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Teoría Adleriana Sobre Criminalidad

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Teoría Adleriana sobre criminalidad.

Sigmund Freud dio herramientas a Alfred Adler que sirvieron en un futuro crear esta
teoría y la separación entre estas mentes brillantes.

Alfred Adler fue uno de los más prodigiosos, inteligentes e interesantes discípulos
de Sigmund Freud cuando este organizaba y difundía su propuesta del psicoanálisis en
Europa, considerada, en aquel entonces, como una teoría radical y controversial. Su
apoyo, convencimiento y solidaridad con las ideas del maestro Freud lo llevaron a
participar activamente de la Sociedad Psicoanalítica de Viena, fundada también por
Freud. El apoyo de Adler fue muy positivo para que Freud avanzara en la difusión de su
teoría y, sin duda, se identifica entre los más importantes recursos con los que Freud
contó en su proyecto personal. Sin embargo, en 1911, Alfred Adler fue expulsado de esa
sociedad por desavenencias intelectuales y personales que fueron surgiendo alrededor
de algunos conceptos en la teoría psicoanalítica, disidencias que Freud no pareció
tolerar bien de ninguno de sus allegados y que tampoco perdonó a Adler. Como
respuesta, Adler formó la Sociedad Vienesa de la Psicología Individual, una
organización desde la cual podía desarrollar su visión revisada y particular al modelo
freudiano.

La diferencia esencial entre Adler y Freud radica, de forma sencilla, en cuanto al


valor que se les da a las estructuras y niveles de actividad en la personalidad, así
como a la fuente de motivación de la misma. Mientras Freud creía en el poder
inmenso y determinante de los procesos inconscientes, Adler habría de dar mayor fuerza
y posibilidades, al ego y la conciencia. Por esto, Adler es clasificado como un teórico
neo-freudiano queriendo decir que aunque no abandonó las ideas fundamentales
propuestas por Freud (por ejemplo, aceptando su esquema tipológico de la personalidad)
revisó y modificó las relaciones entre el id, ego y superego, así como el juego de fuerzas
entre la conciencia e inconsciencia.

Adler es uno de los primeros teóricos en plantear la capacidad de decisión conciente del
yo y en postular la responsabilidad conciente de las decisiones. Para Adler, los procesos
psíquicos concientes ocurrían con más fuerza y frecuencia de lo que Freud planteaba.
Creía que las personas podían tomar decisiones racionales y concientes sobre los
asuntos de sus vidas. Mientras Freud defendía que toda la conducta estaba
fundamentalmente dirigida por las pulsiones del id a nivel inconsciente, juego de
fuerzas donde el ego y la conciencia no eran sino árbitros reactivos de las demandas y
vaivenes entre el id (las fuerzas primitivas) y el superego (la sociedad internalizada). La
visión de Adler era de una personalidad compuesta pero funcionalmente unitaria, muy
similar al enfoque sistémico y hermenéutico que usamos a partir de la segunda mitad del
Siglo XX (pero que no existía para su época), en tanto que la opinión de Freud era una
de conflicto y antagonismo entre las estructuras de la personalidad, ofreciendo una
visión de un ser fragmentado y en inevitables crisis neuróticas.

Alfred Adler, además, otorgó gran importancia a los procesos sociales de la persona,
rompiendo con el esquema intrapsíquico-mentalista de Freud, quien elaboró una teoría
de desarrollo emocional y de la personalidad fundamentada en la maduración
hereditaria mediante el paso por cinco etapas pre-determinadas (oral, anal, edipal,
latencia y genital). Probablemente influenciado por sus propias experiencias y
enfermedades al crecer, Adler, sin negar el papel de la herencia, planteaba que el ser
humano nace con un gran sentimiento de inferioridad que le motiva conciente e
inconscientemente a luchar por su superación creando un sentimiento opuesto de
superioridad, con el que puede levantarse de su inferioridad orgánica y psicológica. A
nivel conciente, ese ser humano busca satisfacer los retos sociales como trabajo, amor y
sexo, todos indicando la necesidad de buenas relaciones con otras personas. A esto,
Adler le llamó el sentido de la comunidad (llamado originalmente Gemeinschaftsgefuhl
que traducido libremente significa sentimiento comunitario) y lo estableció como una de
las grandes necesidades concientes de la persona individual para lograr un estilo de vida
con salud mental.

El sentido de comunidad se desarrolla emocionalmente siempre con las otras personas


(dimensión social). La dinámica evolutiva de este sentido se trabaja desde el yo con la
madre, el padre, la familia, la comunidad, la nación y el mundo, en ese orden específico.
De no lograrse apropiadamente, Adler indica que la persona puede enfermarse
(neurósis) o convertirse en un criminal (delincuencia). En palabras propias de Adler
y explicándolo desde la conducta en la niñez, “La sensación de que la vida les es hostil
no falta nunca en estos individuos que exigen y esperan siempre, según ellos de manera
justificada, la inmediata satisfacción de sus demandas. Aún más, este estado mental está
estrechamente ligado a un sentimiento de frustración, que aguijonea continuamente la
envidia, los celos, la avidez y la propensión a dominar a quienes escogen por víctimas”
(Adler, 2000). El sentido de inferioridad, según Adler, es innato pero a su vez es
alimentado por la sociedad, como bien se desprende de sus propias afirmaciones cuando
dijo: “También la creciente civilización que nos rodea acusa idéntica tendencia a la
seguridad y nos muestra al hombre en un continuo estado afectivo de sentimiento
de inferioridad que estimula incesantemente su actividad para alcanzar una mayor
seguridad” (Adler, 2000).

Dentro de esta gran fuerza de la influencia social, Adler enfatiza en la importancia de las
buenas relaciones con la escuela. “La mitad de los sujetos que llegan a cometer un delito
son trabajadores sin una profesión determinada, que fracasaron ya en la escuela” (Adler,
2000) nos dice; una sorprendente similar afirmación que se hace continuamente hoy día,
relacionando estadísticamente la deserción escolar con el aumento de riesgo hacia
conductas criminales o trasgresoras; y a su vez, un recordatorio de lo que Vygotski diría
desde otro foro, en la Unión Soviética, en su teoría genética socio-cultural sobre el valor
de la escuela y el maestro como mediadores fundamentales para el desarrollo de la
inteligencia y la conciencia.

Feist y Feist (2007) citan un estudio longitudinal realizado por Douglas Daugherty,
Michael Murphy y Justin Paugh (2001) que comprueba la relación entre bajos niveles
de interés social y la conducta delictiva. Aunque los investigadores diferencian entre dos
tipos de delincuentes encontrados en las cárceles que estudiaron, los de bajo interés
social y los de normal interés social, encontraron que los de bajo interés social, al ser
puestos en libertad, tendían a reincidir con mayor frecuencia en tanto que los que
mostraron buen nivel de interés social mostraron mejores tendencias adaptativas,
reintegrándose a la sociedad (trabajo, familia, comunidad) y evitando caer de nuevo en
las cárceles. El nivel de interés social fue obtenido, en este estudio, mediante resultados
de la administración de la Escala de Interés Social de Sulliman, SSSI de 1973.
Un interesante y minucioso estudio sobre la criminalidad de los años setenta en
Guadalajara, México (Jiménez, 2006), coincide con las características demográficas
señaladas por Adler relacionadas al efecto del fallido sentido de comunidad. Se encontró
que la mayor parte de las personas encarceladas residían en áreas de pocos recursos y
servicios, muchos de ellos provenían de otros Estados y estaban viviendo
temporalmente (avecinados, migrantes) en Guadalajara con dificultades de integración
comunitaria, y la mayor parte tenían muy baja escolaridad (el 48% no rebasaba la
educación primaria, sólo el 16% inició, pero no terminó, estudios de educación media
básica, 20% no tenía nada de escolaridad, y solo 8% tenía licenciatura)

De otra parte, el Dr. Bernardo Kliksberg (2001) en su artículo titulado El crecimiento de


la criminalidad en América Latina: Un tema urgente, indica otra condición social,
también señalada por Adler como un factor de predisposición a la criminalidad y al
neuroticismo, referido a las condiciones de trabajo. Señala Kliksberg que “.. se han
elevado las tasas de desocupación abierta que hoy promedian el 11%. Los análisis del
PREALC de la OIT (1999), subrayan que otro desarrollo muy preocupante es la
degradación de la calidad de los trabajos disponibles. Cerca del 60% de la mano de obra
activa trabaja hoy en el sector informal, la gran mayoría en tareas autogeneradas para
sobrevivir, con pocas posibilidades de futuro, sin apoyo tecnológico ni crediticio. Como
consecuencia de todo ello, la productividad de estas ocupaciones es de un cuarto a un
tercio de la productividad de los puestos de trabajo en la economía formal. Los ingresos
de los informales han tendido a reducirse. Ganan cada vez menos en poder adquisitivo,
y trabajan más horas”. Resumiendo múltiples estudios realizados sobre las causas de la
criminalidad, Kliksberg identifica tres factores generales que aumentan la incidencia
criminal en América Latina:

– La ociosidad por desocupación de la gente joven.

– El deterioro y descomposición familiar.

– La deserción escolar, de más de un 50% de los estudiantes, en escuela primaria.

Todos estos factores fueron identificados por Adler desde inicios del siglo XX en sus
estudios sobre las causas de la criminalidad y el neuroticismo como factores
predisposicionales negativos. Familia, trabajo y escuela son todos elementos
importantes a trabajar si queremos prevenir un sentido de comunidad deficitiario.

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