él o pretendes olvidarlo, haces
mal, muy mal. Nunca debieras hacer eso. Es cierto que ahora te sientes fuerte y poderosa,
pero eso no va a ser siempre así. Aunque seas bella y feliz no debes vanagloriarte ni
envanecerte de ello por dos razones: primero porque todo tiene un principio y un fin,
incluida la fuerza y la belleza, y segundo, porque para ser fuerte y bella poco has hecho por
ti misma, el mérito principal es de tus padres que te dieron en la herencia esas cualidades
que tienes; presumes de algo en lo que tú no tienes nada que ver. La vanidad y la ignorancia
son malas consejeras.
No, no es cuestión de envidia ni de pretender engañarte, tú debes saber que estos cambios
de forma son procesos, que todas las mariposas pasamos. Es más, no solamente nosotras,
sino que es un fenómeno que se da en toda la naturaleza y el universo. Los demás seres
vivos también cambian, aunque no lo reconozcan. El cambio es intrínseco a toda la materia;
es de cir, siempre está cambiando.
-No te entiendo, -dijo la mariposa- y ahora cada vez menos, pero me estás engañando.
-No te engaño, el tiempo y la realidad demostrarán que llegaré a ser lo mismo que tú, y tú
ya no serás lo mismo que ahora. ¡Ya lo verás!
-¡Mientes!, quieres hacerme creer que tú y yo somos casi lo mismo y eso no lo voy a
aceptar, no es posible, además, ¿cómo puedes cambiar de lo que eres a una forma como la
mía?
-Es que estoy en movimiento.
-¿Ves?... Vuelves a decir tonterías. ¿Cómo puedes estar en movimiento si yo te veo
totalmente estática?
-Es que tampoco entiendes lo que es el movimiento. -¿Cómo dijiste?, ahora entiendo
menos. -Te voy a explicar. El movimiento no sólo es el cambio de lugar o de posición de un
objeto respecto a otro, sino que es cualquier cambio o proceso que se opere en el universo.
Eso quiere decir que en mi cuerpo están ocurriendo cambios, dentro de mí hay líquidos que
fluyen, que me están transformando y cuando terminen emergeré de esta pequeña cárcel,
como una mariposa completa, tal y como ahora eres tú. Para entonces tu cuerpo también
habrá cambiado y ya no tendrás ni la energía ni la mentalidad que tienes ahora. Entonces,
también habrás llegado al fin de tu proceso y tomarás una forma diferente.
-¡No te creo!, estoy segura que lo dices sólo para asustarme, por envidia o para que ya no
disfrute la vida tal y como lo hago ahora.
-También ahí te equivocas, la vida se disfruta más cuanto más se sabe, cuanto más se
conocen las propias capacidades, limitaciones, virtudes y defectos. Un ignorante de las
leyes biológicas, físicas o de cualquier índole, a las que estamos sujetos, y que tenemos que
respetar, que no sabe quién es, qué quiere, qué tanto puede hacer y hasta dónde puede
llegar, se sobrevalorará cayendo en la autosuficiencia y, por lo tanto, fracasará, pues está
engañándose en cuanto a su propia realidad. Todos necesitamos conocer, conocernos y
ubicarnos en lo que somos o podemos ser. Tú, por lo visto, no lo haces.
Confundida, pero aún incrédula, la mariposa replicó.
-Nunca creí que un ser tan insignificante como tú pudiera entender o expresar lo que has
dicho.
-Eso lo único que demuestra es tu orgullo y vanidad. Debo decirte que nosotras, las
mariposas, como todo fenómeno natural, somos producto de una evolución y tendremos
que seguir cambiando en el transcurso del tiempo, adaptándonos constantemente al medio
ambiente, pues si no lo hacemos desapareceríamos. Sólo aquello que modifica sus
cualidades conforme cambian sus condiciones de vida, es lo que sobrevive. Lo que se
esclerotiza, se estanca y ya no evoluciona, se pudre y desaparece. Las mariposas del futuro
tendrán que ser más bellas, con mejores cualidades, es decir serán mejores o bien dejarán
de existir. Tales son las leyes de la naturaleza.
Pasaron algunos días y, efectivamente, la crisálida se convirtió en mariposa, y el viejo y
engreído insecto depositó en el envés de una hoja sus tiernos huevecillos. Antes de morir, la
mariposa vanidosa aún tuvo tiempo y fuerza para observar que de aquel capullo emergía
una nueva mariposa bella, tersa y suave.

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