Joan Miquel PDF
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HISTORIA
DEL
DERECHO ROMANO
Barcelona
INTRODUCCIÓN
Aunque los fenómenos se gestan nacen y desarrollan con poderosa lentitud siempre hay
acontecimientos más salientes, que, a modo de hitos, permiten la separación por épocas. La
periodificación resulta imprescindible aunque lleve inherente una limitación fundamental: la
división en períodos produce la impresión de un corte brusco, de que el cambio se produjo
repentinamente, cuando en la realidad histórica el tránsito de una época a otra es fluido, sin solu-
ción de continuidad. Hecha esta advertencia podemos separar tres períodos en la Historia del
Derecho romano:
A) Época del estado-ciudad: El Derecho romano arcaico (hasta el primer tercio del siglo
a.J.).
III
B) Época del imperio universal: Derecho preclásico y clásico (hasta el primer tercio del
siglo III d.J.).
C) El estado romano tardío y el Derecho postclásico (hasta el segundo tercio del siglo VI
d.J.).
La razón de haber elegido esas dos cesuras (265 a.J.: primer tercio del siglo III a.J. y 235:
primer tercio del siglo III d.J.) puede encontrarse el principio de los temas 4 y 9, respectiva-
mente.
Dos grandes cuestiones presiden el estudio de cada una de las épocas: la organización del
Estado (temas 2, 4, 5 y 9) y las fuentes del Derecho (temas 3, 6, 7, 8, 10 y 11 del programa).
Simplificando mucho podríamos hacer gravitar estas cuestiones en torno a dos ideas
fundamentales: 1) La organización del Estado romano refleja una evolución en que Roma
pasa de ser un Estado-ciudad a ser un Estado territorial. 2) El ordenamiento jurídico romano
está formado en una época ya avanzada por una pluralidad de estratos (ius civile, ius
honorarium, Derecho imperial), que han ido surgiendo sucesivamente, para superponerse
unos a otros.
A) La Ley de las XII Tablas es una ley de mediados del siglo V antes de Jesucristo, que vino
a constituir el fundamento del ius civile. Es, en gran parte, una recopilación de usos y costumbres
a la sazón vigentes. Su importancia se refleja en la consideración como fons omnis publici
privatique iuris (Liv. 3, 34, 6) o como corpus omnis Romani iuris (Liv. 3, 34, 7).
El relato tradicional, recogido por Tito Livio, Dionisio de Halicarnaso y Pomponio, explica
la génesis de las XII Tablas como un momento decisivo en las luchas entre patricios y plebeyos.
Efectivamente, la plebe exige una equiparación con el patriciado, tanto en el aspecto jurídico
como en el político, social y económico: que las leyes sean puestas al alcance de todos, que se
recorte el poder de los cónsules, que cese la prohibición de contraer matrimonio entre miembros
de ambas clases y que se ponga fin a la triste suerte de los deudores, es lo que constituye el
contenido de las pretensiones plebeyas. Estas reivindicaciones cristalizan el año 464 en la
propuesta del tribuno de la plebe Terentilio Arsa de que se nombre una comisión para redactar un
cuerpo de leyes, respondiendo a esos postulados. Como es natural, el senado se opone a esa
moción y han de pasar años hasta que se venza su resistencia. Pero una vez superada ésta, se envía
a Atenas y a otras ciudades griegas una embajada de tres personas con el fin de que estudien las
leyes allí vigentes y sobre todo su técnica legislativa. Finalmente, el año 451, suspendidas las
magistraturas ordinarias para evitar cualquier traba, se nombra una comisión de diez personas
(decemviri legibus scribundis), a quienes se transfiere el poder supremo y a quienes se encarga la
redacción de unas leyes. La función conciliadora de los decenviros se cumple a satisfacción de
patricios y plebeyos: gobiernan “democráticamente”, convocando las asambleas populares, se
dejan guiar por los consejos del senado y saben resolver los conflictos de intereses de las dos
clases, administrando justicia con imparcialidad. Además redactan diez tablas de ley justas, que
someten a la aprobación del pueblo. No obstante, al acabar el año de su mandato, esparcen el
rumor de que faltan aún dos tablas para completar su labor legislativa. De este modo, logran que
se nombre una segunda comisión de decenviros, de la que forman ya parte tres plebeyos. Y aquí
las cosas suceden de otro modo. El mismo día de la toma del poder los nuevos decenviros mues-
tran su voluntad de tiranizar al pueblo. Cada uno de los decenviros aparece precedido de doce
lictores con la segur dentro de las fasces. El pueblo aterrorizado comprende que, en vez de un
Tarquinio, ahora van a gobernar diez tiranos, elegidos, para colmo de males, democráticamente.
Efectivamente, los decenviros, conjurados para no devolver el poder cuando termina el año de su
mandato, están decididos a detentarlo de por vida y pronto inician una serie de arbitrariedades.
Ese año destaca así por el despotismo más acabado. Hasta que por fin un acontecimiento acelera
la caída: Apio Claudio, pontifex maximus y presidente del colegio decenviral, enamorado de una
hermosa joven plebeya, Virginia, la hace reivindicar como esclava, sirviéndose como instrumento
de un cliente suyo. El padre de la muchacha sólo puede salvarla de la deshonra hundiéndole un
puñal en el pecho. Todo el episodio concluye con una secesión de la plebe, que provoca la caída
de los decenviros, el suicidio de Apio Claudio y la vuelta al régimen consular. No obstante, los
nuevos decenviros han redactado dos tablas injustas, que, juntamente con las diez compuestas por
la primera comisión, son promulgadas por los cónsules Valerio y Horacio, los restauradores de la
libertad, antes de partir para la guerra contra los enemigos exteriores que amenazan Roma en esos
momentos.
Así pues, ese relato de la embajada ha surgido en una época posterior, probablemente la
de Fabio Pictor. Es la suya una época de diplomacia y de embajadas. La lucha entre
Roma y Cartago es una lucha a escala universal, y la diplomacia desempeña un papel
fundamental a la hora de conseguir aliados. Así, una embajada al otro confín del mundo
es un hecho corriente en la época de Fabio Pictor. Él mismo es enviado después de la
derrota de Cannas a Delfos para consultar al oráculo sobre lo que hay que hacer para
derrotar a los cartaginenses. Téngase en cuenta que Fabio Pictor escribe en griego y trata
de presentar a Roma ante el mundo antiguo desde una perspectiva determinada. Que
partiendo de una indudable influencia griega en las Doce Tablas no quiera reconocer que
Roma nada debe a la Magna Grecia resulta del todo evidente para su época. Así podemos
admitir como plausible la invención de la embajada a Atenas.
d) En conexión con este hecho hay que valorar el dato sobre la participación de tres
plebeyos en el segundo decenvirato. Más aun, es muy posible que toda la historia del
segundo decenvirato sea una pura invención de Fabio Pictor, destinada a desprestigiar a
los Claudios y a los plebeyos. Los fastos parecen confirmar esta suposición, pues los
nombres de los nuevos decenviros son casi todos sospechosos.
1. Una de ellas es la prescripción que permite vender al deudor insolvente trans Tiberim.
Como un ciudadano romano no puede ser vendido como esclavo dentro de Roma, al
decir que debe ser vendido trans Tiberim, se está afirmando implícitamente que la
margen derecha del Tíber no es territorio romano. La norma se refiere, por tanto, a una
época anterior a la conquista de la ciudad etrusca de Veyes por parte de Roma. Es decir,
que la norma debe de ser anterior al año 396 a.J., lo cual coincide con la fecha transmitida.
2. Otro indicio muy fuerte en favor de la antigüedad de la Ley de las XII Tablas lo constituye
la importancia concedida a las artes de magia. Si en la Ley se castiga con la muerte el
encantamiento enderezado a provocar la muerte de una persona (malum carmen incantare),
ello quiere decir que estamos en presencia de una mentalidad primitiva esencialmente
supersticiosa. Dígase lo mismo respecto a delitos tales como fruges excantare o el alienam
segetem pellicere, que encajan además en una comunidad agraria del estilo de la Roma del
siglo V y son, en cambio, más difícilmente concebibles en una economía abierta al comercio
exterior.
3. En el mismo ambiente hay que situar las prescripciones funerarias. El abundante material
arqueológico procedente de las tumbas etruscas justifica ampliamente la preocupación de los
legisladores de las XII Tablas por reprimir el lujo funerario excesivo.
f) En líneas generales son también dignos de crédito los fines que la tradición asigna a la obra
legislativa. Aunque Baviera y Arangio Ruiz hayan insistido especialmente en la contracción entre
estos fines y el contenido de la Ley, es lo cierto, que si se exceptúa la finalidad política, es decir,
el intento de limitar los poderes de los cónsules –que es probablemente un invento de los analistas
del siglo I a.J. (Licinio Macer)–, las demás parecen responder a la realidad de los hechos. Nada
significa que en el ámbito social y económico los plebeyos no pudieran llevar a buen término sus
reivindicaciones. En efecto, aunque en las XII Tablas subsista la prohibición de matrimonios
mixtos y se mantenga hasta la Lex Canuleia (445 a.J.), y aparezca vender el deudor como esclavo
trans Tiberim o, incluso, repartir sus miembros entre los acreedores insatisfechos (partes
secanto), nada obsta a que los plebeyos pretendieran con sus reivindicaciones terminar con esa
situación. Recuérdese que las leyes de Solón, que muestran un proceso análogo al de las XII
Tablas, cristalizan también en una prohibición de dar la propia persona en garantía.
Lo más claro resulta, desde luego, que los plebeyos pretendieran dar seguridad y fijeza al Derecho
mediante una redacción por escrito. El saber a qué atenerse constituye el fondo de la pretensión
de la aequatio leges omnibus. En este sentido, las XII Tablas significan, en cierto modo, limitar
el privilegio que tenían los pontífices al detentar el monopolio de la jurisprudencia.
g) Otro problema grave lo constituye el de las influencias griegas. A mi juicio, hay que separar
tres órdenes de cuestiones: 1) la embajada a Atenas y otras ciudades griegas de cuya
credibilidad ya hemos hablado; 2) una evolución paralela a Roma, que tiene lugar en Grecia
aproximadamente dos siglos antes, y 3) una influencia en estilicidio sufrida por Roma de los
pueblos vecinos y, singularmente, de las ciudades dóricas de la Magna Grecia, que le permite
alcanzar la madurez necesaria para las XII Tablas. Roma supo asimilar la superior cultura
griega para producir una obra genuinamente romana. Ese es el núcleo de verdad que tiene la
noticia de una embajada a algunas ciudades griegas. En cambio, tiene el inconveniente de
ocultar que esta influencia es gradual, que el proceso de asimilación por parte de Roma es
un proceso paulatino.
La ley de las XII Tablas no ha sido directamente transmitida sino que se nos ha conservado
en fragmentos, contenidos en su mayoría en citas de escritores latinos. El estilo es arcaico, lapida-
rio y de una impresionante plasticidad. Como la palingenesia de los fragmentos se apoya en unos
fundamentos totalmente hipotéticos, adoptaremos una sistemática moderna.
A) Derecho Procesal
El Derecho procesal basado en el sistema de las legis actiones tiene un carácter formalista y
arcaico. Las legis actiones consisten en determinadas fórmulas procesales y actuaciones prescritas
a las partes para la defensa del propio derecho. Algunas de las acciones de ley existían antes de
las XII Tablas; y otras, por el contrario, fueron establecidas por la propia ley. El arcaísmo de ésta
se refleja claramente en la supervivencia de la autodefensa (que ha venido a cristalizar en todo un
ritual procesal), y el formalismo en la máxima de que quien se equivocara en lo más mínimo
perdía el pleito (ut qui minimum errasset litem perderet: Gayo, IV, II). La Ley regulaba la
citación, que tenía un carácter eminentemente privado, donde pervive también la autoayuda; la
presencia indispensable de las partes en el proceso; la transacción y la sentencia, que debe de
darse antes de la puesta del sol.
B) Derecho Penal
Todo el Derecho penal de las XII Tablas presenta un carácter marcadamente privado. El
estado interviene, para restablecer el orden jurídico violado, únicamente allí donde el delito
atente directamente contra él. Así en el caso de perduellio (alta traición), de hostis concitacio
(incitar al enemigo a que tome armas contra Roma), infrequentia (substraerse del censo para
evitar prestar el servicio militar), etc.
Hay dos principios que se interfieren constantemente en el Derecho de las XII Tablas: el talión
y la composición. El talión, que supone un progreso frente a una venganza privada incontrolada,
en tanto afirma que la retorsión de la ofensa ha de ser proporcionada a esa ofensa, es anterior a la
composición. La Ley prescribe el talión para el caso de lesiones graves, es decir, que dejan inútil
un miembro fundamental (membrun ruptum) siempre que el ofendido no quiera aceptar la
composición. En cambio, hay composiciones fijas para las lesiones leves (os fractun) y para las
iniuriae.
Hay varias clases de hurto. Las principales son el manifestum y el nec manifestum. Se puede
dar muerte al ladrón sorprendido in flagranti si comete el hurto de noche, o de día si se defiende.
Pero entonces hay que dar grandes voces para que acudan los vecinos y puedan comprobar lo que
sucede (endoploratio). En todo caso, se azota al ladrón y se le entrega a la víctima del hurto. En
el caso del fur nec manifestus es necesario fijar previamente la culpabilidad de éste.
En consonancia con el carácter arcaico de la Ley, se concede una gran importancia a las artes
de magia, bien sea como delito o prescribiéndolas a título de pena.
La familia romana era agnaticia. Por tanto, lo decisivo no era el parentesco sanguíneo
(cognatio), sino el hecho de estar sometidas varias personas a la patria potestas de un
paterfamilias común. Paterfamilias no significa, por tanto, "progenitor", sino más bien cabeza,
jefe de familia. Hay una norma que se refiere al modo de extinguirse la potestad sobre los
filiifamilias: si un paterfamilias vende tres veces sucesivamente a un hijo, éste queda libre de la
potestad del padre. Para comprender esta norma, tan extraña a primera vista, hay que situarse en
el contexto de un Derecho primitivo, que utiliza siempre los mismos medios para lograr las
finalidades económicosociales más diversas. Como apunta acertadamente Kunkel, esta norma
debió de tener su origen en el deseo de impedir que se explotara excesivamente la capacidad de
trabajo de los hijos de familia.
Se regula la sucesión de ab intestato por el principio agnaticio. Así se separan tres círculos
de herederos: 1) heredes sui, es decir, las personas que estaban bajo la potestad del difunto en el
momento de su muerte; 2) proximus adgnatus, esto es, aquel que juntamente con el causante
estuvo alguna vez sometido a la patria potestas de un paterfamilias común, y 3) gentiles, que son
los pertenecientes a un círculo familiar más amplio. La sucesión ab intestato sólo rige
subsidiariamente para el caso de que no haya ningún testamento, pues la Ley reconoce
expresamente la posibilidad de disponer mortis causa de los propios bienes.
Estas normas se aplican también a la dación del tutor, que es nombrado por el difunto en su
testamento o por la Ley, según el orden sucesorio ya establecido (heredes sui, adgnatus proximus
y gentiles).
D) Derecho de Cosas
Según su mayor o menor importancia economicosocial, se agrupan las cosas en res mancipi
(el fundo itálico, los esclavos, los animales de tiro y carga y las servidumbres rústicas, es decir,
cosas que tienen un significado primordial para la economía agraria) y res nec mancipi (todas las
demás cosas). El régimen de transmisión de la propiedad se monta sobre esta distinción. Así, para
transmitir la propiedad de las res mancipi, se requiere la forma solemne de la mancipatio o de la
in iure cessio, mientras que para las res nec mancipi basta la simple traditio. Además existe la
posibilidad de usucapir las res mancipi, adquiridas sin cumplir las formalidades prescritas por el
ius civile y también las cosas, mancipi o nec mancipi, adquiridas de un no propietario. El plazo
es de dos años o uno, según se trate, respectivamente, del fundo o de las demás cosas.
E) Derecho de Obligaciones
Al lado del nexum se regula la sponsio, promesa de carácter formal que hace surgir una
obligación. Para hacerla efectiva la Ley introdujo la legis actio per iudicis arbitrive postula-
tionem.
F) Derecho Funerario
El juicio sobre las XII Tablas ha oscilado a lo largo de los siglos entre dos polos opuestos: se
ha exaltado esta obra como una aportación impresionante del genio jurídico de Roma o se la ha
denigrado por encarnar un primitivismo feroz. Creo más acertado el primer punto de vista.
Considerada con perspectiva histórica, representa para su época un progreso indudable. No se
trata ya únicamente del avance inmenso que supuso fijar el Derecho vigente por escrito. Es la
maestría, casi inconcebible en un pueblo joven, de una técnica legislativa puesta al servicio de la
resolución de un conflicto de intereses entre dos clases sociales.
La interpretatio de los pontífices (a la que, luego, había de seguir la de los juristas) y las leyes
votadas en las asambleas populares fueron los cauces por los que discurrió la evolución del ius
civile después de las XII Tablas.
La idea romana es completamente diversa: “Roma que es el pueblo del Derecho no es, en
cambio, el pueblo de la Ley” (Schulz). En efecto, la Ley juega en Roma un papel muy secundario
en la creación del Derecho. Las Leyes republicanas suelen tener una motivación muy concreta y,
con frecuencia, tratan de resolver un conflicto social determinado. Piénsese en la Ley de las XII
Tablas, que aparece como un episodio de las luchas estamentales.
De todos modos, hay que señalar profundas diferencias entre la Ley de las XII Tablas y las
leyes republicanas posteriores. En primer lugar, la Ley de las XII Tablas es una lex data, que
proviene de los decenviros a quienes previamente se ha transferido el poder supremo y, con él la
facultad de legislar. En cambio, las leyes posteriores son leges rogatae, propuestas por un
magistrado, dotado del ius agendi, a la asamblea popular para su aprobación. En segundo lugar,
la Ley de las XII Tablas, aunque tiene un carácter fragmentario y, a pesar de partir de la base de
un Derecho consuetudinario, que, en su mayor parte, se presupone, pero no se recoge en la Ley,
es considerada por los romanos como “la fuente de todo el Derecho público y privado”. En
cambio, la legislación republicana posterior es puramente coyuntural. Responde, casi siempre, a
la necesidad de resolver un problema muy concreto. Resulta también frecuente la repetición
monótona de leyes sobre un mismo tema, lo cual es un síntoma claro de su falta de efectividad.
Finalmente, la Ley de las XII Tablas ofrece un lenguaje claro, conciso, elegante (los antiguos
elogian frecuentemente la elegantia verborum y la brevitas), que contrasta con el estilo farragoso
y pedante minuciosidad de las leyes posteriores, que torpemente tratan de prever –por supuesto,
sin conseguirlo– todos los posibles casos de violación de la norma, incluidas las formas más
sutiles (fraude a la Ley). Y es que, en realidad, interpretación literal y posibilidad de fraude a la
Ley son dos fenómenos que siempre han ido de la mano.
Las leyes se votan en los comicios centuriados a propuesta de un magistrado que tenga el
derecho a convocar la asamblea para someterle propuestas de Ley (ius agendi cum populo); los
plebiscitos en los concilia plebis, a propuesta del tribuno que es quien tiene el ius agendi cum
plebe. Existe la posibilidad de votar a favor de la propuesta (la cual se llama rogatio), escribiendo
entonces en la tablilla del voto V.R. (uti rogas), la posibilidad de votar en contra, escribiendo
entonces en la tablilla A.P. (antiquo iure probo), o finalmente la posibilidad de abstenerse
escribiendo N.L. (non liquet). No existe, en cambio, la posibilidad de proponer enmiendas.
Realizada la votación se publica el texto legal en unas tablas blanqueadas (tabulae dealbatae)
para general conocimiento. La Ley consta de praescriptio, rogatio y sanctio. La praescriptio
contiene datos tales como el nombre del magistrado proponente, día de la votación, etc. La rogatio
el texto de la Ley, el cual, al no haber enmiendas, necesariamente coincide con la propuesta y,
finalmente, la sanctio, no es la sanción, tal como se entendería vulgarmente, sino el caput
traslaticium de impunitate, curiosa cláusula por la que se garantiza la impunidad al que viole una
Ley antigua para seguir la nueva y que revela, a las claras, el conservadurismo romano con esa
idea, tan extraña para nosotros de la pervivencia del Derecho.
Entre las leyes de la época arcaica destacan: la lex Poetelia Papiria de nexis (326 a.J.), que
vino a abolir la esclavitud por deudas. La lex Hortensia (286 a.J.) que declara vinculantes los
plebiscitos tanto para patricios como para plebeyos. Finalmente, la lex Aquilia de damno iniuria
dato (286 a.J.) que regula los daños sobre las cosas (en realidad, se trata de un plebiscito, citado
como la Ley en virtud de la equiparación de leyes y plebiscitos).
JOAN
MIQUEL
A) PERSONAS
CAPÍTULO PRIMERO
LA PERSONA
1. Conceptos fundamentales
a) En las fuentes, cuando aparece la palabra latina persona, designa tanto al hombre libre
como al esclavo (cfr. Gayo, 1, 8). Así pues, no tiene el significado técnico de sujeto de
Derecho, de alguien que tiene capacidad jurídica.
b) Caput, cabeza, es una expresión metonímica (designa al todo, mencionando la parte)
que se corresponde con la palabra persona. Así, del mismo modo que aparece en las fuentes
la expresión persona servi, aparece también la de servile caput.
Tampoco la expresión capitis deminutio debe de traducirse, simplemente, por
disminución de la capacidad. En realidad, la expresión capitis deminutio se comprende bien
cuando se cae en la cuenta de que en las fuentes aparece, primero, referida a un grupo, luego,
a una persona determinada. En efecto, en un principio, capitis deminutio no significa otra
cosa que disminución de una cabeza; pero, luego, al aplicarse a la persona individual,
eventualmente, significa disminución en cuanto a la capacidad. La capitis deminutio puede
ser: máxima, media o minima. Capitis deminutio maxima es la que afecta a la libertad; ca-
pitis deminutio media, la que afecta a la ciudadanía, y capitis deminutio minima, la que
afecta a la posición en la familia. Así, cuando un ciudadano romano caía prisionero del
enemigo, el conjunto de hombres libres experimentaba "una disminución en su cabeza", y
lo mismo sucedía con el conjunto de ciudadanos romanos. Además, obviamente el
interesado sufría "una disminución de su capacidad". Como se ve hay una coincidencia de
los dos sentidos de la expresión capitis deminutio en lo que atañe a la libertad y a la
ciudadanía. En cambio, en el ámbito de la familia no se da esa coincidencia: cuando una
persona se emancipa, la familia sufre una capitis deminutio, disminución en una cabeza,
pero con referencia al emancipado no hay una disminución de su capacidad, sino todo lo
contrario: ha desaparecido una de las limitaciones que afectaban a su capacidad.
c) En realidad, la idea romana de capacidad no es única o rígida, sino que viene
determinada en relación con el status libertatis, status civitatis y status familiae. Status no
es, por supuesto, capacidad jurídica, sino más bien posición, situación jurídica. Quizá pueda
decirse, no obstante, que la plena capacidad jurídica viene dada por la concurrencia de tres
requisitos, que se determinan por los tres status: ser hombre libre, ser ciudadano romano y
ser persona sui iuris, es decir, no estar sometido a la potestad de otra persona.
d) Capax es un término que parece tener mucha relación con lo que hoy llamamos
capacidad de obrar. Así capax doli es el que tiene la capacidad de responder por dolo; capax
culpae, el responsable por culpa; capax en Derecho sucesorio es el que puede recibir por
testamento o legado y así sucesivamente. Pero lo que hay que tener en cuenta es que se trata
aquí únicamente de manifestaciones concretas de la capacidad de obrar, y no de un concepto
general de capacidad de obrar, que no es una elaboración de los juristas romanos, sino de la
dogmática moderna.
A) Nacimiento: Para que una persona pueda considerarse nacida se exigen los tres requisitos
siguientes:
a) Nacimiento efectivo, es decir, que haya desprendimiento total del claustro materno.
b) Nacimiento con vida: No siempre resulta fácil determinar cuándo hay vida en el recién
nacido. Por ello, los Derechos primitivos exigen la emisión de un grito del recién nacido como
señal de vida y éste es todavía el punto de vista de los juristas proculeyanos, en tanto que los
sabinianos se decantan en favor de que baste cualquier manifestación de vida del recién nacido.
Justiniano acogerá este punto de vista. La relevancia práctica de esta determinación es que, a
efectos de Derecho sucesorio, puede ser interesante si el feto llegó a vivir unos instantes. En
cambio, no resulta claro si los juristas romanos llegaron a exigir el requisito moderno de la
viabilidad, es decir, la posibilidad que tiene el feto de seguir viviendo. A este respecto, se suele
distinguir entre no viabilidad propia, que es la imposibilidad que tiene el feto de seguir viviendo
fuera del claustro materno por no haber alcanzado dentro de él la madurez suficiente; y no via-
bilidad, en sentido impropio, que es la imposibilidad que tiene el feto maduro de seguir viviendo
fuera del claustro materno, por existir un vicio teratológico (que afecte a las funciones nerviosas,
circulatorias o respiratorias). Lo que se discute, únicamente, es si los romanos tuvieron en cuenta
la no viabilidad propia.
c) Figura humana (comp. la extraña mención a este requisito en el art. 30 del C. c. español).
Aunque el nacimiento determina el momento en que una persona comienza su existencia, en
casos aislados puede ser relevante el momento de la concepción, o el tiempo de la gestación. Así
hay que distinguir entre la concepción en matrimonio legítimo y no legítimo a efectos de
adquisición de la ciudadanía. En el primer caso el hijo sigue la condición del padre, en el segundo
el de la madre en el momento del nacimiento. Hay ocasiones en que para salvaguardar los de-
rechos del que va a nacer (nasciturus) se considera el feto como ya nacido. Tal es el caso de los
postumi, nacidos después de la muerte de su padre, pero considerados como existentes a efectos
de salvaguardar sus derechos hereditarios. Con la misma finalidad se puede nombrar un curator
ventris, que vele por los derechos del que va a nacer. Lo que no conocen los romanos es un
principio de carácter general en este punto (comp. art. 29 del C. c. español).
Un Registro de nacimientos sólo aparece en la época de Augusto y no tiene tampoco carácter
general, ni siquiera es el único medio de prueba, sino que está sujeto a la libre apreciación del
juez. Este Registro se reservó a los hijos legítimos hasta la época del emperador Marco Aurelio.
El Derecho romano no conoce, en cambio, un Registro de defunciones.
3. Capacidad de obrar
D) Prodigalidad: El pródigo, es decir, la persona que dilapida su patrimonio, que hubiera sido
incapacitado, tenía una posición Jurídica semejante a los impuberes infantia maiores. No
obstante, no parece que se les llegara a aplicar el régimen de los negotia claudicantia. La
incapacitación del pródigo suponía para él la pérdida del commercium.
Tanto los dementes como los pródigos estaban sometidos a un curator, que, o bien procedía
del círculo de sus agnados (las XII Tablas conocen ya este curator legitimus), o bien era
nombrado por el pretor. El curator tiene que velar por el patrimonio del demente o del pródigo,
sin que, al parecer, el cuidado de la persona haya preocupado demasiado a los juristas clásicos.
Bibliografía
ARANGIO-RUIZ, 43; KASER, I, 270; IGLESIAS, 119 ss.; WATSON, The Law of persons
in the later roman Republic (1967); ALBANESE, Le persone del diritto privato romano
(1967).
1. SCHL0SSMANN, Persona und προσοπω im Recht und im christlichen Dogma (1906);
IMPALLOMENI, voz persona en NNDI 12 (1965), 1015 ss.; PANERO, Observaciones
sobre el sentido originario de la "capitis deminutio" (1976); GINESTA, "Jus imaginis", en
RJC 4 (1983, 897 ss.
2. AMBROSINO, "Il requisito della vitalitá per l’acquisto della capacitá gíurídica in diritto
romano", en RISG 15, N. S. (1940), 3 ss.; IMPALLOMENI, "In tema di vitalitá e forma umana
come requisiti essenziali alla personalità", en IVRA 22 (1971), 99 ss.; ALBERTARIO,
conceptus pro iam nato habetur en ST. ALBERTARIO (1933), 1 ss.; ROBERTIS,
"Nasciturus pro iam habetur nelle fonti cristiane primítíve", en Cristianesimo e diritio romano
(1935), 65 ss.
Sobre la llamada presunción de comoriencia, por todos, vide LEVY, Verschollenheit und Ehe,
en Gesammelte Schriften, II (1963), 46 ss.; DONA-TUTI, Le "praesumptiones" in dírítto
romano (Aper. 43, 1981, 22 ss.).
3. KASER, I, 275 ss.; IGLESIAS, 154 ss., ambos con bibliografía.